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INFORMES INADI
Identidad de género
1
BUENAS PRÁCTICAS
EN LA COMUNICACIÓN PÚBLICA
INFORMES INADI
presentamos los informes de Buenas Prácticas del INADI que han sido elaborados
Pedro Mouratian
Interventor de INADI
2
Índice
Introducción............................................................................................................3
Algunos datos puntuales........................................................................................5
Marco normativo.....................................................................................................7
Ley 26.743, de Identidad de Género....................................................................8
Qué es la transfobia y el cisexismo.....................................................................11
El tratamiento de las identidades trans e intersex en los medios.......................14
El rol de los/as comunicadores/as.......................................................................17
Recomendaciones...............................................................................................18
Acciones del INADI..............................................................................................19
Referencias..........................................................................................................21
3
Introducción
4
permitir el acceso al matrimonio a todas las personas, más allá de su orientación
sexual, identidad o expresión de género. Luego de décadas de desigualdad, este
cambio en el ordenamiento jurídico argentino constituyó un hecho histórico que
reubicó la agenda de la diversidad sexual en la esfera pública. 4 Siguiendo este
camino, llegado el año 2012 se dio el paso definitivo para la inclusión de las
personas trans al sancionar la Ley 26.743 de Identidad de Género. Ley que
establece un marco jurídico imprescindible con el que trabajar por la inserción de
la comunidad trans en todos los ámbitos de los cuales ha sido históricamente
excluida.
5
En el 2005 el Plan Nacional Contra la Discriminación elaborado por el INADI
se adelantaba en informar desde el ámbito estatal acerca de esta problemática, y
lo hacía describiendo los principales aspectos de la discriminación hacia las
personas trans y el modo en que han sido históricamente afectadas por la
violencia física, la represión policial –frecuentemente homicida– y las burlas e
insultos. Ponía también en evidencia la percepción social del ejercicio de la
prostitución como único destino posible para este colectivo, y de qué manera esta
mirada sancionaba lo que creía percibir:
6
Marco normativo
7
interesan al orden jurídico, según el límite que impone a los actos privados el
derecho humano a la intimidad. Derecho presente en el artículo 19 de nuestra
Constitución, que sostiene que las acciones privadas de los hombres que no
impliquen daños a un tercero están exentas de la autoridad de los magistrados.
Por el contrario, sí compete al orden jurídico su defensa en contra de cualquier
avasallamiento, ya que su expresión hace al ejercicio de las libertades individuales
inalienables.
8
socialmente legitimada de referirse a la problemática, conlleva la patologización de
las identidades trans que sustenta la discriminación y la violencia que sufre este
colectivo.7
Un antecedente en este camino hacia la despatologización lo marcó en el
año 2010 la promulgación de la Ley Nacional de Salud Mental (N° 26.657) al
establecer que se debe partir de la presunción de capacidad de todas las
personas y que en ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo de la
salud mental sobre la base exclusiva de diferentes aspectos, entre los cuales
expresamente menciona la elección o identidad sexual (artículo 3). 8 Siguiendo
esta concepción, la Ley de Identidad de Género dispone que toda persona tiene
derecho al reconocimiento de su identidad de género y a ser identificada según el
género autopercibido en los documentos que acreditan su identidad en relación
con el/los nombre/s de pila, la imagen y el sexo con los que allí es registrada
(artículo 1). Define, asimismo, la identidad de género replicando la definición, ya
citada, del documento de Yogyakarta: la vivencia interna e individual del género tal
como cada persona la siente.
