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PROTECCIÓN DEL DERECHO A LA TIERRA Y DEL CAMPESINADO EN

COLOMBIA Y SU IMPORTANCIA PARA LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ.

RAMÓN MEDINA ARTETA

GRUPO DE INVESTIGACIÓN
CONFLICTO Y SOCIEDAD
LINEA DE INVESTIGACIÓN

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y EDUCACIÓN
MAESTRÍA EN RESOLUCIÓN DE CONFLICTO Y CONSTRUCCIÓN DE PAZ
VI COHORTE - III - SEMESTRE

DICIEMBRE DE 2019
RESUMEN

Este trabajo analiza el estado de la protección del derecho a la tierra y al campesinado


planteada en el Acuerdo de paz con las FARC, y su relación con la construcción de paz en
el posconflicto.

El principal propósito epistemológico es el análisis, por lo que las herramientas de captura


y análisis de información son de corte cualitativo, y se utilizará específicamente el método
de análisis hermenéutico de las categorías seleccionadas dentro de los propósitos de la
investigación.

Se pretende reconfigurar el derecho a la tierra desde una comprensión holística de las


nociones de territorios y campesinado, vinculando elementos culturales, sociales y
políticos, para que comprenda una dimensión más amplia de reconocimiento, donde se
convierta al campesinado como sujeto de derechos, donde se proteja tanto el acceso a la
tierra como su forma de vida culturalmente diferenciada. Permitiendo una verdadera
construcción de paz.

1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN.


