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HISTORIA

MVNDO
DEL

Añ t gvo
E sta histori
hi stori a, obra de un equi equi po de cuar
cuar enta profe
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ri as uni v er si dades
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HISTORIA v er sos ni v el es culturale


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A n t ïg v o monogr afí a. C ada text
tema,
texto
tema, lo que asegur a la cali
o ha si do r edactado
cali dad cie
dactado por po r el
el espe
especi
ci entí fi ca del proy ecto.
ciali
alista
sta del
del

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, La guerra 44. C. González Rom án, La Re
del Peloponeso.
Peloponeso.  pú
 p ú b lica
li ca T ar dí a: cesar
ces arian
ian os y
1. A. Cab allos-J. M. Serran o, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en  pom
 po m pe ya no s.
Sumer y Akka d. la primera mitad del s. IV. 45. J . M. Roldán, Institudone
Institudoness p o
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27.
27 . D. Plácido, La civilización líticas de la República romana.
nita e Imperio Antiguo.  grie
 gr iega
ga en la ép oc a clásica.
clásica . 46. S. Mon tero, La religi religión
ón rom a
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28.
28. J. Fernández
Fernández Nieto, V. Alon na antigua.
4. J. Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas,  Augusto
 Aug usto..
Imperio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J. Mangas, F. J. Lomas, Lo s
5. P. Sáez, Los hititas.  pe ns ad or es griegos
grie gos..  Ju li o -C la u di o s y la crisis d el 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J. Fernández Nieto, El mun 49. F. J . Lomas, Los Flavios. Flavios.
Imperio Nuevo. do griego y Filipo de Mace 50. G. Chic, La dinastía de los
7. J . Alvar, Los Pueblos del Mar  donia.  An tonino
ton inos.s.
y otros movimientos de pueblos 30. M. A. Raba nal,  A le ja nd ro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fines d el II milenio
milenio..  Ma gno
gn o y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Impe
8. C. G. Wagne r,  As iríairí a y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Romano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I: El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53.
53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10.
10. J . M. Blázquez,
Blázquez , Los hebreos. 32. A. Lozan o, Las monarquías  pú blica
bl ica s d el estad
est ad o ro m an o du 
11.
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe helenísticas. II: Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Intermedio y Epoca Sai- 33. A. Lozano ,  As ia M enor en or h e  54. J . M. Blázquez,  Agric  Ag ricul
ultu
tura
ra y
ta. lenística. minería romanas durante el
12. F. Presedo,
Presedo, J . M. Serran o, L a 34. M. A. Rab ana anal,l, Las monar  Al to Im pe rio.
ri o.
religión egipcia. quías helen
helenístística
icas.s. I II : Grecia y 55. J . M. Blázquez,  Art  A rtes
esan
an ad o y
13.
13. J. Alvar, Los persas.  Mac
 M acededon
on ia.
ia . comercio durante el Alto Im
35. A. Piñero,
Piñe ro, La civilizadón he  peri
 pe rio.o.
GRECIA lenística. 56.
56. J. Mang as-R. Cid, El paganis
mo durante el Alto Impeño.
14.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el II milenio. cristianismo
cristianismo prim itivo.
15.
15. A. Loza no, La Edad Oscura. 36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58.
58. G. Bravo, Dioclecian o y las las re
16.
16. J . C. Berme jo, El mito griego etrusco.  fo r m a s a dm inist
in ist rati
ra tiva
vass d el I m 
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, La Roma  pe rio.
ri o.
 prim
 pr im itiv
it iva.
a. 59. F. Bajo , Constantino y sus sus su
17. A. Lozano
Loz ano , La colonización
38.
38. S. Montero, J. Martíne z-Pin cesor
cesores.es. La conversión
conversión del Im 
 grieg
 gri ega.a.
na, El dualismo patricio-ple
18.
18. J. J. Sayas, Las ciudades
ciudades de Jo -  peri
 pe rio.o.
beyo.
nia y el Peloponeso
Peloponeso en el perío 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39.
39. S. Montero, J. Martínez-Pin-
do arcaico. na, La conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata
Apóstata..
19.
19. R. López Melero, El estado es igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, La época de los Va
 pa rtan
rt an o ha sta
st a la ép oc a clásica.
clásica . 40. G. Fatá s, El períod o de las pri lentinianos
lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a f o r m a  meras guerras púnicas.
púnicas. 62. D. Pérez Sánche z, Evoludón
ción de la democracia atenien 41. F. Marco, La expansión de del Imperio Rom ano de Orien
se, I. El estado aristocrático.
aristocrático. Rom a por el Mediterráne
Mediterráneo. o. D e te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a f o r m a   fi n es d e la segu
se gund
ndaa gu erra
er ra Pú  63. G. Bravo, El colonato bajoim-
ción de la democracia atenien nica a los Gracos.  pe rial
ri al..
HISTORIA 
“ lMVNDO
 ANTiGVO

ORIENTE
Director de la obra;

Julio Mangas Manjarrés


(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

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BABILONIA

Carlos G. Wagner 
Indice

 Págs.

Introducción................................................................................................................ 7
El medio geográfico, étnico y lingüístico ........................................................... 7

I. Los orígenes y el perío do paleobabilónico ...................................................... 11


1. De los oríg enes de B ab ilo nia al pe río do p aleo bab iló nico ..................... 11
2. El período paleobabilónico: la época de H a m m u ra b i ............................ 14
3. El Código de H am m ura bi: la unificación juríd ica de M esopo tam ia ...... 18
4. La adm in is tr ació n del Estad o ........................................................................ 22
5. La or ga niz ac ión social d ur an te el pe ríod o pa leo ba biló nic o ................. 24
6. La ec on om ía du ra nte el per íod o pa leob abiló nico .................................... 29

II. El período mesobabilónico ............................................................................... 34


1. El pe río do m es ob ab ilónic o: las inva sio ne s c a s it a s .................................... 34
2. La B abilonia casita ............................................................................................ 39
3. Las guerras co n A siria y el final de la dina stía casita ........................... 43
4. La época osc ur a y la dom in ac ió n asiria ...................................................... 45

Π Ι. Período neobabilonio ....................................................................................... 48


1. El I m p e r io ............................................................................................................. 48
2. La vida social, ec onóm ica y ad m in istrativ a ............................................... 51
3. La cu ltu ra y las rea lizacione s m a te ria le s..................................................... 56

