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SOLO EN CRISTO DOY LA MEDIDA

La ley creó en los israelitas una mentalidad de negocio: «Yo hago, tú


me das, tú dices, yo hago». Era un canje. Por esa razón muchas veces
nos encontramos negociando con Dios. Los fariseos se alimentaban
de la inseguridad de la gente, por esa razón, Cristo los confrontó
llamándolos: «Tumbas blanqueadas, nubes sin agua, hipócritas,
serpientes».

Porque el resultado de su servicio era motivado por la culpa y la


vergüenza, y no por el fluir de un corazón agradecido por lo que Dios
había hecho por ellos. Los satisfacía el orgullo farisaico que se
concentraba en la constante vigilancia del bien y del mal. Por esa
razón el sistema legalista siempre señala, mide su espiritualidad con la
del otro. Si ora más que él, y va al culto más que él, entonces él es
más espiritual, porque está haciendo más. Esto no tiene nada que ver
con el corazón ni con una transformación interna. La vara de nuestra
medida DEBE SER Cristo. Cuando me mido con Él me doy cuenta de
lo lejos que estoy del carácter, la santidad, la perfección de Aquel que
me amó hasta la muerte.

Pero como tampoco podemos alcanzar tal medida con las fuerzas de
la carne, entonces jamás
podría llegar a ser como Él. Es así que por cuánto todo eso era
imposible para la ley, Dios lo ha impartido en nosotros por gracia. “Mas
por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por
Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como
está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1 Corintios 1:30-
31)

Cuando Cristo les enseñaba a sus discípulos acerca de los fariseos,


les decía: «Miren lo que ellos hacen, y así no harán ustedes. Cuando
oren enciérrense para que lo que se logró en secreto se vea en
público. Tengan cuidado de los que se paran en las orillas de las
plazas a sonar flauta, a hacer ruido para que la atracción sea hacia
ellos. Tengan de vosotros cuidado porque mi Padre ve en lo secreto».

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