1.1 Descripción del problema objeto de investigación.
En Colombia a lo largo de la historia se ha configurado un patrón inadecuado de ocupación,
distribución y uso del territorio, lo cual unido a una deuda histórica de garantía de derechos
y a las consecuencias de un período de violencia de más de cincuenta años, ha profundizado
los conflictos que se presentan en la zona rural.
De acuerdo con Melo (2017, p. 202), “este problema agrario resurgió en la década de 1920.
En zonas de latifundios, como en la costa atlántica, organizaciones de asalariados o
aparceros buscaban mejorar sus condiciones laborales, sobre todo en el Sinú y en zonas de
colonización del siglo XIX (Antioquia, Santander, Tolima, vertientes de Cundinamarca) los
problemas surgían del choque entre terratenientes y colonos, debido a la falta de claridad de
los títulos de propiedad”.
Nuestro conflicto es un fenómeno complejo que implica unas dinámicas regionales
diferenciadas. Si tenemos en cuenta que ha sido en las zonas rurales, aquellos lugares
alejados de los centros urbanos, donde se ha librado mayormente el conflicto, nos
encontramos que la población rural es la que mayoritariamente se ha visto afectada por los
embates del conflicto.
Dada la importancia de la “cuestión agraria” en Colombia, el problema sobre la tierra ha
sido abordado, en primer lugar, por la Constitución de 1991, cuando el constituyente
primario elevó a rango constitucional, a través de su artículo 64, el derecho a la tierra, de la
siguiente manera:
“Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los
trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa, y a los servicios de educación,
salud, vivienda, seguridad social, recreación, crédito, comunicaciones, comercialización de
los productos, asistencia técnica y empresarial, con el fin de mejorar el ingreso y calidad de
vida de los campesinos”.
Así mismo, con posterioridad a la Constitución de 1991, se han ido promulgado una serie
de disposiciones normativas con el fin de desarrollar y materializar los propósitos
contenidos en la Carta Magna, respecto de la protección del derecho a la tierra y la
población rural. En ese sentido, tenemos, principalmente, la ley 160 de 1994, por la cual se
crea el Sistema Nacional de Reforma Agraria y Desarrollo Rural Campesino; además, la ley
731 de 2002, que establece medidas específicas para mejorar la calidad de vida de las
mujeres rurales y lograr la equidad entre la equidad y el hombre rural, entre otras
disposiciones normativas.
En este sentido, el informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD (2011) plantea que:
“La desigualdad en la tenencia es notoria. La estructura de la tenencia es bimodal y requiere
de una modificación que permita el avance de la mediana propiedad para constituir una
base más firme para la formación de una clase media rural, y la superación del microfundio
para sacar de la pobreza a un alto porcentaje de los agricultores y disminuir su
vulnerabilidad”.
Por otro lado, el asunto sobre la tierra también fue abordado por la Mesa de Negociaciones,
entre el Gobierno y las FARC, en el “Acuerdo Final Para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de una Paz Estable y Duradera”, específicamente el primer punto,
denominado, “Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral”.
En primer lugar, el Acuerdo tuvo como propósito contribuir a reversar los efectos del
conflicto y cambiar las condiciones que han facilitado la persistencia de la violencia en el
territorio. Para ello, se identificaron los factores que se reconocen como estructurales del
conflicto armado en Colombia, a saber: los problemas en torno a la tierra, la participación
en política, los derechos de las víctimas, el narcotráfico (que incluye los cultivos de uso
ilícito, el consumo de drogas, la criminalidad del narcotráfico, etc.), para luego, una vez
definidas las causas estructurales del conflicto, plantear las medidas (normativas y de
políticas públicas) que permitan la satisfacción y respeto de las garantías de las poblaciones
más afectadas por dicho conflicto.
De acuerdo con Absalón Machado (2017) el primer punto, “Hacia un Nuevo Campo
Colombiano: Reforma Rural Integral”,
“(…) contiene una agenda de mínimos para recuperar las políticas agrarias que se habían
descuidado después de 1990. Cumplir estos mínimos requiere de mucha capacidad
institucional pública, de compromisos del sector privado, de cumplimiento de lo pactado
por las partes, de apoyos de la ciudadanía, y de recursos para poder emprender acciones
consistentes y continuas pues el problema agrario y rural es estructural y requiere de varios
tiempos para solucionarlo en sus aspectos fundamentales”.
De esta manera, al analizar el tratamiento que recibe el problema agrario en el Acuerdo
Final, se puede identificar una concepción de las nociones de tierra, territorios y
campesinos, que puede convertirse en un obstáculo para la consecución de la paz con
enfoque territorial (que ya existían en la manera en cómo está consagrado el derecho a la
tierra en la Constitución Política). Principalmente porque en el primer punto del Acuerdo
Final hay constantes referencias que hacen entender la tierra y los territorios,
fundamentalmente, como herramientas o espacios de producción. Es decir, hay predominio
de una noción de tierra que está ligada mucho más a la productividad, a una faceta
netamente económica, que la identifica como un recurso, cuya primera consecuencia es que
la existencia del campesinado como sujeto social se ve limitada a su consideración como
“trabajador agrario”.
Lo anterior lo podemos evidenciar a partir de varios ejemplos que se extraen de la lectura
del Punto 1 del Acuerdo Final. En primer lugar, desde las mismas consideraciones se habla
de que la Reforma Rural Integral es importante porque “el desarrollo rural integral es
determinante para impulsar la integración de las regiones y el desarrollo social y económico
equitativo del país” (2017, p. 10); por otro lado, es evidente la noción de tierra que se tiene
en el Acuerdo cuando dentro de los principios se precisa el concepto de Desarrollo Integral
del Campo, definiéndolo de la siguiente manera: “depende de un adecuado balance entre las
