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Dialectos Vegetales PDF
Dialectos Vegetales PDF
DIALECTOS
VEGETALES
(Memento
Mori)
2012
PONTIFICIA
UNIVERSIDAD
JAVERIANA
FACULTAD
DE
ARTES
CARRERA
DE
ARTES
VISUALES
BOGOTÁ
D.C.
2012
DIALECTOS
VEGETALES
(Memento
Mori)
Daniel
Eduardo
Acuña
Torres
CANDIDATO
A
MAESTRO
EN
ARTES
VISUALES
con
énfasis
en
expresión
plástica
Nicolás
Uribe
Benninghoff
ASESOR
-‐ ÍNDICE
–
1. Introducción
2. De
la
muerte
a
lo
impermanente
• La
muerte
• Lo
impermanente
3.
Impermanencia
y
hacer
3.
Un
cuestionamiento
sobre
el
límite
-‐
Sobre
un
retorno
a
la
pieza.
-‐
De
Friedrich
a
Turner
4. Planteamiento
del
proyecto
• Control
5. La
práctica
de
una
jardinería
intuitiva
• Primeras
exploraciones
• Pasto
de
trigo
6.
Vocación
de
cuidado
7.
Consideraciones
plásticas
-‐
Sobre
la
figuración
-‐
Verticalidad
y
horizontalidad
-‐
Un
retorno
al
origen
8.
De
la
jardinería
a
la
vida
9.
El
mástil
10.
Conclusión
y
reflexiones
finales
“One
flower
in
Eden
and
they
would
have
known
beauty,
and
knowing
that,
would
know
how
beatuy
fades.”1
(Wilner,
E.
2004,
p.46)
1
“Una
flor
en
el
Edén
y
habrían
conocido
la
belleza,
y
conociéndola,
la
habrían
visto
también
1.
Introducción
Desde
que
empecé
a
sentirme
jardinero,
empecé
también
a
notar
que
las
plantas
y
la
relación
que
estaba
desarrollando
con
ellas,
estaban,
de
alguna
manera,
permeando
mi
vida
en
aspectos
que
consideraba
ya
sedimentados
en
mí.
Como
si
lenta
y
delicadamente
se
hubieran
infiltrado
en
mi
mente,
humedeciéndola
y
erosionándola,
ofreciéndome
toda
una
gama
de
posibilidades
a
las
que
previamente
me
encontraba
ajeno
y
generando
en
mi
vida
un
movimiento
que
aún
no
cesa
y
cuyos
frutos
aún
en
este
momento
recojo.
Este
texto,
en
su
estructura,
espero
dé
cuenta
de
esta
transformación,
en
tanto
que
las
problemáticas
aquí
tratadas,
así
como
la
forma
en
la
que
me
he
aproximado
a
ellas,
se
encuentran
atadas
inevitablemente
a
la
misma.
En
la
labor
de
construir
este
texto
y
de
llevar
a
cabo
mi
proyecto,
he
descubierto
que
me
es
imposible
concebir
y
entender
las
problemáticas
que
mi
trabajo
está
reflejando,
de
la
misma
manera
en
la
que
siempre
lo
he
hecho.
Recuerdo
cómo
en
la
elaboración
de
mis
ensayos
del
colegio,
incluso
en
los
de
la
universidad,
hasta
hace
muy
poco,
fabricaba
un
esquema
que
contenía
las
principales
ideas
a
tratar,
así
como
el
orden
en
que
debían
ser
tratadas.
Iba
hilando
hasta
llegar
a
las
conclusiones,
donde
se
suponía
mi
argumento
se
encontraba
completo.
Curiosamente,
he
descubierto
que
no
puedo
hacer
lo
mismo
con
este
proyecto.
Lo
sé
porque
ya
lo
intenté.
Empecé
con
la
introducción.
Antecedentes
después.
Y
a
partir
de
ahí
toda
mi
estructura
se
volvió
un
caos
total.
Es
como
si
esa
misma
organicidad
de
las
plantas
hubiera
invadido
mi
forma
de
pensar.
Ya
no
logro
poner
mis
ideas
en
una
línea
recta
en
la
que
estas
se
sucedan
y
acomoden
una
después
de
la
otra.
Ahora
lo
que
tengo
es
una
red
intrincada,
donde
todo
lleva
a
todo
de
muchas
formas.
Así
que
decidí
abandonar
mis
anteriores
metodologías
para
dedicarme
a
recorrer
esa
red
en
todas
las
direcciones
posibles
con
el
fin
de
letrarme
en
ella
como
una
araña.
El
reto
ahora
es
descifrar
caminos
significativos
que
me
permitan
ordenar
mis
ideas
de
izquierda
a
derecha
y
de
arriba
a
abajo.
Lo
que
viene
a
continuación
es
una
descripción
del
proceso
que
he
llevado
a
lo
largo
de
la
carrera,
que
me
ha
llevado
a
desarrollar
varias
nociones
y
temáticas
de
mi
interés,
así
como
mi
acercamiento
a
ellas
y
la
manera
en
la
que
han
desembocado
en
la
práctica
de
la
jardinería,
que
en
este
momento
constituye
la
base
de
este
proyecto:
La
elaboración
de
una
serie
de
dibujos
con
plantas,
cuyo
mantenimiento
depende
de
una
labor
intuitiva
de
jardinería,
que
evidencia
un
diálogo
entre
las
dinámicas
vegetales
y
las
humanas,
a
la
vez
que
genera
un
cuestionamiento
sobre
los
límites
que
las
separan,
basado
en
la
comunión
de
los
mismos
bajo
la
categoría
de
lo
natural.
2.
De
la
muerte
a
lo
impermanente
Recuerdo
cuando
decidí
que
iba
a
estudiar
artes.
Me
encontraba
a
un
par
de
años
de
graduarme
del
colegio
y
dos
de
mis
principales
opciones
de
carrera
eran
diseño
gráfico
y
filosofía.
Siempre
me
había
gustado
dibujar,
y
en
la
cerrada
esfera
que
era
mi
colegio
era
reconocido
por
eso
mismo.
Además,
por
esas
épocas
padecía
de
una
fiebre
existencial
que,
en
parte
gracias
al
consuelo
brindado
por
las
palabras
del
filósofo
alemán
Friedrich
Nietzsche,
empezó
albergando
un
gran
rencor
por
la
espiritualidad
católica,
que
sentía
me
habían
implantado
desde
pequeño
y
terminó
consolidándose
en
una
fascinación
por
una
“inversión
de
los
valores”
y
un
posterior
culto
a
la
muerte.
Miedo,
desconfianza
repentina
de
todo
lo
que
amaba,
relámpagos
de
desprecio
por
todo
lo
que
para
ella
significaba
«deber»,
deseo
sedicioso,
voluntarioso,
irresistible
como
un
volcán,
de
viajar,
de
alejamiento,
de
expatriación,
de
refrigerio,
de
salir
de
la
embriaguez,
de
tornarse
de
hielo;
odio
para
el
amor;
a
veces
un
paso
y
una
mirada
sacrílega
hacia
atrás
(Nietzsche,
1986,
p.
2).
Así
que,
en
mi
cabeza,
diseño
gráfico
era
un
espacio
para
el
ejercicio
del
dibujo
y
filosofía
lo
era
para
el
pensamiento.
Cuando
descubrí
las
artes
plásticas,
y
fui
consciente
de
que
las
esculturas
y
las
pinturas
eran
más
que
objetos
decorativos
y
que
albergaban
todo
un
universo
de
pensamiento
y
de
creación,
me
pareció
que
era
la
carrera
que
mejor
unificaba
mis
dos
intereses
del
momento,
y
que
ahí
buscaría
mi
futuro
profesional.
La
muerte
Uno
de
mis
mayores
intereses
a
lo
largo
de
mi
vida
ha
sido
la
muerte.
En
retrospectiva,
creo
que
me
acerqué
a
ella
de
una
forma
algo
caprichosa.
Nunca
he
experimentado
la
muerte
cercana
de
ninguno
de
mis
allegados,
a
excepción
de
mi
primer
perro,
que
murió
cuando
ambos
teníamos
quince
años.
No
recuerdo
muy
bien
cómo
se
sentía,
pero
nunca
fue
un
evento
traumático
para
mí,
a
pesar
del
enorme
cariño
que
le
tenía.
No.
Creo
que
mi
acercamiento
a
la
muerte
surgió
como
una
respuesta
social
al
contexto
en
el
que
me
encontraba.
Era
esa
época
en
la
que
todos
mis
compañeros
querían
pertenecer
a
algún
tipo
de
tribu
urbana.
A
saber:
punkeros,
skateros,
metaleros,
etc.
Yo
no
quise
ser
la
excepción,
y
junto
con
mi
grupo
de
amigos
empezamos
a
dejarnos
envolver
en
la
cultura
del
“metal”,
a
escuchar
música
que
en
alguna
medida
encarnaba
una
estética
a
la
que
me
interesaba
acercarme
porque,
más
allá
de
representar
una
posibilidad
social,
derivaba
de
un
sistema
de
ideas
con
el
que
empezaba
a
sentirme
identificado.
El
leer
a
Nietszche
(1878),
en
su
descripción
del
desasimiento
de
los
antiguos
valores
y
el
desgarramiento
del
capullo
que
envuelve
al
espíritu
libre
(p.
1-‐5),
sumado
al
estado
irascible
que
me
generaba
la
religión
católica,
me
incitaron
a
adentrarme
genuinamente
dentro
de
cuestionamientos
sobre
lo
socialmente
proscrito
y
estigmatizado,
como
la
muerte,
el
morbo,
la
putrefacción,
la
violencia
etc.,
hasta
el
punto
en
el
que
ese
era
el
tipo
de
imagen
que
me
interesaba2,
porque
en
alguna
medida
señalaba
la
disolución
de
los
límites
entre
lo
abominable
y
lo
sagrado.
fig.
1
Obras
como
la
de
Joel
Peter
Witkin
y
H.R.
Giger,
en
su
deleite
por
lo
grotesco,
guiaron
este
recorrido.
Tuve
que
dejar
pasar
mucho
tiempo
para
abandonar
toda
la
ira
y
la
necesidad
de
mantener
el
personaje
que
me
había
creado
para
sobrellevar
esos
momentos.
No
fue
hasta
que
me
familiaricé
con
algunas
culturas
orientales
como
el
budismo
o
el
hinduismo,
que
mi
perspectiva
sobre
la
muerte
cambió.
Lo
impermanente
Una
de
las
principales
deidades
en
la
religión
hindú
es
el
dios
Shiva,
o
Śiva,
quien,
a
pesar
de
la
exorbitante
multiplicidad
de
versiones
y
complejas
ramificaciones
que
han
caracterizado
a
la
mitología
hindú
a
través
de
las
épocas,
se
ha
mantenido
como
una
deidad
principal,
junto
con
Vishnu
y
Brahma.
Como
en
la
trinidad
católica,
entre
padre,
hijo
y
espíritu
santo,
Shiva
posee
tres
aspectos,
que
constan
de:
creación(Brahma),
preservación(Vishnu)
y
destrucción(Shiva).3
2
fig.
1.
Autor
(2007).
Desasimiento,
Óleo
sobre
cartón
paja.
100
x
70
cm.
3
Wilkins,
W.
J.
(1900).
fig.
2
Al
ver
las
imágenes
que
describen
a
Shiva4,
me
encontré
con
esa
mirada
particular
y
esa
semi-‐sonrisa
que
le
caracterizan.
Saber
que
este
dios
sonriente
y
sereno,
durante
la
realización
del
Tandava5,
que
es
una
danza
de
influjo
vital,
destruye
todo
el
universo
–
a
la
vez
que
lo
crea
y
lo
preserva
–
encarna
en
su
gesto
una
muerte
tan
ajena
a
todo
lo
que
yo
había
intentado
representar
en
mis
imágenes
grotescas,
irascibles
y
deliberadamente
inmorales,
me
otorgó
una
visión
absolutamente
renovada
de
lo
vivo.
Cuando
vi
por
primera
vez
la
imagen
de
Shiva
pensé
en
los
desastres
naturales,
en
la
erosión,
en
el
óxido,
en
la
humedad,
en
el
sol
y
la
inevitable
degradación
de
todas
las
cosas.
Todo
yendo
a
la
tumba
simultáneamente.
Recuerdo
haber
visto
en
algún
momento
un
video
de
la
artista
norteamericana
Sam
Taylor
Wood,
que
consta
de
un
time-‐lapse
de
un
conejo
degradándose
sobre
una
mesa.
6
4
fig.
2.
Anónimo(circa).
Shiva.
Tomada
de:
http://scriptures.ru/india/murtis/indexen.htm
[2009,
2
agosto]
5
Coomaraswamy,
A.
K.
(2006).
6
fig.
3.
Taylor
Wood,
S.
(2002).
fotograma
de
A
Little
Death
[video
en
línea].
Tomada
de:
http://beakstreetblog.com/tag/sam-‐taylor-‐wood/
[2012,
30
octubre]
fig.
3
Impresionado
por
la
inmensa
empresa
de
vida
que
estimula
la
muerte,
me
imaginé
en
cámara
rápida
el
nacimiento
de
bosques
y
lagos,
de
animales
y
humanos,
como
un
paisaje
de
formas
plastilinosas
que
emerge
de
la
tierra
sólo
para
desparramarse
nuevamente
sobre
ella
en
un
espectáculo
de
movimientos
minúsculos.
También
imaginé
el
planeta
como
una
criatura
que
era
una
mezcla
de
todas
las
cosas.
Como
planta
y
animal,
fuego,
viento,
lágrima,
sangre
y
veneno.
Nube
y
pelo,
escama
y
párpado,
comisura
de
la
boca
y
reflejo
de
la
luna
en
ojos
de
otro.
Célula.
Arteria.
Ola
y
duna,
baile
y
sabotaje.
Edificio
y
lámpara,
vela
y
velero,
pez,
pecera
y
castillo.
También
era
tiempo
y
espacio,
estadística,
causalidad
y
estructura.
Esta
criatura
no
dejaba
de
seguir
muriendo.
Era
extraño
su
ritmo,
su
paso
cósmico.
Era
un
tiempo
titánico,
pero
también
absoluta
y
minúsculamente
local;
ese
tiempo
que
no
puede
verse
del
todo,
bien
sea
porque
es
tan
rápido
que
se
pierde
en
un
parpadeo,
o
como
el
tiempo
del
sol,
que
no
se
siente
porque
duele
dejar
de
parpadear
y
porque
nos
cuesta
mantener
nuestra
atención
en
un
movimiento
gigante
por
la
distancia
que
recorre
su
gran
masa
en
el
espacio
y
a
la
vez
pequeño
por
los
milímetros
que
se
mueve
en
nuestro
paisaje.
Esta
criatura,
definida
sólo
a
partir
de
las
definiciones
de
las
definiciones
de
las
definiciones
de
las
cosas
que
la
definen,
parecía
agonizar
eternamente,
y
parecía
reír
eternamente,
pero
luego
me
di
cuenta
de
que
no
sentía
ninguna
de
estas
cosas,
el
que
las
sentía
era
yo,
y
también
me
di
cuenta
de
que
esa
criatura
era
todo,
y
que
todo
moría
sin
cesar
y
vivía
sin
cesar,
y
que
yo
estaba
ahí
viendo
todo
destruirse.
Viendo
todo
ir
y
venir
dentro
de
sí/mí
mismo.
Si
uno
viera
el
planeta
en
cámara
rápida,
seguramente
la
vida
se
vería
como
un
hongo
que
vive
de
un
pan
viejo.
Creación,
permanencia
y
destrucción
absolutamente
carente
de
intencionalidad.
Así
que
mi
interés
no
radica
precisamente
en
la
muerte
en
términos
metafísicos,
ni
morales,
sino
en
el
incesante
colapso
de
las
formas,
en
la
constante
“derrota”
de
las
mismas
contra
los
estragos
del
tiempo
y
los
designios
de
Shiva.
Con
esto
en
mente
llevé
a
cabo
un
trabajo
llamado
Sistemas
entrópicos7
extrayendo
el
término
“entropía”
de
la
física
termodinámica
para
darle
un
sentido
dentro
lo
que
tenía
en
mente.
Es
un
término
complejo,
que
aún
genera
grandes
problemáticas
en
su
campo
oriundo,
así
que
no
entraremos
a
discutirlo
aquí.
Sin
embargo,
siento
que
propició
la
consolidación
de
muchas
nociones
que
yacían
disueltas
en
mi
cabeza;
como
si
quisiera
forzar
esas
ideas
dentro
de
este.
Es
por
esto
que
prefiero
no
hablar
propiamente
de
la
entropía,
sino
de
las
nociones
que
giraban
alrededor
del
término
y
de
las
reflexiones
que
fueron
suscitadas
por
el
mismo.
