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Lesa Humanidad China
Lesa Humanidad China
Reg. n° 1353
postura contraria al impulso de la acción por parte del Ministerio Público Fiscal.
Aludió para ello a la opinión de reconocidos doctrinarios y a la jurisprudencia
sentada por la Corte Supema de Justicia de la Nación en los fallos “Otto Wald”
(CSJN, fallos: 268:266), “Santillán” (CSJN, fallos: 321:2021) y “Quiroga”
(CSJN, fallos: 327:5063), como también a distintas disposiciones contenidas tanto
en nuestra Constitución Nacional (art. 18) como en la Convención Americana de
los Derechos Humanos (CADH, art. 8.1) y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (PIDCyP, art. 14.1).
Destacó, a su vez, que el Juez de grado no había dado ninguna
razón concreta y valedera que sirviera de fundamento para considerar
imprescindible la intervención de un Fiscal Federal en el presente proceso, ni para
reconocer como legítimo el interés del Estado chino en los resultados de la
encuesta. Y, finalmente, cuestionó la postura del juzgador en punto a darle
prioridad a la integridad de las relaciones diplomáticas de ambas naciones frente a
la necesidad de perseguir y juzgar los aberrantes crímenes cometidos por los
imputados con el objetivo de exterminar a los practicantes de una disciplina
espiritual.
A partir de los argumentos reseñados, la querella solicitó que
se revocara el archivo que había sido dispuesto en primera instancia, de modo de
posibilitar la prosecución de la investigación.
Los Dres. Jorge L. Ballestero y Eduardo R. Freiler dijeron:
a) Así delimitada la controversia, corresponde señalar como
punto de partida que los suscriptos, respetando la posición jurisprudencial que han
defendido en diversos precedentes, comparten el significado y los alcances que la
querella le ha otorgado a la multiplicidad de eventos que conforman el núcleo de
la investigación. Tales acontecimientos, entre los que pueden destacarse las
torturas físicas y psíquicas, las desapariciones forzadas de personas, los
homicidios, los actos de sometimiento a la esclavitud, las vejaciones, la
cremación de cadáveres, la mutilación de cuerpos y la venta de órganos, que
habrían sido cometidos de manera sistemática y como política estatal por
funcionarios gubernamentales de la República Popular de China en el marco de un
proceso de persecución a los practicantes de la corriente espiritual denominada
“Falun Dafa” o “Falun Gong”, indudablemente poseen la entidad suficiente para
ser considerados contrarios al derecho de gentes (art. 118 CN) y, por ende,
pasibles de ser agrupados en su conjunto dentro de la órbita de los crímenes de
lesa humanidad, dada su potencialidad para afectar los valores fundamentales que
la humanidad ha reconocido a todo individuo (ver, de esta Sala, c/n° 40.201 “NN
s/sobreseimiento”, rta. 21/12/07, reg. 1604; c/n° 40.188 “Rovira, Miguel Angel
s/prisión preventiva”, reg. 260, rta. 14/03/08, voto del Dr. Eduardo R. Freiler; c/n°
42.002 “Taddei, Ricardo s/prescripción”, rta. 18/11/08, reg. 1400, votos de los
Dres. Eduardo R. Freiler y Jorge L. Ballestero; c/n° 42.247 “Videla”, rta.
30/12/08, reg. 1631, y sus citas, entre otras; y en idéntico sentido CSJN, Fallos
323:2035; 326:2805; 328:2056 y 330:3248).
Y en punto a la importancia de aceptar la mentada
significación, cabe consignar que “La consideración de los hechos como crímenes
contra la humanidad acarrea toda una serie de consecuencias (…). En primer
término, la prohibición de esta categoría de crímenes es considerada parte del ius
cogens, es decir, son normas imperativas de derecho internacional general
aceptadas y reconocidas por la comunidad internacional de Estados como
normas que no admiten acuerdo en contrario y que sólo pueden ser modificadas
por normas ulteriores de derecho internacional general del mismo carácter
(artículo 53 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados). Este
carácter de ius cogens que posee la prohibición de los crímenes contra la
humanidad genera para los Estados obligaciones erga omnes, entre las cuales se
destacan la inderogabilidad de las prohibiciones, la responsabilidad penal
individual frente al derecho internacional por la comisión de dichos crímenes, la
obligatoriedad de su juzgamiento (que se traduce en la fórmula aut dedere aut
iudicare), la inaplicabilidad de reglas de prescripción, la inoponibilidad de
inmunidades personales incluyendo las de los jefes de Estado, la inoponibilidad
de la defensa de Obediencia Debida y el principio de jurisdicción universal (ver
“Rovira, Miguel Angel s/prisión preventiva”, reg. 260, rta. 14/03/08, entre otros).
