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Universidad del Balamand

Instituto de Teología San Juan Damasceno


P.A.S.E. (Program for Arabic – Spanish Exchange)
C.E.L.P. (“Con Eñe” E-Learning Program)

CBBE213:
Interpretación del Evangelio según San Juan y el Apocalipsis
(Lección 5: Curación de un ciego de nacimiento (Jn 9:1-41)
Lección 5- Sección 1: El Texto
1Al
pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. 2Y le
preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o
sus padres, para que haya nacido ciego? 3Respondió Jesús: No
es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios
se manifiesten en él. 4Me es necesario hacer las obras del que
me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie
puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo, luz soy del
Curación del ciego por Jekel mundo. Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y
6

untó con el lodo los ojos del ciego, 7y le dijo: Ve a lavarte en el


estanque de Siloé -que significa "Enviado"-. Entonces fue, se lavó y regresó viendo.
8Por eso, los vecinos y los que antes lo habían visto que era ciego, decían: ¿No es este

el que se sentaba y mendigaba? 9Unos decían: "Él es". Otros: "A él se parece". Él
decía: "Yo soy". 10Entonces le preguntaron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
11Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y

me dijo: "Ve al Siloé y lávate". Fui, pues, me lavé y recibí la vista. 12Entonces le
dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé.
13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14Y era sábado cuando Jesús

había hecho el lodo y le había abierto los ojos. 15Volvieron, pues, a preguntarle
también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los
ojos, me lavé y veo. 16Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede
de Dios, porque no guarda el sábado. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre
pecador hacer estas señales? Y había división entre ellos. 17Entonces le preguntaron
otra vez al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Él contestó: Que es profeta.
18Pero los judíos no creyeron que él había sido ciego y que había recibido la vista,

hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19y les preguntaron,
diciendo: ¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues,
ve ahora? 20Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que este es nuestro hijo y
que nació ciego; 21pero cómo ve ahora, no lo sabemos, o quién le haya abierto los ojos,
nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.
22Esto dijeron sus padres porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya

habían acordado que, si alguno confesaba que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de
la sinagoga. 23Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene, preguntadle a él".
24Llamaron nuevamente al hombre que había sido ciego, y le dijeron: ¡Da gloria a

Dios! Nosotros sabemos que ese hombre es pecador. 25Entonces él respondió y dijo: Si

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es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. 26Le
volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27Él les respondió: Ya os lo
he dicho y no habéis escuchado, ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también
vosotros haceros sus discípulos? 28Entonces lo insultaron, y dijeron: Tú eres su
discípulo, pero nosotros, discípulos de Moisés somos. 29Nosotros sabemos que Dios
ha hablado a Moisés, pero respecto a ese, no sabemos de dónde ha salido.
30Respondió el hombre y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis

de dónde ha salido, y a mí me abrió los ojos. 31Y sabemos que Dios no oye a los
pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ese oye. 32Nunca
se ha oído decir que alguien abriera los ojos a uno que nació ciego. 33Si este no viniera
de Dios, nada podría hacer. 34Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en
pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y lo expulsaron.
35Oyó Jesús que lo habían expulsado y, hallándolo, le dijo: ¿Crees

tú en el Hijo de Dios? 36Respondió él y dijo: ¿Quién es, ¿Señor,


para que crea en él? 37Le dijo Jesús: Pues lo has visto; el que habla
contigo, ese es. 38Y él dijo: Creo, Señor - y lo adoró. 39Dijo Jesús:
Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven,
vean, y los que ven, sean cegados. 40Entonces algunos de los
fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso también
nosotros somos ciegos? 41Jesús les respondió: Si fuerais ciegos no
tendríais pecado, pero ahora, porque decís: "Vemos", vuestro
pecado permanece.
Lección 5- Sección 2:
1. Introducción
En la lección de esta semana vamos a estudiar la curación del ciego de nacimiento,
un texto muy característico del Evangelio según san Juan. Este capítulo no tiene
solución de continuidad con el precedente. La frase comenzada en el último versículo
del capítulo 8 se continúa en el primer versículo del capítulo 9: “Jesús se ocultó y salió
del Templo (8:59), y al pasar vio a un hombre… (9:1)”. La separación de los capítulos
no debe distraer al lector: el trasfondo de la escena continúa siendo el de la fiesta de
las Chozas, la fiesta de la luz.
El texto del comentario es una reelaboración de la obra del Padre Luis Rivas y ha
sido adaptado para el contexto de nuestros cursos.
2. Comentario
2.1. La pregunta de los discípulos (vv. 1-5)
Jesús sale ocultamente del templo, y al pasar ve a un hombre ciego que estaba junto
a la puerta del Templo con otros pobres que iban a pedir limosnas (v. 8; Hch 3:2). Se
indica la que la ceguera lo afectaba a este hombre desde su nacimiento, una condición