Sistemas
entrópicos
consistió
en
la
elaboración
de
diferentes
esferas
de
tierra
que
eran
sembradas
con
varios
tipos
de
semillas.
Estas
estuvieron
en
cajas
de
cartón
de
50
x
50
cm.,
donde
se
destruían
bien
fuera
por
la
humedad,
por
el
peso
de
la
tierra
o
por
causalidades
ínfimas,
a
la
vez
que
las
plantas
crecían
y
morían
dentro
de
ellas.
Quise
llevar
a
cabo
ese
proyecto
pensando
en
algo
que
colapsara
por
la
vida,
que
muriera
por
lo
vivo.
Este
fue
mi
primer
acercamiento
al
trabajo
con
plantas,
al
oficio
de
la
jardinería
y
un
paso
sustancial
para
uno
de
los
ejes
de
mi
proyecto:
el
cuestionamiento
sobre
el
límite.
La
“entropía”
en
ocasiones
puede
referirse
a
la
cantidad
de
energía
(en
física)
o
de
información
(en
la
teoría
de
la
información)
que
se
pierde
o
que
es
inutilizable
en
un
sistema
cerrado
y
que
conduce
a
una
inevitable
homogeneización
de
un
sistema.
Así,
según
entiendo,
un
sistema
cerrado,
o
aislado,
es
uno
cuyas
propiedades
“quedan
determinadas
por
factores
intrínsecos
y
no
por
influencias
externas
previamente
aplicadas.”
(Callen,
1985,
p.
13)
Siendo
así,
la
entropía
en
un
sistema
aislado
–
como
se
asume
es
el
universo
–
tiende
a
aumentar
con
el
tiempo
(Callen,
1985)
Si
el
universo
efectivamente
es
un
sistema
aislado,
y
la
entropía
es
una
cantidad
de
energía
inutilizable
dentro
del
mismo,
que,
además,
aumenta
con
el
tiempo,
entonces
todo
lo
que
existe
dentro
de
este
se
encuentra
en
un
proceso
de
inevitable
degradación,
de
pérdida.
El
esfuerzo
de
lo
vivo
por
permanecer
nunca
es
suficiente
para
engañar
a
Shiva
y
absolutamente
todo
límite
y
forma
tiende
al
colapso
y
a
la
homogeneización,
siempre
que
se
encuentre
en
el
tiempo.
7
fig.
4
y
5.
Autor
(2010).
Sistemas
entrópicos.
Semillas,
tierra,
colbón
y
cartón.
50
x
50
cm.
cada
caja.
fig.
4
fig.
5
3.
Impermanencia
y
hacer
Estas
ideas
sobre
el
límite
y
sobre
lo
impermanente
me
llevaron
a
investigar
la
obra
de
artistas
como
Andy
Goldsworthy,
cuya
obra
realiza
en
espacios
abiertos
que
habita
por
unos
días
hasta
que
el
espacio
mismo
y
los
materiales
que
contiene
suscitan
la
pieza.
Dado
que
sus
obras
son
realizadas
in
situ,
con
semillas,
hojas,
entre
otros
materiales
proporcionados
por
el
lugar
mismo,
éstas
sólo
escapan
de
ese
espacio
a
través
del
registro
fotográfico.
8
fig.
6
“Me
he
vuelto
consciente
de
cómo
la
naturaleza
se
encuentra
en
un
estado
constante
de
cambio
y
de
cómo
ese
cambio
es
la
clave
para
el
entendimiento.
Quiero
que
mi
trabajo
sea
sensible
y
atento
a
cambios
en
el
material,
la
estación
y
el
clima”
(Goldsworthy,
1985,
p.
4-‐5)
(Traducción
propia)9
La
pieza
cuenta
con
su
misma
degradación
para
desleírse
entre
las
dinámicas
inherentes
al
espacio
de
su
realización
y
completarse
en
ellas.
Goldsworthy
inserta
su
trabajo,
y
a
sí
mismo,
dentro
de
estás
dinámicas,
donde
su
obra
nace,
permanece
y
decae.
Goldsworthy
es
uno
de
muchos
artistas
que
realiza
obras
efímeras,
cuyo
sentido
se
asienta
y
fortalece
sobre
esta
constante
victoria
de
la
entropía.
Recuerdo
también
una
obra
de
Félix
González
Torres
que
consistía
en
un
montón
de
dulces
equivalente
al
peso
de
su
amante,
dispuesto
en
el
piso
de
la
galería10;
dulces
que
los
espectadores
se
iban
llevando,
8
fig.
6.
Goldsworthy,
A
(1976),
Pasto
muerto
y
blanqueado
por
el
clima,
recogido
y
arrojado
al
viento
siempre
desde
el
mismo
lugar.
Diapositiva
de
35
mm.
a
color.
Ilkley,
Yorkshire.
Tomada
de:
http://www.goldsworthy.cc.gla.ac.uk/image/?id=ag_00025&t=1
[2012,
27
Octubre]
9
“I
have
become
aware
of
how
nature
is
in
a
state
of
change
and
how
that
change
is
the
key
to
understanding.
I
want
my
art
to
be
sensitive
and
alert
to
changes
in
material,
season
and
weather.”
10
fig.
7.
González
Torres,
F
(1991).
“Untitled”
(Placebo).
Dulces
envueltos
en
papel
aluminio.
Tomada
de:
http://www.nytimes.com/imagepages/2011/12/30/arts/30FAVORITES2.html
[2012,
27
octubre]
representando
la
enfermedad
que
lentamente
se
llevó
a
su
compañero.
O
los
retratos
evanescentes
del
colombiano
Óscar
Muñoz11,
cuyos
mecanismos
para
desaparecer
imágenes
enmarcan
toda
una
problemática
sobre
la
memoria
y
la
muerte,
que
adopta
especial
sentido
bajo
el
contexto
sociopolítico
que
la
envuelve.
fig.
7
Así
empezó
a
consolidarse
mi
interés
por
las
piezas
que
tienden
a
completarse
a
medida
que
se
acaban.
Lo
que
me
recuerda,
además,
una
pieza
del
artista
belga
Francis
Alÿs,
llamada
Paradox
of
Praxis
I
en
la
que
empuja
un
cubo
de
hielo
por
toda
Ciudad
de
México12.
Estos
trabajos,
entre
otros,
junto
con
la
obra
de
Wolfgang
Laib,
propiciaron
en
mí
una
reflexión
en
torno
el
hacer,
más
allá
de
la
permanencia
del
objeto
en
el
tiempo.
Como
si
no
sólo
ya
no
importara
que
el
objeto
como
producto
finalizado
permaneciera
o
no
en
el
tiempo,
sino
que
el
valor
de
la
obra
se
disloca
del
objeto
y
se
ubica
en
la
realización
de
la
misma.
O,
si
es
el
caso,
que
el
objeto,
si
lo
hay,
hable
constantemente
de
la
forma
en
la
que
fue
hecho;
que
manifieste
un
retorno
a
sus
mismas
condiciones
matéricas
y
de
génesis.
11
fig.
8.
Muñoz,
O.
(2004-‐2005).
fotograma
de
Proyecto
para
un
memorial.
Agua
sobre
pavimento.
Tomada
de:
http://www.arte10.com/noticias/monografico-‐331.html
[2012,
27
octubre]
12
fig.
9.
Alÿs,
F
(1997).
fotograma
de
Paradox
of
Praxis
I
(Sometimes
Making
Something
Leads
to
Nothing).
[video
en
línea]
Mexico.
Tomada
de:
http://lisathatcher.wordpress.com/2012/02/22/francis-‐alys-‐art-‐that-‐moves-‐mountains/
[2012,
27
octubre]
fig.
8
fig.
9
Sobre
un
retorno
a
la
pieza
Dice
Georges
Didi-‐Huberman(2008):
…se
toca
la
diferencia
entre
una
escultura
que
fabrica
objetos
en
el
espacio
-‐
objetos
de
espacio
se
podría
decir
-‐
y
una
escultura
que
transforma
los
objetos
en
actos
sutiles
del
lugar,
en
lugares
que
aparecen.
En
el
primer
caso,
el
objeto
terminado
exhibe
su
cerramiento
afirmándose
como
resultado,
confinando
el
agente
y
la
acción
(el
proceso
donde
tomó
forma)
al
pasado,
según
una
especie
de
olvido
de
su
propio
nacimiento.
En
el
segundo
caso
la
escultura
tiende
a
permanecer
abierta
y
afirma
que
quiere
situarse
entre
agente,
acción
y
resultado,
y
que
estos
son
inseparables.
Cada
tiempo
de
la
obra
persistiendo
en
los
otros,
siendo
envuelta
y
envolviéndolos,
nutriéndose
y
nutriéndolos.
(p.12)
fig.
10
Probablemente
uno
de
los
pioneros
en
investigar
este
fenómeno
fue
Jackson
Pollock,
con
su
dripping.
13
Robert
Morris
lo
explica
en
uno
de
sus
ensayos:
De
los
expresionistas
abstractos,
sólo
Pollock
fue
capaz
de
recuperar
el
proceso
y
aferrarse
a
él
como
resultado
final
del
trabajo.
Al
recuperar
el
proceso,
Pollock
reflexiona
profundamente
acerca
del
rol
tanto
del
material
como
de
las
herramientas
que
utiliza.
El
palo
con
el
que
derrama
la
pintura
es
un
mecanismo
que
reconoce
la
naturaleza
fluida
de
la
pintura.
Como
cualquier
otra
herramienta,
es
una
que
también
controla
y
transforma
la
materia.
Pero
a
diferencia
del
pincel,
simpatiza
a
un
grado
mucho
mayor
con
la
materia,
porque
reconoce
las
tendencias
y
propiedades
de
la
misma.
(Morris,
1982,
p.
188)(Traducción
propia)14
13
fig.
10.
Holmes,
M.
(1949).
Jackson
Pollock
painting
in
his
studio.
Copyright
Martha
Holmes/Life
Magazine.
Tomada
de:
http://life.time.com/culture/jackson-‐pollock-‐rare-‐unpublished/#1
[2012,
27
octubre]
14
“Of
the
Abstract
Expressionists
only
Pollock
was
able
to
recover
process
and
hold
on
to
it
as
part
of
the
end
form
of
the
work.
Pollock's
recovery
of
process
involved
a
profound
rethinking
of
the
role
of
both
material
and
tools
in
making.
The
stick,
which
drips
paint,
is
a
toot
which
acknowledges
the
nature
of
the
fluidity
of
paint.
Like
any
other
tool
it
is
still
one
that
controls
and
transforms
matter.
But
unlike
the
brush
it
is
in
far
greater
sympathy
with
matter
because
it
acknowledges
the
inherent
tendencies
and
properties
of
that
matter.”
Pollock
nos
aleja
de
la
imagen
y
nos
lleva
más
atrás,
a
la
materia
que
la
conforma.
La
materia
empieza
a
tener
una
voz
y
deja
de
ser
esclava
de
la
imagen.
En
algún
punto
de
la
carrera
descubrí
que
este
retorno
me
hacía
falta,
que
lo
quería
presente
en
mi
trabajo,
sobre
todo
en
lo
bidimensional.
Cuando
dibujaba
solía
concentrarme
en
la
imagen,
en
el
modelo,
en
lo
que
se
representaba
en
términos
de
luz
y
sombra,
volumen,
textura,
etc.
El
único
momento
en
el
que
la
materia
misma
hacía
que
me
detuviera
para
llevar
mi
atención
a
ella
era
cuando
la
punta
del
lápiz
se
rompía,
o
la
plumilla
se
quedaba
sin
tinta.
Me
refiero
a
que
le
pasaba
por
encima
a
la
materia,
la
daba
por
sentado,
y
con
ella
también
al
hacer.
El
dibujo
mismo,
el
grabado,
o
la
pintura
nunca
se
ponían
en
cuestión,
sino
la
imagen
que
quería
lograr
con
ellos.
Las
preguntas
eran:
¿Qué
dibujo?
¿Qué
pinto?
Y
nunca:
¿Por
qué
dibujo?
¿Por
qué
grabado?
O
¿Qué
es
dibujo?
¿Qué
es
pintura?
¿Qué
es
escultura?
¿Qué
tiene
que
ver
con
mi
tema?
¿Lo
potencia?
¿Lo
entorpece?
Lo
tridimensional
me
hizo
más
sensible
a
ese
retorno,
que
cada
vez
empezó
a
volverse
más
relevante
dentro
de
mis
trabajos.
El
maestro
Jainer
León
siempre
nos
habló
sobre
“el
mundo”
del
plástico
y
la
industria,
o
“del
mundo”
de
la
madera
y
lo
orgánico,
por
ejemplo.
Y
así
empezó
a
surgir
una
consciencia
del
material,
del
lenguaje
del
material
y
de
lo
que
el
objeto
mismo
tiene
que
decir
respecto
de
sí
mismo.
De
ahí
que
ya
no
pudiera
simplemente
dibujar,
o
simplemente
pintar
y
hacer
grabados,
sin
tener
una
consciencia
sobre
el
hacer
y
sobre
la
materia.
Así,
cuando
vemos
los
embrujantes
cuadrados
de
polen
de
Laib15,
lo
que
menos
nos
importa
es
el
cuadrado.
Su
obra
no
es
sobre
el
cuadrado
ni
sobre
hacer
el
cuadrado,
sino
sobre
el
polen
y
su
recolección;
materia
y
oficio.
Para
mí
resulta
distinto
que
a
un
pintor,
por
ejemplo.
Para
mí,
es
menos
sobre
crear
algo
que
sobre
compartir
algo
que
ya
existe,
y
eso
me
parece
mucho
mejor.
Un
pintor
pinta
un
cuadro,
entonces
es
él
quien
lo
hizo.
Pero
yo
no
hice
este
polen.
Yo
lo
recolecté.
(Laib,
2008,
p.
27)(Traducción
propia)16
15
fig.
11.
Laib,
W.
(1992).
Pollen
from
Hazelnut.
Cuadrado
de
polen
de
350
x
400
cm.
Tomada
de:
http://www.telegraph.co.uk/news/2246645/Pictures-‐of-‐the-‐day-‐4-‐July-‐2008.html?image=12
[2011,
26
septiembre]
16
“For
me,
it
is
different
than
for
a
painter,
for
example.
For
me,
it
is
less
about
creating
tan
it
is
about
sharing
in
something
already
there,
and
i
find
that
much
better.
A
painter
paints
a
picutre,
and
then
it
is
he
who
made
it.
But
I
did
not
make
this
flower
pollen.
I
collected
it.”
fig.
11
La
obra
de
Laib
da
cuenta
de
su
paciencia,
de
la
seriedad
con
la
que
asume
su
obra
y
del
tiempo
que
dispone
para
ella.
Este
es
el
retorno
del
que
hablo,
cuando
la
pieza
misma
nos
dice:
“este
hombre
dedicó
meses
enteros
de
su
vida
a
recolectar
este
polen”,
cuando
nos
lleva
hacia
atrás
y
nos
sumerge
en
sus
albores.
Cuando
conocí
el
trabajo
de
Laib
no
pude
evitar
notar
semejanzas
entre
su
Pollen
from
Hazelnut
y
algunos
de
los
mandalas
realizados
por
monjes
budistas
tibetanos 17 .
Estos
mandalas
son
realizados
por
monjes
que
por
varios
días
se
preparan
para
su
elaboración
a
través
de
ayunos
y
de
sesiones
de
meditación.
(Arguelles,
1995,
p.
15)
Una
vez
establecido
el
diseño
a
realizar
–
cada
uno
con
un
significado
particular
–
los
monjes
dibujan
un
esquema
sobre
una
superficie
horizontal,
donde,
a
manera
de
meditación,
empiezan
a
regar
arenas
de
color
de
manera
meticulosa
y
sosegada.
Tras
varios
días
de
minucioso
trabajo,
una
vez
finalizado
el
diseño,
este
se
sopla,
o
se
barre
y
se
arroja
en
una
corriente
de
agua
para
dispersar
las
bendiciones
que
trae
consigo,
como
una
metáfora
sobre
la
impermanencia.
17
fig.
12.
Zyvan,
O
(circa).
Grains
of
Sand.
Reed:
Gray
Fund.
Tomada
de:
http://www.reed.edu/reed_magazine/june2010/columns/eliot_circular/2.html
[2012,
30
octubre]
fig.
12
De
índole
similar
son
los
jardines
secos
japoneses,
en
los
que
los
monjes
budistas
zen
meditan
mientras
que
rastrillan
la
arena
todos
los
días
formando
patrones
distintos.
Recuerdo
ese
momento
en
primer
semestre
cuando
la
maestra
Catalina
Cabrera
nos
puso
a
leer
en
dibujo
I
El
Zen
del
tiro
con
arco
de
Eugen
Herrigel,
en
el
que
el
autor
narra
su
experiencia
aprendiendo
el
arte
del
tiro
con
arco
del
maestro
Kenzo
Awa
en
Japón.
