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Sherry Thomas - The Elemental Trilogy 03 - The PDF
Sherry Thomas - The Elemental Trilogy 03 - The PDF
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno.
ÍNDICE
Sinopsis Capítulo 14
Prólogo Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Epílogo
Capítulo 11 Notas
Capítulo 13
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SINOPSIS
E n una persecución que ha abarcado continentes, Titus, Iolanthe, y
sus amigos se las han arreglado siempre para mantenerse un paso
por delante de las fuerzas Atlantes. Pero ahora el Bane, el monstruoso tirano
que abarca todo el mundo mágico, ha emitido su ultimátum: Titus debe
entregar a Iolanthe, o ver como todo su reino es destruido en una
devastación mortal. Quedándose sin tiempo y sin opciones, Iolanthe y Titus
deben actuar decisivamente para dar un golpe definitivo al Bane, poniendo
fin a su reinado de terror para siempre.
Para todos quienes han llevado esto tan lejos, esta historia es para ustedes.
PRÓLOGO
Traducido por Otravaga
E l muchacho cayó.
CAPÍTULO 1
Traducido por Otravaga
Ahora rodeados, ella estaba en una lucha por su vida. Pero en este preciso
momento, no estaba pensando en sí misma… no del todo, en cualquier caso.
Su mirada estaba en el muchacho que compartía su alfombra voladora, el
que sostenía su mano estrechamente en la suya.
Los ojos de él se encontraron con los suyos. Estaba asustado —sabía esto
porque él no le ocultaba su temor— pero más allá del miedo estaba una
voluntad inquebrantable. Toda su vida él se había preparado para el trabajo
duro, el peligro y el mayor sacrificio.
El escudo resistió.
—No se sorprende a Atlantis dos veces —dijo Titus, con mucha más calma
de la que ella sentía.
Horas antes —tantas cosas habían pasado desde entonces, se sentía como
si hubiesen pasado semanas, quizás incluso meses— ellos dos habían sido
descubiertos en su escondite y rodeados por jinetes de wyverns. Iolanthe,
con sus recuerdos aún suprimidos, había decidido que no había nada malo
en tratar de ver si la escritura oculta en la correa de su bolso, especialmente
la línea de El día en que nos conocimos, un rayo cayó, había sido literal.
Había convocado un rayo que había incapacitado a los jinetes de wyverns,
permitiéndole a Titus y a ella escapar a una seguridad temporal.
Pero esta vez Atlantis había venido preparado. Esta vez su dominio sobre los
relámpagos no le sería útil.
El aire desplazado por sus alas hizo que la alfombra debajo de ella se
moviera de un lado a otro, como una balsa en un mar que se volvía más
agitado a cada momento. El calor de su respiración, incluso desde la
distancia, picaba contra su piel. Y aunque no podía olerlos a través de la
máscara que llevaba por recomendación de los rebeldes, sus fosas nasales
se sentían como si se quemaran con el hedor a azufre.
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Mohandas Kashkari, compañero de clase de Titus e Iolanthe en el Colegio
Eton, se detuvo junto a ellos.
—Dos atacan, uno defiende: ese soy yo —explicó Kashkari a toda prisa
mientras ayudaba a Titus e Iolanthe a pasar a alfombras individuales—. Las
alfombras que les estoy dando han sido subordinadas a la mía: yo dirigiré
el grupo. Asegúrense de mantenerme a la vista.
Las alfombras habían sido formadas en forma de L, con una repisa inferior
para pararse en ella, un largo lado vertical para sostener al piloto erguido y
el extremo superior enrollado hacia abajo para hacer un cómodo pero sólido
soporte para la mano a la altura de la cintura.
Iolanthe besó a Titus en la mejilla justo antes de que Kashkari separara sus
alfombras a la distancia correcta.
Era una vieja bendición, de una época en la que los poderes de los magos
elementales decidían el destino de los reinos. Ella contuvo el aliento. Esta
batalla que se libraba a su alrededor; ¿acaso su resultado también dependía
de ella?
—Que la Fortuna te proteja contra todos los enemigos —respondió ella, con
la voz temblando un poco—. A ti también, Kashkari.
