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Especialidad: Profesorado en Ciencias de la Administración

Materia: Histórica Económica y Social de América Latina y


Argentina/Siglos XIX y XX)
Curso: 2° año
Integrantes:
 Cardozo Abigail Noemí.
 Castañeda María Laura.
 López Antonela Noemí.
Profesor: Méndez, Renzo.
Trabajo Practico N°1
Tema: Alfonsín – Menem
Ciclo Lectivo: 2016

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ALFONSÍN (1983-1989).
Los principales representantes del poder sindical peronista limitaron sus críticas a
la dictadura y establecieron un diálogo con los militares. El pacto militar – sindical
fue denunciado por el radicalismo durante la campaña electoral, principalmente
por el candidato presidencial Raúl Ricardo Alfosín, quien durante la campaña
electoral desplegó un discurso basado en la posibilidad de la construcción de un
Estado de derecho y asumió personalmente el papel de garante de los valores
republicanos. Alfonsín convocaba a la sociedad a realizar una “apuesta
contractual”, tomando la figura del “pacto” como la forma principal de la política.
Por todo esto, en las elecciones de 1983, el candidato de la Unión Cívica Radical
obtuvo más del 50% de los votos.
La política de derechos humanos y la cuestión militar: avances y retrocesos.
Con el retorno de la democracia una de las tareas de los organismos que lo
conformaban consistió en regularizar la situación jurídica de presos políticos,
exiliados, niños nacidos en la clandestinidad, parientes de desaparecidos con
causas penales pendientes y problemas patrimoniales, de documentación, etc.
Alfonsín, en una de sus primeras medidas, creó un organismo ligado directamente
al Poder Ejecutivo, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(CONADEP). El objetivo de la comisión era investigar y acumular pruebas sobre
las prácticas del terrorismo estatal durante la dictadura (desaparición de personas,
torturas, asesinatos, etc.), sobre el destino de los detenidos-desaparecidos y sobre
los campos de concentración.
Los militares pretendían ser juzgados por sus pares pero, los casos de violación
de derechos humanos perpetrados por las fuerzas de seguridad fueron pasados a
tribunales civiles después de una reforma introducida por el Congreso que
establecía que el fallo de la justicia militar podía ser apelado ante la Cámara
Federal con competencia en el lugar donde los hechos se habían producido. A fin
de año, los principales jerarcas del “Proceso” fueron condenados a cadena
perpetua o a muchos años de prisión.
En diciembre de 1986, el gobierno, limitó a 60 días el plazo para presentar
acciones penales contra representantes de las fuerzas de seguridad que hubieran
participado en la represión. La llamada Ley de Punto Final (Ley 23.492) fue
sancionada.
Los militares aprovecharon las señales de debilidad que daba el gobierno y
avanzaron. En Semana Santa de 1987, un grupo de militares dirigidos por el
coronel Aldo Rico (conocidos como “carapintadas”), se sublevaron en Campo de
Mayo.

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El gobierno de Alfonsín, decidió negociar y conceder. El presidente, un “liberal”
más que un “demócrata”, había claudicado. Quedó demostrado que en su idea de
la democracia, el énfasis estaba puesto en lo procedimental. Carecía de la
predisposición para difundir el poder estatal por todo el tejido social y, por lo tanto,
impulsó la proliferación de circuitos mediatizadores que producían las
desigualdades, ratificando el poder de los que tenían poder. Es decir, al mediatizar
los puntos de vista y los intereses que entraban en colisión en un marco signado
por la asimetría, benefició a los grupos más poderosos.
En junio de 1987, el Congreso sancionó la Ley de Obediencia Debida (Ley
23.521), por la cual los oficiales de menor graduación, los suboficiales y los
cuadros subalternos en general, quedaban librados de toda responsabilidad en la
represión, puesto que habían “obedecido” las ordenes de sus superiores.
Durante 1988 hubo otras dos rebeliones. Aldo Rico, volvió a sublevarse en Monte
Caseros, en Corrientes. El coronel Mohamed Alí Seineldín, se sublevó en Villa
Martelli. Seineldín exigía una amnistía para todos los militares juzgados y
procesados y la renuncia del comandante en jefe del Ejército; ambos terminaron
en prisión.
En enero de 1989, un comando guerrillero del Movimiento Todos por la Patria
(MTP) intentó copar el regimiento de La Tablada, con el fin de evitar un supuesto
golpe militar carapintada.
La teoría de los dos demonios.
Fue un fenómeno político-discursivo que, a partir del retorno de la democracia se
“interpone” y distorsiona la comprensión del pasado y del presente.
Esta teoría encontró su formulación más concreta en el informe de la CONADEP,
específicamente en el prólogo de Ernesto Sábato al Nunca Más.
Uno de los pilares de esa teoría consiste en atribuir a los demonizados un
supuesto “culto a los medios” y una concepción de los objetivos como “meras
coartadas”. De este modo, el supuesto “culto a la violencia” negaría por un lado,
los anhelos de liberación, justicia y transformación social de toda una generación
y, por el otro, los objetivos reaccionarios de quienes abogaban por la preservación
de un ordenamiento social jerárquico y por la reproducción del sistema de
dominación.
Para la “teoría” ambos demonios violaron las leyes y eso los equipararía.
Esta teoría intenta convencernos de que la garantía del no-retorno al tiempo del
“caos” y el “horror” implica aceptar el predominio de los sectores dominantes y
aprender a convivir, resignados y promiscuos, con sus efectos.
El Estado condicionado y los límites de la democracia.

