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1.

DERECHO Y RELIGIÓN

2. PODER POLÍTICO Y PODER RELIGIOSO

2.1. EDAD ANTIGUA

2.1.1. Contexto ideológico precristiano

Según el historiador Alberto de la Hera, en las sociedades paganas los elementos


religiosos formaban parte de la ciudad y, por tanto, pertenecían a la autoridad
pública. Los antiguos reyes o emperadores de Roma y Grecia eran a la vez monarcas
y sacerdotes.

Existía una idea personalista del derecho: éste se consideraba propio de cada pueblo
y de los individuos integrantes del mismo. Era como un privilegio del ciudadano o
miembro de la tribu, sin que el forastero tuviese protección jurídica. Por tanto, el
derecho no nació de la idea de justicia sino de la religión y no se entendía
independiente de ésta. Para que existiese una relación legal entre dos personas,
primero tenía que haber una relación religiosa (pertenecer a la misma comunidad
religiosa: tener el mismo culto y practicar los mismos sacrificios).

El mundo precristiano era ideológicamente monista, es decir, religión y política se


confundían. El individuo era dirigido por un poder que estaba investido
simultáneamente del carácter religioso y temporal; religión y política formaban un
todo único y harmónico.

● O predominaba el elemento religioso sobre el político (el poder político tenía


carácter sagrado), como sucedía la mayoría de las veces.
● O predominaba el elemento político sobre el religioso (el poder religioso tenía
carácter político).

Durante muchos siglos la religión fue el único principio de gobierno, el único


principio que regía la sociedad. Con el tiempo este principio fue sustituido por el del
“interés público”: al que los latinos denominaron “res pública” y los griegos “to
Koinón”.

2.1.2. Constantinismo político

El Imperio Romano se caracterizaba por ser una sociedad monista y por la


existencia de una religión politeísta y pagana: tenían sus divinidades y además
incorporaban las de los pueblos conquistados. Su principio religioso fundamental se
basaba en que el Emperador era una divinidad más y, como tal, exigía adoración,
veneración y sumisión. Esto provocó enfrentamientos con las religiones monoteístas
y fue el origen de diversas persecuciones.

Hechos cronológicos más destacados del Imperio Romano:


● 303-304 Persecuciones de Diocleciano.
● 311 “Edicto de Tolerancia” de Galerio.
● 313 “Edicto de Milán” de Constantino y Licinio.
● 380 “Edicto Cunctos Populos” de Teodosio I.
● 476 Cae el Imperio Romano de Occidente.

A) Nacimiento y persecución del cristianismo.


El enfrentamiento más importante se produjo contra el cristianismo, debido a tres
factores:
a) La doctrina política del “dualismo cristiano”, que plantea la separación de los
ámbitos temporal y espiritual. Resume esta doctrina la conocida frase de “Dar
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
b) La no-aceptación del Emperador como una divinidad más.
c) Su rápida propagación por todo el Imperio y por los distintos estratos sociales.

B) Tolerancia del cristianismo.


El fracaso de las persecuciones comportó un cambio en la política seguida con los
cristianos que se inició con el “Edicto de Tolerancia” de Galerio, el año 311, que
puso fin a las persecuciones y permitió cierta práctica de su culto. Representó la
tolerancia oficial frente a la tolerancia de facto existente hasta entonces.

C) Libertad religiosa y constantinismo político.


En el año 313, Constantino en Occidente y Licinio en Oriente, promulgaron el
“Edicto de Milán”, que supuso la legalización del cristianismo, la libertad religiosa y
la equiparación de todos los cultos.

La relevancia que adquirió el cristianismo dentro del Imperio hizo que el Emperador
Constantino adoptase medidas políticas teniendo en cuenta esta nueva mayoría de
ciudadanos romanos y, a la vez, cristianos. Ello le indujo a aprovechar los principios
éticos del cristianismo para inspirar las constituciones imperiales y rehacer el
Imperio. El cristianismo se asentó definitivamente pero, por contra, perdió gran
parte de su autonomía, ya que el Emperador se arrogó potestades también en materia
religiosa.

