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Germán Cantero
En primer lugar quiero hacerles explícito el trayecto y lugar desde el que les
quiero hablar, para facilitarles la comprensión de mi perspectiva, una entre
tantas posibles: hace muchos años que enseño en el grado y el posgrado
planeamiento de la educación, una disciplina y una práctica por muchos
concebida tan sólo como una disciplina y una práctica técnica. Sin embargo, ya
han transcurrido más de veinte años desde que me propuse resignificarla
dentro de mi propio espacio de trabajo, como una modalidad de práctica
política y social en educación; como una práctica que permite a los diferentes
grupos y actores sociales reflexionar antes y durante la acción; de una acción
que intenta construirle viabilidad a lo que en este presente parece inviable y de
una acción que exige una particular relación existencial con el futuro y con la
utopía.
Con un futuro al que se apuesta, reflexivamente sí, pero que, en tanto apuesta,
se piensa desde lo que se desea, se siente y hasta se presiente. En realidad,
no creo en aquello del pesimismo de la razón y del optimismo de la voluntad;
sinceramente creo que esta es una figura retórica con la que nos cubrimos del
papelón intelectual y nos protegemos emocionalmente de la frustración, del
desengaño y, esto es comprensible después de tantos… ¿no?
Como les decía, esta perspectiva implica también una particular relación
existencial con la utopía; tanto con aquella a la que Carlos Matus (1978:471)
llamaba utopía concreta, la que siendo posible por transformación de la
situación actual, está por ahora fuera del horizonte de tiempo contemplado para
la acción, como con la otra, la que el mismo autor denominaba utopía pura:
aquella que, en la figura de Birri y Galeano, se aleja a medida que caminamos,
pero que, como los sueños, sirve precisamente para eso, para caminar. No
obstante, permítanme agregar que, a diferencia de los espejismos, esta última
se transforma a veces en utopía concreta. Así está sucediendo con aquella que
soñó Bolívar y que hoy es un referente actuante para muchos pueblos de
América del Sur.
1. Pedagogía de un presente.
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Todos sabemos que hay espacios que tienen un singular poder educativo. Por
eso las ciudades son diseñadas, a veces, como grandes áreas concebidas
para hablar, para educar, incluso para ser alegoría de toda una utopía social.
También sabemos que hay procesos particularmente educativos. Por ello los
movimientos sociales son definidos como procesos intensivos de formación
humana, como sujetos pedagógicos y lugares de humanización. Hoy les quiero
proponer leer en clave pedagógica espacios y procesos todavía más amplios y
complejos: las transformaciones que tienen lugar en esta América nuestra.
Desde este esfuerzo de lectura vemos cómo, en algunos países, los propios
estados están siendo refundados; cómo, en casi todos, nuevos sujetos políticos
se consolidan y otros, otrora impensados, asumen el gobierno de sus estados.
Vemos también que, con motivo de sus bicentenarios, en algunas sociedades
cobran nueva vigencia los relatos históricos negados y las imágenes y bustos
de los personajes de sus epopeyas ingresan por la puerta grande a algunas
sedes del poder. Vemos cómo las nuevas y viejas asociaciones regionales
propuestas en contextos de ominosas dependencias son frustradas antes de
nacer (como el ALCA) y que otras languidecen (como la OEA, que acaba de
ser sustituida en términos políticos por la CELAC, con la integración efectiva de
Cuba). Vemos en cambio que otras asociaciones, impensadas hace un lustro
(como la UNASUR y todas las organizaciones generadas en su ámbito),
apenas nacidas ya han logrado frenar intentos de golpes de estado y permiten
abroquelarse con políticas defensivas y alternativas frente a la crisis desatada
por la ruleta financiera global.
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con diversa radicalidad, sesgos, contradicciones y conflictividades, según los
países. Todo esto y mucho más, que vale la pena recuperar con beneficio de
inventario, como la pedía Gramsci, ha transcurrido –en el mejor de los casos-
en apenas una década, otros ni siquiera en un lustro; estamos frente a
acontecimientos que nos abisman por el vértigo de su simultaneidad y
juventud. Ante esto cabe un indispensable ejercicio de la memoria para
recordar de dónde venimos.
