LA CONSTRUCCIÓN DEL MUNDO JURÍDICO DE LA CIUDAD ANTIGUA: ROMA.
EL PUEBLO HEBREO.
Roma. –
Del derecho fundado en la costumbre a las primeras
conceptualizaciones del “ius” (Desde la fundación de Roma 754 a.C hasta la Ley de las XII Tablas 450 a.C). – - Roma, la civitas, tiene su origen en una unión de familias que bajo un mismo gobierno, adoraban dioses comunes y profesaron un mismo culto. El carácter sagrado y divino se pone de manifiesto en el derecho primitivo de la ciudad. - Es un derecho restringido sólo vigente y válido para los ciudadanos romanos, descendientes de los romanos; y al atribuir un origen divino a las leyes que regulan el orden de la comunidad se trata de acomodar la conducta a la voluntad de los dioses, de manera que todas las prescripciones o disposiciones tienen la misma validez. - Los distintos actos de la vida civil, política y social, deben contar con la aprobación divina, para lo cual se cumplen distintas formalidades de carácter religioso. Es también un derecho unido a la moral y a la religión, fundado en las antiguas costumbres (mores). Los romanos carecían de derecho escrito; no obstante, es fundamental para el desarrollo de la vida social y política contar con puntos de referencia acerca de lo lícito y lo ilícito, de lo permitido y lo prohibido. Estos puntos de referencia son los actos, que realizados de la misma manera y con anterioridad por los componentes del grupo social, cuentan con la aprobación de todos. Lo lícito como hecho y aprobado por la comunidad y lo ilícito como lo no hecho por ella. De la repetición de tales actos y de la aceptación de otros nuevos fueron surgiendo las costumbres, que adquirieron fuerza de ley, a pesar de no ser derecho escrito. Se instituyeron recogiendo la memoria de los ancianos, para conservar el contenido de las antiguas tradiciones y costumbres familiares. Eran la garantía de la moralidad y del orden político y social adecuado para la civitas, de modo que desconocerlos o transgredirlos se consideraba un delito grave. Su aplicación quedaba en manos de los sacerdotes, cuya interpretación y decisiones se convierten en importantes antecedentes judiciales.
Fas e Ius. – Sin embargo, debido a la complejidad de problemas
que debe abarcar la ley, fue necesario establecer la licitud o ilicitud de los actos concretos, teniendo en cuenta sus relaciones con los dioses o con los demás ciudadanos y su correspondencia con la voluntad divina y con la tradición. Para ello se utilizan los conceptos de fas y de ius, que con el tiempo se irán ajustando. El fas se define como lo “no prohibido” y el ius como “lo mandado” para satisfacer a los dioses. Ambos hacen referencia a lo lícito desde distintas perspectivas. Con más precisión; fas designa los actos no lesivos a los dioses, actos lícitos establecidos por los dioses y la licitud de los mismos, con ello acentúa su significado religioso, lo cual le daría un principio de estabilidad y permanencia; ius se refiere a las normas que señalan la conducta lícita, abarca entonces las relaciones de los ciudadanos con los dioses y con los hombres. En contraste con el fas, el ius puede modificarse, suspenderse o ampliarse.
Las grandes distinciones conceptuales: “ius” divino, “ius”
humano y costumbre. – Considerado como derecho, el concepto de ius adquiere distinciones, que comienzan por establecer dos tipos de ius: el ius divino, propio de los dioses y responsabilidad de los sacerdotes, y el ius humano, creado por los hombres y ampliado o modificado por los juristas. Es sumamente importante en la búsqueda de los elementos constitutivos del derecho por dos razones fundamentales: la primera porque inicia la distinción entre ius y costumbre, de la que surgirán diferencias entre derecho y moral; la segunda, porque marca el comienzo de un proceso de secularización del derecho. En realidad, la verdadera diferencia estaba en que el ius podía exigirse y hacerse valer ante la justicia. La falta de efectos jurídicos no resta autoridad a la costumbre que, a pesar de ser ya distinta de la ley, implica para quien la transgreda una verdadera sanción social. Por su parte, el ius humano da origen al concepto de república (cosa pública)y abarca bajo esa denominación cuanto se refiere a la vida de la comunidad, a la cual está obligado a servir el ciudadano. De este ius, considerado obra exclusiva de los hombres surgirán el ius civile para regular toda la vida social y política de la ciudad y posteriormente el ius honorario que fija por medio de edictos de los magistrados, los criterios jurídicos y los procedimientos procesales a seguir en los juicios.
