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Contrahegemonía

y Buen Vivir
Contrahegemonía
y Buen Vivir

Francisco Hidalgo Flor


Álvaro Márquez Fernández
Editores

Auspicios de: Apoyos de:

CINDES
CENTRO DE INVESTIGACIONES PARA EL DESARROLLO

Universidad Central Universidad del Fundación CINDES


del Ecuador Zulia - Venezuela Guido Piccini
Contrahegemonía y Buen Vivir

Francisco Hidalgo Flor


Álvaro Márquez Fernández (Editores)

Publicado con auspicio de:

Carrera de Sociología y Política


Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas
Universidad Central del Ecuador.

Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos


Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Universidad del Zulia – Venezuela.

Apoyos de:

Fundación Guido Piccini (Italia)


Centro de Investigaciones para el Desarrollo (Ecuador)

© Francisco Hidalgo Flor


Apartado Postal: 17 – 10 – 7169 Quito, Ecuador

Diagramación: Lcda. Viviana Quishpe, Lic. Orlando Rodríguez


Impresión: Impresos Miraflores

Hidalgo Flor, Francisco; Marquez – Fernandez, Alvaro (edts.)

Contrahegemonía y Buen Vivir / Francisco Hidalgo Flor y Álvaro


Márquez Fernández - Quito, Universidad Central del Ecuador y Uni-
versidad del Zulia – Venezuela, 2012.

226 pp. ; 15 cm x 21 cm

ISBN 978 – 9978 – 9953 – 6 – 5

1.- Hegemonía, Contrahegemonía; 2.- Proceso político, proceso


constituyente; 3.- Buen Vivir – Sumak Kawsay; 4.- Desarrollismo; 5.-
Gramsci; 6.- Ecuador; 7.- Región Andina
para Ana Lucia
esposa y compañera.
Contenido

Presentación .....................................................................................11

De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir


Álvaro B. Márquez - Fernández ...........................................13

Bolívar Echeverría: rebeldía esclarecida para el siglo XXI


Jaime Breilh .........................................................................49

Buen Vivir y criticas al desarrollo: saliendo de la


Modernidad por la Izquierda
Eduardo Gudynas  .................................................................67

Contrahegemonía y Buen Vivir en la fase posneoliberal


Francisco Hidalgo Flor .........................................................89

Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía


en la crisis del posfordismo: la paz en Colombia, 2009-2012
Miguel Ángel Herrera Zgaib ..............................................115

Una reflexión sobre la hegemonía y la contrahegemonía


en tiempos de crisis
Jorge Luis Acanda ..............................................................137

9
La configuración de un horizonte contrahegemónico en
la región andina
Luis Tapia ...........................................................................147

Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas


frente al poder global
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera ......................................165

Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)


Gesualdo Maffia .................................................................191

Homenaje
Carlos Nelson Coutinho: 1943-2012
Marco Aurélio Nogueira  ......................................................211

Datos de autores..............................................................................221

10
Presentación

El presente libro forma parte de una serie de inicia-


tivas desplegadas alrededor de ocho años, luego del Semi-
nario Internacional de Estudios Gramscianos, realizadó en
Puebla - México a fines del 2003 en universidades públicas
de la región andina, entre varios cientistas sociales, para
impulsar un análisis contrahegemónico respecto de los
procesos histórico políticos contemporaneos, asumien-
do como uno de los referentes al pensamiento y la praxis
gramsciana, especialmente considerando las demandas y
propuestas de los movimientos sociales de las clases sub-
alternas que luchan en nuestros países, por cambios pro-
fundos y un buen vivir.

El antecedente mas cercano a este libro es la difu-


ción, el 2011 en el mes de Junio, del No. 53 de la revista
“Utopía y Praxis Latinoamericana: revista internacional
de Filosofía Iberoamericana y Teoría Social”, que es una
publicación, bajo la dirección del Dr. Álvaro Márquez Fer-
nández, de la Universidad del Zulia, en Maracaibo – Ve-
nezuela.

Este numero 53 fue dedicado precisamente a la te-


mática sobre la Contra Hegemonía en América Latina, y el
editor invitado de la misma fue el Msc Francisco Hidalgo
Flor, que es profesor de la Carrera de Sociología del De-
sarrollo en Sociología y Ciencia Política en la Universidad
Central del Ecuador y también es miembro del Comité de
Ética de la mencionada revista.

11
La mayor parte de autores de este libro también
estuvieron presentes en la publicación de la revista “Uto-
pía y Praxis” y tuvieron el compromisó de escribir nuevos
textos, o actualizar sus aportes, para “Contrahegemonia y
Buen Vivir”, a lo cual se incorporaron nuevos autores.

Otro esfuerzo que confluye en el presente libro es


el “Seminario Internacional Antonio Gramsci Subregión
Andino – Amazónica”, cuya octava edición se cumple en
noviembre del 2012 en Bogotá, espacio de reflexión en la
región avanzando hacia una comprensión no solo andina,
sino también las articulaciones con lo amazónico, este se-
minario tiene como eje a la Universidad Nacional de Co-
lombia, en especial el Grupo Presidencialismo y Participa-
ción, que dirige el Dr. Miguel Ángel Herrera.

Agradecemos los apoyos de las entidades universi-


tarias editoras, esto es la Carrera de Sociología y Ciencias
Políticas de la Universidad Central del Ecuador, el Centro
de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la Universi-
dad del Zulia, y también a las instituciones que auspician
la publicación, el Centro de Investigaciones para el Desa-
rrollo – CINDES del Ecuador y la Fundación Guido Piccini
de Italia.

Los editores

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Venezuela

De la racionalidad del capital a la


razonabilidad del buen vivir1
Álvaro B. Márquez - Fernández
“Si la verdad científica fuese definitiva,
la ciencia habría dejado de existir como tal (….)
Más la verdad científica no es definitiva,
sino una categoría histórica y un movimiento en continuo desarrollo.
La ciencia no se presenta jamás como desnuda noción objetiva
aparece siempre revestida de una ideología”.

“(…) los hombres adquieren conciencia de


su posición social en el terreno de las ideologías”.

“(…) la filosofía de la praxis (…) es una filosofía libertaria (…)


de todo elemento ideológico unilateral y fanático;
es la conciencia plena de las contradicciones a través de las cuales
el filósofo entendido como individuo o como grupo social entero,
no sólo comprende las contradicciones, sino que se coloca
así mismo como elemento de la contradicción,
y eleva este elemento a principio de conocimiento y, por tanto, de acción”.
A. Gramsci: Quaderni del Carcere.2

1 La primera sección de este artículo se publicó en la revista internacional de Filosofía Ibe-


roamericana y teoría Social, Utopía y Praxis Latinoamericana, Año, 17, nº. 53 Abril-Junio,
2011, pp.107-117, CESA-Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela, bajo el título: “La
crisis hegemónica: revolucionar la política a través de la liberación de los poderes popula-
res”.
2 De los Quaderni del Carcere (1926-1937), edición crítica del Instituto Gramsci, a cargo de
Valentino Gerratana, se dispone de una trad., cast. (Ana María Palos, revisión de José Luis
González), 4 vols, Ed. Era, México, 1975.

13
Álvaro B. Márquez-Fernández

Introducción

En este artículo se hace un análisis, en un primer momento, de la


crisis de hegemonía en los Estados capitalistas; después, el análisis se
remite al origen de la racionalidad moderna desde la perspectiva griega
de la técnica concebida como dominio de la Naturaleza.

Es indiscutible, nos parece, esa genealogía para explicar el desa-


rrollo del capitalismo neoliberal, sobre todo, cuando se pretende, en un
mundo cada vez más globalizado, presentar la universalidad de la ra-
zón científica como la praxis teleológica que debe inducir la realización
de la política. Precisamente, los Estados deben, entonces, responder
a la reproducción científica de esta racionalidad de la política con la
finalidad de garantizar el sistema de producción que le sirve de base y
que evidentemente entra en contradicción con el mundo de vida de los
pueblos más originales y autóctonos, cuyos estilos culturales se basan
en saberes ancestrales que respetan la relación de alteridad con la na-
turaleza.

Para entender este proceso de desarrollo monocultural de la he-


gemonía neoliberal, es necesario entender el proceso agudo de crisis
ideológica que sufre el poder de la política cuando el Estado de bienes-
tar social queda fracturado por la emergencia de movimientos contes-
tatarios o contrahegemónicos que replantean las relaciones de poder
a partir del paradigma de la liberación. Según Gramsci, esta praxis li-
bertaria de otro sujeto histórico, supone una desarticulación de la con-
cepción del mundo de vida social en términos ideológicos, políticos y
culturales, que ya no permiten la dirección del bloque hegemónico.
Interpretar críticamente esta crisis supone no dar por finalizado
el modo de producción del Estado neoliberal y sus formas de represen-
tación política para legitimar o revalidar el status quo. Se trata de apro-
vechar, por el contrario, esos tipos de crisis para revolucionar la política

14
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

a través de los poderes populares del pueblo, que deben crearse a partir
de la inserción de la ciudadanía en prácticas de poder que fracturan la
hegemonía, así como activar la política por medio de la participación
directa en la creación es espacios de interacción social más emancipa-
torios.

La propuesta de este paradigma alternativo que se desarrolla en


la América Latina nos permite revalidar el sentido originario de un
convivir con la Naturaleza de la vida y que esa coexistencia sea un buen
vivir más humano entre todos. También supone la recreación, a su vez,
de una ética ecológica de la política donde el poder derive directamente
de los intereses del pueblo o la ciudadanía en la construcción de una
democracia equitativa y participativa.

Crisis hegemónica neoliberal y filosofía contra hegemó-


nica emancipadora

La crisis hegemónica neoliberal y la liberación revolucio-


naria

La principal característica de la economía capitalista es que la


superestructura ideológica que le sirven de legitimación, está basada
en el orden político de una sociedad que socializa sus antagonismos a
través de la posible relacionalidad de los intereses de clases. Es decir, la
situación de poder que con respecto a la apropiación de capital puede
obtener una clase para lograr ser absorbida por el modo de producción
va a depender, por supuesto, de su inserción en las relaciones de poder
que le brinda la sociedad de clases para formar parte de lo que para
Gramsci es el espacio hegemónico del Estado neoliberal.

Una tesis de indiscutible importancia para entender muchas de


las movilidades de las clases entre sí, bajo la tutela de un Estado cuya

15
Álvaro B. Márquez-Fernández

racionalidad política es suficientemente monológica como para im-


ponerse ante cualquier tipo de disidencia. Se trata, entonces, de una
concepción de la política, en su sentido más restringido, de aquellas
praxis deliberantes o divergentes de la obediencia o desacato, frente
a un poder que se expresa unívocamente, siendo muy determinante
la forma como este poder reclama su reconocimiento en las mayorías
históricamente marginadas o excluidas.

Se desea crear y mantener una teoría del poder unificada por la


centralidad del poder y sus adeptos a través de las alianzas de clases,
que con suficiente voz de mando pueden representar con eficacia gu-
bernamental, la idea de un Estado centralizado que se presenta idóneo
en su capacidad ideológica para administrar los espacios políticos de la
discusión, opinión y diálogo político; pero, también, y estrechamente
vinculada con la teoría del poder, consolidar una práctica política del
poder que es capaz de reforzar esa unificación central del poder, debido
a que los nuevos roles sociales que emergen del mercado y el intercam-
bio económico, favorecen la presencia de clases medias hacia un ascen-
so social que le permiten formar parte de las relaciones de poder que
sirven de plataforma a la democracia representativa.

Desde este punto de vista y a pesar de las contradicciones evi-


dentes del sistema neoliberal para garantizar que el sistema sea de in-
clusión, el modelo político que se funda en la reproducción del poder
desde un solo eje o núcleo duro del poder -cuando éste únicamente
debe responder a los fines del Estado-, es el modelo de participación
social donde la política del Estado de clases sociales es la que termina
consagrada, aceptada y reproducida por la mayoría de quienes logran
su inserción para optar y acceder a los poderes centralizados o hegemó-
nicos del Estado.

En la mayoría de los casos el acceso al poder hegemónico del Es-


tado, pasa por procesos de integración ideológica que deben favorecer

16
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

permanentemente la adhesión del colectivo social en general a patro-


nes de conducta que responden de forma acrítica a los fines de la he-
gemonía, sobre todo en cuanto posibles receptores de los beneficios
económicos y de clase, que resultan de la convivencia en las estructuras
de poder de la hegemonía.

La suposición de que el colectivo social o lo que en su generali-


dad puede ser interpretado como pueblo, pueda lograr su inserción en
las relaciones de poder hegemónico del Estado, no cobra fuerza porque
no se trata de liberar la fuerza social del pueblo al interior de las cla-
ses hegemónicas que administran políticamente al Estado; sino, por
el contrario, se busca restringir cualquier tipo de inserción que pueda
activar la participación del pueblo interpretado desde la perspectiva de
un colectivo social emancipado o revolucionario, y que conlleva inevita-
blemente a acentuar la crisis política de la hegemonía neoliberal.

Es evidente que en este punto e donde se hace visible el antago-


nismo de clases, pues, efectivamente, ello trae como consecuencia que
la permanencia o sostenibilidad de la hegemonía se dificulta porque es-
tas clases vienen a profundizar la conflictividad de las que son víctimas,
pues no cumplen o portan ideológicamente, las condiciones de la re-
producción de las clases políticas que se unifican en el poder del Estado.

La hegemonía neoliberal es un estadio ideológico imprescindible


para el ejercicio del poder donde la cohesión del sistema puede gozar de
ciertas garantías para su reproducción política. Sin embargo, en la prác-
tica la actividad del pueblo o ciudadanía no integrada al sistema, busca
resolver el antagonismo que les inhibe para adherirse al poder y desde
su aplicación, dar con las respuestas inmediatas a la conflictividad y el
origen económico del que es causa: la explotación del trabajador.

No es nada fácil llegar a develar este “punto de fuerza” de la he-


gemonía porque el proyecto político del Estado neoliberal actual se re-

17
Álvaro B. Márquez-Fernández

constituye desde una pluralidad de practicas de integración social que


demarcan la libertad de participación del colectivo ciudadano a partir
de un reconocimiento a su identidad y de opinión en el espacio público
de la política. Si bien es admisible este principio de integración social
y política, por parte de la hegemonía neoliberal, el problema de fondo
implícito en toda sociedad de clases, es que la conflictividad causal que
resulta del modo de producción excluyente, no puede superar el prin-
cipio de contradicción de la economía capitalista y decretar que es sufi-
ciente por vía de la teoría política, que en las prácticas contrahegemó-
nicas de un Estado neoliberal las formas democráticas de participación
puedan llegar a favorecer el campo de las libertades ciudadanas que
impliquen una cancelación de sus formas hegemónicas.

Tal principio de integración de clases no es suficiente para garan-


tizar la democratización de los poderes públicos. Este tipo de relaciones
inconexas en las sociedades neoliberales pone a la luz de la conciencia
crítica, la gran paradoja de este tipo de sociedad.

Por un lado se desea la integración ciudadana para democratizar


el poder hegemónico, pero, contrariamente, el poder hegemónico solo
puede democratizarse si se supera por completo el modelo de produc-
ción y reproducción económico con el que se legitima el Estado hege-
mónico, que es intolerable con aquellas prácticas contrahegemónicas
capaces de generar la crisis del sistema y por consiguiente, la presencia
absoluta del Estado centralizado. Por mucho que se intente avanzar en
esta “vía alternativa” del capitalismo para reactivar su hegemonía, los
fines no se pueden cumplir porque para lograr que se cumpla con el
proyecto ideológico de la integración a la hegemonía, se requiere que el
colectivo social o pueblo, que hace vida en la sociedad de clases, pueda
asumir como mundo de vida ese otro mundo de vida que a su vez lo
excluye.

18
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

La posibilidad de revertir el contenido de esta contradicción es


un absurdo en sus propios términos lógicos, lo que hace suponer que
la perspectiva con la que el pueblo o colectivo social, interpretando el
cambio de la realidad política debe pasar por una praxis política que
sitúa el orden hegemónico en una crisis orgánica del poder porque se
trata de revolucionar el poder del Estado hacia el interior del control o
dominio de las esferas de represión o consenso del Estado. Esta toma
de conciencia por parte del pueblo va a redefinir por completo los roles
de los sujetos sociales hacia una ciudadanía donde la concepción del
Estado clasista tiende a desaparecer, para darle paso a otra que está
más directamente comprometida con la insurgencia del poder a partir
de prácticas sociales que alimentan el sentido político del Estado desde
sus referencias existenciales de seres humanos.

La liberación del poder hegemónico supone la supresión de la


conciencia alienada que porta la ideología de las clases hegemónicas
a través de sus sistemas de representación social que inducen los sufi-
cientes condicionamientos de satisfacción y necesidades para ser adop-
tados por el colectivo social alienado. Esa liberación debe ser declarada
en términos revolucionarios para que se dote de un sentido suficien-
temente liberador a las praxis socio-políticas, con la intención de dife-
renciar sustantivamente un espacio disidente de la integración social
externo a los intereses de la hegemonía neoliberal, lo que suscita la crí-
tica permanente desde el diálogo y la opinión ciudadana, la formación
del intelectual orgánico que debe asumir en el tiempo este proyecto por
desarticular la superestructura ideológica de la hegemonía neoliberal.
Hoy día la presencia de este tipo de colectivo social o pueblo emergen-
te, avanza hacia proyectos de prácticas revolucionarias que pueden ir
constituyéndose como otras formas de participación ciudadana donde
las prácticas de poder se organicen en torno a otros contenido de los
fines del poder, sobre todo, cuando esos contenidos están permanente-

19
Álvaro B. Márquez-Fernández

mente referidos a que el poder del pueblo reside en su condición políti-


ca de ciudadanos, condición suficiente para reclamar otro tipo de orden
democrático.

La repolitización ideológica de la ciudadanía

Las relaciones de poder que surgen de la hegemonía del Esta-


do capitalista se encuentran permanentemente fluctuantes según la
dirección ideológica de ésta. La hegemonía se instituye a través de la
dirigencia de las clases políticamente reconocidas por el orden insti-
tucional y jurídico del poder. Es un poder de filiación partidista que se
reconoce y legitima por medio de procesos democráticos de representa-
ción popular, en casi todos los espacios del proselitismo político que le
sirven de sustento. El activismo que logran los partidos políticos de las
clases dominantes, es un factor decisivo en la construcción simbólica
y comunicativa de los contenidos ideológicos que se reproducen por
medio de los discursos hegemónicos.
La principal característica de la ideología política de la hegemo-
nía, es suscitar un activismo que favorezca las relaciones de fuerzas
sociales movilizadas en el marco de acción de la ideología hegemónica
con la que se suele garantizar la participación de los actores sociales,
en razón de su integración al sistema de representaciones del poder. Es
una praxis del activismo político que se identifica con los roles públicos
que cumple el Estado en la organización y regulación de las normas de
los sistemas de control social. Luego, este tipo de activismo proclive a
los consensos sugeridos por la ideología del poder, es una reacción so-
cial y una conducta política que se nutre de esa conflictividad inherente
al sistema de clases sociales, que necesita drenar la resistencia o com-
pulsión social hacia el centro de poder legitimatorio de la hegemonía3.

3 Gramsci, A (1955a). Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo stato moderno, Torino,
Einaudi.

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De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

Se debe evitar al máximo cualquier tipo de conflictivita o resis-


tencia al poder, fuera de los controles represores o consensuales que le
sirven de contexto al poder político de la hegemonía. Resistir o conce-
der espacios de coparticipación en común, es una respuesta contraria
a las fuerzas hegemónicas con las que se regula el orden y se validad la
integración de la ciudadanía a proyectos que condicionan la autonomía
de la ciudadanía. Precisamente, se trata de cohesionar y coartar la disi-
dencia popular y evitar de ese modo que el activismo social pueda ser
superado por los movimientos sociales de participación directa, en el
cumplimiento de los roles del poder instituido.

En las democracias formales o representativas, este tipo de hege-


monía política se implanta en la conciencia del ciudadano y transforma
su imaginario político en un código de conducta de obediencia y sub-
ordinación permanente. La aceptación del poder político como sinó-
nimo de fuerza coactiva para regular y hacer homogénea la diversidad
de conductas y opiniones públicas; es, la principal garantía de que los
ciudadanos en su gran mayoría pueden tener acceso a los medios de or-
ganización y control de esas “fuerzas” y transformarse en actores cuya
participación va a ser constituyente de la pluralidad de las fuerzas y de
sus alianzas o asociaciones. Sin embargo, no siempre esta concepción
hegemónica de la “fuerza” se cumple en ese fin declarado políticamen-
te, pues en el campo ontológico de la praxis política la fuerza del poder
está imbricada por la ideología del orden hegemónico4. Se logra, por
consiguiente, una reproducción, incluso por parte del excluido, de la
“fuerza de cohesión” de la ideología que orienta el orden hegemónico
del poder. El adherente o suscrito a las “fuerzas de la hegemonía” no
hace otra cosa que reproducirla y concentrarla sin lograr una copartici-
pación directa en la reglas de transformación de la hegemonía.

4 Ibídem.

21
Álvaro B. Márquez-Fernández

El Estado es el encargado, por medio de la sociedad civil, de cum-


plir con esta “misión” ideologizante de la política5, a fin de evitar el
desacato y la desobediencia por parte de los ciudadanos en capacidad
de disputar desde otros referentes públicos alternativas al poder insti-
tuido.

Por otra parte, en el Estado capitalista se circunscriben los fines


a sus propias mediaciones económicas ya que son éstas las que dotan
de direccionalidad a la política en su afán por reducir los antagonismos
de clases en alianzas que le sean oportunas y eficaces. Precisamente,
este tipo de activismo político tradicionalmente propiciado por parte
de los partidos políticos de la hegemonía, tiende a evitar o neutralizar
la emergencia de la participación social directa de otros sectores de la
población en las conflictividades del poder y que requieren de otra pra-
xis democrática mucho más deliberativa y participativa.

La urgencia por repolitizar la participación ciudadana, desde el


punto de vista de una ciudadanía popular, puede colocar los vértices
y las matrices del poder en otras coordenadas de “alianzas de fuerzas”
que en este caso están comprometidas por una praxis emancipadora de
la justicia. La aceptabilidad y justificación de un Estado hegemónico6,
se cuestiona en la medida en que la participación de los ciudadanos
logra ampliar las bases políticas de las clases populares subordinadas
o marginales. No es fácil acentuar, a la vez que actuar, en el momen-
to de las crisis de la hegemonía, por parte de quienes se encuentran
dominados, la crítica contrahegemónica a los poderes políticos de la
formación capitalista del Estado. Pero sin ese “paso entre las aguas” de
una hegemonía en crisis a un contrapoder que es capaz de superarlo,
no es viable ningún cambio suficientemente efectivo para repensar la
política. Otros tipos o modos de transformación de la hegemonía po-

5 Ibídem.
6 Gramsci, A (1951). Passato e Presente, Torino, Einaudi.

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De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

lítica del Estado, sólo se puede producir por medio de la participación


de una ciudadanía cuyo discurso contrahegemónico pueda colocar a la
luz del día las funestas contradicciones del poder del Estado. Para ello
se requiere, entonces, de una ciudadanía que pueda disponer de una
formación intelectual7 suficiente que le permita interpretar la realidad
social desde las circunstancias de vida que le impiden un buen vivir,
una socialización en paz y derechos a la vida conjuntamente con otros.

Las posibilidades de reconstruir un tejido de relaciones sociales


más humanizadas y con más conciencia crítica sobre las causas genéti-
cas de las crisis hegemónicas, se hacen efectivas a partir de ciudadanos
que estén en condiciones de pensar las posibles respuestas a esas crisis,
desde una praxis política que haga viable las transformaciones norma-
tivas e institucionales del poder político al servicio de la ciudadanía y
las comunidades. Desde esta otra perspectiva es posible reactivar una
movilidad social que aspire a entrar en el orden del poder político hege-
mónico, en la medida que admita la posibilidad de generar una fractura
al discurso ideológico mediado por los intereses de clases en el desarro-
llo de sus procesos de comunicación social.

Ese primer frente de desacato infiere una deslegitimación a la


concepción cultural de la gestión política según el imaginario de las cla-
ses dominantes. Liberar esta relación de implicación entre poder políti-
co e ideología dominante, es decisiva para la toma de conciencia social
emancipada por parte del colectivo marginal. Sin esas posibilidades de
liberar el discurso del otro que en su condición existencial se encuentra
alienado del poder de su palabra, no es posible profundizar en la crisis
hegemónica del Estado neoliberal. Sobre todo, si se considera el poder
mediático que este tipo de hegemonía recrea en los espectadores, re-

7 Gramsci, A (1959). Gli intellettuali e l’organizzazione della cultura. Torino, Einaudi.

23
Álvaro B. Márquez-Fernández

ceptores, interlocutores, de una sociedad reprimida por el orden sim-


bólico del discurso de las clases y partidos dirigentes.

Para lograr un repensar la política y repolitizar el poder de la


Política8, es urgente producir espacios de discusión pública donde los
excluidos y marginados tengan opciones de manifestar sus ideas y opi-
niones sin dejar de desconocer su cultura popular y ciudadana. La par-
ticipación activa o directa sobre los poderes centralizados del Estado,
requiere de un referente de vida que toma en consideración los valores
culturales de las clases sociales y sus representaciones sociales. A partir
de ese momento el Estado que surge “desde abajo”, toma sentido en
cuanto que el actuar intersubjetivo del pueblo hace posible la constitu-
ción de su conciencia social y cívica que les permite identificar los pro-
blemas de la política, que requieren de la discusión pública entre todos
a favor de intereses compartidos. Se arbitra el uso del poder desde la
presencia y la actuación en su conjunto de la ciudadanía, como colecti-
vo plural y divergente.

Los primeros escenarios de esta emergencia de los excluidos o


marginados en el repensar y repolitizar la política, debe agotar los pla-
nos ideológicos de las representaciones del poder que son los que otor-
gan ese sentido de “unidad indivisible” a un colectivo social, que en sus
praxis ciudadanas buscan reinvindicar la heterogeneidad de sus formas
o mundos de vida9. Los condicionamientos ideológicos estatizan los fi-
nes de la política como un orden de convivencia humanizada, puesto
que los consensos con los cuales se totaliza la dialéctica del poder, cie-
rra los intersticios que sirven de reproductores a las fuentes hegemó-
nicas del poder en los estados capitalistas: principalmente las fuentes

8 Gramsci, A (1966). Il materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce, Torino, Ei-


naudi.
9 Gramsci, A (1955a). Op. cit.

24
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

simbólicas y discursivas que hacen justificable una sola concepción del


poder para todos.

En su diversidad cultural es que el actor social logra su genuina


representación a través de su lengua y discurso público. El acceso de
esos actores sociales es lo que genera la movilidad de fuerzas interso-
ciales o infrasociales a partir de los cuales las nuevas ciudadanías cul-
turales están en capacidad de repolitizar la política, pues en su sentido
más originario es la forma de organizar culturalmente a un Estado so-
cial donde efectivamente se respete el derecho a la diferencia y la plura-
lidad. Si es posible desideologizar el poder de la política se retomará el
sentido del Estado en su condición humana más fragante; es decir, a ras
del ciudadano de a pié o de la calle. Al convertir la política en una praxis
pública de cada ciudadano en su derecho a exigir la participación direc-
ta en la construcción del poder del Estado social emancipado; entonces,
estaremos en presencia del poder popular a través de las comunidades
de vida en su conjunción societal. Precisamente, se trata de recuperar
para la política en su escenario estatal y público, al actor social que le
imprime dialéctica a los cambios políticos10, y desregular el poder de
la norma a favor del sujeto emancipado que hace uso del poder en su
inferencia popular y ciudadana.

Las luchas por el poder son luchas inicialmente abiertas contra la


hegemonía ideológica del Estado sobre las clases sociales, donde otras
formas y actores culturales se hacen presentes y coexistenciales en una
sociedad que todo lo sublima a través del consumo y del mercado. No es
posible continuar considerando estas relaciones de exclusión de forma
abstracta y universal, a través de una concepción del mundo donde se
aísla y descontextualiza la acción directa del actor social en la gestión
pública del poder hasta la desaparición o anulación de sus intereses
particulares. Recuperar al colectivo social marginado de los poderes

10 Gramsci, A (1953). Letteratura e vita nazionale, Torino, Einaudi.

25
Álvaro B. Márquez-Fernández

políticos del Estado capitalista, es un proyecto legítimo de restitución


que implica reconocer y reidentificar al sujeto de la política en términos
humanistas: sujetos de sus praxis al momento de discernir la realidad
con sus palabras y expresiones, desde su libertad originaria11. Sería
muy difícil considerar las transformaciones socio-políticas del Estado
capitalista, sin esta inflexión, por parte de las clases excluidas o ciuda-
danías marginales, en los campos de representación y simbolización de
los discursos ideológicos que permanentemente promulga la hegemo-
nía, en su interés práctico por legitimarse.

Hacia esa fractura institucional del Estado a causa de sus crisis


hegemónicas12, es que la consensualidad, requerida por la política para
el ejercicio del poder, urge de la participación del colectivo ciudadano
sin discriminaciones. Si se abre el Estado a la ciudadanía otra sociedad
civil es posible, pues ésta se encontraría en posibilidad de recoger y
absorber en su gestión de poderes públicos compartidos, la diversidad
de intereses que es necesario aprender a compartir y legislar. El poder
como mediación para generar prácticas de bien común y buen vivir,
requiere, por consiguiente, de un interés de carácter ético que pueda
suplir suficientemente las relaciones tan coactivas de la “fuerza” del
poder considerada como la forma hegemónica de gobernabilidad para
todos. Tal principio del Estado uniforme de la Modernidad, se encuen-
tre en franca superación.

La praxis del poder popular en la transformación contex-


tual de la política

Se suele asociar, frecuentemente, en razón de la extensa literatu-


ra habida en la filosofía y las ciencias políticas de la modernidad, que
el poder es poder constituido legalmente al amparo de su juridicidad

11 Gramsci, A (1955b). L’Ordine Nuovo, Torino, Einaudi.


12 Gramsci, A (1955a). Op. cit.

26
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

formal y procedimental. Si bien, por otra parte, se sabe, también, que


el fundamento real de tal objetividad del poder, que se presume incues-
tionable, es consecuencia de la capacidad de admisión que tiene el su-
jeto para asumir la ley como el orden concreto de la realidad. No deja
de ser paradójica esta afirmación pues sobrepone de alguna manera, el
poder de la ley a la realidad subjetiva de los ciudadanos o gobernados.
Pero a esta interpretación del poder como poder autosuficiente donde
al parecer es el Estado el único actor de los poderes 13 y a través de ellos
se refleja la ciudadanía, se oponen otras concepciones que cuestionan
esa centralidad dominante del poder constituido sin estimar en abso-
luto a los sujetos constituyentes del poder, o más expresamente dicho,
de los poderes de compulsión que forman parte del desarrollo político
del Estado, y sobre todo, de las ciudadanías.

Es necesario ir más allá de una estructura pura del poder donde el


uso de éste u otro poder, están al servicio del ejercicio legal del poder, y
no al servicio humanitario en su condición de acto de transformación,
renovación, innovación, de todo aquello que se encuentra contenido
en la realidad autónoma de las relaciones sociales entre seres sociales.
Se hace obvio una razón de poder que impone el poder, y un discurso
ideológico que le sirve en su instalación.

La interpretación o reinterpretación del poder tiene sus propias


fuentes doctrinarias y apodícticas. El Estado es el ente regulador que
define el sentido del poder en su contextualidad política, mediante la
aplicación del derecho que viene a convertirse en la panacea de la justi-
cia política puesto que al privilegiar la forma del poder sobre el conteni-
do, absolutiza la ley en su igualdad para todos. Pero, precisamente, en
el orden social la conflictividad inherente a las prácticas democráticas
viene a demostrar que el poder único u homogéneo es improcedente,
en virtud de las situaciones de desigualdad en la que se encuentran los

13 Ibídem.

27
Álvaro B. Márquez-Fernández

ciudadanos en sus vidas privadas y públicas14. Nos encontramos sitia-


dos por una concepción hegemónica del poder que solamente responde
a la ciudadanía a través de procesos cómplices con el orden de derecho
o fuerza jurídica que lo justifica. La posibilidad de descentrar o decons-
truir el sistema normativo con el que opera el poder para legislar y san-
cionar, penalizar y castigar, es indeterminada e inocua porque las for-
malidades procedimentales del poder para su uso político de muchas
maneras inhabilita al ciudadano en su actuación directa.

El uso del poder en sentido hegemónico nos permite visualizar


el control de las clases dirigentes sobre las otras dirigidas; pero, sobre
todo, evaluar críticamente los dispositivos de coacción que le sirven en
la construcción del imaginario represivo que significa cerrar el sistema
de interacción de las relaciones sociales abiertas, por otra restringidas
a los objetivos universales del Estado. Una situación de vida y de expe-
riencias políticas convividas bajo esta modalidad de democracia políti-
ca, administrada por un poder hegemónico, termina desfasando de la
movilidad pública a la ciudadanía en cuanto que receptora original y
autónoma de la génesis de los poderes para la gobernabilidad15.

Los poderes del Estado se orientan cada vez más, a la concen-


tración de la ciudadanía en roles de obediencia y cumplimiento a las
leyes. Ellas en sí mismas, están y se encuentran interiorizadas en unas
prácticas políticas que consolidan el poder para poder reproducir esta
forma de prácticas de poder que en modo alguno regresan a las manos
de sus usuarios particulares, es decir, la ciudadanía. Pues se encuentra
recluido en el orden normativo de los códigos jurídicos, sin posibili-
dad de superar esas normas por medio de sus propios procedimientos
y usos. El derecho positivo resuelve la paradoja en sentido pragmático
al escindir al actor social o ciudadano de su capacidad para autorecrear

14 Ibídem.
15 Gramci, A (1966). Op. cit.

28
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

el poder en respuesta a las circunstancia de vida que le son adversas o


conflictivas, y que no siempre pueden resolverse en el “marco de la ley”.

Una concepción emancipatoria del poder16, por parte del colecti-


vo social subordinado, es decir, de las clases insumisas emergentes des-
de esos sectores de la sociedad civil invisibilizados por una estructura
de poder que los excluye, se hace manifiesta toda vez que la ciudadanía
se hace consciente de que su participación directa en la conformación
y transformación de la política va a depender de una concepción pluri-
dimensional del poder en sus diversas prácticas políticas. El interés del
Estado en la administración del poder es el de propiciar un disciplina-
miento que garantice el uso legal del poder entre todos, pero esto nos
remite a una concepción hegemónica del poder debido a que es a partir
del control absoluto del poder que éste se ejerce para no perder o poner
en riesgo su legalidad y fuerza. Precisamente, estamos en presencia de
la clausura de la política en términos filosóficos, considerada la política
como el espacio de aparición de los otros y del que es necesario dis-
poner para desarrollar la racionalidad pragmática y discursiva de las
ideas, pensamientos y opiniones, a favor de la inclusión social.

La crisis hegemónica del Estado capitalista, presenta otra fisura


más a considerar a la hora de analizar los cambios internos y externos
de sus prácticas de poder: pierde su contextualidad17. Hoy día, otros
actores sociales y participantes de los movimientos de cambios y trans-
formación hacen presencia en el campo de los poderes populares y su
relación con otras formas de concreción política frente al Estado por
parte de la ciudadanía. Esta desconcentración institucional y estatal
de los poderes de la política, sirven de compuertas de acceso a esos
otros actores de la política que se encontraban despolitizados de la vida
de la república. En consecuencia, ahora frente a la conflictividad social

16 Filosofía de la praxis, en el pensamiento gramsciano.


17 Gramsci, A (1959). Op. cit.

29
Álvaro B. Márquez-Fernández

se reorganizan las clases contra hegemónicas para declarar su derecho


a la resistencia y a la disidencia. Los poderes y sus prácticas sociales
se encuentran asociados a relaciones de coparticipación cada vez más
estrechas orgánicas. La sectorialidad y funcionalidad social tiende de
cualquier modo a desaparecer, pues los espacios de encuentros entre la
diversidad ciudadanía son más expresos y manifiestos, ya que la con-
flictividad ha roto cualquier tipo de fronteras ideológicas que impedían
al acceso en el espacio público. Muchas son las praxis de intervención
que se visualizan y concretan en los espacios del poder político con la
intención de convertir esos espacios en relaciones sociales que tienden
a la democratización de los poderes públicos.

Se desconecta la participación ciudadana de los roles clásicos de


integración social que cumplían los partidos y las instituciones18, y re-
curre a nuevas estrategias de cooperación y movilidad social donde el
concepto de vida pública se contrapone al de control social. Es decir, la
ciudadanía se considera plural en la medida en que los actores sociales
que participan en la reconstrucción de las tramas o tejidos políticos,
se encauzan a un convivir que les permitan tipos de alianzas que so-
cialicen el poder en beneficio de la totalidad ciudadana. Nadie puede
quedar excluido del interés práctico de un orden social que aseguré la
participación social en igualdad de condiciones y de necesidades. Un
desarrollo de la vida pública de la sociedad civil19 que haga posible, pre-
cisamente, la equidad frente al otro, cuando todos tienen la oportuni-
dad de hacerse de una praxis de poder que le permite lograr y optimizar
la satisfacción de sus necesidades.
La importancia del poder es hacerlo participativo, el sentido éti-
co de la política en su despliegue democrático, es lograr un desiderátum
que haga posible hacer del poder un acto colectivo dialógico y comuni-
cativo, pues en ese tipo de acontecer es cuando el poder se revela como

18 Gramsci, A (1955a). Op. cit.


19 Ibídem.

30
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

poder comunitario ya que los medios y fines se encuentran al alcance


de todos, sin restricciones de ideologías o doctrinas. Ya hemos señala-
do que la formación intelectual20 es indispensable para el acceso a los
poderes públicos, eso se debe a que la política también puede enten-
derse como un derecho humano a la vida y en su sentido más pleno es
cultura para ejercer solidaria y fraternalmente el poder como un suce-
dáneo para resolver la conflictividad: no desde la violencia o la guerra,
sino desde los valores humanos de la paz.

Otro aspecto a destacar, es que este tipo de poder donde reside la


ciudadanía del pueblo más que las potestades del Estado, radicaliza la
crítica a la coacción de la ley y delibera públicamente sobre el orden de
represión de la ley y su asociación con la fuerza que sirve de sustento a
la política. Se trata de superar esa contradicción del poder en el ámbito
de la política por medio de la libertad que debe condicionar el ejercicio
de la ley; y, por consiguiente, el sustrato de moralidad que requiere la
aplicación de la ley para que ésta sea, en efecto, justa y equitativa. Por
consiguiente, se intenta logra una praxis del poder público a través de
ciudadanías cuyos derechos democráticos estén resguardados por el
uso cooperativista de los poderes en ámbitos de convivencia donde la
justicia en común es sinónimo de convivencia pacífica y consensuada21.

Los derechos humanos que se proclaman y garantizan a través


del poder popular de este tipo de ciudadanías, que sirven de vaso co-
municante a la transformaciones sociopolíticas del Estado capitalista,
son proclives a una interpretación de la política en términos que pue-
den explicar la paulatina desaparición de los aparatos represivos del Es-
tado, y, por consiguiente, en la emergencia de formas más alternativas
de correlacionalidad social. Por esto se entiende que los procesos, me-
canismos, estrategias de control social tan propios del Estado capitalis-

20 Gramsci, A (1949). Il Risorgimento. Torino, Einaudi.


21 Gramsci, A (1966). Op. cit.

31
Álvaro B. Márquez-Fernández

ta se subsanan y reemplazan por procesos de reciprocidad y encuentros


liberados de las coacciones políticas del poder hegemónico.

El resultado es factible pues se trata de otro uso del poder en sen-


tido liberador y no hegemónico. Vale decir, que los poderes públicos al
generar un concepto de movilidad y participación social conjunta res-
pecto a fines convenidos y dialogados; entonces, es muy posible que las
instancias coactivas de los valores y normas que se legalizan por medio
de la aplicación de derecho positivo, logren esa desobjetivación del po-
der material a favor de los poderes liberadores en los que se asienta la
legitimidad del pueblo para solicitar mandato u obediencia.
Esta otra concepción del poder de la política es obvio que está
más representada por una ciudadanía popular que se reclama el de-
recho a construir normas de valor cuya legalidad está subordinada a
la condición humana de la vida y no a otras instancias de represión
que naliena a las vidas de las clases sociales excluidas. Los proyectos
políticos alternativos a la racionalidad política del Estado capitalista en
su intento contrahegemónico, lideriza formas de luchas sociales cuya
capacidad de resistencia en el tiempo es notable más que en otros mo-
mentos de la hegemonía del bloque histórico del capitalismo.

Hoy día somos testigos de luchas sociales que advierten en el de-


sarrollo de las praxis del poder popular varias contextualidades políti-
cas; entre las más representativas, la reivindicación a la vida pasa por
derechos interculturales a la diversidad humana y de la naturaleza. Lo
que supone otro canon de derechos que van más allá de los restringi-
dos por la hegemonía depredadora de la vida humana y de los recursos
naturales. Otra más se refiere al diálogo comunal que permite el debate
abierto desde los referentes de lengua y habla de cada espacio de inte-
racción social que forman parte del corpus político de la democracia
ciudadana. Hoy se apela al reconocimiento político de los poderes co-
munales y la dialogicidad de esos poderes para lograr revertir el mo-
nopolio estatal de los poderes públicos. La experiencia de los poderes

32
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

populares le otorga particular importancia a las esferas públicas de in-


teracción comunicativa que sirve de génesis a estos poderes populares
según se logra la transformación intersubjetiva de la contextualidad
política, donde se desempeñan los poderes comunales y la coparticipa-
ción ciudadana. La convocatoria a formar parte de estos poderes popu-
lares o colectivos es permanente siempre que las crisis de la hegemonía
del Estado capitalista, se considera un tránsito para intervenir en los
cambios de los roles de la política del Estado hegemónico.

Por una política de los poderes populares

La política debería entenderse como el ejercicio público de parti-


cipación ciudadana, en la toma de decisiones por medio de un uso del
poder distributivo que hace posible lograr las alianzas y los consensos.
Es una propuesta que considera el poder como un espacio de fuerzas
correlacionadas, entre la diversidad de actores sociales, en el decurso
de sus respectivas movilidades. Al encuentro de una praxis del poder
que permite obtener su legitimación a través de la opinión pública22,
es que el pueblo como colectivo intelectual orgánico23 que reagrupa la
diversidad, necesita de estrategias de participación que permitan des-
cubrir y superar las formas hegemónicas del Estado capitalista.

Entrar en las lógicas del poder impuesto por las clases dominan-
tes, es avanzar en un proyecto de cambios de racionalidad política que
afecta la dirección ideológica y cultural de la hegemonía. Es un proceso
lento y pausado que requiere decodificar los lenguajes y discursos de
la hegemonía en su expresión más abiertamente dominante y coerci-
tiva de sociedad política, con la finalidad de colocar en el espacio de
la sociedad civil los problemas de deslegitimación que fragmentan la

22 Gramsci, A (1955b). Op. cit.


23 Gramsci, A (1959). Op. cit.

33
Álvaro B. Márquez-Fernández

consensualidad que inhibe la desobediencia y el desacato. La contin-


gencia y mutabilidad del poder político no se considera como la reali-
dad concreta del poder en su realización. Sino que se supone abstracto
y en tal sentido suficientemente universal como para ser aceptado sin
resistencia por todos. Sin embargo, ello no es así pues el poder está
condicionado materialmente por los sentidos de las acciones y actos de
las clases, y en especial del pueblo. Hacia ese horizonte de experiencias
que se gestan en torno a la realización del poder como expresión de
la coparticipación, es que se orienta la praxis liberadora en contra del
poder ejercido por el Estado en la sociedad clasista.

La relación entre la repolitización ideológica que define la con-


ciencia crítica de las clases subordinadas o marginales, y la hegemo-
nía política que deriva del uso coactivo del poder, pone el énfasis en el
análisis contrahegemónico que permite interpretar la salida del pueblo
hacia el espacio público donde se enfrenta en su carácter de pluralidad
ciudadana a la hegemonía que se debe transgredir con la lucha revolu-
cionaria. La otra cara de la política cívica o ciudadana, popular o colec-
tiva, tiene ante sí la urgencia de producir una reflexión teórica y una
praxis estratégica, que abra los campos de la discriminación y exclusión
con la finalidad de ser reabsorbidos por normas generales de buen vivir
y de justicia para todos. Pero se requiere de una cultura popular del po-
der político que no esté viciada por los patrones de consumo y domina-
ción de los usos de la política gubernamental, que siempre responden a
los intereses particulares o grupales de las clases en alianza institucio-
nal, que en modo alguno dejan de estar en cogestión con el sistema de
producción y reproducción del mercado y del capital.

Se trata, por consiguiente, de entender que este es el primer as-


pecto de enfrentamiento contra la hegemonía: las relaciones de pro-
ducción no cesan ni dejan de estar al servicio de los poderes políticos
de las clases constituidas como hegemónicas; pero tampoco se puede
dejar de lado la correspondiente influencia de los poderes mediáticos y

34
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

comunicacionales en la construcción y reforzamiento ideológicos de los


símbolos y representaciones del orden cultural que se interioriza en la
vida cotidiana de la ciudadanía.

La política de los poderes ciudadanos, no puede aceptar la repro-


ducción de esta formación hegemónica desde sus raíces culturales; por
el contrario, los movimientos políticos emergentes y alternativos remi-
ten constantemente a otras contextualidades políticas donde el poder
popular originario se recupera a partir de acciones y prácticas de auto-
transformación y de recreación de los poderes en la participación pública
junto a otros. La lucha social es gregaria y congrega a todos aquellos que
sufren la desigualdad y la discriminación, frente a la omnipresencia de
un poder que se absolutiza en el Estado que no deja salidas a nadie y
menos aún, es capaz de reconocer la libertad del otro para manifestar y
expresar su desacato e insumisión.

