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Cuentos de Un Suicida
Cuentos de Un Suicida
Cuentos de Un Suicida
ESCRITO POR
“Cada hombre tiene un sendero que debe recorrer y cualquier desvío que se
toma se ve el temple del individuo, seres frágiles que no saben superar estos
retos, nunca podrán retomar el camino principal. Para expresar esto hay un
dicho: para el arrepentimiento no remedio. Esta es verdad, cada decisión que
se tome llevara al sujeto a un Punto sin Retorno y tan solo ahí veremos si
aquella persona, minimiza sus debilidades para retomar la senda principal”. En
fin supe que yo fui esa persona mediocre.
Aquí comenzaré a describir mi niñez, puede que no sea la mejor pero tuvo
momentos divertidos y tristes, eso es algo que les pasa a todos, ¿no?
Era una tarde fría del 23, septiembre de 1996, estaba en la época del
invierno, no iba muy abrigado, más bien solo llevaba el saco del colegio y una
camisa por dentro. Uno se acostumbra a todo y en mi caso me adapte al clima
que estaba haciendo. Los primeros recuerdos de mi infancia era que nunca
estaba en un lugar por mucho tiempo, cada 3 o 6 meses nos cambiábamos de
casa, por ejemplo Cayambe a Quito, eran los lugares más concurridos por
nosotros para vivir, esto era por el trabajo de mi padre o eso me decía mi
madre Nataly Cadena, mi padre George Chimbacalle era un camionero, así
que usualmente salía de casa por 3 a 4 días e inclusive hubo algunas veces
que llegaba después de una semana, además tenía un hermano que era 7
años mayor que yo.
Me quede en la vereda por horas, cada segundo que pasaba era muy lento,
parecía que el Tiempo me estaba jugando una mala broma, cada auto que
pasaba por la calle, tenía la esperanza que fuera uno de mis “ñaños”. Tomo
esta parte para explicar que en el momento que fui a vivir a esa casa, me
hicieron llamar a mis tíos y abuela, ñaño/a y mami, nunca me lo cuestione, solo
lo adopte sin ninguna queja.
Aquella conversación término ahí, entre por donde salió mi hermano, para ir
directamente a mi cuarto que quedaba al frente de la cocina y a lado del baño.
Me cambie la ropa de la escuela por una más cómoda y caliente. Terminando
de cambiarme fue a la cocina por algo de beber, así que iba directo a la
refrigeradora por una cola, la cual siempre encontraras allí, pues en esa casa a
“mami Lucia” le gustaba mucho, recuerdo que a ella se le prohibió beber cola
por una semana, por el colesterol alto que tenía, pero ella escondía la cola
debajo de la cama, en cajones e inclusive llego a ocultarla en el baño. Una
descripción de ella seria, gorda, de tez blanca y ojos de gato.
Sí, yo no me parezco a mi padre a parte de los lunares que tengo los cuales
están una a lado de la nariz y la otra en los labios, mi color de piel es de un
mestizo o como ella lo dijo un indio, mi padre era blanco con ojos cafés tan
claros que faltaba poco para que se hiciera gatos, mi hermano era igual blanco,
ojos cafés claros, y mi madre mestiza pero tenía los ojos cafés claros, pero yo
un mestizo con ojos cafés oscuros, muy oscuros…
Parado ahí en la entrada de la cocina no dije nada, me limite a mirar al suelo
y sobando mi mejilla adolorida. Pero ella no dejaría el asunto ahí… Se apresuró
donde mí y me sujeto del cuello. Diciéndome:
-Guambra pendejo, ¿Qué haces puesto esas ropas acaso tu puta madre no
te enseño a no coger lo que no es tuyo?
Sí, esa ropa no era mía, era de mi hermano, me lo puse porque era cómoda
y no me estorbaba además de que era caliente por dentro.