diferentes formas de producción existentes (…)”, pero sobretodo, de “(…) la
competitividad y de la necesidad de promover y fomentar la inversión en el campo con
visión empresarial y fines productivos como condición para su desarrollo.” (Mesa de
Conversaciones: 2017, p. 12). Así mismo, cuando se refiere a la Integralidad, como otro
principio, lo hace anteponiendo la productividad (de la tierra) frente a otro tipo de criterios,
de la siguiente manera: “Integralidad: asegura la productividad, mediante programas que
acompañen el acceso efectivo a la tierra, con innovación, ciencia y tecnología, asistencia
técnica, crédito, riego y comercialización y con otros medios de producción que permitan
agregar valor” (Mesa de Conversaciones: 2017, p. 13). En ese mismo sentido, cuando se
refiere a las personas beneficiarias de un subsidio de vivienda de tierra, dice que “serán
trabajadores y trabajadoras con vocación agraria (…)”, “asociaciones de trabajadores y
trabajadoras con vocación agraria” (p. 15).
Sin embargo, nos encontramos con que la anterior visión, tanto la contenida en el Acuerdo
final como en la Constitución política, es puesta por encima de consideraciones en torno a
elementos culturales, sociales y políticos que también son relevantes a la hora de
determinar el concepto de tierra, más allá de los económicos. Es una manera de entender el
asunto a partir de una visión de la tierra “que es propia de la racionalidad occidental-
moderna, pero dista del entendimiento propio de los pueblos y comunidades que habitan las
márgenes de dicha racionalidad” (Escobar, 2014).
Lo que hace el Acuerdo Final no es otra cosa que el reconocimiento de aspectos que ya
habían sido establecidos en la Constitución de 1991, con un enfoque similar. De esta
manera, a pesar de que el artículo 64 de la Constitución Política elevó a rango
constitucional el “acceso progresivo a la propiedad de tierra de los trabajadores agrarios”, y
de la existencia de las demás normas que desarrollan sus contenidos, lo cierto es que las
condiciones de existencia del campesinado como sujeto social no se ha visto favorecidas,
ya no solo por la incidencia de las afectaciones del conflicto armado, sino además, porque
las disposiciones normativas existentes han sido insuficientes.
Hay que entender que estas nociones que se ponen bajo análisis, (las de tierra, territorios y
campesinado), escapan al sentido jurídico y económico otorgado a ellas desde lo normativo
para emerger desde lo social y antropológico hacia otras esferas de lo humano que superan
el simple derecho de dominio sobre una cosa o su vocación productiva.
Por ello, es necesario preguntar, si la protección del derecho a la tierra y al campesinado
como sujeto de derechos en Colombia garantiza la construcción de paz. El concepto base en
la construcción de paz, es, como dice Walteros, “la ampliación de la paz más allá del marco
de la ausencia de conflicto” (2011, p. 17). De esta manera, fundamentalmente bajo la
comprensión de Johan Galtung, la paz “ha sido llevada mucho más allá del plano de la
mitigación y terminación de un conflicto, hasta el punto de equivaler a la resolución de
problemas estructurales de los Estados, como su estructura socioeconómica y su sistema de
gobierno” (Walteros, 2011, p. 17).
Entonces, si lo que se busca es gestionar las causas estructurales del longevo conflicto
armado colombiano, para superar las condiciones que lo han propiciado y evitar así que
vuelva a ocurrir, de acuerdo a Bolívar et al (2017, p. 21), debe haber una “necesidad de
transformaciones en la estructura de tenencia y productividad de la propiedad rural como
garantía para la consolidación de la paz”, que ni el artículo 64 de la constitución, ni los
contenidos del primer punto del Acuerdo Final plantean.
Comprender las nociones de tierra y campesinado se convierte en un requisito sin el cual no
podría entenderse el marco de una política general y de un esquema normativo macro de
transformación del campo y reparación integral a las víctimas del conflicto armado en el
país, pues, supone este ejercicio inicial la consideración de lo que verdaderamente
representan la tierra y el territorio para los sujetos sociales titulares de estas políticas.
El número de personas históricamente registradas como víctimas del conflicto armado,
según cifras de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas-UARIV-
(2019), asciende a 8.839.146, de las cuales 10.920 corresponden al hecho victimizante de
Abandono o Despojo Forzado de Tierras y 7.508.384 al de Desplazamiento forzado. Estos
dos últimos hechos victimizantes ocurridos, principalmente, en el entorno rural, afectando a
poblaciones campesinas.
Además, de acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación, DNP por sus siglas,
(2015) “más del 30% de la población total en Colombia es rural”. Según esta misma
entidad, “la sociedad rural y el campo colombiano han sido ejes indiscutibles del desarrollo
del país. Al mismo tiempo, su atraso relativo en materia social y económica muestra los
sesgos urbanos que ha tenido nuestro desarrollo y, por lo tanto, la inmensa deuda que el
país ha acumulado con el mundo rural. El campo ha sido, además, el escenario principal de
un largo conflicto armado” (DNP, 2015).
Si lo que se busca es “la transformación estructural del campo, crear condiciones de
bienestar para la población rural y asegurar una paz estable y duradera”, como se repite en
el Acuerdo Final, se debe empezar por resignificar estos conceptos. Lo anterior porque en
el marco del informe Nacional de Desarrollo Humano, PNUD (2011) fue enfático en
sostener que, “la tenencia de la tierra en Colombia se caracteriza por una alta concentración
de la propiedad rural. A las causas tradicionales (históricas, políticas, económicas y
técnicas), se han sumado la lógica de control territorial y de poblaciones de los actores
armados, y el proceso de expoliación y compra de terrenos por parte del narcotráfico, todo
lo cual ha terminado por reforzar la tendencia”.
La anterior situación se refleja en una marcada desigualdad en la propiedad rural, un mal
afincado en lo más profundo de nuestras relaciones sociales a la vez de ser un problema
nunca resuelto ni desde lo político ni desde lo normativo.
