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A mis amigos, que se reconocerán en estas páginas

1a edición, 2011

DIAGRAMACIÓN
Sonia Velásquez

CORRECCIÓN
Rosa Ortega

IMAGEN DE PORTADA
Nicole Mijares, 2011

© MONTE Á VILA EDITORES LATINOAMERICANA, C.A., 2011


Apartado Postal 1040, Caracas, Venezuela
Telefono: (0212) 485.0444
www.monteavila.gob.ve

Hecho el Depósito de Ley


Depósito Legal N° If500201180025 J4
ISBN 978-980-01-1870-2
Eres una ciudad abandonada en el fondo de mi corazón.
Yo soy un niño que cruza la ciudad solitario
y llorando a medianoche
(... ) No sé leer ni podría leer a través del llanto
el nombre que veo escrito
en uno de tus muros, tal vez sea la palabra que busca
mi desconsuelo, y no lo sé.
AQUlLES NAzoA

Caracas, este es tu timbre de s 110:1. S,


tu sombra de cabra que respira y a Llanto.
WILLlAM :-lUNA

Cada quien frente al otro es una llrunu


Somos muchos en un instant ' np '11 I
Somos muchos a solas/ y n obst IIII~'
el pájaro que gira bajo el calor d ·1di \
huye de las ventanas desde dond
cae nuestra memoria sobre l mun lo,
HESNOR RIVI\HA
1 parte

.,,1·1
Capítulo 1

Búscame entonces tú
en medio de este bosque alucinado,
donde cada crujido es tu lamento
OLGA OROZCO

Por orden del jefe, Leticia tuvo que dejarla crónica sobre la expo-
sición del Museo y volar a cubrir sucesos. Como es nueva en el
periódico la bambolean de una fuente a otra con el pretexto d
que la «están probando», Leticia para allá y Leticia para acá. "1
resultado: un fin de semana aterrador. Lo más triste fue en Sarda.
A José Antonio lo enviaron con ella y tuvieron que recu-
rrir a la moto porque la Unidad estaba ocupada con lo d 1r bo
del Banco Republicano.
Le habían disparado a un muchachito de cator año», I ur •
ce que unos pandillero s, todos conocidos en el barrio; I l' ti
un equipo de béisbol de Los Criollitos. Estaban 11 11 • I I
de Luis Alejandro (la víctima), él y sus compa ro: I 111\ I
cando laestrategia del juego de pelota de mañana o 1111).
Los malandros entraron y dispararon sin ton ni son, y I ('11 11I/
to recibió el tiro en la frente, sólo duro tres horas 11 I ho l' I ,1
donde falleció. Una de sus hermanas está herida d ,'IV'- ti I l.
La casa de los Mijares, muy humilde, e tá 11 na d I llu
del pelotero, lo tenían como «una promesa». II equipo ~ 11111\ I
Los Caimanes, y Luis Alejandro jugaba con cll S d H I 111 I
nía cuatro años. La madre está destrozada, hac unos tl , v 111
un representante de los Indios de Cleveland y R ,1 .' j< n' ti
chamito para prácticas especiales, por su bu .nas x ndl 'ioll
como beisbolista, tú sabes, lo iban a promov '1' y n II 1'1111 I I
sólo se hablaba de e o.
Se ve que en Sarria lo querían porque estaban todos allí, tenían Julieta afina la garganta mientras el chofer la mira a través
anécdotas bonitas sobre el muchacho y lágrimas para regalar. del enorme espejo que tiene sobre el cristal del parabrisas.
El entierro fue muy emotivo, con llantos expresos y llan- El autobús está repleto y la gente ni siquiera conversa entre el
tos aguantados, con gritos y hasta cantos y también con lar- calor y el fastidio."
gos silencios (José Antonio y Leticia se «tiraron todo»). La -Amigos y amigas ---dice Julieta y vuelve a afinar la
señora Tibisay tuvo mucho coraje durante toda la ceremonia. voz-o Yo sé que ustedes están cansados, que la labor de hoy
El féretro lo cargaron los del equipo y había varias muchachi- ha sido agotadora ...
tas entre ellos. Tibisay adelante con una foto enmarcada de su A Julieta la mira la señora del primer puesto «como galli-
hijo con el uniforme de Los Criollitos y sosteniendo el bate. na que mira sal», la muchacha se impacta, casi que tambalea,
A los malandros todos los conocen, y hasta les dicen por pero continúa. "
sus apodos: el Mondongo, el Rainer y otros dos. -Yo formo parte de un grupo de jóvenes estudiantes de
No tiene sentido eso de ir a balear a sus vecinitos, bueno, Filosofia -se le acaba de ocurrir y suena bien- que lee-
ningún asesinato tiene sentido. mos y trabajamos en función de mejorar la calidad de vida
La periodista y el fotógrafo salieron de allí que no valían de las personas que nos rodean --empieza a inspirarse, le
nada, directo a la redacción del Correo de la Tarde, a transcri- parece que cada vez suena mejor-o La agitación de la vida
bir de la grabadora para redactar la página y copiar las fotos que llevamos, día a día, nos hace olvidar con frecuencia
en el laboratorio. cuáles son los grandes conflictos de nuestra esencia como
seres humanos ... el sentido de nuestra existencia, la razón
*** de nuestro paso por este tiempo y este planeta -siente el
-"
resonar de su propia voz y le coge el gusto-. Por lo tanto,
Julieta se sube apresurada al autobús con un tropel de gente, por ¿por qué no detenemos un momento a reflexionar, en esos
elporte y los libros sabemos que hay estudiantes, los obreros de minutos libres, vacíos, como intermedios entre tanta violen-
la construcción muestran sus manos resecas por el cemento y la cia, en la necesidad de la meditación y la serenidad en nues-
acción, hay alguna oficinista uniformada, con la insignia de tras vidas? "/
la compañía en donde pasa el día, hay algún plomero con su gas- El bamboleo del autobús guarda el ritmo de sus palabras,
tado maletín de herramientas, un muchacho distraído lleva con- dos jovencitas con vestimentas azules, a usanza de las lice-
sigo el estuche de un violín, dos maestras con uniformes y ístas, se ríen entre tímidas y coquetas, haciendo equilibrio al
cuadernos en mano no paran de hablar mientras se ubican en los agarrarse del tubo en el techo. Julieta sigue su discurso refi-
asientos posteriores, todos parecen recién salidos del trabajo. riéndose a las cualidades del sándalo en la terapia olfativa,
Son las cinco de la tarde y el sudor logra imprimir formas distin- los aromas y «el equilibrio del cosmos».
tas a la humedad de la ropa adherida a los cuerpos. Atrás se levanta un hombre llevando dos grandes bolsas
Julieta se ha hecho trencitas en el pelo con el mayor de los entre los brazos, con el autobús andando viene hacia la puerta
esmeros, de cada trencita prenden canutillos de madera de delantera empujando a uno y otro sin piedad.
distintos colores, lleva una camisa hindú emitransparente y Julieta ha repartido sus varitas de incienso e intenta reco-
casi se descubren sus pezones rosado re pirando bajo la tela. lectar el resultado de las posibles ventas, alguna gente entrega

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dinero, otros mirando en, cualquier dirección opuesta y de- Julieta aprieta más aún sus varillas de incienso.
mostrando ignorada le devuelven los sobrecitos perfumados. A través de la tela que cubre el rostro, Julieta sólo ve un
Julieta está concentrada en el conteo de los billetes arru- rostro contraído, anónimo.
gados de distintos colores pálidos y el ordenamiento de las El autobús se encarama por una pendiente inesperada, al-
cajas de incienso en su bolso de tela hindú. guno que otro rancho aislado, monte y rocas.
Julieta no ve al hombre que saca la pistola, pero oye los Una señora llora en la parte trasera. Los estudiantes ha-
gritos inesperados de estupefacción. ciendo grupo guardan silencio.
Julieta levanta la cabeza del bolso y el cuadro de la «co- Puede escucharse el traqueteo del autobús.
munidad» es otro. El hombre de las bolsas abultadas ha sacado Julieta voltea tímidamente a mirar al que se ha sentado a
de una de ellas un rifle de cañón corto y apuntaba a la sien al su lado, anónimo con la funda de nailon apretando los rasgos
chofer. Otro individuo atrás, revólver en mano, apunta a los de su cara. Descubre su camisa azul de género barato, las ma-
pasajeros. Ambos se han colocado fundas de nailon en la cara, nos de dedos largos agarrando el revólver con firmeza, y un
con la rapidez del rayo. El de adelante la empuja agarrándola cierto temblor en todo su cuerpo.
por un brazo contra un asiento cercano y ella alcanza a sen- -No me mire, ¿qué me mira?
tarse sin mayores percances, salvo algunas varitas de incienso Julieta vuelve su mirada a la ventanilla.
de sándalo partidas en su bolsita hindú. ' El hombre del rifle de cañón corto se mantiene alIado del
. El autobús ha tornado violentamente otro rumbo, se sale chofer.
de la vía urbana (calle transitada), y entra en la autopista. El partenaire de Julieta se levanta tras un gesto del otro,
Nadie abre la boca salvo los dos asaltantes. saca de su bolsillo un saco de tela y lo desdobla de una sacu-
El joven del fondo agarra la pistola con fuerza entre sus dos dida, se retira al final del autobús y grita a los pasajeros:
manos, parece que tuviera miedo de que el gatillo necesitara de -Pongan aquí lo que tengan.
impulso. Camina entre los puestos apuntando a uno y a otro lado, Dentro del saco caen las carteras, los bolsos, los anill ,
cambiando continuamente de VÍctimase ve sudar con profusión. las cadenas, zarcillos, argollas y hasta algunos libros de text
El otro, aparentemente de más edad (¿cuarenta años?) se de los liceístas, Un jovencito con un estuche de violín se ac r-
muestra más seguro, la experiencia parece revelarse. ea y cuando intenta colocar el instrumento dentro de la bol a
-¡Todos sentados! [El primer pendejo que se mueva, lo el asaltarite lo detiene:
quemo! -¿Estás loco? Eso no.
Nadie chista. El muchacho toma asiento con un suspiro largo.
Julieta aprieta contra su pecho el bolso con las varitas de in- El autobús ha tomado un rumbo por calles absolutamente
cienso de rosa, de sándalo, de jazmín, de naranja, de canela ... desconocidas para la mayoría de los pasajeros, es el Sur de la
El hombre más joven e inseguro de los dos asaltantes, se le ciudad, el desamparo, la ignominia, la indigencia.
sienta alIado. Julieta tiembla. El partenaire de Julieta vuelve a su lado, después de en-
El hombre la mira de reojo, descubre el círculo oscuro que tregar el saco al que comanda y apunta al chofer.
rodea sus enormes ojos castaños. Le mira los pequeños pechos Julieta está mirando los zapatos del asaltante a su lado,
perfectamente redondos, debajo de la blusa. son mocasines con bastante uso, modelo apache, de los pri-
meros que salieron.

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t'

Julieta siente el roce dela pierna del hombre adherida a su El sonido inmediato de una sirena de la policía produce un
pierna, y con ello el calor, una tibieza que le sube inesperada. caos carnavalesca, gritos, carreras y disparos se suceden.
La señora que lloraba al fondo ha ido disminuyendo la in- Julieta, atada fuertemente por la mano de su asaltante es
tensidad de su llanto, una maestra la abraza y consuela. Se arrastrada hacia unos matorrales.
vuelve un sollozo entrecortado. Una sernipenumbra se produce entre los arbustos tupidos, la
El del cañón corto se ha ocupado de que todos guarden si- muchacha sigue a su captor con naturalidad, la respiración es
lencio espectral, la bolsa parece ahora un saco de San Nicolás. dificil y se escucha el intercambio de disparos cada vez con
El asaltante mayor camina hasta el asiento de Julieta y su acom- menor intensidad. La posición de agachados y el rozar de las
pañante, golpea el hombro de éste y le señala el bolsito hindú ramas sobre la espalda termina cuando llegan a un espacio hú-
de Julieta, pero el muchacho parece no interpretar el gesto. El medo de destellos verdes. Yanada se escucha de los otros, están
hombre sin dejar de apuntar a los de atrás con su rifle de cañón solos. La mano de Julieta está dentro de la mano de aquel
corto, agacha un hombro y estira el brazo para arrancar, de la hombre, los cuerpos sobre la tierra húmeda comienzan a en-
cintura de Julieta el talego. El otro lo empuja. Unos segundos trelazarse con suavidad, de repente él la detiene.
de tensión se producen entre los dos. El mayor no insiste. -¿ Tú quieres?
Camina hacia el fondo. -Ujú ... -Julietaasiente y es ella quien ahora toma la
-¡Vieja, deja el lloriqueo! ¿Vas a seguir? iniciativa. Sus labios se internan en los de él, sus manos se in-
, Pega el cañón del arma a la sien de la mujer. troducen entre la ropa para encontrar la piel de ese tórax, la
El muchacho de Julieta se ha levantado y el otro comenta superficie perfecta de sus hombros, el calor de su miembro.
algo al chofer. Hanllegado a un solar al pie del cerro. -Abrázame.
El escenario muestra vegetación espontánea y silvestre, una -Tócame, entra en mí.
choza de techo de palma, un perro famélico moviendo la colita Julieta disfruta de la tibieza de sus piernas, de la humedad
en la puerta del autobús. Los pasajeros empiezan a descender la insaciable de su interior, lo siente moviéndose dentro de ella
escalerilla entre empujones; un tercer personaje, también con y con ello el mundo es esta piel y esta humedad.
capucha de nailon los espera y los apunta. Recuperado el silencio, escuchando solamente sus propios
Organizados en fila india los conducen hacia un desfila- sonidos corporales al levantarse, entre el ramaje, una calma
dero, desde allí pueden contemplar una panorámica incompa- inesperada les invade a ambos y hasta una cierta vergüenza
rable de la ciudad.
extraña, ríen con naturalidad, él le acaricia el rostro y ella lo
Julieta siente la mano del muchacho, quien inesperada-
deja hacer. De repente le pregunta:
mente se ha retirado la funda del rostro; la mano del mucha-
-¿ Cómo te llamas?
cho está en la cadera de Julieta, sube hacia su cintura y la
-Julieta. ¿Y tú?
agarra sin soltar el arma en la otra,
--Camada, dime Conrado.
El chofer, con su impecable camisa azul, tiene un acto de
Caminan hasta una vía transitada, y se despiden sin palabras.
rebelión imprevisto, se voltea y lanza un puñetazo a su verdu-
go, pero en instantes, el que les esperaba en el lugar con la ca-
cha del revólver en su mano le avienta un golpe descomunal, ***
dejándolo tendido sobre el piso.

10 11
Esteban entra a la peluquería Rizos de Oro, en Villa Barroca. mientos del renglón inflacionario, como si sus sentimientos
Tiene el rostro de un monje que acaba de realizar la acción no existieran.
que le asegurará el cielo. El resultado son noches enteras de insomnio, con la ima-
Graciela, desde su lugar y con las manos en alto, enrolla gen de Rigoberto Piedrahita en su memoria, persiguiéndole
en moño una larga cabellera, observa la entrada del mucha- lujuriosa.
cho y cree percibir alguna extraña novedad. Sin hacer caso de Cuando lo ve entrar a la peluquería, una vez al mes, con
su propia curiosidad, continúa la faena sobre la cabeza de la puntualidad los 27 o 28 en el calendario, Esteban se pregunta
señora Uzcátegui. cómo ha comenzado este inmenso deseo oculto y hasta cuándo
Esteban, por su parte, esquivando las miradas y el agite durará su silencio. Su larga meditación sentimental no cuestiona
habitual de la peluquería, se dirige al baño; ya dentro mira su el porqué de tal pasión, hay respuesta posible, entonces recuer-
rostro en el espejo y trata a conciencia de controlar el calor da una frase frecuente de su abuelo: «Los tigres no discuten su
interior que le produce un rubor dificil de disimular, nacido "tigritud", simplemente, saltan ... ».
de la intensidad de su emoción.
Meses atrás ha comenzado este afán. Ha tratado de evadir ***
la situación, de esquivar sus propios sentimientos.
Entre sus clientes más puntuales está Rigoberto Piedrahita, Gustavo invitó a Leticia a un concierto en el Teatro Muni- , ¡
un corredor de seguros de alta jerarquía, quien viene una vez cipal, tenía entradas especiales, se molestó cuando ella dijo
al mes por un servicio completo, desde manicure, pedicure, que no iría, pero el ánimo la trajo de vuelta por el piso des-
limpieza de cutis, champú y corte. pués de lo de Sarría.
Rigoberto resulta un hombre atractivo: corpulento, con ese De paso llegó al apartamento en Los Chaguaramos y no
aire especial que adquieren algunos hombres después de los había agua, las brujas del condominio con cualquier pretexto
cuarenta y combinan una elegancia natural con la serenidad ad- suspenden la bomba, y todos tienen que aguantar como mu-
quirida por la experiencia y el sentido del humor. Tiene además, chachitos de kindergarten. No hay explicaciones para nadie,
la delicadeza adicional de no poner sus manotas en las nalgas sólo recibos a final de mes. «Lo que es la gente sin oficio»,
de Yoselyn y Tatiana, las ayudantes de la peluquería, gesto dice la muchacha con la rabia a flor de piel.
frecuente de la mayoría de los clientes habituales. Su tono al Va hasta la nevera y retira una vianda, en ella guarda el her-
hablar es pausado, con excelente dicción y no grita por el telé- // vido que la madre le ha entregado recién hecho, ayer, lo lleva a
fono, es discreto en sus comentarios y deja propina sin hacer una olla y se prepara para calentar su cena, el hambre apremia.
aspavientos. Esteban está profundamente enamorado de él.
Durante largo tiempo ha ocultado esta pasión. Pero, le re- ***
sulta escabrosamente dificil seguir ejecutando el proceso del
lavado de su cabello (gris y siempre muy corto), expandir el Diógenes revisa los anaqueles de la librería El Hombre
baño de crema con sus manos sobre esa cabeza, con extrema Silvestre, en Villa Barroca, mientras Minerva hace el arqueo
sutileza, concentrado en su acción mientras escucha diálogos de caja. Él reconoce aquí viejos textos profundamente liga-
interminables acerca de la baja del dólar o los últimos movi- dos a sus lecturas universitarias. Roland Barthes, Mitologias

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y su Cámara lúcida; Levi-Strauss con El pensamiento salva-
je; Van Dijk y Las estructuras funcionales del discurso;
Capítulo 2
Harold Bloom y Cómo leer y por qué; Fernando Savater en La
infancia recuperada; Walter Benjamin le trae Paris, capital del Despierto con la madrugada, estrecho fuerte
siglo XX; también Germán Arciniegas con toda su gesta a la mi almohada, recuerdos me acosan, no
América Latina; Marc Civrieux y los estudios de El Hombre puedo dormir una lágrima estallando en mi sábana.
Silvestre; Beatriz Sarlo y La modernidad periférica; Miguel Pa-para-ra-ra pa-para
Bamet y su Fuente viva; Eduardo Galeano y Las venas abier- Me doy de vueltas, y mi cama está vacía me
tas... doy de golpes secos contra la pared el cuarto
Diógenes los saca del anaquel, les quita el polvo, repasa en caos, rota su fotografia una locura invade
algunas líneas, se sienta distraído en la butaca. Minerva cie- a mi ser ¡ooh!
rra las persianas sobre las vitrinas exteriores, recoge su para- MANÁ
guas, voltea a mirar a Diógenes, transportado a otro mundo.
Lo ve con ternura extrema, lo recuerda de sus años de agita-
ción universitaria cuando todavía había abundante cabello en . El profesor Diógenes abre su libro en la página acostumbra-
su cabeza. Le dice: da. Mira los rostros de los estudiantes, la distracción de los
-Vamos, Diógenes, es tarde. estudiantes, las miradas curiosas de los estudiantes y comienza
Él voltea a mirarla, vuelve a tierra. .su disertación.
-Sí, vamos. -Les leo: «Indudablemente la vida se protege a sí misma
Se levanta parsimonioso, ha seleccionado algunos libros que mediante la repetición, la huella, la differánce. Pero hay que te-
llevará a casa, mira por última vez los estantes, apaga las luces. ner cuidado con esa formulación: no hay vida primero presente
Ambos salen. Élbaja la santamaría. Caminan lentamente que a continuación llegase a protegerse, a aplazarse, a reser-
hacia el estacionamiento del centro comercial, donde el cartel varse, en-la differánce. Esta constituye la esencia de la vida».
anuncia en neón: Villa Barroca. Voltea a mirar los rostros de sus alumnos entre el descon-
cierto y el fastidio.
-Como ven hay una razón de encuentro entre Derrida y
Freud, tiene que ver con el origen.
No hay respuesta, el grupo permanece impasible, una ciga-
rra se escucha afuera en los jardines, con su canto monocorde.
--Continuemos: «Hay que evitar que la crítica indispensa-
ble de cierta ingenua relación al significado o al referente, al
sentido o a la cosa, no se fije en una suspensión, hasta una su-
presión pura y simple del sentido y de la referencia».
Conversemos sobre esto, bachilleres.

14 1:')
• I

Sólo descubre señales de fastidio, una joven bosteza abierta- inutilidad de su gestión en el salónde clases. ¿Cuánto más?
mente en la última fila, otras dos cuchichean adelante. Tres mu- ¿Un año? ¿Dos? ¿Lo soportaría? No lo cree posible.
chachos parecen jugar algo en un papel. Diógenes permanece Disentir ha sido su tradición, participar en la polémica, de-
inmóvil algunos segundos. De repente se pone de pie, y ante la fender lo que cree justo, su diferencia ha sido radical. Hoy pre- (
mirada asombrada del grupo, guarda su libro en el maletín y siente que la vida está en otra parte, que quiere el silencio, la (
sale sin despedirse. Un estudiante lo alcanza en la puerta. distancia, la posibilidad de la contemplación sin explicaciones.
(
-Profesor, ¿no dará la clase? Una gaviota vuela cerca del muelle, el sol da tonalidades
-No, bachiller. rojizas a las franjas del horizonte. Dos niños comparten el (
-¿Tenemos la hora libre? atado de pescados recién capturados. Una mujer hermosa ca- (
-Usted verá, bachiller. mina a la orilla del mar y el viento eleva sus faldas dejando a (
Diógenes camina en dirección a su automóvil en e! esta- la vista sus muslos firmes. !, (
cionamiento. No pasará por el Departamento a encontrarse con La brisa marina acaricia con destreza femenina. Las rocas
los colegas ni a escuchar los mismos comentarios de siempre demuestran su permanencia eterna ante el golpe de las olas y la (
acerca de otros colegas. No irá a la biblioteca, ni a las ofici- marea que sube. Un conjunto de penachos formados con las (
nas, ni al Decanato ni a ninguna parte, ni siquiera recogerá hojas de las palmeras se deja cubrir por el inmenso cielo azul, y
t
~u correspondencia. a Diógenes le parece semejante a un sombrero. «El sombrero
(
Enciende el motor y sale de la universidad. Toma la auto- de árboles», piensa, y sonríe de la simpleza de su imagen.
pista, y sin decidirlo está en la vía al Litoral y deja al viento A la caída del atardecer Diógenes se' levanta, no sabe t
soplar contemplando los cerros y presintiendo ese aroma sa- cuántas horas estuvo allí, ¿acaso dos, tres? e
lubre. Diógenes quiere ver el mar. Necesitaba este espacio de encuentro interior. Toma el au-
t
Tiene semanas preguntándose cosas cuyas respuestas no tomóvil y regresa a Caracas.
están escritas en ninguna parte. La proximidad de su jubila- t
ción no hace más que aumentar sus incógnitas. La búsqueda *** t
del sentido apenas comienza. t
Quiere estar solo, necesitaestarlo, la proximidad de Mi- En el baño de la tasca, Rigoberto Piedrahita enrolla/y sube la
4
nerva no le permitiría establecer ese espacio del vacío sin an- :fi.mdaderecha de sus pantalones. La piel llena de vellos, dema-
siedad. Entonces trataría de buscar respuestas para ella, siempre
se ha sabido explicando el mundo para otros, ahora quiere sus
siado blanca, queda al descubierto, igualmente se revelan unos
ligueros absolutamente organizados, los que sostienen sobre la

t
dudas, su propio vacío de respuestas. media fina, una serie de bolsitas plásticas perfectas en su orden ~
Detiene el auto al entrar a La Guaira, busca la Plaza de las lineal, llenas del polvo blanco. t
Palomas y dónde estacionar. Camina entonces hacia el malecón. Piedrahita, con natural desenvoltura escoge una. Del bolsillo
Desde niño se sabe seducido por este horizonte marino. In- interior de su chaqueta extrae un tubo de ensayo. Meticulosa-
i
menso azul, infinito en la luz de su profundidad. Mar y cielo mente traslada el polvo al tubo de cristal. Luego procede, tapan-
como un solo cuerpo ilimitado. Con sencilla lentitud se sien- do un orificio de su nariz, a aspirar el polvo por el otro. Cierra los
ta y respira el agua salada en el aire. Se pregunta acerca de la ojos, aspira. Abre los ojos y se ve en el espejo, largamente.
•·
lt1 17
Con un corcho diminuto tapa el tubo de ensayo y lo guarda en el escolar rodeada de sus compañeras de la escuela en Ginebra, es-
bolsillo de su chaqueta. Tras unos segundos de absoluta quietud . tricta fila, rostros rígidamente iguales. Cecilia en un paseo cam-
Piedrahita sale del baño. . pestre con las monjas del colegio. Cecilia en traje de gala. ,1

Cecilia cumple quince años y participa de una fiesta de sociedad


*** en traje largo (pueden reconocerse en su rostro algunos rasgos de
Graciela). Se perfila alta, delgada, bella.
Graciela sale de la peluquería Rizos de Oro, religiosamente, a Cecilia nunca ha tomado vacaciones con su madre y en
las 8 de la noche, no vale fiesta, evento especial, clienta fiel, pa- once años puede contar con los dedos las visitas de Graciela
ga excelente. Graciela define sus hábitos matemáticamente. (¿cinco, seis?) a Suiza, conversaciones cortas, regalos, la inde-
No hay más que verla al doblar la bata meticulosa y blan- finición de un perfil alimentado de silencios. Pero en cambio,
ca sin tacha. Graciela fuma, aceleradamente o acompasada- todos recuerdan en la peluquería las despedidas de Graciela en
mente, siempre fuma, a veces prende un cigarro sin recordar aquellos días, siempre excitada y nerviosa.
que tiene otro descansando en el cenicero. Revisa los sobres de la correspondencia por encima y entre
Su apartamento es grande, comprado en otra época (una los de su hija encuentra una de las autoridades de la institución
de glamour absoluto) en La Florida. Todo está rigurosamente académica, decide abrirla para comenzar.
limpio allí. Todo tiene un lugar. La monja es meticulosa en describir las aspiraciones de la
. Al llegar se ducha, cambia su ropa, enciende la televisión, joven estudiante, adorna la reflexión con anécdotas y comen-
toma algo de cenar muy ligero, ensalada, una infusión de man- tarios al margen relativos a las aptitudes artísticas de Cecilia,
zanilla. Y se sienta a releer las cartas de su hija. para finalizar recomendando un lugar en Bogotá, una escuela
Cecilia tiene 18 años de los que ha pasado 11 en un inter- de textiles de mucho prestigio, a la cual la muchacha insiste
nado en Suiza. El centro del mundo para Graciela es Cecilia. en trasladarse.
Todas sus ganancias, sus esperanzas, sus suspiros, su pensa- Graciela termina de leer un poco en desconcierto, por un
miento, su emoción, están hipotecadas en función de Cecilia, lado: Bogotá está a la vuelta de la esquina en comparación
es corno si ella misma no hubiera existido jamás. con Ginebra; por otro, teme esa cercanía.
No quiso que creciera a su lado, desde el principio decidió Graciela se levanta y en la cocina sigue rigurosamente las
trazarle un destino con una medida más alta en cuanto a sus instrucciones para preparar una infusión que le ha recomen-
aspiraciones. dado su homeópata, cuando acaba de colocar el agua sobre la
El apartamento está poblado de portarretratos de distintos estufa le viene un acceso de tos, prolongado y sonoro. Gra-
materiales y dimensiones. Cecilia envuelta en pañales a los seis ciela va al baño se acerca al retrete y vomita.
meses, abraza un peluche, Cecilia toma la sopa con su cucha-
rita de plata y sonríe. Cecilia rodeada de sus Barbies a los tres ***
años de edad, luce rizos amarillos, lazos de seda, Cecilia sopla
las velitas de su primer cumpleaños, su segundo cumpleaños, Julieta se ha levantado temprano y viste mejor su atuendo, den-
su tercer cumpleaños, su cuarto cumpleaños, su quinto cum- tro de la gama de vestidos hindúes que forman la generalidad
pleaños, su sexto cumpleaños ... Cecilia en u riguroso uniforme de su vestuario. Una túnica blanca con flores pequeñas, blanco

18 19
(

.(
sobre blanco, el rostro enrnarcado por sus cabellos recogidos y Hierro. Finalmente llega al portón con el número preciso y
(
un bolsito chino en donde lleva la cédula, las llaves del aparta- sube la escalera de granito hasta el segundo piso. Antes de to-
mento (en donde vive con su tía Esperanza), un lápiz y una li- car el timbre se estira el vestido, acomoda su cabello para que
breta, una cartulina rectangular que certifica su salud (emitido no exista dispersión en ellos y pasa la mano por el rostro casi
por el IVSS), una carta de su tía donde dice conocerla, «el sen- revisándolo. Organizados sus nervios pulsa el botón.
cillo en monedas necesario para el transporte público». Abre, a los pocos segundos, Barroso. .
Se dispone a responder a un aviso de prensa: «Se solicita De estatura media, calvo tempranamente, lleva una carm-
empleada para iniciar restaurante de comida vegetariana. sa blanca arremangada, y lentes de montura fina. Sonríe con
Sueldo mínimo con posibilidades de aumento según ganan- gula al ver a la muchacha.
cias. Traer certificado de salud y referencia personal». La invita a sentarse en una oficina de muebles adustos, pa-
La indicación señala una oficina en el centro de la ciudad, sados de moda. Ella accede con timidez..
en la misma Santa Rosalía, la parroquia donde vive Julieta. El trabajo será suyo, y La paz Verde, en el Centro Comer-
(Santa Rosalía de Palermo es la responsable de tal nombre, pe- cial Villa Barroca, su reino. .
ro es difícil que alguien del lugar lo sepa). Acude esperanzada, Barroso aprieta su mano y se permite colocarle el brazo
.con el ánimo que le insufla su tía. Esa mujer le ha prestado su sobre la espalda.
ll1ano,dándole de comer y recibiéndola en el espacio de sus es-
casas posibilidades, las que le proporciona una pensión del
Seguro Social y el apartamento que había adquirido en tiempos
remotos cuando vivía su marido (quien en paz descansa hace
ya más de veinte años) y una cierta domesticidad sin exabrup-
tos conducía su vida.
Julieta ha venido del «Interior», de un pueblo llamado El
baúl, donde embaulados se quedaron sus recuerdos de infancia
y adolescencia, sin que tenga el menor deseo de revisarlos. No
por drama sino por indiferencia y lejanía.
La tía Esperanza, en cambio, sí disfiutaba de sus recuerdos,
ahora despojada de mayores compañías que la de su sobrina, la
conversa con el verdulero de la esquina y la presencia de una
gata juguetona y colorida, para la caricia del día a día.
Esperanza está enferma y sabe con absoluta certeza y se-
renidad que el tiempo es corto y debe dejar sus pocos asuntos
en regla. Lo que no la exaspera, dado que vive la secreta idea de
reencontrarse en «el más allá» con su fallecido Gumersindo.
Julieta ya ha bajado del autobús y camina por las aceras
repletas de transeúntes. Debe ir hasta Las Flores de Puente

20 21
,
Capítulo 3

Viruta de platabanda
Las alas del pectoral,
En la sacristía ya anda,
El espíritu del mal,
Con campanillas desbanda
un tumulto desigual,
el terror ya residual,
ñiera de toda condena,
sigue como un alma en pena
la más triste bacanal.
JOSÉ LEZAMA LIMA

El Animal llega en su camioneta y estaciona abruptamente frente


a la tintorería Universo en el Centro Comercial Villa Barroca.
María lo ve desde el mostrador, tan petrificada como una
momia (no es dificil presentir su propio futuro, dado los ges-
tos del Animal).
Él se baja del vehículo Contorpeza rápida y entra al local, tira
sobre el mostrador una masa de tela roja viscosa y sin que la mu-
jer tuviera tiempo de distinguir el significado de aquello le da una
bofetada que resuena en todo el pasillo del centro comercial.
Julieta, en La Paz Verde, escucha los sonidos de la camio-
neta y todos los movimientos ocurridos en la tintorería, como
si fuera una radionovela para toda la población de Villa
Barroca; Julieta traga grueso, mientras corta las berenjenas
en tajadas y las deja caer dentro del caldero, en el cual salpi-
ca el aceite de girasol en burbujas. Piensa en el Animal y en
María, no acabaría nunca de entender esa necesidad de aque-
l1a de sentir el dolor para mantener la sensación de supervi-
vencia. La imagina debajo del Animal, viviendo con placer
su circunstancia.
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,
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- (
Sale de su meditación con el salto inesperado de unas go- en las últimas semanas una serie de linchamientos; estamos ha-
(
tas de aceite y el ruido de la camioneta con el motor encendido blando de los vecinos pobres de la ciudad quienes han decidido
nuevamente, el Animal frente al volante. tomar justicia por su mano dada la ineficacia de los organismos
Julieta alcanza a ver «el pique» de cauchos en el estacio- de Seguridad del Estado y la Administración de Justicia.Ayer en-
namiento, decide continuar con sus berenjenas cuando las trevistamos para ustedes a dos jueces de Primera Instancia Penal,
campanitas de la puerta retumban. quienes defendieron la labor de los administradores dejusticia.
Julieta baja el fuego a la hornilla y gira sus ojos hacia la Hoy tenemos ante nuestras cámaras a algunos ciudadanos
puerta, pero ya han entrado, con sendos guacales repletos de que viven en el barrio, y se desempeñan en distintas profesio-
lechugas, zanahorias, célery, espinacas y calabacines, los dos .~ nes en la comunidad, para saber su opinión acerca de estos re-
empleados del supermercado, y a paso de cámara leñta a su . cientes linchamientos. ';
lado y en contraste, María, la mujer del Animal, temblando Nos acercamos a la señorita Carmen Aular, maestra de ter-
como una hojita en ventolera y con las lágrimas aflojando la cer grado de la Comunidad Educativa Moral y Luces.
nítida superficie de sus ojos. -¿Usted qué diría acerca de los linchamientos , efectuados
Julieta prepara el ánimo para la escena a continuación. en el barrio? "
Los mozalbete s sin hablar, con certero golpe, ponen fren- -Eso es violar el Estado de Derecho y puede traer un
.te a sus ojos la factura del pedido. Julieta va hasta la vieja má- caos, pero refleja la quiebra del sistema judicial, hay mucha
quina registradora y de vez en cuando hace señas disimuladas corrupción, nadie cree en nada, ni los niños. .
a María para que espere, sin arrancar en llanto destemplado -¿){ conoce al señor Hendry José?
delante de aquellos. La maestra adopta de repente una actitud de desconfianza
Al fin solas, y previamente apagada la llama de las beren- hacia la periodista.
jenas, Julieta abraza a María y la deja llorar unos instantes so- -No sé de quién me habla, señorita, le agradezco me deje
bre su hombro. No hay nada que preguntar, el ojo derecho tranquila, los niños me esperan en la escuela.
amoratado habla por sí solo. Sale despavorida abandonando, con la palabra en la boca,
---¿){ el Animal? a Leticia.
---Fue al banco. --Gracias por su declaración. Entrevistemos ahora al se-
---¿Comerás con él? ñor Pablo Garmendia, quien se desempeña como enfermero en
María contesta negativamente con un movimiento de cabeza. el Hospital General.
-¿U sted qué opina de lo ocurrido las últimas semanas?
*** -La vida se respeta, sólo la quita Dios, nuestro deber es ayu-
damos unos a otros, no podemos serjueces, eso es muy dificil.
Leticia Molina ajusta el micrófono y hace señas a José Antonio, -Señor Garmendia, y usted ¿vive aquí en el barrio?
su compañero de la cámara, está lista para la transmisión. -Así es, y trabajo en aquella medicatura -el hombre señala
«Muy buenos días, estamos con nuestras cámaras transmi- lID Jugar,una fachada hacia la cual José Antonio dirige la cámara.
tiendo desde el barrio Rompezaragüey de la zona sur de la -¡,Y qu tipo de casos atiende con más frecuencia en ese
ciudad de Caracas, en este lugar se han venido produciendo lugnr?

?.1
f -

-Niña, de todo. Heridos de bala, con armas blancas, lo El Animal y Piedrahita son sus más conocidos acompa-
que usted busque. , ñantes. Generalmente, al encontrarse suben al jeep, luego de
-¿Y qué opina de los recientes linchamientos? " .unos treinta minutos de charla misteriosa se bajan y entran a
-Yo prefiero no opinar nada, señorita, uno vive aquí, como la tasca. Iniciada la oscuridad de la noche salen, cada uno por
usted comprenderá ... su vía.
-Señor Garmendia, se comenta en la zona que quien di- , Pero el Holandés recibe otras visitas. Pareciera que el jeep
rige las operaciones es un joven a quien apodan Hendry José, fuera su casa de reunión. ¿Dónde vivirá el Holandés? Comen-
¿qué ha escuchado usted al respecto? zaron a decir1easí porque en una ocasión en que «arrancaba» la
-Nada, señorita, no sé de quién me habla, discúlpeme. máquina sin encontrarse con sus asiduos acompañantes, estos
-Muchas gracias, señor Garmendia. llegaron corriendo y lo llamaron de ese modo. Pero a nadie le
Leticia se separa del entrevistado e intenta caminar por la consta que el Holandés sea holandés de veras. Nórdico será,
calle en la que se encuentran. con ese color de piel, y esas pecas, y ese cabello pelirrojo.
-Vamos por aquí, entrevistemos a un ama de casa de la Pero, aparte de su nacionalidad, hay más curiosidad y más
localidad. intriga por 10 que el Holandés hace con sus «visitas» dentro
Buenas días, señora, ¿cuál es su nombre? del jeep. «Vaya usted a saber. .. ».
-Maricsa Itriago.
-y usted, ¿qué piensa de lo ocurrido, señora Itriago? ***
-Bueno, en los 1inchamientos que se han hecho la comuni-
dad ha identificado muy bien a los delincuentes, con muchos María se atreve a responder al Animal; con calma y mesura le
testigos, y siempre ha sido gente con expediente policial, con va- dice:
rias entradas, si continúan haciendo mal, ¿por qué están afuera? -Tú quieres que la tintorería rinda más, pero yo no puedo
-Estos han sido testimonios de ciudadanos que habitan con todo, hay cosas que necesitan fuerza fisica, y ya yo no
en el barrio Rompezaragüey, en el cual se han venido reali- i puedo.
zando una serie de linchamientos a delincuentes, sin que la f -¿y qué quieres que haga? Afloja -responde el Animal
policía pueda esclarecer con precisión las circunstancias en con reticencia.
que se producen y los posibles culpables. Ha narrado para us- -Podemos contratar un ayudante.
tedes Leticia Molina, La Noticia. -¿y por qué no una ayudanta? -le dice él, agarrándole
la nariz y moviéndosela en señal de burla.
*** María se sacude la mano y seria siempre, le contesta:
-Porque un hombre tiene más fuerza y ayudaría con más
Todas las mañanas, religio amentc, llega el Holandés con su eficiencia en cosas que me cuesta mucho hacer.
jeep al estacionamiento de atrás de Villa Barroca, el centro El Animal se torna serio y la mira silencioso. Ella remata:
comercial. Se in tala ant la pu rta de la tasca china. Es flaco, --Ganarías más.
de miembro lar o , 11 no d p '15, on un largo mechón -' Puede ser ... puede ser.
sobre la frente, ap nas abre lo bo 11 ni lino vez.

?f. ')7
*** Capítulo 4
«Las formas del sonido o de la música sólo se hacen visibles
en el pentagrama. En ello pensamos cuando creemos legíti- Hay quienes van al amor
mo el derecho de cualquier ciudadano a defender su derecho Como caballeros de la Edad Media
a la vida. Derecho que debería ser válido para quienes día a Recubren sus cuerpos con sólidos metales
día transitan por esta ciudad como ciudadanos comunes, bus- y enfilan sus aceros hacia la más cruenta de las batallas
cando el pan, enfrentando su cotidianidad y recibiendo la in-
formación con el único rol de receptores. Hay también
Los que vamos con el torso desnudo
La posibilidad de habla de ese ciudadano se está convir-
Sin más armadura
tiendo en un privilegio.
Quelas viejas heridas.
Es elemental, por ejemplo, que el derecho a la escritura y a
la lectura siga siendo imposible para un porcentaje de nuestra
población. Un 12% no sabe ni siquiera lo elemental: leer y es-
cribir. El fin de siglo ha señalando el derecho al habla, a ser
GONZALO

!
FRAGUI
••
.oído, a tener voz, como un privilegio de minorías. Para muestra Leticia acaba de llegar a la redacción, coloca sobre su escritorio
basta un botón. el bolso, la grabadora, la libreta de notas y descubre un sobre
¿Algún ciudadano de los barrios en que se realizan los lin- sin remitente que la espera. Al abrirlo, encuentra \IDapágina, en
charnientos podría, anónimamente, hacemos llegar informa- letra de imprenta, firmada por Hendry José Blanco.
ción, alguna clave que nos explique la posición de esa mayoría «Gracias, Leticia, por tratar de ser objetiva en sus reportajes.
silenciosa?» . Se habla de que tomamos justicia por nuestra mano, sin respe-
Leticia Molina, diario Correo de la Tarde. tar las Leyes. Y pregunto: ¿Cuáles leyes? ¿De qué sirve lajusti-
cia en el papel si está desconectada de lo real? Improvisamos
soluciones, es cierto. Sólo así sobrevivimos. ¿Qué otra cosa
podríamos hacer?». Hendry José Blanco.