Recuerdo
como
el
maestro
le
enseñaba
a
su
aprendiz:
De
una
simple
hoja
de
bambú
usted
puede
aprender
de
qué
se
trata.
Bajo
el
peso
de
la
nieve
se
inclina,
más
y
más.
De
repente,
la
carga
se
desliza
y
cae,
sin
que
la
hoja
se
haya
movido.
Igual
que
ella,
permanezca
en
la
mayor
tensión,
hasta
tanto
el
disparo
“caiga”.
Así
es,
en
efecto:
cuando
la
tensión
está
"cumplida",
el
tiro
tiene
que
caer,
desprenderse
del
arquero
como
la
nieve
de
la
hoja,
aun
antes
que
él
lo
haya
pensado.
(Herrigel,
2005,
p.
24)
Este
tipo
de
hacer,
por
completo
despojado
de
intencionalidad,
de
carácter,
desasido
de
cualquier
expectativa
de
acierto
o
de
resultado
y
de
absoluta
concentración
en
el
presente,
es
uno
que
es
posible
identificar
en
la
espiritualidad
zen
y
que
se
despliega
por
todas
las
disciplinas
y
oficios.
Del
tiro
con
arco,
al
ikebana
o
arte
de
los
arreglos
florales,
a
la
jardinería,
¿y
por
qué
no?,
al
dibujo.
“El
Zen…no
confunde
la
espiritualidad
con
pensar
en
Dios
cuando
uno
pela
patatas.
La
espiritualidad
Zen
consiste
simplemente
en
pelar
las
patatas.”
(Watts,
1957,
p.
168)
(Traducción
propia)18
18
“Zen…does
not
confuse
spirituality
with
thinking
about
God
while
one
is
peeling
potatoes.
Zen
spirituality
is
just
to
peel
the
potatoes.”
Tanto
la
obra
de
Laib,
en
la
recolección
del
polen,
como
los
mandalas
tibetanos
y
los
jardines
secos
japoneses,
otorgan
especial
importancia
al
hacer.
El
objeto
se
vuelve
un
pretexto
para
el
hacer
consciente,
para
el
ejercicio
de
un
oficio
que
no
riñe
con
la
impermanencia,
sino
que
la
abraza,
la
adopta
y
se
inserta
en
ella.
Todo
esto
me
llevó
a
la
elaboración
de
un
trabajo
que
titulé,
vagamente:
Zen
19,
que
consistía
en
la
elaboración
de
un
dibujo
automático
en
limadura
de
hierro
sobre
una
lámina
magnetizada
de
2.5
x
1.5
metros.
En
este
trabajo
se
veía
consolidado
un
interés
por
el
hacer
más
allá
del
objeto
mismo
y
la
imagen
resultante,
así
como
un
desapego
por
la
permanencia
del
mismo.
Por
esta
razón
no
llevé
el
dibujo
hecho
a
la
entrega,
sino
que
el
trabajo
era
la
hechura
misma
del
dibujo.
Además,
cuando
el
dibujo
estaba
“terminado”,
levantaba
un
acetato
que
separaba
la
limadura
de
la
lámina
-‐
aunque
permitía
su
adhesión
-‐
inhibiendo
la
atracción
magnética
entre
ambas
y
dejando
caer
toda
la
limadura
al
piso,
eliminándose
así
la
imagen.
Luego
barría
la
limadura
y
la
guardaba
en
una
bolsa
poniendo
fin
al
dibujo
performático.
fig.
13
19
fig.
13.
Autor
(2010).
Zen.
Dibujo-‐performance
en
limadura
de
hierro
sobre
lámina
magnetizada.
250
x
150
cm.
Duración
indefinida.
Video
disponible
en:
http://www.youtube.com/watch?v=XVh90Y0LCDY&feature=share
Cabe
señalar
que
este
tipo
de
trabajo
se
encontraba
totalmente
por
fuera
de
lo
que
me
era
usual
en
el
momento.
Fue
realizado
como
entrega
final
de
dibujo
VI,
lo
que
implicaba
que
venía
de
cinco
semestres
de
pura
figuración
y
fiel
representación,
así
que
tomar
la
decisión
de
abandonar
el
dibujo
figurativo
en
ese
momento
fue
tan
difícil
como
sustancioso
para
mí.
Mis
trabajos
mantenían
su
fuerza
en
la
consistencia
del
dibujo,
y
este
fue
el
primer
trabajo
en
el
que
el
mismo
tema
me
obligó
a
desasirme
de
la
seguridad
que
me
proporcionaba
el
dibujo
y
me
empujó
a
aventurarme
en
terrenos
que
no
me
eran
familiares.
El
haber
soltado
la
figuración
adoptó
un
carácter
simbólico
de
desapego
dentro
de
mi
trabajo,
cuya
magnitud
hasta
este
momento
empiezo
a
comprender.
De
no
haber
sido
por
eso,
el
dibujo
figurativo
habría
seguido
proporcionándome
un
caprichoso
y
frágil
sentido
de
seguridad,
y
habría
ignorado
por
completo
muchas
de
las
cosas
que
las
plantas
habrían
de
enseñarme.
Este
trabajo
fue
crucial
en
mi
decisión
de
trabajar
con
ellas.
Sabía
que
para
mi
proyecto
sería
fundamental
encontrar
una
metodología
de
trabajo
que
descubriera
el
oficio
como
fin
en
vez
de
como
medio
para
el
objeto,
así
como
la
elección
de
un
material
que
me
permitiera
hablar
sobre
la
impermanencia
y
la
degradación.
También
necesitaba
que
la
pieza
suscitara
un
retorno
a
su
génesis,
que
se
comportara
más
como
testigo
de
su
mismo
proceso
de
creación
que
como
producto
finalizado,
y
que
se
evidenciara
el
carácter
y
el
lenguaje
de
la
materia
que
la
compusiera
más
allá
del
uso
que
se
le
da
a
estos
para
representar.
Además,
quería
que
esta
pusiera
en
tensión
los
límites
que
hemos
tejido
a
lo
largo
de
la
historia,
dividendo
y
categorizando
en
sistemas
cada
vez
más
sofisticados,
separando
el
mundo
y
a
nosotros
mismos,
aislándonos
de
él,
bajo
el
pretexto
de
estar
ordenándolo.
3.
Un
cuestionamiento
sobre
el
límite
¿Qué
es
un
sistema
aislado?
¿Existe
algún
sistema
que
en
realidad
esté
del
todo
aislado?
¿Aislado
de
qué?
¿Aislado
de
cualquier
fuerza
externa?
¿De
otros
sistemas?
¿Aislado
del
tiempo?
¿Del
espacio?
En
fin.
Estas
preguntas
surgieron
en
la
realización
de
Sistemas
entrópicos,
aunque
ya
desde
el
colegio
tenía
el
hábito
de
preguntarme
por
los
límites
de
las
cosas.
Una
parte
importante
del
trabajo
consistía
en
lo
que
sucedía
entre
las
cajas,
en
las
relaciones
que
atravesaban
la
arbitrariedad
de
esos
límites.
Sucedía,
por
ejemplo,
que
a
pesar
de
sembrar
una
especie
de
planta
en
una
esfera,
la
planta
hallaba
la
manera
de
germinar
también
en
la
esfera
de
al
lado,
incluso
en
la
caja
de
al
lado.
También
crecían
especies
que
yo
nunca
había
sembrado.
Además
de
esto,
y
a
pesar
de
las
divisiones
de
las
cajas,
la
pieza
funcionaba
como
una
unidad
porosa,
como
un
escenario
que
permitía
la
interacción
entre
las
cajas
y
el
espacio
circundante.
Así
que
cada
sistema,
cada
esfera,
cada
mini-‐planeta,
formaba
parte
de
un
sistema
junto
con
otras
esferas
dentro
de
la
caja,
que
a
su
vez
formaba
parte
de
un
sistema
con
las
demás
cajas,
que
además
formaban
un
sistema
con
el
salón,
que
a
su
vez
forma
un
sistema
con
la
universidad,
etc.
Recuerdo
haber
pensado
cosas
similares
durante
la
clase
de
instalación,
incluso
desde
escultura
I.
Usar
pedestal
o
no
usar
pedestal,
poner
la
pieza
mirando
hacia
la
puerta
o
de
espaldas
a
ella.
Depende
del
espacio.
¿Y
si
monto
sobre
el
tablero
del
salón?
¿Estoy
hablando
entonces
sobre
la
academia?
Pero
estoy
montando
en
un
salón
de
clases…difícilmente
logré
sacar
todos
los
pupitres.
¿Y
si
mejor
monto
fuera
del
salón?
¿Dónde?
¿Frente
a
la
facultad?
No,
sigo
haciendo
referencia
a
la
academia.
¿Qué
tal
en
la
pared
de
la
parroquia?
¿Estaré
hablando
entonces
sobre
la
religión?
No,
no.
¿Y
si
monto
fuera
de
la
universidad?
¿Fuera
de
la
ciudad?
¿Fuera
del
país?
Es
como
si
la
pieza
misma
lo
sacara
a
uno
del
espacio
y
lo
obligara
a
buscar
entre
ese
laberinto
de
límites
un
lugar
en
el
que
se
sienta
a
gusto,
un
punto
en
el
que
empieza
y
otro
donde
acaba.
Personalmente
considero
que,
como
artista,
uno
debe
apuntar
a
que
la
obra
no
empuje
más
hacia
fuera
o
hacia
adentro
de
lo
que
a
uno
le
interesa.
Es
importante
encontrar
un
balance
en
el
que
la
pieza
pueda
trascender
ciertos
límites,
y
que,
al
mismo
tiempo,
pueda
detenerse
frente
a
otros.
Ese
punto
en
el
que
la
pieza
naturalmente
encuentra
su
espacio,
en
el
que
esta
sucesión
de
preguntas
se
detiene
porque
ya
no
se
suscita,
es
el
punto
en
el
que
la
obra
debe
asentarse;
donde
ya
deja
de
ser
importante
la
pregunta
por
sus
límites.
Por
años
el
arte
ha
encontrado
en
el
cubo
blanco
ese
punto,
ese
lugar
tranquilo,
desasido
del
mundo,
en
el
que
no
se
cuestiona
nada
de
lo
que
esté
por
fuera
del
marco
o
el
pedestal.
Brian
O’Doherty
(1999)
describe
el
cubo
blanco
como
un
lugar
que,
en
sus
inicios,
intentaba
enajenarse
por
completo
de
la
experiencia
humana
de
lo
mundano;
fundado
sobre
unos
cimientos
semejantes
a
los
religiosos,
en
los
que
lo
terrenal
se
enmudece
por
lo
trascendente,
lo
cotidiano
se
separa
de-‐
y
banaliza-‐
frente
a
lo
espiritual
y
lo
vivo
se
vuelve
eterno.
Sin
embargo,
la
historia
del
arte
ha
ejercido
tensión
sobre
esto
hasta
el
punto
en
el
que
uno
no
entra
a
un
museo
o
a
una
galería
sin
sentir
ya
una
especie
de
vibración
en
el
aire
y
sin
adoptar
una
cierta
malicia
al
hacerlo.
El
cubo
ya
no
posee
este
blanco
quirúrgico
en
sus
paredes,
y
sus
pisos
ya
no
son
lisos
e
impecables.
Sus
techos
se
enmohecieron,
sus
paredes
se
mancharon
con
la
humedad,
y
las
esquinas
se
llenaron
de
musgo,
y
con
esto
el
cubo
blanco
se
hizo
visible.
Ahora
nos
cuesta
no
fijarnos
en
el
espacio
que
rodea
las
obras,
en
lo
que
el
lugar
que
las
contiene
representa,
en
su
historia
y
en
las
nociones
que
contiene
y
que
lo
contienen.
Así
que
la
contemporaneidad
nos
presenta
todo
un
nuevo
set
de
variables.
Rubens
Mano(2008)
citando
a
Maffesoli
(2001)
dice:
«toda
obra
y
práctica
estética
está
en
un
principio
ubicada
en
términos
contingentes
y,
por
lo
tanto,
“necesariamente
se
somete
a
las
condiciones
específicas
de
los
contextos
donde
su
producción,
difusión
y
recepción
tienen
lugar.”»
Creo
que
el
espacio,
así
como
las
nociones
de
lugar
que
lo
atraviesan
no
logran
nunca
ser
unidades
selladas,
ni
mucho
menos
“sistemas
aislados”.
Creo
que
sucede
con
ellos
lo
mismo
que
sucedía
con
mis
cajas
en
Sistemas
entrópicos:
les
es
imposible
dejar
de
relacionarse
entre
sí.
Los
límites
que
nos
esforzamos
por
encontrar
entre
un
lugar
y
otro,
entre
un
contenedor
y
lo
que
contiene
o
entre
una
palabra
y
otra,
se
encuentran
llenos
de
poros.
Las
palabras,
por
ejemplo,
siempre
rodeadas
de
más
palabras,
definiéndose
a
través
de
otras
palabras
y
dejando
cientos
de
caminos
abiertos
a
otras
palabras.
Obras
como
la
del
norteamericano
Joseph
Kosuth20
avecinan
este
tipo
de
reflexiones
en
torno
a
los
límites
de
la
palabra
o
los
límites
de
las
ideas
que
estas
manifiestan.
fig.
14
Esta
porosidad
y
esta
postura
de
cuestionamiento
frente
al
límite
ha
sido
un
interés
constante
en
mis
trabajos
porque
ha
hecho
de
mi
vida
un
espacio
donde
puedo
ver
como
todo
se
relaciona
con
todo
y
que
ha
hecho
de
mi
formación
en
artes
un
escenario
de
relaciones
multidisciplinares;
donde
de
una
reflexión
sobre
las
paredes
de
una
caja
es
rastreable
a
una
reflexión
sobre
los
límites
de
mi
identidad,
o
a
una
reflexión
sobre
el
lenguaje,
o
sobre
el
cuerpo,
o
el
tiempo,
o
la
muerte,
o
la
naturaleza.
Es
en
virtud
de
esta
última,
la
naturaleza,
que
mi
proyecto
se
ha
propuesto
cuestionar
las
barreras
que
de
alguna
manera
hemos
construido
entre
ella
y
nosotros,
humanos,
personas,
individuos.
Es
una
pregunta
por
los
límites
que
tan
humanamente
hemos
elucubrado
a
través
de
la
historia
para
comprender
y
categorizar
el
mundo,
sin
darnos
cuenta
de
que
nos
estamos
quedando
por
fuera
del
corral.
20
fig.
14.
Kosuth,
J.
(1965).
One
and
Three
Chairs.
Silla,
fotografía
de
una
silla
e
impresión
de
la
definición
de
una
silla.
Tomada
de:
http://en.wikipedia.org/wiki/File:Kosuth_OneAndThreeChairs.jpg
[2012,
31
octubre]
De
Friedrich
a
Turner
Igualmente,
el
primer
sujeto
conocido
es
el
sujeto
de
derecho.
De
golpe,
El
Contrato
natural
trata
casi
exclusivamente
de
esta
pregunta:
¿quién
tiene
el
derecho
de
volverse
un
sujeto
de
derecho?
Si
la
historia
muestra
alguna
cosa,
toda
la
historia
del
derecho
muestra
la
universalización
progresiva
del
derecho
a
volverse
sujeto
de
derecho:
los
esclavos
antiguamente
se
volvieron,
los
niños
luego
y
las
mujeres
mucho
más
recientemente,
decisión
cuya
fecha
reciente
constituye
la
vergüenza
de
la
humanidad.
Razonaremos
mañana,
con
respecto
a
la
naturaleza,
con
la
misma
vergüenza
que
tenemos
hoy
por
haber
necesitado
tanto
tiempo
para
comprender
que
nuestras
compañeras
hubieran
debido
volverse
nuestras
parejas
al
menos
desde
la
fundación
del
mundo.
(Serres,
1998,
p.9)
El
caso
de
dos
obras
de
los
pintores
románticos
Caspar
Friedrich
y
William
Turner,
me
parece
ilustra
en
cierta
medida
el
discurso
de
Michel
Serres.
Friedrich,
en
Wanderer
above
the
Sea
of
Fog21
nos
muestra
un
hombre
erguido,
que
contempla
con
soberbia
la
imponencia
de
la
naturaleza
en
unas
montañas
magníficas,
cubiertas
por
un
mar
de
niebla
radiante
por
los
destellos
incipientes
del
sol
de
madrugada.
En
la
pintura,
la
postura
del
hombre,
realzado
y
ocupando
la
total
centralidad
de
la
composición,
pareciera
enfrentar
la
montaña.
Se
para
frente
a
ella
–
y
sobre
ella
–
reclamando
su
lugar
en
la
cumbre,
dominándola,
superándola,
domándola.
