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Cruz de plata

Chapter 4: 4 Inframundo
by Midgardian geek
4. IFRAMUNDO

La casa parecía tan inmensa, tan fría, tan lúgubre; como un pozo profundo y abismal. En realidad
nunca lo notó, nunca se había percatado de lo terriblemente triste que era ese caserón antiguo,
tal vez era el exceso de trabajo o hasta de gente que la habitaba, pero nunca se detuvo a
contemplar lo viejo y oxidado que le resultaba ese, el que alguna vez, en algún momento de la
vida pudo llamar hogar. Por que ahora era un calabozo sin final en que se extrañaba todo; el
aroma del te que preparaba Walter y sus reconfortantes palabras, el ir y venir de la servidumbre,
el sonido de las botas de los soldados, la voz escandalosa de Ceras, las risotadas y desordenes
de los Gansos Salvajes, la omnipresencia de Alucard.

Íntegra llegó de nuevo a casa, los agentes la llevaron hasta el vestíbulo sin quitarle las esposas.
Ellos se cercioraron de que todo estuviera en orden, luego liberaron a la dama. Daniel Calne se
apresuro a darle instrucciones y recomendaciones, al ponerla al tanto de lo que conllevaba su
condición de ser presa en domicilio, pero ella no escuchaba ni una palabra de lo que el abogado
le decía; su mente divagaba en lo incierto, lo ultimo consciente que hizo fue abofetear a Alucard
(aún le dolía la mano), fuera de esa acción no había vuelto a decir ni una palabra. Estaba allí,
sentada en un diván del recibidor estrujándose las manos, con la mirada perdida, la cara pálida
surcada por el rimel corrido y el lápiz labial a medio despintar, los ojos cansados por el llanto
(había llorado tanto esa mañana, era como si derramara las lagrimas que contuviera durante
tantos años).

-¿Me ha entendido señorita Hellsing?- dijo Calne- señorita, señorita ¿me escucha?

Íntegra logró percibir la pregunta, volteó a ver al abogado como si fuera un extraño y por toda
contestación se levanto rápidamente y echó a caminar con grandes pasos. Calne la siguió, pues
no había terminado con su aleccionamiento, pero ella ya corría escaleras arriba, por los pasillos,
habitación tras habitación hasta llegar a su recamara, abrió la puerta (Calne le dio alcance en ese
momento) entró, sin mirarlo, empujó por el pecho al abogado y cerró dando un portazo. El joven
entendió que era inútil tratar de razonar con ella y se retiró silencioso de la casa que ahora estaba
rodeada por todos lados con patrullas de la policía y agentes de Scotlan Yard. "Ni siquiera le dije
que la visitará Bardsley (ese cerdo) para que firme su renuncia oficial" pensó, y con un dejo de
pena, abandonó el amplio jardín de la mansión, que después de tantos meses abandonado al
descuido, lucía enmarañado e invadido por la humedad y la hierba.

Del mismo modo que un sentimiento de remordimiento cundía en la mente de Alucard (y lo


odiaba, odiaba esa sensación). Esa mañana lo supo; que se jugaba el todo por el todo y no es
que le sorprendiera la reacción de su ama, ni que esperara más piedad por parte de los verdugos
que la juzgaron…pero esa mirada, esa doliente e iracunda mirada que Íntegra le dedicará justo
después de golpearlo; ninguna mujer lo había abofeteado antes e irónicamente, ningún golpe lo
había herido tan profundo, como ese; era el miedo, una sensación que había creído erradicar de
sí.

Seras lo escuchó atentamente sentada junto a él en una banca de la abadía (cuando todos se
habían marchado ya), atenta a cada palabra de lo sucedido en el juicio, de lo que habían hecho
con Íntegra, sintió mucha pena, tanto propia como ajena, pues, desde que Alucard la convirtiera
en nosferatu, jamás se volvió a sentir sola, veía en la Organización Hellsing una familia, la única
que había tenido en años.

