La hoja del ejercitante Querido hermano de la Iglesia que se reúne en la Fe, la Esperanza y la Caridad: Abrazo fraterno en el Señor. Tú que escuchaste la llamada del Maestro a estar con Él, a seguir sus pasos, a tener tus espacios a solas con Él (cf Mc 6,31), prepara tu corazón para que el Don de Dios, que se quiere derramar en abundancia (cf Rm 5,5; 8,15-17), lo encuentre atento y disponible y así responda sin vacilaciones y con suma generosidad a la vocación a la que Él lo llama. Procure entrar a estos días de Ejercicios Espirituales con la mejor disposición interior posible, viendo cómo nos puso el Señor en este tiempo de cuarentena en un gran “Cenáculo”, donde en oración con toda la Iglesia, con la Santísima Virgen en medio, unánimemente miramos al cielo, elevamos súplicas, esperamos en Señor y confiamos en una nueva manifestación del Espíritu Santo. Siempre recuerde que quien prepara nuestro interior es el Espíritu Santo, como lo hizo en la Santísima Virgen, para hacernos capaces de acoger el Don del Padre. Y para que el Espíritu pueda ir “haciéndome” a la medida del Don que quiero acoger, la oración diaria en el silencio de mi “habitación” es la mejor escuela, junto con un saludable ayuno de todo aquello que amenaza invadir mi interior, me refiero a imágenes que entran por la “puerta” de los cinco sentidos, esa es una de las interpretaciones de aquello que dice Jesús: “cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre” (Mt 6,6). Por eso el ayuno de cosas, de imágenes, de distracciones, de conversaciones ociosas… le enseñarán a ordenar su interior, su excesiva solicitud por lo exterior, por estar estirado y volcado hacia las cosas sin tener siempre la capacidad de recogerse y estar entero en cada cosa que haga. El Padre ya comprometió la Vida de su Hijo para que en la Iglesia alcancemos su salvación, ahora nos toca responder. En la Mirada de la Madre nos encontramos los hijos, ahí halló refugio, consuelo y fortaleza el Pastor cuando entregaba su vida por usted y por mí. La Iglesia camina hoy, como ha sido siempre, “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. Entrar en Ejercicios es poner mi persona al resguardo y al servicio de Dios nuestro Señor y de su amada Esposa la Iglesia, y ofrecer este tiempo de purificación, discernimiento y reforma para ayudar a que en todo y siempre podamos “amar y servir a Dios nuestro Señor”. En Argentina tuvimos durante los dos últimos años la canonización del Santo Cura Brochero y de Mamá Antula, verdaderos apóstoles de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, lo que nos volvió a recordar el valor de este método sostenido en la fidelidad a su espíritu que inspiró al joven de Loyola, para la preparación de los apóstoles de nuestro tiempo (a la par de la Esclavitud de Amor), una gran alternativa para la renovación de nuestro pueblo cristiano. Dios no deja de llamar a sus hijos e hijas a la comunión íntima con Él. Porque bien sabe el Señor que sólo Él podrá colmar en cada corazón el anhelo de felicidad, de infinito, de eternidad por el cual todos se afanan en luchas y trabajos, sin tener, muchas veces, quién los guíe a verdadero “puerto”. El Espíritu Santo es el viento que sopla siempre, donde y cuando quiere, pero sólo “arrastra” a aquellos que tienen extendidas las velas del silencio y la disponibilidad en su corazón. María es un claro ejemplo de total apertura al Espíritu, y qué bello pensar que Ella y Él, al unirse, no tienen otra finalidad que formar a Cristo en las almas. El mar amenaza nuestra barca, el Señor sale a nuestro encuentro, vayamos a Él… sobre el agua, caminemos en la Fe confiados en su Presencia, en su Gracia. Los Ejercicios Espirituales son para tensar las velas y responder a los continuos llamados que en la Sagrada Escritura nos hace el Señor: “Calla, permanece despierto, mantén tu lámpara encendida y escucha el llamado: el Señor ya viene, sal a su encuentro”. Usted que siente el llamado a hacer estos Ejercicios tenga presente que desde el cielo, quienes le precedieron en la gran elección de servir a Dios antes que al mundo, le estarán alentando y bendiciendo. Amparados bajo el cuidado de la Madre, lo encomiendo desde ahora en mi oración, en cada Eucaristía. Y le recuerdo aquel mandato de Jesús: “velen y oren”. aDios P. Leonardo Yacob EJERCICIOS ESPIRITUALES San Ignacio de Loyola - Pascua 2020 De la Autobiografía de San Ignacio de Loyola 5…Y porque era muy dado a leer libros mundanos y falsos, que suelen llamar de Caballerías, sintiéndose bueno, pidió que le diesen algunos dellos para pasar el tiempo; mas en aquella casa no se halló ninguno de los que él solía leer, y así le dieron un Vita Christi y un libro de la vida de los Santos en romance. 