La
pintura
pareciera
invocar
un
zeitgeist
de
oposición,
que,
si
bien
se
fascina
con
la
majestuosidad
de
la
naturaleza,
y
la
admira,
presupone
una
separación
y
un
enfrentamiento
entre
ella
y
el
hombre.
21
fig.
15.
Friedrich,
C.
(1818).
Wanderer
Above
the
Sea
of
Fog.
Óleo
sobre
lienzo.
94.8
x
74.8
cm.
Kunsthalle,
Hamburg.
Tomada
de:
http://www.bc.edu/bc_org/avp/cas/his/CoreArt/art/rom_fri_wand.html
[2012,
31
octubre]
fig.
15
Por
otro
lado…
es
esta
la
historia
que
cuentan
sobre
William
Turner,
quien
dicen,
se
ató
a
sí
mismo
al
mástil
de
un
barco
en
medio
de
una
tormenta
para
experimentar
la
totalidad
de
su
fuerza,
de
su
vigor
e
irrefrenable
poder.
¡Colosal
tarea!
Optar
por
ubicarse
a
uno
mismo
en
una
posición
tal
que
llegue
a
sentirse
ínfimo,
diminuto…casi
polvo,
casi
nada;
dejarse
envolver
por
la
inmensidad
del
mar
y
diluirse
en
él
como
una
más
de
sus
gotas.
En
medio
de
esa
tormenta
de
inefables
magnitudes
sólo
es
posible
sobrevivir
siendo
también
inefable.
Por
esto
Turner
olvidó
su
nombre
y
fue
sólo
un
hombre,
olvidó
su
cuerpo
para
ser
parte
del
mismo
océano,
olvidó
todos
los
adjetivos
que
lo
describían
así
como
toda
memoria
y
todo
pasado.
Olvidó
también
toda
proyección
y
toda
meta.
¿Cómo
pensar
en
algo
distinto
al
lento
trenzado
de
una
centena
de
montañas
de
agua?
¿Al
caer
de
los
truenos
despedidos
del
oscuro
y
vasto
Cúmulus?
¿O
al
grave
rugir
de
los
vientos
helados?
¿Cómo
ser
alguien
en
semejante
escenario?
¡Pero
qué
hermosa
y
a
la
vez
terrorífica
lección
nos
enseña
la
naturaleza!
fig.
16
Los
trazos
de
Turner
en
Snow
Storm
22
se
asemejan
a
las
olas
en
su
gesto
y
no
sólo
en
su
forma.
Todo
límite
se
vuelve
difuso
hasta
el
punto
de
no
saber
si
es
figurativo
-‐
o
no
-‐
lo
que
vemos.
Empieza
a
surgir
una
tensión
entre
lo
representado
y
cómo
se
representa,
y
el
sendero
que
retorna
a
la
materia
y
a
la
mano
del
pintor
empieza
a
revelarse.
Giuseppe
Penone
en
su
obra
Ser
río,
pareciera
adoptar
la
actitud
de
Turner
de
“Ser
océano”.
Penone
toma
una
piedra
esculpida
por
el
río,
cerca
a
la
base
de
una
montaña,
y
toma
otra
de
otro
lugar
de
la
montaña,
que
luego
talla
y
cincela
basándose
en
el
modelo
de
la
primera,
hasta
que
quedan
asombrosamente
similares.
Didi-‐Huberman
dice
respecto
de
la
obra
de
Penone:
Hacer
una
escultura
es,
muchas
veces,
hacer
un
objeto,
tallar
un
material,
modelarlo
o
moldearlo,
etc.,
y
después
«acabarlo»,
presentarlo,
exponerlo
ante
el
público.
Sea,
pero
es
sobre
todo,
a
los
ojos
de
Penone,
hacerse
en
la
dinámica
intrínseca
de
los
procesos
de
formación,
de
las
morfogénesis
físicas
donde
algunas
polaridades
seculares
del
pensamiento
estético
-‐
arte
y
naturaleza,
técnica
y
emoción,
orgánico
y
geométrico
-‐
se
encuentran
comprimidas,
o
más
bien
sutilmente
soldadas,
devueltas
a
su
unidad
original.
Como
en
la
práctica
de
Leonardo,
cuya
pasión
por
los
flujos
y
los
remolinos
creadores
de
formas
es
bien
conocida,
no
es
la
natura
naturata
(las
criaturas
naturales
en
tanto
resultados
de
20
fig.
16.
Turner,
W.
(1842).
Snow
Storm.
Óleo
sobre
lienzo.
91.4
x
121.9
cm.
Harbour’s
Mouth.
Tomada
de:
http://www.tate.org.uk/art/artworks/turner-‐snow-‐storm-‐steam-‐boat-‐off-‐a-‐harbours-‐mouth-‐n00530
[2012,
31
octubre]
un
proceso),
sino
la
natura
naturans
(la
creación
natural
como
un
proceso
en
sí)
lo
que
constituye
la
apuesta
esencial
de
la
intención
artística.(Didi-‐Huberman,
2008,
p.12–13)
Si
bien
recurren
a
un
tipo
de
hacer
enteramente
distinto,
tanto
Penone
como
Turner
parecen
bajar
la
cabeza
y
someterse
en
vez
de
someter,
para
así
asentar
su
obra
en
ese
límite
difuso,
ilustrado
con
mayor
nitidez
en
la
pintura
de
Friedrich,
que
se
ha
formado
entre
la
naturaleza
y
la
humanidad;
lo
señalan,
lo
ponen
de
manifiesto,
lo
cuestionan
y
hasta
cierto
punto
lo
niegan.
Es
desde
ese
mismo
límite
entre
lo
natural
y
lo
humano
que
mi
trabajo
se
enraíza.
“…es
ser
río
uno
mismo.
[...]
Para
esculpir
la
piedra
realmente,
hay
que
ser
río”23
___________________
21
G.
Penone
[1980],
citado
en
G.Celant,
Giuseppe
Penone,
op.
cit.,
p.
110.
4.
Planteamiento
del
proyecto
Desde
las
primeras
formulaciones
de
mi
proyecto
tenía
claro
que
quería
trabajar
con
algún
tipo
de
planta,
o
de
materia
orgánica.
Claro
que
no
fue
hasta
que
empecé
realmente
una
búsqueda
matérica
dentro
del
mundo
vegetal,
que
comprendí
la
inmensidad
de
factores
nuevos
que
empezarían
a
aparecer
y
a
tomar
una
relevancia
cada
vez
mayor
en
el
trabajo.
Todo
fue
ensamblándose
orgánicamente
dentro
del
pseudo-‐armazón
con
el
que
había
empezado,
y
la
dificultad
del
trabajo
empezó
a
radicar
en
la
toma
de
consciencia
cada
vez
más
incisiva
y
expandida
sobre
lo
que
estaba
sucediendo,
que
es
lo
que
intentaré
narrarles
a
continuación.
Una
primera
idea
cruda,
consistía
en
la
elaboración
de
dibujos
vivos,
retratos
cambiantes,
degradables;
que
evidenciaran
el
carácter
orgánico
e
impermanente
del
material
elegido.
También
quería
abandonar
esta
idea
de
que
las
pinturas,
los
dibujos
o
las
fotografías
se
hacen
en
cierta
forma
para
otorgarle
inmunidad
a
lo
representado
frente
al
tiempo
y
la
impermanencia.
Pensaba
en
los
cuadros
que
tengo
guardados
en
mi
casa,
en
todos
los
cuadros
acumulados
en
las
bodegas
de
las
casas,
en
todas
las
instituciones
que
preservan
y
coleccionan
obras
de
arte,
y
pensaba
también
en
todo
el
espacio
libre
que
lucho
por
preservar
y
acumular
en
mi
propio
cuarto
y
quería
que
mi
trabajo,
como
el
de
Goldsworthy
o
el
de
Laib,
se
descompusiera
o
fuera
barrido
y
que
su
relevancia
no
radicara
en
su
permanencia,
sino
precisamente
en
lo
contrario:
su
impermanencia.
Mi
búsqueda
empezó
con
los
famosos
“moss
graffitti”,
o
grafiti
con
musgo,
donde
encontré
la
obra
de
la
artista
Mosstika,
que
realiza
dibujos
de
animales
en
el
espacio
público24.
Si
bien
su
obra
parece
basarse
más
en
un
discurso
sobre
lo
vegetal
en
lo
urbano
que
en
la
descomposición
de
la
materia,
o
en
el
hacer
mismo
de
la
imagen,
me
llamó
la
atención
la
forma
en
la
que
podía
controlar
el
crecimiento
del
musgo
para
que
adoptara
la
forma
que
ella
quisiera.
fig.
17
24
fig.
17.
Mosstika
(2008).
Coney
Island
Deer
Trophy.
Musgo.
Brooklyn.
Tomada
de:
http://mosstika.com/projects/street-‐art
[2012,
31
octubre]
En
ese
punto
llegué
a
una
pregunta
por
la
forma,
por
la
figuración
y
la
representación.
Empecé
mis
pruebas
con
el
musgo
asumiendo
que
iba
a
dibujar
con
él
y
eventualmente
me
di
cuenta
de
que
el
problema
de
la
representación
se
quedaba
corto
frente
a
un
problema
predominante
que
empezaba
a
hacerse
sentir,
inherente
a
la
posibilidad
de
controlar
el
material
a
mi
gusto;
de
doblegarlo
e
imponer
sobre
él
mi
voluntad
creadora.
En
ese
momento
me
sentí
como
el
hombre
de
la
pintura
de
Friedrich;
asumiendo
el
reto
del
control.
Control
Me
parece
que
uno
debe
controlar
los
materiales
hasta
cierto
punto,
pero
es
importante
respetar
ese
poder
que
el
material
tiene
por
sí
mismo;
como
el
poder
natural
de
la
gravedad
cuando
se
pinta
en
una
pared,
que
hace
que
la
pintura
escurra
y
gotee;
no
hay
razón
para
combatir
eso.(Haring,
K.,
1985)(Traducción
propia)25
Este
reto
del
control,
es
el
que
siempre
ha
asumido
la
jardinería
en
su
sentido
más
tradicional.
En
ese
momento
del
proyecto
era
inevitable
investigar
sobre
la
historia
de
la
jardinería;
la
historia
de
la
relación
entre
hombre
y
planta.
En
ella
encontré
los
jardines
franceses,
que
se
caracterizan
por
sus
composiciones
tiránicamente
simétricas.
Líneas
rectas,
ángulos
perfectamente
calculados,
centralidad,
podas
impecables,
y
diseños
cuyos
senderos
intentaban
asemejarse
a
los
patrones
de
los
tapetes
que
adornaban
los
pisos
de
las
casas26.
Toda
una
celebración
del
control
sobre
la
naturaleza,
una
imposición
de
la
mente
humana
sobre
la
materia
vegetal,
donde
no
hay
cabida
para
el
azar
y
donde
se
utiliza
la
planta
como
pigmento
o
arcilla.
25
“I
think
you
have
to
control
the
materials
to
an
extent,
but
it's
important
to
let
the
materials
have
a
kind
of
power
for
themselves;
like
the
natural
power
of
gravity,
if
you
are
painting
on
a
wall,
it
makes
the
paint
trickle
and
it
drips;
there
is
no
reason
to
fight
that.”
26
fig.
18.
Chateau
de
Villandry,
Francia.
Tomada
de:
http://tours-‐tv.com/en/gardens_villandry_castle
[2012,
31
octubre]
fig.
18
El
jardín
inglés,
por
otro
lado,
aunque
realmente
por
el
mismo,
pretende
asemejarse
a
las
formas
naturales
de
la
naturaleza,
valga
la
redundancia.
Hacer
naturaleza
con
naturaleza,
copiar
la
naturaleza,
idealizar
la
naturaleza.
27
fig.
19
27
fig.
19.
Jardín
Inglés
diseñado
por
Tom
Stuart-‐Smith
en
Yorkshire.
Tomada
de:
http://www.tomstuartsmith.co.uk/projects/private-‐gardens/yorkshire-‐garden/
[2012,
31
octubre]
La
historia
de
la
jardinería
ha
ido
siempre
de
la
mano
de
la
arquitectura
y
del
paisaje,
cuando
los
grandes
terratenientes
querían
tener
en
sus
haciendas
y
mansiones
los
paisajes
representados
en
las
pinturas
de
la
época.28
A
diferencia
de
Penone
y
Turner,
el
jardín
se
vuelve
pintura,
el
jardinero
se
vuelve
pintor
en
vez
de
volverse
planta.
Encuentro
en
los
jardines
comunes
dos
elementos
que
me
llaman
la
atención.
El
primero
de
ellos
es
el
hecho
de
que
se
llevan
a
cabo
con
el
fin
de
crear
un
tipo
de
imagen
particular,
y
que
las
dinámicas
de
la
plantan
deben
someterse
a
los
rigurosos
parámetros
estéticos
impuestos
por
el
espacio
que
los
rodea,
y
segundo,
consecuencia
del
primero,
son
las
condiciones
de
absoluto
control
que
se
ejercen
sobre
ellos.
La
mayoría
de
jardines
son
elogios
al
control
que
podemos
ejercer
sobre
la
planta,
los
jardines
verticales
más
aún.
Los
jardines
que
vemos
hoy
en
día
se
encuentran
en
condiciones
absolutamente
controladas
que
además
requieren
cada
vez
menos
cuidados.
Son
composiciones
que
demandan
que
se
conserven
las
plantas
en
un
estado
vital
determinado;
húmedas
y
de
un
verde
saturado
y
que
se
reemplace
por
planta
nueva
cualquier
planta
que
haya
empezado
a
morir
o
a
secarse.
El
jardín
común
no
admite
dentro
de
su
composición
ninguna
planta
que
no
cumpla
con
estas
condiciones
plásticas.
Pareciera,
además,
que
quisieran
parecer
edénicos
y
evocar
una
vitalidad
eterna.
Me
propuse
en
mi
trabajo
distanciarme
de
estos
dos
elementos.
Por
un
lado,
no
quería
que
mi
trabajo
fuera
una
celebración
de
control
y
sometimiento,
sino
de
diálogo;
de
un
dar
y
ceder
entre
planta
y
jardinero,
basado
en
la
disciplina,
en
una
contemplación
constante
y
una
sensibilidad
cada
vez
mayor
al
desarrollo
de
la
planta.
Y
por
otro,
tampoco
quería
emular
esa
apariencia
inmutable
y
“perfecta”
de
los
jardines
comunes,
sino
que
quería
que
existiera
la
posibilidad
de
que
la
planta
muriera
y
que
en
su
muerte
se
diera
un
espacio
de
valor
para
las
cualidades
pictóricas
de
la
planta
en
estado
de
descomposición.
Cuando
uno
compra
semillas,
por
lo
general
el
paquete
incluye
unas
instrucciones
que
presuponen
ya
un
estado
óptimo
de
la
planta.
Mezcla
de
gramíneas
de
fina
selección,
científicamente
desarrollada
para
establecer
céspedes
en
jardines,
campos
de
juego
y
parques
de
lujo
con
un
hermoso
color
verde,
gran
resistencia
al
pisoteo,
pero
a
la
vez
con
una
textura
fina
suave
y
brillante.(Caja
de
Pasto
de
Derby
Anasac)
El
estado
óptimo
de
una
planta
podría
confundirse
fácilmente
con
una
suerte
de
sueño
americano
de
la
planta.
Es
como
si
alguien
dijera
que,
para
ser
felices,
todos
los
seres
humanos
debemos
estudiar
para
poder
tener
una
casa
y
casarnos
para
poder
tener
una
familia
que
viva
en
ella.
El
estado
óptimo
de
mi
vida,
como
el
estado
óptimo
de
la
planta,
es
algo
que
quiero
descubrir
por
mi
cuenta,
desasiéndome
de
esos
estados
vitales
predeterminados,
o
nociones
de
imagen
que
se
imponen
a
las
dinámicas
de
la
planta
para
llevarse
a
cabo.
Es
así
que
me
he
apoyado
en
una
suerte
de
jardinería
intuitiva,
o
mejor,
de
aprendizaje
intuitivo
de
jardinería,
en
el
que
la
planta
y
yo
crecemos
simbióticamente,
nutriéndonos
el
uno
del
otro
y
donde
aparece
el
dibujo
como
un
espacio
de
creación
de
imagen
conjunta.
28
Fernández
Arenas,
J.
(1988)
5.
La
práctica
de
una
jardinería
intuitiva
Me
pareció
que
el
dibujo
con
plantas
era
un
buen
escenario
para
que
se
evidenciara
este
diálogo
humano-‐vegetal.
Me
propuse
entonces
elaborar
un
dibujo
con
semillas
de
pasto,
dando
rienda
suelta
a
este
para
que
siguiera
el
trazo
dispuesto
por
mi
mano,
o
que
lo
desviara,
lo
torciera,
lo
expandiera,
ignorara
o
eliminara
por
completo.
