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CAPA DE OZONO

El ozono es un gas que molecularmente está compuesto por 3 átomos de oxígeno, y su


estructura es no lineal, posee una energía de disociación de 8547 cm -1 y fue
descubierto experimentalmente a mediados del año 1800 por el alemán Christian
Friedrich Schönbein quien lo identificó por su fuerte olor, posteriormente se realizarían
estudios más profundos en los que se destacó para 1920 el aporte de Dobson quien
desarrolló el primer instrumento para medir sistemáticamente el ozono, de allí que el
ozono se mida en unidades Dobson “U. D.” [CITATION Gil06 \l 2058 ]. Este compuesto
químico reacciona rápidamente con varios compuestos químicos y es explosivo cuando
se encuentra en altas concentraciones [ CITATION Fah02 \l 2058 ].

La distribución de ozono en la atmósfera está controlada por tres procesos


fundamentales, la creación “in situ”, la destrucción “in situ” y el transporte de unas
regiones a otras. Como primer paso para la creación de ozono se precisa de la
fotodisociación del oxígeno molecular (O2) por la radiación UV a longitudes de onda
menores que 240 nm (UV). Esta genera átomos de oxígeno que tras recombinarse con
otra molécula de oxígeno dan lugar a la formación de una molécula de ozono. Así, dos
de las claves fundamentales para la formación de ozono son: la presencia de radiación
UV y de oxígeno molecular. Por ello, la creación de la mayor cantidad de ozono tiene
lugar en la media-alta estratosfera, a una altura entre 10-40 km en la región de los
trópicos (la altura del máximo depende de la localización geográfica y de la época del
año). Por encima o por debajo de estas dos alturas, los dos efectos (abundancia de O 2
y radiación de UV) actúan en contraposición. Por encima, la abundancia de O2 en
menor y, por debajo, hay menos radiación ultravioleta, pues esta es absorbida a medida
que atraviesa la atmósfera. La creación de ozono en este intervalo de alturas produce la
escasez de radiación ultravioleta en alturas más bajas provocando que se genere poco
ozono troposférico, de 20 a 100 moléculas de ozono por cada mil millones de moléculas
de aire. Así, los efectos beneficiosos para el desarrollo de la vida son dobles: por un
lado, actúa como escudo protector, pues la radiación UV es suficientemente energética
como para dañar las moléculas de ADN de los seres vivos, interfiriendo en diversos
procesos biológicos como lo es la capacidad fotosintética y el crecimiento de las plantas
verdes, produciendo cáncer de piel en el ser humano y los animales [ CITATION Smi00 \l
2058 ], con grandes efectos negativos en la inmunosupresión [ CITATION Hol14 \l 2058 ]. Y,
por otro lado, la escasez de ozono troposférico es beneficioso al considerar la alta
toxicidad de este gas. La cantidad de ozono en la atmósfera se mide mediante equipos
instalados en la Tierra y otros llevados al aire en globos, aviones y satélites. Algunos
sondeos (sondeos directos) se realizan llevando el aire a los instrumentos que tienen
sistemas que detectan el ozono. Otros sondeos (sondeos remotos) están basados en la
absorción de luz en la atmósfera. En este caso, se despliega un rayo láser o se mide la
luz solar que atraviesa una parte de la atmósfera conteniendo ozono [ CITATION Gil06 \l
2058 ].
El ozono se encuentra desde hace millones de años en un estado de equilibrio
dinámico, ya que este gas continuamente se produce y se destruye manteniéndose así
constante su proporción en la atmósfera. Este estado de equilibrio se ve alterado
debido los procesos que afectan las concentraciones de las especies activas NO 2/NO,
los procesos químicos homogéneos y heterogéneos que influyen en la transformación
de las especies activas o atómicas en especies de mayor tiempo de vida media, los
procesos físicos como la sedimentación y el transporte, las corrientes polares
nocturnas, la distribución geográfica…, y especialmente a la aparición de unos gases
artificiales, los denominados clorofluorocarbonos (CFCs), ya que el átomo de cloro que
forma parte de estas sustancias destruye el ozono [ CITATION Veg16 \l 2058 ]. Los CFCs
son transportados a latitudes medias-altas bajo el proceso dinámico de la circulación de
Brewer-Dobson (Redondas et al., 2016), donde se disocian en presencia de la radiación
ultravioleta liberando un átomo de cloro, el que pasa a formar parte de compuestos