6. Por los cuales leyendo muchas veces, algún tanto se aficionaba a lo que allí hallaba escrito. Mas dejándolos de leer, algunas veces se paraba a pensar en las cosas que había leído; otras veces en las cosas del mundo que antes solía pensar. Y de muchas cosas vanas que se le ofrecían una tenía tanto poseído su corazón, que se estaba luego embebido en pensar en ella dos y tres y 4 horas sin sentirlo, imaginando lo que había de hacer en servicio de una señora, los medios que tomaría para poder ir a la tierra donde ella estaba, los motes, las palabras que le diría, los hechos de armas que haría en su servicio. Y estaba con esto tan envanecido, que no miraba quán imposible era poderlo alcanzar; porque la señora no era de vulgar nobleza: no condesa, ni duquesa, mas era su estado más alto que ninguno destas. 7. Todavía nuestro Señor le socorría, haciendo que sucediesen a estos pensamientos otros, que nacían de las cosas que leía. Porque, leyendo la vida de nuestro Señor y de los santos, se paraba a pensar, razonando consigo: ¿qué sería, si yo hiciese esto que hizo San Francisco, y esto que hizo Santo Domingo? y así discurría por muchas cosas que hallaba buenas, proponiéndose siempre a sí mismo cosas dificultosas y graves, las cuales cuando proponía, le parecía hallar en sí facilidad de ponerlas en obra. Mas todo su discurso era decir consigo: Santo Domingo hizo esto; pues yo lo tengo de hacer. San Francisco hizo esto; pues yo lo tengo de hacer. Duraban también estos pensamientos buen vado, y después de interpuestas otras cosas, sucedían los del mundo arriba dichos, y en ellos también se paraba grande espacio; y esta sucesión de pensamientos tan diversos le duró harto tiempo, deteniéndose siempre en el pensamiento que tornaba; o fuese de aquellas hazañas mundanas que deseaba hacer, o destas otras de Dios que se le ofrecían a la fantasía, hasta tanto que de cansado lo dejaba, y atendía a otras cosas. 8. Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalem descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre. Mas no miraba en ello, ni se paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que una vez se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse desta diversidad y a hacer reflexión sobre ella. Cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste, y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del demonio, y el otro de Dios. Este fue el primero discurso que hizo en las cosas de Dios; y después cuando hizo los ejercicios, de aquí comenzó a tomar lumbre para lo de la diversidad de espíritus. 9. Y cobrada no poco lumbre de aquesta leción, comenzó a pensar más de veras en su vida pasada, y en quánta necesidad tenía de hacer penitencia della. Y aquí se le ofrecían los deseos de imitar los santos, no mirando más circunstancias que prometerse así con la gracia de Dios de hacerlo como ellos lo habían hecho. Mas todo lo que deseaba de hacer, luego como sanase, era la ida de Hierusalem, como arriba es dicho, con tantas disciplinas y tantas abstinencias, cuantas un ánimo generoso, encendido de Dios, suele desear hacer. 10. Y ya se le iban olvidando los pensamientos pasados con estos santos deseos que tenía, los cuales se le confirmaron con una visitación, desta manera. Estando una noche despierto, vido claramente una imagen de nuestra Señora con el santo Niño Jesús, con cuya vista por espacio notable recibió consolación muy excesiva, y quedó con tanto asco de toda la vida pasada; y especialmente de cosas de carne, que le parecía habérsele quitado del ánima todas las especies que antes tenía en ella pintadas. Así desde aquella hora hasta el Agosto de 53 que esto se escribe, nunca más tuvo ni un mínimo consenso en cosas de carne; y por este efecto se puede juzgar haber sido la cosa de Dios, aunque él no osaba determinarlo, ni decía más que afirmar lo susodicho. Mas así su hermano como todos los demás de casa fueron conociendo por lo exterior la mudanza que se había hecho en su ánima interiormente.