Menos de tres días atrás, habían vuelto en sí en mitad del Sahara, sin saber
nada de cómo habían llegado allí, sabiendo nada más que no debían caer en
las garras de Atlantis. Pero tan pronto como habían comenzado su escape
se enteraron de que Iolanthe había sido encerrada en un círculo de sangre
hecho específicamente para ella. Incluso con Titus debilitando el poder del
círculo de sangre y la ayuda tanto de una triple dosis de panacea como de
un hechizo de congelación de tiempo, cruzar el círculo de la sangre casi mató
a Iolanthe. La panacea desde entonces la había mantenido bajo sedación
casi constante, para preservar su vida.
—Estoy despierta.
Con todo el caos, no se había dado cuenta de que a pesar de que un gran
número de jinetes de wyvern habían entrado en la cúpula campana, incluso
más permanecían afuera.
—Puedo luchar.
Sin reacción. Era como si los rebeldes hubieran despedido nubes de pétalos
y dientes de león, en lugar de hechizos que habrían masacrado elefantes y
rinocerontes.
Por supuesto. Las placas metálicas contra las partes más sensibles de los
wyverns los habrían puesto en peligro cuando se enfrentaban a un mago
que dominaba el fuego. El cuero de dragón, por otro lado, era inmune al
fuego ordinario.
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Pero no era inmune al fuego de dragón.
Un ruido como mil garras afiladas arañando sobre mil cristales chirrió
contra sus tímpanos. Al instante la noche se volvió más oscura. Contuvo la
respiración durante varios segundos antes de darse cuenta de que no era
algún nuevo y terriblemente poderoso acto de hechicería por parte de
Atlantis. Sólo era que todos los wyverns habían dejado de escupir fuego.
—Nunca te gusta nada, querido. —Pero a ella no le gustaba más que a él.
Su amado no le temía a algo sin una causa. Pero todo lo que Iolanthe veía
eran jinetes wyvern y rebeldes en alfombras girando alrededor. Una fracción
de segundo más tarde, sin embargo, se hizo evidente que ellos tres habían
sido separados del resto de los rebeldes y estaban rodeados por los wyverns.
Sin pensarlo, ella dispuso que una masa de arena se levantara del suelo del
desierto. Los jinetes llevaban gafas protectoras y los wyverns tenían
párpados interiores resistentes pero transparentes que hacían su visión
inmune a motas voladoras. Aun así, la arena impedía y la arena oscurecía.
Por lo menos un tornado de arena la haría sentir menos visible, menos
expuesta.
Titus maldijo.
Más temprano esta misma noche, él había hecho que ellos dos saltaran al
suelo desde una altura de ochocientos metros, sin nada para ponerle fin a
su caída salvo sus poderes sobre el aire, porque no había querido ponerla
en riesgo al teleportarla: teleportarse tan pronto después de una lesión
potencialmente mortal podría matarla directamente.
Una escandalosa idea llameó a la vida. Ella siempre había pedido un rayo
desde arriba. Pero en la naturaleza, el relámpago no necesariamente se
originaba en el cielo. A veces las bolas de electricidad flotaban de la nada. A
veces un rayo viajaba desde el suelo hacia las nubes.
¿Podría hacerlo?
Apuntó su varita hacia abajo, sintiéndose tan tonta como lo había hecho la
primera vez que intentó convocar un rayo desde arriba.
—Relámpago.
No pasó nada.
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Un wyvern particularmente grande se lanzó hacia delante y extendió una
garra: la sacaría de la alfombra. La alfombra cayó directamente hacia abajo
y la garra falló su cabeza por centímetros.
De alguna manera Kashkari los tiró de lado, con las garras del wyvern
pasando justo por encima del hombro del príncipe.
Los wyverns avanzaban cada vez más cerca. La fuerza de sus aleteos
sacudiéndola por todos lados. Podía ver el brillo de cada escama individual
en el wyvern más cercano… y las ansias de su jinete, con los hombros hacia
adelante y los dedos casi tamborileando contra las riendas.
—¡Cabezas abajo! —gritó Kashkari mientras los libraba de las garras de otro
wyvern.
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Su última cuerda de caza salió disparada y erró por completo al wyvern que
venía: la bestia recogió sus piernas y golpeó con fuerza la cuerda de caza
fuera del camino con su ala. No se puede sorprender a Atlantis dos veces.
Miró hacia atrás, esperando ver un par de garras descendiendo. Así era,
pero Kashkari se había puesto a sí mismo entre el wyvern y ella, enfrentando
a la bestia. Hizo una voltereta hacia atrás, pateando su alfombra hacia el
wyvern mientras lo hacía y con un giro en el aire aterrizó detrás de Iolanthe,
agarrándola por la cintura para no caerse de la estrecha cornisa sobre la
que ella estaba de pie.