inertes denominados 'depósitos de cloro'. Estos compuestos, como el resto de los
gases, se desplazan por toda la atmósfera [ CITATION Fah02 \l 2058 ]. El rápido agotamiento
de la capa de ozono sobre una región enorme, en la que el total de ozono es inferior a
220 – 200 Unidades Dobson - U.D - (Medida del ozono total), se ha llamado “agujero de
la capa de ozono”, del cual se ha empezado a hablar desde el 80 con los primeros
reportes sobre las bajas concentraciones de ozono observados durante la primavera
Antártica, cuando entonces no se encontraba explicación específica a la aparición del
agujero en esa zona. Hoy en día se entiende a través del proceso dinámico de la
circulación de Brewer-Dobson. En el polo norte existen irregularidades en la orografía y
un mayor contraste de temperaturas entre las zonas de tierra y mar, lo que produce una
mayor y más intensa actividad de las ondas planetarias. Esto da lugar a los vientos
meridionales (norte-sur) que contribuyen a fortalecer la circulación Brewer-Dobson. Así,
mayor cantidad de aire caliente y rico en ozono llega a la región polar Ártica y, por
tanto, la corriente polar nocturna se ve debilitada, Esto produce a su vez que las
temperaturas que se alcanzan en la región polar no sean tan frías como en el polo sur.
Consecuentemente la formación de las nubes estratosféricas polares (PSCs) es más
escasa, y la química heterogénea poco importante con especies reactivas. En cambio,
en el polo sur, existe un menor contraste de temperatura entre las zonas de tierra y
mar, dando lugar a una actividad de las ondas planetarias mucho menor y a que los
efectos de la corriente polar nocturna sean mucho mayores, mientras que los de la
circulación de Brewer-Dobson menores. Así, las temperaturas alcanzadas en el vórtice
polar son mucho menores, favoreciendo la formación de PSCs [ CITATION Gil06 \l 2058 ].
Por ello, los efectos de los procesos catalíticos son mucho más notables causando
cambios en la concentración de sustancias reactivas de cloro, y los procesos químicos
que ocurren en ellas donde estos 'depósitos de cloro' reaccionan liberando el cloro que
destruye al ozono[ CITATION Fah02 \l 2058 ]. Es por esto que, una de las regiones más
afectadas del planeta corresponde a la Antártica, en la cual se encuentra el agujero de
la capa de ozono antes descrito[ CITATION Veg16 \l 2058 ].
En septiembre de 1987 los esfuerzos de negociación para desarrollar obligaciones
vinculantes condujeron a la adopción del “Protocolo de Montreal sobre las Sustancias
que Agotan la Capa de Ozono”, el que entró en vigor el 1° de enero de 1989. El
Protocolo de Montreal tuvo por objeto establecer los mecanismos que los signatarios
del Convenio de Viena debían implementar para limitar la producción y el consumo de
las sustancias que agotan la capa de ozono con mayor importancia, desde el punto de
vista comercial y ambiental. A la fecha, el Protocolo tiene ya 189 signatarios. El
Protocolo de Montreal establece categorías entre las sustancias que agotan la capa de
ozono, según su grado de incidencia en el problema. Diferencia dos grandes grupos de
países con distintas responsabilidades, lo cual se traduce en cronogramas distintos de
eliminación gradual de las sustancias que agotan la capa de ozono para cada uno de
ellos. Establece además mecanismos para el reporte de datos de consumo de las
sustancias que agotan la capa de ozono y prohíbe el comercio de dichas sustancias
con los estados que no son signatarios. El Protocolo fue solamente un primer paso,
conforme se concibió entonces. Una vez acordado, los acontecimientos se sucedieron a
velocidad sorprendente. Las nuevas pruebas científicas pusieron de manifiesto que
sería preciso adoptar controles mucho más estrictos y mayores, y los gobiernos y la
industria obraron en mayor medida y más rápidamente de lo que se había creído
posible. Ante esto, desde 1987 a la fecha, se han adoptado varias enmiendas al texto
original del Protocolo, agregando nuevas obligaciones, otras sustancias que agotan la
capa de ozono y adoptando ajustes, los cuales profundizan las medidas de control
existentes (Stavro, 2007). Colombia ingresó oficialmente como parte del Convenio de
Viena mediante la aprobación de la Ley 30 del 5 de marzo de 1990. Por otra parte,
comenzó a hacer parte del Protocolo de Montreal a partir de la expedición de la Ley 29
de 1992, expedida por el Congreso de la República.