Así, el Cesaropapismo representó el inicio de la intervención del poder temporal


sobre el poder espiritual, ya que Constantino se consideró “Obispo” instituido
directamente por Dios, instrumentalizó la Iglesia al servicio de la política del
Imperio, e intervino en asuntos eclesiásticos:
- al considerarse dirigente del pueblo cristiano;
- convocar concilios;
- nombrar dignatarios de la Iglesia;
- inmiscuirse en cuestiones dogmáticas;
- etc…

Todo ello provocó que, en aquella época, apareciesen dos problemas en las
relaciones Estado-Confesiones que siempre han estado presentes:
- la utilización de la religión para consolidar una forma política determinada; y,
- por parte de la Iglesia o confesión religiosa, la búsqueda del apoyo del poder
político para expandirse.

D) Cristianismo como religión oficial del Imperio.


Esta situación de privilegio conllevó la intolerancia de los cultos paganos, que
culminó en el año 380, cuando Teodosio I promulgó el “Edicto Cunctos Populos” y
proclamó el cristianismo como religión oficial del Imperio. Con este Edicto
desapareció la libertad religiosa y la tolerancia a los cultos paganos.

Por contra, para la Iglesia comportó la pérdida de autonomía, ya que el poder


político absorbió el religioso: gran influencia del césaropapismo  El Emperador
convoca concilios, nombra obispos, dicta leyes en materia religiosa…
Se produce una secularización del Derecho canónico y una espiritualización del
Derecho romano al relacionarse entre sí: el Derecho canónico pretende copiar la
perfección del Derecho romano e influir en éste.

E) Fin del Imperio.


A la muerte de Teodosio I (395), se divide el Imperio entre sus dos hijos, Arcadio y
Honorio: que asumen respectivamente el Imperio de Oriente en Constantinopla y el
Imperio de Occidente en Roma.

En Oriente, la autoridad imperial aumenta su poder sobre la Iglesia, ya que el poder


político no estaba desgastado por ninguna invasión y la Iglesia necesitaba su apoyo
para luchar contra las herejías. El máximo exponente de este cesaropapismo fue
Justiniano. Se extendió hasta el s. XV (invasión de Constantinopla por los turcos en
1453).

En Occidente, el Imperio fue conquistado por los pueblos germánicos el año 476 y
Odoacro (Rey de los bárbaros) depuso a Rómulo Augústulo. El vacío de poder que
dejó la caída del Imperio Romano fue salvado por la autoridad religiosa, iniciándose
la hierocracia.

2.1.3. Dualismo gelasiano

La carta del Papa Gelasio I al emperador de Oriente Anastasio I, el año 494, se


considera como el pronunciamiento más claro de la Iglesia Católica en materia de
relaciones Iglesia-Estado hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965).

Frente al monismo anterior este nuevo planteamiento propugna el dualismo, al


afirmar que el gobierno de los hombres no está confiado a un sólo poder, sino a dos:
el poder de la Iglesia, con competencia sobre asuntos religiosos y espirituales; y el
civil, con competencia sobre asuntos temporales. Pero tiende a afirmar la
superioridad del orden espiritual sobre el temporal, ya que ambos poderes provienen
de Dios.

2.2. EDAD MEDIA

Durante la Edad Media (siglos V a XV) las relaciones Iglesia-Estado giraban en


torno a dos modelos: el cesaropapismo y la hierocracia (o potestad directa), según
triunfase la posición real o eclesiástica.
2.3. EDAD MODERNA

2.3.1. Sistema territorialista

Al mismo tiempo que el papado se debilitaba, el Sacro Imperio Germánico perdió su


poder en favor de las monarquías nacionales emergentes, de vocación centralista,
que intervenían en los asuntos y derechos de la autoridad religiosa dentro de su
propio territorio y llegaron a considerar la Santa Sede como una potencia extranjera.

Así, a principios de la Edad Moderna, se quebró la unidad religiosa de la cristiandad


medieval en Europa y se formaron dos sistemas:
- el territorialista, propio de los países donde triunfó la Reforma Protestante
(Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Inglaterra); y,
- el jurisdiccionalista, sistema predominante en las monarquías católicas
(Portugal, España, Italia, Francia, Austria, algunos estados alemanes).
En ambos sistemas, nació lo que se denominó Iglesias Nacionales.