El control social por medio de la política tiende, por consiguiente,


a crear el universo de regulaciones abstractas y universales cuya valora-
ción práctica desde el punto de vista de la existencia material y necesaria
de cada persona, se le impone a los otros como un sistema de conductas
previamente programas y adecuadas a los requisitos de manutención
y justificación de la hegemonía. En los colectivos emergentes, el senti-
miento político de hacerse pueblo desde las condiciones materiales de
exclusión, les permite fracturar y desregular el sistema hegemónico que
se vale del consenso cívico para no cesar en su coacción política. La ge-
nuina naturaleza del asunto público en la política, es la aparición de una
praxis del poder que se atribuyen unas entidades culturales para la par-
ticipación en una sociedad que les domina y aliena permanentemente.
Su salida de la clandestinidad y su rechazo inminente a las instituciona-
lidades del poder constituido, permiten la construcción, por una parte,
de estrategias de resistencia y autodefensa del pueblo en su búsqueda
por las libertades democráticas y los derechos humanos; por la otra, en
la formulación de una teoría de la intersubjetividad emancipada entre

35
Álvaro B. Márquez-Fernández

quienes “desde abajo” se reconocen como la población y la urbe explota-


da y expoliada por la depredación de las leyes del mercado y del consu-
mo, que anulan sus vida y los despojan de un destino más humano.

En este panorama muchos se pueden reconocer como formando


parte de un pueblo que se autoafirma y reconoce en sus libertades com-
partidas, porque caca uno de los miembros de esa categoría tiene con-
ciencia clara y lúcida de lo que es el poder como mediación contingente
para la realización de un buen convivir. Las luchas contrahegemónicas,
son luchas de contra poderes que deben acontecer en ese espacio de co-
presencia, donde aquellos ciudadanos que se hacen pueblo concreto, sin
desconocer sus particularidades e individualidades, sin obstruir o anular
las diferencias; entienden como imprescindible, acceder a un uso plural y
coparticipativo de las fuerzas del poder para abrir la sociedad y el Estado,
en sentido intercultural y dialógico. La auténtica praxis contra hegemó-
nica será esa que es capaz de convocar las voluntades y los intereses, las
necesidades y los proyectos de vida, en un orden de movimientos espa-
ciales y temporales que transformen la política en una relación humana
abierta ante los otros, y sin la que nadie puede entrar a formar parte del
proceso de liberación filosófica e histórica que con toda urgencia se debe
consolidar en la América Latina.

La superación de la unvocidad cultural de la modernidad


por la intersubjetividad histórica de las culturas

Del monismo universal al pluralismo existencial

La tradición filosófica de la razón especulativa que heredamos de


los griegos considera el mundo como arjé, es decir, principio u origen.
Sin demasiadas exégesis metafísicas el pensamiento racional ateniense
supo discernir con claridad conceptual el mundo en su génesis y natu-
raleza. Todos sabemos lo que eso significó para la impronta de la filo-

36
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

sofía presocrática, pues todos sus filósofos más representativos, desde


Tales de Mileto hasta Anaximandro, consideraron que el principio de
la vida o naturaleza giraba en torno a principios vitales de la existencia
de las cosas, como bien entendían, el agua, el fuego, el aire y la tierra.

Es ese entorno de confirmación del mundo a través de la reali-


dad ontológica del ente, es decir, lo que es y lo que existe, lo que per-
mitía su constitución en un sistema de elementos capaces de generar
y autogenerar, en sí y a través de otros, los principios elementales
o vitales del mundo que se entrelazaban en un permanente devenir.
No fue el caso justificar la existencia del ser o ente a priori, sino, más
bien, descubrir una explicación e interpretación racional, v. gr., lógica
acerca de todo aquello que existe y es un ser viviente. Una tremen-
da preocupación sobre la certeza y la verdad del conocimiento con
respecto al objeto, que va a impedir una contemplación metafísica o
mítica de la realidad del mundo como cosmovisión de la existencia de
los seres y cosas.

Pero, precisamente, ese urgar en los secretos o misterios del


mundo de la realidad, le permite a los griegos preguntarse sobre lo
que es la existencia animada o racional de los seres que son capaces
de pensamiento. No es poca la distinción de este preguntar y desear
descubrir, más allá de los mantos sagrados de la especulación y de la
ignorancia, que en ese momento entraba en contradicción con la idea
de ciencia o episteme de los griegos, en su intento de relevar a la doxa
del campo de la cognición racional de la objetividad de la ciencia, logra
declarar que con respecto a la experiencia de ser sólo la existencia del
ente es lo que nos habla o comunica eso que es fáctico de la realidad
que describimos o predicamos.

Por consiguiente, este postulado epistémico del pensar racional


de los griegos supedita a todos los seres o entes a pasar por la expe-
riencia de la existencia del logos para hacer demostrable su condición

37
Álvaro B. Márquez-Fernández

de existencia racionalmente real y pensante. De alguna manera, en este


supuesto epistémico ya está contenida la tesis cartesiana que inaugu-
ra el pensamiento científico positivo de la modernidad con su famoso
“cogito, ergo sum”.

Nos encontramos, entonces, con un supuesto filosófico que va


a determinar de forma muy severa el desarrollo del pensamiento y la
racionalidad desde los griegos hasta nuestros días, pues se instaura una
práctica de la racionalidad que sólo obedece a esos patrones de exis-
tencia onto-lógica que se prescriben como los únicos válidos. En su
esfuerzo por darle un sentido racional a la totalidad del pensamiento
abstracto, la racionalidad griega termina por formalizar un orden lógi-
co deductivo de la racionalidad como razón interprete de la realidad.

Ese orden lógico es capaz de comprender la existencia de la vida


del ser y del ente, siempre y cada vez más a través del sentido reductor
o sintético de la razón lógica, que se dice o expresa, condicional o direc-
cional, de la forma de ser de la existencia del ser o de las cosas. Vista así,
la única realidad existencial es la pensada y más todavía aquella de la
que podemos dar razones o hacer racional. Este supuesto epistémico se
transforma en una praxis empírica de la realidad. Nada es objeto de in-
telección si no se encuentra en esta esfera de la aprehensión racional en
sentido lógico-deductivo, y cualquier otra “realidad sensible”, es decir,
cualquier otro espacio o ámbito de la existencia que no es susceptible
de percepción o aprehensión racional, queda fuera de la constitución
objetiva del mundo de conocimiento.

Por supuesto, allá fuera se quedan las metafísicas y los Mitos,


pero también esa otra condición de la existencia y de la vida que es
la Naturaleza. Ese otro mundo de vida del ser que no es pensante ni
racional, pero que es sintiente desde una perspectiva de la existencia
donde su ser es una forma de estar en la vida de otros seres o entes que
forman parte del mundo y de sus representaciones.

38
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

Acá la importancia de este momento de escisión o alejamiento


del sujeto racional de su contexto de naturaleza existencial como ser
vivo, además de no ser solamente pensante. Los griegos inicialmente
más que filósofos eran fisiólogos del mundo, pudieron advertir que la
vida del mundo es la existencia de una Naturaleza que responde a di-
versos órdenes que la constituyen y la transforman. No es la presencia
del hombre y su naturaleza de sujeto pensante, es decir, racional, lo
único que existe en la naturaleza de la vida. La vida humana es una par-
te, quizás la mínima parte, de un cosmos mucho más complejo.

Sin embargo, el dominio racional que ejerce la naturaleza huma-


na sobre los otros tipos de naturalezas, es sobrecogedor porque en el
pensamiento griego se entiende que ese uso de la razón lleva implícito
un poder para someter y subordinar. Ya el ágora ateniense y el modus
vivendi de la polis, nos demuestran que no sólo la razón era fundante
de un antrhopos capaz de organizar el mundo a través del poder de
la razón y el pensamiento; sino que, también, podía convivir con una
acentuada diferenciación de la Naturaleza humana en clases políticas
y esclavas.

No es mucha la distancia que podemos encontrar entre estas di-


ferencias y anulaciones de la vida del ser, y las relaciones de la polis
griega con la naturaleza de los otros entes y cosas. Así, es más grave la
afirmación de la cultura griega al declarar al extranjero como un “bár-
baro”, por su condición de extraño a la polis. Se doblega al otro a través
del poder de la razón, se subyuga al otro a través de la episteme y la
techné. Más todavía, se reproduce ese poder de dominio sobre la Natu-
raleza y se le depreda en bien de los fines de la razón universal del ser
humano.

Desde hace más de dos mil años, el dominio de esa extraña natu-
raleza que es la del ser humano, en Occidente, ha predominado sobre
el curso de la Naturaleza sensible de la vida. Lo que en ese momento se

39
Álvaro B. Márquez-Fernández

entendió como una manera dialéctica de la fuerza y del dominio de la


razón contra lo irracional o sensible, se ha venido reproduciendo cultu-
ralmente y con más énfasis coactivo desde la Modernidad cartesiana.

De la racionalidad unidimensional al diálogo de saberes

Asistimos a un agotamiento de esa concepción racionalista de la


episteme griega. A un ocaso de ese mito de la razón en su fuerza opre-
siva y reproductora de una economía de la vida donde intereses y satis-
facciones se han nutrido de una filosofía del consumo y el desecho, con
capacidad para depredar y destruir la naturaleza sensible y compleja de
los sistema-mundo-vida del universo.

Pero este giro antropológico que debe sufrir la racionalidad uni-


dimensional o cosificante, a favor de un desarrollo sostenible de la vida
en respeto ético de su entorno natural, es posible y se ha venido con-
solidando desde otro espacio histórico y cultural muy diferente de la
cultura griega. Nos referimos a la insurgencia de los pueblos aboríge-
nes que perviven a la conquista española y a los dominios imperiales
del capitalismo postindustrial, hasta nuestros días. No ha sido posible
adoctrinar y menos unidireccional los registros ancestrales de culturas
originarias que se han relacionado en su intervención con la naturale-
za, obrando desde un sentido de ecosistema donde la totalidad del todo
es vinculante con las partes del todo.

Establecer sistemas de interacción entre hombre y naturaleza ba-


sados en el poder para organizar racionalmente los elementos del sis-
tema para impedir sus variaciones o fluctuaciones, sólo responde a un
principio de orden lógico que estima como posible tal reduccionismo de
lo que podrían considerarse momentos o procesos caóticos del sistema
y sus entropías. La concepción griega en sus orígenes pensó que la ac-
tuación del mundo se desarrollaba en ese sentido, pero después consi-
deró que la actuación del hombre era la determinante para suprimir la

40
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

diversidad y diferencia de los procesos de intercambios y sus autopoié-


sis. Este principio de regulación o normatividad de los supuestos de la
episteme griega de alguna manera hizo posible considerar los mundos
de vida, como subyacentes a un orden superior o jerárquico, que en
este caso debe responder al orden de la racionalidad unidireccional o
estratégica.

Ninguna otra alternativa es posible al dominio de la racionali-


dad científica y sus prácticas tecnológicas, y, por consiguiente, todas las
partes de la totalidad deben responder a la totalidad cerrada de la que
forma parte el sistema de los elementos. El desarrollo de la tecnifica-
ción del conocimiento, transforma y predetermina a la ciencia en una
economía política de la producción y del consumo.

La tesis del capitalismo industrial se vale de ese tipo de raciona-


lidad de medios y fines para la obtención de sus productos económicos
a través de las leyes del mercado, hasta la actual fase de globalización,
que en ningún momento se cuestiona la legitimidad de los procesos de
la productividad y sus nefastas repercusiones sobre el medio ambiente.
La racionalidad económica que se inserta en los sistemas de producción
de la sociedad capitalista no mide las consecuencias ecológicas a la hora
de producir-destruir para satisfacer las exageradas demandas de consu-
mo de todo tipo y poder garantizar una reproducción del capital econó-
mico que se encuentra en relación proporcional con la depredación del
capital humano de la civilización24.

Esa lucha entre racionalidad capitalista y su economía de mer-


cado, una extensión perversa de la racionalidad técnica de la episteme
griega, y la vida de la naturaleza de este planeta, nuestros mundos his-

24 Márquez-Fernández, Á& Cardozo, L (2003). Crítica a la razón productiva de la moder-


nidad y discurso filosófico ambientalista postmoderno. Ediciones Astro Data, Universidad
Católica Cecilio Acosta, Maracaibo, Venezuela.

41
Álvaro B. Márquez-Fernández

tóricos arcaicos, primigenios, originarios, se presenta en la actualidad


debido a la crisis de la racionalidad de la modernidad por lograr que el
mundo del consumo sea un mundo equivalente para todos de bienestar
y progreso. Precisamente, el éxito de ese mundo de altas tecnologías
para la producción y reproducción del capital y del mercado, es incapaz
de garantizar el bien público y ciudadano de la mayoría. Se recrea en
otro sentido, la desigualdad humana y de clases que se observaba en la
cultura ateniense.

Se trata, entonces, de avanzar desde una perspectiva crítica a la


hegemonía del capital, hacia una interpretación intercultural25 de la si-
tuación de dominio y de conflictividad que ha generado la sociedad de
consumo capitalista. Se le oponen, en esa lucha acerca de los poderes de
la racionalidad técnica que está de espaldas a bien-estar de la Naturale-
za, los sujetos pensantes que desde hace milenios perviven en estas tie-
rras ignotas para las llamadas sociedades desarrolladas de Occidente.

Desde este otro lado de la vida en la tierra, estas culturas milena-


rias no han perdido su relación de identidad con el origen de sus exis-
tencias, y no han llegado a perder, a pesar de la colonización, esas rela-
ciones antropomórficas con la vida de este orden de vida natural donde
todas las formas de vida se encuentran en mutua coexistencia. Hacia
ese espacio complejo de interrelaciones de vida es que estas culturas
precolombinas orientan su forma de “conocer” la esencia de la existen-
cia de la vida y de los seres. Una cosmovisión donde las correlaciones de
la existencia se desarrollan de un modo sostenible entre afirmaciones y
negaciones. El origen de la vida y sus ciclos y la muerte de los orígenes y
de la vida. Otra filosofía de la existencia y su sostenibilidad desde otras
culturas donde se encuentran respuestas divergentes acerca del modo
de garantizar tal crecimiento-decrecimiento sostenible.

25 Fornet-Betancourt, R (2000). Interculturalidad y globalización. IKO-DEI, San José Cos-


ta Rica.

42
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

Eso significa que no existe en este cosmos de vida elementos con-


tra naturales que impliquen la destrucción de los derechos a la vida de
todos, una concepción de la producción y el consumo a escala humana
y no a la escala de los intereses económicos de la sociedad de consumo.
Un respeto por el otro, ese que es extraño o extranjero que, a diferencia
de los griegos y de la economía capitalista de clases, tiene un derecho de
reconocimiento natural a la pluralidad de su identidad.

La construcción de los saberes apunta en el sentido de la doxa


con la que los griegos afirmaban el sentido común u opinión, a partir
de la cual se gestaba la representación o simbolización, metáfora o ima-
gen, de la realidad del mundo que tocaba con el espacio de la magia y el
mito. Un tipo de saber hacer a partir de la forma en que la naturaleza
de expresa y se comunica a unos y otros; esa conciencia de ser y de mi
yo, con la que el sujeto se enfrenta a la trascendencia de su inmediatez
en aquello que lo identifica con la creación de su mundo subjetivo. A
esto es a lo que se refieren las prácticas de los saberes no sólo como co-
nocimiento ancestral, sino como la mediación dialógica que relaciona
a una cultura con otra; es decir, se las abre ante los otros y se anida en
sus espacios más subjetivos el sentido de saber entender, comprender e
interpretar el complejo mundo de las ideas o pensares, y sus realidades.

Decimos que es una lucha en el sentido de la fuerza y del poder


que tiene la racionalidad técnica para hacerse hegemónica, y es inevi-
table que en esos términos de contra fuerza y contra poder es que los
saberes se van a manifestar contra una cultura que les anula y subor-
dina. Los pueblos originarios a través de sus saberes dan una muestra
de su relación con la “madre naturaleza”, respetando el derecho de la
naturaleza a evolucionar sin ser perturbada por el carácter depredador
de la razón humana.

Son pueblos que han hecho sus historias de diversos modos, pero
en todos ellos el sentido de pertenencia y coexistencia con el mundo

43
Álvaro B. Márquez-Fernández

de la naturaleza es lo que explica las prácticas de sus valores donde se


privilegia el poder de la naturaleza sobre el poder de la razón humana.
Se trata de buscar un coexistir como finalidad de la vida en conjunto
con todos y todo, pues cada uno de nosotros formamos parte del con-
trato natural de pertenecer a la naturaleza y sus ciclos de vida. Luego,
la relación se legitima y evita la falsificación de las prácticas de valores
asumidos en beneficio de su existencia, debido a que no se prescinde
de principios de eticidad que hagan valer los valores que en conjunto
se practican. Sin desestimar alguno que otro exceso o extrañamiento
a los valores culturales de cada cultura en su especificidad, se trata en
esta reaproximación intercultural de reconocer las señas de identidad
entre naturaleza y hombre, y lograr superar ese artificio que ha logrado
construir la razón técnica de bien-estar entre hombre y naturaleza por
medio del consumo. Estas otras historias de civilizaciones colonizadas,
hoy día asumen visibilidad en cuanto que mundos alternativos y libe-
radores de la hegemonía de la economía del consumo y la explotación.

Por un bien-convivir en alteridad.

Es indiscutible la presencia o aparición del sujeto en la vida de las


culturas. Hasta ahora el pensamiento racionalista de la modernidad,
había intentado decretar la desaparición o muerte del sujeto, ante la
aplastante voracidad y destrucción del dominio de la razón sobre la na-
turaleza y el mismo ser humano. Esa condición existencial de ser sujeto
de la vida, es decir, de vivir conviviendo entre unos y otros, de estar ad-
vertido por una conciencia de ser donde la vida es un proyecto abierto
y al que todos tienen derecho para estar.

Ese sentido de vivencia que porta la vida entre quienes partici-


pan de un proceso o espacio de acción donde ninguna se encuentra des-
fasada o desvinculada de las otras, sino, por el contrario, cada una toma

44
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

sentido y significación de la otra, ello demuestra que no es posible ni


viable vivir, es decir, estar, en un mundo unívoco o lineal.

Esta idea es de una importancia radical para la recuperación de


la noción de sujeto de vida y de mundos culturales26. En esa dimen-
sión del estar es donde el ser sujeto obtiene su valor e identidad. Es un
mundo convivido en pluralidad, en diversidad, es decir, en alteridad. Y
la primera manifestación de ese ser otro al que debemos corresponden-
cia, es la vida de la naturaleza pues de ella partimos y a ella regresamos,
por decirlo de alguna manera. Nuestra relación en simbiótica, si la na-
turaleza fuera un ser pensante con conciencia en sí, nos vería segura-
mente como otra extraña forma de vida de la que tiene puntos de con-
vergencias y codependencias, pues algo debe existir en nosotros sin lo
que ella no puede ser. Y en ese sentido su desarrollo está comprometido
y asociado al nuestro. Aun por descabellada que resulta esta hipótesis
no podemos dejar de pensar en lo bien que actuaría la naturaleza frente
a otro ser vivo y orgánico como ella.

Es más, creo que mi hipótesis no sería tan descabellada pues si


observamos nuestras relaciones de equilibrios y desequilibrios con
el mundo de la naturaleza y el nuestro, encontraremos patrones en
ambos sistemas mundos muy análogos. Es de justicia reguardar esos
principios sobre los que podemos lograr desarrollos sostenibles, sobre
todo en la producción y reproducción de la existencia, que no afecten
o interfieran con las “leyes” de la naturaleza y los “valores” de nuestras
culturas, pues de lo contrario acentuaríamos el momento de los des-
equilibrios (nadie niega que los haya), y las consecuencias negativas
serán indefectiblemente para ambos actores. Una de las respuestas in-
terculturales que se ofrecen a Occidente desde las culturas originarias
o precolombinas, es que el sentido de correlación e identidad entre su-

26 Hinkelammert, F (2005). El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido. Ed. El Perro
y la Rana, Caracas, Venezuela.

45
Álvaro B. Márquez-Fernández

jetos y naturaleza es más amplio y muy plural. Se manifiestan mutuas


necesidades y reconocimientos por el resguardo del sujeto y de la na-
turaleza. Esta adquiere en la teoría de la alteridad rango existencial de
vida, aunque no se diga que es racional.

Sin embargo, es inherente a la naturaleza un “tipo de inteligen-


cia” que sorprende por la manera en que ésta se “comporta”, y sigue en
la recreación de sus ciclos de vida reproduciéndose y transformándose,
sin perder los puntos de equilibrio-desequilibro que le permiten cum-
plir con esos ciclos o cursos. Le toca, ahora, al hombre aprender, igual
que a sus ancestros, a reutilizar las estrategias de las tecnologías y a
desligarse de muchas de ellas, a causa del carácter altamente destructor
y contaminante del medio ambiente natural.

Son esos pueblos los que con sus experiencias de saberes nos dan
la oportunidad para repensar el uso de la fuerza con la que hemos apli-
cado la racionalidad para dominar el mundo que nos rodea en beneficio
individual. Otro tipo de racionalidad más dialógica con el otro a partir
de los saberes tiene su acontecimiento en una sociedad amenazada por
la contaminación y el desequilibro ecológico. Más que en otras épocas
es en esta de la decadencia de la Modernidad, cuando, sorprende, que
este tipo de pensamiento mítico o mágico guarde aún en sus alforjas
esas memorias con las que una cultura se trasciende a sí y a otras, sin
pretensiones de poder y hegemonía.
Hacia el rescate de una convivencia frente al otro, de cara a la
Naturaleza, es que la proclamación de la filosofía intercultural se reva-
lida en el reconocimiento de que nuestro primer otro es el espacio de
convivencia con la Naturaleza. Hoy día este tipo de conciencia sobre lo
que es el complejo cosmos de la vida, pasa por el reconocimiento de la
Naturaleza como el único cosmos donde la vida es recreada sin artifi-
cios humanos.

46
De la racionalidad del capital a la razonabilidad del buen vivir

Quizás, si logramos producir el derecho a la vida que nos permita


esa convivencia con la Naturaleza, en una especie de igualdad de con-
diciones, sea ella la que más saldría favorecida, ya que todos estamos
aprendiendo a que para estar vivos, nada más sencillo que respetar el
derecho de todo ser vivo a respirar un aire no contaminado, v. gr., entre
otras necesidades universales y naturales de la vida.

47
Ecuador

Bolívar Echeverría: rebeldía esclarecida


para el Siglo XXI
La filosofía de la praxis hoy la subversión del buen vivir

Jaime Breilh

Un contexto de paradojas

El caso ecuatoriano expresa paradojas del capitalismo del Siglo


XXI en América Latina.

Gobiernos del Sur de América que surgieron de la oposición po-


pular al modelo neoliberal y se autodefinen como democráticos, evi-
dencian una clara contradicción entre la voluntad progresiva de sus
cabezas, por un lado, y por otro la persistencia, o aun consolidación
mayor de una actitud condescendiente del Estado, hacia un modelo de
sociedad capitalista, centrado en el avance monopólico de sistemas de
producción a gran escala y el extractivismo.

49
Jaime Breilh

En ese ambiguo escenario el discurso de tono revolucionario ha


sido el fuelle retórico para el remozamiento de la hegemonía; una ope-
ración girada hacia la recuperación desarrollista y tecnocrática del sis-
tema luego de la crisis de comienzos de siglo.

El balance de los Estados –no sólo de los gobiernos- de esta re-


ciente era latinoamericana de la izquierda realmente existente, más
allá de alguna cosmética social y la discursiva, indica que el péndulo se
ha inclinado a reconstruir la dirección política, el ordenamiento moral
e intelectual de la clase “dirigente”, mientras la desmesurada inequi-
dad de la estructura productiva prácticamente está intocada. Así cobra
plena vigencia la noción de hegemonía y la definición gramsciana del
Estado como “todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con
las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio sino
también logra obtener el consenso activo de los gobernados”.1

Y esta operación no es un fenómeno aislado en un país como el


Ecuador actual, sino que se proyecta regionalmente como una verda-
dera tendencia de transformación desarrollista del neoliberalismo, que
simplemente ha trastrocado la anterior estrategia de concentración es-
candalosa de la riqueza, devaluación extrema de los salarios y privatiza-
ción directa de servicios públicos, por una renegociación mínima de las
remuneraciones, el dispendio inorgánico de subsidios con programas
tibiamente redistributivos y una modernización de la institucionalidad
pública; cuestión esta última que termina facilitando paradójica o in-
tencionalmente una privatización velada de servicios, y de esa forma la
complicidad de la gestión pública con la acumulación de capital.

En dicho escenario de ambigüedad, derechización del Estado y


propaganda, se produce una segunda paradoja. Los partidos y organi-

1 Antonio Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado Moderno en
“obras de Antonio Gramsci Volumen 1 -. México: Juan Pablos Editor, 1975, p. 158

50
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

zaciones de la izquierda histórica, que incluso tuvieron una participa-


ción importante en la derrota del régimen neoliberal y en el ascenso de
los nuevos gobiernos, no solo han debido desligarse del aparato neo-
desarrollista, sino que han sido empujados a una inevitable oposición,
debilitándose así coyunturalmente la conexión entre el pensamiento
crítico de los intelectuales más progresistas y la conciencia colectiva de
las bases sociales de estos gobiernos.

En el caso ecuatoriano la ilusión forjada de un futuro de justicia


e igualdad y el reparto de subsidios, fuertemente impregnado de una
lógica populista, han fomentado un imaginario de cambio que para-
dójicamente consolida la nueva hegemonía, generando el respaldo de
amplios sectores; sobretodo del subproletariado, de capas medias más
pobres y aun de ciertas fracciones del proletariado. Las sucesivas victo-
rias electorales del nuevo oficialismo es una expresión de dicha tenden-
cia. En ese marco, el discurso oficial de satanización de la partidocracia
en abstracto, coloca a la izquierda en el mismo saco del fracaso político
de la derecha. Así, la izquierda histórica con sus partidos, gremios obre-
ros, organizaciones indígenas, movimientos ecologistas y otros, con-
vertidos en chivos expiatorios de la falta de cambios reales, han visto
limitarse coyunturalmente los espacios para una construcción política
emancipadora.

En un escenario como el descrito, se hace palpable la urgencia


de renovación del arsenal teórico y de las herramientas de análisis
estratégico de la izquierda para comprender la nueva materialidad y
estructura que caracterizan al capitalismo del siglo XXI, y entender el
desarrollo de la cultura, la ideología y la politicidad en el nuevo contex-
to. En medio de eso, es urgente una relectura de pensamientos como
el de Gramsci, para comprender la nueva hegemonía y desentrañar las
potencialidades transformadoras bajo el modelo civilizatorio del capi-
talismo avanzado.

51
Jaime Breilh

Necesitamos un remozamiento de la conciencia crítica, desde


una visión radicalmente renovadora, que mire la realidad sin dogma-
tismo, sin estridencias míticas, y con un sentido de profunda autocrí-
tica como el que Adolfo Sánchez Vásquez propuso –ese otro gigante
del pensamiento emancipador- cuando nos interpelaba sugiriendo que,
si de lo que se trata es de transformar el mundo, no basta con luchar
contra el capitalismo y el imperialismo, sino también es necesario lu-
char para que el socialismo sea verdaderamente real2; reto de enormes
proporciones frente al cual cobra especial significado la obra de Bolívar
Echeverría.

Mi lectura de Echeverría: la subversión del buen vivir

Conocí personal e intelectualmente a Bolívar en México a me-


diados de los 70. Eran años en que varios de nosotros desde América
Latina incitábamos con nuestros ensayos críticos la búsqueda de una
profunda renovación del paradigma de una salud pública que había en-
vejecido, tornándose instrumento funcional del poder y eficaz recurso
de hegemonía.
Para esos años México era un punto de convergencia del exilio
intelectual provocado por los regímenes autoritarios de la época, y en
el terreno de la salud un centro de gravedad del pensamiento crítico.
La Maestría de Medicina Social de la Universidad Autónoma de Xochi-
milco fue un eje vital, puesto que dicha universidad lideraba la reforma
universitaria y había reunido un grupo de científicos que colocaban las
bases de un nuevo programa de posgrado. Quienes fuimos alumnos de
su primera promoción debimos enfrentar un movimiento interno de
oposición al proyecto y arrimar hombro para salir del impasse. Conocía
de nombre a mis dos distinguidos compatriotas Bolívar Echeverría y
Agustín Cueva quienes residían en México y se desempeñaban como

2 Luis Hernández. Adolfo Sánchez Vásquez y el marxismo crítico. México: La Jornada,


http://www.jornada.unam.mx/2011/07/12/opinion/025a1pol

52
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

profesores de la UNAM, y los visité para proponerles su participación


como docentes de la Maestría. Era para ellos sorprendente que se los
llame a un posgrado en salud, pero pronto aceptaron cuando compren-
dieron que nuestra necesidad era partir de un estudio profundo de la
economía política y de la sociología crítica de la salud. La participación
de ellos no sólo fue un éxito sino que, de alguna manera alimentó el
arranque de una mirada distinta de lo social en la determinación de la
vida.

El curso de economía política de Bolívar me marcó profunda-


mente y abrió un horizonte radicalmente nuevo para mi trabajo enfo-
cado en un análisis sistemático de lo que desde entonces denominé la
determinación social de la salud.3 No sólo por que no había conocido
hasta ese momento, una explicación tan diáfana de los clásicos de la
economía política y de filosofía de la praxis, sino una interpretación tan
radicalmente innovadora, despojada del determinismo histórico eco-
nómico, y atenta al peso de la materialidad social sobre el espíritu, y de
la determinación de ese movimiento sobre el modo de vivir, colectivo e
individual. Una verdadera subversión frente a la lógica de ese empiris-
mo funcional que agota su mirada en indicadores de como la “calidad
de vida”, el “ingreso” y la “pobreza”, como meras abstracciones descon-
textualizadas y despojadas de su esencia histórica. Esas gratificantes
jornadas fueron el punto de partida para nuestros trabajos de crítica
teórica y de replanteamiento metodológico de los años posteriores. Un
apoyo crucial en momentos en que varios de nosotros arrimábamos
hombros desde Ecuador hacia la fundación de un pensamiento contra-
hegemónico acerca de la salud colectiva en América Latina.

3 Jaime Breilh. Crítica a la concepción ecológico funcionalista de la epidemiología. Xochi-


milco: Tesis para Maestría de Medicina Social de la Universidad Autónoma Metropolitana,
1976

53
Jaime Breilh

No queríamos perfeccionar las mismas nociones ético empíricas


y hasta ingenuas del vivir saludable y su explicación, sino avanzar hacia
una lógica dialéctica fundamentada en el gran metabolismo sociedad-
naturaleza y las relaciones de acumulación, indispensable para com-
prender la reproducción social del capital; proceso para el cual, como lo
hemos dicho, Bolívar había recreado una explicación consistente, que
penetra en la complejidad de dicho movimiento y asume los fenóme-
nos del mercado y consumo, de la cultura y del movimiento político, en
relación con una materialidad estructurada, y no como el resultado de
un simple movimiento de ideas y prácticas desconectadas.

La obra de Bolívar fue en definitiva vital para el trabajo que nos


vinculó desde fines de los 70 a la construcción de un movimiento cuya
fundación quedó concretada a mediados de los 80 en Ouro Preto, y al
que los núcleos participantes denominamos medicina social latinoa-
mericana; nacía entonces la voluntad de empujar un nuevo ciclo de
subversión de las nociones del sanitarismo hegemónico.

Pensamiento complejo emancipador para enfrentar el Ca-


pitalismo del Siglo XXI

Desde el Bolívar Echeverría de los ensayos sobre la posibilidad


del cambio en los números 5 y 6 de la Revista Pucuna de los intelectua-
les Tzántzicos (1964-65); pasando por obras como el Discurso Crítico
de Marx (1986) y Valor de Uso y Utopía (1998); Definición de la cultura.
Curso de Filosofía y Economía 1981-1982 (2001); hasta arribar a trabajos
como la Vuelta del Siglo (2006) y Modernidad y Blanquitud (2010), se
despliegan no sólo el hilo conductor de un riguroso y erudito traba-
jo filosófico y científico, y el dominio sobre un pensamiento dialéctico
que penetra hondo en la crítica de la modernidad capitalista, sino que,
al sustanciar una teoría materialista de la cultura y explicar desde esa
perspectiva la posibilidad y existencia histórica de otras modernidades
–i.e romántica, clásica, barroca-, se confrontan la noción conservadora

54
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

del posmodernismo, e interpela indirectamente a tantos intelectuales


de izquierda que cayeron en las seducciones idealistas de paradigmas
neoconservadores como el posestructuralismo.

No es el propósito de este breve trabajo abarcar en su amplitud


y profundidad una crítica de la obra de Bolívar en la economía política,
en la filosofía, y la teoría de la cultura. Se trata mas bien de destacar e
hilvanar las contribuciones en esos tres campos que han sido de enor-
me importancia para quienes batallamos en el terreno de los derechos
de la vida y la salud, y en la construcción de una ruptura radical con el
paradigma ecológico funcionalista de una salud pública que esconde el
sistema de relaciones que existen entre los procesos de la estructura
capitalista, la salud y el ambiente.

A pesar de que los movimientos revolucionarios dados en los con-


fines históricos del capitalismo comenzaron ya hace más de 200 años,
aun no se ha logrado una revolución que haya subvertido de modo am-
plio, consistente y duradero el modelo civilizatorio que sostiene este
modo de reproducción social, ni los modos de vivir malsanos que son
inherentes a la preeminencia de la acumulación de capital sobre la re-
producción de los sujetos y la vida. Ninguna de las sucesivas revolu-
ciones sociales han logrado un cambio profundo que haga viable un
auténtico modo de vivir saludable.

Las revoluciones avanzaron hacia un mejor reparto de la riqueza


y cambiaron la estructura de propiedad; conquistaron mejores condi-
ciones de trabajo y vivienda; elevaron el salario social y el acceso uni-
versal a servicios públicos; democratizaron la institucionalidad cultural
y política. En fin, se podría decir que las más avanzadas revoluciones
enmarcadas en principios socialistas lograron sin duda conquistas im-
portantes; pero en ningún caso transformaron el modelo de civiliza-
ción del capitalismo y sus modos de vida humanos; no derrotaron la
cultura mercantil individualista, la preeminencia desbordante del valor

55
Jaime Breilh

de cambio sobre el valor de uso; no desplazaron la centralidad y creci-


miento exponencial del consumo y derroche productivo e individual;
no resolvieron la fractura ciudad-campo; no pudieron construir lo que
he llamado la capacidad vital 4 (Breilh 2009, 2011) de las ciudades y
los territorios rurales, puesto que dichos espacios socio-naturales es-
tán lejos de proveer condiciones para una producción soberanamen-
te sustentable, solidaria y saludable; no han sido capaces de sustentar
la reproducción y perfeccionamiento de la vida y de las condiciones
económicas, culturales y políticas que se requieren para hacer viable
y garantizar modos de buen vivir, en equidad para la presente y fu-
turas generaciones; al asumir la lógica de una tecnología orientada a
la acumulación y no a la vida, no han conducido el gran metabolismo
sociedad-naturaleza para generar soberanamente una biomasa alimen-
taria suficiente, ni peor sustentar fuentes de un trabajo dignificante y
seguro, ni condiciones para una creación cultural ligada al valor de uso,
ni para la reproducción de identidades, ni mucho peor para la conduc-
ción público social del poder y las organizaciones, de tal manera que se
multipliquen formas de organización solidaria y soportes colectivos; y
como corolario de este fracaso histórico, esas revoluciones, no lograron
romper la lógica oportunista y de codicia de la economía para proteger
la naturaleza y recrear socioecosistemas saludables.

La prueba más rotunda e hiriente de la desorientación, incapa-


cidad o insuficiencia de dichas revoluciones, ha sido su reversibilidad.
Basta ver que quedó del gran experimento soviético luego de la caída

4 He propuesto una nueva categoría para estudiar la sustentabilidad que es la capacidad


vital o sustentable. Expresa la productividad de dicha sociedad, , comprendiendo, a más
de de la generación de fertilidad y biomasa para sustentar la nutrición de los pueblos, la
capacidad de sustentar las otras dimensiones de una reproducción social (trabajo y modos
de vivir dignificantes, solidarios y seguros; formas de recreación cultural e identitaria au-
tárquicas; formas de organización solidaria y soportes colectivos protectores; y procesos de
metabololismo sociedad naturaleza que protegan la madre naturaleza y aseguren los ciclos
de reproducción de la naturaleza, su biodiversidad y bioseguridad.

56
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

del muro y la eclosión del capitalismo ruso, o del socialismo chino en


el período de capitalismo de Estado, para darnos cuenta de que esas
revoluciones, a pesar de sus avances y de la heroicidad de sus gestores,
no lograron revolucionar ni la materialidad ni la conciencia de manera
sustentable.

Y ya sabemos que cuando se llega a este punto, sue-


le argumentarse que las revoluciones enfrentaron un mun-
do atenazado por la lógica inversa y la voracidad de un merca-
do global que exige, objetiva y subjetivamente, entrar o perecer.
Es innegable la complejidad y adversidad del escenario, pero es tam-
bién evidente que, si sumáramos por ejemplo el peso global de la po-
blación rusa y china en el mundo, y más aun si añadimos el peso de
los otros territorios que vivieron el socialismo real del siglo XX, ya se
cubría más de un tercio de la población humana para confrontar el mo-
delo civilizatorio capitalista eurocéntrico. Pero aun así, ni en los Esta-
dos que proclamaron el socialismo, ni en los Estados social demócratas
de Europa, las fuerzas del poder comprendieron antes, ni comprenden
aun el socialismo profundo, ni se dispusieron o disponen a revolucio-
nar realmente la materialidad y la conciencia. Parece más bien como si
la herencia de tanta sangre vertida en la construcción del socialismo,
de tanto talento aplicado, se redujera ahora a la posibilidad absurda de
crear un “capitalismo de rostro humano”, o administrar con sentido
pragmático las relaciones con los Imperios.

Estamos enmarañados en la trama de un mundo donde la domi-


nación camina en dos ejes fundamentales: un eje material donde los
tentáculos de los imperios no sólo operan a través de las desigualdades
del mercado, sino por medio de la exportación apabullante de una or-
ganización material de la vida, de un modelo para organizar la práctica
del vivir que, a más de reforzar la dependencia, es seductor y se com-
plementa con novedosos mecanismos de sometimiento objetivo, como

57
Jaime Breilh

diría Marx de subsunción.5 Pero está también el eje espiritual o cultural


de sometimiento que hemos explicado antes, descrito por la categoría
gramsciana de hegemonía6 la cual se ha refrescado con la celeridad y la
capacidad seductora del capitalismo avanzado.

La materialidad capitalista del siglo XXI se ha transformado de-


terminando ahora de un modo especial los modos de vivir y la salud.
Para desentrañar estos procesos y para elaborar una noción del buen
vivir material realmente emancipadora es importante la lectura de la
economía política que nos ofrece Echeverría. Primero para comprender
en su verdadera complejidad la reproducción social del capital, despo-
jándonos de un materialismo economicista y mecánico, y hacerlo desde
una conciencia profunda, no funcional, que “se oponga a la incorrec-
ción general de un modo de vida humano no apenas a modos secunda-
rios o derivados de comportamiento social (administrativos, jurídicos,
culturales, etc.).7

La construcción del buen vivir material tiene en su centro la su-


peración del productivismo y de la valorización del valor como fulcro de
una economía girada a la acumulación, pero dicha superación implica
según Bolívar replantearse el valor de uso como forma natural de la
reproducción social. Y como él dice: replantearse el concepto de valor
de uso que Marx opone al pensamiento moderno “hace estallar el ho-
rizonte de inteligibilidad en el que este se mueve. 8 Cuestión vital para
despojar categorías como “buen vivir”, “modo de vida saludable”, o
más aún, “calidad de vida” del sesgo funcionalista que las condena a ser
instrumentos de un pensamiento reformista intrascendente.

5 Karl Marx. Marx, K., El capital, Libro I Capítulo VI ( inédito), México, Siglo XXI, 2001,
p. 54.
6 Antonio Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado Moderno,
Op cit. 158
7 Bolívar Echeverría. De la posibilidad de cambio. Ibid., p. 28
8 Bolívar Echeverría. Valor de uso y utopía. México DF: Siglo XXI, 1998, p. 153

58
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

El eje espiritual o cultural del sometimiento requiere ser en-


frentado con una conciencia revolucionaria renovada. Bolívar soste-
nía que, si la construcción de la materialidad alterna se ha rezagado,
así mismo ha ocurrido en correspondencia con la conciencia colectiva;
aun de aquella que se pretende revolucionaria que, se ha reducido a las
“vestiduras míticas o ideológicas” sin entender que lo esencial son “las
motivaciones de existencia material en referencia a las cuales la con-
ciencia revolucionaria tiene que conformar su estructura y delimitar
sus contenidos”.9

En la base de la inconsistencia ideológica de la época y de la per-


sistencia de una cultura acrítica, subyace no la falta de una conciencia
mítica, ni la ausencia de disposición a jornadas heroicas de la izquierda,
sino la reproducción de ese ordenamiento moral e intelectual que ha
impuesto la clase “dirigente”, es decir de su hegemonía, basada más
que en la propaganda propalada por los medios, en la seducción de di-
cha materialidad capitalista, que es la que subsume la conciencia, por
ejemplo de los jóvenes rusos o cubanos, o ecuatorianos.

Bolívar abrió novedosas reflexiones sobre la noción de subsunción


-que fuera utilizada por Marx para explicar los sometimientos inter-
nos y externos que operan sobre el proceso de trabajo bajo el capital-,
analizando la determinación y sometimiento de los procesos reales o
naturales de transformación de la naturaleza y “restauración del cuer-
po social” al proceso abstracto formal de producción de plusvalor y
acumulación. Cuestión que la asumimos desde los inicios de nuestro
trabajo crítico en salud hacia fines de los 70. Se trataba de la condición
determinante que encarna la reproducción del capital y lo que Bolívar
explicó como un “efecto donador de forma” del proceso en dos niveles
o estados diferentes: el de la subsunción formal del modo capitalista que

9 Bolívar Echeverría. De la posibilidad de cambio. Quito: Revista Pucuna, núm. 6, abril


de 1965, p. 27

59
Jaime Breilh

cambia las condiciones de propiedad de la producción/consumo y afec-


ta, desde fuera, las relaciones entre el sistema de necesidades de consu-
mo y el sistema de capacidades de producción; y el de la subsunción real,
o “substancial”, en que la interiorización social de ese modo desquicia
desde su interior la propia dialéctica entre necesidades y capacidades.10

Algunos como Veraza11 y Barreda12 –ex discípulo este último de


Bolívar como yo- sostienen que “conforme el capital va desarrollando
la estructura técnica del proceso laboral que ha sometido, también
adquiere más potencia para someter otras esferas de la vida social…
Así por ejemplo, los sometimientos culturales posibilitan que la gente
acepte ciertas formas de racionalidad que son acordes con el capital….
Este sometimiento cultural no permite extraer plusvalor pero apuntala
la posibilidad de extraérselo a la clase obrera en el proceso de trabajo.
Lo mismo ocurre con el sometimiento político, estatal, institucional, o
con el sometimiento de las costumbres de la sociedad civil o de la vida
cotidiana en las casas de las gentes y en general con todo sometimiento
circulatorio, distributivo, o con los sometimientos que ocurren en el
consumo”.13 Dichos autores insisten en el argumento de Echeverría de
que se llega a producir un sometimiento real, no apenas formal del con-
sumo, lo que permitiría ver bajo nuevas luces los efectos que ha tenido
la política económica neoliberal.14

10 Bolívar Echeverría. Modernidad y capitalismo (15 tesis). México: Revista Cuadernos


Políticos, núm. 58, invierno de 1989 y versión corregida en Bolívar Echeverría. Moderni-
dad y capitalismo (15 tesis). Nueva York: Review, vol. XIV, núm. 4 (otoño de 1991), p.10
11 Jorge Veraza. Subsunción real del consumo al capital. México: Editorial Itaca, 2008
12 Andrés Barreda. Economía ecológica y ecología crítica. Seminario del Doctorado en sa-
lud colectiva ambiente y sociedad. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar del Ecuador,
agosto 2010
13 Jorge Veraza. Subsunción real del consumo al capital. Op. Cit. 2008, p. 10
14 Jorge Veraza. Ibid. p. 11

60
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

Son ideas potentes que nos invitan a una reflexión profunda pero
que exigen a la par responder algunas preguntas encaminadas a preve-
nir una lectura determinista de esta problemática: ¿Es que la extensión
de la condición de subsunción real más allá de la esfera del trabajo obre-
ro implica un sometimiento generalizado absoluto que no admitiría un
espacio de libertad o autonomía relativa en el consumo y las esferas de
la cultura? ¿Es que estamos implicando un sometimiento real de todo
y por consiguiente una lectura determinista de Marx? ¿Qué cuidados
aplicar para mantener con vida el principio interpretativo marxiano del
peso condicionante de la materialidad estructural sobre la superestruc-
tura y la cultura -cuyo dominio básico es la circulación o mercado-, sin
caer en el determinismo? ¿Corresponde asumir el metabolismo general
sociedad-naturaleza, subordinado a la reproducción social del capital
(acumulación) como la dimensión mayor de la subsunción, en la cual
se encuadraría la subsunción de los modos de vivir colectivos? En resu-
midas cuentas ¿Cómo evitar que la subsunción sea convertida en una
categoría determinista y conservar con vida el principio de autonomía
relativa que expresa la potencia dialéctica de los subordinados?

