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ee ee | MEL oR C rte CIe) CU EL MITO DE LA OBJETIVIDAD cy Coren OMG Platén escribié el primer tratado politico de Occidente: la Reptiblica. En él present6 la famosa alegoria de la caverna en la que nos muestra a los hombres como esclavos que confunden las sombras con las auténticas realidades. Sélo el sabio (obviamente Platén) tiene acceso al conocimiento verdadero. Siguiendo las ensefianzas del fundador de Ia Academia, la tradicién filoséfica occidental coneibié el conocimiento encadenado a la dicotomia entre apariencia y realidad. De este modo los fildsofos (expertos, cientifi- cos) quedaron separados drdsticamente del comiin de los hombres (necios. ¢ ignorantes), Desde entonces en nuestra cultura se supone que sélo algu- | nos “elegidos” tienen acceso a la verdadera realidad mientras el resto vive en un mundo ilusorio (mitico, primitivo, popular, ficcional, pasional). Aquellos que han visto la luz de Ia verdad no eejan en su designio de “salvar” a los descarriados que viven en el error. Extraordinario y loable Proyecto, generoso y sacrificado, salvo un pequefio “detalle”: jexiste real- mente esa caverna?, {es real la realidad platénica? En El ocaso de los fdolos Nietzsche denuncié a los cuatro vientos la gran falacia platénica y nos mostré “eémo «el mundo verdadero» terminé or convertirse en una fabula’, es decir, cémo la tradici6n filoséfica se construyé sobre un descomunal error denominado “verdad”. Nos advirtié también que, disuelta la ilusién de un verdadero mundo, se desvanece el ‘mundo aparente: ‘Hemos suprimido el mundo verdadero, qué mundo ha quedado? Acaso el de la apariencia? (En absoluto! Al suprimir el mundo ver- dadero, hemos suprimido el mundo de la apariencia. La gran mayoria de los filésofos sucosores de Platén discutieron, eriti- caron e incluso rechazaron buena parte de sus ensefianzas; pero casi todos, do un modo u otro, aceptaron la escisién entre realidad y apariencia (que entre otras ventajas seductoras les proporciona una posicién de privilegio). De ese modo, aun los que combatieron al platonismo reeditaron con otras figuras la experiencia de la caverna, inventando la esclavitud y pro- oniéndose como libertadores. La estética del conocimiento occidental ha sido la de la escisién exclu- yente. En la antigua Grecia la realidad y la apariencia fueron separadas drasticamente; se establecié también una distineién absoluta entre lo ver= dadero y 1o falso, entre el ser y el devenir, entre la teorfa y la praxis, entre el saber garantizado (episteme) y la opinién (doxa), entre nosotros y los otros, entre el bien absoluto y el mal radical La organizacién de la polis griega implicé un nuevo rol de la palabra como forma de intercambio y decisién. No es casual que el significado del ‘término griego /ogos fuera al mismo tiempo palabra y razén. Provenfa del verbo legein, que originariamente significaba recoger o reunir, hablar, decir, narrar, dar sentido. {Qué produjo esta contraccién y delimitacidn, este colapso del verbo en un sustantivo, este congelamiento de la actividad creativa en un objetocosa? ;Cudndo se perdié el sentido que referfa a la reunién para dejar en primer plano la definicién? ¢Por qué la politizacién de Ia palabra en la asamblea Ilev6 a una exigencia de pureza y a una bis- queda de certeza definitiva? En Ia escuela nos dicen que la filosofia nacié en Grecia junto con la democracia, cuando los ciudadanos comenzaron a reunirse en asamblea para debatir acerca de Ia politica, entendida como el arte de vivir juntos y en relacién con otros. Contado asf, nos resulta muy bonito. ¥ no puedo de- cir que sea falso. Aunque me urge recordar que los ciudadanos eran unos ocos (s6lo Jos varones que tenfan propiedades), los excluidos muchos y el resto del mundo fue considerado “bérbaro”, Al