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Alfonsín intentó construir un estado de derecho y fundar una ciudadanía basada
exclusivamente en los derechos civiles y políticos. En otras palabas, garantizaría
un orden con mayor bienestar para la sociedad. Fiel a la tradición radical, apostó,
a la “ética de los procedimientos” y el respeto de la Constitución y las leyes
resolvieron los conflictos estructurales.
Por su parte, amplios sectores de la sociedad eligieron creer que los fundamentos
del Estado de derecho, como la división de poderes leyes fielmente aplicadas por
jueces “independientes”, la amplia vigencia de las libertades personales y
políticas, serían garantías suficientes de un capitalismo más justo.
A la vez, el gobierno avivó la idea de que la sociedad estaba amenazada por un
nuevo golpe de estado. Ese hecho actuó como mecanismo de disciplinamiento
respecto de las decisiones gubernamentales, limitó la libertad y el compromiso de
participación en movimientos que se propusieran profundos cambios sociales.
Los inicios de la democracia evidenciaban durísimas herencias de la dictadura,
como la desaparición militante populares y la formación individualista de jóvenes
que nacían a la vida política. Por otra parte, el proceso de despolitización de los
sectores populares lejos de detenerse, asumió en nuevas formas a partir de 1983.
Fueron sometidos a un proceso de “electoralización” y de dispersión que
incrementó su fragmentación.
De todos modos, lenta e imperceptiblemente, nuevos actores (jóvenes y mujeres),
nuevos ejes articuladores (derechos humanos, lo cultural-comunicacional, lo
territorial o lo barrial) y nuevos métodos para la lucha y la protesta social
aparecieron en la escena del conflicto y fueron conformando diversos tipos de
movimientos que resistieron a la despolitización.
Una característica central del régimen de la “transición a la democracia” fue la
creciente participación de “operadores políticos”.
Durante los años del gobierno de Raúl Alfonsín cuando la voz de los acreedores
de la deuda externa comenzó a ser decisiva en el rumbo económico del país. La
democracia garantizó la libertad de pensamiento, expresión y creación, y en líneas
generales el gobierno radical se mostró tolerante frente a los conflictos sociales.
Las universidades públicas se normalizaron después de muchos años de
intervenciones.
La libertad de prensa se hizo efectiva, al igual que la participación ciudadana en
algunos ámbitos.
La sanción de la Ley de Divorcio Vincular, en 1987 apoyada por los no católicos
por muchos católicos, generó la reacción de la iglesia, recurrió a la movilización
callejera. Ese mismo año, se sancionó la Ley de Patria Potestad Compartida,
complementando de este modo el proceso de modernización de las relaciones
familiares.

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La iglesia obtuvo del gobierno y del Estado nacional un espacio clave en el
Congreso Pedagógico y una influencia nada despreciable en el trazado de las
políticas educativas y en la selección de los contenidos de la enseñanza.
La dictadura militar había dejado pendiente la definición de nuevas estrategias
estatales frente al triunfo británico en la Guerra de Malvinas y para la resolución
del conflicto con Chile por la soberanía de la zona del Canal de Beagle. En ambos
casos, el gobierno de Alfonsín priorizó posturas antibelicistas, e intensificó las vías
diplomáticas de diálogo. Ante Gran Bretaña intentó sin éxito reiniciar
negociaciones bilaterales y luego optó por buscar apoyo en foros multilaterales,
como las Naciones Unidas. En el caso de Beagle, la diplomacia radical decidió
aceptar la propuesta formulada por el Vaticano, que había actuado de mediador
entre ambos países durante la dictadura, aun cuando el fallo beneficiaba a Chile.
Economía y sociedad: la puja sectorial por la redistribución del ingreso.
La crisis financiera internacional explota en agosto-septiembre de 1982. Esta
crisis, originada en la aguda iliquidez que surge de la política monetaria de EUA y
en la insolvencia generalizada de los de los deudores de América Latina, provoca
una abrupta interrupción de los créditos de la banca privada mundial.
El ministro de Economía Bernardo Grispun intentó un retorno a la matriz sustitutiva
y distribucioncita, los estímulos para el crecimiento económico debían provenir de
la demanda interna y del poder adquisitivo de las clases populares. Por lo tanto,
propició una mejora salarial, la protección arancelaria y un parcial control de
precios. A demás, trató de reactivar la actividad industrial a partir de créditos. Esto
hizo que fuera inevitable la explosión inflacionaria y tornó imposible contrarrestar
las presiones de los distintos grupos de interés.
Frente a la deuda externa, el gobierno manifestó sus intenciones de determinar
que parte de la deuda era ilegitima.
Pero esta disposición no duró mucho. Al poco tiempo, el pago de la deuda se
convirtió en uno de los principales objetivos del gobierno.
Los intereses de la deuda externa se devoraban literalmente los excedentes de la
balanza comercial. La transferencia de recursos tanto a los acreedores como a los
grupos económicos y los conglomerados externos atentaba contra la inversión, lo
que imposibilitaba el crecimiento del producto y el descenso de los precios. En
efecto, fue este esquema de prioridades del gobierno el que, más adelante,
condujo a los acreedores externos a impugnar el accionar del gobierno radical,
desencadenando la corrida cambiaria cuyo desenlace fue la hiperinflación.
Para atender a las urgentes necesidades de los sectores más postergados, el
gobierno impulsó el Plan Alimentario Nacional (PAN), que distribuía cajas de
alimentos; comenzaba a aplicarse un esquema de políticas asistencialistas que,
simplemente gestionaban la pobreza alimentando a los carenciados.