De
esta
manera
entablamos
una
relación
en
la
que
mi
dibujo
se
inserta
en
las
dinámicas
de
la
planta
a
la
vez
que
esta
se
inserta
en
las
dinámicas
de
mi
dibujo,
en
un
proceso
de
reacciones
entre
sensibilidades
que
moldean
la
imagen
cada
día
de
forma
diferente.
Asumir
este
acercamiento
a
la
práctica
de
la
jardinería
me
pareció
coherente
con
mis
intenciones
de
abandonar
el
objeto
como
producto
finalizado,
como
un
resultado
predeterminado
y
totalmente
controlado,
y
de
adoptar
una
metodología
que
hiciera
que
la
obra
pudiera
“situarse
entre
agente,
acción
y
resultado”.
O
como
afirma
José
Fernández
Arenas
(1988):
El
arte
no
es
sólo
una
realidad
objetiva,
un
artefacto
configurado
en
una
materia
con
formas
y
colores
conservables,
sino
que
fundamentalmente
es
un
proceso
configurante
de
una
realidad
que
se
consuma
cuando
se
consume
y
se
recrea,
consumiéndola
de
nuevo,
porque
se
transforma
con
el
tiempo,
ya
que
incluso
le
hace
cambiar
su
significado.
(p.9)
Además,
no
se
trata
únicamente
sobre
la
obra
viva,
o
la
obra
muriente,
sino
de
una
pieza
que
abre
un
espacio
al
azar,
y
a
una
exploración
de
cualidades
plásticas
que
se
sitúa
entre
la
reacción
de
la
planta
a
mi
intervención
–
o
falta
de
ella
–
y
mi
reacción
a
su
desarrollo.
Primeras
exploraciones
Alrededor
de
Febrero
del
2012,
visité
uno
que
otro
vivero,
en
busca
de
tipos
de
plantas
de
poca
raíz,
de
formas
y
colores
diferentes.
Es
importante
señalar
que
en
ese
momento
estaba
buscando
dos
cosas
de
las
que
hablaré
más
adelante,
que
fueron
vitales
a
la
hora
de
direccionar
el
proyecto
hacia
el
rumbo
que
tomó:
la
posibilidad
de
figuración
y
la
posibilidad
de
verticalidad.
En
mi
terraza
cubrí
un
bastidor
viejo
con
plástico
y
lo
llené
de
tierra.
Allí
sembré
una
planta
comúnmente
llamada
Lágrima
de
bebé,
y
otro
tipo
de
pasto
cuyo
nombre
no
me
sé
29.
29
fig.
20
febrero
4
de
2012,
fig.
21
septiembre
12
de
2012,
fig.
22
agosto
21
de
2012,
fig.
23
Ibid.
agosto
1
de
2012,
fig.
24
septiembre
12
de
2012,
fig.
25
junio
5
de
2012,
fig.
26
agosto
1
de
2012,
fig.
27
mayo
15
de
2012,
fig.
28
julio
28
de
2012,
fig.
29
octubre
8
de
2012
fig.
20
En
las
paredes
de
mi
terraza
y
en
varios
tipos
de
tela
y
papel,
tensados
en
los
anillos
de
costura
de
mi
mamá,
estuve
probando
–
sin
resultado
alguno
-‐
una
mezcla
que
encontré
en
internet
para
hacer
grafiti
con
musgo.
El
musgo
residual
de
la
mezcla
lo
sembré
en
un
montón
de
tierra
en
la
casa
abandonada
de
mi
perro.
Allí
se
agarró
y
se
mantiene
aún
al
día
de
hoy,
acompañado
de
otras
plantas
que
aparecieron
ahí
repentinamente
por
designios
del
destino
ajenos
a
mi
voluntad.
La
lágrima
de
bebé
terminó
por
cubrir
toda
la
tierra
sembrada
en
el
bastidor,
adoptando
a
lo
largo
del
tiempo
distintos
colores
y
saturaciones.
Uno
de
los
pastos
se
secó
rápidamente
y
el
otro
hasta
más
de
un
semestre
después
empezó
a
hacerlo.
Crecieron
en
el
bastidor
tréboles
y
otros
tipos
de
plantas
que
aparecieron
espontáneamente,
y
allí
donde
la
Lágrima
de
bebé
empezó
a
desaparecer,
se
formó
un
hermosísimo
tapetico
parchudo
de
musgo
de
más
de
un
matiz
de
verde.
fig.
21
fig.
22
fig.
23
fig.
24
fig.
25
fig.
26
fig.
27
fig.
28
fig.
29
Adentro,
en
mi
pequeño
taller,
en
otro
bastidor,
sembré
unas
semillas
de
pasto
con
las
que
dibujé
un
rostro.30
Las
vi
germinar
en
cuestión
de
días,
a
través
de
una
red
de
plástico
que
puse
para
probar
qué
tipo
de
poros
atravesaban
y
contemplando
la
posibilidad
de
verticalizar
en
algún
momento,
medrando
a
pesar
de
mi
ignorancia
en
relación
a
sus
cuidados.
También
había
trébol
enano.
Me
cuesta
explicar
mi
conmoción
y
el
inmenso
sentido
de
paternidad
que
experimenté
hacia
ellas.
El
dibujo
de
pasto
y
trébol
enano
no
respetó
detalle
alguno
del
retrato,
aunque
conservó
más
o
menos
una
forma
general.
El
trébol
empezó
a
ser
invadido
por
un
tipo
de
hongo(?)
blancuzco,
que
terminó
por
devorarlo
por
completo,
dejando
unos
cadáveres
secos,
cafés,
que
formaban
una
especie
de
filigrana.
El
pasto
sobrevivió
un
poco
más,
aunque
eventualmente
se
secó
por
completo,
adoptando
primero
un
color
amarillento
y
luego
cada
vez
más
blanco,
hasta
parecer
una
barba
de
anciano.
30
fig.
30
marzo
6
de
2012,
fig.
31
marzo
12
de
2012,
fig.
32
marzo
17
de
2012,
fig.
33
abril
16
de
2012,
fig.
34
junio
12
de
2012,
fig.
35
agosto
1
de
2012,
fig.
36
octubre
12
de
2012
fig.
30
fig.
31
fig.
32
fig.
33
fig.
34
fig.
35
fig.
36
Gracias
a
lo
poco
que
sé
sobre
plantas,
todo
lo
que
sucede
parece
magia
y
nada
sobre
su
forma
de
ser
deja
de
sorprenderme.
Pasto
de
Trigo
De
video
en
video,
satisfaciendo
mi
propia
curiosidad,
encontré
en
Youtube
grafitis
con
musgo,
huertas
caseras
(me
dispongo
a
hacer
una)
y
siembras
de
pasto
de
trigo.
Este
pasto,
wheatgrass,
es
consumido
por
mucha
gente
como
complemento
alimenticio.
Se
licúa
o
se
exprime
para
hacer
jugos
o
aguas
aromáticas,
incluso
se
mambea
como
las
hojas
de
coca
y
se
dice
que
tiene
propiedades
curativas.
Sus
orígenes
son
tan
antiguos
como
las
del
mismo
trigo,
que
nace
cuando
el
pasto
nunca
se
poda,
y
su
consumo
parece
ser
rastreable
hasta
hace
unos
8,000
años
atrás,
en
Egipto
y
Roma
antigua.31
Es
un
pasto
de
un
verde
saturado,
cuyas
raíces
forman
una
red
espectacular,
como
una
esponja,
que
termina
agarrando
toda
la
tierra
y
formando
una
suerte
de
tapete
de
pasto.
Aunque
fue
difícil
de
conseguir,
asesorado
por
unas
instrucciones
de
siembra
bastante
básicas,
pude
empezar
una
serie
de
pruebas
con
él:
Instrucciones
Siembra
Pasto
de
Trigo:
En
un
recipiente
se
lava
el
trigo
y
se
escurre
(con
una
coladera
o
malla
con
caucho
en
la
boca
del
recipiente)
Se
deja
en
agua
por
12
horas
(
en
la
noche)
31
John
Innes
Centre
&
Institude
of
Food
Research.
(circa).
Se
escurre
el
agua
y
se
vuelve
a
lavar,
se
escurre
totalmente
y
se
deja
el
frasco
inclinado
de
manera
que
acabe
de
escurrir(
esto
es
para
que
no
se
pudra
el
grano
y
para
que
solamente
tenga
humedad).
Hacer
esto
2
veces
al
día
durante
3
dias.
Luego
se
prepara
la
bandeja
con
tierra,
se
humedece
la
tierra,
y
se
siembra
el
trigo
germinado
(el
cual
presenta
un
brote
blanco).
La
bandeja
debe
quedar
cubierta
de
trigo
(
un
solo
piso,
no
amontonado)
puede
colocar
una
ligera
capa
de
tierra
encima,
y
tapar
por
2
dias
con
plástico
negro,
rociando
la
bandeja
mas
o
menos
2
veces
al
día
Después
de
los
2
dias
de
tapado
se
sigue
humedeciendo
con
atomizador
.
El
pasto
empezara
a
crecer
y
tornar
coloración
mas
verdosa.
Dejar
8
dias
mas
y
luego
cortar(
mas
o
menos
de
15
a
20
cm,
cuando
haya
nacido
la
segunda
hoja
del
pasto,
tipo
horquilla)
Se
exprime
y
se
toma
1
onza
diaria,
o
también
se
puede
licuar
con
algún
jugo
y
colar.
De
100
grms
de
pasto
deben
salir
mínimo
2
onzas
de
extracto.
(Naturganik,
empresa
distribuidora
de
complemento
alimenticio
a
base
de
pasto
de
trigo,
2012)32
Poco
a
poco
puede
uno
ver
cómo
de
cada
semilla
brota
una
pequeña
colita
blanca,
que
al
pasar
de
unos
dos
o
tres
días
se
encuentra
ramificada
en
unas
tres
colas
más
o
menos
de
un
centímetro
cada
una,
como
un
pequeño
calamar.
33
A
medida
que
absorben
agua
se
hinchan
y
despiden
un
olor
que
me
fascina.
Imposible
describirlo
con
exactitud,
aunque
es
fresco
y
me
parece
guarda
un
sutil
parentesco
con
el
olor
del
pan.
fig.
37
32
http://www.naturganik.net/
33
fig.
37.
Semillas
de
pasto
de
trigo
al
4º
día.
Las
primeras
veces
que
lavaba
el
trigo,
metía
la
mano
y
lo
movía.
Este
suelta
una
especie
de
almidón
que
deja
el
agua
turbia.
Si
la
semilla
no
se
lava
queda
con
una
capa
pegachenta.
Me
imagino
que
si
no
se
lava
en
ningún
momento
la
semilla
simplemente
no
respira
y
la
raíz
nunca
brota.
Con
el
tiempo
dejé
de
meter
la
mano
para
evitar
romper
las
colitas
de
las
raíces
cuando
ya
estaban
relativamente
largas.
Si
se
dejan
mucho
tiempo
dentro
del
frasco
de
germinación
–
y
con
“mucho
tiempo”
–
me
refiero
a
un
día
de
más,
estas
empiezan
a
formar
una
red
de
raíces
alrededor
de
sí
mismas,
adoptando
la
forma
del
recipiente,
de
tal
forma
que
es
difícil
separarlas
sin
romper
las
raíces
para
luego
sembrarlas.
Para
mis
primeros
intentos
ponía
a
germinar
muchas
semillas
más
de
las
que
en
realidad
iba
a
necesitar.
Eventualmente
descubrí
que
podía
sembrar
menos
semillas
y
aún
así
obtener
un
pasto
frondoso
y
saturado.
En
todo
caso,
sembré
primero
en
bandejas,
como
orientado
por
Naturganik
y
Youtube.
Las
bandejas
ayudan
a
que
se
mantenga
la
humedad,
pero
más
adelante
descubrí
que
podía
no
usar
bandejas
si
usaba
una
cantidad
considerable
de
tierra.
Descubrí
que
podía
sembrarlo
hidropónicamente34,
sin
tierra
y
sólo
con
agua,
aunque
de
esta
manera
lo
sentí
más
frágil
y
de
una
vida
más
corta.
Descubrí
también
que
el
pasto
de
trigo
tiene
un
carácter
increíblemente
noble.
Es
de
crecimiento
rápido,
por
lo
que
uno
ve
los
frutos
de
la
siembra
sin
mayor
espera.
Además,
este
respeta
totalmente
el
trazo
dispuesto
por
mi
mano,
aunque
con
el
crecimiento
de
la
planta
este
se
vuelve
difuso
y
tiende
a
homogenizarse
con
los
trazos
circundantes.
Otorga
un
pequeño
rango
de
valor
de
línea,
y
cuando
sobrepasa
su
etapa
de
máximo
verdor,
adopta
unos
bellísimos
matices
amarillentos
y
rojizos.35
fig.
38
34
Hidroponia
es
la
forma
de
cultivar
plantas
sin
tierra.
GCA
S.A.
Consultora
Ambiental.
(circa).
35
fig.
38.
Residuo
de
pasto
de
trigo
podado
a
unas
tres
semanas
del
corte.
Noté
diferencias
impresionantes
entre
el
pasto
que
se
siembra
en
interior
y
el
que
se
siembra
en
exterior.
Durante
sus
primeros
días,
el
primero
crece
cilíndrico
cerca
de
la
base
y
se
aplana
hacia
la
punta,
mientras
que
el
segundo
se
aplana
más
temprano,
desde
más
abajo
y
su
punta
posee
un
área
mucho
mayor.
Cuando
crece
en
exterior
se
le
secan
algunas
hojas,
sobre
todo
alrededor
de
las
puntas,
pero
también
pareciera
crecer
más
frondoso
y
ancho
en
condiciones
más
adversas:
de
sol
intenso
y
frío
y
viento
extremos.
Como
si
estas
condiciones
hicieran
aflorar
en
él
un
espíritu
de
guerra
que
en
la
comodidad
del
interior
permanece
dormido
y
apaciguado.
La
primera
vez
que
medio
intenté
levantar
el
pasto
para
ver
las
raíces
lo
hice
con
todo
el
temor
del
mundo.
Con
miedo
a
que
la
tierra
se
desparramara
y
que
la
planta
se
desarmara.
Cuando
el
culillo
me
lo
permitió,
levanté
el
pasto
y
vi
esta
tremenda
maraña,
un
tejido
espléndido
que
se
aferraba
a
la
tierra
nutriéndose
de
toda
su
vitalidad
como
un
parásito
glotón.36
fig.
39
Tenía
en
un
principio
tres
bandejas.
Una
de
ellas
estaba
totalmente
llena
de
tierra
y
tenía
una
cuadrícula
de
semillas.
Otra
tenía
un
espiral
de
tierra
totalmente
cubierto
con
semillas
y
la
tercera
era
una
capa
uniforme
de
semillas
sembrada
sobre
red
negra
de
plástico
con
agua
debajo
(siembra
hidropónica).
Fueron
sembradas
el
12
de
Mayo
del
2012.
37
36
fig.
39.
Raíz
de
pasto
de
trigo
a
unas
tres
semana
desde
la
siembra.
37
fig.
40,
42
y
44
abril
23
de
2012
–
fig.
41,
43
y
45
junio
1
de
2012
fig.
40
fig.
41
fig.
42
fig.
43
fig.
44
fig.
45
Para
el
15
de
Junio
el
pasto
hidropónico
empezó
a
mostrar
sus
primeros
tonos
rosados
y
a
aparecer
cada
vez
más
seco
a
pesar
de
mis
riegos
constantes.
Ese
mismo
15
de
Junio
saqué
los
pastos
de
sus
bandejas
y
los
puse
sobre
una
tabla
cubierta
con
plástico.
Clavé
puntillas
en
varios
puntos
para
que
se
sostuviera
cada
cespedón
y
logré
ponerla
vertical.38
Básicamente
la
crucifiqué.
fig.
46
fig.
47
fig.
48
A
partir
de
ese
momento
empecé
a
regarla
desde
arriba,
permitiendo
que
el
agua
circulara
hasta
abajo,
humedeciendo
la
totalidad
de
la
tierra.
También
a
partir
de
ese
momento
empecé
a
notar
el
declive
de
los
otros
dos
cespedones.
Con
el
pasar
del
los
días
ese
rosado
pálido
se
volvió
la
tonalidad
prominente.
Sólo
unos
pedazos
verdes
quedaban.
En
este
punto
caí
en
cuenta
de
que
mi
espíritu
paternal
me
estaba
incitando
a
actuar,
y
vi
cómo
en
mí
apareció
la
idea
de
que
debía
salvar
al
pasto
de
su
terrible
destino,
que
además
yo
había
propiciado
al
ponerlo
vertical.
Terminé
por
acostarlo
nuevamente,
tras
tan
sólo
15
días
de
verticalidad.