principio este término sig- nificaba “balbuceantes” (porque se referia a la lengua de los extranjeros), pero inmediatamente después de las guerras con Persia y la consolidacién de la confederacién griega su significado fue cambiando hasta adquirir ol indeleble matiz peyorativo que hasta hoy mantione, Una caracteristica peculiar de esta unificacién fue que se prodyjo por expulsién de lo diverso generado por el temor a la alteridad. El encuen- tro con el otro, como extranjero en la ciudad, como enemigo en la guerra, como conquistador y también como conquistado, fue generando un gran temor a lo diverso y también una acuciante necesidad de encontrar justi- ficaciones para vencerlo o aniquilarlo. Nuestra cultura protendié disolver las tensiones de la vida imponiendo limites absolutos, buscando garantias, anholando definiciones pristinas y eternas, disciplinando el saber y estan. darizando las préeticas. Sin embargo, vale la pena preguntarse: {los temores que despiertan en nosotros lo hfbrido, lo borroso, lo ambiguo y lo inciorto son comunes a todos los hombres 0 se trata sélo un hébito cultural occidental? ¢Qué nos 232 ‘SALIR DE UNA CAVERNA INEXISTENTE condo ala persecuiéneultaral dol “sara y distnto™ camo alg abl indispensable para el conocimiento? s PRs ices Brace na pe ab isle 1a aalecizci ae! hibrido, ni la glorificacién de la pureza. Homero honré la figura de Ulise un héroe (hébrido entre lo humano y lo divino) que acostumbraba a pr sentarse de miiltiples modos y sabia que el mundo podfa adoptar divers: a8. ; orbs tiempos homéricos osa capacidad de ser ambiguo, de alterar Ic modo de presentare, tipiea de Ulises, se expresab de a rus dire jes: de un modo degradado, como un mendigo por ejemplo, ‘un Erileae semejanza’ (Vernant, 2009) o como figura sobrehumana, héroe cuasidivino. Esa ‘no semejanza” (horrible o divina), esa ambigtieds propia de la astucia humana, que enaltecié Homero, result6 peligrosa incluso siniestra, para aquellos que, como los griegos posteriores al siglo ‘40. y los modernos hombres oocidentales, precisan construi la experie cia de sf mismos de ferme monoltea, pure, esenial, ot devs, eubréndo jo el manto homogéneo e inmutable lentidad”. : ve uicado l camino desu maestro Aristétles invents una lgiea Juicio, que nos obliga a dividir el saber en opciones dicotémicas: verdade: © falso, correcto o errado. Para hacerlo debemos restringir nuestra ex} rieneia al estrechisimo foco de la proposicién (una oracién que afirma niega algo) y eehirnos a 6] mientras dejamos que el resto del universo: desvanezea. Una forma de enfocar tan restrictiva y rigida no puede con’ ner la riqueza, multidimensionalidad y diversidad de la experiencia. Sim limitamos al juicio, volvemos invisible la complejidad de la vida, quedam incapacitados para observar la dindmica de los procesos, sus conexion: y sutilezas. También quedan en la sombra las mediaciones, las tension productivas y las paradojas. A pesar de las enormes energias que han lapidado los creyentes en la légiea identitaria, munca pudieron expulsar Jas paradojas del mundo del etait perl sencilla razén: porq’ a identidad presupone la diferencia (y viceversa). war gare Ue Ulver ace uieertta un moco denn foo se in rrelacionan la semejanza y la alteridad. Cuando el héroe se presenta a tismo escondiendo su astuca, ocultando o negando su capacidad para ri lo tanto mintiendo pues escamotea un aspecto crucial eee ee eee cuando deja ver su ambigtedad, su inigualable capacidad para alterar modo de presentarse, y por lo tanto es sincero, es cuando paradéjieamen resulta poco creibley perturbador para la mentalidad deatomies, ‘Nuestra cultura nunca logré eliminar las paradojas: las repudié, combatié, las negé, las oculté o las prohibié. Pero no pudo aprovechar potencia creativa porque para hacerlo es preciso ampliar