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Grispun renunció en febrero de 1985.
Más allá de las intenciones keynesianas, el poder económico presionaba a favor
de la continuidad de los procesos iniciados con la dictadura: la concentración y
diversificación económica. El gobierno radical no afectó a los sectores que se
habían consolidado y expandido durante la dictadura.
Grispun fue reemplazado por Juan Vital Sourrouille. El nuevo ministro implementó
un plan económico denominado Plan Austral nombre de la nueva moneda que
reemplaza al peso, tenía como objetivo prioritario bajar la inflación rápidamente.
El Plan Austral consistía en:
 El congelamiento de los precios, de las tarifas de los servicios públicos y
de los salarios al día 12 de junio de 1985.
 La reducción de las tasas de interés a niveles más bajos respecto de las
existentes en ese momento. Así, las tasas para depósito se redujeron del
28 al 4 % mientras que para los préstamos la reducción fue del 30% al 6%.
 La implementación de una política monetaria y fiscal más severa y
restrictiva (mayor control del gasto público y de la circulación monetaria).
 La devaluación del peso en forma simultánea al incremento de las
retenciones a las exportaciones (el gobierno se apropió de las ganancias de
la devaluación). De este modo, el tipo de cambio fue fijado a razón de 0,80
centavos de austral igual a un dólar, y se procedió a su congelamiento.
 El cambio de la moneda igual a la eliminación del peso por el austral.
El nuevo plan económico favorecía el aumento de las exportaciones
agropecuarias y la restructuración industrial (vinculadas al mercado externo). Se
intentó mantener un tipo de cambio alto para favorecer las exportaciones y evitar
la escasez de divisas.
Se impulsó la restructuración del sector público mediante privatizaciones de
algunas empresas públicas que venían operando como mecanismo de
transferencia de subsidios a las empresas más concentradas.
El impacto inicial del Plan Austral, la inflación cayó de manera pronunciada. Esto
le permitió al radicalismo ganar las elecciones legislativas de 1985.
Dos años más tarde el plan era insostenible. En las elecciones de 1987, que
renovaban la cámara de diputados, el radicalismo fue derrotado y el peronismo
salió fortalecido.
La marcha de los precios reflejaba las disputas tanto entre las distintas fracciones
del capital, como entre el conjunto del capital y el trabajo.
En efecto, la crisis económica fortaleció a los sindicalistas de la CGT que
presionaron al gobierno con marchas y huelgas generales para conseguir un

