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Apunte 1era y 2da Clase Tributario PUCV
Apunte 1era y 2da Clase Tributario PUCV
El Derecho Tributario
El Derecho Tributario nace o se escinde del derecho financiero y éste último era
aquel que regulaba las instituciones que relativas a los ingresos y egresos de la
hacienda pública (el origen de los fondos, y a qué y cómo se aplican los recursos del
Estado).
El derecho tributario toma aquella parte del Derecho Financiero que se refiere a los
ingresos del Estado, los que se encuentran constituidos básicamente por los tributos (lo
que se recauda a través del sistema tributario constituye más del 80% de las arcas fiscales,
en Chile mucho más). Son también fuentes de ingreso estatal las utilidades de las
empresas del estado y finalmente los empréstitos, esto es, los préstamos solicitados por
el estado, o el endeudamiento a través de la emisión de títulos de crédito o instrumentos
financieros). De estos principales ingresos se financia el aparato estatal. El Derecho
Tributario asume el estudio y el tratamiento de aquellos más relevantes, cuales son los
tributos.
Así, la primera relación genérica que nace es aquella que se da entre el Estado y los
particulares, cual es la más relevante. La principal manifestación de ésta la encontramos en la
circunstancia de que la ley impone un tributo y genera en el administrado la obligación de pagar
el mismo.
La segunda relación se da entre los organismos o servicios del Estado. El Derecho
Tributario también genera y regula una serie de relaciones entre organismos del Estado. Los dos
organismos más relevantes en nuestro país, dependientes del Ministerio de Hacienda, son el
Servicio de Impuestos Internos (SII) y el Servicio de Tesorerías (Tesorería General de la
República, TGR). El Servicio de Impuestos Internos es el ente fiscalizador por excelencia
(así lo define su ley orgánica), su función principal es fiscalizar el cumplimiento de las
obligaciones tributarias que la ley impone a los contribuyentes, sean estas principales o
accesorias. Para cumplir con dicha labor está premunido de una serie de facultades otorgadas
por su ley orgánica y el Código Tributario, a los cuales nos referiremos más adelante.
Los mencionados son dos entes independientes entre sí. Ha habido algunas opiniones
en el pasado en el sentido de que la TGR sea un departamento o sección del SII, sin embargo,
el legislador siempre ha preferido mantener aparte o divididas las funciones de fiscalización y
recaudación, entendemos que por una razón muy básica, cual es el evitar usos indebidos o
fraudulentos de los fondos fiscales, y actuaciones reñidas con las buenas prácticas
administrativas, situaciones que tienen más probabilidades de producirse cuando un mismo
ente reúne las facultades de fiscalizar y cobrar.
Otro ejemplo lo encontramos en las ventas de bienes o servicios que quedan afectas
al Impuesto al Valor Agregado (IVA). En este caso, la ley impone a los partícipes de este
contrato las obligaciones de emitir una serie de documentos, los más conocidos son la factura
o boleta de compraventa. Impone también al comprador el deber de exigir dicho documento,
y retirarse del negocio donde se efectuó la operación con el mismo (artículo 97 número 19 del
Código Tributario).
Otro deber relevante que impone la ley tributaria a los particulares consiste en la
obligación de llevar contabilidad para aquellos contribuyentes que queden afectaos a algunos
de los tributos de la Ley de Impuesto a la Renta.
3. El tributo.
3.1. Concepto.
Han existido muchas formas de abordar el concepto de tributo, y de hecho existen
múltiples definiciones del mismo. Nosotros nos quedaremos con un concepto, ya algo
histórico, del autor italiano Mario Pugliesse, que lo define como la prestación pecuniaria o
en especie que el estado, con la debida autorización legal y en uso de su poder
tributario, toma coactivamente de la riqueza privada de sus súbditos en que se ha
verificado el presupuesto legal respectivo y siempre que se encuentren sometidos a su
soberanía.
Es una definición bastante amplia, pero la hemos escogido porque contiene todos los
elementos que conforman el tributo, y que someramente vamos a explicar.
