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CAR

AROO, C UERVO
UERV Y LA RESISTENCIA
LINGÜÍSTICA

Co nstr
Constr ucción de la identidad ciudadana
nstrucción
desde el uso de la lengua [Bogotá 1850-1886]
CAR
AROO, C UERVO
UERV Y LA RESISTENCIA
LINGÜÍSTICA

Co nstr
Constr ucción de la identidad ciudadana
nstrucción
desde el uso de la lengua [Bogotá 1850-1886]

Fabián Andrés Llano


Llano, Fabián Andrés

Caro y Cuervo y la Legitimidad Lingüística / Fabián Andrés Llano. –1a ed.–


Bogotá: Universidad La Gran Colombia, 2012.

216 p.; 16 x 23 cm.


ISBN 978-958-8799-03-2

1. Sociolingüística 2. Español - Referencia lingüística 3. Español - Uso -


Aspectos sociales 4. Intercambio cultural - Aspectos sociales I. Universidad La Gran
Colombia. Facultad de Postgrados
306.44 SCDD 22 ed.

VOAG - ADC Biblioteca Universidad La Gran Colombia

Primera edición: Diciembre de 2012


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© Universidad La Gran Colombia
ISBN: 978-958-8799-03-2
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Vicerrectora Académica Blanca Hilda Prieto de Pinilla

Vicerrector Administrativo Eric De Wasseige

Secretario General Carlos Alberto Pulido Barrantes

Director de Investigaciones Julián Andrés Escobar Solano

Director de Proyección Social Mayerly Villar

Decana Facultad de Postgrados Ana Cecilia Osorio Cardona

Coordinador de Investigaciones
y Proyección Social Facultad
de Postgrados Fabián Andrés Llano
FABIÁN ANDRÉS L LANO

L icenciado en Ciencias Sociales de la Universidad


Distrital Francisco José de Caldas (2005). Magíster en
Investigación Social Interdisciplinaria de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas (2007). Docente de la
Universidad La Gran Colombia. Publicaciones recientes:
El héroe, el lujo y la precariedad: patrimonio histórico en
Bogotá, 1880-1950 (Ediciones Grancolombianas, 2010).
Actualmente se desempeña como coordinador de investi-
gaciones de la Facultad de Postgrados y Formación Conti-
nuada de la Universidad La Gran Colombia y miembro
del grupo de Investigación en Pedagogía y Educación.
RESUMEN

E l uso del más selecto castellano por parte de nuestros


ciudadanos ha sido referido en varias ocasiones, especialmente
a la presencia de una tradición de eruditos que desde el siglo
XIX, se interesaron por el cultivo del lenguaje. Esta tradi-
ción lingüística fue encarnada por grandes filólogos, gra-
máticos y lingüistas que se preocuparon por mantener unas
formas correctas del idioma, defendiendo su conexión iden-
titaria con España. Este calificativo del buen uso del idioma,
se ha construido desde esta tradición, ligado a su vez a la
constitución de una identidad nacional que reclamaba el uso
correcto del idioma, en la política, en la vida pública y en
el ejercicio de las letras. El presente texto interroga la rele-
vancia que tuvo el cultivo de la lengua española en el país,
en especial en la segunda mitad del siglo XIX. Insiste en el
papel de esta práctica en la afirmación de unos arbitrarios
culturales de la élite en torno a los cuales tramitaron sus con-
vicciones sobre la civilización.
D E D I C AAT
TORIA

Dedico este trabajo a Vanessa mi compañera de


viaje, la mejor parte de mí, quien durante nueve
largos meses, no sólo trabajó para que yo
escribiera, si no que logró en este tiempo escribir
el mejor libro de todos: “la trama de la vida”,
“el sentido de mi existencia”, Irene.
AGRADECIMIENTOS

A la Dirección de Investigaciones, en cabeza de su


director Julián Escobar por su apoyo y gestión para la
publicación de este estudio.

Con especial aprecio, a la señora decana de la Facultad


de Postgrados y Educación Continuada Ana Cecilia
Osorio Cardona quien propició el tiempo, el espacio y
con su pertinente gestión hizo posible la materialización
de esta apuesta investigativa en el presente libro.
CONTENIDO

Presentación
Lenguaje, ciudadanía y sistemas de producción cultural. 19

Introducción 27

Ca pítulo 1.
Capítulo
El mercado lingüístico en Bogotá 61

1. En búsqueda de la dominación simbólica: la lucha


entre el porvenir burgués y las visiones coloniales 67

2. La preeminencia de un capital amenazante: el capi-


tal económico desde la segunda mitad del siglo 89

3. Resistencia y capital lingüístico: el uso de la lengua y


la distinción entre lo vulgar y lo culto 110

Capítulo 2.
Capítulo
Lengua, moral y modal
Herencia cultural y pervivencia colonial en la identidad dominante 145

1. En búsqueda de la afirmación identitaria:


Discurso civilizacionista y continuidad de los modos
coloniales 147

2. Lengua, moral y política: de las estrategias civiliza-


torias al retorno de la educación colonial 150
18 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

3. Educación, cívica y política: luchas sociales por


la imposición e incorporación de las maneras de
hablar 165

Capitulo 3.
Capitulo
Ciudadanía nacional, identidades y estilos de vida 191

1. El correcto uso del lenguaje y la apropiación de


una identidad superior: Bogotá [1850-1886] ciu-
dadanía nacional e identidades sociales 195

Co nc
Conc lusio
nclusio nes
lusiones 203

Bibliog
liogrrafía
Bibliog 205
Presentación 19

P R E S E N TTAA C I Ó N

Lenguaje
Lenguaje,, ciudadanía y sistemas de producción cultur al
cultural

El lenguaje tiene en sí, un interior, pero este inte-


rior no es un pensamiento cerrado en sí mismo y
consiente de sí. ¿Qué expresa el lenguaje, pues, si
no expresa unos pensamientos? Presenta o, mejor,
es la toma de posición del sujeto en el mundo de
sus significados.

Maurice Merleau- Ponty,


Fenomenología de la percepción.

El interés de los colombianos por el lenguaje ha sido objeto de múlti-


ples valoraciones que proceden desde diferentes instancias académicas
hasta las nuevas dinámicas proporcionadas por los medios masivos de
comunicación. En este último panorama aparece la serie televisiva trans-
mitida por el canal 13, el Profesor Súper O, cuya trama está precisamente
en la corrección de irregularidades idiomáticas, presentadas con frecuen-
cia en la televisión. La risa no se hace esperar cuando se evidencian los
errores lingüísticos, fonéticos y gramaticales que cometen diferentes per-
sonajes de la sociedad colombiana, desde las profesiones y oficios más
cotidianos hasta las profesiones más distinguidas y con mayor recono-
cimiento social; la figura que logra evidenciar estas irregularidades
20 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

idiomáticas es Charles Ocoró, un personaje con un parecido caricaturesco


a Francisco Maturana, ex entrenador de la selección Colombia cuyo uso
del lenguaje llevó a que lo apodaran el gran filosof
ilosofoo chocoano Francisco
Pacho Ma turana
turana. Tal vez esta asociación del futbol y del lenguaje, sólo sea
Maturana
obra de uno de los creadores de la serie, Martin de Francisco, quien res-
ponde a través del personaje Charles Ocoró, a las siguientes preguntas:

¿Es verdad que en Colombia se habla el mejor castellano? ¡Noo, por


Dios!, nada más falso. Si aquí se hablara el mejor español del mun-
do, yo no tendría los juanetes en el lamentable estado en que los
tengo, por correr a corregirle los gazapos a todo el mundo. ¿Cuál es
el yerro idiomático que lo pone como si fuera Superman frente a la
kryptonita? Los obvios, la mala utilización del “de que”, el “habían”,
sin embargo, hay uno en especial que me vuelve añicos: la utiliza-
ción desmesurada del adverbio “demasiado”. Por ejemplo: “Me gusta
demasiado”, “te quiero demasiado”. En especial por parte de las
señoritas que presentan las secciones de farándula, que ahí si la uti-
lizan demasiado… demasiado mal. Un error inaceptable... Plurali-
zar el verbo haber cuando denota existencia, uno oye comúnmente
decir: “Habían cuatro jugadores” cuando lo correcto es decir: “Ha-
bía cuatro jugadores” y eso lo dicen sin sonrojarse congresistas y
presentadores de TV. Un error en los periódicos… Un desacierto
consuetudinario es decir: “Se baraja la hipótesis”, ya que una sola
hipótesis no se puede barajar. Lo correcto es decir: “Se barajan las
hipótesis”. ¿Quién le da más trabajo? En los últimos tiempos he te-
nido mucho oficio en el Congreso, tratando de erradicar la redun-
dancia: “Volver a repetir”. Les repito: decir “volver a repetir” está
mal dicho El colombiano común y corriente, más aún el joven, en-
cuentra en cada historia un lenguaje tan cotidiano y coloquial que
además de darle un momento de diversión, estimula su conocimien-
to mediante la corrección de errores idiomáticos por medio de los
efectos de recordación1.

Las afirmaciones que se entretejen en torno a la aseveración sobre el


pésimo castellano que se habla en Colombia, pueden ser relevantes en

1. Recuperado de http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2378736
Presentación 21

una época en la cual la palabra escrita se enfrenta a una cultura visual


suficientemente fuerte. En efecto, las tecnologías de la información han
tenido un crecimiento asombroso a lo largo del siglo XX, en especial en
el ámbito audiovisual, que se extiende a todos los órdenes de la vida
cotidiana y también al espacio público, consolidándose poco a poco en
una de las características principales de este último, quedando en evi-
dencia el desplazamiento de una cultura escrita por una visual en las
diferentes esferas de la vida pública incluso de la esfera privada.

No obstante, si se realizara esta misma pregunta en el siglo XIX ¿Es


verdad que en Colombia se habla el mejor castellano?, tal vez las res-
puestas podrían ser de otro talante. Estas preguntas y sus diferentes
respuestas en torno al papel y el uso correcto del lenguaje despiertan
grandes debates que se han articulado, no solamente desde posturas
irreverentes, que utilizan el chiste, el sarcasmo y la ridiculización como
punto de partida pedagógico para enseñar un debido uso del lenguaje,
sino que se remontan a una gran tradición de gramáticos, filólogos y
eruditos que se preocuparon por mantener las formas tradicionales del
lenguaje en una época de grandes cambios económicos, sociales y cultu-
rales representadas por el liberalismo de mitad de siglo, o lo que es lo
mismo, la influencia de las revoluciones liberales que se presentaron en
el mundo a partir de 1850.

De este modo, Bogotá fue considerada una capital que hizo buen uso
del idioma, en realidad, el uso del más selecto castellano por parte de
nuestros ciudadanos ha sido referido en varias ocasiones, especialmente
a la presencia de una tradición de eruditos que desde el siglo XIX, se
interesaron por el cultivo del lenguaje. Esta tradición lingüística fue
encarnada por grandes filólogos, gramáticos y lingüistas que se pre-
ocuparon por mantener unas formas correctas del idioma, defendiendo
su conexión identitaria con España. Vale la pena decir que, este califi-
cativo del buen uso del idioma, se ha construido desde esta tradición,
22 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

ligado a su vez a la constitución de una identidad nacional que recla-


maba el uso correcto del idioma, en la política, en la vida pública y en
el ejercicio de las letras.

En términos generales, se puede señalar que la presente investigación


está dirigida en primer lugar, a la indagación de las resistencias cultura-
les que ocuparon el interés de gramáticos y filólogos alrededor del uso
correcto del idioma en una época de amenazas liberales y de cambios
drásticos en la cultura, la pregunta que aparece de acuerdo a esta proble-
mática esta afincada, en uno de los procesos de construcción de identi-
dad ciudadana concerniente al uso correcto del lenguaje. No obstante,
para no caer en la lógica de los personajes protagonistas de la historia y
de los acontecimientos políticos que enmarcaron a dichos personajes, la
investigación adoptó una postura un tanto más estructural, donde se
acogieron los planteamientos de Pierre Bourdieu, en torno a una econo-
mía de los intercambios lingüísticos.

Así, esta postura analizó las configuraciones del espacio social bogotano
y su relación con los modos de apropiación de la lengua en sus diferentes
estilos de vida. Vale la pena aclarar que esta investigación intentó aplicar
al contexto bogotano los planteamientos teóricos y metodológicos de
Pierre Bourdieu con las nociones de mercado lingüístico, campo y habitus
lingüístico, que más adelante se aclarará. Desde aquí fue posible eviden-
ciar, por una parte, las marcadas desigualdades económicas entre los
agentes que constituían dicho espacio y además de esto, caracterizar las
distinciones culturales por medio de la indagación de unos desiguales
intercambios lingüísticos, que crearon una situación de mercado lin-
güístico2.

2. Es importante anticipar que la investigación ha estado sustentada en la propuesta


analítica de la economía de los intercambios lingüísticos tal cual la presenta Pierre
Bourdieu.
Presentación 23

En segundo lugar, la preocupación de la investigación se situó en la cons-


titución de estas identidades que lucharon por imponer su visión como
visión legítima de la existencia. En este orden de ideas, la afirmación de
unos estilos de vida sobre otros no estuvo exenta de las luchas entre los
agentes del mundo social que entraban en disputa por imponer un pro-
yecto nacional mediante instancias de legitimación.

En tercer lugar, la investigación parte de la preocupación por entender


los procesos constituyentes de la ciudadanía desde las formas estructu-
rantes que trae consigo la formación histórica de la ciudadanía. En otras
palabras, la discusión sobre la ciudadanía requiere sobrepasar las expli-
caciones que la mantienen en el plano de los derechos y deberes, para
llevar la discusión al plano de las luchas sociales que se presentan al
interior de unos campos relativamente autónomos. En consecuencia, en
estos espacios se obtendrían los efectos prácticos de lo público mediante
una relación histórica que afianza el acceso de los ciudadanos a unos
derechos; en realidad, se trata de desligar a la ciudadanía de su carácter
universal, ya que de entrada se le otorga a los sujetos la condición de
ciudadano; desconociendo en parte, que la dimensión ciudadana histó-
ricamente, se ha dispuesto proclive para unos grupos sociales, del mis-
mo modo que ha sido negada sistemáticamente para otros. De acuerdo
con lo anterior, se deja entrever la dimensión socio-antropológica con la
que se afronta la ciudadanía como concepto, para el caso de la presente
investigación y se privilegian aquellos procesos en los cuales la ciudada-
nía se concreta de manera cotidiana, es decir, donde la aspiración ciuda-
dana no se concibe primordialmente como un espacio para la política o
para imperativos éticos universales, sino que, ésta se constituye en los
acontecimientos que la reafirman, los cuales van desde las realizaciones
de la economía hasta los preceptos de la educación.

Es importante resaltar que en este análisis se ha privilegiado la eficacia


de la lengua como recurso simbólico, donde se ponen en juego los tra-
suntos de la cultura a partir de estrategias simbólicas movilizadas por
24 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

diferentes grupos sociales para lograr la cohesión y la legitimación


social3. En el caso bogotano el uso del más selecto castellano por parte
de nuestros ciudadanos, ha sido referido en varias ocasiones, especial-
mente a la presencia de una tradición de eruditos que desde el siglo
XIX se preocuparon por el cultivo de la lengua. No obstante, este ca-
lificativo en apariencia sin ninguna sospecha, presenta en la vida coti-
diana el efecto estructurador de unas posiciones legitimadas para hablar
bien y otras que son excluidas por no hacerlo. Estas formas del buen
decir, en este sentido, se corresponderían con unas elites particulares,
que a su vez se legitimarían mediante el uso del lenguaje como atributo
de distinción. Para cumplir con este objetivo, el presente texto, resul-
tado de esta investigación, presenta en un primer apartado el estado del
arte, el cual discierne las investigaciones que proyectaron la construc-
ción de la identidad ciudadana en torno a la lengua. Este apartado en
particular, ofrece los insumos teóricos que permitieron vincular los
discursos alrededor del uso de la lengua con la construcción de la ciu-
dadanía en Bogotá.

Como conclusiones de esta disertación, en un segundo apartado, se pre-


senta el marco teórico, el cual expone los mecanismos conceptuales que
ofrecieron los autores, en el estado del arte, para pensar la relación que
posee el uso del lenguaje junto con las dinámicas culturales de la socie-
dad. En correspondencia con los insumos teóricos, que se presentaron
en el marco teórico se dan a conocer, en un tercer aparte, la metodología
que guió el trabajo empírico de la investigación. Es así como al
introducirse en este desarrollo de la investigación, se presenta el primer

3. Evidentemente para plantear las relaciones entre las representaciones de la iden-


tidad nacional y sus agenciamientos, es pertinente utilizar un enfoque
interdisciplinario, puesto que, la lengua vista como un recurso simbólico plantea
un problema nuevo que amerita la descripción y la critica desde diversos campos.
Por tal motivo la investigación toma aspectos de varias disciplinas, como la antro-
pología, la historia y la sociología.
Presentación 25

capítulo, que da cuenta de las condiciones de producción del espacio


social bogotano de la época, con el fin de caracterizar las condiciones de
producción de los intercambios lingüísticos. En éste se exponen, las es-
tructuras culturales y económicas del periodo histórico comprendido
entre 1850 y 1886, donde además de plantearse dichas estructuraciones,
se evidenciaron unos estilos de vida que ocuparon un lugar específico en
el espacio social de acuerdo a la acumulación de diferentes capitales,
entre ellos, el capital económico y lingüístico, que propiciaron una si-
tuación de mercado lingüístico de acuerdo a los intercambios del len-
guaje; con esto último se cerraría el primer capítulo.

Luego de evidenciar las posiciones sociales en el primer capítulo, se plas-


maron las diferencias sociales que marcaban las características de las
identidades en confrontación; al ser desigual la apropiación de capital
lingüístico y económico, se evidenciaron las estructuraciones identitarias
en la educación, en la moral y en la política. En efecto, una participación
desigual en estos ámbitos propicia el análisis de estas diferencias bajo la
perspectiva de la ciudadanía en un tercer capítulo.

Por último, bajo esta perspectiva, este trabajo pretende contribuir al co-
nocimiento de los procesos históricos de la ciudadanía con el fin de pro-
yectar objetivos educativos que guíen la práctica docente en el campo de
las ciencias sociales. Desde este ángulo, la ciudadanía no sería una cate-
goría dada como pretenden las propuestas que responsabilizan por com-
pleto a la escuela en el proceso de ciudadanización, sino que a ésta, acuden
las fracturas y las fragmentaciones de la ciudadanía, lo que indica que
para la consolidación de estos procesos es necesario el acompañamiento
de otras instancias sociales diferentes a la escuela y al mismo tiempo
estrategias pedagógicas que tengan como objetivo superar de alguna
manera las fracturas y las fragmentaciones, por consiguiente, si el obje-
tivo es un proceso eficaz de formación en ciudadanía, la educación debe
contribuir a superar sus fallos estructurales, teniendo en cuenta sus frac-
turas y fragmentaciones.
I NTR
NTROODUCCIÓN

Nación, identidad y producción lingüística

El siguiente aparte da cuenta del estado del arte de la investigación


titulada Caro, Cuervo resistencia lingüística y construcción de la identidad
ciudadana desde el uso de la lengua [Bogotá 1850-1886]. Este texto en
particular, ofrece los insumos teóricos que permitieron vincular los dis-
cursos alrededor del uso de la lengua con la construcción de la ciudada-
nía en Bogotá4. Vale la pena anotar que, la intención de dicha indagación
retoma una perspectiva que permite adentrarse en la discusión de lo
ciudadano, más allá de las tendencias que subsumen esta cuestión al marco

4. Para el caso colombiano, es necesario advertir sus particularidades, puesto que es


un hecho que se presenta una fractura histórica en la ciudadanía, debido en gran
medida a los desarreglos estructurales que se relacionan directamente con la cons-
titución de unos campos sociales que garantizan en su tipo ideal, la participación
ciudadana [Cfr. García y Serna: 2002]. Esta crisis resulta evidente por la falta de
un ethos que aglutine de forma efectiva, al conjunto de racionalidades modernas,
presentándose así una fragmentación de dichas racionalidades, cuyo objetivo in-
mediato es la particularización de sus prácticas. Evidentemente lo anterior postu-
la a una sociedad jerarquizada, erosionada y fragmentada, donde la única forma
funcional para la cohesión social es la violencia. Por consiguiente esta identidad
ciudadana, lejos de resolver los fallos estructurales que se presentan, particular-
mente en el espacio social bogotano, refuerzan las tensiones en vez de sublimar
las contradicciones que al interior de dicho espacio se exhiben. Las propiedades
que se le confiere a la ciudadanía en sus distintos momentos históricos, no reúnen
las condiciones de posibilidad de ser distribuidas para todos los grupos sociales
[Cfr. Chavarro y Llano: 2005].
28 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de derechos y deberes políticos, legales y jurídicamente instituidos,


entre ellos, el ejercicio electoral. Bajo esta perspectiva se propuso un
abordaje a la construcción de la ciudadanía que entromete los mecanis-
mos socialmente constituidos que, como el uso de la lengua, imponen
unas representaciones eficientes para incorporar y naturalizar en los agen-
tes unas visiones y divisiones del mundo social. En este orden de ideas,
el uso de la lengua se desempeña como una estrategia cultural que es
impuesta por los usos cultos de la lengua legitima con el propósito de
lograr la homogenización y normalización de unas formas legitimas del
habla, con las cuales se constituye la lengua oficial5.

En efecto, lo anterior es el producto de las luchas por la imposición de


un principio de visión y de división social, entre diferentes competen-
cias lingüísticas que entrando en pugna por dicho objetivo, imponen la
arbitrariedad cultural y la autorización. Ahora bien, este objeto de estu-
dio como es la lengua, vista desde estas dimensiones, se muestra como
un recurso simbólico que opera alrededor de la legitimación de un or-
den social, donde impone unas formas de existencia ciudadana, que ga-
rantizan la adscripción a una comunidad política, a la educación y a las
buenas maneras, es decir, que para que un agente pueda entrar a ser
parte sustantiva de estos campos y constituirse en un ciudadano es nece-
sario utilizar correctamente ciertas competencias en el buen decir que lo
vinculan a las formas de realización de la ciudadanía nacional.

La lengua como vínculo efecti


efectivvo de la nación

Los estudios sobre la lengua han estado dirigidos a plantear básicamente


una relación próxima con el surgimiento de la nación, donde se expresa

5. Es importante anticipar que retomó la noción de mercado lingüístico, hábito lin-


güístico, espacio social, campo, así como, incorporación, naturalización, legiti-
mación, etc., de la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu [cfr. Wacquant 1995].
Introducción 29

su papel fundamental para la constitución de identidad nacional a través


de la configuración de un idioma común. En esta medida, la lengua, al
constituirse y consolidarse en un lenguaje oficial, actuaría, junto con la
etnia y la religión como una de las bases de la construcción y la cohesión
de la nación, para la creación de una comunidad homogénea, donde los
ciudadanos se identificarían con el idioma, la religión y la etnia creando
así una nación.

Ahora bien, este proceso que vincula el nacimiento de la lengua nacional


con la configuración del Estado- Nación moderno, se ha planteado des-
de varios puntos de vista, donde se dilucidan las diferentes funciones
que ha desempeñado la lengua para la constitución de una idea de na-
ción. Para Anderson [1983], por ejemplo, el papel de la lengua en la
constitución de una idea de nación jugó un papel determinante, en la
medida que ésta, anclada en principio a dos grandes sistemas culturales,
pudo dejar su carácter sagrado y cerrado para fortalecer las lenguas
vernáculas y de esta forma, enriquecer la imaginería de la nación. Según
Anderson, este proceso de consolidación del Estado –nación moderno,
se remonta, en primer lugar, a la consolidación de la lengua constituida
en instrumento cohesionador del sistema cultural, denominado comu-
nidad religiosa, donde la lengua adquiría un carácter sacro en la medida
que los ideogramas, pertenecientes a sus textos, como la Biblia y el Co-
rán, lograban constituir comunidades por los signos más no por los so-
nidos6, ya que, en esta dinámica religiosa, la verdad sagrada era accesible
mediante los signos verdaderos [Anderson: 1983: 31].

En efecto, estas dinámicas que se presentaban al interior de la comunidad


religiosa, eran reforzadas en segundo término, por el carácter jerárquico

6. Al respecto argumenta Anderson que en la edad media era posible ver a distintos
grupos sociales con lenguas diferentes entre sí, que oralmente no lograban la co-
municación; pero que al extender sus ideogramas en referencia al texto sagrado,
era posible la comunicación entre ellos.
30 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

que poseía el reino dinástico, constituyéndose en el segundo sistema


cultural propuesto por Anderson. En este sistema, aparecían los letra-
dos que eran los estratos estratégicos de una jerarquía cosmológica de
corte divina, mediando entre la lengua vernácula y el latín o la lengua
oficial, para lograr de este modo, que las grandes comunidades clásicas,
se concibieran así mismas como cósmicamente centrales por medio de
una lengua sagrada. [Anderson: 1983: 34]. Ante todo, acontecimientos
históricos como la reforma protestante, acompañados de un creciente
capitalismo impreso, cuyo efecto, multiplica las traducciones a lengua
vernácula de diversos libros sagrados, logran progresivamente la degra-
dación de la lengua sacra, para dar paso a nuevas formas de imaginería,
que sustentan la conformación del Estado – nación moderno.

En consecuencia, estos nuevos elementos configuran, gracias a la difu-


sión en la imprenta, dos nuevas formas de imaginación representadas en
la novela y el periódico. El carácter novelístico del periódico permite
que varios actores se encuentren simultáneamente en un mismo espacio
imaginado, donde pueden compartir generalmente los mismos intere-
ses, creando espacios unificados de intercambio y comunicación en su
misma lengua, pero también establecen los cimentos de la conciencia
nacional. En efecto, el periódico en especial, crea una conexión imagi-
nada entre los actores por medio del tiempo homogéneo vació, donde la
idea de simultaneidad, que se presentaba en la edad media, está caracte-
rizada por la coincidencia temporal medida por el reloj y el calendario
[Cfr. Anderson: 1983: 46].

En síntesis, Anderson caracteriza, la función de la lengua en torno a la


conformación de la nacionalidad, y todavía mejor, alrededor de la gesta-
ción de la idea de nación, por medio de una comunidad imaginada crea-
da en parte por la lengua. En este punto es interesante observar, cómo
en la constitución de lenguas sagradas, aparece la variable de poder al
interior de los actores que manejan este recurso simbólico; no obstante,
cuando aparecen en escena la constitución de las lenguas vernáculas,
Introducción 31

que desplazan los lenguajes sagrados consolidándose a través de la im-


prenta y luego del periódico que fortalecen una idea de nación, es allí,
donde se difumina el agenciamiento de estas representaciones de la na-
ción que están a cargo de sujetos, que tienen por tarea la difusión de
estas representaciones. En esta dirección, cabe resaltar la eficacia políti-
ca que procuran los letrados, quienes fueron indispensables para lograr
la unidad lingüística a través de la conformación de una elite intercomu-
nicante, que buscaba la correspondencia del dialecto de los letrados con
los dialectos de determinadas zonas territoriales mediante la educación
pública y otros mecanismos administrativos [Hobsbawn: 1997: 70].

Con esto se buscaba entonces, que la variedad de dialectos esparcidos


por determinados territorios, se acogieran a un idioma administrativo o
idioma literario que lograra la estandarización de la lengua a través de la
homogenización de gramáticas y ortografías nacionales. Sin embargo,
en este proceso de estandarización se dejan entrever relaciones de fuerza
entre alfabetizados que buscaron imponer un idioma y los analfabetos,
quienes tuvieron sus propias formas de manifestación nacionalistas en
sus distintas lenguas vernáculas, resistencia que para Hobsbawn se evi-
dencia en el concepto de protonacionalismo popular.7 En este sentido,
la lengua común no se forma de modo natural, sino como una construc-
ción, que obedece a confrontaciones entre los alfabetizados, que impo-
nían una lengua oficial a los no alfabetizados que resistían, pero que
poco a poco perdieron terreno gracias a la imprenta que proporcionó las
bases de la lengua literaria, traduciendo en lengua vernácula los textos

7. Para Hosbawn, el protonacionalismo popular, (construcción desde abajo) antece-


de a la construcción moderna de nación con sus elementos étnicos, lingüísticos,
religiosos y territoriales. Este concepto lo utiliza para significar ciertas variantes
de sentimiento de pertenencia a una colectividad que ya existía, que estaba ahí y
que permanecía agazapada. Fue posible conocerla tardíamente, ya que al ser co-
munidades populares no se habían dejado múltiples rastros de su existencia a
través de los escritos, pero que mostraron cómo esas construcciones hechas desde
abajo podían concretar sentimientos nacionalistas.[Cfr. Hosbawn: op cit. 71].
32 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

sagrados hasta popularizarlos, logrando de esta forma, una fijeza en el


tiempo, en torno a una idea de nación, que posibilitó la cohesión de los
alfabetizados con los no alfabetizados quienes manejaban lenguas
vernáculas. Ahora bien, aunque aparezcan en escena unos agentes capaces
de movilizar la construcción de una lengua oficial que se ampara bajo ba-
ses políticas, ya que, la mayoría de los letrados que adelantan esta tarea
pertenecen según Hobsbawn, al Estado, se hace indispensable observar
otras miradas que no impliquen necesariamente los sustentos guberna-
mentales en la esfera de lo oficial; sino que por el contrario complementen
la cuestión lingüística y su relación con el fenómeno de la nación.

La constitución de la identidad nacional: en busca de sus sustentos


simbólicos

Para entrar a enriquecer la discusión sobre el papel del lenguaje en la cons-


titución de la nacionalidad, es importante acudir a los planteamientos en
torno a la configuración de la identidad nacional, donde el lenguaje, en
algunas ocasiones, aparece como un rasgo importante, pero no suficiente
para la consolidación de esta identidad; es relevante aclarar que el rasgo,
constituye un elemento de identificación de los nacionales, en primer lu-
gar porque, se equipará a una particularidad, a un atributo pasivo, que
identifica a alguien como perteneciente a un país determinado; aparente-
mente el idioma cohesionaría a la población envistiéndola de un atributo
común, que sentaría las bases de la nacionalidad. En efecto, si existe algo
claro entre todas las repúblicas hispanoamericanas es que todas hablan el
castellano, así estas sociedades sean muy variadas [Knight: 1999: 133].

Aunque en escenarios hispanoamericanos, se presentan diferencias de


acento y de vocabulario, es importante anotar que, el idioma, arraigado
en el tiempo, se consolida como un molde que ayuda a formar la identi-
dad nacional; no obstante, en algunas ocasiones, esta identificación que
ofrece ligeros rasgos de identidad particulares, no siempre correspon-
den a las fronteras nacionales. En este caso, el rasgo no se corresponde-
Introducción 33

ría con el espacio que aglutina a las sociedades en diferentes épocas his-
tóricas (corta, mediana y larga duración), estas agrupaciones moldean
sus características habitando un espacio geográfico en procesos de larga
duración, donde se adquiere la pertenencia a una nación; además de
esto, el concepto del idioma como un rasgo, argumenta Knight, puede
caer en el orden de lo descriptivo, sólo mirando los estereotipos8 que
generan y no las estructuras subyacentes que las define.

En esta medida estos prejuicios se convierten en mitos provenientes de la


generalización de manifestaciones sociales. Luego, es necesario aplicar el
concepto de molde, entendido como las estructuras duraderas en el espa-
cio que pueden llegar a forjar el carácter nacional bajo una historia com-
partida en la perspectiva de larga duración. En este sentido, el rasgo define,
pero es necesario mirar los moldes nacionales para encontrar los factores
activos que implican causalidad y de este modo superar las generalizacio-
nes descriptivas y llegar a los análisis explicativos. Ahora bien, aunque el
idioma no constituye el único factor de construcción de nacionalidad, si
resulta determinante para su consolidación, en cuanto logra cohesionar a
la población en un proceso de larga duración, no como un rasgo distintivo
sino como un molde que configura la identidad nacional.

La difusión del nacionalismo: el lenguaje y la religión como atri-


butos culturales

En las indagaciones dirigidas a interpretar la constitución de la identidad


nacional, sin duda alguna resulta indispensable, el papel del lenguaje
junto con la consolidación de distintos atributos culturales que a su
vez, le imprimen la fuerza necesaria para su persistencia en el tiempo.

8. Para Knight es necesario evitar en los estudios históricos los estereotipos vulgares
como por ejemplo que los mexicanos participan en las revoluciones porque son
violentos y construcciones más elaboradas como que la corrupción en México se
deriva de una psicología católica /colonial/ corporativista. [Cfr. Knight: 1999:130]
34 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Uno de estos atributos lo constituye la religión, que valiéndose de su


carácter sagrado logra incidir en la producción de lo nacional. En este
sentido, la religión es parte significativa de la difusión nacional, porque
desde allí, gracias al carácter sagrado del que se reviste, le es posible
propagar e integrar a los individuos en la creencia única a pesar de la
diversidad lingüística. En efecto, la difusión de un tipo específico de
religión supone la interiorización de una especie de creencia, del manejo
de una serie de elementos simbólicos y de una operacionalidad basada
en lo mítico, que destruya las barreras lingüísticas, para la concreción y
difusión de una especie de nacionalismo religioso9 [Lodares: 2002:52].

Esta operacionalidad de lo mítico, se hace efectiva a través de la repre-


sentación de la torre de babel, que busca la territorialización espiritual a
través de la predicación en lenguas ajenas a la propia, con el objetivo de
lograr imponer en los nuevos creyentes, una base ideológico – religiosa
que sirva para el fortalecimiento del nacionalismo. En este orden de ideas,
cada tribu que está inmersa en el mito, representa una pureza racial
(lengua que habla) que entra a estar determinada por la configuración de

9. Vale la pena anotar que, este tipo de nacionalismo lingüístico adquiere mayor
relevancia de acuerdo a la fuerza de la ideología que se evidencie en determinado
lugar. En el caso de España, por ejemplo, el nacionalismo lingüístico estuvo acom-
pañado por el nacional catolicismo donde la preocupación del gran imperio estu-
vo en la consecución de la unidad católica. Este tipo de estrategia colonial pretendió
unir a los diversos pueblos indígenas bajo una misma fe, restándole un tanto de
importancia al idioma, por esta razón, se tuvo como resultado, mas bautizados
que hispanohablantes en la América de la primera mitad del siglo XIX [Cfr.
Lodares: op cit. 52]. Aunque es muy interesante el planteamiento de Lodares en
cuanto plantea a la religión como base del nacionalismo, no apunta a una visión
un poco más generalizada del mito de babel, es decir, no se aplica esta analogía a
diversos contextos con el fin de sostener el argumento de la religión como base
del nacionalismo, es claro que en el caso español esta postura fuera efectiva, en
tanto era considerada una política confesional; a través del Pentecostés (predica-
ción de lenguas amerindias) se buscaba la consolidación de la nación católica.
Cabe preguntarse, si esta estrategia de difusión de la creencia es aplicable a diver-
sos contextos y de serlo así ¿como funcionaria? ¿Tendría las mismas característi-
cas del caso español, o cambiarían según su contexto?
Introducción 35

una unidad pura, homogénea, inviolable, constituida por el poder divino


encaminada hacia Yahvé (nación bíblica); en definitiva, el mito babélico
seria la representación de la concepción judeocristiana, que se torna en
un centro articulador de diversos grupos, ya que, se constituye en lo
común a todas las naciones bíblicas; con esto logra la cohesión y la iden-
tificación del grupo en torno a una creencia [Lodares: op cit. p. 51].

La construcción de identidades y la configuración de sentidos

Ahora bien, este epicentro que consolida la religión, como una fuente
articuladora de diversas identidades en torno a la nación bíblica, no es del
todo contundente, ya que debe ser complementado con el lenguaje visto
como atributo fundamental para la construcción de identidades. Este punto
de vista acerca del papel del lenguaje, en cuanto medio para la configura-
ción de identidades, propone el uso de la lengua como un atributo indis-
pensable para la creación de imágenes comunales que crean comunidades
culturales. Este planteamiento resulta importante, dado que no se toma a
la identidad como una esencia sino como construcción de sujetos capaces
de integrar procesos de configuración de sentido. En esta construcción de
sentido se puede dar prioridad a uno o varios atributos culturales, donde
por supuesto, la constitución de lengua que brinda auto-reconocimiento a
los actores sociales al interior de una comunidad, resulta indispensable.

Vale la pena anotar que, esta construcción de sentido a través de ciertos


atributos culturales puede tomar la forma de tres tipos de identidades.
En primer lugar tenemos a la identidad legitimadora, que a través de las
instituciones dominantes de la sociedad, extiende su dominación a los
actores sociales. Cabe resaltar que esta extensión de la dominación toma
en cuenta los trasuntos culturales primarios y luego la institucionalización
de las practicas a través de factores inducidos. Para ejemplificar lo anterior,
Castells toma los planteamientos de Ruvert de Ventós quien propone en
primera instancia los factores primarios donde estaría la lengua, el territo-
rio y la religión, seguido de los factores inducidos como la codificación del
36 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

lenguaje en gramáticas oficiales y la expansión de las burocracias. Este


tipo de identidad obedece a la constitución de identidades nacionales. El
segundo tipo de identidad tendría para Castells un carácter de resistencia
con unas posiciones devaluadas y estigmatizadas frente a la posición do-
minante. Aquí la lengua se puede proyectar como un mecanismo cultural
efectivo que busca a través de la proyección de imágenes comunales el
establecimiento de una frontera nacional invisible menos arbitraria que la
territorialidad y menos exclusiva que la etnicidad [Castells: 1997: 73]. El
tercer tipo de identidad hace referencia a las vindicaciones sociales que
pueden cambiar la estructura de la sociedad convirtiéndose en identidades
proyecto entendidas como construcciones de nuevas identidades, a través
de materiales culturales como la lengua, que redefine posiciones en la
sociedad, buscando la transformación de toda la estructura social10.

Sin embargo, este tipo de transformaciones identitarias en torno a la


lengua, aunque logran explicar el papel de esta en la constitución de
identidades, no llegan a descifrar las relaciones de poder que se entrete-
jen en esas construcciones, es por esto que se hace necesaria una expli-
cación un tanto más elaborada sobre los modos de objetivación lingüística
que se operan en la sociedad con el fin de desentrañar las operaciones
lingüísticas, tenidas en cuenta para la cohesión de los agentes.

10. Teniendo en cuenta lo anterior, se hace indispensable ejemplificar los modos de


transformación de la identidad a través del posicionamiento de la lengua toman-
do en cuenta los ejemplos históricos de Castells, en particular el de Cataluña. La
persistencia de la lengua en Cataluña, a pesar de las sendas masacres por parte de
la dictadura franquista, al asesinar a los maestros catalanes para la no divulgación
del catalán y las represiones institucionales por acabarla de parte del gobierno
español, se postula como el rasgo cultural de mayor relevancia para lograr la co-
hesión de su población, resolviendo a su favor el estatuto de autonomía de Catalu-
ña dentro del marco de España y declarando al catalán como lengua propia de esta
nación con el fin de organizar a la población en torno a la lengua y a la historia.
Ciertamente, vemos como en el caso de Cataluña esto último se cumple, puesto
que al ser admitida como una nación con una lengua distinta al español, obliga a
este ultimo país a declararse plurilingüe transformando su estructura social al
admitir la identidad plural. [Castells: 2002: 72-73]
Introducción 37

Orden social y nación: la objeti


Orden objetivvación lingüística

Para desentrañar los mecanismos que actúan directamente sobre el len-


guaje y posteriormente logran la cohesión social, es necesario plantear
como el lenguaje legítimo determina la consolidación de un orden social
que obedece a tipos ideales, como por ejemplo, los ideales de civilidad en
las ciudades latinoamericanas. Estos ideales de orden y progreso, inscri-
tos en la cultura universal, se abrieron pasó en estas tierras en el siglo
XVI, por medio del agenciamiento de la idea del orden a cargo de quie-
nes representaban a la monarquía absoluta. En efecto, sin un grupo es-
pecializado de hombres que sometieran al pueblo al rigor del signo, la
monarquía absoluta no hubiera podido tener el control sobre estas tie-
rras. Este grupo estaba conformado por religiosos, administradores,
educadores, profesionales y escritores que hacían uso de la pluma y ade-
más perseguían la asociación al poder, con el objetivo de resolver sus
condiciones materiales, dedicándose a la escritura y a su función poéti-
ca. Las tareas adelantadas11 por este grupo tenían como propósito orde-
nar a la ciudad y facilitar la concentración y jerarquización del poder,
por medio de la configuración de un ente autónomo caracterizado por la
consecución del monopolio de las letras dentro de las instituciones del
poder al que pertenecían, como las audiencias, capitolios, seminarios,
colegios, universidades [Rama:1984].

Este manejo de los lenguajes simbólicos en una sociedad analfabeta, per-


mitió dirigir a la población mediante la ideologización del poder y el
manejo del discurso barroco, integrando las palabras y los emblemas
para capturar de esta manera a la pintura, escultura, música etc... En
efecto, con todo esto, se logró conformar la ciudad letrada, cuya tarea

11. Según Ángel Rama, el hábeas de leyes y edictos se acrecentó más desde la inde-
pendencia y concedió un puesto destacado a los abogados, escribanos etc. que
utilizaban canónicos modos lingüísticos como la retórica y la oratoria para la ob-
tención y conservación de los bienes [Cfr. Rama: op. cit. 29- 30]
38 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

era instituir el orden mediante la mecanicidad de las leyes. Así por ejem-
plo, las calles que otrora recibían un nombre particular, donde se
rememoraba un acontecimiento, poco a poco adquirieron un nomenclador
más rígido compuesto por números que darán según la inteligencia, una
mejor planificación y orden a la ciudad. Vale la pena anotar que, esta
ciudad letrada se configuró al interior de la ciudad ordenada en forma de
anillos, donde por supuesto, la ciudad letrada componía un anillo pro-
tector del poder, apartando así a dos anillos lingüística y socialmente
enemigos. El primero de ellos era el anillo urbano con el que compartía
la misma lengua pero se distanciaba geográficamente de ellos, ya que, la
ciudad letrada se establecía en el centro y estos en la periferia; el segun-
do correspondía a los indígenas que con el uso de su lenguaje, se distan-
cia aún más del centro del poder. Esta conformación geográfica y
simbólica de la ciudad, lograba mantener a la población iletrada fuera de
los círculos del poder que se constituía solamente en el diez por ciento
de la población, mientras que la ciudad real conformaba casi el noventa
por ciento de la población [Rama: 1984].

Ahora bien, este tipo de diferenciación social establecida geográficamente,


se aplicaba aún más en el uso del lenguaje con el encumbramiento de
la escritura, donde por efectos de una diglosia se diferenciaba a los
sectores. En primer lugar al lenguaje de la vida pública se encontraba
impregnado de rezagos cortesanos (oratoria religiosa, ceremonias ci-
viles, protocolares) donde participaban los miembros de la ciudad le-
trada y en segundo lugar se encontraba el lenguaje popular identificado
con la plebe. La característica de esta diglosia era la oposición que
presentaban. El habla cortesana, que se mantenía rígida, se opuso te-
nazmente al habla popular que evolucionaba en el tiempo. Un ejemplo
de ello, lo podemos encontrar en el graffiti, que desde la época de la
colonia según Rama, atestiguan autores marginados de las vías letra-
das; pero sobre todo, contraatacados desde la ciudad letrada, que ade-
más de defender la norma metropolitana de la lengua, defendía la norma
cultural de las metrópolis.
Introducción 39

Si bien es cierto que Rama plantea el agenciamiento que tienen un gru-


po de especialistas para organizar a la ciudad y sus prácticas, no especi-
fica la forma o los instrumentos de los que se valen para lograr tal
cohesión. En este sentido, es relevante observar el uso del lenguaje como
elemento fundamental en el ejercicio de la constitución de un cuerpo
ciudadano, ya que logra convertirse en un insumo poderoso para racio-
nalizar los comportamientos por medio de la organización de campos de
identidad nacional, configurados a través de constituciones, gramáticas
y manuales. Estos mecanismos funcionan como discursos fundacionales
de fronteras, que se sostienen en la prohibición, bajo la idea de una es-
critura que homogeniza los lenguajes constituyendo un cuerpo policial
subjetivado, persiguiendo la prevención de la infracción por medio de la
escritura fundacional12, de donde se irradia la ley (constitución), la len-
gua nacional (gramáticas) y el cuerpo ciudadano (manuales) dando for-
ma así, a un cuerpo ciudadano que demarca comportamientos por medio
del refreno de las pasiones; sin embargo, lo anterior no explica cuál es el
papel del lenguaje y la escritura en la constitución del cuerpo ciudadano.
En este sentido, la lengua autorizada actúa como filtro para llegar a la
consecución de la ciudadanía, dado que, las prácticas viciosas del habla
popular pasan a ser corregidas a través de la adquisición de la competen-
cia en la lengua escrita (gramáticas).

En efecto, las gramáticas, cuya función es servir de distribuidor de la


norma lingüística, se constituyen en bisagra para articular el espacio
público y privado mediante códigos que organizan campos de identidad
nacional con la fuerza que le imprimen instituciones como el Estado, la
familia y la escuela. Gramáticas, manuales y constituciones buscan en
común la legitimidad escrita; en este caso, el ejercicio de la escritura
correspondía con la necesidad de ordenar a la población en torno al ideal

12. Para González este tipo de escritura fundacional tiene sus bases en el discurso
civilizacionista sobre el cual descansa el poder de la civilización de la barbarie y la
dulcificación de las costumbres.
40 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de civilidad, pero para lograrlo se necesitó de la implementación de ins-


tituciones legitimadas por la letra (escuelas, hospicios, talleres, cárceles)
y de discursos hegemónicos (mapas, gramáticas, constituciones, manua-
les, tratados de higiene) que reglamentarán el comportamiento de los
sujetos, apartándolos de la “barbarie” que constituían la otredad en el
límite de la escritura legal.

El Estado por medio de las constituciones se encargó de delimitarlas y


de penalizarlas a través de categorías como la demencia, el bandidaje y la
vagancia, en este aspecto, la otredad pasa a ser perseguida por la misma
escritura que la expulsa y la castiga por no corresponderse con el cuerpo
policial subjetivado. Ahora bien, más allá de regular los comportamien-
tos de los sujetos, el proyecto civilizacionista, necesitaba la estabilización
lingüística para una adecuada implementación de las leyes y para facili-
tar, además, las transacciones comerciales. Las nuevas formas de comu-
nicación exigían que los cuerpos y los lenguajes se unificaran al mismo
tiempo que se acercaban los territorios a la ciudad por medio de los
ferrocarriles, barcos a vapor y la construcción de vías13. A este tipo de
operaciones González las denomina economías fundacionales, que bus-
can dar forma a la ciudadanía apartándola de la sociedad rural rotulada

13. Un cuestionamiento que aparece luego de presentar la función de la lengua legi-


tima y su manifestación en la escritura, es sin duda alguna la que hace referencia
al cuerpo, puesto que es allí donde reposan y se desarrollan las prácticas sociales
de los sujetos en sociedad. Las categorías antes vistas actúan en el disciplinamiento
del cuerpo por medio de los manuales de urbanidad que se postulan como regula-
dores efectivos de la vida social. Sin embargo, operan al interior de la vida privada
que se presenta a su vez como un espacio delimitado para la consecución de la
civilidad que indicará al ciudadano cuál deberá ser su comportamiento en la so-
ciedad mediante la obediencia a unas normas instituidas. Ahora bien, este efecto
de disciplinamiento no es posible sin el poder moral que funciona mediante un
espíritu de censura y vigilancia acogidas por otras prácticas sociales como los
manuales que al irse desvaneciendo poco a poco el castigo corporal e irse institu-
yendo la mirada vigilante se convirtieron en el instrumento por excelencia de la
constitución del cuerpo ciudadano.
Introducción 41

como salvaje por medio de categorías naturalizadas como escritura / ley,


sociedad / ciudad, propiedad / trabajo. Luego, adquirir la ciudadanía
en este sentido implicaba, tener una competencia del buen decir, ser
hombre mayor de 21 años, estar casado y por lo menos poseer una
propiedad.[Cfr. González: 1996.]

Los aagentes
gentes de la producción lingüística y la natur
natur alización de
turalización
la diferencia

Ahora bien, luego de vislumbrar los mecanismos que utiliza el lenguaje


para naturalizar las categorías con las cuales disciplinará al cuerpo ciu-
dadano, es importante observar cuales son los efectos de la producción
lingüística y su relación con el espacio social, con el objetivo de desen-
trañar los efectos estructuradores del lenguaje en la sociedad. En efecto,
en cuanto a las relaciones que se producen con el lenguaje, Bourdieu
argumenta que se presentan unos intercambios lingüísticos en la comu-
nicación, sometidos al mismo poder simbólico que producen, donde la
lengua, es vista como producción social y objeto de luchas entre agentes
de la misma producción lingüística, situando sus diversos capitales
lingüísticos en el juego de las apuestas sociales, con el fin de imponer un
principio de visión y de división del mundo. [Bourdieu: 2001]

No obstante, detrás de los intercambios lingüísticos, está el efecto


estructurador de un mercado lingüístico, donde lo que circula, no es la
lengua vista como sistema de signos, sino discursos estilísticamente ca-
racterizados que se corresponden con experiencias socialmente caracte-
rizadas. En efecto, el uso de la lengua para Bourdieu, se manifiesta en
forma de habitus lingüísticos, que son disposiciones que se inculcan por
medio de las acciones del mercado lingüístico; además este habitus lin-
güístico que se corresponde con el mercado lingüístico, es el producto de
unas condiciones sociales que se ajustan de manera durable en el cuerpo
42 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

(hexis corporal) pero no necesariamente se traduce en experiencias equi-


tativas. En este sentido, no todos los agentes dispondrían de un capital
lingüístico equitativo, tal es el beneficio de la distinción que persiguen
los agentes a través de las apuestas que realizan. [Bourdieu: 2001]

Quizás donde se pueden ver mejor estas relaciones de fuerza, por la


imposición del principio de autoridad lingüística, es por supuesto al
interior del campo de la producción literaria14 que se estructura de una
manera específica, en un tiempo y espacio determinados, donde las
distintas posiciones que en él se encuentran, se presentan en constante
confrontación por imponer un sentido legítimo. En este campo de lu-
chas lingüísticas, se pone en juego la competencia lingüística de los
agentes que dependen del capital cultural y de la trayectoria social pro-
pia del agente en confrontación. Estas competencias lingüísticas pro-
vienen en primera instancia de la familia, ubicada en un espacio social
determinado y del sistema escolar en el que fue aprendiendo estas es-
trategias lingüísticas, como por ejemplo, la estrategia la hipercorrección
pequeño burguesa, que busca la corrección comparando el sentido
vulgar (popular) con los términos mucho más elaborados; las estrate-
gias de asimilación y disimulación que producen las diferencias distin-
tivas en el tiempo, logrando favorecer la inculcación de determinadas
prácticas culturales (asimilan) y logrando por supuesto disimular estas
diferencias al mostrarlas como desigualdades naturales a través de la
denegación simbólica.

14. Los productores oficiales, hacen parte de la forma legítima de producción de sa-
ber, puesto que imponen un tipo de creencia dominante reconocida como natural
por parte de las diferentes posiciones constitutivas del campo. Este tipo de creen-
cia en el lenguaje de Pierre Bourdieu corresponde a la doxa. En efecto, por el
monopolio de unas formas legitimas se presenta una férrea confrontación entre
unos productores dominantes que imponen dicha creencia, (la cual se constituye
como el capital estructurador del campo) y otras posiciones que buscan legitimarse
a través de sus inversiones en el juego de las apuestas dentro del campo de la
producción [Bourdieu 1995: 65].
Introducción 43

Esta dominación simbólica se encuentra cargada de conminaciones tan


sutiles que no es posible ver de antemano sus efectos. Un caso concre-
to de intimidación se presenta en las correcciones al uso del lenguaje,
donde se emiten juicios que estigmatizan a los agentes por la pronun-
ciación efectuada. En este orden de ideas, los usos populares de la len-
gua oficial tienden a devaluarse en relación con el uso social legítimo
que vendría a hacer el buen decir15. Estas oposiciones se convierten en
el blanco de las apuestas que realizan los agentes con un habitus lin-
güístico en particular.

Por último, en la anticipación de precios y la previsión de beneficios, es


importante conocer las leyes del mercado lingüístico, con el fin de apli-
car estrategias que le permitan anticiparse según su habitus lingüístico a
las leyes definidas bajo criterios de aceptabilidad de un discurso, ya que,
en lo que se dice, se encuentra el principio de visión y división del mun-
do social. La nominación, dice Bourdieu, construye la estructura del
mundo en tanto más ampliamente sea reconocida y autorizada; puede
llegar a ser más efectiva en la medida que sea ocultada. Los nombres
cualitativos como idiota y estúpido, tienen poca eficacia simbólica frente
a las expresiones que solo comprometen a su autor, pero que van dirigi-
das a modificar conductas, creencias, etc., de manera insospechada. Es-
tos tipos de nominación no pueden desprenderse de la eficacia que supone
el rito institucional que naturaliza las diferencias creando una segunda
naturaleza que es incorporada en forma de habitus lingüístico, para en-
trar de nuevo en el mercado de bienes simbólicos, en este caso el merca-
do lingüístico.

15. Nuestro autor advierte que la lengua legítima y la integración de esta en una
comunidad lingüística obedecen al producto de la dominación política constante-
mente reproducidas por instituciones capaces de imponer el reconocimiento uni-
versal de la lengua dominante. [Cfr. Bourdieu: 2001]
44 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

El buen decir o el destino del anonimato: el caso colombiano

En esta misma dirección para el caso colombiano se postula que, detrás


de los letrados y del lenguaje que enuncian, se esconde el efecto
estructurador de un mercado lingüístico en el que, se permite desentra-
ñar la condición objetiva de los hablantes y las relaciones de fuerza que
organiza el mundo social. Este uso del lenguaje es inseparable de la po-
sición objetiva del hablante que ocupa una posición en un espacio social
determinado, pero también de unas formas arbitradas del buen decir
constituidas en requisito para existir de manera legítima [Serna: 2006].
En un espacio social fracturado como el colombiano16, gran parte de las
exacerbaciones identitarias se presentan en el lenguaje. Si bien es cierto
que la utilización del uso correcto del idioma es agenciado por la institu-
ción escolar, las formas del buen decir corresponden a unas elites parti-
culares que tienen incorporados y naturalizados históricamente unos
calificativos descalificantes que utilizan para la diferencia, Incluso aún,
las formas del buen decir, se ven acompañadas por unas formas colo-
quiales que se traspasan la diferencia entre la esfera de lo público y lo
privado.

En efecto, en Colombia dichas formalidades idiomáticas, transgreden


las diferencias entre lo público y lo privado, debido a que el lenguaje del

16. Esta fractura se presenta para nuestro autor debido en gran medida a la falta de
una identidad mediática que dirima las tensiones del mundo social. En efecto,
esta identidad mediática, es entendida por Serna como “identidad superior de la
vida pública, superando las demás identidades del espacio social, de donde resul-
ta su eficacia para permitir el dialogo, el conflicto y la confrontación entre estas
diferentes identidades, permitiendo la política” [Cfr. Serna: 2004]. En este senti-
do, la ciudadanía tiene como principal propósito superar las identidades parciales
que se encuentran en el universo social. Para lograr este propósito, la ciudadanía
necesita de profundas inversiones simbólicas y además hacer que los diferentes
estilos de vida, (que son el equivalente de algunas identidades sociales como la de
clase) se subordinen a la realización de la identidad superior de la vida social.
Introducción 45

buen decir ejerce una doble exclusión: Cuando se expande el sistema


educativo, este lenguaje impone una serie de descalificaciones que no
concuerdan con el ideal legítimo y por otra parte cuando este lenguaje
pierde su capacidad de expansión se refuerza la exclusión. De esto se
puede seguir que el lenguaje del buen decir es privativo para algunos
grupos sociales y a los restantes grupos se les impone un criterio de
clasificación y descalificación (negro, indio, mestizo). En síntesis Serna
muestra como en los escenarios donde este lenguaje es exigido (aplica-
ción de ley, práctica administrativa, etc.) Se proceda en ajuste a unos
lenguajes coloniales, que operan de acuerdo a las apariencias exteriores
y se objetivan en el lenguaje al que acuden [Serna: 2006].

De acuerdo a lo anterior, la ausencia del carácter mediático de la ciu-


dadanía deja un vació en la vida cotidiana que busca un poderoso voca-
bulario colonial para la descalificación. Por ejemplo en la vida política
es necesario saber hablar para aumentar las posibilidades de ingreso,
en alusión a lo anterior, encontramos a Gaitán, quién asumió el len-
guaje de los dominantes para entrar al círculo político; Ahora bien, el
buen decir ha puesto en la escuela unos lenguajes que son revestidos
como necesarios, junto con unos agentes autorizados para las opera-
ciones del lenguaje y así arbitrar el mundo social. Sin embargo, la au-
toridad para hablar delata la posición objetiva del hablante que utiliza
constantemente la estrategia de la censura, para arraigarse al lenguaje
legítimo. No obstante, con las formas del buen decir prosperó una vas-
ta jerga colonial que rompe de manera arbitraria las formalidades
idiomáticas, es decir, busca romper con la imposición de convencio-
nes, con la anteposición de la formalidad y con la rigidez del lenguaje
que modera la experiencia.

En cambio, la jerga coloquial se caracteriza porque no tiene contencio-


nes, las convenciones resultan inútiles, dado que, predomina lo funcio-
nal apelando a lo evidente y así a lo esencial. En este sentido, el mundo
46 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de lo público queda sometido al lenguaje de la jerga que convierte las


apariencias en esencias o estigmas. Esta operación, distancia al buen de-
cir, quien se ve revestido del carisma; mientras que un agente social que
no utiliza el buen decir es caracterizado en el mundo público bajo estig-
mas (indio, negro, mestizo), otros agentes como el abogado que utiliza
un lenguaje especifico, marca la distancia social al ser vistos como perso-
najes carismáticos en el mundo social. Este racismo criollo, como lo lla-
ma nuestro autor, opera también en los lugares públicos donde se tiene
un derecho de admisión, netamente colonial, observando las investiduras
físicas, para el ingreso, más aun, opera la lógica del custodio donde en
apariencia el dueño es semejante a los excluidos a quienes reconoce bajo
la mirada de naturalización de condición de excluido, pero en realidad
no existen vínculos entre el custodio y el custodiado, ya que, este tiene
un poder que lo distancia del custodiado y este a su vez ve un cómplice
de quien lo excluye.

Desde otro punto de vista, el uso del lenguaje en Colombia fue un


objeto privilegiado de los letrados para imponerse en el poder. El co-
nocimiento de galicismos, provincialismos y correcciones se utilizaba
para el ataque y la defensa en política, otro factor importante era el
manejo del latín como signo de distinción y poder, ya que, al ser pocos
los que manejaban el latín se convertían en actores reconocidos, como
por ejemplo Miguel Antonio Caro único latinista del país en la época
de su presidencia. En este sentido, Deas sostiene que la hegemonía
conservadora, logró imponerse gracias al manejo de la gramática, com-
ponente importante asociado al gobierno conservador que duró desde
1886 hasta 1930. Este manejo, está directamente relacionado con el
poder en Colombia; los congresos de finales de siglo, por ejemplo, fue-
ron ampliamente dominados por los conservadores quienes usaban el
conocimiento de galicismos y provincialismos en luchas constantes de
reconocimiento político, un instrumento fundamental para adelantar
esta contienda fue el periódico, donde el periodismo forjó en muchas
Introducción 47

ocasiones la reputación política. No obstante, esta práctica toma su


forma concreta con el establecimiento de la Academia Colombiana de
la Lengua en 1871, donde se institucionalizó el interés por las letras de
estos personajes [Deas: 1993].

La prominencia de gramáticos y filólogos en la vida política del país, se


puede evidenciar en la producción lingüística de diccionarios y obras aso-
ciadas con el lenguaje, donde se postulan como los más aceptados y repre-
sentativos Rufino José Cuervo y Miguel Antonio Caro. Pero ¿qué caracteriza
a estos personajes tan representativos de la vida nacional? Un punto im-
portante que sostiene Deas es el origen cultural y social de estos hombres
prolíficos, donde el linaje no está asociado con la acumulación de riquezas
sino con el fortalecimiento de las letras a través de la educación.
UN PUNT
PUNTOO DE VISTA
VISTA
TEÓRICO Y MET ODOLÓGICO
METODOLÓGICO

La producción de la creencia lingüística y las descalificacio


descalificacio nes
icaciones
del bbuen
uen decir

Cuando un discurso natural pinta una pasión o


un efecto, se halla en uno mismo la verdad de lo
que se entiende, y que no se sabía estuviera allí, de
suerte que nos vemos impulsados a amar al que
nos la hace sentir; porque no nos ha mostrado su
bien, sino el nuestro; y así, este beneficio nos lo
rinde amable, además que la comunidad de inteli-
gencia que tenemos con él inclina necesariamente
el corazón a amarle.

Blaise Pascal, pensamientos.

L a anterior discusión que ha inmiscuido la construcción de la identi-


dad ciudadana en torno a la lengua, arrojó elementos fundamentales para
postular un aparato conceptual conducente a la indagación empírica, de
este debate, en el escenario bogotano. En este sentido, se apeló a los
principales momentos de la discusión en el estado del arte, para lograr
consolidar dicho marco teórico que diera cuenta de la construcción de
identidad ciudadana a partir de la lengua. Para tal efecto, comenzaré
presentando uno de los componentes sociológicos más fuertes de esta
investigación.
50 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

La competencia lingüística como estr


estraate gia cultur
tegia al.
cultural.

Como se ha mencionado anteriormente, para el sociólogo Francés Pierre


Bourdieu, las relaciones que se presentan en el lenguaje, obedecen a
unos intercambios lingüísticos direccionados por diferentes agentes del
espacio social, que ocupando una posición determinada en el campo
literario, buscan la estabilización del uso del lenguaje, por medio del
desarrollo de una competencia lingüística. En efecto, esta competencia
adquirida a través del tiempo, le permite consolidarse consciente o in-
conscientemente al mismo tiempo, dentro de un mercado lingüístico,
producto de estos intercambios17.

Ahora bien, al interior de este mercado, se disputan luchas por la imposi-


ción de un principio de visión y de división del mundo con pretensiones
universalizantes, produciendo de esta forma, un efecto estructurador, ca-
racterizado por la imposición de la creencia (llusio) y la aceptación en el
juego mismo de las luchas, que tomando la forma de discursos caracteri-
zados, buscan imponer el monopolio de las formas del decir18; además de
la correspondencia de estos discursos con un mercado de producción lin-
güística, estos se relacionan así mismo, con experiencias socialmente iden-
tificadas a través del habitus19 lingüístico. En este sentido, el uso de la

17. En esta dinámica se producen discursos dirigidos especialmente a receptores ca-


paces de evaluarlo, apreciarlo y por ende darle un precio.
18. Estas formas literarias, cuyo objetivo es la conversión de diversas competencias
lingüísticas, buscan instaurar poco a poco en la sociedad, un interés expresivo
común, que la mayoría de agentes con competencias lingüísticas similares persi-
guen. De acuerdo a lo anterior, es necesario evidenciar las condiciones de produc-
ción de estos discursos estilísticamente caracterizados, para evitar que se muestren
como prácticas naturales descontextualizadas de sus condiciones de producción.
19. El habitus en general se puede entender según Bourdieu como un sistema de
disposiciones duraderas y trasferibles, estructuras estructuradas predispuesto a
funcionar como estructura estructurante, es decir, como principios generadores y
organizadores de prácticas y representaciones que pueden ser objetivamente adap-
tadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de
Un punto de vista teórico y metodológico 51

lengua para Bourdieu, se manifiesta en forma de habitus lingüísticos,


que siendo el producto de unas condiciones sociales ajustadas a un mer-
cado lingüístico, además es adquirido y se inserta de manera durable en
el cuerpo. Estas disposiciones inculcadas, por medio de las acciones de
este mercado, operan mediante relaciones de fuerza dadas entre los agen-
tes por imponer unas formas objetivadas de capital lingüístico, que se
estructuran como leyes y disposiciones20. Entonces, conocer las leyes
del mercado lingüístico, permite la anticipación de precios y la previsión
de beneficios, con el fin de aplicar estrategias que le permitan anticipar-
se, según su habitus lingüístico, a las leyes definidas bajo criterios de
aceptabilidad de un discurso, idealizadas en el buen decir, que redunda
en la encarnación del uso social legítimo del lenguaje.

Sin embargo, el habitus por ser una categoría analítica, solo es posible
observarlo empíricamente a través de los estilos de vida. En este senti-
do, los habitus vendrían a ser estilos de vida deseables, característicos de
dicha práctica lingüística, donde se pone de manifiesto la imposición de
un principio de legitimidad. En este sentido, la afirmación de los estilos
de vida, no está exenta de las luchas entre los agentes del mundo social,
más bien, estas relaciones de fuerza pueden evidenciarse en el caso del
uso del lenguaje, el cual antes de ser el resultado del desenvolvimiento
de fuerzas naturales, se debe a la confrontación de estas relaciones, que
tienen como objetivo imponer la distribución de una serie de capitales
culturales o lo que es igual, naturalizar las posiciones del espacio social.

las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente reguladas y regulares


sin ser el producto de la obediencia a reglas y a la vez que todo esto, colectivamen-
te orquestadas, sin ser producto de la acción organizadora de un director de or-
questa [Bourdieu,1991: 92]
20. Quizás donde se pueden ver mejor estas relaciones de fuerza, por la imposición
del principio de autoridad lingüística, es por supuesto al interior del campo de la
producción literaria que se estructura de una manera específica, en un tiempo y
espacio determinados, donde las distintas posiciones que en él se encuentran, se
presentan en constante confrontación por imponer un sentido legítimo.
52 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En consecuencia, estas competencias lingüísticas, toman la forma de


capital cultural, entrando en confrontación con otros tipos de capitales,
que buscan imponerse en el espacio social; en efecto, estos capitales se
desenvuelven en estilos de vida que imponen un principio de visión y de
división, ubicando al mismo tiempo a diversos agentes en determinadas
posiciones en el universo social21.

Sin embargo, desde otro punto de vista en este proceso, es necesario


tener en cuenta, el papel del Estado que juega una acción muy impor-
tante, ya que, partiendo de su tipo ideal, se encuentra en capacidad de
arbitrar las contradicciones que se generan a partir de la búsqueda de la
imposición de ciertas formas de existencia, como estilos de vida legíti-
mos. Por esta razón, el Estado se encuentra posibilitado para proscribir
aquellas formas de existencia que no concibe como posibles. Un ejemplo
de lo anterior se encuentra en las políticas públicas, en las cuales se ponen
en juego todo un aparataje que nómina de manera oficial los sentidos
legítimos de la existencia, tal como se puede observar en el caso del uso
del lenguaje a través de las Academias de la Lengua. En efecto, el papel
de esta institución estriba, en la instauración de estrategias destinadas a
la movilización de los sentidos legítimos del buen decir, conducentes a la

21. Conocer estos estilos de vida presentes en determinado universo social implica
una doble tarea: La primera de ellas consiste en desentrañar la existencia del mundo
social que aparece en el orden objetivo, dando cuenta de la manera como son
distribuidas las diferentes posiciones en el campo social. Estas últimas se tradu-
cen en unos capitales que pueden ser del orden económico, educativo, social o
simbólico, donde la posesión de capitales, determina a sí mismo, la posición que se
ocupa de manera global dentro del universo social. Una segunda tarea, observa
como esta estructura de capitales que se encuentran en el espacio social, son in-
corporadas, constituyéndose de manera particular en el orden subjetivo de los
propios agentes. En correspondencia con este conjunto de posiciones, se propi-
cian unas disposiciones, que siendo esquemas de percepción, funcionan como sis-
tema de coordenadas de orden simbólico, orientando las prácticas cotidianas, las
cuales para ser reafirmadas, procuran el agenciamiento de una serie de estrategias
que a su vez propician unas tomas de posición dentro del campo social.
Un punto de vista teórico y metodológico 53

socialización de los ciudadanos, quienes al mismo tiempo, reconocen


esta institución como la posición legítima y legitimadora del lenguaje.
Ahora bien, esta movilización de estos sentidos legítimos, en cuyas ope-
raciones antes nombradas, se evidencia una distribución desigual de los
capitales en el espacio social, requiere para su explicación, en primer
lugar, de la constitución de identidades consolidadas en procesos histó-
ricos (moldes) que permitan sacar conclusiones sobre los rasgos dura-
deros de la identidad nacional y en segundo lugar, pensar la identidad
nacional, como una identidad entre varias identidades que buscan
legitimarse y resistirse, mediante la priorización de atributos culturales,
como el lenguaje. En efecto, esta apuesta cultural, que se superpone
sobre otras fuentes de construcción de sentido, busca imponer y valori-
zar su visión mediante el posicionamiento de rasgos particulares, que
mediante la constitución de identidades organizará el sentido social.

La co nfro
confro ntación de identidades y la imposición de los ór
nfrontación denes
órdenes
cultur ales
culturales

Si se tiene en cuenta que a través de los estilos de vida, se puede lograr la


diferenciación social en los agentes, una de las características fundamenta-
les para constituir las identidades, procede por medio del rasgo, que se
constituye en un molde, características fundamentales de los agentes na-
cionales inscritos en procesos sociales, culturales e históricos de larga du-
ración [Knight: 1999]. En este sentido, la identidad nacional estaría
determinada por un proceso social que logra constituir rasgos duraderos
como el lenguaje, donde este permanece a través del tiempo por medio de
la configuración de constantes culturales distintas de los estereotipos, dado
que alcanzan cierto nivel de significación nacional; ahora bien, aunque
esta postura teórica logra evidenciar los moldes que se configuran en un
proceso histórico, es importante advertir que esta identidad no opera de
forma general para todos sino que por el contrario, ésta tiende a conso-
lidar diferentes tipos de identidades. En efecto, la identidad nacional,
54 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

puede ser objeto de confrontación entre diferentes identidades que lu-


chan por imponerse como identidad nacional, a través del posicionamien-
to de normas o conceptos, para afianzar una identidad particular.

En este sentido, el uso del lenguaje y el encumbramiento de la escritura


es un recurso importante para la diferenciación social, donde por efecto
de una diglosia se contrastan a los sectores en confrontación. En primer
lugar, están los miembros de la ciudad letrada que actúan bajo rezagos
cortesanos (oratoria religiosa, ceremonias civiles, protocolares) y en se-
gundo lugar se encuentra el lenguaje popular identificado con la plebe.
De este modo, el habla cortesana, se mantiene rígida y se opone tenaz-
mente al habla popular que evoluciona en el tiempo [Rama: 1984].

Ahora bien, el lenguaje además de ser un rasgo importante para la con-


solidación de la identidad ciudadana, también lo es para la imposición
de un régimen cultural que se consolida a través de la racionalización de
los comportamientos, creando campos de identidad nacional, por medio
de las constituciones, gramáticas y manuales. De este modo estos meca-
nismos se sostienen bajo la idea de una escritura que homogeniza los
lenguajes, persiguiendo la prevención de la infracción por medio de la
escritura fundacional. En efecto, este tipo de escritura fundacional tiene
sus bases en el discurso civilizacionista sobre el cual descansa el poder
de “la civilización de la barbarie” y “la dulcificación de las costumbres”.

En este sentido, la lengua autorizada actúa como filtro para llegar a la


consecución de la ciudadanía, dado que, las prácticas viciosas del habla
popular pasan a ser corregidas a través de la adquisición de la competen-
cia en la lengua escrita (gramáticas). En efecto, las gramáticas, cuya fun-
ción es servir de distribuidor de la norma lingüística, se constituyen en
bisagra para articular el espacio público y privado mediante códigos que
organizan campos de identidad nacional con la fuerza que le imprimen
instituciones como el Estado, la familia y escuela. Gramáticas, manuales
y constituciones buscan en común la legitimidad escrita [Cfr. González:
Un punto de vista teórico y metodológico 55

1996]. Las categorías antes vistas actúan en el disciplinamiento del cuer-


po por medio de los manuales de urbanidad que se postulan como regu-
ladores efectivos de la vida social. Sin embargo, operan al interior de la
vida privada que se presenta a su vez como un espacio delimitado para la
consecución de la civilidad que indicará al ciudadano cuál deberá ser su
comportamiento en la sociedad mediante la obediencia a unas normas
instituidas. Ahora bien, este efecto de disciplinamiento no es posible sin
el poder moral que funciona mediante un espíritu de censura y vigilan-
cia, acogidas por otras prácticas sociales como los manuales, que al irse
desvaneciendo poco a poco el castigo corporal e irse instituyendo la mi-
rada vigilante se convirtieron en el instrumento por excelencia de la cons-
titución del cuerpo ciudadano.

En este orden de ideas, el uso de la lengua permitiría la creación de


imágenes comunales, donde unas identidades en confrontación entra-
rían a consolidarse acudiendo a la lengua como un atributo indispensa-
ble, en comunidades culturales. De este modo, las identidades en
confrontación perseguirían la legitimidad en un proceso de transforma-
ción cultural que obedece a ciertos objetivos que conciernen a establecer
un orden social. De este modo, las diferentes identidades que propone
Castells buscan ser legitimadas en primera instancia, desde las institu-
ciones dominantes de la sociedad, extendiendo su visión a los demás
actores que hacen parte de la sociedad; en efecto, los mecanismos que
utiliza esta identidad legitimadora, tienen por supuesto en cuenta a la
lengua como trasunto primario, donde se encuentra el territorio y la
religión, donde por medio de factores inducidos, como por ejemplo la
codificación del lenguaje en gramáticas oficiales y la extensión del apa-
rato político, buscan regular a la población en torno a la visión de la
identidad legitimadora; sin embargo en este proceso pueden presentar-
se resistencias desde unas posiciones que se encuentran devaluadas con
respecto a la identidad dominante, pero que intentan romper con la
estigmatización a través de la imposición de atributos culturales que
quiebran la idea de visión dominante. [Castells: 1997: 73].
56 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

La ciudadanía como identidad de mediación y las ffor


or mas del
ormas
buen decir

La coexistencia de diversas identidades en un mismo espacio social,


entromete necesariamente la discusión sobre una posible mediación de
estas. Para ello es indispensable hacer uso de una definición de ciudada-
nía que entrometa la discusión sobre la coexistencia de estas identida-
des. Esta definición se encuentra dirigida a posibilitar que otras
identidades sociales coexistan dentro del mismo espacio social, todo ello
con el objetivo que en aquellos universos de lo público estas identidades
puedan resolver sus conflictos, sin que cada una de estas pierda sus
especificidades. [Serna: 2006: 9]. De acuerdo al lenguaje creado por el
proyecto institucional de la maestría en investigación social interdisci-
plinaria, la ciudadanía es entendida como “identidad superior de la vida
pública, superando las demás identidades del espacio social, de donde
resulta su eficacia para permitir él diálogo, el conflicto y la confronta-
ción entre estas diferentes identidades, permitiendo la política”.

En este orden de ideas y aterrizando esta definición a nuestro contexto,


gran parte de las exacerbaciones identitarias se presentan en el lenguaje.
Por consiguiente, las formas del buen decir, corresponden a unas elites
particulares que utilizan calificativos descalificantes. Incluso aún, las for-
mas del buen decir, se ven acompañadas por unas formas coloquiales
que se remiten a la esfera de lo privado, a pesar que la utilización del uso
correcto del idioma sea agenciada por la institución escolar. En este sen-
tido, estas formalidades idiomáticas transgreden las diferencias entre lo
público y lo privado debido en primer lugar a que el lenguaje del buen
decir ejerce una doble exclusión: Cuando se expande el sistema educati-
vo, este lenguaje impone una serie de descalificaciones que no concuer-
dan con el ideal legítimo y por otra parte cuando este lenguaje pierde su
capacidad de expansión se refuerza la exclusión. De esto se puede seguir
que el lenguaje del buen decir es privativo para algunos grupos sociales
y a los restantes grupos se les impone un criterio de clasificación y des-
calificación (negro, indio, mestizo).
Un punto de vista teórico y metodológico 57

A SPECT OS
SPECTOS MET ODOLÓGICOS
METODOLÓGICOS

Luego de plantear y sintetizar los principales momentos de la discu-


sión sobre la construcción de identidad ciudadana a través de la lengua,
que se dispusieron para el montaje del sistema conceptual de esta inves-
tigación, es necesario plantear el diseño metodológico con el fin de reco-
nocer las condiciones de producción de las identidades, entendidas como
construcciones sociales expuestas a relaciones de fuerza, que pugnan
por imponer su visión como visión de todos. Cabe anotar que en este
diseño metodológico no pueden hacer falta, los aportes conceptuales de
Pierre Bourdieu, quién propone unos conceptos y procedimientos
metodológicos capaces de plantear un acercamiento más próximo entre
teoría y práctica al trascender varias de las dicotomías de las ciencias
sociales, para plantear una economía política unificada de las prácticas22.

22. Lo más inquietante de la obra de Pierre Bourdieu en su perseverante afán de


trascender varias de las perennes antinomias que socavan la estructura interna de
las ciencias sociales, a saber, el antagonismo al parecer insuperable entre los mo-
dos de conocimiento subjetivista y objetivista, la separación entre el análisis de lo
simbólico y el análisis de lo material, en fin el divorcio persistente entre teoría y
practica [...] ha elaborado un conjunto de conceptos y procedimientos
metodológicos capaces de eliminar estas distinciones. Haciendo oídos sordos a las
sirenas de la moda intelectual, Bourdieu no ha dejado de afirmar la posibilidad de
una economía política de las prácticas [Bourdieu y Wacquant: 1995, 15-16]. Es
importante anotar que en esta investigación no se hará referencia a la extensa obra
de Bourdieu, ya que una tarea de tal magnitud, implicaría necesariamente el des-
borde del objetivo de esta investigación, es por esto, que acudiré únicamente a los
conceptos necesarios para tratar la construcción de identidad ciudadana a través
de la lengua que se evidenciaran en los siguientes capítulos.
58 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En este sentido, se buscó antes que nada, la indagación sobre los modos
de apropiación de la lengua, en los diferentes estilos de vida del espacio
social bogotano, para caracterizar los desiguales intercambios lingüísticos
que crearon una situación de mercado lingüístico. Para resolver este
primer concepto de mercado lingüístico, se acudió en primer lugar al
levantamiento de un inventario de la producción lingüística, desde la
segunda mitad del siglo XIX, hasta las postrimerías del mismo siglo, con
el propósito de identificar en primer lugar las posiciones dominantes y
las subordinadas de acuerdo a su práctica lingüística y al capital cultural
acumulado. En este sentido, la pregunta que se formuló fue ¿por qué las
diferentes prácticas lingüísticas entran en confrontación? en segundo
lugar, se preguntó por las condiciones de producción de estos discursos,
que requerían una descripción un poco más compleja. Por tal motivo
fue necesario acudir a la información recolectada con los informes de
viajeros extranjeros que visitaron la capital en el siglo XIX y con los
artículos de costumbres que evidenciaron las creencias que sobre la vida
cotidiana se tenían para la época, consolidándose como una fuente pri-
maria importante de descripción de los estilos de vida.

Sin embargo, estos testimonios utilizados como fuente de primera mano


requerían de una interpretación de tercer orden, para lograr desentra-
ñar las estructuras de significación de los estilos de vida, entendidos
como la realización de los habitus provocados por el espacio social. Es
por esto que fue necesario apelar a la etnografía documental, con el fin
de hacer una interpretación más cercana de las condiciones de vida de
esa época. Ahora bien, esta opción metodológica requiere definir ante
todo, lo que se va a entender por documento. En este orden de ideas, el
documento será entendido como una producción, en la cual se ponen a
circular unos discursos sociales, que son interpretados y analizados. Esto
es, que la producción textual elaborada por un agente, sea interpretada
por otro que necesariamente debe acudir a las condiciones de produc-
ción del documento, con el fin de evitar la descontextualización de la pro-
ducción que deviene en monumentalización. Así pues en este proceso de
Aspectos metodológicos 59

elevación moral del documento, el productor de este plantearía una elec-


ción consciente o inconsciente en el texto que se convertiría en una prueba
fehaciente de nuestros orígenes, que a través del tiempo se consolidaría
en monumento, es decir, en algo incuestionable, que no lleva a dudas.
Ahora bien, el documento se monumentaliza a través de la elevación
moral que le dan los productores, puesto que, estos se encuentran auto-
rizados para elevar el documento y por consiguiente esta legitimación
del documento sería el resultado de un montaje consciente o incons-
ciente de la historia de la época, pero también de las épocas ulteriores en
las cuales ha seguido siendo manipulado; es por esto que se hace necesa-
ria su crítica como monumento para evidenciar las condiciones históri-
cas de su producción [Le Goff: 1991, 239].

Teniendo en cuenta lo anterior, la cultura sería un documento activo


público dispuesto a ser interpretado, es como tratar de leer un manus-
crito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de incoherencias de sospe-
chosas enmiendas y de comentarios tendenciosos y además escrito no en
las grafías convencionales de representación sonora, sino en ejemplos
volátiles de conducta modelada [Geertz: 1996, 24]. De esta manera, la
cultura es planteada como un contexto donde, los fenómenos pueden
describirse de manera inteligible, es decir densa; es importante anotar
que, esta noción de cultura planteada como documento y contexto fue
relevante para el análisis y la interpretación de las condiciones de pro-
ducción de estas identidades. Por consiguiente el segundo concepto se
resolvió también a través de la etnografía documental. En efecto, las
condiciones de producción de las identidades que se construyen por
medio de confrontaciones sociales, fueron vitales para la interpretación
de los discursos sociales y el desarrollo del análisis cultural que se des-
envuelve según una secuencia discontinua pero coherente de despegues
cada vez más audaces [Geertz: op. cit, 36].

Por último vale la pena aclarar que el concepto ciudadanía no requirió


de una estrategia metodológica en particular, puesto que, el desarrollo
60 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de estos conceptos dependió directamente de la relación entre los resul-


tados empíricos de los conceptos antes descritos. Vale la pena comentar
que ante la imposibilidad de rastrear las prácticas de manera empírica,
se acudió, dentro de las estrategias metodológicas, a las fuentes secun-
darias donde se privilegiaron los cronistas históricos para realizar desde
allí un análisis.
Aspectos metodológicos 61

CAPÍTULO 1.
El mercado lingüístico en Bogotá:
resistencias culturales bajo la conservación
de las formas correctas del lenguaje23

23. Hay un mercado lingüístico cada vez que alguien produce un discurso diri-
gido a receptores capaces de evaluarlo, apreciarlo y darle un precio.[…]
Cualquier acto de palabra o cualquier discurso es una coyuntura, producto
de un habitus lingüístico y un mercado lingüístico, es decir, por una parte,
entre un sistema de disposiciones socialmente constituidas, que implica una
propensión a hablar de cierta manera y formular ciertas cosas (un interés
expresivo), al mismo tiempo que una competencia para hablar insepara-
blemente definida como la aptitud lingüística para generar infinidad de dis-
cursos gramaticalmente conformes y como la capacidad social para emplear
adecuadamente esta competencia en una situación dada y, por la otra un sis-
tema de relaciones de fuerza simbólica que se imponen a través de un sistema
de sanciones y censuras especificas y que de esta manera, contribuyen a mol-
dear la producción lingüística al determinar el “precio” de los productos
lingüísticos [Bourdieu: 2001, 104]
62 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 63

La eficacia simbólica de las palabras solo se ejerce


en la medida en que quienes la experimentan reco-
nocen que quién la ejerce está autorizado para ejer-
cerla. O, lo que viene a ser lo mismo, olvidándola e
ignorándola: simplemente sometiéndose a ella, como
si, por el reconocimiento tácito que se le concede, se
hubiera contribuido a fundarla.

Pierre Bourdieu, ¿Qué significa hablar?

El uso correcto de la lengua, más allá de ser entendido como una difu-
sión de códigos que establecen unas leyes lingüísticas al margen de quie-
nes son sus productores y utilizadores, puede llegar a operar como una
estrategia cultural promovida por quienes producen y reproducen estos
mismos usos cultos de la lengua legítima. En realidad, estos producto-
res buscan que su propia creación permanezca en el espacio social, to-
mando la forma de discursos escritos dignos de ser publicados u
oficializados con el fin de distanciarse de la lengua popular. Así, entran
en constante lucha por imponer el monopolio de expresión legítimo ten-
diente a conseguir la homogenización y normalización de unas formas
legítimas del habla que constituyen la lengua oficial.24 A propósito de
esta consideración, estos agentes autorizados para hablar en público,

24. Según Bourdieu, solo esta especie de creación continuada que se produce en las
incesantes luchas entre las diferentes autoridades enfrentadas, dentro de un cam-
po de producción especializada, en la competición por el monopolio de imposi-
ción del modo de expresión legítimo, puede asegurar la permanencia de la lengua
legítima y de su valor, es decir, del reconocimiento que se le concede.[…] la len-
gua es producida por autores que tienen autoridad para describir, fijada y codifi-
caba por los gramáticos y profesores, encargados también de inculcar su dominio,
la lengua es un código, entendido no solo como cifra que permite establecer equi-
valencias entre sonidos y sentidos, sino también como sistema de normas que
regulan las prácticas lingüísticas. [Bourdieu: 2001, 19,32]
64 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

logran imponer por medio de la oficialización de su discurso, el correcto


uso de la lengua, más allá, esto permite la imposición de un orden social
armónico a través de la emisión de gramáticas, urbanidades y demás
libros, que encierran en su conjunto, la idea de reorganizar las formas de
existencia en la ciudad. Ante esto, se presenta una fuerte corresponden-
cia entre el poder que ejerce un agente dentro del campo lingüístico y su
posición en el espacio social. En efecto, la imposición de un principio de
visión y de división social, producto de la confrontación entre diferentes
capitales, requiere de la inscripción del agente que detenta dicho capital
dentro de un campo específico25. De la misma manera que estos capita-
les estructuran mercados de productos lingüísticos, económicos etc...,
de este modo, el productor busca, por medio de sus creaciones la legiti-
mación de su propia posición frente a otras autoridades del mismo or-
den, todo con el objetivo de imponer la arbitrariedad cultural y la
autorización.

En estos términos, esta lucha por la imposición de un principio de visión


y de división en el espacio social bogotano, se hizo evidente desde la
segunda mitad del siglo XIX, época en la cual, las reformas liberales en
su afán de transformar la sociedad, entraron con fuerza al país y precisa-
mente a nivel económico, amenazaron con la destrucción de la economía
colonial y de allí con un posible posicionamiento de las profesiones libe-
rales, las cuales por medio de la imposición del capital económico como
creencia articuladora de la existencia ciudadana, podrían traer los bene-
ficios de la civilización y el progreso. Así para realizarlo, debía desplazar
los estilos de vida de la sociedad aristocrática santafereña, afincados bá-
sicamente en un capital económico arraigado a la propiedad sobre la

25. Definir una actividad social como un campo supone ser capaz, al menos, de iden-
tificar quienes se encuentran enfrentados, cuales son las reglas enfrentadas para la
participación del juego, que posibilidad tiene un sujeto que se encuentra fuera del
espacio limitado del juego de atravesar sus limites para participar en él, cual es la
distribución real del juego, y que les otorga esa fuerza [Teubner: 2000, 62]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 65

tierra y un capital cultural y simbólico, referenciados en su orden en la


acumulación de educación y posteriormente en el origen social, que para
este tiempo, la suma de estos capitales encarnaban las ocupaciones de
religiosos, funcionarios y escritores como estilos de vida deseables.

No obstante, estos cambios sociales que pretendían imponer las revolu-


ciones liberales de medio siglo por medio del desplazamiento del estilo
de vida aristocrático, se encontraron en efecto, con una férrea resisten-
cia en el plano cultural pronunciada a partir de los valores heredados de
los españoles. Era evidente que las transformaciones económicas y so-
ciales, que se generaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX, busca-
rían el desmonte total del régimen colonial; sin embargo, estas posiciones
dominantes que agenciaban dicho cambio, se encontraban aún entre el
pasado colonial y el futuro civilizado, por consiguiente la identidad ciuda-
dana que se estaba construyendo, era alimentada por los prejuicios del
colonialismo y los sesgos civilizacionistas. En este contexto de cambios
lentos y de oposiciones entre los representantes de las elites, aparecieron
los discursos promotores de un proyecto nacional que irrumpió como la
base de un nuevo régimen identitario dispuesto a reorganizar la coexisten-
cia colectiva […] se trataba de imponer una identidad común que, no obs-
tante, fue manufacturada sobre los prejuicios del colonialismo pretérito y
los sesgos civilizacionistas del siglo [Serna: 2004, 323].

En este sentido, veremos cómo algunos valores coloniales permanecían


agazapados en el espacio social gracias a la transmisión legítima del capi-
tal cultural por familiarización e inculcación entre las generaciones.
Dentro de estos valores se encontraban, además de la concepción hispá-
nica del trabajo, el manejo del lenguaje junto con el dominio de los sig-
nos que por familiaridad, eran evocados, gracias a las pretéritas
experiencias de sus antepasados, para objetivar de nuevo sus significa-
dos en la vida cotidiana. Es por esto que en el desarrollo del presente
capitulo encontraremos en algunos momentos, una visión de los estilos
de vida netamente económica, contrastada con otro punto de vista
66 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

netamente cultural, con el objetivo de rastrear las luchas entre los dife-
rentes capitales puestos en juego al interior del espacio social bogo-
tano26. Sin lugar a dudas, la indagación de estas resistencias culturales,
que tienen por supuesto su origen en los valores de la sociedad
santafereña, ha de hacerse precisamente desde los inicios de la vida
Republicana, puesto que en esta época, las visiones de mundo amenaza-
ban con transformarse, encontrándose desde este tiempo, un fuerte ape-
go a las formas de la vida colonial, que posibilitaba la distinción de la elite
aristocrática urbana, junto con la acumulación y el manejo de un capital
cultural, que viabilizaba la apropiación de la identidad ciudadana como
un privilegio natural.

En suma, este efecto que comporta un posible desplazamiento paulatino


del capital cultural, por medio de la distribución del capital económico
como rector de las nuevas configuraciones en el espacio social bogotano,
evidenció en primer lugar los capitales que buscaban imponerse en el
espacio social y en segundo lugar, producto de esta confrontación se
presentó la configuración paulatina de un mercado lingüístico que tomó
forma institucional, con la oficialización de la Academia Colombiana de
la Lengua en 1871.

Por último, otra advertencia que es necesario mencionar, está dirigida


específicamente al desarrollo de los capítulos de esta tesis, donde no se
encontrará una cronología exacta de los hechos acaecidos en el siglo XIX
en Bogotá, con respecto a los usos del lenguaje y su papel en la construc-
ción de ciudadanía; sino más bien, momentos históricos relevantes en la
constitución de un mercado lingüístico y en la configuración de unas

26. Una ampliación del desarrollo del espacio social en Bogotá puede encontrarse
En: CHA
CHAV VARR
ARRO O cesar. LLANO Fabián. El espacio social en Bogotá [1880-
1950] en: “Memorias prácticas e imposiciones culturales: patrimonio histórico
en Bogotá 1880-1950. Tesis de pregrado. Licenciatura en educación básica con
énfasis en ciencias sociales. Universidad Distrital Francisco José de caldas 2005
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 67

identidades que lo conforman. En este sentido, se observarán saltos


largos en los periodos históricos, puesto que, mi interés es realmente
observar los momentos en tensión entre las clases sociales que per-
seguían imponer su visión de mundo como visión legitima para
todos.

1. En búsqueda de la dominación simbólica: la luc ha entre el


lucha
27
por
porvvenir bburgués
urgués y las visio nes colo
visiones niales
coloniales

Bogotá en la primera mitad del siglo XIX.


Imagen tomada de Revista Credencial - Historia, edición 133 recuperada
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revista-credencial-historia

27. Es importante anotar que para la primera mitad del siglo XIX, era necesario de-
finir los rumbos sociales y económicos del país, es por esto, que en este proceso se
trata de ejerce con mayor rigor un tipo de dominación simbólica, que buscaba por
supuesto el ocultamiento ficticio de las relaciones de poder, con el fin de propiciar
un reconocimiento de esa misma relación y así lograr la abdicación del subordi-
nado. En efecto, las posiciones en tensión para este tiempo estaban envueltas en la
polémica sobre el futuro de la nación, donde se encontraban las posiciones que
para este momento encarnaban las visiones más entusiastas por el progreso, fren-
te a una disposición hidalga del trabajo amparada en los moldes coloniales.
68 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

A comienzos del siglo XIX cuando se hacía evidente el desmonte de la


estructura de gobierno colonial y se consolidaba el proceso de indepen-
dencia por medio de la organización institucional de un nuevo Estado,
paradójicamente la idea de emancipación seguía tropezándose con una
fuerte dependencia de la colonia hacia la metrópoli28.

Ahora bien, a este proceso independentista con rezagos coloniales, se le


había sumado desde hacía un tiempo, el influjo de potencias como Ingla-
terra, que buscaba imponer por un lado, las instituciones y los modos de
vida burgueses y por otro lado, restarles territorios al imperio español
para disminuir su poder y así terminar de consolidarse como potencia
en el escenario internacional29. En este sentido, la elite criolla estaba fas-
cinada con las bondades de estos nuevos sentidos de la existencia y de
los ideales de libertad que propagados por toda Europa, llegaban a estas
latitudes. De allí que, estos sirvieron de inspiración no solo para la in-
dependencia, sino para el establecimiento del nuevo Estado que debía

28. Era de esperarse que tal situación se presentara, ya que tres siglos de colonialis-
mo, habían condicionado a los habitantes de este territorio a cierto tipo de cos-
tumbres que no podían modificarse con algunos decretos que establecían en el
papel la libertad; es más, esta dependencia fue indicativa del pensamiento de los
criollos sobre el sistema establecido por la metrópoli española en su imperio de
ultramar; un sistema que ligaba a las colonias con el Estado central o metrópoli,
sostenido por la burocracia colonial. [Ocampo: 1989:32].
29. Para 1820, la independencia en nuestro territorio estaba casi consolidada, gracias
en parte a los prestamos realizados por Inglaterra para esta tarea; el bono de la
deuda externa lo había suscrito, Luís López Méndez, ministro de Colombia en
Londres que junto con Simón Bolívar, habían desempeñado la misión en Gran
Bretaña para solicitar respaldo financiero que se consolido finalmente el 15 de
abril de 1820, quedando atada la incipiente nación, a las consecuencias de estos
favores económicos. De aquí en adelante, Colombia empezará a importar más de
Inglaterra que de ningún otro país [Deas: 1989: 162] Paradójicamente, se lograba
la autonomía de gobierno, con una fuerte subordinación estructural a la potencia
inglesa, que trato de consolidar sus empresas en estos territorios sin mucha fortu-
na. “Con excepción de las aventuras en el campo de la agricultura y en el negocio
de la importación y exportación, la mayor parte de las industrias británicas fraca-
saron completamente” [Silva: 1993]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 69

fortalecer la idea de civilización correspondiente con el ideal de liber-


tad y progreso de las nuevas Repúblicas tras su emancipación30. Con-
secuentemente con estos ideales, los criollos intelectuales granadinos,
ante el empuje del nuevo imperialismo colonial, fueron conscientes de
su situación en el escenario mundial y criticaron a la potencia metro-
politana. En consecuencia, se levantaron duros reproches hacia la eco-
nomía colonial por parte de la primera generación republicana31, además
de las críticas al sistema de dependencia colonial y la burocracia espa-
ñola; incluso aún, desde aquí se evidenciaba la idea de consagrar al
hombre de negocios, que configuraba poco a poco el capitalismo. Como
muestra de lo anterior, encontramos que para algunos de estos hom-
bres, estas expectativas de consolidarse dentro del progreso material
de las naciones abanderadas, además de ser muy familiares y cercanas,
se veían como una necesidad de primer orden; tal como se evidencia
en García del Río32, quién en sus meditaciones colombianas, expresaba
que el progreso de las naciones modernas obedecía a un fuerte adelan-
to en la industria y el comercio.

30. Ante tal situación, no se hizo esperar la adhesión libre de la elite criolla a estos
nuevos valores que implicaban necesariamente romper con el antiguo régimen
español, por medio de un cambio drástico de las instituciones coloniales y la
obsolescencia de las costumbres españolas. En consecuencia, se presentaron críti-
cas y denuncias de insatisfacción hacia el legado español por parte de la elite
criolla que había sido educada en Europa y por supuesto respaldaba en parte el
desacuerdo con los moldes coloniales.
31. La expectativa comercial de algunos de estos hombres que conformaban esta elite
criolla, era romper con las dinámicas económicas coloniales, afianzadas básica-
mente en la posesión de territorios.
32. Juan García del Río, un cartagenero que poco a poco se consolidó como escritor
político y diplomático, tras haber realizado una ruptura con los sistemas de go-
bierno hispánicos y lograr consolidar sus ideas en torno al patrón de vida anglo-
sajón. De familia española, del Río había visto de cerca, el funcionamiento del
comercio, ya que su padre, Felipe García del Río, lo había enviado a Cádiz a la
edad de ocho años para iniciar sus estudios que simultáneamente alterno con el
trabajo realizado en la casa comercial de los Ruiz del Río, que tenia fama como
importante empresa mercantil en España.
70 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

“Francia e Inglaterra, por su capacidad mercantil, son las dos nacio-


nes europeas con quienes estamos llamados a tener más relaciones.
La producción industrial y agrícola de la primera excede ya con
mucho a sus consumos; y necesitando, por consiguiente, aquella
nación nuevas salidas, las busca en los vastos mercados de América
[García del Río: 1947: 104]33

Ahora bien, esta reevaluación de la herencia española en cuanto al atraso


industrial y el progreso económico, no solamente estaba en García del
Río, sino en la mayoría de la primera generación Republicana, quienes
como elite criolla, además de interesarse por el progreso económico del
país buscaban imponer las nuevas formas de organización democráticas
consolidadas en países como Francia e Inglaterra34. No obstante, esta
joven nación aunque persiguió afanosamente el desarrollo que mostra-
ban estas potencias en el escenario internacional, no pudo concretar en
poco tiempo, una clase media industrial y comercial que dirigiera el pro-
greso económico del país; más bien, lo que se consolidó, fue un grupo
social que conformaba la elite criolla constituido en su gran mayoría,
por terratenientes y propietarios de los grandes latifundios que obtuvie-
ron sus territorios, jugando en ocasiones al margen de la coyuntura
independentista en cabeza de los patriotas, o por el contrario, apostando,
cuando les beneficiaba, en colaboración con los españoles que resistían;

33. Jaramillo Uribe, se expresa sobre la incorporación de patrones de vida anglosajón


a través del caso de Juan García del Río de la siguiente forma: vivió por muchos
años en Inglaterra, donde redactó el Repertorio Americano, en asocio de don
Andrés Bello, y admiraba el espíritu de las instituciones británicas, sobre todo su
monarquía, su parlamento y su organización económica. Como muchos de sus
contemporáneos, estaba convencido de que el progreso colombiano solo se abriría
paso sustituyendo las formas de organización que América había recibido de Es-
paña, por las que ofrecían la nación inglesa en lo político y la francesa en el aspec-
to jurídico y administrativo. [Jaramillo: 1982: 27]
34. Es innegable la influencia económica y social de países como Inglaterra y Francia,
que lograron como potencias mundiales, filtrar sus ideas conducentes a la conso-
lidación de la independencia y a una posible configuración de un nuevo sistema
político y económico.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 71

Sin embargo, en una extraña ambivalencia, estos agentes también busca-


ban por medio de la influencia Europea distinguirse y tomar distancia
de los demás grupos sociales, consolidando en unas ocasiones un estilo
de vida influenciado por las modas extranjeras y un pasado español, que
salía a relucir por medio de las tertulias, constituidas para entonces en
focos de transmisión de valores.

La tertulia santafereña: predominio Europeo en la Moda y distinción


artística bajo la concepción hispánica del trabajo

Como ya hemos visto, la generación de la independencia representada


por la elite criolla, había dirigido su mirada a Inglaterra, especialmente
en sus progresos económicos, no obstante, la parte cultural de esta na-
ción resultaba muy atractiva. En efecto, este clima de apertura había
posibilitado el contacto cultural. Así, una vez asegurada la independen-
cia y echadas las bases más o menos firmes de las instituciones políticas,
rehecha la vida económica, la vida cultural tomó un amplio y vigoroso
aliento [Jaramillo: 1982,20]

Aunque el influjo en las prácticas comerciales no se hubiera afincado del


todo en la estructura colonial al carecer de grandes capitales para el co-
mercio y de inversiones que sobrepasaran la acumulación de tierras y
títulos, sin lugar a dudas, una fuerte influencia que provenía de Europa,
ejercía presión sobre Bogotá en cuanto a los modos de vida y la cultura
de los modales que fue progresivamente asimilada, por las familias de
clases altas que podían familiarizarse con estos nuevos sentidos de la
existencia a través de un viaje o en el consumo de mercancías provenien-
tes de estas latitudes.

En este sentido, el objetivo de las clases altas era la imposición, casi si-
lenciosa de estos sentidos que se reproducían a través de la moda y nue-
vos hábitos en torno al proceso de Britanización como lo llama Germán
Arciniegas:
72 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

“Como la independencia nos ha venido en parte de los ingleses –por-


que fueron los ingleses de Filadelfia quienes primero nos regalaron
con la fórmula republicana, y luego Inglaterra nos prestó unas cuan-
tas libras para ayuda de costas en la guerra–, nos da por tomar de
Inglaterra la mayor colección de hábitos nuevos, con que ofender a la
tradición española de los chapetones [...] El mayor tono que se dieron
por un siglo los americanos fue cambiar los géneros de Castilla por
artículos ingleses. Ya no se volvieron a mencionar paños de Córdoba,
sino ingleses. Ingleses eran los vidrios de las ventanas. El calzado in-
glés, el mejor. El corte del vestido, inglés. Se trocaron las casacas de
terciopelo y cascadas de encajes, y chambergos, por trajes de corte
inglés, por el smoking y el jacket y el cuello duro y el sombrero duro.
Hasta las indias empezaron a vestir con zarazas de Manchester, que
fue la mayor influencia de la escuela manchesteriana registrada a prin-
cipios de la república”. Pasamos de los toros a los hipódromos con
jockeys, e introdujimos enfermedades como el exótico spleen
londinense. “Finalmente, introdujimos teja inglesa legítima, metáli-
ca, galvanizada”. [Arciniegas: 1982; citado en: Aristizabal: 1988]

A pesar del reconocimiento que se le daba a estos países europeos, en


cuanto a la inserción de nuevos valores conducentes a impactar los esti-
los de vida en los primeros años de independencia, era evidente la pre-
sencia y permanencia de modos de vida puramente coloniales, a través
de instituciones netamente cortesanas:

“En la capital, en las ciudades de provincia, alrededor de la mesa,


frente a las tazas de chocolote- el café vendría más tarde- canónigos,
notables, damas sensibles, políticos, científicos, se reúnen en las lla-
madas “tertulias”, que se institucionalizan con nombres llenos de
sabor a época: “eutropélica”, “del buen gusto”, “científica.” Esta
última alcanza importancia, ya que fue presidida por el fundamental
magisterio del sabio gaditano José Celestino Mutis, que congregó a
jóvenes en quienes había logrado despertar el interés por las cien-
cias y la política desde hace años [Camacho: 1989: 323]35.

35. Este auge de las ciencias impulsadas a través de las tertulias, lograron publicar
por medio de la dirección de Caldas el Semanario. Aquellos literatos preten-
dieron siempre exhibirse formados en los moldes del clasicismo; invadieron por
primera vez con seriedad y éxito el campo de las ciencias físicas, cultivando
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 73

En realidad la ciudad santafereña se encontraba fuertemente influenciada


por los rezagos de la vida colonial, por un lado y por la influencia cultu-
ral por el otro, en efecto, a partir de 1820 se hizo evidente la llegada de
viajeros extranjeros al país, que desempeñaban cargos diplomáticos, cien-
tíficos o comerciantes y era de esperarse que los habitantes de la elite
bogotana dieran importancia a eventos sociales, en primera instancia para
demostrar su inserción a la civilización y en segundo lugar, para fortale-
cer las relaciones políticas y comerciales entre los gobiernos.

En estas reuniones sociales de salón, era común observar manifestacio-


nes de la cultura francesa a través de expresiones como a la Francais,
que representaba a las mujeres que lucían vestido y tocado a la moda
francesa. En el mismo sentido, el diplomático sueco August Gosselman,
estaba complacido de que en estas tierras se vieran costumbres similares
a las europeas y no era de sorprenderse, ya que, el ritual era de inspira-
ción europea y sorprendentemente se había mantenido en todo aspecto:

“En la manera de conducirlo, en la decoración del salón, en el vestido


y arreglo de los asistentes, en los modales, en la música, en los bailes y
en la manera de servir la comida. En efecto la elite había adoptado los
rituales franceses a finales del siglo XVIII, a través de la ideología
ilustrada de los borbones; sin embargo en las primeras décadas de
vida Republicana seguían conservándolos [Gosselman: 1825]

Valga traer a colación al escritor Vargas Tejada,36 político y escritor


santafereño quien se mantuvo apegado a las formas coloniales de la exis-
tencia manifestadas en la escritura. Así, además de la poesía, escribió en

in pectore el amor a la política, en cuyas teorías y problemas habían de ensayarse


después con tanto ardor. [Laverde: 1963]
36. Vargas Tejada era un genio, arrebatado por una temprana muerte. Tras la abortada
conspiración septembrina de 1828, en la que quiso materializar todo su odio a Bolí-
var, debió refugiarse muchos meses en una caverna en algún lugar de la sabana, para
marchar luego a los Llanos en busca del exilio y perecer ahogado misteriosamente
en un río. Como anotó Arango Ferrer, probablemente hubo un asesino, y segura-
mente un testigo. Como poeta, Vargas Tejada hubiera sido grande. [Aristizabal: 1998]
74 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

correcta versificación de tradición española, un gracioso sainete costum-


brista titulado “Las convulsiones”, donde satirizó el estilo de vida “bur-
gués” de la época. Según Laverde, el propio Vargas Tejada, quiso censurar
la costumbre que privaba en las muchachas de la clase educada, quienes,
para librarse un tanto del yugo paterno y del encierro a que se les some-
tía, fingían ser presa de convulsiones, mal que naturalmente se difundió
y que se resistía a los remedios de los facultativos, mientras cedían a las
diversiones y al matrimonio [Laverde: 1963] una de estas diversiones de
las clases altas, por supuesto se hacía evidente en la moda:

CRISPINA [Hija]
Pero acuérdese usted que hacerme debo
Para el próximo baile un traje nuevo.

GUADALBERTO [Papa]
¿Pues no tienes muchísimos guardados
que están lo más apenas estrenados?

CRISPINA.
¿Ir con el traje a dos funciones?
Mariquita [criada] me dan las convulsiones.

GUADALBERTO.
Hija… por Dios… Haremos el vestido.

CRISPINA.
Estoy mejor.

GAUDALBERTO.
¿Cuánto te han pedido?

CRISPINA.
Ciento cincuenta pesos, nada menos

GAUDALBERTO.
¿Para una sola vez? estamos buenos:
Así pronto acabaremos con la hacienda
¿No los hay más baratos en la tienda?
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 75

CRISPINA.
¿Para bailes un traje de visita?
Tenme que me repiten mariquita. [Se sacude]37.

Vale la pena anotar que los vestidos de visita eran una prenda de uso
cotidiano, que poco a poco iban siendo desplazados por la moda euro-
pea. El tradicional vestido de diario era un rezago de los tiempos colo-
niales que demoraría en desaparecer. Las jóvenes prescindían de él solo
el domingo y los días de fiesta, días dedicados a recibir la visita de los
hombres. Esta afición por la ropa de moda llevó a Le Moyne a expresar
desacuerdo:

“soy de los que ven, con profundo sentimiento, desaparecer poco a


poco los diferentes tipos de traje de Bogotá, ante la importación de
las modas Francesas” [Le Moyne citado en Lara: op cit: 178].

Otra de las formas que tomaban estas reuniones eran las famosas tertu-
lias literarias. Evidentemente la producción cultural de aquel tiempo no
estaba radicalizada solamente hacia las artes útiles, que poco a poco to-
maban fuerza gracias a la influencia de los viajeros. En efecto, dentro de
la elite intelectual, se veía la predisposición y la sensibilidad hacia el
fomento de lo artístico y a la demostración de las habilidades literarias.
Una de las primeras tertulias literarias en Santa fe de Bogotá, se llamó el
Parnasillo, que operó entre 1825 y 1830 durando solamente cinco años
de vida literaria. “Entre sus miembros se contaron a Ignacio Gutiérrez
Vergara y su hermano Agustín, Andrés Marroquín y su hermano Juan
Antonio, José María Saiz, José Maria cárdenas y Félix Castro entre otros.
De todas formas en las tertulias corrientes era usual que como parte de
la diversión se recurriera a las habilidades literarias de los asistentes.
[Lara: 1997: 185]

37. Tomado de: Vargas Tejada Luis. Las convulsiones. Imprenta de Morales y García.
1828.
76 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En efecto, las prácticas en la conversación eran una costumbre con la


cual los neogranadinos, estaban familiarizados en todos los niveles de la
vida cotidiana; sin embargo, era evidente para los viajeros la falta de
manejo del sistema de signos que les impedía tener un manejo de los
conocimientos precisos alejándose del centro intelectual que los poseía.
A este respecto Gosselman comento:

“las personas que saben leer muestran extraordinario gusto y placer


por la lectura, pero no tienen los sistemas que actualicen sus conoci-
mientos. Por ello manifiestan mucho interés en escuchar las opinio-
nes de un extranjero, el que siente gran complacencia de tener un
auditorio inquieto e interesado a la vez que se sorprende por la agi-
lidad y la inteligencia de las preguntas a que le someten. El diálogo
es una forma de aprendizaje para ellos”. [Gosselman: 1825]

Desde otro punto de vista, podemos encontrar que las prácticas litera-
rias de esta época, además de las visitas en los salones, se inclinaban por
la composición de himnos patrióticos. En efecto esto era de esperarse, ya
que, las nociones de ciudadano y patriota tendían a equipararse, en este
sentido la disposición patriótica era sinónimo de ciudadano y por tanto
hombre distinguido Serna: 2006: 90] En este sentido, “la elite intelec-
tual, compuesta por jóvenes terratenientes o aristócratas urbanos, hijos
de quienes han luchado en las guerras de liberación o soldados ellos
mismos, escriben, a veces en medio del fragor de las batallas, como suele
decirse, himnos patrióticos, obras de intención política inmediata, o unos
años más tarde, cuando la marea se serena un tanto, tragedias galo-clási-
cas, artículos de costumbres, sainetes, odas anacreónticas etc. [Camacho:
1989: 322]

No obstante, estos himnos patrióticos extrañamente no exaltaban la


independencia de España liderada por Bolívar, que no era visto como
un héroe en las representaciones literarias y mucho menos históricas.
La explicación para tal fenómeno estriba en que este tipo de representa-
ciones literarias, daban cuenta de personajes que pertenecían a un tiem-
po presente y por tanto, se encontraban desarraigados de la historia.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 77

En efecto, al no tener el agenciamiento oficial38, no lograban acudir a un


tipo de recurso retórico donde se aplica todo el peso del pasado en una
representación del presente, convirtiendo a los seres mortales, en seres
míticos donde se hace abstracción de aspectos negativos y donde la iden-
tificación simbólica con las imágenes de los patriotas constituye la iden-
tidad de los ciudadanos [Tovar: 1997; Sánchez: 2003] efectivamente este
recurso retórico, no logró ser puesto en juego en el escenario Bogotano
y esta falta de intención política e histórica no contó con un verdadero
agenciamiento. Al respecto Holguín sostiene que

“En un momento de tal trascendencia histórica, el de la ruptura del


régimen colonial, la poesía colombiana no encontró quien cantara
ese episodio heroico, ni quién cantara a Bolívar y su gesta
emancipadora” [Holguín: 1989: 12].

En efecto, la escasa producción literaria de este tiempo no permitía el


posicionamiento literario que respaldaría a la política, con el fin de uni-
ficar a la población en la consecución de una identidad nacional. La
literatura no produjo en esos años nada notable, a no ser una bien inten-
cionada pero mediocre poesía patriótica y política, como la de José Maria
Salazar, Vargas Tejada y Fernández Madrid. [Jaramillo: 1968, 19] Ante
tal situación, se vio reforzado el clima de resistencia a los valores bur-
gueses en el escenario de producción lingüístico, que por la misma au-
sencia de pronunciamiento político en las escasas poesías patrióticas,
abrían un espacio para otros pronunciamientos que aumentaban el cli-
ma de resistencia de una manera más directa. Como muestra de lo ante-
rior, se divulgó en Bogotá en el año de 1827 un verso que se publicó en el
periódico político “El Registro”, el cual, pretendió contrariar la influen-
cia y predominio del Libertador:

38. El papel de las academias en la instauración de estrategias destinadas a la movili-


zación del sentido histórico conducente a la socialización de los ciudadanos, es
fundamental ya que representa la posición legítima y legitimadora del saber his-
tórico.
78 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Juntos los corazones y las manos


Al Dios eterno hacemos juramento,
Por el mar, y por la tierra y firmamento,
Como aquellos héroes espartanos,
En Colombia jamás habrá tiranos;
Ni admitiremos nunca sus cadenas,
Mientras el Océano produzca arenas;
Mientras las plantas alimente el suelo,
Mientras los astros giren por el cielo,
Mientras circule sangre en nuestras venas39

Simultáneamente a estas manifestaciones de resistencia política, apare-


cían en el escenario otras tertulias caracterizadas por mantener un estilo
apegado a las formas del pasado con una prolongación retórica del siglo
XVIII, denunciando, por supuesto, los influjos de la moda Europea y
alentaban la conservación de ciertos valores anclados al catolicismo. Entre
los agentes que componían estas tertulias, se encontraban latinistas, tra-
ductores, poetas y dramaturgos. Un caso radical de esta posición denun-
ciaba y satirizaba a la incipiente clase burguesa bogotana al perder de
vista aparentemente el mundo tranquilo, apacible y sin dificultades que
le ofrecía la época colonial. La figura de Vargas Tejada preludia la del
intelectual romántico posterior, pero quizá con mayor frescura, autenti-
cidad e ímpetu juvenil [Camacho: 1989]

En este sentido, Luís Vargas Tejada, observó la figura del burgués no


como algo deseable, sino todo lo contrario, como un estilo de vida en el
cual se perdería la libertad, al estar atado al trabajo. En la primera parte
de las convulsiones, obra ya mencionada anteriormente, se encuentra
Cirilo, que representa los valores hispánicos, junto con Jervacio que tra-
ta de confundir y convencer a Cirilo de no abandonar el estilo de vida
burgués:

39. “El Registro, periódico político. 1827


Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 79

CIRILO
Al cabo se ha cumplido mi deseo:
Ya me tienes amigo sin empleo,
Se admitió mi renuncia esta mañana
i puedo hacer lo que me dé la gana

JER
JERVVACIO
Eres un destapado calavera
¿A qué fin abandonas tu carrera?

CIRILO
Por no estarme parado eternamente.
¿Podrá acaso sufrir más paciente
Una vida tan triste i tan mezquina
Como es la de un empleado de oficina?
Esto de trabajar desde las nueve,
Mojarse sin remedio cuando llueve,
Escribir cada día cuatro pliegos,
Aguantar pestes, i escuchar reniegos,
Estarse sin fumar mortales horas,
No poder visitar a las señoras,
Cuando toca el domingo algún correo
No salir ni a visita ni a paseo,
i para ser la cosa más completa
Quedarse por la noche sin retreta40.

Lo anterior, denota la concepción hispánica del trabajo encarnada prin-


cipalmente en la clase alta bogotana o “gente decente” como la denomi-
na Fischer, donde se evidencia por supuesto, la carencia de una conciencia
burguesa del rendimiento, con el rechazo del trabajo manual y la disci-
plina estricta, [Fischer: 1999:55] el trabajo de las haciendas, por ejem-
plo, era parsimonioso y no requería de mucho trajín, la gente que dependía
de las haciendas dedicaba parte del año a vivir en Bogotá y vivía en la
ciudad sin mayores ocupaciones […] efectivamente, al tener la clase alta,

40. Tomado de: Vargas Tejada Luis. Las convulsiones. Imprenta de Morales y García.
1828.
80 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

la suficiente gente a su disposición para trabajar, bien fuera en la casa, o


en el campo, etc. le quedaba mucho tiempo libre, lo cual, ante la inexis-
tencia de dinamismo social y cultural, se le abría campo al ocio y a la
pereza [Peralta: 1995, 39-40].

Esta representación del ocio bogotano también se pudo vislumbrar a


través de la posición que encarnaba Vargas Tejada, que además de entrar
en defensa de los valores hispanos, también buscaba el afianzamiento del
estilo de vida artístico, donde el ocio es visto como un trabajo y por lo
tanto el trabajo se convierte en un descanso41. Incluso aún se podría
afirmar que este estilo de vida que llevaban las clases altas bogotanas, se
presentaba proclive a la distinción artística, puesto que daban más impor-
tancia a las tertulias y charlas políticas, que a la venta de sus mercancías, ya
que el volumen del comercio no era alto y por tanto no implicaba mayor
demanda de tiempo.42 Lo anterior lo podemos ver claramente en el rela-
to de los doce pañuelos, que representa el cuadro de costumbres, del
tendero bogotano que no sabe negociar de José David Guarín [1830-1890]43

41. Según Bourdieu citando a Balzac en un mundo dividido en “tres clases de seres”,
“el hombre que trabaja” [es decir sin distinción, labradores, albañiles o soldados,
tenderos mozos o incluso médicos, abogados, comerciantes importantes, peque-
ños terratenientes y burócratas] “el hombre que piensa” y “el hombre que no
hace nada”, que se dedica a la vida elegante, el artista es una excepción: su ocio es
un trabajo, y su trabajo un descanso [Bourdieu: 1995: 92].
42. Ciertamente, el estilo de vida de la clase alta bogotana, se alejaba del ethos bur-
gués en lo económico y se afianzaba desde la cultura en la tradición española. Lo
anterior se puede ejemplificar con el caso de los empresarios ingleses, que vinie-
ron a estas tierras hacer fortuna, pero “quizás una de las circunstancias que mas
influían, al lado de la discriminación política, para desanimar las empresas ex-
tranjeras, era la dificultad para amoldarse a un ambiente cultural español y cató-
lico (...) el problema cultural mas difícil para los negociantes extranjeros residió
en el tradicional estilo español de “coger” cuando se pueda “coger”. Los comer-
ciantes angloamericanos acostumbrados a la pronta cancelación de sus obligacio-
nes encontraban agotadora la falta de rigidez al respecto” [Safford: 1969:97-98]
43. Este relato lo dirigió José David Guanín a Ricardo Silva: Me metiste un clavo,
Ricardo, y a fe que no me quedé con él adentro. Por supuesto que ya ni te acor-
darás de que una vez que estuve en esa capital a emplear mis cincuenta pesos,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 81

y también en las anotaciones de Vergara y Vergara en variedades y viajes


de la biblioteca del Mosaico, donde describe al bogotano de siempre:
“perezoso por modestia, modesto por pereza... Lo comprende todo, pero se
burla de todo”.

Evidentemente la anterior definición del bogotano, realizada por Vergara


y Vergara, necesitaba un ejemplo concreto de aplicación. En este senti-
do, el mismo Vergara proyectó sus enunciaciones en Ricardo Silva, quién
para esta época, era considerado una figura importante de la sociedad
Santafereña: “Tal vez a nadie cae mejor ese retrato que a don Ricardo
Silva [1836] acaso la figura más interesante del período, opacada por el
brillo inmenso de su hijo José Asunción. [Los Silvas son buen ejemplo],
que vive de la moda y no de la corriente impetuosa de los negocios, tan
distinto de aquel advenedizo que no se deja “envolver en la red de ese
lujo exagerado y ridículo.” Lo anterior era posible ya que Silva era due-
ño de una lujosa tienda en la que se vendían sedas y porcelanas prove-
nientes en su mayoría de Inglaterra, lo cual evidencia que estaba
familiarizado con los sentidos de existencia europeos y era muy difícil
dejarse deslumbrar. En este sentido Vergara expresaba que Silva vivía
como un mandarín comerciante, dado a la literatura en momentos de
ocio. En sus chispeantes cuadros, llenos de gracejos, dice Vergara, señaló
que los santafereños o raizales estaban desapareciendo para dar paso a
una multitud de provincianos, agregando que éstos se estaban enrique-
ciendo [Vergara: 1866 citado en: Aristizábal: 1988].

En efecto, los Silva habían adquirido la tienda ubicada en la calle real, no


por los dividendos que arrojaba el establecimiento, sino por la creación

tú me metiste unos pañuelos “rabo de gallo” tan caros como te dio la gana […].
De lo que sí te acordarás, porque eso se lo dice a todo el mundo, es de los argu-
mentos que me hiciste para convencerme de que debía darte mis cincuenta pesos
por la docena de pañuelos. […] luego de esto, Estudié por el camino todo lo que me
habías dicho para decírselo a los indios y sacarles un doscientos por ciento en mis
pañuelos.
82 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de una tertulia literaria que los distanciaba de las innumerables chicherías


frecuentadas por las clases populares. Este resguardo literario que aco-
modaba a las clases altas en los almacenes duró aproximadamente hasta la
última década del siglo XIX, cuando comenzaron a ubicarse las tertulias
en los cafés. “En 1891 se contaban 209 establecimientos (chicherías) reco-
nocidos, situados en pleno centro de la ciudad. Estos establecimientos
eran frecuentados por las clases populares, las clases altas en ausencia de
sitios de reunión, preferían las tertulias que estorbaban las ventas en los
almacenes, en las boticas y librerías. Hacia la última década del siglo las
tertulias comenzaron a localizarse en los cafés: el café Florián, el café
Madrid, el café Italia. [Peralta: op cit: 36]

En suma, tenemos que para esta primera mitad del siglo XIX, en prime-
ra instancia, se comenzaron a perfilar una serie de valores Europeos que
pretendían la dinamización económica y cultural de la incipiente na-
ción, bajo el liderazgo de la elite intelectual criolla. Para tal efecto, este
grupo de hombres insignes debía buscar la invención de nuevos lengua-
jes y símbolos que divulgaran y legitimaran un nuevo sentido de la exis-
tencia en la ciudad por medio del ocultamiento de las relaciones de poder
que obligaba silenciosamente a las identidades subordinadas al acata-
miento de las transformaciones sociales; no obstante, esta dominación
simbólica que pretendía unificar la producción económica y cultural bajo
el patrón de vida anglosajón, tropezó con los moldes coloniales arraiga-
dos en la cultura. En efecto, se encontraron resistencias culturales desde
el modo de vida hidalgo que desvirtuaban en parte, la ética del trabajo
que quería imponer la fracción liberal de la elite. En este sentido critica-
ron la economía colonial que de alguna manera seguía vigente en el es-
pacio social bogotano:

“La economía colonial de Santafé, produce el disfrute de la dulce y


clásica ociosidad en la que dentro de ella, ejercen la agradable tarea
de explotar a indígenas y esclavos […] esta ociosidad será la condi-
ción económica de la futura cultura santafereña. Mientras los indí-
genas trabajan los extensos latifundios, las encomiendas y los
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 83

mayorazgos, los hidalgos santafereños y los miembros de las comu-


nidades religiosas, se dedican con suave tranquilidad al lento cultivo
del espíritu [Samper 1881 citado en: Peralta: 1995:40].

En realidad la elite aristocrática, no pretendía desconocer el paradigma


del buen vivir europeo que planteaban algunos comerciantes y terrate-
nientes pertenecientes a la misma elite, sino seguir de cerca los aconteci-
mientos europeos con el fin de diferenciarse de los demás grupos sociales,
en ausencia de capitales económicos, a través del lujo y la diversión, que
postularían una especie de modelo de hombre culto y civilizado.

El lujo y la suntuosidad santafereños: Los dividendos del juego de


las apariencias

Después de 1850 era evidente el panorama en cuanto al llamado urgente


de los habitantes de la ciudad para que agentes de su misma clase adop-
tasen el paradigma del buen vivir europeo. Consecuencia de la obten-
ción de las utilidades económicas que se nombrarán más adelante se
proyectaron cambios de manera contundente en la vida cotidiana de gru-
pos sociales altos de Bogotá, muy pronto se observaron formas de dife-
renciación basadas por la capacidad de lujo y ostentación, que básicamente
rompían con el modelo de austeridad propio de las estructuras colonia-
les; la ostentación y la suntuosidad son dos principios determinantes del
nuevo estilo de vida de las élites bogotanas [Fischer: 1999. Mejía: 1888],
que comenzaba su dificultoso camino para consolidar un estilo burgués
con un sentido legítimo44.

Como la vida social se desarrollaba al interior de las casas, específicamente


en la sala, los gustos legítimos de la existencia ponían de manifiesto unas
condiciones para lograr la distinción.

44. Mejía Pavony ubica para este mismo periodo la llegada de un estilo aburguesado,
sin intentar negar esta afirmación- como veremos más adelante-, habría que dife-
renciar el momento de su aparición, con el momento de su legitimación.
84 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

“El lujo en la sala, aunque expresión de una actitud esnobista,


también estaba relacionado con un aumento en el bienestar eco-
nómico de un sector importante de la capital. El caudal prome-
dio de los inventarios entre 1820 y 1846 era de $ 40.047.46. Esta
cifra resulto casi duplicada entre 1854 1882 [$ 75. 292.67]. El
valor de la sala, por su parte paso de un promedio de $ 331.93 en
el primer periodo mencionado, a $ 1.076.5 en el segundo perio-
do, mostrando un aumento de 3.24 veces. En este sentido la sala
debía tener: alfombra y papel colgado; los muebles debían estar
acorde en diseño, tamaño, tipo de madera y forros, es decir, en
estilo; debían estar a la moda y por lo mismo debían ser importa-
dos; no debían disfrazar la madera barnizándola; la sala no debía
exhibir muebles en mal estado, asientos de guadamacil, ni ense-
res que –como el ropero y la cómoda– no correspondieran al lu-
gar; desde la sala no debía verse el interior de la alcoba; el salón
debía exhibir cielo raso del que debía colgar una sola lámpara (y
no bambas de vidrio)” [Lara:1997:102]

Otra de las adecuaciones con la que debía contar la sala era el infaltable
piano que cumplía sus peripecias para llegar hasta la ciudad y que poco
a poco destronaba a la guitarra de las tertulias:

“En el interior de las casas el lujo es extraordinario y causa es-


panto al extranjero, cuando se considera que la mayor parte de
los ricos muebles, cuadros y espejos que adornan las casas de los
ricachos de Bogotá, son traídos a hombros de hombres desde
Honda. El clima exige el uso generalizado de la alfombra, y con
frecuencia pisé ricos tapetes aterciopelados de las fábricas de Fran-
cia e Inglaterra. Los corredores y terrazas de los claustros están
todos forrados de estera común, fabricada en el país; el gusto por
la pintura al óleo es general; y es muy rara la casa de una persona
acomodada donde no exista el piano, aunque el transporte de uno
de estos instrumentos desde Honda a Bogotá cueste doscientos
cincuenta pesos” [Lisboa, 1866/1984:214, En: García y Serna:
2002].

En efecto, desde 1846, época en la cual se fundó la sociedad filarmónica,


por José Caicedo rojas, se difundió el interés por la música para piano
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 85

avivado por el mayor número de estos instrumentos que se veían en las


casas de las elites. Aunque el piano importado seguía siendo costoso ($
1.200), David McCormick tenía en Bogotá una fábrica de pianos des-
de 1837, lo que ayudó un poco a su popularización [cfr. Lara: 1997:186].
Estos lujos al interior de las casas de la elite bogotana, predominarían
hasta las últimas décadas del siglo XIX; generalmente las fiestas ser-
vían de pretexto para mostrar los lujos al interior de estas viviendas.
Miguel Cané ministro plenipotenciario de Argentina, quién estando
de visita en nuestra capital para el año de 1881, resaltaba el carácter de
las fiestas en Bogotá:

“La vida social es muy activa con respecto a las fiestas… [D]e tiem-
po en tiempo un gran baile, tan lujoso y tan brillante como en cual-
quier capital europea ó entre nosotros. [M]iraba aquel mobiliario
lujoso, los espesos tapices, el piano de cola Ehrard ó Chickering y
sobre todo los inmensos espejos, de lujosos marcos dorados que cu-
brían las paredes…” [Cané: 1901/1992: 160]

No obstante, el lujo más extravagante se evidenciada al momento de ir


a las reuniones sociales. En este sentido Cordovez Moure, dice lo si-
guiente:

“Cambiaron en absoluto los usos y costumbres de tiempos atrás


establecidos para asistir a las diversiones y reuniones. Hoy se va
en coche iluminado con linternas, aunque los invitados habiten a
media cuadra de distancia de la fiesta; las señoras van vestidas
con tal lujo y buen gusto como si asistiesen a una función de gala
en el teatro imperial de San Petersburgo” [Cordovez Moure:
1957/1997: 50].

Sin embargo, estas costosas inversiones en cierto modo también las


disfrutaban personas que no eran tan ricas. Mucho más modestos,
que los comerciantes que ingresaban poco a poco a la elite santafereña,
la elite aristocrática, tenía conocimiento de la moda y de las últimas ten-
dencias de Europa, lo que les proporcionaba frente a las demás clases
86 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

sociales, un toque de distinción, procurando distanciarse tanto de las


clases con capitales económicos altos y de los pobres, que carecían de
ellos, haciendo de la necesidad una virtud.45 Simbólicamente su lujo se
hacía legítimo, ya que, eran poseedores de cultura y buen gusto; en efec-
to, la elite bogotana que veía sus capitales económicos devaluados y que
presenciaba el ascenso de clases sin cultura a los órdenes de las clases
más prestigiosas, buscaban por medio de ataques, desacreditar y
deslegitimar culturalmente a dichos agentes que buscaban el ascenso
social, mediante la ostentación.

Por lo anterior, una sala empobrecida, era blanco de ataques de las


elites sociales que no permitían con facilidad el ascenso social; no obs-
tante, lo que más se criticaba era el aparentar (ostentación) de las cla-
ses que no tenían los medios para vivir como ricos, pero aun así,
buscaban descrestar a sus invitados haciendo en ocasiones grandes es-
fuerzos económicos, para lograr así, acercarse a la elite bogotana. Lo
anterior se puede vislumbrar en el artículo de costumbres titulado las
tres tasas de Vergara y Vergara donde, este es invitado por Juan de las
Viñas a degustar una taza de café, que para ese momento se consolida-
ba como la bebida de moda; recuérdese que para esa época, el produc-
to bandera del país era el tabaco, el café vendría más tarde; pero era
conocido por ser el primer legado inglés. Sí, el café, y no el té, fue el
primer legado inglés, dice Vergara, que para 1848 es invitado a beber
una taza de café:

“El café me era conocido como un remedio excelente, feo como todo
remedio”. Por fortuna, a este precede el irremplazable ajiaco –señal

45. En la obra de Pierre Bourdieu, la economía de los bienes simbólicos, se presen-


ta como una economía desinteresada, donde los agentes de la producción cultu-
ral rechazan todo lo comercial; sin embargo este acto encierra en su lógica interna
una forma de racionalidad económica, puesto que la acumulación de capital
simbólico (reconocimiento, legitimación) a la postre redunda en beneficios eco-
nómicos.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 87

de la evolución gastronómica–, que era una sopa acompañada segu-


ramente de “curas” o aguacates y seguida por hermosos pollos asa-
dos, “dignos de un príncipe convaleciente” y de todo tipo de vinos y,
al final, del odioso café. Vergara escribe a su amigo Ricardo Silva:
“¡Oh Silva! ¡Oh Silva! ¡Qué sorbo!... Apurado el primer sorbo, apar-
tamos respetuosamente el pocillo, y yo volví la cara para escupir con
maña y sin que nadie notara el puñado de afrecho que me había
quedado en las fauces. Impúdico brebaje, tinta de uvilla con tártaro,
lo llama. “Ahora no soy caballero, no soy sino un hombre herido en
lo más caro que tiene, en su guargüero; soy un león enfurecido; y si
no me das chocolate –dice al anfitrión– te despedazo, aquí en pre-
sencia de tu tierna esposa y de tus tiernos hijos”. [Vergara: 1866
citado en: Aristizábal: 1988].