***
La paz Verde está repleta, en las mesas: platos, vasos yorna-
mentos presentan una composición de color inusitada entre
las frutas, verduras y las vestimentas de los comensales.
Julieta suda llevando en ambas manos enormes bandejas
de platos con berenjena al gratén, berenjena frita, berenjena
rellena, con contornos de puré de papas y arroz, ensaladas de
pepino con yogurt, berro con ajo y aceite de oliva. Hoyes

2R 29
miércoles, día de berenjena, y en la puerta misma de La Paz La imagen delgadísima de María contrasta a través de los
Verde luce una pancarta con el poema de Erica Jong: espejos con la de un grupo de voluminosas señoras en amena
plática en una de las mesas cercanas.
Había una vez en la costa de Turquía Yoselyn y Tatiana comen sus cremas de auyama sentadas
una mujer que conocía 99 recetas para cocinar berenjenas. con Barroso, producen cuchicheos por lo bajo y parecen bur-
Podía cortarla tan fina como papel. larse de quien entra y sale del restaurante, de vez en cuando
Podía escribir en ellas poemas y luego rebozarlas y freírlas. se revientan en sonoras carcajadas.
Podía secarla y hervirla. Julieta se acerca a María cargando una enorme bandeja de
Hasta podía envolver las semillas vasos con un líquido rosado.
en papel de cigarrillo con sabor a plátano -María, acércate a la tasca del Chino y pídele que me re-
y ofrecerle a su esposo un «viaje» de berenjena. gale un poquito de jengibre.
Pero él no estaba conforme. María diligente, se limpia la comisura de los labios con la
Fue a ver a su suegro y le pidió que le devolviera la dote. servilleta de papel y se apresura, saliendo del restaurante.
Dijo que había sido engañado. Al atravesar el pasillo del centro comercial tropieza con
Esteban. El muchacho, con una mano en el bolsillo, y fumando
Quería que le entregaran dos cabras, doce gallinas a medias un cigarrillo, la ignora totalmente.
y un camello, como reparación. María en cambio, le dedica una mirada de ternura como si
Su mujer lloró y lloró. con sus ojos pudiera tocar su cuerpo palmo a palmo.
Su padre se enfureció. Esteban tiene un aire de atormentado a lo Jarnes Dean, con su
bluejean desteñido y la camisa arremangada hasta los codos, su
Al día siguiente ella dio a luz una berenjena. mirada triste y la figura sombría nada tienen que ver en aparien-
Era prematura y verde
cia con el colorido y la conducta cotidiana en la peluquería de
y ella tuvo que sentarse encima durante días Graciela. Está nervioso, es la hora en que Piedrahita suele apare-
antes de que estuviera lista. cer por el Iocal y sin embargo no hay pistas de su llegada.
Ésta es mi centésima receta de berenjena, gritó. I María, distraída por la contemplación a Esteban, de pronto
j Supongo que estarás contento! t recuerda su encomienda a la tasca y dirige sus pasos hacia allá
(Gracias aAlá, la berenjena era varón.) un tanto turbada, de-vez en cuando voltea con el secreto deseo
de que Esteban haga lo mismo, pero él está demasiado ocupado
La música de fondo forma parte de la colección de música con su idea sentimental para notar la sola existencia de la joven.
antiestrés.
t,- María entra a la tasca china y la melodía de un pasodoble
María come sentada en la cocina, desde allí observa 'las retumbante la desconcierta. En la penumbra apenas puede
entradas y salidas de Julieta y sus asistentes con las bandejas, distinguir el contorno de la barra, se guía por él para llegar a
y desde la puerta abierta observa a los comensales en sus me- la puerta de la cocina. Entra.
sas. Ha llenado una fuente enorme de lechugas y berro con Afuera, en la semi penumbra, en un extremo de la barra,
aceite de oliva, Julieta le ha dicho que eso es «hierro» y nece- Piedrahita deja oír su risa grave entre los tonos agudos de una
sita estar fuerte para soportar las embe tidas del Animal. figura femenina.

30 31
t
t

María en la cocina es nuevamente sorprendida por la hu- -Tome jengibre, María. Y vaya a Julieta, cierre ventana

.t
mareda espesa y los olores de los calderos, busca con dificul- que la van a descubrir -le dice Chaun. t
tad la figura de Chaun, el cocinero, amigo de Julieta, lo
descubre con su gorro blanco impecable contrastando con el
entorno turbio.
María, como autómata, agarra la raíz de jengibre de ma-
nos del chino y retira su cara de la ventanilla, él la cierra.
En medio del humo de la cocina, que como una neblina va

Hipnotizada por el ambiente, María no parece distinguir haciendo invisibles todas las cosas, María sale empujada por
t
aún con nitidez. Chaun la ve. Chaun, no se detiene demasiado en el lugar mismo de los he-
-María, ¿quiere arroz chino? chos, atraviesa la puerta y se ve en el pasillo del centro comercial,
-No, no, Chaun, ya comí, sólo quiero un poquito de jen- aún como un robot, y se dirige al depósito de basura.
gibre para Julieta. . Escondida entre guacales repletos de desperdicios de ver-
-Ah,jengibre, siempre lo acaba la señorita Julieta para pe- duras descompuestas y hojas marchitas de.lechugas y espina-
dirle a Chaun ~l cocinero deja el cucharón con el cual revol- cas, María da rienda suelta a su aflicción.
vía la mezcla del caldero y va hacia un estante grande repleto
de frascos de distintos tamaños y contenidos de colores, toma ***
una lata y la destapa extrayendo una raíz de jengibre, pero de
repente, como si se acordara de algo le señala a María sin usar Leticia ha venido a visitar a su bisabuela Eva. Amaneció esta
'palabras una ventanita de madera en la pared. mañana con deseos de verla, tomó el automóvil y se dispuso
La muchacha no parece entender inicialmente pero en- a llegar en cuarenta y cinco minutos de travesía, Eva vive en
cuentra el recuadro y se acerca, vuelve a mirar a Chaun, este Prado de María.
asiente y ella abre la ventanilla. Como siempre, Leticia fue muy bien recibida; en la puerta,
Como a través de una pequeña pantalla de televisión des- y vestida con pulcritud y coquetería, Eva se sostiene en un del-
cubre la penumbra rojiza de la tasca. Se asoma como si mira- gado bastón de puño, camina con elegancia y mantiene la es-
ra a través del misterioso visor de un telescopio; pasados unos beltez dé su juventud, su gestualidad sigue siendo teatral como
segundos sus ojos se adaptan a la oscuridad. la de una bailarina, Leticia la recuerda así de toda la vida. La
En la barra hay varias parejas, algunas también bailan, los bisnieta abraza a la bisabuela con ternura y cuidado extras, le
cuerpos son dificiles de separar en la penumbra, están tan en- parece que puede maltratarla si la aprieta demasiado, la siente
trelazados unos a otros que se convierten en bultos sin líneas como una muñeca aromatizada en dulces esencias.
de separación. El humo de los cigarrillos también contribuye Eva está entusiasmada por esta visita, no cesa de hablar,
a la atmósfera turbia, espesa. quiere que vean juntas la película del Indio Femández que tan-
Ahora María descubre la figura del Animal entre los otros. to le gusta, Enamorada; a la bisabuela le fascinan las escenas
El cuerpo del Animal abrazado a una mujer. Es una mujer que muestran a una María Félix hermosa y contenida, Eva ve
gruesa, de nalgas voluminosas. Dos cuerpos sudorosos que se esta película una y otra vez, Leticia piensa que algún significa-
abrazan y bailan siguiendo torpemente las notas del pasodoble. do deberá tener en relación con la propia historia de ella y el bi-
María paralizada escudriña los detalles de la enorme masa sabuelo. La ve del mismo modo que escucha los boleros de
de carne y ropa bajo la iluminación roja del lugar. Agustín Lara y Lucho Gatica, la pared principal del salón está

32 11
cubierta de estantes con los discos de acetato de los cuales Eva ceso el general Reyes descubre a Beatriz Peñafiel (María
no puede desprenderse. ,Pélix), la muchacha rica e indomable (así como la «fierecilla
Leticia recuerda una vez más que su primer nombre es domada» de Shakespeare).
Eva, Eva Leticia, precisamente por esta mujer, y ella es la El proceso será el mismo porque aquella que lo despreció
única que lo usa para llamarla así, nombrarla, orgullosa de termina postrada tras el revolucionario, amándole «hasta estar
que la bisnieta le haga este homenaje. dispuesta a abandonar a los suyos». .
Leticia abraza a su bisabuela continuamente, cuando hacen -Ahora verás cómo María Beatriz, a punto de firmar el
el obligado paseo por la casa. Van de una habitación a otra, ya acta de matrimonio con su prometido, lo abandona para se-
sea para regar alguna planta en las jardineras y macetas, revisar guir a las tropas zapatistas --dice Eva emocionada.
las fotos de la familia en los portarretratos, o para levantar las y la escena más importante para las dos Evas (la bisabuela
tapas de las ollas sobre las hornillas, mientras se cuentari deta- y la bisnieta) es la de María Félix (alias Beatriz) caminando
lles divertidos de la historia de la familia. detrás del caballo de Pedro (alias José Juan), y la panorámica
La anciana suele recitar un poema aLeticia, es un poema de siguiente en la cual se ven muchas otras mujeres a pie, al lado
amor escrito por María Calcaño, poeta de otras tierras: «Su de los caballos de sus hombres.
amisa es de tela/ corriente/ pero cuando se acerca/es como una Las escenas de desprecio de María por Pedro eran vistas
llama/ que se abraza a mi cuello», Eva hace una pausa y conti- infinitamente por estas dos mujeres, conmovidas ante lo des-
núa con el próximo verso: «Porque me olvido de todo/No sé si valido que resultaba el general ante el desdén de la muchacha
grito de amor/ o es el trance de la quemadura/que mi sangre quien llega hasta abofetearlo.
mantiene/ como una flor de llama ... ». Leticia observa suspirar a su bisabuela y al abrazarla con-
Leticia piensa en la viudez de Eva a sus ochenta años, cluye que la mínima distancia que ella misma puede guardar,
quince o veinte sin la presencia de Manuel, el bisabuelo, y sin cuando observa la fotografía de la película y las actuaciones
embargo lo tiene tan cerca, tan de aquí mismo. melodramáticas de este «clásico» del cine mexicano, no exis-
Vuelven a la película del Indio Femández. te para la Eva mayor, quien deja correr las lágrimas por sus
Sentadas muy juntas en el sofá, contemplan sin pestañear mejillas y sonríe embelesada.
las escenas. Llega la hora en que deben despedirse, Leticia.ha hecho
-Los ojos de Pedro Annendáriz, bueno, el general José un alto para venir -a ver a Eva, pero sus obligaciones en la
Juan Reyes, son siempre tan seductores --dice Leticia. emisora y el periódico la obligan a correr los cuarenta y cinco
-Ay, mijita, es ese brillo tan espléndido. minutos de vuelta. Abraza a la bisabuela reteniendo su aroma
-Creo que no se vería así, o tan así, si no fuera por la fo- y sus palabras, para siempre. Corre a tomar el volante, ya está
tografía de Gabriel Figueroa -insiste la nieta para molestar bueno de tanto amor, tanto romance.
a la abuelita.
Las dos se emocionan mucho y hasta gritan cuando vie- ***
nen las escenas en que las tropas zapatistas del general José
Juan Reyes (Pedro Armendáriz) toman el pueblo de Cholula, Esteban ha entrado tres veces a la peluquería y vuelto a salir
se ve cuando confiscan los bienes de los ricos, y en ese pro- con la mirada sorprendida de Graciela encima. Su extrañeza

34 35
por la impuntualidad de Piedrahita lo lleva a un estado de zo-
zobra particular; ha fumado ya media caja de cigarrillos, y en
la necesidad de distraerse y buscar justificativos se encuentra
La entrada al lugar en la oscuridad, le produce un estado de
somnolencia que le gusta. Se sienta a la barra y al preguntárse-
le que desea, se le ocurre a la manera de Humphrey Bogart, en
- .
con Rocco, el astrólogo, quien suele atender a los clientes en el rol de Sam Spade, hacerse el «duro» ante el dolor, pide
el pasillo del centro comercial, cómodamente, frente a su un Destornillador, una ginebra puede ser buena para entrar en

••
computadora. Esteban piensa que algún detalle de su predic- la neblina permanente. Con el vaso entre las manos comienza
ción astrológica falla, a lo mejor tiene que ver con inclinacio- a aclarársele la escena oscura.
nes personales, su propia carta. Esteban propone a Rocco que Apenas prueba el trago y relee el texto de su predicción as-
le imprima sus predicciones específicas para hoy.
Rocco le recuerda que le debe dinero y llegan a un pacto
de caballeros, cambiando sus servicios por dos lavados de ca-
tral: «se descompone la brújula ... los amantes se apuñalan»,
¿Qué significará? Saca la cartera del bolsillo, coloca un billete
sobre la mesa (demasiado para lo frugal de sueconomia) y sale.

4
beza con enjuague especial para cabello seco, un corte de pelo, Ahora su cuerpo está más acalorado que de costumbre con
y una jornada de manicure. la ginebra dentro, decide dar una vuelta por los jardines, baja la
Rocco se instala frente a la computadora en el pasillo, frente escalera eléctrica y al buscar entre la vegetación cuidadosa-
a El Hombre Silvestre, la librería de Diógenes y Minerva, los mente organizada en las jardineras una banca para sentarse,
profesores. mira al estacionamiento y descubre el carro de Piedrahita, Algo
, Esteban no puede estar más ansioso, y no lo disimula le salta en el estómago parecido a un susto. Se acerca porque le
mientras Rocco escribe en el teclado sus datos de nacimiento. parece que el hombre está en el puesto del chofer, y en la medi-
-28 de agosto, diez de la noche. Signo Virgo. da en que sus pasos acortan la distancia, descubre a Piedrahita
Predicciones para el día de hoy:
«El amor, como el fuego, no puede subsistir sin un movi-
miento continuo y deja de vivir si hay que esperar o temer.
abrazado a un cuerpo femenino. Siente que su temperatura au-
menta aceleradamente. Cambia de dirección para observar des-
de atrás en panorámica, y el desconcierto lo detiene. La mujer
••
Venus, la carne está en caída en Virgo. De aquí la necesi- besa los detalles del pabellón de la oreja de Rigoberto, él besa
dad de fijar, de precisar, la pasión es siempre el viento furio- su cuello mientras su gruesa mano aprieta las tetas de la pareja,
so que descompone la brújula ... sobre el mar hosco y lleno hombre y mujer están concentrados en un abrazo que les borra
donde los amantes se apuñalan. toda circunstancia exterior.
La mente está dirigida al plano de la sexualidad. Usted tiene Esteban tiene asco de la visión y corre fuera del lugar.
~ temperamento instintivo como para detectar donde está el pe-
hgro. Haga un esfuerzo por no dejarse atrapar por la melancolía, ***
actúe, rebélese ante una circunstancia que no le conviene, es me-
jor ser un virgo subversivo que un virgo depresivo». Graciela pregunta a Yoselyn y Tatiana por Esteban, ellas con-
Rocco imprime la página y la entrega a Esteban, quien ya testan con indiferencia que no lo han visto. Graciela acaba de
ha vivido el desconcierto de leerla en la pantalla. Da las gra- terminar unas mechitas con corte, cierra la caja y le pide a José
cias al amigo y decide tomarse un trago en la tasca china. que se encargue. Sale, está definitivamente preocupada por el
muchacho, pregunta en la floristería, en la librería, a varios de

36 37
los conocidos en Villa Barroca y nadie lo ha visto. Revisa el Capítulo 5
puesto de periódicos, la farmacia ... nada. , I

Regresa a la peluquería y fuma un cigarrillo escuchando a


medias la historia que José le cuenta acerca del fin de semana Como quisierapoder vivir sin aire
• con su madre.
Olvida el asunto de Esteban. Regresa a sus tareas habitua-
Como quisierapoder vivir sin ti
Como pudieraun pez nadar sin agua
les, hay que maquillar a una novia. Me estoyahogando
sin tu amor

I
:

Ahora son las siete de la noche, la clientela ha bajado y José


ha decidido pasar llave a la puerta hasta la salida de la última
de las peinadas o acicaladas. Toca con sus nudillos el profe-
sor Diógenes. Graciela abre.
-Su esposa no ha venido hoy, profesor.
-No, no es por ella que la molesto. Por favor, acompáñeme.
Graciela extrañada se retira la bata de trabajo y sale con el
profesor. Mientras caminan el pasillo del centro comercial,
Diógenes, muy pausado y con serenidad intenta explicar a
Graciela de qué se trata, ella alcanza a entender que Esteban
está a punto de ser trasladado a la comandancia de policía
cercana por haber reventado el parabrisas de un automóvil en
el estacionamiento. El profesor Diógenes, quien presenció la
situación en el momento de la llegada de la patrulla; y quien
conoce a Esteban por su trabajo en la peluquería, intervino
para que el asunto no pasara a mayores. Acababan de espo-
sarlo y si establecían un compromiso pagando los daños po-
siblemente podían impedir su encarcelamiento.
'11 Graciela sorprendida enfrenta la imagen de Esteban to-
1\ talmente borracho sentado en el automóvil de la policía.
Acompañada de Diógenes, intenta hablar a los funcionarios.
'\
Piedrahita está frente a ellos, con aire preocupado saca un pa-
ñuelo del bolsillo y seca el sudor de su frente.

38 39
Graciela le propone un acuerdo, ella pagará los daños. -Sin embargo pregunte, ahora el curioso soy yo.
~omprenda, él es un muchacho solo, y nunca había he- -Bien, quería saber que han averiguado sobre los robos
cho algo parecido, tan pacífico siempre ... en los supermercados. Los asaltantes capturan a la persona en
Finalmente Rigoberto Piedrahita accede. La policía insiste su automóvil, lo vendan, toman el lugar del chofer, lo trasla-
en llevarse al muchacho por una noche. dan a un lugar, toman las bolsas con los víveres, y de nuevo
-Necesita una leccioncita, dice el funcionario. dejan a la víctima en perfectas condiciones a la salida del su-
Graciela ruega, Diógenes ayuda. permercado. Sólo roban alimentos.
Piedrahita sale conforme con su cheque, se va. --Correcto, correctísimo.
Graciela debe «mojar la mano» al funcionario. -Varían la localización de los supermercados de polo a
Finalmente sacan a Esteban de la patrulla, le quitan las es- polo de la ciudad, de uno a otro asalto.
posas. Graciela y Diógenes lo ayudan a caminar, EstebanJlora -Sí, pero ya descubrimos la línea de juego. Hay unas
con la borrachera, balbucea cosas incomprensibles, se acerca
al oído de Graciela y le murmura:
-¡Desde hoy le hago la cruz a Rigoberto!
coordenadas constantes, es matemática la sélección, vea este
mapa de la ciudad.
Casanova lleva a Leticia a la cartelera con el plano, en el

cual pueden contemplarse una serie de indicaciones en rojo,
*** las que señalan unas líneas paralelas y simétricás.
-¿Ve usted?, esa es la línea de acción. Quien define la es-
Leticia visita en su despacho al inspector Alfredo Casanova, trategia es preciso en su camino. El Este: Altamira, Prados
ha quedado curiosa con la audacia de ese Hendry José de cu- del Este, El Llanito ...
yo expediente ha tenido conocimiento, por gentileza del mismo -Ustedes tienen entonces muchas posibilidades de atra-
inspector y quiere saber más. parlos.
Casanova la recibe en su despacho de la División contra -' Sí, evidentemente -el funcionario aclara la voz, con
Homicidios. vanidad-o . Como ve, no perdemos tiempo.
-¿Cómo le va Comisario? -¿Tiene nombres?
-Señorita Molina, ¿qué la trae por aquí?, entre tanto es- -Sospechosos, quiere decir.
critorio sucio y tanto desafuero. -Sí.
-U sted siempre con sus ironías, Casanova. -Sí, pero no estoy autorizado para darles publicidad, co-
-Pero siéntese, señorita Molina, está en su casa. mo comprenderá todo el trabajo se perdería.
-Ojalá no -ambos ríen la ocurrencia. Leticia decide ir Leticia toma un respiro y vuelve a la embestida.
al grano -comisario, lo que quiero preguntarle es confiden- --Comprendo. Otra cosa, comisario, los linchamientos en
cial, considérelo un acto de curiosidad personal. el barrio Rompezaragüey, ¿han logrado detectar que son co-
-Los periodistas no tienen vida personal, igual que noso- mandados por Hendry? ¿Cómo se producen? Los linchados
tros, todo lo que averiguan, tarde o temprano va a los medios. todos tienen abultadísimos expedientes, pero ¿hay alguna cosa
-Está equivocado en eso Casanova, pero no seré yo quien que los conecte a unos con otros?
lo convenza de lo contrario.

40 41
-Demasiadas preguntas a la vez, Leticia. ¿Por qué le preo- Esta noche tienen previsto ir al cine, anuncian la reposi-
cupa tanto ese asunto? ción de una cinta de Tornatore que no se perderían por nada
-Porque la gente del barrio se muestra desconfiada, y del mundo.
hay poca información. Presiento que hay... algo, parecen Desde otra mesa Barroso recibe los mimos de Julieta (con-
proteger esas acciones. tratada para atender casi todo, y con pocos meses aprendiendo
-Podría ser --contesta Casanova pensativo. los gestos de su ejercicio). La muchacha se sabe su empleada,
Leticia se levanta, se despide, cuando da la vuelta se regresa. se acerca diligente a su mesa dedicándole sonrisas inesperadas
-Una última cosa, Casanova, ese individuo, Hendry José y continuas y corona con una enorme ensalada de frutas, ador-
Blanco, ¿tienen alguna fotografia de su imagen, sus disfraces? nada con ciruelas y granola, servida en vajilla de gres.
asanova cambia de actitud, abandona la ironía y mira Un grupo de señoras de pesos variados, envueltas en mo-
'11 riedad a la periodista. nos elásticos , conversan con entusiasmo mientras consumen
.

¿P r qué insiste, Leticia? No, no tengo, y si la tuviera ensaladas de frutas e infusiones de hierbas.
no A la daría. -Yo les recomiendo estas pastillas, dudaba en tomadas
Toma la mano de Leticia. hasta que el dermatólogo me dijo que eran totalmente natura-
Por su propia protección, no debe inmiscuirse más. les. Dos tabletas diarias por tres meses y ves los resultados, la
L 'ti ia suavemente retira su mano de la de Casanova. piel cambia desde adentro.
La uriosidad, comisario, la curiosidad. -A mí me parece más rápido lo de las inyecciones de
-La curiosidad mata al gato --contesta el comisario cordero. Unos pinchacitos y te quitas veinte años.
onreído. -Pero, ¿no es doloroso?
Leticia saluda con la cabeza y se despide con cortesía, sa- Desde otro ángulo, cinco fornidos jóvenes, con camisetas
liendo apresurada. holgadas, shorts de seda, cintos en la frente y calzado depor-
tivo, recién llegados de la última jornada de trote discuten
*** distintas opiniones sobre el calzado.
-Mira, son livianos y resistentes, mi tía me trajo estos los
La paz Verde resplandece, es hora de comer y están los troto- GT de Rugged de Miami, agarran bien el tobillo y hasta para
nes del Parque del Este. caminar sobre piedras son ¡Yeeees!
Todos lucen espléndidos, forrados en sus monos de frane- -Yo prefiero mis Le Coq Sportif, tienen paneles de ven-
la, enseñando las partes, con Addidas en los pies, el cabello tilación en las cañas y en la lengua, con boJitas de Shockten,
recogido con bandas elásticas de colores. Las gotas de sudor un elemento descubierto en las investigaciones espaciales,
disimuladas debajo. una nota de amortiguación.
En medio de la inusitada algarabía, el profesor Diógenes -Nada como los Pro Kennex, son los mejores, muy esta-
intenta leer algunos titulares de prensa mientras toma un vaso bles y te sujetan dándote más facilidades para maniobrar.
de yogurt descremado y Minerva le comenta los nuevos catá- En otra mesa, Leticia hojea la prensa, toma un jugo de pe-
logos editoriales llegados a la librería. pino, y habla con Gustavo y José Antonio.

42
-Apura, José, tenemos que volar. -Ay, Gustavo, tus discursitos Ytus partituras, déjame tran-
-¿Qué pasa? -pregunta el fotógrafo. quila. Además, qué raro, ¿y ahora estás leyendo periódico?
-Nos toca, de nuevo, cubrir lo de los robos a la salida de Leticia con esta última frase, dicha con ironía, se levanta
los mercados, hay unas señoras que quieren declarar. Tene- de la silla y agarra libreta y bolso, dispuesta a retirarse.
mos quince minutos, termina allí. -Vamos, José Antonio, se hace tarde.
-Leticia, por cierto --dice Gustavo, tomando una actitud --Chao, nos vemos más tarde --.:.dice José Antonio, sin
de distancia estudiada- creo que te arriesgaste mucho con lo de abandonar su empanada de espinaca.
los linchamientos. -¡Epa!, ¿vas al periódico o a la emisora? -alcanza a gri-
-¿Las entrevistas a los jueces? tarles Gustavo cuando los ve acelerar el paso.
-Sí, y tus comentarios sobre ellos. Parecías ser tú quien -Voy a la calle, por más entrevistas.
criticaba las fallas del sistema judicial; no te involucres ." -¡Cuídate, loquita! ~
-Es que era yo la que criticaba el sistema judicial-con- Gustavo se queda mirándolos mientras ellos salen en en-
testa Leticia enfática. vestida hacia un Fiat identificado con el rótulo de Prensa;
José Antonio ríe disimulando y celebrando la rapidez de
su colega. ***
-Esta Leticia ¡tiene cada cosa!
-Tú no eres tú -insiste Gustavo-- eres un medio , la te- María, en la lavandería, ordena en un papel los procedimien-
levisora o el periódico. tos para enseñar al nuevo aprendiz, Leonardo. Trata de escri-
-Sí, tengo libertad de acción, hasta ahora no me impo- bir en el cuaderno con letra clara las instrucciones:
nen línea, sólo me dicen lo que voy a cubrir, la fuente. Químico: se hace con pennanganato de potasio y luego hace-
-Al menos mientras el director sea el señor Elodio mos el revelado con metabisulfito de sodio y ácido oxálico.
-comenta José Antonio. Cepillado: se inflan los pantalones, como en el proceso químico,
-Hasta que no pienses igual que ellos -le dice Gustavo y se cepillan antes de lavar y se logra un buen efecto.
la mira con seriedad. Para losjeans: marmolizado o frostende losjeanes en diferentes
-Seguramente, pero ... -come un mordisco de su empa- colores con teñidos y envejecimiento,se hace con piedras pómez,
nada de espinaca- hasta ahora no ocurre nada. Quienes me sumergidosen solucionesde hipoclorito.
preocupan son los del barrio, la gente, ellos no tienen oportu- Mientras escribe, afmca el lápiz y va pronunciando las pala-
nidad de decir, no tienen voz. bras con lentitud. Leonardo la mira asombrado. Él es estudiante
-Ay, Leticia, tú como que crees en pajaritos preña'os. de química en el liceo y está pensando en lo que cada uno de
-No, chico, yo sé lo que hago --dice la muchacha, ter- esos «ingredientes» en boca de María puede significar.
minando de comer su empanada, poniéndose de pie a medias, Ella está orgullosa, por primera vez, de sus conocimientos
con señales al fotógrafo. (primero aprendidos a golpes al lado del Animal y después,
-¡No sueñes! ¿Quién te crees? ¿Robin Hood? Tú eres co- por iniciativa propia, buscando en folletos y libros de química,
mo ... un accidente, hoy eres tú, te botan y mañana llega otra aquello que el Animal nunca entendería). Invita al muchacho a 1-
como tú. revisar las poncheras gigantescas, y el resto de las instalaciones

44 45
del espacio de trabajo de la tintoreria, el que hasta ahora era ación actual, tienes ganas de buscar distintos horizontes ...
sólo su lugar de esclavitud y conocimientos secretos. us relaciones manifiestan un incremento con respecto a lo
El haber contratado a Leonardo no ha sido un acto de con- íhabitual. .. Será dificil lograr mantener una duración y estabi-
trición del Animal, solo la búsqueda de ganar más dinero con lidad. Tienes obstáculos, inconvenientes que dañan tus pla-
el negocio poniendo nuevas tareas a la muchacha, pero ella nes, son provocados por una mujer o mujeres, atravesarás un
comienza a descubrir la diversión de tener alguien más pre- periodo de desencanto. Tienes peligro de sumirte en una de-
\\
sente en la inmensa soledad de trapos y sustancias químicas, presión lo que debes evitar por todos los medios ...
entre humos y humedad del lugar. -¿No me piensas decir nada bueno?
Leonardo ha tomado el cuaderno de anotaciones y recorre -Sí, tienes a Venus en la Casa 6, lo que indica cierta armo-
con Maria el lugar, tratando de fijar en su memoria a la bre- nía con tu trabajo.placer con los que haceres domésticos. Marte
vedad las indicaciones que ella le da con tanta energía y detalle. en el sector 8 habla de contactos con el extranjero, posible via-
je por cambios, espíritu de expansión. Acentuación de deseos
*** en el plano fisico, incremento de la actividad sexual.
Rocco mira con picardía a Julieta y ella sonrie enigmática.
Julieta se acerca a Rocco, tiene una cita para su predicción -¿Eso es todo?
anual. Él tiene en la computadora el archivo con sus datos (el -¿No te parece suficiente?
'tiempo que tiene Julieta con La paz Verde, en Villa Barroca). -¿Te debo?
Julieta es Leo y Rocco es Leo. -Un buen almuerzo del mejor restaurante vegetariano de
Rocco al entrar trae en la mano una piedra roja, parece la ciudad.
acariciarla con premura. Rocco levanta su palma abierta y Julieta la suya, palmean
-¿Y esa roca? en señal de acuerdo.
-Estamos en noches de luna llena, los Leo estamos en
peligro, tu deberias tener una también para cargar tu energía,
los Leo somos solares, la luna puede hacemos daño. ***
-Nunca había pensado en eso; ¿Y qué piedra es?
-Es ámbar, pero puede ser también un ágata de fuego. Leticia y Gustavo se encuentran en la arepera, en Los
-Ven, siéntate, te preparé una infusión de malojillo, la Chaguaramos.
que te gusta. Están haciendo una cena rápida, con un buen hervido, con
Rocco se sienta satisfecho. el propósito de irse luego al apartamento de uno de los dos.
-Dime algo más sobre tu piedra, ¿para qué sirve? Pero una discusión inesperada se ha producido.
-A los nativos de Leo nos incrementa el poder de atrac- ---Creo, que una muchacha de tu inteligencia no debería
I\~
ción, nos da mucha potencia «mundana» ... perder tiempo en nimiedades. Deja de visitar a esa gente, to-
-Qué interesante. dos tienen sus problemas, tú no vas a resolver nada.
-Así es. Bueno, vamos a leer lo que dice tu predicción -¿Qué pasa, Gustavo? Sólo te he hecho un comentario
astral. Tu ascendente es Acuario, te ves disconforme con la si- sobre Fabiola, las cosas que dice, lo que siente. Tengo el derecho

46 47
de visitarla las veces que quiera, me corunovió todo lo que vi
en Sama, el niño asesinado, la solidaridad de los más jóve-
Capítulo 6
nes, lo íngrimos que están de muchas formas.
-No es tu mundo.
No hay ninguna diferencia entre las cosas reales y las cosas
-Para ti el mundo es la orquesta y sus instrumentos, el
imaginarias, ya que el mundo -:-10 que nos parece tal-
éxito de los conciertos, tus viajes al exterior, tu apartamento es en todos los casos imaginario, sin otra realidad
delicado, lleno de obras de arte. Tu vanidad. que la que le damos, la que podemos cambiar
-No me agredas, Leticia, ¡te estás comportando como a nuestro gusto en cualquier momento
una tonta! (siempre que nos hayamos mantenido bien independientes,
-¿Qué le pasa al señorito? ¿Como que es vulnerable a la bien separados de nuestros muebles).
crítica? •
JEAN DUBUFFET
Han dejado de comer. Por segundos ambos guardan silencio.
Están irritados y suena fuerte la respiración de los dos.
Leticia suspira, toma la servilleta y limpia delicadamente sus Hendry José tiene un carrito de tablas, las ruedas son roline-
labios, Gustavo la mira con ira. Ella se pone de pie recogiendo ras y lo arrastra con una cabuya por el patio de tierra. Con un
el bolso de la silla. vaso de cartón, Hendry José recoge tierra y hace pequeñas to-
. -Me voy, no tenemos de que hablar. rres, a1ineándo1asalrededor de su carrito.
Él la mira sin responder. Ella le da la espalda y se dirige a Hendry José tiene una mamá, como todos, que 10parió, o
su automóvil. Se va. 10mal parió, como piensan algunos. t
La mamá de Hendry José lava ropa, zurce calzones, lim- l
pia pisos, y en algunas épocas hasta le toca revisar basura pa-
ra comer. Hendry José tiene seis hermanos. Y muchas dudas,
sí, muchas dudas acerca de quién es su papá. Asunto que dejó
de interesarle hace rato.
Así y todo fue a la escuela. Ocupó algún pupitre en el salón
de clases. Tuvo alguna maestra que le pasó la mano por la cabe-
za. y ayudándose y empujándose hizo, mal que bien, hasta un
segundo año de bachillerato.
«La escuela de la vida», ese lugar común, de allí viene Con-
rado (alias Hendry José). Algunas inesperadas habilidades ha
aprendido, tiene cualidades especiales para las llamadas «nue-
vas tecnologías», y su curiosidad ha sido antena para enseñarlo
a desarrollar destrezas inimaginables.
La madre ejerció el comando mientras pudo, achaques y
enfermedades la fueron poniendo de lado en las decisiones,
pero su cercanía era el centro de la ternura.

48 4Q
Sus hermanos corrieron vías alternas dentro de la misma au- incoordinados y antagónicos pone en peligro cada vez mayor
topista. Dos de ellos están presos. Alguno escapó a una ciudad la subsistencia misma de la civilización». Creo que lo que es-
costera y se mueve bien entre el contrabando y las mujeres. tá en juego es el habla, su virtud, su legitimación.
De los menores uno es bombero. Otro dedica el tiempo a El teléfono suena, la voz del otro lado causa entusiasmo a
robar farmacias, y es experto en análisis de componentes quí- Leticia.
micos que puedan utilizarse para lograr «efectos especiales». -Estoy estudiando un poco ahora: .. ¿Al cine? .. No sé, a
El menor comienza su aventura de correcaminos en el lugar. 10 mejor otro día, Gustavo.
Hendry José, sin embargo, tiene una larga tradición de cari- Leticia cuelga el teléfono con cierta desazón, aún no se
ño entre los suyos, en el barrio se le respeta. Y si bien no saben acostumbra a estos modos de Gustavo, para quien una discu-
qué hace, siempre presienten que lo que él hace está del lado de sión queda borrada sólo con no hablar más de ella.
todos. Él nació en Rompezaragüey y él es Rompezaragüey, Retorna a la mesa, los libros, el televisen Deja las páginas
señaladas y ordena. Deja todo en «descanso». Antes de entrar a
la sala de baño enciende el reproductor, coloca una cinta de I ,
***
Yordano Di Marzo. (<<Novoy a mover un dedo/ tú te lo bus-
Leticia, en su pequeño apartamento desoltera, se relaja esti- caste»). Pero suena el teléfono de nuevo y cuando ya se dispo-
rando los músculos dentro de su mono térmico y con todos nía a ducharse debe correr a contestar. La llama el comisario
los libros en desorden. Ha hecho algunas notas, el televisor Casanova, Hendry José ha sido capturado.
encendido suena cercanamente, ella agarra el control remoto
y pasa los canales de la televisión sin mucho interés. Se pone ***
de pie, hace algunas flexiones, trota en el sitio y vuelve a sen-
tarse, sirve limonada fría en un vaso y retorna los libros. Leticia sale de inmediato hacia la comisaría, se le atraviesa el
Con la punta del bolígrafo en la boca lee y piensa: «El poder tráfico, las colas, el vapor cargado de la atmósfera de la ciudad.
discursivo de los medios ... el derecho al habla. La legitimación En la vía no deja de pensar en los diferentes rostros del
del poder de los medios es el producto de una negociación. Hendry José en su imaginación. Se pregunta cómo pudieron
Tiene que ver con su fuerza, su eficacia comunicativa, su cober- cazarlo, de dónde tomaron la pista. Ella sabe que Hendry no es
tura ... Lo público es una construcción simbólica aunque descan- cacería fácil porque, tiene muchos hilos en la ciudad que lo
se en un soportejurídico. cobija, como una madre.
El problema de su responsabilidad no es exclusivamente
ética, es política, claro, ¡es política!». ***
-Luis Britto debe hablar de esto ... por supuesto, aquí está:
«Los medios de comunicación están en el umbral de redu- Graciela fue alguna vez una muchacha. Su madre, cuando
cir nuestra percepción del mundo a realidades virtuales de aún lo era, entró en relación con un francés, agente viajero,
cobertura total... En líneas generales, la puesta en marcha cuyas tareas en la Caracas de entonces, se centraban en dar a
de mecanismos cada vez más compl jo y de tecnologías conocer una cadena de productos «para la belleza de la mujer»,
progresivamente sofisticadas e interdependientes por centros en lugares de venta al mayor y al detal. Su cargo le permitía ve-

:'i0 51
nir por temporadas, ejecutar tareas y regresar a Europa, sin El día que el padre falleció de un infarto al miocardio en una
mayores compromisos. discusión de trabajo, supo Graciela que el castillo de naipes se
Pero la soledad y los avatares de la sexualidad llevaron al derrumbaría, porque aunque ya había vivido buena parte de
viajero a conectarse con una joven rebelde y decidida, que se esa metamorfosis, teniendo que ocultar su verdadero vínculo
convirtió con el tiempo en la madre de Graciela. con el susodicho frente a todos, ahora se enteraba de su inexis-
A pesar del sistema de encuentros, cada vez más espaciados tencia y la de su madre en cuanto a cualquier derecho legal sobre
o esparcidos en el tiempo, la niña tuvo un papá que le traía re- los bienes del fallecido. Para suerte de ambas, el apartamento en
galos exóticos, le hablaba en otra lengua y la trataba con La Florida, en Caracas, les pertenecía y ya eso era bastante o su-
ternura. ficiente. Regresó a Venezuela en donde la esperaba una madre
La madre disimulaba la desazón de las ausencias de su pareja notablemente envejecida, pero que, aún en medio de la enferme-
de temporadas tomando cursos de cosmetología, compartiendo dad, mantenía cierta gracia imaginativa y un candor incapaz de
con amigas vinculadas al ramo y atendiendo a Graciela en sus anidar amargura o resentimientos, siempre dispuesta agradecer
cuidados de niña que crece, adolescente que crece, mujer que na- lo que la vida le había dado. Graciela empezó a crecer en su vida
ce. Las noches tenían su diferencia en la lectura apasionada de profesional, y su trabajo se fue dando a conocer por los resul-
novelas románticas que la madre adoraba y lloraba a moco ten- tados exuberantes y el buen trato a las clientas. En pocos años
dido. El repertorio combinaba autores de cierta valía, con fol1eti- ya estuvo en disposición de montar su propio negocio y era co-
nes menores, pero de aquello Graciela tendría referencias para nocido su prestigio en todo el Este de la ciudad.
toda la vida puesto que su tarea, en los últimos años de su ado- En medio de ese paisaje vivió la agonía de una madre quien
lescencia, consistía en ejecutar la lectura dramatizada en voz se despidió sin mayores tragedias, orgullosa de su hija y con-
alta, invirtiéndose los términos de la ecuación: de la madre que forme con lo que le había tocado en la viña del Señor.
leía a su ruja los cuentos de Perrault (practicando el francés), a la Graciela, atractiva y exitosa no tuvo pocos amores. Se vio
ruja que leía a la madre las pasiones encontradas de El conde de además en años de política dura, vinculada a un movimiento de
Montecristo o Los Miserables (para la misma cosa). subversión armado en lucha contra el Gobierno, allí participó
Graciela no tuvo resentimientos sino agradecimientos de manera· clandestina, como colaboradora secreta. De esa ¡I!

para ese padre, quien viéndola ya crecida consideró mandar- instancia heroica vino el gesto que la llevó a resguardar en su I~

la a París a realizar un entrenamiento necesario en la empresa apartamento a un individuo de considerable importancia para
,"
que le había dado el sustento desde siempre, y fue así como la jo- el movimiento, y de quien se enamoró inevitablemente. Nunca
ven se vio con maleta en mano y abrigo invernal en la Ciudad supo su nombre real (sólo el seudónimo de lucha: Vladimir),
Luz, defendida por el aprendizaje perfecto de la lengua y la se- desapareció de su vida «por razones de seguridad», pero Gra-
guridad de un estipendio que cubriria sus gastos. Así llegó a ciela quedó embarazada y tuvo a Cecilia en 1964, y ella es hoy
I~
L'Oreal, para quien «la belleza es una verdadera aventura cientí- el centro de su anhelo.
(fj
fica» y aprendió lo que tenía que aprender y así también supo de
la otra vida de su padre, con una familia estructurada, mujer, hi-
.j os; mascotas, casa, impuestos, mentiras y verdades, amargura,
desplantes, y en resumen: luchas por el poder.
".
52 53
· *** sobre la cama y la caja y los detalles de esta habitación de
Fabiola, tapizada de páginas de revistas pegadas unas al lado
Leticia ha tomado por costumbre el encontrarse con Fabio- de otras para disimular la pobreza del tabique.
lita, la hermana del joven pelotero asesinado, cuyo deceso le Fabiola la mira, sin reaccionar. Entonces Leticia recoge el
tocó cubrir para el periódico. vestido y lo coloca dentro de la caja, 10 tapa y propone a
La niña la impresionó cuando la vio cargando el ataúd de Fabiola salir fuera e ir a merendar algo.
Su hermano, con varias compañeras. Fabiola acepta sin manifestar mucho deseo.
n previo consentimiento de la madre, Leticia de vez en Leticia dice algo a la madre al salir, y se lleva a la mucha-
'liando la va a buscar para llevada a tomar un helado, cami- cha con ella.
nar en un parque y conversar, y hasta llevarla al cine. Al dirigirse al auto todos en la calle las miran con curiosidad,
;\. la muchacha periodista le impresiona la madurez de esta como esta visita se ha producido otras veces, algunas no mues-
jov '11 ita, cuya vida se ha visto atribulada por presenciar el ase- tran la menor sorpresa. Sin embargo, pareciera que no pasa
sinato el su hermano en aquella tarde festiva, en la cual senci- inadvertida la presencia amistosa de la periodista.
llar 1 ente planificaban las jugadas estratégicas para el próximo En el camino, Leticia hace esfuerzos por hacer hablar a
'11 '11 ntr en el campo. Fabiola, taciturna y distante.
I'abioJa, a u vez, mira con admiración a Leticia, le pregunta Entonces, ya en la heladería y con un suculento helado com-
I 01" ~L1 faena en el periódico y el noticiero, y le cuenta apenas binado para ambas, la niña entrecortadamente le hace saber a
algunas de sus aventuras en el liceo, o los recuerdos breves, y Leticia que hay rumores en el barrio de que sus visitas tienen
cada vez más borrosos, de su hermano, con quien compartiera que ver con la investigación del asesinato del muchacho.
hasta la habitación en donde dormían, y en quien había tantas Leticia le dice:
esperanzas puestas para el futuro económico de la familia. -Pero yo no soy policía.
Hoy, Leticia le ha traído un bonito vestido de regalo. La niña -Ya lo sé.
lo ha sacado de la caja, lo revisa, toca con su mano la tela, co- Hay una pausa larga para llenar las cuc]Jaritas con el helado
mo acariciándolo. Pero Leticia observa, extrañada, cómo no de vainilla recubierto de chocolate crujiente.
hay el menor rasgo de alegría en aquella contemplación. -¿Ya ti no te gustaría saber qué fue lo que pasó?
-¿No te gusta? -le pregunta. Los ojos suavizados ya de Fabiola vuelven a adquirir el to-
-Es muy bonito pero ... no sé sí mamá me dejará usarlo, no sin brillo, de matices oscuros y fulgurantes, que la hacen
estamos tan cerca de la muerte de mi hermano, no puedo ir a ser dura y esquiva.
fiestas todavía. -Yo vi lo que pasó. ¡Lo mataron, 10 quemaron! Se acabó.
-Puedes guardado para ponértelo en una ocasión espe- -Pero, ¿por qué?
cial, algo importante, yo hablaré con tu mamá, dame una son- -No hay por qué. Porque estaban fumados, porque les
risa, chica. caía mal, ¡porque les dio la gana!
Ante la mueca irónica de Fabiola, Leticia presiente que ha Fabiola ha soltado la cucharita de la mano, y está irritada y
hecho una verdadera tontería con esta elección. Por un ins- agresiva.
tante toma conciencia de la distancia entre el vestido tirado Leticia guarda silencio y espera.