Desde luego, al referirnos a una prestación, consideramos la esencia del tributo, cual es la
existencia de una obligación. Los elementos y estructura de la misma serán tratados más
adelante. Clasificamos a la misma como una obligación de dar, generalmente de dar una
cantidad determinada de dinero. Normalmente las legislaciones consideran que ésta prestación
se cumple mediante el pago preciso de una suma de dinero.
Muy excepcionalmente, la obligación que nos ocupa se puede pagar en especie. En Chile existió
esta modalidad y en otros países aún existe respecto del impuesto que deben pagar las
compañías mineras que producen metales preciosos, así por ejemplo, en México las mineras
que producen plata pagan el impuesto a la renta con parte de la misma. En Chile se permitió
en su momento pagar en oro, y en Rusia tenían un impuesto establecido en trigo.
En Chile hoy existe sólo un caso que está vigente y que determina que el impuesto a las
herencias cuando ésta última contiene obras de arte, de significación histórica, puede
pagarse hasta un 10% entregando esa obra de arte al estado, biblioteca o museo nacional.
(Artículo 9 de la Ley 17.236).
Hubo otro caso más, también derogado, que permitía solucionar parte del impuesto a la
renta que debían pagar ciertas empresas, construyéndole viviendas a sus trabajadores (por ello
se denominada “impuesto habitacional”). Otro ejemplo serían las casas construidas en Coya
(Rancagua) por la Branden Copper Company (que controlaba la mina El Teniente, actualmente
controlada por CODELCO). Correspondía a esta misma legislación. La minera Sewell en
Rancagua utilizó la misma ley. En nuestra región hubo muchos casos menores, uno de ellos en
Quilpué, donde la fábrica de alimentos Carozzi construyó una población, que hasta el día de
hoy se conoce como “Población Carozzi”, la que se entregó a sus trabajadores en cumplimiento
de las disposiciones de esa ley.
Este es uno de los postulados o principios más relevante del derecho tributario, cual es
el de la legalidad del impuesto; los impuestos nacen y mueren en la ley, nadie ni nada más
que una ley puede establecer tributos.
Todos los elementos de la obligación tributaria deben estar contenidos en la ley y ninguna
autoridad distinta del Poder Legislativo puede establecer tributos. El sustento de esta afirmación
la encontramos en que los tributos son riqueza de los particulares, son parte de su patrimonio
y de su esfuerzo, que el Estado toma coactivamente parte del mismo para satisfacer diversas
necesidades. Los particulares deben contribuir al mantenimiento del Estado y al reparto de la
riqueza equitativamente, pero siempre hay que considerar que el patrimonio fiscal es en último
término riqueza de los particulares; reiteramos, es su esfuerzo, trabajo y patrimonio, y el Estado
sólo se puede tomar parte del mismo en virtud de la ley, considerada como la máxima
expresión del ordenamiento democrático y por ende a ella se le asigna la responsabilidad
de generar esta obligación en orden a trasladar riqueza desde los particulares hacia el Estado.
Siempre debemos tener presente que los impuestos los pagamos todos nosotros. Si un
impuesto tiene una tasa de 40%, como hoy se establece para el impuesto global
complementario, ello significa que sobre el monto máximo establecido por la ley, de cada 100
pesos obtenidos, 40 van al Estado. Visto desde otra perspectiva, de cada 100 días trabajados,
40 se laboran para sufragar los impuestos. Financieramente hablando el Estado no produce
nada. En materia económica depende absolutamente del esfuerzo y trabajo de las personas. Esta
circunstancia es un poco olvidada por algunos miembros del legislativo, quienes a veces disponen
con mucha ligereza del trabajo, esfuerzo y patrimonio de los contribuyentes.
Además existen medidas disuasivas que pretenden evitar que el contribuyente incumpla
las obligaciones tributarias. Desde luego, se establecen multas ante el incumplimiento de los
deberes tributarios principales y accesorios. Se contemplan también intereses penales, los
que se hacen efectivos frente al incumplimiento de las obligaciones tributarias. La ley también
contempla ilícitos de orden infraccional, amén de delitos tributarios que sancionan conductas
dolosas. Todo este conjunto de normas y estructuras son las que apuntan a obtener el
cumplimiento de las obligaciones tributarias.