Permítanme recordar que hace apenas una década en este país se comenzaba
a naturalizar la idea de cambiar deuda por territorio… (En esto la vinculación
existencial con el pasado es crucial; por eso comprendo a muchos de nuestros
estudiantes que nos dicen “hace diez años nosotros iniciábamos el
secundario”, ese prolongado recreo de la vida…); hace tan sólo diez años, los
docentes de muchas provincias cobraban sus sueldos depreciados en bonos.
En Entre Ríos, mi provincia, los maestros no sólo recibían bonos (“los
federales” que cotizaban en un 50% de su valor nominal) sino que lo hacían
con un atraso de tres meses. Dentro de pocos días se cumplirán también diez
años de aquellos días en los que gente desesperada tomaba por asalto los
supermercados y era reprimida; en los como parte de esta represión era
asesinado Pocho Lepratti en Rosario, en los que morían inocentes en otras
ciudades, entre ellas en mi ciudad, Paraná, y en que (si me permiten una
anécdota personal) intentábamos eludir en un taxi el lugar donde se estaban
reprimiendo estos asaltos, para no poner en riesgo a mi nieto recién nacido que
traía en brazos de la Maternidad; una vida que llegaba mientras otra, apenas a
la vuelta y con sólo trece años, era víctima de la represión; le habían dicho que
en aquel supermercado entregaban comida. Vivía precisamente en el barrio del
que procedían muchos de los alumnos cuya situación denunciamos en nuestra
primera investigación después de la Dictadura. ¡Toda una alegoría de la época!
Los invito entonces a mirar hacia el pasado más o menos mediato que los
propios recuerdos y la información recibida en nuestros trayectos educativos
nos permitan, para intentar ver en qué medida no nos sentimos inmersos en las
contradicciones de un sistema que por momentos nos amplía y en otros nos
arrebata, con una cierta periodicidad, las posibilidades de acceso y goce
efectivo de nuestros derechos ciudadanos. Por supuesto que esto requiere de
un buen tamizado crítico y que en estos análisis hay que extremar los cuidados
para no caer en simplificaciones lineales y mecánicas o en pretensiones de
necesariedad histórica y muchos menos en una cierta teleología inmanente en
el fluir de los hechos.
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retracción de derechos coinciden más o menos con necesidades de
acumulación económica que el sistema político, en la mayoría de los casos, no
puede eludir legitimar. De esta manera, quienes tenemos algunos años encima
y/o la posibilidad de una lectura crítica retrospectiva, vemos que estos
momentos se suceden, con variantes y peculiaridades, con cierta alternancia
de períodos de apropiación intensiva de plusvalía y años de relativo “derrame”
e incluso redistribución. Los primeros llegan acompañados de exclusión,
retracción de libertades y represión, los segundos, de procesos de re-inclusión,
tolerancia del conflicto social y expansión de libertades.
A la sombra de esta memoria nos sorprendió saber, hace dieciocho años, que
en la selva mexicana de Lacandona, desde una experiencia cultural milenaria
como la Maya, afloraba a la superficie de la política un reclamo de cinco siglos
y desde una poética y ética propias, con una enorme creatividad teórica y
práctica, se instauraba una nueva forma de construir políticamente: la de
mandar obedeciendo; política retomada hace muy poco tiempo por Evo
Morales en su primera contradicción con sus bases de sustentación popular.
Diez años antes, en coincidencia con los albores del retorno a la democracia,
había nacido formalmente en Brasil el MST, otro movimiento como
consolidación de la vieja lucha por el derecho a la tierra; movimiento que ahora
va por más: “plantar la agroecología en el corazón del mundo” y que apuesta a
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la educación como reaseguro de su proyecto, con más de 2000 escuelas
propias y con formación docente autónoma.