54 55
La niña se transforma de nuevo con su mutismo distante. Barroso y ella haciendo el amor sobre las olas encrespadas
-¿Quieres que nos vayamos? de la playa, Barroso acariciando sus partes, humedeciendo los
-Sí, quiero irme a mi casa. laberintos de sus oídos con su lengua puntiaguda, Barroso
Leticia hace señas al mesonero para pagar la cuenta y ya dejándose acariciar en esa línea del tórax desnudo donde los
Fabiola ha salido en dirección al carro. vellos se le encrespan amarillos como el trigo. Julieta tiene
Cuando abre la puerta y ambas entran, el silencio es un además los mismos «pensamientos» con relación a Barroso.
hecho establecido. Leticia enciende el motor y procura man- Ella ve al niño con una natural ternura, como a todos, se pare-
tener la calma. ce a él, piensa, y entonces ]0 sitúa en el lugar del propio Barroso
Ya cuando se acercan. al lugar donde deberá dejar a Fabiola, cuando tenía su edad, eso le basta para ser amable y brindarle las
Leticia insiste. galletas con absoluta sinceridad. Sin embargo, la deprime el «us-
-¿Prefieres no saber nada sobre 10ocurrido? ted» que establece Barroso, ese distanciamiento, higiénico, co-
Fabiola, fuerte y con arrogancia le responde: mo si ella fuera invisible. Como si esta misma mañana, después
-Usted no entiende nada porque no vive aquí. Ellos vi- de la salida de la clientela de La paz Verde, no 10hubieran hecho
ven aquí, los vemos en todas partes. Se pierden y vuelven a allí mismo en el trasfondo de la cocina, entre guacales de cebo-
aparecer. Mejor olvidarlo. 11ín,albahaca y brócoli.
-¿Tu madre piensa como tú? Pero Barroso no puede hacer otra cosa. Barroso estuvo en
el seminario la mitad de su vida. Barroso tiene 22 años de vida
Fabiola se ha bajado y lanza con fuerza la puerta del auto-
matrimonial intachable. Barroso está «cortado con tijera»,
móvil sin responder. Da la espalda y camina aceleradamente,
ignorando a Leticia. La periodista espera unos instantes y moldeado, desgraciado, condenado.
Julieta quiere un «para siempre». Para siempre son las cosas,
arranca vía a la autopista.
trata de verse, hasta allí, hasta el fondo de los ojos.
Julieta esta mañana ha leído el 1Ching y le sale: «Kan, hexa-
*** grama 52, La Inmovilidad». Julieta lee con sabiduría milenaria:
«Cuando el descanso es como el de la espada, y se pierde toda
Suavemente, con cuchara de madera se revuelve la mezcla hasta
conciencia de sí mismo: cuando camina por el patio y no puede
que espese. Después en el molde previamente engrasado, Ju1ieta
ver en él a ninguna persona, entonces no habrá error. Montaña
coloca con la cuchara pequeños mantoncito s y les va dando
sobre montaña». Julieta 10vuelve a leer cada vez que siente el
una forma redondeada, adorna con nueces, ciruelas pasas de las
impulso de ir hacia Barroso, entonces se detiene, medita, re-
pequeñitas, azúcar morena y lo lleva al horno. Barroso trae a su
prime su impulso, se siente montaña. Pero, muy en el fondo se
niño a comer «galletas del monstruo» a La paz Verde.
le prende una lucecita producida por la lectura del final de la in-
Adelante del niño, Julieta y Barroso se tratan de usted, como
terpretación del hexagrama: «El regente del signo se encuentra
...
JI

si no se conocieran. --
en la cumbre de la montaña, allí donde la montaña muestra su
Julieta piensa que Barroso tiene hasta miedo de sus pensa- más abundante amontonamiento; en cuanto trazo superior
mientos sobre ella y llega a creer que son transparentes y todos dispone la luz espontánea que, precisamente como conse-
pueden verlos. Como si el pensamiento fuera la acción misma. cuencia del tranquilo aquietamiento, puede hacerse valer. Por
eso se ve alcanzada aquí la ventura».

57
I
I
11

I
! I

Julieta quiere creer enBarroso y reza: «Creo en Barroso, -¡Por supuesto, para usted -dice enfática Julieta-
Todopoderoso, creador de ... », lo que quiere Julieta a sus 35 siempre hay 10 que desee de La Paz Verde y de mí! ... Julieta
años cumplidos es poder creer en alguien todavía. hace un gesto insinuante 'y Barroso le dedica una mirada de
Por eso cuando le cuentan del «otro Barroso» ella rechaza vaca seducida.
y niega, no quiere saber. Mientras tanto las guacamayas han comenzado un parlo-
Mientras liga la harina con la avena y las pasas y el polvo de teo en escandaloso volumen. Entran algunos clientes a buscar
hornear, todo con cuchara de madera, y la mezcla se va hacien- empanadas de espinaca, yogurt y jugos de fruta.
do más gruesa y más dificil de mover con facilidad, el calor del En medio de la ocupación de Julieta, Barroso es tomado I

horno aumenta la temperatura del cuerpo de Julieta. de la mano por Carlitos quien lo arrastra fuera con una sola I
Finalmente suenan las campanitas de la puerta de entrada intención: ir a comer hamburguesas a McDonalds.
y Barroso campante aparece con su niño. Los muchachos del grupo GAIA son losúltimos en la alga-
El niño de Barroso viene con cara de no querer, baja los rabía de pedidos, ellos traen el volante para una reunión de ci-
ojos y mira a su padre con obvio rechazo a la situación. clistas el fin de semana, se escucha continuo sobre sus voces
-Aquí se comen las mejores galletas del mundo, ¿no las los gritos de las guacamayas, que se acercan a Julieta, rodean a
quieren probar? la mujer y ella, mira entre las cabezas, la salida intempestiva de
-¡No! ¡Yoquiero ir a McDonalds! Barroso y su hijo, con un suspiro profundo.
. -Julieta seseca las manos en el delantal y deja la mezcla
un momento para acercarse al «querubín».
-¿ Cómo estás Carlitos? ¿Vienes a probar mis galletas?
-¡No! papá, le voy a decir a mamá que no me llevaste a
comer hamburguesas a McDonalds.
El niño, hosco, enfurruñado, se retira a un rincón del local,
desde el cual se contempla el pequeño jardín de Julieta, con
dos guacamayas en el árbol de guayaba (que ha logrado cre-
cer maravillosamente colocado en una maceta). Julieta apro-
vecha la situación.
-Mira Carlitos, esas guacamayas que ves allí son mis
amigas, esta es Julieta y aquella Romeo.
Carlitos voltea a mirarlas sin mucho entusiasmo.
-No me interesan. Yo quiero los muñequitos de la cajita
feliz.
Barroso observa la escena, sonríe a Julieta y le dice.
-Déjalo, me lo tendré que llevar, pero, ¿no le quedará un
vaso de su yogurt mágico para mí?

58 :'\9
Capítulo 7

El niño tiene un guardián flaco, fiel y


cariñoso, un perro callejero, escudero llamado
«oso» ¡No se pueden morir! ¡No dejan de
sufrir!, pero juntos se la ingenian, se la rifan
para sobrevivir
¡Oohh! es que falta amor mucho amor falta
. amor falta amor
CÓD;lO dejarles al olvido
Cómo dejarles sin abrigo
es imposible ignorarlos
y a veces, falta amor, falta amor, falta amor.
MANÁ

La mujer de Barroso lo amenaza.


La mujer de Barroso le escribe un tratado de guerra si no aban-
dona las relaciones «extramaritales», La mujer de Barroso
prueba varias opciones a saber:
,.
Amenaza N° 1:
Me voy bien lejos, a un lugar de la frontera.
Te dejo los niños. -
Renuncio a mi puesto de gerente ejecutivo de ventas y me
ofrezco para trabajar como señora de servicio en una casa
de familia.

Amenaza N° 2:
No dejo que vuelvas a ver a los niños. Me los llevo donde no
puedas localizarlos.

61
I
I

Amenaza N° 3: Ambos se han acostumbrado al café de la mañana, a los so-


(Cambio de estrategias) brenombres que han colocado a cada cliente para identificarlos
La mujer de Barroso lo cita para hablarle del niño menor a la hora de localizar los paquetes sin entrega o las piezas perdi-
(alias Carlitos) entonces lo espera vestida de Dama de la No- das. Con ello ha nacido su código secreto, magia de diccionario
che, traje de lentejuelas, tacones de aguja, pitillera. Procede particular, originado a partir de pequeños comentarios con los
entonces a invitarlo a salir y se lo lleva a un centro nocturno que se celebra la coincidencia en los modos de mirar de ambos,
en el Hotel Majestic, y con pianobar, media luz y coctelitos, y se establece la cadena invisible de su complicidad.
le propone: La delicadeza es la fuerza de este encuentro que le hace
No volver juntos sino que la visite unas tres veces por se- amanecer a ella con el cabello en orden y el rostro sin arru-
mana para: tirar, ir al cine, etc, etc, etc. gas, con la vocecita cantando mientras hierve el agua en la
cafetera y los canarios de los otros apartamentos se lanzan en
Amenaza N° 4 concierto coral.
(O nuevo cambio de estrategia): Por vez primera ha descubierto todo un paisaje bucólico dan-
La mujer de Barroso 10 cita de nuevo y aparece desmaqui- do cobijo a su circunstancia, plantas visibles a mares desde las , i

llada, excesivamente pálida, vestida de florecitas, mirada de ventanas del negocio. Y ahora, cuando han florecido los apama-
«vaca recién parida», 10 ve, procede a sentarse y se queda con tes, y corno dijo Leonardo: «la calle está cubierta de nazareno s
fa mirada perdida, entonces procede a contarle que tuvo una pálidos», María no puede dejar de celebrar la presencia del pai-
«aparición divina» y que la corporeidad de esa figura alada saje que la acompaña. Los mira gozosa y siente que el cielo lim-
tenía ojos orientales ... Tal aparición le dijo que no debía fir- pio en su azul, apenas moteado en pequeñas parcelas por las
mar papeles de divorcio ni salir de vacaciones, sino que debía blanquísimas nubes, es corno un sombrero de los árboles.
esperarlo dado que él, Barroso, «es su hombre». «Él regresa- Entonces canta mientras se quita el delantal y va a responder
rá»: fue la última recomendación del fantasma japonés. a los clientes que llegan con sus bolsas de ropa, y hay que llenar
Barroso, conmovido, compra una orquídea y la va a colo- la libreta de las facturas y sonreír en la revisión de manchas y
car al altar en el local de su secta. desperfectos, y sabe, María lo sabe, secretamente y a voces,
que la sola aparición de Leonardo en el local de la lavandería,
*** le ha encendido la vida y dotado de voz nueva a lo que antes
fue ceniza y cautiverio. Sólo falta que el Animal no 10 huela,
Leonardo mira las piernas de María -la señora María-, no lo presienta, y en esa patria de aromas y de espinas, ha
quien se ha subido a supervisar el proceso de secado en la despertado el corazón de ella.
máquina, y al descuido no se percata de lo alto que baila su
falda por la fuerza del viento emanado del ventilador. *** I ~'

Leonardo piensa en lo bien torneadas de esas piernas, y en


Leticia llega a su escritorio en la redacción del Correo de la
la dulzura de esa voz que le da indicaciones sobre el lavado y
Tarde, abandona el bolso, los papeles, hasta el vaso de café y
planchado de las piezas de ropa en la lavandería.
se sienta frente a la computadora, la enciende y con rapidez se
dedica a revisar su correo.

62
Una vez más, después de las informaciones habituales, leer Mientras Gracie1a sufre con la persecución emprendida
una carta de noticias de Gustavo, ahora en su gira por Viena con por el villano, venido de otro tiempo y otra dimensión, Este-
la Sinfónica Nacional, y alguna otra correspondencia, aparece el ban está pendiente de la determinación del héroe, quien se
sobre de su corresponsal anónimo, ese su extraño informante. convertirá en padre del futuro líder de su mundo.
Leticia tiene cerca de un mes recibiendo en su escritorio, Cuando salen de la sala, dispuestos a cenar en las cercanías,
con el correo, estos misteriosos mensajes, que le indican una (Gracie1a habla de un lugar en donde. hacen un excelente her-
conexión con los robos de supermercado, los 1inchamientos y vido) se encuentran con Julieta y María entrando a la proyec-
la figura de Hendry José Blanco sonríe pensando en este ción de Macu, la mujer del policía. María celebra ahora las
«Robin Hood contemporáneo», y entonces lee: desapariciones del Animal en sus redadas nocturnas. Así, se-
cretamente, cuando él sale, ella planifica sus breves intentos
Qué tonta es usted cuando habla de la gestión pública. ps in- de respiración en libertad. ,
capaz de «descubrir las costuras» tan en la superficie. No Julieta se ha ido convirtiendo en la amiga de sus confiden-
percibe un Gobierno que vive del clientelismo barato y la cias y ha resultado acertada la elección de esta película, cuya
demagogia, que regala fácil el patrimonio de la nación e ig- trama relata las circunstancias de una pareja con una diferen-
nora a las mayorías. cia de edad abrumadora y la ferocidad de los celos de un po-
Pero, nos salvará el poder popular. licía ante su muy joven esposa, lo que determina el asesinato
Despiértese, mija. de varios compañeros de estudio de la muchacha.
Durante la proyección, Julieta ha volteado a mirar las ex-
*** presiones del rostro de su amiga, considerando en el instante
cómo María podía estar sintiendo puntos de contacto entre su
A raíz del suceso de Esteban con el señor Piedrahita y la poli- propia vida y la de la protagonista ...
cía, el muchacho se había mostrado tan avergonzado como Isaías, el policía protagonista, golpea a Macu en la cara,
agradecido a Graciela yeso comenzaba a convertirse en una ella ha sido su mujer desde que era una niña de once años y
relación que por momentos la turbaba. Esteban se atrevía ante ahora él la cela de jóvenes de su edad.
la mirada de los otros, a traerle un vaso de agua al baño en ple- Al finalizar el film salen ambas en silencio y se .detienen
no acceso de tos, a pasarle la mano por la espalda, a peinarla frente al cartel que sirve de promoción a la proyección.
para robarle una sonrisa. Tan pronto le traía un crisantemo y lo Julieta dice en voz alta el nombre de la directora:
colocaba en un vaso frente al tocador correspondiente o la so- =-Solveig Hoogesteijn. ¡Uao! debe ser europea esta mujer.
metía a un test de revista, siempre para verla tener una mínima -Pero lo que sucede allí es nuestro.
reacción que la mostrase aún viva con su semblante de dolor. -O de muchos territorios ... --contesta Ju1ieta.
Hoy, el muchacho había logrado más que de costumbre con -¿Te gustó?
Gracie1a al punto de que se irían al cine al salir del turno de la -Sí, bastante. Además, en la prensa dice que es un caso
tarde, y Graciela estaba dispuesta a ver: El exterminador, de de la realidad .
. James Cameron, que era del gusto del muchacho. Las dos mujeres siguen conversando, cadenciosas y pen- (J
sativas, en el camino de regreso a sus casas respectivas.

64 65
María no puede dejar de estremecerse pensando en la si-
militud con el Animal.
Capítulo 8
Julieta llega al apartamento, después de acompañar a María
al suyo, y consigue sobre la mesa una nota de su tía Esperanza, le
En un mundo
dice que ha salido de viaje, que le provocó irse a Valencia a ba- donde los vivos
ñarse en las aguas termales. Julieta sonríe pensando en la ener- son sobrevivientes,
gía de esta mujer, cuya edad no la detiene en la invención de mi mujer con hierba de luna,
sus proyectos de construcción del día a día. Siempre dispuesta va rompiendo fuente ! I

: I
a conceder un soplo de vida a todo lo que la circunda, desde sus
JUAN LUIS GUERRA
plantas en macetas por toda la casa, hasta los pajaritos para los
que coloca «comederos» en las ventanas; los vecinos todos la
conocen y desde el panadero de la esquina, el vendedor de pe-
ClUDAD (Especial). En las inmediaciones del Centro Comer-
riódicos, pasando por el carnicero, la modista, y el de la cafete-
cial Villa Barroca, situado en la avenida 15 de la urbanización
ría, todos preguntan por ella y tienen algo que comunicarle,
Las Orquídeas en el sector Norte de esta localidad, se llevó a
tejiendo así un engranaje de circunstancias que escriben la me-
cabo un extraño suceso.
moria de sus días en colectivo.
Una patrulla de la policía que conducía a un sujeto deteni-
Ahora ha salido al terminal del Nuevo Circo, encaminada
.do por investigaciones, se vio en.el deber de auxiliar a una se-
a ubicar el autobús que la llevará a Valencia y de allí a Las
ñora embarazada a quien, por la proximidad delos dolores de
Trincheras, buscando pasar unos días saludables, de los que
parto, había que trasladar con carácter de urgencia a la mater-
regresará, seguramente, cargada de anécdotas amenas, enri-
nidad más cercana.
quecidas con su imaginación.
La señora de 34 años, de nombre María Candelaria Ruiz, y
los funcionarios Edgar Contreras y Nautilio Vegas nos cuentan
que, aún cuando habían colocado a la unidad la sirena y utiliza-
ban la corneta de la patrulla para lograr espacio en el tráfico, la
proximidad del parto los obligó a detener el vehículo. Y fue nada
menos que el detenido, de nombre Hendry José Blanco, de 30
años de edad, quien atendió el caso ayudando a dar a luz a la mu-
jer dentro de la misma patrulla policial. Con el niño en brazos de
la madre, sano y salvo, los patrulleros llegaron finalmente a la
maternidad y en los trámites desapareció el detenido. La señora
María Candelaria Ruiz dio las gracias a la policía y las envió al
prófugo, anunciando que su hijo llevará el nombre de él, Hendry
José. Los funcionarios son ahora interrogados puesto que no
I
saben explicar la situación relativa a la fuga del detenido.
Leticia Molina, El Correo de la Tarde

66 67
*** Minerva entra a la habitación trayendo una bandeja de
desayuno.
Diógenes amaneció esta mañana mirando el techo, olvidó su -Se levantó el caballero, aquí tiene sus refuerzos para el
clase de las 7 a.m., sólo mira el techo. día de hoy.
Minerva en la cocina enciende la licuadora y prepara un Diógenes le da un beso y en la cama se sienta con ella ante
jugo de lechosa y piña, acaba de regresar de su caminata tem- la bandeja.
pranera al cerro, para tornar oxigeno y descubrir el cielo -Todo absolutamente «zanahoria», estilo La Paz Verde,
abierto. Silba. aquí tienes jugo de lechosa y piña, granola y yogurt, una in-
Diógenes desde la cama escucha el sonido estruendoso de fusión de malojillo y tus cápsulas de complejo B. Perfecto,
la licuadora y al fondo el suave silbido de su mujer. gracias ... y, ¿te has dado cuenta de que no fui a clases?
-Es Vivaldi -piensa-, ella silba Vivaldi y tiene ganas -Efectivamente. ~
de caminar, amanecer, hacer el amor y hasta silbar. -¿Por qué no me despertaste?
Lo piensa con tristeza. Siente que no desea acompañarla -Porque tú siempre te has despertado solo y supuse ...
más en sus afanes. Se sabe escéptico, agotado. que querías fugarte hoy.
Agarra el reloj y toma conciencia de su retraso, pero ha -Ah, lo pensaste.
decidido no ir a la clase. Supone que los estudiantes lo asu- -Sí, y acaso ¿a todos no nos da alguna vez por fugamos?
mirán como una hora más para la conversación de cafetín o la -N o sé si me gusta que te parezca tan normal.
somnolencia habitual. Diógenes comienza a comer.
En el reloj descubre la fecha de hoy. Su hijo mayor vendrá -Mientras no se te quite el apetito creo que hay esperanza. t
a visitarles. Armando es arquitecto y desde la época de sus Diógenes ríe.
estudios vive en otra ciudad, ha hecho familia y siempre es un -No ironices.
placer jugar con su nieto, cuya mirada es la reminiscencia -Fíjate, hasta te hice reír. ¿Qué te gustaría hacer?
exacta de la mirada de Minerva en otros tiempos. -¿Tú no tienes clase?
Pero hoy Diógenes piensa en ello con tristeza, no tiene de- -No, mis alumnos salían a una excursión al Paseo de los
seos de verlos. No tiene deseos de nada, la palabra deseo ... Españoles con el profesor de Ecología y el de Historia. Así
Diógenes se levanta, se coloca una bata casera sobre el que tengo el día libre.
cuerpo desnudo, camina hasta la biblioteca. Selecciona un -¿Te ofendes si ... pretendo estar solo?
ensayo de Marguerite Yourcenar: Mishima o la visión de va- Minerva vacila.
cío, abre una página: -Pues ... no. Pero tú tomas la decisión. t
«La esposa, Yoko, ha oído a las doce y veinte la noticia de la Diógenes observa a su mujer, le pasa la mano por el rostro
muerte, en el taxi que la llevaba a una comida. Interrogada más con delicadeza. Guarda silencio.
t
tarde, responde que ella esperaba el suicidio, pero no antes de un -Son ¿veinte, veintitrés años? t
año o dos ("Yokono tiene imaginación", dijo un día Mishima)». -No. Ya son veintiséis,juntos, ¿es lo que quieres decir? t
Diógenes se queda pensativo: «Minerva sí la tiene», decide. _. Increíble ... increíble. t
t

68 69
-No, a todo se acostumbra uno, sobre todo después de Pero igual que la partida de Cecilia al colegio le fue hacien-
leer varios manuales de «Cómo vivir con un neurótico». do perder el deseo de servir la mesa para comer, o de colocar
Diógenes ríe y tumba a Minerva sobre la cama. flores frente a la ventana, o comprarse un vestido, o sencilla-
-Nomejodas. mente, recordarse a sí misma como gente, igual ocurría con
Ambos se acuestan y abrazan, de pronto Diógenes aban- la peluquería.
dona el tono jovial y vuelve a un letargo inesperado, Minerva Rizos de Oro existía por el hábito, por José, que aún tenien-
lo acaricia. do espacio en otros salones de belleza de categoría seguía sién-
-Hoy vienen Armando y Estefanía con los niños. dole fiel a Graciela; por los maquillajes de novia, tan famosos
-No quiero verlos, no te molestes, pero no 10 deseo. en la ciudad, por las clientas y los clientes acostumbrados a una
-¿Te gustaría que lo llamara para que aplace su viaje? rutina inquebrantable. Por el cafecito de las tardes, la buena ma-
-No, no. Atiéndelos tú, estás deseosa de verlos. Yo pue- no para las mechas, la simpatía ingenua de Esteban, la vulgari-
do ... salir un rato, dar un paseo, pensaré algo, me puedo quedar dad seductora de Yoselyn y Tatiana.
en la librería. Pero para Graciela era sólo rutina y el medio de conseguir
Minerva contesta resignada. el dinero necesario para enviar a la escuela de Cecilia.
--Como quieras. Desde hacía un par de semanas Graciela tenía un secreto.
Digamos que dos.
*** El primero de ellos era la carta enviada por la madre supe-
riora de la Escuela de Señoritas en Ginebra. .
Graciela no tuvo siempre este aire de abandono distante que La carta relataba que la pequeña Cecilia, de 18 años, había I1
se le ve ahora, de hecho es la dueña de la peluqueria Rizos de culminado sus estudios en ese centro y habiendo expresado
Oro. Por ella existe lo que existe, desde los lavabos, hasta la su deseo de partir; las monjitas no habían tenido más que en-
línea de espejos, las sillas giratorias, el juego de la sala de es- tregarle sus certificaciones, y despedirse de ella como era
pera, los gaveteros, las mesitas de manicure y pedicure, y en debido. 'Sor Pierina, motu proprio, se había empeñado en
fin, todo lo que insiste incluyendo cepillos, peines, pinzas, acompañarla en un aventurado viaje a Bogotá, a la famosa es-
mallitas, champús, tintes, enjuagues, cremas y otros detalles. cuela de textiles, como lo había aprobado la madre, pero has-
Para montar una cosa así hay que tener un cierto entusiasmo, ta allí llegaba su responsabilidad. Las cuentas habían sido
y Graciela lo tuvo. saldadas siempre con puntualidad y la niña había tenido el
En ese entonces Cecilia acababa de nacer, y había sido ca- rendimiento esperado. Por lo tanto ya ellas no tenían modo de
si como una apuesta. Graciela tuvo a Cecilia por un azar, y notificarle a la madre acerca de su paradero, y les extrañaba
cuando el embarazo fue un hecho se dio cuenta de lo mucho que la joven no se hubiera comunicado directamente con ella,
que deseaba un hijo. quien representaba su única familia ...
Cecilia se convirtió en W1autopía, el sueño dorado, tanto co- Ahora se dirigía a la universidad andina, en cuyos talleres
mo eso de la peluquería propia. Y las dos cosas se dieron juntas. de arte textil su hija, supuestamente se encontraba.
Con meticulosa paciencia planeó su progreso administra- La respuesta llegó un mes después, le notificaban que Ce-
tivo; organizó las finanzas, escogió al personal. cilia, efectivamente, había estado allí y había tomado clases

70 71
con la artista alga de Amaral, pero por su propia decisión El rostro de Esteban enrojece, suda, el muchacho se mueve
después de obtener exitosas calificaciones, se había retirado con el auricular en la mano.
de la universidad. Graciela 10 observa preocupada.
En conclusión: estaba claro que ahora desconocía absoluta- Finalmente cuelga, todos lo miran. Él se dirige a Graciela,
mente la ubicación de Cecilia, y no sabía de modos precisos pa- se acerca a ella más calmado. .
ra encontrada, a menos que fuera desembolsando cantidades -Necesito irme hoy mismo, el viejo le dio una paliza a
de dinero, que no tenía, para contratar alguna agencia espe- mi madre.
cial o notificar a las autoridades europeas. El vacío era su Graciela lo mira conmovida, y se lo lleva a la mesita de la
única sensación real. hornilla del café y la nevera, donde se prepara 10 necesario
En su ansiedad había escrito a programas televisivos espe- del diario.
cializados en shows escandalosos acerca de la búsqueda de
personas perdidas, y de los cuales recibía respuestas cordiales
***
pero nada que pudiera ayudarla a resolver su angustia.
El segundo asunto inesperado y escabroso era el de su enfer-
medad. Graciela tenía síntomas de una grave afección pulmonar
archivo fotográfico internacional del Correo de la =:..
Leticia, en su escritorio, revisa con asombro y curiosidad el

ojos pasean sobre las imágenes, conmovedoras y terronf]~as.


Sus

que no sentía deseos de enfrentar por ese estado de profunda me- Plano medio de mujeres del pueblo rodeando el cadaver
lancolía que le abatía desde la desaparición de Cecilia. de monseñor Oscar Romero, asesinado en El Salvador, en la
Las relaciones con sus compañeros de trabajo, es decir, los parroquia de la Divina Providencia mientras oficiaba la misa,
empleados de su peluquería, habían adquirido un aire de distan- frente al altar el 24 de marzo de 1980.
cia inusitada. Graciela se había tomado cabizbaja, silenciosa, Un plano americano del dictador Augusto ~in~chet con su
hermética. Hasta José percibía los límites de su adelgazamiento uniforme, muy circunspecto, luciendo la mano ~qUlerda venda-
y sus crisis de tos y náuseas, sin pronunciar palabra. da, por una herida en un atentado el 22 de septI~m~re de 1986.
Sólo Esteban, el más joven, quien con frecuencia despierta Una escena en la selva que muestra el aterrizaje de un he-
su ternura por suponerlo de la edad de Cecilia, podía acercár- licóptero norteamericano que suministra provisi.ones a la gen-
sele y lograr cierta intimidad, más bien maternal, de su parte. te de la contrarrevolución en Nicaragua, en abnl de '1987.
Ahora acaba de entrar el muchacho, exaltado por una lla- Unos soldados británicos apuntan a un joven soldado ar-
mada telefónica desde La Victoria, en donde vive su familia. gentino, quien lleva las manos en la cabeza, en la Guerra de
Graciela atendió aquella llamada que parecía venir de un las Malvinas en mayo de 1982.
mundo en zozobra, así 10 expresaba la voz de la muchacha al Un primer plano de una niña palestina, de un.os 1O añ~s,
otro lado del hilo telefónico, señalando sin cesar, que Esteban con una piedra en cada mano y a su alreded~r mujeres d~,dl~-
debía, con urgencia, ir a ver a la madre accidentada. tintas edades, unas en cuc1illas y otras erguidas, ven al ejerci-
Esteban respondía la llamada y todos a su alrededor, en la to israelí venir sobre ellas y se disponen a defenderse.
peluquería, vivían la tensión del muchacho. Una mujer con un bebé en brazos corre deses~erad~ entre
-Pero ... ¿Qué le hizo? .. ¿Y ella estaba sola? ¿Ninguno escombros de Beirut; se trata de un bombardeo israelí en la
de ustedes la ayudó? invasión de junio de 1982.

73
72
Freddy Mercury, con franelilla y bluejean, micrófono en -Estoy listo, ¿nos vamos?
mano, bigotes y cabello perfectamente cortado, canta con Leticia retira los ojos de las fotografias cuando escucha la
Queen en un concierto a beneficio de las víctimas de hambre voz de José Antonio.
en África. -Sí, por supuesto --dice Leticia levantándose de la silla
Un niño en plano medio, con el brazo levantado ejecutan- y tomando su bolso con agilidad.
do el saludo nazi, forma parte de los jovencitos rec1utados -¿ Qué haces esta noche?
por el Ku Klux Klan en los Estados Unidos. -Voy al cine con Gustavo.
Una foto en Bruselas muestra rostros asustados y en llan- -¿Se arreglaron los tortolitos?
to y fragmentos de pared sobre ellos, se trata de público de -Ah, no te pases --contesta Leticia, entre risas, y empu-
fútbol, se ha venido abajo un muro del estadio de Heysel, el jando a José Antonio.
29 de mayo de 1985.
Ben Johnson corre de primero en la final masculina de los
100 metros en Seúl, en los Juegos Olímpicos del año 1988.
Leticia contempla conmovida la imagen de una niña pe-
qu ña abrazada a una muñeca, la niña morena tiene tizne en
su rostro, se trata de una vendedora de carbón en El Salvador.
Una imagen en primer plano de Lech WaIesa con su enorme
bigote, un rosario en el cuello y una imagen de Cristo crucificado
en mano, es del primero de septiembre de 1980, cuando firmó
con el Gobierno polaco, al establecerse la libertad de sindicatos.
Ahora es una fotografia de mujeres con trencitas y canuti-
11os,son rubias norteamericanas, lee la identificación: «Muje-
res peinadas con trenzas estilo afroamericano puestas a la moda
por Bo Derek en unapelícula de 1980: La mujer perfecta».
Una imagen muestra a los activadores de Radio Vence-
remos en El Salvador, con Santiago en el centro con una pro-
fusa barba, todos llevan uniformes militares de milicianos,
ante los micrófonos.
Entre las fotos aparece una imagen del papa Juan Pablo Il
abrazando a un niño con fuerza, se trata de un pequeño vícti-
ma del sida.
Andy Warhol, rey del pop art, al lado del músico de jazz
Miles Davis, ambos con lentes enormes y vestuarios muy co-
loreados y originales, en febrero de 1987, una semana antes
de la muerte de Warhol.

75
74
Capítulo 9 4
~
Nunca mi pena fue dicha f
Desdicha ~
¿Qué guarda mi pretensión?
Ocasión t
¿Quién hace a amor resistencia? ~
Ausencia. t
Pues, ¿dónde hallará paciencia, t.
aunque a la muerte le pida,
si me Han de acabar la vida (
desdicha, ocasión y ausencia? (
LOPEDEVEGA (
(

Leticia y Gustavo han entrado a ver Memorias de África, la cin- e


ta de Pollack sobre la novela de Isak Dinesen. La pareja, en la {
oscuridad de la sala, ha vuelto a acercarse entrelazando sus (
dedos hasta que el brazo de Gustavo cubre la espalda de la
(
muchacha. Robert Redford realiza el milagro con su mágico
{
encuentro con la rebelde Meryl Streep. Lo otro son los ani-
males salvajes corriendo libres por la selva, la mítica memoria {
de los cuentos de la escritora, la desaparición de la avioneta del (
amante y finalmente, a la salida, entre ternura y deseo Gustavo
~
y Leticia terminan en el apartamento de él, en Santa Mónica.
(
Gustavo prepara el desayuno, hojuelas de maíz, tocineta fri-
ta, pan tostado y huevos, café con leche, jugo de naranja. Todos t
los implementos para la preparación están regados sobre la pu- t
lida plataforma del mesón, en el reproductor suena la Suite es-
\
cita de Prokofiev, una composición de 1915, recuerda Gustavo
a Leticia, quien fascinada y en «paños menores» le escucha
mientras lo observa freír huevos y tocineta.
-La compuso a partir de la sugerencia de Serge Diághilev
de trabajar sobre alguna leyenda rusa.

77
11'.
,1

u '1
I

I!
-¿Y de qué trata el ballet? -Puede ser clarito, si tienes.
Gustavo se acerca a la cafetera y sirve al padre. I
-Prueba esto.
Gustavo lleva a la boca de Leticia un fragmento del pan de Los dos, con sendas tazas toman a sorbos y se miran sin
cereales. Ella aprueba el delicioso sabor y espera la respuesta hablar.
a su pregunta. Finalmente el padre se aventura.
-Lo ayuda un poeta, Sergei Gorodetsky, escogen varios -Estuve (carraspea), bueno, estuve pensando en lo que
motivos de la mitología eslava, la luz y la oscuridad, el dios me dijiste.
del sol y su hija, los poderes de la naturaleza, y la presencia -¿Lo de mamá?
de Chuzbog, el dios de la oscuridad y la destrucción con sus -Sí, sí. .. lo de ella. Cualquier cosa que yo pueda decirte
siete monstruos abominables ... estará de más. Entonces pensé ...
Gustavo se ha ido acercando a Leticia y al terminar sus pa- Al decirlo coloca sobre la mesa un sobre voluminoso.
labras, la besa apasionadamente, la música suena al fondo. -Ahí tienes todo lo que me quedó de ella, creo que te
De repente suena el timbre de la puerta. Gustavo y Leticia pertenece más a ti que a mí ahora. Y podría servirte para tra-
se miran, ella corre a la habitación a colocarse algo más de tar de seguir sus pasos en esos años en que .... -hace enton-
ropa mientras él se acerca a la puerta y pregunta quién es. ces una pausa y mira a Gustavo, pero él esquiva su mirada
Sorprendido ha escuchado la voz de su padre responder. colocando mantequilla al pan con el cuchillo-- cuando ya no
Suspira extrañado y abre. la veíamos, y no podía saber en dónde estaba.
Leticia ha escuchado desde la habitación y decide quedarse Gustavo mira el sobre y no sabe qué contestar.
para que su presencia extraña sea ignorada, sabe de las diferen- -¿Por qué cambiaste de idea? -pregunta.
cias entre el padre y el hijo y no quiere ser un motivo más de dis- -Sería tonto seguirte tratando como niño. Tú tienes que
tancias para ese diálogo que está por producirse. Sin embargo, la saber quién era, o cómo era, lo que ella ha sido para ti es lo
curiosidad la lleva a seguir escuchando desde su escondite. importante ahora.
El padre de Gustavo, Amaristo, es un músico, ha tocado Se quedan ambos en silencio y el padre, dejando sin ter-
trompeta toda su vida en la banda municipal de un pueblo de minar el café, se pone de pie.
las afueras, desde allá viene el muchacho y desde este vínculo -Bueno, debo seguir con mi día --dice Amaristo diri-
viene su amor por la música. giéndose a la puerta lentamente.
Padre e hijo se miran y se saludan con parsimonia, sin mu- Gustavo se pone de pie y lo acompaña. Cuando le abre
chos gestos de afecto. Gustavo lo invita a pasar y a sentarse suelta un «gracias», que los lleva a ambos a abrazarse.
en la cocina, le pregunta si quiere desayunar algo, el padre da Desde adentro Leticia suspira.
una revisión con la mirada al lugar, y ve entre otras cosas, un La muchacha ya se ha vestido y está lista para incorporarse
bolso femenino colocado al descuido sobre la silla, presiente a su jornada diaria, se ha arreglado manteniéndose atenta a
pues la presencia de Leticia y lo disimula. las pocas palabras entre padre e hijo.
-Ya comí, Gustavo, no te molestes, sabes que desayuno Cuando sale encuentra en Gustavo una expresión nueva, en-
temprano. tre tierna y curiosa, él ha vaciado sobre la mesa el contenido
-¿Un café, te apetece? del sobre dejado por el padre. Leticia se acerca y posa su brazo,

78 79
cariñosa, sobre la espalda de él, ambos muestran asombro fren- Durante una larga extensión lo único que puede distinguirse
te a las fotografias en que aparece esta mujer, la madre, de ras- son los ranchos de cartón, la tierra seca que se levanta al me-
gos atractivos y sensuales, en muy diversas circunstancias y nor soplo de viento, los niños a medio vestir con sus vientres al
poses. Muchas son escenas en plena actuación como cantante aire abultados de enfermedad, un espacio sin tiempo, sin espe- t
de orquesta. Son pocas en las que puede distinguirse al padre, ranza; algunos han logrado edificar con ladrillos y sus cons-
Amaristo, más joven, como telón de fondo. trucciones son más sólidas, pero deben pelear con ahínco para
t
Después de unos minutos compartiendo el descubrimien- conseguir los servicios básicos, agua y luz, más fáciles en-
(
to, Leticia decide despedirse apurada por llegar al periódico. trando al juego de los poderes y las influencias, lo que logra el
Le da un beso a Gustavo, totalmente distraído con las imáge- desequilibrio y la hostilidad de quienes no reciben el derecho (
nes extendidas sobre el granito negro brillante en la cocina. a tenerlo por vía natural, como gente de la comunidad. (
La muchacha -ya en la calle- piensa en el necesario Son las 6:30 de la mañana, la cita con 'el grupo es dentro (
afán de Gustavo de reconstruir la imagen de una madre a de una hora exacta. Julieta ha pedaleado largamente y el calor
(
quien dejó de ver a la edad de diez años apenas, cuando su la agobia, decide detenerse en algún lugar de Catia y buscar
vida de muchacho tímido y absorto en la música y lo interior un expendio de agua mineral, un abasto, alguna taguara. (
apenas comenzaba. Finalmente se detiene en un quiosco, en una cava pequeña (
La agitación de la calle la regresó al mundo real. de refrigeración tienen refrescos y agua. Cuando se dispone a (
> Buhoneros y mendigos poblaban la acera. También mujeres abrir el envase descubre ante sí los enormes ojos de Conrado,
(
y hombres caminando presurosos a la acción de cada día en como un lago silencioso que la observa.
busca del pan. Los colores de la mañana mostraban un cielo No puede más que soltar una carcajada. (
turbio envuelto en el humo grisáceo de los automóviles que pa- -Muchacho, tú pareces un fantasma que se aparece. (
saban a su lado, a veces demasiado rimbombantes, destellante s Nunca sé de dónde sales. (
de lujo y narcisismo en el brillo y aparataje de sus carrocerías. -Estoy en todas partes ... como Dios.
(
Leticia debe apresurarse para recibir la pauta de hoy. -Ya veo.