En Colombia, la columna de ozono presenta variaciones significativas a lo largo del


año, con una distribución monomodal (una estación seca y una estación húmeda),
caracterizándose los meses de diciembre, enero, y febrero por los valores más bajos y
menores variaciones espaciales -es entonces cuando Colombia recibe mayor radiación
ultravioleta-, mientras que julio, agosto y septiembre evidencian los más altos. Una
mirada a nivel mundial por la NASA en el año 2018, reportó que el agujero anual de
ozono alcanzó un área de cobertura promedio de 8,83 millones de millas cuadradas
(22,9 kilómetros cuadrados), casi tres veces el tamaño de los Estados Unidos
contiguos. Este fenómeno estuvo fuertemente influenciado por un vórtice antártico
estable y frío, originado del sistema estratosférico de baja presión que fluye en el
sentido de las agujas del reloj en la atmósfera sobre la Antártida. Estas condiciones
ayudaron a la formación de nubes estratosféricas polares, cuyas partículas de nubes
activan las formas de cloro y bromo que destruyen el ozono. El área actual del orificio
de ozono aún es grande en comparación con la década de 1980, cuando se detectó por
primera vez el agotamiento de la capa de ozono sobre la Antártida. Los niveles
atmosféricos de sustancias que agotan la capa de ozono producidas por el hombre, han
disminuido lentamente desde el año 2000, pero siguen siendo lo suficientemente altos
como para producir una pérdida significativa de ozono [ CITATION Ell18 \l 2058 ].

HUELLA HÍDRICA

Para entrar en contexto con el concepto de huella hídrica (HH), es necesario entender
el concepto de agua virtual (AV), la cual se define como el volumen de agua requerido
para producir un bien o un servicio (Allan, 1998). Este concepto fue introducido por
Allan (1993, 1994) cuando analizaba la “importación” de AV, en lugar de agua real, en
los productos de los países del Medio Oriente. Allan consideró que exportar un producto
que tiene altos requerimientos hídricos (AV) es equivalente a exportar agua. De
manera, que el país importador no necesita utilizar agua nacional para obtener un
determinado producto y, por tanto, puede dedicarla a otros ámbitos.