Cuando el repiqueteo del campanario anunció que se oficiaría una ceremonia y los fieles
comenzaban a llegar poco a poco; los vampiros, aguardaron hasta que el recinto estuvo casi lleno
de fieles; en esos tiempos aciagos la gente se había vuelto más devota, el pánico los reducía y
acorralaba en las iglesias. El ministro ascendió al altar para oficiar la ceremonia, Alucard
escuchaba las palabras del religioso. Vinieron las escenas, los episodios de su pasado más
antiguo y lejano, cuando estaba decidido a enterrar la vergüenza y el terror de su niñez y le juró
lealtad a Dios. Creyó retornar a su gracia cuando se le arrebató todo aquel día, cuando le separó
de la mujer que amaba y se rebeló ante su designio en la más terrible blasfemia. ¡Y que vacías,
que huecas le resultaban las oraciones! Se puso de pie y con la mirada llamó a su discípula, le
ofreció su brazo y ambos se dirigieron a la salida, dándole la espalda al altar.

Recorrieron el camino a casa durante el resto de la tarde; en viajes por subterráneo (aún de
utilidad para los londinenses) y pasos tranquilos a todo lo largo de la avenida con lujosas
residencias y más mansiones antiguas. Recordó que aún llevaba prendida al pecho la cruz de
San Jorge, la tomó y arrancó arrojándola lejos de su vista. "Debo…debo hablar con ella, hoy
mismo, tal vez", pensaba el vampiro. Metió las manos en los bolsillos se topó con la joya y el velo
de Íntegra, tomó el broche, lo sustrajo y lo observó con más detenimiento; era el escudo de armas
de la casa Hellsing, pero hecho en platino y diamantes, un escudo muy femenino que la joven
Hellsing nunca había usado.

-Mira esto chica policía-la joven miro la joya- este broche fue de la madre de Íntegra, una de las
herencias para la ama.

-Maestro ¿usted conoció a la madre de ella?

- Muy poco, a decir verdad, desde mi encierro en el sótano observaba la casa, lo que ocurría en
ella, pero sin poder tangibilizarme…

Para esas horas, un auto negro de cristales polarizados viajaba con dirección a la mansión, en el
viajaba Bardsley llevando consigo la renuncia que Íntegra debía firmar y el firme propósito de
deshacerse de ella.

Sin saberlo, vampiro y aprendiz, conversando acerca del pasado acortaban poco a poco el
camino mientras que el sol avanzaba con ellos. Pronto nubarrones negros inundaron el cielo, los
truenos comenzaron a estremecer cuando ellos estaban por llegar a la mansión. Caminando por
la vereda, distinguieron a muchos metros las numerosas patrullas y autos que la rodeaban, hasta
ese momento, Alucard recordó la sentencia de arresto domiciliario.

-Seras, Íntegra estará vigilada de esa forma durante siete meses- la chica miró con preocupación
a su maestro.

-¿Y qué haremos?

-Si yo no puedo cuidar de Íntegra, tú lo harás, ella estará en tus manos.

- Si maestro, lo haré.

Ambos vampiros siguieron en dirección a la reja, a Alucard le tenía sin cuidado que decidieran
mandar a toda la policía de Gran Bretaña, atravesó la barrera de seguridad como si no estuviera,
ante el asombro y el disgusto de los agentes que en vano trataron de detenerlos.

Daniel Calne no se había marchado, esperaba fuera de la mansión fumando intranquilamente,


presentía que la visita de Bardsley traería problemas, lo conocía bien, sabía que su natural
sadismo lo llevaría a intentar asestar el golpe de gracia a Íntegra, y Calne (aunque servil y poco
valeroso) no era un hombre malo, sabía reconocer una infamia y que su defendida había sido
victima de una. Cuando vio llegar a Alucard y Ceras tuvo esperanza de que le escucharan.

-¡Lord Alucard!, señorita - se adelantó Calne- celebro encontrarme con usted


Alucard miró al abogado como a un parasito.

-Daniel Calne ¿qué estas haciendo aquí?- preguntó el Nosferatu con enfado.

- Aún…aún velo por el bienestar de la señorita Hellsing.

- ¿De verdad?- preguntó el vampiro lleno de burla.

- Escúcheme Alucard, hay cosas muy importantes que debo decirle…

-Calne, sería necio de mi parte escucharte, no eres más que otra escoria al servicio de la corona-
y diciendo eso, atravesó los barrotes de la entrada, Calne iba a abrir la reja, cuando Seras siguió
a su maestro en semejante manera.

- Maestro- dijo- debería escuchar al abogado, debe ser algo importante.

Alucard miró sorprendido a Seras, sonrió satisfecho de que su querida alumna hubiera logrado la
intangibilidad. ("Eso es pequeña Seras, eres un verdadero vampiro"): -Maestro por favor,
debería…

-Tal vez- accedió Alucard como motivado por el logro de su discípula y sin darse la vuelta dijo-
Calne, lo que tengas que decir….