***
-y tú, ¿qué haces por aquí?
-¿Y tú?
-(Conrado ríe) Que yo esté aquí es más normal, pero tú ...
,,
(

Julieta toma su bicicleta con soltura, se ha vestido con ropa li- -Vaya un asunto, una manifestación.
(
gera y zapatos deportivos, sabe que le espera una larga joma- -¿De qué?
da. Va por la avenida Sucre al Parque del Oeste, deberá andar -¡Ay, pero tú sí preguntas! En cambio yo tengo prohibi- (

un buen trecho. Esta es la ciudad en la que ha vivido desde el do preguntarte cualquier cosa. (
reencuentro con su tía, apenas una adolescente, y a la única' que Camada le lleva la bicicleta y los dos caminan juntos, se (
conoce con certeza cotidiana. Le toca cruzar el Sur, pero por han alejado del quiosco, Julieta termina de tomar el agua.
la frontera, un trecho de la autopista, un espacio preservado para
los abandonados de todo, el lugar de la oscuridad, de lo imprevi-
-Y ... los de tu manifestación, ¿sólo comen yerbitas •~
como tú?
sible. Ahora quiere pasar por los alrededores del Cementerio. (
(

80 81 ~
(
-Ja-ja-ja, ~o, también comen pescado y pollo, y otras co- Es una gran marcha, y desde los balcones hay quienes los
sas. Y yo también. saludan con banderolas y aplausos.
-jAjá!, entonces no eres tan vegetariana como quieres Desde arriba se percibe como una serpiente llena de color
aparentar. atravesando la ciudad, se dirige a la falda del cerro, allá ten-
Ambos ríen. drán una gran fiesta con música, teatro de títeres, feria de ali-
-Te vaya preparar un pescado frito que te chuparás los mentos y otras cosas.
dedos. Las bicicletas van escoltadas por hombres y mujeres lle-
El joven la mira de repente, le entrega la bicicleta, le toma el vando las pancartas a paso de marcha. La policía empieza a
rostro entre sus manos y la observa largamente, con ternura. colocarse alrededor de los andantes. La marcha entona con-
Ella permanece silenciosa, apenas sonríe. Él se va corriendo. . .
signas y canciones.
-Te veo esta noche.
La policía va cerrando el paso. De repente se ven rodeados
-¿Dónde?
los ciclistas.
-Yo sé.
. -Mira que mi tía no investiga pero quiere siempre que le
digan la verdad. ***
Camada no responde.
Esteban ha salido de madrugada para llegar temprano al res-
. Julieta acepta la reserva, monta en la bicicleta y retorna su
cate de su madre. La lluvia permanente en el camino parecía
vía al Parque del Oeste, deberá llegar a Gato Negro. A los po-
el marco ideal para seguir las corrientes de su pensamiento,
cos minutos la visión se le nubla frente al fuerte soL
en la intermitencia de su intensidad. Como relámpagos, le ve-
Finalmente llega a su destino, donde se conglomera su grupo,
nían a la cabeza escenas de su niñez, a los cuatro años mirán-
las pancartas se pueden leer desde lejos. «Rechace la contamina-
dose en el espejo de mano de la madre, y tratando de pintarse
c~ón/Proteja la respiración de sus hijos / Hagamos respetar los
bienes naturales/ El cerro es de todos/ Queremos un pulmón los labios con el lápiz labial de ella, para recibir la cachetada
verde para la ciudad! No a la constructora-destructora/ ... ». destemplada del padre, sin titubeos, y luego la ternura de ella,
Julieta se acerca a sus amigos y se pone al tanto con rela- la Antonia, abrazándolo sobre su pecho, acariciando la cara
ción a la estrategia. Ellos le cuentan que alguien sopló a los enrojecida por el golpe.
de la constructora acerca de sus planes, de todos modos están Recuerda también el temblor de ella ante las llegadas de
opti.mistas, ha venido mucha más gente de la esperada, niños aquel corpachón desmedido, quien sin preámbulos, no necesi-
subidos a los hombros de sus papás y mamás llevan globos taba pretexto alguno para hacer sentir su fuerza bruta sobre la
con rótulos sobre la defensa del cerro como Parque Nacional. fragilidad de la mujer.
En el parque van estableciendo el orden del grupo, los car- El autobús llega a la estación a las cinco de la mañana. Este-
teles y las pancartas, todos llevan bicicletas, hoy se lanzarán ban ha bajado con su bolso, una muda de franela acaso y el bo-
como organización civil pública. leto de vuelta, se acerca a la taquilla y compra otro boleto. Decide 1
I
Ahora sólo queda iniciar la vía. Los ciclistas se ordenan en esperar una hora, algo más, antes de dirigirse a la casa familiar.
perfecta formación, cuatro columnas, a los niños se les deja Entonces camina, se deja confundir entre los puestos de los
el centro para protegerIos desde las líneas laterales. buhoneros ofreciendo baratijas, aún a esa hora de la madrugada.

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Reconoce
. el cielo de inmenso azul con nubes fabulo as )
_ Los otros, los que siguen, abren a lo largo de la línea ven-
ponjadas, que miraba en su infancia desde la ventana del salón tral para desollar el tórax, la espalda.
de la escuela. Esteban, con las manos en los bolsillos, se pasa de una sa-
Los vendedores de periódico y loteria, la panaderia reple- la a otra, algunas caras parecen reconocerlo, lo percibe por un
ta de parroquianos, todo a su alrededor tiene cara familiar , el fruncir el ceño, alguna mirada en intercambio, su sangre se
sabor es agrio, de pronto amargo. acelera en la medida en que camina y recuerda los sonidos,
De repente está frente al callejón del frigorífico. ¿Cuánto ha olores y movimientos del lugar, las cadenas alzando los cuer-
caminado? Acaso una hora sin descanso, no se proponía llegar pos inanimados de los cadáveres de las bestias. Olor a sangre, t
hasta aquí, pero su instinto y a lo mejor su odio lo han conduci- a encierro, a cuerpos en sus humores. (
do a las afueras del pueblo. Este es el lugar del padre. Una pared La voz ha llegado a Leonel Montoya, su padre. De golpe
gris cubierta de manchas, del tiempo, la humedad, las de sangre (
lo distingue entre los cuerpos de las resesael sonido ensorde-
recuerdan el golpe de las reses despellejadas cuyos cuerpos cedor de las cadenas en su intercambio, y el bufido de los hom- (
guindan en bastones metálicos y son cargadas por obreros de bres empujando aquellos cuerpos sanguinolento s con varas (
bajo jornal. A él mismo alguna vez le tocó llevar encima el peso metálicas. Se miran cara a cara. Esteban sostiene la mirada de (
de las gigantescas piezas de carne. Lo recuerda con dolor aún, aquel que lo echó de su hogar hace ya tanto.
(
Padre y hermanos, igual que él, han tenido este sitio como el
lugar de la condena, el crecimiento, el destino. Sólo Esteban (
se escapó. ***
t
La puerta está abierta, casi sin querer el muchacho pasa. Leticia Molina se sienta en un lugar de la última fila, se coloca (
Las paredes tienen baldosas blancas. Camina y recuerda los los audífonos para escuchar la traducción simultánea del fran-
pasos y lugares para la matanza. •••
cés, le hace señas a J. A, el fotógrafo, para que tome algunas
Las reses se someten al baño, una ducha a presión, para gráficas cercanas del conferencista. La sala en la avenida An- t
mejorar el rendimiento de la sangria. Insensibilización y atur- drés Bello está repleta, la «intelectualidad» curiosa de Caracas t
dimiento. El golpe del agua sobre el cuerpo las tranquiliza, está aquí. A la muchacha le cuesta algunos minutos obtener la {
no saben de la muerte próxima. concentración suficiente para «beber» las palabras del orador.
(
De la manga del baño hasta el brete de matanza. Se ha distraído descubriendo caras entre el público.
Relajadas y aturdidas, después de varias horas sin recibir Lyotard inicia: (
, alimento, las reses reciben el golpe de la pistola neumática. «Hablaré de los discursos en crisis y su inseparable impli- (
Un perno disparado al hueso frontal. El animal no ha muerto cación ética -fuma-o Para ello tenemos que tomar en cuenta (
aún cuando se le desangra, elevándolo se lleva a cabo el de- el concepto foucaultiano de "microfisica del poder"».
güello, viene la cánula dentro y la sangre se drena a la bolsa. (
Leticia suspira, graba la intervención del orador colocando
Ya los cuerpos penden de las cadenas, suspendidos pasan a la en la mesa el pequeño Sony de reportera. (
sala de beneficio. Hay quien debe hacer el descornado y de- «Sostengo que la legalidad de la interlocución no debe (
sollar la parte frontal de la cabeza, luego viene la piel de los confundirse con la autoridad para hablar. No hay derecho na- (
muslos, las nalgas, el vientre, verija, costillar, los genital es. tural en el sentido estricto, la esencia del derecho es merecerse,
f

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/

no hay derecho in deb r:.. u apa idad de interlocución Los sueños


sólo se convierte en dercch al habla en la medida en que
puede hablarse de algo difer nt a lo ya dicho. Si no anuncia Sueño de Graciela
nada el habla está condenada a la repetición. Esta es la fun-
ción de los medios de comunicación social, extender la co- Esteban está sintonizando en el televisor de la peluquería el
munidad humana sin anunciar ni esperar anuncio ... ». canal de Televisión Española, Tatiana lo regaña, José también
1. A. con su cámara hace su parte buscando close-up y pla- le da indicaciones, la señora Uzcátegui desde la mesita de
nos cercanos. manicurista también, y hasta la clientela.
El orador continúa: -Calma, calma, ya lo encontré, sólo quiero mejor imagen.
«El dolor de ser olvidado es inolvidable, revela de contra- Todos se preparan con expectativa para ver el programa.
rio una relación con la lengua, que ella nos falta por eXGeSO, Graciela ha comprado el boleto en la agencia del segundo piso
que estamos para siempre en deuda de anuncios, pues el otro y ha partido de urgencia tras una llamada de la emisora europea
no nos dice jamás lo que nos debe decir. Los excluidos del en la que le notificaban que habían localizado a Cecilia. Toda
habla se recluyen en su propia miseria, de la cual viene la ver- Villa Barroca estaba al tanto del incidente, y en todos los lo-
dadera dignidad del habla». cales con televisión estaba ocurriendo lo mismo que en la pe-
«El espacio del silencio es entonces una clave», piensa luquería en este momento.
Leticia. Por fin en la pantalla aparece el locutor bigotudo y con su
En la sala una pareja la observa. acostumbrada parsimonia inicia el saludo y la información. El
-Es Leticia Molina, trabaja para el Correo de la Tarde y caso de Graciela y Cecilia será precisamente lo primero a tratar.
La Noticia -señaló Minerva con displicencia, contestando a «La señora Graciela Schuardt nos había escrito desde su país
la pregunta de su marido. de residencia en el Caribe para explicamos el caso de su hija
Terminada la conferencia y al verla salir apresurada con Cecilia desaparecida en Suiza desde hacía más de un año.
José Antonio al automóvil de prensa, el diálogo entre Dió- La niña había estado desde los seis años de edad en un co-
genes y Minerva continúa. legio en Ginebra al cuidado de La Congregación, hasta sus 17
-Parece despierta esa muchacha. Los libros que le intere- años, terminando el régimen escolar. (La pantalla muestra fo-
san son siempre de primera línea. tos de Cecilia en distintas edades). Una estupenda estudiante
-Al menos tiene curiosidad, lo que no es muy frecuente escribía a su mamá regularmente, y ella había venido a visi-
ahora entre los periodistas. tarla a Ginebra pero Cecilia nunca había regresado a su lugar
-Vamos, Diógenes, eso no es cierto, ya hablas como los de origen.
viejitos, depende de qué periodistas -dice Minerva y ríe, Al terminar la escuela la joven desapareció. Se despidió de
abrazando a su esposo. Desde el auditorio les hacen señal. las monjitas, y no volvió a escribir a su madre.
Nosotros con nuestro equipo de producción desde la comu-
*** nicación de la señora Schuardt, nos dedicamos a hacer un ras- !
treo 'por los países de la Comunidad Económica Europea,
llevando las fotos de lajoven y su descripción. Hoy, felizmente, I
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/

"

y en nuestro estudio, hemos logrado reunir a madre e hija». La muchacha sigue sin parar:
(Suena una fanfarria a alto volumen, luego aplausos). «Escribí cartas a instituciones, a personas, averigüé que
La cámara se aleja en zoom y vemos el centro del estudio tienes una peluquería, que has trabajado muy duro para con-
con un largo sofá y Graciela sentada allí, alrededor las buta- seguir el dinero de mi educación, y bueno, empecé a entender
cas del público, está repleta la sala, hay aplausos. tanto secreto» (la muchacha tiene un acento madrileño mar-
.El locutor
, viene con el micrófono, se acerca a Graciela , cadísimo). «Y, madre (pone el brazo tras la espalda de Gra-
quien esta muy sobriamente vestida con un blazer negro, y ciela), me fui a recorrer Europa, aprendí a trabajar corno tú lo
zapatos altos. Ella responde al saludo y señala su emoción. has hecho siempre, lavé pisos, fui tendera, telefonista, di cla-
Con nuevas fanfarrias es anunciada la entrada de Cecilia ses de francés, y aprendí, aprendí a entender lo mucho que tú
quien viene caminando traída por una modelo, su cabello es me quieres y has hecho por mí».
largo y sonríe, se nota el parecido con su madre, viene-salu- Aplausos reiterados del público, el locutor pronuncia un:
dando con su mano levantada. «[Olé!» a todo grito.
Cecilia llega alIado de su madre acompañada de aplausos Graciela y Cecilia se abrazan y no paran de llorar.
y al verse las dos se abrazan, más aplausos. El locutor empieza a nombrar premios por haber partici-
En la peluquería, Esteban y Tatiana lloran, José llora, hasta la pado en este programa, y las modelos los traen al centro del
señora Uzcátegui alcanza a secar sus lágrimas con un pañuelito. estudio. Desde una cafetera expresa, una licuadora, entradas
>En la fuente de soda frente a las caídas de agua hay una gi- al teatro, hasta boletos de avión para Hawai.
gantesca pantalla donde todos ven la misma escena de Cecilia y -¿y ahora cuáles son sus planes? .
Graciela abrazadas, igual que hace unos días veían la final del -Pues imos a esa ciudad que es mi tierra natal ---<lice
Mundial de Fútbol, también lloran ahora. . Cecilia, Graciela permanece muda y asustada.
El locutor retorna la palabra: «Ahora Cecilia explicará a -Mis felicitaciones y que la sigan pasando bien.
su madre el porqué de su desaparición», pasa el micrófono Madre e hija, atraviesan ante la cámara, cargadas de pa-
a la muchacha, quien llora también. quetes y medio sonreídas.
-Discúlpenme, estoy muy emocionada. En la peluquería se escucha un aplauso estruendoso, todos
-Queremos que cuentes aquí a tu madre y al público pre- se abrazan.
sente y el que te ve a través de nuestras cámaras en el mundo Gracie1a se despierta sobresaltada.
entero, por qué te desapareciste de ese modo.
-En realidad, pues ... yo quería saber quién era yo, porque ***
eso de tener una madre tan lejos, que te manda unas cartas y
paga el colegio, no me decía mucho. Entonces, te cuento ma-
dre, que decidí investigar ... Sueño de Leticia
La cámara en Graciela nos muestra cómo ésta va cam-
biando de color, palidece; José, del impacto, se deja caer en Está escribiendo en su apartamento ante el escritorio y siente la
un sillón, Esteban enciende un cigarro con Tatiana, hay un si- mirada, desde un edificio cercano, de un hombre, la mirada es
lencio sepulcral. cada vez más acuciosa y cercana. Leticia decide hacerle señas

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y le pide que venga. El hombre vuela y entra por la ventana. Un grupo de trotadores, con ropas deportivas y listones
Tiene puesto un pulóver corto sobre la camisa, al entrar por la sosteniendo las cabelleras, entra al recinto, bajan a la fuerza a
ventana se ha quitado un abrigo de invierno que traía (de pron- I

} Diógenes del podio y lo llevan al territorio del público, todos


to es invierno lejano, cae nieve afuera, no es más Caracas).
Leticia y el hombre conversan, al principio con timidez r lo rechazan emitiendo gritos ininteligibles.
Diógenes repite una y otra vez, apresado por sus captores
luego más cercanamente, en confianza. De pronto él le señala quienes le arrastran fuera de la sala: .. . .
\"
a Leticia un toro que aparece en el centro de la sala del apar- -La definición restringida reduce la histona ... La defini-
tamento, es un animal enérgico y furioso, a punto de embes-
tir. Leticia está asustada, pero dice:
-Con suerte he logrado mantenerIo en esa zona de la ca-
sa, pero no lo había visto así, tan alterado.
l
!
,
ción restringida reduce la historia ...

***
Le pide al hombre que enfrente al toro y él le responde.
-Sabía que tarde o temprano me pedirías que controlara
al toro.
I Leticia visita a sus padres, viene lo más pronto que p~ede, lo
que le permite su ritmo de actividad interminable. El es un
antiguo cronista de deportes, amante del béisbol (al punto de
Ambos van hacia la furia del toro, casi con resignación. haber viajado a New York sólo con el firme propósito de ver
El hombre se desnuda para ir hacia el toro, que bota lla- a los Yanquis en su estadio). Le gusta que su hija los visite,
mas por los orificios de la nariz. con los años se ha ido aislando un poco y aunque todavía escri-
Leticia está asustada, de repente interviene, le pide perdón be para un par de semanarios y tiene su espac~o radial de co-
al desconocido, lo ha visto en su desnudez pudorosa, le dice mentarios, su vida social se ha reducido en contraste con la
que se vista de nuevo; nerviosa pero audaz, logra ella misma época en que Leticia aún vivía en su compañía.
controlar al toro, sólo al tocarIo. Ella percibe siempre con asombro la emoción de su padre
frente al juego, de niña lo acompañaba al estadio de béisbol, y
verlo con la alegría y el entusiasmo a rabiar la conmovía enor-
Sueño de Diógenes
memente. Él había sido jugador en su niñez y primera juventud
y tenía una lesión en el antebrazo, producto del ejercicio de lan-
Diógenes se ve a sí mismo en un podio de un gran escenario, zamiento.
está dictando una conferencia. Dice:
Ahora, cuando ella ha venido a plantear el tema a raíz del ase-
-El sentido unívoco de la ciencia definió el mundo mo- sinato del niño de Sarría, y los muchos casos que ha venido inves-
derno, actualmente esta idea está desacreditada. Se acabó la tigando con relación a circunstancias parecidas, las respuestas de
verdad segura, la hermenéutica nos llevará a interpretar. Sólo Víctor, su padre, están cargadas de la conmoción de un fanático
tenemos la interpretación.
de altura. Él, que ha considerado siempre como su premisa:
Del público se levanta un mendigo, con las ropas raídas, «Si no has estado en un estadio de béisbol, no has vivido».
sucio y estrafalario en sus gestos, le grita:
-Bueno, hija, el dinero le ha hecho mucho daño al juego,
-Estamos tranquilos, el lector se sabe leído, el escritor se eso se sabe. A los muchachos los captan ahora muy tempra-
sabe escrito.
no, muchachitos, y se los llevan, ellos saben que su vida útil

90
91
no es muy larga, y el pelotero se cuida, sabe que antes de los
30 años debe y puede tener dinero para tres generaciones.
Capítulo 10
Tiene que cuidarse. Las Grandes Ligas ...
-Claro, esa es la meta, todos quieren estar allí. Yo solo soyuna persona
-Es lo máximo. No tengo botones que apretar
Para nosotros, es el pan de cada día, en este país, en el 1 Ni organigramas que programar
Caribe. Los jugadores son hombres con mucho de niños, y la No tengo manillas, ni hago ping-dong
fanaticada también. Porque tampoco soyun reloj,
-También es un espectáculo, y un negocio, un gran negocio. y no tengo mando para sintonías
-Sí, hija, es verdad, pero no olvides la otra parte, lo lúdico, Porque tampoco soy una radio
el disfrute. Con el alza del dólar tenemos más jugadores del-pa- 1 y no tengo sitio para mucha gente
tio en nuestro béisbol profesional, muchachos que se lanzan Porque no soyun estadio
con más técnica a medirse, son generaciones de relevo. GRUPO MECANO
-Hasta que los descubren y se los llevan.
-Es la era de los millones, para que se los ganen otros
que se los lleven ellos, que tienen talento, madera ...
I
El hombre entró a La Paz Verde y de un manotazo echó abajo
"-El sueño de un jugador debe ser llegar a final de tempo- la línea de los frascos de las vitaminas (vitaminas para mujeres
rada, estoy pensando en los mayorcitos, de más de 45, que embarazadas, para anémicos, para atletas, para ancianos, para
como tú dices, ya no cuentan. calvos, para estreñidos, para diarreicos, vitaminas par~ la m~-
-Tienen que mantenerse en forma, y el béisbol no es só- ñana, para la noche, para el mediodía), luego comenzo.a abnr
lo cuerpo, entrenamiento, es también... ¿cómo decirte? los frascos con especial destreza ya derramar su co~t~rudo por
Razón, estrategia, la parte cerebral, la ofensiva. el piso del local. Las cápsulas plásticas pronto hlc~eron una
La voz de María Leticia, la madre de la periodista, se es- colorida alfombra ante los ojos desesperados de Julieta.
cucha desde el comedor. El hombre a continuación recogía las cápsulas en su man~
-El almuerzo está listo, el hervido les va a encantar, pero se las llevaba a la boca y las engullía mascándolas 'como SI
se les va a enfriar. fuera chicle. Julieta intentaba hablar pero él parecía sord?
Padre e hija se ponen de pie. Leticia ve con agrado este hogar Su vestimenta raída, los restos de un viejo paltó, un pantalon
donde creció, en Santa Rosalía, con la calidez de las macetas en «brincapozos», zapatos de goma y la barba inmensa hasta las
la ventana con las plantas de sábila y bella-a-las-once y el recuer- rodillas, le daban un aspecto de patriarca abandonado o de
do de los muchachos y muchachas del barrio, en otros tiempos. hombre de Cromañón.
-No hagamos esperar a tu mamá, vamos. Julieta en su desesperación lo dejó solo para ir en busca de
-Papá, ¿y qué te parece lo del Gato Galarraga? [Se im- ayuda. Regresó con Barroso, quien llegó con aires de «compo-
puso en las Mayores! nedor del mundo». El hombre estaba sentado en el suel.oro~ea-
do de los envases vacíos, y ya no se trataba sólo de vrtammas
sino de todo aquello que ocupaba los tramas de cápsulas de

92 Q1
hierbas por sus especialidades (albahaca, romero, salvia y astrología y la combinación de este conocimiento con el po-
saúco para el reumatismo; lechosa, melisa, manzanilla, ama- der sanador de las piedras. Minerva habla del prana y su con-
pola, contra el dolor; cola de caballo, limón, zarzaparrilla, co- cepto en Occidente, Diógenes habla del Zohar (el Libro de
mo diuréticos; eucalipto, malva, tomillo y menta, para los esplendores) que declara que el mundo está fundado en el
problemas respiratorios; ajenjo, manzanilla e hinojo para do- secreto. Un señor de adusta indumentaria blanca se declara
lores menstruales, y así sucesivamente), trataba de tragar babalao, más allá hay quien considera que había que llamar al
grandes volúmenes de cápsulas de modo obsesivo. hospital psiquiátrico más cercano para internar al hombre de
Barroso demuestra no estar muy seguro de lo que debe ha- las cápsulas.
cer, y voltea a mirar a Julieta quien lo observa como si él fuera Julieta ha logrado trasladado a la cocina, lo lleva de la ma-
su «única tabla de salvación». Pero el hombre sigue sentado en no y él obedece, ha aceptado colocar en el amplio bolsillo del
el suelo seducido con los colores de las cápsulas y el tiempo delantal de ella todos los frascos que abrazaba. Julieta lo sien-
parece detenido allí para siempre. ta y le ofrece una sopa. El hombre come. Luego se levanta y
Algunos clientes curiosos del puesto de revistas han venido se va.
a sumarse a los de La Paz Verde, para ver «qué harán con el lo- Julieta recoge el desorden y pide a los de la algarabía que
co» y la aglomeración comienza a producirse, con intercambio sigan discutiendo en el pasillo porque ella procede a cerrar el
de opiniones entre murmullos y parlamentos teatrales . local, la gente va saliendo sin abandonar la agitación. Julieta
. A Barroso se le ocurre utilizar algo como «la imposición de baja la santamaría.
manos». Julieta expresa su negativa. Le dice que la imposición
de manos es un procedimiento muy antiguo pero al que sólo la ***
voluntad de quien la recibe puede respaldar, y ¿cómo piensa
convencer a aquel hombre de que tenga fe en lo que él pretende Leticia ha quedado en encontrarse en la plaza con Fabio1ita, la
hacerle? Barroso insiste y Julieta, desesperada porque a raíz de hermana de Luis Alejandro, el pequeño jugador de béisbol cu-
la discusión ahora todos los presentes creen estar en un estudio yo asesinato cubrió para el diario. La jovencita la ha citado, sin
de televisión y se dedican a revisar las virtudes o los inconve- explicar mayores propósitos, y como otras veces, Leticia viene
nientes de la «imposición de manos». a encontrar1a. La juventud de la niña y esa iniciativa inesperada
Julieta, despacito, se acerca al hombre sentado en el piso, de convertirla en su amiga le hacen bien a Leticia, es de esos
lo toca en su brazo e intenta persuadido con palabras dulces. actos imprevisibles que la ayudan a tener una idea más certera
El hombre repentinamente voltea a mirarla, sus ojos reve- del engranaje interminable de esta ciudad, cuya conjunción
lan una inocencia infinita, abraza algunos frascos de pastillas, barroca se le hace cada vez más intrincada.
pero no deja de mirarla, Julieta logra ponerlo de pie junto con Su papel en el trabajo de reportera le ha revelado aspectos
ella, y poco a poco lo va sacando del círculo de la multitud, de la ciudad que desconocía, sobretodo le ha hecho descubrir
pero ya nadie se ocupa ni de ella ni del hombre, ahora todos las angustias patentes de enormes sectores de la población
hablan a la vez y mientras unas señoras hablan de los trata- que viven del día a día, tratando aguerridamente de buscar el
mientos de la anti-psiquiatría, otro grupo se refiere acalorada- pan sin saber qué pasará mañana ni cuáles serán los últimos
mente al «poder de la sugestión»; Rocco discute el valor de la acontecimientos en sus vidas insertas en un engranaje en donde

94 0<
, (

- I

la detención del poder es definitiva. El poder del patrón, el del Cecilia tiene el rostro tostado por el sol engañoso de las monta-
ñas. Ello le ha hecho adquirir un tono de piel particularmente
dueño del local, de la casa, del rincón debajo del puente, el
poder total y local, el poder de lo pequeño y de lo grande. atractivo, el conjunto de su~ ojos claros y el cabello breve, de-
Se pregunta Leticia por qué no había descubierto esto an- sordenado siempre, le dan un aspecto picaresco de muchacha,
tes, su conciencia llegaba hasta las descripciones leídas como que le hace parecer menor de lo que es en realidad.
si todo fuera fantasía o muy lejano de su propia circunstancia.
I Lleva tiempo viajando a través de la cordillera andina y
cada día que pasa se siente más parte de este territorio en su
Con frecuencia piensa la muchacha que muchas de sus dife-
rencias con Gustavo parten del hecho de que él vive en un mun-
do intocable, conveniente, maravilloso, pero alejado de lo real,
del entorno. Cuánto no daría porque él empezara a entender ...
¡ totalidad.
~ecilia ca~i ha olvidado lo que fueron sus años europeos y
el ngor orgarnzado de su escuela de formación. El traslado a las
..Fabiolita la espera en un banco y al verla acercarse se po- montañas colombianas, para entrar en la escuela de textiles ar-
ne de pie y viene a recibirla con entusiasmo, Leticia la abraza tísticos, fue una experiencia transformadora, cuya sustancia re-
y le entrega un disco que le ha traído, el último concierto del sidió en el conectarla con un arte ligado a la entraña misma
grupo Maná, lo ha guardado con celo porque fue un regalo de de la tierra que ahora pisaba con tanto entusiasmo.
Gustavo a la vuelta de un viaje, pero quiere que 10 conozca la Los grandes telares y su armazón técnica, diseñados de
niña, casi adolescente. acuerdo a la observación de los autóctono s, creados por la
Fabiolita lo recibe sin mucho entusiasmo, lo guarda con cui- mano sabia de los indígenas del territorio, fueron el primer
dado, Leticia le propone entonces caminar un poquito y salir detalle de «utilería» que despertó su instinto de.investigación,
del barrio, la niña accede, cuando van a subir al automóvil unos al entrar por primera vez a conocer las instalaciones de los ta-
muchachos de la zona están allí, molestan a la muchacha con lleres universitarios.
piropos soeces. Ella los conoce, les pide las dejen tranquilas, Sus largos silencios en el proceso de aprendizaje sólo reve-
Leticia no se amilana, quita el brazo de uno de ellos del auto laban su deseo de empaparse en la penetración del significado
y abre la puerta haciendo entrar a Fabiolita. Ya las dos dentro, de este encuentro con el tejido y sus diferentes definiciones an-
enciende el auto y salen, ellos se quedan riendo. cestrales. Cecilia sentía la presencia de vasos comunicantes
Fabiolita le dice a Leticia que en su casa y entre la gente entre ella y esta artesanía milenaria. Hoy sabía que .aquello
de por allí están asustados con las elecciones que se avecinan. que admiraba venía de una tradición de más de mil años antes
Habla de la policía que anda amonestando a todos y los ame- de la era cristiana, su curiosidad la había llevado al contacto
naza. Leticia muestra cierta incredulidad a los comentarios de mismo con los arqueólogos y supo así de muestras encontradas
la niña, trata de distraerla con un helado y hablando de músi- en la antigüedad de las culturas prehispánicas, como testimonio.
ca, pero a la vez la mira con admiración y extrañeza. Es de- Los textos de los cronistas y viajeros, reseñan piezas de indu-
masiado joven, piensa. mentaria y objetos utilitarios, realizados con las diversas palmas
y bejucos, en las márgenes de los ríos y muchos otros utensilios,
que dan cuenta de una relación cuidadosa con los objetos de
*** uso doméstico y del cuidado de detalles en armonía con la
naturaleza misma. .

97
Cecilia, pues, abandonaba la educación libresca para aden- El tráfico de Caracas siempre lo molesta, por ello tienen
trarse en un mundo de sensaciones y contacto directo con la años viviendo en San Antonio de Los Altos, y necesita conse-
tierra y las cosas. guir una habitación de hotel, dado que no podrá regresar a casa
Después de incursionar largamente como discípula de una hoy.A cada lugar que llega de su lista le dan una respuesta peor
artista conocida en el afán de los tapices en Colombia, había que la anterior, el hecho es que no tiene dónde alojarse y se
decidido entrar a Venezuela y buscar en los Andes (siempre) acerca la hora del evento y de su lectura. No tiene más remedio
a otra representante de estas búsquedas, Solange Arvelo, cuya que acudir a la cita y dejar lo de su hospedaje para después.
fama ya había cruzado las fronteras. El ajetreo le coloca gotas de sudor en las sienes, la misma
transpiración humedece la espalda revelándolo su camisa.
*** Está excitado e incómodo, saca el maletín después de esta-
cionar, y se apresura a entrar a la sala. '.-
Esteban ha podido sostener la mirada del padre, y de modo En ese mundo encuentra algunos colegas con quienes
extraño cree percibir que Leonel no tiene la seguridad de comparte intereses y afanes, puede llegar a coincidir y es por
siempre, titubea. esa razón que acude a estos eventos, pueden ser garantía de no
-Vine por mi madre -dice el muchacho. sentirse solo, al descubrir a otros que viven su misma angustia.
-Ya lo sé -responde el padre .
. -Me la llevo conmigo. ***
Leonel deja de mirarlo y aparenta concentrarse en el pase
de las reses colgando de ganchos, frente a ellos. Pasa a darle Esteban no quiere perder tiempo, ha hecho vestir a su madre
la espalda a Esteban. a quien han dado de alta en el hospital, y apenas han hecho
El muchacho lo mira sin saber qué hacer. estación en la casa para reunir su ropa y salir al terminal. Se
Cuando se voltea para irse el padre le grita: ha despedido de su hermana y los dos menores con tristeza.
-¿Y usted no me pide la bendición? Todos sienten que Antonia tiene que irse para evitar los des-
Esteban se detiene, regresa la mirada sobre el padre y lo manes del padre. Los otros hijos, dos casi adolescentes lloran
mira de arriba abajo, retador. en la puerta, Esteban y Antonia los abrazan, y ella está a pun-
-No, no la necesito -le dice, da la espalda y esta vez sa- to de cambiar su decisión que ha sido más de ellos que de
le del lugar con paso firme. ella, pero el hijo mayor no le permite flaquear y se la lleva al
Se asombra de su propia seguridad, de no haber titubeado, terminal de autobuses casi a empujones. Ella termina resig-
de verlo por primera vez como un hombre débil. nada, comprendiendo la necesidad de sobrevivir.
Afuera hay una brisa esplendida y el viento golpeando su
rostro 10 refresca y anima. Camina en la vía al hospital" irá ***
por Antonia.
Diógenes acaba de llegar a la ciudad en su automóvil, va Gustavo camina por la ciudad. Se pierde entre los transeúntes
como invitado a un evento sobre antropología en el cual pre- de la estación del Metro, todos van deprisa, en un ejército de
sentará una ponencia que tiene meses preparando. rostros apurados, entre los que contempla niños con el sudor

98 99
de los juegos y la actividad escolar, oficinistas agotados y de- La gente habla de política en algunas mesas, hay exaltación
seosos del reposo de la tarde, muchachas recién bañadas, perfu- y queja ante las elecciones próximas, y se nota el deseo de ig-
madas con esmero, dispuestas a su jornada nocturna, albañiles norar un proceso en el que muchos ya no creen, han dejado
preparados para el retorno largo, una estación tras otra, casi to- de participar.
dos de pie, aglomerados y serenos, reconociendo la ruta de En la barra hay quien lee un poema y pide ser escuchado.
todas las tardes. Afuera, en la superficie, el sol debe estar en su Su pedido de silencio es tan solemne que todos han voltea-
ocaso, produciendo un rojo destello con aristas amarillas, como do la mirada hacia aquel hombre, hay una obediencia inespe-
despidiéndose del día, dando paso a la oscuridad del atardecer, rada de parte de todos. Gustavo y su acompañante también
hermano de la noche. están atentos.
Gustavo se ha citado en una pequeña tasca de la Cande-
laria, con el que fuera compañero de sumadre en las jornadas Los pobres tienen el vientre vacío la cabeza de cerveza
del espectáculo, cantante también, hicieron dúo en muchas de Caminan frente alta las calles atestadas de cuerpos tensos
esas noches de brillo y bambalinas. Los pobres tienen el vientre vacío la cabeza de cerveza
Gustavo ha podido localizarlo gracias a anotaciones des- La ciudad escupe automóviles muchachos que gritan
cubiertas detrás de las fotografias, e incursionando en lugares
aquí y allá, los que todavía cumplen funciones, pero sin el
brillo refulgente del pasado. I Cafés repletos sueltan olores y los túneles humo
Toman los autobuses se agarran de los tubos. A casa de prisa
A comer de prisa. El cielo azul de prisa

¡
Tito Muñoz, así le llaman sus amigos, es un conocedor del Se orina por todas partes
bolero y sus acordes, de la guitarra, aprendida al oído, cono- Los pobres tienen el vientre vacío la cabeza de cerveza
cida a partir del canto y los sentimientos. Sin una sola palabra se dijeron todas las cosas los párpados
Lo encuentra sentado en la barra, y lo reconoce de tanto Se cerraron por las noches y aparecieron sueños y fantasmas
verlo en fotos y carteles viejos, es el mismo rostro ahora en- Sobre las camas duras los cabellos revueltos volvieron a su sitio
vejecido, sin cabello visible, pero la sonrisa aún en su pali- Las máquinas se prendieron los talleres reventaron
dez, lo descubre. Los pobres tienen el vientre vacío la cabeza llena de cerveza
El señor ya ha pedido un vaso y sorbe con delicadeza elli- La hostia no amortigua el hambre los salarios no suben. El pan
cor, moviendo los cubitos de hielo sin hacer ruido. Lo saluda Del día anterior se disuelve en la lengua y la sopa fría
con cariño y le señala rasgos parecidos a los de la madre, de Se niega a hervir otra vez
lo cual Gustavo no tenía mayor conocimiento, tan borrados Los pobres tienen el vientre vacío y la cabeza ... 1.
están sus recuerdos de ella.
-Tú eres músico también, tienes a quien salir. El hombre terminó el poema y Gustavo, desde su lugar en
Por esa vía la conversación va tomando calor y el lugar a la la barra, de repente tuvo el impulso de aplaudir y al sonar las
vez se va llenando de color y movimiento, ríos de palabras, ri- palmas todos le acompañaron.
sas, pedido al mesero, tonalidades de guitarras y voces de los
músicos de calle que entran y salen pasando el platico para que
le sea hecha la donación del caso, complaciendo peticiones.
1 «Una sola palabra» (Gustavo Pereira).

100 101
r
Luego los poetas siguieron su plática y los demás las su-
yas, pero un concierto interior, como un hilo impreciso los Capítulo 11
había acercado ya.
Gustavo salió esa noche del bar, cuando los últimos clien-
dejó sin rumbo la noche
tes se arrastraban a sus casas, el hombre que le acompañaba,
dejó sin rumbo la noche
Tito Muñoz, lo sostenía en sus hombros y ambos cantaban:
Fue en aquel lugar secreto
«Ya yo me voy/ al puerto donde se halla! la barca de oro que sobre un manto a la deriva
debe conducirmeNo ya me voy/ sólo vengo a despedirme/
Adiós mujer, adiós, para siempre/ Adiós ... ».
I que le dimos a la luna de que hablar
fue en aquel lugar secreto
una lluvia del desierto
le dio vida
YORDANO DI MARzo

Julieta organiza el menú de la semana, con esto determinará


la cantidad que debe comprar de cada verdura, los condimen-
tos, las frutas, lo maneja mecánicamente, la experiencia le ha
enseñado las claves.
Le complace estar sentada en el pequeño jardín con las
guacamayas parloteando, y sentir la luz tenue descansando a
su alrededor.
Está pensando en Barroso, no puede dejar de pensar en
ellos (en él y en Hendry José). Anoche, antes de bajar la san-
tamaría, él tuvo una larga plática con ella en la que le dijo de
sus virtudes como sanador, Julieta estaba maravillada del dis-
curso y de este hombre tan amante de sus hijos, tan cordial,
tan educado, tan puro. Eso le llamaba la atención, las dimen-
siones de su pureza, de su elocuente ingenuidad.
Acababa de terminar la lista de verduras en función del
menú de cada día. Y se disponía a organizar el mostrador de
la caja cuando se «tropezó» con una billetera masculina, des-
cubrió al punto de que era la de Barroso, tantas veces se la
había visto entre las manos, y reconocía sus objetos persona-
les de inmediato por el aroma (Barroso usa Dune de Chris-
tian Dior, regalo de su esposa).

