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TDA SUBTIPO IMPULSIVO

Tomado de Déficit Atencional e Niños y Adolescentes A. Céspedes Ediciones B 2012


Solo para uso como material de estudio. No difundir pues el libro en referencia tiene
copy rights.

. Lo más notorio en estos niños es un estilo impulsivo cognitivo o


cognitivo/conductual, que se expresa como un “ actuar sin pensar”. En el
ámbito académico, cuando hay un estilo impulsivo cognitivo, acometen el
trabajo sin ninguna organización ni planificación; no escuchan las
instrucciones, no leen con calma las preguntas de las pruebas escritas o
los enunciados de los problemas; pasan por encima de los operadores sin
verlos. Siempre son los primeros en finalizar las actividades, los primeros
en entregar la prueba, acompañando la acción con una amplia sonrisa de
ganadores, ya que habitualmente están convencidos de haber
respondido correctamente todas las preguntas de una prueba “ muy fácil”.
Suelen responder sin respetar turnos, sin solicitar la palabra y a menudo
antes que el profesor haya terminado de plantear la pregunta. La
asignatura que permite apreciar mejor el estilo impulsivo cognitivo es
Matemáticas. Durante los primeros años escolares, estos chicos se
resisten a desarrollar y aplicar estrategias de abordaje de los ejercicios y
problemas matemáticos; eligen de regla adivinar el posible resultado,
optando por estimar, aproximar un resultado, pero eludiendo llevar a cabo
un procedimiento paso a paso. Jamás revisan. En el segundo ciclo
mantienen su tendencia a adivinar por aproximación los resultados de
ejercicios y problemas; olvidan cambiar el signo cuando resuelven
ecuaciones. Suelen ser discutidores y argumentan defendiendo su postura
hasta que acaban dándose cuenta que estaban equivocados. Suelen irritar
y exasperar a los profesores.

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En el ámbito social suelen ser “pensamiento hablado”, hacen comentarios
o emiten opiniones sin evaluar previamente si serán oportunas; pueden
reír a carcajadas en situaciones de gran formalidad. La conducta
irreflexiva se hace muy notoria en las etapas de poda sináptica ( entre
los cinco y los seis años, en la etapa prepuberal ( 10 a 12 años) entre los
dieciséis y diecisiete años). Cuando son hijos únicos, sus características
son poco advertidas por sus padres, ya que son más notorias en el aula,
pero si hay más hermanos, algunos de estos chicos suelen introducir
la discordia en la fratría: molestan a los hermanos que están jugando
tranquilos, se muestran burlones, les arrebatan los juguetes,
imponen sus gustos a la hora de ver TV. Durante las horas de comida
interrumpen las conversaciones, hablan en voz muy alta, descalifican
a quienes dan su opinión y a veces molestan a los más pequeños.
-
Un rasgo característico de este SUBTIPO IMPULSIVO es la dificultad
o incapacidad para asumir su responsabilidad por las
consecuencias de sus acciones, tendiendo siempre a culpar a
terceros. Si cometieron errores por impulsividad en una prueba, es
porque el profesor “ me tiene bronca “ o bien “ se equivocó al corregir”.
Si estaban molestando a un hermano pequeño y un adulto les reprende,
protestan diciendo “mi hermano empezó”. Frente a la reprimenda levantan
la voz, se muestran tercos y discutidores y se niegan a obedecer. Sin
embargo, una vez calmados, se muestran arrepentidos y reconocen su
mal comportamiento, si bien suelen adjudicarlo a “alguien malo que está
en mi interior”. En el aula se muestran porfiados, pero nunca desafían
abiertamente al profesor; pueden oponerse por algunos momentos,
mostrándose ofuscados; a veces expresan su enojo alzando la voz,
protestando de malos modos, saliendo del aula en forma airada y dando
un portazo. Su mal talante empeora cuando el profesor se muestra airado,
controlador y coercitivo o emite juicios descalificatorios contra el alumno.
Pero, una vez calmados, ofrecen disculpas, se muestran arrepentidos y

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reconocen haber actuado mal. Sin embargo, no se debe creer que dicho
arrepentimiento implica que no se repetirá el problema conductual: es
probable que al día siguiente nuevamente esté molestando a la hermana o
contando chistes en medio de la clase.

En estos chicos /as lo central es:

- Dificultad para regular la ansiedad


- Dificultad para reflexionar ( evaluar una situación, compararla con
experiencias previas, elegir una alternativa adaptativa , desestimando
aquellas alternativas que son guiadas por la emoción del momento)
- Fácil disforia ( frustración, ofuscación, enojo intenso , desconsuelo,
desánimo)
- Inmadurez moral, reflejada en su tendencia a culpar a otros en vez de
hacerse cargo con responsabilidad de las consecuencias de sus
acciones, y en la inocencia con la cual mienten para ocultar algún hurto
o alguna maldad , mientras van dejando evidencias flagrantes de sus
acciones reprobables.