En primer lugar, se debe superar la identificación exclusiva de la tierra con el aspecto
productivo y económico, y entender que el territorio se convierte también en elemento
constitutivo de la identidad de una comunidad o grupo (campesinado), por ser el lugar en el
que se concentran las vivencias de quienes los habitan, las que finalmente constituyen su
memoria y su historia.
De manera que incluir el aspecto cultural en los análisis de los conceptos de tierra y
territorios es fundamental, porque, tal como referencia el ICANH (2017), es evidente el
vínculo que existe entre la tierra y las manifestaciones culturales de los campesinos y
campesinas. Consideran que al momento de aventurarse a definir a campesinado, debe
hacerse con base en una serie de dimensiones que atraviesan su configuración como sujetos
sociales: Dimensión sociológico-territorial; Dimensión socio-cultural; Dimensión
económico-productiva; Dimensión organizativo-política.
Partiendo de lo anterior, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH:
2017, P. 4) propone un concepto de campesino, tomando como referencia las anteriores
dimensiones, que escapa a reducirlo solamente a su faceta económica incluyendo diversas
formas de ser campesino, de la siguiente manera: El campesino es un sujeto intercultural e
histórico, con unas memorias, saberes y prácticas que constituyen formas de cultura
campesina, establecidas sobre la vida familiar y vecinal para la producción de alimentos,
bienes comunes y materias primas, con una vida comunitaria multiactiva vinculada con la
tierra e integrada con la naturaleza y el territorio. El campesino es un sujeto situado en las
zonas rurales y cabeceras municipales asociadas a éstas, con diversas formas de tenencia de
la tierra y organización, que produce para el autoconsumo y la producción de excedentes,
con los cuales participa en el mercado a nivel local, regional y nacional.
La comprensión integral de estas nociones, son importantes porque amplían el sentido de
las mismas, ponen de manifiesto el relacionamiento diverso que estas comunidades tienen
con la tierra, que supera las visiones centradas en ella como medio de producción y
subsistencia.
En suma, la resignificación de estas nociones, no busca desconocer el carácter productivo
de la tierra, sino que busca resaltar los componentes simbólicos, espirituales y culturales
que están estrechamente ligados a la existencia de un determinado grupo en un espacio (no
solo físico), en el que convive con otros seres vivos, y donde despliega su ser en el existir.
Una comprensión así, de los conceptos de tierra y territorios, nos lleva por su puesto a
entender de otra manera al campesinado, y a asumirlo como un verdadero sujeto social. Por
lo tanto, bajo esta óptica, para entender el concepto de campesino, se parte de asumir “una
relación de imbricación del campesinado con la tierra y con las territorialidades atadas a su
vez con formas de posesión de la tierra de carácter vecinal o asociativo y de organización
social anclada en los núcleos comunitarios y familiares” (ICANH, 2017, p. 2).
Es decir, el campesinado como sujeto se constituye teniendo en cuenta el desarrollo de sus
formas específicas de “vivir, de pensar y de estar en las zonas rurales, que se concretan en
unas características culturales distinguibles”, que no dependen exclusivamente de una
comprensión económica de su condición.
No tener en cuenta estas consideraciones dentro del Acuerdo Final, se convierten en un
obstáculo para la consecución de la paz con enfoque territorial, cuando llevan a la
adopción, por parte del Estado, de normas, planes y políticas públicas, influenciadas por
una visión reduccionista del problema, que impiden mejorar sus condiciones, y que
profundizan la violencia estructural a las que se ven sometidos los campesinos de nuestro
país. La decisión de no permitir la identificación efectiva de la población campesina en el
censo de 2018, viene dada de esa consideración reducciones de la condición del
campesinado, por ejemplo.
Lo anterior porque el derecho a la tierra, como ya se anotó citando a CINEP, posee “una
dimensión mucho más amplia de reconocimiento”, cuyos componentes, para tener una
referencia, podríamos encontrarlos en la recientemente aprobada en la ONU Declaración de
los Derechos de los Campesinos y otras Personas que Trabajan en Zonas Rurales, donde
encontramos, por ejemplo: “derecho a trabajar su propia tierra y a obtener productos
agrícolas, criar ganado, cazar, recolectar y pescar en sus territorios; el derecho a trabajar las
tierras no utilizadas de las que dependan para su subsistencia y a disponer de esas tierras; el
derecho a administrar y preservar los bosques y las zonas pesqueras y a obtener beneficios;
el derecho a una tenencia de tierras segura y a no ser desalojados por la fuerza de sus tierras
y territorios” (CINEP, 2017, P. 10).
Partiendo de esa base, para caracterizar de una mejor manera el derecho a la tierra, Gilbert
(2013), señala que este, en términos generales “se refiere a los derechos a utilizar, controlar
y transferir una parcela de tierra”, pero que, a su vez, este derecho incluye otra serie de
disposiciones que amplían su espectro de protección, y que se materializan en los derechos
a:
“ocupar, disfrutar y utilizar la tierra y sus recursos; restringir o excluir a otros de la tierra;
transferir, vender, comprar, donar o prestar; heredar y legar; acondicionar o mejorar;
arrendar o subarrendar; y beneficiarse de los valores de la mejora del suelo o de ingresos
por alquiler” (Gilbert, 2013).
A pesar de que el derecho a la tierra suele encuadrase dentro de leyes que en esencia
regulan aspectos relativos a, por ejemplo, los contratos de tenencia de la tierra, asignación
de baldíos, los reglamentos de planificación, impuestos, etc., y de la poca discusión que ha
suscitado acerca de su consideración como un derecho humano o no, lo cierto es que “el
derecho a la tierra es una cuestión fundamental de derechos humanos. El mismo constituye
la base para el acceso a la alimentación, la vivienda y el desarrollo y, sin acceso a la tierra,
muchos pueblos se encuentran en una situación de gran inseguridad económica” (Gilbert,
2013)
1.2 FORMULACIÓN DE LA PREGUNTA O PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN.