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aumento en los salarios, ya que los asalariados miden si alcanzan a cubrir la
canasta básica de alimentos.
En agosto de 1988, una vez agotado el Plan Austral, el gobierno lanzó el Plan
Primavera. El nuevo plan económico impulsaba la apertura de la economía y la
privatización de empresas estatales. Se basó en una concertación de precios con
los sectores más concentrados de la industria, su funcionamiento exigía garantizar
un flujo constante de divisas en el mercado local para mantener el valor del dólar
bajo. El plan se trató de una nueva versión de los programas de ajustes
ensayados previamente: negociar con los organismos de créditos, ampliar el
superávit de la balanza comercial, aplicar políticas de ingresos recesivas que
afectaban el consumo interno.
El plan comenzaba a mostrar crecientemente las apetencias de largo de plazo del
capital financiero.
Por otro lado, se veía como el gobierno tenía cada vez menos apoyo por parte de
las fracciones del capital excluidas de las prioridades del plan. No contó con el
aval de las principales entidades agropecuarias; la poderosa Sociedad Rural
Argentina (SRA) se declaró en “estado de alerta”. El principal punto de discordia
era el tipo de cambio. Se exigía un tipo de cambio único.
Domingo Felipe Cavallo había recomendado al Fondo Monetario Internacional
(FMI) y al Banco Mundial que limitaran sus créditos al gobierno argentino.
La relación con estos organismos multilaterales de crédito se tornó cada vez más
conflictiva durante el último año y medio del gobierno radical. El ingreso de
Nicholas Brady como secretario del Tesoro norteamericano de la gestión entrante
de George Bush, señalaba un cambio en la política, aumentando las exigencias
hacia los países deudores por parte de estos organismos. Hacia fines de 1988,
bajo el Plan Brady, se renegoció la deuda externa argentina, mediante este plan
que consistía en restructurar la deuda contraída por los países en desarrollo con
bancos comerciales, donde se basa en operaciones de reducción de esta deuda.
Los países que adoptaban este plan debían emitir y entregar al banco acreedor
bonos que se llamaron bonos Brady. Donde daban exenciones en intereses y
ampliación de plazos de pago, también exenciones de parte de la deuda. Así el
país podía invertir más dinero en mejorar su PBI en lugar de invertirlo en deudas.
La política económica del gobierno favoreció el reemplazo de la acumulación con
los subsidios. A través de las empresas públicas, se transfirieron subsidios a los
sectores más concentrados de la industria. De este modo, el estado asumió el
costo de la acumulación de capital de tales grupos.
El resultado final del gobierno radical fue una crisis económica que culminó en un
proceso hiperinflacionario, presentada y asumida por buena parte de la población,

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esto se debió a una excesiva presencia del estado en la economía y en la
sociedad.

MENEM (1989-1999).
En las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989, se impulsó la formula
justicialista que postulaba a Carlos Menem y a Eduardo Duhalde como presidente
y vicepresidente respectivamente. Éstos debían asumir en diciembre, pero la
debilidad del gobierno radical y la posición del gobierno electo, profundizó la crisis.
La deriva económica, los saqueos de los almacenes y supermercados por masas
de hambreados, forzaron al gobierno a entregar el mando por anticipado. El 8 de
julio, Menem asumió la presidencia en un contexto de grave recesión, alta
inflación, exacerbada puja redistributiva y crisis social e institucional.
Menem expresa que su programa de gobierno se basaría en el salariazo y la
revolución productiva invocando la vieja iconografía peronista.
La nueva hiperinflación que se produce a los pocos meses de mandato menemista
sella el golpe de timón de Menem radicalizando su giro hacia las recetas
neoliberales. También acuerda con los sectores dominantes las medidas de
gobierno que estarán fuertemente alineadas con los intereses de estos grupos. El
salariazo – medida que convocó a la clase obrera a las urnas – fue excluido de las
prioridades.
Se sancionan las leyes de Emergencia Económica (23.697) y la Reforma del
Estado (23.696). Estas leyes allanaron el camino para legislar por decreto y para
privatizar las empresas públicas y reformular las bases del Estado. En el medio de
la crisis estas medidas fueron aprobadas con carácter de urgencia y sin mayores
debates. También consigue la ampliación de la Corte Suprema de Justicia de seis
a nueve miembros. Logra así reforzar su poder político, haciendo que el sistema
representativo, quede reducido al hiperpresidencialismo.
Menem indulta a la cúpula militar que había sido encarcelada como resultado de
los juicios por la desaparición y tortura de personas durante la última dictadura
militar.
En 1991 se sanciona la Ley de Convertibilidad, por medio de la cual se estableció
que el Banco Central respaldaría con el cien por ciento de reservas
internacionales la emisión monetaria, que por cada peso emitido habría un dólar,
se utilizó este patrón como forma de control estricto de la emisión de billetes. El
plan de convertibilidad consiguió que descendiera el ritmo de aumento de los
precios, se generó un aumento de consumo, a partir de la recuperación de
mercados de créditos.
En 1993 tiene lugar el Pacto de Olivos entre los dos jerarcas partidarios – Menem
y Alfonsín –, pacto del cual surge la reforma de la Constitución en1994.