el foco perce 233 vo, darle movilidad, ampliar las dimensiones de la experiencia, mientras que la estética identitaria impone definiciones absolutas que aseguran su propio encierro, La clausura identitaria establece siempre un dualismo (A versus no A) pero ese dualismo, al ser dieotémico (es decir, excluyente para asegurar la identidad incontaminada de cada uno de los opuestos), es pa- radéjicamente un “monismo esquizofrénico” que encierra a cada individuo ‘© grupo de pertenencia dentro de un caparazén que lo afsla. Este modo de vivir, y por lo tanto de pensarsentir, fue el fruto de una desconfianza basica en los otros, de una desesperada necosidad de certi- dumbre que exige la eliminacién de todo aquello que no se conforme total- mente a lo conocido, En este sentido, no parece ser casual que el cambio de significado de la palabra “barbaro”, desde el sefialamiento de la diferencia al repudio de ésta, haya ocurrido cuando se produjo la unificacién politica griega y comenzé una concepcién més individualista del hombre (ciuda- dano). En la modernidad volverdn a darse, aunque de otro modo, estos procesos durante la gestacién del Bstado-nacién y el individuo. Las politicas identitarias y la epistemologia que las legitima exigen una independencia absoluta de cada elemento y una pureza inmaculada mantenida eternamente. En la nocién de identidad instituida por la légica cldsica aristotélica y también en la moderna légica formal, Ia alteridad s6lo puede ser concobida como ajenidad total. El saber debe ser “claro y dis- tinto” desde siempre y para siempre. Desde esta perspectiva las sombras, Ja “no semejanza” y la ambigiiedad serén siempre subversivas y es preciso erradicarlas a toda costa. En todo planteo identitario existe una construccién paranoica de la ‘identidad del individuo y de la pertenencia al grupo basada en la expul- sién de la alteridad en todas sus formas: el extranjero, el extraiio, ol hibri- do, lono determinado, lo indefinido, lo hibrido, lo irracional, lo diferente, lo incierto, lo mutable, lo irregular, lo informe o lo deforme, La actitud te6rica es un modo conjurar el temor a la “no semejanza’, a la alteracién, a la ambigiiedad y a la diversidad. De este modo se logra domes- ticar el cambio a costa de eludir, desvalorizar y tornar invisible lo que no entra en el espacio prefijado de los easilleros instituidos. Pero en la vida el cambio insiste en mostrarse, las paradojas acechan por doquier, la neblina empafia la claridad, la ambigtiedad del lenguaje juguetea con las mejores intenciones, los controles son burlades, las leyes seguiran eayendo en las trampas. Los euidadores de la pureza identitaria estan obligados a reforzar permanentemente el control, a cerrar las fronteras, a limitar los inteream- bios, hasta que la asfixia o el deseo abra un camino inesperado o el sistema colapse por falta de nutrientes o tapado por sus desechos. En la modernidad se mantuvieron las barreras infranqueables esta- blecidas por Platén (aunque el contenido especifico de cada polaridad fue 234 SSALIR DE UNA CAVERNA INEXISTENTE entendido de otro modo) y se forjaron otras nuevas entre el sujeto y el objeto, el cuerpo y la mente, el individuo y la comunidad, el hombre y la naturaleza, la ciencia y el arte, el afecto y el pensamiento, la civilizacién ylabarbarie, etestera. i ‘La ética-estética dicot6mica impone limites definidos a priori a la ex: periencia y excluye todo aquello que no entra dentro de los ednones esta~ blecidos. La concepeién representacionalista que instituy6 el mito de la objetividad ha sido el fruto de esta forma peculiar de interaccién humana con Ta naturaleza. Pero ese vinculo no lo gest6 un “ser humano” abstracto, ese pretendido “hombre universal” inventado por los occidentales, sino un grupo humano especifico. Esa experiencia colectiva nacié