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DESAPARECIDA

La alarma suena cómo siempre a las seis de la mañana. Me levanto y me visto con lo que me
pongo cada martes. Desayuno el mismo café y las mismas tostadas que todas las mañanas. Nada
cambia mi rutina. A mis 32 años todavía tengo la presión de mi madre para que me case, al
parecer no se da cuenta que ser una mujer soltera no tiene nada de malo. Realmente no tengo
una relación excepcionalmente buena con mi madre, pues des de que ella y papa se divorciaron
casi no hablamos. Me criaron diciendo que la familia lo era todo y yo me lo creí cómo una boba.
Supongo que ella cree que si me caso recurriré a ella y volveremos a tener la confianza de antes.

Cada vez que llego al trabajo pienso en cómo he cambiado mi vida des de que terminé los
estudios. La imaginación es una herramienta muy cruel. Yo imaginaba que sería la Miss Marple
de la ciudad y no que terminaría trabajando en un supermercado de barrio. Tuve mis días de
gloria durante mi tercer caso, la desaparición de Oscar Navarro, pero des de entonces empecé
a fallar en mis investigaciones hasta el punto de no poder ganarme la vida cumpliendo mi sueño
de ser detective privada.

Al llegar a casa vi una llamada perdida de un numero desconocido, tras comprobar que no era
un numero de publicidad, llamé.

- ¿Dánae?

- ¿Garea?

-Cuánto tiempo, ¿no?

- ¿Para qué me llamas esta vez? Ya sé, quieres ir a tomar un café y no sentirme apartada de tu
mundo, ¿verdad?

-Nada de eso Dánae. Iré al gano, quiero que me ayudes en un caso.

-Voy a reconocer que eso era lo último que me esperaba. No es lo mío, ¿recuerdas?

-Los asesinatos no son lo tuyo, pero no he conocido nunca a nadie tan asombroso en las
desapariciones. Recuerda el caso de Navarro, siento que para esto te necesito a ti.

- ¿Y porque crees que aceptaría? – Es evidente que quiero, pero tengo suficiente orgullo cómo
para hacerme rogar un poco.

-Porque trabajas en un supermercado des de hace cinco años y nadie prefiere eso antes de
poder resolver un caso de una desaparición.

- ¿Me has estado investigando?

-Quizá.

-Está bien. Lo haré.

Ya hace dos días que formo parte del caso de Amaia Ortiz. Sus padres denunciaron su
desaparición al llevar una semana sin responder a sus mensajes ni a sus llamadas. Les hicimos
unas preguntas y lo único que dijeron fue que ella es muy buena chica pero que es muy inocente
y que se creería cualquier cosa. Nos dieron el teléfono de tres amigas suyas y de su novio.
Me quedé mirando la foto de la chica. Tiene el pelo negro y los ojos verdes. Es bastante delgada
pero lo que me llamó la atención no fue nada relacionado con su físico, si no la notoria falsedad
de su sonrisa.

De repente Garea me sacó de mis pensamientos.

-Están las amigas esperando en la sala.

-De acuerdo, vamos.

Al llegar veo a tres chicas, todas aparentemente muy jóvenes.

-Está bien, comencemos. ¿Cuándo fue la última vez que visteis a Amaia?

-El día 27 por la mañana, más o menos a las diez.

-El mismo día que los padres. – Dijo Garea mientras apuntaba.

- ¿Os dijo algo raro o fuera de lo normal?

-No, que yo sepa nada. La vi igual que siempre.

-Bueno yo… - musitó otra de las chicas – Se la veía dispersa, le pregunté que le pasaba.

- ¿Le preguntaste que le pasaba?

-Sí, pero tan solo dijo que estaba cansada de todo y que quería irse a dormir. Luego no hablamos
más.

-De acuerdo. ¿Qué nos pueden decir de su novio?

-Tienen la relación que cualquiera querría tener, viven juntos, se quieren muchísimo…

-Está bien, ¿Amaia ha tenido algo cómo depresión o ansiedad?

-Tuvo depresión, hace un par de meses, pero nos dijo que iba al psicólogo y la vimos mejor así
que supusimos que ya estaba bien.

-Está bien, ya está todo por hoy, si necesitamos algo volveremos a llamar.