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Una crisis desatada en México, conocida como Efecto Tequila, provocó que
capitales invertidos en países latinoamericanos (entre ellos Argentina) fueran
retirados.
El proceso de desindustrialización junto con los despidos asociados a las
privatizaciones tuvo un efecto negativo y trajeron un deterioro social. El desempleo
se disparó de un 8% en 1989 a un 18% en 1995 y terminó la década con un
14,5%. Si bien, el Producto Bruto Interno (PBI) se duplicó entre 1990 y 1999, la
economía destruía empleos. Esto se da porque los rubros que más crecieron
fueron aquellos con menor capacidad para generar empleos mientras que aquellos
que empleaban gran cantidad de personas, como la industria textil, se encontraron
expuestos a fuertes ajustes.
Crisis y reconfiguración del régimen de acumulación de valorización financiera.
Este proceso, combinado con la pesada carga que significaría la deuda externa,
implicó un nuevo tipo de inserción internacional del capitalismo argentino, que dio
como resultado un reforzamiento de la dependencia respecto de los países
centrales. Ahora, no sólo se trataba de dependencia tecnológica, sino de
dependencia financiera.
Este último tipo de dependencia tiene consecuencias distintas en cuanto al
funcionamiento económico. En el caso de la dependencia tecnológica, los países
latinoamericanos, se ven condicionados por la dinámica del comercio internacional
en la medida en que producen materias primas y bienes de bajo contenido
tecnológico. En cambio el condicionamiento financiero opera de manera directa
sobre los gobiernos y fuerza transformaciones sobre los aparatos del estado y
productivo.
De este modo una de las características distintivas del régimen de acumulación de
valorización financiera consiste en que los objetivos de desarrollo industrial
quedan subordinados a las obligaciones de pagos de los compromisos financieros.
Es así que la evolución de la producción argentina, se encuentra estancada,
corroborando que los rubros industriales que crecieron son aquellos que menos
contribuyen al empleo, como la producción de acero y aluminio primario. El
producto bruto durante los 90, creció por los aumentos en la producción de bienes
agroganaderos, pesca, petróleo, minerales y servicios.
La valorización financiera, desatiende aquello de lo que se nutre: el trabajo y la
producción.
Deuda externa, hiperinflación y neoliberalismo.
El desencadenamiento de la híper se da en el marco del conflicto distributivo entre
distintas fracciones de los sectores dominantes. Ante la cesación de pagos de
deuda externa, el capital financiero inicia una corrida cambiaria como forma de

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presionar al gobierno, para que retome los pagos de deuda sino también el
funcionamiento global del régimen de acumulación, la forma de estado, del
régimen político. En este contexto de alta inflación, los bancos extranjeros inician
la corrida cambiaria, desatando la crisis hiperinflacionaria.
El gobierno radical privilegió las demandas de los grupos económicos y los
extranjeros mediante diferentes mecanismos de traspaso de recursos, tales como
subsidios o exenciones impositivas, contribuyeron a satisfacer la demanda de
recursos de estos sectores.
En cuanto al resto de la sociedad, los sectores medios y populares impuso una
sensación de pánico social, es decir, estaba instalada la idea de fracaso
económico y en juego los parámetros de los precios de los bienes de la canasta
básica. Cuando el dinero deja de funcionar como medio de cambio, queda
jackeada la reproducción social de la población.
Ante la magnitud del problema, la receta neoliberal propuso una salida para
derrotar a la inflación mediante la reducción de tamaño del Estado, donde se
vendería una porción de la venta de empresas públicas.
El periodo hiperinflacionario significó un punto de quiebre; resultó un mecanismo
de disciplinamiento tanto para la sociedad como para las autoridades políticas. La
híper sería controlada cuando Menem emprenda la reforma del Estado y enajene
las empresas públicas. La hiperinflación justificó las medidas que vendrían luego,
con el plan de convertibilidad incluyendo la reforma del estado neoliberal.
La caja de conversión está destinada a estabilizar el nivel de precios, mientras que
la reforma del estado responde a la intención de satisfacer los diferentes intereses
de las distintas fracciones que integran los sectores dominantes. Con esto se
puede decir que el poderoso capital financiero había logrado su objetivo “reformas
estructurales” (venta de las empresas para pagar deudas, liberalización
económica, etc.).
La política económica de los 90’.
El plan puesto en funcionamiento por Bunge y Born fracasa a seis meses de
iniciado el mandato de Menem ante la segunda corrida cambiaria que conduce a
la hiperinflación.
En la segunda etapa es nombrado ministro de economía Antonia Erman Gonzales
quien impone tres planes, donde en el plan Erman I fracasa, en el plan Erman II en
los 90’ se capturan compulsivamente los plazos fijos, cajas de ahorro y deuda
interna del Estado a cambio de títulos públicos en dólares a 10 años. El plan
Erman III reafirmó el rumbo neoliberal, donde se dispuso un severo control en las
compras del Estado, se redujo el personal del sector público, se incrementó la
presión tributaria, se acortaron los plazos de pago de los impuestos, y se inició el
proceso de privatizaciones. Estas medidas significaron una fuerte recesión y

