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EXTRACTO DEL LIBRO-ENTREVISTA “DIOS O NADA”

DEL CARD. ROBERT SARAH


SOBRE LA ALEGRÌA CRISTIANA

¿Por qué ya no se comprende la alegría cristiana?


Segú n san Pablo, la alegría es la característica del cristiano. No olvide cuá nto le gustaba
exhortar a los cristianos diciéndoles: «Alegraos siempre en el Señ or; os lo repito, alegraos.
Que vuestra comprensió n sea patente a todos los hombres […]. No os preocupéis por nada;
al contrario: en toda oració n y sú plica, presentad a Dios vuestras peticiones» (Flp 4, 4-6).
Sin oració n no hay verdadera alegría. San Pablo exclamaba también: «Con tal de que en
cualquier caso se anuncie a Cristo, yo con eso me alegro; aú n má s, me seguiré alegrando,
pues sé que me aprovecha para la salvació n, gracias a vuestras oraciones» (Flp 1, 18-19).
La oració n es la fuente de nuestra alegría y de nuestra serenidad, porque nos une a Dios,
nuestra fuerza. Un hombre triste no es discípulo de Cristo. Quien cuenta exclusivamente
con sus propias fuerzas se entristece cuando estas declinan. Por el contrario, el hombre
que cree no puede estar triste, porque su alegría procede ú nicamente de Dios. Pero la
alegría espiritual depende de la cruz. Cuando empezamos a olvidarnos de nosotros
mismos por amor a Dios, le encontramos a É l, al menos oscuramente. Y, si Dios es nuestra
alegría, esta es proporcional a nuestra abnegació n y a nuestra unió n con É l.
Jesú s mismo nos invita a una vida llena de generosidad, de entrega, pero también de
alegría. El papa Francisco habla mucho de la sencilla felicidad del Evangelio. En su
exhortació n apostó lica Evangelii gaudium, la alegría del Evangelio, escribe: «Con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría». El Santo Padre enseñ a claramente que debemos orar a
diario para no perder esa dulce plenitud. Hay muchas llamadas del mundo que ponen a
prueba la alegría cristiana. E incluso se puede decir que los placeres mundanos no pueden
comprender la alegría cristiana. Hay que seguir con alegría a Cristo en cualquier
circunstancia. La batalla es dura, porque no faltan las penas. La sonrisa no es espontá nea
cuando nos enfrentamos al sufrimiento y a la decepció n. Si Dios nos posee de verdad, si
Cristo está en nosotros, la alegría regresa siempre.
De hecho, la alegría no se controla: brota espontá neamente de una fuente interior que
es Dios. Su amor lleva siempre consigo la verdadera felicidad. Por eso, la gente de los
países ricos que ha abandonado a Dios está siempre triste, mientras que las naciones
pobres y creyentes resplandecen de auténtica alegría: no tienen nada, pero Dios es una luz
constante porque habita en sus corazones. Yo mismo pude constatarlo una vez má s
durante mi viaje a Filipinas con el Papa en enero de 2015.

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