en las ciudades europeas y fue expandiendo su poder a través de la creacién de los Esta- dos-nacién y de las conquistas coloniales. Este proceso llevé a una gran coneentracién de poder y al aplastamiento de una inmensa variedad de comunidades locales y amplios sectores sociales en los Estados nacientes. Con el proceso de colonizacién el avasallamiento se extendis a cientos de etnias, comunidades y pueblos, y Ieg6 en muchos casos a su exterminio. La ideologia objetivista, que reconoce una tiniea razén (la supuesta- mente universal razén de los europeos), a la que ademés identifica con el bien y el progreso, fue crucial para legitimar los objetivos de las elites dominantes que siguen intentando salvarnos sacéndonos de la caverna (que ellos mismos siguen inventado, con muy diversas metéforas) y benefi- cidndonos con la posibilidad de adquirir su modo de vida. Llegamos asf a una situacién paradéjica: quién nos salvaré de los sal- vadores? “tne opeién que nuestra cultura no ha ensayado (aunque muchos pen- sadores la han vislumbrado y otros propuesto explicitamente) consiste en renunciar a la idea do salvacion, conectarnos de otro modo con la vida y con 168 otros. Al alejarnos del influjo ideolégico del objetivismo y su razén despética, podemos recuperar la alegria de pensar y, con ella, una infini- dad de experiencias que hemos dejado de lado, o que ocultamos porque no coineiden con la ‘normalidad”. ce ’ Appesar de que hemos sido educados en el objetivismo, en algiin momen- to de la vida la mayoria de las personas hemos notado que la mirada no puede ser sino parcial, pues la observacién es necesariamente situada, f- nita, limitada. Conocer esta limitacién amplfa nuestra potencia y negarla sélo aumenta nuestra prepotencia. f Sin embargo, nuestra cultura exige que dejemos de lado esa experien- 1. Civilizacién queya noes la griega sino la occidental, quees un modo dedecir europea, aun- quo sea sobre todo francesa o inglesa. 235 cia, que la tomemos como una cuestién eircunstancial o excepei esto modo abdicamos de nuestra potencia de pensar para coderla 4 los ‘expertos”, que son los que supuestamente conocen la realidad. Esto no es falso, s6lo que ellos conocen otro aspecto, a partir de otras exporiencias no necesariamente mejores ni més valiosas (ni tampoco lo contrario) Erigiendo como realidad sélo el resultado de un punto de vista degra- damos nuestra experiencia y dejamos en el limbo buena parte de lo que Observemos la figura 1: Figura 1. Viboras, Wikipedia Commons. Ve usted la figura en movimiento? Si no la ve cambie, el angulo de mi- rada o la iluminacién y distancia, y os muy probable oe flere E Aun cuando es una experiencia humana ampliamente extendida ver a imagen en movimiento, la ideologia objetivista ha promovido la idea de que se trata de una ilusidn dptica pues nos dice que en la realidad la ima- gen esta quieta. De este modo se deslegitiman nuestras experiencias y se nos educa en la obediencia ¢Bn cud] realidad esta quieta la imagen? La vision humana no portenece a la realidad? 236 SALIR DEUNA CAVERNA INEXISTENTE tra interpretacién posible es plantear que la experiencia visual cons- tituye un dominio legitimo y real que nos brinda una imagen que es el fruto tanto de nuestra fisiologia como de la naturaleza del estimulo, Cualquier objeto del universo presenta una gran variedad de caracte- risticas, que ademés son afectadas por el ambiente en el que existe. Cada ser vivo percibe sélo aquello que lo afecta. Formamos una imagen en mo- vimiento del grafico de la figura 1 aun cuando el dibujo esta quieto porque nuestro modo de interactuar con los gréficos no depende sélo de éstos sino también de nuestra corporalidad, de nuestra cultura y del ambiente en el que estamos. La pereepeién no es subjetiva ni objetiva, tampoco es instan- ‘ainea ni se trata de