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Cuenta una leyenda que había un hombre llamado Miseria que era herrero.
Era muy pobre, lo que conseguía diariamente no le alcanzaba para dar de
comer a sus hijos y cansado de esta situación decidió entregarle su alma
al diablo por tres bolsas llenas de monedas de plata. Cuando se las
entregó, satanás le advirtió: “En un año pasaré a cobrar.”
Un día apareció en la herrería de Miseria un anciano andrajoso, en un
caballo muy delgado y sin herraduras. El herrero se compadeció de él y lo
hospedo en su casa, su mujer lo remienda y lo lava la ropa, y le colocan
herraduras al caballo. Después el anciano anuncia que se va y le dice al
herrero:
– ¿Cómo te pagaré el favor?
– Nada, no es nada- respondió Miseria.
El anciano le dijo:
– Te daré tres dones: el que se siente en esta silla, no se parará hasta
que se lo ordenes. El que entre en esta bolsa –y la señaló-, no podrá
salir de ella si no se lo ordenas, y el que suba a ese nogal no bajará
hasta que lo decidas.
Y diciendo esto , el anciano se despidió y se perdió a lo lejos.
Cuando se cumplía el plazo, llegó un hombre a caballo. El herrero miró el
aspecto del recién llegado: no se parecía al anciano que le había
anunciado los dones, pero se sabe que el diablo tiene mil caras y
Miseria era desconfiado. Entonces volviéndose hacia el recién llegado le
dijo:
– Mientras le arreglo las herraduras, sientesé en esa silla, pongasé
cómodo.
Cuando terminó de poner las herraduras se lo anunció al visitante. Este
intentó incorporarse, pero estaba como atado a la silla. Entonces dijo:
– Si me dejás levantar, te perdono la vida por un año más.
El herrero le ordenó que se levantara y el diablo se fue.
Pasado un año llegaron tres diablos a caballo, y el hombre les dijo:
– Esperen que termine de hacer esta herradura, mientras suban al nogal a
comer nueces.
Se subieron los diablos al nogal, y como no podían bajar, desesperados,
otorgaron al herrero otro año de vida.
El herrero les ordenó a los diablos que bajaran, y estos se fueron
refunfuñando.
Al año siguiente llegaron cincuenta diablos, todos en mula, y el herrero
les dijo, anticipándose:
– Voy a ir, pero antes entrarán todos en esta bolsa.