Otro aspecto central del cambio de paradigma radica en que la ley
desjudicializa la identidad de género, por cuanto establece que no es necesario el
amparo judicial para acceder al derecho a la identidad ni solicitar autorización para
intervenciones quirúrgicas de reasignación de sexo. Los artículos 3 y 4 disponen
que toda persona –por sí misma o a través de sus representantes legales en caso
de no tener aún 18 años de edad– podrá solicitar que sea rectificado el registro de
su sexo (masculino o femenino), así como el cambio de su nombre de pila,
cuando no coincidan con su identidad de género. También podrá requerir que se
rectifique su partida de nacimiento y se le otorgue un nuevo documento nacional
7
Muchas personas que deseaban una reasignación de su identidad debían victimizarse; esto se
comprueba en los escritos judiciales: demostrar sufrimiento, decir que se estaba en el cuerpo
equivocado, que se era víctima de un error de la naturaleza, etc. No se podía afirmar que se estaba
ante una elección personal. Otro inconveniente judicial, en caso de requerir un documento acorde
con la percepción del propio género, era la lógica esterilizante. Por muchos años, cuando una
persona trans exigía judicialmente su DNI se le exigía como requisito una operación de reasignación
sexual. De hecho, una enorme mayoría de países ponen este requisito en la actualidad.
8
Lo referente a esta ley y a su contexto de aprobación se analiza en informe de Buenas prácticas
sobre “Salud mental” (INADI, 2011b).
9
de identidad (DNI), conservando el número original, sin necesidad de ningún
trámite judicial o administrativo (artículo 6). No será requisito acreditar intervención
quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales
u otro tratamiento psicológico o médico. Se garantiza además la confidencialidad
de la partida de nacimiento originaria (artículo 9).
Uno de los mayores aciertos de esta ley consiste en legalizar el acceso a
intervenciones quirúrgicas totales y parciales, y/o a tratamientos integrales
hormonales para adecuar su cuerpo –incluida su genitalidad– a su identidad de
género, sin necesidad de requerir la autorización judicial o administrativa (artículo
11). Este acceso pleno a la salud es otro de los logros de la ley, ya que obliga al
sistema público y privado a proveer tratamientos hormonales y operaciones
parciales o totales para que la identidad pueda ser desarrollada sin que se
requiera la autorización de un juez, quien solía pedir peritajes psicológicos,
psiquiátricos, clínicos y también testigos.
Es importante saber también que el artículo 12 establece que se debe
garantizar el trato digno respetando la identidad de género adoptada por las
personas –en especial por niñas, niños y adolescentes– que utilicen un nombre de
pila distinto al consignado en su DNI. A su solo requerimiento, el nombre de pila
adoptado deberá ser utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y cualquier
otra gestión o servicio, tanto en los ámbitos públicos como en los privados.
Emiliano Litardo, responsable de la redacción del proyecto de ley aprobado,
sintetiza sus alcances en los siguientes términos:
10
Debemos agregar que se trata de una ley de avanzada a nivel internacional.
Es pertinente resaltar el hecho de que otras legislaciones que han sido pioneras
en la materia, como la española o la sueca, son más restrictivas en cuanto a su
alcance. Muchas de esas leyes además implican reglamentaciones que, en alguna
de sus instancias, judicializan o patologizan las identidades trans. 9
9
Sudáfrica, Holanda, Italia, Alemania, Suiza, Nueva Zelanda, Australia, Turquía, algunos estados de
Estados Unidos, Uruguay, Colombia, Bélgica, Finlandia y Canadá tienen también leyes de identidad
de género. Todas estas legislaciones plantean restricciones para conceder gratuitamente, por
ejemplo, una operación de reasignación sexual.
11
Es pertinente recordar que el prefijo trans quiere decir al otro lado de o más
allá de, y por ello marca una frontera. “De este lado”, del lado no-trans –el lado de
lo próximo, lo que no precisa ser nombrado– queda el conjunto de las personas
que no son transexuales y transgéneros, es decir, aquellos individuos cuya
identidad de género coincide (está alineada) con el sexo asignado al nacer, sean
estos/as heterosexuales o no. Este espacio de inclusión y cercanía no tenía
nombre hasta hace poco; hoy es nombrado con el prefijo cis –opuesto
semánticamente a trans–, que delimita al conjunto de sujetos que hasta hace
poco, en su falta de nominación, aparecía naturalizado, a la sombra de lo trans, en
un falso somos todos/as. Esta agrupación de individuos en virtud de su mera
condición de no ser trans ha sido puesta de relieve en el lenguaje, vuelta visible y
extraída así del ámbito de lo no marcado: son los varones y mujeres cisexuales,
aquellos/as que habitan el sexo que les fue dado al nacer, a diferencia de los
varones y mujeres trans, personas que en algún momento de sus vidas decidieron
cambiar esta asignación (varón/mujer) por considerar que no coincidía con su
propia experiencia del género (masculino/femenino), es decir, porque no se
sentían identificados/as con el sexo asignado al nacer.