Las chicas se marcharon y me quedé sola con Garea, cuándo de la nada dijo:

-Vaya mierda de amigas. No me extraña que tuviera depresión.

-Cierto. ¿Qué opinas?

-Creo que para poder opinar prefiero ver al novio antes.

Y una hora más tarde ya estábamos interrogando al novio de Amaia.

- ¿Cómo te llamas?

-Iker Martínez.

El chico parecía muy tranquilo, quizá demasiado teniendo en cuenta que su novia llevaba un
tiempo desaparecida.

- ¿Cuándo fue la última vez que viste a Amaia?

-El día que se cree que desapareció.


- ¿Dónde y a qué hora? – Garea parecía decidido a sospechar de él.

-Por la tarde noche. Estábamos en una cafetería que a ella le gusta mucho, de repente se cabreó
y se marchó. Siempre se enfada por tonterías y vuelve en cinco minutos, nunca la voy a buscar
por eso, evidentemente, esta vez no fue una excepción, pero no volvió.

Es evidente que se le sale el ego por los poros de la piel.

- ¿En qué cafetería?

-En el Tommy Mel’s de la calle San Roque.

-¿Más o menos a qué hora?

-A las nueve y cuarto o así.

-De acuerdo, le volveremos a llamar. Infórmenos si recuerda algo más.

Una hora después estábamos en la cafetería, dispuestos a hacerle unas cuantas preguntas al
dueño. El local era de película, la decoración parecía sacada de los años cincuenta.

-Lo siento, estamos cerrados.

-Eso a nosotros nos da igual señor… - me quedé mirando la tarjeta que llevaba en su pecho para
saber su nombre – De Sande.

-El mismo, ¿que necesitan?

-Venimos a hacerle unas cuentas peguntas sobre Amaia Ortiz, la última vez que la vieron estuvo
aquí.

-Ah, sí…ye me he enterado, menuda tragedia… Es muy buena chica, venia siempre que podía a
tomarse algo o tan sólo a charlar… La última vez que la vi fue el día de su desaparición, con su
novio. Ella parecía asustada, tenía cara de haberse enterado de algo muy impactante. De
repente empezó a discutir con Iker, él no paraba de mirar alrededor, cómo si temiera que alguien
los oyera. Entonces ella se marchó y él fue a buscarla de inmediato.

-¿De inmediato? – Garea parecía haberse dado cuenta de ese pequeño detalle.

-¿Qué más sabe del novio?

-Él a veces le veo fuera esperando a gente, un poco turbia a mi parecer, para irse a otro local,
supongo.

-De acuerdo, muchas gracias señor De Sande, se lo agradecemos mucho.

-De nada hombre, háganme el favor y llámenme si saben algo de ella.

-Vendré en persona a contárselo. – me había caído bien y me apetecía venir a tomarme algo
algún día

Al salir del local Garea y yo nos pusimos en marcha y llamamos al equipo para encontrarnos en
casa de Iker. No nos sorprendió que viviera en las afueras, apartado de todo el movimiento de
la ciudad. Al llegar abrimos la puerta a la fuerza. No se oía nada. Buscamos por el piso, pero no
parecía haber nada sospechoso, hasta que bajamos al sótano. Ahí encontramos a Amaia, tendida
en el suelo, llena de moratones y heridas y las manos atadas a la espalda. Iker estaba allí,
sorprendido a nuestra llegada.
Resultaba ser que Iker estaba metido en una mafia y Amaia sospechaba algo de él, al contárselo
ella se asustó porque no quería estar metida en eso y se marchó corriendo, él la siguió, por el
miedo a que se lo contara a las autoridades. Al encontrarla al fondo de un callejón se la llevó y
la escondió en el sótano, con intención de tenerla ahí mientras pensaba en una solución. La
pegaba cómo pasatiempo, pero eso no cambiaba a cómo solía ser su relación. Él la maltrataba e
incluso llegó a tenerla encerrada en casa una semana y media, ese fue el motivo por el que
Amaia estaba pasando por una depresión.

Actualmente Amaia vive sola en la ciudad y sigue yendo al psicólogo y yo, bueno, digamos que
he cumplido el sueño de mi infancia junto a mi marido Santiago Garea.

Antía Aragundi
2nC ESO

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