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LA EUTANASIA

Es un tema muy complejo y el debate sobre el tema pareciera nunca terminar, hay
posiciones a favor y otras en contra y otros no saben de qué lado colocarse.
En la misma situación están los médicos, no hay entre ellos consenso.

Mi interés hoy ante ustedes, es exponer unas ideas sobre tres temas que me
parecen fundamentales.

Personalmente pienso que lo más importante no es tomar una posición a la


defensiva; sino exponer con claridad las ideas para que cada uno tome posición al
respecto.

Los tres temas son:


1. La vida y su valor
2. La dignidad de la persona humana
3. La eutanasia

La posición frente a ellos depende de cada persona, según sea su creencia, la


cultura, su conveniencia, etc.

1. La vida: un gran filósofo M. Kant, hablando de la gran maravilla que es el


espacio celeste (cometas, planetas, distancias, etc. ese mundo que nos asombra
a todos) pero el buen sentido crítico, lo detiene cuando declara que la concepción
mecanicista se debe detener, delante del producto de la naturaleza que es el la
vida orgánica misterio asombroso y más adelante afirma que todos los hombres
son fin en sí mismos y que la inmoralidad consiste en tomar la vida del hombre
como medio para algo siendo como es un fin en sí mismo.

La vida no es producto del azar. Es una creación directa de Dios, cuando se dan
las condiciones. Por lo tanto, las verdades que se refieren a Dios y al hombre,
sobrepasan absolutamente, el orden de las cosas sensibles.

El hombre de todos los tiempos se ha formulado este interrogante: de dónde


venimos, a dónde vamos, cuál es nuestro origen, cuál es nuestro fin, son
irreparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y
nuestro obrar. (hoy materialismo, ateísmo).
Hoy hemos perdido el valer del valor, es decir la esencia del valor mismo. Esto
lleva a la pérdida de la jerarquía de los valores.

La vida es un valor de fin, el dinero por ejemplo es un valor de medio. Hoy hemos
invertido los valores, al dinero le damos valor de fin y a la vida el valor de medio.

Para quien tenga la vida como un valor de medio, la utiliza a su antojo. Para quien
la vida humana tenga su plenitud en una vida sobrenatural, son primero los
valores religiosos.
El desenfreno de una sociedad, de una institución, o de una corporación comienza
cuando se quebrantan los compromisos morales en todos los ámbitos.

Hoy vivimos una época de una fuerte agonía moral que ha llevado al
resquebrajamiento de todos los valores, el primero el de la vida y todo esto es el
reflejo del deterioro moral de una sociedad.

2. La dignidad de la persona humana: si existe de verdad un Dios a tenor de


la concepción cristiana; y para nosotros existe. Ese Dios quiere ser compañero del
hombre, en consecuencia, la dignidad humana, no es entonces un mero postulado
sin consecuencia, o una simple consigna política, sino que es una realidad
inalienable para todo hombre.

Humanidad significa pues respeto al valor de cada hombre como persona.


Humanidad por tanto jamás es debilidad, sino la gran tarea del hombre a favor del
hombre, sea sano o enfermo, fuerte o débil, joven o viejo, hombre o mujer; a todos
ellos en cuanto a criaturas y compañeros de Dios, les corresponde una dignidad
inalienable, que en caso de enfermedad debe ser especialmente respetada.

Humanidad, en fin, es algo particularmente debido a la persona enferma, que


nunca debe ser degradada.
Si existe de verdad un Dios, no deja solo al hombre ni aún en sus experiencias de
sus situaciones límites, sino que lo sostiene secretamente; entonces médico y
paciente, puede adoptar y fundamentar inexorablemente una nueva actitud ante la
enfermedad.

Entonces, el médico, jamás verá a la enfermedad, desde el punto de vista químico


biológico, que solo se puede tratar con técnicas químicas o quirúrgicas; sin calor
humano, sino con todo el calor humano.

Entonces las fases de la enfermedad, nunca serán momentos desesperados, de


abandono o castigo de Dios, sino momentos de reflexión, profundización,
humanización. Nada como el sufrimiento acerca tanto a Dios si se hace con amor.

Nueva actitud ante la terapia: si existe de verdad un Dios, que es a tenor de la


concepción cristiana, no sólo un Dios del espíritu sino también del cuerpo, no sólo
un Dios de los sanos, sino también de los enfermos, no sólo un Dios de los
jóvenes sino también de los viejos, entonces si es posible tomar una posición
distinta tanto respecto a la salvación eterna como respecto a la curación temporal
de la persona.