Desde que había sido una niñita, amigos y vecinos le habían preguntado
cómo se sentía ejercer un poder directo sobre los elementos, sin la
intercesión de las palabras y los encantamientos. Lo había encontrado difícil
de explicar hasta que había visitado el Museo de Artefactos No Mágicos de
Delamer en un viaje de la escuela y había sujetado una brújula en su mano,
alineando la pequeña aguja temblorosa con el norte magnético. Así era como
se sentía cuando estaba en control de los elementos, la alineación de su
persona con una longitud invisible de poder.
—Por ti.
CAPÍTULO 2
Traducido por flochi
P or ti.
—Observen. Aquí está quien empuña la chispa divina, amada por los
Ángeles.
—Recuerden —replicó una voz alta y clara que Titus reconoció como
perteneciente a la mujer brigadier que había estado en sus talones desde el
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momento en que él y Fairfax llegaron al desierto—, los usurpadores a
menudo dicen ser queridos por los Ángeles.
Carros blindados, los que eran impermeables al poder del golpe de un rayo.
—¿Crees que los lindworms y esos pequeños carros blindados pueden haber
interceptado a nuestros aliados? —preguntó Fairfax.
—Ese no sería un buen uso para los lindworms —dijo Amara—. Espero que
los hayan traído porque Atlantis pretendía hacer un ataque directo en la
base misma; de cerca, los lindworms son aterradores. Pero para
persecuciones y tales cosas, son tan lentos que apenas resultan de utilidad.
—Los carros blindados que vienen hacia nosotros ahora, ¿son los mismos
que viste anteriormente? —le preguntó Fairfax a Kashkari.
Titus intercambió una mirada con Fairfax. Atlantis nunca hacía algo sin una
buena razón. ¿Cuál, entonces, era la razón para que los lindworms y sus
pequeños carros de acompañamiento ya no estuvieran en el campo de
batalla?
—¿Deberíamos…?
—¡Lanzas encantadas!
Hace cinco o seis horas, los jinetes wyverns habían llegado muy cerca de
Titus y Fairfax, y habían sido echados por una emboscada de antiguas
lanzas encantadas. Titus había estado intrigado por la identidad de los
magos que usaron tales armas, hasta que recuperó la memoria y se dio
cuenta que eran las fuerzas del Dominio, y las lanzas que mantenían en el
Museo en Memoria de Titus el Grande para la recreación de batallas
históricas.
—De una manera u otra, este asedio se romperá —dijo Amara—. Mohandas
ha visto el futuro, y sus visiones nunca nos han llevado por mal camino.
Cuando se enteraron que habían sido atrapados bajo una cúpula campana,
Amara había dado a entender que los rebeldes tomarían las medidas
necesarias para mantener a Fairfax lejos de las manos de Atlantis,
incluyendo matarla ellos mismos, si se llegaba a eso. Y Kashkari, en lo que
equivalía a un arrebato, le había dicho a Amara en términos inciertos que
un sueño profético le había hecho saber que Fairfax no solamente
sobreviviría a esta noche, sino que se aventuraría hasta la misma Atlantis,
en una misión para acabar con el Bane en su guarida.
Kashkari, tan buen mentiroso como Titus no había conocido —y Titus era
uno de primera categoría— asintió gravemente.
¿Por qué? ¿Para hacer parecer a las lanzas encantadas más numerosas? ¿O
había algún otro propósito?
—Pero los carros blindados son a prueba de rayos —dijo Fairfax al mismo
tiempo.
—Dijeron que te diga “certus amicus temporibus incertis” —dijo Amara. Para
sorpresa de Fairfax, se encogió de hombros; no tenía respuestas para eso.
Fairfax apuntó su varita hacia los carros blindados. El cielo se retorció con
vetas azules y blancas; rayos impactaron como si los dioses estuvieran
borrachos.
Titus le indicó que guardara sus preguntas. Levantó la voz para expresarse
fuerte nuevamente.
—No podía dejar pasar un momento tan perfecto para hacer propaganda.
—Te diré lo que está pasando después. Ahora, necesito que crees tanta
distracción como puedas. Mantén los ojos de todos tan alto como puedas.
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Yo haré lo mismo. —Apuntó su varita hacia el cielo—. ¡Meum insigne esto
praesidium meum!
Ella lo hizo. El fénix de guerra brilló con el doble de intensidad y emitió una
llamada que fue salvaje y molesta, pero inquietantemente emocionante.