Apéndice: tabla cronológica y lista de los reyes babilonios 60


Babilonia 13

 ba a em ple ar otras ru ta s para el trá n - tima comenzaba a jugar un papel de


sito de las mercancías lo que vino a cada vez mayor importancia en la
favorecer a ciudades como Babilonia fragmentada Mesopotamia, partici-
y Mari. Por otra parte, la progresiva  pando cada vez más activam ente en
salinización de la tierra creaba pro- la política general de pactos y alian-
 ble m as económ ic os in te rn os en alg u- zas. Pero más que un signo de la pro-
nos reinos, como Larsa, y empujaba  pia fo rtaleza se trata de u na señal de
al mismo tiempo a una política agre- la debilidad de los otros.
siva de anexión de territorios. Las El pequeño dominio establecido
fuerzas estaban divididas y las alian-  por S um uabum en B abil onia fue po-
zas se hacían y deshacían a un ritmo co a poco ampliado por sus suceso-
acelerado. res. El prim ero de ellos, Sum ulailu, la
En este contexto se produjo la ins-  pro tegió con m ura ll as y venció a la
tauración de una dinastía indepen- vecina Kish, enemiga naturalmente
diente en la ciudad de Babilonia por
el amorita Sumuabum en 1894 a.C.
 N acía así la Pri m era D in astí a de Ba-
 bil onia convertid a en capital de un
 p rin cip ad o in depen dien te . Los p ri-
meros cinco reyes de esta dinastía se
nos muestran, según dejan ver sus
 pro pia s in scripcio nes, com o gra ndes
constructores de edificios religiosos,
reparadores de las murallas y velado-
res del mantenimiento de la red de
canales que irrigaba la campiña y de
cuyo funcionamiento adecuado de-
 pendía en gra n m edid a el bie nesta r
de la población local. En realidad no
 parecen haber contr ola do un te rrito-
rio muy amplio, si bien Kish había
caído en ocasiones bajo su influencia
y las ciudades de Dilbat, Sippar y Ka
zallu dependían de ella. Pero el mis-
mo hecho de que miembros de los
clanes amoritas fundaran en Babilo-
nia y otros lugares dinastías, que ac-
tuaban normalmente sin muchas in-
terferencias de los herederos en pug-
na del desaparecido poderío de Ur,
explica claramente la debilidad polí-
tica que por doquier caracterizaba a
M esopotam ia. Por cierto que la im po-
tencia de las dinastías entronizadas
en Isin y Larsa tras el desmorona-
miento de Ur, y que durante un tiem-
 po se enfre ntaron p ara re sta ble cer el
 poder centr aliz ado que los m onarc as
14  Ak a! His tor ia d e l M un do An tig uo

del nuevo estado, sometiendo además Imperio de la Tercera Dinastía de Ur


Sippar, al noroeste, y Kazallu, más hasta la conquista de la ciudad de
allá del Tigris. Su hijo Sabum levantó Babilonia por los ejércitos hititas a
 para M ard uk, el dios de la ciu dad, el  prin cipio s del siglo XVI a.C. Pero ya
templo de  Escingila  que habría de al- hemos comprobado como apenas se
canzar posteriormente una fama ex- conoce un poco de la historia de sus
traordinaria. Los príncipes de la I Di-  prim ero s tiem pos, si bien la inform a-
nastía babilónica se hallaban cada ción mejora un tanto a partir de la
vez más comprometidos con los inte- instauración en la ciudad de una di-
reses que emanaban de una política nastía independiente de estirpe amo
de equilibrios fluctuantes. Así, mien- rita. Se trata en realidad de los prime-
tras Rimsin, último soberano de Lar ros pasos del nuevo estado como en-
sa, ajustaba las cuentas a Isin y Uruk tidad política independiente, aunque
dentro del cuadro de la política gene- som etida al com plejo y variable juego
ral de la región, en Babilonia Sinmu de las relaciones externas. Conoce-
 ballit, quinto m onarca de la din astía mos mejor, es cierto, en conjunto el
amorita que regía la ciudad, fortifica-  pan oram a político que ofrece el país
 ba sus defen sas. Desd e un prin cip io con su fragmentación y su intrincada
las dinastías de Uruk y Babilonia ha- m arañ a de pactos y contrapactos, que
 bían coopera do estrecham ente y con la historia interna de la ciudad que
el reino de Isin parece haberse llega- habría de darle su nombre. Pero aún
do a un acuerdo circunstancial a la así, el nacimiento de Babilonia como
vista de las manifiestas ambiciones factor político autónomo se inscribe
de Larsa. La formación de un pode- con todo derecho en un mundo que
roso estado en Asiria ofrecía además  parece haber superado, no sin trau-
ahora a Babilonia la posibilidad de mas y dificultades, la forma clásica
desarrollar un fructífero juego diplo- de organización de la ciudadtemplo
mático entre los dos centros de poder sumeria, y en el que la economía y la
al norte y al sur. iniciativa privada acompaña cada vez
Sea como fuere Rimsin decidió con mayor pujanza la actividad tra-
 posponer el ataque a B abilonia cuyo dicional de las instituciones oficia-
reino controlaba ahora las ciudades les representadas por el palacio y el
de Kish, Dilbat, Sippar, Borsippa, templo.
DurApilSin y Gudua, bien porque Con todo, la información no co-
le pareciera un adversario importan- mienza a ser más abundante hasta el
te, bien porque prefiriera utilizarlo reinado de Hammurabi, sexto de los
como factor de equilibrio ante la im- monarcas de la dinastía fundada por
 presio nante ascensión de Asiria. En Sumuabum, momento en que la ciu-
cualquier caso los futuros aconteci- dad además deja poco a poco de ser
mientos habrían de mostrar hasta qué uno más de los estados en que se divi-
 punto esta decisió n del rey de Larsa día políticamente la región. Como es
no estaba hipotecando ya de antema- lógico ello no se debe tan sólo a una
no el futuro de su reino. mayor cantidad de testimonios llega-
dos hasta nosotros sino también al
mayor número de acontecimientos
2. El período que protagoniza. El reinado de este
Babilonia 15

específicos de su reinado. Buena prue- tados cuyo poder había sido conteni-
 ba de ello es la fa m a alc anzada por do por el fallecido rey de Assur y que
este soberano que tardaría más de un habían coexistido con aquél en una
milenio en disiparse. especie de equilibrio del miedo. Ale-
Hammurabi (17921750 a.C.) fue,  po era por aquellos tiem pos el más
no lo olvidemos, el primer reunifica  poderoso de los reinos de Siria, y M a-
dor importante de Mesopotamia des- ri que se extendía sobre el Eufrates y
 pués de los desaparecid os reyes de la su afluente el Habur, y que había sido
Tercera Dinastía de Ur, lo cual no incluso sede de un gobernador pro-
quiere decir que cumpliera este obje- vincial asirio, se había beneficiado al
tivo sin esfuerzos y violencias. Por el igual que Babilonia de la reapertura
contrario el nuevo imperio no crista- de la ruta comercial del Eufrates que
lizaría definitivamente hasta cumpli- unía el Mediterráneo con el Golfo
dos treinta años de su reinado, pero Pérsico. Eshnunna, sobre el valle del
disponía de tiempo y sabía aprove- Diyala, aspiraba a una vieja política
char las oportunidades. Subió al tro- de expansión interrumpida por Asi-
no en 1792 a.C. relativamente joven, ría, que amenazaba igualmente los
cuando sus coetáneos y potenciales intereses de Mari y Babilonia.
rivales, ShamshiAdad de Assur, Rim Mas resta hab lar aú n de otro prota-
sin de Larsa y Dadusha de Eshnunna gonista representado por los clanes
habían alcanzado ya con creces la de nómadas procedentes de los de-
edad madura. Al margen de su propia siertos occidentales que, asimilados a
y vigorosa personalidad buena parte la civilización sedentaria unas veces,
de su educación política y diplomáti- m ostraba n en otras ocasiones una pe-
ca la había aprendido de su padre, ligrosa agitación que desequilibraba,
Sinmuballit, que no sin esfuerzos ha- desgastaba y minaba las fuerzas en
 bía conseguido m antener la indepen-  precario equilib rio de los re sta nte s
dencia de su reino frente a los pode-  particip ante s del juego político. Y en
rosos estados del norte y el sur: la Mesopotamia meridional, Larsa y
«Hammurabi aprendió a tocar ma- Babilonia mantenían mu tuamente una
gistralmente en el teclado de los mu- vigilancia cautelosa, sin paralizar por
tuos contrastes y ambiciones» (Sch ello sus actividades en otras direccio-
mokel, 1965, 81). nes, a la espera ambos de un signo de
Mas detengámonos unos instantes debilidad por parte del contrario para
antes en los restantes protagonistas avalanzarse y asestar el golpe defini-
del drama: en Assur un amorita que tivo. Ello no habría de impedir que
había usurpado el trono con el nom- durante algún tiempo ambos dieran
 bre de Sham shiA dad I había consti-  pruebas de una coexistencia im pre-
tuido un imperio centralizado que se sionante. La restauración de un po-
extendía por toda la Mesopotamia der político unificado en la región no
septentrional. Pero la obra de este habría de llevarse a cabo por tanto
hombre enérgico fue tan efímera co- sin múltiples violencias y dificultades.
mo el tiempo de su reinado, ya que a En un principio Hammurabi cen-
su muerte, sucedida poco después del tró su atención en la frontera meri-
cambio de rey en Babilonia, el pode- dional con Larsa, quizá el oponente
río asiri hab ía h did más inquietante en ese momento, y
20  Ak al His tor ia de l M un do An tig uo