Así como el término heterosexualidad surgió con posterioridad al de
homosexualidad, la cisexualidad como categoría es posterior a la de
transexualidad y permite poner en pie de igualdad discursiva las identidades cis y
trans: la coincidente y la no coincidente con el sexo asignado al nacer, esto es, la
identidad de las personas que se identifica con esta asignación –a la vez médica y
estatal–, y la de quienes no se identifican con él (“Cisexual”, 2009).
Ahora bien, si la transfobia sigue imperando en nuestra sociedad es porque
buena parte de ella considera, consciente o inconscientemente, que ser cisexual
es preferible a no serlo, o que ser transexual es algo malo o indeseable (anormal,
inferior, vergonzante, repudiable, etc.). ¿Qué presupuesto sustenta la preferencia
excluyente por la cisexualidad y su reacción defensiva, la transfobia? La respuesta
pasa por una determinada idea acerca de la naturaleza: la creencia en que el sexo
de una persona es un hecho biológico inalterable, y que lo natural es comportarse
de acuerdo con él; y que, por ello, cualquier otra posibilidad va en contra de la
12
naturaleza. Si una persona “nace varón” deberá comportarse como un varón a lo
largo de su vida y una persona que “nace mujer” deberá hacer lo propio. Esta
creencia deriva de la equiparación entre genitalidad y género –como si la
genitalidad fuera el asiento biológico de la identidad–, y opera institucionalmente
cada vez que se decide en el nacimiento el género femenino o masculino de una
persona según la apariencia de sus genitales.
Lo cierto es que la genitalidad y la asignación de un sexo masculino o
femenino son dos cosas bien distintas y no hay una relación natural que las una; la
categorización de una persona como varón o mujer no tiene nada de biológico o
natural, ya que es un hecho social, cultural e institucional, que –aunque sí apele a
cierta diferenciación corporal– radica en un conjunto de normas y expectativas
sociales sobre cómo deben comportarse las personas (cómo deben hablar,
gesticular, vestirse, relacionarse, etc.) para pertenecer en forma excluyente a dos
grandes clases de seres humanos: la de los varones y la de las mujeres.
Entonces, la apariencia genital no determina la masculinidad ni la feminidad de
una persona; nadie nace varón o mujer. La identidad masculina y la femenina se
incorporan en forma progresiva a través de un serie de prácticas y marcaciones
simbólicas que arrancan desde el momento en que se decide nombrar el cuerpo
de un/a recién nacido/a como varón o mujer, e incluso con anterioridad al
nacimiento mismo (Butler, 2002, pp. 143-178). Comprar ropa azul o rosa para un/a
bebé que está por nacer es un claro ejemplo de cómo un cuerpo empieza a recibir
materialmente las marcas culturales del género.
La preferencia institucionalizada por la cisexualidad y la defensa de los
privilegios sociales que acarrea vivir una vida cisexual reciben el nombre de
cisexismo: el sexismo que se ejerce en defensa de la cisexualidad y en contra de
la transexualidad. Es una forma de sexismo porque supone tanto la inferiorización
y subordinación de las personas trans, como la superioridad impuesta de quienes
hacen valer su identidad no trans por el solo hecho de vivir una vida alineada con
el sexo asignado al nacer. El cisexismo se comporta como una ideología: opera a
través de una serie de presunciones articuladas que la gente suele no cuestionar.
