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La experiencia acreditada por Cabred, primero como Director del Hospicio de las

Mercedes, y luego mediante los diversos viajes de estudio realizados a Europa para

conocer los servicios de atención más avanzados que en la época trabajaban en la

rehabilitación de las personas con discapacidad mental, se consideraron legitimadores

para la nueva misión que se le asignaba. En tales viajes impresiona a Cabred el contacto

con quienes conducían la experiencia de Alt Scherbitz, en Alemania, una institución donde

las personas con discapacidad mental se alojaban en casas tipo chalet distribuidos en una

extensión de 300 hectáreas, todos diferentes entre sí, sin rejas, rodeado de jardines, con

capacidad para veinticinco o treinta pacientes. Desde el punto de vista edilicio, se

asemejaba más a un hogar familiar que a las características de asilo-prisión muy presentes

en esa época. En nuestro país, Cabred retomó estas ideas proponiendo que el Asilo se

constituyera en un Sistema-Colonia en el cual se produjera un ahorro creciente al erario

público y se propendiera progresivamente al autoabastecimiento económico de la

Institución.

n 1879 se crea la Colonia de Alienados. El director del hospicio en


1899, el médico correntino Domingo Cabred, consiguió que el
Congreso de la Nación aprobara la ley N°3548, en la que se
estableció la creación de una Colonia Nacional de Alienados "con
sujeción a las reglas del nuevo sistema escocés de hospitalización y
asistencia médica de los alienados en los asilos de puertas abiertas
(Open Door)". La piedra fundamental se colocó en mayo de 1899 en
el partido de Luján.

El método Open Door tiene su antecedente en las prácticas de los


asilos de Inglaterra a principios del siglo XIX.Y, como su nombre en
inglés lo indica, se trata de experiencias "sin opresión, sin coerción".
Con él se desterró la aplicación de chalecos de fuerza y todo tipo de
ataduras fuertes para dominar los ataques de los enfermos mentales.

El ambiente dantesco que caracterizaba a los hospicios se fue


calmando. Se permitió el cultivo de pequeñas huertas y se
habilitaron talleres atendidos por los pacientes.

A fines del siglo pasado, Open Door se inició como una colonia para
la producción agrícola en gran escala. Sus primeros pacientes
entraron en medio de la ejecución de las obras y se incorporaron a la
construcción de los pabellones, pero en poco tiempo el eje de las
actividades fue el campo.

En el discurso inaugural, Cabred sostuvo que ponía todas sus


esperanzas en este tratamiento que desarrollaba las actividades de
los enfermos al aire libre, con la posibilidad de realizar también
tareas complementarias que canalizaran sus habilidades laborales.
Todo fundado en la premisa de que el trabajo es un recurso de alto
valor terapéutico y rehabilitatorio.
Cómo diseñar el espacio para que el paciente, en lugar de sentirse aislado, se
reintegre a la vida? ¿Qué manejo darle al color y a la luz para que el enfermo,
antes que sentirse angustiado, tenga tranquilidad?

Esas son algunas de las preguntas que animan el trabajo del cartagenero Víctor
Castro, como diseñador de hospitales psiquiátricos en Francia: “Mi objetivo es
integrar la arquitectura en la terapia del paciente. La noción de “bien-estar” está
ligada directamente a la calidad del espacio que rodea al paciente, una búsqueda
que intenta disminuir su angustia y su sufrimiento”.

Un reto de no poca monta, si se tiene en cuenta que los pacientes psiquiátricos,


dada su condición, tienen problemas para comunicarse y no pueden ser
consultados directamente. Es en ese momento cuando Castro se “desdobla” para
ponerse en su lugar, comprender sus necesidades y materializarlas en el diseño
del espacio.

Su apuesta inicial se inclinó por depurar la asepsia del color y el frío


característico de los hospitales psiquiátricos para darles un tono más humano. En
el proyecto de la comuna francesa de Beaumont-sur-Oise, por ejemplo, Castro
diseñó el espacio para que, en cada punto del hospital, el paciente estuviera en
contacto con mínimo cuatro colores, en aras de generar una sensación de paz y
equilibrio en el ambiente.

“Nunca he podido encontrar un valor consensual en relación con el color. ¿El


verde relaja y el rojo irrita? No siempre es así. Todo es de proporciones. No todo
es salado o dulce, quizá hay en lo agridulce un valor inesperado que se convierte
en un placer. La arquitectura mezcla ingredientes, fórmulas técnicas, económicas,
ideológicas, y es la dosis de esos ingredientes la que puede producir efectos
afortunados”.

Esa propuesta del manejo del color al principio fue muy criticada, pero el tiempo
se encargó de darle la razón: los índices de agresión de los pacientes, entre ellos
mismos y con el personal médico, se han reducido a cero, en los tres años que
lleva el hospital en funcionamiento.

Pero sus propuestas van más allá. Como la doble circulación de pasillos, diseñada
para preservar al paciente del ruido que genera el tránsito del personal médico y
logístico del hospital. O como la supresión del ángulo, a cambio del uso de la
curva para que el paciente no se pierda mientras deambula por los corredores.

Sus propuestas han trascendido los bosquejos para incidir favorablemente en la


terapia. Así lo corroboró una “paciente” que en una ocasión contactó a Castro
para comentar su trabajo: “Si cuando estuve interna en el hospital psiquiátrico el
ambiente hubiera sido como los que usted propone, mi recuperación habría sido
diferente, mucho más rápida y eficaz”.

Los aciertos le han dado la oportunidad a Castro de ampliar el horizonte de su


trabajo. Así sucedió en la Unidad Psiquiátrica de Alta Seguridad en Nancy –
inaugurada el pasado mes de febrero– que alberga enfermos psiquiátricos que han
sido condenados (la primera de este tipo se construyó por otro equipo en la
ciudad de Lyon).

En esta ocasión la pregunta estaba dirigida abiertamente a la sociedad: ¿se trata


de curar o de castigar? “Por un lado la institución penal habla de mi preso, mi
celda, mi cárcel; por el otro, yo hablo de mi paciente, mi cuarto, mi hospital… y
estamos hablando del mismo volumen y el mismo espacio”. En este proyecto,
propuso utilizar celdas lumínicas que hicieran las veces de barrotes. Una idea
arriesgada y novedosa que, sin embargo, al final se estrelló con el riguroso
Sistema de Administración de las Cárceles en Francia, que dio su negativa.

Castro es un colombiano convencido de las bondades de la arquitectura. Al punto


que recientemente publicó un libro titulado 'La arquitectura, los pacientes', en
español y francés, en donde reúne las voces de políticos, psiquiatras y
empresarios que han compartido su experiencia a lo largo de los últimos 20 años.

Un libro que, aunque terminado, tiene un colofón pendiente: el trabajo que Castro
aún está por realizar en su país, para aliviar el tratamiento de los enfermos
mentales en Colombia, en su empeño, siempre, por “tejer lazos entre el paciente
y la arquitectura”.

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