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HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE
LA FILOSOFÍA
Versión castellana de Susana Thénon y Sonia Lida, en AXELOS, K., El Pensamiento
Planetario. El devenir-pensamiento del mundo y el devenir-mundo del
pensamiento, Monte Avila, 1969, pp. 199-206.
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Heidegger recuerda sin cesar el hecho de que en El ser y el tiempo (1927 ), él fue
el primero que intentó formular la pregunta concerniente al sentido a la verdad del Ser
en tanto que Ser y no del ser de todo lo que es de la totalidad del ser. Trata de escrutar
este enigma por medio del pensamiento y de ningún modo quiere edificar un sistema
filosófico, una metafísica de la totalidad, una visión del mundo. Esta tentativa de
interrogación no se emprende tampoco para alcanzar una solución firme, una respuesta
fija a la pregunta que luego se metería uno en el bolsillo. El Ser -caído en el olvido- no
puede ser encontrado, como un objeto perdido, por un sujeto que sería su propietario.
Para que el horizonte del Ser se descubra, es necesario partir de una comprensión
del ser del hombre; sin embargo, el ser humano no funda la verdad del Ser, la apertura
del Mundo, aunque la esencia del hombre pertenezca a la esencia del Ser mismo. Todas
las definiciones del hombre como animal racional, como ser biológico, psicológico y
espiritual, como persona, como existencia (en el sentido de realidad humana fundada en
sí misma) no logran situar el ser del hombre en la dimensión de la verdad del Ser; de esa
manera, el humanismo no alcanza a ubicar a bastante altura la grandeza esencial de la
humanidad del hombre. El hombre no es el amo de todo lo que es; no es el “sujeto” de
lo que es, el depositario de la potencia del Ser, aquel que disuelve a lo que es en “la
objetividad”: “El hombre es el pastor del Ser”, el guardián del destino del Ser, aquel a
quien se destina su iluminación para que encuentre una permanencia luminosa. Al
mismo tiempo, como lo indica Heidegger en Holzwege (esos caminos que no conducen
a ninguna parte), cuando afirma que los dos son lo mismo, el hombre “sigue siendo
lugarteniente (Platghalter) de la Nada ( Gallimard, 1962, p. 284) . Heidegger no es
existencialista y no elabora una filosofía de la existencia. Caracterizar su pensamiento
como “ontología fundamental” no sería tampoco adecuado, puesto que no hay
“ontología” sistemática en Heidegger y él interroga continuamente el fundamento. La
descripción “fenomenológica” del ser del hombre está orientada hacia lo que funda y
excede el ser humano: la apertura del Mundo, la luz del Ser. Existencia del hombre ( y
sólo el hombre existe) significa: lo que se presenta en la iluminación del Ser. En la
existencia extática -experimentada como cuidado, como angustia, pero no únicamente
como cuidado y angustia- es el Ser mismo que destina al hombre a la existencia y la
reivindica. La existencia sólo es en la presencia de la revelación del Ser, la existencia
constituye la motivación de lo que el hombre es en el destino de la verdad. El Ser, pues,
no se reduce o no se deja reducir al ser humano. Sin embargo: “No hay Ser sino en tanto
que la existencia es” (L. H.) El “humanismo” pone al hombre como sujeto frente al
ente, considerado como objeto, y es así que el hombre quiere, por su razón y su acción,
transformarse en “amo de todo lo que es”. El pensamiento y la técnica quedan, así, sin
fundamento, la verdad del Ser se desvanece, el Ser cae en el olvido (olvido consumado
y olvidado) y el Mundo como abertura permanece mudo y privado de sentido. Al decir
Sartre: “nosotros estamos precisamente en un plano donde hay solamente hombres”
(L’existencialisme est un humanisme, Nagel, 1946), responde Heidegger: “nosotros
estamos precisamente en un plano donde existe principalmente el Ser” (L. H.). El
pensamiento está comprometido en la correspondencia al llamado del Ser. Y también
respondiendo a Sartre, escribe Heidegger en la Carta sobre el humanismo: “El
pensamiento no es sólo el compromiso en la acción para -y por- el-ente en el sentido de
la realidad de la situación presente. El pensamiento es el compromiso por -y para- la
verdad del Ser, este Ser cuya historia no está jamás concluida, sino siempre en espera.
La historia del Ser soporta y determina toda condición y situación humana.”