El joven abrió la reja y siguió a los vampiros (no podía negar que Alucard le producía temor, con
su terrible reputación y su gran e imponente presencia, sabía que el despiadado ser podía
deshacerlo como papel si él así lo quería).

-Lord Alucard, es preciso que sepa que Bardsley vendrá hoy a la mansión, lady Íntegra tiene que
firmar su renuncia oficial.

Al escuchar el nombre, el vampiro sintió odio en su ser; sólo quería tener enfrente a Conrad
Bardsley para infringirle todos los tormentos del infierno; apretó los dientes y los puños: - Hoy,
llegará hoy- masculló.

-Y por sobre lo que este pensando, no debe hacerle daño- dijo Calne- se que quiere destrozarlo
pero él no debe ni puede sufrir daño...aún.

-Pides mucho Calne- contestó el nosferatu

- Maestro, debe hacer caso, él tiene razón, el victimarlo ahora sólo empeorará las cosas para ella-
intervino Seras tomando a su maestro del brazo, él la miró y trató de controlar su ira.

-Nuevamente tienes razón… pero tarde o temprano ese bastardo pagará.

- Y lo hará, Lord Alucard- repuso Calne- pero ahora sólo importa una cosa: cuide de lady Íntegra,
si no lo hace, ellos harán lo que quieran con ella.

Alucard miró incrédulo a Calne: - ¿Por que debo creer en la sinceridad de tus palabras?

-Lo admito, no soy muy valiente, pero no puedo dejar que pasen cosas como estas y sólo
contemplarlo. La señorita Hellsing hizo un gran trabajo, lo sabemos, en realidad es digna de
admiración.

El vampiro miró al joven lord y leyendo en sus ideas comprobó que era sincero. Cuando llegaron
ante el gran portón de la mansión, él y Seras atravesaron sin problema, Calne, que aún se
intimidaba con los poderes de los no muertos quedó un momento de pie, cuando Seras abrió la
puerta por dentro para que pudiera pasar: -Adelante lord Calne- dijo la chica.

-Gracias señorita…

-Seras Victoria- repuso ella extendiendo la mano en un cálido saludo.

-Tanto gusto- sonrió él.

("Oye Mingonette, no me gusta como te mira ese tipo, no me gusta nada" protestó Pip)

-¡Rayos, guarda silencio!- chilló ella.

-¿Perdón?- volteo a verla Calne

-Oh, no es nada

En ese momento el auto en el que Bardsley viajaba llegó a la mansión, los agentes abrieron la
reja para que el vehiculo pudiera pasar, de modo que en un par de minutos, el auto aparcaría en
la entrada principal.

-Donde ¿Dónde esta ella?- preguntó Alucard observando el estado de abandono de la casa-
¿Dónde esta Íntegra?

-Ella, se dirigió a su habitación, no quiso hablar conmigo, lord Alucard tal vez no sea el
momento…

-¡Silencio!- ordenó él- escuchan eso, un auto se aproxima.

-Es verdad, maestro- afirmó Seras- tal vez sea…

-Conrad Bardsley- dijo Calne.

El auto aparcó frente a la entrada, el fiscal bajó de él con una carpeta de cuero en el brazo, se
detuvo un momento y miró la casona en su extensión, sonrió con maldad y seguido de un escolta
(que hacía las veces de chofer y que no era sino el mismo guardia de la prisión que golpeó a
Íntegra) se dirigió a la puerta, dentro debía estar Calne, lo sabía y lo comprobó porque en ese
mismo instante el joven abogado abría la puerta.

-¡Calne! Que sorpresa- saludo el fiscal con un tono burlón.

-¿Vienes a terminar tu obra?

-¿Que te importa a ti, perro pusilánime?...

-¡Conrad Bardsley!- dijo Alucard con voz cavernosa al verlo, el fiscal ofuscado tragó saliva…

Mientras, Seras subía. Había llegado hasta la habitación de Íntegra, ella estaba sentada en el
piso junto a la cama, fumando un cigarrillo tras otro, luchando con sus demonios; descalza, con la
cara, el peinado, la ropa desarreglada, en medio de su habitación desordenada hasta el ultimo
rincón; "ellos estuvieron aquí, estuvieron buscando incansables, buscando no que cosas, no se
que evidencias, no se que documentos; estupidos, malditos ¡cerdos!". Viendo las gotas de agua
que afanosas resbalaban una por una en los cristales de la ventana haciéndose cada vez más
grandes, conforme las nubes negras se condensaban terribles en el cielo y se autoproclamaban
con truenos ensordecedores llenos de sombra y relámpagos.