¿De qué manera la protección del derecho a la tierra y al campesinado planteada en el


Acuerdo de paz con las FARC, contribuye la construcción de paz en el posconflicto?

2. JUSTIFICACIÓN.

La realización de la presente investigación es pertinente dado que busca debatir y


reflexionar sobre las transformaciones vividas en la realidad reciente de nuestro país.Es
necesaria la investigación, porque a partir del enfoque de estudio que se plantea se busca
comprender las nociones de derecho a la tierra, territorios, campesinos, lo cual se convierte
en un requisito sin el cual no podría entenderse el marco de una política general y de un
esquema normativo macro de transformación del campo y reparación integral a las víctimas
del conflicto armado en el país, pues, supone este ejercicio inicial la consideración de lo
que verdaderamente representan la tierra y el territorio para los sujetos sociales titulares de
estas políticas.
3. ANTECEDENTES.

Matijasevic (2015) en su estudio “Experiencias de reconocimiento y menosprecio en


campesinas y campesinos de caldas” en esta investigación tuvo como propósito comprender
las experiencias de reconocimiento y menosprecio vividas por campesinas y campesinos de
Caldas y sus implicaciones en la vida moral y política de este grupo social. En coherencia
con la manera como Honneth (2010) entiende el reconocimiento, este fue asumido desde
una perspectiva amplia, no asociada solo a la dimensión cultural —como se entiende
convencionalmente en el marco de las luchas por la diferencia— sino también a las
necesidades de cuidado emocional de los campesinos, el respeto a sus derechos y la
valoración de su contribución social”.

A su vez, es importante lo planteado por Sánchez-Iglesias & Sánchez-Jiménez (2016), en


su investigación denominada “La paz y la solución al problema del campo en Colombia: un
análisis comparado entre el Acuerdo de Paz y el Plan Nacional de Desarrollo”, en cuanto
que proponen que el centro del debate del posconflicto colombiano debe tener un aspecto
central, que le aporta mucho a la presente investigación, el cual es “la solución del
problema del acceso de la tierra y la superación de las brechas campo/ciudad” (p. 365) . La
hipótesis que plantea el trabajo de los autores señalados

“entiende que el éxito del posconflicto en Colombia reside, en una parte importante,
en la puesta en práctica de una política por parte del Gobierno Nacional que guarde
relación con la solución al problema campo previsto en el Acuerdo de paz. El
presente texto pretende realizar análisis comparativos entre las medidas para la
transformación del campo colombiano contempladas en el Acuerdo de paz y el Plan
Nacional de Desarrollo del Gobierno Nacional, principales documentos donde se
abordan dicha problemática”. (p. 365)

Así mismo, la investigación de Amaya, et al (2016) denominada “Siembra campesinado


Herramientas para el fortalecimiento organizativo Conceptos básicos”, de la Universidad
Javeriana de Colombia, es importante para esta investigación, en tanto que propone
fundamentalmente dos cuestiones. Por un lado intenta elaborar un concepto de campesino
que vincule múltiples nociones para configurar la definición, y luego plantea la necesidad
de la protección constitucional, a partir de diferentes vías, tanto la reforma de la
constitución como por la vía judicial, para garantizar una adecuada salvaguarda del
campesino como sujeto de derechos.
4. REFERENTE/ MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL.
4.1. Derecho a la tierra.

El derecho a la tierra, de acuerdo al CINEP, posee “una dimensión mucho más amplia de
reconocimiento”, cuyos componentes, para tener una referencia, podríamos encontrarlos en
la recientemente aprobada en la ONU Declaración de los Derechos de los Campesinos y
otras Personas que Trabajan en Zonas Rurales, donde encontramos, por ejemplo:

“derecho a trabajar su propia tierra y a obtener productos agrícolas, criar ganado,


cazar, recolectar y pescar en sus territorios; el derecho a trabajar las tierras no
utilizadas de las que dependan para su subsistencia y a disponer de esas tierras; el
derecho a administrar y preservar los bosques y las zonas pesqueras y a obtener
beneficios; el derecho a una tenencia de tierras segura y a no ser desalojados por la
fuerza de sus tierras y territorios” (CINEP, 2016, p. 10)

Partiendo de esa base, para caracterizar de una mejor manera el derecho a la tierra, Gilbert
(2013), señala que este, en términos generales “se refiere a los derechos a utilizar, controlar
y transferir una parcela de tierra”, pero que, a su vez, este derecho incluye otra serie de
disposiciones que amplían su espectro de protección, y que se materializan en los derechos
a:

“ocupar, disfrutar y utilizar la tierra y sus recursos; restringir o excluir a otros de la


tierra; transferir, vender, comprar, donar o prestar; heredar y legar; acondicionar o
mejorar; arrendar o subarrendar; y beneficiarse de los valores de la mejora del suelo
o de ingresos por alquiler” (Gilbert, 2013, p. 123).

A pesar de que el derecho a la tierra suele encuadrase dentro de leyes que en esencia
regulan aspectos relativos a, por ejemplo, los contratos de tenencia de la tierra, asignación
de baldíos, los reglamentos de planificación, impuestos, etc., y de la poca discusión que ha
suscitado acerca de su consideración como un derecho humano o no, lo cierto es que “el
derecho a la tierra es una cuestión fundamental de derechos humanos. El mismo constituye
la base para el acceso a la alimentación, la vivienda y el desarrollo y, sin acceso a la tierra,
muchos pueblos se encuentran en una situación de gran inseguridad económica” (Gilbert,
2013, p. 23)
4.2. Campesinado.