En materia debe destacarse que los procedimientos para ejercer la coacción jurídica son
bastante más drásticos, breves y contemplan menos opciones de defensa para el contribuyente,
que aquellos establecidos en el juicio ejecutivo ordinario regulado por el Código de
Procedimiento Civil. Desde luego, las excepciones que contempla el Código Tributario en el
artículo 167 son sólo tres, a diferencia del 464 del CPC, que son muchas más.
Sin perjuicio de lo anterior, en Chile hay un matiz porque si bien las normas que permiten
la imposición o modificación de un tributo son leyes, éstas tienen su iniciativa exclusiva en el
Presidente de la República. Por ende, el parlamento no puede, por sí y ante sí, establecer un
precepto legal que modifique el actual sistema tributario. La potestad tributaria en Chile se
encuentra repartida, si así se ´pudiera expresar, entre el Presidente y el Congreso.
Esta dualidad es muy criticada por algunos parlamentarios, quienes se sienten limitados
en sus funciones y postulan que la potestad tributaria en pleno, debiera radicarse absolutamente
en el Congreso, tal como ocurre en otros países.
En Chile tenemos una mala historia en lo que a estabilidad respecta porque los sistemas
tributarios se han modificado permanentemente, lo que es perjudicial para los administrados y
para los proyectos de desarrollo comercial. La estabilidad tributaria es esencial para el desarrollo
de un proyecto a mediano o largo plazo. Por ejemplo, si voy a instalar una fábrica de muebles,
esa inversión necesita un desarrollo a largo plazo (10, 15, 50 años) y se necesita estabilidad de los
sistemas tributarios para planificar el resultado de la inversión. En lo sustancial, el tributo
constituye una parte de la rentabilidad final que el Estado, cual si fuera un socio, se lleva de los
réditos obtenidos. Si esto varía en el tiempo se complejiza la inversión y la proyección de esta
en el tiempo, toda vez que se desconoce el porcentaje de participación que corresponderá al
fisco.
El Estado es una ficción legal, y como tal, salvo excepciones, no genera los ingresos que
requiere para su mantenimiento. Somos todos los particulares los que, con nuestra riqueza,
esfuerzo, trabajo y desarrollo mantenemos al Estado. Este es quizás el elemento más
importante, porque es fácil hacer cálculos, hacer proyecciones, sacar estadísticas, siempre se
habla del porcentaje de los que no pagan, que los ricos, que los pobres, que los menesterosos,
que la clase media, etc. Pero al final, en una última instancia, los impuestos lo soportan los
particulares, quienes traspasan parte de su riqueza al fisco.
Cuando se dice que los impuestos lo pagan las empresas es cierto, pero al final los que
pagan los impuestos generan un acto material (llenar el cheque y pagarlo en dinero), pero el que
soporta el impuesto es distinto, porque los que soportamos los impuestos somos básicamente
las personas naturales, desde el más modesto hasta el más rico. Las empresas chicas, pequeñas
y medianas, todas traspasan el impuesto al precio (vienen insertos los impuestos en el precio
de los productos y servicios) y ese precio lo pagamos quienes compramos los productos o
solicitamos los servicios siempre.
Existen muchos estudios y análisis económicos al respecto, más el aspecto relevante, que
forma parte del derecho tributario y que nos corresponde estudiar y analizar, son los elementos
jurídicos que integran el tributo, los elementos de la obligación tributaria y, básicamente, el
concepto de justicia que debe iluminar y amparar todos aquellos.
Un aspecto relevante sobre esta materia, que incide básicamente en los impuestos a la
utilización de la riqueza, conocidos también como impuestos al consumo, es que estos afectan
mayoritariamente a los contribuyentes de menores recursos, toda vez que éstos deben
necesariamente consumir todos sus ingresos en satisfacer sus necesidades de alimentación,
vivienda y vestuario. Ello no acontece de igual manera en las personas de mayores ingresos,
quienes pueden destinar parte de sus réditos al ahorro o a la inversión, el cual no quedará afecto
a tributo alguno. De ello resulta que los tributos, desde un punto de vista del sacrificio de
quienes soportan su pago, son más incidentes en las personas de menos recursos, toda vez que,
porcentualmente, pagan más impuestos que aquellos que no se encuentran en esta condición.