En otros textos hemos discutido acerca de esta disyuntiva y re-


saltado la contribución importante que Samaja ofreció a ese debate15,
pero en todo caso está claro que una dimensión clave del movimiento
de subsunción y autonomía relativa opera en la relación entre la mate-
rialidad y la espiritualidad, entre lo económico, lo cultural y lo político
en la modernidad capitalista, cuestión frente a la cual los textos de Bo-
lívar cobran enorme trascendencia.

En su lúcido comentario a Definición de la cultura16 de Echeverría,


Gandler afirma que esta contribución a una teoría materialista de la

15 Jaime Breilh. Epidemiología crítica: ciencia emancipadora e interculturalidad. Buenos


Aires: Lugar Editorial, 2003
16 Bolívar Echeverría. Definición de la cultura. Curso de Filosofía y Economía 1981-1982.

61
Jaime Breilh

cultura contiene “reflexiones teóricas al más alto nivel, que sin lugar a
duda están por encima en calidad, congruencia, relevancia y originali-
dad de la gran mayoría de la producción de filosofía y teoría social de la
Europa aparentemente posmuro.” 17

Una teoría materialista de la cultura es un requisito esencial para


la construcción histórica contextualizada del modo de vivir. Si de lo que
se trata es de cuestionar radicalmente los modos de vivir malsanos que
caracterizan dicha modernidad capitalista, un conocimiento histórica-
mente enraizado de la cultura es una herramienta sine qua non, no solo
para penetrar en las construcciones subjetivas de las relaciones socia-
les patogénicas que afectan a los grupos en la dimensión particular de
la reproducción social, sino para comprender el papel de la cultura en
su condición de mediadora de las transacciones sujeto-objeto que con-
forman las formas de poder simbólico del modelo civilizatorio capita-
lista que niega las posibilidades de la vida; todo lo cual es inherente a la
determinación de la salud.

Por eso las 15 tesis de Bolívar sobre modernidad y capitalismo y


su urgencia por desentrañar “la posibilidad de una modernidad dife-
rente a la que se ha impuesto hasta ahora” es, desde el punto de vista
de la epidemiología crítica, un asunto central a cualquier esfuerzo por
depurar la noción del buen vivir de sus extravíos empírico funcionalis-
tas, y recuperar para el análisis de la determinación social la dimensión
del impacto de las fuerzas productivas sobre la vida en el planeta y la
salud como una de sus expresiones.18

México: Itaca / UNAM, 2001


17 Stefan Gandler. Producir y significar. Sobre Bolívar Echeverría: Definición de la cultu-
ra. Curso de Filosofía y Economía 1981-1982. Polylog. Foro para filosofía intercultural 4
(2003). Online: http://lit.polylog.org/4/rgs-es.htm
18 Bolívar Echeverría. Modernidad y capitalismo (15 tesis). Op. Cit. 1991, p.4

62
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

En esa medida, y siguiendo la lógica emancipadora de Bolívar,


podemos afirmar que para nuestro trabajo en la construcción de la sa-
lud colectiva ha sido fundamental comprender la falacia de la regla de
oro de la modernidad capitalista, que es condicionar la supervivencia
a la explotación de lo Otro (naturaleza y seres humanos) y asumir de
verdad que existen otros modelos civilizatorios factibles, ligados no a la
muerte sino a la vida; al eros como lo explica él.19 Es como ver más allá
de la lucha por corregir o destruir las relaciones sociales de inequidad,
que en décadas anteriores ocupó todo, para disponernos a reinventar
la modernidad, despojándola del imperio de la lógica capitalista, para
descubrir las bondades y capacidad sanitaria de otros modelos civiliza-
torios que encarnen otros paradigmas para el modo de vivir.

Según Echeverría son cinco las tendencias ideológico culturales


que caracterizan y permiten la reproducción de la modernidad capi-
talista: una perspectiva modernista antropocéntrica; un progresismo
consumista; el urbanicismo; el economicismo; y el individualismo. Y es
en el marco de las mismas que se desarrollan los cuatro ethe o compor-
tamientos espontáneos que integran el hecho capitalista como condi-
ción necesaria de la existencia práctica, y armonizan la vida cotidiana:
el ethos realista que lo torna natural, eficaz e insuperable: un ethos ro-
mántico que identifica la reproducción social natural con la valoriza-
ción del valor y pretende ser una afirmación del valor de uso; un ethos
clásico que asume como espontánea la subsunción de la vida social a la
historia del valor; y finalmente el ethos barroco que completa el cuá-
druple sistema prevaleciente, implica la “aceptación de la vida hasta
en la muerte” e “insufla de manera subrepticia un aliento indirecto a la
resistencia que el trabajo y el disfrute de los valores de uso ofrecen al
dominio del proceso de valorización”.20

19 Bolívar Echeverría. Modernidad y capitalismo. Ibid, p 8.


20 Bolívar Echeverría. Modernidad y capitalismo. Ibid, p. 13-25.

63
Jaime Breilh

En todo caso, frente de esas necesarias disquisiciones que nos


ayudarían a esclarecer el sentido de la lucha política, frente a ese siste-
ma económico insensato, inviable, derrochador y sin capacidad vital,
que subsume la vida al capital y la destruye, surge la claridad visionaria
del pensamiento de Bolívar que desde la primera etapa de su discurso
definía la conciencia revolucionaria como “estados de ánimo colectivos´
que, motivados por las contradicciones reinantes en un modo determi-
nado de producción, instituyen en la conciencia social una especie de
´manifiesto´ semi-expreso en el que constan, más o menos claramente
delineadas, las soluciones anheladas para las contradicciones existen-
tes y los métodos políticos y económicos conducentes a tal fin.” 21

Tal vez nadie mejor que él ha explicado la diferencia entre revo-


lución, reforma y reformismo, por que nunca perdió de vista la conexión
determinante que existe entre la materialidad y la cultura; supo des-
cifrar las condiciones del movimiento dialéctico que opera entre una
substancia social capitalista que pugna por reproducirse y las formas
que esta hace posible. Cuando las formas que se crean no compiten con
la estructura anterior se genera un reformismo que apenas la remo-
zan; cuando en cambio se generan formas alternativas que compiten
abiertamente con la substancia capitalista se provoca una reforma que
subvierte dicha substancia y avanza hacia su transformación revolucio-
naria. 22

Es evidente entonces que las contribuciones de este notable pen-


sador latinoamericano, por su carácter penetrante y originalidad son
claves para el pensamiento crítico de este comienzo de siglo y piezas de

21 Bolívar Echeverría. De la posibilidad de cambio. Quito: Revista Pucuna, núm. 6, abril


de 1965, p. 26
22 Bolívar Echeverría, “La izquierda: reforma y revolución”, en Utopías, No. 6, México DF,
UNAM, marzo-abril de 1990

64
Bolívar Echeverría: Rebeldía esclarecida para el Siglo XXI

esa rebeldía esclarecida que augura nuevos tiempos para el pensamien-


to teórico y estratégico de la izquierda.

Bibliografía

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del Doctorado en salud colectiva ambiente y sociedad. Quito: Uni-
versidad Andina Simón Bolívar del Ecuador, agosto 2010
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cuna, núm. 5, abril de 1964
• Bolívar Echeverría. De la posibilidad de cambio. Quito: Revista Pu-
cuna, núm. 6, abril de 1965
• Bolívar Echeverría, “La izquierda: reforma y revolución”, en Uto-
pías, No. 6, México DF, UNAM, marzo-abril de 1990
• Bolívar Echeverría. Definición de la cultura. Curso de Filosofía y
Economía 1981-1982. México: Itaca / UNAM, 2001
• Bolívar Echeverría. Modernidad y Blanquitud (2010)
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Revista Cuadernos Políticos, núm. 58, invierno de 1989 y versión
corregida en Bolívar Echeverría. Modernidad y capitalismo (15 te-
sis). Nueva York: Review, vol. XIV, núm. 4 (otoño de 1991)
• Bolívar Echeverría. Valor de Uso y Utopía (1998);
• Bolívar Echeverría. Vuelta del Siglo (2006)
• Jaime Breilh. Aceleración agroindustrial: peligros de la nueva rura-
lidad del capital en “Agroindustria y soberanía alimentaria –Bras-
sel, Breilh y Zapatta editores-. Quito: Ediciones del SIPAE, 2011
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toral Program in Medical Anthropology at Tollman Hall, School of
Public Health, University of California, February 23th, 2009
• Jaime Breilh. Epidemiología crítica: ciencia emancipadora e inter-
culturalidad. Buenos Aires: Lugar Editorial, 2003

65
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• Jorge Veraza. Subsunción real del consumo al capital. México: Edi-


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• Stefan Gandler. Producir y significar. Sobre Bolívar Echeverría: De-
finición de la cultura. Curso de Filosofía y Economía 1981-1982.
Polylog. Foro para filosofía intercultural 4 (2003). Online: http://
lit.polylog.org/4/rgs-es.htm

66
Uruguay

Buen Vivir y CrÍticas al Desarrollo:


Saliendo de la Modernidad
por la Izquierda
Eduardo Gudynas

Introducción

En las últimas décadas se observa una profunda crisis en las


ideas sobre el desarrollo. Desde un punto de vista histórico, en un cor-
to tiempo, se ha observado el derrumbe de las estrategias de desarrollo
basadas en el socialismo de Estado; un período de empuje neoliberal
que fomentaba el reduccionismo de mercado, y que en algunas regio-
nes, como América Latina, fue seguido por el surgimiento de varios
gobiernos de la nueva izquierda o progresismo. Por si fuera poco, re-
cientemente los países industrializados quedaron inmersos en una
grave crisis económica y financiera, atacados por la especulación y la
financiarización.

67
Eduardo Gudynas

Todo esto explica un cierto estado de confusión en el campo del


desarrollo. En los países industrializados, especialmente Europa occi-
dental, se intenta remontar la crisis mediante medidas gubernamen-
tales esencialmente convencionales, recostadas en la austeridad fiscal
y los ajustes macroeconómicos. Existe un debate florido, como puede
verse en aportes muy conocidos, como los de Kenneth Rogoff, Joseph
Stiglitz, Amartya Sen, Paul Krugman o Dani Rodrik. Pero allí se ofrece
un gradiente de intervenciones, de más modestas a mas intensas, que
en todos los casos aceptan los preceptos del desarrollo actual como un
proceso de crecimiento económico, de base material y arraigado en los
mercados. Son propuestas de reforma dentro del capitalismo, y no po-
nen en discusión sus conceptos esenciales.

En cambio, en América del Sur se ha instalado un debate más


complejo sobre el desarrollo, que aborda sus bases conceptuales y pos-
tura alternativas más radicales. Es una discusión alimentada tanto des-
de los movimientos sociales, en especial indígenas, como desde algu-
nos espacios académicos, y que profundiza hasta alcanzar los cimientos
de la Modernidad. Este es el caso de las propuestas del Buen Vivir, las
que son caracterizadas, delimitadas y resumidas brevemente en el pre-
sente artículo1.

Las caras del desarrollo en América del Sur

Los actuales debates sobre el desarrollo en América del Sur son


herederos de las particulares condiciones de la región. Persiste una me-
moria histórica que alerta sobre la inefectividad de reformas de inspi-

1 Secciones del presente texto se basan en conferencias brindadas en el Instituto de Es-


tudios Avanzados sobre Sustentabilidad (Postdam, Alemania, 2012) y en el 54º Congreso
de Americanistas (Viena, Austria, 2012); algunas de las ideas aquí presentadas han sido
discutidas con Marisol de la Cadena (Universidad de California, Davis), Maristella Svampa
(Universidad de La Plata) y Eduardo Restrepo (Universidad Javeriana).

68
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

ración neoliberal, y en cambio se defiende un mayor protagonismo


del Estado (véase por ejemplo Boschi y Gaitán, 2008).

Ha tenido lugar un importante recambio político, con la llegada


de varios gobiernos que se describen a sí mismos como de una nueva
izquierda o progresistas. Este grupo incluye a las administraciones
actuales en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela
(mientras que la situación de Perú es debatible). Este es un grupo
muy heterogéneo, donde hay posturas más radicales y otras más cer-
canas a lo que podría llamarse social-democracia sudamericana. Sus
estrategias de desarrollo van desde el moderado “novo desenvolvi-
mento” de Brasil, al heterodoxo “nacional y popular” argentino, y de
allí al estatismo bolivariano de Venezuela.

Pero a pesar de esta diversidad, es muy llamativo que todos


ellos mantienen estrategias de desarrollo que reproducen elemen-
tos convencionales, como el énfasis en el crecimiento económico o
la enor-me importancia de las exportaciones de materias primas. De
esta manera, de Buenos Aires a Caracas, persiste la idea de un desa-
rrollo entendido como progreso material, enfocado en el crecimiento
económico, la atracción de inversiones y la promoción de exportacio-
nes, donde los recursos naturales vuelven a ser la principal forma de
inserción en la globalización.

A pesar de estos consensos emergió el Buen Vivir como críti-


ca a ese desarrollo. Las primeras propuestas surgieron en Bolivia,
Ecuador y Perú; en los dos primeros países, el auspicio inicial de los
gobiernos y la confluencia con el recambio político, desembocó en
formalizar esas ideas en las nuevas Constituciones. La idea no quedó
atrapada bajo esos gobiernos, se revitalizó, pero a la vez se volvió un
rótulo popular, y ese éxito desembocó en su diversificación en varios
usos.

69
Eduardo Gudynas

Abordajes sobre el Buen Vivir

El Buen Vivir siempre se enfocó en una crítica al desarrollo e in-


corporó alternativas de distinto tipo, que en casi todos los casos incluía
aportes desde las culturas indígenas. La idea ha sido muy exitosa, y
por momentos se ha expandido vertiginosamente, usándosela de las
más variadas mane-ras, en unos casos de forma superficial, y en otros
guardando la fidelidad a sus orígenes. Para poder avanzar en la actual
maraña de usos, parece apropiado reconocer al menos tres corrientes:

1) Uso genérico. Utilizado como etiqueta tanto para criticar el


desarrollo contemporáneo, como respaldar emprendimientos que los
gobiernos progresistas consideran novedosos. Los ejemplos más claros
están distintas críticas generales a planes de desarrollo, donde más allá
de usar ese rótulo, los cuestionamientos son clásicos. O bien, invocarlo
casi como slogan para emprendimientos como los planes de vivienda
de Bolivia, los refugios para esperar los autobuses en Quito o la tarjeta
plástica de asistencia social en Venezuela (cédula del Buen Vivir), todos
los cuales son medidas que pueden ser positivas pero que no reflejan
ninguna alternativa esencial frente al desarrollo contemporáneo.

2) Uso restringido. Se lo encuentra en críticas al desarrollo mas


precisas, enfocadas en el capitalis-mo contemporáneo, pero donde las
alternativas siguen estando dentro de la Modernidad. El ejemplo más
claro es usar la etiqueta del Buen Vivir para recrear los cuestionamien-
tos al desarrollo capitalista como parte de alternativas inspiradas en
la tradición socialista, o utilizarlo para describir las acciones de los ac-
tuales gobiernos progresistas. En estos casos hay una apropiación de la
idea de Buen Vivir desde algunas posturas políticas occidentales. Eso
queda en evidencia, por ejemplo, con las propuestas de René Ramírez,
ex secretario de planificación de Ecuador bajo el gobierno de R. Correa,
quien postula un Buen Vivir que es un “biosocialismo republicano” (Ra-
mírez, 2010).

70
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

3) Uso sustantivo. El Buen Vivir es tanto una crítica al desarro-


llo convencional, como una propues-ta de superación a éste, y que se
conjuga desde varias corrientes, unas que pueden ser calificadas como
“occidentales” y otras, muy importantes, que responden a elementos
provenientes de los saberes los pueblos indígenas. Esas alternativas
buscan estar más allá del desarrollo, en cualquiera de sus diversas ex-
presiones, reclamando, desechando por ejemplo las creencias en el pro-
greso material, y dan unos pasos más al cuestionar a la Modernidad. Es
una postura que si bien puede tomar algunos elementos propios de las
corrientes políticas modernas, no se identifican con ellas (por lo tanto,
no existe un “socialismo del Buen Vivir”, como en el caso anterior). Este
es el uso que corresponde al debate original del Buen Vivir, y es el que
mejor refleja su devenir histórico.

Las formulaciones que siguen la primera y segunda opción en-


cierran ataques y defensas a distintos tipos de desarrollo (por ejemplo,
unos recostados sobre el mercado, otros con mayores regulaciones es-
tatales). Son cuestionamientos que expresan, por lo tanto, un debate
sobre los “desarrollos alternativos”. Algunos sostienen que la “solu-
ción” para los problemas actuales radica en que el Estado se reapropie
del desarrollo, otros consideran que la alternativa es redistribuir los
beneficios del crecimiento económico, y así sucesivamente. Pero más
allá de esas posturas, es importante advertir que en ellas no se ponen
en discusión las ideas básicas que sostienen el desarrollo, tales co-mo
el progreso lineal, su base material, su expresión en el crecimiento eco-
nómico, la apropiación de la Naturaleza como canasta de recursos, y
por lo tanto, concebirla como nítidamente separada de la sociedad, o
la creencia que el bienestar se logra comprando bienes y servicios en el
mercado. Los debates sobre “desarrollos alternativos” no ponen en dis-
cusión este tipo de conceptos, ya que todos ellos están profundamente
arraigados en la cultura contemporánea.

71
Eduardo Gudynas

En cambio, la tercera perspectiva del Buen Vivir discute esas


ideas básicas y ofrece alternativas que están más allá de esas creencias.
Esa crítica deja en evidencia que esas ideas básicas se repiten en el con-
servadurismo, liberalismo y socialismo – las tradiciones políticas de la
Modernidad. Si bien existen importantes diferencias entre ellas, de to-
dos modos comparten una visión del progreso y el desarrollo (en el sen-
tido de Wallerstein, 1996). Esto no implica minimizar las diferencias
entre esas posturas políticas, sino señalar los presupuestos que ellas
comparten, de donde las alternativas quedan reducidas a transiciones
entre esas ideas. Justamente el “Buen Vivir bio-socialista republicano”
de Ramírez (2010) es un ejemplo de estas limitaciones, ya que man-
tiene buena parte de la matriz desarrollista, intenta rectificarla tanto
desde el campo liberal (apelando al republicanismo y otros atributos)
como desde el socialista (con el biosocialismo), pero sin lograr salir del
marco Moderno.

El objeto de la crítica del Buen Vivir en su sentido sustantivo,


radica en los aspectos compartidos que sostienen la idea del desarrollo
en sus distintas variantes. Al cuestionar de esta manera al desarrollo,
también se critica a la Modernidad, y de la misma manera, se buscan al-
ternativas a ésta. Esto es en buena medida posible gracias al aporte de
miradas que provienen de entendimientos y sensibilidades indígenas,
las que han resistido de distinta manera la Modernidad, o se postulan a
sí mismas al margen de ella. Es así que bajo la aplicación sustantiva del
Buen Vivir se han vuelto muy conocidos propuestas como las de suma
qamaña de origen aymara, propio de Bolivia, o el sumak kawsay de los
kichwa de Ecuador. Y a su vez, estas posturas se mezclan o fusionan, al
menos parcialmente, con otras críticas radicales originadas en la tradi-
ción occidental.

Bajo este sentido radical no se discuten “desarrollos alternati-


vos”, sino que están en juego “alternativas al desarrollo”, en el sentido

72
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

de alternativas a la propia idea de un desarrollo posible o necesario22.


Esto hace que algunas prácticas, como la tarjeta plástica de asistencia
social venezolana o los planes de desarrollo gubernamentales de Ecua-
dor, que tienen por título Buen Vivir pero alientan la minería, en rea-
lidad siguen estando inmersos en el desarrollo convencional Moderno
−representan “desarrollos alternativos”. En cambio, el Buen Vivir en
sentido sustantivo, al colocarse más allá de todas las tradiciones políti-
cas de la Modernidad, acogen un conjunto de críticas y alternativas que
son simultáneamente post-capitalistas y post-socialistas.

Entretanto, los “desarrollos alternativos” propios de los usos ge-


néricos y restringidos del Buen Vivir responden en parte a intentos de
captura ideológica de las ideas originales, en varios casos ejecutados
por intelectuales, o bien a una domesticación de los conceptos alimen-
tada desde el Estado (en particular en Bolivia y Ecuador).

El Buen Vivir como crítica y alternativa plural

Es apropiado pasar a elaborar con mayor detalle los contenidos


del Buen Vivir, en su sentido sustantivo. Aunque ya se indicó arriba,
es necesario tener presente que ésta es en realidad una postura plural.
Existen atributos compartidos, y un conjunto de criterios que permi-
ten identificar a una posición como propia del Buen Vivir, pero a su in-
terior se observan distintos énfasis y variedades. Por lo tanto, se vuelve
necesario identificar los atributos compartidos y las coinciden-cias.

Un primer conjunto de atributos compartido reside en la crítica


al desarrollo, que no sólo aborda cuestiones de su instrumentalización,
sino que apunta a sus bases ideológicas y culturales. El Buen Vivir abar-
ca cuestionamientos sobre los conceptos, las prácticas, los discursos

2 La distinción entre “desarrollos alternativos” y “alternativas al desarrollo” no es menor,


y está basada en los aportes de Arturo Escobar (por ejemplo, Escobar, 1996).

73
Eduardo Gudynas

y la institucionalidad del desarrollo contemporáneo; problematiza los


modos de entender el bienestar, denuncia la forma bajo la cual se mani-
pula la Naturaleza, o incluso el sentido de su devenir histórico. Esta es
una crítica muy similar a la del postdesarrollo (en el sentido de Escobar,
1996), aunque éstas son corrientes independientes entre sí.

Un segundo conjunto de atributos corresponde a las alternati-


vas. Comencemos por indicar que postula una concepción muy diferen-
te de lo que usualmente se entiende por calidad de vida. Por ejemplo,
Luis Macas (2011) define el sumak kawsay en kichwa como la vida en
plenitud en interacción entre la existencia humana y natural, agregan-
do que es el “estado de plenitud de toda la comunidad vital”. De manera
análoga, otras expresiones del Buen Vivir comparten un enfoque que
parte desde otras valoraciones, y además es extendido en los ámbitos
social y ecológico. En el caso boliviano, el suma qamaña aymara, es en-
tendido como una buena vida pero que sólo es posible en un contexto
comunitario y ambiental, y esto a su vez se expresa en la territorialidad
y comunidad del ayllu (examinado en detalle en Torrez, 2001 y Yampa-
ra, 2001).

Otro aspecto clave en las alternativas radica en entender el am-


biente natural como sujeto de derechos, sean sus especies vivas, como
el conjunto de éstas junto a los elementos inanimados (este reconoci-
miento ha sido formalizado en la nueva Constitución de Ecuador). Es
así que esta alternativa es biocéntrica, en tanto reconoce valores in-
trínsecos en la Naturaleza, y la asignación de valores no depende única-
mente del ser humano, ni éste es la referencia única de la organización
del desarrollo (lo que corresponde a la clásica mirada antropocéntrica
propia de la Modernidad). Esto tiene otra consecuencia importante, y
es que la dualidad Naturaleza – sociedad se diluye, y una está contenida
en la otra. En varios casos, esa disolución incluye la redefinición de los
conjuntos sociedad-ambiente bajo otros entendimientos y sensibilida-
des.

74
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

En este terreno es importante señalar que, desde dentro de la


Modernidad, también han existido críticas a su antropocentrismo, y
postularon alternativas basadas en el biocentrismo. Posiblemente la
más conocida sea la llamada “ecología profunda”, inspirada en las re-
flexiones del filósofo noruego Arne Naess. Este ejemplo es apropiado
para tener presente que en el Buen Vivir también convergen algunas
posiciones críticas emergentes de la Modernidad (un punto que se dis-
cute también más abajo).

En cualquiera de los casos indicados arriba se hace evidente que


el Buen Vivir implica valoraciones distintas a las que cotidianamente
presenciamos. Se rechaza un énfasis utilitarista, muy común en el de-
sarrollo convencional, o la insistencia en las valoraciones económicas
como métrica para la toma de decisiones, Como alternativa se sostiene
que los humanos despliegan valoraciones múltiples (incluyendo aque-
llas que son estéticas, culturales, religiosas, etc.), pero además se reco-
nocen los valores intrínsecos en la Naturaleza. Esta perspectiva ética,
y en particular los valores intrínsecos, no es un tema menor, ya que
coloca al Buen Vivir más allá de, por ejemplo, el socialismo tradicional,
en tanto éste en su reivindicación del valor de uso, sigue dentro del
marco antropocéntrico (lo que explica una de las razones por las cuales
el Buen Vivir es una postura post-socialista). Consecuentemente, estos
cambios en la ética también ubican el horizonte del Buen Vivir por fue-
ra de la Modernidad.

No se acepta que exista una secuencia histórica del desarrollo que


necesariamente deba seguirse, ni que su representación sea la indus-
trialización ocurrida en varios países del Norte. El Buen Vivir se des-
embaraza de la creencia en el progreso, y puede discurrir por diferentes
senderos, donde no todos ellos implican avances, ni son lineales.

Desde el Buen Vivir las alternativas descansan en la diversidad


de saberes, de entendimientos y de sensibilidades. No existen saberes

75
Eduardo Gudynas

privilegiados, donde unos deban ser suplantados por otros, y se recha-


za la colonialidad del saber. En su seno concluyen vertientes indígenas
y no-indígenas, las que a su vez tienen diversidades internas propias.

Se abandona la racionalidad de manipulación e instrumentaliza-


ción, la pretensión que la ciencia y la técnica brindan las herramien-
tas suficientes para dominar y manipular el entorno, y convertirlo en
medios para los fines del desarrollo. A su vez, el Buen Vivir es también
un campo para las vivencias y los afectos. Sus propuestas no están res-
tringidas a una base material, y se otorga mucha importancia a los
afectos, las vivencias de alegría o tristeza, rebeldía o compasión.

Puede concluirse que estas críticas al desarrollo son radicales


y las alternativas son sustanciales, al punto de que se vuelve posible
abandonar la palabra “desarrollo”, intentando ir más allá de la Moder-
nidad. Es por estas razones, que el Buen Vivir es una exploración de las
“alternativas al desarrollo”.

Tal como se adelantó arriba, existen distintas expresiones del


Buen Vivir. Entre las más conocidas se encuentran el suma qamaña de
Bolivia y el sumak kawsay ecuatoriano, los que son similares, pero no
idénticos (por ejemplo, por la inclusión del concepto de ayllu en la for-
mulación aymara). Otras culturas tienen ideas similares, tales como
los guaraníes de Paraguay, sur de Bolivia y norte de Argentina, quie-
nes postulan el ñandereko (vida armoniosa) y el teko kavi (vida bue-
na), o los ashuar de Ecuador que postulan el shiir waras como la vida
buena y paz doméstica. Estos y otros ejemplos ofrecen concepciones
de una vida de calidad que no están atadas al consumo material o la
prosecución del progreso, y que son concebidas en sentidos sociales y
ambientales expandidos (véase por ejemplo la revisión andino – ama-
zónica de PRATEC, 2002). También existen formulaciones recreadas
desde grupos criollos (como en algunos enclaves “cambas” del oriente
boliviano).

76
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

Otros aportes provienen desde posturas críticas y contestatarias


dentro del saber occidental, o en sus márgenes, cuyos ejemplos más
claros son el ambientalismo biocéntrico (mencionado arriba), el femi-
nismo crítico tanto al patriarcado como a las posturas de desarrollo, y
algunas contribuciones de la colonialidad del saber (veáse por ejemplo
a Aguinaga et al., 2011; Quijano, 2000). De la misma manera, se pue-
den tomar algunos elementos típicos de la tradición moderna, pero se
los coloca en el nuevo contexto del Buen Vivir; este puede ser el caso de
categorías como dominación o jerarquía.

Esta peculiar pluralidad permitiría indicar que posiblemente sea


más riguroso referirse a varios “buenos vivires”, que van desde el su-
mak kawsay a algunas posturas del ambientalismo biocéntrico, o del
suma qamaña a ciertas alternativas feministas. Cada una de esos en-
tendimientos y sensibilidades tiene especificidades culturales, no dejan
de ser distintos y particulares, pero se encuentran entre sí en un campo
de crítica y alternativas al desarrollo. A su vez, no todas las expresiones
de entendimientos y sensibilidades, por ejemplo, indígenas, comulgan
con el Buen Vivir. Incluso, en aquellos casos donde presenciamos los
encuentros y solapamientos, esto no hace que desaparezcan las especi-
ficidades (por ejemplo, si bien un ambientalista biocéntrico comparte
con los kichwas de Ecuador el reconocimientos de los derechos de la
Naturaleza dentro del campo del Buen Vivir, esto no hace que el prime-
ro se convierta en indígena, o que el segundo se vuelque al ambientalis-
mo occidental; véase la figura 1).

Reconocida esa diversidad, corresponde preguntarse si es apro-


piado englobar esa diversidad bajo el rótulo de Buen Vivir. La respuesta
es que, sin renunciar a las especificidades, existen coincidencias entre
estas vertientes. Unas se expresan en la crítica radical al desarrollo, y
otras en el campo de las alternativas, tal como se describen arriba. Esto
permite que surjan las confluencias políticas entre, por ejemplo, orga-

77
Eduardo Gudynas

nizaciones indígenas y ambientalistas urbanos, en enfrentar el extrac-


tivismo o defender los derechos de la Naturaleza.

Paralelamente, existen criterios de pertenencia, y el Buen Vivir


no es un depositario de cualquier crítica del desarrollo contemporáneo.
Solo quedarán contenidos aquellas posiciones que, por ejemplo, reco-
nozcan los valores intrínsecos o la calidad de vida en sentido ampliado
en las dimensiones sociales y ambientales.

Finalmente, el Buen Vivir es una idea en construcción. Su empuje


más enérgico ha tenido lugar a lo largo de los últimos cinco años, en
especial en países andinos, llegando a incluirse en las nuevas constitu-
ciones de Ecuador y Bolivia (analizados los contenidos en Gudynas y
Acosta, 2011).

Figura 1. Representación esquemática del Buen Vivir como una plata-


forma política compartida entre distintas posturas críticas y alternati-
vas. Obsérvese que as diferentes corrientes mantienen sus especifici-
dades, que la superposición en el Buen Vivir es parcial, aunque en ello
ocurren hibridizaciones y creaciones.

78
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

Buen Vivir, política y Estado

El Buen Vivir como una pluralidad donde existen coincidencias


en la crítica al desarrollo contemporáneo y en las alternativas sustan-
ciales, puede ser entendido como una plataforma política (véase Gudy-
nas, 2011). Es una “plataforma” ya que allí convergen posiciones que
com-parten su crítica radical al desarrollo actual y su apuesta a alter-
nativas que se elaboran bajo otros entendimientos del papel del ser hu-
mano, la sociedad y la Naturaleza. Es además una plataforma “política”,
porque sus posiciones se ventilan, debaten, resisten y enfrentan en el
campo de la discusión política (figuras 1). En esas superposiciones las
posiciones no se mantienen incambiadas, sino que ocurren hibridiza-
ciones, transformaciones y creaciones de nuevas ideas y prácticas, lo
que potencia la idea del Buen Vivir y explica su enorme poder de con-
vocatoria.

El Buen Vivir no es una postura en defensa de un estilo de vida


restringido a ciertos grupos o clases sociales, que se aplicará únicamen-
te a ellos. Es una mirada que si bien parte de actores precisos, busca
cambiar las perspectivas en toda la sociedad. No es una actitud de-
fensiva, sino que es una propuesta de cambio. Asimismo, los actores
políticos que lo construyen se conforman de otras maneras, en tanto
se encuentran “comunidades ampliadas”. En efecto, las comunidades
políticas (en el sentido de albergar actores con expresividad política)
no están restringidas a las personas, y hay un lugar en ellas para lo no-
humano (en unos casos serán otros seres o elementos del ambiente, o
incluso espíritus). Más allá del acuerdo o desacuerdo con ese abordaje,
el respeto a la diversidad de saberes y sensibilidades hace que esas otras
expresiones sean válidas y deban ser incorporadas.

La defensa de la pluralidad de valoraciones y de saberes, deter-


mina que el Buen Vivir no pueda presentar recetas, y se ha tomado
esto para criticarlo por su supuesta incapacidad en ofrecer propuestas

79
Eduardo Gudynas

prácticas. Una respuesta rigurosa debe señalar que el Buen Vivir no


es el equivalente a, por ejemplo, una estrategia nacional en desarrollo
agrícola. Por lo tanto no se le puede reclamar que contenga propuestas
específicas sobre cuestiones como puede ser el uso de subsidios, refor-
mas tributarias o promoción de paquetes tecnológicos. En cambio, el
Buen Vivir ofrece un marco de principio y valoraciones para diseñar
esos planes; determina sentidos, condiciones y restricciones a cómo se
deben implementar programas específicos.

Esto se puede ilustrar con el siguiente ejemplo: el Buen Vivir al


defender los derechos de la Naturaleza, obliga a que los programas de
acción, prácticas, institucionalidades e incluso indicadores, atiendan
esa mirada biocéntrica; es allí donde se encontrarán propuestas pre-
cisas y que en su conjunto y diseño son muy distintas a las actuales.
A su vez, los “buenos vivires” son contingentes y responden a las con-
diciones históricas, culturales y ecológicas de cada contexto. Por estas
razones, no tiene sentido esperar una guía universal de acciones, o in-
dicadores del Buen Vivir, similares a los manuales del Banco Mundial
o indicadores de desarrollo humano, que sean de aplicación planetaria,
tal como se ha promovido en las últimas décadas. En palabras más sim-
ples, no es la ausencia de “recetarios” el problema, sino la insistencia
del desarrollo convencional en usarlos e imponerlos.

La posibilidad de esta crítica, y sus capacidades para construir


alternativas, enfrenta tanto posibilidades como límites. El nuevo pro-
tagonismo de los pueblos indígenas ha sido un avance sustancial, y
debe reconocerse que la izquierda gobernante ha alentado ese proceso
en varios casos. Sin embargo persisten los frenos, y entre ellos se des-
taca una fuerte delegación democrática presidencialista en casi todos
los países de la nueva izquierda (en el sentido de O’Donnell, 2010).
En efecto, buena parte de los regímenes descansan sobre un fuerte
papel presidencial, persiste una profunda debilidad de las organizacio-
nes político partidarias (hay presidentes que no han contribuido a re-

80
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

construirlos, y en cambio, han optado por declararse “movimentistas”,


como ha sucedido con R. Correa en Ecuador), y por lo tanto muy recos-
tado sobre liderazgos carismáticos. Esto erosiona y reduce el balance
institucional y la representación, especialmente de los sectores que son
menos numerosos (afectando sobre todo a los grupos indígenas). Se
defienden decisiones invocándose un entendimiento y representación
esencialista del pueblo y se utilizan mecanismos plebiscitarios. De esta
manera, las posibilidades de profundizar el Buen Vivir se vuelven muy
es-trechas.

En tanto el Buen Vivir es una crítica radical al desarrollo conven-


cional, es inevitable que se revise el papel del Estado. Esto es compren-
sible, ya que los arreglos estatales, y la propia noción de Estado. son
parte de la tradición Moderna del desarrollo. Asimismo, como el Esta-
do asume y defiende una cierta idea del “bien común” y del desarrollo,
se vuelve inevitable un debate político con las alternativas sustanciales
que plantea el Buen Vivir.

Los intentos de reformar el Estado atendiendo al Buen Vivir han


tenido muy limitados resultados. En el caso de Bolivia, la idea de un
“Estado plurinacional” apuntaba a incorporar ordenamientos distintos
a aquellos que son propios de la Modernidad (véase por ejemplo, Prada,
2011). Pero ello naufragó en las prácticas concretas, y entre ellas, por
seguir un estilo de desarrollo convencional, volcado al extractivismo y
refractario a las demandas de varios movimientos sociales. De manera
análoga, en Ecuador, se siguieron estrategias de desarrollo convencio-
nales, también enfocadas en el crecimiento económico, la atracción de
inversiones y la profundización del extractivismo de los recursos natu-
rales. Esta primarización de las economías y la enorme presión sobre
la Naturaleza se repite en todos los demás países sudamericanos, sea
bajo gobiernos conservadores como progresistas. Esto deja al desnudo
las coincidencias de la ideología del progreso que subyacen a distintas

81
Eduardo Gudynas

posturas políticas, y ese es el centro de buena parte de las críticas del


Buen Vivir.

Estas contradicciones entre Buen Vivir y desarrollo convencio-


nal, conservador o progresista, queda en evidencia frente a la expan-
sión de los llamados sectores extractivos (que incluyen minería e hidro-
carburos, pero también monocultivos de exportación). Este fenómeno,
actualmente presente en todo el continente, se debe en parte a condi-
ciones internacionales, como el alto precio de las materias primas y la
sostenida demanda internacional, pero también a medidas propias de
los gobiernos. Entre ellas se encuentran la promoción de inversiones
para los sectores extractivos, la flexibilización de los requisitos am-
bientales, e incluso su promoción directa por medio de las empresas
estatales petroleras o mineras. Ese extractivismo tiene agudos impac-
tos sociales, ambientales y territoriales, generan fuertes protestas ciu-
dadanas. En cambio, la resistencia ciudadana no sólo alerta sobre los
efectos negativos de este tipo de desarrollo, sino que termina invocan-
do el Buen Vivir como alternativa necesaria (tal como ha sucedido en
las grandes marchas de protesta que tuvieron lugar en Bolivia, en dos
ocasiones, Perú y Ecuador, en 2011 y 2012).

Entre las respuestas gubernamentales más importantes están


las medidas de redistribución económica, ejecutada mediante pagos
directos condicionados a los grupos más pobres, asumiendo que esto
compensaría los efectos negativos del desarrollo actual, y que algunos
gobiernos denominan como políticas en justicia social, y otros inclu-
so las consideran como Buen Vivir. Los ejemplos más conocidos son
los bonos que se otorgan mensualmente en Brasil, Bolivia o Ecuador
(véase CEPAL, 2009). Esos instrumentos sin duda han desempeñado
un papel muy importante en reducir la pobreza en todos estos países
(aunque su efectividad ha sido discutida, véase Ponce y Acosta, 2009),
y es por ello que algunos gobiernos los presentan como una forma de
Buen Vivir. Pero, Bajo estas estrategias, el bienestar queda reducido a

82
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

posibilidades de consumo, y para los sectores más pobres, a medidas


de compensación económica. De una u otra manera, esto implica una
reducción de la amplia idea de la justicia a la asistencia económica, con
lo cual esas estrategias se alejan todavía más del Buen Vivir.

Paralelamente, este desarrollo convencional hace que la reduc-


ción de la justicia social a la redistribución económica se acompañe de
una delegación democrática, con un fuerte presidencialismo y creciente
hostilidad hacia los movimientos sociales. Es un Estado que mantiene
los procesos de acumulación económica que permitan el crecimiento,
y lo hace apelando a la exportación de materias primas y atracción de
inversiones, con lo cual sigue inmerso en el capitalismo global. Simul-
táneamente intenta amortiguar y compensar los impactos y desigual-
dades propias de ese capitalismo, especialmente por transferencias en
dinero. Esta nueva configuración ha sido denominada como “Estado
compensador”, ya que busca mantener equilibrios por medio de sucesi-
vas compensaciones (Gudynas, 2012). El problema es que este tipo de
ordenamiento mantiene altos impactos ambientales, fractura territo-
rialidades y genera crecientes resistencias sociales, todo lo cual no solo
lo aleja del Buen Vivir, sino que crea blindajes políticos que impiden
discutir sobre esas alternativas.

Más allá de sus retóricas, esta situación es especialmente delica-


da para la nueva izquierda, ya que es cada vez más “progresista”, en el
sentido de reforzar la ideología del progreso, y por lo tanto se aleja del
Buen Vivir (véase por ejemplo, Gudynas, 2010). En tanto los promoto-
res del Buen Vivir cuestionan esa deriva, sus críticas se vuelven parti-
cularmente incómodas para el progresismo gobernante, desnudando
la profundidad de sus compromisos con la justicia o el bien común.
Parecería ser que es en esa incomodidad donde se originan las duras
respuestas gubernamentales, que van desde la ácida crítica, a las bur-
las, y de allí a la criminalización de la protesta ciudadana, enfocada en
particular en indígenas, ambientalistas o feministas.

83
Eduardo Gudynas

Modernidad y alternativas

Las ideas del Buen Vivir se expresan en un plano de abstracción


que es análogo a conceptos tales como desarrollo, progreso o bienestar.
Como es allí donde ocurre el debate, podría decirse que es propio de las
discusiones de ideas en la filosofía política, la antropología cultural o
campos análogos.

Es en ese plano, donde los distintos “buenos vivires” coinciden


en su crítica a las bases de la Modernidad y su prosecución de alterna-
tivas, esto no quiere decir que sea adecuadamente descrito como un
ejercicio de oposición modernidad / antimodernidad. Criticar a la Mo-
dernidad no resulta en colocarnos automáticamente fuera de ella, ya
que su influencia se extiende a todos los ámbitos, incluidos los pueblos
indígenas. Apelar a esas oposiciones no es la mejor manera de abordar
esta tarea; el Buen Vivir no es anti-moderno en sí mismo, sino que es
un intento político de trascender la Modernidad. Tampoco es post-mo-
derno en el sentido del relativismo filosófico de origen europeo.

En cambio, es una propuesta que ofrece un sentido, una direc-


ción, y éste se orienta para ir más allá de la condición Moderna. Sin
duda que en ese recorrido no puede sostenerse que se podrá abandonar
todo el equipaje cultural moderno de la noche a la mañana, y menos
aún cuando dentro del propio Buen Vivir hay confluencias de posturas
críticas que han surgido desde esa misma Modernidad.
Es más, algunos compromisos claves propios de la Modernidad
persisten, y entre ellos el de la justicia social, una idea esencial para las
corrientes políticas de izquierda. El Buen Vivir acepta ese compromiso,
aunque lo modifica, ya que no lo deja atado a una justicia económica,
y en cambio lo amplía, al incorporarle una dimensión ambiental. Esto
hace que la transición de salida que empuja el Buen Vivir no puede ha-
cerse desde cualquier contexto, sino que necesariamente debe hacerse
por “izquierda”. La frontera de la condición Moderna se debe cruzar

84
Buen Vivir y Criticas al Desarrollo: Saliendo de la Modernidad por Izquierda

desde la justicia social y el compromiso con la erradicación de la des-


igualdad y la pobreza.

El Buen Vivir tampoco debería ser entendido en el marco de otra


oposición: indígena – no indígena. Los conceptos y sensibilidades pro-
venientes de pueblos indígenas representan un aporte significativo, y
son de tal relevancia que hicieron que esta perspectiva surgiera espe-
cíficamente en los países andinos, y no en otro sitio. Reconocido esto,
se debe tener presente que la propia categoría “indígena” es plural y
externa a esos mismos pueblos; ha sido un artificio para agrupar sa-
beres y sensibilidades muy diferentes. Esto hace que algunos recientes
abordajes sobre el Buen Vivir, que lo abrazan o rechazan a partir de su
supuesta pureza indígena, carezcan de sentido, ya que éste no ha sido
construido ni se reproduce en esos términos3. Es más, el Buen Vivir
también exige cambios hacia dentro de las prácticas indígenas en fren-
tes de disputa como el respeto de género.

Podría sostenerse entonces, que el Buen Vivir expresa articu-


laciones, mezclas, hibridizaciones e incluso creaciones que se hacen
desde sensibilidades y saberes distintos a aquellos típicos de la Moder-
nidad en la plataforma política que comparten. Se toman algunos ele-
mentos de la Modernidad, pero los adapta, deforma e incluso recrea,
para colocarlos en otro contexto de debate. Lo mismo ocurre con ideas
y sensibilidades aportadas desde las miradas indígenas.

Estas nuevas confluencias expresan el sentido político de aban-


donar el desarrollo, de donde el Buen Vivir construye condiciones para
“después del desarrollo”. No es sencillo abandonar la raíz Moderna que
sostiene el desarrollo contemporáneo, y esto no se logrará de un día

3 De todas maneras, recuérdese que posturas como el sumak kawsay o el suma qamaña
se despliegan más allá del campo compartido del Buen Vivir como crítica y alternativa al
desarrollo, y en esas otras dimensiones pueden expresarse otros sentidos.

85
Eduardo Gudynas

para otro. Implica tanto reflexiones como prácticas, aprender de ensa-


yos y errores, y requiere una ampliación democrática de la base social
embarcada en ese esfuerzo.

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87
Ecuador

Contrahegemonía y Buen Vivir en la fase


posneoliberal


Francisco Hidalgo Flor

“motivo rector en la obra de Gramsci… el tema de la


caducidad del orden viejo y el de los tiempos con y en
que puede aparecer el orden nuevo”
Manuel Sacristán

El uso relativamente frecuente, entre los movimientos sociales


y los partidos de izquierda, en el Ecuador y también en la región an-
dina, de la palabra contrahegemonía, se presentó a finales de los años
noventa e inicios de los 2000, para diferenciar un debate sobre el con-
cepto de hegemonía colocando acento en una perspectiva teórica que
apoya las demandas y luchas de las clases populares, que cuestionan y
denuncian los diversos proyectos de las clases dominantes, en aquellos
tiempos los neoliberales.

A la par se reconocía la necesidad de avanzar con una visión don-


de los movimientos sociales, partidos de izquierda, y la sociedad civil
Francisco Hidalgo Flor

contestataria, asumieran un horizonte de disputa de poder y la cons-


trucción de consensos hacia un bloque histórico.