Partimos del concepto proporcionado por el Instituto colombiano de Antropología e


Historia, ICANH (2017),

“El campesino es un sujeto intercultural e histórico, con unas memorias, saberes y


prácticas que constituyen formas de cultura campesina, establecidas sobre la vida
familiar y vecinal para la producción de alimentos, bienes comunes y materias
primas, con una vida comunitaria multiactiva vinculada con la tierra e integrada con
la naturaleza y el territorio. El campesino es un sujeto situado en las zonas rurales y
cabeceras municipales asociadas a éstas, con diversas formas de tenencia de la tierra
y organización, que produce para el autoconsumo y la producción de excedentes,
con los cuales participa en el mercado a nivel local, regional y nacional”. (p.7)

4.3. Posconflicto.

De acuerdo con Cárdenas, Madrid-Cárdenas & Rodríguez (2003, p. 21) citados por Aponte
y González (2016), “Es asumido como una herramienta para orientar la reflexión de los
diferentes sectores de la sociedad colombiana sobre sus proyectos societales y la forma de
ponerlos en relación con los demás; como una manera de explicitar los intereses en juego y
la naturaleza de los cambios en las relaciones de poder que conlleva la paz; como una
manera de anticipar los conflictos y las decisiones que la sociedad debe asumir para
construir la paz, esto es, como la manera de actuar en el presente en términos de la
transformación del conflicto.

4.4. Construcción de paz.

Nos basamos, en lo dicho por Jean Paul Lederach (1998) que plantea que construcción de
paz es:
(..) un concepto global que abarca, produce y sostiene toda la serie de procesos,
planteamientos y etapas necesarias para transformar los conflictos en relaciones más
pacíficas y sostenibles. El término incluye, por lo tanto, una amplia gama de
actividades y funciones que preceden y siguen los acuerdos formales de paz.
Metafóricamente, la paz no se ve solamente como una fase en el tiempo o una
condición; es un proceso social dinámico y como tal requiere un proceso de
construcción, que conlleva inversión y materiales, diseño arquitectónico,
coordinación del trabajo, colocación de los cimientos y trabajo de acabado, además
de un mantenimiento continuo”. (p.47)
4.5. Derechos humanos.

Asumimos u n concepto crítico tanto de la definición como de la aplicación de los derechos


humanos en contextos específicos, en este caso relacionados con el derecho a la tierra. Para
ello nos basamos, particularmente, en dos autores, como a continuación se evidencia.
Por un lado, lo que dice Herrera (2008):
(…) una norma no describe ni crea nada por sí sola. Las normas están inscritas en
sistemas de valores y en procesos sociales de división del trabajo humano a partir de
los cuales se instituye una forma de acceso a los bienes y no otra. Estamos ante
medios, ante instrumentos que prescriben comportamientos e imponen deberes y
compromisos individuales y grupales, siempre interpretados desde el sistema
axiológico y económico dominante. (pp. 35-36)

Es decir, no hay que creer que con la creación de una o varias normas se va a resolver la
problemática de exclusión histórica, de violencia estructural y violencia directa a la que se
ha sometido a la población campesina en Colombia

A este respecto, lo que dice Herrera es pertinente (2008):

(…) cuando hablamos de derechos humanos como si de un “hecho” se tratara,


podemos llegar incluso a confundir a los ciudadanos y a las ciudadanas de un
determinado entorno político y cultural, pues puede que crean que con el sólo hecho
de que sus expectativas se conviertan en normas, ya tienen asegurado el acceso a los
bienes para cuyo acceso esas normas debieron ser creadas. (p. 36)

Además, la crítica de Boaventura De Sousa Santos (2014), al concepto y aplicación de los


derechos humanos:

Hoy es innegable la hegemonía de los derechos humanos como lenguaje de la


dignidad humana. Sin embargo, esta hegemonía debe convivir con una realidad
alarmante. La gran mayoría de la población mundial no es sujeto de derechos
humanos, sino el objeto de los discursos de derechos humanos. Por tanto, hay que
comenzar por preguntarse si los derechos humanos son eficaces para la lucha de los
excluidos, los explotados y los discriminados, o si, por el contrario, la hacen más
difícil. (p.23)

5. REFERENTE/ MARCO NORMATIVO

Para el desarrollo de la presente investigación, es menester aclarar que serán utilizadas


como marco normativos tanto disposiciones normativas, incluyendo la Constitución y
demás tipologías de normas, como jurisprudencia.
En primer lugar, tenemos al Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de una Paz Estable y Duradera, suscrito entre el Gobierno y las FARC, donde
expresamente se consagra en el “punto 1” del acuerdo que directamente aborda la cuestión
agraria en Colombia, denominado “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma Rural
Integral”.

Así mismo, tenemos a la Constitución de 1991 que elevó a rango constitucional el derecho
a la tierra en Colombia, cuya disposición es el punto de partida de nuestro análisis. Reza el
artículo 64 de la Carta Magna:

“Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra de


los trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa, y a los servicios de
educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación, crédito, comunicaciones,
comercialización de los productos, asistencia técnica y empresarial, con el fin de
mejorar el ingreso y calidad de vida de los campesinos”.

En el mismo sentido, nos encontramos con una serie de normas, principalmente leyes, que
se han ido promulgando a partir de la entrada de la Constitución de 1991, con el fin de
desarrollar y materializar sus principios y propósitos en cuanto a la protección del derecho a
la tierra y a la población rural. Entre las cuales cabe destacar para este marco normativo:

Ley 160 de 1994, por la cual se crea el Sistema Nacional de Reforma Agraria y Desarrollo
Rural Campesino.