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aumento de las exportaciones, baja de las importaciones y saldo positivo de
divisas.
El redireccionamiento del régimen de acumulación de valorización financiera ya
había cobrado lugar: saneó cuentas públicas, mantuvo superávit comercial,
liberalizó mercado de cambios, renegoció deuda externa y puso en marcha el
proceso privatizador.
Se renegocia la deuda externa en el plan Brady y comienza un nuevo ciclo de
endeudamiento externo.
La tercera etapa se inicia con la llegada de Domingo Felipe Cavallo al ministerio.
Su plan de convertibilidad se estructuró en torno a tres ejes:
 La ley de convertibilidad con tipo de cambio fijo.
 La apertura comercial para disciplinar al sector privado.
 La reforma del estado.
La apertura de la economía significó un creciente flujo de importaciones mayor al
de exportaciones; esto se consolidó cuando, el tipo de cambio de “un peso igual a
un dólar” acumulaba un persistente retraso. La suba en la cantidad de remesas
(dólares) giradas al exterior, comenzaron a secar la economía de dólares que
resultaban imprescindibles para el sostenimiento de ese tipo de cambio.
A medida que los sectores dominantes visualizan este contexto, aumenta la toma
de deuda privada y deciden fugar estos capitales, ante los riesgos de devaluación,
los dueños del dinero conocían la conveniencia de tener dólares fuera del país.
Otro factor que resultó crecientemente explosivo para la dinámica económica fue
el aumento de la deuda contraída por el gobierno y el peso que el pago de los
intereses (con tasas crecientes) representaba para el presupuesto público ajustes
fiscales.
La relación salarial: desindustrialización, posfordismo periférico y baja salarial.
Las características que asumió la relación salarial durante los años 90’ se
inscriben dentro del mencionado proceso de desindustrialización. La privatización
de empresas públicas contribuyó en la cantidad de trabajadores desempleados.
No se trató solamente de cambios en la cantidad de empleos, sino en términos
más substanciales la relación entre el capital y el trabajo. Donde se sancionaron
nuevas leyes que regulaban al trabajo por medio de los cuales los asalariados
cedieron derechos que le habían constado conseguirlos. La nueva ley legalizaba
la contratación temporaria de mano de obra, limitaba el derecho de huelga y
reducía las indemnizaciones.
Esta nueva relación salarial se la conocía con el nombre de posfordismo o
toyotismo. El posfordismo consistió en una serie de cambios en la relación
intracapitalista (es decir, la relación entre empresas), por un lado, y por el otro,

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entre capital y el trabajo. La relación intracapitalista es done las empresas de gran
tamaño y avance tecnológico pasan a relacionarse de manera flexible con
empresas proveedoras de gran tamaño. Es decir, las grandes empresas tercerizan
parte de su producción y se la compran a pequeñas y medianas empresas pasan
a proveerles insumos. Un ejemplo sería YPF como empresa petrolera estatal
hasta principio de los 90’, la exploración, explotación y mantenimiento de los
pozos de petróleo, eran realizados por distintas unidades de la empresa. Cuando
se privatiza la empresa acuerda con un gran número de trabajadores que dejen de
formar parte de ella mediante retiros voluntarios; pero también acuerda que
organice pequeñas cooperativas para prestar servicios a la empresa.
Ley de Emergencia Económica y de reforma del Estado.
Al poco tiempo de llegar al poder, el gobierno de Menem cuenta con el aval del
congreso y, en medio del caos hiperinflacionario, sancionan dos leyes: Ley de
Emergencia Económica y la Ley de Reforma del Estado. La primera suspende por
180 días los regímenes de promoción industrial, regional y de exportaciones,
deroga el “compre nacional”, modifica el régimen salarial del empleo público y abre
las puertas al capital extranjero en determinadas actividades donde solo podía
hablar el capital nacional.
La ley de reforma del estado habilita el traspaso de las empresas públicas a
manos privadas y se abre así, “legalmente”, el camino a las privatizaciones.
Plan de Convertibilidad.
En 1991 surge el Plan de Convertibilidad, de la mano de Domingo Felipe Cavallo.
El plan estaba basado en tres ejes fundamentales: tipo de cambio fijado por ley,
apertura económica, privatizaciones y se presentaba como la solución a los
problemas económicos de la Argentina.
El programa apuntaba al objetivo fundamental de equilibrar las cuentas fiscales
anclando el tipo de cambio y controlando la inflación.
Estos planteos, tuvieron desde el inicio claras señales de advertencia:
Debían ser acompañados por un programa que impulsara efectivamente el
crecimiento económico, ya que sin este condimento, el país quedaba muy
dependiente del constante arribo de capitales externos.
Los medios que se utilizaron para la consecución de estos objetivos no fueron los
ideales: la reducción de la inflación a través de fijar por ley el tipo de cambio y la
reducción del déficit fiscal por medio de la utilización de fondos no genuinos
(préstamos o privatizaciones).
Su consecuencia inmediata fue la reversión de los saldos de la balanza comercial.

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El alud importador surgió más por el resultado conjunto del tipo de cambio
atrasado y la apertura irrestricta que por el ingreso de capitales.
La aplicación del plan generó graves consecuencias en diferentes planos.
En el económico:
 Cierre masivo de industrias.
 Endeudamiento creciente.
 Desocupación.
 Por el propio estrechamiento del aparato productivo, se volvían a regenerar
las condiciones para una menor recaudación y por ende, para un retornado
déficit fiscal.