La Reforma Protestante se inició en 1517, cuando una serie de iglesias cristianas se


separaron de Roma por estar en desacuerdo con la idea de una Iglesia tan jurídica y
jerarquizada.
Las causas que propiciaron la Reforma fueron varias y diversas:

- El Cisma de Occidente.
- La crisis doctrinal, ya que la “Teoría conciliar” (surgida del Concilio de
Constanza) no fue aceptada por los Papas siguientes, de forma que
predominaba su poder sobre el concilio.
- La relajación de las costumbres: la vida lujosa y banal de los altos cargos
eclesiásticos.
- Causas políticas: como el nacimiento de los nacionalismos religiosos,
consecuencia directa del Cisma. Los monarcas, con el pretexto de solucionar la
situación, pasaron a regular cuestiones religiosas en sus países.
- Causas económicas: como la presión fiscal ejercida por Roma.

En un principio, la Reforma era favorable a la libertad de conciencia. El


protestantismo inicialmente apostó por una Iglesia interior, subjetiva, no jurídica y
sin jerarquías, que no necesitase exteriorizarse ni tener una organización externa. No
obstante, todos los intentos anteriores de formar una iglesia meramente espiritual, no
jurídica, habían fracasado. De ahí que esa libertad inicial se transformase en
intransigencia cuando, ante la necesidad de dotarla de una estructura exterior, se
puso a la Iglesia en manos del poder secular, al que se encomendó en cada país el
gobierno de las comunidades reformadas, que impuso su doctrina a todo el pueblo.

Se siguió el principio “cuius regio illius religio”, asentado en la Paz de Westfalia


(1648) tras las guerras de religión, según el cual cada Príncipe imponía a sus
súbditos su propia religión, y que dio lugar al monismo político-religioso y a la
creación de Iglesias Nacionales independientes de Roma.
2.3.2. Sistema jurisdiccionalista

Las monarquías absolutistas católicas también asumieron las características de los


estados confesionales, practicando la intolerancia religiosa hacia las demás
religiones. Pero la manera de concebir las relaciones entre ambos poderes fue
diferente, ya que debían mantener el dualismo que imponía Roma.

Por parte de la doctrina católica, se consideraba que Estado e Iglesia eran dos
sociedades perfectas e independientes, pero que el fin espiritual de la Iglesia era
superior al fin temporal y material del Estado. La Iglesia no debía intervenir en el
orden temporal, pero sí podía hacerlo si era necesario para el fin espiritual, es decir,
“ratione pecati” (potestad indirecta). (Ej.: cuando había un conflicto entre un bien
espiritual y un bien temporal, decidía la Iglesia. Eso se debía a la incidencia que
todo acto humano tiene en la conciencia).

Estos Estados católicos, aunque no rompieron con Roma y siguieron reconociendo


la legitimidad e independencia de ambos poderes, pretendieron la subordinación de
la Iglesia a través de los llamados “iura maiestatica circa sacra”, cuya aplicación
fue diferente en cada país y dio lugar a las diferentes Iglesias Nacionales autónomas,
aunque dependientes de Roma.

Algunos de estos “derechos reales sobre las cosas sagradas” (que casi constituyeron
una herejía administrativa, pero no dogmática, según palabras del Prof. Alberto de
la Hera) fueron:

● Patronato regio  Derecho real de presentación para nombrar Obispos.


● Placet regio o regium exequatur  Se condicionaba la promulgación y eficacia
de las disposiciones pontificias a la previa autorización real.
● Ius appellationis  Derecho a apelar a los tribunales civiles contra las
sentencias de los tribunales de la Iglesia.
● Recurso de fuerza Permitía acudir a los tribunales del
Estado para modificar o anular una norma o acto de la
Iglesia.
● Ius advocatiae  Derecho a defender la unidad y pureza de la fe (contra la
herejía…).
● Ius reformandi  Derecho a reformar las instituciones religiosas para un
mejor cumplimiento de sus fines.
● Ius supremae inspectionis Intervención de la policía para hacer cumplir el
derecho canónico.
● Ius dominii eminentis  Permitía al monarca decidir sobre el régimen jurídico
y destino de los bienes religiosos (expropiarlos,
venderlos…).