No obstante ello, entiendo que durante el transcurso del
proceso han podido ser comprobadas distintas circunstancias adicionales que,
sumadas al obstáculo central planteado en el voto de la mayoría, conforman un
escenario en el que se erige como la solución más adecuada el cierre de la
investigación, incluso ponderando los alcances del principio de Jurisdicción
Universal que han sido enarbolados por el acusador privado.
En primer lugar, no puede dejar de considerarse que el motivo
central que impulsó a Liwei Fu, Presidenta de la Asociación del Estudio de Falun
Dafa en Argentina, a presentar el escrito original de denuncia el día 13/12/05, fue
la presencia circunstancial en nuestro país de Luo Gan, Secretario del Comité
Central del Partido Comunista Chino, quien en ese momento se había alojado por
unos pocos días en el “Hotel Sheraton” de esta ciudad, según los términos del
propio líbelo.
Y fue en el punto III de la noticia criminal donde la
denunciante hizo explícita su concreta pretensión, solicitando dentro del apartado
titulado “Objeto de Denuncia” que se procediera de manera urgente a la inmediata
detención del funcionario, de conformidad con lo que establecía el artículo 6,
punto 1, de la Convención contra la Tortura (ver fs. 20/37 y 41/58).
Considero, entonces, que desde el preciso momento en que
Luo Gan abandonó nuestro país luego de culminar su visita oficial, desapareció la
razón objetiva principal que había justificado el interés de la querella en la
apertura del sumario, objetivo signado por la posibilidad de lograr la inmediata
detención del nombrado aprovechando su presencia ocasional en Argentina.
No resulta ocioso señalar, en esta misma dirección, que
precisamente fue esa la circunstancia especial que valoró nuestro Tribunal
Supremo al momento de negar que existiese razón alguna que justificara su
intervención en la causa por el cauce de la competencia originaria (ver fs. 91).
Y merece ser destacado, paralelamente, que si el objetivo es
asegurar un juzgamiento acabado de aquellos acontecimientos sobre la base de los
lineamientos que sustentan el Principio de Jurisdicción Universal, tampoco
resultaría provechoso aceptar la intervención de los Tribunales argentinos, habida
cuenta que en el camino hacia la reconstrucción de los sucesos sería indispensable
oír la versión que podrían brindar las personas que habrían resultado víctimas de
la persecución, quienes en su totalidad, conforme surge del escrito promotor
presentado por la querella, se hallarían diseminados en distintos rincones del
mundo (Australia, Estados Unidos, Irlanda, Suiza y Canadá) menos en Argentina,
e incluso habrían obtenido la ciudadanía del país que los receptó en el exilio (cfr.
detalle de casos efectuado en el punto N° 11 de los escritos de fs. 20/37 y 41/58).
Este escollo, al tiempo de sugerir cierta arbitrariedad en la
elección de la jurisdicción argentina por falta de un punto de conexión local,
concreto y determinado, conspira contra la posibilidad de nuestros tribunales de
acceder con la debida profundidad a los pormenores de los eventos y,
consecuentemente, a la verdad histórica. Resulta razonable, frente a tal situación,
la opinión vertida por mis colegas en punto a que debe darse preeminencia a la
investigación sustanciada en España, pero ya no sólo por imperio exclusivo de la
garantía constitucional que prohíbe la doble persecución penal por un mismo
acontecimiento, sino también por razones de conveniencia práctica en el proceso
de juzgamiento, puesto que el expediente iniciado ante la justicia ibérica nació con
anterioridad al presente y evidencia un avance ostensiblemente mayor, habiéndose
constatado como dato indicativo de ese progreso la intervención de las máximas
autoridades judiciales en materia constitucional, las cuales, viene al caso
destacarlo, se inclinaron por afirmar la competencia de la justicia española y
remarcar la plena operatividad del Principio de Jurisdicción Universal (ver
sentencia dictada por la Sala Segunda del Tribunal Constitucional Español el día
22/10/07 –STC 227/07—, fs. 1021/4 del principal).
En virtud de las consideraciones que anteceden, es que voto
por confirmar la resolución recurrida en todo cuanto fuera materia de apelación.
En virtud del acuerdo que antecede, el Tribunal RESUELVE:
CONFIRMAR la resolución apelada, en todo cuanto resuelve