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La Independencia trajo aparejada, en la mayoría de los países, un profundo dislocamiento

poblacional, provocado por migraciones, contribuyendo a ello las guerras, la mengua de actividades
productivas, la incertidumbre. Pero perduraba la tradición borbónica que atribuía importancia al
Estado en materia de educación, así como las ideas de la Ilustración, cuyo ‘modelo’ se enriquece con
el añadido de una diferente vibración política, expresada sobre todo por la sustitución del ideal del
súbito fiel por la del ciudadano activo.

Se trata de estimular la participación de todo el pueblo en la educación, se imprimen obras de


avanzado espíritu político para formar las nuevas generaciones, se intenta extirpar los castigos
corporales de las escuelas, se alienta la enseñanza de la mujer o de los indios. Hay en todo esto un
‘estilo’ renovado que se asienta en ideas de igualdad, libertad, justicia, desde los jacobinos a los
moderados. Alrededor de la educación se forja un ‘mito’ en el sentido que le da Marshall Wolfe que
perduró hasta pocos años antes de redactarse este libro (1984): es la importancia de la educación.
Ese mito tuvo breves eclipses en la historia argentina.

“El Excmo. Cabildo convida al público a un examen de seis jóvenes de la escuela de San Carlos[1] a
cargo de su preceptor D. Rufino Sánchez y será en la Iglesia del Colegio, concurrirá el Superior
Gobierno, el Ilustrísimo Sr. Obispo, el Excmo. Cabildo, el Real Tribunal del Consulado, los prelados de
las religiones, y todos los preceptores de las escuelas, cada uno con dos de sus discípulos... Los
señores concurrentes preguntarán a los jóvenes examinados lo que gusten sobre las materias
siguientes: “... Reglas teórico-prácticas de leer con perfección, Reglas teóricas de escribir en general,
Reglas teórico-prácticas de escribir, formar y probar las letras conforme a nuestro sistema,
Gramática, ortografía castellana...”
La presencia activa de autoridades y del público en general constituye una referencia
suficientemente ilustrativa sobre el ‘nuevo espíritu’ de la educación, que tendrá una función
enriquecida.

En la misma publicación, días más tarde se lee:


“D. Ramón Islas y D. Félix Alcolea, dos jóvenes de los que (expusieron) en lucido examen antedicho
quieren destinarse a la carrera del comercio. Su instrucción y educación cristiana los hace
recomendables, y se anuncia al público, para si algún comerciante o mercader necesita alguno para
su casa, (vea a) su preceptor, D. Rufino Sánchez, quien de acuerdo con los padres de los niños
acordará su destino”.
El comercio abría otros horizontes, la educación por tanto debía satisfacer renovados
requerimientos.

Mariano Moreno reedita el Contrato Social o Principios de Derecho Político de Rousseau, (Real
Imprenta de los Niños Expósitos, 1810). En el prólogo expresa que este hombre inmortal fue quizás
el primero que, disipando totalmente las tinieblas con que el despotismo envolvía sus usurpaciones,
puso en clara luz los derechos de los pueblos y enseñándole el verdadero origen de sus obligaciones,
demostró las que correlativamente contraían los depositarios del gobierno. La incorporación de las
dimensiones políticas, con sus efectos movilizadores, convierte al nuevo “modelo” en un hecho
cuantitativamente diferente, por la amplitud de sus planteamientos y la profundidad que pretende
alcanzar.
Por su parte Camilo Henríquez propone un catecismo patriótico, escrito con la mayor sencillez,
claridad y brevedad, repartido en las escuelas para que los niños lo tomasen de memoria y lo
recitasen en las plazas, convidando antes a la plebe por carteles para que asistiese. Los prpósitos de
esta concepción educativa son del todo evidente que son su objetivos ampliar enérgicamente la
participación.