102
103
Se disponía a caminar hasta la óptica para llevarle a su due- Leticia se ha vestido razonablemente para asistir a la misa.
ño la billetera, cuando se le ocurrió un lógico deseo en su afán Es en homenaje a un pelotero asesinado, organizada por la fami-
de curiosidad por el otro: revisarla. Para no llamar la atención ) lia, en la iglesia de Santa María Madre de Dios. Allá se encami-
cerró la puerta del local, pasando la llave, y se dedicó a su tarea. na con el propósito de llegar una media hora más temprano para
En la billetera, la tarjeta de crédito, la cédula de identidad, el
carnet del club campestre, la fotografia de sus tres hijitos, la fo- t observar, y si era posible, tener la oportunidad de dialogar con
algunos de los amigos o familiares presentes.
tografia de su mujer, y ... las fotografias de: ¿Yoselyn y Tatiana?, Cuando llega a Manzanares ya hay un buen grupo de per-
sí, eran ellas, y lo más curioso, ni siquiera eran las fotos en sí f, sonas, todos con la compostura adecuada a una situación como
mismas, sino que aparecían como habían llegado al mundo, [to- ! esa, en duelo por las circunstancias.
¡
talmente desnudas!, sacó una y ... otra ... y una tercera. Y se pre- . Con cautela la muchacha se dedicó a observar la escena
guntó cómo cabían todas allí, en la billetera, y, sobretodo ¿cómo
aparecía él mismo en esa tercera?, ¿quién tomó la foto? Barroso ¡ conmovedora. La actitud de la viuda e~ serena, una mujer
joven, de agradable figura, con un rostro que denota carácter
lucía su desnudez entre las dos muchachas. 1
y seguridad, los padres del pelotero se ven desgarrados. En el
j
Julieta se retiró al baño y vomitó un poco, luego regresó. I
grupo hay varios de sus colegas de los medios, algunos cono-
No acababa de tener una sensación de realidad sobre lo que cidos cronistas de los espacios deportivos. Leticia observa a
veía. La imagen que había construido de Barroso no tenía nada una periodista de TV, quien se acerca a uno de los familiares
que ver con aquello, pero sí, recordaba haberlo visto muchas
veces con ellas allí mismo, en La Paz Verde, también recor- 1
I
del fallecido, iniciando una entrevista improvisada.
Apenas se saludan con movimientos de cabeza, Leticia en-
daba sus risas a carcajadas, y algún detalle picaresco que qui- tra a la iglesia, camina a un asiento lateral, habiéndose persig-
zás no había querido ver. nado discretamente frente al altar. Y ya ubicada se incorpora
Se sintió extraña, como en un cuerpo que no era el suyo. al culto observando con mucha discreción a los presentes.
Fue hasta la puerta y retiró el cerrojo después de colocar todo Sigue el oficio de la misa con todo fervor, y está extrañada
en el mismo orden en que lo había encontrado en la billetera. de sí misma, piensa en las circunstancias desconocidas que
Se fue a la cocina y preparó una infusión de tilo con manza- rodean estos asesinatos, el del niño, hermano de Fabiola, el
nilla, colocó en la grabadora un casete de música antiestrés. de tantos, y en ese destino inescrutable, nacido por una habi-
Se sentó a ver las guacamayas. Pero no era suficiente, no lidad, desarrollada en el entusiasmo del acto de jugar, del
lo era. niño que juega y crece entre sus compañeros, viviendo la trama
Decidió salir a la calle, de modo que cerró La Paz Verde de convertirse en el aplaudido, celebrado por todos, y un emisa-
(para sorpresa de la clientela) y fue a la línea de taxis de Villa rio lo elige para destacar aún más y pasar a ser ficha de un club,
Barroca, tomó el primero que encontró. No sabía que indica- de un equipo, de un manager, de una fanaticada, para llevar una
ción darle al chofer. Se sentía como inmersa en un túnel oscuro. vida llena de inesperados acontecimientos, donde los otros
deciden su valor en función del éxito del equipo, cuánto
*** vales, cuánto pagan.
«Que en sus corazones reine la paz de Cristo; que la palabra
de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza».

104 105
-Aleluya. suave en su ternura, antes fue volcán encendido, fuego lento.
Leticia siente un leve calor en su hombro y descubre en el Se atreve a preguntarse si en esta depresión constante del ma-
instante a Gustavo, quien ha llegado inesperadamente situán- rido no habrá un poco de actuación, o desde otra perspectiva,
dose a su lado. Se sonríen. de patología sin remedio.
El acto de la comunión se lleva a cabo, la familia se colo- Cuando más distraída está suena el golpe contra la maleta
ca en línea para recibir la santa ostia. La liturgia llena con su del carro delantero. El estruendo detiene la cola, se asusta y
inspiración ceremonial los espacios del templo. baja del vehículo dejando la puerta abierta, el carro víctima
-Padre, lleno de amor, concede a los que acabamos de es un Toyota Sedan, el conductor también se ha bajado a ver el
alimentamos con este sacramento celestial, imitar siempre !. daño. Minerva está apenada y le pide disculpas casi sin saber
los ejemplos de la Sagrada Familia, para que después de las qué dice, sin medir las palabras y sopesarlas. El daño se tra-
pruebas de esta vida, podamos gozar eternamente con'ellos
en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
l duce en un hundimiento de la carrocería. '
Él, inicialmente irritado, al ver la excitación de ella, inten-
-Amén. ta calmarla, le dice que el seguro pagará, que no se irrite. La
Salen. Gustavo lleva del brazo a Leticia, se acercan a des- observa de otra manera, Minerva de repente se percata y de-
pedirse de los familiares del pelotero. tiene el estruendo de sus palabras, ella también lo mira. Es un
Gustavo propone a Leticia que le siga en su automóvil para hombre como de su edad, ¿cincuenta, cincuenta y dos años?
ir'a cenar algo. Ella accede complacida, le alegra poder llegar Alto, sereno, cabeza gris, delgado, con una bella sonrisa.
a la reconciliación sin muchas explicaciones. Está cansada de Viste deportivamente, y parece más bien divertirse con la si-
tantas discusiones inútiles con relación a la sensación de super- tuación antes que estar molesto. Hay chistes y carcajadas, ella
visión de parte de Gustavo sobre su ejercicio profesional. insiste en darle la tarjeta del seguro y en pagar el daño, él le
Minerva en su automóvil va por la avenida Vollmer, debe- propone sustituirlo por un almuerzo.
rá recoger unos exámenes en el Centro Médico, los que se ha Ambos se están mirando, se ruborizan, se cortan un poco.
hecho en el más absoluto secreto, para evitar sumar ansieda- Ella accede.
des a Diógenes, a quien ve cada vez más aislado en una ne- Diógenes ha leído su ponencia con gran impacto, su teoría
bulosa, sin remedio. antropológica está bien sustentada y es una sorpresa para los
El tráfico acostumbrado no la altera, los viejos edificios especialistas.
de la urbanización la distraen en este pisar freno y volver por Al terminar hay un brindis en el hall de entrada, donde to-
segundos al acelerador. dos comparten vino y canapés, entre risas y comentarios. Ha
Su infancia la pasó precisamente en este sector, lo conoce llegado la noche y comienzan las despedidas. Diógenes sale
como el pez al agua, su sentimiento de pertenencia la sostiene apresurado recordando que no tiene hotel y no es fácil ubicar
prendada a cada ventana, cada esquina, cada puesto de perió- uno a estas horas de la noche, es dificil subir a su casa a estas
dicos, cada árbol, cada olor. Aún el cielo sobre la avenida horas por la falta de iluminación en la autopista y las dificul-
aglomerada, le parece el mismo de siempre. tades de su visión.
Suspira y piensa en Diógenes, una pared se está levantando Sale en su automóvil y vive la odisea de un tráfico infernal
entre ellos, el amor que la embarga, ahora sereno, metódico, y las negativas de todos los hoteles conocidos. Opta por buscar

106 107
los moteles conocidos y corre la misma suerte. Finalmente un Leonardo ha citado a María fuera de la lavandería. El muchacho
taxista le da una dirección en el centro, su cansancio ha llega- ya no soporta las agresiones del Animal sobre la muchacha, y se
do al extremo en el cual los párpados no quieren permanecer siente vigilado cada minuto que transcurre dentro del local,
abiertosy una sensación de pesadez lo ocupa. pero el Animal sale con frecuencia y esas son las circunstan-
Entonces llega finalmente al callejón y lugar indicado. cias que permiten a Leonardo sentir más acerca a María, sin
Toca la puerta en un lugar llamado El visitador nocturno, le la acechanza inminente del monstruo.
abren y lo miran con extrañeza, un hombre con la camisa María, después de la insistencia infinita de Leonardo, ha
arremangada y más bien rudo le pregunta qué desea. Dióge- aceptado.
nes pide una habitación, le dan una llave y le preguntan por Cada uno por diferente vía se dirigirá a un pequeño motel
cuantas horas. Extrañado contesta que toda la noche, el indivi- de la Casanova, 10 han acordado así. Se esperarán frente a un
duo lo mira de arriba abajo y le pregunta si estará solo, a kr que árbol cercano al lugar.
Diógenes asiente. Le da pues las llaves y le indica el pasillo. Ella se ha preparado con afán y cautela, cepilló su cabelle-
ra cien veces, hasta ver el brillo definido, escogió su ropa in-
Diógenes agotado atraviesa el miserable pasillo, de tabique de
cartón piedra y llega a la que será su habitación. f terior, la mejor que había conseguido en el bazar del chino, su
La visión no puede ser más deprimente, un catre miserable
con una sábana encima. Una silla, un lavamanos y un retrete.
t
1
falda, su blusa, sus zapatos, todo el proceso de vestirse es~vo
acompañado de su pensamiento incesante en Leonardo. El ha
I hecho lo mismo , indeciso hasta en abotonarse la camisa, cerrar
La'puerta no tiene cerradura por lo que Diógenes arrima la silla

¡
.

hasta el catre para oponerse a la apertura de la puerta. Se qui- el primero o dejarlo abierto descubriendo la escasa pelambre
ta la ropa quedando en interiores y cae vencido en el catre. En que asoma en su pecho de muchacho de 20 años. No puede
la madrugada lo despiertan voces que emiten quejidos, de re- con su entusiasmo lo que le lleva a suspirar en creces.
pente toma conciencia de esos sonidos. Ahora ella toma el Metro en Caño Amarillo, al mismo
-Así, así, así, mi amor, más, más ... yaaaaaa tiempo lo toma él en La Hoyada.
-Vente, mi negro, móntate ahora, no aflojes.
Más palabras indefinibles, chillidos ...
'\ Llegarán al lugar, con la timidez de ambos. Se besarán ante
el árbol, uno más que tiene por sombrero al cielo. Caminaran
Ahora se explica Diógenes la extrañeza del hombre de la I a la puerta del motel y Leonardo pedirá la habitación, subirán
entrada al saberlo solo. Ha terminado en un «tiradero de ma-
la muerte», y se quedará despierto el resto de la noche, solo a
\ nerviosos, abrazados, resguardados por el calor y la ternura
de sus cuerpos.
f Estarán ansiosos por tocar sus pieles cuerpo a cuerpo, ella
la espera de la primera hora de la noche para salir de allí y
VIajar a casa.
Diógenes cavila alrededor del sentido de haber venido a ! palpará con suavidad todo el cuerpo de él, descubrirá los lu-
nares en su espalda, la cicatriz en la frente, producto de una
hablar en el evento acerca del discurso del paria, y sentirse él travesura infantil, saboreará su boca, su lengua, sus cavida-
. .
rmsmo un pana. des, tocará su sexo, sentirá la salida de su flujo, él la cubrirá de
besos, palpará la pequeñez de sus senos como duraznos, sa-
*** brá del calor de sus piernas, la serenidad de su mirada en el
acto del amor, luego dormirán abrazados nuevamente, una

108 109
media hora, antes de levantarse apresurados, y vestirse, regre-
sar, por vías distintas y estaciones distintas a sus lugares de
Capítulo 12
origen. Para mirarse mañana en la lavanderia y referir el plan-
chado y la lechada, revisar la ropa limpia y los percheros, re- Siempre habrá otro camino. El que pedimos
flejando en el fondo encendido de sus ojos, la imposibilidad para los otros pasos:
de olvidar la tarde estallante de ese espacio en compañía. el de incierta raíz; el de la espina,
el que supo apurar soles amargos
MIGUEL RAMÓN UTRERA

Con la curva a Julieta se le pasó la resaca y lo supo porque


empezó a entender las cosas.
Lo primero que entendió fue que Tatiana y Joselyn no eran
sus amigas y que, claro, Barroso desde hacía tiempo, se acos-
I

taba con ellas.


Lo segundo que entendió fue que el Credo, ese «Creo en
Barroso sobre todas las cosas, creador del cielo y de la tierra»
se le estaba haciendo pedazos en el mero corazón.
Todo lo supo y no quería saberlo. Entonces empezó a llorar
en el taxi. Inicialmente le dio pena con el conductor y trató de
ahogar sus sollozos pero, en la medida en que lloraba el deseo
de hacerlo aumentaba y más rabia sentía contra Barroso, en-
tonces decidió que podía dejar que los sollozos se escucharan y
poco a poco decidió que hasta su hipo se escuchara también, y
si fuera posible todo el odio que sentía por ella y pOÍBarroso.
Por ella por haberse dejado engañar, por ser pendeja, una vez
más, cuando se había jurado que ya no ocurriría más.
, Hipó e hipó e hipó hasta que ya no tenía ni mocos, enton-
ces fue tranquilizándose hasta entrar en un especie de nirva-
na, quietecita, y la noche oscura le pareció azul como en los
cuentos, y empezó a pensar en que el polvo de Barroso, no
era tan buen polvo, como todo lo prometido e incumplido.
Además, entre risas descubrió, que en realidad, Barroso no le
importaba, que le molestaba el nexo entre el hecho de ser su
patrón y haberla seducido.

110 111
Entonces detuvo el taxi y le pidió la dejara bajarse justo en Recordaba sus manos recorriéndola, sus ojos mirándola, su
la puerta de El retablo, la tasca de la que a veces hablaban miembro penetrándola hasta el cansancio. Sus dedos ya cono-
Graciela y las muchachas. cían ~~da cicatriz de Hendry José, el contorno de sus piernas,
Al entrar empujó violentamente la puerta que parecía ha- la agilidad de su cadera cuando estaba sobre ella, la suavidad
cer resistencia y se encontró a un individuo descomunal de- de su mirada cuando la contemplaba haciendo el amor.Y como
trás, quien recostaba su humanidad a la superficie de madera era habitual después de estos encuentros furtivos, Julieta ama-
mientras sacudía un vaso con hielo y un licor rojizo, la fragi- necía en su propia casa y en su cama y nada recordaba sobre el
lidad de la muchacha resultaba absurda en aquella circuns- trayecto y la circunstancia que la había colocado allí.
tancia oscura y el mastodonte la dejó pasar asombrado.
Entró al recinto en medio de la oscuridad y los objetos y la ***
gente comenzaron a hacerse nítidos con rapidez. •
Se sentó ante la barra y pidió un ron seco, Cacique, para el
De nuevo las brujas del condominio, en edificio donde vive
más precisión. ~et~cia, hacen de las suyas. Esta vez la acción raya en lo pato-
Cuando tuvo el vasito de cristal entre los dedos, lo tragó 10gICO.El problema es que parte de su rutina diaria consiste en
de un solo envión. pe~s~~ir a las mascotas de los propietarios o inquilinos del
. Pidió el segundo. edificio. Colocan carteles por todas partes'manifestando su
Para alguien zanahoria, con el estómago poblado de hierbas odio a los perros y gatos de todos los tamaños, y parece que
frescas e infusiones de malojillo y menta, aquello parecía la lle- han ~ncontrado en el portón principal un pequeño mojón
gada de una molotov sin prólogo ni receta. Julieta empezó a de rrnerda (probablemente de algún felino ¿o será de rata?), el
notar una cierta distorsión en el contorno borroso del paisaje. hecho es que han decidido lo insólito, algo como para que apa-
De pronto el calor de una piel conocida se posaba sobre su r~zc~ en la sección de «Aunque usted no lo crea» de cualquier
hombro, volteó y descubrió el rostro dé Conrado, despeinado, diario del mundo. Han rodeado el mojón con tres enormes
deslumbrante y alumbrado, a medio sonreír, a su lado. conos anaranjados, dando orden al personal de limpieza de
-¡Hola! -fue todo lo que dijo y le escuchó decir. que no lo recojan, con la idea fija de que debe ser un dueño o
Conrado-Hendry José hizo una seña al barman de la barra dueña de mascotas quien haga esa tarea.
y enseguida Julieta tuvo delante otro trago y él también. El mojón ha permanecido en la puerta del edificio cuatro
Chocaron vasos y bebieron al unísono. días. .Losh~bitante.sdel lugar entonces se limitan a entrar por el
-Tú eres como muchos a la vez, ¿verdad? estacionamiento e Ignoran el acto de locura de la terrible Ana P.,
Conrado sonríe complacido y a la expectativa. Le contesta: al punto que, lo único que se les ocurre pensar es en el marido, y
-Puede ser, así me ves tú. acaso en algún otro miembro de la familia, porque definitiva-
Después todo sucedió tan rápido como una película en ~ente deberían intervenir y llevada a alguna institución especia-
cámara acelerada. lizada donde le realicen los exámenes psiquiátricos que amerita.
.Julieta no podía recordar como había llegado al lugar del Pero aquel parece hacer abstracción de los acontecimien-
amor, pero sí revivir los instantes en que Conrado la había des- tos del condominio, encerrado en su trabajo y en sabe Dios
vestido cautelosamente, para después acariciarla con premura. cuántos asuntos.

113
Leticia pasa al lado de los conos y entra al edificio. -Cuentos fantásticos, desde lo poético, desde la utopía,
Al subir al apartamento el teléfono señala un mensaje, es desde la soledad.
de Gustavo, quiere verla.
-Así dice la nota de Francia.
-Tienes suerte, creo que sí llegó ese libro -el profesor
*** se dirige a un anaquel y rastrea-o Aquí está -le dice final-
Los anaqueles de la librería están repletos, y los dueños han op- mente, mientras se lo entrega.
tado por colocar libros apilados unos sobre otros, de modo que Conrado lo toma en sus manos con placer y lo revisa
el lector a través de los lomos pueda identificar la novedad. rápidamente.
Diógenes revisa en el escritorio las listas y se apresura a -Pero te tengo un regalo -señala Diógenes dirigiéndose
ordenar lo más vendido en aras de estadística lectora. a su escritorio, abre la gaveta y saca un libro, lo lleva a
El librero revisa la guía semanal del Diario de Car~cas, Conrado.
Lectores, y ve sus coincidencias. -Nada menos, La quinta libertad de Noam Chomsky, el
La máscara del poder de Luis Britto García; La insopor- gringo, acaba de salir, está calientico.
table levedad del ser de Milan Kundera; ¿ Qué es el socialis- Conrado-Henry José revienta una carcajada de placer.
mo democrático?, de Demetrio Boersner; Todo está enjuego, -¡Pero qué maravilla!, y ya llegó. Este es el ensayo sobre
J~ autobiografía de Shirley Maclaine; La paz nuclear, de Centroamérica y las intervenciones.
imón Alberto Consalvi; Foulcault de David Couzens; La es- -Así es.
posa del Dr. Thorne de Denzil Romero; Venezuela hacia el -Maravilloso, para comérmelos =-dice el muchacho,
2000 compilación de Héctor Silva Michelena; la Obra poéti- notablemente entusiasmado--. ¿Cuánto debo?
ca de Ludovico Silva 1958-1982 ... -Son un regalo, chico, para ti. Y ahora me acompañas
Suena la campanita de la puerta, acaba de entrar un clien- con este café.
te, alguien, Diógenes levanta la vista del escritor y le ve. Se Le pasa el brazo por la espalda y lo conduce al lugar de la
trata de Hendry José (alias Conrado), saluda con un gesto de su cafetera eléctrica, donde se sirven ambos y continúan su
mano. Diógenes sonríe, se pone de pie. charla interminable.
-¿Cómo le va.joven?
-Muy bien, ¿y usted, cómo está? ***
-Aquí, sin muchas novedades. ¿Quieres un café? ¿Andas
en busca de teoría social o de novelas de las que te gustan? Gustavo fuma un cigarrillo con premura mientras observa el
-Acepto el café, quería ver si por casualidad tiene un libro horizonte. Está mirando la montaña y detrás de él está la puer-
que reseña Néstor Francia, se llama Cuentos de un soñador de ta de un abasto humilde, con una breve vitrina y un mostrador
Lord Dunsany, está editado por Alianza. de zinc. El dependiente, un hombre de unos sesenta años,
Diógenes coloca la cafetera eléctrica en encendido y hace calvo y pensativo, lo observa. Gustavo mira al cielo y camina
el gesto de recorrer en su pensamiento el catálogo de existen- en derredor aspirando el humo de su cigarro. En el bolsillo de
cia de la librería, que consiste en arrugar los ojos y llevar su su chaqueta respira la nota que acaba de hacer, al obtener la di-
dedo índice izquierdo al extremo de la comisura de los labios. rección de la madre, a pocas cuadras de aquí.

114
115
Ha sido largo el camino de llamadas sin respuesta, perso- señora Agustina. La mujer lo revisa con la mirada y le dice
nas intermediarias, encuentros y desencuentros que ha debi- que qué desea con ella, que está delicada, y Gustavo, con ma-
do atravesar para llegar a saber que la madre vive y puede yor timidez aún le dice que A~stina es su n;tadre.
llegar a veda. -¿Usted es Gustavo? -le mterroga cunosa ".
En su cabeza se cruzan las pocas imágenes que guarda en su -Sí --contesta él, tranquilizándose ante la Idea de que
recuerdo sobre esa mujer, las que fueron refrescadas por las foto- tienen su referencia.
grafías sepia, arrugadas, que el padre le entregara en un sobre, La mujer se seca las manos en el delantal y lo hace pasar.
hace ya varios meses. Trata de unirlas como un rompecabezas. Ahora Gustavo la ve más joven al detallarla ante la luz de un
Rostro enmarcado en elcabello negro azabache, nariz perfilada, (
bombillo.
ojos enormes bajo cejas pobladas, una expresión triste aún en Ella le pide que espere un momento para preparar a Agustina t
las escenas que corresponden al escenario para el canto, con la y ya vuelve. Está nerviosa pero entusiasmada. Desapare~e p~r t
orquesta a su espalda. otra puerta y él mira la humilde estancia a su alrededor, limpia (
Ahora sabe de este lugar, tierra y calles sin trazado, barrio y organizada, cuando observa los objetos desc?bre una .foto de
(
por asalto, techos de zinc. Aquí deberá encontrarla. Le han él mismo en brazos de la madre, ambos sonreídos y felices.
dicho además de su enfermedad. La muchacha le pide que pase. t
(
-Agustina ya no es lo que fue. Gustavo entra con cautela y distingue, sentada en la cama, (
- Fue el último comentario recibido. la figura frágil de su madre, aún en ese rostro pálido y dema-
El cigarro ha terminado su quema y Gustavo sabe-que de- crado brillan sus ojos y una sonrisa suave que recordaba, ella
berá emprender la caminata por el cerro, tal y como le expli- extiende sus brazos y él se acerca.
cara el hombre de la bodega. Pensó en la inutilidad de esperar
a Leticia. Esta tarea debía hacerla solo, con toda la carga de
su incertidumbre a la espalda.
Tropieza niños y mujeres, unos cargan latas de agua.jovenci-
tas cargan niños en sus brazos, a pesar de la hora hay movimien-
to de bajada y subida, Gustavo se quita la chaqueta para moverse
mejor, suda, el papel que lleva en la mano ya está borroso por el
sudor de sus dedos, pregunta aquí y acullá y siempre lo miran
con extrañeza, es un extranjero en el barrio. Finalmente un hom-
bre mayor le señala la casa adonde se.dirige,
Trata de respirar con tranquilidad cuando la encuentra. Se
acomoda un poco y toca con los nudillos, es una muy modesta
vivienda, con una mata de trinitarias moradas al lado de la
puerta, apenas sostenida en sus bisagras.
Le abre una mujer muy joven, con el cabello recogido, y
un delantal sobre la ropa. El pregunta con discreción por la

1 1 '7
116
Capítulo 13

Se inclina hacia vanos sueños impúdicos


ELLIS AYITEY KOMEY

li I
Leticia ha conversado con Esteban en la peluquería, ella ha- I
bía comentado a Graciela de la necesidad de buscar a alguien
por contrato, para acompañar a la abuela Eva, quien cada vez
está más ciega de su vista real y más lúcida de su mundo nos- I
tálgico memorioso. A Graciela le pareció que sería una buena
oportunidad para que Antonia, madre de Esteban, tuviese una I
actividad y un trabajo tranquilo.
Ahora la muchacha lleva en su auto a Antonia hacia la
casa de Eva.
La señora habla poco y con timidez, pero la sencillez de la I
muchacha la ha ido ganando, le cuenta de sus hijos, allá en
La Victoria, le cuenta de Esteban pequeño y de las plantas de
sábila, del croto, del toronjil y el malojillo para la tranquilidad,
le habla de la luz de la tarde en La Victoria. Para nada nombra a
su marido ni las palizas que éste le da, ella prefiere recordarlo
en los tiempos en que la enamoró con ternuras, con pocas pala-
bras, en un tiempo y un mundo en que lo primero era juntarse
para conseguir el pan, sin demasiados remilgos.
Llegan a la casa y Leticia toca el timbre, siendo recibida
con palabras de encanto y celebración, como de costumbre.
Antonia mira los retratos en las paredes, los discos viejos en
los estantes, y sonríe apretando en la mano su monedero al
ver llegar a la señora, delgada, con el cabello muy corto, y su
bastón en la mano, elegante y dulce. Las presenta Leticia, se
saludan, la invitan a sentarse, y Eva quiere mostrarle el patio I
11

con el huerto de las hierbas, lo que aprovecha Leticia para i


despedirse y salir corriendo a sus obligaciones del día.

110
su marido, y los miles de capítulos que han vivido juntos.
*** Este hombre, simultáneamente, se le ha ido viniendo a su
asiento, hasta acosada a presión, con su brazo y su vaso lleno,
Minerva ha pensado mil veces en lo del almuerzo con su nue-
vo conocido. Buscar un pretexto para que Diógenes no lo su-
pierano era el problema, lo incisivo está en esta sensación de
con una voz empastelada y pronunciando palabras soeces,
habiendo perdido la delicadeza elemental de los primeros
momentos.
,
engañado sabiéndolo siempre tan distraído en su propio
<
mundo interior y tan seguro de la lealtad y el amor de ella.
Minerva, se pone de pie, y con un enorme optimismo y
sentido del humor, aprovecha un instante en que el Tenorio
,
Entonces siente que tiene curiosidad por el otro, sólo eso,
viaja al baño para irse. Ya frente al volante de su automóvil y ""
un poco de curiosidad.
en plena carretera, no hace más que reírse de las ínfulas del
No está demás sentirse de vez en cuando mirada como
personaje y decide ir a buscar a Diógenes, su Diógenes.
mujer, y al pensarlo presiente que Diógenes hace mucho que no
la mira como tal, o acaso la costumbre ha hecho mella de este
saberse deseados el uno por el otro. ***
,,
Se ha citado con Marcelo, así se llama el invitante, en un pin-
toresco lugar de El Hatillo, en donde probablemente será dificil
J~parse con algún conocido. Ella estaciona y mira en derredor, se Los sueños (
ajusta sus lentes oscuros, revisa el contorno de su falda y mira la
punta de sus zapatos Luis xv, hace mucho que no se preocupaba María sueña con un ascensor
por estar arreglada para la admiración de otro.
Marcelo está dentro del lugar, la recibe con una sonrisa es- Las puertas son extremadamente grandes. Leonardo está a (
pléndida, la toma de la mano y la conduce a una mesa aisla- punto de entrar. María tiene en las manos un folleto con un
da, con luz de la ventanilla, hay flores sobre la mesa. Ambos rótulo: «Instructivo», comienza a leerlo para Leonardo. Llega
(
piden un aperitivo y él comienza el diálogo preguntando por el Animal cuando María y Leonardo están a punto de ingre-
la rutina de Minerva. Tienen la distancia propia de quienes sar por las puertas abiertas del ascensor. El Animal entra,
acaban de conocerse, pero él va tomando terreno colocando jalonea a María, ella piensa: «A 10 que venga». (
su mano sobre la de ella en la mesa, y lanzando frases insi-
nuantes con relación a su «rostro de mujer madura que man- (
tiene su belleza». Él, al saberla casada, lanza un discurso, con Julieta sueña con un ring de boxeo
(
lanzallamas, relativo al aburrimiento matrimonial y la pérdi-
da de los misterios, y ocurre algo milagroso en Minerva, co- Alguien cae sobre las cuerdas, tiene cabeza de campana y tañe (
mienza a responderle dejando ver su recuerdo cercano de la en cada caída. El cuerpo se eleva, flota y se vuelve frágil, casi
inteligencia de Diógenes, su sentido de la ironía, la preserva- etéreo, desaparece el cuadrilátero y el escenario se convierte en
ción del misterio a través justamente de su sentido del humor, un espléndido cielo azul con nubes dibujadas, abajo: un territo-
y mientras habla siente que toda la ternura y la admiración rio árido y solitario, desértico, en el medio un árbol de cují, la
del mundo se le vienen en avalancha, ante el solo recuerdo de copa está frondosa y hasta una pequeña flor llega al que ahora

1')0
121
I
1,

se puede reconocer como el cuerpo de Conrado, son sus bra- Esteban sueña con una casa, decorada años 50
zos, sus piernas, su torso y sobre su cuello aparece la cabeza de
Barroso. Otro cuerpo se aproxima flotando, viene hacia la flor, Está su madre, Antonia, pero no es ella en verdad, es más rí-
se encuentran, es el cuerpo de Julieta misma, se abrazan. Hay gida y acartonada. Hay en el centro de la sala un aparatoso
olor a hierbabuena, a albahaca, a rosa. escaparate, algo secreto se esconde allí. La madre trata de que
él no intente abrir la puerta. Él la abre en un descuido de ella.
Sale una enorrne serpiente que lo envuelve, él está complacido
~, Diógenes sueña con su muerte de esa sensación viscosa.
~I
En el Instituto de Investigación Social todos discuten quién le
sucederá en el cargo. La profesora Norma Valecillos propone Conrado sueña con una colina
un brindis, el profesor Gregory Caicedo la increpa frente a to-
dos, sacan sus espadas (hay quien tiene chuzos) la sala de Julieta se baña desnuda en una laguna, él la mira sentado en la
reuniones y la biblioteca se convierten en campo de batalla; colina. Viene una limosina subiendo la carretera, al pasar salen
la sangre salpica. Diógenes despierta sudoroso. dos ametralladoras de las ventanillas, disparanConrado corre
hacia Julieta, ella cae, la sangre cubre el lago.

Graciela sueña con una mansión


Leonardo sueña con una casita blanca
Ella ha entrado a la sala elegantemente vestida y la acompaña
\\
su hija, Cecilia, viste de seda, lleva una pamela puesta, se pa- Hay tubos de ensayo por todas partes, María viste una saya
rece a Grace Kelly. transparente, él le hace fotografías con una cámara Polaroid y
José las recibe, su indumentaria es sobria y especial. se las muestra de inmediato. Están en la cocina, se abre la ne-
Entran al comedor con sillas Luis xv, y el banquete está vera y sale el Animal y cae al piso congelado. Él y María levan-
sobre la mesa. tan el enorme bloque y 10 devuelven al congelador con trabajo,
Joselyn y Tatiana sirven vestidas de mucamas. cierran la puerta, arriman la mesa y todo el mobiliário en la
José se dispone a cortar un enorme pavo relleno adornado cocina para sostener esa puerta. Pero, de nuevo, la puerta se
con guindas, clava el tridente, toma el cuchillo y al abrir la car- abre y cae el bloque de hielo con el Animal congelado dentro.
ne sale un líquido blanco pastoso y maloliente, en un chorro
imparable, bañando la ropa de los presentes. Gustavo sueña con un escenario gigante
Cecilia se levanta y sale despavorida, abandonando a su
madre. José dice: «Cordero de Dios, tú que quitas los peca- Está en el Teresa Carreño de Caracas dirigiendo la Orquesta
dos del mundo, ten piedad de nosotros». Sinfónica, aparece en escena su madre, Agustina, y canta un
El pavo muerto y abierto levanta la cabeza del platón y dice: aria de La Traviata. Amaristo, su padre, está escondido detrás
«Tomar atibán para dormir». de las cortinas, se asoma creyendo no ser visto.

122 123
Leticia sueña que es una pantera
Capítulo 14
Deambula por una gran avenida repleta de gente, de repente
los rostros de todos se transforman en robots unidimensiona-
Despertar de la ciudad
les, la pantera los husmea, la ignoran, la pantera abre puertas,
Con rostros que siguen ignorándose
penetra en locales y no hay muestras de seres humanos. La Hombres apartan los escombros
pantera entra al estadio y sobre el cuadrilátero yacen los juga- Donde la miseria es oleaje de arrebatos
dores con sus uniformes puestos, con orificios de tiros y sangre Espera de acusaciones !
fluyendo de sus cuerpos, todo se vuelve una mancha rojiza, el Meandros de cultivos legañosos
verde del césped se convierte en billetes de dólar. Arriba no cambia el azul ni la negrura
,
~

El paso prosigue.
ELIZABETH SCHbN
,,
Minerva sueña que es Sarah Connor(Linda
en El exterminador
Hamilton)

Querido Gustavo:
,
(
Anda huyendo del depredador abrazada a Kyle, futuro padre
'de su hijo, quien ha venido del futuro porque sabe que ese hi- (
(¿Por qué te llamo «querido» en medio de mis dudas?)
jo será el líder de su pueblo en ese futuro del que él viene. De Escribir es mi mejor manera de dejar salir lo que me ago-
pronto en la escena aparece Diógenes como Gandhi, y ella bia o me alegra. Últimamente pensar en ti me produce senti- (
como Sara Connor le dice: «Vete, tú eres de otra película». mientos contradictorios, y caminar por la ciudad con todo lo (
que este escenario me remueve, hace que cada calle, cada lu-
gar me recuerden algo de ti o contigo, y entonces no tengo
Cecilia sueña con su ajkaarü paz en mi ánimo. (
Tu presencia últimamente me hace sentir alterada, confusa.
Cecilia ve que su espíritu-sombra, su ajkaarü, la llama. Ella El trabajo me toma cada minuto del día, sólo en la noche
le sigue y se elevan, volando sobre el paisaje, vuelan sobre he tenido algún momento para pensar en nuestro asunto, y
tierras de los kariña, en el cielo muy azul está Kaaputaano creo que debo decirte de mi disgusto frente a muchas cosas.
Tumuonka, dueño del cielo, quien le hace una señal de asen-
tamiento mientras ella pasa. Vuela y vuela sobre caminos, ca-
rreteras, pueblos y ciudades.
En la conversación del lunes, cometí el error, hoy lo reco-
nozco, de señalar detalles acerca de mi experiencia con parejas
anteriores, y tú de inmediato respondiste (lo creíste necesario),
,
(
Cecilia y su ajkaarü creen reconocer a Caracas, y allí en con un «eso noimporta»; yo interpreto que puedes pensar que
un lugar, un edificio cerca de la Plaza Venezuela, vuelan y me avergüenza el hecho, o que, de algún modo te pido discul- t
pueden mirar por el balcón, Graciela está sentada en la cama pas, pero no era esa mi intención, yo no tengo ningún problema «
y tose, tose, tose. con haber tenido parejas anteriores a ti. Percibo que a «estas altu- (
ras de la historia social», permíteme la ironía, tú te avergüenzas
t
t
124 125
de esta circunstancia, es decir, tienes la idea de que las mujeres ¿Qué es una relación de pareja? ¿Qué hace que la gente per-
dejan de ser íntegras o algo por el estilo (estoy usando palabras manezca junta? Con frecuencia son diversas «patologías» que
\\
muy cuidadosas) si han cambiado de pareja, lo que jamás usarías se entrelazan, a veces es dinero o deseo de poder, otras se man-
. como molde en tu circunstancia como hombre. Yo no tengo nin- tienen por costumbre o por miedo a la soledad, creo que pocas
gún reparo en que hayas intentado antes formar pareja, es lo nor- 10 hacen por amor y el amor es complicidad, mis abuelos siem-
mal, realizar la búsqueda hasta encontrar quién es la compañía pre fueron el mejor ejemplo que tuve cerca de lo que ese amor
necesaria. Esas cosas me ponen a pensar en tus verdaderos con- puede significar. Las parejas que se aman pasan a sobreen-
ceptos sobre el mundo y la vida en contraposición con los míos. tenderse, no necesitan de muchas palabras para comunicarse.
Porque esta relación puede convertirse en un diálogo de sordos. ¿Podremos llegar a eso nosotros?
Todo esto tiene que ver con visiones culturales. Y dirás, una Adoro a la gente que se rie conmigo, que sabe salir de una si-
vez más, que no puedo separar la «manía analítica» de la vida tuación dramática con un chiste, que ejecuta y resuelve sin enro-
real o cotidiana. Es así. Lo que ocurre en la calle, lo que inves- llarse, que asume la vida, vota por la vida. A veces tú eres así.
tigo y escribo, la entrevista, el rollo del portero y el del recoge- Hay unas ciertas maneras de ti que me seducen; a veces eres
latas, los ajusticiarnientos en el barrio, la mujer de la panaderia, paciente, aparentemente sereno, pero a veces presiento que «la
el niño pelotero asesinado y la mujer que lava la ropa, me in- procesión va por dentro», y que no eres así, puedes simulado,
teresan tanto como la contaminación con mercurio, el Fondo me refiero a que tus labios pueden asumir un afmnativo cuando
. Monetario Internacional, el aumento de la carne, los ensayos de tus oj os expresan una negativa.
Lyotard o Umberto Eco, y el informe metereológico. Todo me Yo no parezco cuadrar en tu escena. Lo que dijiste con re-
interesa y en todo me siento implicada. Esa soy. lación a «mi gente» o mi entorno, tiene que ver con eso, y
Por lo tanto, es lógico que me parezca absurda tu insisten- tendrías que revisarlo
cia en que «no lees prensa» y no te interesa la noticia, cuando Sentir que aprietas los dientes o que tienes una mirada agresi-
para mí es grave no estar al día en lo que ocurre en mi entorno va cuando yo estoy haciendo algo que quiero y es mi conducta
e inclusive en mundos más lejanos. natural, no es bueno para ti, y evidentemente no lo es para mí.
Los asuntos que producíanel encuentro entre nosotros se No podemos mantener una relación a fuerza de disfrazamos.
agotan. Y a eso hay que estar atentos, sin drama. Estoy aprendiendo a vivir sola y lo disfruto mucho. Es un
Mi manera de relacionarme con la gente precisa una com- trabajo interior el de la libertad, y también el encuentro con
plicidad. Te siento retraído, vanidoso, tu música es el centro, otro para convivir, la posibilidad de la compañía sólo se pue-
es tu razón de ser, estoy allí como «paisaje» cuando lo nece- de producir con otro ser humano que esté seguro de lo que
sitas, me sitúas fuera, «te sirvo» en determinadas horas, y con quiere, se sienta realizado, y entienda ese descubrimiento con
demasiada frecuencia ni siquiera por intuición puedo saber lo alegría natural, sin simulaciones.
que piensas. Todo es práctico, ascético, sin «color local»" como Creo que estás muy acostumbrado a mantenerte afuera, co-
una hamburguesa de McDonalds. mo mirando los toros desde la barrera, me siento como que me
Nunca he visto interés de tu parte por lo que hago, no lees observas a una distancia de pantalla de televisión, no te inte-
lo que escribo, no te interesan particularmente mis opiniones gras, no participas. Eres el testigo, no formas parte de la escena.
sobre muchas cosas. Pero yo estoy en lo que escribo.