Estos niños suelen ser diagnosticados como TRASTORNO DE


CONDUCTA OPOSICIONISTA DESAFIANTE, por su tendencia a
oponerse a las normas, a ser discutidores y rebeldes. Sin embargo, su
disposición a reconocer sus faltas, a ofrecer disculpas y a prometer
una y otra vez cumplir sus buenos propósitos, unida a la inocencia y
candor con que mienten o cometen sus travesuras, deja en claro que
no son desafiantes, sino irreflexivos.

La conducta impulsiva e irreflexiva se da en diferentes grados, que van


desde una leve tendencia a ser precipitado , lo cual se refleja en el
trabajo cognitivo más que en la conducta, a un comportamiento

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permanentemente impulsivo, que se refleja en desatinos, el molestar
deliberado y una actitud de negativa a acatar normas. Una conducta
impulsiva permanente apunta a una baja capacidad de autorregulación
( del tipo feedback : hacer ajustes conductuales una vez evaluada la
circunstancia), unida a una baja habilidad reflexiva, mientras que la
conducta impulsiva ocasional, sea sólo cognitiva, sólo conductual o
ambas, reflejan sin duda una baja capacidad de autorregulación y
escasa capacidad reflexiva , pero también señalan la existencia de
factores circunstanciales propios del ambiente. Sentirse rechazados; ser
identificados siempre como el que genera y mantiene los conflictos; percibir
hostilidad por parte del adulto, empeora la ansiedad y la conducta irreflexiva.

En consecuencia, quien comanda la impulsividad cognitiva y la


impulsividad conductual es la ansiedad excesiva, que tiende a
desbordar al niño antes de lograr regularla. No es una ansiedad objetiva,
que tenga justificación; es, simplemente, una respuesta biológica que
domina al niño , probablemente por una insuficiente inhibición cortical ( la
corteza dorsolateral prefrontal y sus conexiones actúan inhibiendo la
actividad del temperamento; su expresión a nivel cortical es la
denominada autorregulación ). El bajo tono inhibitorio cortical se
evidencia en la impulsividad y en la fácil respuesta del niño a estímulos
irrelevantes, “intrusos”, los cuales no puede inhibir. Sin embargo, cuando
el niño está calmado, relajado, logra la necesaria inhibición cortical,
permitiendo así establecer nexos entre acciones y consecuencias.
Algunos niños impulsivos pero a la vez temerosos del castigo, suelen
recurrir a toda su energía inhibitoria para mantenerse bajo autocontrol
en determinadas situaciones, desbordándose cuando la situación se
modifica.

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La pubertad trae consigo en forma gradual la esperada regulación. A
medida que se acerca a los quince años, la maduración de la corteza
prefrontal se va completando, se fortalece la capacidad inhibitoria y va
apareciendo una mayor capacidad reflexiva. El adolescente aprende a
establecer nexos entre acciones y consecuencias, haciéndose cargo de
ellas en vez de adjudicarlas a terceros. Aprende también a identificar
claramente las acciones reprobables, como mentir o hacer hurtos. Sin
embargo, para lograr esta conquista madurativa ha sido preciso que la
educación emocional haya sido la adecuada; que sus padres y profesores
hayan sabido poner el énfasis en la necesidad de aprender a reflexionar,
lo que se logra aprendiendo a emplear el lenguaje interno al servicio del
análisis de situaciones antes que ellas ocurran. Consejos como “ piensa
antes de actuar” “ cuenta hasta tres antes de hablar” “ el pez muere por
la boca”, “ revisa tu trabajo antes de entregarlo… “ Una vez entregado,
será demasiado tarde”, etc. etc., son valiosas sugerencias que parecían
caer en saco roto, hasta que finalmente los padres y/o los profesores
comprueban que el adolescente las tenía grabadas en su “ disco duro
cerebral” y ahora ha llegado el tiempo de emplearlas convenientemente.

A la necesaria educación emocional, que incluye enseñar el arte de la


reflexión y del autocontrol, es necesario enseñar también el arte de
observar el entorno para ajustar la propia conducta de manera apropiada
y observarse a sí mismo ( esta autoobservación es inconsciente y se
denomina gnosognosia, capacidad para verse, tanto en el ámbito
psicológico como corporal, en relación al contexto) Este conjunto de
habilidades se denomina PRAGMÁTICA, y refleja en parte la capacidad
de la mente del niño para decodificar las señales no verbales enviadas
por los otros en un contexto determinado. La PRAGMÁTICA depende no
sólo de la adecuada maduración de estructuras cruciales para la cognición

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social, presentes en el hemisferio derecho. También depende de la
adecuada capacidad de autorregulación. Un niño impulsivo dominado por
la ansiedad se torna fácilmente ofuscado, y ese es el primer paso para
que disminuya su capacidad para leer información del entorno. A partir
de ese momento, podemos aguardar cualquier comportamiento
negativo, desde lanzar lejos algún objeto que tiene en sus manos a
agredir verbal o físicamente a otro. Dicha agresión jamás es ciega, porque
el mecanismo de autorregulación automática - en el hemisferio derecho -
funciona adecuadamente, actuando como un “ freno de emergencia” muy
eficaz cada vez que emerge la conducta agresiva ; en consecuencia, el
niño se mostrará verbalmente rabioso o llegará a los empujones y
manotazos, pero nunca hará daño físico deliberado. En cierto sentido,
su sistema de autorregulación automática actúa como una “conciencia
no consciente “, que le protege de una ira ciega y violenta.