En el social:
 Grandes masas marginadas y excluidas.
 Crecimiento sostenido de la desocupación, subocupación y pobreza
extrema.
 Inseguridad latente y violencia creciente.
En el plano político-institucional:
 Estado ausente, consecuencia de destinar fondos, otrora dedicados a
educación, seguridad y salud, a sostener el equilibrio fiscal.
 Corrupción instalada en diversos ámbitos.
 Justicia sospechada.
Para sostener este plan, cuyo objetivo era contener la inflación y las tasas de
interés, se sacrificó al Estado, transformándolo en una Institución ausente, se
contribuyó a la desintegración nacional y se entregó el patrimonio nacional.
La solución, consistía en el crecimiento y en la reactivación del país, se constituía
en una meta: sesgo antiexportador y proimportador en el sector externo y recesivo
en el interno.
En 1999, la economía mostraba señales preocupantes; Fernando de la Rúa
asumió la presidencia, dentro de su plan económico había prometido el
mantenimiento de la Convertibilidad.
Las medidas del nuevo ministro no se hicieron esperar. Sin embargo, la
convertibilidad ampliada, la ley de déficit cero y el “megacanje” no fueron
soluciones suficientes para sacar adelante a nuestro sistema financiero.
Durante el tercer trimestre del año 2001 una corrida bancaria llevó al gobierno a la
congelación de depósitos en el mes de diciembre.

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El 19 de diciembre de ese año el llamado “cacerolazo “se constituyó en el
desencadenante de las renuncias del ministro de Economía y posteriormente del
presidente De la Rúa.
Una sucesión de nuevos presidentes y ministros culminó con el ascenso al poder
de Eduardo Duhalde, quien a través de su ministro de economía, Jorge Lenicov,
anunció la tan “temida” devaluación.
El proceso del año 2002 condujo a la renuncia del ministro de economía inicial,
asumiendo entonces dicho cargo Roberto Lavagna, quien condujo el timón
económico hasta el traspaso de la presidencia a Néstor Kirchner, quien a su vez lo
confirmó en el cargo.
Las falacias del crecimiento.
En el periodo de 1991-1999 los mentores del modelo económico sostienen que
mediante la vigencia de la convertibilidad, el producto total de nuestro país así
como el producto por habitantes se incrementó sostenidamente por varios años.
Sin embargo, es necesario formular algunas consideraciones adicionales.
a) El aumento del PBI en dólares estuvo técnicamente “inflado” por
sobrevaluación cambiaria.
Este aumento no correspondió a una duplicación real de la producción del
país, sino que estuvo afectado por la sobrevaluación del peso.
b) El crecimiento estuvo basado en el incremento del sector servicios y el
aumento del gasto público y fue financiado con recursos no genuinos
(deuda y privatizaciones).
Este incremento del gasto se financió primero con privatizaciones y luego
con deuda, fundamentalmente externa, ya que por las bases del plan de
convertibilidad, no era posible recurrir a la emisión monetaria.
c) Mayor desempleo, reducción en el salario real y aumento en la inequidad
distributiva.
d) Evolución de la inversión externa directa.
La realidad mayoritaria de ese aumento fue por la compra de activos de
compañías ya existentes. Los picos de inversión externa directa se produjeron por
la aplicación de capitales en empresas privatizadas y en aquellas que cambiaron
de dueños.
e) Hubo un aumento del componente importado en la inversión bruta interna.
Este aumento de importaciones de bienes de capital, si bien supuso la mejora
tecnológica, ostentó como contrapartida la desaparición de las empresas
nacionales productoras de este tipo de bienes, con su correlativo aporte a la masa
de desocupados.
f) Descenso de la industria en el conjunto productivo.

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La industria nacional, desprotegida ante los mercados externos contra los cuales
no podía competir en precios, ya fuese tanto en el orden del mercado interno
como en la posibilidad exportable, quedó desamparada por la escasez de
inversiones en el sector.
Así la producción sufrió las consecuencias. Las inversiones que se
realizaron en el periodo de 1991-2001: mayoritariamente dirigidas a las
empresas de telefonía, transporte, gas, bancos, etc.
Las causas de la crisis.
La confluencia, en esa época (como consecuencia del plan de convertibilidad), de
la amplia liberalización comercial y financiera, junto con la desnacionalización del
sistema bancario y las tasas diferenciales de interés entre las vigentes en el orden
internacional y el doméstico, fueron determinantes sustantivos del dramático
descenso de la actividad económica y productiva, con su secuela de quiebra,
cierre de empresas y desocupación.
a) La apertura económica.
EXPORTACIONES:
Evidenciaron una tendencia ascendente durante todo el periodo producto de:
 La búsqueda de nuevos horizontes frente a un mercado interno deprimido.
 El desarrollo de la corriente importadora.
 La desnacionalización de numerosas empresas locales de diferentes países
consumidores.
Las cifras, reflejando el fenómeno conocido como “primarización de las
exportaciones”, muestra la tendencia de la Argentina respecto de sus ventas al
exterior, a partir de lo ’90, cuando el país afianza su rol de exportador de
productos primarios y combustibles, productos con menor valor agregado.
A causa de la tendencia de los precios de los productos primarios a la baja,
sufriendo como contrapartida el incremento de precios de los productos
industriales, el llamado “deterioro de los términos del intercambio”, que agudizó
aún más la situación de pobreza, comprometiendo adicionalmente la posibilidad
de generar divisas, aún con el nivel de volúmenes físicos.
IMPORTACIONES:
La duplicación de las exportaciones durante el periodo 1989-1999 tuvo su
correlato en la sextuplicación de las importaciones.
El gobierno y sus comunicadores intentaron explicar este fenómeno,
argumentando que tal suba se debía a la entrada de capitales al país, lo que
elevaría, la calidad de vida de la población.