los códigos de Urnammu de Ur, Li


 piti star de Isin y Bilalam a de Esh
nunna. Como compilador y sistema-
tizador del viejo derecho mesopotá
mico Hammurabi no se distingue
tampoco por su inventiva. Sus leyes
no aportan prácticamente nada origi-
nal en el campo legislativo. Tampoco
se trata de una obra de carácter pro-
gresista pues en realidad el Código de
Hammurabi se limitaba a regular el
orden establecido: «Hammurabi no
destruye ni transforma en absoluto
las relaciones socioeconómicas exis-
tentes hasta entonces. Se limitaba a
dejar de lado los particularismos re-
gionales. Formalmente se mantiene
incluso la ordenación en comunida-
des rurales. Hammurabi sólo las su-
 bordinó a su poder, in stitu yendo a al-
gunos de sus funcionarios dentro del
aparato administrativo de las comu-
nidades» (Klima, 1983, 187). Tales co-
m unidad es rurales hab ían sido el ori-
gen de las ciudadestemplo sumerias
a partir de las cuales evolucionó pos-
teriormente la vida urbana en Meso-
 potamia. Las ciudad es m csopotámicas
conservaban todavía algunos rasgos
específicos de aquellas comunidades
rurales como es la presencia de asam-
 bleas deliberativas in te gra das por los
notables locales. En tiempos de H am -
murabi era un órgano más del palacio.
La verdadera importancia del Có-
digo de Hammurabi viene dada por
el hecho de que unificaba las anterio-
res legislaciones existentes, como los
códigos de Urnammu, Lipitistar y
Estatua de bronce de la reina elamita
Napir Asu Eshnunna, proporcionando una ho-
(Hacia el 1250 a.C.) mogeneidad jurídica que antes no
Museo del Louvre. había a todas las tierras de su impe-
rio. Para ello h abía com pilado y siste-
matizado un conjunto de preceptos
 ju ríd ic os en una labor de revisión y
Babilonia 21

 ble y la suya es la prim era gra n siste-


matización de la Historia del Dere-
cho, no es por ello menos cierto la
 presencia de alg unos aspectos clara-
mente regresivos. El principal de ellos
lo constituye la fundamentación de
su derecho penal en la Ley del Talión
aün temperada con su aplicación
siempre entre ciudadanos de la mis-
ma clase social. Nada de ello aparece
en la anterior legislación mesopotá
mica que desconoce el «ojo por ojo,
diente por diente» estableciendo en
su lugar las pertinentes com pensacio-
nes económicas. Es por ello juicioso
considerar que su introducción en el
Código de Hammurabi obedece a un
eco atávico de la dura ley del desierto
de cuya propagación es responsable
el elemento semita amorreo. Está tam-
 bié n pre sente una especie de respon-
sabilidad de clan lo que apunta en la
misma dirección señalada, por ejem-
 plo, un alb añil paga con la m uerte el
hundimiento de una casa mal cons-
truida si en él perece un inquilino. Si
entre los escombros perece igualmen-
te el hijo de éste, el hijo del albañil
deberá pagar también con su vida
(Cód. Ham ., art. 229230).
Con todo el Código de Ham m urabi
mantiene una importancia excepcio-
nal. «Con su promulgación, sin em-
 bargo, y a pesar de las pocas innova-
ciones establecidas, se originó en
Mesopotamia una reforma judicial
de gran alcance, aunque bien es ver-
dad que sin excesivas preoc upac iones
sociales. Se estableció la igualdad ju-
rídica para todos los ciudadanos, es
cierto, pero de un modo clasista, ya
que la aplicación de sus normas no
era idéntica para todos los hombres»
(Lara Peinado, 1986, 39). Jurídica-
mente la población estaba dividida
en tres clases: las personas de condi-
22  Ak aI Hi sto ria de l M un do An tig uo

na del segundo grupo era castigado tantes eran al mismo tiempo los
menos severamente que cuando se miembros más importantes de la cla-
 perpetr aba contr a un m ie m bro de la se social dominante (awilu ). En las
clase superior. Es este carácter clasis- capas sociales más elevadas se en-
ta el que sirve para fundamentar el contraban también los altos jefes del
despotismo de los reyes babilónicos y ejército y los altos dignatarios del es-
de la clase dominante. Sólo en una tamento clerical. El antiguo sistema
ocasión se presenta Hammurabi po- de ensis, característico de los primeros
seído de un espíritu reformador que imperios, había llegado casi a desa-
choca en cierta medida con algunos  p arecer en los turbulentos tiem pos
de los intereses del sistema estableci- que siguieron a la disolución del po-
do. Se trata de la secularización del der de los reyes de Ur como una con-
 poder político y jurídico de la podero- secuencia de la fragmentación políti-
sa clase sacerdotal. La un ida d del tem- ca de Mesopotamia. En algunos casos
 plo y del E sta do se h ab ía perdid o el término volvió a designar al prínci-
definitivamente durante el agitado  pe de una ciudad independiente , pero
 período an terior, que conoció u na en la época de Ha m m urab i se utiliza-
importante secularización de los bie-  ba para designar a una especie de
nes de los templos, y ahora el templo feudatario del estado, lo que es claro
no era sino una más de las institucio- síntoma de su desvalorización.
nes de la ciudad y del Estado y la re- Era el propio rey, como cabía espe-
lación del ciudadano con él adquiere rar, el que se situaba en la cúspide de
 por vez prim era rasgos in div iduales. todo el complejo aparato administra-
A partir de ahora el palacio dispone tivo. El soberano detentaba los títulos
de la propiedad del templo transmi- de «rey de la totalidad» o «rey de las
tiéndose su parcela de la administra- cuatro regiones del mundo» con lo
ción pública y de la jurisprudencia a que hacía gala, como mucho antes
sectores laicos de la sociedad. Desde Sargón, del carácter universal de su
este momento, al menos eso se pre- dominio. El era además, y en esto
tende, el tribunal civil tendrá absolu- H am m urab i no se distinguía de otros
ta primacía sobre el estamento cleri- monarcas mesopotámicos, sumo le-
cal que hasta entonces contaba con el gislador, juez y general en jefe de los
monopolio de la administración de ejércitos y se enc on traba auxiliado en
 ju sticia , y la actu ació n de los sacerdo- sus tareas de gobierno por una serie
tes en este contexto se verá limitada al de dignatarios que, al igual que antes,
caso de recibir el juramento prestado no obedecían en las funciones que
ante las divinidades. No obstante el desempeñaban a una estricta regla-
templo no perdió, como veremos, sus mentación ministerial. No había es-
importantes prerrogativas económicas.  pecia lizació n de cargos: com o servi-
dores ante todo del monarca poseían
 poderes consid erable s y diversos qu e
4. La administración en ocasiones podían dar lugar a un
del Estado cierto conflicto de atribuciones.
La documentación de que dispone-
La administración no difiere esen- mos para trazar siquiera un esquema
cialmente de la que se observa en del funcionamiento de la vida admi-
26  A ka l H isto ria de l M un do An tig uo

