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El Sagrado Corazón, modelo de paciencia

¿Deseas conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazó n de Jesú s?


Mira có mo se dignó manifestarse a su devota santa Margarita, herido por
la lanza, coronado de espinas, con la Cruz clavada en su pecho. Esas son
las insignias del Sagrado Corazó n; su escudo de armas. Se diría que para
eso vino al mundo: para padecer. En su existencia en la tierra padeció
dolores muy crueles tanto en su cuerpo como en su alma. En su cuerpo,
pobreza, persecució n, azotes, bofetadas, espinas, cruz. En su alma,
mentiras, ingratitud, tristeza, agonía mortal, abandono de los suyos. Todo
lo padeció callando, sin expresar la menor queja, sin enojarse, sin
manifestarse cansado por tanto sufrir. Aú n hoy, en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía, si pudiera padecer, no sería trono de gloria
el Sagrario para É l, sino Calvario de nuevos e ignorados dolores. Có mo lo
tratamos los hombres. Con qué odio lo insultan unos. Con qué desprecio
lo miran otros. ¡Con qué frialdad lo visitamos la mayoría de nosotros!
¡Qué tibieza de los que nos decimos sus amigos! ¡Cuá n pocos lo tratan con
verdadero amor! Pobre Jesú s mío, tan sufrido y tan paciente: enséñ ale a
nuestro corazó n enfermo el secreto de esta heroica paciencia.

Se medita unos momentos

¿Cuá nto me confunde, oh buen Jesú s, esta meditació n. Tú , inocente, no te


cansas de padecer por mí; yo, pecador, ni un instante quiero padecer por
Ti. Cualquier pequeñ a dolencia se me hace insoportable; la menor de tus
espinas acabaría con mi paciencia… No obstante, Tú quieres que
suframos callados. Es má s, así nos lo aconseja nuestro propio interés.
Pero… Nos has colocado en este mundo donde desde la cuna hasta la
sepultura nos acompañ a la preocupació n. Lo quiera o no lo quiera el
hombre, ese es su destino. La salud, la fortuna, las inclemencias del
tiempo, la rareza de nuestro carácter, son fuente constante de
decepciones. Es necesario sufrir: he aquí la advertencia que desde el
nacer traemos escrita sobre la frente. Sufrir, pues, con paciencia, como
Tú , es el ú nico modo de hacer suave y llevadera esta necesidad. Sufriré,
Dios mío; sufriré contigo, por Ti y como Tú quieras y hasta donde Tú
quieras. Contemplaré tu Corazó n herido y coronado de espinas para
alentarme a sufrir con mayor paciencia mis penas. Alzaré los ojos a ese
cielo que ha de ser mi recompensa, para no desfallecer en los combates
presentes. Tú lo dijiste y está escrito: solamente se va al cielo por el
camino de la Cruz.

Feliz quien la abrace contigo en esta vida, para recoger contigo sus frutos
en la eternidad…

Se medita unos momentos y se continú a con la novena


NOVENA AL SAGRADO CORAZON DE JESÚS

CUARTO DIA

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor,


Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Acto de contrición

¡Señ or mío, Jesucristo!


Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, 
y porque os amo sobre todas las cosas, 
me pesa de todo corazó n de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca má s pecar, confesarme y cumplir la
penitencia que me fuere impuesta. 
Amén.

Oración preparatoria

¡Oh Corazó n divinísimo de mi amado Jesú s, en quien la Santísima


Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme
un corazó n semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta
novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de
mi alma. Amén.

Oración del cuarto día: Aspirar a formar mi corazón a vuestra


semejanza

¡Oh Corazó n purísimo de Jesú s, espejo cristalino en quien resplandece


toda la perfecció n! Concededme que yo pueda contemplaros
perfectamente, para que aspire a formar mi corazó n a vuestra semejanza,
en la oració n, en la acció n y en todos mis pensamientos, palabras y obras.
Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos,
¡oh amante Corazó n!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor
gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la


Pasión: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado
Corazón a santa María Margarita Alacoque.
Oraciones finales

¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazó n de Jesú s, mi vida, mi verdad y
mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazó n,
os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los
que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no
quieren conoceros. Por este divinísimo Corazó n deseo satisfacer a
Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres;
os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro
divino Hijo, y os pido humildemente la conversió n de todas por el mismo
suavísimo Corazó n. No permitá is que sea por má s tiempo ignorado de
ellas mi amado Jesú s; haced que vivan por Jesú s, que murió por todas.
Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazó n, a
vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que,
siendo su protector el mismo deífico Corazó n, merezcan estar con vos
eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena

¡Oh Corazó n divinísimo de Jesú s, dignísimo de la adoració n de los


hombres y de los á ngeles! ¡Oh Corazó n inefable y verdaderamente
amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de
todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en
quien má s se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas!
¡Oh Corazó n dulcísimo de Jesú s! Yo profundísimamente os adoro con
todos los espíritus de mi pobre corazó n, yo os alabo, yo os ofrezco las
alabanzas todas de los má s amantes serafines y de toda vuestra corte
celestial y todas las que os puede dar el Corazó n de vuestra Madre
Santísima. Amén.

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