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que no es perceptible a simple vista, pero que el evangelista lo manifiesta porque


resulta necesario para el diálogo que vendrá a continuación.
Inesperadamente aparecen junto a Jesús sus discípulos, que no habían sido
mencionados en los capítulos 7-8 (su última aparición había sido en 6:67ss), y no
volverán a presentarse hasta 11:7. En esta única aparición se muestran totalmente
despreocupados de la situación de miseria del hombre ciego, y con una malévola
curiosidad quieren investigar sobre el origen pecaminoso de su ceguera. Presentan a
Jesús su inquietud disfrazada bajo la apariencia de una cuestión de orden teológico:
¿Quién pecó… para que este hombre nazca ciego?” (v. 2). Muchos judíos de aquel
tiempo daban por supuesto que toda enfermedad es consecuencia del pecado. De
algunos textos del Antiguo Testamento se podían sacar conclusiones en este sentido
(por ejemplo, Lev 26:14ss; Dt 28:15ss; Sal 38:2-7 y otros más). De esa misma forma
razonaban los amigos de Job cuando vieron su calamidad (Jb 4:7-9; 18: 3-21; 20:4-29),
pero el libro de Job muestra claramente que ellos estaban equivocados, y que los
males no vienen necesariamente como castigo por las culpas. Sin embargo, la
tradición judía conserva textos favorables a la opinión de que toda enfermedad se
produce como castigo por algún pecado, y los discípulos de Jesús, que concuerdan
con esa idea, encuentran una dificultad: si este hombre nació ciego ¿cómo adquirió la
enfermedad antes de poder pecar? ¿es posible que esté pagando por un pecado de sus
padres? Así parece deducirse de la afirmación de que Dios “castiga los pecados de los
padres en los hijos” (Ex 20:5; 34:7; Dt 5:9). Y aunque otros textos dicen en sentido
contrario que “no pagarán los hijos por la culpa de sus padres” (Dt 24:16; 2Re 14:6;
Ezq 18:20), algunos rabinos siguieron sosteniendo que los niños mueren pequeños o
nacen ciegos o con defectos en la vista por los pecados de sus padres.
La respuesta de Jesús se compone de tres partes:
PRIMERA PARTE: Jesús niega absolutamente la relación entre enfermedad y
pecado (v. 3). El origen del mal físico sigue quedando oculto en el misterio. Jesús sólo
indica que la ceguera de aquél hombre servirá para que se manifieste “la obra de
Dios”. Esta “obra” es la acción salvífica del Padre que Jesús lleva a cabo con sus
hechos y con sus palabras. Cuando Jesús realiza las obras, las lleva a cabo en unión
con el Padre, y son obras del Padre: “las obras que hago en nombre de mi Padre”
(10:25); “Las palabras que digo no son mías, el Padre que habita en mí es quien
realiza las obras” (14:10). En la curación del ciego se verá la obra salvífica de Dios en
la humanidad necesitada de salvación.
SEGUNDA PARTE: aquí Jesús deja completamente de lado el tema de la relación
entre la enfermedad y el pecado para centrarse en el tema de la “obra” (v. 4). Dios ha
enviado a Jesús con una misión que él debe realizar en un determinado tiempo. La
voluntad del Padre se indica aquí con el verbo que indica “deber” (en griego: dei). El
tiempo señalado se presenta bajo la metáfora del día, antes de que llegue la noche,