Este sistema de relaciones Iglesia-Estado recibió diversos nombres según los países:
● Regalismo en España y Portugal
● Galicanismo en Francia
● Jurisdiccionalismo en Italia
● Febronianismo en Alemania
● Josefinismo en Austria
2.4. EL FACTOR RELIGIOSO EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA

2.4.1. La libertad religiosa y de conciencia en las Declaraciones de Derechos del


S. XVIII

La corriente ideológica que animaba las grandes Declaraciones de Derechos de


finales del S. XVIII se basaba en tres principios:
- fin de la confesionalidad del Estado;
- separación Estado-Confesiones religiosas; y,
- proclamación y tutela del derecho de libertad de conciencia.

Estos principios, sin embargo, no fueron reconocidos de igual forma en todos los
países. Así, mientras fueron aceptados en la Revolución Norteamericana (1776), no
pasó lo mismo con la Revolución Francesa (1789-1799).

A) La Revolución Norteamericana

Los norteamericanos aceptaron estos principios porque no arrastraban la


problemática entre Estado y confesiones religiosas que padecía Europa; no tenían
una iglesia mayoritaria sino un pluralismo religioso.

El principio que rigió la Revolución Norteamericana era que la religión no tenía que
imponerse por la fuerza y la violencia, sino que tenía que imponerse por la razón y
la conciencia.

Así el art. 16 de la Declaración de derechos de Virginia, de 12 de junio de 1776,


dice:
“Que la religión, o el deber que tenemos para nuestro Creador, y la
manera de cumplirlo, sólo puede regirse por la razón y la convicción,
no por la fuerza o la violencia; y, por consiguiente, todos los
hombres tienen igual derecho al libre ejercicio de la religión, de
acuerdo con los dictados de su conciencia; y que es deber de todos
practicar la benevolencia cristiana, el amor y la caridad hacia los
otros”.

Posteriormente, en 1791, perfeccionaron el sistema a través de la Primera Enmienda


a la Constitución de 1787, que recoge dos cláusulas muy importantes:

- La “Establishment Clause”  Determina la separación Estado-Confesiones, ya


que prohíbe que se nombre una religión oficial;
- La “Free Exercise Clause”  Garantiza el libre ejercicio de la religión y
reconoce la libertad religiosa.

B) La Revolución Francesa

En la Revolución Francesa sucedió todo lo contrario, ya que se luchaba contra un


Estado absolutista y confesional católico. El liberalismo europeo no se limitó a
eliminar los privilegios del pasado, sino que incidió sobre los propios grupos
religiosos: suprimió y limitó órdenes y congregaciones religiosas, modificó sus
estructuras internas para democratizarlas… Se trata del denominado Regalismo o
Jurisdiccionalismo liberal, que en la práctica comportó la creación de un Derecho
estatal especial, de signo desfavorable.

Las dos cuestiones principales sobre las que giraba dicho Derecho eran: la garantía
del derecho de libertad de conciencia y la intervención del Estado en la vida interna
de los grupos religiosos.

El primer y máximo exponente de esta línea fue Napoleón Bonaparte, que signó un
Concordato con el Papa Pío VII el año 1801. Este Concordato trató tres cuestiones
básicas:

- Francia se declaró estado laico, con libertad de culto, pero reconociendo la


religión católica como la mayoritaria entre la población (confesionalidad
sociológica);
- El Estado se comprometió a contribuir económicamente al sostenimiento del
clero;
- El Estado se reservaba el derecho de presentación de Obispos.

Al poco tiempo, Napoleón violó el Concordato y Francia derivó hacia el laicismo.

2.4.2. Neutralidad y laicidad del Estado en el S. XX

En Europa, la consagración definitiva de la separación Estado-Confesiones y de la


libertad de conciencia se dio, a inicios del s. XX, a través de la Ley francesa de 1905
y de la Constitución de Weimar de 1919.

Durante los años 20 y 30 aparecieron las dictaduras (laicismo comunista y


fascismos italiano, alemán y español), caracterizadas por el monismo ideológico y la
erradicación de la libertad de conciencia.