Velásquez (2009) considera que la potencialidad del concepto de AV, más allá de la
aplicación agrícola de requerimiento hídrico del cultivo, se basa en dos factores.
Primero, en la información proporcionada de los requerimientos de agua de todos los
bienes y servicios, permitiendo cuantificar la cantidad de agua necesaria para producir
una cantidad de un determinado producto. Segundo, en que puede ser relacionada con
el comercio (alcanzando todo su potencial), permitiendo analizar la información de los
flujos de AV entre regiones. Hanasaki et al. (2010) consideran que el concepto “AV” es
un complemento útil para el análisis de los recursos hídricos, de su disponibilidad y de
su uso en una región determinada. En función de los flujos comerciales del AV, y del
agua contenida en los productos comercializados, se puede diferenciar entre el AV
exportada y el AV importada (Velásquez, 2009). Además, de acuerdo con la región
productora de un determinado producto, se puede diferenciar entre el AV real y el AV
teórica (Hoekstra, 2003). Siendo, el AV real el volumen de agua realmente utilizado en
la producción de un bien o servicio en la región de producción del mismo, y el AV
teórica el agua que se utilizaría en la región de destino si se produciría en ella el
producto importado. Gracias a los flujos de AV, el acceso a los recursos hídricos ya no
se limita únicamente a un sistema hídrico o región donde viven un grupo de personas
(Siebert y Döll, 2010). Esto ayuda a relajar la escasez de agua en muchas regiones
áridas, pero manifiesta al mismo tiempo la dependencia de recursos hídricos externos.
Para evaluar la demanda de agua en una región, se debe añadir la extracción de agua
por parte de los diferentes sectores de la economía (Hoekstra y Chapagain, 2007). Pero
las bases de datos sobre el uso del agua, generalmente, sólo presentan información en
los sectores doméstico, agrícola e industrial (FAO - AQUASTAT. 2003).

Esta información es útil pero no suficiente para analizar en profundidad la situación de