Como si fuera una señal, un par de lanzas encantadas llegaron. Los Atlantes
gritaron cuando se dieron cuenta de que su red ya no podía surgir para
atrapar las lanzas, sino que se estaba retorciendo en la arena, sujeta por las
cuerdas de caza.
Kashkari asintió.
—Déjamelo a mí.
Ella se echó a reír. Incluso en medio del caos, el sonido todavía hacía a su
corazón volar.
Amara regresó.
—Es debido a que está usando el cuerpo de un hombre joven, uno que tiene
un parecido sorprendente a su cuerpo original, antes de lanzarse a sí mismo
a las espantosas profundidades de la magia sacrificial. Ese cuerpo original
no puede ser visto en público, ya que le faltan varios miembros, tal vez los
ojos y las orejas también; tal es el costo de la magia sacrificial.
»Piensen en ello la próxima vez que les pidan arriesgar sus vidas por él.
Piensen en eso ahora. ¿Por qué quiere a mi amiga, la joven maga elemental?
Es porque los poderosos magos elementales hacen los más potentes
sacrificios y fortalecerán mejor su fuerza vital. ¿Es esto lo que quieren
hacer? ¿Luchar al máximo de sus capacidades para que él pueda cometer
tales actos despreciables por los Ángeles?
CAPÍTULO 3
Traducido por martinafab
Por supuesto.
Inmediatamente él levantó un escudo para ella. Ella hizo lo mismo por él, y
no un momento demasiado pronto, ya que los jinetes wyvern dirigieron un
aluvión de hechizos hacia ellos.
—¿Qué? ¿Y asumir que los escudos que has levantado para mí no son lo
suficientemente fuertes? Además, —Se inclinó y le golpeó en la cabeza con
los nudillos—, ¿has olvidado que no hay un Elegido? No eres menos
importante que yo en esto, o cualquier otro.
Ella suspiró.
El fuego ordinario no podía hacer daño a los dragones. Los jinetes wyvern,
sin embargo, todavía lo esquivaban instintivamente. Era un buen
movimiento táctico por parte de ella, pero uno menos sólido
estratégicamente: ahora los Atlantes, una vez más conocían su ubicación
exacta.
Pero en todo caso, los jinetes wyvern retrocedieron aún más, los recuerdos
de la destreza del rayo portador aún demasiados frescos.
—¡Que nadie escape! —fue la voz como el clarín de la mujer brigadier—. ¡Los
refuerzos están casi aquí!
A medida que los rebeldes corrían hacia los acantilados, los jinetes wyvern,
que se habían reorganizado en una apariencia de orden y de formación,
parecían contentos con simplemente observar.
Tan pronto como se habían bajado de sus alfombras, Titus agarró a Fairfax
para abrazarla fuertemente. Ella todavía estaba a salvo. Todos estaban a
salvo. Cada uno de esos momentos debía ser saboreado, su ferviente
gratitud ofrecida a los Ángeles.
—Estoy bien. Tú, en cambio, eres todo costillas. ¿Has estado comiendo algo?
—Estoy bien —dijo Kashkari, dándoles la espalda—. Les voy a enseñar cómo
abrir los puertos de vista.
—Eso era todo lo que tenían que hacer —dijo Titus—. De lo que recuerdo, la
lluvia de la muerte está muy concentrada. Es inofensiva mientras esté en
forma líquida, pero una vez que llega al suelo y se evapora...
—Lo es toda la base, una vez que todas las entradas han sido selladas.
Mientras que una esfera de agua giraba y crecía en medio del puesto de
observación, ella limpiaba y vendaba la espalda de Titus, que había sido
herida cuando habían pasado por el Crisol la última vez. Se estaba poniendo
mejor, pero ella fue generosa con el analgésico tópico e igualmente
implacable con las píldoras para aliviar el dolor.
Con la otra mano trazó su columna hacia arriba, vértebra a vértebra. Los
dedos de él se hundieron en las profundidades del pelo de la alfombra,
tratando de aferrarse a algo. Y entonces ella se movió —un sonido apagado
de la alfombra— y lo besó en la base de su cuello.
—No sé qué está pasando —dijo Kashkari—. Pero ustedes dos será mejor
que vengan a echar un vistazo.
Ella tuvo que tirar de él hacia un lado para que no caminara hacia la esfera
de agua. Él medio la fulminó con la mirada, por la risa en sus ojos, por no
sufrir físicamente de deseo de la manera en que él lo hacía.
