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(volver)
6- La participación de los pueblos indígenas en las instancias de administración estatal suele reducirse a la
integración de consejos consultivos o asesores de estos organismos específicos (Iñigo Carrera, 2011). Así,
no se ven representados en otros organismos que hacen a la ciudadanía “en general”. Nuestra propuesta,
se opone claramente a esta forma de gobernar.(volver)
A mis maestros indígenas y a todos los amigos indígenas que han sido fuente de
inspiración.
Este convenio aborda con una mayor profundidad algunos elementos del
convenio anterior, como la relación de los pueblos indígenas y tribales con la
tierra y los territorios, los derechos sobre el trabajo y la salud para los pueblos
indígenas. El cambio más importante que planteó esta nueva herramienta fue
la superación de una mirada asimilacioncita o integracionista en la forma de
relación entre los diferentes países y Estados con los pueblos indígenas y
tribales.
Las tierras, los territorios, están íntimamente relacionados con los pueblos
indígenas y tribales, el convenio estipula tener en cuenta esta importante
relación, que no se limita al lugar de habitación, sino a los lugares que ocupan o
utilizan de otras formas. Existe por tanto el derecho a la propiedad y posesión
de las tierras que ocupan tradicionalmente. Proteger los derechos a la
propiedad y a la posesión será entonces un deber de los gobiernos, como
también determinar las tierras que los pueblos ocupan tradicionalmente.
Las tierras de los pueblos indígenas deberán tener una protección especial
donde se reconozca entonces su posesión y propiedad, como su forma de
trasmisión. Se debe propender por el cuidado y la protección ambiental de
estas tierras y territorios, obtener el consentimiento de los pueblos si se
pretende traslados o reubicaciones; como también, proteger sus propiedades
de personas extrañas que aprovechándose del desconocimiento de la ley se
sirvan de los pueblos para tomar posesión de sus tierras.
La tercera parte del convenio 169 aborda el tema sobre el empleo, que busca
que los gobiernos establezcan las medidas para garantizar este derecho a los
pueblos indígenas, eliminen todas las formas de exclusión o vulneración que en
el ejercicio de este derecho se puedan presentar, como también garantizar el
empleo decente, las posibilidades de asociación sindical, entre otros asuntos.
El artículo 330 por su parte será aquel que reconozca los territorios indígenas,
sus formas de gobiernos y administración; donde el parágrafo de este artículo
mencionará como elemento de protección a la diversidad cultural que “las
explotaciones de recursos naturales que ocurran en los territorios indígenas se
hará sin desmedro a la integridad cultural, social y económica de las
comunidades indígenas, donde el gobierno propiciará la participación de los
representantes de las comunidades” (Constitución Política de Colombia. 1991.
Art 330). Este artículo de la Carta Política, resulta ser la base constitucional que
introducirá la participación de los pueblos étnicamente diferenciados, por
tanto, será un artículo que sustenta dentro del orden constitucional la consulta
previa y el consentimiento.
“La Corte Constitucional Colombiana señala que existe la obligación de protección y defensa del
patrimonio cultural de la Nación, este es un imperativo para las autoridades públicas e incluso para
los particulares (Sentencia de la Corte Constitucional T-169 de 2011).
Explica la Corte Constitucional que la identidad cultural son las manifestaciones de la diversidad y la
expresión de la riqueza humana y social, que es un elemento de construcción y mejoramiento de las
relaciones en nuestra sociedad. Al igual que el ambiente, la cultura es un elemento de especial
protección fomento y divulgación por parte del Estado.
Es amplio el conjunto de normas constitucionales que protegen la diversidad cultural como valor
fundamental de la nación colombiana, erigiéndose de esta forma el denominado eje de la
Constitución Cultural, que al igual que la ecológica parte de una interpretación sistemática, axiológica
y finalista.
El patrimonio cultural de la Nación tiene especial relevancia en la Constitución, en tanto que éste
constituye un signo o una expresión de la cultura humana, de un tiempo, de circunstancias o
modalidades de vida que se reflejan en el territorio, pero que desbordan sus límites y dimensiones.
Entonces, la salvaguarda estatal del patrimonio cultural de la Nación tiene sentido en cuanto,
después de un proceso de formación, transformación y apropiación, expresa la identidad de un grupo
social en un momento histórico.
Es deber del Estado proteger las riquezas culturales de la Nación, promover y fomentar el acceso a la
cultura de todos los ciudadanos. La Constitución cultural, ámbito dentro del cual se encuentran las
ideas, creencias, conductas, mitos, sentimientos, actitudes, actos, costumbres, instituciones, códigos,
bienes, formas artísticas y lenguajes propios de todos los integrantes de la sociedad; en otras
palabras, la riqueza cultural de la Nación.
