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ENSAYO SOBRE LA SEXUALIDAD Y GÉNERO EN LA PSICOLOGIA

PRESENTADO POR:

MAYDA MAYELIN MONTILLA VÁSQUEZ

CÓDIGO: 1120365684

PRESENTADO A:

JENNIFER CASTILLO

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA UNAD

ESCUELA DE CIENCIAS ARTES Y HUMANIDADES

PROGRAMA DE PSICOLOGÍA

OCTUBRE DE 2018
La sexualidad es una acción específica del ser humano, que está
integrada en el conjunto de las demás acciones que hacemos. Lo más
frecuente es que la sexualidad forme parte de una relación amistosa
o de pareja

Es evidente que la biología hace posible que podamos


experimentar la sexualidad, ya que tenemos órganos aptos para
desempeñar tal función y una base nerviosa y endocrinológica para
controlarla.

Tener ganas no es suficiente para que se siga la continuación.


Qué quiere decir entonces lo de que obligatoriamente tienen que
existir condiciones adecuadas Fundamentalmente que cada cual tiene
una concepción de cuándo es oportuna, posible, atractiva.

Durante el período infantil, en el que hay un perfeccionamiento de


las distintas habilidades mentales y motoras, también se adquiere
una mayor integración del cuerpo propio, dándose ya, el comienzo
del esquema sensorial susceptible de configurarse como excitación
sexual: el tipo de caricia táctil, estímulos olfativos y visuales,
sensibilidad genital. En esta etapa los resultados son muy variables
según la educación recibida y un componente azaroso considerable.

Algunos niños tienen inhibida la exploración sexual porque de muy


pequeños han aprendido a descartar ese tipo de sensaciones. Algunos
padres son muy pudorosos con las exploraciones sexuales infantiles
espontáneas y las reprimen, con lo que el niño deja de investigar en
ese sentido como podría suceder con la exploración de llevarse cosas
a la boca, o el aprendizaje de lo peligroso o de lo que no se hace.

Las teorías de los niños mal informados de cómo nacen los niños
pueden ser bastante extravagantes: nacen por las orejas, por el
ombligo, por el ano o los trae la cigüeña (esta última hipótesis no les
suele resultar demasiado creíble y optan en secreto por alguna de las
anteriores). Sólo les falta creer que uno coge un trozo de barro, sopla
y aparece un niño. También suelen tener bastante confuso lo que es
el órgano sexual: será el trasero? será el pie? las niñas no tienen
nada? eso de la sexualidad será subirse a un caballo? será pintarse la
cara y ponerse colonia? será ponerse ropa de mujer? será apretarse
la ropa contra las piernas?. La lista de ideas equivocadas es
abundante y variada. Lo que tenemos que aclarar en seguida es que
el niño no es perverso por naturaleza, sino por ignorancia: si le
explicamos con ideas a su alcance cómo son las cosas atinará a
comprender lo que es la sexualidad, cómo son los órganos sexuales
masculinos y femeninos (no lo que falta sino el órgano que tiene la
mujer), y cómo es el proceso de fecundación. El niño tendrá más
sentido de la realidad si los educadores no le inducen a irrealizar las
cosas.

Con la pubertad se alcanza una madurez de los órganos sexuales.


Puede entonces conseguirse la acción completa de la sexualidad. Pero
en cambio no hay un dominio paralelo de la socialización e identidad
personal del adolescente. Ello redunda en el siguiente panorama: hay
un mayor éxito en la sexualidad masturbadora que en la
interpersonal.

La ansiedad resta sexualidad como el odio resta amor, o como la


auto-agresión resta animación. Ansiedad y placer son enemigos
irreconciliables, de forma que cuando aparece la primera se fastidia la
fiesta. También se oponen a la sexualidad la repugnancia moral y el
asco.

Conforme las vivencias sexuales se van perfeccionando se


complican las condiciones que se le exigen. Aparece la aspiración de
tener relaciones interpersonales de intercambio de prestaciones
sexuales. Y hay un abismo entre masturbarse y realizar un coito: la
relación con un sujeto de carne y hueso pasa por la aceptación de
una persona que posee independencia, autonomía, libertad, deseos
como nosotros. El otro de la fantasía hace lo que queremos que haga,
es nuestro capricho, pero en la realidad el otro tiene su opinión, mira,
juzga, valora, y hay que negociar un acuerdo con él.

El amor, que es una de las principales emociones del intercambio,


es el más adecuado para que funcione la sexualidad en una relación
de persona a persona. Si la sexualidad con el otro no se basa en por
lo menos un intercambio amistoso, degenera en una especie de
masturbación, en la cual al otro le hacemos tomar el papel de objeto
sin serlo realmente.
Por consiguiente las condiciones para la sexualidad equivalen por
un lado a las generales para todas las acciones, y por otro lado en
especial para los afectos amorosos: en este caso el amor tiene
contenidos sexuales, los bienes que circulen serán trabajos de
excitación.