Quedé
impresionado
conmigo
mismo,
al
ver
cómo
miles
de
años
de
inculcar
y
cultivar,
generación
tras
generación,
una
noción
de
la
muerte
que
hay
que
evitar
y
temer,
se
manifestaron
en
mí
en
ese
momento.
Nunca
supe
si
prolongué,
o
se
prolongó
un
poco
la
vida
del
poco
verde
que
quedaba
a
partir
de
esa
decisión.
O
si
ese
era
el
tiempo
verde
que
le
quedaba
a
las
hojas
y
mi
decisión
no
habría
provocado
diferencia
alguna.
Nisiquiera
sé
si
efectivamente
al
crucificarlo
lo
maté.
Lo
único
que
me
quedó
fue
haberme
dado
cuenta
de
eso
que
me
sucedió,
haber
estado
ahí
y
haberlo
aceptado
junto
con
la
inminente
degradación
del
pasto,
que
llegó
al
punto
de
volverse
un
tejido
fibroso,
café,
seco
y
débil.
Toda
la
vitalidad
que
antes
había
inundado
sus
fibras
con
agua
y
clorofila
había
desaparecido.
Difícilmente
logré
ver
las
raíces
más
adelante
porque
el
cespedón
se
despedazaba.
39
38
fig.
46
junio
15
de
2012,
fig.
47
junio
28
de
2012,
fig.
48
julio
1
de
2012
39
fig.
49,
50
y
51
agosto
14
de
2012
fig.
49
fig.
50
fig.
51
Fue
impresionante
darme
cuenta
de
las
similitudes
entre
estos
“cadáveres”
de
planta40
y
los
cadáveres
que
alguna
vez
fotografié
en
el
anfiteatro
para
una
entrega
que
titulé
“Paisajes
entrópicos”. 41
Las
imágenes
eran
difícilmente
relacionables
con
lo
que
eran
en
realidad.
Parecían
texturas
vegetales,
cortezas
de
árboles
o
vistas
cenitales
del
planeta.
Sin
duda
esta
similitud
entre
planta
muerta
y
persona
muerta
me
acercó
aún
más
a
la
idea
de
que
los
límites
que
separan
nuestros
cuerpos
del
suelo
son
digeridos
por
el
tiempo
y
que
a
los
ojos
de
Shiva
no
hay
diferencia
entre
océano
y
cordillera,
río
y
arteria
o
célula
y
planeta.
fig.
52
fig.
53
fig.
54
fig.
55
40
fig.
52-‐raíz,
fig.
54-‐semillas
y
pasto
muerto
y
fig.
56
residuo
de
pasto
podado
a
unas
cuatro
semanas
y
media
del
corte.
41
fig.
53,
55
y
57:
Autor
(2010),
de
la
serie
Paisajes
entrópicos.
Fotografía
digital.
80
x
50
cm.
fig.
56
fig.
57
En
su
lecho
de
muerte
Chuang-‐Tzu
agonizaba.
Sus
discípulos
le
dijeron
que
deseaban
honrarlo
con
un
funeral
decoroso.
Él
repuso:
«El
cielo
y
la
tierra
por
féretro
y
tumba;
el
sol,
la
luna
ya
las
estrellas
por
ofrendas
funerarias;
y
la
creación
entera
acompañándome
al
sepulcro».
Los
discípulos
insistieron:
«Tememos
que
los
buitres
devoren
tu
cadáver».
Chuang-‐Tzu
respondió:
«Sobre
la
tierra
me
comerán
los
buitres,
bajo
ella
los
gusanos
y
las
hormigas.
¿Quieres
despojar
a
los
primeros
sólo
para
alimentar
a
los
últimos?
»
(Paz,
1997,
p.49)
6.
Vocación
de
cuidado
(Vocation
of
Care)
En
algún
punto
del
proceso
llegó
a
mí
el
libro
“Gardens;
An
Essay
on
the
Human
Condition”-‐
“Jardines:
Un
ensayo
sobre
la
condición
humana”(Traducción
propia)
-‐
del
autor
estadounidense
Robert
Pogue
Harrison.
Este
libro
y
muchas
de
las
reflexiones
que
lo
constituyen
se
intersectan
con
muchas
de
las
mías.
En
ocasiones
me
rebate,
en
otras
me
respalda
y
en
otras
simplemente
expone
una
perspectiva
alterna
a
la
mía.
Aún
así,
en
todos
los
anteriores
casos
me
ha
nutrido
y
aportado
considerablemente.
Su
libro
empieza
hablando
sobre
lo
que
él
denomina
“Vocation
of
Care”.
En
español
no
tenemos
una
palabra
que
describa
acertadamente
el
significado
que
Harrison
le
atribuye
a
“care”,
pero
una
traducción
acertada,
me
parece,
podría
encontrarse
entre
las
palabras:
cuidado,
preocupación,
importancia,
atención,
entre
otras.
Diremos
entonces
vocación
de
cuidado.
Para
Harrison
nuestra
vocación
de
cuidado
se
opone
diametralmente
a
las
fuerzas
de
la
muerte,
la
destrucción
y
la
degradación.
“Si
la
historia
consiste
primordialmente
en
el
espeluznante
y
eterno
conflicto
entre
las
fuerzas
de
la
destrucción
y
las
fuerzas
de
la
cultivación,
entonces
este
libro
sesga
por
las
últimas.
Al
hacerlo,
se
esfuerza
por
participar
en
la
vocación
de
cuidado
del
jardinero.”
(Harrison,
2008,
Prefacio
xi)(Traducción
propia)
42
Sin
embargo,
Harrison
reconoce
que
es
en
esta
destrucción
y
finitud
de
las
cosas
que
nuestra
vocación
de
cuidado
se
origina.
Para
ilustrar
esto
Harrison
se
vale
del
mito
gestacional
de
Adán
y
Eva.
Para
Harrison
el
jardín
del
Edén
fue
un
desperdicio
en
nosotros,
que
estando
en
él
éramos
ajenos
al
dolor
y
al
sufrimiento,
pero
también
al
esfuerzo
y
al
disfrute
de
lo
que
se
genera
por
mano
propia,
por
el
sudor
de
la
propia
frente.
Entregarle
a
la
humanidad
el
jardín
del
Edén,
en
su
inmensa
riqueza
y
eterna
abundancia,
era
como
comprarle
juguetes
y
dulces
a
un
niño
malcriado,
por
lo
que,
dice
Harrison,
haber
probado
el
fruto
prohibido
fue
el
primer
acto
genuinamente
humano,
pues
a
través
de
él,
Adán
y
Eva
aprenderían
a
sembrar
la
tierra,
a
cultivarla,
a
trabajarla
y
al
mismo
tiempo
a
apreciar
el
valor
de
lo
impermanente.
Tendrían
hijos
que
amarían
porque
comprenderían
la
imposibilidad
estar
con
ellos
para
siempre
y
los
educarían
con
los
valores
necesarios
para
que
ellos
criasen
a
los
suyos.
Les
enseñarían
el
valor
de
la
vida;
que
aprendieron
renunciando
al
paraíso.
Todo
este
tiempo
de
aprendizaje
ha
sido
fascinante
para
mí.
Descubrir
el
carácter
y
las
cualidades
plásticas
de
las
plantas;
sus
valores
pictóricos,
su
peso,
sus
estados
vitales,
la
forma
de
sus
hojas
y
de
sus
raíces,
su
estructura,
su
olor,
las
relaciones
que
surgen
entre
ellas
y
las
que
pude
entablar
y
sigo
entablando
con
ellas,
me
ha
llevado
a
experimentar
la
muerte
de
una
manera
más
cercana
que
ninguna
de
las
que
he
tenido
que
experimentar
en
mi
vida.
En
alguna
parte
de
mí,
guardo,
bajo
el
riesgo
de
ser
ingenuo,
la
esperanza
de
que
en
el
tiempo
que
resta
para
que
alguno
de
mis
allegados
muera,
o
incluso
yo
muera,
haya
logrado
disolver
tanto
los
límites
entre
persona
y
planta,
y
que
las
plantas
me
hayan
enseñado
ya
tanto,
que
pueda
sobrellevar
su
muerte
con
la
misma
tranquilidad
y
aceptación
con
la
que
42
“If
history
consists
finally
of
the
terrifying,
ongoing,
and
endless
conflict
between
the
forces
of
destruction
and
the
forces
of
cultivation,
then
this
book
weighs
in
on
the
side
of
the
latter.
In
doing
so
it
strives
to
participate
in
the
gardener’s
vocation
of
care.”
hoy
veo
mis
jardines
tornarse
amarillos
y
secos,
o
como
los
veo
llenarse
de
hongos
o
de
pequeñas
larvas
de
insectos.
Así
también
veo
cómo
los
rostros
de
mis
papás
empiezan
a
llenarse
de
arrugas
y
pecas,
cómo
la
piel
de
sus
cuerpos
empieza
a
perder
tensión
alrededor
de
sus
huesos,
cómo
su
pelo
adopta
una
coloración
cada
vez
más
blancuzca,
como
mis
pastos
cuando
se
secan.
Veo
también
cómo
en
mi
propio
cuerpo
mi
pelo
crece
y
se
cae,
o
mi
piel
se
quema
y
se
tiñe
con
el
sol
a
la
vez
que
se
colma
lentamente
de
pequeñas
pecas.
Veo
cómo
viejas
cicatrices
se
borran
a
la
vez
que
nuevas
aparecen
y
así
como
me
doy
cuenta
de
lo
distinto
que
siento
mi
cuerpo
en
relación
a
cómo
lo
sentía
cuando
era
un
niño,
la
más
mínima
gripa
me
hace
pensar
en
la
fragilidad
que
inminentemente
invadirá
todo
mi
cuerpo
con
la
edad.
“Un
día
Chao-‐Chou
se
tropezó,
cayó
en
la
nieve
y
empezó
a
gritar:
“Ayuda!
Ayúdenme
a
levantarme!”
Un
monje
llegó
y
se
acostó
a
su
lado
en
la
nieve.
Chao-‐Chou
sonrió,
se
levantó
y
se
fue.”
(Blyth,
1960,
p.77.)(Traducción
propia)43
Entonces
veo
cómo
mi
vocación
de
cuidador
no
necesariamente
tiene
que
combatir
estas
fuerzas,
que
no
depende
de
qué
tantos
pastos
pueda
sembrar,
o
salvar,
o
preservar
y
que
ésta
no
radica
en
qué
tan
efectivo
sea
como
jardinero,
sino
en
cuánta
atención
les
dedico,
qué
tanto
valor
le
otorgo
a
sus
enseñanzas,
qué
tan
constante
es
mi
presencia
en
su
desarrollo
y
qué
tan
genuina
es
mi
preocupación
por
todo
lo
anterior.
“La
muerte
no
niega
la
vida
ni
acaba
con
ella,
sino
que
le
otorga
sus
potencialidades
intrínsecas,
sobre
todo
su
capacidad
de
aparecer.
Sin
muerte
no
hay
un
cumplimiento
pleno
de
estas
potencialidades,
ni
los
humores
cambiantes
del
mundo
fenoménico.”
(Harrison,
2008,
p.19)(Traducción
propia)44
Aunque
Harrison
designa
a
la
muerte
como
matriz
de
la
vida,
no
me
parece
que
la
forma
de
reconocer
el
valor
que
esta
le
otorga
a
la
vida
resida
necesariamente
en
combatir
la
destrucción,
posponiéndola,
evitándola
o
temiéndole
–
ni
generándola
deliberadamente
–
sino
conociéndola,
aceptándola
y
aprendiendo
a
convivir
con
ella,
reconociéndola
en
lo
vivo
en
cada
momento
como
madre
y
maestra
misma
de
la
cultivación.
La
muerte
no
debe
nunca
entenderse
como
una
derrota,
sino
como
una
oportunidad
de
aprendizaje
que
trae
consigo
la
vida,
en
tanto
que
conforman
una
unidad
indisoluble.
43
“One
day
Chao-‐Chou
fell
down
in
the
snow,
and
called
out,
"Help
me
up!
Help
me
up!"
A
monk
came
and
lay
down
beside
him.
Chao-‐Chou
got
up
and
went
away.”
44
“Death
neither
negates
nor
terminates
life
but
gives
birth
to
its
intrinsic
potentialities,
especially
its
potentiality
for
appearance.
Without
death
there
is
no
fulfillment
of
potentiality
nor
any
ever-‐changing
moods
of
the
phenomenal
world.”
6.
Las
nueve
contemplaciones
funerarias
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
que
lleva
muerto
uno,
dos
o
tres
días;
hinchado,
azul
y
purulento,
arrojado
en
la
cripta,
entonces
debe
aplicar
esta
percepción
a
su
propio
cuerpo
de
la
siguiente
manera:
“Ciertamente,
también
mi
cuerpo
es
de
esta
naturaleza;
en
eso
se
convertirá
y
no
escapara
tal
destino.”
Así
vive
contemplando
el
cuerpo
en
el
cuerpo
internamente,
o
vive
contemplando
el
cuerpo
en
el
cuerpo
externamente.
Vive
contemplando
factores
de
origen
en
el
cuerpo,
o
vive
contemplando
factores
de
disolución
en
el
cuerpo
o
vive
contemplando
factores
de
origen
y
disolución
en
el
cuerpo.
Así,
monjes,
es
como
un
monje
vive
contemplando
el
cuerpo
en
el
cuerpo…
2.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
siendo
devorado
por
cuervos,
halcones,
buitres,
perros,
chacales
o
distintos
tipos
de
gusanos,
entonces
debe
aplicar
esta
percepción
a
su
propio
cuerpo
de
la
siguiente
manera:
“Ciertamente,
también
mi
cuerpo
es
de
esta
naturaleza;
en
eso
se
convertirá
y
no
escapara
tal
destino.”
3.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
reducido
a
un
esqueleto
con
algo
de
carne
o
sangre
aún
adherida
a
él,
sosteniéndose
por
los
tendones…
4.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
ya
reducido
a
un
esqueleto
con
algunas
manchas
sanguinolentas,
sin
carne
alguna,
sosteniéndose
únicamente
por
los
tendones…
5.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
reducido
a
un
esqueleto
sin
carne
ni
sangre,
sujeto
a
penas
por
los
tendones…
6.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
reducido
a
huesos
desconectados,
dispersos
en
todas
las
direcciones.
Un
hueso
de
la
mano
aquí,
un
hueso
del
pié
allá,
un
fémur,
la
pelvis,
la
columna
y
el
cráneo…
7.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
reducido
a
huesos
blanqueados
color
concha…
8.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
reducido
a
unos
cuantos
huesos,
de
más
de
un
año,
que
yacen
apilados…
9.
Además,
monjes,
si
un
monje
ve
un
cadáver
arrojado
en
la
cripta,
reducido
a
huesos,
totalmente
descompuesto
y
hecho
polvo,
entonces
debe
aplicar
esta
percepción
a
su
propio
cuerpo
de
la
siguiente
manera:
“Ciertamente,
también
mi
cuerpo
es
de
esta
naturaleza;
en
eso
se
convertirá
y
no
escapara
tal
destino.
(Naht
Hanh,
T.,
1975,
p.116
–
118)(Traducción
propia)45
45
6.
The
Nine
Cemetery
Contemplations
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
dead
one,
two,
or
three
days;
swollen,
blue,
and
festering,
thrown
in
the
charnel
ground,
he
then
applies
this
perception
to
his
own
body
thus:
"Verily,
also
my
own
body
is
of
the
same
nature;
such
it
will
become
and
will
not
escape
it."
Thus
he
lives
contemplating
the
body
in
the
body
internally,
or
lives
contemplating
the
body
in
the
body
externally,
or
lives
contemplating
the
body
in
the
body
internally
and
externally.
He
lives
contemplating
orig-‐
ination-‐factors
in
the
body,
or
he
lives
contemplating
dissolution-‐factors
in
the
body,
or
he
lives
contem-‐
plating
origination-‐and-‐dissolution-‐factors
in
the
body…Thus
also,
monks,
a
monk
lives
contemplating
the
body
in
the
body.
2.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground,
being
eaten
by
crows,
hawks,
vultures,
dogs,
jackals,
or
by
different
kinds
of
worms,
he
then
applies
this
perception
to
his
own
body
thus:
"Verily,
also
my
own
body
is
of
the
same
nature;
such
it
will
become
and
will
not
escape
it."
Thus
he
lives
contemplating
the
body
in
the
body
...
1163.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground
and
reduced
to
a
skeleton
with
some
flesh
and
blood
attached
to
it,
held
together
by
the
tendons
.
.
.
4.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground,
and
reduced
to
a
skeleton,
blood-‐besmeared
and
'without
flesh,
held
to-‐
gether
by
the
tendons
.
.
.
5.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground
and
reduced
to
a
skeleton
without
flesh
and
blood,
held
together
by
the
ten-‐
dons
...