“Ius Publicum” e “Ius Privatum”. – Como dichas regulaciones
resultaban aún demasiado generales para una ciudad que iba convirtiéndose en el eje del mundo antiguo occidental, se especificaron dos conceptos fundamentales y definitivos para la construcción no solo del orden jurídico romano, sino de los ordenamientos jurídicos posteriores: el derecho público (ius Publicum) y el derecho privado (ius Privatum). El primero abarca las declaraciones normativas emanadas de los órganos estatales para regular los problemas propios de la comunidad. El segundo, las formuladas por los particulares para sus negocios, contratos y transacciones privadas; éstas solo son conocidas por los interesados. Ambos tipos de declaraciones normativas constituyeron, junto con la costumbre, una fuente del derecho. En caso de conflicto prevalece el derecho público. Son concebidas a partir de una visión fundamentalmente realista del derecho por ser consecuencia de las necesidades de la ciudad; llevando implícitas la idea del dinamismo, de aparecer como un conjunto de normas prácticas que garantizan derechos y determinan las obligaciones bajo la tutela judicial.
“Ius Gentium”. – Esa misma perspectiva realista es un factor
decisivo para llevar a cabo la última gran distinción: el Ius Gentium. Roma, después de conquistar a gran parte del mundo conocido, se ve enfrentada a los distintos ordenamientos que regulan la vida social y política de los pueblos sometidos o de las ciudades extranjeras con las que mantiene relación, ordenamientos que frecuentemente entran en conflicto. La mayor parte de las veces, las relaciones jurídicas se fundan en contratos de carácter fiduciario. Pero la solución fue crear un nuevo ordenamiento, que se denominó derecho de gentes, y su principal función consiste en regular las relaciones jurídico- sociales de quienes no son ciudadanos en Roma. Se afirma en la idea de la existencia de un derecho común a todos los pueblos; cuyas características lo aproximaban a la concepción de un derecho natural, pues ha surgido de la conciencia y del reconocimiento de ciertas normas válidas para todos los pueblos. Su resultado es la vigencia de un solo derecho en toda la extensión del Imperio. Algunos de sus principios generales serán tenidos en cuenta siglos más tarde, en esenciales planteos del derecho internacional.
Las fórmulas orales y la primera ley escrita. – La justicia se
aplica, en un primer momento, a pesar de no existir un cuerpo de leyes escritas, de una manera eficaz y segura, debido a la existencia de fórmulas concretas. Dichas formas resumen y catalogan las pretensiones jurídicas y los derechos reconocidos, de manera que sólo es posible iniciar un juicio si la demanda está expresada en ellas. Es un derecho eminentemente práctico, de modo que puede afirmarse que, en Roma, la práctica del derecho procede a la teoría. Su carácter formal se une a la claridad del lenguaje; de ello deriva una confianza en el derecho que actúa como elemento de cohesión, reforzando los vínculos sociales y jurídicos. Este derecho no escrito reguló la vida de Roma desde su fundación en el año 754 a.C hasta aproximadamente el año 450 a.C. Alrededor de esa fecha se lleva a cabo la codificación de las fórmulas orales, que se reúnen en la Ley de las XII Tablas. Aunque no se encontrarán en ella grandes principios del derecho antiguo ni una aproximación a una teoría del derecho, fue el primer paso en la construcción del derecho romano.
Hacia la construcción de una teoría del derecho (Desde la Ley de
las XII Tablas hasta una concepción científica del derecho, siglo II a.C)
Los jurisconsultos. – Desde la codificación de las XII Tablas
hasta el siglo II a.C el derecho fue precisando sus conceptos. Esto se debe sobre todo a la tarea de interpretación de los primeros jurisconsultos, que tienen a su cargo responder y orientar las consultas realizadas por los magistrados, jueces o particulares. Los más destacados gozan del privilegio de que sus dictámenes posean carácter obligatorio. Esta doctrina jurídica se compiló en tratados generales (Digesto), en manuales para estudiantes (Institutas) o se expuso como solución de casos concretos (Responsa), éstas últimas como obligatorias; así la jurisprudencia se constituye como otra fuente del derecho, y se les da valor de ley. El derecho comenzó a tomar así una forma científica que superó el simple ejercicio de la práctica jurídica y fue el paso decisivo en la construcción de la primera teoría del derecho. Los romanos no consideraron ya el derecho sólo como un conjunto de fórmulas interpretadas por los juristas para solucionar distintas situaciones o para regular los procesos. Con un significado tan restringido no hubiera podido aplicarse ni trascender en la Edad Media en sus expresiones e instituciones. Con esto queda atrás el viejo formalismo, para dar lugar a una concepción dinámica ,que hace efectivos los principios teóricos de la justicia.