un reflejo. Percibir es un complejo proceso interactive. Figura 2. Flores. Imagen: Natalia Kravetz, ‘Sinos preguntan cudl es la relacién entre el tamafio del circulo interno de la izquierda y el de la derecha en la figura 2, la respuesta habitual es ‘que el primero es mas grande que el segundo. Sin embargo, en la mayoria de los textos y paginas web en que aparece nos dicen que “en la realidad son del mismo tamafio”. La pregunta impone un sesgo, plies BO nos inte= rfoga sobre cémo los pereibimos sino sobre eémo “son”. Una vez introducida Ia pregunta por el “Ser de la imagen” (el verdadero mundo platénico) surge también la “ilusién éptica”, ‘Tan acostumbrados estamos a esta denominacién que raramente he- mos pensado si era posible tener “ilusiones 0 errores de percepcién”. Aun- 237 que estas nociones son tipicas de la cultura objetivista, incluso algunos pensadores de esta corriente la han criticado duramente. Bertrand Rus- sel] (1983), en particular, ha sostenido: Es larga la historia de las discusiones sobre lo que se llamé erré- ‘neamente “el escepticismo de los sentidos”. Muchas apariencias son engaiiosas. Las cosas vistas en un espejo pueden parecer “reales”. En ciertas circunstancias la gente ve doble. El arcoiris parece tocar el suelo en algtin punto poro, si vamos hasta alli, no lo encontramos. Lo més notable, al respecto, son los suefios: por vividos que hayan sido, cuando despertamos creemos que los objetos que pensdbamos haber visto son ilusorios. Pero en todos estos easos el niicleo de los datos no es ilusorio, sino s6lo las ereencias derivadas. Mis sensacio- nes visuales, cuando miro on un espejo 0 veo doble, son exactamente Jo que yo pienso que son. Las cosas al pie del arcoiris realmente pa- recen coloreadas. En los suefios tengo todas las experiencias que pa- rrezeo tener; s6lo las cosas que estén fuera de mi mente no son eomo ‘yo creo que son, mientras estoy sofiando. En ofeeto, no hay ilusiones de los sentidos, sino sélo errores al interpretar los datos sensoriales ‘como signos de cosas distintas de ellos mismos. O, para hablar mas exactamente, no hay ninguna prueba de que haya ilusiones de los sentidos. Siguiendo al inobjetable Russell: ;puede ilusionar la vista?, ztiene erro- res la éptica? Y la respuesta que elijo és la misma que él dio: no. Vemos lo que podemos ver, cada lente tiene su modo de interferir la Tuz, y no hay ningtin motivo ni criterio universal que establezca que la visién deberfa ser de otro modo (por mucho que pueda convenirnos o gustarnos). Sélo hay errores de juicio, pues s6lo el juicio puede errar ya que el equivocarse es propio del conocer. Russell detuvo su andlisis alif, pues no pudo desmar- carse de la dicotomia entre apariencia y realidad, sélo la traslad6 de los sentidos al juicio. Humberto Maturana y Francisco Varela, en El érbol del conocimiento, proveen otra interpretacién fuera del marco de la dieotomia apariencia-realidad: No vemos el espacio del mundo, vivimos nuestro campo visual; ‘no vemos “Ios colores" del mando, vivimos nuestro espacio eromético {...] no podemos separar nuestra historia de acciones -biol6gicas y sociales de cémo nos aparece ese mundo, Es tan obv'io y cercano que 5 lo mas dificil de ver, Para comprender un poco més el proceso perceptivo y el conocimiento humano utilizaremos otro ejemplo. Colocamos parcialmente un lépiz den- 238 SALIR DE UNA CAVERNA INEXISTENTE tro de un vaso en el agua (figura 3). Hay una afeccién visual por la cual vemos el lépiz quebrado, Eso es exactamente lo que vemos, no se trata de un delirio ni una ilusién. Figura 3. Refraccidn. Foto: Natalia Kravets Sacamos el ldpiz.y est entero. Esto nos resulta extrafio. Nuestra ex- 239 periencia-vida continia: volvemos a introducir el lapiz. y nuevamente se repite la experiencia de verlo como si se hubiera partido. Comenzamos