Y así fue como otra bofeteada llegó a mí, la cual estaba cargada con más
fuerza que la anterior, causando que esta me tiro al piso, provocando que me
golpeara la cabeza tan duro que se escuchó y sonido hueco que no sabía si
venia de mi cabeza o del piso de cerámica… De aquella cachetada me rompió
aún más el labio y me provoco que tosa sangre… Pero en ese instante solo me
hacía una pregunta: ¿Por qué? ¿Acaso hice algo mal para merecer eso?... No
me atreví a decir esas preguntas, las mantuve para mi mismo como un
recordatorio, ¿De qué?, seguramente se preguntarán, ni yo mismo lo sé…
-Benjamín, no debes de preocuparte por basura como él, ven acá antes que
te contagie algo…
Al momento que menciono ese nombre, eleve la mirada, solo para encontrar
una sonrisa ingenua, claro ella no tiene la culpa, no sabe lo que esa señora me
hizo… Así que tan solo la ignore y tome la calle cuesta arriba, la cual me
llevaría algún lugar…Ella me seguía llamando pero tan solo la ignore y seguí mi
camino.
Al cabo de un rato me hago la pregunta, ¿A dónde voy?, en aquel instante
recordé que mi abuela materna vivía por la zona y quizá encontraría a mi
madre allí, sin pensarlo dos veces me apresure a ir allá, mi abuela se llama
María, ella trabajaba en asilo, haciendo de cocinera… Su marido murió de
tuberculosis muchos años antes que yo naciera, más específicamente cuando
mi madre era tan solo una niña. ¿Saben?, murió de la forma más honorable, en
su último aliento grito el nombre de mi abuelita, aquella manera de morir la
recordare hasta el día de muerte, la cual ya no falta poco…
Cada paso que daba me quitaba la poca energía que tenía, mi mochila
pesaba el doble de antes, hacía frío y mucho, ya no sentía mi mano derecha la
cual llevaba mis juguetes. Evite ir por calles concurridas, hice mi camino por
callejones oscuros, con vientos muy fuertes, no tuve ningún pensamiento de lo
que antes paso solo seguí mi camino, así fue por un largo rato, hasta que
llegue a la calle principal para ir a la casa de mi abuela y estar posiblemente
con mi madre…
Era una colina no tan complicada pero el camino era demasiado feo, piedras
y tierra como senda para llegar hacia ese lugar confortable que tanto anhelaba.
En ese instante, paso por mi cabeza… [No sigas, porque tal vez pase lo mismo
que antes, la persona que llamaste madre te va atraicionar, sin pensarlo]. Así
que me quede sentado en la “vereda”, esperando “algo”, ese “algo” que me
haga continuar…
Era casi medio día cuando desperté, vi que estaba acostado en un sillón,
había una mesa al frente mío, además de una serie de silla que rodeaban esta,
donde estaba no era el mejor lugar para dormir, era áspero y duro. Dentro de
las cobijas miro que llevo tan solo mi calzoncillo. Espere a que alguien viniera
para pedirle un nuevo cambio de ropa. Pasaron unos 5 minutos, de repente se
abre la puerta y entra mi madre con un plato de comida.
Y así fue como le conté a mi madre sobre lo que paso el día anterior. No dijo
nada solo me escuchó atentamente, sentí como sus piernas temblaban. En ese
instante pensé que era por el frío, pero solo yo era el que sentía frío…
Aún no recuperaba del shock emocional que tenía. Veo que la puerta se
abre para mostrar a una prima mayor con unos 10, era linda, muy linda.
Calladamente se sentó el lugar donde antes mi madre estaba y me comenzó a
hablar…
-¿Cómo estás?
-Bien…
-¿Ya almorzaste?
-Sí.
-¿Te gusto?
-Sí.
-¿Sabes?, yo hice esa comida, me alegra que te haya gustado.
-…
-¿Sabes a donde fue mi tía Nataly?, ósea tu mamá.
-No, no lo sé…
-Ella se preocupa mucho por ti, no sé qué le dijiste pero salió muy enojada,
tan solo dijo algunas palabras a la abuelita María y se fue.
-…
Y asi fue como terminó nuestra conversación, ella se fue por donde vino. Yo
en cambio me la pase pensando “a donde se iría mi mama”. Con la llegada del
atardecer escucho un alboroto que viene de afuera. Así que me preparo para
salir.