-Ama, Íntegra ¿está usted allí?- dijo Ceras que llamaba a la puerta- escúcheme, por favor…bueno
se que desea estar sola pero la han venido a buscar, es preciso que salga ama, Conrad Bardsley
esta aquí.

"¡Conrad Bardsley!" Rebotó el nombre en la mente de Íntegra…nuevamente su verdugo,


nuevamente el terrible fiscal, tendría que enfrentarlo cara a cara.

-Es importante que lo atienda, usted tiene que liquidar un asunto y la espera en su despacho-
insistía la chica vampiro pegada a la puerta.

Íntegra comprendió que no era una opción esconderse de ese hombre, que no era una alternativa
negarse a verlo y permanecer en su mutismo, no, eso sólo engrandecería al ruin lord. Así que la
mujer, tomando una determinación, apagó su cigarrillo contra la alfombra, se puso de pie, tomó
una frazada de la cama y se limpió la cara llena de maquillaje corrido, se volvió a calzar, se dirigió
a la puerta, la abrió.

Cuando lo hizo, Ceras pudo observarla como nunca lo había hecho, con una expresión tan
tenebrosa en su pálido rostro y una llama de odio en sus azules ojos contrayendo que contraía
sus cejas.

-Ama Íntegra…- fue lo único que la vampiresa atinó a decir. ("Uh, oye chica esto se va a poner
feo"), "lo se Pip, pero me asegurare de que Íntegra este bien, vigilaré de cerca"

Por toda contestación ella volteo y miró a la muchacha, luego se encaminó con grandes zancadas
hacia su despacho.

Mientras, Bardsley había logrado escapar de los instintos asesinos de Alucard gracias a la
intervención racional de Daniel, aunque el vampiro se opuso a que el fiscal entrara acompañado.
Entonces, sintiéndose libre, avanzó ufano hacia la estancia más importante de la casa y entró en
ella antes de que Íntegra llegara. Encendió las luces y observó la pieza con detenimiento; toda la
habitación estaba revuelta y cateada, además de empolvada por los meses en desuso; papeles
regados, cajones vaciados y un olor a moho que se desprendía de los muebles antiguos, lo único
que se mantenía impasible, aguardando en su silencio de años, era el gran retrato del noble Sir
Arthur Hellsing. Bardsley se dirigió y miró con detenimiento el cuadro.

En ese momento la puerta se abrió con brusquedad para dar paso a la aún regia figura de Íntegra
que se quedó inmóvil en el umbral de la puerta con el brazo apoyado en ella y respirando
agitadamente; el rostro con el gesto de odio y en la mente la determinación de no permitirle ni una
humillación más al fiscal. Ambos rivales se miraron por un momento como dos predadores
furiosos a punto de atacarse el uno al otro. Bardsley fue el primero en hablar: -Tanto gusto en
verte Sir…oh perdón, Íntegra Hellsing.

-Ten cuidado con lo que dices Bardsley, está aún es mi casa- dijo ella sin dejarse vencer por la
provocación y avanzando con paso seguro se dirigió a su lugar detrás del escritorio, sin omitir la
actitud orgullosa y majestuosa que la caracterizaba, se sentó en la gran silla, cruzó la pierna y
dijo- ¿qué demonios quieres?

-Vaya querida- respondió él con una burlona sonrisa- entonces tu servidumbre no te ha


informado…

-Habla de una vez, mi paciencia se esta acabando.

-¿Por que? Ahora tienes tiempo de sobra, Íntegra en verdad, deja eso- contestó Bardsley tratando
de amedrentarla y dirigiéndose al frente del escritorio- en fin, te lo diré. El espectáculo que
ofreciste en la mañana ante toda la corte de venerables en realidad no le dice nada a la reina en
términos oficiales, así que, como es mi "sagrado deber" velar por los intereses de la corona, me
ofrecí para informarte que debes hacer tu renuncia por escrito- y diciendo sacó de su carpeta tres
documentos con el membrete real y el escudo de armas de los Windsor; los puso enfrente a ella
que los miraba recelosamente- debes firmarlos Hellsing, la nación entera esperará por tu
abdicación total.

