Está en la página 1de 4

El inicio del ruido

La vida de ensueño que se yergue ante los ojos del Artista, empieza a desmoronarse
con acontecimientos observados y palabras oídas. La Niña le cuenta al Artista cuál es el
posible origen de la guerra que se avecina:

Dicen que hay un chaca al que no le cuadró el nuevo arreglo, no sé bien,


dicen que está metiendo merca a la plaza sin permiso del Señor, ¿tú crees?
Qué inconsciencia, venir así a alborotar la paz…1

Este rumor es la introducción del fin de una paz ilusoria, de una paz siempre
susceptible a ser fácilmente quebrantada. En las palabras de la niña se repite la imagen de un
Rey todopoderoso que se entera de cada movimiento que se hace a su alrededor y a quien se
debe consultar antes de tomar una decisión que pueda pasar por inconsciente y “alborotar la
paz”. Al término de los oficios religiosos se da una escena en la que se refuerzan ciertos
atributos antes vistos en el Rey, así como se exponen algunos otros; por ejemplo, la caución y
la prudencia antes de actuar son necesarias para evitar errores ulteriores:

-Oiga –intervino el Rey, dirigiéndose al Gringo-, usté me va a averiguar de


aquel lado en qué otra cosa andaba el Pocho, no vaya a ser que andemos
errando y esto sea bronca de tiempo atrás. Mientras tanto me ubican al
Traidor que de todas maneras nos la debe pero no lo bajan hasta que yo
diga.
-¡Si esperamos…! –iba a protestar la Bruja, pero el Rey la interrumpió.
-Esperamos y ya. Usté no sabe de guerras.
Como decir cállese. El Rey tomó al Padre por el hombro y ordenó:
-Llévemelo a camposanto que el Gerente le dé para el cajón.
-…Y lo que falta para el ranchito… -deslizó el Padre. El Rey asintió. Dio
media vuelta y salió a la capilla. Lo siguieron los demás, con excepción del
Padre.2

De este intercambio también se puede leer la intransigencia del Rey al cortar a la


Bruja. Al afirmar que ella no sabe de guerras se puede entender, sin ir muy lejos, que su
presunto desconocimiento sobre las guerras se debe al hecho de ser mujer; pues esta guerra es
cuestión de hombres, en ella sus cuerpos son material simbólico de la máquina patriarcal.
Segato escribe:

1
Ídem.
2
Ídem
No discuto que la misoginia, en el sentido estricto de desprecio a la mujer,
sea generalizada en el ambiente donde los crímenes tienen lugar. Pero
estoy convencida de que la víctima es el desecho del proceso, una pieza
descartable, y de que condicionamientos y exigencias extremas para
atravesar el umbral de la pertenencia al grupo de pares se encuentran por
detrás del enigma de Ciudad Juárez. Quienes dominan la escena son los
otros hombres y no la víctima, cuyo papel es ser consumida para satisfacer
la demanda del grupo de pares. Los interlocutores privilegiados en esta
escena son los iguales, sean éstos aliados o competidores.3

El silencio forzado de la Bruja, podría entenderse como una alegoría del papel de las
mujeres en el mundo del narco dominado, como dice Segato, por los hombres. No obstante,
algunas líneas más abajo, se reconoce que no siempre fue así y que hubo un tiempo en que el
Rey necesitó a la Bruja. Su hija, la Cualquiera, le explica al artista que:

-Ella [la Bruja] lo alivia de un demonio –dijo. Y le contó cómo hacía


mucho, cuando no era quien ya era, el Rey le había pedido a su madre que
le ayudara y ellas habían abandonado al padre, que era un hombre bueno y
por lo tanto inútil, y ahora un hombre solo.4

En todo caso, si bien la presencia de la Bruja es dominante y ella funge como una
suerte de consejera de la corte, es el Rey quien toma la decisión final y está a la cabeza de la
organización. De hecho, entablar una relación con la Cualquiera –mujer por la que el Artista
empieza a tener sentimientos- pone a dudar al Artista pues no tenía permiso del Rey, y “sin su
palabra las cosas no podían moverse”.

3
Segato, Rita Laura. La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Tinta Limón, 2013.
4
Herrera, Yuri. Trabajos del reino.
Vínculo Artista-Rey

Durante una fiesta organizada en el Palacio en honor a un capo con quien se había
hecho una alianza. Hay un concurso de tiro entre los dos jefes que el Rey hubiera perdido de
no ser por el ingenio del Artista que haciendo una jugada casi de prestidigitación logra salvar
al Rey de una derrota –y de la deshonra que esta implicaría- con lo cual:

A medio trayecto el Rey se volvió se paró en jarras y observó atentamente


al Artista con una cara de sorpresa y satisfacción.
-Me había salido cabroncito –murmuró, y dio media vuelta hacia el
Palacio.5

Este guiño cierra (¿o abre?) un pacto tácito entre el Rey y el Artista. Y esta confianza
se refuerza cuando el Rey, demostrando liderazgo y preocupación por su séquito organiza la
audiencia mensual para escuchar las necesidades de su gente:

-Cada mes hay audiencia –siguió el Joyero-, y aquí hay que estar para lo
que se ofrezca. Unos nomás quieren remedios, o jale, o justicia, pero a
otros les cambia la vida con cosas pequeñas: que el Señor sea padrino de
un bebé, que lo ayude con la quinceañera. A todos les da. ¿Qué iba a hacer
si alguien le pedía una canción?6

Al culminar la audiencia el Periodista aborda al Rey para comunicarle que la música


del Artista no era aceptada por las estaciones de radio, el Rey da las respectivas directrices
para enfrentar este asunto y luego:

Se notaba con fatiga el Rey, pero también lleno de una fuerza esmerada.
Sonrió y su sonrisa era como un abrazo protector que para el Artista decía:
¿Por qué vas a endulzarles el oído a esos cabrones? Basta con que a
nosotros nos cuadre lo que somos. Que se asusten, que se asombren los
decentes, sobájelos. Si no, ¿pa qué es artista?7

Con esta muestra de apoyo, el Artista confirma su devoción hacia el Rey, es uno más
de sus fieles servidores. Poco después, mientras compone una nueva canción, piensa: “Hasta
donde alcance la vista llega el Rey, y con él mis palabras”. Y en el siguiente pasaje pareciera

5
Ídem.
6
Ídem.
7
Ídem.
que se termina por consolidar la confianza depositada por el Rey en el Artista, pues el capo le
dice a Lobo:

También podría gustarte