Después de la Segunda Guerra Mundial se generaliza el reconocimiento de los


derechos fundamentales en las Constituciones (entre los cuales está el derecho a la
libertad de conciencia, entendido como la libertad de ideas y creencias, religiosas o
no), que recibirán un fuerte impulso con la Declaración Universal de Derechos
Humanos (1948) y el Concilio Vaticano II (1962-1965); y su posterior reflejo en la
caída del muro de Berlín.

A finales del siglo XX, tomó fuerza la idea de compatibilizar la laicidad con un
determinado tipo de cooperación. Lo que nuestro Tribunal Constitucional denomina
“laicidad positiva”. (STC 46/2001, de 15 de febrero, FJ 4 parágrafo 3, y FJ 7
parágrafo 1).
3. PRECEDENTES HISTÓRICOS DE LAS RELACIONES
DEL ESTADO ESPAÑOL CON LAS CONFESIONES
RELIGIOSAS

3.1. SIGLO XIX

La Constitución de Cádiz de 1812 recoge las principales libertades modernas,


excepto la libertad religiosa. A pesar de ser una constitución liberal, en el tema
religioso fue todo lo contrario (los liberales querían la separación Iglesia-Estado),
pero la Constitución proclamó la confesionalidad formal y la intolerancia religiosa
al prohibir las demás confesiones, ejemplos:

- Encabezamiento  “Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y


supremo legislador de la sociedad”.
- Art. 12  “La religión de la Nación española es y será perpetuamente la
católica, apostólica y romana, única verdadera. La Nación la protege
mediante leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier
otra”.

No obstante, en el ámbito de la legislación ordinaria se adoptaron diversas medidas


anticlericales, como la supresión del Tribunal de la Inquisición en 1813. (En la
praxis supuso la desaparición de cualquier tipo de coactividad -procesal y penal- que
impidiera el ejercicio de otra religión).

Las iniciativas de las Cortes de Cádiz fueron suprimidas por la 1ª Restauración


absolutista de Fernando VII (1814-20), que volvió a la política de unión entre trono
y altar. Restableció la Inquisición, que se ocupó principalmente de extirpar los
brotes oposicionistas al absolutismo real.

Esto explica la radicalización de las disposiciones en materia eclesiástica adoptadas


durante el Trienio Liberal (1820-23). Durante este período se restauró la
Constitución de 1812 y se inició un amplio programa de medidas anticlericales,
como, por ejemplo:
1.- Abolición de la Inquisición;
2.- Expulsión de los jesuitas;
3.- Desamortizaciones de los bienes eclesiásticos;
4.- Obligación de escribir pastorales en favor de la Constitución de 1812;
5.- Sumisión del clero al fuero civil en las causas criminales; y,
6.- La “Ley de Monacales” de 1820, que fue la más drástica de todas. Suprimió
monasterios y conventos con menos de 25 religiosos y nacionalizó sus bienes.
También instó a la secularización de los religiosos a través de una
remuneración económica. (Los “exclaustrados” llegaron a ser 1/3 de los
religiosos: 8.111 frailes y 867 monjas.)

Después del Trienio Liberal vino la 2ª Restauración de Fernando VII (1823-33),


donde la confusión trono-altar fue máxima. (Se volvió al confesionalismo estatal y
la intolerancia religiosa).
Se abolió la Constitución de 1812, pero esta vez el Rey no se atrevió a volver a
imponer la Inquisición como había hecho antes, sino que la sustituyó por las “Juntas
de Fe”, que dependían directamente de los Obispos diocesanos.

En 1833 murió Fernando VII dejando como heredera a su hija Isabel II (y a su


madre Mª Cristina como Regenta -1833-43-). El pleito sucesorio entre Isabel II,
(respaldada por los liberales) y, Don Carlos (hermano del rey, apoyado por los
católicos) abrió el período de guerras carlistas, que fueron ganadas por Isabel II. En
realidad fue la primera guerra de religión, ya que estaban enfrentados:
- por un lado, los liberales, defensores del régimen liberal constitucional y del
desmantelamiento de la Iglesia; y,
- por otro lado, los partidarios de Don Carlos, defensores del régimen absolutista
y de la postura tradicional de la Iglesia.
Roma pugnó por éste último y no reconoció el Gobierno de Mª Cristina hasta 1848.

