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EXPRESIÓN Y COMUNICACIÓN II

ENSAYO

CRISTIAN CAMILO LÓPEZ LERMA


201210387

09 DE MAYO DE 2014
LA FILOSOFÍA ANTE EL PELIGRO DE LA ERUDICIÓN

Es evidente que la filosofía, después de más de dos mil años de gestación, se haya
separado considerablemente de los demás campos del saber. Y es una clara percepción
por muchas mentes, y no sólo las más doctas sino también las que gozan del sentido
común, que la llamada “disciplina universal” no se vincula fácilmente en el marco
actual de lo que se conoce como útil. Surgiendo de este modo la gran pregunta sobre el
papel de la filosofía en el mundo como hoy se nos presenta: ¿eso para qué sirve?
El propósito de este breve escrito es tratar de responder, en la medida de lo posible, tal
pregunta. Para esto, considérese como punto central la cuestión del conocimiento y su
papel en el desarrollo y justificación de la filosofía. Porque es manifiesto que el
conocimiento no es el mismo a lo largo de la historia y, aunque no podemos juzgar el
futuro, es preciso indicar que nuestra época es una época con grandes demandas, sobre
todo en el sector de la producción; razón por la cual el ámbito empresarial ha puesto
tanto interés en la obtención y manejo del conocimiento, y con justa razón, pues lo
práctico y productivo se halla allí, en lo oportuno. Así se vuelve otra vez a la pregunta:
¿la filosofía qué tiene que ver en eso?
Es de gran importancia, en estos casos y en muchos, identificar el problema que la
actualidad le plantea a la filosofía. Pero se trata de localizarlo en su concreción, esto es,
sin recurrir a los rodeos; pues el rodeo es el recurso retórico para disfrazar los
problemas cuya solución es de fundamental importancia.
Ahora bien, obedeciendo a la premisa anterior, se dirá que el problema es más sencillo
de explicar de lo que parece: el mundo de hoy exige un conocimiento práctico que dé
razón de una transformación y optimización de los recursos naturales en pro del
bienestar de la sociedad. Entonces, las ciencias naturales y las ciencias aplicadas son
útiles en tanto que explotan los recursos; y las ciencias administrativas son útiles en
tanto que controlan, dirigen y proporcionan los bienes transformados a toda la sociedad.
A este respecto, se cumplen los objetivos, el conocimiento se aplicó. ¿Dónde estuvo la
filosofía?
Pues bien, parece ser que hay un problema categorial, pues a mi juicio, la filosofía no
compite directamente a lo meramente útil, aunque tampoco le debe ser ajeno en otros
sentidos. Para poder explicar esto de una manera más clara, se debe indagar el papel que
el conocimiento ejerce en la filosofía. El peligro más grande que acecha a la filosofía es
el considerar que esta no es más que un conjunto de datos históricamente organizados.
Entonces, como muchas personas piensan, aprenderá filosofía el que se aprenda de
memoria cada uno de esos datos, ¡y aún se podría decir que sabe más el que logró jugar
a conectar una postura filosófica con otra, poniendo su propia interpretación!
No obstante, con todo, esta concepción es la más errónea y la más peligrosa, porque
pone en entredicho el nombre de la filosofía. Una cosa es la filosofía y otra distinta es la
historia de la filosofía. El segundo caso compite a un historiador: él perfectamente
podría especializarse en el conocimiento y manejo de la información de los hechos
históricos de la filosofía. Pero esto no es, de ninguna manera, saber filosofía.
La filosofía va mucho más allá del mero manejo de datos o de una información
estructurada históricamente. Se trata, en realidad, de la adquisición, sí de un
conocimiento, pero de uno posterior a la comprensión de los acontecimientos y del
carácter problemático sobre preguntas de orden lógico, ontológico y epistémico. Es
cierto que la historia de la filosofía da cuenta de una cierta información relevante en la
que se han tratado temas clásicos, pero ahí es donde está precisamente la raíz del
problema: resulta que la filosofía qua filosofía debe ser libre, como el pensamiento
mismo. Entonces, el libre-pensador es un verdadero filósofo, porque no se deja
envenenar por el frío aguijón del dogma y los prejuicios. Ahora se puede ver por qué
una reducción de la filosofía a una mera historia es tan peligrosa: el espíritu filosófico
del conocimiento se ahoga en los postulados indiscutibles de la autoridad histórica.
Teniendo en cuenta que ha quedado algo claro el papel del conocimiento en la filosofía,
ahora se pretenderá explicar qué pasa con su utilidad al tratar de ubicarlo en el marco
actual del mundo, nuestro mundo presente. Lo que sucede es que estamos en una época,
que explicada desde un materialismo histórico, limita o, más bien, reduce la visión de
un quehacer e incluso de un sentido de la vida y del mundo, a unas meras relaciones de
producción; esto es, que el panorama general de la sociedad, por lo menos la occidental,
no concibe más vida y sentido del mundo (su realismo) que un crudo materialismo en el
que prima el unívoco objetivo de la producción. Entonces, será más feliz el que más
produzca y posea; pero las cuestiones propias de la vida, la vida en sí misma queda al
margen de tales consideraciones, no le está permitido participar. No hay tal lugar para
ella.
Aquí es cuando la filosofía, a mi juicio, se hace estrictamente necesaria. Es esta
disciplina la que desde siempre se ha tomado el atrevimiento de escudriñar los matices
de la vida, sus complejidades, y más importante, su sentido. En este punto, se hace
necesario recalcar que la misión de la filosofía no es otro que el de establecer
cuestionamientos de índole moral y, si es posible, éticos.
En conclusión, la filosofía sirve para recordarnos que el sentido de la vida y del mundo
no se puede reducir a unas relaciones de producción. Y si se tiene en cuenta tal juicio,
entonces es claro que el conocimiento filosófico es mucho más valioso, incluso que
aquel que compite al desentrañamiento de los misterios de la naturaleza física del
mundo. Sin embargo, se debe tener cuidado con no caer en la acumulación de datos e
información (erudición) que nada digan sobre los misterios de la vida.
Es importante también aclarar que la afirmación de la vida no tiene por qué negar las
relaciones de producción en la sociedad. Pues debemos ser conscientes de que la vida
no es independiente del mundo y sus manifestaciones. Lo que se debe evitar es que la
vida misma quede anulada o negada por los afanes propios del mundo. Tal es el papel
de la filosofía.

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