En ese mismo instante solté unas lágrimas, sentí que el vacío en mi pecho
se iba llenando de poco a poco. Todas las personas nos quedaron viendo,
mostrando intriga en sus caras. Pasando unos minutos mi madre dejó de llorar,
yo por mi parte no hice nada, me quede ahí parado. Sosollando en silencio…
El sol estaba el punto más alto, cuando decidí regresar. Cuando volví a la
casa, no vi a nadie en la entrada, ni en la cocina y mucho menos en la sala. No
sabía a donde se habían ido, me sentí solo, busque un manto en la soledad,
eso puede haber mejorado mi estado de ánimo, supe que la soledad
persistentemente me acompañaba, siempre estaría cuando aquellas personas
que amo fallarían al estar conmigo. Me sentía triste, quería estar solo pero
acompañado a la vez. No comprendía que mismo quería, indeciso por mi
decisión termine desviándome de mi camino principal.
Mi hermano y yo, solo escuchábamos, mi madre cada vez que decía una
frase, volteaba a ver, pero mi padre ni siquiera me dedico una de sus miradas.
La verdad, la indiferencia en mi corazón ayudo a que no llorara, me ayudo a
convérseme a mí mismo, que eso está bien… Mi padre no tiene la culpa de que
yo saliera de un diferente color de piel. ¿Qué estupidez, no?... Pasaron
muchos años antes que yo entendiera eso, así que mi infancia me culpaba a mí
mismo por no salir igual a mi padre, eso me perseguiría por muchos años…
Hoy es un nuevo día, ya no veo el mundo como antes lo hacía, con el nuevo
amanecer llegando, me convertí en una persona diferente.
Medio Mes
Por otra parte, yo, pedí a madre que me dejara faltar a la escuela, le dije que
quería pensar en lo que paso, además quería tener tiempo para leer algunos
libros, a lo cual ella accedió muy fácilmente.
Pase los 5 días haciendo lo mismo que antes. Me levantaba antes del alba,
desayunaba unos momentos después, me sentaba en el patio a tomar el sol,
luego iba donde mi abuelita María a preguntarle si tenía algunos libros que me
emprestara. Tenía muchos sobre la psicología, supe más después que ella
quería ser psicóloga para los adolescentes. Pero aquellos libros eran muy
tediosos de leer así que, lo deje luego de unas páginas.
Transcurridos esos 5 días empecé, hablar con mi prima que era 10 años
mayor que yo, que por cierto se llamaba, Jimena. Todo comenzó cuando, en el
6to día me desperté unos minutos después de lo acostumbrado, ella al ver que
salía a la calle, la mire por un rato y volví mi mirada hacia el sol, ella se dirigió
hacia mí...
-Es lindo el amanecer, ¿no?, por cosas como esta es que me levanto
temprano.
-Sí, es cálido tener las luces del sol tocando mi cara.
-Oh... Y dime ¿Qué vas hacer?
-... ¿Qué?, no te entiendo.
-Mmm, nada olvídalo.
-....
En ese instante no supe entender lo que me pretendió decir, así que no dije
nada y ella se despidió de mí, yo le dije adiós, mientras la mira irse al colegio.
Regresé a la casa, para desayunar, estando en la mesa le pregunto a mi madre
acerca de Jimena. Ella me responde diciendo que estudia en el Colegio Natalia
Jarrín, un instituto público de Cayambe, además, ella dijo que muy apegada a
la abuelita María, tanto así que Jimena deseo seguir el legado de mi abuelita,
convirtiéndose así una amante de la psicología.
Ese mismo día, era tipo 3PM, estuve en el patio pensando que podría hacer
estos días que me quedan. Hay es cuando escucho que la puerta principal se
abre y entra Jimena, ella va enterando dirigiéndose a su cuarto que estaba a
lado donde yo estaba sentado, mientras iba a su habitación ella me dice que
quiere hablar conmigo, después de eso entro a su cuarto. Luego de 15 minutos
de espera, ella gritó desde dentro de su cuarto.
Me quedé pensado en lo que me dijo, pero, sus palabras tenían algo que no
me convencían... Al cabo de unos minutos, me voy del cuarto de Jimena. No
tenía más que hacer en ese cuarto pero cuando estaba a punto de salir ella me
dice.