cluso esclavos, dependían para su ciudadanos más humildes a venderse


subsistencia del palacio o del templo. como esclavos o bien a vend er con es-
Si cultivaban las tierras no podían te carácter a miembros de su familia.
abandonarlas y estaban obligados a Una forma especialmente típica de la
entregar al palacio o en su defecto al esclavitud motivada por una mala si-
templo una parte de sus beneficios. tuación económica era la de la escla-
Aquellos que ejercían como artesa- vitud en fianza. A m enu do las deudas
nos tampoco podían abandonar su contraídas po r las personas libres po-
lugar de trabajo. Es esta dependencia dían provocar su esclavización si ésta
económica y esta falta de movilidad no era cap az de satisfacer de otra for-
la que lleva a considerar a los mush- ma las exigencias de sus acreedores.
kenu   como una especie de siervos o, El deudor podía entregarse a sí mis-
en cualquier caso, de «semilibres». mo o bien ofrecer a su mujer o a sus
Sus derechos y sus bienes estaban re- hijos. El acreedor estaba entonces en
gulados por la ley y durante las cam- derecho de emplear al deudor como
 pañas guerrera s estaban obligados a m ano de obra o venderle como escla-
 parti cipar en ellas. Su situació n m ate - vo. Algunos documentos proporcio-
rial debía ser, po r lo general, basta nte nan datos sobre la venta de niños en
 pre caria habida cuenta de que el C ó- este contexto durante este período en
digo de Hammurabi establece que los Babilonia. El Código de Hammurabi
 pago s de los mushkenu   a profesiona- limitaba este tipo de esclavitud a tres
les como médicos, veterinarios o al- años y protegía a los esclavos en fian-
 bañiles no h ab rán de ser m ás que la za contra los malos tratos y la arbitr a-
mitad de los honorarios que por los riedad del acreedor. Este hecho es
mismos servicios les pagaría un owi- sintomático de la gran expansión que
lum.   En contrapartida, las indemni- conoció esta forma de esclavitud por
zaciones en caso de negligencia pro- deudas como consecuencia de la ma-
fesional serán sólo también de la la situación económica de los ciuda-
mitad. De la misma forma, como ya danos humildes y de los abusos de los
se indicó, para los delitos cometidos  pre sta m is ta s que, habié ndose conver-
contra un mushkenum   el castigo es tido por sus negocios en dueños del
siempre menor que si se tratara de un mercado de dinero, ejercían una fuer-
owilum:  «Si un señor ha reventado el te presión económica sobre la mayor
ojo de otro señor se le reventará su  parte de los pro pie ta rios. El pro pio
ojo. Si un señor ha roto el hueso de Hammurabi hubo de tomar cartas en
otro señor se le romperá su hueso. Si el asunto para impedir que la extor-
ha reventado el ojo de un subalterno sión se ejerciera a menudo sobre los
o ha roto el hueso de un subalterno más débiles: «Si un mercader ha pres-
 p a g a rá u n a m i n a   de plata» (arts: tado grano o plata con interés y si ha-
196198).  bie ndo cobrado el interés del gra no o
La tercera categoría social recono- de la plata no ha deducido toda la
cida era la de los esclavos ( wardu) cu- cantidad de grano o plata que recibió
ya situación tampoco era homogé- y no redacta un nuevo contrato, o
nea. Su situación material dependía  bie n ha añadido el interés al capital
en la práctica del carácter y la posi-  prin cip al, el m ercader devo lverá do-
ción de sus amos. Obviamente no re-  bla da la cantidad de gra no o de pla ta
Babilonia 27

cia de la sentencia de un tribunal an- ya que el Código de Hammurabi los


te delitos cometidos. Una negligencia cita frecuentemente juntos. Otro tipo
grave en el mantenimiento del siste- de esclavitud era la de los prisioneros
ma de riegos que pudiera ocasionar de guerra (asiru)  y los deportados. Su
daños a terceros era igualmente un situación no estaba en modo alguno
motivo ante la falta de compensación con tem plad a p or la ley, po r lo que ca-
económica: «Si un señor ha sido ne- recían de estatuto jurídico como las
gligente para reforzar el dique de su demás categorías sociales. Aunque no
campo y no reforzó su dique, si en su  parecen haber sido utilizados ab u n -
dique se abre una brecha, si con ello dantemente durante este período su
ha permitido que las aguas devasten situación material debía ser bastante
las tierras de laboreo, el señor en cu-  precaria ya qu e se encontr aban a m e-
yo dique se abrió la brecha compen- nudo sometidos a duras prestaciones.
sará el grano que ha hecho perder. Si La familia era de tipo patriarcal
no puede pagar el grano, se le vende-  por lo que el varó n conserv aba sie m -
rá a él y a sus bienes y los ocupantes  pre pre rrogativas y dere chos superio -
de la tierra de laboreo, cuyo grano es- res a los de la mujer. La discrimina-
tropeó el agua, se repartirán el benefi- ción de ésta no era, por otra parte, tan
cio» (arts. 5354). aguda como en la sociedad asiría. En
La situación de los esclavos era un Babilonia la mujer podía realizar ne-
tanto ambigua. A unqu e eran conside- gocios por su cuenta, acudir a los tri-
rados como bienes que se podían  bunale s e inclu so ejercer alg unos car-
vender o heredar poseían una perso- gos en la administración pública,
nalidad jurídica que les permitía ca- como escriba o como miembro de un
sarse con u na m ujer libre, en cuyo ca- colegio de jueces. Pero sólo la mujer
so sus hijos eran también libres, poseer era castigada en caso de adulterio y la
sus propios bienes y comparecer ante iniciativa del divorcio correspondía
la justicia. Igualmente existía siempre únicamente al marido. La principal
la posibilidad de una manumisión. causa para la disolución del matri-
Esta podía realizarse por adopción o monio, cuya validez descansaba so-
mediante compra. En este último ca-  bre la redacció n de un contrato , era la
so el precio de la venta se pagaba o esterilidad en cuyo caso, si la mujer
 bien co n el din ero que el pro pio es- no había faltado a ninguno de sus de-
clavo había ahorrad o, o bien con una  beres conyugales, re cib ía la devolu-
siima aportada por sus familiares. Los ción de su dote y una indemnización
ciudadanos babilonios que habían si- fijada de antemano en el contrato
do hechos prisioneros durante una matrimonial. Una enfermedad grave
campaña militar debían, según las le- de la mujer era también causa de di-
yes de Ham m urab i, ser rescatados por vorcio ante lo cual ésta podía optar
el templo de su ciudad o por el pala-  por ab a n d o n ar la fa m ilia de su m ari-
cio si eran del todo insolventes. do y recuperar la dote, o vivir en una
Junto a este tipo de esclavitud do- casa aparte mantenida por su mari-
méstica en la que el dueño se veía do. La dote, aunque propiedad de la
obligado po r ley a cuid ar de su escla- mujer, era usufructuada por el mari-
vo, hasta el punto que debía satisfa- do y a la muerte de ésta pasaba a sus
cer los honorarios médicos derivados hijos, o a sus padres en caso de que
28  Ak aI His tor ia de l M un do An tig uo