Íntegra comprendió que no tenía ninguna opción en lo absoluto, tomó los papeles, uno por uno los
reviso y corroboró lo que el fiscal le decía con esa sonrisa irónica, estupida y burlona; con esa
mirada de satisfacción febril que sólo él, un antiquísimo detractor de su persona podía sentir al
verse victorioso en la más importante de todas las cruzadas emprendidas contra ella.

Londres Inglaterra, 24 de agosto del….Se le informa a la presente Sta. Íntegra Fairbrook


Wingates Hellsing, que ha sido destituida de su cargo (mientras leía, de nueva cuenta la voz del
juez, esa voz y esas palabras exactas y crueles resonaron en su mente, entrecerró los ojos,
continuó leyendo)….por el cargo de alta traición a la Corona y a la sagrada Orden de los
Caballeros protestantes…. (De nuevo las imágenes, una tras otra caían en su mente como el
necio golpeteo de la lluvia en los cristales)…el estado Británico no puede ni debe permitir la
infamia, sino erradicarla (sentía que la locura invadía su ser, una especia de sensación irascible,
incontenible y desconocida como el más recóndito lugar de sus pensamientos) … a riesgo de
sufrir la deshonra perpetua y la blasfemia en contra de Dios y su Santa Iglesia Protestante, se le
informa por medio de la presente (¡basta, basta! Leía más, más aprisa, queriendo devorar las
letras, tratando de ocultar su ofuscación a los ojos maniáticos y henchidos de perversidad del
fiscal)…que…

Terminó con las líneas del primer oficio, revisó los otros dos documentos: una carta personal de la
reina, (ella la estrujo en su puño) y su definitiva renuncia.

-Fírmalos, debes firmar el oficio y la renuncia- indico el fiscal con voz seca.

Ella no contestó, ni lo miró, buscó entre sus cosas, sus revueltas cosas una pluma fuente y
cuando se disponía a firmarlos él dijo: - Con tu sangre, con tu sangre juraste, con tu sangre se
sella…. Ella hizo una pausa, dejó a un lado la pluma, abrió el cajón del gran escritorio para buscar
su daga abrecartas: no la halló, buscó en el suelo, estaba tirada junto con un montón de papeles,
tinteros, estuches, cosas: la aprisionó en mano derecha, la levantó y enterró con fuerza en la
palma de la mano contraria, luego la arrastró dentro de su carne haciéndola crujir y brotar sangre,
tomó su pluma fuente, arrancó la plumilla del mango y la llenó con el rojo líquido, acercó los ya
salpicados documentos y estampó su firma (el fiscal sonrió), se levantó de su asiento y arrojó los
papeles a Bardsley.

-Excelente, Hellsing; has terminado contigo misma como lo has venido haciendo- guardó los
papeles en su carpeta bajo la mirada calcinante de Íntegra- no lo pudiste hacer mejor, es
tan…inverosímil que no lo puedo creer; desperdiciaste tu carrera, arruinaste a tu familia,
manchaste tu apellido, ¡qué orquestación tan perfectamente siniestra!

Al escuchar esas palabras el rostro de la chica se contrajo de ira pero Bardsley seguía:

-Ahora ¿a qué no adivinas? Me has dejado el camino libre, la mesa redonda ha perdido un
miembro ¿quién crees que ocupará ese lugar? ¿Quién crees que bailará sobre tu tumba?- decía
él acercándose al ella, más y más- ¡te gane, perra estupida!

No pudiendo más, ella se levantó de su silla y se fue contra el fiscal tomándolo por los cabellos
con la mano herida y azotando su cabeza contra el escritorio, le amenazó sin dejar de halarlo por
los cabellos:-¡Escúchame bien hijo de puta!- decía ella, completamente fuera de sí- vas a
mantener tu asquerosa lengua bífida dentro de tu boca, vas a largarte ahora mismo de mi casa si
no quieres ver tus entrañas destrozadas ¿¡me escuchaste, imbécil!?
-Jajajaja ¿qué vas a hacer? ¿Llamar a tus mascotas para que me maten?

-¡No, lo haré yo misma si no controlas tu asquerosa lengua!- y diciendo eso lo arrojó al suelo- si
ya terminaste con tus asuntos oficiales, ¡sal de mi vista!

-Claro, claro que me iré querida, nada más tengo que hacer en esta…casa- respondió él mientras
se levantaba- pero tú, tú nunca te irás, jamás saldrás del eterno encierro, permanecerás presa
¡encerrada como el animal rabioso que eres!