Concepto y fundamentación del derecho positivo. – La unidad
esencial entre la ciencia y práctica jurídicas, propia de la concepción romana del derecho, determina una reelaboración de sus conceptos y fundamentos, a partir de dos vertientes principales: una empírica, y otra teórica, que une, al pensamiento filosófico jurídico griego, los principios de la filosofía jurídica romana. Aquella vertiente teórica tiene su fuente original en las doctrinas de Platón, de Aristóteles y del estoicismo. De su aplicación a la ciencia del derecho resulta un humanismo jurídico, por el cual los hombres son reconocidos iguales, no de una manera absoluta, sino en cuanto dotados de razón y con conocimientos innatos de lo justo y lo injusto, de lo honesto y lo deshonesto. El humanismo jurídico romano considera la recta razón como una cualidad intrínseca del hombre, que lo lleva a descubrir su vínculo natural con los dioses. Éste proporciona dos puntos de referencia para la definición del derecho positivo: el de la ley eterna y el de la ley y el derecho natural. - La ley eterna se identifica con la razón perfecta, que ordena aquello que debe hacerse y prohíbe lo contrario; es inmutable y universal, y por medio de ella la sabiduría gobierna el universo. - La ley eterna general se proyecta en otra dimensión más concreta y específica, la de la ley natural, cuya característica más importante es el derivar de la razón. El hombre, por las condiciones de su naturaleza, es capaz de comprender y de seguir voluntariamente la ley natural. Para Cicerón, “quien no la guarda huye de sí mismo y ultraja la naturaleza del hombre”. - De esa ley natural deriva el contenido del derecho natural, entendido como el conjunto de principios que el hombre debe seguir para actuar conforme a su naturaleza y a favor de la comunidad. La idea de actuar conforme a la naturaleza expresa en esta filosofía jurídica el sentido dinámico del pensamiento romano ya que significa mucho más que participar de una manera pasiva de una ley impuesta. Es decir el respeto por los vínculos naturales entre el hombre y los dioses y una actitud ética en las relaciones de las comunidades; conceptos que fueron tomados por Ulpiano con las siguientes palabras: “vivir honestamente, no dañar a nadie, dar a cada uno lo suyo”. En resumen, la recta razón indica lo conveniente de una vida justa, que en última instancia expresa idénticos principios que la ley natural, cimiento del verdadero orden jurídico y elementos para una definición del derecho positivo. De estos principios generales de la doctrina del derecho positivo y del derecho natural se deducen dos aspectos de las relaciones entre ambos: uno positivo, que prescribe la obligación de contribuir al bien general y mediante prestaciones justas y recíprocas al fortalecimiento de la comunidad humana, y otro negativo, que prohíbe alterar el orden natural y social, en el que está implícito el respeto al derecho vigente. TAL CONCEPCIÓN RECOGE Y UNE DOS CONCEPTOS BÁSICOS EN LAS FUTURAS CONTRUCCIONES JURÍDICAS: EL DE FIN Y EL DE ORDEN.
El derecho y la justicia. - A pesar de haber influido la
filosofía griega en la elaboración teórica del concepto de justicia, aquí se vuelve a la tradición romana, presentándola no como una virtud ética, sino como un principio del derecho. La justicia es para Cicerón, “la igualdad que da a cada uno derecho, según la dignidad de cada uno”. Se reitera así la doctrina aristotélica de la igualdad pero abriendo el camino para una concepción más amplia y que lleva implícita una idea del derecho y de la justicia en sentido subjetivo: también se entiende por justicia dar a cada uno aquello que espera recibir. Se completa agregando que es la equidad establecida por aquellos que pertenecen al mismo Estado, con el fin de que todos reciban lo suyo. Derecho y justicia se encuentran sustancialmente unidos: el nombre de ius aplicado al derecho proviene de su relación con la justicia; el derecho se define ahora como “el arte de lo bueno y de lo equitativo”, teniendo en cuenta, sobre todo, sus vinculaciones con la justicia.
La justicia, el derecho y el Estado. – Los conceptos de ley y de
justicia fueron los elementos sobre los que se fundaría una doctrina del Estado afirmada en la naturaleza social y política del hombre. El Estado tiene una naturaleza jurídica intrínseca afirmada por los vínculos establecidos por la ley. Este ordenamiento jurídico permite al ciudadano conocer las consecuencias de sus acciones, tanto respecto al Estado como a los demás ciudadanos, lo que expresa una garantía contra la arbitrariedad y el dominio del más fuerte. “Ser esclavo de las leyes para poder ser libre” Cicerón.