6.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground
and
reduced
to
discon-‐
nected
bones,
scattered
in
all
directions-‐here
a
bone
of
the
hand,
there
a
bone
of
the
foot,
a
shin
bone,
a
thigh
bone,
the
pelvis,
spine
and
skull
...
7.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground,
reduced
to
bleached
bones
of
conch-‐like
color
.
.
.
8.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground,
reduced
to
bones,
more
than
a
year
old,
lying
in
a
heap
...
9.
And
further,
monks,
as
if
a
monk
sees
a
body
thrown
in
the
charnel
ground,
reduced
to
bones,
gone
rotten
and
become
dust,
he
then
applies
this
perception
to
his
own
body
thus:
"Verily,
also
my
own
body
is
of
the
same
nature;
such
it
will
become
and
will
not
escape
it."
7.
Consideraciones
plásticas
Así,
sin
pensar
demasiado,
empecé
en
forma
mi
primer
jardín
con
un
autorretrato.
Hice
el
dibujo
primero
en
mi
libreta
y
luego
tracé
sobre
ella
una
cuadrícula.46
Sembré
la
primera
sección
de
cinco
el
Jueves
2
de
Agosto
del
2012,47
y
sembré
una
nueva
sección
cada
dos
semanas…
fig.
58
fig.
59
46
fig.
58.
Autor
(2012),
Autorretrato.
Grafito
y
micro-‐punta
sobre
papel.
24
x
16,5
cm.
47
fig.
59.
Semillas
y
tierra
sobre
fique.
135
x
40
cm.
Sobre
la
figuración
Un
retorno
al
origen
Todas
estas
reflexiones
sobre
esta
Mi
deseo
de
retornar
a
la
pieza
y
a
su
tendencia
de
los
cuerpos
y
las
formas,
origen
empezaba
a
sentirse
satisfecho
tanto
humanas
como
vegetales,
a
la
gracias
a
esta
siembra
regulada.
homogeneización
me
llevaron
Nunca
quise
que
mi
trabajo
de
grado
nuevamente
a
la
pregunta
por
la
fuera
una
muestra
de
fotografía,
y
por
figuración.
En
un
principio
esto
nunca
quise
que
el
registro
simplemente
quise
hacer
figuración,
adoptara
un
valor
prominente
dentro
porque
me
gusta
la
forma,
el
volumen
del
trabajo,
al
menos
no
como
y
el
dibujo
figurativo.
Aunque
sentía
imagen.
Esto
no
fue
razón
para
evitar
que
podría
llegar
a
sobrar
y
a
generar
el
registro
fotográfico,
que
incluso
se
ruido
sobre
lo
que
ya
estaba
volvió
un
pretexto
para
disciplinarme
sucediendo
en
mis
jardines,
no
le
en
mis
labores
jardineras.
Gracias
a
la
había
dedicado
tiempo
a
preguntarme
idea
del
registro
pude
consolidar
una
genuinamente
si
había
cabida
para
la
presencia
constante
y
un
criterio
figuración
en
mi
trabajo,
y
si,
de
sensible
al
desarrollo
de
las
plantas.
haberla,
contribuiría
a
mi
postura.
Aún
así,
nunca
quise
acudir
al
registro
Para
este
punto
descubrí
algo
fotográfico
como
medio
para
hablar
inesperado:
no
parecía
importar!
sobre
todo
el
tiempo
transcurrido
Podría
decirse
que,
aún
hoy,
el
criterio
entre
la
siembra
y
el
momento
en
el
para
que
un
pintor,
o
un
dibujante
sea
que
el
espectador
viera
los
jardines,
bueno
es
que
la
imagen
“se
parezca”.
así
que
necesitaba
otra
forma
para
¡Tanto
sufrieron
algunos
pintores
con
hablar
de
todo
ese
tiempo,
si
es
que
la
llegada
de
la
fotografía!
quería
ser
consecuente
con
mis
ideas
Posiblemente
recurrimos
a
la
acerca
del
retorno
al
origen
mismo
de
figuración
como
una
medida
de
la
pieza
y
a
la
naturaleza
y
carácter
de
objetividad.
Como
si
ella
confirmara
su
materia.
Esta
siembra,
separada
que
todos
vemos
la
misma
cosa
igual
y
aproximadamente
por
intervalos
de
como
si
nuestra
cordura
se
apoyara
dos
semanas,
permitía
que
la
imagen
sobre
esa
comodidad
que
nos
genera.
final
contuviera
varios
tiempos,
como
Depronto
en
algo
de
esto
radica
el
una
tira
de
prueba
en
fotografía,
que
enorme
temor
que
tan
fácilmente
le
recibe
diferentes
tiempos
de
tenemos
a
la
muerte;
en
ese
miedo
a
la
exposición
que
se
manifiestan
en
un
pérdida
de
forma,
a
la
dilatación
de
degradé
donde
lo
más
oscuro
recibió
nuestro
contorno,
a
la
porosidad,
a
luz
por
más
tiempo
y
lo
más
claro
por
dejar
de
reconocer
nuestros
límites
menos.
En
el
caso
de
mis
jardines
lo
físicos
que
tan
intrínsecamente
se
más
claro
suele
ser
más
viejo,
y
por
lo
encuentran
atados
a
una
sensación
de
tanto
ha
recibido
más
luz,
aunque
no
colectividad
y
familiaridad
que
nos
siempre
es
así.
Es
posible
ver,
en
un
tranquiliza,
que
nos
aleja
del
vacío
solo
jardín,
una
gradación
pictórica
de
que
rodea
y
a
la
vez
define
la
forma
verde
a
amarillo,
y
vital
de
joven
a
que
nos
contiene
y
nos
acoge
como
viejo.
El
jardín
revela
la
forma
en
la
vientre
maternal.
que
está
hecho
e
indica
una
noción
de
Todo
mi
proceso
me
había
llevado
tiempo;
señala
un
tiempo
pasado,
a
abandonar
la
figuración
como
un
como
los
anillos
en
los
troncos
de
los
espacio
de
comodidad
formal.
La
árboles,
que
en
su
interior
albergan
un
figuración,
para
mí,
siempre
ha
sido
testimonio
de
supervivencia,
una
sinónimo
de
control,
y
saber
que,
colección
de
las
cicatrices
dejadas
por
construyendo
la
imagen
junto
con
la
el
tiempo,
los
vestigios
de
una
planta,
este
lugar
se
desmoronaba,
empresa
de
vida
que
cada
vez
cede
un
nuevamente
me
pareció
un
poco
más
en
sus
negociaciones
con
el
descubrimiento
fascinante.
La
imagen
horizonte
y
la
entropía.
se
comporta
como
una
matriz
oculta,
como
un
trazo
de
semillas
que
el
pasto
mismo
dilata
al
punto
de
desaparecerlo.
Si
la
imagen
que
existe
oculta
tras
la
planta
es
o
no
un
rostro,
parece
no
tener
relevancia.
Más
aún,
otras
una
lucha
contra
esta
tendencia
si
hablo
acerca
de
la
disolución
de
los
al
suelo,
a
la
tierra;
la
lucha
constante
límites
y
de
la
pérdida
de
forma,
el
de
la
forma
contra
la
homogeneidad,
rostro,
mi
rostro,
es
una
forma
más
la
resistencia
a
formar
parte
del
suelo,
que,
como
en
mi
jardín,
con
el
tiempo
el
temor
de
retornar
al
origen,
la
lucha
perderá
sus
límites
y
se
volverá
un
de
lo
vertical
contra
lo
horizontal
elemento
más
en
esa
sopa
en
constante
degradación
que
es
la
tierra.
Abandonar
lo
figurativo,
o
más
allá
de
eso,
ver
cómo
la
planta
se
impone
a
la
imagen
y
la
oculta,
ver
cómo
el
pasto
empieza
a
crecer
sobre
mi
cara,
como
si
estuviera
ya
bajo
tierra
y
verme
intentando
rescatar
mi
rostro
a
través
de
la
poda,
se
volvió
a
veces
un
enfrentamiento
y
otras
un
juego
de
reflejos;
de
verme
y
no
verme
a
mí
mismo
en
la
planta,
fue
a
veces
aceptación
de
mi
propia
muerte
y
Verticalidad
y
horizontalidad
Me
es
imposible
aún
librarme
de
la
sensación
que
invade
mi
estómago
cuando
percibo
que
la
planta
está
empezando
a
decaer.
Pero
esto
sólo
me
ha
hecho
más
consciente
de
aquello
a
lo
que
la
someto
y
de
las
razones
por
las
que
lo
hago.
Desde
que
concebí
mi
trabajo
como
dibujo,
o
como
pintura,
me
pareció
que
había
algo
en
la
verticalidad
que
no
me
permitía
renunciar
a
ella.
Además,
desde
que
descubrí
que
la
raíz
del
pasto
le
permitía
permanecer
en
posición
vertical
sin
desprenderse,
descubrí
también
que
podía
proporcionarle
un
soporte
de
fique
para
que
el
peso
no
fuera
soportado
por
la
raíz
sino
por
las
fibras
del
fique
y
que
podía
inventar
un
sistema
de
riego
que
no
supliera
por
completo
la
presencia
de
un
cuidador.
Esto
hizo
de
la
verticalidad
una
opción
absolutamente
viable,
sobre
todo
pensando
en
la
posibilidad
del
gran
formato.
Sin
duda
habría
una
gran
diferencia
entre
ver
mis
jardines
en
el
piso
a
verlos
totalmente
de
frente.
Poner
mis
jardines
horizontales
los
lleva
al
nivel
del
pasto
común,
el
pasto
que
pisamos
en
el
parque
o
en
la
calle.
La
frontalidad,
por
otro
lado,
nos
lleva
al
mundo
de
la
pintura
en
la
medida
en
la
que
se
sugiere
un
espacio
de
contemplación.
Entramos
a
las
galerías
y
a
los
museos
con
la
expectativa
de
ser
sorprendidos,
de
ser
entretenidos.
Difícilmente
vemos
televisores
horizontales,
o
pantallas
en
general.
Tampoco
vemos
vallas
publicitarias,
pancartas
o
afiches
horizontales.
La
verticalidad
le
apunta
a
nuestra
mirada,
a
lo
que
merece
ser
visto
y
que,
al
mismo
tiempo,
nos
enfrenta,
como
nuestro
reflejo
en
un
espejo.
Este
carácter
de
enfrentamiento
es
uno
que
se
asemeja
a
la
pintura
de
Friedrich,
pero
en
este
caso
es
la
naturaleza
la
que
se
ubica
frente
a
nosotros
en
forma
de
jardín,
dificultando
el
paso
y
negando
la
posibilidad
de
pasarle
por
encima.
La
verticalidad
aparece
como
reflejo,
como
igual,
como
obstáculo,
como
un
factor
de
contemplación
que
aboga
por
la
necesidad
de
pisar
la
tierra
siempre
con
cuidado
y
con
consciencia.
El
horizonte
es
la
manifestación
más
excepcional
del
actuar
de
la
gravedad
sobre
la
tierra.
Me
imagino
el
planeta
en
sus
inicios
como
una
aglomeración
de
escombros
girando
a
toda
velocidad
por
el
espacio,
y
me
imagino
luego
las
fuerzas
gravitacionales
actuando
sobre
estos,
formando
una
esfera
cada
vez
más
lisa.
Lo
mismo
sucede
con
los
demás
astros.
Nada
más
homogeneizador
que
la
gravedad.
El
horizonte
es
testigo
de
su
actuar,
y
de
la
batalla
encarnizada
que
se
está
librando
contra
ella.
Desde
los
inicios
de
la
vida,
animales,
plantas,
bacterias,
humanos,
etc.
hemos
vivido,
sobrevivido,
y
muerto
luchando
contra
esa
tendencia
al
suelo.
Hemos
retornado
a
la
tierra
y
al
agua
que
alguna
vez
fueron
nuestra
cuna,
generando
capas
y
capas
de
legado,
fertilizando
la
tierra
que
hoy
con
apatía
pisamos.
“La
jardinería
es
una
apertura
de
mundos
–
de
mundos
entre
mundos
–
empezando
por
el
mundo
a
nuestros
pies.
Para
adquirir
consciencia
sobre
nuestros
pasos
es
necesario
sumergirnos
en
esa
organicidad
propia
del
inframundo
del
suelo,
con
el
fin
de
apreciar,
de
manera
comprometida,
el
potencial
de
la
tierra
para
sostener
la
vida.”
(Harrison,
2008,
p.30)(Traducción
propia)46
Increíble
sembrar
la
semilla,
que
es
una
bolita
de
no
más
de
un
centímetro
de
largo
y
aproximadamente
medio
de
ancho,
y
ver
cómo
con
el
tiempo
brota
de
ella
raíz
y
hoja,
¡mágica
y
prácticamente
de
la
nada!
¡Como
que
uno
no
entiende
de
dónde
está
saliendo!
¿No
dice
acaso
la
ley
de
la
conservación
de
la
materia,
que
ésta
no
se
crea
ni
destruye?47¿Entonces
de
dónde
salen
la
hoja
y
la
raíz?!
Me
imagino
entonces
la
semilla
absorbiendo
agua
e
inflamándose,
descomponiendo
sus
moléculas
e
invirtiendo
en
la
creación
de
raíces
que
luego
saldrán
a
absorber
los
nutrientes
de
la
tierra,
a
procesarlos
y
a
erigir
hojas,
a
manera
de
una
ciudad
verde,
que
se
yergue
en
busca
de
la
luz
del
sol,
iniciando
su
lucha
contra
la
gravedad.
De
manera
que
nunca
hay
más
o
menos
materia,
sino
que
la
misma
materia
que
yace
oculta
en
la
tierra
es
drenada
por
la
planta
y
transformada
en
verticalidad.
De
la
misma
manera
crecimos
nosotros,
y
todo
lo
vivo.
La
vida
es
el
esfuerzo
de
los
cuerpos
por
permanecer
verticales,
por
no
dejarse
aplastar
ni
homogeneizar,
de
la
forma
contra
la
uniformidad,
incluso
de
la
identidad
contra
la
no-‐identidad.
La
verticalidad
es
la
postura
que
adoptamos
ante
el
temor
de
retornar
a
la
tierra,
al
origen,
y
a
la
pérdida
de
los
límites
que
nos
definen
como
individuo;
es
la
contienda
del
agite
y
la
perturbación
contra
el
implacable
sosiego
de
Shiva.
______________________
46
“Gardening
is
an
opening
of
worlds
–
of
worlds
within
worlds
–
beginning
with
the
world
at
one’s
feet.
To
become
conscious
of
what
one
is
treading
on
requires
that
one
delve
into
the
ground’s
organic
underworld,
so
as
to
appreciate,
in
an
engaged
way,
the
soil’s
potencial
for
fostering
life.”
47
“En
toda
reacción
química
la
masa
se
conserva,
esto
es,
la
masa
total
de
los
reactivos
es
igual
a
la
masa
total
de
los
productos”.
Pulido
Bosch,
M.
y
Romero
Hinojosa,
F.
(circa).
8.
De
la
jardinería
a
la
vida
Simultáneamente
a
los
cuidados
del
jardín
de
mi
rostro
sembré
varios
experimentos
con
el
pasto
de
trigo.
Uno
de
estos
experimentos,
que
nombré
“el
colgado”,48
logré
ponerlo
vertical
en
mi
terraza,
aguantando
condiciones
terriblemente
hostiles
en
términos
de
sol,
viento
y
lluvia.
Seguía
pensando
en
mis
primeros
intentos
de
verticalidad,
y
seguía
sintiéndome
“culpable”
por
el
declive
de
esos
pastos,
como
si
fuera
el
hombre
de
la
pintura
de
Friedrich,
obligando
a
la
planta
a
ubicarse
en
la
posición
que
yo
quisiera,
imponiendo
mi
voluntad
sobre
la
suya.
Solo
cuando
me
di
cuenta
de
que
espontáneamente
estaba
regando
al
colgado
dos
veces
al
día,
y
proporcionándole
el
doble
de
cuidado
al
que
le
brindé
en
un
principio,
comprendí
que
efectivamente
estaba
involucrado
en
una
relación
de
dar
y
ceder
con
la
planta.
fig.
60
fig.
61
fig.
62
fig.
63
48
fig.
60
septiembre
4
de
2012,
fig.
61
octubre
20
de
2012,
fig.
62
noviembre
3
de
2012
y
fig.
63
noviembre
28
de
2012
Inicialmente
los
riegos
los
hacía
en
la
mañana,
pero
descubrí
que
regándolas
por
la
noche
éstas
conservaban
mejor
la
humedad.
Cuando
las
regaba
en
el
día
tenían
todo
el
día
para
secarse
y
para
estar
a
penas
húmedas
durante
la
noche.
Regándolas
de
noche
mantienen
la
humedad
toda
la
noche
y
tienen
el
día
para
secarse
parcialmente.