A mediados de la primera década del siglo XXI se alcanzaron


triunfos políticos y electorales que quebraron el dominio de las tenden-
cias neoliberales y las oligarquías tradicionales, en la mayor parte de
países de la región; Venezuela, Ecuador y Bolivia, abriendo las puertas
a una fase posneoliberal.

Casi una década después, se plantea la necesidad de identificar


los límites y debilidades de los nuevos gobiernos y con ello la pertinen-
cia de recuperar una lectura desde la contrahegemonía1, preguntándo-
se: ¿cuál es la esencia fundamental del proceso en marcha?; ¿estos
procesos sociales y políticos que se despliegan, generan dinámicas que
avanzan hacia construcción de sistemas políticos y económicas que
empoderan a las clases populares, sus organizaciones sociales y pro-
ductivas?.

Hegemonía y contrahegemonía

El concepto contrahegemonía va de la mano de la difusión am-


plia de la obra del revolucionario italiano Antonio Gramsci 2en la región
andina, que se da a continuación de su expansión en los círculos aca-
démicos y políticos en Argentina, México y Brasil en las décadas de los
70s y 80s, y en especial su teoría sobre la hegemonía, como concepto
clave para definir estrategias desde los movimientos populares ante la

1 Un paso importante en la región andina por impulsar este debate sobre contrahegemo-
nía se dio con la publicación del número temático de la revista “Utopía y Praxis Latinoame-
ricana” No. 53, Abril – Junio 2011, de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la
Universidad del Zulia – Venezuela, un segundo paso es la publicación del libro “Contrahe-
gemonía y Buen Vivir”.
2 Antonio Gramsci (1999). “Cuadernos de la Cárcel” (6 tomos). Ediciones ERA y Benemé-
rita Universidad Autónoma de Puebla – México.

90
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

complejización de las estructurales estatales, cuando el nivel de socie-


dad política logra rodearse de sociedad civil.

Cabe ubicar el ámbito que corresponde al concepto de hegemo-


nía, palabra que, como bien recuerda Antonino Infranca3, en sus raíces
griegas remite a los significados de “conducción”, “guía”, “dirección”,
“dar señal”, “dar ejemplo”, pero añade Infranca, si vamos a su vez a las
raíces indoeuropeas, nos encontramos con significados de “unirse a”,
“adherirse a”, un sentido de “generar relaciones comunes”.

El ámbito en el cual se ubica el concepto de hegemonía, hace re-


ferencia a los espacios de la construcción de poder político, entendido
en sentido amplio, incorporando cultura y ética, alcanzado a concep-
ciones de mundo.

Infranca, quien participa en el debate argentino de la década de


los 2000, nos recuerda que Gramsci “sitúa a la hegemonía como una
praxis que, con respecto al poder de la política, cuestiona las diversas
“direcciones” que se le asignan”4, es decir que pone en cuestión los espa-
cios tradicionales, aquellos que las clases propietarias ceden a las clases
desposeídas, roles subordinados, en el debate y la práctica sobre la polí-
tica y el poder, conservando para sí los pilares que sostienen el sistema
político, de lo que se trata es de cuestionar dichos roles secundarios y
limitados, de lo que se trata es romper los círculos viciosos de recrea-
ción de poder de “los de arriba”, y generar nuevas teorías y prácticas de
“los de abajo” referidas a la política, a la disputa del poder, no solo como
niveles de participación, sino de construcción de poder popular.

3 Antonino Infranca (2011). “Egemonia populare come contra-egemonia dal basso”. En:
Utopia y Praxis Latinoamericana No. 53 pp. 45 – 57. Univ, del Zulia, Venezuela
4 Infranca. Ob. Cit. pag. 47.

91
Francisco Hidalgo Flor

Con el término de contrahegemonía se trata de subrayar esta


construcción de una hegemonía desde las clases populares, es un refe-
rente teórico para acompañar “a los de abajo”, los explotados y exclui-
dos, donde la clave es fracturar la condición de subalternidad, a la que
pretenden condenarle las clases dominantes, generando, a contraco-
rriente, otro tipo de poderes, en sus contenidos y en sus formas, con el
horizonte de una estrategia de participación y dirección popular.

Es una relectura porque coloca al debate de hegemonía en un


sentido diverso, la cuestión no es el conductor vertical y autoritario,
“el viejo príncipe”, sino dispositivos de dirección que construyen suje-
tos sociales y políticos conscientes, implica una dirección colectiva,” el
nuevo príncipe”, donde se articulan capacidades organizativas y capa-
cidades intelectuales5.

En la reflexión que sobre la teoría gramsciana se ha desplegado


recientemente en los países andinos, Miguel Herrera, tomando como
referencia el medio colombiano, dice que “Gramsci propone una relec-
tura de la hegemonía, al enfatizar en la definición de un bloque alter-
nativo y una “guerra de posiciones”, y a partir de ello la “constitución
de los grupos y clases subalternas en su accionar autónomo en pos de
la emancipación”6.

Gramsci al tratar la hegemonía va definiendo a la par un con-


junto de conceptos y visiones que precisamente acentúan ese carácter
de cuestionar el sistema político dominante, de allí tenemos la propia
caracterización de la condición de subalternidad que en el capitalismo
se coloca a las clases populares, para superar dicha condición de domi-

5 Gramsci. Cuaderno 8 nota 21 “El moderno Príncipe. Ob. Cit.


6 Miguel Herrera (2011). “Subalternidad y excepcionalidad en el posfordismo hegemóni-
co: el caso colombiano”. En: Utopia y Praxis Latinoamericana No. 53 pp. 27 – 43. Univ, del
Zulia, Venezuela

92
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

nación hace falta asumir una estrategia del largo plazo y proyectar un
bloque histórico.

El concepto de hegemonía gramsciano7 sugiere los espacios don-


de es posible que se vayan generando los consensos y las cohesiones
entre las clases populares, esto es la construcción de “las casamatas”
desde donde se despliega la “guerra de posiciones”, dichas casamatas se
configuran dentro de los espacios de sociedad civil y no en el espacio
del Estado, pues es indispensable mantener y consolidar proyectos au-
tónomos, los caminos propios, a partir de lo cual se podría dinamizar
un bloque de clases y capas sociales que asumen la perspectiva históri-
ca de la emancipación.

Gramsci identifica los espacios de la hegemonía como la articula-


ción entre dominio y cohesión, también lo sintetiza como la conjunción
de fuerza más consenso,donde el énfasis esta en el lado del consenso,
porque el lado del dominio ya ha sido desplegado por el “viejo prínci-
pe”, o sea la vieja política.

La cuestión del poder para un proyecto “de los de abajo” se mueve


en dos andariveles, la construcción del poder popular y al par la genera-
ción de espacios de consenso, mecanismos de cohesión, sistematizado
en el concepto de bloque histórico, y a la par presentar una concepción
de mundo alternativa.

Esa construcción de cohesión no es un desafío reducido a la co-


yuntura, como bien lo recalca Luis Tapia, quien es estudioso del pro-
ceso boliviano, al insistir que para la construcción de hegemonía, “es
clave la capacidad de articular una concepción del mundo, de la época,
del país”8.

7 Gramsci. Cuaderno 8, nota 52. Ob. Cit


8 Luis Tapia (2011). “La configuración de un horizonte contra hegemónico en la región

93
Francisco Hidalgo Flor

Los procesos sociales y políticos en la región andina nos demues-


tran que la posibilidad de construir hegemonía en los espacios nacio-
nales y regionales se da en cuanto se rompe con ese entreguismo al
poder imperial, marcado por los condicionamientos del Banco Mundial
(BM)y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y las clases populares
generan condiciones para mostrar y presentar sus demandas concretas
y generales, que superan lo reivindicativo.

En la lucha contra el neoliberalismo, en la región andina, desde


finales de los ochenta hasta el presente, se expresa un enorme poten-
cial, que va mas allá de las demandas inmediatas de las clases popula-
res, que alcanza a esbozar un concepto alternativo de país, de nación,
y en otros llega a abordar una concepción de mundo, que se confronta
con las raíces mismas de la dominación colonial y oligárquica.

Entonces podemos deducir que si bien el centro de la teoría de


la hegemonía hace referencia a la construcción de poder político, sin
embargo no se reduce a una ingeniería del sistema político, por ejemplo
la participación electoral, sino que se realiza plenamente solo cuando
se rompe la condición de subalternidad de las clases populares y están
son capaces de dinamizar un bloque histórico, que implica consensos
sociales en torno a nuevas concepciones de la nación, de la época y del
mundo.

Para reafirmar el lugar desde el cual interpretamos la teoría de la


hegemonía, es que cobra trascendencia plantear la ruptura de la subal-
ternidad, recalcando que se trata de construir una hegemonía en sen-
tido contrario al predominante.

andina”. En: Utopía y Praxis Latinoamericana No. 53 pp. 119 – 125. Univ, del Zulia, Vene-
zuela

94
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

Por eso hace bien Infranca cuando plantea, al estudiar las evo-
luciones latinoamericanas, que la clave para un horizonte contra-
hegemonico está en poner en cuestión “la hegemonía del logos de
Occidente”, se trata del logos que contiene la matriz de modernidad y
colonialidad, con la cual los centros capitalistas arremetieron contra
los demás pueblos del mundo, entre ellos los andinos: “el significado
más depredador de la hegemonía, como “conquista civilizatoria” en un
continente que recibió del dominador su cultura latina”9, avanzando
mas allá de solo cuestionar las coyunturas de un momento hegemónico
determinado.

Interpretación que también la encontramos en las lecturas de


Luis Tapia cuando ubica el ámbito de la contrahegemonía en: “articular
un proyecto y socializar un conjunto de principios, valores y prácticas
de construcción política y organización de la cultura”10.

Así nos encontramos ante un nuevo nivel de la contrahegemo-


nía, ya no solo es superar subalternidad, y generar bloque histórico,
estos elementos a su vez implican generación de filosofía y praxis en
una afirmación profunda de sujetos sociales, capaces de articular una
concepción de país, de época y de mundo.

Proceso andino y contrahegemonía

El proceso andino de lucha contra la hegemonía neoliberal y el


dominio oligárquico es ilustrador del conjunto de actores, fuerzas y po-
tencialidades que se desplegaron en un periodo de dos décadas, 1990
– 2010, pero cuyas reivindicaciones y proyectos de sociedad conectan

9 Infranca. Ob. Cit. pag.


10 Luis Tapia (2011). “La configuración de un horizonte contrahegemonico en la región
andina”. En: Utopia y Praxis Latinoamericana No. 53 pp. 119 – 125. Univ, del Zulia, Vene-
zuela

95
Francisco Hidalgo Flor

con raíces que llegan a las luchas por el socialismo (desde 1922 en ade-
lante), por la independencia (desde 1809 en adelante), y contra el colo-
nialismo (desde 1530 en adelante), eso es lo que le dio mucha fuerza y
capacidad de cohesionar a buena parte de la sociedad nacional.

Esta etapa tiene la impronta de la afirmación del movimiento in-


dígena, especialmente en los casos de Bolivia y Ecuador, como sujeto
social y político, con sus demandas propias de interculturalidad y plu-
rinacionalidad; así también lo ve Tapia al referirse al proceso boliviano
“la idea de un estado plurinacional es uno de los principales compo-
nentes del horizonte contra-hegemónico que se está configurando en
la zona andina en América Latina”11.

La propuesta de reconocer la plurinacionalidad y la intercultura-


lidad pone en cuestión uno de los pilares de la hegemonía dominante,
la denuncia de la colonialidad y de su correlato ideológico el racismo, y
los logros que se alcanzan rompiendo las barreras del racismo permiten
que el conjunto de la sociedad pueda apreciar y recuperar los valores de
los pueblos originarios y ancestrales, de las nacionalidades indígenas,
esa es la base para que luego, en la etapa constituyente, el conjunto del
país recupere el planteamiento del sumak kawsay y lo traduzca hacia el
buen vivir de la nueva constitución, lo que será analizado mas adelante.

Más junto a las demandas indígenas también están las demandas


y horizontes que aportan los movimientos sociales tradicionales, como
el obrero o el estudiantil, y la demanda del conjunto de la sociedad por
una participación real de los ciudadanos en la definición de los destinos
del país.

Esa necesidad y reclamo de participación política, de empode-


rar a las clases populares es también muy evidente en los procesos de

11 Tapia. Ob. Cit. pag. 124

96
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

Colombia y Venezuela, como lo rescata en sus análisis Álvaro Márquez


Fernández, la demanda por “convertir la política en una praxis pública
de cada ciudadano en su derecho a exigir la participación directa en la
construcción del poder del Estado social”12.

Ese es otro de los aspectos claves de este proceso andino, las cla-
ses explotadas y marginadas, también los sectores intelectuales que de-
mandan transformar el sistema política, que se encuentra de espaldas,
y en su lugar ser protagonista de procesos de transformación: “el actor
social que le imprime dialéctica a los cambios políticos”13.

La exigencia de empoderar a las clases populares implica desregu-


lar el poder político, se trata de: “producir espacios de discusión pública
donde los excluidos y marginados tengan opciones reales de manifestar
sus ideas y opiniones reconociendo su cultura popular y ciudadana”,
así el actuar del pueblo “hace posible la constitución de su conciencia
social y cívica que permite identificar los problemas de la política, que
requieren de la discusión pública entre todos a favor de los intereses
compartidos”14, en definitiva se plantea la lucha por una democracia
que surja “desde abajo”.

La construcción de un planteamiento contrahegemónico en el


marco del proceso andino entre la última década del siglo XX y la prime-
ra del XXI, se asienta sobre cuatro pilares: i) impugnación al mercado
como el regulador de la sociedad; ii) demandas, aportes y concepciones
de los pueblos y nacionalidades indígenas que ponen en cuestión el do-
minio de la colonialidad y en alguna manera la modernidad capitalista;

12 Álvaro Márquez Fernández (2011). “La crisis hegemónica: revolucionar la política a


través de los poderes populares”. En: Utopía y Praxis Latinoamericana No. 53 pp. 107 –
117. Univ, del Zulia, Venezuela.
13 Marquez. Ob. Cit. pag. 110
14 Marquez Ob. Cit. pag. 111

97
Francisco Hidalgo Flor

iii) propuestas de participación directa y democratización del poder


político de las clases marginadas y excluidas; y, iv) l planteamientos de
soberanía nacional y regional frente al control mundial unipolar de los
Estados Unidos de América.

Estos flujos sociales profundos abren los caminos y se expresan


fuertemente alrededor de los procesos constituyentes en Venezuela
2000, Ecuador 2008, Bolivia 2008, sin dejar de mencionar a Colombia
en 1991, donde se liberan temporalmente las amarras y se desenvuel-
ve debates muy importantes para definir proyectos de nueva sociedad,
posiciones de avanzada ante los desafíos de la época y proyectar una
concepción de mundo que se enfrenta al paradigma de modernidad,
como son, respectivamente, la economía social y solidaria, la soberanía
alimentaria, la plurinacionalidad e interculturalidad y el sumak kawsay
– buen vivir.

Sumak – Kawsay, resistencia y síntesis desde los pueblos in-


dígenas

El devenir del concepto del sumak kawsay es decidor de este pro-


ceso andino y a la par puede ser recuperado como ejemplo concreto de
la construcción de una propuesta contrahegemónica, así a inicios de
los noventa se encuentra contenido en la filosofía de vida de los pue-
blos indígenas pero no está visible para el debate social y político de
las clases no indígenas y la intelectualidad de izquierda, poco a poco
va emergiendo a la superficie, ese transcurrir va a ser analizado a con-
tinuación, hasta que, en el proceso constituyente, se constituye en el
eje de una nueva propuesta de transformación, superando los viejos
paradigmas desarrollistas.

El sumak kawsay es la filosofía de vida de los pueblos y naciona-


lidades indígenas, que implica una visión holística acerca del objetivo o
la misión de todo esfuerzo humano que se define también como “vida

98
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

armónica”, que en idiomas como el runa shimi (quichua) se expresa


como el “allí kausai” o “sumac kausai” indica la íntima relación entre su-
mak kawsay , que consiste en buscar y crear las condiciones materiales
y espirituales para construir y mantener el “buen vivir”, y sumak allpa,
este postulado puede traducirse como “tierra sin mal”.

A su vez habría un concepto que define la ausencia del sumak


kawsay, que es el “mutsui” que se entendería como un cumulo de caren-
cias, relacionada a las falencias relacionadas al uso y manejo de la fer-
tilidad, al desconocimiento sobre los climas, la ausencia de una actitud
de prevención y visión de largo plazo.

Son los principios que regulan la relación entre los seres huma-
nos y la naturaleza mediante relaciones armónicas, asi como un uso y
manejo equilibrado – dinámico del territorio y los recursos naturales.

En el caso del Ecuador las primeras sistematizaciones académicas


que recuperan los principios del “sumak Kawsay” se dan a finales de
los años noventa, se despliegan junto a los pueblos kichwas del Pastaza,
en plena región amazónica, y forman parte de la discusión sobre desa-
rrollo sustentable y las rupturas con las formulas clásicas del desarrollo
de manejo territorial.

Las experiencias de estos pueblos kichwas del Pastaza y la de-


fensa de sus planteamientos sobre la territorialidad son las siguientes,
según la interpretación del historiador Galo Ramón15, quien reconoce
tres elementos: “por un lado, era la “última frontera” amazónica, es de-
cir un espacio fuertemente controlado por los indígenas (el 90% del
territorio de la provincia de Pastaza), debido a que la colonización fue
tardía, no se estructuró un sistema de haciendas sólido para someter a
los indios, la apertura de la vía Baños-Puyo relativamente reciente, los

15 Galo Ramón (2011). “Apuntes al debate de Buen Vivir Rural”. Sin publicar

99
Francisco Hidalgo Flor

indígenas tuvieron una táctica exitosa para negociar el acceso a esas


tierras y la zona de frontera con el Perú (margen de 20 Km) favoreció
esa conservación; por otro lado, son pueblos que tienen una fuerte in-
telectualidad propia con capacidad de sistematizar y traducir al mundo
occidental su pensamiento, lo cual les ha dado una fuerte capacidad de
influencia en el movimiento indígena y en el país; finalmente, han con-
servado un sistema de manejo del territorio (manejo de microcuencas,
zonificación, organización del trabajo), que lograron convertirlo en una
propuesta de desarrollo”16.

Es el debate sobre el control y manejo de recursos naturales en


territorios indígenas, que permite aflorar las características de estos
conceptos: “en la cosmovisión de las sociedades indígenas, en la com-
prensión del sentido que tiene y debe tener la vida de las personas… lo
que existe es una visión de buscar y crear las condiciones materiales y
espirituales para construir y mantener el sumak kawsay (buen vivir) y
el alli kawsay (vida armónica / plena)”17.

Ubicamos ese proceso de debate y critica al desarrollo, a inicios


de los 2000, sectores de intelectualidad indígena, expresan la siguien-
te comprensión: “en la cosmovisión de las sociedades indígenas, en la
comprensión del sentido que tiene y debe tener la vida de las personas
no existe el concepto de desarrollo; es decir, no existe la concepción de
un proceso lineal de la vida que establezca un estado anterior o poste-
rior, a saber, de sub – desarrollo y desarrollo”18.

La posibilidad de que emergiera el concepto de sumak – kawsay


y diera un fuerte aliento a una perspectiva contrahegemonica solo fue

16 Ramón (2011). Ob. Cit.


17 Carlos Viteri Gualinga (2002). “Visión indígena del desarrollo en la amazonía”. En:
Polis, Revista de la Universidad Bolivariana No. 3 – Chile.
18 Viteri. Ob. Cit.

100
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

posible como resultado de un proceso de resistencia de los pueblos y


nacionalidades indígenas, de una fuerte cohesión interna, así lo des-
tacan otros autores ecuatorianos como Floresmilo Simbaña: “el sumak
kawsay ha subsistido en la memoria histórica de las comunidades indí-
genas de la región andina como un sentido de vida, una ética que orde-
na la vida de la comunidad” y recalca que “por siglos el sumak kawsay
fue rescatado y practicado por las familias, el ayllu, la comunidad; y es
justamente de aquí donde los actuales movimientos indígenas retoman
y reivindican este principio como perspectiva ética – civilizatoria”19.

Más también es importante el contexto ecuatoriano en el que se


afirma del movimiento indígena como sujeto político con propuestas
propias, donde el cuestionamiento a la comprensión unilateral de la na-
ción y la negación de la diversidad de los pueblos y nacionalidades que
la integran, va a ir encontrándose con el cuestionamiento a las formas
económicas y culturales como la sociedad capitalista se presenta, en
este caso en su fase neoliberal.

Los encuentros entre la filosofía de vida de los pueblos que-


chuas, expresada en el Sumak Kawsay, con las propuestas alternativas
desde la economía política ecológica, así como las demandas sociales
por participación y ciudadanía, añadiendo la reivindicación de los tra-
dicionales proyectos socialistas, si bien se habían realizado en varios
momentos políticos, solo alcanza un escenario propicio en el marco de
los debates de la asamblea constituyente 2007 – 2008, y la búsqueda
de una propuesta nacional y un proyecto de sociedad y convivencia in-
tegrador y transformador.

19 Floresmilo Simbaña (2011). “El sumak kawsay como proyecto político”. En: Más allá
del desarrollo. Edic. Abya Yala – FRL. Ecuador

101
Francisco Hidalgo Flor

Buen vivir, derechos de la naturaleza y equidades

Este acumulado de los pueblos y nacionalidades indígenas tiene


un encuentro con el debate crítico sobre el desarrollo y propuestas al-
ternativas al neoliberalismo, que, en el caso ecuatoriano va marcado
por la impronta de la economía política ecológica.

Así surge el “buen vivir constituyente”20, resultado de la articu-


lación entre el sumak kawsay, los derechos de la naturaleza, la reivindi-
cación de equidades diversas: sociales, étnicas, de género; ciudadanía,
y las demandas históricas de los movimientos indígenas respecto de
plurinacionalidad e interculturalidad.

Se despliega un debate no solo frente al modelo neoliberal y el


pensamiento único, aborda también, la crítica a los postulados de la
modernidad, la relación estado – mercado, la imposición dominante
sobre eficiencia y productividad, impugna a la herencia positivista des-
plegada en el pensamiento económico y social.

El reconocimiento de crisis ambiental y crisis de empleo, apoya


la crítica sobre la concepción hegemónica de desarrollo y progreso.

Se consolida una visión heterodoxa, que “critica los postulados


de un crecimiento material sin fin, del mercado como ordenador de la
producción, de una ciencia económica reducida a fines y medios”21.

En su lugar se plantea una perspectiva orientada a dar cuenta


de las necesidades del conjunto de la población y las colectividades, la

20 David Cortez (2010). “Genealogía del buen vivir en la nueva constitución ecuatoriana”.
En: Memorias del VIII Congreso de Filosofia Intercultural. Alemania.
21 Franz Hinkelammert (1995). “Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión”. Edic.
DEI – Costa Rica.

102
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

construcción de sociedades sustentadas en la promoción de las capaci-


dades sociales, sobre la base de relaciones de producción de intercam-
bio y cooperación que propicien la suficiencia y la solidaridad.

Se afirman postulados de la economía del trabajo, que recuerda


que la actividad humana productiva es la base de la economía, de allí
deviene la necesidad del reconocimiento en igualdad de condiciones de
todas las formas de trabajo, productivo y reproductivo22; eso implica
conceptos de igualdad de género, derechos reproductivos en el espacio
laboral, lo que lleva a reconocer la importancia de los planteamientos
de la economía del cuidado23, reconociendo instrumentos no mercan-
tiles que puedan mejorar condiciones de vida.

Ya no se trata solamente de defender la fuerza de trabajo y de


recuperar el tiempo de trabajo excedente, sino además de la defensa de
la vida contra esquemas de organización de la producción depredadora
del ser humano y de la naturaleza.

Se propone una relación dinámica entre estado, mercado y so-


ciedad, los mercados requieren una reconceptualización política, que
conduzca a regulaciones adecuadas, con unos conceptos que los reco-
nozcan como espacios de intercambio de bienes y servicios en función
de la sociedad y no sólo del capital.

En estas visiones alternativas, en contraposición con el modelo


hegemónico, se trata de recuperar lo público, lo gratuito, la diversidad
y lo universal.

22 Jose Luis Coraggio (1998). “Economía urbana: la perspectiva popular”. Edic. Ildis –
Flacso. Ecuador
23 Magdalena León (2009). “Desafíos de una economía de la vida”. En: “El Buen Vivir: una
vía para el desarrollo” – Edic. Abya Yala. Ecuador

103
Francisco Hidalgo Flor

Retoma las propuestas redistributivas, de la riqueza y de la pro-


piedad, bajo el postulado de transformar a la equidad socioeconómica
en sostén del aparato productivo, que permita la transferencia de ex-
cedentes hacia las economías populares y el desarrollo local, encadena-
mientos productivos e integración del conjunto de la economía.

Es fundamental transformar la modalidad de acumulación pri-


mario exportadora hacia un modelo de desarrollo que permita la acu-
mulación local y nacional, que permita que la riqueza que es extraída
sea procesada y transformada en las distintas regiones del país, promo-
viendo un policentrismo con mecanismos de redistribución e inclusión.

Un aspecto sustancial en la afirmación de estas propuestas alter-


nativas, va a ser el debate sobre desarrollo y ambiente; la crítica a los
discursos del “capital natural” y del “desarrollo sostenible”, reconocien-
do los desafíos que plantea la crisis ambiental, cada vez más evidente,
añade un nuevo elemento, que es la superación del discurso del desa-
rrollo, ya no solo desde la perspectiva anti – neoliberal, sino al conjunto
del modelo capitalista, especialmente en su ángulo depredador de los
ecosistemas, y de las condiciones de vida de los seres humanos.

La definición de los derechos de la naturaleza, formulación pio-


nera a nivel mundial, significa “alentar su paso de objeto a sujeto, como
parte de un proceso centenario de ampliación de los sujetos del dere-
cho… implica la liberación de la naturaleza de la condición de simple
objeto de propiedad y exige un esfuerzo político que le reconozca como
sujeto de derechos”24.

Esta concepción plantea el propósito de “organizar la sociedad y


la economía preservando la integridad de los procesos naturales, ga-

24 Alberto Acosta (2010). “El Buen Vivir en el camino del post – desarrollo”. Edic. FES -
ILDIS, pag. 17. Ecuador

104
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

rantizando los flujos de energía y de materiales en la biosfera, sin dejar


de preservar la biodiversidad del planeta”25.

En síntesis, del proceso constituyente emana un claro y fuerte


discurso contrahegemónico, cuyos pilares son Buen Vivir – Derechos
de la Naturaleza, que se completa con las formulaciones respecto de
economía social y solidaria, construcción de equidades, soberanía ali-
mentaria, y las propuestas respecto de plurinacionalidad e intercultu-
ralidad.

Los tiempos en los cuales empieza a desenvolverse el transcurrir


político del buen vivir – sumak kawsay en la región andina están mar-
cados por la consolidación de gobiernos posneoliberales, cuya legiti-
mación política emergió de las asambleas constituyentes y referéndum
aprobatorio.

Es una primera prueba de fuego, pues la posibilidades de difusión


y profundización podrían quedar atadas a los aciertos o desaciertos de
estos gobiernos específicos y ello puede llevar a graves distorsiones,
pues los regímenes no necesariamente están asumiendo el sentido pro-
fundo y transformador del planteamiento, al contrario es utilizado de
manera pragmática.

En todo caso abra que destacar el ambiente favorable a un debate


en el terreno de las izquierdas y la posibilidad de referencias a un hori-
zonte que recupera conceptos como socialismo y soberanías.

25 Acosta. Ob. Cit. Pag. 19

105
Francisco Hidalgo Flor

Posneoliberalismo en el Ecuador

La fase que estan atravesando varios países andinos y sudame-


ricanos, en este momento la mayoría, ha sido descrita como posneo-
liberal, para diferenciar de aquellos gobiernos que se mantienen como
neoliberales, los primeros caracterizados por establecer controles a los
mercados, también a ciertos segmentos del capital y transitar por la
recuperación del estado, para que asuma un rol fundamental en el sis-
tema político y agente económico prioritario en la recuperación de la
producción y los mercados, y los segundos que siguen proclamando al
mercado como organizador de la economía y la sociedad, en especial
articulados a las decisiones de los Estados Unidos.

Este concepto “pos – neo” es insuficiente, para una perspectiva


estratégica de dirección, solo describe el lugar desde el cual se marcan
distancias, pero no nos dice mucho del norte hacia el cual se orienta el
proceso.

Posneoliberalismo nos describe el lugar desde el cual el proyecto


económico y político se distancia, lo que algunos han llamado “el con-
senso sin Washington”, a diferencia de la etapa precedente marcada
por un “consenso con Washington”, un proyecto regional de moderni-
zación sobre bases capitalistas, organizada desde los estados naciona-
les, hacia un mundo multipolar.

Analicemos el caso de la evolución histórica del Ecuador entre el


2007 y 2012, que inicia con el primer triunfo electoral de Rafael Correa
y su movimiento Alianza País, atraviesa por el proceso constituyente y
la aprobación de la nueva Constitución, su primera reelección y va has-
ta el cierre del segundo período. Cabe indicar que es uno de los períodos
de mayor estabilidad política en el Ecuador, con tradición de períodos
presidenciales incompletos, que da un promedio de tres años, y Correa
está ya por el sexto año consecutivo, algo que ningún otro mandatario

106
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

lo logró desde 1930 hasta acá, sin embargo de ello no estructura un


viraje estructural al statu quo del poder económico – político.

Aquí estamos ante una evolución posneoliberal, pues los rasgos


que lo distinguen es el retorno del estado como actor fuerte en el apa-
rato productivo, la recuperación de la obra pública y de las acciones
estatales para enfrentar la pobreza, con registros importantes de re-
ducción de la extrema pobreza, el despliegue de un conjunto de pro-
gramas públicos y asistenciales en los sistemas de salud y educación
básica; a la par el despliegue de medidas de control estatal sobre los
mercados y ciertos ámbitos de expansión de los grupos financieros,
como su propiedad sobre los medios de comunicación privados, las
restricciones a los bancos privados, los controles tributarios sobre los
grupos económicos, la salida de divisas, y la definición y ejecución de
una política internacional de consolidación regional de América del Sur
con roles protagónicos en ALBA, UNASUR, y distanciamiento frente a
los Estados Unidos.

Reconociendo este lado positivo, sin embargo ello no da cuenta


del sentido del desarrollo: ¿ qué alianzas y estrategias principales son
las que se ponen en movimiento?; ¿hacia dónde va la dirección del pro-
yecto político?.
Más aun si el análisis asume una perspectiva contrahegemónica
cabe preguntar: ¿Qué roles ocupan las organizaciones populares en la
dirección del proceso?, ¿son condiciones que permiten desplegar suje-
tos sociales y conciencia de cambio?, ¿Qué transformaciones en la base
estructural y el sistema político se están desplegando?

El modelo político que se implementa repite el viejo error de to-


mar a las organizaciones populares como “correas de transmisión” de
una dirección ubicada en el aparato de funcionarios del gobierno, no
hay espacios reales para que los movimientos sociales puedan marcar
rumbos y propuestas propias.

107
Francisco Hidalgo Flor

Es un modelo político autoritario que debilita y subordina a las


otras funciones del estado, al parlamento, a las cortes de justicia, a la
corte electoral, a los dictados del poder ejecutivo y al presidente de la
República, incluso hoy el gobierno de Ecuador auspicia y promueve res-
tringir las instancias internacionales de defensa de los derechos huma-
nos, frente a denuncias de casos internos de prepotencia y persecución.

Un dato dice mucho, las políticas públicas referidas a los temas


indígenas, campesinos, rurales y ambientales, se hacen a espaldas, y
en ocasiones bloqueando a las principales organizaciones indígenas del
país, aquellas que desde hace mas de dos décadas vienen planteando la
plurinacionalidad e interculturalidad y transformaciones radicales en
el campo.

El modelo económico tiene en el estado a un actor de primera


línea, pero no se ha avanzado hacia transformar la base estructural, el
statu quo respecto de la inequitativa distribución de los recursos na-
turales y los medios de producción, el modelo sigue siendo primario
exportador y existe una clara determinación de avanzar por el camino
del extractivismo.

En el caso de Ecuador tenemos el despliegue de un eficiente


aparato burocrático, con un liderazgo vertical, alianzas fuertes con el
agronegocio y las transnacionales mineras, estrategia extractivista,
afirmación de un sistema de medios de comunicación estatales, sub-
ordinación de la Asamblea Nacional (función legislativa), la Corte de
Justicia (función jurisdiccional)y la Corte Electoral a las estrategias de
la Función Ejecutiva, confrontación con las principales organizaciones
sociales del movimiento indígena, obrero y magisteril.

La verdad es que en los temas sustanciales, que implican autén-


ticas transformaciones de fondo, tal cual se configura en el texto de
la nueva Constitución, como son plurinacionalidad, economía social y

108
Contrahegemonía y buen vivir en la fase posneoliberal

solidaria, soberanía alimentaria, equidad en el acceso a la tierra y al


agua, participación con poder para las organizaciones sociales, no hay
reales avances, en estos años ha primado el pragmatismo en lo político,
el desarrollismo en lo económico, y el caudillismo en lo ideológico.

Otro dato que dice mucho es el siguiente, el propio Rafael Correa


en la evaluación que realizó para el diario estatal “El Telégrafo” con mo-
tivo del quinto año de su mandato, expreso lo siguiente: “el modelo de
acumulación no lo hemos podido cambiar drásticamente. Básicamente
estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumu-
lación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a
los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y
equitativa”26.

Las afirmaciones aquí presentadas son conclusiones desde la


praxis, resultado de haber acompañado en estos años las posiciones
y demandas concretas de las organizaciones campesinas e indígenas,
es decir desde la situación de lo orgánico de las clases subalternas; y la
verdad es que la experiencia es decepcionante, pues en los temas sus-
tanciales, que implican autenticas transformaciones de fondo, tal cual
lo dice el texto de la nueva Constitución, como son plurinacionalidad,
economía social y solidaria, soberanía alimentaria, equidad en el acceso
a tierra y agua, participación con poder para las organizaciones socia-
les, no hay reales avances, en estos años ha primado el pragmatismo
en lo político, el desarrollismo en lo económico y el caudillismo en lo
ideológico

26 Entrevista a Rafael Correa “El desafío de Rafael Correa” por Orlando Perez, subdirector
de “El Telégrafo” – 15 de enero del 2012 (www.eltelegrafo.com.ec )

109
Miguel Ángel Herrera Zgaib

¿Época de cambios?

El ascenso de Correa y el movimiento “Alianza País” al gobierno, a


inicios del 2007, marcó una situación de encrucijada para los movimien-
tos populares, que nunca fueron mayoritarios en la correlación de fuer-
zas, lo dijimos así desde el inicio: “decisivos para generar las condiciones
de crisis de la hegemonía del neoliberalismo, no son los que conducen el
nuevo proceso de reformas ”, sin embargo al mismo tiempo se generaba
una nueva situación: “los viejos caminos que permitieron arribar a este
momento de quiebre ya no son suficientemente validos para los nuevos
escenarios”27.

La perspectiva estratégica sigue siendo de compleja definición,


pero tenemos algo más de certeza, tanto en el escenario nacional, como
internacional, aunque sea difícil de asumir, pues si bien se presentan
ciertos cambios, no alcanza a ser una época de transformaciones.

Para definir la época que estamos atravesando, recurro a un análi-


sis de estos días, pero referido al debate en el seno de la izquierda euro-
pea, y vamos a encontrar muchas similitudes.

El profesor Peter Bratsis miembro de la agrupación griega SYRI-


ZA, analizando la situación de las elecciones en ese país a mediados del
2012, planteó que: “la izquierda, desde SYRIZA en Grecia, hasta el mo-
vimiento Occupy en Estados Unidos, se vuelven voceros del capitalismo
racional, capaz de sobrevivir en un futuro previsible, versus una derecha
que acepta la lógica del corto plazo del capitalismo especulativo”28, a
esto lo calificó como de “carácter paradójico, un “rabbit hole”29 político”.

27 Francisco Hidalgo (2009). “Encrucijada: procesos políticos y movimientos populares


en el Ecuador actual”. Edic. CINDES y CETRI – Quito.
28 Peter Bratsis (2012). “Sobre las elecciones en Grecia”. Portal de internet “Sin Permiso”.
29 Se refiere a una metáfora presente en el cuento “Alicia en el País de las maravillas”

110
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

“Encrucijada”, o “rabbit hole”, imágenes diversas utilizadas para


expresar una situación paradojal, se plantea como programa de izquier-
da la afirmación del “capitalismo racional” y como el único enemigo a
vencer al “capitalismo especulativo”30. Esta interpretación del momen-
to histórico, puede ser leído de manera similar para los derroteros de
gobiernos progresistas en Latinoamérica: las políticas keynesianas or-
ganizan el discurso posneoliberal, y el norte de los gobiernos progresis-
tas esta marcado por “racionalizar el capitalismo de manera de hacerlo
más estable”.

Si uno analiza el discurso y la práctica del gobierno de Correa y de


su movimiento Alianza País, en la política interna del Ecuador, detrás
de la cual coloca al conjunto de los sectores populares adeptos y sus
organizaciones, en esencia estamos ante una dirección cuyo propósito
estratégico es racionalizar el capitalismo.

Quizás resulte de interés traer a nuestros días uno de los análisis


de Antonio Gramsci sobre revolución pasiva, un concepto que frente
al tema que estamos tratando sin lugar a dudas tiene una actuali-
dad enorme: “… el “progreso” tendría lugar como reacción de las clases
dominantes al subversivismo esporádico de las masas populares con
“restauraciones” que acogen cierta parte de las exigencias populares, o
sea “restauraciones progresistas”, o también “revoluciones pasivas”31.

utilizada para graficar el hecho de seguir a algo o a alguien ciegamente, y cuya persecución
lleva a eventos imprevistos.
30 Bratsis. Ob. Cit.
31 Gramsci. “Cuadernos de la Cárcel”, Cuaderno 8 nota 25 (tomo 3, pag. 231) Edic. Era –
México.

111
Miguel Ángel Herrera Zgaib

Más alla del posneoliberalismo

El proceso histórico político andino entrega al mundo un apor-


te muy valioso respecto de un horizonte contrahegemónico, el buen
vivir – sumak kawsay, que recupera, por un lado la filosofía de vida y
resistencia de los pueblos indígenas y la lucha contra la colonialidad, y
por otro lado, en el contexto de los procesos constituyentes, procesa
demandas esenciales del pensamiento crítico de la modernidad.

El buen vivir – sumak kawsay es, como lo indica Gudynas, “una


plataforma para el debate político”, probablemente uno los elementos a
construir es la reflexión sobre cómo romper condiciones de subalterni-
dad en la cual el capitalismo coloca a los movimientos sociales y popula-
res, para avanzar hacia una afirmación como sujetos colectivos capaces
de ir generando un nuevo bloque histórico que derrote finalmente al
orden dominante y asuma la construcción de un orden nuevo, donde
la propuesta del buen vivir – sumak kawsay ocupa un rol fundamental.

Allí puede estar una de las contribuciones que desde las reflexio-
nes gramscianas con el debate, por ejemplo, sobre la subalternidad y
emancipación32, y también las reflexiones en torno a una nueva ciencia
de la democracia33, pueden ser trascendentes en este tránsito, y la es-
trategia por articular la “izquierda social” y la “izquierda política”34

32 Aquí cabe mencionar como ejemplo los aportes desde México de Massimo Modonesi,
con su libro “Subalternidad, Antagonismo y Autonomia” ediciones CLACSO – 2010.
33 Aquí cabe mencionar como ejemplo los textos de Miguel Herrera Zgaib en las revistas
de la Universidad Nacional de Colombia como “Ciencia Politica” y “Surmanía”, así como
los debates del Seminario Internacional Antonio Gramsci que se cumple anualmente desde
2008 hasta la fecha.
34 Miguel Cárdenas (2011). “Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas fren-
te al poder global”. En: Utopía y Praxis Latinoamericana No. 53, pp. 13 – 26. Univ, del Zulia,
Venezuela

112
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

El proceso andino analizado es uno de esos tiempos en los cuales


se enriquece, se aporta al horizonte del nuevo orden, en uno de cu-
yos pilares está el proceso histórico que permite a los pueblos y na-
cionalidades indígenas alcanzar un rol de sujetos políticos y determi-
nar procesos, confrontar la colonialidad, y otro pilar es el conjunto de
movimientos sociales y académicos que van definiendo un discurso de
critica a la ideología del desarrollo y la modernidad, donde, en el caso
ecuatoriano, destacan las contribuciones de los movimientos sociales
alternativos, ecologistas, feministas, los movimientos populares, tanto
tradicionales de trabajadores, como emergentes de indígenas y campe-
sinos.

Esta evolución no puede quedar estancada en el posneoliberalis-


mo, pues va mas allá de la crítica al mercado total y a las estrategias po-
líticas centradas en el retorno del estado y la implementación de mode-
los de modernización, que es el denominador común de los regímenes
progresistas en las primeras dos décadas del siglo XXI.

A modo de conclusiones

En el presente artículo hemos sostenido que una lectura contra-


hegemónica de los procesos histórico políticos, como el que ha atra-
vesado el Ecuador en la últimas dos décadas, pone el acento en la
continuidad o ruptura de la condición de subalternidad de las clases
populares, en la construcción de sujetos sociales convertidos en sujetos
políticos capaces de generar dinámicas de consensos en torno a un blo-
que histórico, en el cual se pueda potenciar autonomía y acción común,
que transforma estructuras políticas y económicas y la par pone en
cuestión concepciones de mundo como el capitalismo y la colonialidad.

La construcción de la propuesta del Buen Vivir, que asume la fi-


losofía de vida del Sumak Kawsay, es un valioso aporte contrahegemó-
nico de los procesos andinos, que rescata la resistencia de campesinos

113
e indígenas, además pone en cuestión los paradigmas del desarrollismo
y la modernización capitalista.

Colocado el Buen Vivir en la construcción del discurso consti-


tuyente configura una propuesta integral de transformación social y
política que supera los límites de un proyecto coyuntural acotado al
posneoliberalismo.

Pero los procesos políticos enmarcados por la estrategia de go-


bernabilidad de los regímenes progresistas no están aportando a una
construcción contrahegemónica de largo plazo, que afirme a los sujetos
populares, al contrario vuelve sobre prácticas de control y sometimien-
to en el accionar político, y a la par se retoman modelos de moderniza-
ción capitalista.

Es necesario abrir debates y cauces sociales y políticos, que su-


peren una condición de “revolución pasiva”, que da aliento y revive a
un viejo orden, para abrir condiciones que permita emerger al nue-
vo orden, uno de cuyos elementos sea precisamente el sumak kawsay
profundo, recuperando los derechos de los pueblos y nacionalidades
indígenas y afrodescendientes, los derechos de las clases trabajadoras,
y los derechos de la naturaleza.
Colombia

Democracia, excepcionalidad,
contra- hegemonía en la crisis
del posfordismo: la paz en Colombia, 2009-
2012.

Miguel Ángel Herrera Zgaib

El imperio gobierna un orden global fracturado por divisiones y


jerarquías internas, y abatido por la guerra perpetua.
M. Hardt, A. Negri. Prefacio, en: Multitud. Guerra y democracia en
la era del Imperio, p. 15.

Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente


de éxito en éxito,..pero estas revoluciones son de corta vida,
llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se
apodera de la sociedad…En cambio, las revoluciones proletarias,
como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas,
se interrumpen continuamente en su propia marcha,
vuelven sobre lo que parecía terminado…”
Carlos Marx. El 18 Brumario de Luis Bonaparte.

115
Miguel Ángel Herrera Zgaib

Antesala con nuevos y viejos protagonistas

“Los colombianos pueden confiar plenamente que este


gobierno está obrando con prudencia, seriedad y firmeza,
anteponiendo siempre el bienestar y la tranquilidad de to-
dos los habitantes del país”.
Juan Manuel Santos. Alocución presidencial, 27 de agosto
de 2012.

“Llegamos a la mesa de diálogos sin rencores ni arrogan-


cia”.
Rodrigo Londoño (Timochenko), video de las Farc.

El ensayo explica cómo las relaciones globales en su caótico cur-


so actual entrañan una disputa contra-hegemónica entre democracia
y guerra en el orden imperial. Esta disputa es el punto culminante de
la “tercera ola” democrática teorizada irónicamente por el halcón neo-
conservador Samuel P. Huntington. Pero, además, en sí misma esta ola
tiene el carácter de un proceso revolucionario de larga duración, el cual
se concreta en escenarios nacionales con sus avances, repliegues y re-
trocesos; procesos que “parece que sólo derriban a su adversario para
que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más
gigantesco frente a ellas.”1

Precisando, es una revolución proletaria de signo democrático


con alcance planetario la que emergió en la década de los años 60-70
del siglo XX. Ella va ganando momento en oleadas sucesivas, después
de esta primera. La siguiente se define en los acontecimientos del 3
de junio de 1989, y 9 de noviembre de 1989 que tocan el espacio po-
lítico de los dos socialismos existentes más antiguos, el chino, donde
se perpetra la masacre de Tiananmen y el soviético; uno fue sometido
por las armas, y el otro estalla en un “éxodo” que rompe las barreras y

1 Marx, Carlos. El 18 brumario de Luis Bonaparte, en: Marx y Engels. Obras escogidas
(1955). Tomo I. Ediciones en lenguas extranjeras. Moscú, p. 254.

