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PRECARIEDAD LABORAL ›
Existe una fractura. Algunos la pueden recorrer con las yemas de los dedos.
Otros conviven todos los días con ella. Atravesamos tiempos de inequidad. En los
salarios, en la riqueza, en el mercado laboral, en la educación, en el hogar; en la
existencia. Una desigualdad que hiende dos generaciones. Los jóvenes frente a
los mayores. Diríase que el pacto generacional, que durante décadas conectó a
ambos grupos, está entretejido hoy por hilos de seda. Los jóvenes, y sus bajos
salarios, están haciendo un esfuerzo inmenso por sostener a 8,7 millones de
pensionistas que cobran 9,6 millones de pensiones. Esta es la tarea que, como
Sísifo, 4,7 millones de chicos y chicas de hasta 34 años repiten día tras día desde
antes de la Gran Recesión.
La generación que
desbanca a los
‘millennials’
Cuando los hijos
viven peor que los
padres
Desde luego, si lo logran, será con un enorme trabajo. Los economistas del banco
UBS han analizado esta brecha y les ha resultado imposible extraer poemas de
sus números. “Desde la actualidad y hasta 2045, el gasto público en
dependencia, sanidad y pensiones aumentará un 80% en términos reales y
consumirá un 3,8% más del PIB, hasta superar el 23%”, calcula Roberto
Scholtes, estratega jefe en España de la entidad. Esta cascada de porcentajes
conduce a una reducción del gasto del Estado “en I+D, educación e
infraestructuras, que son las partidas que antes se recortan en una crisis y donde
históricamente se ha creado más futuro para los jóvenes”, matiza Scholtes. Ni
jugando con blancas Bobby Fischer hubiera podido firmar tablas en esta partida.
“Con una deuda pública del 98,2% de la riqueza del país y un déficit del 2,7% no
habrá recursos suficientes para cubrir el agujero de las pensiones vía
Presupuestos”, alerta Antonio Rodríguez, profesor de la Escuela de Organización
Industrial (EOI).
Sometido a esta tensión, ¿cómo hallar una aritmética del equilibrio? “El sistema
actual, tal y como está diseñado, favorece a los pensionistas y, si no existe una
redistribución del esfuerzo a medio plazo, la carga seguirá concentrada en las
generaciones jóvenes”, avisa Miguel Cardoso, economista jefe de España y
Portugal de BBVA Research. Esta nueva cartografía económica y social pasa “por
aumentar la edad de jubilación y reducir la ratio entre pensión y último salario”.
Porque no se puede desviar la mirada de la vida cotidiana. La inequidad es una
nieve perpetua en millones de hogares. España es junto con Grecia el cuarto país
de la Unión Europea con una mayor desigualdad de ingresos entre sus
habitantes. El 20% de la población con mayores recursos recibe 6,6 veces más
ingresos que el 20% con menos rentas. El país es una fractura abierta y cualquier
comparación entre generaciones aumenta el dolor y la herida. Lo dicen las
palabras, lo cuentan los números. CaixaBank Research ha comparado la riqueza
neta (activos financieros e inmobiliarios menos deudas) de los jóvenes españoles
y ha descubierto que cada generación que pasa se empobrece. En el caso de los
millennials, su riqueza es de 3.000 euros frente a los 63.400 euros que
acumulaban los chicos de la generación anterior cuando tenían la misma edad.
Planteamiento interesado
El aire que separa a ambas generaciones se ha transformado en gas natural.
Aunque, por ahora, la deflagración queda lejos. “No existe una guerra
intergeneracional, es un planteamiento interesado que se está promoviendo
desde la bancada conservadora y ciertos servicios de estudios, sobre todo de
bancos, a quienes les conviene bastante transmitir el mensaje de que el sistema
público de pensiones no resulta sostenible y hay que comercializar planes
privados”, critica Carlos Martín, jefe del gabinete económico de CC OO.
“También circula esa otra idea de que los empleados indefinidos, con contratos
fijos, le roban el trabajo a los temporales, que suelen ser gente joven. Es otro
discurso dirigido a reducir aún más los derechos de los trabajadores”.
Pero en este viaje, los chicos se han ido dejando por las esquinas de la vida no
solo jirones de ingresos, sino también relevancia política. Los casi nueve millones
de pensionistas se han convertido en un actor social que abre los telediarios.
“Los jubilados manejan mayor poder político que los jóvenes. Estos defienden
unos intereses muy dispersos mientras los mayores tienen claro frente a quién
reclamar: el Estado, y qué exigir: la revalorización de sus pensiones”, observa
Carmen González, investigadora principal del Real Instituto Elcano.
Bajo este soportal de sombras alargadas, donde la relación entre tiempo, edad y
dinero parece ser el patio de recreo de una única generación, aparecen
propuestas que reinterpretan el problema. El think tank británico Resolution
Foundation plantea dar una “herencia de ciudadanía” de 10.000 libras (11.360
euros) a todos los ciudadanos británicos cuando cumplan 25 años. Esto limitaría
la fractura entre generaciones. El uso del dinero está restringido a adquirir o
alquilar una vivienda, crear una empresa o abrir un plan de pensiones. El informe
acumula peso en sus páginas. El trabajo ha tardado dos años en completarse y
propone cerca de 35 medidas. Saben lo que se juegan. “Permitir que siga
aumentando la brecha en la riqueza británica sería un desastre para la movilidad
social”, apunta Laura Gardiner, directora de investigación del centro. Una vez
más, la vivienda es el rey Sol y casi todo gira a su alrededor. Allí y en España. “Los
flujos de renta alimentan el patrimonio y cuando son bajos no puedes tener una
casa en propiedad”, relata Luis Molina, miembro de Economistas Frente a la
Crisis. Y esto es trascendente: “La vivienda es lo que ha permitido a un
pensionista con 600 euros dedicar todo su dinero a gastos corrientes”.
Pero este poderoso relato de una fractura entre generaciones también deja
desigualdades internas. En España, la pensión media de jubilación de un hombre
es de 1.232 euros. Mucho más alta que la de una mujer: 781 euros. Son los datos
del Instituto Nacional de la Seguridad Social del año pasado. Es decir, los
hombres cobran, de promedio, un 57% más que las mujeres. Estos suelen tener
carreras más largas, sueldos superiores y bases de cotización más altas. Todo un
retrato de una sociedad injusta, con un cielo de cristal que para ellas todavía
parece sólido.