a @udar y decidimos indagar un poco més. Ahora, al sumergir parcialmente el lépiz, seguimos viéndolo quebrado pero decidimos palparlo y al tacto sentimos que est intacto. Probamos con otros objetos y sucede lo mismo. Como no creemos que sea posible que esté roto e intacto al mismo tiempo, privilegiamos la percepcién del tacto, que ademés coincide con que al sa- car el lépiz. también lo vemos completo, sin quebraduras. No comparamos la vista o el tacto con “la realidad”, sino que Tos eontrastamos entre sf en ‘un proceso de indagacién. En este punto, sin embargo, todavia corremos el riesgo de empobrecer nuestra experiencia sosteniendo una actitud dicots- mica aunque ya no se trata de la avasallante apariencia/realidad sino de la més modesta entre tacto/vision. Si la preferencia es una cuestién préctica y no elevamos nuestra clec- cién situacional al nivel de una teorfa universal, el peligro dicotémico se desvanece. Luego, dependiendo de nuestro interés, objetivos y tiempos, podemos seguir la indagacién. Si lo hacemos, es posible que leguemos a entender el fenémeno de un modo més amplio y podamos relacionarlo con otros. Los cientificos que estudiaron estos problemas los agruparon den- tro del campo de Ia “refraccién de la luz”. Gracias a estas investigaciones podemos saber que el hecho de ver los objetos en el agua fragmentados no es una ilusién; es el resultado combinado de nuestra fisiologia y de que, al cambiar el medio, la luz se desvfa y por lo tanto nuestra imagen se forma de un modo diferente. Esta es una forma elegante de comprender la si- tuacién desde una perspectiva mas amplia que nos permite mantener la legitimidad de la diversidad de experiencias. ‘La visién humana es un proceso activo multidimensional que no se limita a la formacién pasiva de una imagen aislada. Los distintos juicios que vamos formando, y cambiando, forman un entramado complejo como resultado de nuestra interaccién con el mundo. El conocimiento no es una sucesién de fotos fijas sino un proceso din4mico a través del cual nuestra experiencia se configura y reconfigura permanentemente. ‘Volvamos ahora a la figura 2. Vemnos los circulos interiores de diferente tamafio, pero aceptamos sin que nos lame la atencién que nos digan que en realidad son iguales. {Acaso es irreal la pereepeién? {No es eso lo que estamos viendo todos, 0 casi todos? Un modo muy diferente de concebir esta situacién es plantear que hay un conflicto entre diversos modos de percibir: con los ojos vemos los circu- los diferentes, cuando los medimos encontramos que tienen el mismo ta- matio. Ambas son percepeiones, pero el modo de interaecidn ha cambiado y, con ello, nuestro juicio. No podemos compartir las imagenes visuales, pero podemos compartir las reglas y establecer sistemas de medida. Por eso 240. SSALIR DE UNA CAVERNA INEXISTENTE FEL eenr een ence resulta ficil estandarizar los resultados de los sistemas de medida. Este fenémeno de comparacién publica no vuelve irreal a la visiOn, ni torna objetiva a. tida. 5 i ne Oak ‘steam lo efgulos intarnos 1s veremos siempre diferentes pues ea una experiencia humana real que aprovechan maravillosamente los arquitectos y disefiadores. Cuando los midamos con las mismas reglas, con los mismos sistemas de medida, aplicando el mismo protocolo y con la misma sensibilidad, obtendremos medidas iguales (algo muy util si los vamos a comprar sogin su tamaiio). Ninguna experiencia es més real o valiosa que la otra, ninguna es objetiva; ambas son el resultado de la inte- raccién humana, y tanto la visi6n como la medida son sesgadas: cada una ‘nos muestra una facota del mundo. Como ha planteado Castoriadis (1983): Jans veré nada desde todos los Iugaredposibles a a ver, cada ea, vo data ns determina, veo of apes veo on un

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