116
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

junta a las dos Alemanias, capitalista y socialista, separadas desde la


segunda posguerra mundial del siglo XX. Pasa luego por la insurrección
zapatista en América, 1994, y luego se traslada a Europa con el ensayo
de huelga general animada por los transportistas en Francia, que duró
dos meses en 1995, y produjo la caída del primer ministro Alain Juppé.

Luego este ciclo lo cierra, por una parte, la batalla de Seattle, las
multitudes contra la OMC, los días 29 noviembre al de 3 diciembre
1999; y de otra parte el triunfo contundente del primero de los gobier-
nos de coalición de izquierda en Suramérica, con el liderazgo carismá-
tico del comandante Hugo Chávez, 1999-2001. Luego vino la seguidilla
de victorias de la izquierda que elige a sus candidatos presidenciales en
América Latina después del fallido derrocamiento de Hugo Chávez en
Venezuela, demostración de hasta dónde el gobierno estadounidense
apoyaba los golpes de estado. Los nuevos presidentes no sólo gobier-
nan sino que se reeligen hasta nuestros días.

La oleada democrática más actual arranca con la gran manifes-


tación de Génova contra el Grupo de los 8, muere el joven activista
italiano Carlo Giuliani del “Bloque negro”, y cambia también el rumbo
confrontacional del movimiento anti-globalización, a la vez que cuaja
la propuesta del Foro Social Mundial, FSM, animada por los nuevos
movimientos sociales, que se reúne por primera vez en Porto Alegre
entre el 25 y 30 de enero de 2001. Allí acuden 15 mil personas, movili-
zadas con el motto “otro mundo es posible”.

Enfrentan la globalización capitalista que lidera en lo intelectual


el Foro Económico Mundial de Davos. Rivaliza con esta la propuesta
de alter-globalización extiende las resistencias a lo largo y ancho del
planeta defendiendo la metáfora de la plaza pública. El activista brasi-
leño Chico Whitaker la explica así: “Nadie podría escoger por lo tanto

117
Miguel Ángel Herrera Zgaib

quién podría entrar en la plaza ni decidir qué actividades serían o no


permitidas en ella…”2

Las luchas migran a Africa con la “primavera árabe” que arran-


có en Túnez en 2011, se extiende victoriosa a Egipto, salen Ben Alí y
Hosni Mubarak; impacta en Libia, donde Omar Khadaffi es asesinado,
para seguir hasta hoy un curso catastrófico en Siria. Bachar Al Asad no
se resigna a dejar el poder. Al mismo tiempo, la movilización anticrisis
capitalista camina en Europa, levantó a España, desde el 15 de mayo,
y tocó a Grecia con gran severidad, y también a Italia. Los antiguos
laboratorios del eurocomunismo están ahora al cuidado de la “canci-
ller de acero”, Angela Merkel. Ella, nacida en la ex RDA, no cede en las
medidas de castigo al común de las poblaciones europeas, y al celoso
cuidado del euro, lo único que queda de aquel comunismo de la guerra
fría, impuesto por las economías en quiebra.

Sin embargo, en la oleada de la alterglobalización, tomó la delan-


tera la protesta sostenida de los “indignados” contra el posfordismo,
no solo en el país capitalista más desarrollado, sino que cubrió como
tsunami social a 951 ciudades en 82 países. Tiene a los jóvenes como
los más radicales animadores de la resistencia y la denuncia contra la
voracidad salvaje del capitalismo casino. En los Estados Unidos tuvo
su detonante con el movimiento Occupy Wall Street, convocado desde
agosto de 2011 por la revista Adbusters y el grupo Anonymus, después
de sufrir el connato recesivo de 2008-2009 con las hipotecas basuras.

2 Whitaker, Chico. Intentando comprender el FSM, diez años después. Traducido por
Martha Cecilia Herrera, profesora Universidad Pedagógica. Bogotá, p. 5. Citado por Lina
Manrique Villanueva en: Foro Social Mundial: El repositorio de movimientos sociales y la
alter globalización. Publicado revista Interlocuciones N. 2. Facultad de Derecho y Ciencia
Política. Unal. Bogotá. Mayo 2012, p. 35.

118
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

El 17 de septiembre de 2011 los indignados se instalan en Zuc-


cotti Park, New York, y resisten y desafían al alcalde Bloomberg y a la
policía. La indignidad contra el capital financiero planetario se mani-
fiesta también en otras ciudades de la Unión Americana; no basta la
represión, y cubre a 52 ciudades en la jornada del 27 de septiembre.

Esta guerra de posiciones democrática, en sus diversos momen-


tos, choca en los países centrales contra la acumulación posfordista, y
multiplica su crisis, que tuvo como catalizador la quiebra de las hipote-
cas prime que puso en el mercado especulativo a los bienes inmuebles
de millones de familias dejándolos como habitantes de calles y campos
hasta el día de hoy.

La multitud plural aprende, se manifiesta, y lucha por autonomía


de los grupos y clases subalternas. Al enfrentar la relación capitalista
global que los constriñe y explota a todos los niveles, potencia las difí-
ciles lecciones contenidas en El Capital,3 no sólo en los centros también
en la periferia, y la semi periferia del orden mundial. Esta revolución
democrática en movimiento, de carácter proletario, reúne a la vez ca-
racterísticas contra-hegemónicas y anti-hegemónicas, tal y como lo de-
finen, y lo disputan las principales tendencias que se expresan en las
diversas reuniones del FSM, y en otros escenarios y momentos donde
las multitudes son protagónicas.

Dicho despliegue reviste una efectiva complejidad, tal y como


obra la revolución democrática de las multitudes en los más distantes
y disímiles puntos. Es una lucha contra y anti-hegemónica, cuando no

3 En la Alemania unificada del tercer milenio, El Capital triunfa editorialmente como nun-
ca antes, cuando Engels y el mismo Marx se esforzaban para conseguir comentaristas que
le hicieran propaganda entre los trabajadores alemanes del siglo XIX, para que se aventu-
raran a incluirlo en su “canasta familiar”, y lo leyeran para darle claridad conceptual a sus
luchas.

119
Miguel Ángel Herrera Zgaib

quiere volverse Estado-nación, la más de las veces, o cosa parecida a la


dictadura proletaria. Eso sí, abre la más honda crisis del modelo estatal
liberal de la dominación hegemónica, que fue ejercida con el disposi-
tivo híbrido de la representación política democrática por medio siglo
desde el fin de la primera guerra mundial. La sociedad civil de Inglate-
rra y Estados Unidos fueron su trinchera, su casamata más firme, y así
recogió en los análisis sobre Americanismo y Fordismo, siendo Gramsci
prisionero en la cárcel fascista.

El Estado liberal presidencial gobernaba los Estados Unidos de


América; se autoproclamaba mundo libre y participativo, y su contra-
fuerte en el sistema de relaciones internacionales era la Unión Sovié-
tica, que dejaba a los estados del Pacto de Varsovia que se llamaran de-
mocráticos. El poder soviético ordenaba a la tercera parte del mundo,
bajo el equilibrio bipolar, que consagró a la corriente realista de Hans
Morgenthau, Raymond Aron y su discípulo tardío, Kenneth Waltz.

Sin embargo, este ejercicio cuasi monopólico del poder mundial,


es cuestionado de cuando en vez por el heterogéneo bloque de los esta-
dos no alineados, el grupo que hoy preside Irán que reclama ser parte
del exclusivo club de la energía nuclear, y a la vez musulmán;4 y por
los golpes revolucionarios de la Tricontinental creada por el Ché bajo
la consigna práctica de “crear muchos Vietnams”. Ese poder mundial

4 La Trilateral de Huntington, Watanuki y Crozier la bautizaron como “crisis de gober-


nabilidad”. Con este eufemismo la revolución democrática planetaria ingresó al mundo
académico, y se volvió moneda común en la opinión pública ilustrada alrededor de los cen-
tros de poder capitalista y socialista. En América Latina ella tomó señas de identidad en la
reflexión sobre las transiciones y la consolidación democrática con la cual se desmontaron
dictaduras militares y civiles. Esta revolución inconclusa tiene un segundo rebrote con el
llamado “Choque de Civilizaciones”, que adquiere expresión y momento político en “la pri-
mavera árabe”. El nuevo curso ocupó los últimos años de la vida académica del estratega
Samuel P. Huntington, destacado miembro de la intelectualidad orgánica del orden impe-
rial que enfrenta dicha amenaza.

120
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

capitalista, tanto su forma soberana imperial, como su régimen de


acumulación posfordista están atravesados por la crisis, y tienen a las
multitudes luchando por su derrumbe, participando de modo diferen-
te, con una pluralidad de manifestaciones e iniciativas que todavía no
se juntan para darle existencia clara a un sujeto político anticapitalista
de alcance planetario.

Un remedio y una mutación polémica

“Vida en común. La posibilidad de la democracia a escala glo-


bal emerge hoy por primera vez. Este libro trata de esa posibi-
lidad, de lo que vamos a llamar el “proceso de la multitud”. Un
proyecto que no solo expresa el deseo de un mundo de igual-
dad y libertad, no solo exige una sociedad global democrática
abierta e inclusiva, sino que proporciona los medios para con-
seguirla. Esa es la conclusión de nuestro libro, pero no es así
como hay que empezar”.
Michael Hardt, Antonio Negri. Prefacio, en: Multitud, p. 13

La crisis del capitalismo global bajo el régimen posfordista es


atendida, asistida con la estructuración de un orden político imperial
que esgrime la guerra para suturar en parte la crisis del espacio político
mundial, según lo plantea la reflexión inicial de Toni Negri. Él prosigue
esta indagación en tres volúmenes comenzando con Imperio siguieron
Multitud y Commonwealth. A dúo con Michael Hardt responden, pon-
deran las diversas críticas que se hacen a esta reflexión que cuestiona la
doble hegemonía de la clásica lógica imperialista y la teoría latinoame-
ricana de la dependencia. Para ellos, estos paradigmas perdieron su po-
der explicativo más general. Al concluir que vivimos un nuevo tiempo
del capitalismo, la era del imperio llamado por la acción directa de las

121
Miguel Ángel Herrera Zgaib

multitudes, y las tensiones fundamentales se expresan en la ecuación


guerra y democracia, el baremo transversal del tiempo presente.5

Una de los más conocidos críticos a este planteamiento es Atilio


Borón con su ensayo Imperio & Imperialismo,6 publicado en Clacso y
premiado luego en el concurso Casa de las Américas de Cuba. En el epí-
logo de su ensayo Borón concluye:

“…el argumento central del libro evidenciaba una sorprendente y bien-


venida similitud con las principales tesis que los ideólogos de la globa-
lización habían venido propagando por todo el mundo desde los años
ochenta, a saber: que el estado-nación se encuentra prácticamente ex-
tinto, que una lógica global gobierna el mundo, y que para desafiar esa
ominosa estructura –cuyos concretos beneficiarios así como sus vícti-
mas y oprimidos se pierden en las sombras- existe una nueva y amorfa
entidad, la “multitud”, y ya no más el pueblo y mucho menos los traba-
jadores o el proletariado”.7

Eso sí, Atilio abre también un compás de espera para redimir a


uno de los autores de Imperio, el primer libro de la trilogía que sustenta
el nuevo orden imperial que no imperialista, diciendo: “Esperamos de
todo corazón poder tener en fechas próximas la satisfacción de comen-
tar, en términos completamente diferentes, un nuevo libro en donde el
extraordinario talento de Negri se reencuentre con su propia historia”.8

5 El segundo libro de la trilogía se titula Multitud. Guerra y democracia en la era del Im-
perio, publicado en 2004 por Penguin Press en la edición inglesa, y en el mismo año en la
edición argentina, en la colección Debate de Random House Mondadori Press.
6 Borón, Atilio (2002). Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y
Antonio Negri. Clacso, Buenos Aires
7 Borón, Atilio, op. cit., p. 151.
8 Ibídem, p. 153.

122
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

La situación de Colombia durante la crisis

Esta disputa mundial y las tensiones teóricas y prácticas que le


son inherentes tienen su expresión en Colombia, donde se traducen en
una contravía de la transición democrática, en su retroceso autoritario,
que arrancó con importantes reformas en 1991. La siguiente década
fue la de la destorcida de la guerra declarada contra los de abajo.

El proceso de la transición se degenera dramáticamente producto


de la quiebra de la política pública de paz, con la que el presidente An-
drés Pastrana obtuvo su elección, pactando con las Farc y su líder his-
tórico, el guerrillero Manuel Marulanda, y con un centinela imperial,
el gobierno estadounidense de Bill Clinton, con el Plan Colombia como
espada de Damocles, de doble filo, pendiendo amenazadora sobre sus
cabezas. A esta cita, al inicio formal de las negociaciones en San Vicente
del Caguán, no concurre Tirofijo, el sobreviviente de mil combates de
resistencia, y la silla vacía se vuelve premonitoria de lo que vendrá, el
in crescendo de la guerra interna, entre gobierno y guerrillas durante
la última década, cuando el paquete de reformas quede servida en la
mesa, después que se sentaron a manteles varios candidatos presiden-
ciales, para exigirles cuentas a esta insurgencia armada.

El periodo de la de-democratización, es el nombre que tiene la


destorcida antidemocrática. Tiene un interregno de casi dos años, vi-
vido en la zona de distensión, San Vicente del Caguán, “el paraíso per-
dido” de la paz, y luego viene la degeneración democrática abierta, con
el triunfo del presidente guerrero, Álvaro Uribe Velez, el portador de la
seguridad “democrática”.

La operación de-democratizadora, noción que utilizó Charles Ti-


lly al estudiar la democratización durante la globalización capitalista,
en Europa del Este, en Colombia abarca los años 2002-2010, y luego
parece cambiar su curso que coincide con el cambio de gobierno al ser

123
Miguel Ángel Herrera Zgaib

derrotada la segunda reelección del “pacificador” en la Corte Constitu-


cional.

La resistencia de los grupos y clases subalternas forzó un cam-


bio de rumbo. De una parte, la gran ofensiva militar contra la guerri-
lla de las Farc-ep, a través del plan consolidación no logró liquidarla.
Esta guerrilla cambió su estrategia, se replegó, y volvió a actuar como
guerrilla con micro-operaciones de castigo, y daño a la infraestructura
económica y social en las zonas de su influencia. Eso sí, perdió en com-
bate, en operaciones de inteligencia y ataques aéreos, dentro y fuera
de la frontera nacional, a figuras políticas y militares de incuestionable
relevancia como Alfonso Cano, el Mono Jojoy, y Raúl Reyes, forjadas al
lado de los liderazgos de Jacobo Arenas y Manuel Marulanda.

De otra parte, los movimientos sociales se fortalecieron y multi-


plicaron en resistencia contra el autoritarismo y la parapolítica juntas.
Las comunidades indígenas y campesinas se conformaron en espacios
colectivos de composición plural como la Minga Social, y el Congreso de
los Pueblos, primero, y luego vino el despliegue del Movice, la Mane y
el Movimiento estudiantil, y la Marcha Patriótica.

En la escena electoral, aunque el nuevo presidente obtuvo algo


más de 9 millones de votos, como cabeza de un nuevo frente, la Unidad
Nacional, las fuerzas derrotadas principales, el PDA y el Partido Verde,
aunque diferentes en programa, sumadas obtuvieron casi 5 millones
de votos, en medio de una considerable abstención en la elección pre-
sidencial. Y aunque el principal partido de oposición, el PDA, pasara en
votos a un tercer lugar, después de los verdes, uno de sus desprendi-
mientos, el movimiento Progresistas, después de la debacle política y
la corrupción rampante en la Alcaldía de Samuel Moreno del PDA en la
capital, Bogotá, garantizó por tercera vez el triunfo electoral de izquier-
da con Gustavo Petro como alcalde.

124
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

La alianza progresista, que incluye como compañeros de viaje a


liberales y conservadores en la administración de la segunda más im-
portante posición política del país, no tiene la participación del PDA.
En el 2012, este partido realizó la Conferencia ideológica, transida de
maniobras autoritarias y censuras temáticas, realizará el III Congreso,
para el cual se han postulado más de 3600 aspirantes a ser delegados.
En el ínterin, el Comité ejecutivo nacional expulsó al Partido Comunis-
ta, socio histórico del PDA, por ejercer la doble militancia, como anima-
dor de primera línea de la Marcha Patriótica; y otro tanto ha hecho con
congresistas ligados al Movimiento Progresistas, quienes han resistido
la exclusión de que son objeto.

El clima político del régimen para-presidencial se deterioró más a


partir de 2006, cuando se cambió la constitución de 1991 para permitir
la reelección del comandante supremo de las F.A., en campaña “pacifi-
cadora”. El resultado fue el degeneramiento democrático de las liber-
tades públicas, el asesinato en masa, la vigilancia ilegal de opositores,
cortes y copamiento de los organismos de control. Agenciado en las dos
presidencias de Álvaro Uribe, a sus espaldas, como en los tiempos de
su primer mentor, el expresidente Ernesto Samper, a quien tuvo can-
didatizado para hacerlo embajador de Colombia en París. Un recuerdo
agradecido de los tiempos del Poder popular, cuando la presidencia de
Samper se ganó en la segunda vuelta con la provisión de fondos del
triunfante cartel de los Hermanos Rodríguez Orejuela, extraditados
después por el presidente electo a los Estados Unidos.

El salto de la guerra a la paz con condiciones

Hay un audaz viraje del actual presidente, Juan Manuel Santos,


que se deslinda del proyecto dominante de la seguridad, y propone en
cambio, el proyecto de la “Prosperidad Democrática”, mediante el cual
quiere, por fin, acariciar las mieles de la hegemonía del bloque domi-

125
Miguel Ángel Herrera Zgaib

nante oligárquico sobre los esquivos, renuentes grupos y clases subal-


ternas, que han resistido, se han rebelado, ensayado la insurrección, y
votado en contra del establecimiento bipartidista.

Los de abajo, los subalternos, cada vez que han visto la posibili-
dad de romperle el espinazo a la dominación liberal y conservadora han
votado copiosamente, y sufrido fraude, o el asesinato de sus conducto-
res electorales. La dominación oligárquica existe con pocos sobresaltos
desde el aplastamiento de las sociedades democráticas en 1854, prime-
ro. Luego, cien años después con el magnicidio de J.E. Gaitán, y el des-
cabezamiento del proyecto de liberalismo popular. Dicho lo cual, es en
el siglo XIX, cuando el poder político en Colombia obtiene, delinea su
forma presente, de 1854 en adelante arranca la genealogía del dominio
bipartidista que legitima a liberales y conservadores en el poder. Es una
dominación exagerada, con una legitimidad, no una hegemonía jamás
alcanzada, brutalmente longeva hasta nuestros días.

La tercera vía de Juan Manuel Santos, los huevitos de Uribe más


la llave de la paz, que monta en la desvencijada locomotora que trans-
portan las riquezas naturales fuera del país es la respuesta a esta si-
tuación de deterioro democrático. Una vez quebrado y descubierto el
poder electoral de Álvaro Uribe, apuntalado por las campañas electora-
les de las Auc; en aceptación previa del principal socio internacional, el
gobierno de Barack Obama, cada vez más vigilante de la parapolítica;
sacando provecho de la fugaz prosperidad económica que goza Colom-
bia, paraíso de la demanda de materias primas estratégicas con míni-
mas tarifas impositivas.

En particular, el presidente anuncia desde su posesión, delante


de su antecesor, que él tiene en su bolsillo guardada la llave de la paz, a
la vez que mantiene a resguardo “los huevitos” heredados: seguridad,
confianza inversionista, y mejora social. Pero, durante, los meses de
agosto y el corriente septiembre anuncia que la estrategia de guerra

126
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

para imponer la rendición a la insurgencia, que lideró Álvaro Uribe


Vélez, no va más.

Este ganadero y abogado, el intelectual orgánico del bloque del


poder terrateniente y financiero, monta en cólera y organiza en res-
puesta anticipada lo que aspira a ser el partido de la reacción, El puro
centro democrático, que aglutine y recomponga las fuerzas del partido
de la guerra. Esta alianza existió en los dos periodos anteriores, dio
existencia al régimen para-presidencial, y al desmonte de la promesa
del Estado social de derecho.

Las regiones sometidas al control de las mafias de la parapolítica


regional, con los señores de la guerra extraditados, y sus apoyos elegi-
dos de nuevo en el congreso y en los poderes regionales y locales. Era
la antesala sangrienta de un proyecto alternativo, el Estado comunita-
rio corporativo, la para-república en ciernes,9 al servicio de los grandes
propietarios del campo y la ciudad. Antes, ellos hicieron uso de la ex-
cepcionalidad un dispositivo de derecho y de hecho, el autoritarismo
cuasi discrecional del régimen para-presidencial, con el cual masacres,
violación de los derechos humanos, desplazamiento y proscripción de
la vida política fueron el pan cotidiano.10

El nuevo curso, el viraje hacia la paz bajo nuevas condiciones,


lo marca la estrategia de la prosperidad democrática con Juan Manuel
Santos, el presidente que comanda el bloque de poder recompuesto que
él gobierna desde el año 2010. Él se nutre de la tradición gran burguesa
reformista de los liberales Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos

9 Herrera Zgaib, Miguel Angel et al (2007). Cien Días después de la reelección: parapresi-
dencialismo, terror y TLC, en: El 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colom-
bia. Unal/UNIJUS. Bogotá.
10 Herrera Zgaib, Miguel Angel et al (2007). El 28 de mayo y el presidencialismo de excep-
ción en Colombia. Unal/UNIJUS. Bogotá.

127
Miguel Ángel Herrera Zgaib

Montejo, que sumados el conservador Laureano Gómez fueron los ar-


quitectos centenaristas de un bloque histórico hegemónico incomple-
to, aunque exitoso en el acto de cooptar, encauzar el despertar político
de los grupos y clases subalternas. Antes, éstas habían animado im-
portantes luchas sindicales, electorales y políticas contra la hegemonía
conservadora, hasta el punto de ensayar una insurrección localizada en
El Líbano con los llamados “Bolcheviques”.

El proceso de autonomía proletaria con visos de alianza campe-


sina en algunas regiones tomaba cuerpo y peso específicos durante la
primera mitad del siglo XX. Pero este despertar democrático lo inte-
rrumpió el hacer coincidente del liberalismo reformista, de un lado, y
el stalinismo criollo de otro; pero este segundo despertar lo cerró una
cruenta guerra civil, La Violencia. Así se dieron las condiciones de po-
sibilidad para el despliegue posterior de una revolución pasiva: el desa-
rrollismo capitalista de Colombia sin Estado de compromiso, al contra-
rio de otros países de América Latina, que lo hicieron bajo la fórmula
variopinta de los populismos.

Aquella dirección política, intelectual y militar, proletaria y cam-


pesina fue desarticulada y desarmada en la breve dictadura del general
Gustavo Rojas Pinilla en la década de los años 50. Después, bajo la for-
ma del Estado de gobierno del Frente Nacional fue forzada a participar
de un proyecto de “pacificación” inconcluso. Este tercer frente de clase
sólo tuvo estrechos ribetes democratizadores en el nivel de lo político,
que pronto se cerraron para campesinos, obreros, estudiantes y mino-
rías étnicas. Un hubo cambios de fondo en las relaciones económicas y
sociales, manteniendo la estructura de privilegios y exclusiones crista-
lizadas en la constitución política de 1886.

Hubo que esperar hasta 1991, para reformar la constitución cen-


tenaria, y consagrar la participación democrática liberal junto con la

128
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

garantía de los derechos fundamentales por vía de la tutela individual,


así como establecer la reforma del régimen presidencial, dándole for-
ma a un neo-presidencialismo, especializado en la función política que
daría dirección a la promesa del Estado social de Derecho: promover
la igualdad real, en particular, para las minorías más desfavorecidas, y
desiguales.

El heredero de la tradición centenarista del reformismo es Juan


Manuel Santos, quien toma distancia relativa del legado político de su
“gran elector” en lo corrido de los dos años de gobierno, 2010-2012.
Enfrenta los resultados del proyecto de-democratizador de su antece-
sor, esto es, la reacción regeneradora que inspiró a Álvaro Uribe Vélez.
Él, apoyándose en el binomio Rafael Núñez/Rafael Reyes, incrementó
la guerra contra los de abajo e impulsó el desarrollo capitalista sin cor-
tapisas democráticas con los de arriba.

Uribe optó por continuar la estrategia de guerra integral contra


la subversión armada, que ensayó primero César Gaviria sin éxito, li-
quidado el proyecto nacional popular de la legal Unión Patriótica.11 El
objetivo era, y seguía siendo, extirpar la amenaza político-militar de
los de abajo liderada por las Farc-ep al final de los años 80, con una
presencia menor del Eln, el Epl; pero a la vez existía una notoriedad

11 La Unión Patriótica resultó de las negociaciones de paz propuestas por el conservador


Belisario Betancur con las Farc, la guerrilla liderada por Manuel Marulanda y Jacobo Are-
nas, que se juntó con un recambio político en la dirección del Partido Comunista colom-
biano, que vivía un proceso de “desestalinización”, de aggiornamento que tenía entre sus
animadores principales a Álvaro Vásquez del Real, de la vieja guardia, Jaime Pardo Leal y
Bernardo Jaramillo como líderes visibles, y para quienes Antonio Gramsci, y su teoría de
la guerra de posiciones democrática fue fuente fundamental en ese giro como respuesta
al reformismo “populista” del presidente Betancur, nutrido por una doble tradición parti-
dista, el centenarismo modernizador de Laureano Gómez, y el populismo desarrollista de
Gilberto Alzate Avendaño, la contracara del liberal Jorge Eliécer Gaitán.

129
Miguel Ángel Herrera Zgaib

mayor, mediática, protagónica con sus audacias comunicativas y pro-


pagandísticas del M-19.

Con todo, Gaviria y la dirección tripartita de la Constituyente


de 1991 también selló un pacto non sancto de no extradición, con el
poder económico y militar de la narco-mafia. Esta tenía dos cabezas de
notable poder destructor y corruptor: Pablo Escobar Gaviria y el cartel
de Medellín; y los hermanos Rodríguez Orejuela, líderes del cartel del
Valle, con rivalidades manifiestas entre ellos.

No compartía el Cartel de Cali la forma de conducir Pablo Es-


cobar las relaciones frente a los poderes establecidos en los sucesivos
gobiernos reformistas de Betancur y Barco. Éstos le impidieron a Es-
cobar, en el liberalismo y Carlos Ledher, con el movimiento Latino
cualquier tipo de protagonismo político, cuya primera bandera era
luchar contra la extradición. Los hermanos Rodríguez Orejuela prefe-
rían actuar por interpuesta persona conservando la discrecionalidad,
financiando elecciones, y pagando más que bien a sus fichas del esta-
blecimiento político y militar requeridas para evitar contratiempos en
sus negocios ilegales.

Pero, a la vez, la industria y comercio ilícitos del narcotráfico in-


cluye como masa de maniobra, - el ejército de sicarios, las agencias de
cobros, y el aparato de seguridad de “los capos”-, y sobre todo como
fuerza de trabajo a una porción considerable de los grupos y clases
subalternas de Colombia. Es también parte activa, considerable del in-
menso ejército constituido por la población sometida y disciplinada a
los designios del capital, de acuerdo con las lógicas perversas impues-
tas por la más exasperante desigualdad económica, reforzada siempre
por el dispositivo del apartheid social establecido desde la colonia, y
la exclusión política practicada desde el inicio de la independencia por
la oligarquía dominante, y consolidado en el primer frente nacional
bipartidista de 1854 en adelante.

130
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

Esta lógica de frentes no solo desata el nudo político que pro-


ducen determinadas crisis de representación de las clases y glupos
dominantes, sino que con los frentes se traiciona cualquier posible
compromiso democratizador con los de abajo en materia económica,
social o ideológica, descabezando los liderazgos o cooptando cualquier
liderazgo que ponga en entredicho la seguridad de la institución de la
propiedad privada, a través de la guerra racista y de clase.12

El curso seguido por la historia de Colombia, la dialéctica entre


el país nacional y el país político a lo largo del siglo XIX es prueba elo-
cuente de lo dicho, la imposibilidad de una articulación efectiva de un
discurso y una práctica nacional popular capaz de implementar las re-
formas en profundidad en beneficio de los muchos; y las constituciones
que seguían a cada una de las batallas en la guerra interminable son los
botones de muestra.13

Los diálogos exploratorios y la nueva agenda de la paz


“Todas las guerras terminan con algún tipo de acuerdo,
de diálogo…ponerle fin a este conflicto…sin repetir los
errores del pasado”.

Juan Manuel Santos, en alocución durante la pose-


sión de 6 ministros.

12 Es muestra elocuente de lo dicho, el modo como fue derrotado el gobierno provisional


del General José María Melo y los artesanos de las Sociedades Democráticas, que ejerció el
poder del estado por unos pocos meses en el año 1854.
13 Hernando Valencia Villa, un exponente del constitucionalismo crítico en Colombia, las
denominó “cartas de batalla” historiándolas una a una, hasta llegar al orden de 1991, en
cuyo tratamiento fue benigno y prudente a la vez. No tuvo tiempo de pensar a esta última
constitución como una forma de revolución pasiva truncada, donde el expediente de la
guerra irrumpió para impedir hasta ahora cualquier pacto incluyente entre los de abajo y
los de arriba

131
Miguel Ángel Herrera Zgaib

“Es positivo el anuncio de paz del Presidente luego de sus


más recientes y reiterados pregones llamando a la gue-
rra”.
Carta del Eln, publicada en su sitio web, 3 de septiembre
de 2012.

Hoy, en el tercer milenio, el presidente Juan Manuel Santos, lí-


der del bloque en el poder, con el respaldo de un nuevo frente, la Uni-
dad Nacional, teniendo como aliado al Partido Verde, y la resistencia
del Puro Centro Democrático, anuncia su agenda de paz conjunta con
Timochenko, el secretario de las Farc-Ep, que tendrá su presentación
internacional el 5 de Octubre en Oslo, Noruega, teniendo como anfi-
trión a Jean Egeland, partícipe en la fallida experiencia de San Vicente
del Caguán. Puede servir de maestro de ceremonias en caso que la
agenda de la paz cuaje en Colombia, y sea premiado este esfuerzo con
el Nobel de la paz, luego de medio siglo de conflicto interno.

El pasado 4 de septiembre, con el intervalo de una hora, entre


las 12.30 y la 1.30 de la tarde, Colombia ve expectante que se vuelven
a abrir las compuertas de la paz. Estas se han venido preparando hace
algo más de un año, y sus detalles se vienen conociendo en retrospec-
tiva. El presidente leyó el documento que fija la logística, la ruta de
la negociación, y para ello ha dispuesto como su delegado principal a
Humberto De la Calle Lombana. Y desde la Habana, el equipo de las
Farc-Ep, en rueda de prensa, desde el Palacio de Convenciones, valida
el acuerdo. Después que Timochenko, Rodrigo Londoño, en un video
inusitado, con raperos incluidos, dio el espaldarazo a la negociación,
sentado en el ciberespacio, sin silla vacía, con humor camino a La Ha-
bana.

El proceso que ahora se concreta, solo lo conocimos el grueso de


los colombianos a raíz de la pública infidencia del expresidente Fran-
cisco Santos, enterado de las conversaciones secretas en La Habana,
por boca de su primo, interlocutor del gobierno, Enrique Santos Cal-

132
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

derón. Una secrecía posibilitada también por la quiebra de salud del


expresidente Angelino Garzón, quien estuvo ausente en los momentos
definitivos en que se fraguó este acuerdo. Ahora ha exigido que su silla
no está vacía, y que no puede el presidente sentar en su lugar a Luis
Eduardo Garzón, a quien Santos dio rango de ministro, para atender
el proceso de paz, y darle cabida al Partido Verde, del que está ausen-
te Antanas Mockus por voluntad propia, censor moral del presidente
Uribe.

Angelino Garzón incomodaba la libre marcha del presidente


Santos, porque no solo quiere mantener un papel co-protagónico, sino
que se ha convertido en el vocero estratégico del expresidente Álvaro
Uribe, con la aspiración de jugar su carta a la presidencia al final del
gobierno Santos. Aspiración que se ha esfumado en la hoguera de las
ilusiones de una guerra sin futuro.

La lucha contra-hegemónica de los de abajo, de los grupos y cla-


ses subalternas parece liberarse del fantasma de la guerra en Colom-
bia; y darle la bienvenida en un territorio nuevo, al despliegue de la
pluralidad del común. Siempre y cuando, el diapasón de la participa-
ción política se resista a la acostumbrada fórmula de la representación
política. Y que las Farc-ep no repita el embrujo de conducir vertical-
mente el proceso de la paz con igualdad social y libertad.

Como síntoma de la disposición de los movimientos sociales a


liberarnos de la guerra, la movilización del 5 de septiembre coloca a
la sociedad civil en sus ejercicios contra-hegemónicos, a otros actores
que exigen reformas radicales, y la educación es uno de los campos
más sensibles y urgentes.

En este caso la comunidad educativa rezagada de la locomotora


de la prosperidad, varada en estaciones que amenazan ruina física, y
anemia presupuestal, se manifiesta en la primera gran movilización

133
Miguel Ángel Herrera Zgaib

luego del anuncio de la negociación de la paz, con un manifiesto con-


vocatoria:

“El gobierno deshonró la palabra empeñada con FECODE y la


MANE, violó los acuerdos laborales pactados el año interior e incum-
plió el compromiso de concertar la reforma de la educación superior; en
resumen, el gobierno `le hizo conejo´ al país en materia de educación”.

Desde la otra orilla, estas son las palabras de la alocución presi-


dencial que abre la expectativa de un nuevo tiempo. El 4 de septiembre,
puntual en su intervención a partir de las 12.30 p.m., señalando que
con las Farc-ep acordaron tres principios para la negociación nacional
que proponen: aprender de los errores y aciertos del pasado; lograr
efectivamente el fin del conflicto, y no ceder un solo milímetro del te-
rritorio nacional.

Los antagonistas fijaron cinco puntos fundamentales expresa-


dos de este modo por Juan Manuel Santos: “desarrollo rural integral;
garantías para el ejercicio de la oposición política, y la participación
ciudadana, que rompa el lazo entre política y armas; la dejación de
las armas y la reintegración de las Farc a la vida civil con todas las ga-
rantías; combatir el negocio ilícito del narcotráfico, y garantizar los
derechos de las víctimas del conflicto, que comenzamos con la ley de
víctimas. Emprender un ejercicio de esclarecimiento de la verdad, qué
pasó y quiénes fueron los responsables.”

Desde La Habana, Mauricio Jaramillo, “el médico”, de camisa


blanca, introdujo la declaración de Timoleón Jiménez, Timochenko,
videograbada, y difundida al mundo por Cubavisión.

Timoleón agradece primero a Venezuela, al Comandante Hugo


Chávez, al gobierno de Noruega, y a Raúl Castro, al gobierno de Cuba

134
Democracia, excepcionalidad, contra- hegemonía en la crisis del posfordismo

que desde el 22 de febrero de 2012 ha facilitado su territorio para los


diálogos exploratorios.

Luego Timochenko hace historia: “Han transcurrido 10 años,


dando cumplimiento a la amenaza de su ministro de defensa, Rodrigo
Lloreda quien señalaba dos años”, para definitivamente llegar a un re-
sultado. Y señala que: la salida para la guerra es el diálogo civilizado…
Pero una década atrás no sólo se vino una espantosa embestida…que
hoy parece reconocerse como vana.”

“La historia siempre ha sido labrada por las fuerzas sociales…que


necesitan de la paz con justicia social. A la obsesiva e indolente posición
de identificar la paz con la victoria, bombardeos y ametrallamientos,
de tejerla con millares de capturas masivas contra la población…resul-
ta urgente enfrentar una concepción justa y distinta…para alcanzar el
punto de equilibrio aceptable para todos, en la extirpación de las razo-
nes para acabar con la guerra…”
Él remata diciendo:

“Se reconoce que este proceso atiende al clamor de la sociedad


colombiana, el desarrollo económico con justicia social, y armonía con
el medio ambiente, la ampliación de la democracia…

A la vez que exhorta “al gobierno nacional, que considere a los de


abajo. No pensamos levantarnos de la mesa…Hemos jurado vencer y
venceremos”.

Es el tiempo de la paz, erizado de batallas y escaramuzas violen-


tas, que aumenta víctimas a la cuenta progresiva de liberarnos de la
guerra. Se señala que la bestialidad se extenderá por unos meses, y la
sociedad civil ha de señalar la última palabra como tercero afectado,
como comodín de una guerra no querida.

135
Miguel Ángel Herrera Zgaib

La contra-hegemonía de los actores civiles tiene que fijar su basa,


y no es otra que el cese al fuego inmediato, y el desarrollo plural desde
la base, sin repetir el espectáculo de San Vicente del Caguán, en que los
actores sociales pasaban por una tribuna televisiva, y por cinco minu-
tos recitaban sus dolamas.

Se requiere un giro completo, deliberación y participación colec-


tiva de las multitudes, de los desempleados, los campesinos empobre-
cidos, 11 millones de obreros en la informalidad, y millones de pobres,
y la ciudadanía toda, con las juventudes y familias como animadoras
de primera línea. Es la otra cara de la paz posible y necesaria. Es el mo-
mento definitivo para la guerra de posiciones democrática, que tiene
definidos meses para darle el puntillazo definitivo a la guerra interna.
Es el tiempo del poder constituyente de las multitudes, y no simple-
mente la sociedad como convidado de piedra que en forma plebiscitaria
avale lo que deciden las elites sentadas en Oslo y La Habana.

136
Cuba

Una reflexión sobre la hegemonía


y la contrahegemonía en tiempos de crisis
Jorge Luis Acanda

El estallido de la crisis y la expansión y profundidad de sus terri-


bles efectos sociales han demostrado la insolvencia histórica no sólo
de la desregulación del capital financiero y del modelo neoliberal, sino
en general del sistema capitalista. Al iniciarse, muchos supusieron que,
ante la devastación social provocada y para impedir un estallido social
que pusiera en peligro las relaciones de poder establecidas, las élites po-
líticas retornarían a las políticas económicas keynesianas, que ya tras la
crisis de 1929 habían demostrado su efectividad para combatir la rece-
sión y disminuir el nivel de confrontación social. Sólo algunas voces se
alzaron para recordar que la implantación del keynesianismo no había
sido el resultado de la clarividencia o la buena voluntad de un sector
progresista de los círculos de poder, sino de la presión ejercida por los

137
Jorge Luis Acanda

movimientos sociales de protesta que, con su lucha, habían dejado muy


poco margen de maniobra a la burguesía. La lección entonces era clara:
si no surgía un potente movimiento contestatario de lucha, los grupos
dominantes del capital financiero y sus representantes en los partidos
políticos tradicionales mantendrían el modelo económico existente y
descargarían el peso de la crisis sobre las clases trabajadoras.

En 2008 se cumplieron cuatro décadas desde aquel año que mar-


có el punto máximo de la oleada revolucionaria que comenzó tras el
final de la II Guerra Mundial. 1968 significó el cénit de esa oleada, pero
también el comienzo de su declive. Cuarenta años después, tras la ofen-
siva en toda la línea del neoliberalismo y la desaparición del campo so-
cialista, parecía que lo único que podía celebrarse era la derrota del mo-
vimiento revolucionario mundial. Y justo cuando en la mayoría de los
medios de comunicación se recordaba aquella fecha y aquella derrota
como la constatación de la buena salud del capitalismo, estalló la crisis
más profunda y completa que ese sistema ha vivido. Con el agravante
de que no se trataba sólo de una crisis económica, pues el derrumbe
del mercado financiero era tan sólo el colofón de una profunda crisis
ecológica, energética y civilizatoria.

Cuatro años después, la predicción se ha confirmado. La crisis no


sólo continúa sino que se ha profundizado. Nadie es capaz de vaticinar
cuándo tocará fondo. Las consecuencias sociales son cada vez más ca-
tastróficas. Pero aunque, como señalé más arriba, se trata de una crisis
más profunda y multilateral que la de 1929, ahora – y a diferencia de
aquel momento histórico - las reacciones de protesta provenientes de
los de abajo todavía no representan un peligro para el predominio del
gran capital. Es cierto que, tanto cuantitativa como cualitativamente,
el nivel de extensión y organización de la protesta social ha crecido,
pero aún no alcanzado un nivel que constituya un peligro que la bur-
guesía no pueda manejar. Para decirlo en términos gramscianos: su he-
gemonía aún no corre peligro.

138
Una reflexión sobre la hegemonía y la contrahegemonía en tiempos de crisis

Traer a colación el legado teórico de Gramsci no es gratuito. Hoy


como nunca, explicarnos cómo el gran capital reproduce su hegemo-
nía, descifrar los mecanismos mediante los cuales mantiene su capa-
cidad de cooptar y metabolizar los impulsos subversivos provenientes
de las clases y grupos explotados, ha devenido una tarea fundamen-
tal. En todos los países se expande el rechazo de amplios sectores de la
población al stablishment político y el repudio a las medidas de ajuste
que conducen al recorte de los derechos elementales de las personas.
Pero los movimientos revolucionarios no han logrado aún traducir
ese rechazo en términos de un movimiento masivo de lucha contra los
rasgos esenciales del capitalismo. ¿Cómo traducir esta crisis general
civilizatoria en una situación de lucha política que implique la crisis
de la hegemonía burguesa? ¿Cuál ha de ser el curso de la acción revo-
lucionaria para crear una contrahegemonía que propicie la transición
hacia otro orden social? Esa es la gran interrogante y el gran desafío
que encara la humanidad.

La concepción gramsciana sobre la hegemonía ha sido objeto de


múltiples malentendidos. El más común ha sido (y continúa siendo)
la reducción de la cuestión de la hegemonía al espacio de lo superes-
tructural. Desde esa posición se entiende la hegemonía de la burgue-
sía como la capacidad que tiene para articular discursos que engañan
a las clases y sectores trabajadores y explotados. Para los que asumen
esta interpretación, la burguesía logra dominar porque es capaz de
producir un sistema de valores y creencias que engaña y confunde a
las masas y les impide tener una conciencia verdadera de sus necesi-
dades y problemas. A la pregunta de por qué y cómo lo logra, la res-
puesta que se ofrece es bien simplista: por su condición de propietaria
de los medios de producción fundamentales. Esta interpretación ex-
cesivamente simplificadora sobre la hegemonía tiene su fundamento
en dos principios teóricos comunes al pensamiento positivista y al
marxismo vulgar.

139
Jorge Luis Acanda

El primero de ellos es una concepción idealista sobre la sociedad


y sobre el poder. Se define al poder exclusivamente en el campo de las
representaciones conscientes de las personas. Con ello se escamotea
por completo la problemática marxiana de la relación objetiva entre las
estructuras existentes y las prácticas objetivas (tanto materiales como
espirituales) de las personas.1 Bastaría con la voluntad de la clase do-
minante para producir las ideas que constituyen el fundamento último
del poder.

El segundo principio teórico lo constituye la concepción mecani-


cista sobre la relación entre la economía y otras esferas sociales, como
la política y la esfera espiritual. Para decirlo con otras palabras: la vi-
sión cosificada de la relación entre base y superestructura. Según esta
interpretación, lo primero que surge históricamente es la producción
de bienes materiales, y después aparecerían el Estado, las ideas políti-
cas, religiosas, etc. Se presenta como si inicialmente los seres humanos
produjeran los objetos materiales que van a consumir, se establecieran
las relaciones de propiedad y se distribuyera en forma desigual la ri-
queza social, y posteriormente se creara el Estado como instrumento
de represión física para defender los intereses de los propietarios, y por
último los seres humanos comenzaran a pensar.

Una visión simplista de la economía, que la reduce al espacio


donde los seres humanos producen cosas materiales (automóviles, tor-
nos, computadoras, alimentos, etc.). Cómo ese proceso de producción
material influye sobre las creencias, sentimientos, valores e ideas de
las personas, es algo que no pueden explicar, precisamente por esa vi-
sión empobrecida de “lo económico” que, en esencia, reproduce la de

1 Nicos Poulantzas: Hegemonía y dominación en el Estado moderno. Cuadernos de Pasado


y Presente, nr. 48, Córdoba, 1975, p. 46.

140
Una reflexión sobre la hegemonía y la contrahegemonía en tiempos de crisis

los economistas burgueses, y que ya Marx criticó en 1844. Sólo pueden


comprender esa relación como de exterioridad.

Las formas ideológicas existentes en una sociedad no son el re-


sultado exclusivo ni principal de la voluntad de la clase dominante. No
es la mera voluntad de esa clase y su utilización de técnicas de propa-
ganda o publicidad lo que logra que determinadas formas ideológicas
se afiancen en la sociedad. Como señaló N. Poulantzas, no se puede
olvidar que la “esencia y función de las ideologías reside en el hecho de <ex-
presar> la relación <vivida> de los hombres en sus condiciones de existencia,
la forma en que los hombres viven esas condiciones”.2 Esas formas ideoló-
gicas, esas representaciones, ideas, valores, gustos, y no otros, son los
que se difunden a nivel social y las personas interiorizan, porque esas
representaciones – y no otras – son las que les permiten su inserción en
el sistema objetivamente existente de relaciones sociales.

Esas formas ideológicas adquieren su persistencia y aceptación


porque expresan las circunstancias reales de vida de los individuos. Es
con esos productos espirituales que ellas pueden estructurar sus vidas
en el mundo real en que viven su cotidianidad. El carácter hegemónico
de una clase se expresa en su capacidad para estructurar el sistema ob-
jetivo de relaciones sociales en formas afines a su poder, a sus intereses
y a su reproducción como clase, y no simplemente en su capacidad de
enhebrar discursos atractivos.

