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A. El compromiso social-demócrata
Un revisionista como Bernstein intenta sin embargo pensar la democracia sin pasar por
alto la existencia de las clases sociales, e incluso, fundamentándola en ellas. Lo hace al precio de
una definición particular de la democracia como ausencia de dominación de clase. Con eso, la
democracia ya no es vista tanto en base al principio de soberanía popular, sino más bien en base
en la idea de pluralismo social y el compromiso entre distintos sectores. El hecho de que las
transiciones democráticas más exitosas se acompañaran de pactos entre actores sociales que
materializan este compromiso sostiene la tesis de Bernstein (papel de los pactos de la Moncloa en
la España post-Franco por ejemplo).
Por otro lado, un liberal como Tocqueville ve la democracia como una progresión hacia la
igualdad de condición. Esta idea de igualdad de condición no significa que las clases sociales tales
como la definen los marxistas no puedan existir, pero sí que el conflicto entre ellas ya no es
insuperable, que los seres humanos son capaces de pensarse como un conjunto de personas libres
e iguales a pesar de las diferencias de clases sociales, y por lo tanto, de convivir a través de unos
permanentes micro-compromisos con efectos muy reales. Esto obviamente va en contra de la
postulación de la lucha de clase como un absoluto, pero corresponde de manera probablemente
más realista a la manera como las clases se relacionan en las sociedades modernas. Las páginas
famosas de Tocqueville sobre las relaciones entre patrón y servidor siguen siendo muy ricas de
enseñanzas al respecto.