La imprenta y las bibliotecas, el libro y los periódicos, constituyeron elementos significativos


adoptado por los hombres de la emancipación, cuya importancia creciente venía perfilándose
previamente para la difusión de las nuevas ideas.
Así durante el gobierno de José Gervasio de Artigas se instala la primera biblioteca pública uruguaya,
San Martín por su parte inauguró bibliotecas en Mendoza, Santiago de Chile y Lima.

La adopción del nuevo modelo implicó profundas modificaciones en materia de prestigio profesional
y de significado político atribuido al educador. Contrariamente al momento previo, ya no se trata de
reivindicar el derecho de emplear sirvientes y lacayos o de llevar espada, como así tampoco quejarse
de la competencia desleal de la educación gratuita impartida por órdenes religiosas o los cabildos;
ahora son otros los valores en juego.

En Santiago de Chile, por ejemplo, se les exceptuaba del servicio militar. Los directores o institutores
de los establecimientos debían ser elegidos entre los hombres más virtuosos y sabios. La mujer del
institutor sería la institutriz de las niñas, aunque bajo la dirección de su marido.

También parece el hecho de que ciertas formas de expresión se mantengan, modificándose en


cambio su contenido. Así. El empleo de los catecismos de doctrina cristiana que, como es sabido,
utilizan el método de preguntas y respuestas, para propagar ahora ideas heterodoxas. Un ejemplo
claro sería el Catecismo Real:

Pregunta:- ¿Qué cosa es el Rey?

Respuesta: - Una potestad temporal y suprema, instituida por Dios para gobernar los pueblos con
equidad, justicia y tranquilidad.

Pronto se publicarían nuevos justificando la independencia. Por ejemplo: el Catecismo político


cristiano dispuesto para la instrucción de la juventud de los pueblos libres de la América meridional.

Pregunta: - ¿ Cuáles son los mejores gobiernos?

Respuesta: - El gobierno republicano, el democrático, en que manda el pueblo por medio de sus
representantes o diputados que elige, es el único que conserva la dignidad y majestad del pueblo.

Estas referencias tomadas de diferentes catecismos revelan cuán encontradas eran las posiciones,
por un lado la “patriota” y la “realista” por otro.

Tambien se dio la prohibicion de castigos corporales en las escuelas ya que se consideraba absurdo
que los ciudadanos que se educaban para ser ciudadanos libres, sean en sus primeros años abatidos,
oprimidos por una pena corporal.

A causa de la escacés de recursos humanos y económico, explica la entusiasta acogida dispensada


por las autoridades y sectores influyentes de la sociedad de diversos países de uno a otro extremo
de América Latina al llamado escuela lancasteriana. Esta permitiría impartir educación primaria a un
millar de niños simultáneamente con el empleo de un único maestro, auxiliado en sus tareas por los
alumnos más aventajados como monitores, y apelando a campanillas y silbatos que convertían el
aula en algo semejante a un cuartel con su régimen militarizado y su rígida disciplina. Pero a pesar de
esto, planteaba una respuesta al problema que planteaban los numerosos niños que no podían
concurrir a las escuelas y también ayudaria a reducir los gastos.

La enseñanza mutua fue practicada por algunos maestros particulares y en las escuelas gratuitas de
algunos conventos. Pero la compañía lancasteriana fue la que ganó para el método de atención y el
apoyo de gobierno el público, e impulsó el establecimiento de escuelas de enseñanza mutua en toda
la nación.

La escuela lancasteriana fue una iniciativa que tuvo su origen en la Inglaterra de la Revolución
Agrícola- Industrial, y quisieron arraigar (sin demasiado éxito, salvo en México donde tuvo vida
prolongada) en nuestra América algunos prootagonistas de la emancipación, preocupados por
superar los inconvenientes que ofrecía una sociedad sacudida, sensibilizada y un sistema educativo
que, aunque reducido, no por ello había dejado de sufrir embates de guerras prolongadas. Por un
momento, la escuela lancasteriana pareció ofrecer salida, pero no fue otra cosa más que un
episodio en la búsqueda de soluciones que seguirían explorando por diferentes vías las próximas
generaciones.

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