Limitar la hegemonía a la expansión de formas ideológicas con-


venientes a la clase dominante implica ignorar la relación dialéctica en-
tre las prácticas materiales de los individuos y sus formas de pensar y
sentir. Gramsci logró superar la interpretación idealista y abstracta del
concepto de ideología, presente en el marxismo vulgar, y con su con-
cepción sobre la hegemonía sentó las bases para entender la ideología

2 Nicos Poulantzas, obra citada, edición citada, p. 70.

141
Jorge Luis Acanda

como una práctica social auténtica y habitual, que debe abarcar no sólo
lo que los individuos se representan conscientemente, sino también las
dimensiones inconscientes y no articuladas de la experiencia social de
las personas, además del funcionamiento de las instituciones existen-
tes.3

En las condiciones del modo de producción capitalista no pue-


de reducirse el ejercicio de la política sólo a represión, pero tampoco a
engaño. La racionalidad específica de lo político en el capitalismo (su
lógica de funcionamiento) sólo se puede entender si se relaciona con la
racionalidad del modo de producción capitalista, con las características
del proceso de producción de las relaciones sociales en el capitalismo.
La teoría gramsciana de la hegemonía sólo puede entenderse a pleni-
tud y en profundidad si se la relaciona con la teoría marxista sobre el
fetichismo. Para Gramsci, como para Marx, no existen categorías sólo
“económicas” o sólo “políticas”. Al utilizar la noción de hegemonía no lo
hizo para designar procesos particulares que se manifiestan en una su-
puesta región social independiente, sino para destacar que la hegemo-
nía concierne al proceso social en todos sus aspectos. Es decir, a toda la
reproducción social global. Las causas de la hegemonía de la burguesía
se encuentran en las características esenciales objetivas que asume el
proceso de producción social en las condiciones de predominio de la
plusvalía y de universalización de la forma mercancía, y se realiza a
través de todas las actividades vitales de los seres humanos – no sólo
actividades laborales, sino también educativas, familiares, religiosas,
artísticas, de producción científica, y otras.

Cuando se habla de hegemonía, estamos haciendo referencia a


procesos históricos, a formas de vida y de autorrealización de los seres
humanos individuales. Terry Eagleton ha señalado acertadamente que

3 Ver: Terry Eagleton: Ideología. Una introducción. Paidós, Barcelona, 1997, p. 153.

142
142
Una reflexión sobre la hegemonía y la contrahegemonía en tiempos de crisis

la concepción gramsciana de hegemonía es inherentemente relacional,


además de práctica y dinámica. Es una concepción dinámica porque
la hegemonía no es nunca un resultado alcanzado de una vez y para
siempre, sino algo que tiene que ser constantemente renovado, recrea-
do, defendido y modificado. No es un estado inmóvil, una situación de
equilibrio estable. La hegemonía implica tensión, una tendencia y un
contraste. La hegemonía de una clase es manifestación de su capacidad
para encontrar formas nuevas de manejar los conflictos sociales, de
cooptar y quitarles su filo subversivo a las nuevas manifestaciones de
resistencia surgidas desde otras clases sociales, de recomponer cons-
tantemente los equilibrios perdidos. La hegemonía nunca es inmóvil.

Es una expresión de la lucha de clases, de las “relaciones de fuer-


za” dinámicas que constantemente se renuevan en una sociedad. De
ahí la dimensión relacional presente en la concepción gramsciana, pues
la hegemonía es algo en constante redefinición a partir de las caracte-
rísticas de los vínculos que la clase dominante establece con las demás
clases. La hegemonía se realiza en relación de alianza o de enfrenta-
miento de la clase dominante con las otras clases. Y cada vez, en cada
momento histórico, en contextos económicos, políticos, culturales,
institucionales, cambiantes y en evolución. La dimensión práctica de
esta teoría queda bien clara a la luz de todo lo anteriormente expuesto.
La hegemonía de una clase no es el resultado del engaño, o de un tipo
específico de actividad discursiva confinada a un espacio superestruc-
tural. Es el resultado de la capacidad, mantenida por esa clase, de lograr
una imbricación específica (acorde a sus intereses) de la multilaterali-
dad de formas de actividad práctica socialmente existentes.

Hegemonía y contrahegemonía son dos conceptos que no desig-


nan dos fenómenos sociales separados y excluyentes, sino dos momen-
tos de un proceso social constitutivo: la lucha de clases. La existencia
del capitalismo implica un proceso constante de expropiación.

143
143
Jorge Luis Acanda

El capital tiene que destruir todas las relaciones sociales existen-


tes y reconvertirlas en relaciones productoras de plusvalía. Expropia
a las personas no sólo de sus relaciones con la realidad material (los
bosques, el agua, los instrumentos de producción, etc.) sino también
de sus relaciones consigo mismas, con su subjetividad. Somete a los
individuos a una tensión constante que no cesa nunca, que se reprodu-
ce día tras día. Es natural entonces que, tanto a nivel individual como
colectivo, constantemente se estén elaborando formas de resistencia a
ese proceso universal de expropiación.

Permanentemente se crean formas de actividad, espacios sociales


e instituciones para enfrentarlo, para resistir la hegemonía burguesa.
Y constantemente la burguesía tiene que utilizar los más diversos me-
canismos para contrarrestar los efectos de esas formas de resistencia,
desde la violencia descarnada hasta el empleo de formas más sofistica-
das de manipulación. Todos los días las víctimas de ese proceso univer-
sal de expropiación buscan medios y vías para enfrentarlo, y todos los
días la burguesía tiene que intentar eliminar esos obstáculos. La bur-
guesía tiene que reinventar su hegemonía todos los días, en la medida
que todos los días los seres humanos, en forma consciente o no, buscan
enfrentar esa desposesión constante y creciente de su subjetividad. La
hegemonía de la burguesía se produce en permanente enfrentamien-
to a los intentos contrahegemónicos de los individuos. No todos los
instrumentos de resistencia elaborados por los explotados representan
una amenaza real para la burguesía. Sólo constituyen un peligro aque-
llos que realmente rompen con la lógica de la reproducción del capital.

La historia del movimiento revolucionario mundial refleja nume-


rosas derrotas, que demuestran la extraordinaria capacidad del capital
para fagocitar y metabolizar muchas formas de lucha anti-capitalista.
Pero esa historia también demuestra su debilidad. Como señala John
Holloway en su más reciente obra, “no es cierto que el capitalismo sea
infinitamente flexible. Es una forma particular de organizar nuestras

144
Una reflexión sobre la hegemonía y la contrahegemonía en tiempos de crisis

interrelaciones sociales y nuestra actividad”.4 Es preciso buscar formas


de lucha que sean radicalmente antitéticas con la lógica del capital. No
se trata sólo de resistir, sino de “crear momentos y espacios de recha-
zo-y-creación”.5 La hegemonía capitalista se basa en que ha logrado la
“clausura de sentido”, el “cierre epistemológico”. Buscamos salidas a la
crisis general pero dentro de las coordenadas establecidas por la lógica
del capital. Parece ser un “no más allá”, una especie de “Columnas de
Hércules” que marcan un límite. Contra-hegemónico será aquello que
realmente permita encontrar, establecer y desarrollar formas de vida
y organización que se contrapongan con esa lógica. No se trata sólo de
recuperar viejos espacios de sociabilidad que se habían perdido, sino de
crear otros nuevos. Como bien afirma Holloway, “nuestra lucha tiene
que ser asimétrica al capital en sus formas”.6

Está claro que entender la producción de contra-hegemonía en


esta forma implica reconducir las luchas revolucionarias hacia nuevas
direcciones, hacia un campo cargado de tensiones y desafíos. Pero es la
única manera de contrarrestar la gran fuerza englobadora del capital.
El conocimiento de la historia del movimiento revolucionario anti-ca-
pitalista mundial es fundamental, pues sólo ello nos permitirá descu-
brir las causas de nuestros errores. No volver a cometerlos, no seguir
transitando los viejos caminos que nos condujeron al fracaso, deviene
algo crucial en este momento.

4 John Holloway. Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo. Ediciones El Viejo


Topo. Madrid, 2011, p. 95.
5 Idem, p. 91.
6 Idem, p. 55

145
Bolivia

La configuración de un horizonte
contrahegemónico en
la región andina
Luis Tapia

Para bosquejar el modo en que se han desplegado algunas fuer-


zas y proyectos que se podrían llamar contra hegemónicos en América
Latina y en particular en la zona andina, primero hago una caracteri-
zación del fondo histórico, en relación al cual este tipo de política se ha
desarrollado. Esto implica pensar y caracterizar brevemente el tipo de
hegemonía contra la cual se hace un otro tipo de política y construcción
histórica. Sugiero distinguir varios niveles de profundidad en lo que
se podría llamar el fondo histórico, en relación al cual se despliega la
política de la cual se va a hablar.

Aunque se trata de política local y regional, ocurre en un hori-


zonte y en un tiempo histórico que tiene dimensiones mundiales, ya

147
Luis Tapia

que el modo en que se ha configurado el sistema mundial determina la


construcción de cada uno de los estados y las formas de vida política,
no de manera exclusiva. Siguiendo las pautas de análisis sugeridas por
Antonio Gramsci cabría distinguir un nivel de profundidad en el fondo
histórico que sigue operando y condicionando incluso las formas con-
testatarias actuales, es aquel que corresponde a la construcción de la
hegemonía burguesa que se articula en la construcción y despliegue
del mundo moderno.

De manera sintética bosquejo una trayectoria de análisis de la


construcción de hegemonía en Europa y Estados Unidos, la que ha esta-
do fuertemente vinculada a la construcción de estados-nación, es decir,
procesos de articulación y unificación política en el ámbito de fronteras
nacionales. A la vez que se ha articulado desde dentro de estos pro-
cesos de construcción estados-nación, ha sido alimentada por formas
coloniales e imperialistas de dominación de otras partes del mundo, es
decir, evitando que en otros países se construya estados- nación y se
articulen formas de autonomía política, de soberanía nacional.

Por eso, una de las facetas del desarrollo de la modernidad y de


la construcción de estados-nación ha sido la expansión colonial y las
guerras mundiales. Una de las pautas recurrentes de la construcción de
hegemonía en Europa y en Norteamérica tiene que ver con el desplie-
gue de su capacidad de imponer su soberanía política y, por lo tanto,
sus intereses económicos por sobre otros países e históricas políticas.
Esto ha incluido la organización de relaciones de subordinación de los
bloques dominantes en otros estados y, por lo tanto, de los estados en
la periferia. Uno de los resultados del colonialismo y el imperialismo
ha sido que ha puesto ha puesto condiciones de limitación estructural
a la construcción de la hegemonía en la formación de los estados en la
periferia capitalista.

148
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

René Zavaleta propuso una categoría que puede ser útil para
sintetizar el tipo de argumento que quiero desarrollar. Se trata de la
noción de forma primordial.1 Zavaleta sugirió pensar a través de esta
noción el modo en que se articulan estado y sociedad civil en cada his-
toria nacional, junto a las mediaciones a través del las cuales se lo hace,
el cómo esto va cambiando, el cómo se reforma políticamente, produc-
to de la dinámica de la vida política interna e internacional. Una de las
claves de articulación de la forma primordial es el cómo se articula eco-
nomía, producción y poder económico con las estructuras de gobierno.
La forma de continuidad que tuvieron las estructuras primario expor-
tadoras en la mayor parte de los países de América Latina ha hecho
que las estructuras económicas por largo tiempo se caractericen por la
articulación subordinada de las estructuras económicas de los nuevos
países a los procesos de acumulación mundial.

Desde tiempos coloniales esto ha planteado la dificultad que


construcción hegemónica en el seno de los países periféricos, por limi-
taciones económicas dadas por este tipo de articulación subordinada,
como también por la mentalidad política.

Contra estos obstáculos internos y externos, que dependen de la


forma en que se articulan los grupos dominantes internos con los po-
deres internacionales capitalistas, se han desplegado durante un tiem-
po procesos de movilización y reforma, incluso revolución, orientados
a la construcción de un estado-nación, en muchos casos articulados por
alianzas que se configuran entre sectores medios, obreros, campesinos
y en algunos países fracciones de de burguesía. La principal estrategia
económica fue nacionalización de los recursos naturales, de la explo-
tación de los mismos, en algunos casos el tránsito a la transformación
interna y a la industrialización. Este tiempo de nacionalización no sólo

1 Zavaleta, René, “Problemas de la determinación dependiente y la forma primordial” en


América Latina: desarrollo y perspectivas democráticas, FLACSO, Costa Rica, 1982.

149
Luis Tapia

económica sino también política o de expansión del estado en los te-


rritorios, que empiezan así a ser nacionales, han sido los momentos en
los que con mayor amplitud se han desplegado proyectos hegemónicos,
en el sentido de una articulación de dominio y dirección. Esto implica,
estrategias de control de la estructura económica y de control estatal y
dirección de esta instancia para la ampliación de la estructura económi-
ca, utilizando el excedente de la actividad para procesos de integración
política y de redistribución de la riqueza.

Hubo una fuerte implicación entre movimientos nacionalistas


y democratización política y social, y con la construcción de estados
nación. Este tipo de procesos puso límites a las estrategias de acumu-
lación transnacional. Algo similar ocurre en el seno de los países cen-
trales en el sistema capitalista, en los que la democratización interna
también fue el principal límite a la apropiación privada en la produc-
ción de la riqueza.

Una de las principales estrategias y políticas desplegadas en el


continente, en particular en el sur de América Latina ha sido la des-
articulación de las formas primordiales a través de golpes de estado
que instauraron dictaduras militares, que tuvieron como uno de sus
principales objetivos y tareas la privatización o reprivatización de los
recursos naturales y la expulsión de los sujetos populares de la vida
política, aquellos que habían sostenido regímenes democratizadores de
la fase previa.

El modo en que se organizan las relaciones de dominación en el


horizonte de las estructuras políticas regionales y mundiales ha he-
cho que sea difícil construir hegemonía al interior de cada uno estos
países, es decir, una buena articulación entre dominación y dirección,
sobre todo en el ámbito de la dirección. La fase de implantación de
dictaduras responde al fracaso de construcción de hegemonía burgue-
sa, por lo tanto se pasa a la fase dictatorial del estado. Frente a esta

150
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

configuración autoritaria se han desplegado sendos movimientos de


articulación de la sociedad civil orientados a reclamar y conquistar
la transición a un régimen que reconozca libertades políticas y resta-
blezca un régimen de partidos o democracia representativa.

Esta fase de implementación de regímenes representativos, sis-


temas de partidos y elecciones América Latina en los años 80, ha sido
el tiempo de implantación de las reformas neoliberales en el conti-
nente, es decir, los procesos de privatización y de una articulación
más intensiva y subordinada al sistema económico mundial, y tam-
bién a las estructuras de regulación política internacional de la eco-
nomía. Se podría caracterizar la configuración política que resulta en
varios países en esta época como presidencialismo colonial, es decir,
regímenes en los que se elige gobernantes a través de competencia
de partidos y esas autoridades se legitiman a través del voto, pero el
contenido de las decisiones y la legislación está preparada y definida
por poderes trasnacionales, es decir, por poderes coloniales. En este
sentido, lo que hacen los presidentes y los partidos, que son mayoría
o coalición gobernante, es legalizar una dirección política elaborada y
ejercida desde ámbitos trasnacionales, por otras soberanías.

Hice este rodeo para plantear que en América Latina en los


años ochentas y noventas, los elementos que hay de hegemonía en
nuestras sociedades en gran parte son construidos y dirigidos en un
nivel transnacional. Se trata del despliegue de un modelo de organi-
zación de la economía y de reforma de la vida política de los estados
los gobiernos que sigue un patrón de dominación regional y mundial,
lo cual dificulta la construcción hegemónica para los bloques domi-
nantes en lo interno en cada estado-nación. De hecho, se ha pasado
por una fase de fuerte enfrentamiento para implementar las medi-
das neoliberales. Algunos regímenes gozaron de apoyo plebiscitario,
sobre todo electoral, apoyado fuertemente por poderes externos que
crearon la sensación de que no hay otra alternativa y que, por lo tan-

151
Luis Tapia

to, era mejor adecuarse a las nuevas condiciones de reorganización del


mundo económico y político.

Luego de una década o dos los bloques dominantes empiezan a


enfrentar fuertes crisis, derrotas y colapsos político-electorales, que in-
cluso los hacen desaparecer del escenario político. Esto está producido
por una recomposición de fuerzas internas. Primero quisiera remarcar
este rasgo general, que implica los límites que tiene la construcción he-
gemónica al interior de cada país para los bloques dominantes internos.

El modo de subordinación al modelo económico y político exter-


no les pone límites en tanto fuerzas capaces de organizar una concep-
ción del mundo, una dirección política o un proyecto político, como
también a la capacidad de articular un significativo grado de autonomía
ligado a la dinámica interna, es decir, a aspiraciones y proyectos ima-
ginados en el seno de cada país. Por el otro lado, esta debilidad está
acompañada de un fuerte soporte externo al modelo económico. Las
políticas públicas y las reformas estatales vienen preparadas desde fue-
ra. Eso ha implicado un subdesarrollo o una involución en los partidos,
que han empezado a perder esta capacidad. Cuando se pierde la capa-
cidad de hacer proyecto político se pierde la capacidad de construcción
hegemónica. En este sentido, se podría decir que los rasgos que había
de hegemonía en América Latina, en particular en países como Bolivia,
resultan de una construcción internacional o transnacional, en la que el
bloque político-económico dominante aparece como uno de los eslabo-
nes o uno de los agentes, con una función secundaria. Estos eslabones
han empezado romperse en la última década.

En la construcción de hegemonía es clave la capacidad de articu-


lar una concepción del mundo, de la época, del país. Se trata de articular
un proyecto y socializar un conjunto de principios, valores y prácticas
de articulación política y organización de la cultura. En esto se necesita
integrar, aunque sea de manera subordinada; se necesita responder a

152
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

los sujetos, a las necesidades internas y a sus proyecciones políticas.


La política neoliberal implementada por los bloques dominantes en lo
interno les planteó un límite en términos de capacidad de dirección y
de construcción hegemónica.

Reconstruyó brevemente una de las líneas de articulación de algo


que se podría llamar un proceso contra-hegemónico, es decir, contra
la hegemonía del proyecto neoliberal en la región y en la época. Pri-
mero describo la trayectoria particular de la historia política reciente
de Bolivia, para luego puedo hacer algunas comparaciones con otras
historias más cercanas. Uno de los ejes de articulación del horizonte
contra-hegemónico en la región viene de los procesos de organización,
unificación, crecimiento y desarrollo de capacidad de proyecto político
que se ha dado en el seno de las organizaciones indígenas. En el caso
boliviano se trata en particular de dos vertientes paralelas. Por un lado,
se ha dado un proceso de unificación en lo que llamamos tierras bajas,
es decir, la Amazonia, los llanos orientales y el chaco en el sur, territo-
rios en los que existe la gran diversidad cultural contenida en el país,
más de 30 diferentes culturas, la mayor parte de ellas con poblaciones
relativamente pequeñas. La mayor parte de ellas viene de una matriz
cultural nómada. Algunas se han sedentarizado, se han vuelto agricul-
tores debido a la presencia de los jesuitas y las misiones. Muchos de
ellos están articulados a diversas formas de explotación del trabajo y de
los recursos naturales en Bolivia.

Han generado ocho grandes formas de unificación regional. Cada


una de ellas es una asamblea indígena que a su vez ha unificado cuatro
o cinco diferentes pueblos y culturas que habitan los mismos territo-
rios. Luego han generado una forma de unificación de todos los pueblos
de tierras bajas, que es el CIDOB, la central Indígenas de pueblos del
Oriente. De ahí viene la idea y la demanda de una asamblea constitu-
yente, de una gran marcha que iniciaron el año 90 reclamando territo-
rialidad. Aquí cabe señalar que territorialidad en la zona andina en las

153
Luis Tapia

últimas décadas significa un modo de concebir la unidad de espacio,


cultura, forma de producción, de una concepción del mundo y estruc-
turas de autoridad, es decir, autogobierno.

Por el otro lado, desde tiempo antes en tierras altas, en la zona


andina con predominancia de quechuas y aymaras, se han desplegado
por lo menos dos procesos de unificación: el sindicalismo campesino
que se ha autonomizado a fines de los setentas respecto del estado y
los militares y hasta hoy sigue creciendo en el país. Al inicio tiene una
fuerte influencia el katarismo, que es una concepción político, ideológi-
ca, cultural, que propuso tener una doble mirada como clase explotada
o campesinos y como cultura o pueblo que además piensa su autogo-
bierno y su reconstitución. En su seno debaten y coexisten tendencias
kataristas, campesinistas modernizantes e indigenistas. Otra forma de
unificación y de articulación política es el Consejo de Ayllus y Marqas
del Qollasuyu, CONAMAQ, que está orientado a la reconstitución de
territorios y estructuras de autoridad tradicionales, articula a aymaras
y quechuas en la región.

En breve, una de las formas de articulación del horizonte contra-


hegemónico es este proceso de unificación de pueblos que histórica-
mente han pasado por la colonización, el dominio liberal, el nacionalis-
ta y el neoliberal. Desde hace varios años han planteando la reforma del
estado y de la estructura económica, en términos de un reconocimiento
o una recomposición igualitaria, que en particular reconozca la autode-
terminación y su territorialidad

A esto se ha articulado la emergencia de algunos movimientos


anti-privatización, que han frenado la privatización de los bienes pú-
blicos como el agua, y han empezado a revertirla parcialmente. Estos
mismos núcleos han desarrollado y socializado la demanda de nacio-
nalización de los hidrocarburos, que se ha vuelto el eje de la reforma
política y económica en Bolivia. Estos movimientos anti- privatización

154
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

son actualizaciones en nuevas condiciones de la memoria nacional- po-


pular acumulada en las luchas populares durante siglo XX, primero en
la construcción de un estado-nación como también en las luchas por
avanzar en la presencia de los trabajadores en los procesos de gobierno.
En ese sentido, la coordinadora del agua en Cochabamba en su lucha
contra el proyecto neoliberal privatizador ha articulado una propuesta
de autogestión y participación ampliada de los ciudadanos en la ges-
tión del agua. En este sentido, se podría ver que el horizonte contra-
hegemónico ha sido configurado por una politización de los procesos
de unificación política de aquellos pueblos que encarnan la continuidad
de las culturas prehispánicas y también la persistencia de sus estructu-
ras de vida social política, además de su identidad y lengua.

El horizonte contrahegemónico en parte se configura a partir de


matrices no modernas. Se trata, sin embargo, de fuerzas sociales y po-
líticas que han organizado también formas modernas de presencia en
la sociedad civil y de interacción con el estado. Se están articulando las
formas sociales y políticas propias de su cultura, ligadas a estructuras
comunitarias y de dinámica de asamblea comunitaria, con sindicatos y
partidos organizados por ellos mismos.

Se podría distinguir dos grandes periodos o épocas de configura-


ción del horizonte contra hegemónico. Uno de ellos tiene que ver con
el desarrollo y constitución de bloques históricos en torno al desarrollo
de los movimientos obreros y proyectos socialistas, es decir, crítica de
la hegemonía burguesa y construcción de las articulaciones políticas
alternativas desde dentro la modernidad. Esto se desplegó en Europa
durante el siglo XX y también en América Latina. Estuvo fuertemente
ligado a la construcción de estados-nación, a partir de la articulación y
construcción de bloques hegemónicos que encarnan la articulación de
hegemonía burguesa, o también a través de la construcción de otros
bloques en torno a sectores populares y el movimiento obrero, que
también operaron en el horizonte del estado-nación. Se podría decir

155
Luis Tapia

que hay otra época de articulación de horizonte contra-hegemónico


que se configura a partir de los procesos de unificación, movilización
y articulación de proyecto político desde movimientos comunitarios
indígenas, que activan el lado anticolonial o la crítica a la continuidad
neocolonial de las estructuras del estado moderno y del capitalismo.

Los bloques históricos que empiezan a configurarse y soportan


la construcción de este horizonte contra-hegemónico son básicamente
las formas de unificación de los pueblos indígenas. Uno de los elemen-
tos de este horizonte contra-hegemónico es la idea de un estado pluri-
nacional. La idea de estado plurinacional implica el cuestionamiento de
uno de los principios de organización en las formas centrales de la mo-
dernidad, que es el estado en general y en particular el estado-nación;
es decir, la articulación de un solo sistema de instituciones de gobierno
en los territorios del país, organizados en base a los principios de orga-
nización de la vida política de una sola cultura.

En territorios donde existe diversidad cultural la idea de esta-


do plurinacional implica el reconocimiento de organización política de
la pluralidad de pueblos y culturas, esto implica pluralismo jurídico, el
reconocimiento de una diversidad de formas de autogobierno que res-
ponden a diferentes tipos de organización, producción y reproducción
del orden social. En este sentido, la idea de un estado plurinacional es
uno de los principales componentes del horizonte contra-hegemónico
que se está configurando en la zona andina en América Latina. Lo más
importante, sin embargo, son los sujetos, que son la condición material
e histórica que lo hacen posible, esto es, los procesos de organización,
unificación y producción de proyecto político que se está dando entre
los diferentes pueblos y culturas que históricamente han sido subalter-
nos.

La idea que propuso Gramsci tiene como componente central la


noción de bloque histórico. Las hegemonías construidas se articulan a

156
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

través de la construcción de bloques históricos, es decir, articulación


de sujetos, de clases, fracciones de clases, en torno a un modo de or-
ganizar la cultura, la economía y la reproducción social y la forma de
gobierno, a través del conjunto de principios organizativos.

La hegemonía más largamente constituida es aquella que se ar-


ticuló en torno a la modernidad y un bloque histórico bajo dirección
burguesa en el mundo moderno. Una de las peculiaridades de la arti-
culación de horizonte un contrahegemónico en la región tiene que ver
con que se están constituyendo varios bloques históricos de manera
paralela y a la vez.

En el caso de Bolivia se trata de la construcción de un bloque his-


tórico que resulta de la unificación de los pueblos de tierras bajas, que
ocurrió de manera autónoma y paralela en relación al proceso de unifi-
cación y despliegue de fuerzas y proyecto político que se da en tierras
altas, sobre todo en torno al núcleo aymara. Se puede pensar que cada
uno de estos procesos es una construcción de bloque histórico. Se trata
de procesos de unificación de algo, que si bien tenía como base (sobre
todo en tierras altas) una comunidad de rasgos y estructuras sociales
económicas y culturales, no necesariamente existe como unidad políti-
ca. La hegemonía tiene que ver con unificación política, que se vuelve
proyecto de transformación global, por lo menos en el horizonte de
un país. Se trata del despliegue de varios bloques históricos de manera
paralela, que han puesto en crisis a los gobiernos neoliberales.

Han experimentado algunos momentos de fusión e interpene-


tración. La idea de una asamblea constituyente responde a dos cosas a
la vez en esta perspectiva de hegemonía. Por un lado, se convocó una
asamblea constituyente con la idea de que se necesita un tiempo y un
espacio para deliberar y diseñar la forma de coexistencia y cogobierno,
entre una diversidad que se reconoce políticamente organizada, con ca-
pacidad de reforma pero que ninguno de estos sectores por sí solo se

157
Luis Tapia

vuelve dirigente. En este sentido, se necesita la construcción colectiva.


La idea de una asamblea constituyente responde a una condición en la
que ningún sector o fuerza social y política puede por sí misma conver-
tirse en dirección y una nueva forma de articulación hegemónica.

Una asamblea constituyente es necesaria cuando el proyecto no


ha sido articulado por fuera. Se necesita construirlo colectivamente, es
una modalidad de construcción que incorpora como parte de su táctica
y estrategia la construcción colectiva utilizando algunos espacios que
se han desarrollado en la historia de democratización de los estados
modernos.

Otra faceta de esta misma circunstancia tiene que ver con que
una asamblea constituyente es posible, aceptada y realizable en algu-
nos de nuestros países- como Ecuador y Bolivia, porque hubo un proce-
so previo de construcción de bloques históricos que han desarticulado
la hegemonía burguesa. Han empezado a recomponer la vida política
desde dentro a través estos procesos de unificación, de movilización
y propuesta política. En cierto sentido, la asamblea constituyente es
parte de un proceso de construcción de nuevos bloques históricos, por
lo tanto, del nuevo horizonte contrahegemónico, en el que uno de los
componentes centrales es la idea de un estado plurinacional, que impli-
ca romper el monopolio de la política y la pretensión del monopolio de
la política presente en toda la historia de los estados modernos. Implica
la instauración de una pluralidad de espacios y formas de autogobierno.

El proceso de conformación del horizonte contra hegemónico en


la región ha tenido varias fases. Sugiero una simple periodización para
plantear el último grupo de consideraciones en base a los cambios más
recientes. Durante los años 80s y 90s hubo un proceso de construcción
de bloques históricos, en particular a partir del proceso de organización
de las asambleas indígenas, sobre todo en Ecuador y en Bolivia. Este
proceso de organización, que en la medida en que se va fortaleciendo

158
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

implica algunos quiebres o crisis parciales en el bloque y el proyecto do-


minante, se puede considerar como una fase de despliegue o de ascenso
de las fuerzas que hacen posible la configuración de un horizonte con-
tra hegemónico. Dentro de este gran periodo de despliegue ascendente,
se puede distinguir el periodo de organización interna en cada uno de
los pueblos indígenas; el proceso de unificación de entre los varios pue-
blos indígenas y la creación de sus formas de unificación nacional y de
articulación de un proyecto político a partir de estas formas de unifica-
ción, que es una de las facetas más importantes.

Hay una faceta que deviene del poder acumulado en los procesos
de unificación que tiene que ver con una creciente participación políti-
ca de organizaciones indígenas, en particular en los procesos electora-
les y, por lo tanto, en algunos niveles es de los estados nacionales, en
particular nivel municipal. La década de los 90 es un periodo en el que
algunas organizaciones indígenas solas o aliadas logran entrar a ser
parte de los consejos municipales, incluso a dirigirlos o gobernarlos.

El principal resultado de la ola ascendente de organización y


construcción de bloques históricos tiene que ver con el proyecto de
realización de una asamblea constituyente y el proyecto de que en esa
asamblea se diseñe un estado plurinacional. Se puede considerar for-
man parte de esta fase de despliegue y de ascenso en la configuración de
un horizonte contra hegemónico, los diferentes ciclos de movilización
contra el neoliberalismo, contra la expansión de la explotación petro-
lera y minera en la región, hasta llegar a las asambleas constituyentes
que se realizaron en Bolivia y Ecuador. El ciclo ascendente llega hasta
las asambleas constituyentes. En el tiempo de las mismas asambleas
constituyentes empieza ya un proceso en que se revierte el sentido
ascendente y se experimentan, por un lado las limitaciones internas,
pero sobre todo las contra tendencias desplegadas desde los núcleos
clásicos de poder como desde algunos núcleos que eran parte de las
alianzas populares en el periodo previo.

159
Luis Tapia

El tiempo de realización de las asambleas constituyentes no fue


un tiempo en el que el horizonte contrahegemónico articulado desde
la política de los pueblos indígenas se haya convertido en el horizonte
general. En el Ecuador fue escasa la presencia de representantes indíge-
nas. En el caso boliviano, si bien había una amplia presencia de repre-
sentantes de sectores campesinos sobre todo y algunos sectores indí-
genas que entraron a través de una alianza con el MAS, lo que ocurrió
es que este partido en vez de potenciar, en tanto función dirigente, las
capacidades políticas de estas organizaciones indígenas, las controló
y anuló, con el objetivo de organizar una nueva forma de monopolio
político bajo la dirección de un partido de origen campesino. En este
sentido, las voces indígenas fueron silenciadas durante la asamblea
constituyente. Esto hizo que en el caso boliviano el proyecto de un es-
tado plurinacional no haya sido diseñado dentro del parlamento y por
el partido gobernante sino por una alianza entre campesinos indígenas
que funcionó de manera paralela a la constituyente: el Pacto de Unidad,
que presionó sobre el partido gobernante para que se introduzca en
la constitución algunos elementos de diseño del estado plurinacional,
que no formaba parte del proyecto de la nueva burocracia política.

La idea de estado plurinacional fue articulada por el Pacto de


Unidad desde fuera de la asamblea constituyente, desde fuera del par-
tido gobernante y desde fuera del estado. Inmediatamente el partido
del gobernante, que nunca fue dirigente, empezó a recortar lo que ha-
bía sido incluido como producto de un largo ciclo de luchas populares,
en particular de movimientos indígenas. Si bien se incluyó la idea de
autonomía indígena, no se incluyó la consulta vinculante para tomar
decisiones sobre el uso de territorios indígenas.

En el ciclo de legislación posterior a la constituyente se expresó


claramente la tendencia que expresa el núcleo duro del proyecto eco-
nómico y político de la nueva burocracia, que consiste en ampliar la
explotación de hidrocarburos y de la minería en territorios indígenas,

160
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

de una manera mucho más acelerada, intensiva y extensiva que en los


tiempos neoliberales.

En este sentido, hemos pasado rápidamente de asambleas cons-


tituyentes producidas por movimientos indígenas, en las que estuvie-
ron subordinados o ausentes, a un periodo en que los nuevos gobiernos
tempranamente o casi inmediatamente empiezan a desplegar una polí-
tica de expansión del modelo extractivista sobre territorios indígenas.
Hemos experimentado entonces un proceso de separación de fuerzas
que durante un momento fueron aliadas, en el caso boliviano la alianza
entre campesinos indígenas y algunos otros sectores sindicales de tra-
bajadores populares, que por lo general siempre estuvieron en el nivel
corporativo de la acción social y política. Hemos pasado a un momento
en que se ha roto la alianza campesina-indígena en Bolivia y las organi-
zaciones campesinas que dirigen la central nacional sindical se han mo-
vilizado contra las organizaciones indígenas y articulan un proyecto de
privatización general de la tierra en todo el país, que implica y terminar
con las tierras colectivas que se reconocieron en la década de los 90 y
también en la nueva constitución. Esto implica acabar con las condicio-
nes materiales e históricas de construcción de un estado plurinacional.

En este sentido, estamos en un momento de desarticulación del


proceso de vinculación de los bloques indígenas con sectores campesi-
nos, que implicaba un proceso de articulación de un bloque social más
complejo y de construcción de una hegemonía con centralidad agraria
en el país. Esto se desarticulado y, por lo tanto, hemos pasado a una
fase crítica o de desarticulación de este proceso de ampliación de el
horizonte contra hegemónico en el país. Se ha pasado, entonces, de una
fase de ascenso y despliegue de las fuerzas indígenas y su proyecto, a
un momento de repliegue y resistencia al proyecto nuevo proyecto de
dominación y expansión capitalista del país, dirigida por un partido de
origen campesino, que enarbola un proyecto modernizador anti indí-
gena.

161
Luis Tapia

Uno de s rasgos de la fase de expansión o despliegue ascendente


de un horizonte contra hegemónico en la región implicaba no sólo la
unificación al interior de cada pueblo indígena y entre pueblos indí-
genas a nivel nacional sino también la articulación de los bloques in-
dígenas con sectores campesinos más o menos modernizados y otros
sectores populares, en un periodo en que el discurso dirigente básica-
mente provenía de las organizaciones indígenas. Este tipo de proceso
se ha revertido. Hemos entrado en periodo de quiebre de esas alianzas.

Estamos en una fase de separaciones, que ocurren en un perio-


do de despliegue de una política cada vez más represiva por parte de
las nuevas burocracias estatales que llegaron al poder producto de las
olas de movilización indígena. Hoy los llamados gobiernos progresis-
tas, que en realidad son contrainsurgentes, están dirigiendo su polí-
tica contra las fuerzas que hicieron posible su acceso al poder guber-
namental, sobre todo en el caso boliviano, donde de manera explícita
la dirección política del gobierno es anti-indígena. Hay un sistemático
discurso anti-indígena y una defensa dogmática de una modalidad del
capitalismo extractivista que reedita los períodos de dominación colo-
nial y expansión imperialista de siglos previos. En ese sentido, estamos
en período de gobierno neocolonial.

Esto implica que después de varias décadas despliegue de un ho-


rizonte contra hegemónico en la región, hemos pasado a la articulación
de una condición neocolonial que define la reorganización estatal. Esto
no implica, sin embargo, la eliminación o desaparición de un horizonte
contra hegemónico. Este horizonte contra hegemónico hoy está articu-
lado básicamente en torno a las resistencias que se están organizando
y desplegando contra la expansión del modelo extractivista, es decir,
explotación minera a cielo abierto intensiva que acaba con los recursos
naturales, los territorios y la población en muy pocos años, es decir,
destrucción acelerada de territorios y, por lo tanto, de culturas, esto se
complementa con expansión de la explotación de gas y petróleo como

162
La configuración de un horizonte contrahegemónico en la región andina

la principal forma de articulación al sistema mundial. La gran diferen-


cia de este periodo en relación al neoliberal, es el grado de control tie-
nen las nuevas burocracias políticas sobre el excedente producido en
la explotación de estas actividades, utilizado para financiar su poder
político cada vez más autoritario en la vida política interna.

Se puede ver en la vida política de los países de la región andina,


y de manera más general en casi todo el continente, que el horizonte
contra hegemónico se ampliado en este ámbito de la resistencia. En
Perú han proliferado los núcleos de resistencia al modelo extractivis-
ta, también en la Argentina y en Bolivia de manera más reciente; en
Ecuador hay una larga historia de resistencia indígena a este tipo de
estrategias presentadas como de desarrollo pero que en realidad son de
explotación intensiva de territorios indígenas. En este horizonte con-
tra hegemónico el componente fuerte es la resistencia, que en algunos
casos está acompañada con la alternativa de organización comunitaria,
que siempre ha existido o que se está promoviendo como alternativa.

La ola de expansión del horizonte contra hegemónico produjo


asambleas constituyentes y reformas del estado, pero hoy ha vuelto a
replegarse a los núcleos de resistencia indígenas al capitalismo extrac-
tivista.

163
Colombia

Hegemonía en Colombia: caracterización


y alternativas frente al poder global
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

El presente artículo busca ilustrar lo que significa para el mo-


vimiento obrero y la sociedad colombiana en su conjunto, los desafíos
que implica hacerse partícipes de una democracia real e inclusiva, que
en la actualidad es coartada y utilizada por una clase burguesa repre-
sentante de la idiosincrasia propia de la sumisa actitud frente al im-
perio norteamericano y europeo que impide ejercer una nacionalidad
propia, que se expresa en la obediencia ciega a mandatos y lineamien-
tos de los representantes del capital internacional. Así, la globalización
cobra sentido como alianza de poderes locales y globales para repartir
el poder en términos de generación de riqueza económica y concreción
de la hegemonía política.

165
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

Identificar quienes han sido los mayores beneficiarios no es ta-


rea difícil, pero saber el porqué son los mismos de siempre los exclui-
dos implica señalar responsables y mirar de frente el orden dominante
mundial y las falencias políticas de las clases subalternas de la socie-
dad1 para explicar las razones del por qué no logran inmiscuirse en la
construcción de su propia hegemonía política.2

Para contextualizar la existencia de este orden de cosas se proce-


de a hacer un análisis de la globalización, abordada desde dimensiones
económicas y socio-políticas para que su definición precisa permita cri-
ticar su ejecución. Este proceso mundial da origen y refuerza la dispo-
sición de los poderes actuales, así como la naturaleza de su accionar, el
cual es a escala presente e informática transversal a las sociedades en
su cotidianeidad. A continuación se pasa a un análisis del Estado en su
función ideal como ente que monopoliza el poder de la fuerza y la vio-
lencia en un territorio, para constatar que su papel como constructor
de comunidad consecuente con el interés de las mayorías y la unidad
nacional es nulo o al menos limitado, así hace posible el libre accionar
de las fuerzas hegemónicas a través de la manipulación de sus institu-
ciones.

A partir de estas radiografías de la hegemonía en la Globaliza-


ción-Estado, se harán propuestas que implican reflexiones éticas y po-
líticas tendientes a proponer alternativas que permitan asimilar por las
clases subalternas posibles salidas políticas a su sumisión y abyección
actual, la cual no es más que la ausencia de una estrategia propia para
construir una contra hegemonía.

1 Para la definición de clases subalternas en Gramsci consúltese http://www.gramsci.org.


ar/8/46.htm
2 Para el concepto de hegemonía en sentido gramsciano consúltese: http://www.gramsci.
org.ar/12/gruppi_heg_en_gramsci.htm

166
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

Bajo esta línea argumentativa se presentarán las siguientes re-


flexiones: la globalización en contexto para Colombia y Latinoamérica,
el problema del Estado y la acción política colectiva, los fundamentos
del accionar político alternativo, el que hacer contra la hegemonía y la
postración política de los movimientos alternativos al sistema domi-
nante; para cerrarse hará la exposición de las conclusiones propositivas
al problema expuesto.

Globalización en contexto. Relaciones entre poderes loca-


les y globales. Latinoamérica y Colombia

La globalización como marco contextual se puede asumir desde


la economía como un proceso histórico de naturaleza comercial y mer-
cantil consecuencia de cambios como la internacionalización de flujos
de capitales, la liberalización del mercado, la creación de bloques eco-
nómicos y la libre movilidad de mano de obra. Tales transformaciones
se dan de manera progresiva desde inicios de la década de los años 80,
aun cuando está en discusión su exacto punto de partida.

Autores como Ulrich Beck3 y Joseph Stiglitz4 identifican la for-


malización, -más que su nacimiento-, de la globalización con un he-
cho económico histórico: la firma del “Consenso de Washington”5 en el
año de 1990. Este consiste en la aprobación del documento en el que el
economista estadounidense John Williamson , formuló un listado de
10 políticas económicas neoliberales aceptadas por los organismos de

3 Beck, Ulrich (1998): Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la glo-
balización. Madrid: Editorial Paidós.Consúltese al respecto http://leonsociologo.blogspot.
com/2006/12/resumen-de-qu-es-la-globalizacin-de.html
4 Stiglitz, Joseph E. (2002):El malestar en la globalización. Madrid: Taurus, 2002. Véase al
respecto http://www.ub.edu/geocrit/b3w-403.htm
5 Consúltese: http://www.eumed.net/libros/2007a/252/9.htm

167
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

financiamiento internacional y principales grupos económicos, que se


convirtió en el programa estratégico y general de la globalización.

En tal Consenso se dieron los principios del libre comercio e in-


ternacionalización de capitales por medio de la desregulación del mer-
cado de bienes y servicios, la liberalización de entradas de capital y de
inversiones, la flexibilización laboral, la privatización de las empresas
públicas y liberalización de las tasas de interés entre otras disposicio-
nes. Con esto, se abrió paso a una nueva era que iba de la mano con el
adelanto tecnológico y con la noción de progreso en las comunicaciones
y los sistemas de información.

La globalización en Latinoamérica adquiere verdadera relevancia


a partir de 1990, año en que distintos gobiernos empiezan a ejecutar
las recomendaciones de los organismos multilaterales (Fondo Mone-
tario Internacional, Banco Mundial). Se desecha el viejo modelo de
desarrollo hacia adentro para reemplazarlo por uno de liberalización
aperturista, estableciendo políticas de carácter neoliberal, siguiendo al
pie de la letra los principios del Consenso de Washington.

De inmediato, hubo una tendencia hacia la descentralización que


buscaba dar mayor autonomía y sostenibilidad a las regiones. Se dio
así la transferencia de poderes financieros y de administración del go-
bierno central a gobiernos municipales o locales, que contribuyó a la
desaparición de la intervención estatal en lo público y a la privatización
o tercerización de los servicios. Por lo tanto, las políticas públicas y ma-
croeconómicas siguieron las reglas de la descentralización con la venta
de empresas públicas, concesiones a entidades privadas, subsidios fo-
calizados a la demanda, desregulación del sistema financiero y la libre
entrada de capitales. Acompañado de ausencia estatal en lo que antes
eran derechos públicos como la seguridad y protección social, dándole
el control de estos asuntos a las entidades privadas.

168
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

Desde ese momento países obsecuentes como Colombia empe-


zarían a seguir las disposiciones, no como soluciones para desarrollar
la economía, como hacían pensar, sino para dejar un terreno apto de
bajos costos a los inversionistas extranjeros y las clases privilegiadas
nacionales que se vieran beneficiadas con la apertura económica y los
tratados bilaterales - multilaterales comerciales. El Estado se dio a la
tarea de perder terreno y dar el manejo de sus propiedades al capital
extranjero.

En materia laboral se incorpora el concepto de flexibilización la-


boral y desregulación, so pretexto de mejorar la movilidad, la oferta y
la capacidad competitiva de la mano de obra. Dentro de esa lógica, las
empresas funcionan bajo un principio de eficiencia extrema que bus-
ca hacerse a unidades de producción específica y especializada por un
lado, y abaratar costos de producción y administrativos por medio de la
subcontratación y los contratos a término fijo por otro. Las relaciones
laborales que imponen estas empresas, en su mayoría filiales de mul-
tinacionales y transnacionales se soportan desde marcos jurídicos que
se incorporaron en Colombia y en toda Latinoamérica desde los años
90. Así se facilita la entrada de inversión extranjera a expensas del bajo
precio de la mano de obra local.

Lo anterior es un paso que da la clase industrial nacional para


abrir el campo de juego a las multinacionales y transnacionales, en
busca de países -antes subdesarrollados ahora en ‘vías de desarrollo’-
con complacientes políticas económicas. Estas alianzas comerciales se
traducen en una intervención sociopolítica que afecta toda la vida de
una nación y que es lograda a través de mecanismos integrales de inter-
vención económica como los tratados de libre comercio6. La soberanía

6 Cabe aclarar que el tratado de libre comercio per se, no es contraproducente para el co-
mercio internacional y tampoco para las relaciones diplomáticas entre gobiernos. Se hace
referencia a tratados específicos cuyas condicionales legales son injustas y desproporciona-

169
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

nacional se ve coartada desde el momento mismo en que las relaciones


contractuales son impuestas a la clase obrera colombiana por la multi-
nacional instalada, y en las instituciones financieras y de justicia son
utilizadas para favorecer los intereses trasnacionales.