(Afuera, Seras escucha ruidos, no puede evitar percatarse, los sentidos le previenen, las cosas
dentro del despacho se tornan violentas, sin embargo aún no cree necesario intervenir)

-¿Qué demonios estas diciendo?

- ¡Qué jamás volverás a ser libre!- gritó el fiscal, riendo a pesar de que la mejilla golpeada se
hinchaba y del pómulo escurría sangre- y contarás los días, las semanas, los meses, los años y
aunque cumplas tu sentencia, nunca podrás ver a la cara a nadie, jamás volverás a levantar la
mirada orgullosa y ufana pues has perdido todo ápice de honor y deshonrado a tu familia desde la
primera memoria que de ella se tenga…(la chica iba a arremeter contra el fiscal de nuevo, pero el
se percato)¡puedes golpearme hasta el cansancio, puedes matarme! Pero no cambiarás la
realidad, no modificarás los hechos y sabes que todo lo que te digo es verdad. ¡Sabes que tu
existencia se torna absurda? el fiscal se volteo y señalo el retrato de Sir Arthur ¡míralo! Mira su
rostro Hellsing, el gran y noble Sir Arthur ¿qué les has hecho, qué has hecho con su legado, con
el trabajo que erigió él y todos los Hellsing? Que, ¿qué diría él si te viera ahora? (Íntegra se
disponía a reaccionar, pero al escuchar el nombre de su padre volteo a mirar el retrato, la mirada
serena y profunda de su padre ahora parecía mirarla con angustia, en ese momento quedó
petrificada y la adrenalina que invadía sus sentidos segundo antes, desapareció para llenar su
mente y cuerpo de un terror sin limites, de un espasmo de agonía) pero él te ve; ve como has
acabado con todo su imperio y en estos momentos se revuelca de agonía como un gusano (sus
pupilas azules se dilataban y su respiración se agitaba) ¡¿y qué harás tu?! ¿Qué harás tú en este
mundo, a merced del escarnio, a merced de la burla y la deshonra? Que tontería, que absurdo,
que ilógico Hellsing ¿Dónde, donde está la reina de acero, la mujer de hielo, la invencible
cazadora de demonios? (para ese momento en que la locura atenazaba la mente de la dama, él
ya la acosaba con su cruel discurso hablando alrededor de ella) ¿Dónde está tu poder, tu
potestad, tu grandeza? ¡Nada! Eres una mentira, siempre has sido como un espejismo (ella lo
miraba con odio pero el terror la paralizaba), donde está tu poder…yo te lo diré, ¿quién eres sin el
vampiro Alucard? Él es el bastión de tu fortaleza, todos lo sabemos; sólo eras poderosa porque te
servías de él, porque te rodeabas de monstruos y asesinos…jaja ¡eso no es poder! Pero como si
eso no fuera lo bastante devastador, te diré, estas sola pequeña perra, estas completamente sola
y desamparada, pues el lacayo hundió su daga, ¿no es así? El fiel siervo rompió la cadena y… ¡te
entrego a nuestra justicia! Perdiste su control y él te arrebató el poder, lo negoció con su majestad
a cambio de tu insignificante vida. Ahora estas a nuestras garras, ahora nosotros mandamos
sobre ti y estas a merced de todos tus enemigos, entonces ¿Qué harás? Dime, ¡¿qué harás?!

Íntegra lo miraba agitada y estupefacta y desesperó cuando su mente tropezó con la imagen de
Alucard, terrible arma de dos filos que su padre le entregara, ahora le destrozaba el alma y
hundía su vida. Recordaba al vampiro: lo odiaba sin odiarlo, lo necesitaba sin quererlo como un
adicto a las sustancias, lo consideraba más que un sirviente, lo sabía.

-Yo me voy, Íntegra Hellsing- concluyó el fiscal-no puedo permanecer aquí ni un minuto más.
Pero tú te quedas, te quedas sola y muerta para el mundo, enterrada viva en esta tumba de
concreto, te hemos emparedado al fin. ¡Rayos! Has sido tan increíblemente incomoda, los
miembros de la mesa redonda están satisfechos, yo también, sólo el viejo Hugh se opuso, pero,
¿qué es uno contra el resto?- continuaba y continuaba, vanaglorioso ante la mirada perdida y
enloquecida de la muchacha- pero no quiero marcharme así, Dios nuestro señor nos mira
querida; por su gracia y misericordia tengo algo para ti…

Íntegra no lo miró, pero lentamente sustrajo del interior del saco un pesado revólver plateado, él lo
empuñó unos minutos como deseando dispararle, pero contuvo sus ansias.

