Está en la página 1de 4

La alteridad al servicio de la superación de la crueldad vs la alteridad al

servicio de la consolidación de la crueldad.

Introducción

A raíz del encuentro con un anti pedagogo y de las sentencias proferidas por este,
tales como que “el educador es un mercenario de las ideas, de la creatividad y del
conocimiento” o que “los procesos enseñanza-aprendizaje, son procesos de
adoctrinamiento” entre otras, y a propósito del carácter de nuestro seminario, es
decir, un seminario de la educación cuyo enfoque es la crueldad, me cuestioné
acerca del carácter moral de la educación o de la dimensión moral de la
educación. Me cuestionaba, si la educación puede ser considerada como un acto
cruel. Porque cuando hablamos de educación, hablamos que “La disciplina o la
crianza transforman la animalidad, en humanidad” (Kant, Ed. 2009, p.28.) y esto
puede sonar bello y hasta poético e incluso suena correcto, sin embargo,
siguiendo la idea del pensador alemán, continúa diciendo que

Un animal es todo ya por su instinto; una razón extraña ha cuidado ya de ello en


lugar de él. Pero el hombre necesita de su propia razón. No tiene instinto, y tiene
que hacerse el plan de su conducta. Pero como no está inmediatamente en
condiciones de hacérselo, sino que llega al mundo sin estar desarrollado, otros
tienen que hacerlo por él. (p. 28)

La educación, vista de esta manera, se presenta como un acto cruel al limitar el


instinto natural del hombre. Y es que educar la crueldad es controlar el instinto. En
ello surge la cuestión de si la voluntad no está sujeta a lo epistemológico. Es decir,
que la misma necesidad de ser educado, la necesidad del conocimiento no parte
del deseo mismo del hombre. Porque al vincular el acto educativo a la crueldad, se
podría decir que cualquier acto volitivo queda reducido a cero en tanto lo que se
pretende es limitar, superar esa animalidad.

La alteridad al servicio de la superación de la crueldad

Son diferentes autores los que trabajan el tema de la alteridad con diferentes
perspectivas. Una de esas maneras de superar esta crueldad, la encontramos en
Paul Ricoeur. El amor logra, desde la perspectiva de Ricoeur, fundamentar una
ética que supere la crueldad. Todo guiado bajo la regla de oro “amaras al señor tu
Dios y amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Ricoeur, 1993, p.16).

Ya,

“desde el lenguaje de una autonomía heteronomizada queda al fin claro, que un


educador se hace responsable no por lo que provoca- intencional o no
intencionalmente- en el otro, sino también de la biografía y del pasado del otro.
Eso es lo que significa hacerse cargo del otro, cuidar del otro. Me hago cargo del
otro cuando lo acojo en mí, cuando le presto atención, cuando doy relevancia
suficiente al otro y a su historia, a su pasado”. (Bárcena y Mélich, 2000, p. 12)
La educación, entendida como hospitalaria, invita a que nos responsabilicemos
con el otro, no solo desde lo racional sino desde lo emocional, esto con la finalidad
de atender las particularidades del otro, para que atendiendo lo que el otro
requiere, se puedan fundamentar leyes morales producto del consenso racional.
Desvincular este proceso y acudir únicamente a la heteronomía, no nos llevaría a
una educación hospitalaria sino dependiente y en tal caso la alteridad estaría a
favor de la crueldad en tanto la dependencia sirve para vulnerar al otro.

Freire por su parte nos brinda la superación de la crueldad desde su pedagogía de


la alteridad. donde “el verdadero compromiso es la solidaridad” (Freire,1976, p 7).
Esta solidaridad debe ser entendida desde el compromiso. De aquel que se sabe
en el mundo y con el mundo; que siendo del mundo y habiendo padecido sus
carencias, se aleja de ellas para poder empezar a transformar el mismo.

Otra de estas alternativas que sugieren la superación de la crueldad, viene desde


la deconstrucción de la lógica moral que tenemos. Porque

la moral es más cruel que el derecho o la política, porque mientras que estos se
mueven en el ámbito de lo legal, aquella hace lo propio en el de lo legitimo, esto
es, la moral habla desde lo alto, desde lo absoluto” (Agamben, 2006, p. 172)

Esto es problemático porque nos lleva a pensar que en algunos momentos se


debe juzgar de manera distinta a una persona que actúa según a la moral a una
que actúa conforme a la ética.