Desde la dimensión sociológica y de la misma política, la globa-


lización se aborda a partir de las distribuciones espacio-temporales de
las sociedades y de los cambios culturales de las que son objeto.

Castells se refiere al fenómeno de una sociedad red, propia de la


era de la información, porque en la actualidad el todo está unido por
redes de información que modificaron la productividad. Se concibe un
mundo en el que las divisiones geográficas y físicas entre comunidades
y naciones son obstáculo para su comunicación e integración. En la era
de la información global, las redes que forman las multinacionales en
virtud de las alianzas y la colaboración entre ellas, trascienden las fron-
teras, las identidades y los intereses nacionales. Por tanto, a medida
que el proceso de globalización progresa, las formas organizativas na-
cionalistas y locales entran en crisis, dado que la dinámica global infor-
macional da curso a “una economía con la capacidad de funcionar como
una unidad en tiempo real a escala planetaria”7.

Pero la crisis de lo local la motivan las corporaciones y modos de


pensamiento hegemónico que se imponen, al tener la posibilidad de
diseminarse e imponerse a través de las tecnologías de la comunicación
y la información. Es el caso de la idea atemorizante del terrorismo que
alimentan desde los países dominantes (G-8), los representantes de
multinacionales, para permitirles intervenir política, económica y cul-
turalmente un país. En la actualidad las clases hegemónicas colombia-

das como en el caso del TLC entre el gobierno colombiano y el gobierno de Estados Unidos.
7 Castells, Manuel (1999): La Era de la Información. La Sociedad Red. (Volumen 1). Méxi-
co, D.F.: Siglo Veintiuno editores, p. 120.

170
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

nas se identifican con la colaboración mutua internacional frente a un


enemigo común que no tiene forma, límite territorial o Estado–nación
representante, sino que se mimetiza y es confuso en su definición mis-
ma. Así es dable aseverar que el terrorismo es tan líquido y cambiante
como las corporaciones y burguesías mundiales. En una sociedad de
fronteras indefinidas las poblaciones viven en la confusión al no poder
definir tampoco quien detenta o no el poder.

Es así como las instituciones y formas organizativas nacionales


son puestas en aprieto desde el interior mismo, a través de las clases
burguesas locales que disponen un orden de cosas (socioeconómico,
político, cultural) para la manipulación de la opinión pública y su domi-
nación transnacional.

De tal manera, la naturaleza del hombre -que se expresa a través


de la religión, la moralidad, autoridad y la ideología política- se altera
y pasa a segundo plano en un contexto en el que prima lo multilateral,
el mercado, la disociación entre naciones y Estados, la privatización
pública, la caída del Estado de bienestar, etc. Se trata de un mundo
corporativo en el que el atraso tanto del Estado como de los gobiernos
locales, sirve para apuntalar a sus dirigencias y perpetuarse en alianza
bajo la batuta de las autoridades nacionales.

En suma, la globalización comprende un proceso simultáneo de


internacionalización de capitales, liberalización financiera y homoge-
nización cultural, estimulada por el avance en las telecomunicaciones y
las tecnologías de la información que ocasiona un mundo descentraliza-
do, indefinido en sus fronteras sociales, políticas y económicas. Marco
que aprovechan las corporaciones (multinacionales, transnacionales)
en alianza con las burguesías nacionales para dislocar las sociedades y
poderlas controlar. Se describe entonces una hegemonía repartida y de
mutua colaboración, heredada de la vieja división geopolítica centro-
periferia.

171
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

Parte de la hegemonía proveniente de lo que aun se puede de-


nominar centro se encarna en las multinacionales representantes del
interés estadounidense, y que significan un sometimiento de Colombia
a sus mandatos. Esto se puede apreciar hoy en tres aspectos centrales:

Primero. La mundialización del capital, en su actual fase de lucha


“contra el terrorismo”, ataca el “ejercicio de la rebelión” y se contrapo-
ne a las luchas de las comunidades locales en el plano internacional y
nacional. Señala cualquier tipo de protesta que reclame sus derechos
como ilegal y criminal. Sus cabezas son tratados de desadaptados e in-
conformes. Esta postura asolapada se manifiesta en Colombia, desde
comienzos del siglo en curso, cuando los grupos insurgentes empeza-
ron a ser catalogados como organizaciones terroristas, con lo cual se
pretende negar las raíces históricas del conflicto armado que se vive en
este país desde hace más de medio siglo.

Segundo. Colombia en este escenario se sumerge en la (in)se-


guridad (anti)democrática, que lleva a imponer siete bases militares
de Estados Unidos en esta esquina de Sudamérica para garantizar las
inversiones de las multinacionales y la aplicación de tratados de libre
comercio, que aumentan la miseria de la clase trabajadora y del pueblo
colombiano. Encontramos aquí una interconexión profunda entre la
postura de la oligarquía colombiana y el dominio imperialista en Amé-
rica Latina, puesto que su territorio desempeña el denigrante papel de
ser el portaaviones terrestre de los Estados Unidos para controlar y
agredir a otros países de la región andina y el Caribe.

Tercero. La perspectiva política en el inmediato futuro se carac-


teriza por una correlación de fuerzas adversa a los intereses populares
de la revolución socialista en Colombia. Esta tendencia negativa se agu-
diza por la vacilante posición de sectores democráticos que les impide
adoptar una postura definida y opuesta a la del régimen y enfrentar con
dignidad asuntos tan cruciales como los de la reforma agraria, la guerra

172
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

interna, la pobreza, la sumisión de la oligarquía criolla ante los Estados


Unidos y la relación de la izquierda nacional con los movimientos po-
pulares de América Latina. La genuflexión es más evidente en el con-
texto de gobiernos corruptos que manchan la historia del país, como
se comprueba con los reiterados escándalos del régimen, su descalifica-
ción e intromisión en las otras ramas del poder, su manipulación de la
información por el monopolio de los grandes medios y la entronización
de la para-política.

El sobrevivir como unidad única y diferenciada dentro de este


mundo que quiere terminar de volvernos seres corrientes y homogé-
neos, depende de la capacidad de acción política e identidad que tenga
todo aquel que no quiere entrar en el molde y que tenga la capacidad
de identificar las varaderas relaciones de poder entre nuestra clase go-
bernante y las diferentes manifestaciones del poder capital mundial
hegemónico.

El problema del estado y la acción política colectiva

Los estudios y debates más recientes sustentan la existencia de


una forma de gobierno mundial de las corporaciones y de las elites
pertenecientes a las grandes potencias; muestran como este gobierno
mundial se estructura con el conjunto de organismos que conforman el
llamado ‘sistema de relaciones internacionales8. Pero a la vez constatan
la subsistencia del Estado-nación, con su poder económico-político-
represivo local que defiende por un lado sus intereses propios y sirve
al mismo tiempo –y a veces en forma contradictoria– como correa de
transmisión o representante local del poder transnacional. Las contra-
dicciones entre lo local y lo transnacional en el nivel de las elites domi-
nantes se resuelven por regla general a favor del poder transnacional.

8 Massiah, Gustave (1988): Villes en développement - Essai sur les politiques urbaines
dans le tiers monde. Paris: La Découverte.

173
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

Es lógico que sea así porque el aspecto principal de la contradic-


ción es el poder transnacional. No puede ser de otra manera porque el
antagonismo principal es entre clases y no entre Estados o naciones.
Por tanto se puede aseverar que en última instancia, las elites domi-
nantes (tanto locales como transnacionales) están de un lado de la ba-
rrera y las clases subordinadas del otro.

Por ende, las políticas nacionales de desarrollo vendrían a ser un


mito, así como la toma democrática del poder que represente la volun-
tad popular. En efecto, son mitos, pues se basan en la idea de una falsa
alianza de clases entre una supuesta “burguesía nacional” y “las capas
trabajadoras”, que en la realidad nunca son tenidas en cuenta. Estos
mitos fueron alentados por grupos y partidos “nacionales y populares”
que promovían en sus discursos esta unión como posible.

En el lapso comprendido entre la segunda posguerra y la déca-


da del setenta el mundo capitalista experimentó tasas de crecimiento
económico en todo Occidente. La economía mundial vivió una época
de expansión bajo el liderazgo de Estados Unidos, al calor de los planes
de reconstrucción de la posguerra, en Europa y Japón. En este proceso
surgieron dos mitos en torno a los cuales el ‘Tercer Mundo’, esto es, el
mundo subdesarrollado contaba con una fórmula para alcanzar el tan
anhelado desarrollo. El primer mito consistía en la toma democrática
del poder por parte de fuerzas políticas que representaran la voluntad
del pueblo. El segundo mito era que tales fuerzas, una vez institucio-
nalizadas en el poder, lograrían encontrar políticas públicas racionales
para alcanzar el desarrollo nacional. Esta concepción de la relación en-
tre la política y la economía la asumió el ‘Tercer Mundo’ en la etapa de
consolidación del sistema globalizado de economía mundial.

En los países de América Latina esa mítica burguesía nacional


se necesitaba para que el ‘tercer mundo’ entrara en la dinámica econó-
mica mundial, peroen verdad hace tiempo que no existe (aún antes de

174
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

la mundialización de los últimos 30 o 40 años) y presentó, en alianza


con el Estado, falsas ilusiones de libertad a los pueblos con la idea de
la democracia y la lucha anticomunista, representante del “demonio”
hasta finales de siglo XX. Pero para colmo, las únicas alternativas a es-
tas formas de poder legitimadas por el control del Estado por parte de
la burguesía, se dieron en varias partes a través de la idea y la práctica
de la lucha armada para alcanzar tal poder. El producto en la historia:
las tantas aberraciones militaristas y terroristas que conocemos, muy
lejos de las estrategias de lucha armada de liberación y de insurrección
popular.

Se trata de un aparato que por sus características permite com-


probar la siguiente afirmación: el Estado revela que no es una institu-
ción pública, por el contrario es un ente garante del interés privado
que la burguesía estima necesario para resolver los problemas del gran
capital.

Como se observa en la historia de Colombia, el capitalismo se


vale del derecho liberal y del constitucionalismo para menguar la pre-
sión social y frustrar las posibilidades de un cambio radical en la so-
ciedad, y obliga a recurrir a la fuerza armada y violenta. Al hacer refe-
rencia al Estado Colombiano, es importante situar que el ejercicio de
la violencia, la cooptación en las agendas gubernamentales (agendas
electorales, clientelismo, etcétera) y la guerra ideológica están allí como
mecanismos históricos para salir de las crisis y fortalecer así el carácter
autoritario del régimen. La continuidad y profundización de este pro-
ceso es un escenario que reafirma la necesidad de concretar una contra-
propuesta de construcción social del poder.

Es una coyuntura en la que la burguesía financiera transnacio-


nal entra también a jugar. Los Estados son alternativa para salir de sus
crisis. Y a su poder acuden para pedir intervención y un seguro que
promueva el derecho burgués, que sin duda, se constituye en herra-

175
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

mienta para bloquear el cambio radical de la sociedad, una herramienta


ideológica eficaz para aumentar su poder en el escenario de la institu-
cionalidad burguesa.

El Estado no desaparece, asume un importante rol estratégico


para el capital, tanto en la economía como en el control de la sociedad
a través de la violencia. Genera nuevos mecanismos jurídicos para ga-
rantizar los intereses de las elites económicas y se intensifican los me-
canismos de violencia animados desde el campo estatal.

Lo que se describe aquí es la preferencia por el individualismo y el


poder que tiene éste de hacer subordinar para su uso al Estado. Ello lo
explican Marx y Engels en el año de 1845 como un fenómeno social del
poder que genera la división del trabajo que lleva implícito el egoísmo:

“Esta plasmación de las actividades sociales, esta consolidación de


nuestro propio producto en un poder material erigido sobre nosotros,
sustraído a nuestro control, que levanta una barrera ante nuestra ex-
pectativa y destruye nuestros cálculos, es uno de los momentos fun-
damentales que se destacan en todo el desarrollo histórico anterior y
precisamente por virtud de esta contradicción entre el interés particu-
lar y el interés común, cobra el interés común, en cuanto Estado, una
forma propia e independiente, separada de los reales intereses parti-
culares y colectivos y, al mismo tiempo, como una comunidad ilusoria,
pero siempre sobre la base real de los vínculos existentes…”9.

Las reflexiones de Marx sobre la naturaleza del ser humano son


muy densas y profundas y es preciso subrayar la explicación de la con-
tradicción en cada individuo entre el interés individual y el interés ge-
neral, como resultado de la división del trabajo en la sociedad de clases.

9 Marx, Karl (1997): La ideología alemana (I) y otros escritos filosóficos. Apartado A.
Buenos Aires: Losada Editorial.

176
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

Es lo que se llama ahora la exacerbación del individualismo y el


egoísmo, promovido por las clases dominantes en función de sus pro-
pios intereses y de la preservación del sistema. A pesar de que el ser
humano es un ser social y necesita cooperar para sobrevivir, la sociedad
de clases, la propiedad privada y la alienación hacen que predomine
en las personas su costado individualista, competitivo, sintetizado por
Hobbes en su frase “el hombre es el lobo del hombre”. Esta doble faz
–individualista y social– del ser humano y el “formateo” del cerebro lo
explican los neurobiólogos contemporáneos (por ejemplo Jean Pierre
Changeux en su libro L’homme de verité10 que está traducido al caste-
llano como El hombre de verdad, en especial su acápite ‘De la materia
al pensamiento consciente’): la naturaleza humana requiere intercam-
bio con el medio (natural y social) para sobrevivir. El cerebro humano
(sus conexiones, sus neuronas, etcétera) va estableciéndose, naciendo,
desarrollándose o desapareciendo desde el nacimiento y aún antes, en
interacción con la naturaleza y el medio social. Ese medio social capita-
lista que describe Marx y que hace que –como regla general– prevalezca
los sentimientos egoístas e individualistas y el interés individual sobre
la solidaridad y el interés general.

Es impresionante constatar cómo convergen las ideas de Marx


sobre el ser humano y los recientes hallazgos de la neurobiología. De
modo que al plantear la tarea histórica de la clase trabajadora en la
transformación social hay que tomar en cuenta el peso del individua-
lismo y la necesidad de buscar los caminos para que en la mente de las
clases dominadas vuelva a prevalecer la cooperación, la solidaridad y el
interés general sobre el interés particular.

10 Changeux, Jean-Pierre (2005): El Hombre de verdad, trad. Virginia Aguirre. México


D.F.: Fondo de Cultura Económica, México.

177
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

Fundamentos del accionar político alternativo

Lo anterior requiere un trabajo ideológico que muestre la realiza-


ción individual en el seno de la colectividad y en armonía con el interés
general, mediante la cooperación y la solidaridad. Esto es, llegar a la
toma de conciencia a través de la racionalidad, la imaginación y de la ex-
periencia. En este punto habrá de advertirse con Gramsci dos asuntos:
primero, que “en la lucha política es preciso no imitar los métodos de
lucha de las clases dominantes, para no caer en fáciles emboscadas”11,
y segundo, que la política se asume con todo rigor como la ética de lo
colectivo12.

En la actualidad este camino está erizado de dificultades de la


pobreza ideológica y programática de los movimientos políticos alter-
nativos a escala mundial y el total sometimiento de los programas de
naturaleza socialista a las condiciones del neoliberalismo. El quid con-
siste en encontrar un camino de entente entre las clases subordinadas
de los países ricos y las de los países pobres, pues parece haber intereses
contradictorios. Ese acuerdo es indispensable para la transformación
social, bien lo dice Marx:

“Por lo demás, la masa de los simples obreros —de la


mano de obra excluida en masa del capital o de cual-
quier satisfacción de sus necesidades, por limitada
que sea— y, por tanto, la pérdida no puramente tem-
poral de este mismo trabajo como fuente segura de
vida, presupone, a través de la competencia, el mer-
cado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede
existir en un plano histórico- mundial, lo mismo que
el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar

11 Macciocchi, María Antonietta (1980): Gramsci y la revolución de occidente. México


D.F.: Siglo XXI Editores, pp. 360.
12 Fernández Buey, Francisco (2001): Leyendo a Gramsci. El Viejo Topo. Madrid: pp. 118-
128.

178
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

realidad como existencia histórico-universal. Exis-


tencia histórico-universal de los individuos, es decir,
existencia de los individuos directamente vinculada a
la historia universal”13.

Pero al mismo tiempo es indispensable construir la alternativa a


nivel nacional. Lo que también puede servir para construir un autén-
tico internacionalismo, para ayudar a superar la competencia entre los
trabajadores a escala internacional.14

Pero la profundidad de la actual crisis mundial actúa como un


revelador para las clases populares de los límites del sistema. Si bien,
como lo plantea Gramsci, en su manido aforismo según el cual “el pesi-
mismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad”, es
el momento para acelerar los procesos y ver con claridad la incapacidad
del sistema en responder a las expectativas de la gente. Por lo que en
la realidad debería existir una opción política clara capaz de capitali-
zar esta situación, lo que motiva a pensar que hay una demora en la
respuesta a una crisis del sistema actual y existe un desconocimien-
to sobre las posibilidades jurídicas y políticas de base que la situación

13 Marx, p. 3
14 Como bien explica Gramsci “El concepto de hegemonía es aquél donde se anudan las
exigencias de carácter nacional y se comprende por qué determinadas tendencias no ha-
blan de dicho concepto o apenas lo rozan. Una clase de carácter internacional, en la medida
en que guía a capas sociales estrictamente nacionales (intelectuales) y con frecuencia más
que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), debe en cierto sentido
‘nacionalizarse’; pero este sentido no es muy estrecho ya que antes de que se formen las
condiciones para una economía según un plan mundial, es necesario atravesar múltiples
fases donde las combinaciones regionales (de grupos de naciones) pueden ser variadas. Por
otra parte, es preciso no olvidar que el desarrollo histórico sigue las leyes de la necesidad
hasta tanto la iniciativa no haya pasado netamente del lado de las fuerzas que tienden a la
construcción, siguiendo un plan de división del trabajo basado en la paz y la solidaridad”.
GRAMSCI (1975): Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno. Mé-
xico D.F. Juan Pablos Editor,p.148.

179
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

de quiebre histórico implica y que pueden ayudar a los desfavorecidos


como instrumentos reivindicativos.

Cuando la relación de fuerzas es más favorable a lo hegemónico,


se produce una regresión en las normas, tanto penales, como civiles,
laborales, etcétera. Pero aún en estas circunstancias, la invocación de
ciertas normas jurídicas y en particular punitivas para sancionar a los
miembros de las elites económicas que violan derechos fundamentales
de los seres humanos, tiene un valor educativo e ideológico.

“Despertar la alarma social”15 para señalar a las cabezas visibles


de un sistema social injusto es necesario pero no suficiente. De lo que
se trata es que la gente conozca lo mejor posible en todos sus aspectos
el sistema vigente y su intrínseca injusticia, inhumanidad e irraciona-
lidad y que cada individuo tome conciencia del lugar que ocupa, que
para la inmensa mayoría de los seres humanos es el de víctima aunque
muchos de ellos tengan ingresos suficientes como para formar parte de
las capas sociales alienadas al consumismo:

“Como esos bueyes gordos, ciegos, tranquilos, sordos,


que pastan bajo el sol meneando el rabo”16.

La solución no es individual. Nada bueno alcanza el estatus de


consumidor o el espejismo de la movilidad social, la transformación
radical del sistema consiste en la acción colectiva.

Por otro lado, hay evidencia de poder reunir a grupos antes im-
pensados por los modelos de partidos radicales que cobijen la misma
noble causa. Como se recuerda bajo la influencia del estalinismo se

15 Baratta, Alessandro (2002): Criminología crítica y crítica del derecho penal. Buenos
Aires: Siglo XXI Editores.
16 Guillen, Nicolas (1971): El son entero. Buenos Aires: Editorial Losada, p. 45.

180
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

rendía culto al proletariado (proletkult), una mistificación del proleta-


riado que hacía pensar que por el hecho de ser explotados eran ‘ilumi-
nados’: era el criterio proletario que implicaba ‘proletarizarse’ propio
del estalinismo. Esta mirada desconoce la existencia de más fuerzas
que pueden estar exentas de sospecha. La historia muestra que líderes
de clase media incluso de la clase alta son gente valiosa que padece
conflictos sicológicos dada su condición de clase pero que por su in-
consciencia, son personas que por más que vivan bien, viven mal en
términos humanos. Entretanto, la clase trabajadora es mundial y su
naturaleza de unidades productivas la hace común a todos los niveles
de la sociedad, desde los que tienen conciencia de clase hasta los que
no.

Se trata de crear una nueva institucionalidad para hacer posible


el ejercicio de los derechos colectivos, esto es, un cambio en la organi-
zación social y en el sistema jurídico-político que posibilite que el de-
recho oriente la economía y no al revés como en la actualidad sucede.
Se trata de dar curso a una asociación de individuos libres e iguales que
regulan ellos mismos su convivencia por vía de una formación demo-
crática de la voluntad colectiva.

En últimas, la opción emancipadora se edifica sobre la base del


desprendimiento de la idea de ‘Estado’ por ahora concebida dado que
en la coyuntura por la que transcurre la humanidad se evidencia que
la corrupción es consustancial al actual Estado (en cualquiera de sus
formas y sin distingo alguno). Su forma institucional característica,
el presidencialismo y el centralismo, son los ejes del poder oligárquico
que se mantiene gracias al control que ejerce el poder ejecutivo sobre
órganos parlamentarios irredimibles que no obstante poseen la capa-
cidad de producción de las leyes. En la realidad, tanto la rama legisla-
tiva como la judicial no son más que la prolongación del ejecutivo: la
idea de la división y el equilibrio de poderes como base de la democra-
cia no es más que una entelequia en el sistema mundo de hoy y antes.

181
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

¿Sin el Estado? El Estado es un mal necesario incluso en el socia-


lismo. ¿Qué pasaría si quitáramos el Estado? se derrumbarían las revo-
luciones. El Estado socialista es por necesidad represor, es una contra-
dicción dialéctica que conlleva plantear que el desmonte progresivo del
Estado se logra al elevar el nivel cultural para que la coerción sea menos
necesaria. Incluso en el Occidente capitalista se ve el fenómeno socia-
lista como en Suiza donde los jóvenes hacen dos meses de milicia y se
llevan el arma a la casa: es una población organizada con una represión
mínima. Se trata de un capitalismo avanzado con ciertos elementos so-
cializantes que no podrían hacerse en un Estado socialista tal como se
conoce hasta ahora: como negación de la tesis anarquista anárquica.

Y esto no es nada fácil, porque la idea del mercado como regulador


de las relaciones sociales está metida en la cabeza de la gente de todas
las clases sociales (su cerebro está “formateado” así), desde hace siglos.
Y también la creencia en el derecho burgués y en el constitucionalismo
social. Por eso se habla de un trabajo ideológico y de una práctica, que
deben complementarse. Ni el trabajo ideológico sólo (mensajes revo-
lucionarios) ni la sola práctica (experiencias autónomas, cooperativas
y solidarias) pueden lograr el necesario cambio en la conciencia de la
gente (“reformatear” su cerebro) para que sea protagonista. Razona-
miento y praxis deben andar juntos.

La clase trabajadora en esta crisis no debe sucumbir ante las


trampas del liberalismo, ni ante las de sistemas radicales de izquierda,
por el contrario debe insistir en la construcción de nuevas formas de
producción del poder social que le permitan alcanzar su autonomía po-
lítica y económica.

Como lo explicaron en 2002 Orlando Fals Borda y Luis Eduardo


Mora Osejo en su célebre documento “La superación del Eurocentris-
mo. Enriquecimiento del saber sistémico y endógeno” sobre el contex-
to tropical:

182
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

“La ignorancia sobre nosotros mismos, sobre nuestro


origen, nuestro devenir histórico, nuestra geografía,
nuestros recursos naturales, entre otros; más pronto
que tarde, nos llevará a convertirnos en el gran mer-
cado de los productos y tecnología de los países pode-
rosos y, sin que nos lo propongamos, en promotores
de la economía del consumo. La misma, que nos con-
ducirá hacia el endeudamiento, cada vez mayor y la
sobreexplotación de nuestros recursos. [...] Se necesi-
ta pues, construir paradigmas endógenos enraizados
en nuestras propias circunstancias, que reflejen la
compleja realidad que tenemos y vivimos17.

¿Qué hacer frentea la hegemonía y la postración política


de los movimientos alternativos al sistema dominante?

En los pueblos ancestrales colombianos y de América Latina, hay


una concepción por la otredad, entendiendo esta como el respeto y vali-
dación por el otro y la vida en cualquiera de sus formas. También, com-
parten la alta valoración que le dan a la comunicación como principal
vehículo para poder avanzar en el diálogo entre pueblos hermanos y en
relación armónica con la tierra.

Los indígenas y pueblos autóctonos son más evolucionados en


términos éticos y humanos que aquellos que hacemos alarde de per-
tenecer a la sociedad occidental. Y son por posturas como la anterior-
mente descrita, que estas comunidades deben ser tomadas en serio y
como referente de lucha y conciencia ya que se alejan explícitamente
y de manera abierta del modelo de globalización. Reivindican lo local
para lo local, y ven le internacionalización como la unión de los dife-

17 Fals Borda, Orlando, Osejo Mora, Eduardo (2004): “La superación del Eurocentrismo.
Enriquecimiento del saber sistémico y endógeno”. En Polis, Revista de la Universidad Bo-
livariana, Santiago de Chile. Consúltese: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.
jsp?iCve=30500703

183
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

rentes pueblos del mundo respetando su características particulares y


únicas. La cosmovisión de los pueblos indígenas no es hegemónica y no
niega a su diferente, sino por el contrario, lo acoge y acepta como parte
de un sistema armónico. Es una idea inteligente emularlos.

Los pueblos del mundo resisten y siguen abriéndose espacios en


que muestran su pensamiento y forma de ver la vida, haciendo ver su
diversidad como ejemplo de unión. En sus espacios de protesta tiene
como objetivo defender la vida en todas sus manifestaciones y vivir su
identidad con dignidad.

Esta posición existencial les permite articularse a la globalización


y al sistema capitalista de manera adaptativa y estratégica, mas no en
confrontación directa. Es posible apropiar diferentes técnicas políticas
que les permiten tener las nuevas tecnologías y medios de difusión18
que sólo pueden funcionar en una ingeniería de mercado.

Sus estrategias, bien conocidas en los congresos y eventos que


convocan19, se fundamentan en dar a conocer sus ideas y en mantener
una comunicación permanente entre su comunidad para reproducir el
quehacer político en su interior.

18 Utilizan el acceso y aprovechan las tecnologías de información y comunicación (TIC)


para la formación, la capacitación y la comunicación de los pueblos.
19 Congreso de los Pueblos. Luego de 5 días de deliberación y encuentro en Bogotá el
martes 12 de octubre de 2010 con una concurrida marcha que partió de la Universidad Na-
cional y llegó a la plaza de Bolívar a medio día, las 212 organizaciones convocantes más las
que se sumaron a la convocatoria dan por culminada la instalación del Congreso de los Pue-
blos. Véase: http://congresodelospueblos.org/sitio/ También vale resaltar el movimiento
Marcha Patriótica expresión orgánica de las fuerzas sociales y políticas que reclaman y
proponen soluciones estructurales a los problemas colombianos. La más grande manifes-
tación vista en Bogotá (Colombia) fue convocada por este movimiento que aglutinó más de
130 mil personas provenientes de todos los rincones del país el pasado 23 de abril de 2012.
Consúltese: http://www.marchapatriotica.org/

184
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

En un ejercicio práctico de “nuestra palabra” hacen un llamado


para “Decidir con conciencia, no con hambre”; en armonía con la natu-
raleza y con nuestra tierra. Para todos los pueblos indígenas del globo
este es un principio que tienen muy presente en todas sus acciones para
con la tierra, a la cual desde las diferentes culturas se le da un nombre
diferente, pero un mismo valor:

Los pueblos indígenas de diferentes rincones del planeta conci-


ben la tierra como una madre, como un ser protector que primero da
abrigo a sus hijos y luego los alimenta. Unos la llaman Madre Tierra,
otros le llaman Pacha Mama, también Uma Kiwe. Es por eso que desde
la visión de las comunidades indígenas se habla de un uso “respetuoso
de la tierra” que invita a practicar el principio de reciprocidad: retri-
buirle la vida con el uso equilibrado de los recursos que ofrece.

Ven las partes del cuerpo en íntima relación con la Tierra. Desde
el idioma Nasa Yuwe la casa tiene pies (la tierra), costillas (paredes),
ojos (ventanas), cabeza (techo).

“La Madre Tierra nos abriga y protege de todo mal.


Debemos ser recíprocos con ella. La Madre Tierra nos
da todo y por eso debemos hacer rituales y brindarle
a los espíritus…”20

La tierra, permanentemente amenazada por lo que llaman ellos


“los hermanitos menores” (gente perteneciente a sociedades occiden-
tales), no tienen esta visión del cosmos. Y por eso, deben concientizar
a sus hermanos y defender la tierra con su vida. Saben a profundidad el
sobrecosto del modelo económico actual, que devalúa la conservación

20 Palabras de un dirigente indígena en una intervención durante la Cumbre continental


de comunicación indígena del Abya Yala - Territorio de Convivencia, Diálogo y Negocia-
ción, realizado en el Resguardo Indígena de La María en el municipio de Piendamó, Cauca,
Colombia, del 8 al 12 de noviembre de 2010.

185
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

ambiental, el respeto por las minorías, el combate de la pobreza y las


desigualdades.

Pero aparte de los indígenas, hay otros sectores y movimientos


sociales que también tienen una posición crítica frente a estos proble-
mas; y son grupos excluidos del beneficio monetario de sus naciones,
que aplican más acertadamente los principios de comunicación y res-
peto hacia la tierra que tienen los indígenas. Las comunidades negras y
campesinas labran el campo y usan los recursos naturales de acuerdo a
un cuidado que responde al ciclo básico para que la tierra vuelva a dar-
les sus frutos. Defendiendo la agricultura sostenible basada en el cui-
dado del medioambiente y en la preservación del habitad. Sus posturas
las han manifestado en su oposición a los proyectos de producción a
gran escala del modelo capitalista, que impone métodos artificiales y
nocivos de producción que afectan no sólo los suelos, sino también a la
soberanía alimentaria y a las culturas nativas.

Por esta razón, apuntamos a poner en práctica las ideas indíge-


nas, que pueden resumirse en lo que ellos mismos denominan Minda-
la21, la cual busca hacer pensamiento mediante la unión de todas las
culturas y comunidades sin excepción. Nuestra posición de excluidos y
explotados por el sistema capitalista actual es el común denominador
que nos une en una dirección de lucha y construcción teórica toleran-
te e inclusiva del mundo que queremos: indígenas, afrocolombianos,
Colombianos: todos somos trabajadores y todos vivimos en un mismo
territorio. Todos estamos siendo gobernados por instituciones que no
quieren ver unión para poder seguir con su modelo hegemónico. El in-
tercambio de saberes e impresiones que propone Mindala tiene gran
afinidad con las intenciones de todos los movimientos políticos, cultu-
rales que desean el cambio.

21 “Intercambiar pensamiento y hacer amigos”.

186
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

Conclusiones

Cuando se despliega una ofensiva global con complicidad de las


burguesías locales por el control de nuestros territorios y recursos na-
turales, el problema más importante para Colombia y América Latina
es defender la soberanía nacional y ejercer la autodeterminación y la
contraposición (forma actual y posible de la rebelión de los pueblos).

Por eso es fundamental procurar la comprensión del tema de la


hegemonía, colocándolo en el centro del debate en la perspectiva de
alentar el más lúcido y aguerrido combate contra la dominación, con
dignidad e identidad sin perder de vista los mecanismos que el sistema
global facilita, como lo practica y enseña la cosmovisión indígena.

En este marco de profunda postración, vale preguntarse ¿y ahora


qué estrategia? Es necesario primero, impulsar un serio trabajo ideo-
lógico, de formación política, de ética libertaria y emplear un método
de análisis histórico. Esto debe apuntar a recuperar una acción políti-
ca que coadyuve la lucha mundial y apunta a superar el insostenible
modelo capitalista actual y la dominación del Estado burgués en las
dimensiones espacio-temporales que permean estratégicamente a
la sociedad red; y segundo, romper el idilio con esa izquierda que se
convirtió en parte del sistema y propugnar por la reconstrucción de la
dirección política de la revolución colombiana, reuniendo los sectores
más representativos del trabajo político y orgánico de la izquierda y del
movimiento democrático en el ámbito nacional y en las regiones de Co-
lombia. Esto con la finalidad de estudiar las formas de relación entre la
llamada “izquierda política” y la “izquierda social”, presentar y analizar
las propuestas de unidad en una perspectiva de poder, identificar la
forma de superar los obstáculos a la unidad y de abrir camino a un gran
movimiento de oposición en Colombia, esto sin dejar de considerar las
condiciones adversas y las garantías necesarias para el ejercicio de la
política en la actual coyuntura.

187
Miguel Eduardo Cárdenas Rivera

Para tal propósito, todos los sectores y tendencias deberían ha-


cerse partícipes en esta iniciativa táctica para exponer nuestros puntos
de vista con la finalidad de cualificar y ampliar el proceso de articula-
ción. Se requiere realizar actividades de discusión para conocer, pre-
sentar y sustentar la perspectiva de los distintos sectores interesados
y comprometidos con el proceso de la unidad. Para tal efecto, se pue-
den proponer algunos ejes temáticos de deliberación: la caracterización
del régimen político y de las alternativas para confrontarlo; el mapa de
fuerzas y dificultades del proyecto de unidad, así como sus posibilida-
des de superación, y la recuperación del acumulado histórico en Colom-
bia; los lineamientos organizativos, bases ideológicas y programa de
acción como resultado de la extracción y sistematización de argumen-
tos que sustentan los lineamientos de acción táctica y estratégica; y la
pertinencia de las formas de lucha más adecuadas en el actual momen-
to histórico que vive el país, entre las cuales la participación electoral es
una cuestión táctica que no puede considerarse como el único y princi-
pal instrumento de acción política.

No sobra recordar que para que se haga realidad el proyecto de


contraposición es preciso reconocer el precario, por no decir nulo, al-
cance de la participación en elecciones, las cuales son un medio pero
no pueden colocarse como un fin en sí mismas. Para la concreción de
tal proyecto es imprescindible la educación y la formación política, en
concordancia con las luchas concretas y sus necesidades organizativas
que libran hoy diversos sectores populares en campos y ciudades del
país. Esto requiere el esfuerzo político de pensar y actuar local, nacio-
nal e internacionalmente, e intercambiar con las luchas de los pueblos
hermanos de nuestra América, cuyas experiencias organizativas como
movimientos sociales y políticos representan una cantera de posibili-
dades y proyecciones anticapitalistas, hoy indispensables para poten-
ciar un proyecto de contraposición en cierne contra el imperialismo y
sus lógicas de guerras, saqueo y expoliación.

188
Hegemonía en Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global

En concreto y como telón de fondo hay que impulsar la realiza-


ción de acciones tendientes a eliminar los acuerdos condicionales con
los Estados Unidos u otras naciones que encarnan el capital multina-
cional. Ellos son la punta de lanza comercial y política que relaciona el
interés local con el interés internacional hacia un mismo fin de lucro
egoísta.

Los tímidos procesos de unidad latinoamericana y nacional son


un ejemplo de la falta de solidaridad y metas claras que tienen los mo-
vimientos sociales, especialmente el movimiento obrero. Se incrustan
en los conflictos locales y despliegan todas sus fuerzas con exceso sobre
peleas poco reivindicativas. Este desperdicio de fuerzas se puede evitar
si se emula el trabajo independiente, digno y de carácter que llevan a
cabo los movimientos indígenas, así como si se siguen a conciencia las
posibilidades de lucha a nivel global, en la que los individuos y movi-
mientos de cada nación hagan multinacional su interés común y colec-
tivo, en oposición al interés egoísta e individual del poder multinacio-
nal ya conocidos por todos. De esta manera se puede trabajar por una
contra hegemonía que requiere el concurso de la inasible e (in)mensa
mayoría.

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190
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

Italia

Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)2


Gesualdo Maffia

Antonio Gramsci fue un revolucionario, o sea un hombre que a


través del pensamiento y la acción, persiguió el modo de contribuir a
la ideación y a la construcción de una sociedad radicalmente diferente
a aquella, injusta, en la que vivía. Apasionada, pero a su vez razonable
vivía en él la convicción de que aquello era tan deseable como posible.
En estas páginas me limitaré a brindar algunas reflexiones relaciona-
das con la actividad política e intelectual del joven Gramsci en Turín,
ciudad en la cual pudo madurar sus conocimientos y convicciones polí-
tico-morales, que no lo abandonarían por el resto de su breve, aunque
intensa existencia.

2 Traducción de Yankilé Hidalgo, con la colaboración de Gesualdo Maffia.

191
Gesualdo Maffia

El pasado 2011 coincidió, no sólo con los 120 años del aniver-
sario de su muerte, sino también con el centenario de su llegada a la
ciudad de Turín. La antigua capital del Reino de Cerdeña, que fue el
Estado guía de la unificación italiana medio siglo antes, era en el 1911
una ciudad muy vivaz a nivel político, social y cultural.

Vivir en Turín, donde el otoño en 1911 se inscribió en la Facultad


de Filosofía y Letras, acreedor de una de las becas reservadas por el
Colegio Carlo Alberto a los estudiantes pobres de las ex-provincias del
Reino de Cerdeña, se reveló de forma crucial en la biografía de Gramsci,
bajo un doble perfil.

En primer lugar, en la capital sabauda2, entró en contacto con


una de las mejores tradiciones universitarias italianas, adquiriendo a
la base de su formación aquel método histórico que representaba el
mejor fruto de la entonces declinante escuela positivista, que en los
años precedentes se había dado en Turín, como alguien dijo de forma
acreditada, la ciudad más «positiva» de Italia3. Gramsci, estudiante
omnívoro, no se contentaba con seguir el plan propuesto de estudios:
como testimonia Palmiro Togliatti (estudiante de Jurisprudencia,
como también lo hiciera después Umberto Terracini, mientras Angelo
Tasca se inscribió en 1912 en Letras)4, si podía encontrar «dappertutto
[…] dove vi era un professore il quale c’illuminasse su una serie di pro-
blemi essenziali»5. Seguramente, entre los docentes que más dejaron
su huella en él, debemos recordar a Umberto Cosmo, Arturo Farinelli,
Luigi Einaudi, Francesco Ruffini, Annibale Pastore, Matteo Bartoli. El
primero y el último mantuvieron también relaciones personales con

2 Sabauda, de la familia real Savoia.


3 Bobbio, N. (1985). Prefazione, in Il positivismo e la cultura italiana, a cura di E. Papa,
Milano, Angeli, p. 13.
4 Con loro tre, nella primavera del 1919 Gramsci darà vita al settimanale “Ordine Nuovo”.
5 Togliatti, P. (1972). Pensatore e uomo d’azione (1949), in Id., Gramsci, a cura di E. Ragio-
nieri, Roma, Editori Riuniti (1ª ed. 1967), p. 66.

192
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

Gramsci, ayudándolo en los momentos de mayor dificultad económica


y física. Bartoli, glotólogo de escuela neolingüista, estudioso también
de la lengua sarda, sintió un gran disgusto cuando su alumno predilec-
to rinunció a sus estudios, porque, como se recordaría Gramsci en una
carta a su cuñada Tania Schucht el 19 marzo de 1927, lo consideraba
«l’arcangelo destinato a profligare definitivamente i “neogrammatici”» 6.

En segundo lugar, Turín era una ciudad vanguardista, cuna de


la cinematografía, dotada de una vivaz actividad deportiva, sede por
decenas de años de grandiosas Exposiciones nacionales e internacio-
nales y de diarios renombrados del escenario nacional. En esta ciudad
estaba tomando auge, de forma acelerada, el desarrollo industrial más
moderno, con la hegemonía progresiva de la industria automovilística,
y la consecuente gran concentración obrera en las fábricas que de año
en año aumentaban la calidad y la cantidad de su producción: aspecto
amplificado y exasperado del régimen de producción impuesto por la
guerra mundial. Además, Turín y Piamonte fueron también la tierra de
origen y de acción de los denominados “santi sociali” del catolicismo:
Giovanni Bosco, Giuseppe Cottolengo, Leonardo Murialdo, figuras que
dejaron, no simplemente ejemplos de devoción, sino que, sobre todo
instituciones pedagógicas y asistenciales que también fueron seguidas
en países extranjeros.

Gramsci no llegó a graduarse. El último examen realizado, Lite-


ratura italiana, fue con fecha abril de 1915. Más bien, ya desde algún
tiempo se había inscrito en la sección local del PSI, y había comenzado
a seguir sistemáticamente los sucesos del movimiento operativo ciuda-
dano y de la vida civil y cultural de la ciudad, particularmente dentro
del contexto de la Primera Guerra Mundial.

6 Gramsci, A. (1968). Lettere dal carcere, a cura di S. Caprioglio e E. Fubini, Torino, Einau-
di nieri, Roma, Editori Riuniti (1ª ed. 1967), p. 66.

193
Gesualdo Maffia

En la comisión de su último examen forma parte, por ejemplo


Vittorio Cian, que se convertirá en uno de los blancos preferidos del
joven sardo en su polémica contra los trombones del «guercio naziona-
lismo torinese»7. Uno de los motivos por los que el periodismo gram-
sciano fue originado, en efecto, fue por su experiencia de estudio y sus
contactos con los maestros de la universidad. El hecho de que muchos
de ellos abandonen con entusiasmo las funciones como sacerdotes de
la verdad, traicionando los principios de la base de la investigación y de
la enseñanza académica, para participar en la glorificación de la patria
en la guerra, primero contra Turquía, después en la disputa mundial,
no pudo más que suscitar en el joven sardo una sensación de repulsión
y de desprecio, que quizás contribuyó a alejarlo definitivamente de los
pupitres universitarios. Cian, definido por el propio Benedetto Croce
“pazzariello d’a guerra” e inspirador de un nuevo vocablo para identifi-
car el nacionalismo exasperado y belicista (cianismo), es para Gramsci
un «noioso cultore del pettegolezzo letterario»8, miembro de un cuerpo
intelectual enfermo de eruditismo, que ve en los estudiantes simples
vasos que se podrían llenar de conceptos.

Otra es la idea de cultura que se alberga en los pensamientos


gramscianos, verdaderamente muy influenciados en una de las fases
del crocianesismo y de algunos intelectuales franceses (Barbusse, Ro-
lland): ésta

“è organizzazione, disciplina del proprio io interiore, è presa di posses-


so della propria personalità, è conquista di coscienza superiore, per la
quale si riesce a comprendere il proprio valore storico, la propria fun-

7 [A. Gramsci], Da De Sanctis a… Cian, in «Avanti!», 18 gennaio 1916, Cronache torinesi.


Ora in ID. (1980). Cronache torinesi. 1913-1917, a cura di Sergio Caprioglio, Torino, Ein-
audi, p. 81.
8 Pedante esasperato, Per un mandarino dell’università, in «Avanti!», 17 maggio 1916,
cronache torinesi. Ibidem, p. 317.

194
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

zione nella vita, i propri diritti e i propri doveri. Ma tutto ciò non può
avvenire per evoluzione spontanea, per azioni e reazioni indipendenti
dalla propria volontà, come avviene nella natura vegetale e animale
in cui ogni singolo si seleziona e specifica i propri organi inconscia-
mente, per legge fatale delle cose. L’uomo è soprattutto spirito, cioè
creazione storica, e non natura”.9

Emerge poco a poco en él una concepción integral de la formación


humana, en donde disciplina y creatividad deben encontrar un equili-
brio a través de la elaboración y la experiencia concreta de lucha para
un fin individual y colectivo, que Gramsci inicia ya en 1916 a identifi-
car, aunque todavía en términos generales, en la revolución socialista.
Su decisión de dedicarse al periodismo militante para el proletariado es
también una contribución a la construcción de la cultura de la futura
clase dirigente, que no se puede contentar con el nocionismo formado
por las Universidades populares, pero que deben aspirar a la formación
de individuos autónomos y concientes del verdadero valor histórico
como productores organizados. Las conferencias gramscianas en los
círculos obreros, de las que muy poco han sobrevivido sino, alguno que
otro testimonio oral, o informe periodístico, son una contribución a la
afirmación de esta idea10.

Una parte de este intento pedagógico hacia los proletariados,


además del obvio alcance más estrictamente político, está la demis-
tificación de los mensajes y de los modelos que llegaron, sobre todo
mediante diarios ciudadanos como «La Stampa», «La Gazzetta del Po-
polo», «Il Momento», del mundo liberal y del mundo católico. En nume-
rosos artículos del período bélico podemos ya notar destacados ejem-

9 Alfa Gamma, Socialismo e cultura, in «Il Grido del Popolo», 29 gennaio 1916. Ibid., pp.
100-101. Vedi anche [A. Gramsci], L’università popolare, in «Avanti!», 29 dicembre 1916,
cronache torinesi. Ibid., pp. 674-75.
10 Tra i temi affrontati da Gramsci ricordiamo la Rivoluzione Francese, Romain Rolland,
la Questione femminile.

195
Gesualdo Maffia

plos de una capacidad crítica que se nutría de afirmaciones polémicas,


que no olvidaba el criterio metodológico del uso de las fuentes y de la
verificación precisa de los hechos, para desenmascarar las formas de
propaganda bélica y de las clases de quienes asiduan los periódicos.