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cuando nadie puede trabajar. Se trata del breve espacio de tiempo que durará la vida
de Jesús antes de su pasión.
TERCERA PARTE: En esta parte Jesús recurren nuevamente a la metáfora de la luz
(ver 8:12) para explicar cuál es la “obra” que él debe realizar en este mundo:
“Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo” (v. 5). La obra de Dios que Jesús
debe llevar a cabo consiste en revelar al Padre que es Luz/Vida para el mundo.
Antes, Jesús se mostró como la fuente de agua (samaritana y 7:37-39), y ahora se
proclama como la luz, los dos elementos centrales de la fiesta de la Chozas. De esta
forma muestra que él lleva a su pleno cumplimiento lo que se significa con esta
celebración litúrgica del judaísmo primitivo.
2.2. El signo de la fuente del Enviado (vv. 6-7)
Jesús realiza un “signo” en el que se revela como “luz para el mundo”. Comienza
escupiendo en tierra y haciendo barro con el que unge los ojos del ciego. También en
el evangelio de Marcos se dice que Jesús utilizó la saliva para realizar curaciones (Mc
7:33; 8:23). Estaba muy difundida la creencia de que por la saliva se trasmitía la fuerza
del hombre; por esa razón era recomendada como elemento terapéutico y se la usaba
en los rituales de curaciones y exorcismos. Se relata que emperador Vespasiano curó
milagrosamente a un ciego escupiéndole los ojos.
Después de ungirle los ojos con barro, Jesús ordenó al ciego que se fuera a lavar a la
piscina de Siloé. El hombre obedeció, y cuando volvió ya veía (v. 7). La obediencia a
la palabra de Jesús ha obrado el milagro. La piscina de Siloé, que todavía existe, está
ubicada al sur de la ciudad de Jerusalén, y recoge el agua que desde la fuente de
Guijón le llega a través de un túnel excavado en época del rey Ezequías (2Re 20:20).
El nombre griego de Siloé transcribe el hebreo de
shiloah. Etimológicamente se deriva del hebreo shlh
(enviar), y se aplicaría al canal en el sentido de “el que
envía (el agua a la piscina)”. El autor del evangelio da
una etimología de carácter popular y adecuado a su
teología: la piscina se llama “El Enviado”, el mismo
nombre con que se designa a Jesucristo como “El
Enviado del Padre”.
En los días de la fiesta de la Chozas se celebraba por la
mañana el rito de la libación de agua: sacerdotes y
levitas, acompañados por el pueblo, se dirigían a la
piscina de Siloé para traer agua que luego era derramada La piscina de Siloé hoy
sobre el altar. En este texto Jesús se refiere a la fuente de Siloé
y mediante una reinterpretación de su nombre se presenta como la fuente en la que es
necesario lavarse para obtener la luz. No hay referencia en el texto al agua, sino al
contacto del hombre con la fuente que es “el Enviado”.

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Lección 5- Sección 3: Comentario- Parte 2


3.1. Primer testimonio: ese hombre llamado Jesús (vv. 8-12)
Una primera escena muestra la confusión de los que ven al hombre ciego después
de su curación. A todos les resultaba sorprendente que el que antes era ciego de
nacimiento ahora pudiera ver. Para los antiguos la ceguera era una enfermedad
incurable, de la que solamente se podía salir por un milagro. Él relató brevemente lo
sucedido. Dijo literalmente “habiéndome lavado anablepsa”. El verbo griego anablépein
significa “mirar hacia arriba, levantar la vista”, pero también “recuperar la vista,
volver a ver”. Este sentido no correspondería en este caso, en el que se trata de un
ciego de nacimiento. Pero en los evangelios este verbo no tiene la precisión de los
autores griegos, y se usa con el sentido de “ser curado de la vista” (Mt 11:5; 20:34; Lc
7:22). Para indicar quién había realizado este milagro, el que había estado ciego hizo
su primera afirmación acerca de Jesús: “Ese hombre que se llama Jesús” (v. 11).
3.2. Los fariseos y el hombre curado (vv. 13-17)
Una nueva instancia se abre cuando el hombre curado es llevado ante los fariseos.
El hecho es encarado desde otro ángulo: Jesús ha cometido una falta grave contra la
Ley que prohíbe trabajar en día sábado porque hizo barro y ungió los ojos del ciego
en día sábado. Los fariseos afirman por primera vez que Jesús no viene de Dios. La
cuestión produce una división entre los fariseos, porque mientras algunos
argumentan que la violación del sábado es una prueba evidente de que Jesús no viene
de Dios, para otros la curación de un ciego es algo que no puede ser hecho por un
hombre pecador. Ante esta duda deciden preguntarle al hombre curado qué dice él
de este hombre que le abrió los ojos. Hasta aquí, ellos no ponen en duda que el
milagro se ha producido. El que había sido ciego ya no dice simplemente que Jesús es
“un hombre”, sino que avanza sobre lo anterior y ahora afirma que “es un profeta”
(v. 17).
3.3. La duda de los fariseos (vv. 18-23)
La respuesta del hombre curado no satisface a los fariseos, que siguen insistiendo
en que alguien considerado por ellos como pecador no puede haber dado la vista a
un ciego de nacimiento. Entonces cambian de actitud y ponen en duda que el hombre
hubiese sido verdaderamente ciego. Para constatarlo llaman a sus padres. Estos se
limitan a testimoniar que es su hijo y que era ciego, pero dicen desconocer la forma en
que recibió la vista. El autor del evangelio explica que ellos temían que los judíos les
aplicaran el decreto de expulsión de la Sinagoga. Varias veces en el Evangelio de Juan
aparecen personas que no se definen a favor de Jesús “por temor a los judíos” (Jn
7:13; 9:22; 19:38; 20:19) o que temen ser expulsados de la Sinagoga (9:22; 12:42). El
decreto de que los judíos-cristianos sean expulsados de la Sinagoga fue dado muchos