los recursos hídricos necesarios por los habitantes de una región en relación con sus
patrones de consumo (Hoekstra y Chapagain, 2007). Se requiere incluir el agua
utilizada en la producción de los bienes consumidos por los habitantes de una
determinada región, que se han producido en otras regiones, siendo la demanda real de
agua superior a la extracción de los recursos hídricos de la región. Además, se debe
incluir el caso contrario, el agua utilizada en la producción de bienes que se exportan.
En este sentido, para medir el volumen total de agua utilizada por los habitantes de una
determinada región, se desarrolló el índice “Huella Hídrica” (HH). Éste se define como
el “volumen total de agua utilizada para producir los bienes y servicios consumidos por
un individuo, por un grupo de personas o por un país, respectivamente” (Chapagain y
Hoekstra, 2004, Hoekstra, 2003). Chapagain y Orr (2009) consideran que la HH es la
expresión del contenido de AV, y que permite evaluar dónde se origina el agua.
Además, sirve para poner de manifiesto la idoneidad de una región productora para
exportar agua. La HH también es útil para cuantificar y evaluar los flujos de AV, de las
importaciones y de las exportaciones (Hoekstra y Chapagain, 2007). Por tanto, la HH
está compuesta de dos partes: la HH interna cuando se considera el agua procedente
de los recursos hídricos endógenos de una región, y la HH externa cuando se toma en
cuenta la cantidad de agua necesaria para desarrollar los productos o servicios
consumidos en una región, cuando éstos han sido producidos en el exterior. Además,
en varios estudios realizados (Hoekstra y Hung, 2002; Yang y Zehnder, 2002) se
destaca la importancia de este índice para alcanzar la seguridad hídrica y alimentaria
de las regiones áridas y semiáridas (FAO, 2002). Los primeros estudios realizados de la
HH fueron llevados a cabo por Hoekstra y Hung (2002) y Chapagain y Hoekstra (2003,
2004). Inicialmente se estimó el flujo de AV del agua azul (ríos, lagos y acuíferos) de
cada país en relación con el comercio de los productos agrícolas y de los productos
ganaderos. Posteriormente, se han ido desarrollando nuevas metodologías de cálculo
de la HH, incluyendo nuevos parámetros y formas de consumo de agua.
El estudio de la HH a niveles geográficos inferiores y específicos permite conocer
exactamente cuánta agua, y en qué condiciones, se utiliza de los sistemas de agua
locales, y cuánta agua sería necesaria para contrarrestar las corrientes contaminadas
(Chapagain y Orr, 2009). Más importante aún, podemos ver de dónde procede el agua
en el ciclo hidrológico, a la vez que se relacionan los productos comercializados con las
zonas de producción. La principal metodología aplicada en la actualidad es la
desarrollada por Chapagain y Hoekstra (2004), y actualizada en Hoekstra et al. (2009).
Los tres componentes primordiales para el cálculo de la huella hídrica son: la huella
hídrica verde, correspondiente al volumen de agua lluvia que se consume por la
vegetación y no se convierte en escorrentía, esta agua se almacena en los estratos
superficiales del terreno satisfaciendo la demanda natural de la vegetación y los
cultivos; la huella hídrica azul, que relaciona el volumen de agua dulce extraído de una
fuente superficial o subterránea, y responde a un déficit en la disponibilidad de agua
procedente de la lluvia. El agua azul contiene conceptos implícitos de escasez y
competencia por el recurso hídrico. Finalmente, la huella hídrica gris, entendida como el
volumen de agua teórico necesario para lograr la dilución de un contaminante
específico, de forma tal, que no altere la calidad del agua en el cuerpo receptor; no se
refiere a generar un nuevo consumo, sino a reducir el volumen de contaminante.
El sector agrícola colombiano usa 16.760,33 millones de m 3 equivalentes al 46,6% del
total del volumen de agua que se utiliza en el país. El uso para generación de energía
participa con el 21,5%; el sector pecuario, con el 8,5% y el uso doméstico, con el 8,3%
(IDEAM, 2014). En los resultados de Huella Hídrica por producto en Colombia del
estudio realizado por Arévalo, Lozano y Sabogal (2017), se destaca el alto peso
proporcional del cultivo de Café frente a los otros cultivos, posicionándolo como el
cultivo más importante del país en términos de Huella Hídrica. En cuanto a la Huella
Hídrica Verde, la participación del Café prevalece, lo cual se explica por ser el principal
cultivo agrícola del país, y primero en cuanto al consumo de agua asociada a la
precipitación por la gran disgregación del área cultivada de Café a lo largo del territorio
nacional. Así mismo es de resaltar que sólo 4 cultivos: Café, Plátano, Maíz y Caña de
Azúcar sumaron más del 50% de la Huella Hídrica verde de la producción agrícola en el
año de estudio. En lo relativo a la Huella Azul, el cultivo de arroz sobresale por estar
asociado con los principales distritos de riego de Colombia. Igualmente, se identifica la
importante presión ejercida hacia el recurso hídrico por parte de sólo 5 cultivos que
sumaron más del 75% de toda el agua azul del periodo analizado: Arroz, Palma
Africana, Maíz, Caña de Azúcar, Algodón (para un tiempo de cosecha de 195 días) y
Yuca. La Huella Hídrica Gris, asociada a la contaminación, presenta un porcentaje
mayoritario de la asociada al beneficio del Café que se realiza in situ en las fincas
productoras para entregar el grano como café pergamino seco (Arévalo, Lozano &
Sabogal, 2017).
El estudio y análisis de la huella hídrica permite avanzar en la búsqueda de un
escenario con un recurso sostenible desde el punto de vista de la explotación, y justo
desde el punto de vista de la distribución y acceso. En el caso de la Huella Verde, el
valor está asociado a los usos de la tierra y al ordenamiento territorial, en algunos casos
planificado y controlado. La Huella Azul permite conocer los consumos de los productos
asociados a sistemas de riego, por lo que, si bien no incluye una parte que se puede
considerar desperdicio (agua extraída no utilizada que se reincorpora a la fuente tras su
extracción), permite identificar resultados muy específicos asociados al impacto de los
sectores productivos para los que no es suficiente con la disponibilidad hídrica natural
asociada a la precipitación natural. Y la Huella Gris permite determinar impactos
localizados de sectores productivos y productos, pero con resultados orientados a
identificar un impacto y generar una reducción en el factor de contaminación potencial
del cuerpo de agua receptor de efluentes (Arévalo, Lozano & Sabogal, 2017).

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