Han pagado las consecuencias muchos ilustres representantes de


la inteletualidad y del poder ciudadano: célebres son los golpes del flo-
rete con el que da lecciones de liberalismo a Luigi Einaudi, economista
reafirmado y uno de los primeros Opinion maker de la prensa cotidiana
de la península como editor del «Corriere della Sera», preso de plantear
sus consideraciones políticas y económicas en base al tipo de tribuna
desde las que son expuestas, diciendo «in sordina ciò che dovrebbe es-
sere fatto conoscere a tutti»11.

Por el lado católico, son fustigantes, en primer lugar la incohe-


rencia, el moralismo de los críticos teatrales, profesores, políticos loca-
les. La confrontación polémica se direccionó a menudo hacia el perió-
dico «Il Momento»: para mencionar está, por ejemplo, Saveryo Fino,
consejero municipal, abogado, crítico literario y teatral12.

Gramsci observó y analizó los cambios organizativos de la estruc-


tura del catolicismo torinese, diseñando estrategias y sacando conclu-
siones con relación al informe con la modernidad y la confrontación
con la institución liberal y del movimiento obrero y socialista.

Mucha atención fue, por ejemplo, dedicada a reafirmarse los je-


suitas en la capital piamontés, primera etapa de su percepción en Ita-

11 [A. Gramsci], Domande indiscrete, in «Il Grido del Popolo», 13 maggio 1916, ora in
ID., Cronache torinesi cit., p. 309. Da ricordare anche gli attacchi allo studioso di diritto
e Senatore Francesco Ruffini; al produttore di vermouth, sindaco di Torino, Teofilo Rossi.
12 Cfr. ID., Piccoli proletari…, in «Avanti!», 12 gennaio 1917, Cronache torinesi. Ibid., p.
693.

196
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

lia, fue a través del control de un instituto escolar, de la Iglesia dei SS.
Martiri (in via Garibaldi) y la oratoria anexa, fue dada con sus predica-
dores.13

También la economía de guerra y la parte jugada por la institu-


ción comunal se convirtió en un argumento de fuerte confrontación
con los católicos, donde se muestra la ambigüedad en relación con
reales referentes de clases emergentes por sus acciones, a pesar de sus
declaraciones de principio sobre la necesidad de proteger a las clases
populares del alza del precio de la canasta básica familiar.

Aún cuando se usaron tonos muy duros, en verdad Gramsci no


llega nunca a usar la vulgaridad del anticlericalismo de Podrecca, el fa-
moso director de la revista satírica «L’Asino», quien pasó al interventis-
mo bélico y después, más tarde, al fascismo: asoció, por el contrario la
actitud de este último, simétricamente, a las peores insinuaciones y a
la mezquindad publicadas en el «Momento» en contra del socialismo.

El respeto por los que manifestaban una fe religiosa sincera per-


maneció siempre vivo en él, para no rechazar la colaboración de jóvenes
católicos por sus iniciativas comunes en contra de la guerra,suscitando
una cierta sorpresa en los demás militantes socialistas14. A los años si-
lencia su enfoque sobre la cuestión católica. Entrando a formar parte
de un partido que no había afrontado de manera orgánica el problema
religioso, en principio Gramsci confía idealísticamente en la posibilidad
de que la “fe” socialista pudiera matar a la “fe” cristiana, a través de la

13 [A. Gramsci], La rinascita gesuitica, in «Avanti!», 15 gennaio 1917, Cronache torine-


si. Ora in ID., Cronache torinesi cit., pp. 701-702; ID., L’infiltrazione gesuitica a Torino. I
mezzi e il fine, in «Avanti!», 24 giugno 1916, Cronache torinesi.
14 lVedi a riguardo la testimonianza di Battista Santhià in FIORI, G. (1995). Vita di Anto-
nio Gramsci, Roma-Bari, Laterza (1ª ed. 1966) p. 123.15 Tra i temi affrontati da Gramsci
ricordiamo la Rivoluzione Francese, Romain Rolland, la Questione femminile.

197
Gesualdo Maffia

propagación de la filosofía moderna. Pero, posteriormente y sobre todo


a partir de su experiencia política más directa (es decir, desde finales
de 1917) y debido a sus estudios más profundos del marxismo, emerge
en él la conciencia del papel de los factores económico-sociales sobre el
resultado de la influencia y el poder de la iglesia. Y entonces pasará a
ser un motivo de interés el asociacionismo católico, el nacimiento del
Partido Popular di Luigi Sturzo (1919), impersonando estos últimos
como instrumentos del suicidio católico de frente a la avanzada irresis-
tible de la sociedad moderna y del socialismo.15

Las bases milenarias, morales, materiales, simbólicas, los instru-


mentos con los que se rige la Iglesia, no obstante, serían investigadas
atentamente, y en los artículos gramscianos comenzó muy rápido a
manifestarse esta conciencia. Examinando los libros expuestos en la
vitrina de una librería religiosa, de alto tiraje desconocidos al mundo
de la cultura, refleja sobre la «quantità di opuscoli, riviste, foglietti, co-
rrieri parrocchiali che circolano dappertutto, che cercano infiltrarsi anche
nelle famiglie più refrattarie, e che si occupano di tante altre cose oltre la
religione»16; realizando consideraciones sobre la fecha del 2 de noviem-
bre, día de los muertos, en el contexto bélico, reconocido por la iglesia,
al escoger un día del mes «coi suoi cieli bigi e le sue piogge uggiose e le
sue nebbie tristi» para este aniversario, demuestra de que conoce «a fon-
do la natura umana tenacemente avvinta alla terra e alle sue cose»17. Los
aspectos simbólico-rituales católicos, que dan sentido a la vida en sus
momentos de alegría y dolor, estableciendo los ritos y asociándolos a
los sacramentos, volverán en otro contexto, el de Gramsci en prisión,
ocupado con la educación desde lejos de sus hijos por medio de cartas,

15 Vedi [A. Gramsci], I popolari, in «L’Ordine Nuovo», 1 novembre 1919. Ora in ID. (1987).
L’Ordine Nuovo. 1919-1920, a cura di V. Gerratana e A. A. Santucci, Torino, Einaudi.
16 ID., La buona stampa, in «Avanti!», 16 febbraio 1916, ora in ID., Cronache torinesi cit.,
p. 132.
17 ID., Senza crisantemi, in «Il Grido del Popolo», 30 ottobre 1915. Ibidem, p. 16.

198
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

la maduración de quien quiere anclar de manera laica el conocimiento


de la verdad, de la realidad de la vida,aunque dolorosa.18

La elaboración de la “filosofia della prassi”en la reflexión carce-


laria, además de ser un momento de comparación con los límites del
crocianesimo, del gentilianesimo y del mecanicismo del marxismo so-
viético, será también una inevitable comparación con el catolicismo,
en la investigación de la autosuficiencia del marxismo en cuanto a su
filosofía original.19

Para Gramsci el peor vicio de muchas figuras públicas compro-


metidas, directamente o indirectamente, con la actividad política era la
hipocresía, la ambigüedad y la simulación de sus verdaderos intereses o
de los ajenos que estaban realmente protegidos. Al no tomar partido de
manera abierta con una parte precisa, como él lo había hecho, cuando
ha renunciado a un futuro como director de escuela en Oulx, indivi-
dualmente más radiante y desde el punto de vista económico y del re-
conocimiento social, pero seguramente menos a nivel humano, político
e intelectual. Una invitaciòn a participar y a no ser indiferentes, fue el
mensaje más fuerte que él intenta dejar en los jóvenes a través del nú-
mero único La città futura, redactado por la federación juvenil socialis-
ta en febrero de 1917, de que es necesario restablecer un célebre paso:

18 Cfr. la lettera del 27 luglio 1931 alla moglie Giulia, in ID., Lettere cit., p. 456.
19 Per approfondire il rapporto tra Gramsci e il cattolicesimo vedi, anche se un po’ datata,
la prefazione di A. Cecchi a GRAMSCI, A. (1994). Il Vaticano e l’Italia, a cura di E. Fubini,
Roma, Editori Riuniti (1ª ed. 1961); il recente volume del cattolico DESIDERA, B. (2005).
La lotta delle egemonie. Movimento cattolico e Partito Popolare nei Quaderni di Gramsci,
Padova, Il Poligrafo. Mi permetto di rinviare anche a MAFFIA, G. Antonio Gramsci e il
cattolicesimo: analisi teorica e polemica politica dal giornalismo militante agli anni del
carcere, en Traductions et transferts culturels de la pensée du soupçon au tournant du XIX
siècle. Lectures italiennes de Nietzsche, Freud, Marx, Annales de l’Université de Franche-
Comté, en proceso. D’impostazione filosofica è lo studio di FROSINI, F. (2010). La religione
dell’uomo moderno. Politica e verità nei Quaderni del carcere di Antonio Gramsci, Roma,
Carocci.

199
Gesualdo Maffia

“Odio gli indifferenti. Credo come Federico Hebbel che “vivere vuol
dire essere partigiani”. Non possono esistere i solamente uomini, gli
estranei alla città. Chi vive veramente non può non essere cittadino, e
parteggiare. Indifferenza è abulia, è parassitismo, è vigliaccheria, non
è vita. Perciò odio gli indifferenti.”20

La acción política gramsciana inicia a ejercerse autónomamente


en la segunda mitad de 1917 cuando, seguido a la gran oleada de de-
tenciones de muchos líderes de la sección local del Partido socialista a
causa de los sangrientos motines torineses de agosto, asume el puesto
de secretario de la Comisión ejecutiva provisional de la sección y, so-
bretodo, la dirección de «Il Grido del Popolo».Esto le permite, como re-
cordaría al final de esta experiencia, transformar con más organicidad
el periódico «da settimanale di cronaca locale e di propaganda evange-
lica» en «una piccola rassegna di cultura socialista, sviluppata secondo
le dottrine e la tattica del socialismo rivoluzionario».21

La adquisición de mayor visibilidad y responsabilidad política


coincide con los decisivos sucesos rusos, es decir, con las revoluciones
de febrero y de octubre de 1917, que mucha impresión despiertan en
los grupos dirigentes y en las masas socialistas, y encuentran rápida-
mente en Gramsci, por la escasez de las noticias fiables sobre esos he-
chos, al más cuidadoso e inteligente de los intérpretes.

20 [[A. Gramsci], Indifferenti, in «La Città futura», numero unico pubblicato dalla Federa-
zione giovanile socialista piemontese, 11 febbraio 1917. Ora in ID. (1982). La Città futura.
1917-1918, a cura di S. Caprioglio, Torino, Einaudi, pp. 13-15. Recentemente questo testo
è stato letto, con modifiche, nel corso di una delle serate del festival canoro di San Remo
2011, suscitando consensi e discussioni tra i cittadini e gli studiosi.
21 [A. Gramsci], «Il Grido del Popolo», in «Avanti!», 19 ottobre 1918. Ora in ID. (1984). Il
nostro Marx. 1918-1919, a cura di S. Caprioglio, Torino, Einaudi, p. 341. Il «Grido» con-
cluse le sue pubblicazioni il 19 ottobre 1918, sostituito dal 5 dicembre dall’ed. piemontese
dell’«Avanti!».

200
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

En efecto, ya en el «Grido» del 29 de abril, se puede identificar la


novedad, respecto a las revoluciones burguesas, de la situación creada
en Rusia, con el nacimiento del gobierno Kerenskij y su inevitable sali-
da del «regime socialista».22

Comienza además a tener espacio en sus escritos el nombre


de Lenin, cuya enseñanza teórica y práctica, favoreciendo también a
la mitización de su figura, se encuentra con algunas de las conviccio-
nes y concepciones ya presentes o germinadas en el mismo Gramsci, y
que encontrarían una expresión significativa en la experiencia política
y cultural del semanal «L’Ordine Nuovo» en los años de 1919-20: Su
atención a la acción del hombre como factor de la historia y al Esta-
do revolucionario, basado en las nuevas instituciones con respecto a la
burguesa.

Mientras tanto es sin embargo, la defensa del significado de


proletario de la Revolución rusa a penetrarle en el corazón, y por este
motivo debe encontrarse en conflicto con quien, formándose de una
interpretación doctrinaria de la enseñanza marxista, oen su populari-
zación en clave fatalística y mecanicista (ya sujetos a la crítica de An-
tonio Labriola), que no puede ver la influencia de los acontecimientos
históricos sobre las posibilidades reales para la acción de una fuerza
revolucionaria:

“Marx ha preveduto il prevedibile. Non poteva prevedere la guerra eu-


ropea, o meglio non poteva prevedere che questa guerra avrebbe avuto
la durata e gli effetti che ha avuto. Non poteva prevedere che questa
guerra, in tre anni di sofferenze indicibili, di miserie indicibili, avreb-
be suscitato in Russia la volontà collettiva popolare che ha suscitata.

22 [A. Gramsci], Note sulla rivoluzione russa, in «Il Grido del Popolo», 29 aprile 1917. Ora
in ID., La Città futura cit., p. 138.

201
Gesualdo Maffia

Una volontà di tal fatta normalmente ha bisogno per formarsi di un


lungo processo di infiltrazioni capillari, di una larga serie di esperien-
ze di classe. Gli uomini sono pigri, hanno bisogno di organizzarsi,
prima esteriormente, in corporazioni, in leghe, poi intimamente, nel
pensiero, nelle volontà in una incessante continuità e molteplicità di
stimoli esteriori. Ecco perché, normalmente, i canoni di critica storica
del marxismo colgono la realtà, la irretiscono e la rendono evidente e
distinta. […] Ciò normalmente. […] Ma in Russia la guerra ha servito
a spoltrire le volontà. Esse, attraverso le sofferenze accumulate in tre
anni, si sono trovate all’unisono molto rapidamente. La carestia era
immanente, la fame, la morte per fame poteva cogliere tutti, maciu-
llare d’un colpo diecine di milioni di uomini. Le volontà si sono mes-
se all’unisono, meccanicamente prima, attivamente, spiritualmente
dopo la prima rivoluzione”.23

Por lo tanto, toma forma el marxismo crítico, antidogmático, de


Antonio Gramsci, aunque todavía ligado, en la expresión de esta, su
adhesión, a una cierta jerga idealística, que seencuentra,por ejemplo en
la afirmación mediante el cual «con Marx la storia continua ad essere
dominio delle idee, dello spirito, dell’attività cosciente degli individui
singoli od associati»24. Está ahora viva en él la atención a la práctica re-
volucionaria, los acentos voluntaristas se conectan más con el análisis
de las fuerzas de unión social en el campo nacional e internacional.
Del 5 de diciembre de 1918 como editor de la nueva edición pie-
montese de la «Avanti!», recibe junto a otros periodistas y trabajadores,
con quienes conversó sobre el estudio de temas como el empleo en las
fábricas torineses, desarrollado en gran medida a causa de las órdenes
bélicas, y en el interior donde el poder ha crecido notablemente la con-

23 a. g., La rivoluzione contro il «Capitale, in «Avanti!», 24 dicembre 1917. Ibidem, pp.


514-15.
24 Antonio Gramsci, Il nostro Marx, in «Il Grido del Popolo», 4 maggio 1918. Ora in ID.,
Il nostro Marx cit., p. 4.

202
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

fianza en sí mismo de parte delos trabajadores, que logró arrebatarle la


dirección, o que estuvo a punto de conquistar concesiones más impor-
tantes incluyendo el reconocimiento de las comisiones internas y las
ocho horas laborables.

El regreso de frentes bélicas de Angelo Tasca, Palmiro Togliatti,


Umberto Terracini, permite reunirse aquel grupo de jóvenes que han
compartido, en los años anteriores, la pasión por el estudio y las pri-
meras batallas políticasen el seno de la organización juvenil socialista.
De aquí la posibilidad de dar finalmente vida a una revista propia, que
exprese la atención y las solicitudes del momento histórico, en una Ita-
lia que apenas salía de un tremendo conflicto y por lo tanto,que atrave-
saba por tensiones sociales, de difícil lectura y de los éxitos que no eran
fácilmente previsibles, que necesitaban de un análisis atento y puntala
todas sus consecuencias.

No es este el lugar para un análisis exhaustivo del «Ordine Nuo-


vo» semanal y del contexto histórico-social en el que nace, que ha pa-
sado a la historia como “biennio rosso”.25 Me limitaré, por lo tanto a
indicar algunos hilos conductores y límites surgidos en el curso de esta
experiencia. En primer lugar es preciso considerar el conflicto que muy
pronto surgió en la redacción, oponiendo a Tasca a los otros tres fun-
dadores.

Angelo Tasca es de los cuatro, el más vinculado con la experiencia


política y sindical de la antiguerra y, como responsable de la federación
juvenil socialista torinesa, ya se había comparado en los primeros diez
años en debates públicos nacionales con los jóvenes de otras federacio-
nes, entre los cuales estaba Amadeo Bordiga: un ejemplo que está re-

25 Sul “biennio rosso” e l’esperienza dei consigli, oltre ai volumi di Spriano citati nelle
prossime note, vedi anche il più analitico G. MAIONE, G. (1975). Il biennio rosso. Autono-
mia e spontaneità operaia nel 1919-1920, Bologna, il Mulino.

203
Gesualdo Maffia

presentado por la “polemica culturista”, lanzada por Gaetano Salvemi-


ni en el 1912, el cual había señalado, encontrando en este la adhesión
tasquiana, la falta de preparación cultural de los jóvenes socialistas.

Su atención a la formación cultural de los obreros, al conocimien-


to de las teorías y de la experiencia internacional caracteriza en efecto
también el ordinovismo, tanto por hacer una revista de alcance euro-
peo, en donde se encuentran espacios para los escritos o las reflexiones,
además de los artífices de la Revolución rusa, de Reed, Radek, De Leon,
Luxemburg, Sorel, el mismo anarquismo italiano: todo lo que pueda
proporcionar sugerencias útiles y lecciones en vista de la revolución
obrera. Además, en esta aventura política e intelectual, Gramsci expre-
sa lo que era uno de los «motivi di fondo» de su período torinese: la im-
portancia atribuida «ai fattori culturali, ossia alla preparazione spirituale
della rivoluzione socialista».26

Sin embargo, ante la insistencia de Tasca de querer conducir la re-


vista sobre las rieles de la revista de una cultura socialista, se realiza du-
rante el verano del ’19 aquello que se podría definir como un «colpo di
stato redazionale», mediante el cual los otros redactores, Gramsci en la
cabeza, trasladan su atención, aunque sin anular del todo la fisonomía
del periódico, en la batalla por la institucionalización de los que luego
serían los Consejos de fábrica, órganos del futuro Estado proletario de
Italia. A un año de distancia, Gramsci vuelve a proponer en un momen-
to certero del trabajo realizado hasta ese momento (condensada en una
poco generosa, aunque comprensible autocrítica), una parte del debate
que habían culminado con una nueva orientación de la revista:

“Bisogna studiare ciò che avviene in mezzo alle masse operaie. Esis-
te in Italia, come istituzione della classe operaia, qualcosa che possa

26 Gramsci A. (2004). La nostra Città futura. Scritti torinesi (1911-1922), a cura di A.


d’Orsi, Roma, Carocci, p. 60.

204
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

essere paragonato al Soviet, che partecipi della sua natura? Qualcosa


che ci autorizzi ad affermare: il Soviet è una forma universale, non è
un istituto russo, solamente russo; […] esiste un germe, una velleità,
una timidezza di governo dei Soviet in Italia, a Torino? […] Sì, esiste
in Italia, a Torino, un germe di governo operaio, un germe di Soviet; è
la commissione interna; studiamo questa istituzione operaia, faccia-
mo un’inchiesta, studiamo pure la fabbrica capitalista, ma non come
organizzazione della produzione materiale, chè dovremmo avere una
cultura specializzata che non abbiamo; studiamo la fabbrica capita-
lista come forma necessaria della classe operaia, come organismo po-
litico, come “territorio nazionale” dell’autogoverno operaio». Quella
parola era nuova; essa fu respinta proprio dal compagno Tasca”.

Tasca no comparte con aquello que se perfilaba como una exclu-


sión, en su papel de intermediario con las masas de los dirigentes tra-
dicionales del movimiento obrero:

“Egli voleva che non si iniziasse nessuna propaganda direttamente


tra le masse operaie, egli voleva un accordo con i segretari delle fe-
derazioni e dei sindacati, egli voleva che si promuovesse un convegno
con questi segretari, e si costruisse un piano per un’azione ufficiale; il
gruppo dell’Ordine Nuovo sarebbe stato così ridotto al livello di una
cricca irresponsabile di presuntuosi e di mosche cocchiere”.27

También, gracias a la nueva línea seleccionada por el semanario,


Torino se convierte en una ciudad vanguardia de un nuevo movimien-
to, que quería hacer surgir las estructuras estatales directamente en los
lugares de producción, donde las asambleas de los obreros y técnicos
que gestionaban la producción y afrontaban las cuestiones políticas de

27 Antonio Gramsci, Il programma dell’Ordine Nuovo, in «L’Ordine Nuovo», 14 agosto


1920. Ora in ID., L’Ordine Nuovo cit., pp. 619-20.

205
Gesualdo Maffia

acuerdo con las otras estructuras de los consejos que surgieron en los
territorios citadinos y del campo. La conciencia de clase en las fábricas
torineses eran en aquel momento muy elevada, las conquistas sinda-
cales habían aumentado el coraje y el entusiasmo de los trabajadores,
la experiencia en las luchas de los años precedentes les proporciona
indicaciones sobre cómo evitar los errores del pasado en relación con
sus relaciones con los empleadores. Los ordinovistos pueden así ir di-
rectamente, como también recordaría Togliatti, a la escuela de la clase
obrera, en una relación de mutua enseñanza socrática.

La contribución de la «Ordine Nuovo» era organizativa y teórica,


es decir un intento de aplicar las enseñanzas de los eventos de la Re-
volución soviética a la situación italiana, promocionándola en primer
lugar entre las masas obreras, pero llevando paralelamente la batalla de
los Consejos llamando la atención del debate interno al PSI y de otras
instituciones socialistas, con la idea de proporcionar una base concre-
ta a una posible revolución italiana, tanto invocada en palabras, como
confusamente perseguida por sus hechos.

Pero en este punto, es decir la relación entre partido y sindicato,


surgieron de la experiencia de las limitaciones reales de las fábricas.
De hecho, continuó estando esencialmente localizada en el Norte, en
el triángulo industrial, incluso si se trataba de cientosde trabajadores;
no se exportaría sin el apoyo de los organismos sindicales y del partido
y su colaboración y de dar vida a nuevas instituciones. Seguramente
Gramsci tenía en este período una visión excesivamente “torinocentri-
ca”, y pensó ingenuamente poder prescindir de las figuras del sindica-
lismo tradicional relacionadas con las federaciones comerciales y a la
“democrazia delle tessere”, que con el tiempo serían absorbidas espon-
táneamente en el nuevo movimiento en expansión.

La CGL, bastión del reformismo socialista, cuestiona a los or-


dinovistas, a través de sus representantes como lo era Bruno Buozzi,

206
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

de ser aventureros literarios como sindacalistas-revolucionarios, los


que ya habían demostrado en Turín, en 1912, su incapacidad de lle-
var adelante reinvindicaciones concretas y útiles a las masas. Las úni-
cas instituciones legítimas representativas eran, por el sindicato, las
organizaciones reguladas por sí mismas, mientras que los Consejos,
concedieron el voto a los no autorizados (i “disorganizzati”), corriendo
el grave riesgo de destruir todo el patrimonio conquistado hasta ese
momento. Se trataba de un conflicto irreconciliable, porque mientras
Gramsci consideraba a los Consejos como células del nuevo Estado pro-
letario, poniendo por lo tanto en el ámbito la predicción de un nuevo
orden social, las organizaciones sindicales siguieron siendo firmes de
carácter reivindicatorio, de resistencia, a las cuestiones de fondo en los
conflictos con los empleadores: no se planteó la problemática del poder.

Dentro del partido socialista, emergieron otros elementos que


pusieron un freno a todo el entusiasmo y a las razones de los ordino-
vistas. Giacinto Menotti Serrati, máximo exponente del maximalis-
mo y lídermás prominente de esa época, ademásde compartir con el
sindicato lo repulsa frente a la votación de la «massa amorfa» de los
desorganizados, especifica mejor, lo que según él es un error de la con-
cepción de los soviéticos por parte de los compañeros torineses. Ellos-
porque serían «organi politici e istrumenti del governo a rivoluzione
trionfata», mientras que «Comitati di fabbrica» eran simples «organi
tecnici della produzione e dell’ordinamento industriale». La dictadura
del proletariado no podía ser otra que la «dittatura cosciente del partito
socialista»28.

Otra consideración se lleva a cabo con la experiencia de Amadeo


Bordiga que, a diferencia de los ordinovistas, se movìan ya en el terreno

28 Spriano, P. (1973). L’«Ordine Nuovo» e i Consigli di fabbrica, Torino, Einaudi (1ª ed.
1971), pp. 84-85.

207
Gesualdo Maffia

del partido, y estaba organizando una fracción revolucionaria vincula-


da a la III Internacional, con una paltaforma toda política. Para Bordiga
el movimiento de los Consejos era una expresión de economicismo, que
non podía tener prioridad respecto a la revolución política. La acusa-
ción específica que él realiza al movimiento era

«la concezione formalistica del processo rivoluzionario», es decir,


la «attribuire potenzialità intrinseche all’organizzazione consi-
liare per il solo fatto di trasferire nella società capitalistica strut-
ture prefiguranti gli organi di gestione postrivoluzionari”.29

La distancia que se había creado entre el movimiento de los Con-


sejos y los órganos del partido y del sindicato se ve en consecuencia, de
la gestión del empleo de las fábricas en septiembre de 1920, cuando no
hubo ese apoyo que habría podido desembocar en una revuelta armada
contra el Estado liberal, que era lo que muchos temían, también los de
izquierda, con la creencia, tal vez con razón, que no había las condicio-
nes para una revolución en Italia. La incapacidad y la escasa considera-
ción de los ordinovistas respecto a la inclusión de los propios hombres
dentro de sus organizaciones históricas del proletariado, favoreció sin
duda a su aislamiento y la dificultad de conectarse con las otras zonas
del país, pero al mismo tiempo pone en su atención el problema que
presentaban en la superación de estas mismas oraganizaciones, a tra-
vés de un nuevo partido realmente revolucionario.30

Finalmente es necesario recordar, y Gramsci era consciente de


esto, que la clase propietaria y la fuerza del gobierno liberal no habían
sufrido la derrota de las fuerzas laborales, buscaba la estrategia para
debilitar y destruir todo el movimiento si esto fuese necesario y asi-

29 De Clementi, A. (1978). Amadeo Bordiga, Torino, Einaudi (1ª ed. 1971), p. 108.
30 Per queste considerazioni, cfr. SPRIANO, P. (1964). L’occupazione delle fabbriche. Sett-
embre 1920, Torino, Einaudi, p. 143.

208
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

mismo retomar las riendas del poder en las fábricas y en el país31.Y


esto ocurrió también, gracias a la ayuda del recién nacido movimiento
fascista, que con sus escuadrones y actos violentos introducen miedo,
muerte, destrucción, en las estructuras del movimiento obrero y cam-
pesino, en parte también armados, pero que en general no están listos
para pasar a la ilegalidad: otro punto que indicaba la falta de prepara-
ción para la revolución armada, de la concepción legal al no ser evangé-
licamente pacifista el socialismo italiano, de la capacidad de Giovanni
Giolitti de calmar la subversión a través de su conducta conciliadora y
de reformismo moderado.

Gramsci deja Turín definitivamente en la primavera de 1922. Ha-


cía un año que había nacido el Partido Comunista de Italia, y el debía
viajar a Moscú, para conocer directamente aquel movimiento que será
parte de la historia mundial del siglo XX.

31 Cfr. [A. Gramsci], Per un rinnovamento del partito socialista, in «L’Ordine Nuovo», 8
maggio 1920. Ora in ID., L’Ordine Nuovo cit., pp. 510-17. «La fase attuale della lotta di
classe in Italia è la fase che precede: o la conquista del potere politico da parte del prole-
tariato rivoluzionario per il passaggio a nuovi modi di produzione e di distribuzione che
permettano una ripresa della produttività; ho una tremenda reazione da parte della classe
proprietaria e della casta governativa» (511).

209
Homenaje

Carlos Nelson Coutinho: 1943-2012

Marco Aurélio Nogueira

Cuando publicó, en 1979, el ensayo El valor universal de la de-


mocracia, Carlos Nelson Coutinho ya era un autor destacado en Brasil.
Marxista de inspiración lukacsiana, había escrito dos libros importan-
tes: Literatura e humanismo (1967), reunión de artículos de crítica lite-
raria y estética, y O estruturalismo e a miséria da razão (1972), en que
sometía a la crítica las ideas positivistas que empezaban a influenciar la
intelectualidad y el propio campo marxista. También había elaborado
varios artículos sobre cultura brasileña, filosofía y teoría política. Aún
que fuese joven, era un autor prolífico, que se distinguía por un texto
claro, riguroso y erudito.

211
Marco Aurélio Nogueira

Pero fue con el ensayo sobre la democracia que Carlos Nelson


entró en el escenario político e intelectual brasileño. Pocos textos han
tenido tanta influencia como aquel. En el auge de la dictadura militar
en Brasil y en un momento en que las izquierdas aún digerían (dentro
y fuera del país) el radicalismo poco productivo de los “guerrilleros” y
eran fuertes las polémicas sobre el carácter “burgués” o “proletario” de
la democracia y sobre el “mejor camino hacia el socialismo”, sin conse-
guir asimilar la nueva fase del capitalismo, las nuevas formas sociales y
la dimensión revolucionaria de la democracia política, el ensayo lanza-
ba una luz en la oscuridad, era como un chorro de aire en un ambiente
reprimido y sufocado.

Con todas las letras, y luego en las primeras líneas, decía: “La
cuestión del vínculo entre el socialismo y la democracia siempre ha
señalado, desde el principio, el proceso de formación de marxista
pensaba; y, directa o indirectamente, ha sido la causa de numerosas
controversias que señalaran y señalan la historia del desarrollo de ese
pensamiento”. Era una relación constitutiva del pensamiento de Marx
y los grandes marxistas, que no podría, por lo tanto, ser abandonada o
descuidada.

Había llegado el momento de romper la rutina, acabar con los


vetos “marxistas-leninistas” y tercer internacionalistas a la democracia
política “burguesa” y elaborar una estrategia democrática de transfor-
mación social, superando las limitaciones de las predominantes teorías
marxistas del Estado, la revolución y el partido político.

El argumento era claramente eurocomunista y gramsciano. Las


elaboraciones teóricas del Partido Comunista Italiano, entonces en la
cima de su forma física e intelectual, formaban la principal referencia
del marxismo que quería ser creación crítica, no sólo reiteración de for-
mulaciones consagradas. Ellas resonarán fuertemente en el texto de
Carlos Nelson y en los ambientes democráticos y de izquierda en Bra-

212
Carlos Nelson Coutinho: 1943-2012

sil. La plena aceptación del pluralismo, de la búsqueda de consensos,


de la multiplicidad de sujetos políticos, de la alternancia del poder y
de la institucionalidad democrática se puso entonces en el centro de
reflexión política, en un movimiento teórico que ha dejado evidente
la adhesión de Carlos Nelson a la perspectiva gramsciana de lucha por
la hegemonía, que más tarde él iría desarrollar en el excepcional libro
Gramsci. Um estudo de seu pensamento político (Civilização Brasileira,
1999).

Una revolución se podría obviamente hacer, pero ella no sería


“explosiva” y sí procesual, encadenaría reformas más o menos radicales
durante un tiempo imposible de determinar en abstracto. El Estado
permanecía como “aparato” de opresión de clase, pero también tenía
que ser entendido por la clave ética que Gramsci había tomado de Be-
nedetto Croce – un agente de educación, un espacio inseparable de la
sociedad civil, un locus de negociación y consenso, una instancia de
gobierno y dirección política. Era necesario asimilar la idea de Estado
expandido, una articulación de fuerza y consenso, coerción y hegemo-
nía, instituciones, valores y masas organizadas.

Eventuales gobiernos socialistas no podrían renunciar a estos


elementos, bajo pena de no se completaren como promesa de refor-
ma. Si otro Estado podría ser concebido (y Carlos Nelson confíaba en
que podía), se basaría en esta dimensión universal de la vida social y
política moderna. Una nueva hegemonía -- capacidad de dirección po-
lítica de un sujeto colectivo – sólo podría tener sentido e implementa-
ción práctica progresiva si partiese del reconocimiento de la pluralidad
irreductible de los sujetos y de la irrevocabilidad de las contradicciones
sociales. Es decir, si dejase el campo nebuloso de los “principios” y si
pegase a la vida, a la complejidad real, a tiempos históricos particula-
res. Su condición de posibilidad estaba dada por la incorporación de la
perspectiva democrática.

213
Marco Aurélio Nogueira

Para Carlos Nelson, la democracia necesitaba ser tratada como


un valor universal porque era (es) un valor en sí mismo y una construc-
ción histórica que se había fijado en el horizonte de la modernidad,
abriéndose así, no como “camino” o “instrumento”, sino como una pla-
taforma para la estructuración y dinamización de todos los movimien-
tos políticos, reformadores, progresivos. No era sólo la base de un nue-
vo “contrato social” y un conjunto de “reglas del juego”, pero también
una pedagogía para la lucha y la transformación social. Podría enseñar
a los hombres el valor de los “otros”, la dignidad de las personas, la
tolerancia, la importancia del diálogo, la complejidad de la política y
de lo político – factores que tienen gran potencia de contestación y de
agregación cívica.

A esta postulación, Carlos Nelson ha reunido una teoría de la so-


ciedad y una estrategia política, el que ha inyectado en su argumento
una vigorosa dimensión de análisis concreto de situaciones concretas.
Aceptar la democracia como valor universal no era un desafío teórico
o filosófico, mucho menos una provocación política. Era sobretodo el
resultado de una visión de la realidad social. El Brasil había sido cap-
turado por un patrón agresivo, autoritário e deshumano de desarrollo
capitalista y solo tenía a ganar con la democratización, que era espe-
cialmente valiosa en los años en que el ensayo fue escrito y publicado.
El mismo razonamiento podría extenderse a los distintos países de
América Latina, aunque con ritmos y colores particulares.

No fue, por lo tanto, por casualidad o por capricho teórico que el


ensayo de Carlos Nelson había incorporado creativamente el concepto
leniniano y lukacsiano de “via prusiana”, con que se examinaría la his-
toria del capitalismo brasileño, atravesado por conciliaciones recurren-
tes entre las clases dominantes, por la conservación de las relaciones
de producción retardadas (el latifundio), por la reproducción amplia-
da de la dependencia económica. En otras palabras, avanzara a través
de transformaciones “por el alto” que habían marginalizado las masas

214
Carlos Nelson Coutinho: 1943-2012

populares en términos económicos y sociales y en términos de partici-


pación en el proceso de formación de las decisiones políticas. La lucha
contra el autoritario elitismo “prusiano” se traducía como renovación
democrática de la vida social, que se mostraba como el más avanzado
modo de realizar las tareas que la ausencia de una revolución democrá-
tica burguesa había dejado abiertas. Surgía, en esencia, como creación
de las condiciones para un avance hacia el socialismo.

El teorizar se traducía en estrategia política: las luchas popula-


res- y más concretamente la lucha contra la dictadura militar en Brasil
– tendrían que recorrer un camino largo y arduo, ganándose oxígeno
cuando se unificasen alrededor de la lucha por libertades democráti-
cas y democracia política. La opción por lo que Gramsci había llamado
de “guerra de posición” era una imposición de la realidad: la recusa al
“golpismo de izquierda” (que Carlos Nelson entendía como atravesado
por un tipo similar de elitismo “prusiano”) y la conquista progresiva
de posiciones firmes en la sociedad civil haría posible la llegada al po-
der de Estado de las fuerzas progresistas democráticas. La renovación
democrática, la democratización, sería el contenido estratégico de la
revolución socialista. En Brasil y en América Latina, se podría decir.

Los años de 1980, tiempo durante el cual la dictadura brasileña


se descompone acosada por un amplio movimiento democrático de ba-
ses populares, daría razón a esta perspectiva. En las décadas siguien-
tes, con Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y especialmente con
Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), Brasil avanzaría políticamente y
socialmente a través de la consolidación de la democracia política.

Paralelo a todo esto, Carlos Nelson Coutinho iría actualizando


y profundizando su pensamiento. Reformularía algunos énfasis, in-
corporaría de forma llena la perspectiva gramsciana de la “revolución
pasiva”, volvería a dialogar con Lukács, con la estética y la literatura
(Lukács, Proust y Kafka. Civilização Brasileira, 2005), traería Rousseau

215
Marco Aurélio Nogueira

para el debate marxista (De Rousseau a Gramsci. Ensaios de teoría polí-


tica. Boitempo, 2011) y desarrollaría intenso trabajo de reflexión sobre
la cultura brasileña (Literatura e Ideología en Brasil. La Habana, Casa
de Las Américas, 1986; Cultura e sociedade no Brasil. DP & A Edito-
ra, 2005) y en particular sobre el marxismo (Democracia e socialismo.
Cortez, 1992; O marxismo e a política. Cortez, 1994; O Marxismo na
batalha das ideias. Cortez, 2006). En todas sus intervenciones, per-
manecerían vivas las apuestas teóricas y políticas hechas en el famoso
texto de 1979.

Carlos Nelson escribió su ensayo seminal como un militante de


lo Partido Comunista Brasileño (PCB), que abandonó en los primeros
años de la década de 1980. Más tarde (1989), ingresó al Partido de los
Trabajadores (PT). En 1986, se convirtió en profesor en la Escuela de
Servicio Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, que le otor-
gó el título de profesor emérito en junio de 2012.

Fue en esta condición de intelectual militante que concibió y


coordinó la edición brasileña de los Cuadernos de la cárcel de Antonio
Gramsci, publicados por la Editora Civilização Brasileira entre 1999 y
2002 en 6 volúmenes y segundo una planificación minuciosa y de gran
rigor. Ha coordinado todo el trabajo, traducido, escribido notas adi-
cionales y presentaciones, con la colaboración decisiva de Luiz Sérgio
Henriques, editor de la revista electrónica Gramsci y Brasil (www.gram-
sci.org). Carlos Nelson la llamó “edición temática de los Cuadernos”,
para resaltar la perspectiva seguida de privilegiar las notas finalizadas
y organizadas (según ciertos temas) por Gramsci. No la vía como una
edición crítica o completa, para los especialistas, sino como una edición
para hacer con que la obra de Gramsci fuese más bien conocida e estu-
diada en Brasil. Fue su mayor logro.

Al correr de los gobiernos de Lula da Silva (2003-2010), Carlos


Nelson ha divergido muchas veces de las opciones y políticas adopta-

216
Carlos Nelson Coutinho: 1943-2012

das. Ha entendido que no producían cambios económicos y sociales


más profundos. No aceptó que Lula se autoproclamase como un po-
lítico que nunca había sido de izquierda, ni mucho menos de acuerdo
con el modo como el PT era dirigido y actuaba, con excesiva preocupa-
ción electoral y muchas conciliaciones. En 2004, cambió el PT por el
Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), un pequeño grupo compuesto
por varias tendencias y disidencias izquierdistas que habían estado en
desacuerdo con la el PT durante los primeros años de la Presidencia
de Lula. Mantuvo su visión democrática, su compromiso socialista, su
pasión intelectual por Gramsci, por el marxismo y la batalla de ideas.
Fue hasta el fin un comunista democrático, un demócrata de izquierda
generosamente abierto al diálogo, a la polémica y la reforma social.

Su muerte en septiembre de 2012 ha dejado la cultura y las iz-


quierdas brasileñas más pobres y vacías. Su obra, sin embargo, dejó
para ellas un legado intelectual rico y sustantivo

217
Datos de Autores

Álvaro B. Márquez-Fernández Eduardo Gudynas

Maestría en Filosofía. Pensamien- Centro Latino Americano de Eco-


to Latinoamericano. Facultad de logía Social (CLAES); investiga-
Filosofía y Teología. Universidad dor asociado, Dpto. Antropología,
Católica Cecilio Acosta, (UNICA), Universidad de California, Davis,
Centro de Estudios Sociológicos y EE.UU.
Antropológicos (CESA), Facultad Correo electrónico:
de Ciencias Económicas y Sociales, egudynas@ambiental.net
Universidad del Zulia (LUZ). Mara-
caibo, Edo. Zulia,Venezuela. Francisco Hidalgo Flor
Correo electrónico:
amarquezfernandez@gmail.com Profesor en las cátedras de Socio-
logía del Desarrollo, Sociología
Jaime Breilh, Md. MSc. PhD. Agraria y Movimientos Indígenas
Carrera de Sociología y Política
Director Área de Salud y Coordina- Universidad Central del Ecuador
dor del Doctorado en Salud y Am- Miembro del Centro de Investiga-
biente de la Universidad Andina ciones para el Desarrollo – CIN-
del Ecuador; fundador de la epide- DES, Director Ejecutivo de SIPAE.
miología crítica latinoamericana; Correo electrónico:
Presidente Electo de la Academia espaciosec@yahoo.es
Ecuatoriana de Medicina; profesor
honorario y visitante de univer- Miguel Angel Herrera Zgaib
sidades de América Latina, Norte
América y Europa; autor de varias Profesor Asociado, Ciencia Políti-
pruebas para investigación y de nu- ca. Exdirector Departamento de
merosos libros y artículos. Ciencia Política, y UNIJUS, Univer-

219
sidad Nacional, Bogotá. Director Miguel Eduardo Cárdenas Rivera
Grupo Investigación Presidencia-
lismo y Participación. Doctorante Doctor en Derecho de la Universi-
en Estudios Políticos, CP/IEPRI. dad externado de Colombia. Pro-
Unal. Maestría en Ciencia Política, fesor de Humanismo y Economía
UNAM, México. Ex Rector Univer- y Derecho Económico, Facultad de
sidad Libre de Colombia. Economía, Universidad Santo To-
Correo electrónico: más, sede Bogotá. Carrera 9ª Nº
miguel.herrera@transpolitica.org. 51-11, Bogotá, Colombia.
Correo electrónico:
Jorge Luis Acanda González miguelcardenas@usantotomas.
edu.co
Profesor Titular. Facultad de Filo-
sofía e Historia. Universidad de La Gesualdo Maffia
Habana.
Correo electrónico: Colaborador de la Revista de His-
anamary@infomed.sld.cu toria Critica “Historia Magistra” de
la Universidad de Turín; residiendo
Luis Tapia Mealla en São Paulo, Brasil.
Correo electrónico:
Filósofo y politólogo. Coordina- gesualdo.maffia@gmail.com
dor del Doctorado en Ciencia del
Desarrollo. Postgrado en Ciencias Marco Aurélio Nogueira
del Desarrollo de la Universidad
Mayor de San Andrés, (CIDES- Cientista político, director del
UMSA) Coordinador del Doctorado Instituto de Políticas Públicas y
en Ciencias del Desarrollo. La Paz, Relaciones Internacionales de la
Bolivia. “Universidade Estadual Paulista”-
Correo electrónico: UNESP, en São Paulo, Brasil.
luistapiam@yahoo.com

220
Antonio Gramsci en Turín (1911-1922)

Este libro tiene los auspicios de:

Carrera de Sociología y Política de la Universidad Central del


Ecuador
La Unidad Académica que abarca las carreras de Sociología y
de Política remonta su existencia a los inicios de los años 1960,
en el seno de la Universidad Central del Ecuador. Durante es-
tas décadas se ha constituido en la institución universitaria
encargada de la enseñanza y la investigación en ciencias so-
ciales. En la actualidad, se halla empeñada en el desarrollo de
la sociología y de la politología con un criterio latinoameri-
cano y nacional, a fin de poder responder en mejor medida a
las demandas de conocimiento de la realidad social por parte
de la sociedad ecuatoriana, así como intenta acompañar de
manera ilustrada a las iniciativas y la acción de los sectores
sociales que pugnan por una sociedad equitativa, solidaria y
respetuosa de la naturaleza.

Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la Uni-


versidad del Zulia – Venezuela
El Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos de la
Universidad del Zulia, creado en el año 1995, cuenta con
once investigadores dedicados en forma exclusiva y otro gru-
po de investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas
y Sociales que han adscrito sus investigaciones al mismo. En
2002, luego de intensas discusiones, articuló sus proyectos en
torno a tres grandes líneas de investigación y sus respectivas
áreas temáticas; a) Estudios Culturales, b) Sociología política
y de la gestión c) Estudios Epistemológicos y Metodológicos.
El CESA en términos de sus relaciones interinstitucionales
más relevantes, en la actualidad es Centro Invitado del Cen-
tro Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Espe-

221
Gesualdo Maffia

cíficamente en el grupo de trabajo “JUVENTUD Y NUEVAS


PRACTIVAS POLITICAS EN AMERICA LATINA” de CLACSO,
coordinado por la Dra. Sara Victoria Alvarado y el Dr. Pablo A.
Vommaro.

Su publicación es posible gracias a apoyos de:

La Fundación Guido Piccini (Italia) por los derechos del


hombre, tiene doble finalidad esencial: el trabajo cultural y
la solidaridad a nivel nacional e internacional, promoviendo
las iniciativas culturales y los derechos de las poblaciones. Su
sede se encuentra en la región de Brescia – Italia; portal de
internet: www.fondazionegpiccini.org

El Centro de Investigaciones para el Desarrollo (Ecua-


dor), tiene como objetivo promover el debate plural y la cons-
trucción conjunta del pensamiento crítico junto a las organi-
zaciones populares y los partidos de izquierda.

222
Este libro se terminó de
imprimir en diciembre de 2012
en Impresos Miraflores
Quito - Ecuador

T
Carlos Nelson Coutinho: 1943-2012

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