Esta condición amorosa complica la sexualidad bastante más que


en el caso de la masturbación, pero a cambio proporciona una mayor
riqueza si comparamos éxito por éxito de cada una de las maneras.
Se puede ver en principio mayor conveniencia en aprender a
conseguir triunfar en la sexualidad interpersonal que renunciar y
dedicarse a la masturbación, siempre que se persiga la máxima
intensidad sexual. Claro está que muchos están lejos de este ideal, y
tienen problemas a la hora de conseguir una satisfacción de su
sexualidad con otra persona.

El grado de libertad ha venido acompañado de otras


transformaciones sociales. Por ejemplo, ha cambiado gran parte de la
concepción familiar que interfería en el amor. fijémonos en un dato
anecdótico: en 1834 estrenaba Fernández de Moratín su obra de
teatro El sí de las niñas, obra de vanguardia, escándalo y
provocación, en la que se enfrenta valientemente a las costumbres de
la época defendiendo el derecho de los jóvenes a elegir la pareja de
la que están enamorados. En fechas más anteriores todavía, por
ejemplo en los primeros tiempos de los romanos, en la sociedad
patriarcal en los que un señor era el rey de la casa (las casas
entonces podían consistir en toda la familia más los esclavos) el
matrimonio tenía más que ver con los intereses patrimoniales y
religiosos -cada lar se regía por la divinidad particular- que con el
amor. La concepción patriarcal de los lares familiares de la
antigüedad no era muy propicia para las formas de amor-sexual que
hoy en día conocemos, y que se daban más como excepciones mítico-
heroicas que como otra cosa. Podríamos recordar también el ejemplo
de la antigua China, donde los matrimonios se calculaban de
antemano según el criterio de los primos cruzados.

Junto a los grandes modelos colectivos de relación entre los


sexos, nos encontramos otras fórmulas no menos importantes a la
hora de la verdad, como los gustos estéticos, ideologías, actitudes
frente a la vida, clase social, etc. y que marcan los valores
apreciados/despreciados, y por tanto capaces de integrar mayor
excitación o degradar el posible sujeto erótico.

Cuando interviene en la sexualidad una pareja es muy posible que


las cosas vayan en un principio peor que cuando ambos se
masturbaban por separado. Los partenaires están descubriendo
fórmulas nuevas de excitación.

En la relación interpersonal los servicios mutuos prestados forman


un conjunto de potenciadores de la sexualidad, de forma que el
entendimiento mutuo, el lenguaje que los amantes crean para su
sexualidad, la riqueza de su sensorialidad, la presencia del amor, etc.
realzan la sexualidad hacia cotas cada vez más altas y satisfactorias.

Claro está, que la difícil compenetración de una pareja pasa por


un aprendizaje, por una parte de la sensibilidad intersubjetiva, y por
otra de los modelos de relación ideológicos entre personas,
particularmente en referencia a sus roles sexuales.

Con el paso de los años sucede a menudo que la excitación sexual


disminuye porque se atrofian en parte los sentidos, aumentan los
problemas y no se saben encontrar con imaginación recursos nuevos.

El modo como influye la cultura en los resultados de la sexualidad,


es decir, en la concepción del orgasmo, se jerarquiza en orgasmos de
primera categoría, de segunda, tercera..., distinguiendo entre
orgasmos mejores y peores. Se puede entender como mejor, por
ejemplo, el conseguido a la vez por una pareja que se quiere.

También ha ocurrido con la religión de años atrás, que se


recomendase o no se viese mal que no se llegara al orgasmo, sobre
todo en el caso de las mujeres. Se veía con malos ojos sentir la
máxima intensidad de placer sexual, y la política era reducirlo lo más
posible ya que parecía que no se podía llegar a suprimirlo del todo.

La sexualidad, como todas las actividades de la vida, son


pensadas por la humanidad bajo puntos de vista diferentes. En
ocasiones es una actividad pecaminosa, en otras se exalta como lo
más importante de la vida. Se integra en el matrimonio como
institución o se permite cualquier tipo de relación amistosa.

Una forma de normas sobre la sexualidad es la que se aplica a las


edades. En unas sociedades se permite la sexualidad de los
adolescentes, incluso la de los niños, y en otras se censura y se
considera negativa o peligrosa. Lo mismo sucede con los ancianos.
Nuestra sociedad en particular es un tanto estricta con los
adolescentes, a los que se considera inmaduros para practicar la
sexualidad, y los ancianos, en los que suele estar mal vista, sobre
todo si no están viviendo con su cónyuge, lo que ocurre poco a
medida que se avanza en años.

También el ambiente de algunas instituciones cerradas se


convierte en censor de la sexualidad, por diversas razones: en las
cárceles como forma de castigo y privación, en los hospitales por
supuestas razones de salud o necesidades organizativas, en los
hospitales psiquiátricos para evitar líos, o en otro tipo de grupos a
veces aparece una especie de tabú por la suposición de que la
permisividad sexual amenazaría o deterioraría al grupo.

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