Según esto, uno de fines esenciales del Estado es garantizar la
justicia, el derecho y la seguridad de sus habitantes, tres conceptos vinculados con la cosa pública, la res pública romana. Y como la sociedad política es sobre todo la res pública, el pueblo que la constituye resulta necesariamente la fuente de la autoridad y de la soberanía. La idea de soberanía siempre estuvo presente en el mundo romano.
Dada la importancia de las leyes para la vida social y política
del Estado, su establecimiento se considera un acto de máximo poder y soberanía. Del ejercicio de este poder, surgen las normas jurídicas, llamadas leyes, para distinguirlas del ius. El ius se origina en la tradición, en la jurisprudencia y en las costumbres. Las leyes se establecen por un acto de poder, ejercicio en nombre de la soberanía del pueblo y teniendo en ella su fundamento.
De estos principios deriva el fin del Estado: el bien común, que
se consigue aplicando la justicia y la equidad, en otras palabras, ejerciendo el poder según el derecho.
La jurisprudencia. – La jurisprudencia romana fue el camino a
través del cual encontraron su expresión concreta y práctica aquellos principios y el punto de partida para una sistematización del derecho. Los juristas que llevan a cabo esta obra intentan fijar y orientar el derecho, por medio de dictámenes, de la creación de nuevas fórmulas o de indicaciones referidas a la práctica jurídica, y en primer lugar, a procurar una real vigencia del derecho, pero entendido en su significado humanista. De allí que se considerara a la jurisprudencia “la ciencia de las cosas divinas y humanas, la ciencia de lo justo y lo injusto” como la definiera Ulpiano. El derecho se sistematiza ahora en las Responsa, es decir los dictámenes y opiniones de aquellos a quienes está permitido fijar el derecho; si coinciden en un mismo parecer, éste hace las veces de ley, si empero disienten, es lícito al juez seguir la opinión que prefiera. La obra científica de los juristas se concreta en las Institutas, como se llamó a los manuales usados en las escuelas romanas de derecho; las más importantes que hoy se conocen son las de Gayo (s. II d.C) y las de Justiniano (s. II d.C) redactadas sobre el manual de Gayo. Aquí se encuentra una serie de definiciones y clasificaciones de grandes órdenes jurídicas. También la clasificación de las normas jurídicas aparece en las exposiciones de los juristas, y las dividen en tres principales: 1. Las personas (familia, vínculos familiares, etc.) 2. Las cosas (propiedad, contratos, negocios, sucesiones) 3. Las acciones (actos jurídicos, procesos, procedimientos) Una de las subdivisiones a su vez determina el sentido y el alcance de cada grupo de normas generales y de su contenido. De esta manera las cosas son de derecho divino o humano. Pertenecen al derecho humano dos tipos de cosas: - Las públicas (el tesoro y las tierras del Estado, los esclavos) - Las privadas propias de los ciudadanos (créditos, usufructos) - Las corporales (objetos, materiales) - Las acciones también se clasifican y subclasifican en género y especies, civiles, penales, etc. Es a partir de la obra científica de los juristas, fundada en la filosofía estoica y principalmente en el pensamiento de Cicerón cuando el concepto de derecho natural termina de penetrar en el derecho romano. Su aplicación práctica se descubre con motivo de las dificultades que presentan los casos no previstos por la ley positiva, convirtiéndose así en un criterio para juzgar dichos casos. El nuevo derecho que comienza a surgir muestra una gran coherencia interna, que nace de su conformidad con la naturaleza humana, lo cual le da, al mismo tiempo, ese carácter de universalidad que lo hace resurgir una y otra vez. Se definen de esta manera las relaciones entre el derecho natural y el positivo, atribuyéndose, como una realidad de hecho, mayor vigor y efectividad a este último. No obstante en caso de conflicto, el derecho natural resulta privativo: lo que el derecho natural prohíbe, no puede permitirlo el positivo. La afirmación del derecho natural fundado en la naturaleza humana racional, significa un descubrimiento importante. En efecto, el principio para construir o juzgar el derecho positivo no es ya la voluntad divina, sino la razón misma del hombre, que lo lleva a perfeccionar su propio derecho, dándole cada vez mayor sentido moral. En la tarea de hacer efectiva la relación entre los dos tipos de derecho, la equidad juega un papel fundamental. El concepto traduce la definición de Aristóteles, para quien la equidad consistía en corregir la ley cuando, por ser demasiado general, no tuviera en cuenta determinados casos concretos o de la aplicación extrema del derecho resultara una injusticia. En otras palabras, la equidad debe aplicarse, no de acuerdo al texto estricto de la ley, sino según el espíritu con que ésta ha sido hecha. La equidad se convierte así, junto con la justicia, en un criterio que da sentido a la ley. A partir del s. II, la obra de los juristas romanos comienza a decaer a medida que la creación de las leyes va quedando en manos del emperador, cuya voluntad es la única fuente del derecho.