La promulgación de la Constitución de 1837 recoge en su art. 11 una


confesionalidad sociológica, cuando dice: “La Nación se obliga a mantener el culto
y los ministros de la religión católica porque es la que profesan los españoles.” (No
dice nada de la intolerancia ni de los otros cultos, ya que presupone que todos los
españoles son católicos).

Como se puede ver, es el primer texto donde el Estado se compromete a mantener al


culto y al clero y, en parte, esto es para reparar en lo posible los efectos de las
desamortizaciones. Este compromiso de mantenimiento se plasmará en el resto de
constituciones del s. XIX.

Por el contrario, el asentamiento de los liberales comportó la lucha de éstos contra la


Iglesia, a la que intentaron desmantelar por medio, entre otras, de las siguientes
medidas:
1.- En 1836, en plena guerra carlista se produjeron las desamortizaciones llevadas
a cabo por Juan Álvarez de Mendizábal, que consistían en sacar de las “manos
muertas” bienes inmuebles -tanto civiles como eclesiásticos, pero
especialmente éstos últimos- para pasarlos al Estado previa indemnización y
poderlos volver a poner en el tráfico normal del mercado. Esto generó una
burguesía agraria fiel a la monarquía liberal isabelina.
2.- En 1837 se disolvieron las órdenes religiosas masculinas y se limitaron las
femeninas.
3.- Se prohibió conferir nuevas órdenes sacerdotales, o sea, consagrar nuevos
sacerdotes.
4.- Se exigía a los religiosos guardar fidelidad a Isabel II.
5.- En 1837 se suprimió el diezmo.

Durante la Década moderada (1844-54) las relaciones con la Iglesia fueron muy
intensas. Con la Constitución de 1845 se retornó a la confesionalidad formal y el
Estado se obligó a mantener el culto. No se prohibieron constitucionalmente los
otros cultos, ya que no se les menciona.

Esta política moderada propició la firma del Concordato de 1851, signado por Bravo
Murillo y el Papa Pío IX. El Concordato instauró un sistema de neta confesionalidad
católica y de intolerancia hacia los demás cultos.
Así lo decía el art. 1: “La religión católica será, con exclusión de
cualquier otro culto, la única de la Nación española”.

En su contenido cabe destacar 3 temas:


1.- En cuanto a las desamortizaciones, el Estado reconoce el derecho de la Iglesia
a adquirir bienes y ordena la devolución de los no enajenados. En cuanto a las
ventas ya realizadas, la Iglesia las da por válidas a cambio de que el Estado
asuma la dotación del culto y el clero.
De esta época deriva el hecho de que tradicionalmente se haya consignado en
los Presupuestos Generales del Estado unas partidas para mantener a la Iglesia
Católica.
(Aunque esta obligación ya existía desde la Constitución de 1837, art. 11,
como compensación por las desamortizaciones llevadas a cabo, no es hasta el
Concordato de 1851 que adquiere carácter de obligación asumida por el
Estado, ligándose desde entonces la suerte económica de la Iglesia a la de los
presupuestos generales del Estado, con todo lo que esto significa).
2.- Se autorizan las órdenes femeninas dedicadas a la enseñanza y a la caridad,
así como tres órdenes masculinas.
3.- La enseñanza se imparte según la doctrina católica.

A pesar de la vigencia del Concordato, durante el Bienio Progresista (1854-56) se


dictaron nuevas medidas anticlericales y, en concreto, nuevas desamortizaciones
llevadas a cabo por Pascual Madoz, que provocaron la ruptura de relaciones con la
Santa Sede, aunque por breve tiempo, ya que en 1856 se reemprendieron las buenas
relaciones.

A partir de la Revolución liberal de septiembre de 1868 (denominada La Gloriosa)


(1868-73), la cuestión religiosa resurgió con fuerza con una serie de medidas de
marcado carácter anticlerical.

La Constitución de 1869 no es confesional y rompe por primera vez la “unidad


religiosa de España”, aunque asume el mantenimiento del culto y el clero. Es la
primera vez que reconoce, de manera indirecta, el derecho a la libertad religiosa y de
cultos en el art. 21.
Art. 21: “La Nación se obliga a mantener el culto y los ministros de la
religión católica. El ejercicio público o privado de cualquier otro culto
queda garantizado a todos los extranjeros residentes en España, sin más
limitaciones que las reglas universales de la moral y el derecho. Si
algún español profesa otra religión, se le aplicará el parágrafo anterior”.