Ley 731 de 2002 que establece medidas específicas para mejorar la calidad de vida de las
mujeres rurales y lograr la equidad entre la equidad y el hombre rural.
Por otro lado, es preciso traer a colación una línea jurisprudencial, esencialmente de la
Corte Constitucional de Colombia, que a través de varios fallos paradigmáticos ha
abordado la configuración de la protección del derecho a la tierra y de los campesinos en
Colombia de manera progresiva.

Por ejemplo, en la Sentencia C-644 de 2012 se refiere a las posiciones jurídicas de derecho
que se advierten deben ser reconocidas para el trabajador del campo, las cuales, según la
Corte son:

1)    el derecho de los trabajadores agrarios a no ser despojados de su propiedad


agraria o impulsados a deshacerse de ella so pretexto de su improductividad, sin
ofrecer antes alternativas para tornarlas productivas a través de alianzas o
asociaciones, o a cambio de otras alternativas de desarrollo agrícola como, por
ejemplo, el desarrollo de zonas de reserva campesina habilitadas a tal efecto;
 2)    el derecho a que el disfrute de la propiedad no sea afectado sin justificación
suficiente y poderosa;
 3)     el derecho a que el Estado adopte medidas progresivas y no regresivas
orientadas a estimular, favorecer e impulsar el acceso a la propiedad de los
trabajadores agrarios y el mejoramiento de su calidad de vida y dignidad humana;
 4)    el derecho que por esta misma vía, además se proteja la seguridad alimentaria.

A su vez, otro pronunciamiento que moldea la nueva consideración del derecho a la tierra,
y su importancia superlativa en un país como el nuestro, lo encontramos en la sentencia T-
763 de 2012, cuando se dice que:

Existen varios argumentos a favor de la naturaleza iusfundamental del derecho a la


tierra y al territorio, entre los que se encuentran los siguientes: (i) los derechos
surgen como una aspiración legítima de los pueblos frente a los Estados sin importar
la ausencia de un reconocimiento explícito en la normativa, ya que surgen luego de
una larga lucha histórica de reivindicación frente al aparato estatal. (ii) La tierra y el
territorio son necesarios para el desarrollo de la vida y la cultura de la nación,
teniendo en cuenta que el conflicto armado que vive el país tiene sus raíces
profundas en el problema agrario. En este sentido, garantizar el derecho al acceso a
la tierra de la población rural, contribuiría a la realización de sus proyectos de vida.
En otras palabras, es importante el reconocimiento de la cultura campesina del país
y de la necesidad de proteger su acceso a la tierra y al territorio, y con ello, su forma
de vida culturalmente diferenciada. Dicho reconocimiento trasciende la
formalización de títulos y enaltece la labor de los campesinos/as como fundamental
en el desarrollo del país. Por esta vía, se puede hablar de otras formas de relaciones
jurídicas frente a un bien, las cuales, se reitera, traspasan la discusión legal sobre
títulos. (iii) La ausencia de protección específica de la tierra y el territorio ocasiona
graves perjuicios en la vida de la comunidad, como la inequidad, la desigualdad
social y la pérdida de la cultura.

Recientemente, a través del pronunciamiento contenido en la sentencia 077 de 2017, se


estableció que los campesinos, bajo unas condiciones particulares, pueden ser sujetos de
derechos, de la siguiente manera:

(…) los campesinos y los trabajadores rurales son sujeto de especial protección
constitucional en determinados escenarios. Lo anterior, atendiendo a las condiciones
de vulnerabilidad y discriminación que los han afectado históricamente, de una
parte, y, de la otra, a los cambios profundos que se están produciendo, tanto en
materia de producción de alimentos, como en los usos y la explotación de los
recursos naturales.
De igual manera, en el ámbito internacional, se profirió una importante declaración de la
ONU que es ineludible en la realización de la presente investigación, y es la Declaración
Universal de los Derechos de los Campesinos, en la declaración A/HRC/WG.15/5/3.

6. OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN.

6.1 OBJETIVO GENERAL.

Analizar el estado de la protección del derecho a la tierra y al campesinado planteada en el


Acuerdo de paz con las FARC, y su relación con la construcción de paz en el posconflicto.

6.2 OBJETIVOS ESPECÍFICOS.

6.2.1. Caracterizar normativamente el contenido del derecho a la tierra y el concepto


de campesinado en Colombia.
6.2.2. Identificar las condiciones materiales necesarias para que el ejercicio y
garantía del derecho a la tierra, por parte del campesinado en Colombia, contribuya
a la construcción de paz en los territorios.
6.2.3. Plantear lineamientos teóricos y conceptuales que permitan la creación de
condiciones materiales para la construcción de paz en los territorios, a partir del
derecho a la tierra y la protección al campesinado como sujeto especial de derechos.