Fue con mucha renuencia que apartó la mirada de encima de ella para
encontrar un puerto de vista. Inmediatamente la ligereza en su corazón se
disipó. Los wyverns volaban borrachos, casi chocando unos contra otros.
Los jinetes, que hace un minuto habían estado de pie y alerta en sus sillas
de respaldo alto, ahora estaban desplomados.
—¿Nuestros aliados?
La trampilla se abrió de golpe. Todos saltaron. Pero era sólo Amara, los ojos
muy abiertos, su mano aferrada con fuerza alrededor de su varita.
La pregunta era para los tres, pero sus ojos estaban en la portadora del
relámpago, la de los poderes milagrosos.
—¿Por qué? ¿Por qué iba a matar a sus propias tropas leales?
»Y dense cuenta de que sólo los jinetes wyvern han sido eliminados, oyeron
lo que dijo el príncipe. Los jinetes dentro de los pequeños carros blindados
arreando los lindworms habrían estado usando cascos especiales que sólo
les permitiera oír la instrucción de sus comandantes de batalla; se
recuperaron y salvaron.
—Si lo que deduces es cierto... he sido parte de la resistencia desde que era
una niña, y esta es la primera vez que he tenido miedo.
—Discúlpenme.
—Sus aliados dicen que no tuvieron nada que ver con eso.
El Bane de nuevo.
Sería mejor que salieran mientras que salir todavía fuera posible.
Kashkari le había dicho una vez a Fairfax que su pueblo no consideraba las
visiones como el futuro escrito en piedra. Amara, por el contrario, parecía
tomar sus sueños proféticos con extrema seriedad.
—Lo haré. Y yo cuidaré de él por ti, y confía en que nos volveremos a ver
algún día.
CAPÍTULO 4
Traducido por Adaly y Selene
—¿Estas bien?
—Oh, no dudo que también disfruta del poder tremendamente —dijo Titus—
. Pero estoy de acuerdo que al final esto ha sido impulsado por el miedo, por
su renuencia a dejar este mundo a causa de lo que le podría esperar en el
próximo.
Un lugar adecuado, sin embargo, no era lo inmediato que tenían. Había luz
suficiente para ver, y el territorio de desierto que estaban atravesando era
plano y monótono.
—Ella conoce, en cierto modo, algunos grupos con una buena dosis de poder
del Dominio —respondió Kashkari—. ¿Recuerdan cuando iba de regreso a
la escuela al comienzo del Periodo?
Los trimestres en el Colegio Eton eran referidos como Periodos. Por razones
que solo tenían sentido para los no magos, había tres Periodos cada año: el
Periodo de Pascua, que comenzaba en enero y terminaba antes de Pascua;
el Periodo de Verano, encajado entre las Vacaciones de Pascua y las
vacaciones de verano; y el Periodo de San Miguel, que abarcaba más o
menos todo el otoño.
»Era un gran riesgo, pero Amara nunca ha tenido miedo de los riesgos. Se
organizó una reunión con un enlace en Casablanca. Entonces le pidió al
enlace demostrar que realmente tenía acceso a todo el equipo y municiones
que afirmaba. Fue llevada a un viaje que duró casi doce horas, y estaba
segura de que una gran parte de él implicó un viaje por mar en un barco
zarpado desde un dique seco, incluso con los ojos vendados y con sus oídos
tapados, todavía pudo oler el océano y sentir el balanceo de las olas. Cuando
se le permitió ver de nuevo, se encontró en una enorme caverna almacenada
con una variedad alucinante de máquinas de guerra.
»Amara es cínica, así que preguntó cómo podía estar segura de que no
estaba viendo el propio arsenal de Atlantis. En ese momento le vendaron los
ojos de nuevo. Pero esta vez, simplemente la llevaron a pie por treinta
minutos. Cuando se le retiró la venda, estaba de pie en el lado de una ladera
boscosa. Y a través de los arboles vislumbró la Mano Derecha de Titus en la
distancia.
—Sí, ella tomó una larga y ardua mirada a su alrededor para asegurarse de
que no había sido engañada. Entonces preguntó cómo podía estar segura
de que estaba realmente tratando con alguien con el poder de desplegar las
máquinas de guerra, y no simplemente con un humilde guardia que tenía
la contraseña de las instalaciones de almacenamiento.