-Aún somos generosos, Íntegra, magnánimos y generosos, por eso de parte de los miembros
restantes de la mesa redonda y de mí, te regalo esto- en ese momento ella volteó y fijó su mirada
en el revolver, pero su cuerpo se negaba a hacer nada- si eres inteligente agradecerás nuestro
obsequio- y colocó el arma en medio del escritorio, luego tomó la carpeta de cuero y se aproximó
a la salida, al pasar junto a ella le dijo- Esta completamente cargada, por si fallas a la primera. (Y
sonrió con crueldad mientras ella miraba fija y ansiosamente el arma).Adiós Hellsing y gracias por
todo.

Cuando el terrible hombre cruzó el umbral, cerró la puerta, afuera, a pocos metros aguardaba
Seras, al verlo ella se levantó ("hey, allí esta ese mingonette") y quedó de pie mirándolo, él sintió
la fuerte mirada de la vampiresa y se alejó sin decir palabra. Ella al mirarlo le dio un vuelco el
corazón ("Algo no anda bien Seras, algo esta mal") y en verdad así lo creía ella, se aproximó a la
puerta del despacho, pero había sido cerrada por dentro, ella quiso entrar pero temía importunar
su ama, aunque su corazón y sus aguzados sentidos de vampiro la alertaban del peligro.

Dentro del despacho Íntegra miraba el arma con insistencia, recargada sobre la puerta sus
dilatadas pupilas no se apartaban de ella, sobre el escritorio…la tormenta se había desatado en
su interior azuzada por la ponzoña de Bardsley, su cordura estaba en tela de juicio y sus
pulsaciones habían llegado al paroxismo: su padre, su casa, su derrota, su situación, su
desamparo, Alucard ¡Alucard! La imagen del vampiro rondaba sin cesar en su mente, no quería
admitirlo: adivinaba por que había negociado su vida, pero en su intento la había destruido, ¿qué
haría, que haría?

Mientras, Bardsley bajaba las escaleras dispuesto a irse. En el recibidor se topó con Calne que
aguardaba. Extrañament, el rey no muerto no se veía por ningún lado. Cuando se le permitió la
entrada al fiscal, Alucard había permanecido afuera, él pretextó vigilar a los agentes apostados en
los alrededores, pero sobre todo al escolta, Calne comprendió que tal vez evitaría la presencia de
Conrad para evitar arrancarle la cabeza.

-¿Por qué tardaste tanto, Bardsley?- preguntó Calne mientras cruzaba los brazos.

- Me...me voy, se me hace tarde- dijo él.

-¿Los firmó?

-Claro ¿qué más podía hacer? Ahora con tu permiso, yo me largo- decía nerviosamente
dirigiéndose a la puerta sin apartar la mirada recelosa del joven abogado que le miraba
desconfiado. Afuera los truenos y la lluvia atenazaban con fuerza.

-Vaya tormenta, espero que no te parta un rayo- dijo irónico Calne metiendo las manos a sus
bolsillos, Bardsley ignoró sus palabras.

Se disponía a abrir la gran hoja del portón cuando después de un centelleo del cielo lo hizo
retroceder y gritar:- ¡Cristo Jesús!

Por que en ese momento apareció Alucard que empujó ambas hojas con el pie. Como una
aparición espectral estaba el vampiro, su imponente y altísima silueta recortada en la luz que los
relámpagos proyectaban en todas direcciones; completamente empapado, el nosferatu chorreaba
agua, sus ojos centelleaban un frenesí de éxtasis asomándose de entre la melena negra que caía
en el blanquísimo rostro.

Mirando fijamente a Bardsley que ante la visión había caído de espaldas al suelo; la boca, las
manos y la ropa de Alucard estaban manchadas de sangre, pero lo que hizo a los dos hombres
sobrecogerse de terror era que el vampiro llevaba en la mano, sujetándolo por los cabellos, al
escolta del fiscal convertido en un cadáver sanguinolento; con las entrañas de fuera chorreando
sangre, la piel de los miembros rasgada en contusas fracturas dejaba asomar tendones, tejidos y
huesos; el gran músculo esternocleido había sido arrancado de tajó, destrozando el cuello, al
igual que la cara, por lo que dejaba ver la pelada y enrojecida calavera por cuyas cuencas se
asomaban en espantosa forma los aún frescos globos oculares; diluidos los fluidos por el agua de
la tormenta, manaban precipitosamente en goterones al suelo. El vampiro avanzó hacia el interior
sonriendo, mostrando sus enrojecidos colmillos y relamiéndose la boca, los dedos, la palma de la
mano con gran deleite mientras que Bardsley retrocedía en el suelo loco de terror y angustia, con
los ojos desorbitados y sin poder articular una sola palabra.