126 127
I
Todo se volvió confuso y raro, ¿vale la pena arreglar las dife- ros de «sus muchachos y muchachas». Todos lo estiman.
rencias? No lo sé. Falta la salo el azúcar, la risa cercana. La piel. O casi todos.
Leticia Elodio conoce al padre de Leticia, antiguo cronista depor-
tivo dedicado al comentario sobre béisbol.
*** Cuando ambos están sentados en la oficina, Elodio va y f
cierra la puerta.
José ha decidido llevar a Graciela al hospital y terminar todas
las pruebas médicas con relación a sus pulmones. Si no toma
Le explica a la muchacha, deteniéndose como distraído a
mirar los bordes de sus zapatos, o el cabello de ella, las razo-
,..
él la decisión nadie lo hará, es su mejor amigo y el que la co-
noce más de cerca, y sólo de él ella aceptará el que la obligue
a llevar a cabo algo que le desagrada.
nes de este llamado aparte.
Quiere enviarla al sur, a las orillas del Orinoco, iría al estado
Monagas, al Delta y Puerto Ayacucho nor varios reportajes
,,
~

La fue a buscar muy temprano y a esa hora ella estaba lista es- noticiosos importantes, y si ella quiere puede investigar más
perándolo, lo que indica que era también su propia preocupación. y traer otros, se iría con el fotógrafo que escoja. Los avances (
Ella tiene semanas largas tosiendo incansable y última- son de primera línea. Por un lado hay denuncias bien funda- (
mente expulsa en el esfuerzo, pequeños esputos con sangre. das acerca de la creciente estadística de embarazo precoz en-
Está pálida y ojerosa, pero arreglada rigurosamente, sobria y tre las muchachitas del Amazonas, la otra noticia se refiere a
.dispuesta a la tarea. La penumbra los acompaña en la vía de ca- una comunidad indígena de la familia kariña, en Monagas,
lle y José conduce el auto en silencio. Graciela revisa, la guante- que fue declarada extinta, y le fueron confiscadas y vendidas
ra y descubre algunas cintas de casete. Hay una de la Piaf y la sus tierras, después de pasarlas a considerar como ejidos muni-
coloca. Escuchan La vie en rase. cipales. Leticia se entusiasma escuchando al jefe, y ya desea
Comienza bien lo que será una jornada agotadora. Pero es salir en ese viaje de investigación que la seduce.
un descanso para Graciela saber que José está aquí y le acom- Se despiden con afecto, y Leticia sale a buscar a José A.
pañará, y que lo hará Esteban también, de otro modo. Quiere emprender viaje de inmediato. Piensa además en la
necesidad de distancia con Gustavo.
*** Hace semanas que no tiene noticias de él, desde una llamada
que le hiciese citándola en un lugar tan inesperado como las es-
Elodio, el director, se acerca a Leticia, le señala que venga a caleras del Calvario en El Silencio, cita a la que ella no respon-
su despacho porque necesita hablarle. Leticia enseguida toma dió. Ahora en la distancia en tiempo y espacio siente su ausencia, (
la libreta y se dirige hacia allá. pero presiente difícil recomenzar esa historia, y a su pesar la nos- (
Es un hombre largo, delgado, afable, en el periódico nadie talgia de él la persigue. Le ha enviado una carta de la cual no ha
(
le ha escuchado gritar para amonestar a nadie, suele acercarse obtenido respuesta, pero ¿es que acaso necesita una?
y observar por encima del hombro las pantallas de los com- 1
putadores de todos, entonces va señalando aquello que des- *** 4
cubre interesante y lo propone. Es un lector ávido y hábil,
bastante culto, minucioso en sus análisis. Trata a los reporte- ,
(

128 129 •e
María vive en ascuas. Cada vez que el Animal vuelve borra- cascabeles del instrumento warao que usa para acompañar en
cho, abre la gaveta y manipula la pistola, una 3.50 que tiene algunas de sus composiciones. Necesita que su madre sobre-
desde tiempos inmemorial es, él la utiliza con frecuencia para viva y le cuente lo que no sabe.
apuntarla, torturándola en su pase del cañón por el cuerpo Arnaldo le sacude tocando su antebrazo, espera una res-
desnudo de María, buscando orificios para deleitarse con las puesta y la partitura continúa expuesta a sus ojos.
lágrimas de ella, quien sufre el contacto frío del metal ame-
nazante en sus zonas sensibles. ***
María ya conoce cada respiración, cada gesto, cada elucu-
bración del Animal, y está segura de que éste husmea su rela- Minerva y Diógenes han decidido tomar el metro y dar un pa-
ción con Leonardo. Ella se siente crecida desde la aparición de seo al Parque del Este, como lo hacían en otras épocas de su vida.
esta mano acogedora, de esta presencia mágica, cobijo 'de su vi- Leonardo y María se encontrarán en la estación de Chacaíto,
da, Yse siente fuerte y capaz de dejar al Animal, sólo desea en- aunque han decidido sólo hacer contacto de miradas para em-
contrar la oportunidad certera, asegurarse de que no los seguirá. l·' prender separados, el camino hacia el lugar acostumbrado.
'\
Sueña con ese viaje hacia los confines de un lugar en ninguna r: José lleva a Esteban a un lugar, en donde comprarán lo necesa-
parte, de un espacio nuevo, el del amor, el de la serenidad y la rio para dotar a la peluquería por el mes, es Un pretexto para
'\ , risa, el de la conciencia del otro, la entrega eterna e inviolable. largas conversaciones entre ellos aún cuando ahora se sienten
Mientras tanto la pistola yace en esa gaveta, a la saga de la responsables de la amiga. Han organizado todo para que Rizos
enorme mano del Animal, en sus tiempos de agonía alcoholizada. de Oro continúe su actividad normal y Graciela se someta a las
sesiones de quimioterapia sin pensar en esto; van juntos en el
*** Metro sin parar de hacer comentarios sobre los catálogos que
llevan consigo.
Gustavo está a mitad del ensayo con la orquesta, se le nota En otro vagón, Julieta cavila acerca de sus imprevisibles
demacrado y extraño. Se le acerca Arnaldo, el joven ejecu- encuentros con Conrado, o el olvidarlo y continuar la vida
tante del primer violín y le hace un comentario con partitura entre sus guacamayas y hierbas aromáticas.
en mano acerca de un detalle de la dirección, Gustavo lo mira Un hombre joven, de cabello ensortijado y ojos vivaces
pero no lo ve, su pensamiento está lejos. No puede quitarse de entra al vagón con un fajo de papeles entre los brazos, va en-
la mente a la madre, a quien ha logrado trasladar a una clíni- tregando a cada quien, de pie o sentados, un poema.
ca cercana al lugar de los ensayos, la acompaña su hermana, Julieta lee el suyo, se llama «Buceo»:
la hermana que ha descubierto en este ínterin inesperado de
su vida, Claudia. Necesita poner en orden sus ideas, Y'sobre Si por un momento
todo volver a saber de Leticia, de quien además ha recibido En vez de seguir
una carta absurda. Necesita verla, hablarle, tocarla, hacerla hubiese volteado
saber de su descubrimiento, de su angustia, la sueña entre las Pero estoy hecho
sábanas, recuerda la sonoridad de su risa que puede confundir con las astillas
inexplicablemente con los sonido de la brisa marina o los

111
. {<
{
,(
de un
naufragio/,
Capítulo 15 (
(
Cuando Minerva toma el papel de manos del joven puede Kore-kai (
leer: De verdad (
Te amo mucho (
Haces de luz De verdad
dicen Somos iguales el uno al otro t
que tu acierto De verdad (
asciende Nos queremos
~¿Porqué estás triste? •
ahora
alas formas
perfectas'.
POEMAPEMÓN ,
e

(
Leticia y José Antonio se han encontrado en el aeropuerto de
~
Maiquetía para tomar el vuelo rumbo a Maturín.
(
Ambos han amanecido para estar, boleto en mano, frente
al stand de la línea aérea, asegurando la salida en punto. Ha- (
biendo entregado los equipajes, y solventado lo relativo al pase
de abordaje, se dirigen a la sala de espera con tranquilidad.
1.A. muestra a Leticia el libro que lee, la referencia inevi-
,,
(

table: Alejo Carpentier, «el escritor cubano que se remontara


a la Guayana venezolana, escribiendo una de las más intere- (
santes novelas del acervo literario del continente», así lo dice (
el fotógrafo, orgulloso, mostrando a Leticia un ejemplar de (
Los pasos perdidos, a lo que ella se ríe y pone cara de aten-
(
ción al fotógrafo, quien quiere lucirse con elegancia.
-Fue periodista aquí, tenía una columna llamada ... (
¡«Letra y Solfa»!, mi padre siempre 10 recuerda porque fue su {
profesor de Historia de la Cultura en el liceo Fermín Toro. (
-¡Caramba! ¿Y tú leíste esta novela?
(
-No, francamente, pero sí sus artículos de cine y ... algo
como, ah, El reino de este mundo. (
2 Pedro Luis Hemández.
-Entonces no te molestará que te lea algunos párrafos. (
3 Ídem.
(
11'") 133 l
~
-No, de ningún modo; pero no ahora, compañero. Discretas mesas cubiertas con manteles de hilo sostienen la
Prefiero revisar los documentos que me entregó el jefe, para cristalería, y la columna de ejemplares del libro, objeto del
enterarme de lo que busca con estos reportajes. acto de esta noche, no podría estar más ordenada.
1 ,
Se escucha la voz por los parlantes que anuncia la salida a Los invitados llegan a la hora prevista, se abrazan, hacen
Maturin, y la periodista y el reportero gráfico se ponen inme- con:en:arios d~ saludo con alegría, muestran beneplácito por
diatamente en la fila de salida. el diseño del libro y lo acertado del título. Se hacen chistes,
Ya en el avión, Leticia se dispone a revisar los papeles que hay gracia y ocurrencias a granel.
Llega la autora y todos se precipitan a la puerta de entrada
le ha entregado Elodio, el director.
«La etnia kariña Jesús, María y José, ubicada en Aguasay, a recibirla. Ella saluda con simpatía tímida a los presentes.
estado Monagas, introduce ante la Corte Suprema de Justicia Diógenes prepara el micrófono.
un recurso de amparo constitucional y de nulidad de una or- Toman a~i,entolos que pueden en las sillas dispuestas para
denanza del municipio autónomo Maturín que los privó de la p~e~entaclOny el resto~e queda de pie alrededor. Diógenes
se sItu.aal lado de la escntora, hace un saludo «simpático» a
tierras que les pertenecían desde tiempos inmemoriales, con-
los asistentes y muestra la tapa del libro, «Sombraduras».
virtiéndolas en ejidos municipales».
Entonces procede a su disertación sobre los aciertos del texto
s~,coherencia estilística, el tono bíblico, profético y su inser~
*** cion contextual en el espacio literario contemporáneo.
, Elena, la escritora sonríe con timidez, y cuando finalmente
Leonardo viene camino a la lavandería, está distraído y feliz,
el le concede la palabra, señala que para qué' hablará si Dió-
conIa-ansiedad febril de los enamorados, sólo piensa en la piel
genes lo ha dicho todo. Todos ríen. .
de María, en su ternura, llevada al extremo de lo sutil. Cuando
Ella lee entonces tres poemas teniendo como fondo un si-
cruza el semáforo de la esquina y entra al callejón una mano
lencio sepulcral, después hay sólo aplausos. Traen la botella
gigantesca lo atrapa por el cuello alzándolo con desmesura.
de champaña, se destapa dejando volar el corcho. Los amigos
Leonardo es lanzado con violencia sobre las bolsas de basu- cercanos, el diseñador del libro y la pareja de la librería se
ra pestilentes y el Animal, en la soledad del callejón, patea sus
acercan, la escritora abre el libro y ellos riegan el licor sobre
costillas sin conmiseración. El muchacho intenta defenderse las páginas, nuevos aplausos y abrazos. I

sin alcanzar siquiera a ponerse de pie, se rueda hacia atrás, co- Ahora ella se sienta a firmar dedicatorias, y los dos meso-
mo puede, con el costado ensangrentado, en visión neblinosa neros contratados para la noche sirven el vino en las copas y
antes de desmayarse, ve las fauces rientes del Animal sobre él. reparten en las bandejas.
-Nadie me voltea en mis narices, huevón. Orlando Chirinos y Earle Herrera se distinguen entre los
grupos y sus conversaciones, llevan la voz cantante en la na-
*** rrativa más reciente, con En virtud de losfavores recibidos y
Cementerio privado.
En la librería El Hombre Silvestre, todo está preparado con E~tre los asistentes está un coreógrafo conocido por su
discreta elegancia. Minerva se ocupó de traer los canapés de trabajo creador en la danza, es Juan Monzón, Minerva con-
diferentes sabores y Diógenes encargó las cajas de vino blanco. versa amigablemente con él y otros amigos de la escritora.

135
Julio se acerca y comenta la edición de Mar amargo de a las que ha sido sometida. Entre lágrimas recuerda a cada uno
Arna1do Acosta Bello, la que acaba de recibir de manos de sus hijos, se enorgullece de Pedro, el mayor, ahora en la
de Diógenes, «música de la vida diaria, desnuda de toda bea- Guardia Nacional, a quien, ella convenció de salir de casa y del
teria», comenta el Julio. frigorífico y alistarse en el ejército, y de Esteban, quien está
Monzón les cuenta de su deseo de irse a Valencia y crear haciendo lo que le gusta, como estilista en Rizos de Oro.
allí su propia compañía de danza moderna. -¿Y los pequeños? -pregunta Eva.
-Es una gran idea, pero nos harás falta --dice Minerva, -Su hermana, mi Teresa, los cuida. Ella sabe cómo ha-
y lo abraza. cerlos ir a la escuela, y ella misma, con esfuerzo, hace un curso
Luis Camilo trae entre sus manos Los poemas de venus de corte y costura, ha aprendido bastante.
García, y comenta el humor y el misterio de este libro, Dió- -Pero tú los añoras mucho.
genes que los ha visto animados se acerca con Elena y celebran -Sí, eso no se cura.
el sello de la colección Encantamiento para encantados. -¿Podrían venir a verte? Viene el fin de año, y sería bo-
«Muy del Catire», comenta, mientras todos se asoman al libro nito que los tuvieras a todos, o no sé, si Esteban te acompaña
y sus destellos gráficos. y viajas, tu marido se debe portar bien.
Afuera comienza a caer una lluvia suave, chispeando las -Sí, yo sé. Él no es tan malo, sólo es ... como un niño.
luces del centro comercial. Después que me pega y me ve mal se arrepiente, entonces,
(f
viene y llora.
*** Eva mira a Antonia y piensa en lo lejos que. está de enten- (t I
Eva y Antonia están en la cocina. Eva arregla flores en un flo-
der esos «juegos» de odio y amor, lo suyo con Manuel fue
para siempre, desde muchacha concibió su matrimonio con él
( I
rero grande de gres. Son aves del paraíso, y ella disfruta el como el centro de su vida, y ha pensado siempre que para él
color anaranjado y la elegancia de la forma, con sus largos ta-
llos erectos.
Antonia pela las papas con maestría y las va colocando,
fue lo mismo, sin calumnias, desconfianzas, hostilidades.
Sólo la ternura y la compañía. Aún en las noches añora el ca-
lor del cuerpo de él abrazándola siempre.
I
amarillas y limpias en un cuenco, con la yuca hace lo mismo, En la puerta del Centro Comercial Villa Barroca una mu-
el resto de los ingredientes del hervido han sido cuidadosa- chacha con los pies descalzos, y a quien parece no afectarle la
mente seleccionados y la receta se lleva a cabo con la natura- rugosidad de la acera en ellos, carga un bebé de pocos meses
lidad propia de este plato de todos. en un pedazo de tela que atraviesa su cuerpo, el vigilante de
Antonia mientras cocina habla de sus hijos. turno le pregunta cómo llegó allí y ella no responde, le pre-
Eva la escucha con atención y mientras la mira presiente gunta a qué etnia pertenece y no responde, ante la insistencia
la profunda nostalgia de Antonia por su familia. del hombre ella le da la espalda y se va por donde vino.
Sin pensarlo mucho se le acerca y le propone regrese a
verlos. Antonia abre los ojos imnensos y no sabe cómo hacer-
le entender a Eva que ha sido traída aquí porque su hijo teme
por su vida. Entonces 'ie relata algunas de las circunstancias

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136 137 I(
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Capítulo 16

La medida del hombre


es también la del ángel
APOCALIPSIS

Leonardo, convertido en un guiñapo irreconocible, fue en-


contrado por perros del vecindario y por el mendigo que los
«pastoreaba», entre las bolsas de la basura y sus derrames.
Una mujer, que acababa de detenerse con su auto en el lugar
para soltar sus bolsas sobre el contenedor, fue -la atrevida que,
con ayuda del mendigo, 10 levantó, colocándolo en el auto, y
lo llevó al hospital, aún con sus dos niños quienes ese día fal-
taron a la escuela.
Tras mucho ruego y recurriendo a su esposo, pediatra de
la institución, el muchacho fue atendido.
-El agresor debe haberlo dado por muerto.
'\ Fue la conclusión del médico y así se escribió en el parte
policial, cuando, después de mucho insistir y ante el hecho de
que no había nada que identificara a Leonardo ante sus salva-
dores, se llenó una boleta con la información pertinente. Las
costillas rotas, la cabeza golpeada, el brazo fracturado, fuer~
motivos para recurrir a cuidados especiales sin contar con el
estado «nebuloso» deljoven, quien aún habiéndose despertado
no pronunciaba palabra.
Entre sus ropas no apareció documento alguno. Y ahora
sólo veían por él los miembros de esta familia alvad ra, los
Robles, quienes le traían caramelos (por de isión d la p '-
queña Andrea) y jugos de naranja con all tas, d ruut el'
Alfredito y su madre.

1 \)
, ~
..•

Leticia y José A. han llegado al aeropuerto de Maturín a cum- conductores, caciques o gobernadores son escogidos por
plir con la primera parte de su itinerario en Monagas. De allí pruebas difíciles, no sólo de sabiduría y capacidad y valor, sino
han partido a Aguasay, con un transporte previamente pautado también de prudencia, con frecuencia pueden ser mujeres.
por el periódico y don Elodio. Para los cumanagotos, caribes, kariñas, el poder omnímodo
El camino hacia Aguasay muestra la vegetación de muy no debe existir, el autoritarismo les es desconocido (lo señala
..
diversos verdes que engalanan la vista. Un cielo espléndido Civrieux y en ello insiste el poeta Pereira). Como un habitan-
sirve de sombrero a estos árboles y arbustos. te más el cacique trabaja en las faenas corporativas, es un
En el viaje, José A. hace uso de la cámara desde la ventani- puente para poner en contacto las partes, coordina democráti-
lla del jeep, por su parte Leticia se ha traído de la librería El camente las relaciones, y siempre se apoya en el consenso de
Hombre Silvestre (en donde tanto Minerva como Diógenes, los ancianos.
los dueños, se mostraron muy interesados en el tema)! la ase- Llegan al lugar y el gobernador Garcíalos está esperando,
soraron lo mejor posible) un libro sobre los kariñas, de un an- los reciben con afecto y curiosidad. Carlos García está rodea-
tropólogo, Marc Civreux. Lee que los kariñas, o kalinas, o do de su familia, prácticamente la comunidad, hay niños, mu-
galibis o caribes, ese sonido, esa palabra, significa osado, bra- jeres, muchachos, García está contento de poder hablar de la
vo, guerrero. Viven ahora en oriente, en las riberas del Orinoco circunstancia. Leticia le pregunta cómo es que él conduce esta
medio y en la sierra de Imataca. Sin embargo, provienen de comunidad, a lo que responde:
. toda la parte noroeste de Suramérica y de las islas del mar -Cuando llegué a los 23 años, me llamó José Patete, él
Caribe y Antillas menores. Colón escribió a los Reyes de era el gobernador de los kariñas de aquí en ese momento, me
España diciéndo1es que estos kariñas «eran personas bien dis- dijo que ahora era yo y que debía luchar por recuperar nues-
puestas y de hermosa estatura», para que súpieran que no tras tierras y defender nuestra identidad.
eran los monstruos descritos por otros europeos. Leticia graba en su portátil.
El balanceo del transporte hace que Leticia detenga la lec- -¿Y toda ésta es su familia?
tura para disfrutar del entusiasmo de José Antonio; de vez en -Tengo 8 hijos y 22 nietos pero aqui están otros, además,
cuando se le enciende dentro el recuerdo de Gustavo, como todos en esta lucha.
una llaga. -¿Cómo es que los declararon comunidad extinta?
Ya en el municipio Aguasay buscan un lugar llamado El -Así fue, en 1987, el año pasado. Una decisión del Con-
Guama, allí ubicarán a Carlos García, el gobernador de la co- sejo Autónomo de Maturín, por una ordenanza municipal de
munidad indígena Jesús, María y José de Aguasay. delimitación de terrenos ejidos, con eso nos han quitado 10.167
Diógenes le explicó a Leticia, con mucho entusiasmo (ella hectáreas de tierra.
se dio cuenta de que era primera vez que veía jubiloso a este -¿Y cómo, legalmente, ustedes están luchando para re-
profesor a quien se tropezaba en todas partes, y sabía dueño cuperarlas?
de la librería El Hombre Silvestre, de Villa Barroca) que la -Creamos la Asociación Civil Jesús, María y José de Agua-
noción del papel del cacique para los kariñas tiene caracterís- say, queremos probar que existimos y que esta tierra es nuestra
ticas particulares. Los asesores son siempre los Consejos de y está registrada en papeles desde 1783, desde la Colonia.
Ancianos o «de hombres prudentes», muchas veces estos -¿Cómo fue eso?

140 141
l.
-Porque en 1783 vino aquí José Luis Chávez y Men- en la pared y el otro en tierra, mientras fuma un cigarrillo de
doza, enviado por el rey de España y estuvo en las comunida- modo nervioso, tratando de descifrar los signos en la superfi-
des indígenas de los kariñas, y por justicia mesuró las tierras cie de la pizarra.
y otorgó título colonial. Este documento lo encontramos en Todos están atentos a la palabra del joven y sus indicaciones.
los archivos de la Nación. Al despedirse hay cálidos abrazos, saludos de franca cama-
Leticia pone cara de júbilo y sorpresa, una niñita se le radería, volverán a verse con una noche intermedia, sin falta.
acerca con una florecita y se la da, todos están allí a su alre-
dedor y José Antonio,como loco, toma fotos sin ton ni son. ***
III , Ella misma, Leticia, quiere una con Carlos García y su gente.
-y dígame, ¿han conseguido apoyo en esta lucha? María ha pasado de la mayor euforia a un estado de melanco-
-Sí, cómo no-esto será dificil pero hay muchos organis- lía permanente que raya en angustia. Todos lo notan, desde
mos internacionales interesados en la situación de las etnias los clientes de la lavandería hasta su amiga Julieta, y hasta el
\\l
indígenas de todas partes del mundo, nosotros somos los pue- chino Chuin de la tasca del centro comercial.
blos originarios de estas tierras yeso se sabe. El hecho es que Leonardo ha desaparecido. No regresó a
-Así es, muchas gracias por la entrevista. la mañana siguiente después de un día de trabajo, hermoso y
\1
Leticia y José Antonio se despiden con entusiasmo, se claro de sol radiante, como siempre que estuvo presente. No
, quedan con la sonrisa afable de Carlos García y su gente con la llamó siquiera para justificar su ausencia. Ella ha ido a
ellos, y hablan con énfasis de la necesidad de que los magis- buscarlo al lugar secreto donde solían encontrarse para hacer
trados de la Corte Suprema realmente hagan justicia con este el amor, pero allí tampoco parecen haberle visto más. Se atre-
caso absurdo, declarar extinto a un pueblo entero ... vió María a atravesar la ciudad para llegar a los pasillos del
instituto tecnológico donde el muchacho asistía a sus clases
*** de química, pero de allí también está ausente, nadie sabe de
él, ha desaparecido.
Una breve callejuela, apenas alumbrada con un bombillo col- María tiene además que aceptar muda las ironías del Ani-
gado del zócate, cuyo cable sale de una casa con paredes de mal, quien le lanza frases acerca de su «galancito», el «pa-
cartón piedra y armadura de adobe en algunas superficies, la tiquín» que recogía la ropa sucia, «mira qué irresponsable tu
noche se adentra dejando salir apenas un murmullo colectivo, amiguito», como si no fuera suficiente dolor el no saberlo
una puerta cerrada desde el interior, sin aldaba externa, es la más allí, cerca de ella. _
pista para el lugar de las reuniones en Rompezaragüey. No quiere comer María, no quiere levantarse en las maña-
Al entrar a la estancia con piso de tierra, puede verse al nas, no se peina María, y cada vez habla menos.
grupo de personas de diferentes generaciones, ¿diez, quince? Julieta ha tratado de muchos modos de levantarle el áni-
Están sentados en taburetes bajos, y quien les habla apoyán- mo, sin éxito. Le lleva dulces, almendras, higos, mangos,
dose en un improvisado pizarrón es Hendry José. uvas, infusiones especiales, cremas de aromaterapia, la invita,
1\ - Hay quien se pone de pie y hace preguntas para tomar nota la empuja, le canta, pero nada.
en un cuaderno, hay quien se sostiene manteniendo un zapato

142 143

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Parece un alma en pena, María, y da dolor verla casi arras-
***
trarse por los pasillos de Villa Barroca a la hora de salida de
la lavandería. Gra.ciel~ asiste estoica a l~ sala de quimioterapia. Se llena de
paciencia para soportar la rutina y tratar de pensar en otros
*** asuntos. Al entrar a la sala del hospital la acuestan en una ea-
Gustavo se ha aparecido en la redacción del Correo de la Tarde; mil1~: La enfer.mera coloca en su brazo la goma para hacer
dado que Leticia no contesta el teléfono, la abuela Eva no tiene p:esIO~ y 10ca~1~are~p~nto en la vena para la aguja, por esa
tampoco noticias recientes de ella, y no ha querido visitar a sus VIale rntroducrra el líquido agresivo.
padres para no informarles acerca de la distancia entre ellos. Graciela quiere ser invisible en este lugar, trata de concen-
Piensa que en la redacción si no la encuentra, alguno de trarse en las ventanas altas de la sala, a través de las cuales
los conocidos le dará noticias de su paradero. pueden ver pájaros que se acercan y dan vueltas alrededor de
Lo saludan de paso con un gesto, todos están siempre apu- la cúpula.
rados, pregunta en la entrada por el cronista de música, Pedro La molestia que le causa la presión del brazo trata de ig-
Mercado, y éste baja enseguida a saludado. Gustavo le habla norada concentrando sus pensamientos en pequeños detalles
de la reciente temporada de conciertos (para despistar) y el del «escenario» en que se encuentra.
amigo toma nota para su crónica; de salida, antes de la despe- Contempla a los otros pacientes a su alrededor.
dida, hace la pregunta de rigor. Pedro, quien 10presentía, sonríe Hay un jovencito de unos catorce años, ya ha perdido todo el
con picardía, le propone espere unos minutos para informarse. cabello, siempre viene acompañado de la madre quien con
Lo deja en sala de espera y Gustavo hojea revistas nervioso, enorme paciencia se sienta a su lado, le habla bajito, le da sor-
observando la entradera y salidera de gente del periódico, un bos de agua de vez en cuando, le seca las sienes y lo observa
grupo de manifestantes exige ser atendido, llevan sus pancar- con ojos de madre.
tas rotas, maltratadas, en las que aún puede leerse algo como: Hay una mujer joven, de bellas facciones, su madre la acom-
«Queremos agua para el sector», relatan al reportero algo relati- paña también, lleva siempre una Biblia y lee en voz alta tiene
vo a la avalancha de la policía en el barrio. Por otro lado, varias un tono más bien agresivo, altisonante, por 10que aquellas lec-
mujeres, alteradas, vestidas de manera humilde, se identifican turas más parecen un regaño a la muchacha que unas palabras
como madres de estudiantes a quienes las autoridades tienen de consuelo. Hay dos hombres también que coinciden con los
presos por manifestar y de paso las detuvieron a ellas por una no- n:atamientos de Graciela, ellos ¿40 o 45 años?, serios y silen-
che, como medida de castigo a los hijos. Gustavo escucha todos CIOSOS,se muestran alejados de la posibilidad de establecer
los alegatos y está concentrado en ello cuando se le acerca Pedro algún ,tipo de contacto con los otros pacientes, ni siquiera la
Mercado. El cronista de eventos musicales le cuenta acerca de cortesta del saludo. Graciela piensa que tienen tanto miedo a lo
las actividades de Leticia en el viaje a Oriente ya Guayana y su que les ocurre que prefieren ignorar la propia circunstancia
posible regreso para dentro de una semana, Gustavo 10 mira como quien cierra los ojos. La conmueve especialmente el ado-
desconcertado y se despide, y desconcertado también mira aún lescente, co~ su cabeza rapada y su mirada tímida, que se re-
al grupo que reclama agua y a la circunstancia de los perio- bela con furia expresa a que le coloquen el tratamiento y entre
distas tomando nota de la noticia. enfermera y médico deben someterle. '

144 145
Graciela procura sacar de sí misma toda la paciencia necesa-
ria, dejar penetrar la aguja silenciosa en su vena, mirar a otra
Capítulo 17
parte mientras el liquido corre por su brazo, contar hasta mil,
pensar en su madre, en París, en los pájaros, en las flores que co- Mal encarado el cielo busca meterse en líos
loca todas las semanas con alegría confortable, en el estante de la Pero si no salgo si me joroba la tristeza
Virgen en la peluquería, y mirar en derredor los dramas de cada Al filo de la tarde todo se vendrá abajo
quien, el modo como todos tratan de adaptarse a aquel tiempo El diluvio asomará y sellará su tienda de avanzado
Al pie de la colina donde mi corazónpule sus armas.
inmedible del tratamientos de quimioterapia.
Cuando sale procura tomar el primer taxi que aparece y VÍCTOR VALERA MORA

regresa al apartamento con deseo del reposo discreto, hacer-


se invisible sería lo ideal, ver desaparecer el cuerpo, las náu-
;;' Leticia asegura el contenido de su morral (dos bluejeans, una
seas, el quebranto, las secuelas.
.. camisa manga larga, una franela, ropa interior, un suéter, repe-
lente para insectos, medias deportivas, un bikini, sandalias de
goma, todo bien enrollado, bultos pequeños, cepillo de dientes
y pasta, el cepillo del cabello,jabón, libreta de notas, informa-
ciones resumidas del jefe en papel doblado, grabador con pilas
adicionales, casetes, el libro sobre los kariñas.iun mapa que
muestra la ruta del Orinoco). Se descubre a sí misma canturrean-
do, es una letra del grupo Mecano: «y aunque fui yo quien de-
cidió! que ya no más! y no me canse de jurarte que no habrá
segunda parte! me cuesta tanto olvidarte!me cuesta tanto olvi-
darte! me cuesta tanto .... ». El rostro de Gustavo, todo él, está
en su mente como un relámpago intermitente.
Terminada la tarea en Monagas ahora deberán ir al Delta.
s~
Los paisajes espectaculares la distraen, de repente ve aga-
rrada de José Antonio para montarse en la chalana, han cruzado
el caño Mánamo y ahora se disponen a recorrer los caños del
Delta Amacuro. Después de 20 minutos la sensación del pai-
saje en las vías de agua es un espectáculo que no olvidarán.
Van al caño El guamal, luego a Boca de tigre; iniciando el
trayecto descubren en una panorámica la peculiaridad de la
vegetación, los llanos y los búfalos por la izquierda, por la
derecha están las playas del caño. La flor de la bora lo cubre
todo. En esa serenidad aparecen las paredes de árboles y las
aves en vuelo, los anaranjados corocoros, las garzas blancas.

146 147
José Antonio recuerda su lectura de Los pasos perdidos, la Julieta está regando las plantas en las macetas. Cuidadosa-
impresión de Alejo Carpentier de este paisaje. Monos ara- mente con una mano mueve las hojas para llevar el agua direc-
guatos y loros, tucanes, guacamayas. Leticia recuerda La paz tamente a la tierra, la tooa recordando aquello de «riégalas,
Verde, el restaurante de Julieta con sus mascotas. no las ahogues», está concentrada en su tarea, descubre eljade,
Esta noche dormirán en chinchorro s y en meclio de la selva, revisa la firmeza de las hojas colgando del tallo, ve las violetas,
en un campamento. se asegura de no mojar las hojas aterciopeladas, recorre las ra-
Leticia debe revisar las estadísticas del Ministerio de mas del jazminero percibiendo su aroma.
Educación que le fueron entregadas. Comenta al reportero: Tiene tomillo para la depresión y el nerviosismo; tiene lavan-
«En el liceo se hicieron pruebas de embarazo a las jóve- da para mitigar la ansiedad; tiene albahaca para elevarel ánimo y
nes, el índice es muy alto, se inician sexualmente ~ los 10 romero para mejorar la concentración. La canela en tronquitos la
años, en muchos casos son violadas, a ello se suman las en- coloca en todas partes, contra la apatía y la frialdad.
fermedades de transmisión sexual yel sida». Está poniendo la casa en orden, los desechos a la basura, el
Deberán ir a Puerto Ayacucho, en el municipio Atures. El polvo debe salir de los estantes, toma el plumero y limpia, orde-
estudio dice que el índice es de 83 %, y que las épocas de ma- na los libros de cocina, lava platos y tazas, limpia los cristales.
yor auge en estos inicios de embarazo coinciden con el rally Su tía Esperanza sigue de viaje, casi hace un recorrido por
acuático y las fiestas de carnaval. El que estas circunstancias el país visitando antiguas amistades, sus cartas están cuida-
se produzcan en la zona de mayor población y más afluencia dosamente ordenadas debajo del florero de la sala.
de visitantes es grave. Julieta, entre arreglo, riego y sacudida con el plumero,
Hay un silencio entre los dos, y 1. A. agrega: puede quedarse absolutamente inmóvil mirando un fragmen-
-Aquí los muchachos se suicidan mucho, to de la pared: igual pensará en él, en ese misterioso muchacho
-Sí, todo tiene que ver. que la descubre como otra.
Leticia y el fotógrafo están sentados en la arena viendo el ¿Cuál será la razón del secreto de Conrado?
atardecer, el cielo toma diversas co1oraciones, pasa una nube
de aves, se escuchan los pericos con su rumor. ***
Mañana hay médicos por entrevistar y jóvenes de la zona.
Será un día dificil. El comisario Casanova va tras la pista de Hendry José, al me-
Miran el Orinoco y José A. recuerda a Carpentier: nos así lo evidencia el enorme plano de la ciudad en la pared, en
«El padre Orinoco parece haber roto la tierra con un gi- el cual ha trazado una línea roja unificando los supermercados
gantesco diente de arado; parece haberla dividido, haberla y farmacias en los cuales amas de casa han asaltado a los clien-
arrojado a ambos lados de sus aguas, como algo endeble, de tes, sencillamente trasladándolos al Oeste, haciéndoles entregar
muy mezquina índole. Donde está el Orinoco, lo que cuenta la compra y después dejándolos en cualquier lugar del Este, con (
es el Orinoco». la venda sobre los ojos puesta y en sus mismos automóviles.
(
El distinguido Rarnírez le dice a Casanova que no entiende
*** por qué el caso del Hendry le quita tanto el sueño si los robos
no son una cosa del otro mundo y no hay asesinatos.

14Q
Ca anova le in iste ni I:l uido, y le habla de una mosca geografía, donde habito desde hace varios años, me es necesa-
y un elefante, de una ab jita qu vuela y zumba, y de otras rio un gran esfuerzo para reconocerte en medio de la noche.
idioteces sin s ntido. Ayúdame a llegar a ti por una vía menos difícil» ...
Pero en realidad, lo que má le molesta a Casanova es cómo
el Hendry se ha conectado con periodistas como la Leticia y ***
ha conseguido hasta una cierta famita de Robin Hood, que a
él le enciende el entendimiento y los cimientos. María moja el lampazo en el cubo, lo exprime y vuelve a pa-
Por eso ha enviado funcionarios hasta invadir el Sur, y está a sarlo con celeridad por el piso de entrada a la tintorería. El
la caza del próximo golpe, como si se tratara de ganarse el 5 y 6. detergente tiene olor a limón y con ello piensa neutralizar el
pestilente hedor del vómito, derramado por el Animal en la
*** madrugada. ~
María sabe que el Animal ronca desde la cama, ronca que
Graciela comienza a tener señales de agotamiento progresivo, jade, con volumen, como un estertor, es lo único que se escu-
en medio del tratamiento ha comprendido que el único modo cha en todo su espacio vital. Ella 10 recuerda llegando, cayén-
de soportarlo mentalmente es manteniéndose en el presente dose, vomitándose, y después encima de ella; cogiéndosela a
inmediato cada minuto. Se trata de concentrarse en lo que ocu- ella, con el hedor del vómito encima, con el sudor y el vaho
rre hora por hora, cada final de quimioterapia trae los vómitos del alcohol barato por todas partes.
en frecuencia inusitada, hasta que ya escupe saliva a falta de María por fin 10 supo dormido, y se escurre como puede, L
su~tancias e~tomaca~es, con ell?vienen los calam.bres conti- lo arrima, se lo quita de encima, y corre a buscar la ducha, a I
nuos en las piernas, sm que movilizarlas produzca nmguna me- meterse debajo de esa regadera, a sentir el agua rodando por
jdra, lo peor (¿acaso hay posibilidad de calibrarlo?) son las su pecho y sus senos y sus muslos y su vientre y su vagina.
/llagas purulentas que le salen en las zonas donde las mucosas
producen humedad, la boca, la vagina, llagas sanguinolentas que ***
le impiden comer algo sólido o sentarse, según el caso. Trata
de mantener la calma, de mirar el paisaje, de buscar paliativos Agustina agoniza. Los últimos tres días han sido dolorosos,
que le permitan un descanso en el dolor. No puede pensar, mCISlVOS.
no quiere, no hay tiempo. El tiempo como tal consiste en pre- Le han colocado una anestesia especial que la mantiene
pararse durante 21 días para la quimioterapia siguiente. generalmente dormida, cuando despierta rara vez está lúcida
El profesor Diógenes le ha enviado a través de José algunos y sus pocas palabras parecen aludir a mundos del pasado,
libros, «él y sus libros», piensa ella. Graciela los había coloca- fantasmales, extraños, tanto para Gustavo como para su her-
do sobre la mesa de noche, como un ornamento inútil, pero en mana, Claudia.
una noche insomne, decidió abrir alguno de ellos y descubrió, Ellos se turnan para acompañada y acompañarse, los mé-
entre sus tapas magenta y su lomo de madera Isabel de María dicos sólo señalan que ya no hay nada que hacer, y los do-
Inmaculada Barrios, leyó al azar: «Señor, condúceme a la re- lientes entienden que se trata de esperar. Gustavo y Claudia
gión más clara de mí misma. Señor, en este lado oscuro de mi no quieren que sufra, quieren verla descansar.

1'\0 151

__ ,
Gustavo sale, y en el pasillo hay una habitación a puertas
En esta espera en la cual con frecuencia coinciden, Gustavo abiertas con varias camas, pero le sorprende un rostro que pa-
ha tratado de satisfacer sus interrogante s alrededor de la madre rece mirarlo es el de un muchacho, con el dorso y un brazo
usando como informante a Claudia, pero ella es demasiado jo- enyesados, l~ cabeza envuelta en vendajes. Nota que lo ~ira
ven y desconoce muchas cosas. El vacío persiste en lo relativo al con tristeza, y hay algo en ese rostro que le parece f~Ihar,
tiempo de su huida de casa, por qué abandonó a Amaristo, con como si lo hubiera visto con frecuencia. Pero no logra ubicarlo
quién se fue. Cómo fue su vida todo este tiempo. Por vergüen- en la memoria.
za no se atreve a preguntar a Claudia acerca de su paternidad, Gustavo trae la guitarra y encuentra a Tony y Claudia cer-
tema que ella nunca asoma, pero sabe que alguna vez ella mis- ca de Agustina, pero hay otro visitante, se trata de Amaristo,
ma tendrá que relatárselo. Tony, el guitarrista, podría tener al-
el padre del joven. .
gunas claves al respecto. Ha venido varias veces a verla a la Los ojos de Agustina pasan de unos a otros, en t~tal se:em-
clínica. Cuando él llega nadie dice nada, saluda y se sienta, los dad. Amaristo la mira con ternura, aunque se mantiene silen-
tres guardan silencio. Es extraño verlo tan retraído cuando cioso. Gustavo le había avisado de la agonía de su madre pero
Gustavo ya lo conoce en otra circunstancia. él no había dado muestras de interés, a lo mejor estaba pertur-
Hoy, cuando estaban los tres en su mutismo, encerrados bado, piensa el muchacho, que nunca ha sabido interpretar el
en sus pensamientos alrededor de la cama de Agustina, ella mutismo del padre.
ha abierto los ojos y los ha mirado con evidente reconoci- Tony agarra la guitarra y Agustina comienza ella mi~ma a
miento. Sonríe y dedica a cada quien una frase: cantar. Se trata de «Con un rayito de luna», con voces discor-
--Claudia, hija, te ves cansada. dantes y tratando de acoplarse todos acompaña~. ,
Claudia acude y la abraza, acariciando su frente. «Como un rayito de luna! entre la selva dormida/ asi la luz
-y Gustavo, ¿no tienes ensayo con la orquesta? de tus ojos/ ha iluminado mi pobre vida» ...
-No a esta hora, mamá. ¿Cómo te sientes? Luego aplauden y Tony propone a Amaristo cantar: «Parece
-Tony, que sorpresa. ¿No trajiste tu guitarra? que fue ayer/cuando te vil aquella tarde en primavera!parece que
Los tres la miran asombrados, han sido tres días agotado- fue ayer/ cuando las manos / te tomé por vez primera!... ».
res, a su alrededor, velando su silencio, sus ojos cerrados, su Gustavo, mirando a su madre siente una inmensa ternura,
respiración demasiado lenta. imagina por un instante el largo espa~io de vi~a de to~os, el de
-No, no traje la guitarra, pero puedo buscarla si quieres. Amaristo, el de ella, el de Tony, cuanto habra recorndo cada
-¿Está muy lejos? quién, cuantos capítulos cierra la proximidad de la muerte: qué
-No, no seria problema. será lo que desearíamos recordar y qué olvidar. E~tonces piensa
-Tráela pues. en Leticia y un inmenso deseo de recuperarla 10 mvade.
Todos se impactan y Tony sale al instante, Gustavo lo de- Claudia sonríe con tristeza y no deja de contemplar a su ma-
tiene en el pasillo, le indica que justo enfrente de la' clínica dre y acariciarle la frente. La madre tiene tomada la mano de
hay un lugar de instrumentos y él podría alquilar una guitarra, ella y no la suelta. Sobre la mesita la enfermera coloca un ramo
le hace ver que teme no dure mucho la lucidez de Agustina. de gladiolas que había traído Amaristo pero se lo llevar?n para
Tony accede, comprendiéndolo. colocarlo en agua. Agustina las contempla y voltea a rnrrarlo.

153
1'i?
«Te acordaste, Amaristo, tú siempre me traías gladiolas. Hasta Antonia hoy ha venido porque mañana domingo está
Gracias». " ibre y pasará el día con Esteban, José y Graciela, hay planes
El señor Amaristo se acerca y Agustina suelta la mano de para ir al litoral y conocer esa costa lejana, el entusiasmo es
laudia para tomar la de él. .más de los otros que de ella, puesto que últimamente piensa en
Gustavo propone discretamente salir de la habitación a sus hijos y en la circunstancia de aquella casa que dejó.
laudia y Tony, se van los tres al pasillo. Tony necesita en- Graciela es recibida con saludos afectuosos, todos ven que
. .ndcr un cigarrillo. El sonido de un avión los distrae, atra- su cabello ha desaparecido y ella lo disimula con coquetas
visa 1espacio celeste con sonoridad. pañoletas en discretos colores. Ha adelgazado y sus facciones
Arnaristo sale a llamados. Tiene lágrimas en los ojos. Agus- angulosas se hacen notables, pero sonríe con dulzura y se diría
ti na S ve agotada, cada uno le da un beso, ella sonreída tiene que con una digna actitud de reposo.
'1 r stro di traído, lejano.
iustavo iente ternura por su padre, le pasa el brazo sobre
IOH hombros, cosa que perturba un poco a éste. Todos saben que
I final se avecina y se sienten unidos, enlazados por el afecto.

***
E. la peluquería de Graciela la euforia no puede ser mayor.
José ha in talado una enorme pantalla de televisión y un repro-
ductor de Betamax. Hay tequeños y pastelitos para las c1ientas
y los caballeros, alguien trajo el güisqui (la señora Uzcátegui),
ron y cerveza, en medio de las mesitas para hacer las uñas y los
pies, los cubículos de las y los peluqueros, los espejos inmen-
sos que dan imagen por delante y por detrás, los ramos de flo-
res con plumas artificiales incorporadas, la imagen de Buda en
un pedestal y la de la Virgen del Cobre en otro, con las velas
correspondientes encendidas. Toda una decoración que escapa
a los gustos del pasado de Graciela, pero a cuya visión se ha
ido acostumbrando con el tiempo, en las idas y venidas de las
peluqueras que se incorporan y retiran del local.
José consideró, después de muchas sumas y restas en sus
libros empastados, que había suficiente para celebrar el final
del tratamiento de Graciela yel cumpleaños de la peluquería
Rizos de Oro al unísono, y darse el gusto de tener el televisor
más grande de toda Villa Barroca, y celebrado juntos.