Entre las fuertes medidas anticlericales cabe destacar las siguientes:


1.- Expulsión de los jesuitas e incautación de sus bienes.
2.- Extinción de las órdenes religiosas de reciente implantación (desde 1835).
3.- Prohibición de que las comunidades religiosas tengan bienes.
4.- Secularización de los cementerios.
5.- Secularización de la enseñanza.
6.- Promulgación de la “Ley provisional de matrimonio civil obligatorio de
1870”.
Finalmente, con la Restauración de la monarquía con Alfonso XII (hijo de Isabel II)
(1874-1931) se inicia una etapa de constantes negociaciones con la Santa Sede.

El eje político de esta época es la Constitución de 1876, cuyo art. 11 declaraba la


confesionalidad estatal pero con una fórmula de tolerancia para el ejercicio privado
de los otros cultos, frente a la libertad de cultos de la Constitución de 1869.
Art. 11: “Nadie será molestado en territorio español por sus
convicciones religiosas, ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo
el respeto debido a la moral cristiana.
No se permitirá, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones
públicas que las de la religión del Estado”.

También asumía el mantenimiento del culto y del clero.

En el nivel de la legislación ordinaria, se derogaron las medidas que más irritaban a


la Iglesia, como la del matrimonio civil obligatorio, instaurándose el matrimonio
civil subsidiario, que pasó al Código Civil a través de la ley de 1870 que tuvo un
siglo de duración y se aplicó sólo para los no católicos. En general, las relaciones no
fueron conflictivas excepto en el tema de las órdenes religiosas que, debido al fuerte
incremento de las mismas se promulgó la “Ley del Candado” de 1910, que prohibía
la constitución de nuevas órdenes sin la preceptiva autorización del Ministerio de
Justicia. Ley que no tuvo una gran repercusión porque la inmensa mayoría ya
estaban instaladas en España.

3.2. SEGUNDA REPÚBLICA

La II República fue el intento político más radical de separación Iglesia-Estado,


incluso se intentó separar a la Iglesia de la sociedad. Este período comprende la
vigencia de la Constitución de 1931 y va desde el 9 de diciembre de 1931 hasta el
18 de julio de 1936.

Su principio fundamental fue el de la laicidad del art. 3: “El Estado español no tiene
religión oficial”, pero las disposiciones posteriores derivaron hacia al laicismo.

A pesar de los derechos fundamentales que recogía el texto constitucional, éstos en


gran parte eran ignorados cuando se refería a la materia religiosa. La política
religiosa no estaba encaminada a extinguir ninguna entidad (a excepción de los
jesuitas), sino a controlar a las confesiones existentes. Así, las entidades religiosas
se regían por una ley especial y debían inscribirse en un Registro creado a tal efecto
en el Ministerio de Justicia.

El artículo 26 de la Constitución era el más agresivo y contradictorio con el


principio de libertad religiosa:
a) Prohibía la financiación pública de las confesiones.
b) En 2 años tenía que extinguirse el presupuesto para el clero.
c) Debían disolverse las órdenes religiosas que tuviesen un cuarto voto y
nacionalizarse sus bienes.
d) Las demás órdenes no disueltas debían someterse a una ley especial, en la que se
establecía:
1) La disolución de las que, por su actividad, constituyesen un peligro para la
seguridad del Estado.
2) Su inscripción en un Registro especial del Ministerio de Justicia.
3) Limitación de sus bienes a los estrictamente imprescindibles para subsistir.
4) Prohibición para ejercer la enseñanza, la industria y el comercio; por lo que se
las privaba de medios de subsistencia.
5) Sumisión a todas las leyes tributarias y obligación de rendir cuentas anualmente
al Estado.

3.3. RÉGIMEN FRANQUISTA

El régimen franquista, que va del 18 de julio de 1936 hasta 1975, es totalmente


antagónico respecto a la II República:
- Combinó la confesionalidad estatal,
- con la simple tolerancia privada e individual de otras creencias no católicas, e
- impuso un monismo ideológico que no admitía la disidencia.