El mundo jurídico del pueblo hebreo
Hebreos. -
El derecho divino de un pueblo elegido. – El pueblo hebreo fue
también en sus comienzos una unión de tribus, pero con una actitud que los diferenciaba, la idea presente en todas sus conceptualizaciones jurídicas, políticas y sociales de ser un pueblo y su preocupación constante por el cumplimiento de la ley. El hecho de considerarse “pueblo”, más que un Estado o una ciudad, signa la vida de los hebreos: es una comunidad reunida, no por su propia voluntad, sino por la voluntad de su Dios, que se convierte en guía y legislador. Pero legisla y guía de un modo diferente a otros pueblos antiguos, para los cuales la ley comenzó siendo un ordenamiento oculto e inalterable que era necesario deducir de la naturaleza humana o de la armonía universal. Por el contrario, el pueblo hebreo ha recibido del mismo Dios, Yahvé, luego de celebrar en el monte Sinaí una alianza que los compromete a ambos: a Dios a proteger a su pueblo, y a éste a obedecer la ley de Dios. La alianza Sinaí por la cual las tribus israelitas adquieren la cohesión legal que las convierte en el pueblo elegido es el elemento constitutivo más importante de su derecho. La violación de una alianza es un delito grave –incluso contra Dios-y libera de obligaciones a quien ha sido defraudado. En esta alianza se expresan con claridad los principios formales sobre los que se lleva a cabo el pacto: proposición del acuerdo, fijación de su contenido, conclusión o rúbrica del mismo. Con ello quedan indisolublemente unidos y aceptados, con plena libertad por parte del pueblo, la ley (torá) entregada por Dios, y la elección como pueblo.
La alianza y la ley. – La Ley entregad por Yahvé, como parte de
la Alianza, se conservó en la Sagrada Escritura bajo la forma de diez mandamientos y de prescripciones y disposiciones que los complementan o aclaran. Está contenida en los cinco libros de la Biblia: -Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio; que forman el Pentateuco. La obligatoriedad de las normas se funda en la voluntad de Dios y en la aceptación voluntaria de la ley, por quienes realizan la Alianza, y en segundo término, la vida y el desarrollo del pueblo como tal dependen del cumplimiento de la ley. Es importante recalcar que no existe un fundamento racional de la ley, porque el Dios de los hebreos es un Dios personal, no una razón divina y ordenadora como se entendió en Grecia y en Roma. La ley se convierte así en el eje de toda la vida religiosa, política y social hebrea, hasta identificar la moral con el cumplimiento literal y exacto de sus disposiciones. Esto da al derecho un marcado carácter legalista, que se pone de manifiesto sobre todo en la actitud extrema de los fariseos y de los escribas, que desvirtúan el auténtico sentido de la ley, pues hay en ella continuos llamados al hombre interior.
La justicia. – La justicia en el mundo hebreo es sinónimo de
virtud, y hombre justo, aquel que cumple la ley y en consecuencia realiza la justicia. De manera que la justicia, además de hacer referencia al cumplimiento de la ley, consiste, fundamentalmente, en una relación personal con Dios. También el concepto de justicia aparece directamente vinculado con las ideas de castigo y de coacción. La posibilidad de la pena cumple a su vez una función intimidatoria, sobre todo desde el punto de vista moral, por ser Yahvé un Dios de justicia que cumple con su palabra.
El derecho. – El significado y la trascendencia de la Alianza
quitan sentido a cualquier especulación sobre la naturaleza, el origen o el contenido del derecho. De ello resulta la identificación del derecho natural y el positivo, pues los mandamientos se consideran derecho divino a pesar de ser derecho escrito. Tampoco es necesario hacer una distinción entre ley y derecho; éste queda contenido en la Ley de Yahvé, que no es sólo un mandato impuesto y aceptado, sino una ley grabada en la conciencia, de modo que puede descubrirse aún sin conocer las escrituras; de esta manera puede someterse a ella cualquier hombre de buena voluntad.
De las ideas acerca de la ley y el derecho quedan para Occidente
las de igualdad jurídica, y sobre todo la idea de un derecho natural que puede ser conocido por todos, en cuanto pertenece a la conciencia del hombre. Los diez mandamientos serán recogidos por el cristianismo.