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años después (16:2), y el evangelista proyecta a la época de Jesús los conflictos que se
presentaban en la comunidad de su propio tiempo.
3.4. El origen de Jesús (vv. 24-34)
El que había sido ciego es llamado por segunda vez ante los fariseos. Ellos lo
obligan a hablar “bajo juramento”, usando la fórmula habitual cuando se trataba de
confesar o denunciar un pecado: “Da gloria a Dios” (Jos 7:19; 1Sam 6:5). El discurso
de los fariseos comienza con una enfático: “Nosotros sabemos” (v. 24), que luego se
repetirá en el v. 29. Los fariseos dan por probado que Jesús es un pecado porque no
observa el descanso del sábado. El hombre curado responde afirmando lo que a él le
consta: estaba ciego y ahora ve. Ante el pedido de que vuelva a explicar cómo sucedió
la curación, les pregunta irónicamente si su interés por el caso se debe a que ellos
quieren hacerse discípulos de Jesús (v. 27).
La ironía del hombre es captada por los fariseos que lo insultan y toman el nombre
“discípulo de Jesús” como injuria. Ellos se proclaman
orgullosamente “discípulos de Moisés” (v. 28). Como
en otros textos, el autor del evangelio ha proyectado a
la época de Jesús el clima y los términos de las
polémicas de los miembros de la comunidad joánica
con los judíos de su tiempo. Por segunda vez
pronuncian el enfático “Nosotros sabemos” para
afirmar que Dios le habló a Moisés (el verbo hablar
leláleken está en tiempo perfecto, es decir, Dios le habló
y le sigue hablando). En las Escrituras consta
claramente que Dios le habló a Moisés (Ex 33:11; Núm
12:8; Dt 34:10), y esta revelación sigue siendo actual y válida para los judíos. Con
respecto a Jesús sólo pueden decir que no saben de dónde es. No se preguntan por el
lugar de su nacimiento, que este caso es irrelevante, sino por el origen de su actuación
y de su enseñanza, si viene o no de Dios. Por segunda vez los fariseos tocan el tema
del origen de Jesús: antes dijeron que no era de Dios (v. 16), ahora dicen que ignoran
su origen (v. 29).
Un breve discurso del hombre que había sido ciego sirve para dar por terminado el
diálogo con los fariseos. Para él es muy fácil lo que a los fariseos les resulta un
problema insoluble. Si Jesús fuera un pecador no podría haber hecho lo que hizo:
abrir los ojos de un ciego de nacimiento. El hombre también dice “sabemos” para
afirmar algo que es aceptado por todos los judíos: Dios no escucha a los pecadores (Is
1:15; Sal 66:18), sino a los “temerosos de Dios” y a los que cumplen su voluntad (Prov
15:8.29; Sal 145:19). Como conclusión contradice la afirmación de los fariseos del v. 16
y afirma que Jesús debe venir de Dios. La larga discusión sobre el origen de Jesús,

