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A lo largo de la unidad de Filosofía Política fuimos transitando por los planteos de diferentes
autores tales como Žižek, Aristóteles, Arendt, Foucault, Lebreton, Lipovetsky, Beauvoir y
Preciado. Analizamos los grados de violencia, llegando a la conclusión de que existe una
violencia sistémica propia del capitalismo, que es el soporte de todos los casos de violencia
subjetiva. Planteamos la importancia de lo político para la vida humana y que desentendernos de
ello nos hace correr el peligro de estar gobernados por una burocracia anónima que toma las
decisiones por nosotros.
Fue A partir del planteo de Foucault que apareció el cuerpo como eje temático que articula esta
segunda parte del curso. Con este autor comprendimos que la vida pasa a ser el blanco de poder
a partir de la época Moderna. Este nuevo poder que comienza a ejercerse a partir del siglo
XVIII será denominado por el autor como Biopoder y se encaminará primero al cuerpo
individual, moldeándolo a través de las disciplinas, y luego al cuerpo de la masa o a la
población a través de la regulación. Este proceso de cambio que va de un poder soberano que se
apropia de la vida para suprimirla, a un poder que busca administrarla, es contemporáneo a la
gestación del sistema capitalista en Occidente. El cuerpo deja de ser un objeto de castigo para
pasar a ser un cuerpo dócil y útil para la producción. Esto deja en evidencia que el cuerpo se
moldea, se fabrica, se construyesegún ciertos intereses políticos y económicos. Con el planteo
de Lebreton profundizamos sobre la construcción cultural del cuerpo, es decir que el cuerpo no
es algo evidente en sí mismo sino que porta ciertos símbolos culturales que lo vuelven diverso
según el sistema simbólico o cultural en el que esté inscripto. En nuestra cultura actual, según
Lipovetsky, el cuerpo designa nuestra verdadera identidad. Ahora bien ¿de qué identidad
estamos hablando? Con esta interrogante y a partir de lo trabajado en el segundo taller,
llegamos a la existencia de los diversos roles que existen en la sociedad que están allí para ser
ocupados por nosotros. La respuesta a la pregunta ¿de qué identidad hablamos? Parece
responderse del siguiente modo: la identidad de ser hombre o de ser mujer. Pero ¿Qué significa
ser hombre o mujer? Allí trabajamos con imágenes y publicidades que nos mostraban
claramente cuáles son esos roles y en qué consisten. Fue así que llegamos a la pregunta que se
hizo Simone de Beauvoir ¿Qué es ser mujer? A la que responde: “No se nace mujer, se llega a
serlo”. La gran importancia del planteo de la autora radica en el hecho de que por primera vez
alguien decide ponerse a pensar sobre lo femenino, planteando que el hecho de ser hombre o
mujer no es algo dado y evidente por sí mismo sino que se trata de una construcción social,
cultural y política. Dejando en evidencia lo problemático que es asumir que el cuerpo designa
nuestra identidad sexual. En otras palabras lo que la autora plantea es que no hay una naturaleza
biológica que nos haga hombres o mujeres sino que serlo depende de lo construido sobre esos
cuerpos. Este análisis va a inspirar a los movimientos feministas del 60, y más cerca en el
tiempo, a saber en la década del 90, se va hacer una relectura de su obra “El segundo sexo” por
parte de filósofas como Judith Butler que, reflexionando sobre la diferencia sexo-género,
llegarán a la conclusión de que el género no existe más que como construcción política, esto es
como una categoría inscripta en ciertos discursos, como el científico, que funcionan como
dispositivos de control en el régimen heteronormativo. Entendiendo por heteronormatividad a
la heterosexualidad como régimen político, como imposición. Es en esta corriente en la que
podríamos ubicar la propuesta de Preciado.
Según Preciado estaríamos asistiendo a lo que se define en su obra Testo Yonqui como era
farmacopornográfica.
Mi objetivo era cruzar el análisis performativo de Judith con la arqueología crítica de los
dispositivos disciplinarios de Foucault, y llevarlos al terreno del cuerpo, y de las tecnologías
bioquímicas y pornográficas. Aquí es donde llegamos al farmacopoder. A partir de los años 40,
el biopoder toma en adelante la forma del régimen farmacopornográfico, según mi lectura. El
régimen disciplinario que coincide con la aparición del capitalismo industrial estaba basado
sobre la represión de la masturbación. Básicamente, la masturbación era un desperdicio de
energía dado que no sirve a la lógica de continuidad entre el sexo y la reproducción de la
especie. Así, para vigilar el cuerpo, las técnica de control van a miniaturizarse después de la
Segunda Guerra Mundial, con la invención de las hormonas las técnicas de control devienen
interiores. Ya no necesitamos el hospital, el cuartel, la prisión, pues a partir de ahora el cuerpo
mismo ha devenido el terreno de vigilancia, la herramienta definitiva. …El género, femenino o
masculino, apareció con la invención de las moléculas. A continuación, muy rápidamente, la
pornografía se establece como nueva cultura de masas, y la masturbación deviene una palanca
de producción del capital. i
Es decir que la era farmacopornográfica tiene sus orígenes después de la Segunda Guerra
Mundial y coincide con toda una serie de investigaciones y descubrimientos de procesos
bioquímicos, la invención de moléculas que tienden al control de los cuerpos, por un lado; y
por el otro con una serie de cambios y descubrimientos relacionados con los modos de
representación tales como el cine y los medios masivos de comunicación, en los que se inscribe
la pornografía como nueva cultura de masas a partir de la aparición de Playboy por ejemplo.
Todas estas invenciones son lo que conforman para Preciado el régimen farmacopornográfico
en el que vivimos.
¿Por qué este análisis se inscribe dentro del feminismo o mejor dicho post-feminismo? Como
hemos visto en clase el primer feminismo inspirado en la propuesta de Beauvoir reivindica
como sujeto político a las mujeres. Ahora bien, a partir la revisión que se hace del texto de
Beauvoir y de hacer entrar en el pensamiento de Foucault la categoría de género, filósofas
como, Judith Butler y Teresa de Lauretis van a plantear que si el género es una construcción
política que está determinada por la heteronormatividad, entonces el sujeto político del
feminismo no puede reducirse a las mujeres, sino que debe reivindicar la existencia de todas las
subjetividades disidentes. En otras palabras el sujeto del feminismo es Queer ii. De este modo el
análisis de Preciado al mostrarnos las tecnologías que producen el género, las identidades y su
funcionamiento, nos hace ver que el cuerpo es un espacio político y público en el que
intervienen distintos mecanismos de control que lo moldean e insertan en una sociedad que
tiene como último objetivo la producción. Es decir que el fin del ejercicio del poder sigue
siendo el de administrar la vida para aprovechar al máximo su potencia. Lejos de ser un planteo
pesimista y determinista de la existencia en los tiempos que corren, es una invitación a la
reflexión y deconstrucción de esas identidades impuestas haciendo uso de esos mismos
dispositivos que nos controlan; un ejemplo de esto es la autoadministración de testosterona que
Preciado practicaba al momento de escribir Testo Yonqui. La propuesta es la de reconocer e
identificar los mecanismos que nos construyen y apropiárnoslos para deconstruir a través de
prácticas no normativas lo que han hecho de nosotros. Si el cuerpo es una construcción, si el
género no existe más que como invención política heteronormativa, si el ser humano es el ser
político por excelencia, entonces tomar las tecnologías que nos moldean para construir lo que
queremos ser es una forma de resistencia.
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http://ssociologos.com/2013/09/18/entrevista-a-judith-butler-y-beatriz-preciado/
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