154 155
II parte

t
· Subo al árbol
donde temo perderme
WILLIAM OSUNA

Brillos mortales despuntan al alba


sangres que tiñen de malva
al amanecer
MECANO
Capítulo 18

Cuenta gitana por favor, donde busco a mi


corazón mis palmas te dicen la razón o
cuentan de mi dolor.
Quizá la luna me caiga en pedazos
quizá la muerte me pise los pasos
por pobre estoy sufriendo tus rechazos
MANÁ

Julieta sacó la llave de la cerradura de la puerta del aparta-


mento y entró con el propósito de dejarse caer en el primer
lugar donde su humanidad pudiera hacerla, correspondiéndo-
le a la alfombra tal tarea, pero al cerrar descubrió unos zapa-
tos conocidos ante ella: los mocasines de Conrado le dieron
la sorpresa del siglo.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?
-¿Importa?
-Sí, ¿te vio alguien?
-No lo creo.
-¿'Q ue, ... qUIeres.
. ? l
-Lo que tú quieres. o
Conrado la toma por la cintura y la acerca hacia 'él. Q
Julieta se muestra algo rebelde. (
-No sé. No me gusta. Esta es mi casa y ...
(
-Si quieres me voy.
-No, no, no es eso, es que ...
Julieta tiene aroma a miel, a incienso, a canela, a jazmín.
Julieta se deja llevar por las manos de Conrado que la tocan
con ternura, como dibujando sus facciones, primero la cintura,
de allí sube al rostro, se introduce hasta el contorno de sus se-
nos, la recorre y baja hasta la vulva. Ella lo recorre, se detiene
con placer en el ancho de su tórax, descubre sus hendiduras,

161
se aproxima a su sexo, lo va llevando a la alfombra, se acuestan -¿Ofelia? Dice Julieta, algo sorprendida.
lentamente y sigue el recorrido tibio de ambos cuerpos. Con- -Sí, como la muchacha de Hamlet.
rado la desviste y ella a él con premura. La penetra, se sube a -¿La muchacha de Hamlet? Julieta estalla en una carcajada.
ella, ella a él, se saborean salados, dulces, húmedos, una y otra -¿Y te ríes?
vez, hasta quedarse dormidos. -Sí, claro que me río. Eres extraño.
En la madrugada, Julieta despierta y lo encuentra obser- -Te gusto así.
vándola. Guardan silencio los dos y se contemplan.
-¿No te has desaparecido? -¿Ya te vas?
-No ... Raro, ¿no? -Sí.
-¡Ujú! -No, no te vayas. Ven.
-Es que quiero hablarte. Conrado-Hendry se deja conducir.
-¿De qué? Se besan largamente, pero el muchacho suavemente se se-
-Tengo que irme, irme lejos. para, abre la puerta del apartamento y sale con rapidez.
-¿Del país?
-Ujú, estás aprendiendo. ***
-Y ... ¿Cuándo?
-Pronto. Me están buscando mucho. Graciela sentada, mientras toma una manzanilla, mira los
Julieta se levanta, va a la cocina, Cornado se sienta en una mechones de pelo cortados, dispersos por t040 el piso de la
silla. peluquería, mientras Tatiana con la escoba los reúne. Ambas
-¿Quieres café? escuchan la voz preocupada de Esteban, les cuenta que Antonia
-No. ha decidido, sin consultarle, regresar a su casa en La Victoria,
Cornado está nervioso, se acerca, la agarra, la atrae hacia él. se ha ido al terminal de autobuses y ha salido, sin más informa-
--Quiero que vengas conmigo. ción que un papelito dejado en manos de la señora Eva para él.
-¡¿Qué?! Esteban no entiende y sí entiende estas reacciones de su
-¿No te gusta la idea? madre, a quien ha costado meses recuperar de salud, pero que
-¡Estás loco! ahora sintiéndose fuerte no puede más que regresar al espacio
-¿Por qué? Nos necesitamos, ¿no crees? de su «calvario».
Julieta se muestra indecisa, suspira, lo mira, hace un gesto Graciela lo deja hablar pero, con la delicadeza de la que es
que quiere parecer displicente, pero ... capaz, trata de interceder por Antonia, haciéndole ver que
Cornado la mira esperando respuesta. La besa ardiente. aquella es su familia también, y una madre muy dificilmente
Ella lo mira sin hablar, pero se desprende. deja de sentir responsabilidad del cuidado sobre sus hijos, no
Él vuelve a su tono habitual, reservado. importa los obstáculos que se atraviesen. José interviene en la
-Piénsalo. Toma (le da un papelito doblado), aquí hay un conversación y cuenta una anécdota de su propia madre inca-
número de teléfono, si,quieres saber de mí, llamas y me avi- paz de dejar de cuidarle a él, un viejo de más de cuarenta y
sarán, no des tu nombre, eres Ofelia para mí. cinco (y lo dice con coquetería, cuando todos saben que raya

162 163
los cincuenta), entonces cada quien, incluidas las clientas y La gente se aparta para dejarle el paso libre a la comitiva,
los clientes tienen un cuento para echar al respecto. la prisionera y sus captores.
Nadie nota que Graciela se ha salido de la conversación, El cadáver será sacado de la fuente por gente de la Divi-
callada organiza facturas y papeles tratando de distraerse, sión de Homicidios, las manchas de sangre, sin embargo, no
porque Cecilia, su Cecilia, sigue en el centro de su mente co- desaparecerán del fondo. Quedarán allí como una huella me-
mo una lámpara encendida. moriosa del siniestro.

*** ***
María disparó y tres detonaciones se escuchan resonando en Leticia a su regreso del Amazonas ha recibido la noticia de la
el espacio abierto del centro comercial, el enorrne cuerpo del búsqueda que Gustavo ha emprendido por muchas vías. Primero
Animal se sacude y sus ojos parecen salir de sus órbitas. El fue en el periódico, desde el propio Pedro Mercado hasta las se-
impulso de la caída sobre la barandilla del segundo piso la cretarias, la gente de la entrada, los comentaristas de sociales y
quiebra y deja caer con estruendo el cuerpo del Animal, di- deportes y sucesos Y ¡todo el mundo! Después fueron sus padres
rectamente a la fuente central de la planta baja, ocurre como y hasta su abuela Eva. Lo que la impactó fue el enterarse de la
si se tratara de un saco de piedras tirado a una laguna, buena muerte de la madre de el, porque imaginó todas las vicisitudes
parte del agua sale de la fuente a ráfagas y queda mojando todo que debía haberle causado, y el dolor, después de haber empren-
en derredor. El cuerpo muerto muestra los brazos y.las piernas dido esa búsqueda angustiosa, para saber su paradero.
abiertas, los ojos mirando al vacío. Los padres de Leticia, habiendo recibido' la notificación,
Gritos de miedo y desesperación revientan al unísono, ni- decidieron asistir al entierro de Agustina, aún cuando no la
ños, mujeres y hombres corren sin dirección. La sangre, en del- conocían y Gustavo nunca se las había mencionado, pero les
gados hilos se encuentra con el agua y entinta su transparencia. pareció una cortesía necesaria para acompañar a Gustavo,
El cuerpo inerte yace ocupando un gran espacio de la fuente. sabiendo que no tenían ni cómo comunicarse con Leticia.
Arriba, muchos curiosos sorprendidos, inclinados sobre la «Un entierro muy discreto», le comentaron.
barandilla, contemplan el espectáculo de la muerte. Entonces la muchacha no le dio más vueltas y se fue a
María se ha quedado paralizada, aún tiene la pistola soste- buscarlo.
nida por sus dos manos, la baja y se mantiene imperceptible, Llegó al apartamento, tocó el timbre, le llevaba flores, y
en silencio. un detalle de la cestería warao, no sabía con qué palabras le
Julieta, avisada por el escándalo acaba de descubrir a su hablaría, pero el le había hecho tanta falta que las palabras
amiga, se acerca a ella en el mismo momento en que dos solo sobrarían.
agentes de la policía lo hacen, ellos la apuntan y le piden el La puerta se abrió y apareció una joven de unos 25 años,
arma, María la entrega con displicencia; se podría decir que sonreía con timidez, le preguntó qué deseaba.
la deja caer. Julieta la abraza sin que la policía pueda impe- El desconcierto de Leticia no pudo ser mayor, pero cuando del
dirlo, ella no reacciona. Los funcionarios proceden a esposarla modo más torpe dio la vuelta sin decir palabra y dirigiéndose
y se la llevan como si fuera un robot. al ascensor, la muchacha la llamó:

164 165
-¡Leticia! ---eso la detuvo. Entonces la otra habló muy «exótico», reconociéndolo como un lugar en donde hay petró-
rápido, le dijo---: Mi hermano, Gustavo, habla mucho de ti, leo, la fuente de energía más codiciada del mundo. Sólo eso.
he visto tus fotografias. Él no está, pero ¿por qué no pasas? Tus muy esporádicas y distanciadas visitas, al principio
Leticia dudó unos segundos, pero le dio las gracias y en- 'me causaban una ilusión que no podrías imaginar.
tró. Iba de sorpresa en sorpresa, ahora Gustavo tenia una her- Eras mi visita, la única, eras la razón para esperar que llega-
mana, seguramente por parte de la madre. ra la Navidad y el final de año, eras en buena medida la ilusión
Claudia se mostró con tanta disposición a socializar que a "de mis días. Una carta tuya, un regalo, una espera. Los años pa-
Leticia no tuvo más que agradarle. Le llamaba la atención su sen- saron y tenía de ti ¿qué? Tus ojos azules, tan tristes y profundos
cillez, y una serenidad de su rostro que le recordaban las fotogra- como los míos. A lo mejor el único detalle que me aseveraba el
fias de la madre que 'había visto aquel día en manos de Gustavo. que existe entre nosotras una conexión de sangre.
Ella le contó que estudiaba enfermería y estaba por titular- Llegó el día en que me pregunté quién-era yo y por consi-
se, que Gustavo le había brindado alojo porque no tenía con- guiente quién eras tú.
diciones para seguir viviendo donde lo hacía con su madre y Ninguno de los datos que he manejado en mi memoria cons-
él se había mostrado muy generoso. Y la llenó de preguntas tituye un bagaje suficiente para saber de 10 cercano, un aroma,
sobre el viaje al Amazonas acerca del cual su hermano tenía acaso el que tenías cuando venías a verme o el que alguna vez te
ya mucha curiosidad. sentí sentadas en un parque (cuya ubicación ignoro), cuando
Leticia la acompañó a la cocina y juntas se sirvieron café y te acercaste a levantarme porque me había caído del velocípedo y
terminaron conversando cercanas, sin muchas formalidades. lloraba. Un aroma dulce, entre cítrico y canela, aún lo recuerdo.
Debe corresponder a alguno de tus perfumes, de la variedad de
*** frascos que lucías en el tocador de tu habitación cuando yo era
apenas una niñita, solitaria y cascarrabias.
Madre: Luego vino el viaje, mi extrañeza, mi llanto, mi negación.
Tú insistías en esa frase (maniatada y ridícula que usa el «po-
Escribo estas líneas por solicitud de tu amiga, la periodista del der» de los mayores, cuando quieren desembarazarse de las
Correo de la Tarde. Ella me ha encontrado, por casualidad. responsabilidades): «Es lo mejor para ti, ya verás». J

Yo no me escondía ni me escondo. Hago mi vida. ¿Vería qué?


Tú me destinaste al exilio, en el exilio vivo, aunque no (Ahora pienso en una línea del poeta Drurnmond: «No re-
donde decidiste sino donde he elegido vivir. compongas/ tu sepultada y melancólica infancia»).
Durante largos años me pregunté por qué me alejabas de ti. Recuerdo tu seguridad, tu prestancia, tus zapatos de tacón
Qué hacía yo estudiando en una escuela en Ginebra cuando alto y tu abrigo, tus lentes oscuros y tus silencios. No ternura,
mi madre, mi única familia de la que tengo noticia, estaba en nada de ternura, no recuerdo dolor en ti, ninguna señal que
América del Sur, en un país que ninguna de mis compañeras me diga que lo hayas sentido. Siempre discreta, silenciosa,
de clase era capaz de ubicar en mapa alguno: Venezuela. Ah, sí, seria, espasmódica, seca, distante, elegante, invisible.
alguna de nuestra adustas profesoras sabía de ese territorio Me adapté, fui la mejor de mi clase, aprendí a ignorarte.

166 167
Tuve alguna gente maravillosa cerca, dos amigas que con- ños. Sabía de una artista venezolana de este territorio y me fui
migo crecían. Y a sor Pierina, también venida de lejos. Una a los Andes. Estuve en Mérida por un largo período, conseguí
monjita brasileña formada por la congregación francesa. Con hacer contacto con Solange Arvelo y verla trabajar, sus tapices
una esplendida sonrisa me colocaba eltrópico americano por ..enen la esencia de los orígenes, de nuestra cultura prehispá-
delante. Con ella leí a Carlos Drurnmond de Andrade, a Jorge ..ica, parecen hilos contadores de historias.
Amado. Con ella me. reí y bailé samba. Con ella comí arroz Decidí entonces que debía conocer más de los pueblos de
con mango y me emborraché con caipiriña. stas tierras, de sus modos de relacionarse, de sus maneras
y fue ella la que fue descubriendo en mí la vocación hacia é querer y ser. Con un morral en la espalda empecé a viajar de
el arte o la búsqueda, más bien, de algo que venía de muy le- tra manera.
jos, como una avalancha, empujándome. He ido de un extremo a otro de Venezuela, desde la Alta
Aprendí idiomas, silencios, buenos modales. Algo desa- oajira a donde nacen los wayúu hasta la Orinoquia, donde
brido y correcto me decía que habría algo más. asientan los yanomami, desde la Sierra de Perijá en el
Los hilos entrecruzados y el resultado asombroso: el cobijo, ulia con los bari, los yukpa y los japreria; en la laguna de
el resguardo, la manta, el abrigo, el poncho, la lana, el cober- inamaica con los añú, he llegado hasta Monagas a conocer a
os kariñas y a los chaimas, por eso me ha encontrado Leticia.
tor, la cobija. El color, la estampa, los nudos, las pelusas. Los
La vida en estas comunidades es diferente, su circunstan-
bejucos encontrados unos con otros, para convertirse en la
ia en el día a día, su concepción del porqué de nuestro paso
cesta, la canasta, el mapire.
or la tierra, sería mucho lo que tendría que decirte al respecto.
Recibí clases de arte clásico y en la biblioteca encontré
ero basta por hoy.
aquello otro que me sedujo, entre objetos y fotografías. Esta es mi realidad, madre. He encontrado respuestas donde
Tú aprobaste el viaje a Colombia a la escuela de textiles uncahubieras imaginado.
(¿o te resignaste a él?) y sor Pierina me acompañó, después Estoy bien conmigo y con lo que me rodea.
de haber cumplido por correo con todos los requerimientos Ahora comprendo que quería que lo supieras.
correspondientes. Si quieres respondenne puedes escribirme aquí, a El Guamo,
Fue un descubrimiento grande, el manejo de los telares y en Aguasay.Todos me conocen, les acompaño en tareas que pue-
la sensación de que tenía «el rábano por las hojas». Pero no do hacer como enseñar la lengua y la escritura, aprendo su gas-
era así. Aprendí técnica y fui dócil oyente de mis profesores tronomía y les enseño las que conozco ya, aprendo mucho de los
(como te gustaba). Pero mi afán me llevó más allá. kariñas y sus vecinos los chaimas.
Esto a lo mejor no te interesa. Leticia insistió en que te Leticia te completará las señas.
contara, lo hago. Aquí estoy, pues.
Terminé lo que tenía que terminar en ese instituto y volé ... , y tu vida, ¿cómo está?
Me fui pues. Estuve un tiempo en el taller de una artista-de mu- Cecilia.
cho nombre, OIga de Amaral, le asistía y con ella aprendí a co-
nocer los materiales, a entender mejor las texturas y el sentido
del tapiz, del lienzo, de la superficie creada. Me afanaba en- P.D.: Recibía tu dinero, sí, desde cualquier entidad banca-
trar a Venezuela, volver a mi lugar, saber quién soy, porque ria podía hacerlo efectivo yeso, por supuesto, me ayudaba a
vivía aromas e imágenes persistentes en mi retina y mis sue- continuar mis proyectos de investigación, pero al mismo

168 169 t '

)
tiempo, no quería tocarlo, el orgullo me revolvía. Entonces,
dejé de revisar esa cuenta desde hace algún tiempo. Aquí no
Capítulo 19
necesito mucho para vivir.
Anoche soñé que regresaba a casa.
*** Te veía a través de la ventana de tu cuarto.
Te peinabas y me veías pero no hablabas.
Diógenes y Minerva no salían de la sorpresa con el asunto
Nos mirábamos llorando.
de la pareja de la lavandería. Siempre les pareció María una Yo sé el lugar donde se rompe mi corazón.
persona frágil, depositaria de mucho sufrimiento, y lo ocurri- La cima de cipreses bajo la luna.
do les llenaba de estupor y tristeza. Ahora presa, no le habían
visto nunca visitas familiares por los alrededores, sólo su cer- Su TuNG Po (1037-1101)
canía a Julieta la de La Paz Verde, y a los chinos de la tasca.
Pero era por todos conocida la violencia que ejercía el marido
sobre ella, probablemente habría un modo de ayudar1a decla- Julieta pasa por la requisa, después de haber esperado larga-
mente haciendo cola frente a la puerta del penal.
rando al respecto.
El lugar de la requisa es hostil, gris, no precisamente lim-
Decidieron que conversarían con Julieta acerca de esto, por-
opio. Julieta se somete con estoicismo premeditado. Las dos
que, ¿de dónde obtendría la ayuda de un abogado esta muchacha?
mujeres policías se ven aburridas de la rutina. Una revisa los
** * papeles de identidad de Julieta, su cartera, el paquete que trae
a Mana con algunos alimentos y ropa, la otra la palpa a ella,
Leticia estaciona su auto en el edificio, se dispone entonces a recorre su cuerpo por delante y después hace que Julieta con
subir en el ascensor y un vigilante la llama, desea mostrarle al- las manos en la pared le dé la espalda para revisarla por de-
go en la fachada delantera; viendo su empeño, Leticia le acom- ,r trás. Cuando han terminado y dan el visto bueno, una tercera
paña a la expectativa. Al llegar descubre, justo al lado del funcionaria, pequeña y regordeta, con una rígida mirada, la
portón principal, una «pinta» espectacular, en letras gigantes- conduce al lugar de las visitas a las presas.
cas puede leerse: Julieta toma asiento en una butaca de tercera, en ún corre-
dor limpio, para esperar a la amiga.
LETICIA: María viene acompañada de una vigilante que permanecerá
ERES LA REINA DEL PLANETA de pie alIado de ellas toda la visita. Está tan delgada como de
DE MI CORAZÓN ERRANTE costumbre, pero su cabello está recortado detrás de las orejas,
GUSTAVO su rostro está despojado de todo maquillaje y en general pre-
senta un aspecto que la hace más joven, como un adolescente.
La muchacha lo lee y estalla en una carcajada, los vigilantes, Al verse las amigas se abrazan con ternura, se sientan y
David, Rafael, el Gordo, la miran curiosos. Ella entonces les di- Julieta le entrega los regalos: una vianda con berenjenas rellenas,
ce: «Lo mejor de esto va a ser la cólera de las brujas del condo- otra ocon dulce de ciruelas, también entrega unas franelas y un
minio». Y se va, entusiasmada, hacia su apartamento. par de zapatos deportivos que su amiga le ha mandado a pedir.

170 171
-Pareces un muchacho así, con el cabello corto ... y te -Está cerrada. La gente en el condominio no ha tomado
ves delgada. ninguna decisión, allá apareció el dueño del local y dice que
-Estoy bien, empiezo a acostumbrarme. ¿Sabes algo de las máquinas habrá que rematarlas para cobrarse las men-
los tribunales? sualidades en débito. .
-Minerva, la esposa del profesor Diógenes me acompa- María se levanta de hombros, vuelve a dejar perder su mirada.
ñó a la Asociación por los Derechos de la Mujer, llevamos to- -Ya nada de eso me importa --dice muy bajito.
dos los recaudas del caso y la doctora Porto carrero, muy gentil, -¿Aquí haces alguna cosa?
asumirá tu defensa ... -Hay unas clases de cocina y otras cosas así ... Me gusta-
-¿ Crees que.:. salga de aquí? ría salir de aquí.
-Ten un poco de paciencia, poco a poco, con la ayuda de -Lo sé amiga, lo sé ...
esas organizaciones y con tantos testigos de lo mucho que él -Y ... ¿no lo has visto? ~
te maltrataba ... bueno. En Villa Barroca mucha gente está dis- Julieta descubre en los ojos de María una chispa, la misma
puesta a atestiguar, lo que hiciste fue defender tu propia vida. 'que revela en su pregunta. No puede creer que en medio de la
María mira hacia el patio cercano al comedor y suspira ignominia María siga soñando con Leonardo.
largo, se queda pensativa ignorando a Julieta. De repente pa- -¿A Leonardo?
rece regresar de ese lugar lejano en su memoria. -Ujú ...
-¿Y cómo está La Paz Verde? -No, muchacha, no ¿Todavía?
--Cada vez menos verde ... -No puedo olvidarlo ¿Tienes cigarros?-Julieta saca
Ríen las dos. el paquete de su bolso, y lo pasa a la amiga-o Coño, debe es-
-¿Esteban? tar vivo jO muerto! ... pero no puede haberme dejado así, algo
-Está bien, la señora Graciela lo cuida como si fuera su pasó.
hijo, sigue en su rutina de la peluquería. -Ya no te tortures más, María, descansa.
-¿Y Barroso? -¿Qué harás para fin de año?
-Barroso nada, no lo veo, lo ignoro tanto que no lo veo, -No lo sé, mi tía debe regresar, a lo mejor la pasamos
no sé si existe. juntas. ¿Tendrás visita ese día?
-¿Y tus amigos de ... ? ¿Cómo es que se llama el grupo? Pero María tiene la mirada en el vacío, su pensamiento se
-Ah, Gaia, los ecologistas. Bien, en la pelea, creo que ha ido lejos, no responde nada a la amiga.
perdemos frente a la urbanizadora, al cerro lo siguen des-
mantelando. ***
-Esa periodista que iba a comer allá, Leticia Molina,
aquí la vemos en el noticiero y ella habla de eso. Leticia y Gustavo estacionan en el Parque del Este. Lucen rela-
-Sí, nos ha ayudado mucho, pero, no es suficiente. Los jados y tranquilos, con ropa deportiva, y se ven cómodos y a
de la urbanizadora están muy apoyados. tono con el sol radiante del lugar. Han traído algo de comer,
Vuelven a guardar silencio, se miran y sonríen. una cesta con frutas, jugos, queso y pan. Se proponen pasar un
-¿No sabes que pasó con la tintorería? día de descanso completo, se bajan del automóvil y corren

172 173
buscando una sombra de 'un espacio abierto, un lugar grato seguros de una conocida empresa en el país, fue contac-
con su propio resplandor, cuando lo encuentran se precipitan y tado por la organización criminal en Cali, Colombia,
con todo placer. Están cerca y se hacen demostraciones de ter- para que sirviera de «camello» en el tráfico de un car-
nura continuamente. Sus cuerpos engranan en este juego de gamento de cocaína valorado en varios millones de
encuentros. Tienen varios días juntos, aprovechando el más dólares, hasta la ciudad italiana de Milán, donde recibi-
mínimo espacio de tiempo que les permiten sus actividades ría cincuenta mil dólares por su trabajo.
laborales. Piedrahita salió el18 de los corrientes de Cali en vue-
Otro lenguaje ha nacido de este re encuentro, y está en las lo de la línea aérea Caribe air line con toque en Ciudad
miradas y en un hilo invisible que los hace descubrirse, refle- Palmera. En el avión exigió comida y le fue servido un
jarse, saberse cercanos, una ternura infinita se revela en esa bistec que ingirió en su totalidad. Cuando faltaban mi-
coreografía mágica que todos ven, pero que nace de ellos co- nutos para llegar a Caracas sintió fuertes dolores de es-
mo un poema interminable. Gustavo está golpeado por el en- tómago.' En el aeropuerto pidió que lo llevaran a una
cuentro y nueva pérdida de la madre, hay algo nuevo en él, clínica privada para ser atendido pero la policía local lo
¿madurez? Acaso el conocimiento del dolor lo ayuda a saber llevó al Hospital Periférico de Pasoverde, donde ingresó
de otras circunstancias. víctima de convulsiones.
Ob tinados los dos se abrazan en las inmediaciones del De inmediato fue llevado al quirófano donde luego
parque, bajo un samán inmenso, y se recorren como si fuera de varios lavados estomacales expulsó, ante la sorpresa
la primera vez. de médicos y enfermeras, 35 bolsitas de goma que con-
Ella bebe en los ojos de él, él no puede dejar que se le dis- tenían cocaína. Los lavados se repitieron y continúo
tancie ni dos centímetros, están vivos y se lo dicen en éxtasis, arrojando bolsitas. Los funcionarios de la policía pre-
sin palabras. sentes contaron 180 bolsitas las cuales correspondían a
puntas de guantes de goma. El narcotraficante confesó
*** que en Ca1ihabía ingerido 200 de estas bolsitas, luego
de un cuidadoso lavado y con la ayuda de aceite, pero
CIUDAD(Especial). Un traficante internacional fue dete- la comida que realizó en el avión, presuntamente; origi-
nido por las autoridades locales en el aeropuerto interna- nó la rotura de uno de estos envases, lo que le produjo
cional de esta ciudad, cuando en tránsito hacia Milán, los fuertes dolores de estómago.
Italia, sufrió fuertes dolores de estómago a consecuen- El comisario Casanova señaló que al ciudadano Rigo-
cia de un cargamento de cocaína que traía en su inte- berto Piedrahita le incautaron tres billones de liras. Indicó
rior en pequeñas bolsitas de goma, y tuvo que ser que la Comisión antidrogas de su organismo inició los
recluido en un centro asistencial del litoral central. contactos con Interpol-Colombia para continuar las in-
El comisario Alfredo Casanova, Jefe de la División vestigaciones de este caso. Piedrahita continúa internado
Metropolitana de la Policía informó que el traficante, de en el hospital de Pasoverde, bajo fuerte custodia policial,
nombre Rigoberto Piedrahita (43 años), miembro de la aún cuando se encuentra ya fuera de peligro.
llamada Conexión Caribe, se hacía pasar por corredor de
Leticia Molina, Correo de la Tarde.

174 17
*** por todo la ciudad, y a ella le han tocado las mesas electorales
de los barrios más populares, incluido el Rompezaragüey.
Antonia en el reencuentro con su familia se ha tropezado con Leticia está llevando nota de la baja asistencia de votantes
el crecimiento de Diego, su hijo, ahora adolescente, a quien en todos los centros, pareciera que el interés por introducir el
seguía viendo como niño pequeño sin percibir el volcán de voto, su opinión acerca de las candidaturas presidenciales, no
gritos que venía gestándose en su mirada escrutadora. Llegar tuviera la menor importancia.
a casa fue sabed o pendenciero, y descubrir la incapacidad de Esto se ha convertido en un proceso sólo referido a los
la hermana para controlado y saber que, restándole impor- «cogollos», quienes han detectado el poder por turnos en el
tancia, ella había querido la tranquilidad de la madre, frente a país, y el resto, la mayoría, guarda silencio, lo considera fuera
cosas como esa, ya difíciles de remediar. de su ejercicio.
Antonia sabe que ella tampoco podrá domarlo, pero su.tarea Parece un día cualquiera en la ciudad. Mientras algunos me-
está en seguido, su misión es intentado, por su vida y protec- dios se ocupan de pasar los reportes, y anuncian pomposamente ( I

ción. Diego no oye, no hay palabra de madre que 10 ataje. Ya sa- los vaivenes del proceso de votantes, la gente mantiene su rutina
be del complicado proceso de integrarse a la calle buscando ser .diaria, dándole poca importancia a la presencia en las mesas,
ganador, sabe de su circunstancia en el último escalón social, a los afiches en las paredes, a los letreros escritos aquí y allá.
sabe del juego y la carrera, de la búsqueda de lo prohibido, de Pareciera que se tratara de cumplir con un gesto acostumbrado,
que puede aislarse, perderse en ese sueño, dejar de sentir, de es- una formalidad, un protocolo innecesario.
tar. Y así, con cómplices fáciles de localizar, Diego comenzó José Antonio, haciendo las gráficas, baja la cámara y al- t
probando lo que no debía y ya no puede dejarlo. canza a decir: «Nada cambiará».
Antonia, buscando cómplices ha recurrido a su hijo Después ambos en la redacción verán los escrutinios noc-
Alfredo, el Guardia Nacional, pero nadie sabe de fórmulas, turnos. Deberán visitar las casas de los dos partidos mayorita-
de remedios infalibles. Los dos jóvenes se han confrontado y rios y entrevistar a los líderes del intercambio: un período
sólo sale a flote la desvergüenza de Diego, que no se deja uno, luego le toca el turno del siguiente al otro.
ayudar. Los hijos se han mirado cara a cara, y el nudo del Leticia ve la rutina como un juego sin salida. Ni siquiera
amor por la madre es el nexo que sirve de sostén, de fortaleza percibe que haya una diferencia a considerar en lo dicho por
escrutadora, pero no ha sido suficiente. unos o por otros.
Diego, en la ignominia, se ha entregado a este vicio del que Ha sido un día agotador y quiere quedarse en casa de sus
no puede ahora desprenderse. Vende los pocos enseres de casa, padres esta noche.
para comprarla, ignora a sus hermanos, a la madre y al padre, Hoyes 14 de diciembre, Gustavo regresará de otra gira
al espacio vital que ha sido su sustento. con la orquesta la próxima semana.
Diego es una herida abierta.

***
Leticia debe hacer un reportaje sobre el proceso de votación na-
cional, por orden de Elodio, el director. Está repartido el equipo

176 177
Capítulo 20

Dame,dame,dame
Todoel power,
Para que te demos
En la madre.
Todoel poder
MOL0TOV

CIUDAD (Especial). En las imnediaciones del Centro Comer-


cial Villa Barroca fue detenido un holandés que se ocupaba
de cambiar dólares de manera ilegal: la policía del municipio
Cervantes le decomisó una bolsa de billetes COnmás de diez
millones de bolívares.
El holandés de nombre Eduard Velezonch, con visa de tu-
rista, quien ni siquiera habla español, trabaja. en el negocio
ilegal de cambio de dólares, en un jeep con placas de puerto
libre 005353, el que estacionaba en sitios claves, donde se de-
dicaba a abordar a los turistas.
El detenido está residenciado en esta ciudad y desde hace
varios meses estaba construyendo una casa en el barrio alto
de Los Helechos.
La proliferación de este negocio de cambio de dólares en
la calle ha obligado a cerrar la puerta aproximadamente a
diez casas de cambio de la localidad.

Leticia Molina, Correo de la Tarde.

***
En el sendero del parque Los Caobos, en las cercanías al
Museo de Bellas Artes, donde alzan sus penachos las palme-
f
I
ras y los chaguaramos, aparecen tres mujeres trotando a dis-
tintos niveles de velocidad. Son: Leticia, Minerva y Graciela.
t
r
le 179
Cada una lleva el uniforme de deporte que se adapta a u uizá, alguna entrevista, hay que buscar a los grupos de
modo de entender la economía doméstica llevada a una nece- ap yo a la mujer.
sidad muy personal, la de estar sanas y tener un espacio tem- -Por eso lo decía.
poral para esta mirada al paisaje. -Pero es muy dificil; necesita buenos abogados, gente
Leticia viste con pantalones cortos y sudadera marrones, con que pelee con argumentos contundentes.
sus zapatos bien reforzados y medias tobilleras. Graciela lleva -y sobre todo que tenga influencias, que es lo único que
un pantalón de licra viejo, suelto para su comodidad y franela juega en este país. .
blanca, con las «gomas» sencillas; y Minerva con un conjunto -Pero vamos a hacer la campaña, Minerva, usted puede
rosado y sus zapatos de lona, se ha recogido el cabello en una moverse con gente de la universidad.
cola de caballo que se mueve al ritmo de su velocidad. -¡Qué valiente fue esa muchacha!
Graciela es siempre la última y Minerva la primera, van -La desesperación, ya no podía aguantar más al loco ese.
acompasadamente, sin apuro, el cielo de fondo muestra lim- -Pobrecita. .. '.
pias nubes encrespadas, y las puntas de las copas de los árbo- Leticia se levanta:
les en su variedad, dejan mover las hojas bajo el clamor del -¿Qué fue? ¿Seguimos?
viento tempranero. Se disponen a continuar y así arrancan una séptima vuelta
, Cuánta variada vegetación en este parque, la diversidad de al parque. t
verdes es de una riqueza incomparable. Apamates, acacias, {
araguaneyes, pardillo, draga, roble blanco, mata-ratón y bu- *** (
cares. Cerca de las fuentes en donde lucen poses de placidez
relajada las mujeres esculpidas por Narváez, las trotadoras se Hoy será el acto de concesión de la banda presidencial, el ele-
detienen a tomar un poco de agua y respirar profundo, Leticia gido recibirá del saliente la cinta tricolor que señalará el po-
señala un banco en el cual pueden sentarse. der conferido. Una fiesta del poder hace que dos mandatarios
-¿Cuántas vueltas van? de la misma tolda se pasen la cinta, como un juego, un acto de
-Seis. protocolo más.
-Bien. Leticia debe reportar y con el micrófono. Espera, al lado de
Las tres han tomado asiento, beben el agua con premura y otros colegas, la posibilidad de acercarse, escuchar dos pala-
se recuestan. bras, diez, veinte, donde se repita lo mismo que otras veces: la
-Minerva, ¿y cómo está María? Me dicen que la has visitado. promesa de cambiar, la de dar al que no tiene, la de voltear
-Sí, se ve tranquila, pero claro, quiere saber si podemos la tortilla. Una catedral de palabras sin asidero real.
hacer algo para sacarla de allí. .. Leticia sigue la rutina, cumple con la pauta. Escribe la re-
-Eso va a ser dificil. seña, la noticia. Graba, ve la transmisión. Piensa en Fabiolita,
-Pero ese hombre la maltrataba tanto. Mucha gente de en Antonia y sus hijos, en María presa, en su padre esperando
Villa Barroca lo sabe, si recogemos firmas ... la jubilación, en Claudia, la hermana de Gustavo y su historia
-¿Usted no podría, con el periódico, hacer alguna cosa? de faltas, carencias, vicisitudes, piensa en la gente que ha visto
Señala Graciela a Leticia. manifestando para tener agua en el barrio, para que no sigan

180 181

lt
/
ubiendo los precios de lo básico, lo elemental. Piensa en el tra- Cecilia comparte con un etnólogo y una antropóloga, una
jín diario de esta ciudad sin descanso, en la luz de las tardes a la pequeña barraca, adonde se han ubicado para realizar los tra-
caída del crepúsculo, en el hormiguero a la salida y entrada del bajos de recopilación de materiales de entrevistas y visiones
Metro, en los suburbios llenos de basura,-en los miserables fotográficas que han venido reuniendo en territorio de los barí
pidiendo limosnas, en los niños mutilados, las madres abando- en la Sierra de Perijá. La aventura de Cecilia ya lleva camino
nadas, los hombres cayendo de los andamios en la construcción largo en estas investigaciones que mitigan su curiosidad insa-
del edificio, mientras recíben un pago paupérrimo por el día de ciable por las diferentes culturas indígenas del territorio.
jornada, sin prestaciones; sin seguro, sin ahorro, el día a día, la Los barí, que han nacido de las frutas de piñas cortadas por
guerra por sobrevivir en la ciudad. Sabaseba cuando decidió mitigar su hambre con ellas, practi-
Leonardo, poco a poco ha ido recuperando la conciencia. can una ceremonia para limpiar la vivienda recién construida,
Está asombrado de la generosidad de esta familia que le ha pro- es un ritual religioso que consiste en reunir todos los arcos y
tegido. El doctor Robles ha seguido personalmente su proceso de flechas y colocarlos en el interior de la casa, con ellos dan
recuperación, él y su esposa, Angélica, se ocuparon hasta de lo- golpecito s en las paredes nuevas y van diciendo una letanía:
calizar a la familia, después de que Leonardo fue capaz de decir «Que Siddaru se aleje de esta casa» (es el nombre de un in-
su nombre, recordar su número de cédula y hasta señalarles secto que produce pestes). ,
9ue su familia vivía en Turmero y él estudiaba química en el Cecilia estaba fotografiando estas escenas cuando se le
Tecnológico, terminando el parlamento con una pregunta,acerca acercó Alfredo, uno de los compañeros de equipo, entregán-
de en qué mes estamos, y el lamento de haber perdido-los exá- dole una carta de Leticia que acababan de recibir en la medi-
menes de final de semestre. Leonardo no recuerda nada más.. catura. Cecilia le entrega la cámara y se aleja Unos metros del
Los Robles se encargan de encaminarlo a regresar a su casa centro de la actividad, movida por la curiosidad que le des-
familiar para que termine de restablecerse. Ha venido su pa- pierta la correspondencia.
dre a buscarlo, un maestro de escuela de nombre Eucario Me- Leticia, en pocas líneas, le cuenta de la enfermedad de
dina, con quien habían logrado comunicarse telefónicamente Graciela y el proceso de los tratamientos recién terminados.
y ahora estaba aquí, buscando a su hijo, y haciéndose acom- La muchacha desconcertada dirige su mirada al horizonte
pañar por uno de los hermanos menores de éste, un adoles- de las montañas de la sierra.
cente, tímido y serio, que miraba a Leonardo con ternura. Decide que viajará al encuentro con la madre. No hay
Después de los saludos del caso y las recomendaciones escapatoria.
que tenia el doctor Robles acerca de los cuidados a Leonardo,
han logrado ponerle de pie, con ayuda, para acompañarle al
carro de su padre. Andreína ha traído un dibujo de regalo para
Leonardo y Alfredito le da un abrazo fraterno. Todos en el auto
que les regresará a Turmero atraviesan el tráfico dificil de la
salida a la autopista, y Leonardo piensa en sus hermanos y
los antiguos amigos del liceo, allá en Turmero.

182 183
..• -,

Capítulo 21

Una idea puede ser derrotada, pero no vencida.


Comprar silencio no es tener razón. (-
El desmantelamiento del aparato político
y la subasta de parte del ideológico no anuló t T
a la intelectualidad crítica. (
Ltns BRIITO GARCÍA (
(~
( 1
Diógenes tiene entre las manos la carta que señala su salida de
la universidad por jubilación, le acaba de ser entregada por la (
secretaría del consejo de facultad, firmó el libro automáti-
camente, la retiró, y se ha ido a la cafetería, a la última mesa, (
a leerla solo, a rumiarla más bien. A su alrededor se produce la (1
agitación de siempre, escucha carcajadas, los vasitos de café de
)
una mano a otra, las mesas dispersas repletas.de estudiantes y
profesores, con libros y carpetas a desbordar. El chiste estriden- t
te, la sonrisa cálida, el gesto agresivo, la mirada escrutadora y ti
la aprobadora, el que aconseja y el que da una reprimenda, la
pareja que se abraza, los perros que deambulan esperando
e
que alguien se apiade y les lance algún mendrugo, las pare-
des cubiertas de carteles: «Vota por»; «Fuera la represión»; (
«Solidaridad con»; «Encuentro de estudiantes eID>;<domadas (1
de investigación eID>;«Justicia para». .
Diógenes contempla el paisaje con el papel en la mano,
mira la rúbrica al final de la carta, lee fechas ... Cuántos años,
por cuánto tiempo, ¿27 años? Este ha sido su paisaje en el día
a día.
Recuerda cada capítulo, cada deseo, cada entusiasmo y
cada muerte del entusiasmo.
Se pregunta cuántos estudiantes han pasado por sus aulas
de Clase, con cuántos ha podido establecer un nexo de diálo-
go continuo, ¿3, 4, acaso 5 en los últimos años? Recuerda

185
a los más brillantes, ya fuera de este ámbito, sus libros publica- Quiere conducir la mirada a otra parte, saberse vivo de
dos, una carta de cuando en vez. Se mira a sí mismo, cuando nuevo. Ser persona. Se detiene y gira para devolverse, busca
todo comenzó en su empeño de diseñar programas innovadores un lugar para telefonear a Minerva, la recogerá para ir al mar.
(era la vanguardia en su área), los intercambios con catedráti-
cos internacionales, la efervescencia, el doctorado en París,
las anécdotas con colegas, amigos nuevos, el retorno, las cla-
***
ses, los cambios de jefatura de departamento, de decanos, de Leticia reúne las cartas de Hendry José que ha estado recibien-
rectores, la burocracia. La decadencia de la institución. do durante meses, con la persecución inquisidora del comisario
La incomunicación, el aula silenciosa, la imposibilidad de Casanova tras ella. En numerosas ocasiones la han llamado pa-
un lenguaje común. El facilismo, la contradicción, la distancia. ra interrogatorio, sin acrecentar la agresión por miedo a la res-
Se recuerda a sí mismo en reuniones inútiles, en donde su puesta pública. Ahora ella teme por el sujeto de las cartas, por
mirada se escapaba por la ventana como cuando era un niño el espíritu romántico que se devela tras esos gestos.
y los pájaros en las ramas eran un motivo más seductor que el Gustavo, junto a ella, ha leído las misivas mostrando un
discurso vacío de la maestra.
profundo respeto frente a la meticulosidadcon la cual ella ha
Todo se ha convertido en un pasillo de final laberíntico. guardado este «tesoro», fue él quien expreso con franqueza su
Los repetidores de oficio, la burocracia creciente, la farsa, los mirada: «Ese hombre es un romántico, muy ingenuo para esta
que buscan la tajada suculenta, los que ignoran el propósito, época, pero honesto, solidario, con ideas apasionadas:>.
el sentido, la razón de la universidad, impera la investidura de En el diálogo había el presentimiento de que quienes le
e status.
acosaban no concederían el perdón, y esa es justamente la an-
Diógenes acepta la derrota.
siedad que hoy invade a Leticia.
Se sabe ajeno.
Dobla la carta y la incorpora a su carpeta. Sentado allí ve ***
lejana la puerta del aula. Decide levantarse, irse al estaciona-
miento y partir. Nadie se dará cuenta, y los del aula probable- Julieta hizo la llamada al número telefónico (escondido en
mente celebrarán, una vez más, pasar dos horas «libres». aquel papel muy doblado, hasta ser tan pequeño como una
Diógenes ha encendido el auto y toma la vía del mar, de la moneda) que le diese Conrado en aquella noche extraña.
costa, quiere pensar. ¿Cuál será el próximo paso? Sabe de Ahora ella lo desdobla y hace la llamada.
gente que organiza cooperativas de producción, nuevas for- Le atiende una voz femenina y, Julieta, con dificultad se
mas de organización social, clandestinas, underground, muy atreve a decir que es Ofelia y desea ver a Hamlet.
primitivamente, en otras regiones del país. Sabe de un aparta- Le responden que él la llamará.
mento en la playa, con sus libros y lo que siempre ha querido, Ella ha cavilado largamente, durante semanas, el hacer es-
escribir y leer. Sabe de los achaques de salud, los exámenes ta llamada. Quería saber hacia dónde se dirigía el río de su
tutoriales, las fallas del seguro médico. La resignación. Re- propia alma.
cuerda la desaparición fisica de varios colegas cuando ya nadie Quería descubrir sus deseos.
ni los recordaba. Pero el rostro de Conrado, su cuerpo, el eco de su voz, y las
sensaciones vividas en su cercanía la perseguían sin descanso.