ción de un hijo para asegurar la des- conservará su casa y cuidará de su


cendencia, gozando de los mismos  persona; no entrará en la casa de otro
derechos que un descendiente legíti- hombre. Si esa mujer no cuida de su
mo, y si era esclavo quedaba entonces  persona sino que entra en la ca sa de
manumitido. Los bienes del matri- otro hombre será arrojada al río des-
monio pertenecen a los dos cónyuges  pués de habérselo pro bado. Si un se-
y ambos son, por lo tanto, responsa- ñor es hecho cautivo y no hay en su
 bles de las deudas contr aíd as por el casa lo suficiente para vivir, su esposa
otro durante el mismo. Pero sólo el  puede entrar en la casa de otro hom -
marido podía entregar a su mujer a  bre sin culpa. Si un señor es he cho
un acreedor para hacer frente al pago cautivo sin que haya en su casa lo su-
de sus deudas. ficiente para vivir y antes de su regre-
El padre poseía la plena potestad so su esposa ha entrado en casa de
sobre sus hijos que no podían dispo- otro hombre y ha tenido hijos, si más
ner del patrimonio doméstico, y en tarde su marido ha regresado a su
caso de muerte del esposo la madre ciudad, esa mujer regresará junto a él
 puede ejercer la autoridad fam il iar y los hijos permanecerán con su pa-
siempre que no existan hijos mayo- dre» (arts. 133134135).
res. Estas viudas no podían contraer El rasgo más característico de la so-
nuevo matrimonio sin la debida apro- ciedad babilónica de este período es
 bació n ju rídica, salvo en el caso de el auge de los valores individuales,
que no contasen con medios necesa- fundamentados sobre la propiedad
rios para mantener a su familia. La  privada. Esto es algo qu e se com prue-
herencia se repartía preferentemente  ba en la capacidad jurídica alcanza-
entre los hijos varones, pues las hijas da por la mujer dentro de la familia,
ya habían cobrado un anticipo de la así como en la personalidad jurídica
misma al recibir la dote. Aunque la que caracteriza a mushkenu   y escla-
herencia se dividía en partes entre los vos. La ambigüedad en la situación
hijos carnales, los adoptivos y los de de éstos últimos provenía del hecho
la concubina si habían sido legitima- de que se trataba en su mayor parte
dos, el primogénito mantenía el dere- de antiguos ciuda dan os libres que por
cho de poder escoger primero su par- una razón u otra se habían visto abo-
te. Los hijos se encontraban protegidos cados a tal condición. No eran consi-
 por la ley frente a la arbitrariedad del derados en modo alguno como cosas
 padre que no podía deshere darlos sa l-  pu es su figu ra ju rídic a era contem -
vo en caso de faltas muy graves com-  plada por la ley. En general las leyes
 probadas ju dic ia lm ente . Si el esposo de Hammurabi garantizaban el desa-
abandonaba de modo arbitrario la rrollo de todos estos valores indivi-
comunidad a la que pertenecía el ma- dualistas y las relaciones del ciu da da -
trimonio quedaba anulado y la mujer no con la justicia adquirieron tam-
era libre de casarse nuevam ente. Pero  bién rasgos in div id uales. Tribunale s
si el esposo era hecho prisionero du- civiles creados en cada provincia eran
rante la guerra sólo podía contraer responsables de una aplicación justa
matrimonio nuevamente en caso de de la ley. El propio Hammurabi se
que no dispusiera de medios suficien- encontraba interesado en asegurar la
tes para mantener a su familia. Aún ho nrad y equidad de lo jueces: «Si
Babilonia 49

 p a r G a z a , s o l iv ia n ta r las
la s si e m p re i n - disturbios en Nippur, Ur, Uruk, Lar-
quietas c iuda des fenicias de Tiro y Si Si sa, Borsippa y la propia Babilonia.
dón y provocar una nueva subleva- Para h ace r frentefrente a la la ingerencia cada
ción de Judá. Pero la revuelta tampo- vez mayor del influyente estamento
co consiguió triunfar en esta ocasión. clerical el rey situó bajo su vigilancia
En 587 a.C. Jerusalén fue tomada de el funcionamiento económico de los
nuevo tras sufrir una asedio de casi señoríos sacerdotales. Los intenden-
dos años; nuevas deportaciones y la tes y apoderados de los templos de-
anexión del reino de Judá zanjaron  bí
 b í a n a h o r a de r e n d i r c u e n ta s a n t e
 po
 p o r p a r te de B a b ilo il o n ia el p r o b le m a . funcionarios adscritos al poder cen-
Tiro tuvo más suerte; abastecida por tral y esta ingerencia, desconocida
mar por los egipcios soportó un sitio desde los tiempos de los reyes casitas,
de trece años para terminar capitu- debió de exasperar aún más a la je-
lando en 573 a.C., como ya habían rarquía religiosa.
hecho antes Sidón y otras localida- Mientras tanto, las tribus medas y
des.
des. La ciudad recibió la la presencia de  pe
 p e rs as h a b í a n sid si d o u n ifi
if i c a d a s b a j o el
un gobernador babilonio. m anda to de Ciro y se presentaba n co-
Pero la aparente grandeza oculta- mo el vecino más inquietante. Es más,
 ba
 b a u n a r e a lid
li d a d u n ta n to d isti
is tin
n ta . E n tras la victoria del caudillo persa so-
595 a.C. había estallado una revuelta  bre
 b re el rey re y d e L idiaid ia,, C reso
re so,, el Im p e rio ri o
en Babilonia que tuvo que reprimir de Nabónido se encuentra cercado
con las armas. Los ataques contra desde el Mediterráneo al Golfo Pérsi-
Egipto no tuvieron más consecuencia co por las poderosas fuerzas iranias.
que la de asegurar el equilibrio entre La única retaguardia posible era era Ara-
las dos potencias y los últimos años  bia
 b ia , s u s c e p tib
ti b le s ie m p re d e p r o p o r -
del reinado de Nabucodonosor se re- cion ar levalevass im portantes entre su po-
 pa
 p a r te n e n tre
tr e el te m o r h a c ia sus su s a n t i -  bla
 b lacc ión
ió n n ó m a d a o se m in ó m a d a , y éste
guos aliados, los medos, y hacia las  pu
 p u d o serse r u n o de los lo s m otiv
ot ivos os,, j u n t o a
conjeturas y desórdenes internos. su devoción
devoción al dios lun ar Sin, que im-
A su muerte, su hijo, AwelMarduk  pu
 p u lsó
ls ó a N a b ó n id o a p e r m a n e c e r d u -
(561560) fue pronto eliminado por rante diez años en este territorio, de-
un general, Neriglisar, que se hizo  ja
 j a n d o el g o b i e r n o d e B a b i lo n ia en
con el poder. Reinó durante cuatro manos del príncipe heredero en su
años y a su muerte, su hijo, Labashi calidad de coregente. Desde un pun-
Marduk, le sucedió en el trono pero to de vista económico poseer Arabia
fue asesinado a los dos meses y reem-  po
 p o d í a e n t r a ñ a r t a m b i é n re s u lta lt a d o s
 pl
 p l a z a d o p o r el c a n d i d a t o q u e a p o -  po siti
si tivo
vos.s. Los
Lo s p u e rto rt o s del
de l G o lfo lf o P ér -
yaba la poderosa facción que consti- sico estaban en poder de los persas a
tuía el sacerdocio de Marduk: Nabó los que pertenecían ya todos los terri-
nido (555539 a.C.), de posible origen torios situados en la margen oriental
arameo. del Tigris. Una de las rutas caravane-
El reinado de Nabónido marca la ras más importantes era la que se di-
descomposición del Imperio babiló- rigía hacia el oeste y Egipto pasando
nico. El clero de Maduk le retiró pron-  po
 p o r el o as is de T eim ei m a, cu yo c o n tro tr o l
to su apoyo ante la predilección del  pe
 p e r m it i r í a r e g u l a r i z a r los
lo s i n te r c a m -
soberano por el culto de Sin, del cual  bio
 b ioss en fav fa v o r de B a b ilo il o n ia y ejer ej erce
ce r
50  A ka l His to ria d e l M un do An tig uo