No obstante, lo que critica realmente Vergara, es la pretensión de Juan


de Viñas de aparentar lo que no tenía y lo que no era. Este anfitrión
invitó a sus amigos a tomar café, solo porque era una bebida de moda;
pero lo más grave era que había gastado una fortuna en ello. En este
mismo orden de ideas aparece Emiro Kastos, quién en uno de sus viajes
a Bogotá observó lo siguiente:

“Bogotá carece de industria y de movimiento: sus condiciones eco-


nómicas son enteramente desfavorables: los objetos extranjeros cues-
tan aquí enormemente y la vida es carísima. Agregando á estas causas
naturales las necesidades facticias que ha introducido la vanidad, el
necio orgullo y el espíritu de extranjerismo, resulta que la vida en
menaje es muy difícil, el matrimonio un lujo que sólo está al alcance
de los ricos. Seda para todos los días, gorras costosas, cachemiras
magníficas, terciopelo, diamantes, buenos vinos, caballos de á qui-
nientos pesos, muebles de caoba y de rosa, modas francesas y te in-
glés, son refinamientos muy superiores a los recursos de Bogotá y
que sólo los capitalistas pueden y suelen proporcionarse. Y el mal no
está en que estos gasten lujo, lo cual es para ellos casi un deber, sino
en que los pobres los imitan eclipsándolos muchas veces. La hija de
un empleado ostenta joyas y arrastra seda como la de un capitalista,
y la vanidad enloquece á las mujeres de familias pobres hasta el pun-
to de no temer que el público burlón busque fuentes deshonrosas á
ese lujo incomprensible”. [El Tiempo, número 213, de 25 de Enero
de 1859, En: Kastos: 1885]
88 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En conclusión, para la elite aristocrática fue urgente para no desaparecer


dentro de la identidad dominante, fortalecerse culturalmente, con el fin
de plantear otro tipo de diferenciación social entronada en la acumula-
ción de educación. Aunque la elite aristocrática se veía en peligro,
dada la situación cambiante del propio grupo social en el espacio social
bogotano, que venía siendo transformando por el comercio de expor-
tación e importación (más adelante lo trataré) era de esperarse la reac-
ción de este grupo, apegado a las formas coloniales por medio de otro
tipo de capitales distintos a la acumulación de riqueza. Lo decisivo para
este grupo social no era hacer fortuna sino educarse. En efecto, la elite
aristocrática para mantenerse dentro del grupo dominante debía des-
viar su atención hacia la consolidación de un estilo de vida caracteriza-
do por la educación y por el origen para ser tenidos en cuenta por la
sociedad como gente instruida y bien nacida. En este sentido el buen
hablar resultó relevante para distinguirse como hombre educado a tra-
vés del contacto con la literatura y por supuesto la posesión de títulos
nobiliarios, que brindaban un criterio de diferenciación social, distin-
to al que proponía una parte de la elite bogotana afianzada en la acu-
mulación de riquezas.

Ahora bien, este estilo de vida con rezagos coloniales en el cual se man-
tuvo afincada la elite aristocrática, debió enfrentar fuertemente las re-
formas liberales de medio siglo, que proponían la ruptura total con el
mundo colonial a través de un proyecto civilizador, donde se privilegia-
ron las transformaciones económicas que hicieron posible el consumo y
la ostentación. De acuerdo a lo anterior, la concepción hispánica del
trabajo, tomó otros rumbos al acercarse la influencia de las revoluciones
liberales de medio siglo, que lograron despertar en la mentalidad bogo-
tana, el ideal de orden y progreso. En este sentido, el papel de la econo-
mía es relevante para la descripción de los principales cambios económicos
y sociales que permitieron unos estilos de vida característicos desde la
segunda mitad del siglo XIX.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 89

2. La preeminencia de un ca pital amenazante: el ca


capital pital
capital
eco nómico desde la se
económico gunda mitad del siglo
segunda

Los principales cambios económicos que posibilitaron el posicionamiento


de unos estilos de vida muy caracterizados desde la segunda mitad del
siglo XIX, fueron posibles gracias a las mismas dinámicas económicas y
sociales que quebraron el modelo económico colonial. Ante esto, la so-
ciedad decimonónica que se estructuró luego de la primera mitad del
siglo XIX, lo hizo sobre dos criterios complementarios: por un lado, de
la posición de los agentes en las relaciones de explotación de la tierra en
el mundo rural donde, como en los tiempos coloniales, resultó determi-
nante la propiedad; por otro lado, de la posición de los agentes en las
relaciones de consumo en el mundo urbano donde, como en las metró-
polis civilizadas del circuito europeo, resultaron determinantes el lucro
y la renta.[Serna: 2006; 108] De este modo, la legitimación de este estilo
de vida, pretendió funcionar bajo la imposición de la creencia económi-
ca como principio universal de las prácticas urbanas en Bogotá, donde
nuevamente se hizo evidente, el influjo extranjero en las configuracio-
nes del ciudadano bogotano.

Sin embargo, estas transformaciones no lograrían distribuir de manera


equitativa, las posibilidades que planteaba la incipiente clase burguesa
bogotana para entrar a los órdenes de la civilización. Consecuentemen-
te, la ciudad que prosperó fue una urbe con poca posibilidad de expan-
dirse físicamente, con lo cual, se hacía evidente la proximidad en el espacio
físico de las diferentes clases sociales. Ante esto, las posibilidades de di-
ferenciación social seguían privilegiando el rasgo y por supuesto las
posibilidades de consumo, reflejadas al interior de las viviendas. De este
modo, ante la devaluación constante de los capitales económicos de la elite
aristocrática, estos agentes, buscaron la vigencia social de su posición, por
medio del posicionamiento de otro tipo de capital diferente al económico.
Así, ante tales cambios económicos y sociales se presentaron resistencias
en el plano de la cultura, donde la elite aristocrática en especial, procuró
90 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

distanciarse de la necesidad, por medio de la creencia de la reconversión


de sus titulaciones y sus talentos en capitales enteramente simbólicos,
que tuvieran la facultad de consagrar socialmente al agente como un
hombre prestigioso que goza de buen nombre. De allí que, estos capita-
les culturales, como la acumulación de educación, se alejan de la lógica
económica de acumulación y consumo y así buscaran el reconocimiento
social de sus talentos, como ciudadanos desinteresados, no dependien-
tes de la economía para subsistir, sino de la experiencia acumulada en el
plano de la cultura.

De la lógica del comerciante colonial a la actividad comercial

Durante la primera mitad del siglo diecinueve la economía bogotana no


había experimentado una transformación notable, debido en gran medi-
da, al anclaje que seguía presentando al sistema colonial. Al respecto
Melo afirma lo siguiente:

“En el sector rural la movilidad de recursos era muy poca: hasta


mediados del siglo una parte de la mano de obra estuvo conformada
por esclavos y predominaron formas de trabajo no salariales; la tie-
rra estuvo sujeta a regímenes de manos muertas y a modalidades de
asignación del crédito [los llamados censos] que dificultaron las tran-
sacciones comerciales de tierra” [Melo: 1989:75]

Muestras de un posible cambio de esta situación se presentó con el pri-


mer gobierno de Tomas Cipriano de Mosquera [1845-1849] quién esta-
blece una serie de políticas dirigidas a propiciar una nueva dinámica en
la economía del país. Hacia 1847 el gobierno decide fomentar mediante
subsidios, la formación de empresas navieras, lo que a la postre, activó la
navegación por el río Magdalena [Iriarte: 1988: 117-122]. Este aconte-
cimiento va a tener un impacto considerable para el universo social bo-
gotano que se empieza a visualizar, primordialmente en lo económico;
entonces ocurre en el país, un auge de las exportaciones, básicamente de
los productos provenientes de la tierra, dado que, se vinculaban con las
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 91

demandas de los ciclos extractivos del sistema económico mundial. Vale


la pena anotar que, a pesar de los adelantos antes mencionados, el desa-
rrollo industrial no mostraba grandes progresos y Colombia se consoli-
daba cada vez más como una nación que producía y exportaba materias
primas. Lo anterior se evidencia claramente con las representaciones
del progreso industrial que mostraba nuestro país desde la segunda mi-
tad del siglo XIX. En las exposiciones de las décadas de 1850 y 1860, las
colecciones colombianas dedicaban mucho espacio a los productos mi-
nerales (oro, plata, hulla, cobre] y vegetales [quina, tabaco, vainilla, café,
cacao, maderas preciosas)” [Martínez: 2000: 322].

Ratificando lo anterior, tenemos que dentro de los productos que se ex-


hibían en las exposiciones universales, el de mayor posicionamiento para
aquella época, era el tabaco. Lo anterior no sería relevante si no se ob-
servaran los cambios a nivel social y estatal que provocarían la exporta-
ción de este producto, ya que, con esto se iniciarían las relaciones
comerciales internacionales. La presión social por abolir los monopolios
de Estado se ejercía con mayor fuerza precisamente sobre la producción
tabacalera, que, más que cualquier otra cosa, parecía abrirse paso en los
mercados internacionales. En efecto, el país daría comienzo a las relacio-
nes comerciales internacionales con la producción de tabaco a partir de
la década de 1850". [González: 1989: 191]

Estas relaciones comerciales no habrían sido posibles sin las reformas


fiscales que trajo consigo el gobierno de Mosquera, que le concedían
relevancia a la libre empresa, desplazando, la protección de esta, bajo el
monopolio Estatal:

Liberado parcialmente el monopolio del tabaco desde 1845 y totalmen-


te en 1850, sobrevino aquella otra medida de política económica desti-
nada a cambiar el panorama económico nacional. Se trata del decreto de
1847 que permitía el comercio libre y que suprimía todas las restric-
ciones que hasta el momento se habían mantenido en aras del ingreso
fiscal y de la política económica de protección. [González: op cit: 194]
92 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En este sentido, se hacía urgente el establecimiento del papel moneda


con el objetivo de facilitar las crecientes relaciones comerciales; sin em-
bargo, la banca en el país aún no se encontraba en condiciones propicias
para su aparición. Así pues, fueron las casas de comercio quienes asu-
mieron con sus limitadas capacidades, la función propia de la banca,
entre tanto, el comercio se convertía, para el caso de Bogotá, en una de
las actividades económicas más importantes, trayendo consigo, un cam-
bio en la lógica del comerciante colonial, que otrora se lucraba de la
comercialización de objetos suntuarios dadas las dificultades de acceso
de los mismos a la capital del país.

A propósito de esta consideración, el comercio, va a centrarse preferible-


mente en la comercialización de materias primas, que luego se converti-
rían en capitales económicos dispuestos para la actividad financiera. Ahora
bien, esta actividad de comercialización pone de manifiesto, desde comien-
zos de siglo, dos clases sociales que entran en conflicto. En el caso de
Colombia al comenzar el siglo XIX las clases sociales en conflicto eran,
por un lado, los terratenientes o hacendados cuyas rentas provenían de la
propiedad territorial y la explotación del trabajo de peones o aparceros, y
por otro, los comerciantes que vivían de su actividad mercantil y que cons-
tituían la matriz de una burguesía naciente. [Jaramillo Uribe: 1999:13].

Es importante anotar que, desde comienzos del siglo XIX la actividad


económica, a pesar de no presentar cambios notables, mostraba transfor-
maciones en la estructura social de la época, donde poco a poco el comer-
ciante, gracias a la posesión de capitales económicos, logró entrar a la elite
santafereña, conformada preferentemente por una elite terrateniente.

Las exportaciones aumentan y el beneficio es latente: las transfor-


maciones económicas en el último tramo del siglo XIX

Pese a la concentración de riqueza que se evidenciaba con la bonanza


producto de los ciclos extractivos, no se presentó una conexión eficaz
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 93

con el mercado mundial, dada la inconstancia de las exportaciones. Para


comienzos de la década de 1880, se evidenció una baja en el nivel de
exportaciones gracias a múltiples sucesos que abarcan desde la crisis
económica mundial del 73 hasta la guerra civil del 76 [Melo: 1991:45]. A
pesar de las crisis económicas antes mencionadas, es innegable la trans-
formación que se gestaba en las dinámicas económicas del país, lo cual
se reflejaba de manera notoria para Bogotá según el censo realizado en
1884. En éste se daba cuenta de cómo se había transformado ya la eco-
nomía, lo cual se puede observar en los oficios que se ejercían que com-
prendían las siguientes cantidades:

“5.567 personas se calificaban de negociantes y comerciantes, 1.692


terratenientes, 324 abogados, 841 funcionarios, treinta y un escrito-
res, 185 ingenieros, 128 médicos, 311 profesores, 153 propietarios y
setenta y cuatro rentistas” [Censo citado en Fischer: 1999]46”

Sin embargo, es necesario tener presente que a partir de 1870, se tuvo en


cuenta para los censos información sobre la ocupación de las personas47.
En esta dirección se puede señalar que efectivamente el censo citado por
Tomas Fischer logró presentar el nuevo mapa social bogotano donde los
oficios, símbolos de la sociedad aristocrática santafereña, como “funcio-
narios y escritores” dejaban de ocupar una posición preponderante, más

46. El autor Thomas Fischer realiza una serie de objeciones a la metodología del
censo, como por ejemplo, que este no tenía en cuenta las ocasiones en las que se
ocupaban distintos oficios simultáneamente, como por ejemplo, terrateniente y
comerciante. [Fischer, 1999] pese a lo anterior, el censo se aproxima más a los
datos sobre la ocupación de las personas si se tiene en cuenta que los censos publi-
cados desde 1825 hasta 1870, estaban atravesados por obstáculos que le daban
inexactitud al dato, como por ejemplo, la escasa eficacia administrativa del Esta-
do, la ausencia de funcionarios suficientemente preparados en lugares separados
de las ciudades, las diversas guerras civiles, la alteración de votaciones y datos por
cuestiones políticas, que daban paso a la poca credibilidad de los Censos [Melo:
1999: 86].
47. En el censo de población de 1870 se encuentra una entrada de “literatos” en la
clasificación por actividades económicas. Allí se enumeran 77 literatos hombres y
5 mujeres.[ Arrubla: 1970 citado en: Gordillo: 2003]
94 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

allá de esto, los capitales propiamente económicos, comenzaban a deter-


minar la posición, del comerciante en la élite bogotana, desplazando tí-
midamente, el elemento racial, que se había constituido en un barrera
para la movilidad social a lo largo del siglo XIX. [Fischer: 1999].

Las últimas dos décadas del siglo XIX, marcan la llegada de la Regenera-
ción, que para la situación de la economía nacional significó el cambio de
la política económica librecambista - auspiciada por el radicalismo-, por
un proteccionismo aduanero que se orientó, básicamente, hacía la crea-
ción de una manufactura nacional. El viraje en política económica na-
cional, se hizo visible para Bogotá, de manera más evidente, a partir de
1905, durante el gobierno de Rafael Reyes, ya que una vez terminada la
Guerra de los Mil Días, la confianza en un clima de “reconciliación na-
cional”, como la confirmación del proteccionismo como política econó-
mica, generaba un ambiente positivo para la industria. Además de esto,
el café ya se avizoraba como el producto de exportación que iba a conec-
tar la economía colombiana con el sistema económico internacional. Una
vez superada la recesión provocada por la guerra civil ya mencionada, el
café comenzó a generar serios dividendos económicos:

“En 1905 se exportaron 30.486 toneladas por valor de $ 4.8 millo-


nes, el 39.2 % de las exportaciones. La exportación se mantuvo baja
hasta 1911 en que se comenzó a presentar un nuevo auge; en 1912 se
exportaron 55.993 toneladas por valor de 16.8 millones, lo que sig-
nificaba nuevamente más de la mitad del valor total de las exporta-
ciones, un 52.1%” [Tovar: 1999:10].

Son múltiples las incidencias de esta coyuntura económica para la ciu-


dad de Bogotá. En primer lugar, la permanencia de una élite rentista que
ahora se veía beneficiada por la bonanza del café, la cual concentró sus
propiedades en el departamento de Cundinamarca. Claro está, que este
fenómeno tuvo una doble relación, algunos de los comerciantes, entu-
siasmados por los éxitos económicos de las élites rentistas invirtieron sus
capitales en la tierra. Del mismo modo, los excedentes que acumulaban las
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 95

élites rentistas se convirtieron en capitales eficaces para activar la ador-


mecida industria bogotana.

En efecto, durante el periodo de la regeneración, es posible que la intro-


ducción de papel moneda, con el consecuente desplazamiento del oro y
la plata, más la inseguridad que creaba, produjese una reorientación de
los activos hacia inversiones un poco más seguras, como en los bienes
raíces y en la ganadería; ello también debió contribuir a las inversiones
del café y posiblemente en la actividad industrial [Tovar: 1999: 32].

De esta manera para la primera década del siglo veinte era innegable el
avance industrial que se presentaba en el campo social bogotano, que sin
ser descollante, resultó cualitativamente significativo, puesto que, encar-
naba la presencia de un nuevo sector económico en las dinámicas de la
ciudad. Manuel José Patiño ofrece el siguiente panorama de la industria
en Bogotá para el año 1902:

“Varías fábricas de cerveza del país, tres de chocolate de colombia-


nos: la de Chávez, la de Azcuénaga e hijos [la equitativa] y la de
Salcedo. Una de calzado, llamada de Agualarga, con pieles curtidas
en este lugar. Varias fábricas de aguardiente y de alcohol; varias de
ron, una de loza, dos de cigarrillos, algunas de cigarros en pequeño;
una fábrica de jabón llamado jabonera inglesa…una gran fábrica de
materiales de construcción, de propiedad del señor Ricardo Calvo.”
[Patiño: 1902 en Martínez: 1978: 119].

En definitiva, el análisis de las condiciones económicas para el caso de


Bogotá, muestra como la década de 1880 consolida una serie de trans-
formaciones económicas, que se gestaron desde la segunda mitad del
siglo XIX. En este orden de ideas se observa una ruptura definitiva con
el modelo económico heredado de la colonia, lo que dio paso a una con-
centración de riqueza para los nuevos grupos económicos, donde se en-
contraban, los comerciantes de fin de siglo, así como los embrionarios
sectores industriales y por supuesto la permanencia y afianzamiento de
la élite rentista.
96 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En conclusión, la estructura económica y social de la segunda mitad del


siglo XIX, se sometía a pequeñas transformaciones que aparentemente
alejaban a los agentes del espacio social bogotano del mundo colonial.
Se había logrado para este entonces, que un grupo de comerciantes tu-
vieran la oportunidad de perfilarse como una incipiente clase burguesa,
al ser capaces de iniciar empresas de producción y actividades
exportadoras, relacionadas con las materias primas. Lo mismo ocurrió
con el grupo terrateniente, que se dispuso en parte, al abandono parcial
de sus viejas rutinas coloniales para participar en empresas productoras
de materias primas exportables como el tabaco, la quina y el café.

No obstante, estas exportaciones del país, permitieron de la misma for-


ma un auge en las importaciones de bienes manufacturados provenien-
tes de Europa que se disponían para el consumo de las elites, mientras se
producía el abaratamiento de los bienes de producción local, por el efec-
to de estas mismas importaciones, que asociado con una cierta mejora
en el poder adquisitivo de otros sectores, favoreció una ampliación de
los bienes locales adquiribles [Serna: 2002: 148]. En efecto, estas nuevas
adquisiciones para el universo social bogotano, permitieron el ejercicio
de la preservación de la diferencia, visibles preferentemente en los esti-
los de vida que se manifestaban así mismo, al interior de las viviendas, en
el vestuario y en la forma de hablar, donde se diferenciaba lo popular de
lo literario o distinguido.

La transformación del espacio social bogotano y el equilibrio entre


lo público y lo privado

A mediados del siglo XIX, las transformaciones económicas amenazaban


con la reconfiguración de las clases sociales bogotanas. Es por esto que se
provocó una actitud ambigua en los agentes pertenecientes al espacio so-
cial bogotano, ya que, por una parte, estas nuevas configuraciones fueron
entendidas como la llegada del progreso a la ciudad y por supuesto, eran
recibidas con orgullo al estar inscritas en el paradigma de civilización y
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 97

buen vivir proveniente de Europa; no obstante, la otra cara de la moneda


resentía el trastorno en sus costumbres, más allá de esto, se asumía una
actitud de resistencia hacia la transformación social de las clases y se recla-
maba la protección del Estado en materia económica, especialmente por
los artesanos quienes representaban la clase media bogotana; vale la pena
anotar que las clases altas de la ciudad, estaban de acuerdo con la asimila-
ción de la moda europea; sin embargo, se resistían a la apropiación de estas
modas por otras clases sociales que buscaban a través del dinero escalar en
el ascenso social. En efecto, en el campo social, para 1870 permanecía una
élite de corte patrimonialista premoderna, que generalmente había here-
dado su fortuna relacionada en la mayoría de las ocasiones con la tenencia
rentística de la tierra; estos grandes propietarios, junto con los funciona-
rios del Estado y la alta clerecía conformaban la clase alta, que para seguir
vigentes en el universo social, reiteraban la ancestralidad de sus títulos, de-
mostrando su pasado español para reafirmar los lazos con el universo hispá-
nico-colonial. Es importante recordar, que esta clase de los heredados, poco
a poco iban siendo desplazados por los comerciantes que se disponían a
entrar a este círculo de privilegio. En consecuencia, el anterior fenómeno se
puede explicar si tenemos en cuenta que una fracción de esta élite había
cultivado su riqueza ejerciendo las profesiones liberales y por tanto, defen-
diendo una ética modernizante del trabajo, donde el elemento estructurador
de la vida social se encontraba en la acumulación de capitales económicos;
por supuesto que el estilo de vida de la fracción de la elite rentista apegada a
los títulos nobiliarios, permanecía intacta en la creencia del derroche y la
suntuosidad como criterios legítimos de la vida santafereña48.

48. Para comienzos del siglo XX, se observaba la consolidación de una clase social alta,
que hacía de los capitales económicos el principio de pertenencia como posición
dominante en el espacio social; sin embargo, no todos los agentes de la clase alta
mantuvieron su posición de acuerdo con la anterior descripción, algunos por ejem-
plo, persistieron en concentrarse en el sector rentista. Esta aparente contradicción,
tiene su explicación si se entiende que las apuestas sociales, no solamente se encon-
traban en el sector económico, que no se constituía para esta época como un campo
autónomo, donde la creencia económica sirviera de fuente del poder social.
98 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En este sentido, los ataques a los hidalgos santafereños, como los deno-
minaba Miguel Samper, no se hicieron esperar. En apartes de su libro
La miseria en Bogotá, propulsó ataques para aquellos que solo quieren
vivir como “parásitos” porque no piensan en producir sino en consu-
mir; a propósito de lo anterior, el viajero Rothlisberger apuntó:

“Hasta finales de los años ochenta la mayor parte de las mercancías


se subían a la sabana para enviarlas luego a los estados del norte y
del sur; hoy día, con muy buen acuerdo, las vías de transporte se han
desplazado más hacia el valle del Magdalena, de donde reciben di-
rectamente sus productos los distintos estados. Bogotá pues, es una
ciudad consumidora, que solo gasta y nada produce” [Rothlisberger:
1896/93:12, citado en: García y Serna: 2002: 155].

Lógicamente estas ofensivas de Samper, se dirigían a las élites rentistas


de la ciudad. Estas dos posiciones en el espacio social se diferenciaban
en la forma como buscaban resolver la necesidad: por ejemplo, la élite
que se estaba consolidando como clase aburguesada moderna, buscaba a
través del trabajo el alejamiento de la necesidad y de otra parte, la élite
aristocrática, arraigada a valores coloniales, lo hacía, alejándose de la
actividad laboral. Cordovez Moure describe esta última parte de la elite
santafereña de la siguiente manera:

“El desiderátum de los habitantes de esta altiplanicie es tener en


Bogotá casas para vivir con tiendas para alquilar y hacienda en la
sabana que los haga ricos sin muchas fatigas y les proporcione al
mismo tiempo un lugar ameno de recreo para llevar las familias en
temporadas de verano” [Cordovez Moure: 1905/1997:153].

Pese a las diferencias dentro de la elite bogotana, era un hecho que estos
nuevos gustos introducidos, y a su vez apoyados en las reformas libera-
les, extendieran la creencia de la moda Europea como atributo distintivo
de unas clases sobre otras. En este sentido, quienes dan cuenta de esta
manifestación cultural, representada en los bienes suntuosos importa-
dos desde Europa y que perjudicó notablememente el comercio artesanal,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 99

es la misma clase media que vivió en parte el rezago de sus mercancías.


Esta clase media, encontraba mayores certezas al lado de los liberales
quienes traían nuevas expectativas de desarrollo frente al pasado colo-
nial, que permanecía objetivado en la elite santafereña, bajo los títulos
nobiliarios. Más aún,

“Esta clase tendió a ganar una alta representatividad a través de las


denominadas sociedades democráticas. Lejana de los títulos
nobiliarios, reivindicaba la urgencia de la educación y las virtudes
del trabajo, desde las cuales no solo enfatizaba su sentido de inde-
pendencia con relación al Estado empleador sino que se comunicaba
con las expectativas de las posiciones emergentes de la clase alta.
Critica acérrima de los valores que pretendían reproducir las
aristocracias, tendía no obstante a lamentar el destino de la clase
popular [Serna: 2001: 4].

Ratificando lo anterior, tenemos que estas tendencias culturales que se


introducían a través de la moda, desde los inicios de la Republica, se
disponían poco a poco a minar la competencia local que manifestaba su
descontento en la falta de oportunidad para adelantar la producción.
Los artesanos, luego del ascenso de José Hilario López a quién ayuda-
ron a consolidar en el poder, asumieron una postura aún más radical al
ver que las reformas liberales no les daban de comer, declarando bajo el
apoyo de Obando, la protección a la industria nacional49; sin embargo,
también manifestaron su descontento de las importaciones en la prensa.

El Orden, era el órgano informativo recién surgido de la alianza militar –


artesanal; en 1853, El Orden, sostuvo que los productos que los artesanos

49. De acuerdo a lo anterior, los sectores medios también lograron crecer en cierto
grado de conciencia social y política, tras la aparición de las sociedades de artesa-
nos que comenzaron a formarse en la década de los cuarenta; pero los campesinos
mestizos e indígenas, antiguos esclavos, sirvientes domésticos y peones de ha-
cienda constituyeron la materia prima pasiva de la conflictiva época y de sus gue-
rras civiles generales y locales [Jaramillo: 2002: 121]
100 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

fabricaban eran de la misma calidad que los extranjeros; pero paradójica-


mente, se compraban los últimos por el solo hecho de ser extranjeros:

“Sacad una casaca del almacén de Agustín Rodríguez e hijo, ponedla


en prensa todo el sábado en la noche, para que se crea que la casaca
ha viajado, i salid el domingo diciendo a todo el mundo, esta casaca
me la han traído de París. No encontrareis una sola persona que no
os diga: ¿cuándo los Rodríguez podrán hacer una casaca como esta?
¡Qué corte tan elegante! […] Decidle a Vega que os haga dos pares de
botas perfectamente iguales: charol, tafilete, cordoncillos de oro; i al
un par ponedle:”José Vega, zapatero, Bogotá” i en el otro par estam-
pad un gracioso sello que diga: “Malpel, Bottier a Paris”; veréis como
todo el mundo reconoce que es inconmensurable la superioridad de
las botas de Malpel, i que en comparación con este, Vega es un
torpísimo aprendiz [El orden: 1853: 5 tomado de Gutiérrez y San-
tos: 1985: 24].

Viñeta publicitaria de “Bandera Obrera”


Juan Vicente Gómez Vargas, “G.V.”
“Bandera Obrera”, agosto 16 de 1924.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 101

En efecto, estos dividendos, no se expresaron de manera equitativa en


las clases sociales medias y bajas. Lo anterior es posible expresarlo
vislumbrando las condiciones de existencia de estas clases que se ca-
racterizaban por la precariedad en el consumo. En contraposición al
estilo de vida de las élites capitalinas, las condiciones de existencia
para los grupos sociales medios y bajos se podrían definir esencial-
mente por su precariedad. Un informe de esta situación, lo ofreció las
condiciones de hacinamiento en las que vivían las clases medias y ba-
jas, lo que además las hacían proclives a las múltiples epidemias que de
continuo se presentaban en la ciudad. Si observamos la densidad por
manzana:

“Para el periodo 1881-1906 la densidad absoluta bajó de 486 a 335


habitantes por manzana, y que se abrieron nuevos espacios en la
ciudad, los cambios y el crecimiento físico significaron muy poco
para los sectores sociales más bajos” [Mejía: Op.Cit. 33].

Plazuela de San Victorino Calle 13, Carrera 13,


fotografiada por Henri Duperly en 1895;
Imagen tomada de Bogotá CD, Museo de Desarrollo Urbano
102 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En este sentido, era muy poco lo que la ciudad se había expandido desde
la segunda década del siglo XIX, hasta finales del mismo siglo.50

“Hacia 1820 el área de la ciudad eran 203 hectáreas dividido por


21. 394 habitantes darían un promedio de 95 mts. Cuadrados por
habitante y a finales de siglo, suponiendo que el área no se ensan-
chara, dividiendo por 100.000 habitantes daría un promedio de
20.3 mts. cuadrados por habitante”. [Mejía: 1985 citado por Peralta:
1995: 32-33]

La ciudad, entonces, seguía conservando su estructura inicial heredada


de la colonia, donde su área no sobrepaso los límites de la calle 26 hasta
la calle 1 y desde la actual carrera 2 hasta la carrera 14. En consecuencia,
muchos habitantes vivían en una ciudad pequeña, que no se extendió
sino que se ensanchó hacinando a la población en las grandes casas que
se subdividían y hacían las veces de los inquilinatos actuales. En 1891
había un promedio de 10 habitantes por casa [Peralta: 1995:33].

Estos lugares donde se ubicaban las clases sociales de menor proyección


eran conocidos para la época con el apelativo de tiendas. Ciertamente,
estos lugares confirman las pésimas condiciones que les ofrecía la ciu-
dad para resolver su existencia:

“…todavía una buena parte de la gente pobre vive amontonada en


tiendas que principalmente son los bajos delanteros de las casas
altas, focos de inmundicias una vez que se las dejó subsistir des-
pués de suprimir los arroyos de las calles convertidos en sui-generis
alcantarillas [Vergara Y Velasco: 1901:666. Citado en Mejia: Op.
Cit. 32].

50. Si la ciudad no se expandía era porque este modelo de proximidad espacial garan-
tizaba el control simbólico hacia sus habitantes. La particularidad de este asunto
radica en que el control al que se hace mención, hace referencia a un universo
social primordialmente jerarquizado, es decir, opuesto a aquello que buscaba im-
plantar la élite aburguesada, ya que se reforzaban las creencias en torno a el pasa-
do colonial y la predestinación de la herencia étnica.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 103

Plano Topográfico de Bogotá. Agustín Codazzi. 1852.


Línea gris: Alameda Vieja (actual carrera 13) y Alameda Nueva
(Camino de Occidente). Fuente: Juan Carrasquilla. Quintas y Estancias.

No fue fortuito que la miseria se manifestara a través del hacinamiento, ya que,


una de las imposibilidades, de implantar certeramente estilos de vida como legíti-
mos, por parte de la élite en la capital, se manifestó por no estar en condición de
quebrar el modelo espacial prototipo de la ciudad santafereña. Aunque el creci-
miento demográfico, se mostraba de manera lenta: Desde 1881 solo aumento en
15. 277 su número de habitantes hasta 1902, que es la fecha cuando alcanzó los
cien mil habitantes. Como consecuencia de lo anterior, la ciudad al mostrar un
pequeñísimo margen de crecimiento, no se expandió físicamente.

El caso de las clases bajas51, todavía es más extremo, ya que, las condicio-
nes de existencia de este grupo social, que vivía en casas de techos de

51. Este grupo social no tuvo acceso a la posesión de capitales y encontraba como única
forma de existencia la mendicidad, o el reclutamiento de manera obligatoria para
las guerras civiles. “Clase de los marginados, estaba ausente de participación alguna
en las decisiones políticas. Imposibilitada para diversificar los roles consuetudina-
rios que imponían los linajes decimonónicos con base en la vieja factura colonial,
solo tuvo como alternativa el reclutamiento en las filas de los ejércitos [habitual-
mente de manera forzosa] clase de los condenados naturales en la percepción de las
otras clases, era vista por éstas, de manera contradictoria, como el refugio de las
virtudes naturales o como el bastión de las virtudes patrióticas, unas y otras
traumatizadas por las formas históricas de dominación” [ Serna: op cit: 4]
104 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

paja y chozas, eran el grupo al que más se le aplicaba la diferenciación


social, conminándolos a vivir en los alrededores de la ciudad, especial-
mente en la parte oriental. En síntesis, no fue fortuito que la miseria se
manifestara a través del hacinamiento, ya que, una de las imposibilida-
des, de implantar certeramente estilos de vida como legítimos, por parte
de la élite en la capital, se manifestó por no estar en condición de que-
brar el modelo espacial prototipo de la ciudad santafereña. Aunque el
crecimiento demográfico, se mostraba de manera lenta: Desde 1881 solo
aumentó en 15. 277 su número de habitantes hasta 1902, que es la fecha
cuando alcanzó los cien mil habitantes. Como consecuencia de lo ante-
rior, la ciudad, al mostrar un pequeñísimo margen de crecimiento, no se
expandió físicamente.

De otro lado, el panorama que se vivía en torno a las casas de la elite


bogotana, era bien diferente, ya que, donde se estableció la mayor inci-
dencia de estos bienes de consumo, fue precisamente en el escenario de
lo íntimo, que paradójicamente se abría hacia lo público, transformando
de esta forma, los parámetros de lo público y lo privado. Generalmente
las casas de dos pisos pertenecían a las clases altas de la ciudad; sin em-
bargo los criterios de distinción, no recaían en las fachadas de estas casas
sino al interior de ella, donde se constituía en un centro social por exce-
lencia, a través de las fiestas y celebraciones privadas que eran las activi-
dades para introducir, los nuevos sentidos legítimos de la existencia, que
cumplían, asimismo, la labor de dar a conocer las nuevas divisiones del
mundo social.

Como resultado de esta transformación de la vida social en sus ámbitos


público y privado se generó una condición de equilibrio entre estas dos
instancias puesto que estas dimensiones permanecían en condición de
coexistencia, a saber, el hogar, prototipo de lo privado, se convertía en el
espacio predilecto para ejercer las actividades de lo público ante la inexis-
tencia de lugares propicios para exaltar las diferencias. Además de esto,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 105

este equilibrio fue posible gracias a la proximidad de las jerarquías so-


ciales que al mismo tiempo se vislumbró como una cercanía espacial de
estas en la ciudad. Entonces, era tanto más necesario el refuerzo de las
diferencias sociales en las distintas dimensiones de la vida social, como
lo eran lo público y lo privado [Serna: 2001: 6] Como muestra de lo
anterior, tenemos que como la ciudad no se había expandido demasiado,
era frecuente la proximidad entre las clases sociales, así pues, se dio el
caso en que las casas de dos pisos eran subdivididas, conviviendo en el
mismo inmueble gentes aristocráticas y acaudaladas en el segundo piso
con moradores paupérrimos en el primero. [Martínez citado por Peralta:
1995:33]

Concerniente con esta carencia de espacios públicos, la estrategia utili-


zada por la élite bogotana consistió en tratar de dotar a la ciudad de
espacios donde simultáneamente podían servir como sitio de encuentro,
a la vez que se convirtieron en los territorios para incorporar la nueva
taxonomía social; una muestra de lo anterior, se refleja en la necesidad
de abrir nuevos teatros, espacios propicios para dar a conocer los nuevos
estilos de vida, que buscaban imponerse en la ciudad. Al respecto,
Pedro María Ibáñez, comenta como el inicio de las obras del teatro mu-
nicipal a cargo del arquitecto Mariano Santamaría o la expropiación del
teatro Maldonado –posteriormente Teatro Nacional–, respondían a las
“crecientes exigencias sociales de la capital”, que bien podemos señalar
como las intenciones de la nueva élite que intenta imponer su visión de
ciudad sobre los demás grupos sociales. [Ibáñez: 1989].

De la misma forma, se realizaron cambios en las actividades de diver-


sión y ocio, con el fin de ocupar un nuevo lugar diferenciante con las
actividades de otros grupos sociales. Caso paradigmático lo representan
actividades como las peleas de gallos que eran símbolos de las activida-
des propias de la sociedad colonial; un ejemplo de ello nos lo muestra
Karl August Gosselman oficial de la marina sueco, quien a su paso por
Bogotá, dejó las siguientes impresiones:
106 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

“Excepto este [las peleas de gallos], los habitantes de la ciudad no


asistían a otra representación, ya que a pesar de que allí haya un
teatro grande y bien construido, se representan muy pocas obras en
el” [1827:158 citado en Fischer: op. Cit]52

Sitios públicos que per


públicos mitían di
permitían divver sión (1867-1900)53
ersión

1867 1888 1893


Plazas 6 7
Plazuelas 9 8
Iglesias 31 30
Fuentes públicas 22 17
Parques 0 1 1
Teatros 1 2 2
Clubes 1 2 2
Restaurantes [cafés- Restaurantes] 1 7 13
Confitería- Reposterías 1 1 7
Hoteles y Fondas 5 21 18
Chicherías 209
Periódicos-Revistas 15 30 ?
Fotografías 3 4 7
Casas de educación física* ? ? 1
Baños** ? 2 13
Pasajes (centros comerciales) 1 ? 6
Librerías*** ? 7 13
Circo de Toros 1
Billares ? 3 20
Bibliotecas 1 3 3
Galleras 1 1 1
*
Gimnasios
**
Las casas de baño eran a la vez peluquerías. Una de ellas como la Casa de baños Guarahani”
tenía salón de billares.
***
Algunas de ellas tenían sala de lectura y se alquilaban libros.

52. La traducción del alemán es del autor Thomas Fischer.


53. Fuente: [Mejá: 1985 citado por Peralta: 1995: 38]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 107

Percepción similar generaban las corridas de toros, donde en un princi-


pio asistían a este espectáculo gentes de todas las clases sociales. En efecto,

Los estudiantes toreaban con el capote; el pueblo con la ruana, y los


cachacos, con el pañuelo; en su entusiasmo por divertirse, las últi-
mas llegaban hasta quitarse la levita, para torear con ella, con lo cual
quedaban de cuerpo de camisa y sombrero de copa alta. La aporrea-
da de esos petimetres causaba gran hilaridad y regocijo, y si el toro
derribaba a un hombre del pueblo, se oía en voz unísona: ¡Lo mató!
[Cordovez Moure: 1957/2004: 109]

La montada en corrida de toros.


Litografía de Ramón Torres Méndez,
ca. 1850. Biblioteca Nacional, Bogotá.

Sin embargo, a partir de las transformaciones antes mencionadas, co-


menzaron a observarse de mal gusto,, ya que, este no tenía las “propiedades
estéticas” que le imprimía la élite en España:

“Hasta el año 1890, en que vino a esta ciudad la modesta compañía de


toreros americanos compuesta por el director Manuel González (clo-
wn), torero; de los banderilleros Rafael Parra (cara de piedra); de los
capeadores, Julián González (regaterin) y Julio Ramírez (fortuna), no
tenían ni idea los santafereños de lo que era una corrida de toros al
108 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

estilo español, en las que todos son reglas fijas y posturas académi-
cas, con cierta gravedad y compostura aún en las suertes más arries-
gadas [Cordovez Moure: op cit, 84]

En este sentido, las prácticas populares concernientes a las corridas de


toros, fueron consideras como prácticas bárbaras, que daban cuenta del
salvajismo de las clases bajas de la ciudad; aún así, para comienzos del
siglo veinte se conservaba como una forma de pasar el tiempo libre.

Congruente con este panorama, una parte de la élite bogotana, que bus-
caba imponer el capital económico como principio de creencia univer-
sal, impulsó a través del Jockey Club las carreras de caballos, con el ánimo
fundamental de distanciarse de las actividades antes mencionadas, por-
que eran consideradas como eventos donde concurría toda la guacherna
de la ciudad. Aníbal Currea Restrepo refirió de la siguiente manera la
llegada del hipódromo:

“El primer campo de deporte para carreras de caballos y ciclismo lo


tuvimos en Bogotá…el 14 de julio de 1898. Se viajaba al hipódromo
en fiacres, landós, victorias y calesas o en los coches de la empresa de
don Santiago de la guardia. A la inauguración acudieron nuestras
damas engalanadas con larguísimos trajes de seda, de talle muy ce-
ñido sombreros llenos de flores y botas terminadas en agudísima
punta. Los caballeros lucían apretadísimo pantalón de fantasía, som-
brero duro de ala enroscada, sacolevita corto de punta de lanza, bas-
tón o fuete del más puro estilo británico y botas de charol…” [Currea
Restrepo citado en Mejía: 1988: 35]

En síntesis, podemos afirmar que en la ciudad, se presentaban escasas


posibilidades de sociabilidad pública al carecer de espacios que posibili-
taran los encuentros ciudadanos. En efecto, al escasear los lugares públi-
cos donde se podía realizar la diferenciación de los grupos sociales
bogotanos, los habitantes de la elite, reforzaron estas diferencias sociales
muchas veces en los lugares privados, debido a la cercanía espacial con
las demás clases sociales. En este sentido, algunas se estilizaron, en pri-
mer lugar algunas prácticas populares como el toreo, para distanciarla
de su uso culto y en segundo término la elite acudió a nuevas prácticas
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 109

provenientes de Europa, como por ejemplo, las carreras de caballos. Lo


que si era claro para esta época, era el afán de modernización, no solo
económica sino cultural, en donde la elite aristocrática, instrumentalizó
la cultura para dirigir el rumbo de la sociedad hacia lo que la elite consi-
deraba civilización, y dejar atrás lo que entendían por barbarie: hablar y
vestirse mal y tener un comportamiento ajeno a las reglas dictadas por
los manuales de urbanidad. [Zambrano: 2003,119]

En este orden de ideas empiezan a aparecer diversas posiciones, que an-


cladas en su mayoría al universo hispánico- colonial, buscaron valorizar el
uso del lenguaje para constituir una situación de mercado54 que diera cuenta
de distintas posiciones enfrentadas, para la consolidación del capital lin-
güístico para resistir desde allí, los posibles desclasamientos propiciados
principalmente por las reformas liberales. Esta lógica del lujo y la ostenta-
ción que se evidencian precisamente en las modas europeas, se alejaba, por
supuesto, para la elite aristocrática, de la mezquindad del cálculo económico
y proporcionaban de este modo, las condiciones necesarias en la vida coti-
diana, para la consolidación de un mercado ajeno a la lógica de acumulación
de riquezas económicas. Este fortalecimiento de la competencia lingüísti-
ca, por medio de la acumulación de capitales culturales, posibilitaron los
intercambios lingüísticos y la configuración de un estilo de vida proclive a
la sensibilidad artística y al mundo aristocrático, donde se presenta el des-
interés económico para posibilitar la inversión del capital simbólico.55

54. La constitución de un mercado lingüístico crea las condiciones de una rivalidad


objetiva en la cual y por la cual la competencia legitima puede funcionar como
capital lingüístico que produce, en cada intercambio social, un beneficio de
distinción.[Bourdieu: 2001, 29]
55.. ¿Es posible un acto desinteresado? Bourdieu citando a Elías pone un ejemplo de
ganancia simbólica al dar cuenta del desinterés: Norbert Elías cita el ejemplo de
un duque que había dado una bolsa llena de escudos a su hijo y que cuando este
seis meses mas tarde, se jacta de no haber gastado ese dinero, coge la bolsa y la tira
por la ventana. Le da así una lección de desinterés, de gratuidad, de nobleza; pero
es también una lección de inversión de colocación del capital simbólico, conve-
niente para un mundo aristocrático: [Bourdieu 1994:152]
110 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

3. Resistencia y ca pital lingüístico: el uso de la lengua y la


capital
distinción entre lo vulgar y lo culto

Teniendo en cuenta los cambios económicos y sociales que incidieron


en la transformación del espacio social bogotano a partir de la segunda
década del siglo XIX, se puede afirmar que a la imposición de dicha
creencia, como principio articulador del espacio social, se le antepusie-
ron resistencias culturales, que obedecían básicamente a la consolida-
ción y fortalecimiento de un capital cultural, que una vez puesto en juego
en su existencia como producto cultural, entraría en disputa entre los
agentes del mismo espacio social bogotano por medio de estrategias sim-
bólicas, con el objetivo de lograr posicionar un estilo de vida como sen-
tido legitimo de la existencia ciudadana.56

En efecto, al no consolidarse de manera definitiva esta creencia de la


economía como epicentro social, reaparece en el escenario bogotano, un
estilo de vida hidalgo, apegado a las formas coloniales de existencia, que
se alejaba de la acumulación de riqueza sin cultura, consolidando, de
esta forma, un habitus lingüístico deseable por la elite letrada.57 En este

56. Esta consolidación en la posesión y en el manejo de una competencia lingüística,


que adquiría cierto valor en la medida en que se perfilaba como un sentido legiti-
mo a imponer, buscaba por medio de estrategias de conservación, encarnadas bá-
sicamente en las “correctas” formas del decir, la resistencia al cambio total hacia
los valores europeos, cuyo objetivo era imponer, como ya hemos visto, la creencia
económica como principio articulador de la vida social.
57. Estos habitus existen en forma práctica en los estilos de vida, puesto que allí, se
pueden observar las condiciones sociales de producción de un discurso; ahora
bien estos estilos de vida entraron a conformar el caldo de cultivo propicio para la
unificación de un mercado lingüístico. En esta dirección, se consolidaban diver-
sas posiciones, gracias a sus competencias lingüísticas y estilos de vida caracteri-
zados, que buscaban al mismo tiempo, imponer el reconocimiento de la lengua
oficial, como lengua dominante, a través de relaciones de dominación lingüísticas,
que junto con el posicionamiento de sus estilos de vida legítimos, adquiridos de
acuerdo a sus capitales y origen social, buscaban resistir paradójicamente, parte
del influjo Europeo.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 111

sentido, ante tales resistencias soportadas en el poder simbólico, que acu-


mulaban los letrados, se empezó a configurar un mercado lingüístico,
que perseguía la generalización del uso de la lengua dominante como un
dato natural, a través de la imposición de sanciones y censuras, que bus-
carían, al mismo tiempo, la dominación simbólica a través de la lengua
como atributo distintivo.

La práctica lingüística y el amor por las letras españolas.

En los apartados anteriores se identificó como la economía lograba poco a


poco propulsar una clase social alta con sus respectivos oficios; sin embar-
go, esta clase no tenía la característica de ser del todo homogénea, puesto
que, si bien en la ciudad, se estaban constituyendo determinadas prácticas
cotidianas, como formas legítimas en un proceso de imposición de la cul-
tura moderna, se evidenciaban, al mismo tiempo, luchas sociales por la
imposición de la arbitrariedad cultural, entre diversos agentes de la vida
urbana. De acuerdo a lo anterior, los agentes pertenecientes a la elite aris-
tocrática que habían acumulado un capital cultural, se inclinaban por estar
vinculados de alguna manera a la tradición española58.

Ahora bien, esta clase de distinción, que se anteponía a la concepción


burguesa del mundo, se inclinaba fuertemente hacia la concepción his-
pánica afirmada en el rasgo:

“El bogotano distinguido suele ufanarse de su ascendencia castella-


na o por lo menos española. Por mezclada que esté, salvo raras ex-
cepciones, alcanza a hacer resaltar el tipo español, en su curiosa

58. Vale la pena anotar, que este capital cultural, procedente de la tradición española,
lograba proyectar cierto reconocimiento social, que se traducía en un capital sim-
bólico que daba cierto reconocimiento cultural total a la “gente decente de Bogo-
tá” a través del prestigio expresado por medio de la procedencia, la política, la
ostentación y el lujo, los predisponía un tanto a la vida artística, dadas las condi-
ciones de existencia de estos mismos agentes
112 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

combinación de rasgos indo germanos y semitas. Estaturas altas


y fisonomías perfiladas son frecuentes. […] también la gente de la
clase media se sentiría sensiblemente ofendida al no tenérsele por
blanca, a pesar de correr por sus venas por lo menos tanta sangre
india como europea. [Hettner: 1882]

Esta mezcla de tradición española, moda francesa y británica, acompa-


ñada de la idea de civilización y progreso, formaban la identidad del
español americano, como generalmente lo denominaba, Miguel Antonio
Caro; Sin embargo, el mayor valor de estos agentes, que invocaban el
alma hispana, era sin duda el honor59. Estas manifestaciones de digni-
dad, también se evidenciaban en el país, presentándose generalmente en
las clases altas, como lo narra Miguel Cané:

En Colombia el duelo, aunque más frecuente que en Chile y el


Perú, no es común. En cambio reina desgraciadamente una cos-
tumbre que los mismos colombianos califican de salvaje. A pesar
de toda mí simpatía y cariño por ellos, no puedo desmentirlos […]
Un hombre insultado en su honor ó en su reputación, hace leal-
mente decir á su enemigo que se arme, porque lo atacará donde lo
encuentre. Ahora bien, en Bogotá, la gente de cierta clase social
(porque es desgraciadamente entre lo alto del mundo que tienen
lugar esas escenas deplorables) sólo se encuentra durante el día en
las calles de Florián ó Real y por la mañana y en la tarde en el
altozano. [Cané: 1901]

Este último lugar nombrado, se constituía en el espacio por excelencia


de la práctica lingüística, que como ya hemos visto, empezaba a salir de
las tiendas de la calle real, hacia lugares más públicos, para consagrarse
como el lugar por excelencia, de la gente distinguida y culta de la ciudad:

59. El español era personalista, pero no individualista a la manera del moderno libe-
ralismo, y gustaba de la riqueza más como elemento de pompa y fuente de presti-
gio que como instrumento de bienestar. En fin, la honra y el honor de la persona
eran para el peninsular los mas altos valores, ante los cuales carecían de importan-
cia derechos políticos como el de participar en la elección de gobernantes [Jaramillo:
op cit: 110]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 113

“Pero, me diréis, ¿los bogotanos no pasean, no tienen un punto de


reunión, un club, una calle predilecta, algo como los bulevares,
nuestra calle Florida, el Ring de Viena, el Unter den Linden de
Berlín, el Corso de Roma, el Broadway de Nueva York ó el Park-
Corner de Londres? Sí, pero todo en uno: tienen el altozano. Alto-
zano es una palabra bogotana para designar simplemente el atrio
de La Catedral, que ocupa todo un lado de la Plaza de Bolívar,
colocado sobre cinco ó seis gradas y de un ancho de diez á quince
metros. Allí, por la mañana, tomando el sol, cuyo ardor mitiga la
fresca atmósfera de la altura, por la tarde, de las cinco á las siete,
después de comer (el bogotano come á las cuatro), todo cuanto la
ciudad tiene de notable, en política, en letras ó en posición, se re-
úne diariamente. [Cane: 1991]

Es importante anotar que en este escenario, tomaban nuevamente fuer-


za, las prácticas heredadas de la península ibérica, como la concepción
hispánica del trabajo y el culto a las letras, con la lengua española como
principal vehículo de expresión que se distanciaba de las lenguas que no
eran romances:

“Es Víctor Hugo el héroe de los colombianos amantes de las bellas


letras, siendo su poesía verbosa y afectada la que más les agrada, en
tanto que la literatura inglesa y la alemana poco les dicen, esta últi-
ma menos aún que la primera. A Goethe y Schiller apenas se les
conoce de nombre, teniéndoseles a menudo por personajes vivien-
tes. De Lessing, ni hablar, siendo muy contadas las personas que
siquiera han oído mencionarlo. [Hettner: 1882]

Ahora bien, aunque se presentara una influencia europea en la práctica


lingüística, es necesario considerar la figura de Miguel Antonio Caro,
como opositor declarado a un posible cambio del ethos español a cual-
quier otra forma de estilo de vida del español americano. Al respecto
escribió una variedad de artículos que defendían la herencia española y
la continuidad cultural, pero en una de estos fue más tajante:

“El año de 1810 no establece una línea divisoria entre nuestros abuelos
y nosotros; porque la emancipación política no supone que se im-
provisase una nueva civilización; las civilizaciones no se improvisan.
114 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Religión, lengua, costumbres y tradiciones: nada de esto lo hemos


creado; todo lo hemos recibido habiéndonos venido de generación
en generación, y de mano en mano, por decirlo así, desde la época de
la conquista y del propio modo pasara a nuestros hijos y nietos como
precioso deposito y rico patrimonio de razas civilizadas [Caro citado
en Jaramillo: op cit: 113]

A pesar de esta defensa acérrima de la civilización, entendida como


una continuidad en el tiempo de la religión, la lengua y costumbres, se
hacía evidente en el espacio social bogotano, una fuerte confrontación
entre la elite bogotana que intentaba imponer el ethos burgués y la elite
aristocrática que defendía la herencia española. Esta lucha se presen-
tó, en relación a la devaluación de títulos académicos y la consolida-
ción de colegios públicos, donde tenían total relación, el campo jurídico
y el educativo.

La devaluación de los títulos académicos: tras la erradicación de


la enseñanza inútil

Dentro del ambiente de libertad que propagaba las revoluciones libera-


les de medio siglo en todos los campos, entró también a ser cuestionado
y posteriormente modificado, el sistema educativo que estaba monopo-
lizado por el clero a través de los jesuitas que impartían la moral cristia-
na. Como era de esperarse, estos fueron expulsados del país en 1850,
como estrategia política que intentaba desmembrar y deslegitimar este
monopolio. En efecto, la lógica de la utilidad, frente a la formación me-
tafísica y escolástica, se venía imponiendo poco a poco para cambiar las
prácticas culturales, con el desplazamiento del monopolio del saber que
entronizaba la titulación.

Desde 1847, se venía presentando en el campo académico una disminu-


ción de las competencias ejercidas por los agentes con titulaciones espe-
cíficas; en 1848 fue proclamada la libertad de enseñanza en todos sus
ramos y confirmado provisionalmente el plan del año anterior. En 1849,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 115

se dio autorización a todos los colegios, sujetos o no al régimen universi-


tario, para conferir grados académicos, lo mismo que en las universida-
des, y fue eliminado el título de bachiller en la facultad de literatura y
filosofía”. [Rivas Sacconi: 1993: 312] ya para el año de 1850, este proce-
so llegaría a uno de sus puntos más altos, al suprimir las titulaciones y
reemplazar las universidades por colegios nacionales. La exigencia de
un título académico para ejercer la profesión de abogado, médico, in-
geniero o sacerdote, fue considerada como una forma de monopolio y
una limitación a la libertad de trabajo. En consecuencia, la ley de 15 de
mayo de 1850 eliminó el requisito de título profesional para el ejercicio
de todas las profesiones liberales, con la curiosa excepción de farmacia.
Por la misma ley fueron eliminadas las universidades y convertidas en
colegios nacionales [Jaramillo: 1989: 239]

Ahora bien, lo que en realidad se buscaba, era fundar un sistema de


normas y de prácticas, que bajo la construcción de campos semánticos,
posicionaran la escritura y el lenguaje jurídico como códigos aceptados a
priori, para universalizar esta creencia y fragmentar de este modo, la
moral católica que estaba posicionada para esta época. En consecuencia,
lo que se buscaba era la objetivación de valores morales que tenían como
propósito la subordinación del agente al Estado y así romper con una
serie de valores arraigados a la cultura que procedían a través de la fami-
lia y el clero.

En este sentido, se pretendió universalizar el reconocimiento de esta


creencia en las doctrinas utilitaristas de Bentham, en primera instancia a
través de la educación que se postulaba para los radicales, como uno de
los caminos propicios para llegar a la tan anhelada civilización y desde
luego desde el posicionamiento del texto jurídico que elaboraría los có-
digos para dar y proponer la forma a las prácticas cotidianas. En efecto,
los primeros años de la segunda mitad de aquella centuria decimonónica
registraron en nuestro país un florecimiento insólito de la preocupación
intelectual por los problemas y estudios del derecho constitucional […]
116 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

ya desde 1851, los proyectos y escritos de prensa correspondientes ocu-


paron la atención de escritores y políticos [Restrepo: 1986:78].60 Toda-
vía mejor, esta relación entre moral y legislación se hacía cada vez más
cercana, ya que, la finalidad de esta última, estaba encaminada a obtener
efectos prácticos en la población, es decir, que los oficios y demás apren-
dizajes no se asimilaran en los libros sino en la práctica; con esto se
intentaba lograr, la dominación simbólica a través del formalismo jurídi-
co, con la puesta en juego del lenguaje jurídico con pretensiones
universalizantes, para la imposición de la razón jurídica como creencia
en una visión del orden social, producida a través de la interpretación
del texto jurídico61.

Tal era la acogida de textos constitucionales, realizados en Colombia y


basados en las traducciones al español de la teoría del gobierno republi-
cano, que se expandió a otros países hispanoamericanos62. El caso más

60. Vale la pena anotar que: El lapso que se extiende de 1849 a 1858 se destaca en la
historia del constitucionalismo colombiano como uno de los periodos de mas in-
tensa lucubración intelectual y política, cuyos protagonistas eran los lideres de las
dos incipientes formaciones partidarias –la liberal y la conservadora–. La transi-
ción que durante esos años se hizo progresivamente de la forma central tradicio-
nal del Estado –vigorizada en la constitución de 1843– a la federal también
extremada de 1863, a través de las fases intermedias centro-federal de 1853 y
confederal de 1858, fue ocasión para que surgieran diversas iniciativas de ordena-
miento constitucional, suscitando controversias y movilización de ideas de indu-
dable interés [Restrepo: op. cit: 26]
61. En el campo de las letras y de los estudios jurídicos se impulsó la secularizaron de
las humanidades. Se borró la herencia española de claro énfasis discursivo y se
buscó la introducción de las ciencias sociales desarrolladas al calor del positivis-
mo de Augusto Comte. Se estudió la lógica de Mill, la sociología evolucionista de
Spencer y el pensamiento de Darwin, de Claude Bernard y de la biología
decimonónica como paradigmas del análisis social. [ Cataño: 1995]
62. Al mismo tiempo que se editaban obras relativas al pensamiento de Bentham, el
congreso rechazaba obras literarias. En El Mosaico, Vergara llegó a publicar algu-
nos avances de su trabajo bibliográfico. Estos constituían para él las primeras
muestras de un trabajo sistemático, de largo alcance, con el que aspiraba a mos-
trar el “desarrollo del espíritu en la Nueva Granada”, a través de la evolución de
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 117

representativo de este influjo en el derecho, lo encarnó Florentino


González, con sus lecciones de derecho constitucional y su magisterio,
que fueron de proyección y de calidad muy superiores a todo lo que en
Colombia se había escrito y enseñado en materia de derecho constitu-
cional en los treinta años anteriores [Restrepo: op cit: 77] en este sentido,
se hacía evidente la circulación de las ideas federalistas para la consoli-
dación de una idea de orden que lograra cohesionar a la población.

No obstante, para los agentes partidarios de mantener el status quo de la


sociedad, estas medidas se no se presentaban con la suficiente fuerza
para terminar de sucumbir ante tales ofensivas. Si bien es cierto que la
devaluación de los títulos golpeaba fuertemente a este sector consagrado
al cultivo de las letras y las humanidades, no era realmente un obstáculo
que no pudiera superarse. Desde el mismo momento, que se emitió la
ley del 15 de mayo de 1850, estos agentes desplazaron el interés de su
enseñanza de humanidades y buen manejo del idioma a colegios priva-
dos y a seminarios63; no obstante, otra parte de la resistencia en contra
de estas reformas del Estado para monopolizar el aparato escolar,
se vería claramente con la posición de la iglesia, luego del decreto orgánico

la poesía y la novela particularmente. Entonces, su aspiración era encontrar apoyo


en el gobierno para crear una “Biblioteca Neogranadina”, una obra que calificaba
de monumental y que estaría dividida en cuatro secciones: historia, viajes, filolo-
gía y documentos oficiales. Pero el proyecto fue rechazado en 1864 por el congre-
so [Gordillo: 2003]
63. Estos contenidos que en algún momento estuvieron vigentes en institutos oficia-
les y en universidades, pasaron a difundirse en escenarios privados, a través de
folletos: “colejio de la independencia, Bogotá, s.a.(programa para el año 1852); pro-
gramas sobre los cuales versaran los certámenes públicos en el colejio de san José de
guanenta, Bogotá, imprenta de Echeverría Hermanos, 1852; programas de literatura,
filosofía i ciencias eclesiásticas que los alumnos del colegio de santo Tomas de Aquino,
dirigidos por los padres dominicanos, sostendrán en certámenes públicos en los días 24, 25,
26, 27, 29 i 30 de agosto del presente año, Bogotá, imprenta de Nicolás Gómez, 1853[…]
certámenes públicos que presenta el colejio de nuestra señora del rosario, bajo la dirección
de su rector, doctor Francisco Eustaquio Álvarez…, Bogotá, imprenta Echeverría Her-
manos, 1868 (aparece como catedrático de latín Rufino J. Cuervo)” [Rivas Sacconi:
op cit 314- 315]
118 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de 1870, donde por primera vez se implantaría la escuela primaria gra-


tuita, obligatoria y religiosamente neutral. Esta resistencia en contra del
decreto la constituyeron los católicos laicos que se organizaron en socie-
dades católicas para la construcción de escuelas donde los maestros fue-
ran católicos para enseñar los dogmas cristianos.

A propósito de esta consideración, en el periódico la Caridad es fre-


cuente encontrar para el primer semestre de 1876 el siguiente anuncio:

“ESCUELA PRIMARIA Gratuita, la sociedad de San Vicente de


Paúl64 abre para niños de 7 a 12 años en el edificio de las aguas el 1º
de marzo”65

Del mismo modo, el viajero Alfred Hettner corroboraría este nuevo mapa
educativo diciendo lo siguiente:

Las clases altas tienen a su disposición varios colegios oficiales lo


mismo que numerosos privados, siendo estos últimos en general de
las mismas características que las instituciones preparatorias parti-
culares nuestras, excepto que algunas de aquellas van un poco más
lejos en las materias de su enseñanza. En su mayor parte son dirigi-
das con un espíritu específicamente católico, siendo los colegios pú-
blicos en cambio radicales e irreligiosos, al menos en lo que se refiere
al tiempo de mi permanencia. [Hettner: 1882].

En realidad lo que estaba en juego, para varios agentes en el espacio social,


era la forma de educar a la población, que traía tras de sí, la formación
moral, ya sea religiosa o civil. Así pues, el decreto orgánico de instrucción

64. La sociedad de San Vicente de Paul, era descrita de esta forma por Miguel Samper:
“En Bogotá práctica, la sociedad, en todas sus formas, la excelsa virtud a que debe
su existencia. La limosna se distribuye en todas sus formas: auxilios pecuniarios
al menesteroso, cuidados y medicinas al enfermo, instrucción sana al ignorante,
amparo al huérfano, trabajo al que carecía de ocupación, y los consuelos de la
religión a todos aquellos a quienes la sociedad protege.” [Samper: op.cit. 88]
65. Periódico la caridad Bogota 2 de marzo de 1876
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 119

pública de 1870 generó varias discusiones en torno al papel de la iglesia,


que estaba en contra de la generación de valores individualistas en la
educación, por encontrar su razón de ser en lo corporativo66. Por lo
anterior, lo que hacia la iglesia era tipificar a los radicales, poniéndoles
un rótulo de malvados y ateos (sin moral) para que la población, en espe-
cial los padres de familia estuvieran alertas en la escogencia de la escuela
donde sus hijos se iban a formar67.

En definitiva, era claro que en el espacio social bogotano, se estaban pre-


sentando luchas por la imposición de sentidos legítimos de la existencia,
que pretendían a través de la puesta en juego de varios capitales, lograr
imponer una intención política de unificación de las prácticas cotidianas.
Ahora bien, esta contraofensiva por medio de la cultura, que inició básica-
mente la elite aristocrática, fue reforzada con la apertura de colegios priva-
dos y publicaciones en el ámbito de las letras para lograr un mejor
posicionamiento cultural para contrarrestar ese posible desclasamiento, a
través de intercambios lingüísticos.

La Universidad Nacional como institución legitimadora de la


cultura

Ante la ausencia de instancias legitimadoras de la cultura que no habían


tenido éxito, ni mayor continuidad a lo largo del siglo y sumado a ello el

66. El clímax de esta tensión social fue la guerra civil de 1876, “la guerra de las escue-
las”, que interrumpió abruptamente las actividades educativas. Los establecimien-
tos oficiales fueron cerrados por dos años, y cuando se intentó abrirlos de nuevo,
el desgano imperaba en los maestros y en la mente de los mismos responsables de
la educación. Los soldados habían convertido los salones de clase en cuarteles,
muchos estudiantes y maestros habían perdido sus vidas en el campo de batalla, y
una parte significativa de los fondos de la educación se habían trasladado a las
urgentes tareas de la guerra.[Cataño: 1995]
67. Desde que el Estado entro a librar una lucha con la iglesia, por el monopolio de la
educación, esta última utilizo como estrategia de exclusión, la excomunión, expo-
niendo a los hombres de Estado, contra el pueblo, con la constante persuasión
desde el pulpito.
120 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

hecho, la perdida de la tradición de hacer estudios profesionales en el


país, gracias a la libertad de enseñanza, se creó la Universidad Nacional,
durante la administración del General Santos Acosta por medio de la ley
66 de 16 de septiembre de 1867:

“La Universidad inicio tareas en febrero de 1868, bajo la rectoría de


Manuel Ancizar, con 335 alumnos provenientes de todos los confines
de Colombia y con una destacada nómina de catedráticos, entre los
cuales descuellan Miguel Antonio Caro, Santiago Pérez y Francisco
Javier Zaldúa, reconocidos por su virtud y letras y luego exaltados por
sus conciudadanos a la presidencia”. [Rivadeneira: 2002: 157]

Ahora bien, para la enseñanza de las humanidades se publicaron varios


textos con la orientación del Estado, retomando algunos de 1826, debido
en gran medida a la ausencia de producción académica que dejo la inac-
tividad de instituciones culturales. En este sentido, para la enseñanza de
las humanidades se publicaron en ese tiempo numerosos textos, una edi-
ción de Fedro, una de Lhomond, al cuidado de Juan Antonio Salazar y
morales, y no pocas gramáticas. Manuel de Pombo (1769-1829) escribió
una gramática latina facilitada para uso de principiantes, que fue el texto
recomendado por el plan de estudios de 1826; no obstante, Caro, que
ocuparía la cátedra en latín, no seguiría ninguna recomendación de tex-
tos orientados por el Estado, aunque no pudo, publicar el texto de Virgilio
con su respectiva critica68, ya que, en su lugar se publico el Fedro, sin
embargo, introdujo su propio texto y elaboro el programa de su clase
[Rivas Saconni: op cit. 319-320].

Hasta aquí, las labores de los productores culturales aparecen desprovis-


tas de un sentido colectivo que oriente la consecución de la arbitrariedad

68. Desde el año 1873, miguel Antonio Caro, sostiene conversaciones con Rufino J.
Cuervo, en donde se presentan infinidad de intercambios lingüísticos. “mi queri-
do Rufino. Le mando un pliego de introducción para que me lo revise escrupulo-
samente (se trata de la introducción a las obras de Virgilio traducidas en versos
castellanos por el señor Caro [Romero: 1978: 3].
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 121

cultural, con la imposición de una lengua distinta y distintiva. Hemos


visto como productores aparentemente ejercen el poder simbólico a tí-
tulo personal, logrando a veces imponer un sentido legitimo de la litera-
tura en la cultura; sin embargo, estos esfuerzos aislados, no suman fuerzas
necesarias para la imposición de sentidos legítimos permanentes, es por
esta razón, que los lugares de intercambio lingüísticos, como la univer-
sidad, el altozano, las tertulia y las librerías adquieren un papel impor-
tante, no solamente porque potencializan las practicas lingüísticas y con
ello, los estilos de vida dispuestos a ella, sino también, porque permiten
la objetivación de agentes investidos con el monopolio del uso correcto
de la lengua legitima. Cabe anotar que, lo anteriormente nombrado no
puede adquirirse sin la producción cultural hecha realidad, es decir, sin
las publicaciones que generan de continuo los intercambios lingüísticos
en el espacio social. Es por esto, que se hace necesario observar la pro-
ducción cultural un poco más de cerca.

Producción cultural de la élite para la élite

Desde la segunda mitad del siglo XIX, los liberales ganaron terreno en
el ámbito económico y político, logrando instaurar algunos vínculos
importantes, que beneficiarían al hombre de negocios; sin embargo, tal
beneficio no hubiera sido completo sin la ayuda de la prensa que para
este tiempo lograría consolidarse como vehículo de expresión política,
publicitaria y literaria69. En 1850 nace el periodismo que, además de
difundir las ideas de un sector o partido político, empieza a operar como
un vehículo de información, por ejemplo cuando anuncia que una firma
o un comerciante vende algunas mercancías [Jaramillo: 2003:107].

69. Antes de esta época, la industria literaria y los medios de comunicación, no se


encontraban dispuestos para crear ofertas y demandas en cuanto a productos cul-
turales. “Desde 1810 a 1830 la prensa fue despertándose como de un perezoso
letargo[…] Pero particularmente en un período de diez años, de 1845 a 1855, se
extendió: más influyo, porque ya para entonces las producciones venezolanas,
originales o traducidas, habían alcanzado mayor grado de perfección y buen gusto
literario, que las hacía muy recomendables [Laverde: 1963]
122 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Ahora bien, estos espacios para publicitar mercancías, también fueron


utilizados como espacios de literatura. Con esto se buscaba, difundir de
alguna manera, una cultura literaria en el país a través del folletón, que
era una sección destinada a reproducir artículos literarios extranjeros,
preferiblemente autores franceses consagrados:

“Varias muestras interesantes vieron la luz en la imprenta de Ma-


nuel Ancízar, en la cual se editaba el periódico El Neo-Granadino,
uno de los más notables e influyentes de la época. Matilde o Memo-
rias de una joven, novela en dos tomos escrita por Eugenio Sue, el
controvertido autor de El judío errante, inició la serie, por el sistema
de entregas periódicas o Semana Literaria de El Neo-Granadino,
como calificaron los empresarios ese original método publicitario.
Sobre incidencias de la publicación, vale la pena leer varios anuncios
aparecidos entre febrero y junio de 1849 en el mencionado periódi-
co. […] A esto debe agregarse que existieron otras modalidades en
las que el contenido se publicaba independientemente del periódi-
co, ya en forma de fascículos sucesivos dispuestos para integrar uno
o varios tomos, o de una vez en un volumen completo, previamente
anunciado. Todo ello, obviamente, con los debidos descuentos y es-
tímulos para los suscriptores, que de esa manera aseguraban su de-
recho a la primacía en la lectura y contribuían, de paso, al
sostenimiento de la empresa periodística, por lo menos durante el
tiempo que duraba la emisión de entregas o cuadernos. Una autén-
tica forma de crear demanda [Jiménez: 1991]

La razón para popularizar a estos autores, además de las modas litera-


rias, radicaba en el restringido acceso de estos libros para gran la gran
mayoría de la población bogotana, puesto que, solo era posible su adqui-
sición, por medio de un encargo para importarlo de Europa. Así mismo
en este contexto, se hacía necesaria la vinculación del productor cultural
colombiano, que había sido desconocido por mucho tiempo. El objetivo
de la elite intelectual, preocupada por la literatura y la cultura, era por
supuesto demostrar que ellos siempre habían estado allí, para cumplir
con el objetivo de orientar culturalmente a la nación; no obstante para
ello, se hacía indispensable difundir de manera sistemática obras de escri-
tores colombianos contemporáneos con lo que efectivamente se creaba
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 123

una bibliografía nacional; pero también era indispensable para esta tarea
identificar, publicitar y publicar las obras que habían sido escritas por
colombianos o por criollos durante la Colonia o los primeros años de la
República.

Para tal propósito se empieza a consolidar en Bogotá, luego de la caída


de Melo, el Liceo Granadino que posteriormente se consagraría como el
Mosaico70.

J.M. Espinosa. La caída de Melo. Fin de la dictadura


de los generales aliados a los artesanos. Acuarela, 1854
Tomada de http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/
revistas/credencial/octubre1990/octubre1.htm

70. La revista buscaba convertirse ella misma en una “biblioteca nacional”, en donde
se recogerían de preferencia las obras escritas en castellano por escritores naciona-
les o hispanoamericanos en diferentes épocas, y donde se centralizarían los es-
fuerzos dispersos de una elite intelectualmente inquieta. Pero más allá de la misma
revista, sus editores buscaron por otros medios estimular la deficiente producción
de impresos nacionales. [Gordillo: 2003]
124 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

La publicación del Mosaico fue determinante para unificar un colectivo


preocupado por la cultura, estaba destinada a ser producto de una mino-
ría selecta:

“Respecto al público, para 1860, los redactores mantenían corres-


pondencia con un poco más de 50 agentes repartidos en diferentes
municipios y localidades del país. Ellos estaban encargados de con-
seguir los suscriptores y eran los intermediarios para los encargos
de libros que se encontraban a la venta en El Mosaico. En el mismo
año, de acuerdo a una lista publicada en la revista, había cerca de 400
suscriptores en el país, de los cuales el 30% correspondía a Bogotá
(cerca de 120 suscriptores). Si se toma como criterio el número de
abonados, no resulta nada comprometedor afirmar que la publica-
ción se dirigía a una minoría culta, aunque siempre es difícil estimar
el alcance real de la publicación” [Gordillo: 2003]

En este sentido y para corroborar lo anterior, aparece el viajero E.


Rothlisberger quién percibió las dinámicas de las librerías como lugares
selectos:

“Los bogotanos tienen el buen auxilio de excelente librerías, como la


Librería Colombiana, que tiene existencias, con gran cantidad de
títulos, de las principales obras del mundo, y cuenta, sin duda, con
todas las novedades bibliográficas. Las librerías constituyen el pun-
to de cita de la gente culta; por vanidad o por afición, se compran
muchos libros, y la mayoría de ellos, a no dudarlo, se leen. Por mu-
cha superficialidad que aún exista, por mucho que se dé la forma-
ción a medias, aunque sólo unos pocos hombres selectos posean un
riguroso sentido científico, y aunque no se halle todavía introducida
la llamada “exactitud germánica”, es, sin embargo, muy cierto que
entre una minoría, relativamente pequeña pero muy inquieta y vi-
vaz, se advierte la capacidad de conocimiento y el interés por todas
las novedades y creaciones del espíritu. [Rothlisberger: 1896]

Ahora bien, si tomamos en cuenta, que la práctica literaria en las librerías


tertulias y en el altozano71 adquirían un carácter distintivo, no menos cier-
to es que, aunque algunos agentes del espacio social, pertenecientes a las
clases bajas de la ciudad tuvieran alguna disposición al manejo del lenguaje,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 125

no era habitual en ellos encontrar prácticas que valoraran los productos


culturales. En la revista El Mosaico, no. 20 de 1865, encontramos a propó-
sito de la suscripción a la revista el mosaico lo siguiente:

“[…] nadie quiere suscribirse. Los lectores saben arreglarse de tal


modo que la lectura les salga gratis, y poco les importa que el em-
presario tenga invertido un capital improductivo […] si hay en la
población unos cuantos suscriptores, sus periódicos van rodando
de mano en mano, mientras que los otros quedan bajo el mostra-
dor del agente.”72

A pesar de las pocas suscripciones, la revista fue tomando la forma de


tertulia, a través de la cual se consolidará un frente cultural tratando de
desligarse de la política:

“Algunos han creído encontrar al Mosaico muy gólgota, y otros muy


conservador. Declaramos que El Mosaico no toca nada con la políti-
ca, y que inserta todo lo que esté bien escrito, sin más excepción
que las de aquellos escritos que hieran las Opiniones religiosas o la

71. He dicho ya que el desenvolvimiento de la ciudad bogotana es de una superiori-


dad incontestable. Es la tierra de la poesía; desde el hombre del mundo, el políti-
co, el militar, hasta el humilde campesino, todos tienen un verso en los labios. Si
esto es la generalidad, es fácil concebir la altura de los grandes poetas colombia-
nos. No quiero hablar del pasado, pero no puedo resistir al deseo de recordar aquí
los hombres cuya mano estreché con una invencible mezcla de respeto y cariño:
Rafael Pombo y Diego Fallón; José Manuel Marroquín en quien vencer las mayo-
res dificultades del verso, sea en la forma, la transposición o en la rima, para
derramar en él la gracia, la ironía y el chiste, es un verdadero juego. José María
Samper que ha escrito seis y ocho tomos de historia, tres o cuatro de versos, diez
o doce de novelas, tres o cuatro de viajes, de discursos, de estudios jurídicos,
memorias y polémicas... Puede Colombia estar orgullosa a justo título de dos
hombres jóvenes aún pero cuya reputación de sabios y profundos literatos ha
salvado los mares, extendiéndose a la península española. El primero es Miguel
Antonio Caro, el segundo Rufino J. Cuervo. Resumiendo, una sociedad culta, in-
teligente, instruida y característica, que se ha refugiado en las alturas, huyendo de
la penosa vida de las costas, indemnizándose, por una cultura intelectual incom-
parable, de la falta completa de progresos materiales.[Cane:1881-1882]
72. “La gorra en el periodismo”, El Mosaico, no. 20 (10/06/1865).
126 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

moral, dos santuarios que no profanamos. Por el contrario nos com-


placemos y nos encaprichamos en reunir los mismos nombres que la
Política separa y hace enemigos”. [Gordillo: 2003]

Vale la pena anotar que este afán por separar la vida intelectual de la
política, fue infructuoso, debido en gran medida a los intensos debates
que se suscitaron al interior del Mosaico, acerca de la postura de este
colectivo en torno a la educación y la toma de posición acerca de identi-
dad cultural de la nación, que terminaron con la división del mismo. Lo
anterior se ve claramente en la correspondencia de Juan María Gutiérrez
con Ezequiel Uricoechea donde se confirma la ruptura:

Estamos de acuerdo, o más bien, lo estoy con U. que es quien ha


enunciado la idea, respecto al influjo pernicioso de cierta literatura
de la madre patria. Allí [en Colombia] ha habido facilidad en la ex-
presión pero poco fondo y tendencias serviles en muchos. Vergara
no le debió a ella el camino que tomó, sino a un círculo político de
beatos hambrientos, maldicientes, envidiosos y brutos (así son todos
ellos... y Dios se lo perdone que yo no tengo alma para tanto) que
hacen carrera a punta de padrenuestros y de meter la uña en los
bolsillos del prójimo. Por desgracia se afilió entre ellos y desde en-
tonces tuvimos que vernos menos con él, que antes estaba con noso-
tros y se acabó “El Mosaico” y casi, casi no volvimos a reunirnos los
bibliófilos de los cuales yo era el más antiguo, si no el de mayor edad
[Uricoechea citado por Romero: 1978]

Ahora bien, la búsqueda de la autonomía de la práctica literaria y con


ello del buen uso del lenguaje que opera como atributo distintivo del
poder simbólico, era una necesidad que aparentemente dependía de la
industria literaria. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta indus-
tria no tenía una continuidad permanente, es decir, que su existencia era
precaria.73 A propósito de lo anterior el viajero E. Rothlisberger opina:

73. Entre los periódicos con poca duración podemos citar: El Duende, que alcanzó
a publicar 78 números, El Charivari Bogotano, de muy corta duración; La Je-
ringa, que sólo tuvo un mes de vida; El Trovador, editado entre mayo y agosto
de 1850; Cabrión, un periódico jocoso que apareció en 1853 en Ocaña; El Loco,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 127

“La prensa diaria es un medio formativo de primer orden en todo


país nuevo. Por entonces aparecían en Bogotá nada menos que de
veinte a treinta publicaciones periódicas, tanto políticas como de
contenido científico, pero sólo una salía diariamente. Muchos de los
periódicos políticos tenían una brevísima existencia, desaparecien-
do ya al segundo o tercer número. Como los periódicos no podían
vivir del mismo modo que los nuestros, o sea a base de noticias del
día y telegramas, concentraban su energía en los artículos de fondo,
en estudios literarios, traducciones, desahogos líricos y crónicas lo-
cales. [Rothlisberger: 1896]

En efecto, los periódicos que más duraron, lo hicieron por espacio de


cinco años y fueron el Neogranadino y el Tiempo. Además de esto, las
producciones para este tiempo apenas comenzaban a incrementarse. Si
bien es cierto que entre las décadas de 1830 (89) a 1870 (114) el número
de publicaciones se incrementó aproximadamente un 22% no resultó un
aumento en las publicaciones definitivo. Esto demuestra que la empresa
literaria apenas se encontraba en ciernes y solo hasta la década del no-
venta (1890- [293]) se presenta en el país un aumento significativo de la
producción cultural, duplicando la producción de la época anterior.
[Villalobos: 1994]

Aunque los intercambios lingüísticos necesitarán de la industria lite-


raria para lograr la consolidación de estos agentes culturales como li-
teratos de profesión, es decir, que con sus producciones resolvieran
sus condiciones de existencia, el panorama que se presentaba seguía
consolidando el estilo de vida hidalgo, con un fuerte desapego a lo
material:

que alcanzó 36 números. En 1858, el 13 de febrero, se presenta Las Arracachas.


Luego vienen otros que el editor Nicolás Pontón hizo en su imprenta: La Bruja,
Los Locos y El Chino de Bogotá, El Amolador, El Cachaco. Y podremos agregar
los que publicaron caricatura política como Los Matachines Ilustrados, Periódico
de los Muchachos i Muchachas, El Mochuelo, El Alcanfor, El Fígaro, El Zancu-
do, Mefistófeles, El Mago, entre otros.[García: 2007]
128 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

“Un día, en un salón de Nueva York, una dama argentina, que tiene
un sitio elevado y merecido en la jerarquía intelectual de nuestro
país, recibía una numerosa sociedad sudamericana. Rafael Pombo
estaba allí. ¿Qué hacía en los Estados Unidos? Había ido como cón-
sul, creo; un cambio de política lo dejó sin el empleo, que era su
único recurso, y como no quería volver á Colombia, donde impera-
ban ideas diametralmente opuestas á las suyas, tuvo que ingeniarse
para encontrar medios de vivir. ¡Vivir, un poeta, en Nueva York!
¡Me figuro á Carlos Guido en Mánchester! Pombo, como Guido,
nunca ha tenido la noción del negocio y tengo para mí, que allá en el
fondo de su espíritu, ha de haber una sólida admiración por esos
personajes opacos que logran, tras un mostrador, labrarse, con la
fortuna, la deseada independencia de la vida. ¿Qué hacer? Hombre
de pluma, vivió de su pluma. No creáis que como periodista ó co-
rresponsal. Con más suerte que Pérez Bonalde, el admirable poeta
venezolano, el único que ha vertido á Heme dignamente al español y
que hoy fabrica con toda tranquilidad en Nueva York los avisos de la
casa Lanmann y Kemp en siete idiomas, Pombo se puso al habla con
los editores Appleton & Co., que entonces publicaban esos cuader-
nos ilustrados, con cuentos morales, que todos hemos visto en ma-
nos de los niños de la América entera [Cané: 1901]

No obstante, Pombo se negó a varias editoriales, para la publicación de


sus poesías a las cuales les daba un valor inmaterial:

“Rafael Pombo, á pesar de las reiteradas instancias de sus amigos y


de ventajosas propuestas de editores, nunca ha querido publicar sus
versos coleccionados. Tiene horror por la masa y cree que pocos son
los poetas que resisten á un análisis del conjunto de sus obras. Opi-
no como él; aunque lleve la firma fulgurante de Víctor Hugo, un
grueso volumen de poesías aterra.

En este sentido aparece otro poeta Bogotano quien únicamente publico


dos poemas, pero que alcanzó fama de poeta lírico tiempo después. Se
trata de Diego Fallón quién publicó, un canto a las rocas de Suesca y
otro a la luna; sin embargo, esta valoración del producto cultural, ten-
dría una incidencia importante en el alejamiento del literato con el polí-
tico y el hombre de negocios. Con esto demostraba el poeta, que no era
necesario publicar volúmenes enteros para lograr la consagración:
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 129

“La prosa vulgar se traga, como el pan común; pero una créme
fouettée insípida... no. Detesto el mal verso y me es una fatiga enor-
me la lectura de esos volúmenes, rimados que no dejan preocupa-
ción ni agitación; prefiero las dos composiciones de Fallón a la mayor
parte de los gruesos tomos de versos que han hecho gemir las pren-
sas de la América española y de la España misma. [Cané: 1901]

Sin duda alguna, para estos hombres de letras consagrados, su ocupa-


ción referente a la práctica lingüística, no tenía mucha relación con la
acumulación de capitales económicos que resolvieran su estilo de vida.
Lo anterior lo vemos presente con la formación de algunos hombres
eruditos, que gracias a su capital cultural ocuparían grandes posiciones,
posterior al régimen radical74. En el caso de Cuervo el viajero A. Hettner
se manifestó:

“Cuervo, autor de un diccionario enciclopédico del idioma español


elogiado también por las revistas literarias alemanas, era cervecero
de profesión y, como tal, hasta obligado al principio a tapar a mano
él mismo las botellas que contenían su producto. Tan solo en sus
horas libres pudo dedicarse a la obra de su afición, con la conse-
cuencia de demorar la conclusión de ella hasta cuando la renta de su
fortuna reunida como empresario le permitía vivir económicamente
libre en Europa. [Hettner: 1882]

Por último, las rentas y las herencias generalmente resolvían las condi-
ciones de existencia de estos personajes para su dedicación a las letras y
de este modo a la consolidación de la lengua legitima. En efecto, la pro-
ducción y oficialización de un discurso legítimo, frente a otros capitales
puestos en juego, era una tarea que se debía emprender a pesar de

74. Deas pone el ejemplo de la carencia de dinero de personajes como Rufino José
Cuervo, miguel Antonio Caro y José Manuel marroquín, que ejercerían el poder a
partir de 1885. “aunque ellos iban a ejercer el poder y a establecer una hegemonía
a partir de 1885, no se trataba de hombres ricos. Algunos de ellos habían conocido
la pobreza en carne y hueso.
130 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

circunstancias adversas de escritura.75 En este sentido era de real im-


portancia, la conexión del ascendiente español y sus formas de habla,
con la capital, que debía seguir el paradigma civilizatorio distinguiendo,
lo culto de lo vulgar.

La erudición como forma de legitimación: creación de la Academia


Colombiana de la Lengua

“Llegaron las apuntaciones


y han empezado a venderse.
Puede enviarme 500 ejemplares más”76.

Este tipo de apego a las formas correctas del lenguaje necesitaba para su
perduración, asociarse a la fuerza que podían imprimir instituciones como
las academias, para el establecimiento de pautas de socialización con-
tundentes, dirigidas especialmente a la legitimación de la lengua como
objeto sagrado de la cultura y de un pasado español que postulaba a la
nación como región culta del mundo al ser herederos de los años gloriosos
de las letras españolas. Como se puede deducir, el establecimiento de socie-
dades, academias y fundaciones fue otra de las estrategias adoptadas para

75. El argentino miguel Cané, tiempo después plasmaría la condición del escritor
colombiano, aludiendo a las dificultades, que se le presentaban para desarrollarse
como escritor: “Siempre he mirado con un supremo respeto al distinguidísimo
escritor colombiano que tiene, como Prometeo, la cadena que lo aferra y el buitre
que lo devora, sin que su espíritu decaiga un instante. En su soledad, vive la vida
intelectual del mundo entero y con el cuerpo marchitado para siempre, conserva
la frescura de la inteligencia. ¡Bendecidas sean las letras que así suavizan los dolo-
res de la existencia! [Cane: 1901]
76. La anterior frase da cuenta de un fragmento de la comunicación escrita, entre
Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo; el contexto de este fragmento atañe a
la cuarta edición de las apuntaciones criticas sobre el lenguaje Bogotano, que dis-
tribuía Miguel Antonio Caro hacia 1881, en toda la Republica, con esto se de-
muestra, que el numero de ejemplares enviados a Bogota era crecido para estos
tiempos [Romero: 1978]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 131

que las clases altas impusieran su nuevo estilo de vida [Mejía: 1998: 37].
Estas estaban conformadas por hombres reconocidos en el ámbito social
y cultural de la ciudad. Sin embargo, para ser un agente con la autoridad
necesaria para velar por la pureza y la unidad del idioma, era necesario
mostrar habilidades que designaran a dicho agente, como un hombre
investido de erudición.

En este sentido podemos observar que demostrar la competencia lin-


güística era un filtro para ser admitido:

“si dejamos a un lado la Gramática Latina y las Apuntaciones...


observamos que en 1871 Cuervo podía argumentar lingüísticamente
con el sánscrito, armenio, griego, latín, celta, gótico, islandés, sueco,
danés y flamenco, letón, lituano y ruso. Y dentro de las lenguas
románicas con el italiano, portugués y provenzal” [Martínez y
Torres, 1954: 81].

Además de las competencias reconocidas socialmente, se debía mante-


ner el buen gusto en la escritura, a través de la gala y el respeto a lo
invariante, para conseguir la pureza del lenguaje que debía mantener las
formas apegadas a lo clásico, mostrando y demostrando la pertenencia a
un pasado español. Poetas y novelistas mantienen invariablemente ese
buen gusto, ese cuidado formal, esa temperancia y ese respeto a lo clási-
co (…) Los poetas colombianos se mantuvieron sometidos a los manda-
mientos del gusto: en sus obras la forma es siempre correcta y pulida
[Camacho Guizado: 1989:329].

Como hemos visto anteriormente, la erudición se perfilaba como el sa-


ber ecuménico del que debía disponer todo agente con proyección de ser
legitimado y autorizado para adelantar las formas públicas del lenguaje.
Un ejemplo de esto lo encontramos en Miguel Antonio Caro quien se
dedicó a la política, periodismo, oratoria, gramática, poesía, historia, le-
gislación entre otras actividades. Sobra decir que Miguel Antonio Caro
132 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

no fue el único erudito que se perfilaba en el país para la tarea de la


constante formalización del lenguaje bogotano. Para finales de 1870 se
conformaba en el país un grupo con un interés expresivo similar, el cual
convergía en la custodia del idioma. Esta pertenencia a este grupo tan
selecto, se empieza a consolidar con el viaje de Vergara y Vergara a Espa-
ña para hablar con el director de la Academia de Madrid, Don Mariano
Roca de Togores luego de salir el acuerdo del 24 de noviembre de 1870,
donde se autorizaba la creación de academias correspondientes en los
países hispanoamericanos:

“Habiendo regresado a Bogotá el señor Vergara y Vergara, se reunió


en su casa el 10 de mayo de 1871, con los señores don Miguel Anto-
nio Caro y don José Manuel Marroquín, en junta preparatoria, para
echar los fundamentos de la Academia Colombiana de la Lengua”
[Guzmán: 1993: 14]77

Una vez se logró establecer la Academia, era necesario pensar en el


tipo de personalidades que la iban a conformarla. En este mismo pe-
ríodo de comienzos de la década de los setenta se crea la Academia de la
Lengua, y ya la composición de esta asamblea muestra un cambio nota-
ble en las tendencias asociativas de las elites con respecto a los prime-
ros años de la década anterior. Basta decir que apenas dos de los doce
primeros miembros de la Academia se identifican con el partido libe-
ral. Uno de ellos, Santiago Pérez, entrará en disputa con Miguel Anto-
nio Caro, hasta el punto de presentarle su indignada renuncia por

77. El funcionamiento normal de esta y la aprobación de la Real Academia Española,


nunca llegaron a oídos de Vergara y Vergara, que murió el 9 de marzo de 1872; no
obstante la aprobación pudo concretarse el 23 de noviembre de 1871, por la real
academia de la lengua española, sin que se diera por enterado Vergara y Vergara,
convirtiéndose así en la primera Academia correspondiente en América. “Muerto
Vergara y Vergara se nombro como director encargado, en su condición de decano, a
Don Miguel Antonio Caro. Solamente el 6 de agosto de 1872 estuvo organizada defi-
nitivamente la Academia Colombiana”. [Guzmán: 1993: 15]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 133

razones de un diferendo político y es sabido que el fin de la primera


época de la Academia coincidirá con la antipatía que se había larva-
do entre Marroquín y el mismo Caro, ya durante la Regeneración.
[Gordillo: 2003]

Por supuesto que el tipo de capital que estaba en juego en ese momento,
era el dominio de las letras, que se proyectaba en el buen manejo del
idioma. Para Deas por ejemplo, la gramática, el dominio de las letras y
de los ministerios de la lengua, era un componente que se estaba gestando
antes de la consolidación de la “Hegemonía Conservadora” que duró
desde 1885 hasta 1930 (...) “para los letrados, para los burócratas, el
idioma, el idioma correcto es parte significativa del gobierno [Deas: 1993:
43] ciertamente, estos agentes de la producción lingüística estaban
facultados para dar la carga simbólica e histórica que necesitaba el idio-
ma al momento de su práctica, amparados en esta institución garante del
orden lingüístico78:

En efecto, desde finales del siglo XIX –momento de la historia


de Bogotá en que la mayoría de los nacimientos correspondía a
los llamados hijos ilegítimos– el buen hablar se asumió como con-
dición para quienes aspiraban a ser considerados gente instruida
y bien nacida […] de esta manera se consolidó una realidad pro-
pia mediante la integración de un contexto cultural que
instrumentalizó la cultura como medio para dirigir el rumbo de
la sociedad hacia lo que la elite consideraba como civilización, y
dejar atrás lo que entendía por barbarie; hablar y vestirse mal y
tener un comportamiento ajeno a las reglas de urbanidad
[Zambrano: 2003:119]

78. Durante años sus actividades fueron intermitentes sin dejar de ser controvertidas
políticamente. Como no tenia donde reunirse, en 1875 la academia pidió permiso
al congreso para utilizar el antiguo convento de Santo domingo. La solicitud fue
rechazada. Los congresistas se opusieron, acusando a los miembros de la acade-
mia ser los soldados póstumos de Felipe II [Deas:1993: 32]
134 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En síntesis, el papel de la academia en la instauración de estrategias des-


tinadas a la movilización del sentido lingüístico legítimo fue fundamen-
tal ya que representaba, así fuera intermitente su actividad cultural, la
posición legítima y legitimadora del uso de la lengua conducente a la
socialización de los ciudadanos. Es importante anotar, que este manejo
del idioma estaba representado en gran medida, por diversas posiciones
que haciendo parte de la producción lingüística, luchaban por imponer
la forma adecuada de hablar a través de su producción para posicionarse
como agentes autorizados que designarían lo auténtico como posibilidad
universal; sin embargo, las posiciones legitimas responden censurando
las manifestaciones profanas que se oponen a una visión de mundo so-
metida al efecto de naturalización que en este caso muestra al uso del
lenguaje, como propiedad exclusiva de un grupo socialmente designado.
En este sentido, se hace necesario recurrir a la configuración de dicho
encuentro de posiciones literarias que perseguían el buen trato del idio-
ma, para evidenciarla a través de su producción lingüística, sus confron-
taciones y sus intereses expresivos.

La producción literaria y el encuentro de las posiciones dominantes

La producción del lenguaje común, que es recibido por agentes en igual-


dad de posición social y sobre todo, que comparten unas experiencias
socialmente caracterizadas, traducidas en estilos de vida, genera a su vez
unas posiciones en el campo literario, que solo pueden mantenerse a
cuenta de negar la unificación de los contrarios o lo que es lo mismo
negar las divisiones que el mismo campo produce. En efecto aunque
aparezcan divisiones al interior del campo, este impondrá estrategias de
conservación tratando de imponer puntos de vista que definen los lími-
tes del campo. En este sentido es indispensable revisar, la producción
cultural de la segunda mitad del siglo XIX, para identificar junto con las
condiciones del espacio social, las diferentes posiciones que luchan por
imponer un principio de visión y de división del mundo social.
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 135

Tema Periodo 1850-1865 Periodo 1866-1886


Alegatos jurídicos 8 18
Teatro 9 17
Educación 3 6
Ensayos 57 38
Gramática 4 12
Novelas 25 53
Periódico literario 0 8
Poesía 42 117
Otros 5 13

Esta producción que obedece a las publicaciones efectuadas desde 1850


a 1886) muestra como el ensayo, la producción jurídica, la novela y por
supuesto la poesía, son los géneros que más tienen incidencia en el espa-
cio social. En efecto, la elite bogotana, ha privilegiado el ensayo y la poe-
sía como géneros ideales; los gustos literarios se orientan hacia el
desarrollo de un estilo que conecte al agente en sus prácticas lingüísticas
con la herencia española, que por tradición ha sido una nación eminen-
temente poética, heroica y por tanto creyente. Vale la pena anotar, que el
contexto religioso incidió fundamentalmente en las producciones litera-
rias de los conservadores, especialmente en Miguel Antonio Caro con
sus traducciones de Virgilio. A propósito de lo anterior, Caro menciona a
Marcelino Menéndez Pelayo en carta fechada del 18 de septiembre lo
siguiente: “Nada hay más santo que la teología, y sin embargo, capítulos
hay de teología moral que sólo se escriben en latín. No soy rigorista, sino
con quienes hacen profesión de serlo”. De lo anterior se puede inferir,
gracias al contexto religioso, que el lenguaje y la religión poseían un
carácter sagrado para este autor, tal como lo podemos observar en las
diversas traducciones de la IV Égloga incluida la de Caro, el sexto verso
de la Égloga dice:
136 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Iam redit et virgo, redeunt Saturnia regna,


Iam nova progenies caelo demittitur alto.

Traducido de la siguiente manera:

Die go Lópe
Diego Lópezz (1641)
Y ya viene la doncella, bueluen los reinos de Saturno.

Fray Luís de León


Ya la doncella virgen ya es llegada,
Y torna el reino de Saturno y Rhea.

Gre gorio Hernánde


Gregorio Hernándezz Velasco (1864)
Ya el siglo renovado enteramente
Produce nueva gente; y la doncella
Ya vuelve cual sol bella.

Miguel Anto nio Caro


Antonio Caro..
Nuevo día a las gentes amanece,
En pos trayendo con la virgen pura,
Auras edades de inmortal ventura79.

A propósito del claro motivo religioso cristiano en este verso de su tra-


ducción señala Caro80: “cualquiera que sea la hipótesis que más nos sa-

79. Las traducciones y el análisis del contexto religioso que influyen en la misma
traducción, es realizado por Sergio Bolaños Cuellar [Bolaños: 2001: 57-58]
80. “La traducción de poesía en Colombia ha sido fundamentalmente hecha por
poetas, con el carácter de un interés individual, cosa que remite a la anécdota y
gravitación de tal o cual poema traducido. Esto quiere decir que el traductor ha
tenido desde un comienzo conciencia acerca de cómo traducir un determinado
poema, para adaptarlo a sus personales recursos estilísticos. Es el contacto en-
tre sensibilidades y mundos afines, así como la respuesta al carácter de una épo-
ca y lugar que entra en diálogo con otros, distantes en el tiempo o el espacio”
[García: 1999: 14-15]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 137

tisfaga, la verdad es que en esta Égloga hay vaticinios y esperanzas que la


antigüedad pagana no podía realizar sino como sueños de un poeta, y
que los cristianos hemos visto realizarse, hallándolos no solo bellos sino
ciertos, y perfectamente acordes con las santas profecías y con su cum-
plimiento [Caro citado por Bolaños: 2001: 58]81

Efectivamente para Caro la relación entre poesía y religión es insepara-


ble ya que, todo ideal es religioso y el elemento esencial del arte es la
idealidad, que no es otra cosa más que la inspiración divina al artista.
Voltaire no conoció, según Caro, el sentido hondo y verdadero del arte
sino solo su aspecto académico y de salón. Una sola vez tuvo la inspira-
ción cristiana y patriótica, en Zaire y ahí excepcionalmente logro belle-
zas de alta ley, como si Dios se hubiese complacido en hacerlo poeta una
única vez, cuando buscó la fuente cristiana de la poesía. [Jiménez:
1992:60] de este modo, se entronizaba a la poesía, como género cercano
a la divinidad y por tanto digno de acercarse a ella; sin embargo, única-
mente el agente con disposición para la apropiación de lo invariante en
poesía (métrica) era capaz de acercarse al lenguaje polisémico de la poe-
sía, generalmente este personaje correspondía con la elite minoritaria,
que estaba de acuerdo con mantener el status quo de la sociedad.

De otra parte, aunque en la primera mitad del siglo XIX, se intentara


realizar aproximaciones a la poesía y así rescatar el pasado español, la pro-
ducción literaria tendió a la publicación de ensayos políticos que de-

81. Es interesante observar como este contexto religioso hacia parte de la intención
de algunos eruditos por reconsolidar las bases de la identidad nacional; se trata-
ba de un contexto particularmente complicado, de hacer una vindicación de la
Iglesia. La Historia de Vergara (Historia de la literatura en la nueva granada) en
efecto no se limitaba a demostrar documentalmente el error de quienes acusa-
ban de ignorancia y oscurantismo a las instituciones coloniales, sino que pre-
tendía de paso comprobar que era justamente a la Iglesia a la que se le debían
los mayores esfuerzos y méritos en el cultivo de las letras y en la obra de la
civilización [Gordillo: 2003]
138 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

muestran la relación de estos personajes letrados, con la política82. Vale la


pena anotar que los escritores de este tiempo eran terratenientes jóvenes y
aristócratas urbanos, quienes se veían contrariados por la influencia polí-
tica, económica y cultural de países abanderados en el escenario mundial.

Como podemos observar, la producción de ensayos para este periodo fue


la más destacada, ya que, los objetivos de la elite bogotana, ya diferenciada
en cuanto al manejo de capitales (económicos o culturales) estaban

82. No suma treinta nombres la lista de los grandes ensayistas colombianos en el


Siglo Diecinueve. José Eusebio Caro, José María Torres Caicedo, Ulpiano
González, Joaquín Posada Gutiérrez, José María Vergara y Vergara, José Antonio
de Plaza, José María Quijano Otero, Manuel Ancizar, Felipe Pérez, Salvador
Camacho Roldán, Manuel Uribe Ángel, Manuel María Madiedo, Miguel y José
María Samper, Soledad Acosta de Samper, Ezequiel Uricoechea, Rufino José
Cuervo, Florentino Vezga, Cerbeleón Pinzón, Miguel Antonio Caro, Rafael Núñez,
Carlos Cuervo Márquez, Isidoro Laverde Amaya, Federico Cornelio Aguilar, Ángel
Cuervo, César C. Guzmán, José Manuel Groot, Medardo Rivas, Eugenio Ortega,
Vicente Restrepo, entre no muchos otros intelectuales que legaron un importante
trabajo cualitativo de ensayos sobre diversas materias. [Santos: 2007: 3]
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 139

precisamente orientados a consolidar las empresas ideológicas que los in-


telectuales proyectaron en la utopía liberal y la arcadia heleno católico como
las denomina Raymond L. Williams. En este sentido, la oligarquía colom-
biana no producía novelas se creía que las novelas y el género novelístico,
no contribuían significativamente a la empresa ideológica, a la política de
la clase alta o a la elite intelectual. El ensayo político, por el contrario, tenía
un impacto mucho más pronunciado. [Raymond: 1991: 44]

Sin embargo, paradójicamente el ensayo decreció en su producción, los


agentes sociales que presenciaron, los nuevos sentidos, que intentaban
imponer las revoluciones liberales de medio siglo, volcaron la miraba del
arte hacia su función social. La función social del arte tiene que ver con la
conservación del equilibrio entre las fuerzas que constituyen el desarrollo
de la sociedad: impedir el deterioro de unas o la omnipotencia de otras,
hacer contrapeso a la industria para que el poder espiritual no sea adsorbido
por el poder material. [Samper: 1869 citado por Jiménez: 1992: 25]
140 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Esta postura encabezada por José Maria Samper, irrumpe en los terre-
nos de la poesía y emite un juicio sobre su razón de ser, específicamente
ataca las visiones de Caro sobre la poesía:

“La poesía es ahora intuición del destino sobrenatural del alma, más
bien que investigación racional o experimentación por los sentidos
[…] como falta el contrapeso de los intereses económicos, la activi-
dad intelectual está volcada hacia las lucubraciones idealistas, ya sea
en la política, las artes o la relación entre los sexos.[…] todo esto ha
hecho de los colombianos un pueblo de poetas, pueblo esencialmen-
te literario, condenado, no sin honor, a un aislamiento internacio-
nal, cuyas compensaciones residen en la nobleza del alma”. [Samper:
1869 citado por Jiménez: 1992: 25-31]

Ahora bien, para esta postura, la novela si adquiría una función social,
ya que era la representación de la realidad y por tanto dejaba enseñanzas
convirtiéndose en objeto de educación y moralización. Como múltiple
espejo de la verdad, el género novelístico está llamado a convertirse en
un instrumento indispensable de conocimiento del hombre y del medio
geográfico, de la sociedad y de la historia

Esta novela naturalista, interesada por el comportamiento social de las


personas, dejaría de tener relevancia a finales de siglo por la influencia
de Francia en la modernización de este género. En el primer lustro de
los años ochenta del siglo XIX surge en Francia un tipo de novela que,
debido al prestigio cultural que goza ese país en aquel tiempo, muy pronto
se difunde por Europa y América Latina. Se trata de una clase de novela
que, en una complicada relación con las características más avanzadas de
la sociedad burguesa de la época, proclama su absoluta modernidad,
definiéndose, en lo que corresponde a sus rasgos de contenido y de ex-
presión, en franca oposición con la todavía poderosa novela naturalista.
[Minnemann: 1996]

En Bogotá, este fenómeno se presentaría en la figura de José Asunción


Silva, con su novela En De Sobremesa, que para algunos críticos será el
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 141

primer ejemplo cabal hispanoamericano de este tipo de “novela nueva”.


Según la expresión de un ensayo señero de Rodó, esta oposición en cuanto
a los rasgos de novedad de las demás artes se ve caracterizada así:

“En vez de las prostitutas y de las cocineras, de los ganapanes y de


los empleadillos que ganan cien pesetas al mes, deléitanse los no-
velistas en pintarnos grandes damas que se mueven en suavísimos
ambientes, magas que realizan los prodigios de los antiguos teúrgos
y sabios que poseen los secretos supremos. Tórnase la música de
sensual modulación que acariciaba los oídos y sugería voluptuosas
tentaciones, en misteriosa voz que habla al cerebro; pasan místicas
sombras por entre el crepúsculo que envuelve las estrofas y toman
forma en los lienzos, las visiones del más allá. Los exploradores
que vuelven de la Canaán ideal del arte, trayendo en las manos
frutas que tienen sabores desconocidos y deslumbrados por los
horizontes que entrevieron, se llaman Wagner, Verlaine, Puvis de
Chavannes, Gustave Moreau. En manos de los maestros la novela
y la crítica son medios de presentar al público los aterradores pro-
blemas de la responsabilidad humana y de discriminar psicológi-
cas complicaciones; ya el lector no pide al libro que lo divierta sino
que lo haga pensar y ver el misterio oculto en cada partícula del
Gran Todo [Minnemann: 1996]

En la novela de Silva podemos ver claramente, las paradojas a la que se


ve sometido uno de los personajes (José Fernández de Sotomayor), quién
heredando la cultura aristocrática y una gran fortuna, se ve enfrentado a
desligarse de ella a causa del exceso de placeres al que se había acostum-
brado. José Fernández de Sotomayor, heredero de un apellido de re-
nombre y de una gran fortuna. En el inicio de la novela su amigo Oscar
Sáenz, tratando de explicarse porque José había abandonado la poesía,
responsabiliza de ello al exceso de placeres al que su amigo se había
acostumbrado:

“¿Quieres saber qué es lo que no te deja escribir? el lujo enervante,


el confort refinado de esta casa con sus enormes jardines llenos de
flores y poblados de estatuas, su parque centenario, su invernáculo
donde crecen, como en la atmósfera envenenada de los bosques
142 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

nativos, las más singulares especies de la flora tropical. ¿Sabes qué


es? no son tanto las tapicerías que se destiñen en el vestíbulo, ni los
salones suntuosos, ni los bronces, los mármoles y los cuadros de
galería […] ni mucho menos tu biblioteca […] no, es lo otro. Lo que
estimula el cuerpo […] el salón de hidroterapia, la alcoba y el toca-
dor dignos de una cortesana […] el te despachado directamente de
Cantón, el café escogido grano por grano que te manda Rovira; el
tabaco de oriente y los cigarrillos de vuelta abajo, el Kummel ruso y
el Krishabaar sueco, todos los detalles de la vida elegante que llevas,
y todas esas gollerías que han reemplazado en ti al poeta por un
gozador que a fuerza de gozar corre el agotamiento [Silva: 1993 cita-
do en Lara: op cit 141]

En síntesis, este tipo de novela nueva representaba la autonomía del es-


critor desligado de la política, lo que evidentemente constituía, una nue-
va configuración de la personalidad literaria capaz de criticar, los sentidos
legítimos de un campo literario establecido:

“En manos de los maestros, la novela y la crítica son medios de


presentar al público los aterradores problemas de la responsabili-
dad humana y de discriminar psicológicamente sus complicacio-
nes: ya el lector no pide al libro que lo divierta sino que lo haga
pensar y ver el misterio oculto en cada partícula del Gran Todo”.
[Silva: 1993]

En este sentido, en la novela encontramos la renuncia de Fernández de


Sotomayor a la legitimidad y el encumbramiento moral que la poesía
proporcionaba a los agentes pertenecientes al campo literario; en un diá-
logo entre Sáenz y Fernández Sotomayor el primero le decía:

“ya habías leído diez páginas de una monografía sobre la raza azte-
ca, y mientras ensillaban el más fogoso de los caballos, te entrete-
nías en estudiar el plano de una batalla. ¡Dios mío! si hay un hombre
capaz de coordinar todo eso, ese hombre, aplicado a una sola cosa,
será una enormidad. Pero no, eso está fuera de lo humano... Te
dispersarás inútilmente. No sólo te dispersarás, sino que esos diez
caminos que quieres seguir al tiempo, se te juntarán, si los sigues,
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 143

en uno solo. ¿Qué lleva al Asilo de Locos?, preguntó Fernández,


sonriéndose con una sonrisa de desdén... No lo creas... Yo creí eso
en un tiempo. Hoy no lo creo. -Bien, suponte que no sea así, con-
tinuó Sáenz imperturbable. Da por sentado que tu organización
de hierro resista las pruebas a que la sometes, y dime, ¿tú si crees
de buena fe que aunque vivas cien años alcanzarás a satisfacer los
millones de curiosidades que levantas dentro de ti a cada instante,
para lanzarlas por el mundo como una jauría de perros hambrien-
tos, a caza de impresiones nuevas? ... ¿Y para seguir en esas locu-
ras echas a un lado lo mejor de ti mismo, tu vocación íntima, tu
alma de poeta? ... ¿Cuántos versos has escrito en este año? -Ver-
sos... ni uno solo... pensé escribir un poema que tal vez habría sido
superior a los otros, no lo comencé, probablemente no lo comenza-
ré nunca... no volveré a escribir un solo verso... Yo no soy poeta...
Una exclamación de los dos amigos le impidió continuar la frase...
-No, no soy poeta, dijo con aire de convicción profunda... Eso es
ridículo. ¡Poeta yo! Llamarme a mí con el mismo nombre con
que los hombres han llamado a Esquilo, a Homero, al Dante, a
Shakespeare, a Shelley...Qué profanación y qué error. Lo que me
hizo escribir mis versos fue que la lectura de los grandes poetas
me produjo emociones tan profundas como son todas las mías;
que esas emociones subsistieron por largo tiempo en mi espíritu
y se impregnaron de mi sensibilidad y se convirtieron en estrofas.
Uno no hace versos, los versos se hacen dentro de uno y salen.
[Silva: 1993]

Finalmente, desde la imposición de su estilo de vida que se desplegaba a


la búsqueda de algo que le diera sentido a su existencia, José Fernández
Sotomayor, ensayaba todas las posibilidades de la sociedad mundana que
lo llevaban a la experimentación de todas las posibilidades que brinda
dicha sociedad y al final solo encuentra su satisfacción en el recuerdo del
amor de su amante preferida, Helena [Jaramillo: 2002, 128]; pero es tal
vez en la crítica a la crisis del siglo XIX, donde Silva pudo contrarrestar
la existencia formal de sus opositores que ocupaban una posición legiti-
ma. Con impresionante lucidez Silva se refirió a la crisis de la moderni-
dad en varios poemas: la respuesta de la tierra, el mal del siglo, capsulas.
Este último se cierra así:
144 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Luego, desencantado de la (vida)


Filosofo sutil,
A leopardo leyó, y a Schopenhauer,
Y en un rato de Spleen,
Se curó para siempre con las (cápsulas)
De plomo de un fusil 83

83. En qué medida lo que podría interpretarse como una cuestión de información
literaria y erudita se transformo también en un drama personal que influyo en la
decisión final del suicidio, el secreto que silva se llevo consigo el 24 de mayo de
1896. [Jaramillo: 2002, 129].
Capítulo 1. El mercado lingüístico en Bogotá: resistencias culturales ... 145

CAPÍTULO 2.
Lengua, moral y modal.
Herencia cultural y pervivencia
colonial en la identidad dominante
146 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 147

Allá (en la balsa), el hombre primitivo, tosco, brutal, in-


dolente, semisalvaje y retostado por el sol tropical, es de-
cir el boga colombiano, con su insolencia, con su fanatismo
estúpido, su cobarde petulancia, su indolencia increíble y
su cinismo del lenguaje, hijos más bien de la ignorancia
que de la corrupción; y más acá (en el buque de vapor) el
europeo, activo, inteligente, blanco y elegante, muchas veces
rubio, con su mirada penetrante y poética, su lenguaje
vibrante y rápido, su elevación de espíritu, sus formas siem-
pre distinguidas… El boga del magdalena, no es más que
un bruto que habla un malísimo lenguaje, siempre impú-
dico, carnal, insolente, ladrón y cobarde.

José María Samper.

1. En búsqueda de la af ir
afir mación identitaria: Discur
irmación Discursoso civili-
civili-
zacio nista y co
zacionista ntinuidad de los modos colo
ntinuidad
contin niales
coloniales

La construcción de una idea de nación y con ello la imposición de una


identidad nacional consecuente con este ideal, era una necesidad impe-
riosa para consolidar una nación de ciudadanos luego de los procesos
independentistas. De cualquier manera, esta identidad tendría como
insumos para su construcción, un discurso civilizacionista que luchaba
por imponer un nuevo régimen identitario común a todas las clases so-
ciales, junto con un régimen de castas que se encontraba vigente en este
proceso, pero que había perdido capacidad de coacción. Aunque apa-
rentemente los cambios en la estructura económica y social alejarán la
estructuración del mundo colonial a partir de la segunda mitad del siglo
XIX, era evidente en el espacio social bogotano que estas transforma-
ciones chocaban con los moldes coloniales arraigados en la cultura, don-
de afloraría una identidad minoritaria, que reclamaba a su vez su derecho
de pertenencia como prolongación nobiliaria soportada en los ascen-
dentes de la sangre.
148 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En efecto, desde la segunda mitad del siglo XIX quedaba claramente


definido un grupo de comerciantes que se perfilarían como una inci-
piente clase burguesa, al ser capaces de iniciar empresas de producción
y actividades exportadoras, relacionadas con las materias primas. En
este sentido, esta identidad, que en parte acumuló su riqueza ejerciendo
las profesiones liberales y de paso defendiendo una ética del trabajo,
pretendía estructurar la vida social, mediante la imposición legítima de
su estilo de vida de corte aburguesado84.

No obstante, las condiciones de existencia del espacio social impidieron


objetivar las nuevas posiciones sociales, debido en gran medida, a las
condiciones de miseria que se hacían evidentes en la vida cotidiana para
las clases medias y bajas de la época. De este modo, las condiciones de
existencia de las identidades subordinadas contrastaban firmemente con
las formas de la existencia que se intentaban legitimar por parte de la
identidad dominante. En realidad, la manera como se distribuían los
bienes en el universo social bogotano daba cuenta de la imposibilidad de
ascender socialmente, lo que nos habla de un espacio social fuertemente
jerarquizado que impedía generar creencias sobre la base de un nuevo
modelo social civilizacionista.

En estos términos, aunque estas identidades subordinadas, sobre todo


el sector de los artesanos, apostaban por ámbitos como el educativo para
el ascenso social, era claro que este, además de ser discriminatorio,

84. Es importante anotar que para la objetivación de un estilo de vida aburguesada


eran necesarias fuertes inversiones en el espacio urbano, con el fin de lograr la
diferenciación social. En este sentido, el desarrollo del espacio urbano se mostró
precario, porque adolecía de inversiones lo suficientemente fuertes para lograr la
sociabilidad. De este modo, se ve como en la ciudad, se presentaban escasas posi-
bilidades de sociabilidad pública al carecer de espacios que posibilitaran los en-
cuentros ciudadanos; al escasear los lugares públicos donde se podía realizar la
diferenciación de los grupos sociales bogotanos, los habitantes de la elite, reforza-
ron estas diferencias sociales muchas veces en los lugares privados, acudiendo por
supuesto a una lógica colonial.
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 149

se encontraba en ciernes. En este sentido el ingreso al sistema escolar,


desde la primaria hasta la universidad, si bien venía creciendo en cober-
tura, seguía siendo esquivo para estos grupos sociales por encontrarse
bajo un régimen de castas atravesado por un discurso civilizacionista
que luchaba por imponer un nuevo régimen identitario.

En suma, la clase alta bogotana no constituía un grupo social del todo


semejante. Ante la imposibilidad de imponer la creencia económica como
principio articulador de la coexistencia ciudadana, se evidenció la per-
manencia de una élite de corte aristocrático, la cual sustentaba su poca
riqueza a partir de la herencia de la tierra, que no significaba mucho
frente a los comerciantes en ascenso. En esta dirección, la élite aristocrá-
tica se veía en peligro, dada la situación cambiante de su propio grupo
social en el espacio social bogotano, que venía siendo transformado por
el comercio de exportación e importación.

Teniendo en cuenta lo anterior, la élite aristocrática, logró consolidar


una estrategia cultural para no desaparecer dentro de la identidad domi-
nante, ya que, era determinante fortalecerse culturalmente, con el fin de
plantear otro tipo de diferenciación social entronada en la acumulación
de educación, que no era otra cosa que la restitución del modo de vida
colonial, estructurado por el elemento racial y la posesión de títulos
nobiliarios. Ahora bien, esta identidad dominante pretendía imponer su
sentido de la existencia, por medio del discurso de la civilización, afinca-
do para este caso, en la moral católica. En consecuencia, se observó una
permanencia del sentido de la existencia de corte aristocrático, aunque
visiblemente afectado por las transformaciones del mismo campo social.

Vale la pena anotar, que esta estrategia cultural adelantada por la élite
aristocrática, tenía su fundamentación en los procesos sociales que vi-
nieron luego de la independencia; por tal motivo fue fundamental ras-
trear desde allí, las creencias que fueron fuertemente impuestas y que
participaron luego en la consolidación de una identidad dominante con
los discursos de la civilización y el progreso que tendieron a privilegiar
150 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

la configuración del sistema educativo para la moralización de las masas,


el cual en apariencia era abierto para todas las clases sociales con el obje-
tivo de consolidar una identidad nacional. No obstante, esta estrategia
cultural fue agenciada con mayor fuerza, desde la elite aristocrática que
encontró la forma de depurar el ingreso a esta identidad dominante, por
medio de la exigencia de una educación clásica, la cual defendía el bien
hablar y la correcta escritura, para la participación política. Con esto,
este proceso contó con la ventaja de encontrarse con una fuerte estruc-
tura colonial arraigada en la discriminación, que proyectaba la repro-
ducción de la identidad dominante, donde el buen uso del lenguaje se
forjaba como un rasgo significativo para hacer parte de este grupo.

2. Lengua, mor al y política: de las estr


moral estraate gias ci
tegias viliza
civilizatorias al
vilizatorias
retorno de la educación colo nial
colonial

Tras la consolidación de la independencia nacional, era evidente una


reacomodación institucional a través de la reorganización social y moral
de la población, todo esto con el fin de lograr el afianzamiento de una
identidad nacional. Ahora bien, estas ideas afianzadas en la ilustración,
tenían por objeto el desplazamiento de las instituciones y costumbres
coloniales, teniendo en cuenta referentes griegos y romanos como mo-
delos de organización institucional, que vistos a distancia de dos milenios,
aparecían limpias de toda mancha, como arquetipos de perfección ideal
[Sacconi: 1993: 253]85. En este sentido, era evidente que esta reevaluación

85. En este sentido, Bolívar propone para la segunda década del siglo XIX, la erec-
ción de una institución moral cuyo origen se encuentra en la antigüedad. De este
modo, esta figura de control de los sentidos internos era conocida como el Areópago,
que fue presentado como la síntesis apriorística de la sociedad civil y la sociedad
política, como arbitro supremo de cualquier fenómeno moral al interior de la
República […] su finalidad era la moralización global de la sociedad, moralización
que constituye una nueva forma de poder, tratándose en un principio de dos po-
deres: el moral y el educativo. [Echeverri: op. cit: 39-40] El nombre de Areópago
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 151

de lo colonial, adelantada por parte de la identidad dominante, persi-


guiera la transformación económica, cultural y social del mundo hispá-
nico. Sin embargo, para tal propósito no era posible desconocer la
importancia de la reorganización educativa, con el fin de disponer a los
agentes en torno a unos nuevos sentidos de la existencia que giraran
alrededor de la configuración del Estado-nación.86

En consecuencia, la incipiente República con el afán de establecer rá-


pidamente una generación fiel a las nuevas configuraciones estatales,

proviene de la mitología griega, cuando Ares había sido juzgado, en su monte, por
los dioses y exonerado de ser ajusticiado gracias a la intervención de Halirrhotios,
hijo de Poseidón, que había violado a la hija de Ares, Alcipe. Por otra parte, allí fue
juzgado Orestes por el asesinato de su madre Clitemnestra, convirtiéndose este lu-
gar, en un espacio predilecto para la discusión y el ejercicio de la justicia
justicia. La relación
que se presenta con la evocación de esta figura griega, la podemos encontrar en el
segundo viaje de Bolívar a Europa en 1804, junto con su maestro simón Rodríguez
el cual pronuncio frente a Bolívar, su juramento de libertad en el monte sacro de
roma el 15 de agosto del año siguiente. En este sentido, es notable la influencia de
Simón Rodríguez hacia Bolívar cuando expresa: yo he seguido el sendero que usted
me señalo-le escribía en 1824- usted formo mi corazón para la libertad, para la
justicia para lo grande, para lo hermoso [Calderón: 2001: 9] La segunda función del
areópago según Echeverri, era consolidar un ggrrupo de intelectuales que tuvieran uni-
dad de criterio frente a los valores tradicionales, ya que, se estaban consolidando las
bases morales de la nación independiente, constituyendo así un intelectual colecti-
vo llamado areópago, sustituido luego por la sociedad literaria.[Echeverri: op. cit:,
40] En este colectivo, que se conformaba básicamente por miembros de la elite
criolla, se encontraban posiciones radicales y no tan ortodoxas.
86. Esta proyección de unos contenidos legítimos en el espacio social, debía apoyarse
en las reformas institucionales que buscaron el desplazamiento paulatino de las
costumbres coloniales y de este modo, el control moral de la población. De esta
manera, el objetivo de la identidad dominante, era la unificación de las institucio-
nes sociales, a partir de ejercer control sobre la educación de la primera infancia.
“La importancia de integrar a la población en la ciudadanía, de lo que dependía el
adecuado control normativo del Estado y a su vez su funcionamiento económico,
se tradujo en las nuevas prioridades que ya en la España ilustrada había definido
Campomanes para la educación elemental: saber lenguas nativas antes que el la-
tín; saber contar escribir y dibujar y conocer el país en su geografía, historia y
leyes” [Restrepo: 1993:189]
152 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

privilegió la fundamentación de las leyes, puesto que, era inminente una


ofensiva por parte de España para lograr nuevamente el dominio de la
colonia. Se suponía que con el decreto agenciado por el General
Santander, firmado el 6 de octubre de 1820, se establecerían las escuelas
de primeras letras en todo el país, donde los maestros deberían enseñar
a los niños lectura, escritura, aritmética y la moral cristiana87; más allá de
esto, “esta formación académica estaba destinada también al aprendizaje
del ejercicio militar todos los días de fiesta y los jueves en la tarde”. Para
tal efecto dice el artículo 8 del mencionado decreto; “los niños tendrán
fusiles de palo y se les arreglara por compañías, nombrándose por el
maestro los sargentos y cabos en los que tuvieren mayor disposición”.
[Jaramillo: 1989:223]

En resumen, era evidente que la disciplina lancasteriana, contribuía a la


formación de ciudadanos que estuvieran dispuestos a morir por la patria,
ya que, desde niños estaban sometidos al ejercicio militar simulado por el
maestro, quién le daba mayor relevancia a los contenidos inmediatos de la
educación mutua, que consistía en la utilización de los estudiantes más
avanzados para enseñarles a los menores, que a otros tipos de contenidos
escolares. No obstante, era determinante la generalización del castellano
para poder modernizar el contenido de los planes de estudio.

El latín como re za
zaggo colonial: la generalización del castellano y la
reza
instr ucción púb
instrucción lica
pública

Además de buscar la cobertura educativa, era necesario lograr el uso


generalizado del castellano para comunicar y cohesionar a la población

87. Es importante anotar que “desde 1820, Santander había fundado ocho colegios
en las ciudades de Tunja, Medellín, Ibagué, Cali, Pamplona, San Gil, Vélez y
Cartagena, los cuales funcionaron al igual que el Rosario y San Bartolomé como
colegios universitarios, dependientes de la Universidad Central para obtener tí-
tulos académicos” [Guillen:2002]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 153

en torno a estos sentidos nacionalistas y dejar de lado el monopolio que


tenía el latín en el sistema educativo colonial. Evidentemente fue en 1826
cuando se proyectó un giro importante en materia educativa al propo-
nerse el desplazamiento del latín como lenguaje universitario por el cas-
tellano, con el objeto de generalizarlo en todas las provincias. “Con la ley
del 18 de marzo, y el decreto del 3 de octubre de 1826. “El latín perdió
definitivamente el carácter de lenguaje universitario: su empleo en cáte-
dras y exámenes subsistió solo y por excepción, en algunas facultades.
Todavía mejor, el propio latín, ya no se explicaría en latín, sino en caste-
llano y en textos escritos en castellano. Todos los textos escolares serian
asimismo en romance, con excepción de los de jurisprudencia, sagradas
escrituras y teología” [Rivas Sacconi: op cit. 304-305]

Como un efecto de lo anterior, las imprentas inglesas difundieron en espa-


ñol, las ideas de Jeremías Bentham y de la ilustración, así como textos de
viajeros extranjeros que habían visitado el país. En efecto, a partir de 1822
fueron publicados relatos de viajeros ingleses que como las antiguas cróni-
cas de indias se convertirían en fuente documental de primera mano para
los historiadores, por ser versiones no idealizadas de la sociedad de la Gran
Colombia [Restrepo:1993:194] Algunos de estos textos criticaban fuerte-
mente la administración colonial española, junto con los prejuicios hidal-
gos frente al trabajo, el saber tradicional, la filosofía escolástica y el tipo de
educación que se estableció durante muchos años.

Era claro que para esta época, se hacía inminente la consolidación de un


sistema de educación pública en cabeza de las autoridades republica-
nas con el objetivo de propulsar la formación intelectual de la élite
criolla, que se había empezado a formar en la educación superior des-
de finales del siglo XVIII [Jaramillo: 1999: 223]. En este sentido, el
ambiente de optimismo frente a la directriz que se estaba trazando
para la civilización mediante la educación era evidente: “De la difu-
sión de la instrucción se esperaban acontecimientos milagrosos. Se es-
peraba de la vulgarización del arte de leer y escribir y de los rudimentos
154 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de la aritmética, un florecimiento general de la economía en diferentes


ramos: agricultura, comercio e industria, la multiplicación de los talen-
tos y la cultura. En una palabra, el progreso y la civilización en el senti-
do anglosajón del término” [Echeverri: 1989: 30]. No obstante, a pesar
de las iniciativas por la generalización de la educación, donde por su-
puesto, el sistema educativo se perfilaba como una posibilidad para co-
municar los sentidos de existencia, sobre todo los estilos de vida
provenientes de Europa, se mostraba precario y por ende poco efectivo
a la hora de imponer estas nuevas expectativas que buscaban la
obsolescencia del antiguo modo de producción cultural español, pero
que paradójicamente terminaron reafirmadas en el sistema educativo
colonial, que reproducía la identidad dominante.

Mecanismos de segregación social, deficiencias educativas e identi-


dades subordinadas

Ramón Torres Méndez. Episodio de mercado, Bogotá..


Impreso por A. Delarue, París, 1850.
Tomado de http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/
revistas/credencial/julio2002/instmineras.htm
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 155

Ahora bien, estos intentos por reconfigurar el panorama social en las


primeras décadas del siglo XIX, no lograron de inmediato el desmonte
del Estado colonial arraigado en los referentes hispánicos. En efecto,
esta pretensión de aglutinar bajo un mismo parámetro nacional estos
grupos identitarios, evidenciaron pronto una fuerte discriminación aus-
piciada por un régimen de castas definido sobre criterios raciales, régi-
men que había logrado estructurarse jerárquicamente, a través de la
consolidación de diferentes identidades étnicas y sociales. Sobre todo,
estas entidades articuladas por prácticas coloniales, funcionaban bajo
leyes segregacionistas aplicadas principalmente a las comunidades indí-
genas, a quienes en principio aislaban de las viviendas de los blancos.88
“De esta manera, la sociedad colonial neogranadina erigió a unas castas
e identidades como entidades dominantes, frente a otras consideradas
como entidades dominadas por efectos de la naturaleza y la divinidad,
visión predestinada de la existencia social que obviamente tuvo el res-
paldo de los discursos eclesiásticos”. [Serna: 2004:323]

Ahora bien, en una sociedad estructurada en torno a las apariencias, el


uso del lenguaje se proyectó como un rasgo significativo para hacer
parte de la identidad dominante89. Sin embargo, este atributo que se
pretendía expandir a todas las demás identidades del universo social,

88. Según Magnus Morner, en los censos realizados por el visitador Verdugo y Oquendo
a los pueblos que visito en 1775 y 1776, se encontró que para la jurisdicción de
Santa fe, los resguardos indígenas eran 28.468 frente a los vecinos, quienes repre-
sentaban 59.323, que eran población Blanca.[Morner, 1963: 88]. Vale la pena
anotar que esta clasificación bicategorial entre indios y cristianos, poco a poco se
iría transformando desde el siglo XVI, debido al entrecruzamiento entre estos
mismos agentes obligando a reconocer un tercer agente en juego. El mestizo. “En
la realidad el mestizaje continuaba su silenciosa conquista y fue, como ya lo noto
el cura Oviedo, la causa principal de la disminución de los indios de las comuni-
dades. Este proceso biológico fue acompañado por una transculturación de veras
irresistible. En el siglo XVIII, todos los indios del centro neogranadino habían
adoptado ya el castellano” [cfr. Morner, 1963:83]
89. “Ese grupo de blancos pobres fue la fuente central del reclutamiento universita-
rio en su origen, encontrando además un campo de actuación en un marco urba-
no, marco que era espacio de dominio y cohesión del invasor, al mismo tiempo
156 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

por medio de emisión de leyes y decretos, no resultó aplicable de igual


forma para todos, ya que, como se ha mencionado anteriormente, la ar-
ticulación del mundo social procedía por las apariencias y aunque se
buscara la incorporación de unos lenguajes universales (castellano), la
inculcación de estas competencias lingüísticas en el sistema educativo,
no eran familiares para otras identidades que se encontraban excluidas
del precario sistema educativo.

Juan F ernánde Sotomayyor y Picón90.


ernándezz de Sotoma
Fernánde
Oleo atribuido al Taller de los Figueroas,
primera mitad del siglo XIX (94.5 x 83.8 cm)
Colegio Mayor de Nuestra Señora de Rosario, Bogotá.

que escenario visible de las grandes luchas por el poder, logrando sobre la base de
la carrera escolar no simplemente la salvación del alma y del mantenimiento de
una posición social, sino ocupación como doctrineros o curas de pueblo, cargos
muy apetecidos por las ventajas económicas y los privilegios sociales que otorga-
ban”. [Silva: 1993]
90. Este personaje compuso para sus estudiantes un manual de morfología latina,
“elementos de la gramática latina redactados para la juventud que se educa en el
Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá por su actual rector
[….] un manual en castellano, para facilitar en lo posible el aprendizaje del latín,
tratando de contrarrestar el abandono de las humanidades y de enseñar la lengua
madre a la vez que los principios gramaticales de la castellana, en acuerdo con los
programas gubernamentales imperantes [Rivas Sacconi: 1993: 322]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 157

En efecto, con la poca disposición de planteles educativos, la educación


era propensa más para unas clases sociales que para otras, al exigirse
certificados de nobleza y limpieza de sangre91. Por ejemplo, en el Rosa-
rio, por ser mayor de estatuto y “por cuanto los colegiales que de presen-
te constituyen el colegio son lo esclarecido en nobleza de que consta este
reino”, se debían presentar certificados de hidalguía y declaraciones de
tres personas que testificaran:

“lo primero, que todos los colegiales sean legítimos; y aún queremos
que sean legítimos sus padres; lo segundo que sus padres no tengan
oficios bajos, y mucho menos infames por las leyes del reino; lo ter-
cero que no tengan sangre de la tierra y si la hubieren tenido sus
progenitores, hayan salido de manera que puedan tener un hábito
de nobleza y no de otra suerte; y lo cuarto que sean personas para el
bien público” [Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario. Madrid: Juan Nougués, 1664. En: Guillen: 2002]

De este modo, la universidad colonial neogranadina, representada bási-


camente por los dos grandes colegios de Santafé de Bogotá: el Colegio
del Rosario y el Colegio de San Bartolomé, se dispuso precisamente,
como una pieza general del mecanismo de segregación social, funcio-
nando como una forma de defensa contra el mestizaje y sus consecuen-
cias, que amenazaban derruir privilegios de largo tiempo ejercidos, no
sólo ni principalmente en relación con los grupos subordinados, sino en
relación con el propio grupo dominante del cual formaban parte los
miembros de la corporación. [Silva: 1993]

91. Comenzando el siglo XIX, los únicos colegios universitarios que existían en Bogota
eran el seminario San Bartolomé, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosa-
rio y el Colegio-Universidad de Santo Tomás. El padre Nicolás Cuervo párroco
de la parroquia de santa Bárbara en Bogotá se quejo en 1805 ante la real hacienda
porque en la capital del virreinato de la nueva granada apenas existían dos escue-
las publicas. “Una que se debe a la buena memoria y caridad de Antonio González
Casadiego, que la dotó con $ 400 anuales [y otra] gratuita [pública] y voluntaria
que mantienen [los dominicos] [Gutiérrez: 2000,42]
158 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Evidentemente, la permanencia dentro de este frágil sistema educativo,


desde la enseñanza de las primeras letras hasta la educación universita-
ria, se constituía en requisito indispensable para existir socialmente de
forma legítima, donde el correcto uso del lenguaje pertenecía a unas
elites particulares arraigadas a un sistema colonial discriminatorio:

“Así, en 1800 unos jóvenes de apellido Lombana aspiraban a ingre-


sar al Colegio de San Bartolomé, pero el Rector y Claustro se opu-
sieron rotundamente, ya que consideraban que dichos jóvenes
carecían de las condiciones sociales para ser admitidos, con los si-
guientes argumentos: “Pero intentar un absurdo tan temerario como
el de recibir miembros de clases diferentes, no es otra cosa que pre-
parar en los jóvenes un pernicioso espíritu de igualdad subversión
colocándoles juntos...¿Sería el ánimo de Su Majestad confundir a
los hijos de sus Ministros entre el número de los plebeyos e inferio-
res? ¿Sería la intención de esos generosos vasallos propinar la ense-
ñanza a sus distinguidas familias en un Colegio de confusión, y de
horror donde ni por el traje, ni por el ejercicio, ni por otra alguna
señal, se distinguiese el noble del plebeyo, el superior del inferior el
joven bien nacido del mozo que tuvo su cuna en la medianía del
estado llano, o en la oscuridad de la plebe?” Después de la indepen-
dencia de España el rector de San Bartolomé preguntó al gobierno:
“Si en virtud de la igualdad civil que gozan los ciudadanos, debo
admitir indistintamente a toda clase de personas a la investidura de
la beca. O si entendiéndose esta respecto de la ley deben permanecer
las constituciones en su vigor y fuerza, exigiendo los documentos, y
cualidades que ellas previenen”. [Guillen: 2002]

En efecto, ingresar a estas instituciones educativas era una empresa un


tanto dificultosa, incluso para la misma elite santafereña que se vio obli-
gada a abrir algunas instituciones de carácter privado, para cubrir la de-
manda de necesidades de esta clase social. En este sentido, “A partir de
1827 se crearon algunos colegios, entre los cuales se pueden destacar la
Primera Casa de Educación, fundada por José María Triana; la Segunda
Casa de Educación; el Colegio del Espíritu Santo, fundado por Lorenzo
María Lleras; el Colegio de San Buenaventura, creado por Luís M. Sil-
vestre, y el Colegio de Ricardo Carrasquilla.” [Guillen: 2007]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 159

Ramón Torres Méndez. Un provinciano conduciendo a su hijo al colegio.


Bogotá, Sin fecha. Grabado y Acuarela, litografía coloreada sobre papel.
Tomado de http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/
coleccionarte/artplas/torresme26.htm

Por último, es importante mencionar que la demanda educativa colonial,


seguía incidiendo en las nuevas configuraciones sociales, procediendo
bajo parámetros discriminatorios, en una especie de reclutamiento de
élite que había favorecido a un sector blanco pobre. En principio, este
sector se había conformado por agentes provenientes de la península
ibérica, que no fueron beneficiados con el reparto de tierras, ni habían
adquirido la propiedad de minas y además de esto no habían logrado la
capitalización suficiente para actuar como comerciantes y de este modo,
acceder con facilidad a los altos puestos de la burocracia colonial. Lue-
go de esto, aparecieron los herederos de este rasgo de pertenencia de la
elite bogotana, caracterizado por la acumulación de educación, para la
participación política. Este tipo de educación selectiva colonial, perma-
necía casi intacta, muy a pesar de los intentos de la misma identidad
160 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

dominante, por transformar el tradicional sistema educativo, para


ampliar la cobertura y los contenidos escolares. La educación de aque-
llos años reflejaba las desigualdades sociales del régimen colonial. A los
jóvenes se les educaba de acuerdo con la clase social a la cual pertene-
cían, y las ventajas de haber nacido noble o de ser descendientes de las
familias al servicio de la iglesia o del gobierno agudizaban aún más las
diferencias de clase. [Samper: citado en: Ahern: 1947:11].

Finalmente, este sistema de educación tradicional tan mal dotado, se


contraponía a la creencia ideal del progreso, ya que, estructuralmente, el
sistema no había cambiado demasiado como para lograr incidir en la
transformación de las visiones del bogotano, arraigadas al universo co-
lonial. En este orden de ideas, la educación selectiva tradicional seguía
siendo, a pesar de los cambios en la legislación, un componente de suma
importancia para el ascenso social. Los habitantes escolarizados en la
Nueva Granada correspondían con un sector distinguido de la sociedad,
donde se evidenciaba una constante acumulación de educación y mane-
jo de una competencia lingüística que se disponía como un rasgo distin-
tivo que diferenciaba a unos de otros dentro de un espacio social
fuertemente jerarquizado.

Lenguaje y política: acumulación de capital cultural y talento


político

Teniendo en cuenta lo antes mencionado, otra de las razones para man-


tener el legado de la educación colonial en las primeras décadas del siglo
XIX, recaía entonces, en el valor dado a las letras españolas que se cons-
tituía, en un tipo de competencia que legitimaba a la identidad domi-
nante, para posicionarlos como hombres de talento. Vale la pena anotar,
que dentro de este grupo selecto que conformaba la identidad dominante,
se encontraban algunos personajes dedicados casi por completo al estudio
de las letras, ya que, tenían sus condiciones de existencia resueltas por
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 161

poseer territorios, capitales económicos o pequeñas empresas92. Ahora


bien, si se tiene en cuenta la desigualdad económica durante la primera
mitad del siglo XIX93, era de esperarse que en la misma dinámica social,
se apelara al origen español y con ello, al dominio de las letras que evi-
dentemente postulaban otra clase de hombres sin riqueza, como perso-
najes de talento dispuestos para la política94. En este orden de ideas, esta

92. Tal es el caso de julio Arboleda, terrateniente caucano dedicado casi por completo
a la escritura de poemas y panfletos políticos. Su educación inicial estuvo dirigida
por su familia quienes pertenecían a las familias mas ilustres del cauca y por su-
puesto poseían el legado de la educación colonial que básicamente se transmitía a
nivel familiar “Julio Arboleda Pombo recibió una educación rica y esmerada. Se-
gún Gustavo Arboleda, en su Diccionario biográfico y genealógico del antiguo
Departamento del Cauca, Arboleda “adquirió los rudimentos del saber en Popayán,
de labios de su abuela materna, Beatriz O’Donnell, y de su preceptor Manuel
María Luna. A la edad de once años fue llevado por su padre a Londres, donde
siguió su educación al cuidado de un profesor español. Volvió en 1836 a Popayán,
por la vía de Cartagena y el Chocó, hizo estudios de jurisprudencia en la Univer-
sidad y actuó en la prensa, redactando El Independiente”. [Molano: 2004] Ade-
más de destacarse como escritor, se declaro, junto con su hermano, Sergio arboleda,
defensor a ultranza de los principios morales que la iglesia dirigía para la cohe-
sión social, también, era poseedor de grandes capitales económicos, hasta el pun-
to de auxiliar una guerra que pudiera beneficiar a los terratenientes. En efecto, la
guerra de 1851 fue auspiciada por el mismo Arboleda, entonces exiliado en el
Ecuador; en ella los conservadores decían luchar contra la expulsión de los jesui-
tas, pero en el fondo se encontraban los intereses de terratenientes y mineros
esclavistas que buscaban dar marcha atrás a las leyes sobre la libertad de los escla-
vos. [Zuluaga: 1993]
93. “Las rentas de la clase alta en Bogotá en la primera mitad del siglo XIX frecuen-
temente alcanzaban a solo unos $5.000 anuales por persona, y las personas en
Bogotá podían considerarse con los dedos de la mano con un capital mayor de
$100.000. Los ingresos de la clase media y baja eran correlativamente pequeños.
Los pocos elementos de que se componían la clase media, militares y oficiales de
bajo rango, pequeños negociantes y artesanos, ganaban entre $150 y $ 700 al año.
La mayor parte de la obra de mano campesina, así como la gente dedicada al
servicio domestico y los trabajadores no calificados de las ciudades, ganaban entre
$70 y $ 75 al año”. [Safford: 1969: 89]
94. Vargas tejada, por ejemplo carecía de capitales económicos, pero poseía una edu-
cación que lo distinguía. Al respecto escribe Laverde Amaya “Hoy mismo no pue-
de dejar de sorprendernos la suma erudición literaria que adquirió aquel joven de
162 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

parte de la identidad dominante, que no gozaba de algunos beneficios


económicos, lograba encontrar los medios para resolver sus condiciones
de existencia, a través de la política que se convertía en su segundo oficio.
Estos capitales simbólicos que provenían directamente del campo del po-
der, daban cierto prestigio al disponer privilegiadamente de las decisiones
políticas, lo que le permitía a pesar de su precariedad económica, partici-
par en el Estado para mantenerse dentro de la élite bogotana.

27 años de edad. Sus biógrafos nos hacen saber que aprendió en corto tiempo los
idiomas inglés, italiano y alemán, habiendo logrado hacer c posiciones no despre-
ciables en el último de dichos idiomas. También agregan que hizo estudios de
griego y hebreo. [Laverde: 1963] Otro ejemplo importante de acumulación de
capital cultural, lo encontramos en el caso de Rufino Cuervo que fue elegido vice-
presidente de la republica para el año 1849. Su padre, D José Antonio Cuervo,
que era comerciante, no fue tan prospero en sus negocios y cuando murió, dejo la
educación de estos a su hermano D Nicolás que se hizo cargo; sin embargo, D
José Antonio, también tenía una preocupación constante por la educación de sus
hijos, tal como se muestra en el siguiente fragmento escrito a su esposa: “Si yo
muriere, tú tienes el deber de educarlos: ponlos en una pensión o casa de educa-
ción, recomendando con particularidad que aprendan los principios de moral y
de religión, la gramática castellana, la aritmética, el dibujo lineal y una buena
escritura: cuida después de que aprendan algún arte u oficio, sea cual fuere, con
tal de que tengan una ocupación honesta con qué subsistir. No tengo la vana pre-
tensión de que mis hijos ocupen puestos elevados en la sociedad, ni tampoco quiero
que sigan por la carrera de la medicina o del foro, como lo están haciendo casi
todos nuestros jóvenes. La patria no necesita de muchos médicos y abogados, sino
de ciudadanos laboriosos que cultiven los campos, mejoren la industria y trans-
porten nuestros frutos a los mercados extranjeros. (…)”No economices gasto ni
sacrificio alguno para educar a nuestros hijos: vende lo más precioso que tengas,
porque aun cuando no les dejes bienes de fortuna, ellos tendrán siempre lo bas-
tante con la buena educación.”[Cuervo: 1954] La buena educación era lo más
importante para esta familia y quedara demostrado con las enseñanzas de D Ni-
colás, tal vez, el familiar que más induce a Rufino cuervo al acceso del conoci-
miento. En este sentido su tío es quien le da, en primera instancia lecciones de
lengua latina y de virtudes cristianas y luego de esto, lo induce a concederle al
conocimiento un valor por encima del dinero, que lo conducirá a posicionar la
competencia lingüística como un capital invaluable asociado a la dignidad, “Su
tío, temeroso de que el engreimiento de los primeros triunfos malograse sus esperanzas,
no le dio en un principio, cuando todos se deshacían en elogios, otro aplauso que decirle:
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 163

Ratificando lo anterior, tenemos que la pertenencia a la identidad domi-


nante además de estar soportada en los títulos nobiliarios exigía, la acu-
mulación de educación que se perfilaba como un rasgo indispensable,
capaz de caracterizar a un agente en específico, como alguien pertene-
ciente a las más altas esferas del país, junto con sus títulos nobiliarios:

“El laureado estaba seguro de ser bien acogido hasta en las casas más
distinguidas, y agasajado de todos, entraba de hecho a la aristocracia
del talento, superior entonces a la del dinero, y hallaba abierto el
camino para una lucida carrera pública” [Cuervo:1954:904].

En este sentido, varios hombres formados en este sistema de educación


colonial que traía beneficios en la vida pública, se mostraban indecisos al
presentárseles los nuevos modelos educativos provenientes de Europa95:

“En fin, gobernantes y hombres de Estado del periodo de 1830 a


1845, como Castillo y Rada, Márquez, Rufino Cuervo, Francisco
Soto, José Manuel Restrepo, Joaquín Mosquera y tantos otros, con-
servaban todavía el sedimento de la educación colonial, a la cual se
había superpuesto el conocimiento de los economistas fisiócratas-
como era por ejemplo, el caso de Castillo y Rada-, de Montesquieu

‘’Rufino, el año entrante lo harás mejor’’. Sin embargo, su júbilo rebosaba al ver que
poco a poco no sólo bastaba a lucir en sus estudios particulares, sino que ganaba nombre
fuera de los claustros, y llevado del deseo de comunicar a los demás sus conocimientos,
tomaba por propia la causa de la educación. En efecto, varias veces replicó por su
colegio en los actos públicos de los otros, “manifestando sus grandes talentos y muy
buena erudición”: presidió como profesor de retórica, un acto público, en que el discípu-
lo que lo sustentaba mereció singular aprobación, y otros privados de geometría y Sa-
grada Escritura; fue por tres años catedrático de lengua latina en el colegio del Rosario
sin recibir retribución alguna; por dos veces se opuso a la cátedra de filosofía, y obteni-
da, la regentó también gratuitamente el primer año, dictando unas lecciones de ética
que sabemos se conservaban manuscritas hace poco tiempo.” [Cuervo: 1954].
95. Como la República había abierto no sólo sus aduanas a las mercancías inglesas
sino también sus fronteras intelectuales a las influencias Europeas, se seguía con
mucha atención la marcha de los sistemas educativos, particularmente el movi-
miento de la Gran Bretaña.[ Jaramillo: 1989: 224]
164 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

y de los escritores españoles del siglo XVIII. Pero las nuevas ten-
dencias no llegaron a producir en ellos una ruptura completa con la
tradición española” [Jaramillo: op cit. 30].96

En efecto, esta generación educada casi por completo en las formas tra-
dicionales coloniales, simultáneamente aceptaba y rehuía, esta fuerte
tendencia de ciertos países europeos a introducir sus formas de vida a
través del sistema educativo.

En definitiva, hasta aquí, hemos visto como la acumulación de educación,


toma la forma de un tipo de configuración de competencias que son lla-
madas talentos por los personajes de la época y que operan como un rasgo
distintivo de pertenencia de la identidad dominante. En este sentido, el
objetivo del manejo de tales competencias, estaba dirigido al ascenso social
con la consecución de una carrera pública notable; sin embargo, este tipo
de consolidación, tenía en sus trasuntos el manejo del lenguaje, es decir,
que para desenvolverse en la vida social con facilidad, era necesario forta-
lecer y potenciar una competencia lingüística, que tenía como base el pa-
sado español y la legitimidad de las formas del lenguaje.

En conclusión, en la primera mitad del siglo XIX, este tipo de configu-


raciones heredadas de la educación colonial, lograría que un capital di-
ferente al económico, se tradujera en beneficios que el gobierno les
confería a un tipo particular de agentes por medio de la acumulación de
una importante educación. En realidad esto se proyectó en el país como
una estrategia cultural para restar fuerza a los capitales económicos que
se venían posicionando poco a poco en nuevos estilos de vida alejados
del pasado hispánico - colonial español.

96. Estas enseñanzas recibidas en el virreinato lograban constituir un fuerte apego a


las formas tradicionales bajo censuras de productos culturales, tales como libros
provenientes de las naciones revolucionarias. Como lo expresa Jaime Jaramillo
Uribe: a finales del siglo XVIII, se tenía un fuerte control sobre las lecturas reali-
zadas. En todo caso, recomienda el padre Salgar, “debe evitarse que los niños
hagan lecturas, como se observa hoy con dolor, de libros como los doce pares de
Francia y los romances de enrique Esteban” [Jaramillo: 1989:208]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 165

3. Educación, cívica y política: luc has sociales por la impo-


luchas
sición e incor por
incorpor ación de las maner
poración manerasas de hablar97
hablar

La educación laica como vehículo de transformación existencial

Desde la segunda mitad del siglo XIX, aparece la necesidad de romper


totalmente con el régimen colonial a través de un discurso promotor de
la civilización98. Si se tienen en cuenta los cambios económicos y sociales
logrados a partir de esta fecha, podemos afirmar que las identidades se
complejizaban aún más y de hecho era factible que se produjese una
ruptura con las visiones coloniales. De este modo, se vio aún más pro-
longado este afán de moralizar a toda la población como estrategia de la
elite dominante para imponer una visión de progreso y civilización so-
bre unas identidades que se encontraban en condición de subordina-
ción, debido a la carencia de capitales para su existencia social. En palabras

97. Los signos incorporados, como todo eso que se llama forma o maneras de ha-
blar –los acentos-, formas de caminar, de estar –el andar, los modales, el porte-
formas de comer, etc., y el gusto, como principio de producción de todas las
prácticas destinadas intencionadamente o no a significar la posición social me-
diante el juego de las diferencias distintivas, están destinadas a funcionar como
otras tantas llamadas al orden mediante las cuales se recuerda a quienes las olvi-
dan que, al olvidarlas olvidan también el lugar que les ha asignado la institución
[Bourdieu: 2001].
98. Con el ascenso al poder del General José Hilario López, en marzo de 1849, se
inició en el territorio colombiano un periodo de reformas económicas, sociales
y políticas que buscaban modernizar el país, acabando con las obsoletas estruc-
turas heredadas de la colonia que dificultaban el desarrollo del de corte liberal
[Domínguez: 2000: 343]. En este sentido es importante mencionar que la re-
presentación de la nación necesariamente debía evidenciar el progreso material
en vez de las fiestas nacionales. En vez de estas fiestas, que carecen de todo
sentido pedagógico, el autor anónimo de un folleto que tiene por título: “Las
fiestas nacionales” impreso en la Imprenta de Gaitán y publicado en 1866, pro-
pone el modelo de las exposiciones industriales que “estimulan el trabajo, sos-
tienen la actividad, despiertan el ingenio, provocan la emulación, purifican el
gusto, premien el mérito, extienden la producción y determinan el consumo”
[Martínez: 2002: 322].
166 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de Miguel Samper, la solución para entrar en el orden del progreso era


precisamente la sustitución del régimen colonial:

“sustituir la intolerancia política y religiosa por el fair-play entre


caballeros: el burócrata que todo lo espera del Estado por el pionero
de la libre empresa económica; el letrado y el teólogo, por el técnico;
el espíritu de partido por la inteligencia política que funciona en
forma diferente ante situaciones concretas; reemplazar el cacique
por el ciudadano y el poder político como mantenedor del orden por
la espontánea fuerza de cohesión del hombre que posee un sentido
claro de sus deberes para con la comunidad” [Samper citado en
Jaramillo:1996: 88].

En efecto, la imposición de esta idea de progreso, dependía de la superpo-


sición de la identidad dominante sobre unas clases sociales definidas bajo
la precariedad, persiguiendo de este modo, la legitimación de su sentido
de la existencia a través de la educación que tendría por misión el
agenciamiento del discurso del progreso. Por consiguiente, esta transmi-
sión de saberes e ideologías legitimaban una identidad que se posicionaba
como dominante y al mismo tiempo configuraban a agentes en un orden
político determinado, siguiendo unos esquemas más o menos comparti-
dos y homogéneos de creencias, prácticas, lenguajes y discursos.

En consecuencia, para que lo anterior se hiciera posible, fue necesario


pensar por parte del Estado en cabeza de los radicales, en “la prepara-
ción de maestros de manera uniforme, la aplicación de métodos y conte-
nidos educativos iguales y la producción de libros y materiales de
enseñanza por parte del Estado que se constituía en el mecanismo por el
cual los radicales se proponían utilizar la reforma instruccionista del
setenta, para apoyar la extensión de las concepciones y criterios de mo-
dernidad de origen europeo y norteamericano en el país. Las nuevas
escuelas normales y oficiales obedecían a la necesidad de que el Estado
formara pedagogos laicos, pues los existentes habían sido formados por el
clero [Gutiérrez: 2000; 55]. En realidad, las escuelas serian el vehículo
por el cual la población, se movilizaría para ser gobernada a través de un
dispositivo de la instrucción pública. Por consiguiente, fue importante en
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 167

primer lugar plantearse los contenidos que se iban a ofrecer en la forma-


ción de ciudadanos, con el fin de conseguir la unidad de criterio dentro
del proyecto político, económico y cultural.

En búsqueda de la autoridad moral: la reforma radical de 1870


frente al poder moral católico

Evidentemente, la tan anhelada civilización para los radicales solamente


era posible por medio de la educación, para lo cual, era entonces necesa-
rio crear un sistema de educación que abarcara a toda la población. En
efecto, el decreto orgánico de 1870 implantó por primera vez la escuela
gratuita obligatoria, y religiosamente neutral, abarcó todas las etapas de
la educación desde la primaria hasta la universitaria, queriendo crear
con esto una ruptura en la mentalidad de la población para llevarla al
desarrollo de la sociedad y desligar al individuo del grupo con una mo-
ral política y la formación ciudadana99

Así las cosas, fue el mayor esfuerzo hecho hasta el momento por la difu-
sión de la educación popular, ya que, se generó entonces una dirección
nacional de instrucción pública y en los estados federados se creó la
figura del director de instrucción pública. La institución así lo ameritaba,
los individuos debían amar la patria hasta dar la vida por ella y arrebatar-
le a la iglesia el manejo de los valores; la escuela sería el segundo agente
socializador después de la familia. Sin embargo, se debía superar el obs-
táculo del analfabetismo con el objetivo de acercar a las identidades
subordinadas al mundo del trabajo y del conocimiento para dejar de
señalarlos como bárbaros y de este modo, escalar en el progreso. Según

99. El espíritu pedagógico que impregna todo el plan, coincide con las corrientes
ilustradas de la pedagogía europea. Se proscriben los castigos corporales que pue-
den “debilitar el sentimiento del honor”; se prohibía toda clase de preferencias
por razón del origen social de los estudiantes; sea para el premio o el castigo; se
insiste en la observación de las cosa y la naturaleza, especialmente en el desarrollo
de los programas de ciencias naturales. No obstante, pese a las campañas
educacionistas [Jaramillo: 1989: 228].
168 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Jorge Melo, la alfabetización se convirtió en elemento esencial de la ciu-


dadanía. “Los grupos iletrados fueron definidos como atrasados porta-
dores… del pasado”. La fundación de colegios, politécnicos y
universidades necesarios para preparar los cuadros profesionales y polí-
ticos que requería la modernización del país, y la ampliación de la circu-
lación de los periódicos, órganos de propaganda de la cultura moderna,
no podía realizarse en medio del vacío que representaba el analfabetis-
mo de más del 95% de la población [Melo citado en Gutiérrez: 2000].

Torres Méndez Ramón. Tipos de muchachos del pueblo. Bogotá.


Tomada de http://www.banrepcultural.org/node/44352

En el siglo XIX los textos escolares adquieren la función de inculcar los principios
morales y culturales de la sociedad; tienen la misión de socializar políticamente, es
decir, llevar a un escenario público que se hace masivo, los principios epistemológicos
y deontológicos sobre los cuales se funda el Estado, para crear niveles amplios de
legitimidad que posibiliten tanto el orden como el mantenimiento o perpetuación
del sistema. La creciente preocupación de los políticos decimonónicos por organi-
zar y sistematizar la instrucción pública: apertura de escuelas y centralización de
sistemas escolares, y el desvelo por elevar los niveles de alfabetización, respondía
al hecho de que en Occidente la ciudadanía se concebía soportada en la capacidad
lectora y escritora, lo que también servirá para medir el nivel de inclusión de los
países en los parámetros racionales de la modernidad [Cardona: 2007].
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 169

En efecto, se presentó en la identidad dominante, un afán de educar a las


masas, asociado con un proyecto civilizacionista cuya diferencia para los
nacientes partidos políticos radicaba en profesar una moral católica o
una ética civil. La instrucción de las masas era para ellos un requisito
sin el cual no se podrían alcanzar las virtudes, la moral, y los hábitos
industriosos que provienen del trabajo sobre las riquezas naturales “Ci-
vilizar significaba moralizar y moralizar era escolarizar a toda la pobla-
ción, a todas las clases sociales, incluso a los delincuentes, quienes por
falta de escuelas se apartaban del camino de la virtud [Álvarez: 1995:44].
Vale la pena anotar que la misma elite buscaba reafirmar, por una parte,
el carácter liberal de la educación y en contraposición a esto, la elite
aristocrática preservar los valores religiosos ante las reformas liberales
de medio siglo, que buscaron, la deslegitimación de las autoridades edu-
cativas ancladas en el universo hispánico al desreglamentar la titulación
académica, con las reformas liberales. Como muestra de lo anterior te-
nemos que:

“Desde que los ilustres y desinteresados patriotas don Lorenzo M


Lleras y don Luís María Silvestre establecieron, por los años de
1846 y 1850, colegios de enseñanza secundaria y profesional, al esti-
lo de los que de igual clase habían visitado en los Estados Unidos,
vendiendo cuanto tenían para emplearlo en la fundación y sosteni-
miento de las empresas que los arruinaron, empezó a sentirse nota-
ble cambio en el modo de ser de nuestros estudiantes”. En efecto,
esta situación contrastaría con el siguiente hecho, para el año de1856
fundó su colegio el inolvidable don Ricardo Carrasquilla, con el objeto
de proporcionar educación a sus hijos, de acuerdo con las ideas reli-
giosas de sincero católico que siempre profesó [Cordovez Moure:
1905/1997].

En realidad, estas dos tendencias políticas que se venían consolidando


en la arena pública, encarnaban al mismo tiempo dos posiciones
civilizacionistas diferenciadas en el tipo de moral que se debía enseñar.
En este sentido, los testimonios de Francisco de Paula Borda y Gonzalo
Canal Ramírez ilustran bien este tema:
170 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

“Borda estuvo matriculado en el Colegio del Espíritu Santo en Bo-


gotá hacia 1852, donde permaneció cerca de dos años cursando el
programa de filosofía y literatura. Uno de los objetivos del plantel
era fortalecer las costumbres cristianas en sus alumnos por medio de
la incesante lectura de obras místicas, la memorización de las máxi-
mas de la Iglesia católica contenidas en el catecismo del Padre Astete
y el ejercicio de la “moral práctica”. Ésta última era bastante curio-
sa, pues estaba encaminada a reprimir cualquier indicio de deseo
sexual entre los alumnos. Borda recuerda que en ese establecimiento
“tan conservador y tan católico”: No era permitido que los calzones
tuvieran bolsillos y ¡ay! del que descansara los brazos con las manos
bajo el cinturón. En la mesa, debíamos tener las manos encima de
ella y un descuido le costaba no sé cuantas notas malas al estudiante.
Al acostarnos venía uno de los pasantes a ver si teníamos o no las
manos debajo de la cara, como era obligatorio”. [García: 2006].

Pensionista del Colegio del Sagrado


Corazón de Jesús, imagen inserta en
Prospectos del Colegio i Escuela del
Sagrado Corazón de Jesús, Bogotá,
Imprenta de Echeverría Hermanos,
(1855)

No obstante, aunque existieran marcadas diferencias políticas y religio-


sas en las prácticas educativas para la elite bogotana (identidad domi-
nante) era común para ambas partes la exigencia académica, con un alto
número de horas dedicadas a la formación que era evaluada, a través de
las pruebas semanales y los exámenes y certámenes de fin de año:
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 171

Por ejemplo, el vallecaucano Luciano Rivera y Garrido cursó la se-


cundaria durante la década de 1860 en Bogotá en el colegio de Pérez
Hermanos, dirigido por Santiago Pérez. La faena en dicho colegio
comenzaba a las cinco de la mañana con una pequeña oración, des-
pués los chicos tomaban un baño y pasaban al comedor o refectorio.
Entre las siete y las nueve recibían clases de castellano, latín e idio-
mas extranjeros, geografía, aritmética, contabilidad, historia y cien-
cias políticas. También estudiaban álgebra, física, química, ciencias
morales y jurídicas en el resto del día […] El almuerzo se servía a las
nueve, seguido de media hora de recreo. A eso de las diez se retomaban
las clases hasta la una de la tarde, cuando paraban a comer y tenían
un segundo recreo. Volvían al estudio hasta las cinco, cuando salían
al último descanso. Tomaban la merienda a las siete de la noche,
para continuar haciendo tareas hasta las nueve y media, “hora preci-
sa en que nos recogíamos.” [García Vergara: 2006]

En cuanto a las evaluaciones y certámenes, Aquileo Parra y José María


Samper comentan lo siguiente:

Los exámenes de fin de año escolar no eran los únicos a los que
estaban sometidos los estudiantes. También existían las pruebas se-
manales o “sabatinas”. Aquileo Parra comenta en sus Memorias,
1825-1875, que en dichas pruebas cada estudiante podía corregir al
condiscípulo que se hubiera equivocado en la respuesta, e incluso le
podía suministrar un ferulazo en castigo. Después de 1843 cuando
se aprobó el plan de estudios de Mariano Ospina Rodríguez, la dis-
ciplina y el rigor en los estudios aumentó notoriamente. Los alum-
nos pasaron a tener exámenes semanales, semestrales y anuales,
exámenes para grados y certámenes públicos. José María Samper
explica que la intención del gobierno era sembrar en los estudiantes
la sana competencia y la superación académica. [García Vergara: 2006]

Mientras que los conservadores se mantenían en una moral católica, los


radicales reformistas lanzaban ataques en contra de esta formación. A
propósito de esta consideración, vale la pena aclarar que, ciertamente:

El asunto más espinoso fue el de la educación laica, con el que, según


los contradictores, se afianzaba el ateismo, la masonería y el anti-
clericalismo, a pesar de que la legislación no eliminaba la educación
172 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

religiosa sino que la mantenía en el plano privado, dando a los pa-


dres de familia la libertad de elegir. Por eso no se exigían clases de
religión en las escuelas oficiales y se asignaban horas libres para tal
menester. La legislación lo estipulaba en el artículo 36 de la siguien-
te manera: el gobierno no interviene en la instrucción religiosa: pero
las horas de la escuela se distribuirán de manera que a los alumnos
les quede tiempo suficiente para que, según la voluntad de los pa-
dres de familia reciban dicha instrucción de sus párrocos o minis-
tros. [La Escuela Normal 1, 1871, p. 1 en: Cardona: 2007]

En este sentido, el Diario de Cundinamarca, –principal vocero del radi-


calismo–, al tiempo que instaba al gobierno radical a no cesar su empeño
de preparar liberales desde las escuelas primarias y desde las universi-
dades públicas –Nacional, San Bartolomé, El Rosario–, no se cansaría
durante la década de los años 70s de acusar a los conservadores de opo-
nerse a la reforma instruccionista para evitar que los radicales plantea-
ran sus ideas en el terreno del porvenir [Gutiérrez op. cit.: 53].
Evidentemente, el decreto orgánico de instrucción pública generó varias
discusiones en torno al papel de la iglesia en la educación, quienes asu-
mían una actitud de defensa, ya que daba terror pensar en una sociedad
secularizada, con valores individualistas que eran por supuesto contra-
rios al sentido de lo corporativo. Vale la pena anotar que la reforma que
perseguían los radicales buscaba el cambio de los contenidos escolares,
es por esto, que los textos heterodoxos adoptados después de 1861 en los
colegios de San Bartolomé y Nuestra Señora del Rosario para las ense-
ñanzas de filosofía y jurisprudencia, contra la voluntad expresa de los
fundadores de esos importantes planteles:

Colocaron a los católicos en la dura alternativa de abstenerse de ha-


cer aquellos cursos, o de someterse a estudiar métodos que lastima-
ban la fe religiosa que profesaban. Aquella repugnante imposición y
el deseo de contribuir a darle fin, inspiró al doctor José Vicente Con-
cha, en el año de1864, la idea de fundar el colegio, que diez años más
tarde recibió el nombre del gran Pontífice Pío IX, conferido por el
mismo Papa; que se estableció primero en una casa particular y des-
pués en el edificio contiguo a la iglesia de La Tercera, donde se
estudiaron con gran provecho los diferentes ramos de filosofía y
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 173

derecho, al mismo tiempo que se inculcaron sólidos principios de


moralidad y cultura a los educandos, entre los cuales se encuentra,
entre otros muchos, nuestro amigo predilecto que lleva el mismo
nombre de su respetable y modesto padre, modelo de patriotas des-
interesados [Cordovez Moure: 1905/1997].

Ahora bien, lo primero que hace la iglesia es tipificar a los radicales, es


decir, ponerles el rótulo de lo malvado y ateo (sin moral), para que la po-
blación, en especial los padres de familia estuvieran alertas en la escuela
donde sus hijos se iban a formar. Por su laicicidad e intención secularizadora,
la reforma radical fue duramente atacada en la prensa católica y conserva-
dora. En La Caridad y El Tradicionista, periódicos voceros del catolicis-
mo colombiano, se publicaron artículos dirigidos a llamar la atención acerca
del peligro de la educación laica promovida por el gobierno de la Unión:

Los periódicos se constituyeron en vectores ideológicos de trascen-


dencia nacional, en los que se acumuló toda clase de polémicas en
torno a la laicidad propuesta por el radicalismo y, especialmente, la
instrucción laica y obligatoria.[…] desde el año de 1861 se trabaja en
la malvada tarea de descatolizar a la juventud; el gobierno se apode-
ró de la enseñanza para arrancar del corazón de los educandos las
creencias del evangelio y hacerles odiosas a éstos la moral cristiana,
salvadora de las sociedades, con la mira de fundar sobre los cimien-
tos de la generación presente el reinado del socialismo y el petróleo.
Desde entonces a los ministros del Altar se nos persigue con la ca-
lumnia para anular nuestra palabra; se nos dice públicamente que
somos enemigos de la instrucción, partidarios del oscurantismo,
hombres perezosos, corrompidos, etc., y nos han convertido en
parias. [La Caridad 43. Año X, 1873, En: Cardona: 2007]

Consecuentemente, desde que el Estado entró a librar una lucha por el


monopolio de la educación con la iglesia, esta utiliza su principal arma que
es la exclusión a través de la excomunión, oponiendo a un pueblo entero
contra un partido, con la constante persuasión a través del púlpito para
que corrigiera sus errores y volviera al rebaño de donde se había extraviado.
De forma tajante atacaban a las escuelas laicas: “para el clero católico la
cuestión de las escuelas es completamente clara, el precepto que deben obedecer
174 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

es el de enseñar lo que recibieron de Jesucristo”100; en consecuencia se puede


inferir que si la educación no poseía un tinte religioso, sencillamente no
era educación, si no había formación moral, se era “incivilizado”, se con-
vertía en generador del caos y el descontento social aparecía por no reco-
nocer la autoridad divina. Ahora bien, este sentido de moral cristiana
también fue sometido a duras críticas por parte de los radicales:

“hay en el mundo centenares de religiones, cuyo número de secretarios,


excede al número de Católicos Romanos en millares de millares de indi-
viduos, de modo que, si solo profesándose el catolicismo puede creerse en
Dios, podemos afirmar sin ninguna exageración, que la mayoría de los
hombres es atea,… luego no ser católico no es ser ateo101”.

En efecto, para los radicales que poseían el poder político, era necesario
imponer un “modus vivendi” acorde con la subordinación del individuo
al Estado que, según su posición, se lograría educando a la población en
los valores modernos. Estratégicamente los liberales escogieron educar
a la población infantil, decretando la educación pública obligatoria en
primaria, es decir, en las primeras letras, con el objeto de empezar a
concientizar a las generaciones. Evidentemente, la naturaleza de esta
acción era introducir valores laicos, con lo que se buscaba una socializa-
ción moderna y metódica de la generación joven. Por consiguiente, los
radicales enfatizaron que su propósito con la sociedad era salvaguardar
la educación pública, argumentando que sin la modelación de los valores
políticos no estaría completa la empresa de los liberales:

“Mientras no armonicemos las costumbres con las leyes, mientras


no encarnemos el espíritu de la constitución nacional en el corazón
de nuestro pueblo, para sostener al poder civil, para conservar ilesa
la educación pública que nos ha de salvar, y trabajando por el bien-
estar y progreso de la sociedad, mientras esto no suceda, no está ni
puede estar completa la obra del partido liberal”.102

100. La cariad, Bogotá: 3 de febrero de 1876


101. La opinión Liberal, Bogotá: 28 de mayo de 1876
102. La opinión Liberal Bogotá, 28 de mayo de 1876.
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 175

Por otra parte, introducir pensadores de la ilustración como Bentham


y los filósofos sensualistas (como eran reconocidos en ese entonces),
implicaba por una parte, un intento por desarraigar a la población de
los valores antiguos para desmitificar la iglesia y poder hacer mucho
más asequible la individualidad, por ende la modernidad; y por otra
parte, asumir el compromiso con la formación de la clase dirigente del
país a la manera liberal; no obstante, la iglesia se mostró resistente a
este desplazamiento y sagazmente se da cuenta de lo que implica ceder
en la educación de los niños, con lo cual busca responsabilizarse de la
formación espiritual del niño: “el sacerdote es responsable de la rutina
espiritual del alma del niño”103. Lo anterior muestra como la iglesia
acoge la formación espiritual del niño para prevenirlo contra una mo-
ral civil:

“Sabemos que en el colegio San Bartolomé, cuando los niños van a


entregarse a las dulzuras del sueño, un superior lee algunas páginas
de un libro titulado Moisés, Jesucristo y Mahoma (es al que se llama
los tres impostores), entendemos que este libro contiene la negación
radical de las verdades y dogmas cristianos”104.

En este sentido, la resistencia se hacía cada vez más fuerte; el siguiente


ejemplo evidencia como el clero buscaba siempre defender el alma de
los niños. Los obispos y los curas frecuentemente persuadían a los pa-
dres de familia de no enviar a sus hijos a las escuelas públicas con el
argumento de que el alma de su hijo se perdería y que El Creador pedi-
ría cuentas:

“piensen un poco en el primer día que llegará más pronto de lo que


se imaginan, en que les pregunten ¿qué hiciste del alma de tu hijo?
Te la entregué católica y así me la devuelves”105

103.La cariad Bogotá, 24 de febrero de 1876.


104. Bogotá: La cariad, 25 de mayo de 1876.
105. Bogotá: La cariad, 23 de marzo de 1876.
176 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En suma, este programa de instrucción pública, tendía a la unificación


de las bases culturales del país, siguiendo principios políticos moder-
nos, con el objetivo de derrumbar las bases culturales afianzadas en el
poder moralizante de la iglesia. Sin embargo, el sistema de educación
popular que planteó la reforma de 1870 no pudo lograr que se
expandiera completamente a las identidades subordinadas, con lo cual,
se abría el panorama para el ingreso de los rezagos de la educación
colonial soportados en la exclusión del otro que no se identifica con el
prototipo del aristócrata, el cual, se caracteriza básicamente por po-
seer capitales simbólicos soportados en el origen social y en la pose-
sión de algunos capitales económicos como la propiedad y sin duda
alguna, mostrar una importante educación.

El sistema educativo en ciernes: civilización, identidades subordi-


nadas y precariedad

En la primera mitad del siglo XIX, la educación había estado parcial-


mente restringida a las identidades subordinadas que no cumplían con
un prototipo blanco, el cual por derecho de sangre, tenía asignado el
ingreso a la educación. Aunque se habían adelantado reformas concer-
nientes a la educación de las masas, como por ejemplo, la contrarreforma
de Ospina Rodríguez en 1842 y la reforma radical de 1870, era un hecho
que la educación superior estaba designada en gran medida para la elite
criolla que reproducía de esta manera su identidad particular a través de
la universidad106.