Así fue cómo Titus había conocido a Amara, en esa recepción. Le había
preguntado por su maga elemental y había escapado bastante
elegantemente cuando los guardias del palacio se dieron cuenta de que
había un intruso entre los invitados.
Kashkari suspiró.
—Ella es más valiente que cualquiera de nosotros, pero a veces puede ser
bastante impulsiva. Lamentó sus acciones de inmediato, pero era
demasiado tarde. Había enfurecido a su contacto, que vio su obstinación
como una brecha de confianza. Esa alianza potencial no fue más allá.
»Volvió a la base horas antes de irme a Eton. Hablamos de todo lo que había
visto, y de su fracaso final. Fue entonces cuando decidí tomar el asunto en
mis propias manos. En ese momento todos pensamos que tal vez era el
mismo Maestro de Dominio quien estaba detrás de la propuesta.
—En cualquier caso —continuo Kashkari—, parecía que Amara había sido
perdonada. Deben haber sido los mismos magos que la contactaron hace un
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momento en su cuaderno bidireccional; que era la forma en la que siempre
se habían puesto en contacto con ella, a pesar de que nunca había
emparejado su cuaderno con el de ellos.
Una vez que Iolanthe descubrió que los suministros de batalla que habían
agarrado de la base rebelde contenían bolsitas de té, despejó un pequeño
espacio para ellos dentro de la duna, en donde podía convocar un fuego sin
ser vistos.
Las raciones de batalla también venían con pastelillos que tenían rellenos
salados de guisantes, patatas y especies.
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—Esto es maravilloso —dijo con entusiasmo—. Hemos tenido nada más que
cubos de alimentos desde que despertamos en el desierto. Que no daría
ahora por uno de esos desayunos extendidos en la casa de la Sra. Dawlish.
Ella había sido tan entusiasta como alborotadora como cualquier jugador
de criquet, menospreciando la forma de los remeros, la velocidad y la
hombría general. Titus usualmente ignoraba a los jugadores de criquet,
como corresponde a su altiva persona, pero una vez, sólo una vez, levantó
su mano del remo y mostro a los jugadores de criquet un gesto obsceno.
Los jugadores de criquet habían acordado que había sido la mejor sesión de
abucheos en su memoria colectiva.
—Extraño a Cooper —dijo ella—. Los extraño a todos ellos. Extraño las fotos
de Bechuanalandia de mi cuarto, me hicieron sentir nostálgica, a pesar de
que nunca había estado en cualquier lugar cerca del Kalahari.
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En su recinto cálido un silencio cayó. Titus se quedó mirando fijamente al
fuego. Kashkari miró hacia a la arena a sus pies. La esfera de agua caliente
se había vuelto de un color rojizo claro; ella dirigió el té en las cantimploras
de todos.
—Lo fui, el día de la primera práctica de criquet para el veintidós. Había sido
llamado por su madre y simplemente recordó que el armario portal en su
cuarto ya no funcionaba. Y estaba preocupado por el tiempo que tomaría
llegar a casa a través de los medios de transporte no mágicos. —Sopló el
vapor que se levantaba de su cantimplora—. Tan ordinaria despedida.
Nunca pensé en nada de eso.
—La última vez que lo vi fue en la cena ese día —dijo Titus. La comida del
medio día en casa de la Sra. Dawlish era referida como la cena, la cena
ligera—. Él estaba hablando con Sutherland sobre el viaje a Norfolk.
—Había pasado mucho más tiempo para mí —dijo Kashkari—. La última vez
que lo vi fue antes de que me fuera de Inglaterra al final del Periodo de
Verano. Nos dimos la mano en la parte superior de la escalera en casa de la
Sra. Dawlish, y me dijo que el siguiente Periodo sería el mejor hasta ahora.
Titus la observó. Tenía círculos oscuros bajo los ojos y las mejillas hundidas.
Siempre había afirmado que estaba bien y que había descansado todo lo que
necesitaba estos últimos días, durmiendo en abundancia bajo la influencia
de la panacea: pasando por alto el hecho que casi había muerto al cruzar el
círculo de sangre y que el dormir era una indulgencia perezosa, pero su
cuerpo luchaba por sobrevivir.
—Vamos a Atlantis.
Eso era exactamente lo que iban a hacer, desde el primer momento. Aun
así, sus palabras le dieron escalofríos a Titus.
—Me lo imaginaba.
—No es necesario que vengas con nosotros a menos que lo desees —dijo—.
Tus amigos aquí estarían encantados de tu ayuda.
Kashkari miró hacia el oeste, a pesar que no podía ver nada más allá de la
luz del fuego y la sombra de Titus proyectada en el muro de arena.
—Me gustaría ir con ustedes —respondió en voz baja—. Podría ser delirante
de mi parte esperar que mis acciones sean importantes, pero es mejor eso
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que quedarse con la sensación que no lo serán. No tratar es la manera más
segura de no hacer ninguna diferencia.
Una vez su madre había tenido una visión de dos chicos, vistos desde la
parte de atrás, acercándose al Palacio del Comandante. Antes había
asumido que los chicos serian él y Wintervale, ya que uno de los chicos tenía
dificultad para caminar y Wintervale nunca había caminado bien después
de su demostración del tremendo poder elemental de la costa de Norfolk.
Ahora sabía que no debía hacer más suposiciones. Ahora sabía los peligros
potenciales de duplicar las visiones de su madre hasta el último. Ya no
rechazaría la ayuda simplemente porque no parecía encajar en un futuro
visto a través de un lente pequeño desde un ángulo muy limitado.
Por todo lo que sabía, los dos chicos podrían ser Kashkari y Fairfax,
acercándose al Palacio del Comandante después de que Titus se hubiera
ido. Y rogaba que ella tuviera la ayuda de alguien tan tranquilo y competente
como Kashkari, en lugar de estar sola al final.
—Ten en cuenta que todas las opciones desde ahora en adelante serán
terribles. Mi solución más viable en este momento es un disruptor de destino
hacia un translocador en Delamer del Este —respondió Titus.
—No estoy seguro de haber oído hablar de tal cosa —dijo Kashkari—. Un
disruptor de destino. Sé que Delamer del Este es un gran centro de inter
reinos en el Dominio.
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—Un disruptor de destino hace más o menos lo que ustedes creen. Hace
estragos en la ruta de un translocador. El translocador de mi disruptor se
adapta para manejar un poco de carga transatlántica. Me dijeron que, si
conseguía que el disruptor funcionara correctamente, podríamos
materializarnos dentro de ochenta kilómetros de Atlantis.
Érase una vez, reinos mágicos que sólo podían ser encontrados por aquellos
que lo habían visto con sus propios ojos. En otras palabras, ningún extraño,
mago o no mago, podía localizar un reino sin la ayuda de un guía que
hubiera estado allí. Pero a medida que aumentó el comercio y los viajes entre
los reinos de los magos, el sistema antiguo se hizo cada vez más difícil de
manejar.
Así que un nuevo sistema se puso en marcha. Bajo el nuevo sistema, sólo
se tenía que conocer la ubicación exacta de un reino y su nombre propio
para poder llegar a él. La era de los reinos ocultos llegó a su fin; la edad de
la comunidad de magos en todo el mundo había llegado.
—Así que nos dejamos caer en el océano en algún lugar alrededor de Atlantis
y luego simplemente esperamos... ¿acercarnos?
Se encogió de hombros.
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—Es el mejor plan que he sido capaz de imaginar.
—Si algo he aprendido desde que hice caer mi primer rayo, es que nunca se
necesita una cantidad mítica de coraje, solo lo suficiente, para sobrevivir un
día. Y estoy bastante segura de que hoy no vamos a llegar a la costa de
Atlantis.
En la parte alta del castillo que era la casa de Titus, había un translocador
que había sido construido para parecerse a un ferrocarril privado no mágico.
Era la forma en que siempre viajaba desde el castillo hacia la escuela y
viceversa.
—No.
—Me acuerdo que dijiste una vez que debías dar cuenta de tus movimientos
cada veinticuatro horas.
—¿Eso significa que tenemos que matar al Bane antes de que tus cuatro
días acaben? —preguntó Kashkari.
—Más bien como siete días: cuatro días hasta que dé la localización de mi
ubicación además del período de gracia de setenta y dos horas antes que
Alectus se convierta en el Maestro del Dominio.
El fuego vaciló de nuevo, pero los movimientos eran más rápidos esta vez.
—No hay ninguna necesidad de que sea en siete días —dijo ella—. Y si la
corona termina con Alectus porque no revelas tu paradero durante un
tiempo, bueno, no lo podemos evitar.
Hubo un silencio.
—En cualquier caso, tengo que averiguar qué está pasando. Si puedo volver
a mi laboratorio, seré capaz de acceder a los informes de mi jefe de espías y
tendré una mejor comprensión de la situación.