«Séptimo año: en el mes de Kislimu (Nov./ Babilonia. Desde el mes de Kislimu (Nov./
Diciem.), el rey de Akkad congregó su Diciem.) al mes de Addaru (Feb./Marzo),
ejército, marchó contra la tierra de Hattu los dioses de Akkad que Nabónido había
(Siria), acampó contra la ciudad de Judá y hecho bajar a Babilonia... regresaron a sus
se apoderó de la ciudad en el segundo día ciudades sagradas.»
del mes de Addaru (Feb./Marzo). Capturó
(Crónica del reinado de Nabónido que
al rey. Designó allí un rey de su elección.
relata la conquista de Babilonia por los
Tomó mucho botín de ella y lo envió a
persas de Ciro II,  AN ET,
ET ,  306)
Babilonia.»
(Crónica del reinado de Nabucodonosor II «Soy Ciro, rey del mundo, gran soberano,
que relata la conquista de Jerusalem, monarca legítimo, rey de Babilonia, rey de
 AN ET,,  305)
 ANET Sumer y Akkad, rey de los cuatro bordes
de la tierra,
tierra, hijo de Cambises, gran sobe ra
no, rey de Anshan, nieto de Ciro, rey de
«En el mes de Tashritu (Sept.-Oct.), cuan
 Ans
 A nsha
han,
n, de scen
sc en dien
di en te de Teispe
Te ispes,
s, gran
do Ciro atacó el ejército de Akkad en Opis,
soberano, rey de Anshan, de una familia
 junto
 jun to al Tigris,
Tigris , los habitante
hab itante s de Ak
Akka
kad
d se
que siempre poseyó realez realeza;
a; cuyo d ominio
rebelaron, pero Nabónido pasó a cuchillo
Bel y Nabu aman, a quien ellos quieren
a los aturdidos habitantes. El día 14 Sippar
por rey porque complace su corazón.
fue tomada sin combate. Nabónido huyó.
Cuando entré en Babilonia como amigo y
El día 16, Gobrias, gobernador de Gutium,
establecí la sede de gobierno en el palacio
y el ejército de Ciro entraron en Babilonia
del gobernante, en medio del júbilo y rego
sin combate. Después Nabónido fue apre
cijo, Marduk, el gran señor, indujo a los
sado en Babilonia, a la que volvió. Hasta el
magnánimos habitantes de Babilonia a
fin de mes, los guteos portadores de escu
amarme, y procuré a diario reverenciarle.
dos estuvieron en el interior del Esagila,
Mis numerosas tropas anduvieron por Ba
pero nadie llevó armas en su recinto y las
bilonia en paz. No permití que nadie ate
ceremonias no se descuidaron. En el mes
rrorizara lugar alguno del país de Sumer
de Arahshamnu (Oct./Nov.), el día tercero,
y Akkad. Me esforcé por la paz en Babilo
Ciro entró en Babilonia, ramas verdes se
nia y en todas las ciudades sagradas.»
extendieron delante de él: la paz se impu
so en la ciudad. Ciro despachó proclamas (Inscripción sobre un cilindro de arcilla
de saludo a toda Babilonia. Gobrias, su que relata la conquista de Babilonia por el
gobernador, dispuso vicegobernadores en soberano persa Ciro II,  AN ET,
ET ,  315)

nia acerca de su larga estancia en ra sospechar que éstos veían con bue-
Arabia, permanecen en la sombra. nos ojos el avance de Ciro al frente de
Entre tanto la amenaza persa se las tribus iranias, máxime si conside-
hacía cada vez más evidente y en el ramos que aquél llegaba precedido de
interior del país la oposición liderada una fama de tolerancia y respeto hacia
 po
 p o r el cler
cl ero
o n a c io n a lis
li s ta de M a r d u k las tradiciones nacionales. Quizá ello
latía peligrosamente, contraria a la explique la rapidez de su triunfo.
ideología universalista de Nabónido. Lo cierto es que, habiendo regresa-
Este, en efecto, parece haber recogido do ya
ya N abó nido desde Arabia,
Arabia, el
el ata-
la antigua tradición de la dinastía asi- que se produjo en el otoño del 539 y
na en torno a un imperio universal ba- las tropas de Ciro, al que se había su-
 jo los aus
a uspi
pici
cios
os de u n dios
dio s tam
ta m b ién
ié n u n i- mado el gobernador rebelde de Gu-
versal, lo que chocaba con el naciona- tium, un tal Gobrias, no hallaron ape-
Babilonia 51

