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*La noche del bosque*

No recuerda bien en que momento supo que estaba perdido, ni en el que dejo de sentir bajo sus
pies el sendero empinado, pedregoso y lleno de hojas secas que recorría cada fin de semana
camino a su pueblo luego de cazar tórtolas y conejos; recordaba que había hecho ese recorrido
con su padre cientos de veces cuando era niño, a veces acompañado por sus hermanos, los
cuales hacia años se habían marchado lejos y de los que no sabía nada; muchas veces,
recorriendo aquel espeso bosque en el que había pasado sus días de inocencia, sentía esa
certeza nostálgica de tener tan lejanos esos días, de verse ya solo y envejecido; tan cerca de ese
final que desde hacía ya tiempo había dejado de asustarle, convirtiéndose tal vez , en una suerte
de consuelo a sus penas; Y entre melancolías y recuerdos, volviendo en sí, se reconoció por
primera vez en mucho tiempo, perdido; mirando a su alrededor sin reconocer nada de lo que
veía, ni los altos pinos del sendero que ya de memoria conocía, ni las piedras llenas de musgo
sobre las que había resbalado tantas veces y el sendero que no lograba divisar. Perdido; mas
siendo su naturaleza optimista y tranquila, resolvió volver sobre los que creía que eran sus pasos,
tal vez así daría de nuevo con el sendero y buscándolo estuvo por casi seis horas, sin resultado;
fue entonces preso de una intranquilidad que no sentía desde hacía muchos años, menos por el
hecho de no saber dónde estaba, que por notar que ya estaba oscureciendo; curiosamente la
noche en ese bosque era algo que nunca en su vida había experimentado, aunque su casa (la
que había sido de sus abuelos, sus padres y su infancia) quedaba al borde del bosque; sobre la
que siempre había visto caer las pesadas copas de los árboles y llenarse de nieve en el invierno;
de ella nunca, o así lo recordaba él, había salido de noche, ni siquiera por accidente o curiosidad,
ni siquiera en compañía de sus padres cuando era niño, ni a sentarse con su abuelo en el
corredor de la entrada a ver las luciérnagas del patio; siempre, sin conocer realmente la razón,
había vivido en la certeza de que, no solo en todos los bosques, sino en ese bosque en particular
no convenía entrar sin la compañía de la luz del día, y viéndose ahí, solo y desprotegido, casi a
oscuras, viendo hacia arriba como las altas copas cada vez se fundían mas con la negrura del
cielo, por primera vez en mucho de su vida, sintió miedo sin saber de qué, pero estaba seguro
de que no debía estar ahí; fue entonces cuando acelero el paso, con las ganas de correr que le
impedía la cada vez más densa oscuridad, abriéndose paso entre las ramas cada vez menos
visibles, resbalando con piedras húmedas y tropezando en agujeros llenos de maleza y cayendo
,como si fuera su entrada triunfal a quien sabe qué, se encontró tendido sobre la hierba de un
enorme claro en medio del bosque; lo sabía por qué era tan grande que podía ver, como a través
de un enorme agujero en la oscuridad, las estrellas y el cielo, esas que ni desde su pueblo se
veían y fue así como se dio cuenta, para su pesar, que estaba muy lejos de su hogar, ese donde
ya nadie lo conocía, donde ya nadie lo recibía, por lo que sabía que pasaría mucho tiempo antes
que alguien notara que no había regresado.

La tenue luz de las estrellas curiosamente le permitía ver mucho de lo que tenía a su alrededor,
se dio cuenta que era un claro inmenso, de forma circular, casi cubierto por completo de un
pasto denso y alto, de ese que corta al tacto, y que le llegaba hasta el pecho; fue entonces
cuando, dando una rápida mirada a lo lejos, la vio casi en el centro del claro, como oculta
intencionalmente por el pasto, una pequeña casa en el centro del lugar; al acercarse noto que
estaba hecha de una madera ya casi roída del todo por la intemperie y los insectos, algunas
partes de los aleros del techo estaban en el suelo, los cimientos desmoronándose, las barandas
del corredor deshechas y algunas manchas de pintura mohosa en las fachadas; se notaba que
llevaba muchos años abandonada; sin embargo, como su posición no era de escoger, supo que
era la única oportunidad que tenía de pasar una noche “segura”, así podría seguir intentando
salir del bosque al día siguiente, y entró. No tardo en notar que el interior no distaba mucho de
lo de afuera, no había electricidad, ni agua, un gran salón de entrada con las tablas de madera
del piso levantadas y lleno de agujeros, los muros llenos de moho y telarañas, un gran hueco en
el techo dejaba entrar un chorro de luz que iluminaba toda la estancia; algo que puedo notar de
inmediato en los muros fue una gran cantidad de cuadros colgados en ellos, todos con algo en
común; mostraban rostros, rostros desfigurados y surrealistas, con expresiones de dolor, de
angustia, de miedo y pánico que, a su juicio, estaban muy bien logradas por quien los había
pintado, aquellos personajes eran de gran variedad, niños, mujeres, ancianos, bebes, animales,
todos con aquella tétrica pero peculiar característica; en ese momento algo llamó su atención,
la luz del agujero del techo era tal, que entre los cuadros pudo ver al fondo del salón una puerta,
a la que se dirigió, con cierta dificultad por los accidentes del piso, al abrirla, lo primero que noto
fue un gran cuadro, igual a los que acababa de dejar atrás , a su lado, una pequeña cama
destartalada y una mesa de noche, su estado de ánimo y físico estaban tan desgastados que lo
único en lo que pensó fue en darse un descanso, así que se sentó en la cama, se quitó el abrigo
y las botas, dejo su escopeta cargada al lado de la cama y se acostó, cayendo en un sueño
profundo; esa noche pasaron, mientras dormía, muchas cosas por su cabeza, muchos recuerdos
de sus hermanos, de la familia que ya no tenia, de su padre, los abrazos de su madre y los
concejos de su abuelo, pero ni la densidad de todo eso se comparó con lo que sintió al despertar,
todo estaba ya iluminado por la luz del sol, un viento fresco soplaba a través de los agujeros de
la casa; fue ahí cuando, con terror, vio al fin justificados todos esos años de miedo y privación a
la noche del bosque; al mirar y recorrer toda la casa, ahora iluminada, noto que eso rostros que
lo miraban iracundos y atemorizados la noche anterior, que esos cuadros inmensos que había
admirado, eran en realidad ventanas.

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