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Heidegger no aspira sino a preparar el camino del pensamiento por venir. “El
pensamiento venidero -escribe a Jean Beaufret- no será ya filosofía porque pensará más
originalmente que la metafísica, siendo esta palabra sinónimo de filosofía”. Sin erigirse
en sabiduría, que pretende poseer el saber absoluto, sin identificarse con la poesía -pues
el pensamiento y la poesía, aunque sean parientes próximos “residen en los montes más
separados”, según la frase de Hölderlin- el pensamiento futuro no será tampoco
puramente teórico o simplemente práctico: será un hacer, un decir, que haga acceder al
lenguaje la llegada de la verdad del Ser, verdad olvidada y que consuma su olvido en el
nihilismo ( sin que eso signifique que el olvido del Ser se deba, hasta entonces, a una
pura y simple negligencia del pensamiento humano). El pensamiento del porvenir no
será el rival de las ciencias particulares y no versará sobre un profetismo religioso o de
otro género: sobrio y multidimensional, atento a lo que lo interpela, tratará de pensar el
Ser inseparable de la Nada; pues no sólo olvidamos al Ser, sino que tampoco nos
atrevemos a enfrentar a la Nada: velo del Ser, si no el Ser mismo, que el nihilismo
transforma en Nada.
El pensamiento venidero -si alguna vez viene- deberá ser profundamente histórico
-es decir, historial (geschichtlich) y no sólo historizante e historicista (historisch)-,
abrirse en el sentido de la fundación de nuestra suerte y atreverse a mantener abierto el
sentido de la pregunta, preguntando todo lo que es en vistas a su verdad, interrogando lo
que la pone en tela de juicio.
Heidegger marcha hacia la muerte. Desde 1927 ocupa el primer plano de la escena
filosófica (siguiendo así el cliché habitual); en esta escena, sin embargo, no deja de
desarrollarse un extraño espectáculo. Luego de la consumación de la obra de Hegel,
después de Marx, Kierkegaard y Nietzsche, Heidegger pone en tela de juicio al mundo y
a la filosofía. Profesor de filosofía y pensador de genio, profético y filisteo, dotado de
gran fuerza poética y profundamente humilde, prosigue su esfuerzo. Alrededor de él se
anudan y desanudan intrigas. Pero él trata de pensar sabiendo que para un pensamiento
es un don supremo -y no un infortunio- quebrarse ante la dureza de su tema y fracasar.
Pues sólo un pensamiento pensante y hablante puede fracasar verdaderamente.
A menudo se quiere insinuar que fue antisemita, sin aportar una sola prueba que lo
confirme. ¿Es antisemitismo disociarse del antisemitismo oficial que comenzaba a
manifestarse “pacíficamente”? ¿Se trataría de un antisemitismo teórico? Pero entonces,
¿por qué no se lee lo que dice sobre el profetismo bíblico y judío, forma de presencia de
la plenitud de lo divino?.
Kostas Axelos
Parece que el pensamiento futuro debe romper con el concepto tradicional de la verdad
y de el error, concepto que no logra meditar su vínculo y superar el formalismo y las
construcciones dialécticas. Aunque comprende en forma un poco “negativa” la
errancia, Heidegger insiste muchas veces en la necesidad de un pensamiento pensante
de la historicidad del destino del astro errante. En Cerisy concluyó la primera jornada de
discusiones sobre esta frase de Braque: “Las pruebas fatigan a la verdad”. Tras una
semana de debates, al fin de las jornadas, concedió la palabra una vez más a Braque:
“Pensar y razonar son dos cosas”, fueron las últimas palabras de un pensador que citó
como testimonio a un pintor ante una asamblea de profesores, intelectuales y
estudiantes. Habría podido igualmente citar una tercera frase de Braque, una frase que
dice: “El error no es lo contrario de la verdad”.
Sobre Marx y Heidegger, cf., la discusión entre Henri Lefebvre, Jean Beaufret, Kostas
Axelos y François Chatelet, publicada, con cortes, en France-Observateur (N° 473, 28
de mayo de 1959). He redactado, en alemán, un estudio bastante extenso sobre el mismo
tema, pero las ortodoxias heideggerianas, marxistas y progresistas, impidieron que los
editores alemanes lo acogieran. Las diversas oposiciones y resistencias no duraron más
que un tiempo, sin embargo. Se acerca la hora en que absolutamente todo irrumpirá en
el mercado mundial de lo expreso y lo impreso; bajo todas las formas. ¿No habrá ya
entonces ninguna prohibición? -Ver también Jean Beaufret, Dialogue avec Heidegger
(Editions de Minuit, colección “Arguments”, por aparecer).