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Corrección del parcial 2

Las clases sociales en la democracia

En ocasión de las pasadas elecciones presidenciales, varios sectores expresaron su


preocupación por la polarización social generada por los discursos de varios candidatos,
considerando que existe un riesgo de que esta polarización “estimule la lucha de clase”. En efecto,
los marxistas fundamentaron su crítica a la democracia liberal en el reconocimiento del
irremediable conflicto entre las clases sociales, definidas en función de su ubicación en el sistema
de producción. Si por otra parte, entendemos por democracia un régimen representativo
fundamentado en el principio de soberanía popular, este énfasis en la división objetiva del cuerpo
social vuelve ilusoria cualquier idea de voluntad general que permita legitimar un gobierno
democrático. De este modo, pareciera que existe efectivamente una incompatibilidad esencial
entre la democracia liberal y el reconocimiento de la existencia de las clases sociales, podríamos
incluso considerar que esta disyuntiva es el punto central de controversia entre liberales y
marxistas.
¿El régimen democrático y la existencia de las divisiones de clases se excluyen
mutuamente? Tanto los liberales como los marxistas parecen acordarse en eso, los primeros
celebrando la democracia liberal al precio de una negación de la lucha de clase, los segundos,
enfatizando la necesidad de ésta y el carácter ilusorio de aquella. No obstante, al precio de cierta
flexibilización de los conceptos, algunos teóricos de ambos campos intentaron conciliar
democracia y división de clase.

I. Democracia y clases sociales, la imposible convivencia

A. El individualismo liberal en contra de la idea de clase social

La democracia liberal se fundamenta en la representación de una sociedad de individuos


libres e iguales. Es sobre esta base que se forma el interés general que sustenta la idea de
soberanía popular. Por lo tanto, la idea de democracia supone una abstracción de lo social que
hace desaparecer las condiciones sociales reales de los ciudadanos. Es por esta razón que aun un
republicano como Rousseau insistía en la necesidad de desterrar las asociaciones parciales que
pudieran falsear la voluntad general. Por lo tanto, tomar en cuenta un interés de clase, aun con
ánimo conciliador, hace correr un riesgo de desconocer el interés general y caer en el
corporativismo. El régimen mexicano durante el reinado del PRI es un buen ejemplo al respecto.
Cada clase veía su interés tomado en cuenta, pero el resultado no era precisamente democrático.

B. El carácter ideológico de la democracia en el marxismo

Por su parte, el marxismo ortodoxo no toma en serio el tema de la democracia, que en un


contexto de división de clase, solo puede ser una ilusión, como lo es en general el Estado, mero
instrumento de la dominación de una clase sobre otra. Solo podríamos pensar en democracia en el
marco del socialismo, precisamente porque la división de clase habría sido superada. Mientras
tanto, la democracia es apenas un medio para acelerar el advenimiento de la revolución como en
Luxemburg, o una pura ilusión para un Lenín. La imposibilidad de un socialismo democrático en
una sociedad altamente dividida en clases ha sido bien demostrada en el caso de Chile durante el
gobierno de Allende.
II. Las tentativas de conciliación

A. El compromiso social-demócrata

Un revisionista como Bernstein intenta sin embargo pensar la democracia sin pasar por
alto la existencia de las clases sociales, e incluso, fundamentándola en ellas. Lo hace al precio de
una definición particular de la democracia como ausencia de dominación de clase. Con eso, la
democracia ya no es vista tanto en base al principio de soberanía popular, sino más bien en base
en la idea de pluralismo social y el compromiso entre distintos sectores. El hecho de que las
transiciones democráticas más exitosas se acompañaran de pactos entre actores sociales que
materializan este compromiso sostiene la tesis de Bernstein (papel de los pactos de la Moncloa en
la España post-Franco por ejemplo).

B. El lugar de las clases sociales en el estado social democrático

Por otro lado, un liberal como Tocqueville ve la democracia como una progresión hacia la
igualdad de condición. Esta idea de igualdad de condición no significa que las clases sociales tales
como la definen los marxistas no puedan existir, pero sí que el conflicto entre ellas ya no es
insuperable, que los seres humanos son capaces de pensarse como un conjunto de personas libres
e iguales a pesar de las diferencias de clases sociales, y por lo tanto, de convivir a través de unos
permanentes micro-compromisos con efectos muy reales. Esto obviamente va en contra de la
postulación de la lucha de clase como un absoluto, pero corresponde de manera probablemente
más realista a la manera como las clases se relacionan en las sociedades modernas. Las páginas
famosas de Tocqueville sobre las relaciones entre patrón y servidor siguen siendo muy ricas de
enseñanzas al respecto.

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