En mi mente pasa muchas cosas en aquel instante, tales como: < ¿Qué ira
decirme la próxima vez?>, < ¿Es necesario esto?>... Y cosas por el estilo,
pero como no hacía nada después de todo, fui a sus "sesiones". Cada día que
pasaba, me iba dando consejos de como sobrellevar lo que estoy pasando,
pero era muy joven para entender el significado tras cada frase que me decía.
Aun así, recuerdo unos dos o tres consejos después de aquella vez...
"La vida es como una pirámide, cada paso que des formará un sendero,
cada escalón que te encuentres en el camino será un obstáculo, supera
cada reto que la vida te apuesto y al final verás cuán lejos has llegado"
Cada consejo que me dio, fueron palabras de ella, excepto la segunda. Me
explicó que escuchó a sus amigos decirle por casualidad y como le gustó se
quedó con ella. Pero en esa edad no le ponía atención a las palabras que te
hacían reflexionar, yo solo me preocupaba que la “sesiones” se terminarán, a la
final me empezó a gustar....
Pero a la final todo lo bueno tiende a llegar a su fin… El último día que pasé
con ella, le dije “Me divertí muchísimo”, mi estado de ánimo mejoro
considerablemente, es más, la tristeza que sentía ya no estaba más, en cambio
fue reemplazada por un sentimiento de felicidad. La actitud de Jimena me
afecto, incluso, hasta pensé en convertirme en psicólogo… Pero aquel sueño
no fue para más, decidí transmitir alegría, diversión, tranquilidad, etc… Por
medio de palabras escritas, no habladas. Aunque mis libros no dieron para
más, en todo caso, me engañe a mi mismo que mis libros sacaron algún de
aquellos sentimientos que pretendía traspasar.
Ante todo lo que pasó, fui a la escuela el lunes, ese día mi madre me
acompañaba para justificar las faltas. Dio una respuesta vaga a la inspectora,
diciéndole que tuve una emergencia familiar y cosas por el estilo (claro no
podía decirle que fui discriminado por mi propia familia). Ya acabando el
papeleo de las faltas, mi madre aún seguía preocupada por mí, pensando que
“eso” cambiaria mi actitud, en parte tuvo razón… Me cambio eso sí, pero hasta
ahora no supe decir si fue para bien o para mal.
Tuve un “mejor amigo” que, con el paso del tiempo se perdió la amistad que
tuvimos. Su nombre era José, con él nos reíamos en las clases, íbamos a los
árcades, en fin un sin número de cosas. Con él pase las mejores experiencias
de mi infancia. A él fue al único que le conté sobre lo “eso”, pero era todavía
éramos pequeños, pero eso fue bueno pues no le dimos la importancia que
merecía en ese momento. Solo vivíamos el momento...
Entre todos los amigos que tenía (que eran como 6), supimos crear ideas
alocadas tales como, caminar un río arriba hasta hurtar un “Tía”…
Los próximos 6 meses, pase muy bien, la navidad fue como todas las
anteriores, un pavo, reunión familiar, etc… Recuerdo que aquella navidad
estuvo toda la familia por parte de mi madre, entre tanta charla se supo de mi
“situación”. Esto en realidad me molesto, pues yo ya había olvidado ese tema,
pero nunca falta la tía entrometida con sus hijas creyendo que están haciendo
un bien, haciéndote recordar el pasado para “tratar de ayudar”. Supe desde ese
instante que gente como esa no vale la pena sobrellevar una relación, no los
discrimino, pero, me siento mejor que ellos no estén cerca de mí. Pero esa
clase de gente no admite la derrota fácilmente, me presionaron en especial sus
hijas, no dejaban de seguirme como sanguijuelas. Pero a la final sucumbí ante
la presión.
En fin, lo que ella hizo fue lo siguiente: primero me miro con “ojos
comprensivos”. Hasta ahí bien, pero dentro de esa mirada se escondía,
diversión, si diversión. Ella nunca tomó al caso con la seriedad que se merecía.
Segundo tratar de que estando cerca de ella sintiera un confort. No sucedió,
solo al estar en el mismo cuarto con ella me incomodaba y más si ella trataba
de poner mi cabeza sobre sus muslos, tan solo tenía un pensamiento –irme de
ahí-. Tercero, ya estando en esa situación incómoda, me da consejos. Como
fue, siempre sé feliz, cuando estés triste sonríe,