Considerar que lo normal o natural es la cisexualidad (estar conforme con el sexo
13
asignado al nacer) y dar por sentado que todo el mundo es o debe ser cisexual
conlleva la invisibilización de la personas trans y, por consiguiente, conduce a que
se les nieguen sus derechos. Creer que solo alguien que nace con una
determinada genitalidad (vagina o pene) puede aspirar a llamarse mujer o varón
es un presupuesto cisexual que legitima en buena medida la violencia que se
ejerce a diario sobre las personas trans cuando reivindican públicamente su
identidad y expresión de género. Negarle a una mujer trans el derecho a ser
tratada como mujer con el argumento de que “una mujer es alguien que nace con
vagina” es un ataque al núcleo más interno de su subjetividad: al modo de
percibirse a sí misma, a su autorreconocimiento como individuo; es por tanto una
forma de violencia que castiga su pretensión de no encarcelar la identidad en una
genitalidad regulada institucionalmente y, por extensión, es un correctivo para toda
otra persona que pretenda construir su identidad al margen del imperativo
cisexista de no trascender el sexo asignado al nacer. 10
Si queremos quitarle el estigma social a la transexualidad, es imprescindible
empezar a cambiar los términos de la discusión sobre qué significa ser trans, solo
así podremos intervenir sobre las estructuras que sostienen la discriminación, la
opresión y la desigualdad hacia este colectivo.
El tratamiento de las identidades trans e intersex en los medios
14
corresponde a la expresión de género e identidad elegida– y se continúa utilizando
expresiones descalificatorias en relación con este colectivo. 11
De este modo, se sigue negando el derecho a la identidad de elección con
afirmaciones como “el que nació hombre es hombre y la que nació mujer es
mujer”, en detrimento de los derechos que la ley establece. Asimismo, se pasa
por alto la cláusula que resguarda la intimidad de las personas trans, y se difunde
sin su consentimiento la forma en que fue registrada originariamente su identidad:
“Estoy informando que te llamás Agustín, no Agustina. Nació con cuerpo de
hombre, es hombre” (ODRTV, 2012). El tipo de reclamo más frecuente que recibe
el ODRTV se origina, justamente, ante la insistencia de tratar a mujeres trans
como varones.
Sigue siendo habitual la espectacularización de la diversidad sexual y la
banalización de los problemas propios del colectivo, con el uso de términos o
construcciones gramaticales no queda claro qué refiere el uso de términos o
desinencias con fines discriminatorios abiertamente discriminatorias (ejemplos:
puto, maricón, uso del género masculino para referirse a travestis y mujeres trans
y la burla).
Veamos un ejemplo periodístico de trato masculinizado de las identidades
trans femeninas. Se trata de una columna de opinión que estigmatiza
abiertamente a la comunidad travesti:
15
masculino” asignado al nacer, reduciendo así la identidad sexual de una persona
al plano de su anatomía. Por ende, no solo masculiniza la identidad femenina de
una mujer trans sino que homologa su deseo con el de las personas
homosexuales. Para este columnista, la travesti es un hombre homosexual que
falsea su identidad masculina con el fin de prostituirse. En su discurso, la identidad
trans no es más que un disfraz al servicio de la mercantilización del cuerpo en una
sociedad liberal. De este modo, las demandas de la comunidad travesti en contra
de la represión policial y la marginación social y económica no son, para él, más
que una suerte de pantalla que oculta el avance de la prostitución como negocio
urbano: “no son tampoco una minoría perseguida, sino un negocio millonario que
marcha viento en popa” (Hanglin, 2009). De ahí que concluya con un veredicto
sumario en contra de los derechos humanos de las personas trans:
femenina y se relaciona afectiva y sexualmente con mujeres es una mujer trans lesbiana; en cambio,
si su deseo se dirige hacia los varones su orientación sexual es heterosexual. Si una persona trans
se percibe a sí misma como varón y desea otros varones su orientación sexual es la de un hombre
trans homosexual; si su deseo se orienta, en cambio, por las mujeres es un hombre trans
heterosexual. En conclusión, no hay ninguna relación preestablecida entre la identidad de género y
la orientación sexual.