Es adecuado afirmar que el paso hacia un Estado social y democrático de derecho conlleva
axiomáticamente el reconocimiento y puesta en marcha de los denominados Derechos Económicos,
Sociales y Culturales. Prerrogativas que encuentran respaldo en herramientas internacionales, las
cuales se constituyen en criterios de interpretación relevantes para la determinación de contenido
del derecho a la cultura, como la Declaración Universal sobre Diversidad Cultural, adoptada en la
Conferencia General de la Unesco el 2 de noviembre de 2001, en la que se reconoce que la cultura
está compuesta de formas diversas por medio del tiempo y el espacio, y que esa diversidad cultural
es patrimonio común de la humanidad.
Este parte del texto no pretende describir de ninguna forma cómo los pueblos
indígenas, las comunidades negras o el pueblo rom, desarrollan o construyen
sus relaciones interculturales. Se busca hacer un breve análisis de algunos
conceptos que están presentes en dichas relaciones, en el marco de la garantía
del derecho a la consulta previa y en sus procedimientos. Esperando que estos
elementos resulten útiles para los pueblos indígenas y las comunidades étnicas
en la comprensión de aquella cultura mestiza con quienes se relacionan,
negocian y exigen; dado que se requiere pensar a profundidad de qué forma
nuestras sociedades pueden lograr garantizar estos derechos, en el marco
histórico actual del Estado Social de Derecho, de los Estados plurinacionales o
multiculturales, de la misma democracia en la región.
Las culturas mestizas carecen de múltiples asuntos, pero al ser una cultura
joven, puesto que trecientos o doscientos años no son nada en comparación
con las culturas milenarias de los pueblos indígenas, estas empiezan a abrir sus
ojos, a entenderse en el planeta, a generar sus propias ideas y sus propias
filosofías. Pero estas culturas mestizas latinoamericanas, que son tan jóvenes,
tienen diferentes tendencias en su interior y estas tendencias están
relacionadas con elementos complejos de identidades regionales, de clases
sociales, de discriminación, de la primacía del individualismo globalizado, del
colonialismo, a su vez del idealismo colectivo. Son culturas de masas, de
movimientos sociales, de jóvenes, de mujeres, de luchas en todo sentido,
emprendimientos capitalistas y ambientalistas. Entonces, en ese panorama de
caos que parecieran ser las culturas mestizas, ¿a quién podemos dirigirnos para
avanzar en la garantía de los derechos de los pueblos indígenas y de los grupos
étnicos de América Latina?
Varios son los elementos que presenta este convenio, primero la definición de
pueblos indígenas y tribales; segundo, los diferentes derechos de los pueblos
indígenas en estrecha relación con los derechos humanos, en especial lo
relacionado con el derecho a la participación, la salud, los derechos laborales
entre otros, que han sido muy poco desarrollados.
Como veíamos anteriormente, las relaciones entre los pueblos pueden ser
conflictivas, violentas, creadas por la búsqueda de los recursos que se tienen en
los territorios. Un mecanismo no violento es la negociación, el comercio que ha
ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, existe aún la
imposición de proyectos políticos, sociales y económicos, que promueven el
saqueo, el despojo, la vulneración de derechos. Estas son la actuaciones o
comportamientos que el convenio 169 busca corregir y erradicar, e incluso la
misma organización insta a los Gobiernos a realizar las consultas y fomentar la
participación en las decisiones sobre las políticas que les atañen a los grupos
étnicos, como por ejemplo las políticas sobre minería o finanzas de un país (OIT
2013, pg. 18).
Construir las relaciones interculturales para garantizar los derechos debe ser
considerado una prioridad, pues es en esta relación donde se logra aportar para
que la cultura mestiza reflexione sobre su proyecto histórico, sobre la relación
con los pueblos, sobre la misma protección de la diversidad cultural y ambiental
de los territorios. Revisemos entonces dos conceptos importantes que hacen
parte de la experiencia de vida de los seres humanos en este contexto
específico: el tiempo y el espacio.
Penrose dice que hay una discrepancia entre lo que sentimos en relación al
flujo del tiempo y las teorías del mundo físico (Penrose. R. 1999. Pg. 378). La
física se encarga de indagar sobre fenómenos como el tiempo y el espacio. Ese
conocimiento que tiene la física se hace cada vez más necesario, pues aquello
que pensamos como tiempo y como espacio debe trascender esta lectura de la
geometría analítica de 1619. Y es que estos elementos geométricos son la base
de quienes hacen los ejercicios de planificación institucional y de comprensión
del concepto desarrollo. Imprimiendo sobre la relación entre pueblos y
culturas, la idea que debe existir una progresividad sobre el movimiento, que es
constante, que se acelera si se le imprime cierta fuerza, y que esa idea es una
verdad en la que todos debemos estar de acuerdo.
La idea desarrollada por Einstein tiene que ver con el rompimiento de la idea de
tiempo absoluto, que con la teoría de la relatividad revolucionó las ideas de
tiempo y espacio. “Debemos aceptar que el tiempo no está completamente e
independientemente separado del espacio, sino que se combina con él para
formar un objeto llamado espacio-tiempo” (Hawking 1999, p. 44), teoría que
nos permite salirnos de la idea del plano. Existen también pensamientos
diferentes sobre la relación de la experiencia temporal, presentes en el
desorden que también hace parte de la naturaleza, desorden que se explica con
el concepto de entropía (Penrose 1999, p. 387), donde el tiempo y el espacio
dependen de fenómenos como el desorden manifiesto, el equilibrio de los
sistemas, el calor. Estas ideas no están representadas en la forma de
comprender el mundo que nos rodea y tal vez debemos hacer un esfuerzo
mayor por apropiarlas; aún existe por lo tanto esta discrepancia de la que habla
Penrose donde solo sentimos el tiempo en un flujo continuo de causa y efecto.
Al interior de los Estados existen discusiones internas que reflejan las diferentes
tendencias y las contradicciones de la sociedad mestiza; esto es evidente en
Colombia, en los momentos de formulación de las normatividades y la
jurisprudencia sobre el derecho fundamental a la consulta previa, en cada uno
de los procedimientos de consulta que se desarrollan con las comunidades en
sus territorios.
Para continuar con las trasformaciones que requieren las sociedades y los
Estados, se tienen las herramientas constitucionales, el convenio 169 de la OIT,
la jurisprudencia y la normatividad. Sin embargo, esto no es suficiente. Desde
hace años sabemos que requerimos modelos o ideas que sean desarrollados
por las mismas naciones latinoamericanas; sin embargo, aún el esclavismo
mental hace parte de nuestra realidad.
Es importante por último hablar del parágrafo 2 del artículo 15 del convenio
169 de la OIT, donde nos habla sobre la propiedad de los minerales en el
subsuelo, aclara al final que: “Los pueblos interesados deberán participar
siempre que sea posible en los beneficios que reporten tales actividades y
percibir una indemnización equitativa por cualquier daño que puedan sufrir
como resultado de esas actividades”. En este párrafo vemos que se abre otro
tipo de participación no solo la política, sino la económica. Bajo esta lectura
claramente debe existir una participación justa y equitativa sobre los beneficios
o ganancias económicas que las actividades como la minería desarrollan.
Entiendo que esta idea pueda generar un rechazo, no solamente por parte de
las empresas que poco quieren repartir los recursos obtenidos por sus
explotaciones, sino también por sectores como el ambiental. Desarrollar esa
idea podría ser muy perjudicial ya que podría generarse mayores impactos
ambientales. Sin embargo, como todas las ambigüedades en las que nos
encontramos sumergidos como sociedades, vale la pena pensar que la
participación económica, es justa y por ejemplo podría ser una solución para
pueblos indígenas que han visto la explotación económica durante décadas e
incluso siglos en sus territorios. Una solución que podrá satisfacer, según la
implementación cultural que de ella hagan los pueblos, necesidades como la
escasez de agua, fortalecer procesos como la soberanía alimentaria, el
comercio, entre muchas otras posibilidades.
La participación es entonces una herramienta inexplorada a profundidad en el
convenio 169, una herramienta que es de la mayor trascendencia social, política
y económica, que nos impulsa a proyectar con esperanza, a hilar con cuidado y
a tejer con maestría.
Referencias bibliográficas
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Codhes.
Gruesso Castelblanco, Libia. (2009) El derecho de los pueblos indígenas a la consulta previa. Una guía de
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Comprender el Convenio sobre pueblos indígenas y tribales, 1989 (núm, 169). Ginebra: OIT.
Pensrose, Roger. La nueva mente del emperador. Editorial Grijalbo Mondadori. Barcelona. 1991.
Referencias Normativas
Ley 21 de 1991.
Ley 70 de 1993.
Ley 99 de 1993.
Referencias Jurisprudenciales
** Instituto de Formación Docente Nro. 1, Cutral Có, Neuquén – Universidad Nacional del Comahue,