El
colgado
era
regado
en
la
mañana
y
en
la
noche,
pues
al
no
tener
un
sistema
de
almacenamiento
de
agua
y
riego,
mi
presencia
era
indispensable
para
su
preservación.
Fue
así
que
entendí
que
de
alguna
manera
estaba
compensando
el
esfuerzo
de
la
planta
por
sobrevivir
en
verticalidad
contra
las
condiciones
más
adversas.
Nada
de
esto
fue
premeditado,
por
lo
que
fue
más
que
sobrecogedor
para
mí;
porque
no
había
comprendido
la
magnitud
del
compromiso
que
había
adoptado
hacia
mis
plantas
ni
el
sentido
de
responsabilidad
que
se
había
instaurado
naturalmente
en
mí
gracias
a
ellas.
Siento
que
el
espacio
que
le
he
dedicado
al
cuidado
de
las
plantas
ha
brindado
frutos
en
otras
áreas
de
mi
vida;
como
el
cuidado
de
mi
cuerpo
a
través
del
ejercicio
disciplinado,
o
una
consciencia
sobre
mi
alimentación
y
mis
hábitos.
Debo
decir
que
incluso
empiezo
a
ver
mis
relaciones
interpersonales
como
necesitadas
de
cuidado,
de
cultivación;
con
estaciones,
con
crecimientos
y
declives,
nacimientos
y
muertes.
No
quisiera
entrar
a
discutir
eso
aquí,
pero
me
he
descubierto
fascinado
por
las
plantas.
Por
los
musgos
que
crecen
a
la
sombra
de
los
árboles,
de
las
semillas
que
caen
de
los
eucaliptos
del
parque
frente
a
mi
casa,
de
las
enredaderas
que
invaden
las
fachadas
de
las
casas
y
de
las
que
cuelgan
de
los
balcones
de
los
apartamentos,
como
la
lágrima
de
bebé.
De
los
cactus,
de
los
cultivos
de
papa,
lechuga
y
maíz,
de
los
frailejones
que
adornan
los
páramos
solitarios,
y
de
las
palmas,
como
la
Bismarckia,
que
me
encanta
y
que
crece
en
parajes
más
templados.
9.
El
mástil
Hasta
ahora
ha
sido
un
proceso
que
ha
demandado
siempre
una
mayor
consciencia
sobre
lo
que
sucede,
tanto
con
las
plantas
como
con
el
proyecto
en
general,
y
es
en
esta
medida
que
siento
que
debo
darle
algo
de
mérito
a
Friedrich
y
a
su
pintura
después
de
lo
duro
que
le
he
dado.
El
hombre
en
su
pintura
asume
una
postura
contemplativa,
elevada.
Esta
elevación
de
la
mirada
es
un
medio
que
incluso
Turner
adoptó
al
atarse
al
mástil
del
barco(?).
Es
importante
levantar
las
narices,
salirnos
a
ratos
de
la
vista
exclusiva
de
lo
local.
Desde
cerca
o
desde
adentro
todo
puede
parecer
acelerado,
agitado
y
multiforme.
De
lejos
y
desde
afuera
el
panorama
se
torna
sereno,
moderado
y
uniforme.
Como
estar
en
un
basurero,
lleno
de
chatarra
y
chuchería
de
toda
calaña,
o
ver
un
basurero
desde
arriba,
donde
todo
es
tan
heterogéneo
que
se
ve
igual,
como
un
gris
más
o
menos
parejo,
como
la
estática
de
un
televisor
viejo
sin
señal.
A
veces
me
siento
binario
o
en
alto
contraste,
ceros
y
unos,
blanco
y
negro,
bueno
y
malo.
Sólo
cuando
me
alejo
de
ese
precipitado
ritmo
de
hormiga
me
siento
acercándome
al
tiempo
de
Shiva,
donde
los
límites
se
hacen
difusos,
el
movimiento
se
hace
vibración
y
me
permito
sentirme
arrastrado
por
la
entropía
sin
sentirme
ansioso
por
todo
lo
que
quiero
o
debo
hacer.
En
su
libro,
Harrison
habla
sobre
los
límites
del
jardín,
más
específicamente
de
uno
de
los
jardines
de
Kingscote,
la
universidad
en
la
que
dicta
clase,
y
habla
acerca
de
la
forma
en
la
que
estos,
a
pesar
de
estar
retirados
del
mundo
circundante,
deben
evitar
el
hermetismo
y
optar
por
una
porosidad
que
eluda
el
enajenamiento
total.
Un
jardín
se
encuentra
literalmente
definido
por
sus
fronteras.
Sin
embargo,
aunque
las
anteriores
proveen
demarcación
y
definición,
éstas
son,
primordialmente,
relativas.
Con
esto
me
refiero
a
que
mantienen
al
jardín
intrínsecamente
relacionado
con
el
mundo
del
que
se
mantienen
retirados.
En
Kingscote
uno
tiene
la
sensación
de
estar
en
un
punto
fijo
dentro
del
ajetreo
circundante.
Aún
así,
esta
quietud
es
relativa,
dinámica
y
no
del
todo
separada
del
entorno.
De
hecho,
uno
podría
decir
que
ésta
quietud
extrae
su
energía
del
movimiento
que
rodea
sus
bordes.
Pues
la
quietud
es
una
forma
de
energía.
Si
hay
algo
ejemplar
acerca
de
Kingscote,
es
la
manera
en
la
que
sus
fronteras
amortiguan
el
bullicio
de
la
vida
universitaria
de
tal
forma
que
no
lo
excluyen
ni
silencian
del
todo.
La
conmoción
se
filtra
a
través
de
los
árboles
y
se
hace
escuchar
en
murmullos
apagados
que
de
esta
manera
rompen
el
silencio.
Una
tensión
esencial
se
pierde
cuando
los
jardines
no
tienen
aperturas
porosas,
incluso
promiscuas,
al
mundo
más
allá
de
sus
fronteras.
(Tal
vez
era
este
el
problema
con
el
Edén
–
que
no
tenía
un
mundo
externo
presionando
sobre
sus
márgenes,
definiendo
sus
límites,
por
lo
que
nuestros
padres
primordiales
buscaron
el
único
límite
que
estaba
disponible
para
ellos,
con
el
fin
de
proveerse
con
una
medida
de
realidad.)
(Harrison,
2008,
p.57
–
58)(Traducción
propia)
49
49
“A
garden
is
literally
defined
by
its
boundaries.
However,
while
the
latter
provide
demarcation
and
definition
are
for
the
most
part
relative.
By
that
I
mean
they
keep
the
garden
intrinsically
related
to
Este
interés
en
la
mirada
lejana,
en
el
tomar
distancia,
es
uno
que
rescato
porque
la
jardinería
me
lo
ha
inculcado,
y
que
quisiera
compartir
a
través
de
mis
jardines,
así
sea
únicamente
en
la
forma
de
un
instante.
Por
este
motivo
es
importante
para
mí
el
ubicar
mis
plantas
en
un
lugar
similar
al
jardín
de
Kingscote
descrito
por
Harrison.
Montarlos
en
el
espacio
público,
en
un
parque,
por
ejemplo,
o
en
la
calle
los
habría
enmarcado
bajo
un
discurso
sobre
la
urbanidad,
sobre
la
ciudad.
No
quisiera
rodearlos
del
ruido
de
los
carros,
de
peatones
afanados
por
llegar
a
sus
trabajos,
del
estrés
y
el
agite
de
la
calle,
ni
el
semáforo,
ni
el
vendedor,
ni
el
taxi,
ni
el
paradero
de
bus.
Me
interesa
esa
noción
de
distancia,
de
semi-‐
enajenamiento,
de
quasi-‐reclusión.
En
esto
el
espacio
ideal
para
ellos
suena
más
parecido
al
cubo
blanco,
aunque,
como
hemos
dicho,
esté
ya
no
es
ni
tan
cubo
ni
tan
blanco,
y
sí
se
encuentra
cargado
de
referencias
al
mundo
de
la
academia,
de
las
galerías
y
del
mercado
del
arte.
El
espacio
que
he
buscado
para
mis
pastos
es
uno
que
deje
respirar,
que
potencie
el
carácter
oxigenador
de
la
planta
a
la
manera
de
un
santuario
que
preserve
el
sendero
a
aquello
de
lo
que
uno
quisiera
refugiarse.
Es
importante
que
la
abstracción
no
sea
total,
que
se
preserve
un
sendero
transitable,
un
ancla
entre
el
jardín
y
la
vida.
Por
esto
es
importante
que
el
jardín
no
se
autorregule,
sino
que
asuma,
por
mínima
que
sea,
la
presencia
de
un
espectador,
de
un
“cuidador”,
para
su
manutención.
No
se
trata
de
llevar
el
jardín
a
la
presunta
neutralidad
del
cubo
blanco,
ni
a
su
atemporalidad,
ni
mucho
menos
de
despojarlo
de
su
mortalidad,
sino
todo
lo
contrario.
Es
importante
llevar
la
vida
y
la
muerte
al
jardín
–
y
el
jardín
a
la
vida
y
a
la
muerte
-‐
pues
este
hace
las
veces
de
mástil.
Desde
él
podemos
ver
la
tormenta
de
nuestras
vidas
y
podemos
vernos
a
nosotros
mismos
en
ella.
Podemos
ver
los
límites
que
rigen
nuestras
vidas
y
que
nos
definen,
así
como
la
manera
en
la
que
estos
se
superponen
y
dilatan
junto
a
otros,
generando
redes
intrincadas
dentro
de
las
que
podemos
perdernos
o
encontrarnos.
“Es
primordialmente
el
perímetro
de
un
jardín
lo
que
lo
separa,
lo
que
configura
su
forma
viviente
(hablo
de
“forma
viviente”
porque,
sin
importar
qué
más
hagan,
los
jardines
conjugan
vida
y
forma)”(Harrison,
2008,
p.56)(Traducción
propia)50
the
world
that
they
keep
at
a
certain
remove.
Inside
Kingscote
one
has
a
sense
of
being
in
a
still
spot
of
the
surrounding
whirl,
yet
the
stillness
is
relative,
dynamic,
and
unabstracted
from
the
environment.
Indeed,
one
could
say
that
the
stillness
draws
its
energy
from
the
whirl
around
its
edges.
Fro
stillness
is
a
form
of
energy.
If
there
is
something
exemplary
about
Kingscote,
it
is
the
way
its
broders
créate
a
buffer
against
the
bustle
of
university
life
at
its
margins,
yet
they
do
not
exclude
or
shut
out
that
bustle
altogether.
The
commotion
seeps
in
through
the
trees
and
makes
itself
heard
in
muffled
accents,
thus
rendering
the
silence
relational.
An
essential
tensión
is
lost
when
gardens
do
not
have
porous,
even
promiscuous
openings
onto
the
world
beyond
their
bounds.
(Maybe
this
was
the
trouble
with
Eden
–
it
did
not
have
pressing
in
on
its
edges
and
outside
world
to
define
its
limits,
so
our
primal
parents
sought
out
the
only
limit
that
was
available
to
them,
to
supply
the
place
with
a
measure
of
reality.)”
50
“It
is
primarily
a
garden’s
perimeter
that
sets
it
apart,
that
gives
shape
to
its
living
form
(I
call
it
“living
form”
because,
whatever
else
they
may
do,
gardens
conjugate
life
and
form)”
Es
la
misma
vida
y
la
misma
forma
de
la
que
participamos
humanos
y
plantas.
Igualmente
cultivamos,
cosechamos,
recogemos
unos
frutos,
desechamos
otros,
atravesamos
inviernos,
primaveras,
otoños
y
veranos
y
nos
vemos
reaccionar
a
todo
lo
que
nos
rodea.
Hacemos
parte
de
un
mismo
ciclo
de
crecimiento
y
degradación
que
eventualmente
nos
llevará
a
ser
“un
cadáver
arrojado
en
la
cripta”.
Lo
único
que
nos
queda
es
nuestra
vocación
de
cuidadores;
nuestra
consciencia
de
nuestras
propias
vidas
y
de
nuestro
propio
actuar.
10.
Conclusiones
y
reflexiones
finales
Cuando
era
pequeño
y
salíamos
a
pasear
con
mis
papás
y
mi
hermano,
mi
papá
me
decía:
“Daniel,
mira
los
árboles,
mira
esa
lama,
mira
ese
pasto…”
y
yo
realmente
no
podía
entender
qué
tenía
de
especial
eso
que
siempre
había
estado
ahí.
En
mi
cabeza
sólo
había
espacio
para
monstruos,
caricaturas
y
criaturas
fantásticas.
Me
genera
una
sonrisa
verme
a
mí
mismo
en
esta
situación
en
este
momento:
Sintiéndome
inmerso
en
los
movimientos
de
la
naturaleza
como
un
agente
más
de
su
actuar;
sorprendido
a
cada
instante,
ansioso
por
explorar
la
infinitud
de
posibilidades
que
ofrece
el
trabajar
con
plantas
como
materia
plástica,
así
como
toda
una
nueva
gama
de
variables
para
enfrentar
las
problemáticas
que
siempre
me
han
asaltado
y
de
las
cuales
este
proyecto,
gracias
a
Nicolás,
no
trata
sino
una
porción
que,
a
su
vez,
deja
abiertas
miles
de
preguntas
y
de
senderos;
de
ramas
que,
con
el
tiempo,
espero
me
lleven
a
ramas
más
anchas,
al
tronco
o
a
las
raíces
de
mi
propia
existencia.
En
algún
punto
me
pregunté
si
uno
puede
asumir
que
se
habla
de
naturaleza
en
general
sólo
porque
existe
la
presencia
de
un
jardín
o
de
una
planta
involucrada.
Por
supuesto
que
no.
A
medida
que
el
trabajo
avanzó
me
di
cuenta
de
que,
cada
vez
más,
la
parte
importante
de
mi
trabajo
empezó
a
girar
en
torno
a
la
práctica
de
la
jardinería,
más
que
en
el
objeto
mismo.
No
pienso
llegar
a
mostrar
mis
dibujos
con
plantas,
mis
esculturas
vegetales,
mis
pinturas
vivas,
sino
una
serie
de
objetos
característicos,
que
espero
sean
capaces
de
dar
cuenta
de
un
proceso
de
diálogo
entre
las
plantas
y
yo.
Es
aquí
donde
puede
verdaderamente
hablarse
de
naturaleza.
Naturaleza
es
la
relación.
No
se
habla
de
naturaleza
porque
haya
plantas,
o
seres
humanos,
sino
porque
estos
se
relacionan.
Me
sentí
sumergido
en
las
dinámicas
de
crecimiento
y
decaimiento
de
las
plantas.
Me
vi
a
mí
mismo
reaccionar
a
un
actuar
que,
sin
más
mérito
que
la
lluvia
o
el
sol
que
las
nutren,
ni
más
culpa
que
los
hongos
o
los
insectos
que
las
devoran,
me
llevó
a
entender
que
no
es
mi
función
como
jardinero
el
cuidar
de
la
planta
en
términos
de
mantenerla
“viva”,
verde,
o
fresca.
El
sólo
acto
de
sembrar
un
jardín
en
cierta
medida
es
un
capricho
del
jardinero.
La
naturaleza
necesita
agentes
de
transformación,
de
movimiento,
de
transporte,
de
mezcla;
agentes
cuyo
papel
constantemente
se
define
y
redefine.
No
necesita
de
un
jardinero
que
le
dé
forma
y
la
controle,
que
la
pode,
ni
que
la
siembre.
Los
animales
o
el
viento
son
agentes
polinizadores
y
de
poda.
El
jardinero,
como
lo
planteo,
es
un
agente
que
se
inserta
dentro
de
estas
dinámicas,
haciendo
a
veces
el
papel
de
destructor,
de
generador,
de
preservador,
etc.
El
jardinero
es
naturaleza
misma.
El
verdadero
cuidado
surge
cuando
viene
tanto
del
jardinero
al
jardín
como
del
jardín
al
jardinero.
El
jardín
es
medicinal.
Pero
no
debemos
engañarnos
creyendo
que
hacemos
jardines
para
hacerle
un
favor
a
la
naturaleza.
El
jardín
lo
hacemos
para
hacernos
un
favor
a
la
naturaleza.
…sin
embargo
en
el
análisis
final
debemos
recordar
que
la
naturaleza
tiene
su
propio
orden
y
que
los
jardines
humanos
no
pueden,
como
ingenuamente
podríamos
pensar
que
lo
hacemos,
dar
orden
a
la
naturaleza;
más
bien,
le
dan
orden
a
nuestra
relación
con
la
naturaleza.
(Harrison,
2008,
p.48)(Traducción
propia)51
51
“…yet
in
the
final
analysis
we
must
always
remember
that
nature
has
its
own
order
and
that
human
gardens
do
not,
as
one
hearts
so
often,
bring
order
to
nature;
rather,
they
give
order
to
our
relation
to
nature.”
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