16
El rol de los/as comunicadores/as
c) Contribuir al análisis crítico de los usos del lenguaje pensados como producción
de sentidos, valores y fronteras concretas de inclusión/exclusión relacionadas con
sujetos y procesos identitarios.
Recomendaciones
13
Heteronormatividad es un concepto acuñado por Michael Warner (1991) para referirse al
conglomerado de instancias de poder (instituciones, estructuras de pensamiento, prácticas) por el
cual la heterosexualidad se normaliza y se reglamenta en nuestra cultura. Así, al instituirse como
norma, equipara las relaciones heterosexuales con lo que significa ser humano. “En la cultura
heterosexual un grupo complejo de prácticas sexuales se confunde con la trama amorosa de la
intimidad y de la familia, que da significado al sentido de pertenencia a la sociedad de una manera
normal y profunda. La comunidad es imaginada a través de escenas de intimidad, parentesco y
relaciones de pareja; una relación histórica en donde el futuro se restringe a la narrativa generacional
y a la reproducción. Todo un campo de relaciones sociales se vuelve inteligible a través de la
heterosexualidad, y esta cultura sexual privatizada conlleva en sus prácticas un sentido tácito de lo
correcto y lo normal. Este sentido de lo correcto –arraigado en todas las relaciones y no sólo en el
sexo– es lo que llamamos heteronormatividad” (Berland & Warner, 1999).
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Para el tratamiento de temas referidos a la comunidad trans en los medios
de comunicación, es imprescindible, en primer lugar y conforme a lo que indica la
ley, respetar la identidad de género: utilizar el género gramatical (femenino o
masculino) según corresponda a su modo particular de expresar el género
(comportamiento, vestimenta, características corporales, modos de referirse a sí
misma/o, etc.) o a su sola decisión de presentarse socialmente como mujer o
varón, independientemente del sexo que le haya sido asignado al nacer. La
persona debe ser referida por su nombre de pila elegido, más allá de haber
realizado o no el trámite de cambio de nombre registral. Si fuera necesario hacer
referencia a su condición de persona trans, se deberá respetar su identidad actual.
Si esta fuera, por ejemplo, femenina, entonces hablaríamos de mujer trans, chica
trans o trans femenina.
En cuanto al uso de pronombres (ella-él) y adjetivos (alta-o, delgada-o,
apurada-o, etc.) que marcan el género (femenino/masculino), la única manera
respetuosa de aludir y dirigirse a las personas trans es respetando su identidad de
género, es decir, usando el género gramatical con que se designan a sí mismas.
Lo mismo vale para el uso de los nombres propios: se debe usar siempre el
nombre con el que la persona se presenta. Solo se puede indicar el nombre que
fue asignado al nacer en el caso en que lo requiera la persona en su testimonio
acordado. Sugerimos indicar la condición de persona trans solo si es relevante y
necesario para el hecho noticioso y de acuerdo con un testimonio que se haya
obtenido con el debido consentimiento de la persona referida.
Asimismo, es importante tomar en cuenta dos recomendaciones del informe
realizado por el Área Queer (UBA):
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involucran lo etario, lo étnico, lo familiar o los roles laborales. En la medida en que los
estereotipos son usados para afirmar la aparente “regularidad” de una situación, hay que
tener presente que limitan a los sujetos a un espectro restringido de actuaciones o
acciones o profesiones que luego se naturalizan como “lo real”. Por ejemplo, cuando se
restringe las prácticas de colectivos identitarios trans al espectáculo o la prostitución. Se
plantean situaciones similares en los estereotipos del gay peluquero o decorador, la
lesbiana deportista, el o la afrodescendiente bailarín/a.