-¡Oh por Dios, oh por Dios santísimo!- exclamó agitado Daniel Calne- ¡Lord Alucard, por todos los
cielos¡ ¡¿Qué ha hecho?!

-Tranquilo Calne, sólo salí a cazar y a divertirme un poco- contestó Alucard sin dejar de saborear
le rojo líquido- tengo que admitir que la sangre de este bastardo esta deliciosa, pero hay que
guardarle su porción a la chica policía- dijo al momento de arrojar a la victima al suelo justo al
lado del fiscal. El cadáver patinó sobre las lozetas dejando una horrorosa marca a su paso.

-Lord Alucard, no ¡no puede ser!- exclamó Calne conmocionado y Alucard comenzó a reír.

-No dijiste nada acerca del escolta- increpó, luego se volvió hacia el fiscal y mirándolo a los ojos
dijo- ¿lo ves? ¿Lo ves cerdo infeliz? Mira lo que puedo hacer con escoria como tú… ¡mira a tu
lacayo, míralo!- y tomándolo por el cuello de la camisa obligó a acercar su rostro al infeliz escolta,
el fiscal contuvo una arcada y siguió temblando y cerrando los ojos, muerto de asco y pánico-
ahora… ¡tú eres el siguiente!

Al escuchar esto Bardsley se sobresaltó en enloquecidos y frenéticos movimientos para tratar de


librarse de las garras del vampiro:- ¡No, no, no!- gritaba el fiscal.

-¿No? ¡¿Acaso no te gusta la masacre, acaso no disfrutas con la desgracia, acaso no gozas con
las suplicas de los condenados?! Entonces…participarás de esto, y te gustará.

-¡Piedad!-gritó el lord.

-¿Piedad? ¡¿Le tuviste piedad a mi ama?!- Alucard arrojó a Conrad al suelo.

-¡Lord Alucard, por favor!- insistió Calne desde su lugar.

-Tranquilo, tranquilo Calne, sólo estoy jugando- repeló el vampiro.

Bardsley trató de huir pero Alucard puso un pie en su saco:- ¿Adonde vas Bardsley? La fiesta
acaba de empezar.

El siniestro juego de Alucard estaba por desatarse.

Mientras que en el despacho, Íntegra se debatía entre vivir o morir. Su desesperación tocaba los
límites, el dolor cercenaba su pecho; un dolor insoportable apenas asimilado, un dolor amargo,
profundo y extenso, tanto que no parecía tener fin y sentía que esa agonía la oprimía, la
arrastraba hacia un precipicio sin fondo, no pudo ver más allá, sólo miraba en lo profundo de las
sombras… y el revólver, el instrumento que acabaría con su agonía. Al fin se desprendió de la
puerta y caminó hacia el escritorio donde le aguardaba el final, absorta no escuchaba ni miraba
otra cosa, ni siquiera el llamado de Seras: -Ama, ama ¿está usted allí, está usted bien?
("Mingonette, algo no está bien, algo anda verdaderamente mal, casi puedo jurarlo")- le decía el
capitán y Seras coincidía con los presentimientos de él- ("¡vamos, atraviesa las paredes o la
puerta!")¡Tendré que entrar, no puedo esperar más!

Íntegra avanzó, llegó hasta el mueble, tomó el revólver en sus manos; se desconoció a sí misma
por hacerlo pero en su voluntad ya no había marcha atrás, levantó el arma, cortó cartucho,
(afuera Seras estaba a punto de concluir con su determinación de entrar) miró un instante más el
revólver, temblando y muriendo en vida; lo colocó sobre su sien derecha (la vampiresa entró a la
habitación en ese momento y lo que vio la dejo petrificada).

-¡No, Íntegra no!- gritó angustiada, la dama ni siquiera se percató, estaba paralizada en su afán
asesino; tragó saliva, cerró lo ojos, estaba a punto de jalar el gatillo cuando la vampireza salió de
su estupor para correr hacia ella…. entonces…. jaló el gatillo.

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