186
187
Capítulo 22

Un agujero que señala


sin señales
el mapa ilegible
el lugar remoto
que le corresponde
GUSTAVO VALLE

CIUDAD (Especial). En un gigantesco operativo policial realiza-


do en el barrio Rompezaragüey, al sur de la ciudad, fue cercado
quien se presume es un peligroso delincuente, con unos cinco
homicidios en su haber, y quien supuestamente hirió a tres fun-
cionarios del Cuerpo Técnico de Policía Judicial durante el en-
frentamiento.
El comisario Alfredo Casanova, jefe de la División contra
Homicidios, indicó que el delincuente fue identificado como
Hendry José Blanco. Se trataba de un sujeto de altapeligrosidad y
estaba sindicado de cometer una serie de homicidios en la ciudad.
Los funcionarios heridos son Filiberto Emperador, de la
Brigada Motorizada, y Eustaquio Aguaviva, de la Comisión
Contra Homicidios.
Para atrapar al indeseable se presentaron en el lugar de los
hechos Rainer Solas, jefe nacional de operaciones; Eustaquio
Aguaviva de la División contra Homicidios, Miguel Mon-
tepiedad, jefe de la región capital; Joaquín Nadales de Patru-
llaje y Brigada Motorizada, y Mi1dred Mendoza del Cuerpo
Femenino de la Policía Metropolitana.
Los efectivos recibieron una llamada delatora en la Oficina
Central de la Policía Metropolitana a través de la cual se ubicaba
al sujeto en la calle y casa precisas del barrio Rompezaragüey de
esta localidad. Dada la peligrosidad del sujeto, se decidió un ope-
rativo que involucraba a las divisiones nombradas, con apoyo de

189
• •
la División de Patrullaje y Brigada Motorizada. Llegaron todos Un funcionario, se presume el comandante Nadales, lanzó
simultáneamente a precisar al sujeto y al tratar de detenerlo una bomba lacrimógena para tratar de que Conrado saliera de la
se produjo un intercambio de disparos donde resultó herido el casa, el sujeto estaba escondido detrás de una nevera y resistió.
funcionario Erasmo Malatesta en la pierna derecha, quien Los efectivos procedieron entonces a utilizar máscaras an-
también se había incorporado a la búsqueda del asesino, el su- tigases y enfrentarse con el peligroso hampón y en un inter-
sodicho fue llevado inmediatamente a la Clínica Los Tucanes cambio de disparos dentro del recinto mismo de la cocina de la
donde es atendido. casa, fue abatido Hendry José, quien presuntamente recibió dos
La calle principal del Barrio Rompezaragüey (conocido impactos de bala en la región pectoral. Sin embargo, al penetrar
por su aguerrillarniento) se fue llenando de patrullas, motos y al lugar no fue localizado.
funcionarios fuertemente armados con escopetas, revólveres La policía recuperó una pistola nueve milímetros que tenía
y pistolas. Todos llevaban chalecos antibalas y las medidas se en su poder Blanco. '.
fueron extremando por la peligrosidad del sujeto quien corría
de un lado a otro por techos y callejones.
Los antecedentes
Los efectivos policiales se lanzaron a toda prisa y con cau- El Comisario Eustaquio Aguaviva y su asistente y represen-
tela por los estrechos callejones de la barriada en busca del tante de la Metropolitana, Mildred Mendoza, informaron a los
delincuente, mientras que los residentes del sector se encerra- medios que el supuesto delincuente abatido tiene largos antece-
ban en sus casas conscientes del peligro de ser alcanzados dentes por robo a mano armada, se le vincula a los casos de ro-
por un proyectil. bo de alimentos a los clientes de los supermercados, cuyo
En un momento el detective de la Brigada Motorizada operativo consistía en trasladar a los asaltados en sus propios
Filiberto Emperador, observó que el mentado sujeto, Hendry vehículos, vendados y a punta de pistola hasta el barrio
José Blanco, se encontraba en el techo de una vivienda, le dio la Sarandonga en donde se les obligaba a entregar la parte de la
voz de alto y efectuó un disparo, pero el facineroso logró ubi- compra correspondiente a alimentos y posteriormente se les
carIo y hacia él apuntó su arma logrando herir en el cuello al conducía hasta inmediaciones de la autopista, desapareciendo
funcionario, quien fue protegido por el chaleco antibalas. los facinerosos como por arte de magia.
Luego el detective Nicanor Panza, de la Comisaría, recibió Por otro lado, al susodicho se le vincula a cinco homici-
una herida de bala en el pie derecho. dios de funcionarios policiales registrados en los archivos. La
Hendry José Blanco (alias Conrado) logró introducirse en División Contra Homicidios da por segura su implicación en
una casa ubicada en el callejón La Sierra, cerca de la calle los mismos y se ha encargado de la instrucción del expediente.
Matasiete y desde allí volvió a hacer frente a las comisiones po- Queda preguntamos, ¿quién pudo haber delatado con una
liciales. Estaba atrincherado y parecía más dispuesto a morir llamada telefónica a Hendry José Blanco? Es notable que sus
dando su última guerra que a ser detenido. vecinos del barrio reconozcan en él a un amigo. Recordemos
Los funcionarios fueron cercando la vivienda, mientras que que en este barrio se han producido una serie de linchamien-
desde la azotea de los bloques comenzaron a sentirse disparos, tos a delincuentes, ejecutados por la comunidad.
la mayoría efectuados con ?JlTIaslarga , dirigidos a los cuerpos Hace algunos meses este individuo aparece reportado en
policial es en defensa del delincuente Conrado. nuestros archivos por haber atendido el parto de una señora en

190 191
plena vía de tránsito, estando detenido por la misma patrulla monasterio bajo el precepto de la investigación a los símbolos
policial que dio auxilio a la embarazada. misteriosos e inefables.
Extrañas circunstancias rodean el caso, y ahora la policía Pero las extrañas circunstancias de la noticia que acababa
desconcertada se pregunta: ¿Cómo pudo desaparecer Hendry de escuchar y leer, y los' detalles que le eran familiares en
José Blanco ante sus ojos? cuanto a sus protagonistas, lo ponían francamente en tensión
y con deseos de saber más acerca de la verdad de los hechos.
Leticia Molina, Correo de la Tarde.

***
(
Diógenes ha escuchado las noticias en televisión con más
atención que de costumbre, en las cámaras se hizo gran es-
pectáculo de la supuesta captura de un joven «indeseable»,
como se le llama, y el operativo policial resultaba tan bestial
que parecían enfrentarse a un acorazado y no a un individuo
solo, saltando entre los techos de una barriada.
Le llamó la atención el que se señalara el nombre de Julieta
Zárate, la encargada del restaurante vegetariano La paz Verde
como vinculada al caso, era uno de los elementos que menos
llegaba a encontrar lógico en aquella ensalada de información
salpicada de imágenes y comentarios escandalosos.
Apagó la televisión. Desde el proceso de su jubilación en
la universidad, y el papeleo burocrático para hacer efectiva la (
misma, la mirada de Diógenes sobre las cosas tenía un rigu-
roso matiz selectivo que le ayudaba a considerar lo pequeño
de lo grande, en la medida de su vinculación con la vida.
Minerva ha sido importante en esto, lo obligó a abandonar
la comodidad urbana en su ociosidad infecunda para trasla-
darse a una pequeña granja cercana al mar, en la cual había co-
menzado a vivir un proceso de reaprendizaje táctil, material,
palpable. Ahora cocinaba. Pescaba. Cultivaba una colección
de cactus enanos, y escribía. Sí, había recuperado esa forma de e
ocio «productivo» que tanto le complacía. Ahora preparaba un
ensayo que le permitía incursionar entre la metafisica budista y
la física cuántica, se sentía como si viviera en el interior de un

192 193
Capítulo 23

Ahoratan sólo,
en este pobre rostro en que te caes,
he visto el rostro de la niña que fuiste
y te he sentido varias veces mi madre.

JAIME SABINES

Todos hablan del «paquete». Las medidas económicas anun-


ciadas por el gobierno entrante para equilibrar la economía.
El desconcierto ha sido de todos los sectores, y un sopor ago-
biante ocupa las conversaciones, las sanciones públicas, la
protesta espontánea de todos. A sólo dos semanas de posesio-
narse el nuevo Gobierno de su investidura, un gesto radical se
hacia presente. Aumento de precios de los productos básicos,
eliminación de cualquier restricción en cuanto a los intereses
bancarios. La primera plana de los periódicos amaneció des-
cribiendo «el paquete» de medidas, en la calle era el único te-
ma de conversación y en las casas también.
Leticia desde ayer no sale de la redacción, la información
llega por todas las vías y hay mucho por hacer. La tensión está
en el filo de la navaja.
Fabiolita le ha hecho una llamada telefónica que lá preocu-
pa, dice que hay mucho movimiento en el barrio, y la tensión se
le siente en la voz entrecortada, quiere que ella la busque, pero
a la vez dice que no quiere dejar a su mamá.
Leticia se juega con ella y finalmente la tranquiliza.
-Todo pasa, no te angusties.

***
Julieta ha dejado sus asuntos en regla. Graciela guarda las lla-
ves del apartamento de la tia Esperanza y como nadie aparece

195
para dar cuenta de La Paz Verde (ni siquiera Barroso) ptan Las diez de la mañana y nada cambia, aquí con una cabilla
por un cartel señalando: «Cerrado por vacaciones». r mi cu el vidrio delantero de un autobús, allá se lanzan al
Julieta se despide de María dejando encargos a Minerva, asalt de una panadería, alguien habla de las medidas econó-
quien es abogada, y quien se ocupará judicialmente de la de- mi as del Gobierno. Es la Torre de Babel, no hay diálogos,
fensa, para este caso ha buscado a sus colegas más duchas y 610gritos de desesperación, la gente comienza a amotinarse
se dedica a prepararlo todo, con la certeza de que será dificil, de modo avasallador.
lo vale la joven reclusa. Esteban es empujado por una masa sin orientación, no
Julieta no dio mayores explicaciones a nadie, tenía ganas puede agarrarse en el camino y termina tirado sobre la vidrie-
de cambiar su vida antes de que la vida la cambiara a ella. ra de una quincalla, los vidrios saltan al recibir el impacto de
Se fue «ligera de equipaje». ese cuerpo que cae.
:~ Cecilia ha llegado a este lugar hace unas horas, ya no sabe ni
*** cuántas. El impacto de la violencia que presencia la obliga a bus-
car resguardo continuamente, con su maletín apretado al pecho
Esteban va a visitar a la familia, le pidió unos días a Graciela toma las vías más expeditas entre la multitud; alcanza a ver, en
y estuvieron todos de acuerdo. De Antonia sabe poco. El pa- medio del desastre, la cabeza de Esteban reventada contra el vi-
dre se ha ido de la casa y ahora vive en el frigorífico, al her- drio, para ella es un joven más, víctima de estas circunstancias.
mano hay que internarlo porque no se recupera y cae en la (
desidia, se vuelve frágil e inútil, no se vale por sí mismo y se
hace peligroso para los otros. .
Todo lo sabe Esteban por la madre, quien le escribe largas
cartas en papel de cuaderno escolar.
Son las seis de la mañana y el terminal de pasajeros está
convertido en un hervidero, hay más viajeros de lo habitual, o (
es que no salen los autobuses por alguna razón. Sólo se escu-
chan gritos, decires destemplados.
Algo fuera dé lo normal está ocurriendo.
La Cámara del Transporte ha aumentado el precio de los
pasajes en el interior del país, es descomunal la diferencia, t
más del 300 %, los pasajeros alarmados demuestran a gritos
t
su descontento.
La gente continúa llegando al lugar y presenciando el de- t \
nuedo. Todo es gritos y gestos de violencia, hay quien llora,
niños con sus madres, adolescentes, jóvenes y viejos se en-
cuentran fuera a sí ante la imposibilidad de continuar camino
en su domesticidad. .

196 197
Capítulo 24

Cuando los bandidos no andan


sueltos sino libres
y dan órdenes y sellan papeles
Que pesan como soles siniestros

Tenía que romperse el corazón


Tanto tiempo detenido en tus ojos .
., HESNOR RIvERA

José Antonio sostiene la cámara y se mueve a la velocidad del


rayo mientras los soldados apalean con las peinetas a la po-
blación, pero todos parecen insensibles, como si la carne no
sintiera, el metal no cortara, las balas no penetraran, aún
cuando vemos caer los cuerpos y escuchamos el estallido y
salta el olor de la pólvora y la sangre revienta a chorros.
Hombres de todas las edades, mujeres, ancianos y hasta
niños corren en caos inexpresable, gritan sin rumbo fijo, en-
tran en los comercios, mercados y tiendas del lugar, se llevan
lo que encuentran a su paso sin que nada los detenga, ciegos
al detalle, abiertos al estruendo y al movimiento destemplado.
Salen de los comercios cargando cajas, volúmenes, arte-
factos eléctricos, racimos de cambures, paraguas, muebles,
carne en piezas monumentales (una res fragmentada en cua-
tro ganchos metálicos), el pan de cajas plásticas, infinidad de
paquetes en su envoltura. La harina se desborda, las botellas
riegan sus contenidos de diferentes colores en el piso de la ca-
lle, se pasa por encima de 10 que aparezca atravesado.
La Policía Metropolitana dispara, la guardia también; ines-
peradamente aparece un tanque de guerra atravesando la calle
frente a Leticia y José Antonio, quienes parecen estar viendo
una película que cuenta lo ocurrido en este día inolvidable de

199
1989. Pero no, ellos están.metidos en el cuadro, escuchando el
ruido escandaloso y voraz, y viendo los rostros de esta multitud
Capítulo 25
desbocada, que desea vengar la afrenta de verse humillados por
un alza de precios inconmensurable, por el hambre de todos los Un aire extraño apaga nuestras voces
días, por las carencias de todos los días, por la negativa de todos Nadamos en un río de aguas caprichosas
los días. Nadie podrá decir con exactitud cuál fue el gesto que Aquí estamos
provocó el inicio de un estallido de todos cuyo fin no parece Lanzandopiedras que algún día caerán
muy próximo. Los mismos «aparatos de seguridad del Estado» Adornarán un patio
parecen ignorar los posibles alcances de la contienda. Una casa
Ya nadie recuerda cómo comenzó todo, pero no hay calle Serviránpara el regreso
sin escándalo, lugar donde no se produzca un tiroteo-o haya Cuando sea hora de volver.
\,
un cadáver sobre la acera, no se escuche la avalancha, no se RAMÓN ELÍAS PÉREZ
corra, no se grite, no se apalee.
En la calle está la Metropolitana con peineta en mano y ar-
mas de fuego, persiguiendo sin conmiseración, también la La muerte de Eva en aquella espantosa noche del 28 de fe-
Judicial y hasta la Guardia Nacional ha salido de los cuarteles brero se le funde a Leticia con los recuerdos gratos de esa
a la calle con orden de matar. abuela. Sus padres habían ido a ubicarla a su casa para trasla-
Desde hace dos días no hay tregua. darla con ellos al apartamento, previendo cualquier situación
Los saqueos no se terminan, la gente tiene hambre y .ha desencontrada en un laberinto de circunstancias como las que
perdi do toda cordura. se VIVIeron.
Leticia y José Antonio recuerdan la orden que recibieron
*** el 27 de febrero:
-Dedíquense a dar vueltas por la ciudad y reporten cada
Cecilia ha logrado salir del terminal y escabulléndose por las media hora. iLa vaina arde!
esquinas encuentra gente con su misma aflicción, por todas Ellos hicieron el mandado, desde Petare a La Yaguara, las
partes todos gritan y se abalanzan sobre los comercios, ya la calles estaban tomadas, saqueos en todas partes, vehículos
policía está disparando a mansalva. La gente que actúa en quemados, abrían una ferretería para sacar herramientas y ea-
busca de salvar la vida muestra su desespero. Una pareja de rruchas para llevarse lo de los negocios vecinos. Los hospita-
jóvenes hace señas a Cecilia y ella logra subir a la parte trase- les repletos de gente, cadáveres por todas partes identificados
ra de un camión 350 donde se consigue con otras personas con marcador azul en el vientre. Los heridos eran inconta-
como ella, huyendo del desastre. bles. La gente gritando, la euforia, la rabia, el dolor.
Entrar a la zona de la ciudad en la cual podrá localizar a la Esa noche al llegar a casa los padres la llamaron, Eva su-
madre es lo único que le interesa ahora, además de preservar frió un infarto al presenciar las escenas en la calle. Además
la propia vida. El espectáculo que ve la conmueve. Ha llega- de las dificultades y la debacle, hubo algo aún más descon-
do la noche y las calles mantienen el paisaje irregular. certante, el periódico no podía publicar las fotos, sólo las más

200 201
discretas, la información el bía mod rarsc porque los periódi- Los cadáveres tirados en las calles llevaban a mucha gen-
cos viven de los avisos y los anunciant s no estaban dispues- te a rociarlos con aerosoles antisépticos para evitar moscas y
tos a que aquello tomara cuerpo en los medios. mayor contaminación por. la descomposición.
Leticia anonadada no encontraba que hacer. Lo visto, lo Gustavo prohibió a Claudia, su hermana, salir del aparta-
vivido no le cabía en el corazón. La desesperación general mento, era lo más prudente dadas las circunstancias. Los días
había llevado a la violencia de los saqueos, la búsqueda de pasaban encerrados sin muchas noticias, sabiendo que afuera el
alimentos, la debacle general. Pero la orden del gobierno al país era un caos sin medida. Gustavo conseguía hacer algunas
lanzar las fuerzas represivas a la calle, de disparar a matar, diligencias con mucha dificultad, el toque de queda impedía
había hecho aún peor aquella monstruosidad indescriptible. circular libremente por las calles sin arriesgarse a un disparo.
En la esquina de Velásquez, ella y 1. A. vieron cómo los Los alimentos escaseaban, lo de primera necesidad se con-
saqueadores vencieron a un funcionario del ejército que inten- virtió en producto del mercado negro. La gente contaba acerca
taba contenerlos. Todos cargaban aparatos eléctricos, televi- de un camión amarillo que iba por la Intercomunal del Valle
sores, hornos microondas, cualquier electrodoméstico; el recogiendo cadáveres.
oficial tenía fusil y pistola y no pudo hacer nada, lo rebasa- Leticia 10 vio, no quiere recordar, pero no puede olvidar.
ron, lo empujaron, quedó fuera del cuadro. Más adelante que- Con el correr del tiempo y los acontecimientos, las restric-
maron una tintorería. La arremetida del Ejército resultaba ciones del Gobierno al retomar las riendas trajeron cambios
descomunal, disparando sin ton ni son. notables en la domesticidad de los ciudadanos.
En la medida en que avanzaban los días la violencia pare- Elodio, el periodista, director del Correo de la Tarde, fue
cía incrementarse, se hizo normal la imagen de los cadáveres despedido con buena parte de sus colegas, Leticia entre ellos.
en la calle. El gobierno había decretado toque de queda, y se Los hacía culpables el haber contemplado el horror y hacer
les disparaba al que pasaba. La cordura había desaparecido registro de ello.
de la faz de la tierra.
Leticia pensó en Fabiolita e intentó llegar al barrio, no lo ***
logró sino el 29, y entonces encontró un paisaje apocalíptico,
no había casa, la calle y la mayoría de sus viviendas habían Cecilia ha conseguido llegar hasta el edificio en donde vive
sido arrasadas como si un huracán hubiera pasado por allí. Graciela, pero hay «toque de queda» y no es fácil circular por
La imposibilidad de colaborar con sus padres en cuanto al la ciudad. El ejército está en la calle y todos los cuerpos de
entierro de su abuela Eva la destrozaba, pero tenía que tratar seguridad del Estado.
de conseguir a la niña. Cuando intenta cruzar a la entrada del lugar la detienen unos
Continuó su peregrinación por los hospitales sin ningún éxi- guardias y le piden su identificación, ella ha logrado mantener
to. Al hablar con sus padres de nuevo, el panorama no podía ser consigo el pequeño mapire que constituye su bolso de mano, el
más desolador, en el cementerio enterraban a los muertos sin ur- maletín con sus cosas desapareció en la contienda.
nas, porque aquellas se habían acabado, los fabricantes optaron Todos están somnolientos y alterados, le hacen preguntas
por entregar partes de abajo, sin tapas, porque no tenían tiempo acerca de a quién busca y de dónde viene, que esa muchacha,
de terminarlas. Todo resultaba de un dramatismo grotesco. en ese lugar y a esa hora de la noche son una distracción para

202 203
esquivar los nervios de la.vigilancia y mantenerse alertas. Las Antonia se ha quedado sin esas columnas, las primeras,
garantías ciudadanas están suspendidas. Esta calma dentro de las más importantes, las que definían el sueño, la razón para
la cual se escuchan tiros de fusil por todas partes produce ros- estar, la familia que hizo, por la que aún lucha.
tros alterados y a la defensiva. La escudriñan. Finalmente la Mientras contempla el inicio de la tarde llega su hija, carga-
dejan subir. da con libros, se le acerca y le da un beso en la mejilla, viene de
Cecilia toca el timbre ante la puerta de este apartamento, trabajar en su mañana de cajera de mercado y ahora sale porque
cuya madera, pintura, detalles, le recuerdan de golpe tantas tiene clases que no pierde. Es alta y tiene ese dejo triste de las
escenas de su infancia jóvenes y los jóvenes que han vivido mundos oscuros, ese deta-
La puerta se abre con la cadenita de seguridad colocada, el lle en el fondo de los ojos que dice de algo que imprimió huella, (
rostro delgado y pálido de Graciela deja avanzar sus ojos de pero sonríe y hay dulzura en sus gestos.
asombro ante la visión de la hija y es como si toda su pesa-
dumbre fuera una cortina que se corre, un bosque oscuro que (
se desvanece.
Quita la cadena de un impulso y la dulce sonrisa de
Cecilia no deja un segundo de alumbrar este abrazo resplan-
,
(

(
deciente, en el que se entrelazan sus dos cuerpos sedientos de
'orgullosa ternura. \l
(
***
Antonia sentada frente a la ventana tiene entre sus manos la
olla de cocinar los granos, está limpiándolos, saca las rami-
tas, las piedritas, lo que no es grano.
Los pondrá en remojo para ablandarlos y cocerlos mañana.
Levanta la vista de vez en cuando y mira por la ventana, el
monte lejano, el árbol de.matapalo.
Antonia piensa en lo dificil, en esa sensación de castigo que
producen las muertes cercanas. A Esteban lo mataron en el termi-
nal de autobuses aquel 27 de febrero inefable; a Diego, el otro hi-
jo, lo mataron el 28 del mismo febrero, habiendo recibido órdenes
1
de los mandatarios de turno de reprimir a la gente, a su gente.
Ella tiene las fotos de los dos muchachos muy cerca de la
cocina de hornillas, les ha puesto flores que cambia todos los
días, les enciende velas para ver la llama como si ésta fuera la
misma vida, el alma, sus almas.

204 205
Capítulo 26

Nada queda de 10 que fuimos


somos un regreso pendiente en todas partes.
N os 'vamos volviendo hojarasca
nos vamos recomponiendo.
Puede que la tibieza
sea lo único que resista.
CRISTINA FALCÓN MALDONADO

Diógenes y Minerva caminan en las cercanías del río Turbio,


ahora hacen este paseo con frecuencia. Gozan del paisaje
montañero, con grandes espacios de aridez y flora de tierra
seca, cujíes y tunas. Van de la mano como colegiales, no ne-
cesitan decirse mucho del amor después de tanto tiempo jun-
tos y amándose.
En horario de mañanas están en su nueva «versión» de la
librería El Hombre Silvestre, en Agua Viva, una pequeña po-
blación en el interior del estado Lara, en donde intentan una
vida diferente.
En el local hacen talleres de lectura con jóvenes adoles-
centes. Disfrutan del éxito local de una revista hecha artesa-
nalmente, un espacio de la inmediatez, construido con sus
alumnos y otros amigos cercanos. La jubilación y otros acon-
tecimientos aceleraron estos pasos en la transformación de
sus vidas.
El aprendizaje de las labores del campo ha hecho que Dió-
genes incursionara en asuntos que le eran totalmente descono-
cidos, y ahora en la praxis se ha incorporado a organizaciones
que trabajan para impedir el papel de los intermediarios en la
colocación de productos agrícolas en el mercado.
Han sembrado un huerto ellos mismos y manejan algunos
conocimientos que les llevan a nuevos hábitos en sus rutinas

207
domésticas. Parecen más jóvenes, caminan continuament y María 1 Y relee esas cartas, y piensa en ella misma, esas
se les ve reír con frecuencia. Un AS y la vi itas de Minerva son su único placer, se siente
Sus amigos muy íntimos, de la poesía, los visitan de cuando sien pre extraña entre las otras, como un fantasma huidizo,
en vez. Se lee poesía, se comparte el pan y sobre todo: se discu- olitaria, lo único que rescata de su vida pasada son sus no-
te sobre la situación del país. Después de lo ocurrido en aque- ches con Leonardo, su risa, sus encuentros furtivo s, esas que
llos días salvajes iniciados el 27 de febrero de 1989, muchas fueron nuevas sensaciones antes nunca vividas. Sigue año-
cosas han cambiado en los modos de concebir el día a día. randa lo que fue Leonardo, pero sabe que fue y no será más.
Hasta Gustavo y Leticia han venido a visitarles. Él trae al-
gunas grabaciones de su Suite a las montañas andinas,. y ***
comparten largas noches de confidencias, lo que les permrte
saberse más cerca. Leticia, después de deambular varios meses, sin empleo,
Un árbol de merey, con copa generosa y achaparrada es errabunda, consiguió una oferta en una revista, algo de poca
ideal contra la erosión de los cerros tropicales, y el semeruco monta, en una fundación por el ambiente, allí ahora escribe
es un arbusto perenne, de flores con néctar abundante; saben reportajes ecológicos, retornando el oficio. Recuerda con en-
también que se pierde la cordura por el hambre, y se puede tusiasmo su viaje a la región de los kariña y Cecilia es ahora
ser ciego e indoloro frente a la debacle, apostando el todo por una amiga, siempre dispuesta a enseñarle algo nuevo de esos
~el todo. mundos que le eran desconocidos.

*** ***
María sigue en la cárcel de mujeres en Los Teques. Minerv,a Graciela guarda luto por Esteban a quien llegó a querer como
viene a visitarla religiosamente, mientras lleva el caso en tn- su hijo, en el altar de la peluquería hay una Virgen del Car-
bunales, siempre le trae alguna esperanza con relación a la men que tiene flores dedicadas a la memoria del muchacho,
posibilidad de salir de entre estas paredes. , con el ferviente deseo de que dondequiera que esté en el cielo,
Le entrega también cartas de .Julieta, las que son previa- sea protegido.
'mente abiertas y revisadas, María sabe que es Julieta aunque Graciela con la rutina de los tintes y los cortes, no olvida co-
se firme Ofelia, porque es su letra y porque le aconseja sere- locar las flores blancas para las deidades de su santería, la esco-
nidad y paciencia. ba que saca los escombros, la basura subterránea, lo que sobra.
Por estas cartas sabe que la amiga está al final de un em- Hay la alegría cálida, fratema, del grupo que varía en cada
barazo y espera a su hijo con mucha expectativa. Navidad, unos se van y otros llegan, pero no falta José, con su
«Está aquí dentro, es tan mío y tan otro. Pero es mi alegría, elegancia parsirnoniosa y evidentemente la llegada de Ceci-
Quiero verlo y saberlo entre nosotros, alimentarlo y enseñar- lia, al final de ese febrero nefasto, fue ¿amo un rayo de solo
le a caminar. Nunca pude imaginar 10 que se siente y ahora lo un resplandor en la espesura.
sé. N o se parece a nada». Graciela piensa en la paradoja del encuentro del terminal,
porque Cecilia ha visto fotos de Esteban y lo ha identificado

208 209 (

!{
~(
de inmediato como el joven ensangrentado de su visión en
aquella estación de autobuses, el día de su llegada. .
Capítulo 27
Ahora, las dos mujeres viven de largas conversaciones,
intercambiando mundos y las sorprende la luna en la oscu-
Mis oídos escuchaban el sonido de la carne
ridad de la noche, cuando el sereno acompaña sus palabras
y aspiré el perfume
rememoriosas. y toqué la noche
Cecilia entusiasmada ha construido un telar a la usanza Con mi cuerpo aromado
wayúu, y ha tejido un tapiz. maravilloso, lleno de colorido, Con mi sombra embriagada
destinado a su madre. Se durmió el cielo
RAMÓN PALOMARES

Diógenes da una charla en la biblioteca de la ciudad que tiene


como tema: «Las masacres en América Latina». Los estudian-
tes del liceo han venido a escucharle, algunos jóvenes univer-
sitarios y sus alumnos del taller de poesía.
Por la ventana la luz tenue se filtra a través de las ramas del
bucare. El profesor con tranquilidad ordena sobre el escritorio
algunos libros de diferentes tamaños.
Diógenes abre un libro y lee:

Las masacres forman parte del imaginario nacional, porque


son un trágico y frecuente quehacer en la vida latinoameri-
cana. Conocidas unas, otras enterradas con sus protagonis-
tas y encontradas, más tarde, en lá memoria de los pueblos
cuyos testigos ayudan a construir las ficciones literarias'.

Mira los rostros de los jóvenes, algunos toman notas en


sus libretas y otros tienen la mirada detenida en él. El bucare
se impone en la ventana, Diógenes lo mira y recorre con la
vista la extensión de las flores rojas pequeñas en el esplendor
de la copa, se admira de la llama que desprende.

1 Julia Elena Rial.

210 211
Diógenes precisa: -Las investigaciones contemporánea ,) mío también -señala otro desde los asistentes.
señalan que <<Alos asesinatos cometidos durante la década d iógenes los mira y responde:
los sesenta, una vez finalizada la guerra de guerrillas, se u- -El Amparo es un pequeño pueblo de Apure, allí fueron
maron las masacres de Yumare, Cantauray El Amparo». ase inados quince pescadores, ese caso fue llevado a la Corte
Diógenes lee las fichas sobre el escritorio: Interamericana de Derechos Humanos.
Otros en el público levantan la mano para intervenir tam-
La masacre de Yumare fue ejecutada el 8 de mayo de 1986 en bién, todos tienen algo que preguntar o simplemente decir.
la población de La Vaca, estado Yaracuy. Allí resultaron asesi- Cerca de la puerta del lugar está sentado, con un cuaderno
nadas nueve personas, presuntamente a manos de funciona- frente a él, Hendry José (Conrado) decide intervenir cautelo-
rios de la Disip, quienes después de torturarlos les dieron samente, aún cuando la emoción se le desborda:
muerte y posteriormente dispararon ráfagas con sus armas de -La masacre del 27 de febrero de 1989 ha sido la más
fuego en los cuerpos tirados en la tierra para simular un com- dolorosa de nuestra historia contemporánea, aún no sabemos
bate. Otra de las masacres más conocidas es la de Cantaura, con certeza el número de víctimas ocasionado.
estado Anzoátegui, el cuatro de octubre 1982 cuando la avia- Leticia está atenta a las noticias: ha sido derribado el mu-
ción militar bombardeó a un grupo de estudiantes reunidos ro de Berlín, todo comenzó en la Puerta de Brandenburgo, es
con miembros de la organización Bandera Roja. noviembre de 1989. Durante días la periodista ha visto foto-
I grafías que muestran cómo progresivamente se produjo este
El auditorio toma nota y se mueven en sus asientos. Diógenes suceso inesperado y en el que se involucra a un pueblo entero
prosigue: y el mundo todo.
Las visiones televisivas muestran la euforia en las tarimas y
El ataque aéreo fue seguido por el de un comando de la Disip grupos con banderas, cantando y bebiendo con profuso júbilo.
que remató a los heridos por las bombas, hubo un saldo fma1de
23 jóvenes desarmados que resultaron muertos ... Otro caso ***
fue el del caño de Las Coloradas, también conocido como ma-
sacre de El Amparo, estado Apure, el 29 de octubre de 1988, Una manifestación de mujeres se ha organizado frente al
cuando fuerzas de la Disip y militares rodearon y asesinaron Palacio de Justicia. Hay férninas de todas las edades, tanto ado-
(
a un grupo de campesinos colombianos y venezolanos'. lescentes como mujeres mayores y de edades intermedias, lle-
van consigo grandes pancartas de muy diversa índole y sentido «
Un muchacho levanta la mano señalando su necesidad estético, todas refieren la necesidad de acabar con la violencia ((
de decir algo. Diógenes le hace una seña para que lo haga.
El joven se pone de pie, un poco tímido, pero decidido.
de género, buscar la equidad social. Algunas pancartas son ma-
nos gigantescas en las que puede leerse: «BASTA. No más vio-
«
({
-La masacre de El Amparo, en 1988, profesor, es muy lencia contra la mujer». Otras son extensas telas movidas por el
(
famosa, mi papá siempre habla de eso. viento y retenidas por filas de manos femeninas que caminan
diciendo sus consignas. (

(
2 Aporrea, julio 17 de 2006.
(
213 (
212
(
•'.
Minerva y Leticia van en primera línea, pero pueden distin- José Antonio ha trabajado largo tiempo en el laboratorio de
guirse conocidas dirigentes de estos movimientos: Gioconda fotografia revelando rollos de las imágenes tomadas en aque-
Espina, Laly Armengol, María Centeno, Viki Ferrara, Adicea llos días aterradores por las calles de la ciudad.
Castillo, Giovanna Mérola, Katina Fantini, y muchas otras El número de muertos sigue sin ser determinado y un extraño
caras cuya lucha se refleja en contiendas permanentes. Hoy silencio impera sobre los hechos como si nada hubiese ocurrido.
hablan del caso de Inés María Marcano, unajoven obrera cu- En sus tomas observa la que muestra un camión con cuerpos
ya bebé fue violada y muerta, y el de María González, quien apilados unos sobre otros. En otras contempla hombres y mu-
ha asesinado al marido para defenderse de ese «Animal». jeres corriendo en la calle mientras llevan piezas de carne gi-
Una lluvia suave se desata inesperada. La imagen es de un gantescas, carritos de supermercado con comestibles y hasta
gran colorido y va tomando cuerpo en la manifestación de su di- televisores y artefactos pequeños, policías con los fusiles levan-
versidad. Mujeres de muchas procedencias están aquí, todas se tados disparando directamente sobre la gente, Tanques de guerra
quejan de las mismas circunstancias nefastas. También acompa- atravesando la ciudad. Una madre con el rostro compungido,
ñan varios hombres, jóvenes en su mayoría, acaso estudiantes carga inmersa en el llanto, a un niño aparentemente sin vida. lA.
universitarios y obreros, intelectuales sensibles a la circunstancia. tiene cientos de fotos sobre su mesa de trabajo, acaban de salir
Pantalones, faldas, vestidos, pañoletas en la cabeza y go- del secado. Le acompañan otros fotógrafos, todos revisan lo he-
rras cabelleras sueltas o recogidas, hay quien muestra la au- cho. Han recibido una propuesta para publicar Un libro, el diálo-
, ' go gira en tomo a escribir algo en colectivo. Pero, piensa José
sencia del cabello habiéndose rapado (probablemente ante un
cáncer tratado con quimioterapia), pero todas hacen una sola Antonio, ¿para qué las palabras? Las imágenes 10 dicen todo.
masa, un solo gesto, una sola voz.
***
***
Leticia contempla a Gustavo a su lado, el espacio entre sus
Cecilia sentada frente a su madre le da a conocer el sentido cejas espesas, la suavidad de su mirada, el espesor oscuro de
mágico de los kariña en asuntos del alma y la salud. Con un su cabello lacio indiada cayéndole sobre la frente, él mira los
pequeño sonajero en mano, hecho con un pedacito de rama e hombros de ella, la breve redondez de sus pechos.iel hueco
hilos de los que penden semillas, Cecilia cierra los ojos y lo horizontal, pequeño, creado por la clavícula, ella toca el pa-
mueve acompasadamente encontrando el ritmo de las cosas, bellón de la oreja de ,él, la mano se desliza por su cuello, su
su voz acompaña el sonido y de repente hay una gran tran- hombro, la espalda. El viene más cerca y deja encontrar sus
quilidad en el lugar. piernas con las de ella, palpa la suavidad de sus muslos, toca
El aroma del incienso preparado con la resina de caraña su vulva, acerca su miembro a ella, el torso de él y el de ella
que la muchacha ha traído, crea una atmósfera especial. unidos, sube sobre ella, la penetra lentamente, la acaricia, vi-
Graciela la mira dejándose transportar en esta agua tranquila. ve el esplendor de ese rostro suave que lo mira, siente el apre-
tarle dentro, la juntura, el acuerdo, la fusión, el éxtasis, ella lo
*** sostiene, no quiere que se acabe, desliza la mano por su espal-
da, sus nalgas, y otra vez, viene ahora ella sobre él, entonces

214 215
hay un lugar recóndito, un espacio fuera de todos los espacios poder de su deseo, ya viene, y el aire le sirve para hacer pre-
y a la vez dentro de ellos, un profundo lugar donde el encuen- sión y mantenerse, empuja, puja, ayuda, el niño viene, ya se
tro se produce, un cielo que está allí, en este justo instante ve su cabeza, esa que quiere salir, viene, ahí está, comienza a
cuando dos rostros que hacen el amor, dos-cuerpos que hacen aflorar, un impulso más 'y vendrá, así, así. ..
el amor, se saben uno solo, una transparencia, un hilo que se Diógenes y Minerva esperan afuera de la sala de partos. Él
separó pero descubre que nunca se separó, y se acopla, una está pensativo mirando por la ventana desde donde se divisa
paz especial se produce, algo hondo y sagrado, y se despeja un árbol de flores anaranjadas.
la inmensidad, nada es oscuro, se abre 10 sublime para que Minerva lo observa y le comenta:
una bandada de pájaros apure en vuelo, hasta la eternidad. -Un árbol de acacia florecido, me recuerda al balcón que
tuvimos, cuando empezamos juntos. ¿Recuerdas, allá en Las
*** acacias, en Caracas?
Diógenes la abraza, la besa en la frente, y dice nostálgico:
Julieta está en trabajo de parto. Las contracciones vienen cada -La ciudad del recuerdo es como el amor, inasible.
vez más cerca una de otra, suda profusamente, hace las respira- Minerva se acurruca en el pecho de él y deja volar sus
ciones al modo en que 10 aprendiera en el curso para ello, toma pensamientos tras las imágenes que vienen como una pelícu-
aire y lo deja salir lentamente, concentrada en sostenerlo y de- la a su memoria, mostrándole a Caracas ~n su algarabía, su (
< jarlo fuera, suaves bocanadas para olvidar el dolor en el instan- presencia imponente, su piel de siempre.
te, mientras el cuerpo del niño empuja hacia fuera.para salir
del cuerpo de la madre, su guarida por nueve meses.
A su lado, Conrado le seca las sienes con un pañuelo, hay
miradas de ternura compartidas, a las que no es ajena la joven
doctora que atiende la circunstancia.
Afuera espera la tía Esperanza a su sobrina, esta incansa-
ble tía que revivirá en nuevo brote con la crianza del sobrino-
nieto. Ya ha preparado el hervido con el que celebraran este
nacimiento. Pasó la noche pelando las verduras y disponien-
do la gallina y la carne de res, alegre y cantarina entre ollas, y
cacharros de barro, en su cocina nueva de casa con patio y
luz campesina.
Julieta toma aire y retiene, ahora empieza a pujar, con cui-
dado, con intensidad, y Conrado (Hendry José), vuelve a se-
car las gotas de sudor que se deslizan por sus sienes y toda su
frente. Hay una sensación de todo junto, de que ocurrirá el
milagro, hay un acorde que los tiene alli en suspensión en la
espera, y ella continua con fuerza, con vigilancia, con todo el

216 217
I .•

,
Indice

1parte
Capítulo 1 5
Capítulo 2 15
Capítulo 3 23
Capítulo 4 29
Capítulo 5 39
Capítulo 6 49
Capítulo 7 6]
Capítulo 8 67
Capítulo 9 77
Capítulo 10 93
Capítulo 11 103
Capítulo 12 11 ]
Capítulo 13 119
Capítulo 14 125
Capítulo 15 l33
Capítulo 16 l39
Capítulo 17 147

II parte
Capítulo 18 161
Capítulo 19 171
Capítulo 20 179
Capítulo 21 185
Capítulo 22 189
Capítulo 23 195
Capítulo 24 199
Capítulo 25 201
Capítulo 26 207
Capítulo 27 211

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