El niño IMPULSIVO está expuesto a presentar quiebres emocionales


derivados de las tensiones que provoca en su entorno y que
desencadenan respuestas específicas, como reprimendas, castigos,
sermones, advertencias. Estos niños suelen ser visitantes frecuentes
de las inspectorias escolares, donde quedan consignados sus
comportamientos negativos , generando en ellos el temor a las
suspensiones e incluso a la cancelación de matrícula en su escuela. En
casa suelen ser los que provocan discordia entre los padres y
familiares, disgustos en los adultos que trabajan en casa ( asesoras
del hogar), en quienes les transportan al colegio, etc. Vecinos y
familiares enjuician a los padres, acusándoles de incompetencia
en la crianza, de excesiva condescendencia de falta de rigor.
Aconsejan mayor énfasis en los castigos, “aplique mano dura” y
suelen presagiar grandes desastres en algunos años más: ” cría
cuervos y te arrancarán los ojos”. Tanta amenaza, tanta reprimenda,
tanto castigo en pos de reformar sus comportamientos reprobables,

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acaban por desencadenar problemas emocionales, los que
habitualmente se reflejan en un empeoramiento de la conducta, en
forma de una rebeldía creciente, que puede ir desde dificultades
conductuales ocasionales al llamado TRASTORNO DE CONDUCTA
OPOSICIONISTA.

El TCO en sus primeras etapas es circunstancial; se manifiesta en


determinadas situaciones, en las cuales se dan ciertos factores muy
específicos:
a) En la situación hay dos actores y a veces un público
que observa. Los actores son un adulto que desea controlar lo que está
ocurriendo y un niño o adolescente que se opone a dicho control . La
presencia de público espectador agrava la situación, ya que obliga al
adulto a intentar el dominio para no perder autoridad , exacerbando en
el niño la negativa a obedecer; esta radicalización de su postura negativa
se produce porque el público aumenta la ansiedad en él, y también como
un modo de demostrar a ese público que el adulto está errado, comete
una injusticia, etc. Es decir, busca en el público la aprobación y un
abanderizarse con él. En el extremo opuesto, el adulto busca
desesperadamente mostrar al público que tiene poder sobre ese niño
díscolo.

b) El TCO es desencadenado por la aparición de


progresiva ansiedad , la que invade todo el organismo del niño, en
especial su mente, obnubilándola e impidiéndole evaluar la situación y
echar mano al autocontrol reflexivo. En términos neurobiológicos, a mayor
ansiedad, mayor desinhibición cortical y menor capacidad reflexiva.

c) El TCO se caracteriza por una progresión sintomática


clásica: el niño se opone activamente a un adulto que intenta ejercer
control; este acentúa su intento de controlar la situación y surge así en el

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niño el desborde ansioso , que provoca en él la incapacidad para analizar
mentalmente la situación; luego sobreviene el descontrol conductual
progresivo y culmina en la aparición de disforia, una mezcla de rabia,
disgusto, desánimo y “ bronca” ( deseos de desquite). En la medida
que el niño sea más pequeño, el desborde tiende a alcanzar más
rápidamente el descontrol conductual. En los adolescentes puede
aparecer un período prolongado de argumentación verbal, la que se da en
tono airado, de abierta confrontación. El descontrol conductual puede
estar representado por portazos, puñetazos sobre el muro o sobre una
mesa, lanzar objetos al suelo. Es interesante observar que en esos
momentos coexisten en el niño el descontrol y cierta mesura, cierto
medir “hasta dónde llego”, que es el reflejo de una regulación automática
relativamente eficaz. No estamos frente a un descontrol ciego.

e) cuando ocurre un cambio en la actitud de control


por parte del adulto, el niño muestra el camino inverso en su descontrol:
de la intensa disforia pasa a una progresiva atenuación del descontrol
conductual . Por lo general, el niño se repliega sobre sí mismo, intentando
autodominarse. Esta recuperación emocional es facilitada por la actitud
concomitante de serenidad por parte del adulto, por la posibilidad de un “
tiempo afuera”, que consiste en una desconexión de la situación; por la
desaparición del eventual público observador, etc. Si se trata de un
adolescente, la posibilidad de encerrarse en su habitación o de salir del
aula son recursos de autocontrol muy eficaces.

d) el episodio puede empeorar o reaparecer con mayor


intensidad cuando el adulto que participa se niega a ceder, radicalizando
su postura de control de la situación , o bien cambia la estrategia, optando
por atacar verbalmente al niño desde la sorna , la descalificación, la
amenaza, la humillación.

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