7. METODOLOGÍA.

7.1 ENFOQUE
Cualitativo.
Teniendo en cuenta que, el principal propósito epistemológico de la presente investigación
es el análisis, las herramientas de captura y análisis de información son de corte cualitativo,
y se utilizará específicamente el método de análisis hermenéutico de las categorías
seleccionadas dentro de los propósitos de la investigación.

De esta manera, el enfoque es cualitativo, en razón a las posibilidades que ofrece esta
mirada a la comprensión del mundo objetivo.
7.2 PARADIGMA.
Histórico – hermenéutico.
7.3 TIPO DE INVESTIGACIÓN/ DISEÑO DE INVESTIGACIÓN.

El diseño de la investigación parte de la Hermenéutica.

De acuerdo con Sandoval (1996), la Hermenéutica “aparece como una opción que no se
agota exclusivamente en su dimensión filosófica sino que trasciende a una propuesta
metodológica en la cual la comprensión de la realidad social se asume bajo la metáfora de
un texto, el cual es susceptible de ser interpretado mediante el empleo de caminos
metodológicos con particularidades muy propias que la hacen distinta a otras alternativas de
investigación”.

Según Odman (1988), citado por Sandoval (1996), “esta mirada de la hermenéutica plantea
que el propósito de la misma es incrementar el entendimiento para mirar otras culturas,
grupos, individuos, condiciones y estilos de vida, sobre una perspectiva doble de presente y
pasado”

Siguiendo con Sandoval (1996), tenemos que la hermenéutica tiene dos significados
actuales: “Como Fenomenología de la existencia y el entendimiento, que es la tendencia
representada por Hans-Georg Gadamer y a la interpretación de la realidad social entendida
como texto susceptible de múltiples lecturas, que representa el enfoque desarrollado por
Paul Ricoeur, principalmente”.

Es este último sentido, el de Ricoeur, el que tomamos como herramienta para el propósito
de nuestra investigación. “En la versión de Ricoeur, la hermenéutica se define como “la
teoría de las reglas que gobiernan una exégesis, es decir, una interpretación de un texto
particular o colección de signos susceptible de ser considerada como un texto”. En esta
perspectiva, uno de los conceptos básicos es el de “círculo hermenéutico”, que describe el
movimiento entre la forma de ser el intérprete y el ser que es revelado por el texto”
(Sandoval, 1996).

7.4 FASES METODOLÓGICAS.

Para el cumplimiento de los objetivos de la investigación se propenderá por la realización


de las siguientes actividades:

En primer lugar se plantea la técnica documental para recolección de información en la


investigación cualitativa.
Una vez recopilada la información documental se procederá a realizar una categorización
de la información recopilada.

De acuerdo con Osses, Sánchez e Ibáñez, (2006), “La categorización hace posible clasificar
conceptualmente las unidades que son cubiertas por un mismo tópico”. (p. 123). En otras
palabras, el investigador debe categorizar los datos, identificando, clasificando y
organizando conceptualmente los mismos, con la finalidad de poder delimitar partes y
posteriormente, conocer las interrelaciones que puedan existir entre estas partes y el
fenómeno estudiado. 

Una vez realizada la categorización, se procederá a realizar una codificación de los datos e
información recopilados.

Al respecto, Osses, Sánchez e Ibáñez, op. cit., consideran que la codificación es:
“La operación concreta por la que se asigna a cada unidad un indicativo (código)
propio de la categoría en la que se considera incluida. Los códigos, que representan
a las categorías, consisten, por tanto, en marcas que añadimos a las unidades de
datos, para indicar la categoría a que pertenecen. Estas marcas pueden tener un
carácter numérico o visual (colores), haciendo corresponder cada número o color
con una categoría concreta, aunque es más frecuente utilizar palabras o abreviaturas
de palabras con las que se han etiquetado las categorías. (p. 123)

Por último, se procederá a desarrollar la teorización, con base en los resultados arrojados
por el desarrollo de las dos anteriores técnicas.

En la Teorización, se plantea entonces que la perspectiva interpretativa del modelo


cualitativo, constituye un momento hermenéutico en la investigación, que posibilita el
desarrollo de esquemas comparativos entre la información recolectada en la investigación
cualitativa y los conceptos y teorías establecidas por las ciencias sociales. Es así como
finalmente la formulación teórica, es forjada a partir de una ecuación donde intervienen la
realidad estudiada y su comparación con los logros alcanzados por el conocimiento.

Categorías Operacionalización / Técnicas e instrumentos de


Descriptores. recolección
Derecho a la tierra Concepto normativo Técnica documental para
nacional. recolección de información
Concepto normativo en la investigación
internacional. cualitativa.
Concepto jurisprudencial.
Campesinado Sujeto social. Técnica documental para
Sujeto de derechos. recolección de información
Formas de vida en la investigación
culturalmente diferenciadas. cualitativa.
Dimensiones del concepto
de campesinado.

Construcción de paz Herramientas de Técnica documental para


construcción de paz. recolección de información
Concepto. en la investigación
cualitativa.
Derechos humanos Contenido de los derechos Técnica documental para
humanos. recolección de información
Derechos humanos en la investigación
emergentes. cualitativa.

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