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que se ha desarrollado durante la fiesta de las Chozas, concluye con este hombre que
pasa de las tinieblas a la luz, reconociendo a Jesús como el Hijo de Dios.
La respuesta enfurece a los fariseos que lo echan fuera diciendo que no puede
pretender darles lecciones a ellos (v. 34). La razón que se aduce para negarle la
capacidad de enseñar es que “ha nacido en pecados”. Es probable que los fariseos
aparezcan compartiendo la idea de que la ceguera de nacimiento es consecuencia de
algún pecado (v. 2).
Lección 5- Sección 4: El Comentario- Parte 3
4.1. Jesús se revela como el Hijo del Hombre (vv. 35-38)
Con posterioridad a todos los acontecimientos relatados Jesús encontró al hombre
que había estado ciego (como al enfermo de la piscina de Betzatha 5:14). No se indica
cuánto tiempo ha transcurrido ni el lugar en el que se produjo el encuentro. Jesús ha
oído que “lo echaron fuera” (v. 35), como son “echados fuera” de la Sinagoga los
judíos cristianos en la época del evangelista. Esta actitud de las autoridades judías
contrastan con la de Jesús, en una ocasión proclamó: “Todo lo que me da el Padre
viene a mí, y al que viene a mí yo no lo echo fuera” (6:37). Los que tienen fe, aun
incipiente como el ciego curado, son aceptados y atendidos por Jesús.
Jesús le preguntó: “¿Crees en el Hijo del Hombre?” (v. 35). Se esperaría que le
hubiera preguntado si creía en el Hijo de Dios, y algunos manuscritos y versiones
antiguas han corregido el texto poniendo este título en lugar de “Hijo de Hombre”.
Pero se debe aceptar la lectura “Hijo de Hombre”, que está atestiguada por la
mayoría de los manuscritos, entre los que se encuentran los más importantes y
antiguos. Los comentaristas encuentran dificultad en explicar la razón por la que
Jesús presenta este título para proponer el acto de fe al hombre curado de la ceguera.
El “Hijo del Hombre” es un título que se aplica a un personaje celestial que vendrá
para realizar el juicio. En otro lugar se dice que Jesús ha recibido de Dios “la
autoridad para juzgar porque Él es el Hijo del Hombre” (5:27). Cuando “el Hijo del
Hombre sea levantado en alto” comenzará el juicio de este mundo (12:31) y también
se convertirá en el punto hacia el cual convergirá toda la humanidad (12:32-34). Ante
el hombre curado de la ceguera Jesús se presenta como el Hijo del Hombre que ha
venido para un juicio (9:39). Todas las escenas precedentes de los cap. 7 y 8 han
mostrado este juicio. Él también es la Luz que vino a este mundo y los hombres
prefirieron las tinieblas a la luz (3:19), pero también es la Luz que atrae a todos los
creyentes y les comunica la vida eterna (8:12).
El hombre que había sido ciego pregunta quién el Hijo del Hombre (v. 36) y recibe
la respuesta: “Es aquel que has visto y que está hablando contigo” (v. 37). El verbo
griego eorakas (en tiempo perfecto: acción pasada continuada en el presente), indica
que el ciego vio a Jesús como Hijo del Hombre y lo sigue viendo. Pero el ciego,

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después de recuperar la vista, no había visto nunca a Jesús. La visión a la que se está
refiriendo Jesús es la de la fe. El participio lalôn (en tiempo presente: acción
continuada), indica que Jesús le sigue hablando. Jesús es ya el Hijo del Hombre, el
personaje celestial esperado para el final de los tiempos. Ante esta declaración, el
hombre respondió haciendo un acto de fe y postrándose ante Jesús en señal de
adoración (v. 28).
4.2. La misión de Jesús (vv. 39-41)
Un pronunciamiento de Jesús pone punto final al relato (v. 39). Las palabras
aparecen como dirigidas al ciego que ha sido curado, pero en realidad son dichas a
todos los lectores del evangelio. El epíteto de “ciego”, que ya no corresponde al
hombre curado, es aplicado por Jesús a los fariseos que se niegan a ver la luz.
La finalidad de la venida del Hijo del Hombre a este mundo está expresada con
términos que remiten a textos proféticos: Él vino “para que vean los que no ven”. Esta
es la misión del Siervo del Señor, que fue enviado “para abrir los ojos de los ciegos”
(Is 42:7) y que llama diciendo: “¡Ustedes, los ciegos, miren y vean!” (Is 42: 18). Otros
textos de Isaías repiten la misma figura: “Aquel día… verán los ojos de los ciegos”
(29:18); “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos…” (35:5). Pero el profeta Isaías
también fue enviado con una consigna referente al pueblo rebelde: “cierra sus ojos, no
sea que vea con sus ojos” (6:10). Así el hombre ciego, abriendo los ojos de la fe, quedó
inundado de la Luz. Los fariseos, en cambio, no fueron afectados con la ceguera
física, pero cerraron sus ojos ante el signo y quedaron ciegos ante la Luz que se estaba
revelando. Cerrando los ojos ante Jesús, permanecieron en la tiniebla de la muerte.
4.5 Conclusiones
Bajo el “signo” de la curación del ciego de nacimiento Jesús se ha revelado como la
luz que viene a este mundo para dar vida a los hombres. Y al mismo tiempo que se
mostraba cómo un hombre pasaba desde las tiniebla de la muerte hasta la luz,
quedaba en evidencia un grupo que se empecinó en no ver la luz. El ciego comenzó
con un “no sé” (v. 12) y a través de reconocimientos progresivos llegó a decir “Creo
Señor” (v. 38). Los fariseos comenzaron con el reiterado “nosotros sabemos” (vv.
24.29) y terminaron expulsando fuera al hombre curado para no escuchar su
argumentación (v. 34).
Como se ha visto, el relato está ordenado claramente para mostrar una enseñanza
de tipo cristológico: Jesús como la luz del mundo y su rechazo por parte de las
tinieblas. La iglesia desde los primeros tiempos, ha utilizado este texto para la
catequesis y la liturgia bautismal.

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