3.2.6. Los tributos deben ser establecidos dentro de la soberanía del estado.
Esta característica se deriva de la legalidad del tributo. Al ser establecidos por ley, los
impuestos sólo pueden afectar a aquellas personas a quienes el precepto legal le es obligatorio,
y son tales las personas o entidades sujetas a la soberanía del Estado. En simple, los tributos,
salvo contadas excepciones, se establecen y aplican a ciudadanos chilenos. La soberanía del
Estado de Chile no puede obligar a los nacionales de Guatemala a pagar impuestos a su favor
sencillamente porque la soberanía de los estados está limitada por su territorio, lo que conlleva
a que las normas legales no tienen incidencia ni aplicación alguna respecto de extranjeros
desvinculados del país. La soberanía se ejerce dentro de un contexto territorial. No podemos
gravar hechos tributarios que suceden fuera de la jurisdicción del Estado. Existe una máxima
en materia tributaria en cuya virtud se postula que “los tributos no se exportan”.
Cuando uno de los elementos de la obligación tributaria se verifica dentro del territorio
nacional, podemos entender que la soberanía lo alcanza, y por ende le es aplicable la ley
tributaria. En cambio, cuando el hecho gravado y los sujetos están fuera del ámbito de la
soberanía ésta queda imposibilitada de actuar o condicionar la conducta de aquél.
Tiene que verificarse un supuesto legal, una hipótesis descrita por la ley para que la
persona quede obligada a pagar el impuesto. Tiene que haber una descripción abstracta de la
conducta, acto jurídico o acto material que se considera como suficiente por el legislador para
generar la obligación tributaria. El contribuyente, para asumir la calidad de tal, tiene que
colocarse en ese supuesto; debe concretar el acto jurídico o material para que configure la
hipótesis que hace nacer la obligación.
Así por ejemplo en el impuesto a las ventas y servicios se establece como hecho gravado
la enajenación de bienes corporales muebles o inmuebles, o la prestación de servicios
mercantiles. Por lo tanto, éstas son las hipótesis descritas. Por ende, la persona que compra o
que solicita un servicio configura la hipótesis legal y por ello quedará obligada a pagar el
impuesto correspondiente.
La doctrina, además, ha incorporado una nueva exigencia relativa a que las descripciones
abstractas que permiten el establecimiento de un tributo deben ser manifestaciones de riqueza.
La doctrina no permite que se graven conductas o actos jurídicos que no impliquen obtención,
mantención o utilización de riqueza. En derecho comparado, como en Chile, se contemplan
casos aislados de impuestos, cuyo origen es bastante antiguo, y en que se contienen hechos
gravados que no constituyen manifestaciones de riqueza. Ejemplo de ello fueron los impuestos
a la quiromancia, a la soltería, a los naipes, y otros similares que en alguna época existieron.
El tributo nace respecto de aquellas personas que se han colocado en la hipótesis legal,
esta descripción abstracta. Este aspecto tiene la misma lógica que la tipicidad en materia
penal. Recordarán que quien realiza una acción típica, antijurídica, culpablemente ejecutada
será responsable de las penas establecidas al efecto. Dado que dicho sujeto concretó la
descripción abstracta efectuada por la ley es que se aplica la sanción establecida. En materia
tributaria, quien realiza o enmarca su conducta en la hipótesis descrita por la norma tributaria
queda obligado a pagar el impuesto establecido en ella. Ahora bien, la gran diferencia entre
ambas situaciones radica en que, en materia penal, el juez puede modificar las consecuencias
del delito al determinar la cuantía exacta de la pena. Por el contrario, en materia tributaria la
consecuencia del incumplimiento de la obligación será una sola e inmodificable; el pago del
impuesto.
Suponiendo que todos estos elementos se verifican, estamos en presencia del tributo, ha
nacido la obligación tributaria y, por lo tanto, existirá una persona obligada a pagarlos.