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EL BALANCE:
La resultante neta del comercio exterior argentino, mostró un dramático cambio
designo, pasando de un superávit de más de 5.000 millones de dólares a déficit de
similar orden pocos años después; la situación continuó siendo deficitaria hasta
1999.
b) Tasas de interés y sistema financiero.
Uno de los resultados de la aplicación del modelo fue la reducción relativa de las
tasas de interés nominales que durante 1990 habían llegado a expresiones muy
elevadas, ubicándose a partir de 1991 en niveles más reducidos y permaneciendo
en cifras constantes, hasta principios del año 2001.
La inexistencia de inflación determinó que en el periodo 1991-2001, esas tasas
nominales constituyeran, rangos muy elevados, tanto en sus valores absolutos,
como en su comparación con las similares vigentes en el orden internacional.
Las altas tasas locales junto con el proceso creciente de desnacionalización
bancaria, perjudicaron a muchas empresas nacionales. Esta negativa conjunción
afectó especialmente a las PYMES que tuvieron que pagar sobretasas sobre estos
ya elevados niveles, en caso de necesitar acceder al mercado financiero. Por el
contrario, las grandes empresas estaban en condiciones de acudir al mercado,
nacional o internacional, para obtener préstamos a tasas más reducidas, vigentes
en el exterior.
Estas circunstancias conjuntas – ausencia de créditos baratos y existencia de
facilidades para las empresas grandes – influyeron en la desaparición de las
PYMES y una profunda desnacionalización de la industria.
Los efectos de la crisis.
a) Quiebras empresarias.
En 1989 las 700 quiebras anuales, y en los años 1999-2001 fueron 2.438 y 2.696
quiebras.
b) Desocupación.
Con el aumento en los niveles de desempleo se observó un gran aumento en el
subempleo, situación que condujo a un constante desmejoramiento en las
remuneraciones.
c) Salarios y distribución del ingreso.
Hasta la aplicación de la Ley de Convertibilidad el mecanismo de ajustes de los
salarios era, en general, la referencia a la evolución del índice de precios.
Sin embargo, a partir de 1991, se prohibió todo tipo de actualización monetaria.

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De esta forma, los salarios se anclaron y sus modificaciones pasaron a responder
otras causas.
Con la aplicación de este plan, hubo un descenso de la actividad productiva, el
alza de la precarización laboral y altas tasas de desocupación, que permitieron la
caída de los salarios reales.
d) Sector público.
El plan económico surgido a partir de la ley de convertibilidad sólo era sustentable
en el tiempo si el déficit presupuestario se mantenía en niveles reducidos.
De esta manera era posible mantener el tipo de cambio y el nivel de precios de la
economía.
Durante los primeros años de su aplicación se produjo una mejora en el balance
fiscal, que alcanzó cifras superavitarias en 1992 y en 1993. A partir de 1994,
reapareció la persistencia del déficit fiscal.
Estos desequilibrios fueron sostenidos inicialmente por la venta de activos
estatales y posteriormente por endeudamiento externo.
e) Deuda externa.
El aumento explosivo de la deuda externa argentina, ha sido motivo de cantidad
de análisis y comentarios del más variado carácter:
La sumatoria de duda externa pública y privada pasó de un total de 62.843
millones de dólares en 1989 a 176.435 millones de la misma moneda, 10 años
más tarde.
f) Deterioro en la capacidad de repago de la deuda.
El PBI argentino sufrió las distorsiones producto de la sobrevaluación cambiaria,
por lo cual su utilización suele desecharse cuando se torna necesario analizar la
real capacidad de repago del país.
Por lo tanto se apela a otro coeficiente: deuda externa/exportaciones, que revela
niveles de gravedad extrema: se mantuvo durante todo el periodo en 5,
alcanzando en los últimos niveles superiores a 7. Esto significa que se habría
necesitado el producto de las exportaciones totales del país de 7 años sumadas
para cancelar el endeudamiento externo.
Según el Banco Mundial, la Argentina presentaba en 1999 el mayor índice de
deuda pública sobre exportaciones de los países en desarrollo con alto ingreso.

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