días atrás mediante una acción sor- todo de las propiedades eclesiásticas,
 pre
 p re sa e f e c tu a d a p o r u n o de los d e s ta - aparceros — erreshu e rreshu — y j o r n a l e r o s
camentos al mando de Gobrias. No  — sabe
sabe — que q ue tratr a b a ja b a n p a ra los otros
otr os
se conoce con exactitud el destino fi- colonos y propietarios. Los obreros a
nal del último rey de Babilonia. Se- sueldo recibían la denominación de
gún unos pereció al poco (Jenofonte, agrutu   y ofrecían sus servicios allí
Cir.  VII, 5, 30), más otros sostienen donde había trabajo.
que sufrió exilio en Carmania (Jose Por último se encontraban los es-
fo, Contra Apión,  I, 4). Pero si el histo- clavos. Las fuentes de la esclavitud
riador reconoce aquí el final de una seguían siendo las mismas que en
época, ya que con él desaparece la épocas anteriores: deudores insolven-
Babilonia indep endiente, los los contem - tes, niños que eran vendidos por sus
 po
 p o r á n e o s d e b i e r o n p e n s a r d e o tr o  pa
 p a d r e s , e x t r a n j e r o s c o m p r a d o s p o r
modo. De hecho sólo se había produ- mercaderes y los prisioneros de gue-
cido un cambio de soberano, pues en rra. Su precio sigue siendo elevado y
la práctica Ciro se dedicó, como se en ocasiones un esclavo llega a costar
había hecho siempre, a restaurar los una mina,  sobre todo, si se trata de
templos y a garantizar la celebración mujeres jóvenes y herm osas o poseen poseen
del culto en los mismos. El respeto a algún conocimiento especializado.
las tradiciones locales fue amplia- Su situación, que en general depen-
mente asegurado y Babilonia floreció día del carácter de su amo, era muy
u na vez más bajo la égida de los los persas similar a la de los esclavos asirios,
de cuyo imperio constituía tan sólo trabajando en los palacios, templos y
una provincia. La ciudad fue definiti-  pro
 p ro p i e d a d e s de los n o tab ta b les
le s . A u n q u e
vamente abandonada tras la muerte en  po
 p o d í a n p o s e e r b ien ie n e s m u e b lesle s e i n -
ella de Alejandro Magno, conquista- muebles, promover acciones jurídi-
dor de los persas, en 223 a.C. cas, contraer deudas y efectuar prés-
tamos, así como tener su propia fami-
lia, incluso desposándose con una
2. La vida social,
social, econ
ec onóm
ómic
icaa  pe
 p e rs o n a de c o n d ic i ó n libr li bre,
e, p o d ía n ,
y administrativa sin embargo, ser comprados, vendi-
dos, intercambiados, prestados, arren-
Como antes la sociedad babilónica dados, dados en fianza o heredados
establecía la distinción entre personas  po
 p o r sus
su s am os.
os . La m a n u m is ió n n o era
libres y aquellas que se caracterizaban muy frecuente y los esclavos conser-
 p o r p o s e e r u n e s t a t u t o d e g r a d a d o . vaban todavía esa condición ambi-
Dentro de la población libre se distin- gua que los caracterizaba, heredada
guía una clase social superior integra- como siempre del hecho de que, pese
da por las llamadas «gentes de bien» a su situación degradada, provenían
 — m a r b a n i —
 — f u n c io n a ri o s , p o r lo ge-
ge - de antiguos ciudadanos libres atena-
neral, de la administración civil y re- zados por las malas circunstancias
ligiosa. En las ciudades comerciantes económicas. Luego estaban los pri-
y artesanos componían un grupo in- sioneros de guerra, que constituían
fluyente, cuyo consejo —   p u k h r u —  caso aparte y no gozaban de estatuto
 po
 p o se ía cier
ci er ta a u to r id a d a esces c ala
al a m u -  ju
 j u r í d ic o alg
al g u n o . Su s i tu a c ió n era er a m u -
52  A ka l His tor ia de l M un do An tig uo

191). En la práctica en muchos casos


la situación de la mujer caracterizada
 por esta condic ión am big ua im puesta
 por la familia patria rcal, que había
experimentado un nuevo apogeo a
raíz de las invasiones arameas, no di-
fería esencialmente de la de los escla-
vos domésticos.
Más que entre libres y esclavos, la
auténtica división se establecía entre
una sociedad civil y otra clerical. Los
templos constituían mundos propios,
con sus extensas posesiones y un nu-
meroso personal a su servicio — shir-
k u —. Este conform aba una sociedad
religiosa de oblatos, paralela a la civil
con sus mismas estratificaciones. La
influencia del poderoso estamento sa-
cerdotal ha sido ya señalada, mas res-
ta aún hablar del papel económico
desempeñado por los templos.
Los templos constituían un factor
de primera índole en la economía del
 perío do neobabilonio . Sus propieda-
des eran muy extensas y su riqueza
 provenía de donacio nes pri vadas y
 públicas, así co m o de la buena ges-
tión de los capitales que poseían. Los
grandes santuarios, como el Eanna
de Uruk, se constituían en grandes
 propie dades capaces de arrendar más
Placa con representación del
de 20.000 ha como parte de sus pose-
demonio Hambaba
(Principios del milenio II) siones para su explotación, y a menu-
Museo Británico. do rivalizaban con las propiedades
de la Corona. En realidad la organi-
 pie pro tegid a contr a la ex istencia de zación econó mica de los templos, que
una segunda mujer; recibía en caso se fundamentaba en la explotación
de divorcio seis minas  de plata y con- agrícola, no difería mucho de la de
servaba el derecho a contrae r un n ue- los palacios provinciales asidos: dis-
vo matrimonio, pero, una vez más,  ponía de una base te rritoria l sem e-
sólo ella era castigada, incluso con la  jante , contr olaba una parte conside-
muerte, en caso de adulterio. Su cap a- rable de los intercambios comerciales,
cidad jurídica se encontraba dismi- disponían de talleres de manufactu
nuida frente a la del hombre y sólo ración y eran sede de un tribunal de
éste heredaba y disponía de los bie-  ju sticia . A unque nin guno de los ad -
nes de la familia. En realidad, como ministradores del templo, ni el sha-
Babilonia 53

mento sacerdotal en Babilonia era en el templo, se podían vender, inter-


equiparable a la de la poderosa no- cambiar, emp eñar o heredar. Con to-
 bleza ru ra l asiría que acaparaba las do, las tierras de los templos estaban
dignidades del Estado, no tanto en lo a menudo mal explotadas por lo que
que respecta a su condición dentro los rendimientos fueron durante mu-
del entramado administrativo, cuan- cho tiempo bastante bajos. Ello im-
to a sus privilegios económicos y al  plica que la im portancia ec onóm ica
considerable poder que ejercía. de los templos residía en muchos ca-
Las tierras del templo, y debemos sos más en la extensión de sus propie -
suponer que también las de la Coro- dades que en el aprovechamiento de
na, se rep artía n en tres categorías: tie- éstas. Más que a un defecto de admi-
rras cerealísticas, palmerales, más re- nistración se puede achacar esto a la
sistentes a las condiciones de salini creciente salinización y a los propios
zación del suelo procedente de la irri- métodos de cultivo. La administra-
gación, y tierras de pasto. Las tierras ción real, que recibía un diezmo por
de cultivo eran concedidas para su la explotación de las propiedades ecle-
explotación a los campesinos en régi- siásticas, intervenía por consiguiente
men de aparcería o de arrendamien- a menudo en el control de los rendi-
to. También podían ser concedidas mientos a través de jefes de cultivo
como prebendas (isqu)  a los servido-  —bel piqitti — encarg ados de hacer
res del templo proporcionando así aumentar la producción, aunque los
rentas que constituían una importan- resultados fueron escasos. Ante la fal-
te fuente de beneficios. Estas rentas, ta de beneficios, durante el reinado
que correspondían a días de servicio de N ab ón ido se instituyeron lo que se