Adicional a las anteriores formas, de pensar la alteridad, encontramos la


resistencia como camino para la superación de la crueldad. La resistencia,
entendida como el negarse a sí mismo para darse a los demás. Encontramos la
economía del don basada en la benevolencia; ella indica que hay que regalarse en
beneficio del otro, de darse en pro del otro. Implica ser empático con el otro. Sin
embargo, surge la pregunta ¿Por qué deberíamos aceptar eso? Si, finalmente,
cada uno da lo que quiere dar. En términos generales podría pensarse que es
cruel actuar contrario a mi voluntad. Pues, aunque, siguiendo esta idea de la ética
del deber, sustentada en la fundamentación metafísica de las costumbres, se
pregunta uno que tanta crueldad hay en el deber ser, cuando muchas veces no se
desea obrar de esa manera. Y más cuando la autonomía kantiana indica que se
debe ser independiente de los otros porque una razón pura universal dicta que así
se debe hacer.
Si la pretensión de todas estas propuestas, es erradicar la crueldad, se está
apelando a segregar y desconocer algo que por naturaleza es al hombre. Porque
la crueldad no es entendida aquí como estructural sino como natural. Y ello,
claramente conlleva a un problema fundamental y es preguntarse por la
genealogía de la crueldad o por la génesis de la crueldad, que es un punto que en
este trabajo no desarrollaré por lo denso del mismo. Sin embargo, lo cito aquí para
decir que en ese estudio se deben tener en cuenta dos factores fundamentes. A
saber, la historia y el psicoanálisis. Este último, por la relevancia que tiene
Sigmund Freud en el tema de la crueldad.
La alteridad al servicio de la consolidación de la crueldad.

Cada vez que pensé estas “pedagogías de la alteridad” pensaba en la siguiente


afirmación de Jaques Lacan: “Quienes prefieren los cuentos de hadas, hacen
oídos sordos cuando se les habla de la tendencia nativa del hombre a la maldad, a
la agresión, a la destrucción y también, por ende, a la crueldad” (Jaques lacan,
seminario VII, el amor al prójimo cap. XIV). Claramente, a partir de esta frase, para
Lacan, al mencionar la palabra “nativa”, emula su intención de afirmar que la
crueldad es natural, es decir, es inherente al hombre.

Podría indicar aquí que Lacan también asume una “pedagogía de la alteridad”
pero de manera inversa, en beneficio de la crueldad como algo natural. Aquí, la
crueldad y el ser vulnerable es inherente tanto a la constitución del sujeto a partir
del otro como al vinculo social. Esta “pedagogía de la alteridad” se ve totalmente
contrastada con las que venia mencionando anteriormente.

Cuando buscamos una definición breve sobre la crueldad, encontramos que la


crueldad se puede entender como la respuesta emocional de obtención de placer
en el sufrimiento y dolor de otros. La crueldad, además de ser algo subjetivo, tiene
un fuerte componente en lo político, como lo captábamos cuando se hacía un
estudio riguroso sobre la biopolítica. Anteriormente, mencionaba que, para hacer
un desglose de la genealogía de la crueldad, se requería apelar a la historia y es
porque la crueldad inscrita en el ámbito político es algo que se puede observar
transversalmente en ella. Las sociedades han mostrado una tendencia a
relacionar la crueldad con sus objetivos políticos. Por ejemplo, los campos de
concentración en Auschwitz en los cuales la tortura y el disfrute de la misma era
un medio de intimidación para controlar a otros.

La crueldad, en términos políticos, es producto del poder de las elites. Y esto es


pertinente formularlo, porque ese control ejercido por algunas clases sociales ha
sido una constante histórica. Desde siempre ha habido una relación con el otro y
esa relación se establece desde las relaciones de poder que pueden ser
instauradas.

Desde el momento en que se establece una relación de intimidad con el otro, la


crueldad, como tendencia destructiva, se activa. ¿Por qué digo “intimidad” ?,
porque en el encuentro con el otro, se pueden percibir nuestras vulnerabilidades y
al ser percibidas nuestras vulnerabilidades nos volvemos vulnerables ante el otro.
Ciertamente, parece redundante e insignificante describirlo así, pero es necesario
decirlo, porque a partir de que el otro me reconoce como vulnerable, el camino se
vuelve expedito para la crueldad. Y esto es algo que desde la génesis del mundo
ha existido; se ha definido como la supervivencia del más fuerte.

El Otro pone en cuestión las certezas del sujeto, en la medida en que pone límite a
sus tendencias. No hay que olvidar que la destrucción del otro implica la
destrucción radical de los problemas que este genera, pues ya no hay otro: ahora
es un objeto de repudio, es la historia de Caín y Abel.

A manera de conclusión, la crueldad se desencadena en condiciones históricas


determinadas, singulares o colectivas. La crueldad no destruye la diferencia; por el
contrario, la crueldad es la diferencia radical, pues puede eliminar la alteridad, al
otro semejante, por su vulnerabilidad. La crueldad destruye la vulnerabilidad
humana, el cruel no quiere saber nada de ella, le resulta insoportable.

+
Bibliografía

1. Kant, I. (Ed. 2009). Tratado sobre pedagogía. Argentina: Encuentro Grupo


editor.
2. Ricoeur, P. Amor y Justicia. (Moratalla, T.D., Trad.) Madrid: Caparros
Editores.
3. Bárcena, F. y Mélich, J. (2000). La educación como acontecimiento ético.
Natalidad, narración y hospitalidad. Paidós
4. Freire, P. Educación y Cambio. Buenos Aires: Los Editores.
5. Agamben, Giorgio. (2006). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida.
España: Pre-textos.
6. Lacan, J. (1959). La ética del psicoanálisis: Seminario VII, el amor al
prójimo cap. XIV.

También podría gustarte