Entonces de acuerdo a la ética médica, la persona no puede considerarse en


sentido puramente materialista, como cuerpo sin espíritu, ni en sentido idealista,
como espíritu dominador del cuerpo; sino que debe tomarse rigurosamente como
unidad psicofísica, como totalidad, como persona.
Que la persona por estar enferma, enferma de gravedad, enferma de muerte y aún
inválido, no deja de tener su valor como persona en toda su plenitud, aunque ya
no esté en condiciones de desempeñar sus funciones como trabajador, o padre o
madre de familia, etc.
Que toda la vida humana, siempre tiene sentido, que jamás deja de tenerlo.

El médico nunca debe tratar solamente la enfermedad que la persona tiene, sino a
la persona que está enferma.

3. La eutanasia: partimos de un hecho y es que la enorme prolongación de la


vida humana, plantea continuos problemas, tanto a los individuos, incluidos los
médicos, como a la sociedad.

Razones: el número cada vez mayor de ancianos, con graves repercusiones


económicas y sociales por ejemplo, en el seguro de rentas de los pensionistas o
jubilados, cada vez hay menos personas para responder por los ancianos, también
crece el número de personas y grupos para quienes la prolongación -a menudo
artificial- de la vida supone más una carga que un beneficio (modificación de la
ley).
Qué se entiende por eutanasia: en sentido amplio, se puede entender, todas las
medidas de orden corporal o psíquico, encaminadas a aliviar la muerte de los
enfermos (moribundos) incurables.

En la antigüedad greco-romana, eutanasia, significaba literalmente, el “bien morir”,


la muerte “bella”, la muerte rápida, ligera, sin dolor. La mitigación del dolor de
morir, reconocida como tarea médica.

Hoy la eutanasia es objeto de controversia, la muerte de gracia. En otro tiempo


todo el mundo, rechazaba todo tipo de eutanasia, así en la mayoría de los
estados, matar a una persona, aún siendo por deseo expreso de la misma, ha sido
y es, punible.
Hoy es cada vez mayor el número de personas y organizaciones, que reclaman la
legalización la “muerte de gracia” llevada a cabo por un médico dispuesto
voluntariamente a ello.

La controversia teológica se agudiza llegando a este punto: ¿tiene la persona el


derecho de disponer de su vida hasta decidir su propia muerte? (se habla de la
persona gravemente enferma).

Consideramos dos bandos:

SI, dicen los defensores de la eutanasia activa, este derecho lo tiene la persona en
razón de su poder de libre disposición sobre sí mismo, y todo estado tiene que
facilitar el ejercicio de este derecho y las iglesias deben dejar de tutelar
ideológicamente a ciertas minorías, con sus concepciones religiosas y morales.
NO, dice la mayoría de los teólogos, como la mayoría de los juristas y médicos. A
la persona no le es lícito disponer personalmente sobre su vida, y el médico está
para curar, no para matar; además es sorprendente que quienes claman por la
eutanasia, son personas jóvenes y sanas y no tanto enfermos y viejos.

Y algunos teólogos añaden que la vida humana se basa en un sí de Dios al


hombre, es creación y don de Dios y, por lo tanto, escapa al poder de libre
disposición del hombre.
El médico debe ciertamente hacer todo lo que esté en sus manos para curar al
hombre, pero no para retrasar la muerte unas horas, días o incluso años, de forma
artificial y, a menudo, entre excesivos sufrimientos, aún para la familia.

Toda terapia tiene sentido mientras contribuye no al mero mantenimiento


vegetativo, sino a la rehabilitación, esto es a la restitución de las funciones
corporales, vitales suspendidas y, con ello, al restablecimiento de la persona
humana total.
Una operación o terapia intensiva nunca debe ser un fin en si misma, sino medio
para el fin de una vida de nuevo humana. El propio enfermo tiene el derecho de
rechazar un tratamiento encaminado a prolongar su vida, no se le debe hacer
volver de la agonía en todas las circunstancias.

El moribundo no debe ser confinado al aislamiento (salas apartadas) sino


permanecer en lo posible, integrado en la clínica (o en la familia), para que
precisamente en la hora de la angustia no le falte la relación interhumana, la más
importante ayuda a bien morir, la más importante eutanasia.

La asistencia al moribundo, pues, no ha de reducirse a la aplicación de las


medidas médicas, sino debería constituir a un mismo tiempo –en la medida de lo
posible- en la donación personal de médicos, enfermaras, sacerdotes, parientes y
amigos.
Como vemos, el tema como tal, no es fácil, nos queda a todos afrontar la más
segura realidad: la muerte, y entender que para quienes tenemos fe, por la gracia
de Dios, la muerte no es el fin de la existencia sino el principio de la eternidad.

Ricardo González Giraldo


Profesor universitario
Fuentes:
“Vida Eterna”
Hans Küng

Editorial Trotta S.A. 2000


Sogarta 332004 Madrid
Traducción de José María Bravo Navalpotro.

El problema Dell’oumo
Torino Leumann 1973

Prospettive Dell’oumo
Roger Saraudx. Borla editore-torino 1972

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