Este período supuso la máxima influencia de la Iglesia católica en la España


contemporánea, siendo el elemento católico el que lo diferenció de los demás
regímenes fascistas continentales (alemán e italiano). Sin embargo, a lo largo del
tiempo la Iglesia católica fue modificando su posición frente al régimen franquista.

Según R. Gómez Pérez, desde el fin de la guerra civil hasta el Concordato el


régimen franquista unirá la reconstrucción nacional con la reconstrucción católica.
La preponderancia de la Iglesia católica fue debida a los excesos republicanos y a la
unión de la derecha republicana con la Iglesia, ambas perseguidas. Al ganar Franco,
éste le reservó un papel destacado en el control de la sociedad.

La legislación republicana, considerada más antirreligiosa, se comenzó a derogar en


pleno período de guerra:

- 1936 ● Se inicia la derogación de la ley del divorcio y del matrimonio civil obligatorio
en los territorios nacionales.
● Se repone la enseñanza religiosa y se hace una depuración ideológica de los
profesores.
- 1938 ● Fin de la secularización de cementerios.
● Se permite el retorno de los Jesuitas y se les devuelven los bienes confiscados.
- 1939 ● Se deroga la ley republicana de confesiones y congregaciones religiosas, y se
permite su regreso.
- 1941 ● Se permite que la Iglesia pueda inscribir en el Registro de la Propiedad los
bienes inmuebles y derechos reales que, para eludir normas republicanas,
estaban en manos de “terceros interpuestos”.
● Se restablece el art. 1º del Concordato de 1851 hasta que no se signe otro.

- Respecto al Concordato, éste a lo que tiende es a resolver por la vía del pacto
cuestiones conflictivas. Y en la España Franquista de post-guerra, no existía ningún
problema conflictivo, porque la prepotencia de la Iglesia católica en el Régimen
español era total.

- Pues sin necesidad del Concordato, la Iglesia:


- Dominaba la enseñanza secundaria y controlaba ideológicamente la universitaria.
- El Estado dotaba económicamente al culto y al clero. Construía y conservaba
templos e Iglesias.
- La Iglesia definía y controlaba la moral pública y familiar.

La razón de la signatura del Concordato era política (Alberto de la Hera). Esto


motivó que al cabo de pocos años el Concordato de 1953 quedase desfasado y no
sirviese para resolver los problemas que iban surgiendo.

Sorprendentemente, a partir del Concordato signado el 27 de agosto de 1953 las


relaciones entre ambas instituciones (Estado y Santa Sede) empezaron a resentirse.
El fin de la post-guerra consolidó la paz interior y juntamente con el inicio del
reconocimiento internacional del Régimen (a través de la signatura del Concordato y
del Pacto de ayuda económica y defensa con los Estados Unidos de septiembre de
1953), hizo que el Régimen se sintiese más seguro y empezara a inmiscuirse en
temas religiosos.

Después de la celebración del Concilio Vaticano II (Roma, 1962-65), que coincidió


con la última década del franquismo, las relaciones con la Iglesia fueron muy
difíciles y tensas.

El Concilio modificó notablemente, desde la óptica católica, las bases doctrinales


sobre las que debía girar la relación Iglesia-Estado. Si hasta entonces se basaban en
el principio de confesionalidad (excluyendo toda libertad), a partir de las
Declaraciones Gaudiem et Spes y Dignitatis Humanae, la base sería el principio de
libertad religiosa; ya que se decía que lo importante era la dignidad de la persona
humana.
Esta nueva doctrina, contraria al Concordato y a las leyes fundamentales del
régimen franquista, era muy difícil de asumir por el Estado, ya que la fuerza
coactiva del Régimen se imponía en todos los ámbitos y era muy complejo hacer
este cambio de política respetuosa hacia la libertad religiosa.
Todo esto comportará tensiones, como las relativas al derecho de presentación o
privilegio del fuero.

El Régimen promulgó la Ley 44/1967, de 28 de junio, reguladora del ejercicio del


derecho civil a la libertad en materia religiosa, aplicable a las demás confesiones,
(salvo a la católica que se regía por el Concordato de 1953), a las que se las
consideraba como simples asociaciones sometidas a un derecho especial, con una
fortísima intervención estatal.

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