Placa de cerámica con representación de


un campesino montado sobre un buey
con joroba
(Principios del milenio II a.C.)
Instituto Oriental de Chicago.
54  Ak aI His tor ia de l M un do An tig uo

ha denom inado «arriendos» o «gran- ces agrupados por barrios según los
 ja s» generales seg ún lo cu al un arren - oficios. Aunque se discute si llegaron
datario o granjero general se encarga- a formar organizaciones similares a
 ba de la explo ta ció n de un vasto te rri- las guildas o gremios medievales, lo
torio mediante subarrendatarios que cierto es que estaban agrupados en
no tenían nexo alguno con el templo. asociaciones situadas bajo la protec-
Mediante contrato debía satisfacer ción de una divinidad tutelar. Estas
un canon anual establecido según una asociaciones que parecen haber con-
estimación a tanto alzado de las cose- tado con su «domicilio social» juga-
chas, realizada siempre por los fun-  ban un papel esencial en la presta -
cionarios del templo. Finalmente el ción de socorro mutuo, ya que dispo-
canon fue fijado por edicto de la au- nían de un fondo común que era ges-
toridad real lo que aumentaba aún tionado directamente por ellas. Este
más la intervención de la Corona en tipo de organización parece haber si-
la gestión de los templos, provocan- do un privilegio de los artesanos más
do, en general, el malestar en éstos. especializados cuyas profesiones re-
La pequeña propiedad individual cibían frecuentemente prebendas del
subsistía en las campiñas suburbanas templo y a menudo ellos mismos fi-
y también mediante concesiones de guraban entre los notables (mar bani)
tierras reales, por ejemplo, a oficiales de la comunidad. Actuaban también
del ejército. Su extensión rara vez su- como una especie de sindicato, ya
 peraba las cuatr o hectáreas. La pro- que poseían personalidad civil para
 pie dad com unal, que nunca llegó a tratar directamente con el contratante
desaparecer del todo, se vio revitali de sus servicios y en su caso reclamar
zada con la instalación de las tribus la exclusividad de éstos.
arameas. En general la agricultura Por norma general las profesiones
sufría una serie de efectos negativos y oficios se trasmitían por vía fami-
que, aparte de la ya señalada salini liar como sugiere el hecho de que los
zación del suelo que exigía la modifi- contratos de aprendizaje conciernan,
cación de los cultivos y la desapari- sobre todo, a los esclavos. Probable-
ción de alguno de ellos, se resumía en m ente estos últimos se ocupab an pre-
la necesidad de una capitalización ferentemente de las labores artesana-
 prev ia, una m ejo ra del utillaje y una les menos especializadas y que por
mejor ocupación del suelo. La exten- tanto no requerían unos conocim ien-
sión de los palmerales suponía una tos técnicos muy elevados: panade-
inversión inicial ya que durante los ros, tejedores, zapateros, etc.
 prim ero s cuatro años no producía n El auge del artesanado se encuen-
nada. Por otra parte, la llegada de los tra también en estrecha relación con
nómadas, cuyos saqueos habían ace- la actividad comercial. Al igual que
lerado la desorganización de la agri- en épocas pasadas el comercio se ins-
cultura, supuso finalmente la existen- cribía dentro del sistema de econo-
cia de una población escasamente mía redistributiva controlada por los
asentada con una mediocre ocupa- circuitos del palacio y los templos. En
ción de la tierra. líneas generales el comercio exterior
El artesanado floreció durante este se encontraba en manos de los mer-
 período favorecido en buena m edid a caderes fenicios, algunos de los cua-
Babilonia 55

 produ ctos de origen mediterráneo, en- ditos y digna tarios com o expresión de
tre ellos: cobre, estaño e hierro. Si bien obediencia y lealtad. Como en Asiría
los templos promovían una parte im- el problema de la sucesión intentó re-
 portante de la activid ad com erc ia l, solverse asociando al príncipe here-
esto no quiere decir que no existieran dero a las tareas de gobierno en cali-
empresas comerciales autónomas. Co- dad de corregente. Al igual que en
mo antaño los tamkaru   se organiza- Asiria el servicio al rey constituía el
 ban en so ciedades com andita ria s, ge-  princip io fundam enta l so bre el que
neralmente de carácter familiar, que descansaba todo el funcionamiento
invertían su fortuna en la financia- del Estado, y tam bién com o en Asiria
ción del comercio y actua ban a la vez los asesinatos, complots y revueltas
como banca, función que también estuvieron a la orden del día.
desempeñaban los templos, adelan- Los reyes neobabilónicos goberna-
tando capitales o concediendo crédi-  ban asistidos por un gabin ete privado
tos y préstamos contra interés. Por lo del que destaca su escriba personal, un
que sabemos, el coste de la vida en la administrador — shatamu — y un secre-
Babilonia de este período parece ha- tario de estado —  zazakku— .  Al frente
 ber bajado resp ecto a perío dos ante - de la administración central se encon-
riores y los precios en general experi- traban los altos dignatarios de pala-
mentan una disminución, a excepción cio: el canciller  — rab m uhati m nu —,
del de los esclavos que no dejó de au- el jefe del arsenal  — rcib kasiri —, el
mentar. Las tasas de interés apenas mayordomo  —sha pan ek alli — y el vi-
variaron respecto a la época de Ham- gilante de palacio  — rab biti —, segui-
murabi y la situación de expansión dos de otros cargos subalternos como
económica dependía más del aflujo era el jefe de la policía  — rab redi
de metales precioso gracias a la nor- kibsi — y el jefe de los correo s  — rab
m alización del comercio en un Impe - kallabi —. La adm in istr ación provin -
rio que cubría el Próximo Oriente, cial era bastante compleja y sus inte-
que de la adecuada explotación de grantes recibían el título de «G rande s
los recursos propios. Con todo, las de Akkad». La mayor parte de las
hambres ocasionales no habían des-  pro vin cia s correspondían a los te rri-
 parecid o por com pleto, com o aqué- torios de las tribus arameocaldeas y
llas que caracterizaron el reinado de el resto a los inmensos dominios de
 N abónid o. Pero es pre ciso te ner en los grandes santuarios como los de
cuenta que cuando hablamos de ex- Babilonia, B orsippa o Uruk. Al frente
 pansión o recuperació n económ ic a lo de las provincias se hallaban gober-
hacemos por comparación, sobre to- nadores cuya titulatura sería  —shaknu
do, a los tiempos precedentes en los o bel piha ti —, y por debajo se encon-
que Babilonia sufrió el desgaste de traban los prefectos de las ciudades
las frecuentes guerras que ocasiona-  — qipu alani —, si bie n éstos depen-
ron el descuido del mantenimiento dían directam ente del rey. A las órd e-
de los canales, el abandono y destro- nes de los gobernadores estaban los
zo de las plantaciones y la ruina de  jefes de las ciud ad es o «alcaldes»
las ciudades. Frente aquel dramático  —sh akin te m i — asistidos por la asam -
 p a n o ra m a , B ab ilo n ia exp erim enta  blea de notables. Allí donde se lo cali-
ahora una situación económica favo- zaban los extensos dominios de los
Babilonia 63

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