106. Cabe anotar, que el presupuesto asignado para la educación primaria en plena
reforma educativa de 1870, cuyo lema del programa radical era, paz, caminos y
escuelas, solo contaba con el 80% del recurso asignado para educación. Para el
año de 1870 siendo secretario de hacienda Salvador Camacho Roldan, la nación
apropio el 4% de sus ingresos para gastos educativos, unos $ 200.000. y solo la
universidad absorbía $ 40.000. se comprende, pues, cuales serian las dificultades
para pagar, maestros, inspectores, directores de educación, editar textos y hacer
construcciones escolares.[Jaramillo: 1989;232]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 177

Comisión Corográfica de Colombia.1.850


Notables de la capital.
Manuel Maria Paz.

Se esperaba que el discurso civilizacionista, cuyo rasgo distintivo era la


propuesta de una nación mestiza, tendría el objetivo de consolidar una
identidad nacional, cuya característica era presentarse incluyente para
los nacionales. Sin embargo, en este proceso surgen algunos problemas
como “la naturaleza claramente mezclada de la población contra las con-
notaciones claramente blancas de progreso y modernidad. A la par del
discurso de la igualdad “los notables (identidad dominante) pensaron
entonces una nación con unas diferencias abismales entre grupos racia-
les y con una población indeterminada racialmente; pero queriendo adop-
tar principios europeos de civilización, desarrollo y progreso [Barragán:
2007: 13]. Todavía mejor, una característica de la construcción de iden-
tidad era la mezcla entre el legado colonial, que funcionaba bajo un régi-
men de castas y el discurso civilizacionista que fracasó en la propuesta
de configurar una nación de ciudadanos con sentidos de la existencia
divergentes.
178 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

Gómez Castro José (Bogotá, Colombia, 1892 - 1936)


Sin título, Sin fecha Dibujo, tinta china sobre papel.
Tomado de http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/
coleccionarte/artplas2/gomc19.htm

Aunque la elite criolla diera muestras de querer transformar la sociedad


a través del cambio de instituciones y la creencia en los resultados de la
instrucción pública, la realidad que se presentaba para esta época era
muy distinta. Solo unos pocos eran los que sabían leer107 y era indudable
que los agentes que más desarrollaban esta práctica lingüística, tendían
a distanciarse del trabajo manual, recargando esta labor en el indio,
quién como identidad subordinada, era objeto de explotación y estaba

107. Leer fue en el siglo XIX colombiano una forma de participación social. Los
niveles de alfabetización fueron bastante reducidos y fracasaron los diversos pro-
yectos de los grupos radicales de mediados de siglo frente al carácter obligatorio
y universal de la educación, y los avances de los grupos de artesanos para igualar
su educación con la de la elite. Ser lector hacía parte de la definición de una
posición social privilegiada. La lectura, ubicada generalmente distante de los
mundos campesinos, tuvo su eje en las ciudades que hicieron alarde del poder
que les asignaba su carácter letrado, generando así un nuevo elemento de dife-
renciación. [Acosta:2007]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 179

predestinado a las labores manuales, considerando inútil enseñarles co-


sas distintas a la obediencia a las autoridades:

La enseñanza y la buena educación crearon una figura social nueva


que fue la de ser “natural,” es decir virgen, hombre en potencia
inculto (no cultivado). La cultura de los indios, mestizos y vecinos
fue definida desde la escuela en cuanto que ella representaba el fu-
turo de progreso (…) ser indio o mestizo fue un obstáculo por supe-
rar, y el objetivo de la instrucción fue servir de instrumento para
allanar ese camino (…) ya fuera a través de motines o de de la simple
negativa a enviar a los hijos a estudiar, los vecinos se resistieron. Y lo
hicieron porque no encontraban razón para utilizar unos estancillos
de su resguardo para construir la casa de la escuela, o porque, prefie-
ren dejar sus hijos ignorantes antes que perder sus servicios en los queha-
ceres domésticos. [Álvarez: 1995: 117-118]

De otro lado, en cuanto a las masas (criollos y mestizos sin abolengo) las
escuelas eran escasas y mal dotadas:

“La señorita Helena Junguito, maestra de la escuela de San Victorino


en Bogotá, le informo en 1869 al alcalde de la ciudad que la munici-
palidad llevaba nueve meses sin pagarle salario y un año sin cancelar
el alquiler del local, por lo que la escuela amenazaba por ser desahu-
ciada por el propietario. La maestra había enviado veintinueve co-
municaciones al gobernador del estado, al consejo de instrucción
pública, al municipio y al alcalde, sin recibir respuesta. La señorita
Junguito pensaba que las autoridades -los Radicales- se estaban bur-
lando del sagrado deber de instruir [Gutiérrez: 2000, 48]

Además del escaso apoyo gubernamental al sostenimiento de las es-


cuelas públicas, la educación de los niños pertenecientes a los sectores
bajos de la sociedad, era encargada a personas con escasa formación,
que muchas veces emprendían la docencia solo para tener un precario
ingreso que apenas les permitía subsistir [Ahern: 1947: 10]. De acuer-
do a lo anterior, la iniciativa privada optó por erigir establecimientos
de sociedades, academias y fundaciones como una estrategia adoptada
por las clases altas con el propósito de imponer su nuevo estilo de vida
180 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

[Mejía: 1998: 37]. Estaban conformadas por hombres reconocidos en el


ámbito social de la ciudad, asimismo eran parte las esposas de estos per-
sonajes que encontraron una nueva forma de reconocimiento en el espa-
cio social, diferente de los eventos religiosos, aunque dicho discurso se
vinculara con estas actividades. En consecuencia, se pueden observar
dos casos típicos del universo social bogotano de finales del siglo XIX y
comienzos del XX. Una de estas, la sociedad de San Vicente de Paul, era
descrita de esta forma por Miguel Samper:

“En Bogotá practica, la sociedad, en todas sus formas, la excelsa


virtud a que debe su existencia. La limosna se distribuye en to-
das sus formas: auxilios pecuniarios al menesteroso, cuidados y
medicinas al enfermo, instrucción sana al ignorante, amparo al
huérfano, trabajo al que carecía de ocupación, y los consuelos de
la religión a todos aquellos a quienes la sociedad protege”
[Samper: op.cit. 88].

En segundo lugar tenemos el Instituto Salesiano. Este nace como inicia-


tiva del gobierno, preocupado por darle un lugar a la “niñez desampara-
da” que comenzaba a pulular por las calles de la ciudad, para tal efecto,
se convocó a los padres salesianos, a los cuales se les ayudo con los equi-
pos necesarios que no pagaron servicio de aduanas; de esta manera se
fundó una escuela de artes y oficios la cual se encontraba ubicada en el
antiguo convento de las monjas del Carmen [Ibáñez: op cit: 615]. Estas
asociaciones se van a convertir en el mecanismo predilecto para insertar,
como vimos en el primer caso, el discurso de la caridad, el cual apoyado
en las ideas de progreso y orden prominentes para la época, buscaba
insertar la creencia en la existencia de unos grupos sociales, sobre los
cuales era necesario ofrecer algunos paliativos para sobrellevar su exis-
tencia. De otra parte, institutos como el fundado por los padres salesianos,
se convirtieron en un mecanismo para introducir la ética del trabajo, con
uno de los elementos más eficaces como lo es la instrucción, que inserta-
ba la creencia sobre el trabajo y el capital como nuevas categorías de
organización y movilidad social.
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 181

En síntesis, los habitantes escolarizados en la Nueva Granada, correspon-


dían solamente a un sector distinguido de la sociedad, quienes por su-
puesto, gracias a la carencia de formación de otros sectores, evidenciaban
una constante acumulación de educación soportada en gran medida en la
posesión de títulos nobiliariarios y de pureza de raza. En este sentido, la
competencia lingüística se disponía como un rasgo distintivo para dife-
renciar unas clases sociales sobre otras. En efecto, el manejo del lenguaje,
se postuló, como un rasgo definitivo que imprimía la fuerza de permanen-
cia necesaria para la constitución de una identidad ciudadana como privi-
legio natural, dentro de un espacio social fuertemente jerarquizado.

Escritura política y proyecto cultural

“Como sea el idioma mero instrumento, más o me-


nos perfecto en verdad para la expresión de nues-
tras ideas, lo bueno o lo malo del efecto proviene de
la habilidad de quién lo maneja”
Rufino José Cuervo

Aunque en este discurso agenciado por la elite bogotana se presentaban


diferencias políticas y religiosas sobre la moralización de las identidades
subordinadas, para conducirlas a la racionalización de los comportamien-
tos y de este modo crear campos de identidad, las diferencias y los inte-
reses políticos también se comenzaban a poner de manifiesto dentro de
la elite, ya que se presentaban cada vez más, relaciones de sociabilidad
política y de adhesión de partido. Como muestra de lo anterior tenemos
un fragmento de la carta que envió José Hilario López al general José
María Obando, el 4 de marzo de 1850, en la cual, expresa su indignación
por la golpiza de un liberal a manos de conservadores que tenían a su
favor un juez letrado:

“Hoy ha sido aporreado un hombre patriota, un liberal por gente


del partido conservador y tenido a que tienen el juez letrado de ellos,
un pícaro una bestia, y cómo es posible, general, que estemos
182 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

sufriendo nosotros tantas iniquidades, cómo es posible que nosotros


trabajemos por el partido cuando salimos perdiendo […] general,
sino encontramos apoyo en el gobierno, nosotros, es decir esta po-
blación que sus habitantes están al darse de puñaladas por la políti-
ca, abandonaremos el puerto, porque esto de ir a un presidio o a una
reclusión es nada agradable 108”.

Anónimo. La jeringa. Los liberales se defienden de ironías conservadoras


al triunfar José Hilario López. Xilografía, noviembre 1849.
Tomado de http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/
credencial/octubre1990/octubre1.htm

En este sentido, es importante tener en cuenta, que paralelo a la conso-


lidación de los partidos políticos en Colombia, se consolidaba el perio-
dismo político, el cual dirigía sus pronunciamientos a la defensa o al
ataque del partido contradictorio. Al caer el liberalismo en 1855, cuan-
do sube Manuel María Mallarino, Manuel Murillo Toro, se une a otros
escritores liberales para fundar el periódico EL TIEMPO, en el harían
firmes aportes ciudadanos de las condiciones intelectuales del mismo

108. Tomado de [Zambrano: 1987]


Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 183

Murillo, Camacho Roldan, Miguel y José María Samper, quienes al uní-


sono desarrollarían el criterio liberal por esos años [Arismendi: 1999: 121].
En realidad, estos políticos eran excelentes escritores, gracias a la for-
mación educativa que habían adquirido y que por supuesto, habían liga-
do a la política. En este sentido, el manejo del lenguaje traería beneficios
de partido en la medida en que esta competencia lingüística lograra
posicionarse en las dinámicas Estatales que eran propensas a la discri-
minación por estar afirmadas en un espacio social colonial que reclama-
ba para sus funcionarios una acumulación importante de educación o
como se denominaba en esta época, una educación clásica.

De acuerdo a lo anterior, la política y una buena educación vendrían de la


mano, no solo porque a través del ejercicio de la política se podrían desem-
peñar cargos estatales, sino en la misma vida política, donde era importante
el pronunciamiento y la toma de posición de partido. En efecto, a través de
la política se podría ocupar un puesto en el Estado, que para ese momento
simplemente era el mayor empleador, dado que, la economía no se consti-
tuía, por el momento, como un campo autónomo, lo que quería decir que
no se había establecido la creencia en el poder económico como fuente del
poder social, más bien, los mayores capitales simbólicos provenían de las
lides de la política; lo que hizo que ciertos grupos hayan mantenido su
aspiración por la posesión de la propiedad, que en la mayoría de las ocasio-
nes era reforzada por el prestigio que se obtenía al participar en el Estado
como fuerza que les permitió mantenerse dentro de la élite bogotana:

“El único pensamiento de un hombre que sabe leer y escribir es la políti-


ca, cuando con ello se entienden intrigas, frases y rebeliones. Quién nun-
ca ha trabajado, quién por el contrario durante toda su vida únicamente
ha aspirado a obtener un puesto, anhela un puesto con influencia publica,
señala a sus enemigos personales como traidores y de vez en cuando an-
hela matar a alguien, a ese se le considera un vivo” (Thielmann: 1879:
348 citado en Fischer. Op.cit:54)

Ahora bien esta situación hizo de la administración del Estado, un espa-


cio tanto más atrayente para las demás identidades subordinadas que se
184 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

inscribían en el espacio social, fenómeno aún más evidente para aquellos


grupos sociales bajos, que ante la ausencia de capitales, económicos y
culturales hacen del posicionamiento en la política una de sus principa-
les apuestas para solucionar sus condiciones de existencia. Así se puede
ver en la descripción que realiza Ernst Röthlisberger, catedrático suizo
quien estuvo en Bogotá para el año de 1882:

“Tales fuerzas son el apoyo formal del gobierno [guardia nacional],


sobre el que este puede laborar con confianza, a menos que algún
soborno o la perspectiva de una mejora de vida y sueldo más alto
lleve a los picaros mestizos a echarse en brazos de otro que ofrezca
más” [Röthlisberger:1897/1993:149]

Paralelo a la competencia lingüística del buen decir, se posaba la de escri-


bir de una manera correcta, que le daba al escritor un toque de distinción
y de respeto en el espacio social bogotano. En efecto, para ser un verdade-
ro político y así distinguirse de los demás grupos sociales era necesario
escribir bien, por el contrario, tener un mal uso de la caligrafía era motivo
del escarnio y el estigma de ser inculto por no tener disposición estilística
y artística109. Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el relato reali-
zado por Aníbal Galindo, quién describe cómo para llegar a ser un buen
político, necesariamente debe poseer una disposición en la escritura que
se convierte en modo de permanencia y defensa del partido al cual está
adscrito y lamentablemente el que no logra tener esa disposición para el
manejo de la pluma, es humillado y lo peor deshonrado.

109. Estas competencias se adquirían en la escuela de primeras letras, donde inculca-


ban en los niños, la caligrafía. Escribir era un ejercicio que requería una serie de
procedimientos técnicos donde contaban: la posición del cuerpo (desde los pies
hasta la cabeza, pasando obviamente por las manos), la posición del papel (si es
el caso) y de la luz. En ese sentido era un problema mecánico, pero también era
una cuestión artística por cuanto estaban comprometidas allí las mejores mues-
tras de urbanidad, buenos modales y civilidad. De una elegante, pulcra y fina
letra dependía el alto grado de estima que pudiera alcanzar un ciudadano que
quisiera llegar a ser respetable. Una buena caligrafía era una excelente carta de
presentación en sociedad [Álvarez: 1995: 81]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 185

LA CUESTIÓN M ACKINT OSH


CKINTOSH
EL DOCT OR
DOCTOR MURILLO Y MI ESCRITURA 110

Puedo Decir que desde que abrí los ojos conocí al doctor Manuel
Murillo en mi casa en Ibagué. Fácilmente se comprende el aprecio
que los jefes liberales de aquel tiempo hacían de los talentos, bien
conocidos ya, de aquel eminente joven, y de todo lo que de él se
esperaba en lo por venir. Mi padre y mi tío el Coronel José María
Vezga lo distinguían y lo querían mucho. Yo me acostumbré, pues,
á estimarlo y á respetarlo desde niño, y él á tratarme con la autori-
dad que estas relaciones le daba.

Poco tiempo después de instalada la Administración López de la


cual era Secretario de Relaciones Exteriores el doctor Murillo,
encontréme un día, por mi desgracia, con él en la plaza de Bolívar,
por la acera de los cimientos del Capitolio, bajando él de Palacio
para su Secretaría, que estaba en la casa alta de la esquina del
camarín de la Concepción, todavía conocida con el nombre de “Casa
de las Secretarías,” y subiendo yo para mis clases en el Colegio de
San Bartolomé. Detúvome el doctor y me dijo:

-Sé que usted traduce bastante bien el inglés. Váyase á la Secreta-


ría en sus horas desocupadas, y véase con el Jefe de la Sección 1.o
doctor Ortiz (D. José Joaquín), para que me traduzca unos docu-
mentos de la cuestión Mackintosh; pero le advierto que no es para
darle destino, porque no quiero que se acostumbre usted desde niño á
esa vida.

110. Tomado de [Galindo: 1900]


186 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

-Con mucho gusto, doctor, le contesté: iré desde mañana entre la


una y las tres de la tarde, que son las horas en que no tengo clase.

Presentéme al efecto, al día siguiente, con toda puntualidad en la


oficina del doctor Ortiz, quien me acomodó una mesita en un rin-
cón de la pieza, separado de todos, con los documentos que debía
traducir, un diccionario inglés-español, papel y útiles de escribir.

Cuatro días haría que estaba yo trabajando en mi traducción, cuan-


do entró un oficial y le dijo al doctor Ortiz:

-El Secretario, que le mande un escribiente.

Paseó el venerable doctor Ortiz la mirada por toda la pieza, y sin


saber por qué, pero sobre todo sin derecho para ello, puesto que yo
no era empleado, me dijo:

-Galindito, vaya á ver que se le ofrece al Secretario.

Atolondróme yo de tal modo, que no acerté á decirle que mi letra


era malísima; habría bastado mostrársela para que me hubiera
excusado del servicio.

Pero repito que me atolondré y me fui, sin saber lo que hacía, para
el salón de la Secretaria, donde encontré al doctor Murillo, solo,
esperando el amanuense que había pedido. Tan pronto como entré
acomodóme á la mesa del centro, con papel ministro, magnífico, sin
líneas, y principió á dictarme paseándose.

“La fecha.
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 187

“A S. E. el señor General Daniel F. O’Leary, Enviado Extraordi-


nario y Ministro Plenipotenciario de Su Majestad Británica, etc.,
etc., etc.” -

Es preciso conocer mi letra, letra de criada, inicua, con la cual


nunca he podido escribir una carta á persona por quien se tenga
algún respeto, para saber lo que por mí pasaba. Sólo esperando la
descarga del ajusticiado sobre el banquillo, podría haber sido más
espantosa mi situación, temblando del momento en que el doctor
Murillo se acercara á ver lo que yo había escrito, lo que sucedió en
el acto de doblar el papel para voltear la hoja. Quedóse el doctor
Murillo atónito, mirándome como á un salvaje, y despedazando el
papel con ambas manos, me dijo:

-Maldita sea su plana; ¿estará usted creyendo que no saber escribir


es predisposición de grande hombre? Pues sepa usted que sólo es
muestra de mala educación.

Y quien esto decía, bien podía decirlo, porque el doctor Murillo era
un excelente calígrafo; poseía una de las más bellas, cursadas y
elegantes formas de escritura que puedan envidiarse.

Salí de la pieza adolorido y avergonzado, pero no ofendido con el


doctor Murillo, á quien sobraba razón para el regaño. Desgracia-
damente no pude enmendar la plana, porque carecía en absoluto de
disposición para el dibujo caligráfico.

Como se pudo apreciar, el manejo del lenguaje traería beneficios de par-


tido en la medida en que esta competencia lingüística lograra posicionarse
en las dinámicas Estatales que eran propensas a la discriminación, por
188 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

estar afirmadas en un espacio social colonial, que reclamaba para sus


funcionarios una acumulación importante de educación o como se de-
nominaba en esta época, una educación clásica. De acuerdo a lo ante-
rior, la política y una buena educación vendrían de la mano, no solo porque
a través del ejercicio de esta se podrían desempeñar cargos estatales,
sino en la misma vida política, donde era importante el pronunciamien-
to y la toma de posición de partido.

De otro lado, es importante anotar que esta demostración de la superio-


ridad en el dominio del lenguaje, la cultura y las virtudes morales, cada
vez se acercaba más al proyecto cultural basado en el manejo del lengua-
je como máxima expresión de la civilización. En este sentido, se privile-
gió la representación cultural de la nación dirigida por los letrados. Un
ejemplo de lo anterior, se puede encontrar en la celebración oficial del
cuarto centenario del descubrimiento de América en 1892 que confirma
claramente esta evolución al tiempo que revela la ambigüedad esencial
de esta representación predominantemente cultural. […] La ley de 1890
que prevé la celebración oficial del cuarto centenario del descubrimien-
to de América, dispone la erección de dos estatuas en Bogotá, una de
Colón, otra de Isabel la Católica111. La celebración, que tiene lugar en el
contexto político del plebiscito nacional –campaña de consagración de
los municipios de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús, organizada
por la iglesia y la administración Holguín–, es la primera muestra oficial
en gran escala, de la sensibilidad hispanista y católica que empieza en-
tonces a reinar en los medios gubernamentales [Martínez op. cit.: 326].

111. Además de la poca efectividad en cuanto a la construcción de monumentos se


presentaba una postergación del emplazamiento de estas representaciones, el caso
mas sobresaliente lo constituyo la erección de las estatuas de la reina Isabel y Cris-
tóbal colon dentro de la celebración del IV centenario del descubrimiento de Amé-
rica en 1892, pues bien, estos monumentos fueron emplazados diez y seis años
después de haber salido la ley 58 de 1890 que las autorizaba, en parte por la preca-
riedad del presupuesto municipal; de los monumentos aprobados oficialmente para
Bogotá hasta 1891 estaba pendiente la construcción de 18 [Tovar: 1997: 147]
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 189

Además de esta representación cultural de la nación que se estaba impo-


niendo en el ámbito político, el manejo del lenguaje también se estaba
disponiendo como un mecanismo simbólico capaz de imponer la arbi-
trariedad cultural al presentar al lenguaje como atributo que admite la
diversidad, pero que al mismo tiempo excluye a las de más identidades
por no poseer el talento que solo tienen los letrados. De este modo, cabe
mencionar lo que expresa Rufino José Cuervo, acerca de la lengua y los
escritores:

“Por maravilla se ofrece hacer mención de la lengua castellana sin


que digamos nuestra rica y abundante lengua, nuestra majestuosa y
armoniosa lengua, con otros calificativos igualmente encomiásticos;
pero si es exacto el concepto que atrás hemos dado a la lengua, lo
que realmente tenemos, no es una lengua con esas cualidades, sino
escritores que la han comunicado a sus obras. Tales cualidades son
como la corrección, la cualidad, la concesión: no existen de suyo en
ningún idioma, sino que son todas efectos de los talentos, del saber,
del gusto y aplicación del que la maneja [Cuervo: 1954, 1654].

En suma, solo los letrados estarían en capacidad de agenciar un proyecto


cultural capaz de marcar las pautas de la existencia ciudadana, que nue-
vamente se afianzaba en los atributos esencializantes, que el régimen
identitario de castas le imprimía al lenguaje. Desde fines del siglo XIX,
-momento de la historia de Bogotá en que la mayoría de los nacimientos
correspondía a los llamados hijos ilegítimos-, el “buen hablar” se asu-
mió como condición para quienes aspiraban a ser considerados gente
instruida y bien nacida. En esta labor se destaca el libro Apuntaciones
críticas sobre el lenguaje bogotano, de Rufino José Cuervo, publicado en
1872 y reeditado en 1907, así como los trabajos de Miguel Antonio Caro
[Zambrano: 2003: 119].

En conclusión, tenemos que en un espacio social fuertemente jerarquiza-


do, la iniciativa de desplegar en el espacio social una estrategia cultural,
basada en la educación de las masas, era un intento, en verdad arriesgado
si se tiene en cuenta el poder moral católico al que se enfrentaba esta elite.
190 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

En efecto el afán civilizacionista de la identidad dominante presentó una


bifurcación, en cuanto al tipo de moral o educación que debían impartir
según sus intereses. Por consiguiente el enfrentamiento entre moral ci-
vil y moral católica no se hizo esperar; no obstante, el proyecto cultural
encabezado por la elite aristocrática se entrometió, gracias a la precarie-
dad del sistema educativo y a las iniciativas privadas, quienes combatie-
ron la idea de civilización Europea, abriendo colegios privados y formando
en valores católicos. Por último, es importante entrever que el proyecto
cultural promovido por la identidad dominante que enalteció a los letra-
dos, fue tomando fuerza, gracias al manejo del lenguaje que posicionaba
a estos hombres como hombres insignes, dignos de seguir.
Capítulo 2. Lengua, moral y modal. Herencia cultural y pervivencia colonial ... 191

CAPÍTULO 3.
Ciudadanía nacional,
identidades y estilos de vida
192 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística
Capítulo 3. Ciudadanía nacional, identidades y estilos de vida 193

El tranvía de Bogotá a Chapinero


Alfredo Greñas, seudónimos caricaturista
Roff, grabador Riff (1857- 1949).
“El Zancudo”, marzo 22 de 1890.
Xilografía, 7.5 x 21.5 cms.
Tomado de http://www.banrepcultural.org/
blaavirtual/todaslasartes/bcar/bcar1.htm

El mal servicio, el pésimo estado de los vehículos, las penurias de los


pasajeros y los continuos descarrilamientos de los tranvías sirven a
Greñas para hacer un símil gobierno “regenerador” de Caro. Sin
embargo, según cita que hace Germán Arciniegas de papeles de
Greñas, “al otro día publicada esta crítica, el gerente de la Empre-
sa, con un ejemplar del periódico se fue a Estados Unidos a hacer
mejorar lo existente” [En: Bogotá en caricatura. Banco de la
República 1987.]

E l uso del lenguaje, en su dimensión de mecanismo simbólico, resulta


pertinente para interponer la discusión sobre la ciudadanía, puesto que,
el uso del lenguaje es una expresión de las condiciones objetivas de los
hablantes que a través de relaciones de fuerza organizan el mundo so-
cial. De la misma manera, la ciudadanía no se constituye como entidad
esencializada que no reconoce las condiciones especificas de los agentes
inscritos en un espacio social, sino como una identidad que puede
194 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

envolver a diversas identidades, con desigualdades sociales, económicas


y culturales. En realidad en un espacio social profusamente fracturado,
parte de las exacerbaciones identitarias se manifiestan con toda su inten-
sidad en la naturaleza de los lenguajes que dominan el mundo público.
[Serna: 2004: 174] En efecto, el uso del lenguaje operaria como un re-
curso simbólico que pone en juego los trasuntos de la cultura a partir de
estrategias simbólicas movilizadas por diferentes grupos sociales para
lograr la cohesión y la legitimación social. Ante esto, es importante ano-
tar que para realizar la siguiente discusión en primera instancia se nece-
sita de una definición de ciudadanía, que permita la reorganización de la
discusión, esta, será entendida como:

“identidad superior de la vida pública, superando las demás identi-


dades del espacio social, de donde resulta su eficacia para permitir el
diálogo, el conflicto y la confrontación entre estas diferentes identi-
dades, permitiendo la política” [Serna: 2004]

De acuerdo a la anterior definición, la ciudadanía tiene como principal


propósito superar las identidades parciales que se encuentran en el uni-
verso social. De la misma manera, para lograr este propósito la ciudada-
nía necesita de profundas inversiones simbólicas y además hacer que los
diferentes estilos de vida, (que son el equivalente de algunas identidades
sociales como la de clase) se subordinen a la realización de la identidad
superior de la vida social. Cabe anotar que, estas identidades parciales,
pueden ser objetivadas de acuerdo a la posición en las que se encuentren
con respecto a las posiciones dominantes.

En estos términos, el correcto uso del lenguaje, se encuentra relacionado


con la ciudadanía, en sus condiciones ideales, al dirigir todas sus potencia-
lidades como inversión simbólica hacia la arbitrariedad cultural, cuya fun-
ción es sublimar las diferencias entre las distintas identidades que se
vislumbran en el universo social, haciendo que el principio de contra-
dicción se vea aminorado y por lo tanto permitiendo que las identidades
Capítulo 3. Ciudadanía nacional, identidades y estilos de vida 195

convivan, de acuerdo a luchas, pero con la imposición de unas reglas de


juego. Es en este contexto, donde resulta importante que las significa-
ciones y representaciones insertas a través del correcto uso de la lengua
interpongan los estilos de vida, dado que a través de las inversiones sim-
bólicas se logra la estructuración del espacio social, haciendo que las
diferentes posiciones y la distribución de las propiedades en dicho espa-
cio (capitales) no se constituyan en una interferencia en la construcción
de esta identidad superior. Ello a condición de dotar a las diferentes
identidades parciales de las condiciones de existencia que las hacen po-
sibles.

Para terminar, podemos afirmar que el correcto uso del lenguaje como
un mecanismo simbólico, se encuentra direccionado hacia la legitima-
ción de las reglas vigentes en el universo social, por medio de la arbitra-
riedad cultural, lo que le permite sublimar las contradicciones que se
encuentran en dicho universo para garantizar unas visiones y divisiones
del mundo, que afianzan la ciudadanía como identidad superior.

1. El cor recto uso del lenguaje y la aapropiación


correcto propiación de una iden-
tidad superior: Bogotá [1850-1886] ciudadanía nacio nal e
nacional
identidades sociales

El universo social bogotano estructurado en la segunda mitad del siglo


XIX, presenció cambios intermitentes en el espacio social, concernien-
tes a las nuevas configuraciones de los estilos de vida inscritos en el pa-
radigma civilizatorio. Aunque aparentemente los cambios en la estructura
económica y social a partir de la segunda mitad del siglo XIX alejaran la
estructuración del mundo colonial, era evidente en el espacio social bo-
gotano que estas transformaciones chocaban con los moldes coloniales
arraigados en la cultura, donde afloraría una identidad minoritaria, que
reclamaba a su vez su derecho de pertenencia como prolongación
nobiliaria soportada en los ascendentes de la sangre. De este modo,
196 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

se hizo tanto más necesaria la presencia de nuevas formas de cohesión


entre las diversas identidades que se inscribían en el universo social.
Estas abarcaban los rezagos de aquellas identidades ligadas con el mun-
do social colonial, así como las identidades que forjaban las nuevas
estructuraciones económicas.

Esta extraña amalgama entre las visiones del pasado que se superponían
constantemente a unas visiones del progreso y del futuro que persiguie-
ron afanosamente perfilar una serie de valores europeos con el propósito
de la dinamización económica y cultural, solo podría desligarse parcial-
mente de los rezagos coloniales a finales del siglo XIX, cuando se obser-
vó la caída de las identidades que se forjaron en el universo colonial,
dadas las transformaciones económicas, que quebraban los fundamen-
tos de estructuración social de esta época.

De este modo, el régimen colonial fue perdiendo capacidad de coacción,


pero aún así seguía colándose en los discursos sobre el proyecto nacional
que se convirtió en la base de un nuevo régimen identitario. En este senti-
do, el régimen identitario fue construido con los prejuicios del colonialis-
mo y los sesgos civilizacionistas; “en tanto, esta identidad nacional fue
manufacturada en una amalgama de colonialismo y civilizacionismo, so-
metida a la perdurabilidad de las creencias encastadas y a la convicción
degeneracionista de las elites y se consumó en una identidad minoritaria,
representación de unos pocos que, por lo mismo, se apropiaron de la iden-
tidad ciudadana como privilegio natural, cuando no sagrado: una ciuda-
danía sanguínea a la cual solo tenían acceso unos cuantos en función de la
propiedad, del saber, del sexo y de la edad. Así esta identidad ciudadana
no pudo constituirse en una identidad mediática universal para el espacio
social; por el contrario se generó una identidad tanto más propicia para
unos grupos o estamentos” [Serna: op. cit, 329].

En efecto, esta identidad dominante, que se consolidaba como grupo


minoritario al diferenciarse de las identidades subordinadas en cuanto
Capítulo 3. Ciudadanía nacional, identidades y estilos de vida 197

lograba legitimarse a través de la obtención de capitales económicos y la


acumulación de capital cultural que lograba disponer al ciudadano para
la existencia política, mediante la ejercitación de la lectura y la escritura
como base de la distinción artística. De este modo, se hacía gala de la
competencia lingüística, por medio de la escritura y el buen hablar, que
caracterizaban al agente como un hombre excepcional fuera de los al-
cances de las identidades subordinadas. De allí que, la manera como se
distribuían los bienes en el universo social bogotano daba cuenta de la
imposibilidad de ascender socialmente.

En este sentido, este espacio social fuertemente jerarquizado impedía


generar creencias sobre la base de un nuevo modelo social civilizacionista;
aunque estas identidades subordinadas, sobre todo el sector de los arte-
sanos, apostaban por ámbitos como el educativo para el ascenso social,
era claro que este, además de ser discriminatorio y estar anclado al uni-
verso colonial, se encontraba en ciernes. De este modo, el ingreso al
sistema escolar, desde la primaria hasta la universidad, seguía siendo
esquivo para estos grupos sociales por encontrarse estructurados bajo
un régimen de castas que estaba a su vez atravesado por un discurso
civilizacionista lo que indicaba a las claras el futuro ambiguo de estas
clases sociales.

Además de la distribución desigual de los capitales en el espacio social,


era evidente en la ciudad, la presencia de escasas posibilidades de socia-
bilidad pública al carecer de espacios que viabilizaran los encuentros
ciudadanos y de esta manera la admisión del extraño. Ante esto, salieron
a relucir recursos anclados a la sociedad colonial para lograr la diferen-
ciación social, expresando en el espacio físico la raigambre de la casta:
las disposiciones corporales y los atuendos, así como el interior de las
residencias. Por un lado las disposiciones corporales y los atuendos se
convirtieron en signos de distinción por excelencia: recursos para pre-
servar los añejos criterios raciales, reflejos inmediatos del linaje, mani-
festaciones de la capacidad adquisitiva, expresiones del decoro y evidencias
198 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

de la moral [Serna: 2006, 70]. En efecto, al escasear los lugares públicos


donde se podía realizar la diferenciación de los grupos sociales bogota-
nos, los habitantes de la elite, reforzaron estas diferencias sociales en los
lugares privados, debido a la cercanía espacial con las demás clases so-
ciales. Ante tal situación, sumada al afán de modernización económica,
el proyecto cultural en cabeza de los letrados, utilizó a la cultura como
instrumento para dirigir el rumbo de la sociedad hacia lo que la elite
consideraba civilización, y de este modo, dejar atrás lo que entendían
por barbarie: hablar y vestirse mal y tener un comportamiento ajeno a
las reglas dictadas por los manuales de urbanidad.

En este orden de ideas empiezan a aparecer diversas posiciones, que


ancladas en su mayoría al universo hispánico- colonial, buscaron valori-
zar el uso del lenguaje para constituir una situación de mercado que
diera cuenta de distintas posiciones enfrentadas, para la consolidación
del capital lingüístico con el objetivo expreso de resistir desde allí, los
posibles desclasamientos propiciados principalmente por las reformas
liberales. De esta forma la renovada élite bogotana buscó imponer un
nuevo proyecto para el espacio urbano, el cual se encontró relacionado
con los discursos del orden y del progreso acorde con su nueva situación
económica, que comparada con la que acaecía a comienzos del siglo XIX,
puede calificarse como descollante. Para tal efecto, resultó relevante la
búsqueda de la imposición de unos estilos de vida que, haciendo gala de
la suntuosidad y de su pomposidad, se correspondían con los discursos
de progreso y orden ya mencionados.

Asimismo, se hacía necesaria una reorganización del espacio urbano,


para esta época, en torno a los discursos de la higiene, en medio de
un universo social caritativista que redispuso los espacios de la ciu-
dad, para consolidar la nueva imagen de los grupos dominantes. Esta
lógica del lujo y ostentación que se evidencian precisamente en las mo-
das europeas, se alejaba, por supuesto, para la élite aristocrática, de la
mezquindad del cálculo económico donde se presenta el desinterés
Capítulo 3. Ciudadanía nacional, identidades y estilos de vida 199

económico para posibilitar la inversión del capital simbólico y de esta


forma proporcionar las condiciones necesarias en la vida cotidiana,
para la consolidación de un mercado ajeno a la lógica de acumulación
de riquezas económicas.

En efecto, este grupo de hombres insignes debía buscar la invención de


nuevos lenguajes y símbolos que divulgaran y legitimaran un nuevo sen-
tido de la existencia en la ciudad por medio del ocultamiento de las rela-
ciones de poder que obligaba silenciosamente a las identidades
subordinadas al acatamiento cultural. Este fortalecimiento de la compe-
tencia lingüística, por medio de la acumulación de capitales culturales,
posibilitaron los intercambios lingüísticos y la configuración de un esti-
lo de vida proclive a la sensibilidad artística y al mundo aristocrático,
ante la imposibilidad de imponer la creencia económica como principio
articulador de la coexistencia ciudadana, se evidenció la permanencia de
una élite de corte aristocrático, la cual sustentaba su poca riqueza a par-
tir de la herencia cultural.

Es en este sentido, que las formas correctas del decir, se convirtieron en


un mecanismo simbólico, dado que éste moviliza unas formas legitimas
del habla que se encuentran ligadas al encumbramiento del lenguaje como
atributo indispensable para la existencia social, cuya proyección, resultó
imprescindible para pensar el futuro civilizado de la ciudad. En conse-
cuencia, estas formas legítimas del decir, dotado de su condición de
mecanismo simbólico, se convertirían en el vehículo de unas virtudes
civilizacionistas que se convierten en el modelo del ciudadano que busca
forjar la élite.

Teniendo en cuenta lo anterior, la élite aristocrática, logró consolidar


una estrategia cultural para no desaparecer dentro de la identidad domi-
nante, ya que, era determinante fortalecerse culturalmente, con el fin de
plantear otro tipo de diferenciación social entronada en la acumulación
de educación, que no era otra cosa que la restitución del modo de vida
200 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

colonial, estructurado por el elemento racial y la posesión de títulos


nobiliarios. Ahora bien, esta identidad dominante pretendía imponer su
sentido de la existencia, por medio del discurso de la civilización, afinca-
do para este caso, en la moral católica. En consecuencia, se observó una
permanencia del sentido de la existencia de corte aristocrático, aunque
visiblemente afectado por las transformaciones del mismo campo social.
Sin embargo, esta dominación simbólica que pretendía unificar la pro-
ducción económica y cultural, bajo el patrón de vida anglosajón, tropezó
con los moldes coloniales arraigados en la cultura.

No obstante, estas propiedades no incluían a los grupos sociales emer-


gentes de la época, quienes detentaban su posición social gracias a sus
capitales económicos, por tanto, dicho modelo de ciudadanía sanguínea
resultó ineficiente para el renovado mundo social capitalino de finales
del siglo diecinueve. En definitiva, la ciudadanía nacional resultó frac-
turada dado que, una vez más, solo se hizo posible para unas identidades
del espacio social, mientras que posiciones sociales como el artesanado y
la naciente clase obrera se debatían entre los rezagos de los estilos de
vida de raigambre colonial, básicamente porque las condiciones de exis-
tencia no se transformaron, y las formas de la existencia propulsadas por
la estructura económica industrial, que a pesar de otorgarle algunos be-
neficios para la población no mejoraba las condiciones de vida de los
agentes del espacio social.

De este modo las pretensiones de establecer una ciudadanía como iden-


tidad que superara las identidades presentes en el espacio social, se vio
prontamente desvirtuada. Las precariedades del universo social bogota-
no daban al traste con la imagen de progreso y orden a las que se afiliaba
el proyecto ciudadano. Tanto la redisposición del espacio urbano, así como
la amplificación de los beneficios económicos para la gran parte de los
habitantes de la ciudad no se realizaron, debido a la precariedad de la
administración municipal, así como los incipientes desarrollos econó-
micos de la ciudad, que únicamente cobijaban a la élite bogotana.
Capítulo 3. Ciudadanía nacional, identidades y estilos de vida 201

Esta situación quiebra la pretensión de arbitrariedad cultural, ya que


mecanismos, tales como el buen decir para este tiempo pertenecen al
escenario de lo particular, es decir característicos de algunos hombres
de talento y son confrontados con la precariedad de la educación y las
imágenes de miseria que se observaban cotidianamente en la ciudad.
Las condiciones de existencia de los grupos sociales bajos, no se trans-
formaron sustancialmente, lo que hacía a este universo social un espacio
fuertemente jerarquizado donde la movilidad social se hacía en demasía
difícil. La puesta en marcha de todas estas estrategias, que tiene en el
uso social del lenguaje uno de sus mayores exponentes, evidencian que
la arbitrariedad cultural no se consiguió por parte de los grupos sociales
dominantes. El modelo de ciudadanía nacional, basado en los discursos
sobre la civilización, pudo ser percibido únicamente por la burguesía del
momento, puesto este grupo social, primordialmente, tras las nuevas
estructuraciones económicas, observó una redistribución positiva en sus
diferentes capitales.

De acuerdo con lo anterior, la ciudadanía siguió confinada a elementos


esencializantes de la vida social, por lo cual se convierte en una identi-
dad “natural” para los grupos sociales altos (poseedores de la tierra y los
capitales económico y cultural) pero imposibilitada para aquellos gru-
pos que no eran portadores de las esencias legitimas que estructuraban
la vida social, tales como la raza o la misma propiedad. En conclusión, la
ciudadanía como identidad mediática no superó las identidades parcia-
les que se presentaban en el universo social de esta época.
C O N C LLU
USIONES

La ciudadanía fr actur
fractur ada
acturada

La ciudadanía tal como se estudió en esta investigación: identidad supe-


rior de la vida pública acude al contexto bogotano con evidentes fallos
estructurales; lejos de sublimar las contradicciones que se presentan en
el espacio social, la presencia de la identidad ciudadana, refuerza las ten-
siones que se presentan en dicho espacio. De tal forma, las propiedades
que se le confieren a la ciudadanía en distintos momentos históricos del
siglo XIX, no reúnen las condiciones de posibilidad, para ser distribui-
das para todos los grupos sociales.

En este sentido, los recursos simbólicos, tales como el correcto uso del
lenguaje, que buscan afianzar su horizonte de legitimación, instalán-
dose en medio de estos procesos sociales fundamentales para la discu-
sión ciudadana, pierden su capacidad de arbitrariedad cultural. Esta
incapacidad nace, para el caso en cuestión, de universos sociales
jerarquizados, erosionados y fragmentados, lo cual hace que en las prác-
ticas cotidianas –como evidencian los estilos de vida- se desvirtué cual-
quier relación simbólica entre estos artefactos culturales y los agentes
del espacio social.

Este es el caso del correcto uso del lenguaje, que agenciando por unas
posiciones autorizadas y legitimadas, a la vez que incrustaba una idea de
futuro, fue insuficiente como mecanismo simbólico para sumar sus pro-
piedades en pos de la arbitrariedad cultural. A pesar de los esfuerzos
204 Caro, Cuervo y la resistencia lingüística

que establecieron múltiples instancias como la Academia Colombiana


de la Lengua, la cual entrometiendo su voz autorizada propugnó por la
publicitación del uso adecuado del idioma, que se correspondía con el
interés de exaltar las competencias lingüísticas del bogotano dentro del
período de auge industrial de la primera mitad del siglo diecinueve.

De esta manera, los estilos de vida que se presentaron en el espacio so-


cial, corroboran estas afirmaciones. A lo largo del periodo estudiado, los
horizontes de la legitimación cultural se difuminaban en las formas con-
cretas de la existencia las cuales desdecían de un proyecto a futuro, bási-
camente porque la estructura económica no ofrecía elementos para
solucionar las más elementales necesidades. En definitiva, si bien se ob-
servó la ruptura de Bogotá con respecto a la ciudad colonial, la cual se
presenta en las dos últimas décadas del siglo diecinueve, si bien significó
la acumulación de riqueza para los sectores sociales altos, no se perciben
cambios cualitativamente efectivos en las condiciones de existencia de
los grupos sociales más bajos.

En síntesis, podemos decir que el correcto uso de la lengua se mostró


como un recurso simbólico que operaba alrededor de la legitimación de
un orden social, donde por supuesto buscaba imponer unas formas de la
moral, de lengua y de modal, que garantizan la adscripción a una comu-
nidad política, a la educación y a las buenas maneras. En estos términos
para que un agente perteneciente al espacio social bogotano, pudiera
entrar a ser parte sustantiva de estos campos y constituirse en un ciuda-
dano fue necesario utilizar correctamente ciertas competencias en el buen
decir que lo vinculaban a las formas de realización de la ciudadanía na-
cional, ancladas al régimen de castas donde la existencia social estaba
mediada por la predestinación y donde no era posible el ascenso social.
De allí, que este recurso simbólico no lograra mostrar para todas las
posiciones sociales el bienestar de la civilización.
Bibliografía 205

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Este libro se imprimió en los
talleres de Periódicas S.A.S.,
Bogotá, D.C.

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