4. La lectura de lo político.
La política habla por sus hechos, no por sus intenciones. Cuando los hechos
tienen la capacidad de comenzar a cambiar las condiciones materiales de vida
de las clases populares, vale la pena aguzar la mirada. Si esos hechos inciden
además en cambios subjetivos como la autoestima de la propia valía y poder
en diferentes colectivos sociales, si esos hechos abonan un clima de época
ascendente en términos de expectativas sociales, vale la pena aguzarla todavía
más.
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vidas en caso que se suspendieran las garantías constitucionales y las reglas
de este juego democrático que, aún endeble, demasiado formal y poco
sustantivo, está próximo a sus treinta años de continuidad. Quizás
descubramos entonces que más que adversarios se asumen como nuestros
enemigos.
Pero si tomamos parte de esta lucha por los sentidos, quizá sirva reflexionar si
estos llamados populismos, que como lo afirma Carlos Gabetta (2006:3) son
una “expresión política de la crisis” del sistema, en la que se dirime la lucha que
tiene lugar en sus entrañas, no son algo más. Porque en su contradictoria
fecundidad, en sus desmesuras que combinan lo grotesco y lo grandioso, los
destellos del oro y del fango de sus luchas complejas y desiguales, éstos quizá
puedan ser fuente de lo inesperado, de una diversificación de alternativas para
las mayorías populares de América del Sur. Tal vez, sean generadores de una
ruptura en la alternancia entre períodos de expansión y contracción de
derechos al compás de los apetitos de un sistema que, coincidentemente, ha
entrando en una profunda aunque no inesperada crisis; crisis que como nunca
está dejando al descubierto estos apetitos y que, al mismo tiempo, ya no puede
ocultar su propia insustentabilidad.
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5. Una educación para leer:
Para valorar todo esto creo necesario recuperar para la educación, en todos
sus niveles y, particularmente, en la universidad, la capacidad de educar para
una lectura de los acontecimientos de los que somos contemporáneos.
Por esta razón, no sólo hay que recuperar la capacidad de procesar un gran
caudal de información para leer el presente en perspectiva, sino para imaginar,
para crear, para construir viabilidad a otros presentes venideros; pero no sólo
en términos de soluciones tecnológicas (que es también indispensable) sino en
términos de transformaciones sustantivas, en las que se juega el sentido de
nuestras prácticas. Para ello habría que poner nuevamente en tensión nuestras
visiones de utopías concretas, con presentes contradictorios y viabilidades a
construir.
“Ser cultos es el único modo de ser libres” expresaba José Martí y de eso se
trata, sólo que apropiarse de una cultura para la libertad implica la
autoconstrucción de lo que Mészáros define como una “contra-conciencia
estratégicamente concebida, como la alternativa necesaria a la interiorización
dominada colonialmente” (Mészáros, István: 2007:16).
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interior de las escuelas con otras que, en el mismo sentido, tengan lugar en
múltiples ámbitos de la actividad social y política, dentro y fuera del Estado, y
en y desde diversos medios populares de acción cultural.
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puedan acceder a un conocimiento público crítico y aprender las claves básicas
para producirlo.
BIBLIOGRAFÍA:
Casullo, Nicolás (2007), Las Cuestiones; Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
Castoriadis, Cornelius (1998), Hecho y por hacer; Eudeba, Buenos Aires.
Gabetta, Carlos, “Populismos”, en Le Monde Diplomatique, el Dipló, junio de 2006,
Buenos Aires.
Lechner, Norbert (1988), Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política;
FLACSO, Santiago de Chile.
Matus, Carlos (1978), Planificación de Situaciones; CENDES/Libros Alfar, Caracas.
Mészáros, István, A educação para além do capital; en Revista THEOMAI/THEOMAI
Journal, N°15; http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero15/ArtMeszaros.pdf.
Santos, Boaventura de Sousa (2005), La universidad del siglo XXI. Para una reforma
democrática y emancipadora de la universidad; CEIIH, UNAM, México.
Sotolongo Codina, Pedro y Delgado Díaz, Carlos (2006), La revolución contemporánea
del saber y la complejidad social; CLACSO Libros, Buenos Aires.