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Articulo - Morales, Fernando - El Monstruo Prospectivo PDF
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EL MONSTRUO PROSPECTIVO:
EL OTRO DESDE LA CIENCIA FICCIÓN
1. INTRODUCCIÓN
1
Contamos con análisis recientes entre las diferencias entre literatura fantástica y literatura mara-
villosa (Roas, 2001: 18-19) y con trabajos sobre teoría de la ciencia ficción (Pulido Tirado, 2004a,
2004b; Moreno, 2008, 2009).
2
Asumo la propuesta de Díez sólo desde su planteamiento retórico: literatura especulativa, sin ele-
mentos sobrenaturales, que profundiza en cuestiones culturales del ser humano.
2. EL MONSTRUO PROSPECTIVO
Asumo que el concepto actual del monstruo nace a finales del siglo
y a principios del XIX (Cortés, 1997: 20), aunque las perspectivas más
XVIII
posmodernas se darían en el siglo XX, sobre todo en el cine (Ferreras, 1995;
tura del doctor Frankenstein, aunque podemos encontrar otros como los
androides de Blade runner o el ordenador de la novela: 2001, una odisea
espacial. Por tanto, no importan estos monstruos por sí mismos, sino por
los interrogantes sobre la sociedad que plantean a partir de su doble natura-
leza: bella y siniestra a un tiempo, pues «la belleza es siempre un velo
(ordenado) a través del cual debe presentirse el caos» (Trías, 1988: 43).
De este modo, el monstruo prospectivo consigue superar el determi-
nismo del progreso humano, del ser humano como centro del Universo, al
plantear que todo podría haber sido de otro modo, pero no niega a Darwin.
Por otro lado, abre la puerta a lo diferente, trasciende la faceta siniestra,
aunque haya comenzado por ella. En sí, su existencia contiene cierta
belleza, pues empuja al individuo a pensar que nada se ha roto en el uni-
verso, que nada deja de tener sentido, sino que con cambiar ciertas inercias
culturales las cosas podrían ser diferentes. En esto se diferencia radical-
mente del monstruo fantástico, cuyos efectos de desasosiego e incluso de
horror están implícitos en su retórica.
Para ello, a menudo en los argumentos el monstruo pasa por un proceso
de rechazo inicial que tras una reflexión o un impacto vivencial se convierte
en mero desconcierto e incluso, tras numerosos ejemplos, en admiración
respecto de uno de sus aspectos. Este proceso se encuentra muy relacio-
nado con el de la percepción de lo sublime: «La categoría de lo sublime es
provocada por un exceso o desmesura de naturaleza humana, no natural»
(Trías, 1988: 128).
Por ello, el monstruo posmoderno es sublime; a menudo, se busca su
exceso de humanidad, esa característica que nos obliga a admirarle porque
significa, simboliza una vertiente humana que pretendemos alcanzar, pero
que no alcanzamos.
¿Es que acaso los litinos no soñaban por las noches? ¿Era posible que exis-
tiera en el universo un ser racional de un orden superior al que no parali-
zara nunca, ni un solo instante, el súbito dilema, el miedo a entrever la
Nunca habían dicho «Somos amantes», de modo que nunca habían tenido
que decir «No revelaremos nuestra relación a todo el mundo, se lo ocultare-
mos a algunos». Pero hacía meses que estaba claro que ése era el caso.
Lin había comenzado a señalar, con comentarios ácidos y sarcásticos que la
negativa de Isaac a declararse su amante era como mínimo cobarde, si no
racista. Aquella insensibilidad molestaba a Isaac, que, después de todo,
había dejado clara la naturaleza de su relación a los amigos íntimos de
ambos. Y, además, para ella era muchísimo más sencillo.
Lin era artista, y su círculo lo formaban los libertinos, los mecenas y los
parásitos, los bohemios, los poetas, los anarquistas y los adictos a la moda.
Se deleitaban con el escándalo y la rareza (Mieville, 2001: 17-18).
Los argumentos centrados en las I.A. han llegado a ser muy diferentes,
desde el ordenador que intenta dominar a la Humanidad, pues la considera
peligrosa para sus ansias de conocimiento, como la I.A. de la novela La
sonrisa del gato, de Rodolfo Martínez, hasta los ordenadores que intentan
ayudar al ser humano. Éstos últimos han demostrado a menudo ser los más
peligrosos, como el de la novela de Varley: Playa de acero. A menudo la
I.A. favorece desde su monstruosidad cuasi-divina las parábolas acerca del
sistema de gobierno idóneo, siempre desde el punto de vista de una dicta-
dura, en la cual nos encontramos con un dictador bondadoso, protector y
sabio; pero dictador al fin y al cabo.
Monstruoso, al fin y al cabo.
De nuevo, se crea un debate ético. Sin embargo, ahora no se produce
desde la «discutible inferioridad» del humano salvaje, ni siquiera desde la
mera diferencia de naturalezas; ahora el monstruo se muestra clarísima-
mente superior en aquello de lo que más ha presumido el ser humano: su
capacidad de raciocinio, de fría lógica. Podría pensarse que siempre, como
en tantas series de televisión, el monstruo es vencido por los sentimientos
humanos, pero no es así.
Un buen ejemplo se encuentra en el personaje de Stanislaw Lem, el
ordenador GOLEM, y en sus palabras acerca de la manera de pensar de la
Humanidad. Afirma la I.A.: «No hubo nunca cultura [humana] alguna por-
que no podía haberla que tomara en consideración al hombre como un ser
transitorio» (Lem, 1986: 150). A continuación, replantea la capacidad
humana para encontrar alguna solución a sus dilemas:
He aquí una imagen primitiva para ilustrar el problema: si nos desplazamos
sobre una bola, podemos dar vueltas y vueltas infinitamente, sin terminar
nunca el periplo, aunque la bola es finita. Así mismo, el pensamiento, orien-
tado en una dirección definida, no encuentra fronteras y empieza a girar en
sus propios reflejos. Lo intuyó Wittgenstein en el siglo pasado, sospechando
que numerosos problemas filosóficos eran, para el pensamiento, trabazones
causados por las encalladuras, autoenredos, y nudos gordianos de la len-
gua, no del mundo (Lem, 1986: 184).
3.2.1. Replicantes
3
Pese a lo mucho que me habría gustado ser el primero en sugerir la relación entre Alien y Love-
craft, debo el honor de descubrírmelo a Stephen King (2006: 275).
4
No me convence la excusa narrativa, que se presenta en la película, de que ella es una extrapola-
ción y que Picard ve pluralidad donde no la hay, pues nosotros como Picard también vemos pluralidad,
la haya o no la haya.
4. CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ficción:
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nes B.
BARCELÓ, E. (1994). El mundo de Yarek. Madrid: Lengua de Trapo.
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lona: Edhasa.
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MIÉVILLE, C. (2001). La estación de la calle Perdido. Madrid: La Facto-
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SILVERBERG, R. (2001). Muero por dentro. Madrid: La Factoría de
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Estudios: