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El Hombre Simple PDF
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De estatura perfecta para que sus labios siempre carmín se acoplaran con
los míos. Nuestros dedos se entrelazaban irreversiblemente, sus manos estaban
hechas a la medida de las mías. Su cintura tenía la medida perfecta para mis
brazos. Sus ojos lóbregos delineados delicadamente con el mismo color oscuro
podían mirar a los míos con sólo elevar ligeramente su rostro. ¿Qué habré tenido
yo? Me pregunto ahora y sigo sin respuesta, tal vez nunca tuve nada y fui sólo uno
más de sus impulsos.
Hace tal vez ocho meses que la conocí. Antes de comenzar mi jornada en
la fábrica solía ir al mismo café cada mañana, tenía dos meses haciéndolo, el
mismo tiempo que llevaba inaugurado el lugar. Aquel día me acompañaba Alonso
y ella nos atendió. Jamás le había visto, pensé que recién empezaba a trabajar
ahí. Cuando la vi mis ojos se llenaron de luz con su piel arena y sus ojos robles,
me sentí atropellado con su actitud arrogante que contrastaba con lo lindo de su
sonrisa, aunque sus labios ocultaban algún tipo de misterio que me invitaba a
descifrarlo. Sus mejillas adornadas con unos hoyuelos que podrían aspirar mi
alma si ella lo decidía, su coleta por atrás le hacía lucir su rostro que deslumbraba
de coqueteo. Su personalidad tan seductora me atrapó en seguida e hizo
olvidarme del dolor de cualquier amor pasado. Ordené de forma discreta.
No podía mantener la calma desde que la vi, como si supiese que ganaría
la lotería o que en unos minutos fuera a morir. Tenía la misma inquietud de un
niño de 7 años durante la mañana de navidad antes de abrir sus regalos. Y con
muchos nervios pero poco temor me atreví a preguntarle su nombre en cuanto
regresó con nuestro desayuno.