Evitar los abordajes que plantean “las dos campanas del problema” y ponen en igualdad
de posición los prejuicios y enunciados discriminatorios con los no discriminatorios. No se
pueden considerar las aseveraciones a favor de la discriminación y los enunciados
antidiscriminatorios como argumentos igualmente válidos y atendibles. Es frecuente que,
como justificación de este enfoque, se recurra a la famosa teoría de “las dos campanas” o
al imperativo de la búsqueda de una cobertura mediática lo más “objetiva” o “ecuánime”
posible. Los abordajes sobre temas discriminatorios se deben contextualizar siempre en
los debates sobre el acceso a derechos humanos y no presentarlos como meros
“intercambios de opiniones”. Tanto la supuesta objetividad como la teoría de las dos
campanas sostienen y legitiman, ideológicamente, la desigualdad de clase, la
criminalización y la represión de los individuos y colectivos involucrados.
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El INADI y la Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social diseñan acciones conjuntas con el objeto de reducir situaciones
de discriminación en el ámbito laboral. La inclusión real se concretará
fundamentalmente a través del acceso al empleo que permita a las personas trans
ejercer plenamente sus derechos y ser preservadas de situaciones de violencias y
del riesgo para la salud y la vida que trae aparejada la prostitución. El INADI ha
firmado convenios con organismos estatales de diferentes provincias para avanzar
en esta dirección: atender las dificultades de acceso a un empleo digno. Los
organismos se comprometen, en el marco de sus competencias, a adoptar las
medidas necesarias para facilitar la inclusión de la población trans en ámbitos
laborales a través, principalmente, de acciones de capacitación. Además, se
contempla la constitución de una Mesa Provincial de Políticas de Empleo y
Diversidad Sexual, que estará compuesta por representantes de los ministerios
provinciales, de la Secretaría de Empleo y del INADI. Esta política se instala a
nivel federal a través de la Red Federal de Servicios de Empleo, con
capacitaciones conjuntas entre la Secretaria de Empleo y el INADI, con el fin de
generar herramientas laborales para la inclusión de personas trans.
La publicación del INADI Inclusión laboral para el colectivo trans (2013),
realizada en conjunto con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de
la Nación y la Red de Servicios de Empleo, promueve la inclusión laboral a través
del trabajo digno como derecho de todas y todos, bajo la premisa de que la
formación y la capacitación es un camino para lograr la igualdad real de acceso al
trabajo de las personas trans. El contenido principal de dicha publicación es un
instructivo detallado para que estas personas puedan acceder a los dos
programas de empleo vigentes, según corresponda a la edad: Programa Jóvenes
con Más y Mejor Trabajo (PJcMyMT) y Programa Seguro de Capacitación y
Empleo (SCyE). Cada uno de estos programas incluye etapas de formación,
orientación laboral, apoyo a la búsqueda de empleo y hasta subsidios para la
realización del propio proyecto de empleo.
Paralelamente, el INADI realizó un convenio marco con el Instituto Nacional
de Estadísticas y Censos (INDEC) para el relevamiento de información específica
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de la comunidad trans. Dicho convenio fue declarado de interés legislativo por el
Senado de la Provincia de Buenos Aires. La declaración de interés abarca la
primera encuesta desarrollada en el marco del convenio, que se realizó en el
Partido de La Matanza, entre el 18 y 29 de junio de 2012. En América Latina no
hay antecedentes de este tipo de encuesta, que hace foco en la comunidad trans,
llevada a cabo por instituciones estatales.
Desde el Programa de Diversidad Sexual, el INADI sigue trabajando por
transformar la igualdad jurídica en igualdad social para lesbianas, gays, trans
bisexuales e intersexuales, elaborando propuestas de políticas públicas
destinadas a todo el arco LGTBI y contribuyendo a generar las condiciones para
su aplicabilidad en las distintas áreas sustantivas del Estado nacional. Asimismo,
el INADI brinda asesoría específica sobre los contenidos de la Ley 26.743 a través
de su servicio de línea de asesoramiento gratuita (0800 999 2345).
Referencias
21
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