—Es un espacio plegado. Hay dos puntos de acceso: uno cerca de Eton, y el
otro en Cabo Wrath.
Kashkari dejó que la arena en su mano se deslizara por sus dedos, dejando
una línea con un aparente patrón aleatorio en el suelo.
—Entonces, ¿cómo?
Su voz era baja y controlada, pero las llamas ante ellos se elevaron varios
centímetros.
—No te vayas —dijo ella tan pronto como Kashkari se hubo teleportado—.
No vayas a ningún lugar donde no pueda verte.
—Sabes que haría cualquier cosa para no dejarte, pero tengo que saber lo
que está pasando. E incluso si estuvieras en perfecto estado de salud,
todavía no puedes teleportarte tan grandes distancias en corto tiempo.
—No es necesario que estés tan apurada. ¿Y qué si nos tomamos nuestro
tiempo para llegar al laboratorio?
Ella rara vez se oponía a sus decisiones con tanta vehemencia, la mayoría
de las veces confiaba en él para que cuidara de sí mismo.
—¿Cuál es el problema?
Ella apartó la cara, pero no antes de que él viera la mueca que no pudo
reprimir del todo. Él la tomó por la barbilla e inclinó su rostro hasta que
estuvieron frente a frente.
—Si tan sólo nos quedan siete días, entonces no te alejes de mi vista ni por
un segundo.
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—No sabemos si sólo tenemos siete días. Además, ¿no me dijiste que estás
convencida de que voy a sobrevivir a todo lo que se nos viene encima?
Sabía lo que ella no podía permitirse decir. Pero ¿si estaba equivocada y su
madre estaba en lo cierto? Su madre siempre había sido precisa sobre sus
visiones, sus únicos errores eran sobre las interpretaciones.
Fairfax cerró los ojos por un momento. Cuando los abrió de nuevo, estaba
una vez más a cargo de sí misma.
—Lo siento. Tienes razón. Tienes que ir y necesitas toda la inteligencia que
puedas poner a tu disposición, si queremos tener alguna posibilidad de
éxito.
—Voy a tener mucho cuidado, porque quiero verte de nuevo, con una
desesperación que Cooper apenas puede concebir.
57
CAPÍTULO 5
Traducido por flochi
Titus hizo una mueca. Cuanto más tiempo volaran, mayores serían las
posibilidades de que ella fuera avistada por los agentes de Atlantis. Pero así
como ella refrenó su deseo de tenerlo a su lado todo el tiempo, él debía
mantener bajo control su necesidad de nunca dejarla ser vista por nadie
salvo él.
—Muy bien —dijo ella también—, pero con la condición de que duermas
desde aquí a Luxor, teleportarse es más difícil y potencialmente más dañino
si estás severamente cansado. Tú también, Kashkari. Yo nos haré volar.
—Titus. Titus —lo llamó ella, primero suavemente, luego con mayor
urgencia—, ¡Titus!
—¿Qué…?
¿Qué está pasando? Estaba a punto de exigir, cuando se dio cuenta de que
ya no estaban siendo transportados en el aire. Todavía estaba en la
alfombra, pero ésta se encontraba en el suelo duro de una cueva oscura y
sofocante. Y Kashkari, no muy lejos de él, dormitaba profundamente.
—Supe de él por una charla con Birmingham, él tenía planes definidos para
excavar aquí algún día. Espera, estabas ahí ese día.
Cada bello y brillante recuerdo siempre se asociaba con ella. Hasta que ella
llegó, nunca había entendido el concepto de infancia, de todos esos años en
la vida de un hombre que debieron estar llenos de diversión y risas. Ahora
sólo deseaba haberla conocido antes… que hubieran pasado más tiempo
juntos.
Kashkari gritó.
Cuando salió, Fairfax estaba esperando. Ella le levantó la túnica por detrás
y atendió su espalda. Luego abrió un pequeño frasco, también parte del
equipo de los rebeldes, y le aplicó un bálsamo en los labios.
Su toque fue dulce y cálido. Sus palabras se sintieron como entre una
acusación y un lamento.
—Aprenderé.
Ella asintió.
—¿Has tenido sueños proféticos de los que debería saber antes de salir?
—Te haré saber cuando los tenga. Mientras tanto, que la Fortuna camine
contigo.
63
Se estrecharon las manos. Titus abrazó a Fairfax. Luego respiró hondo y se
teleportó.
—Gracias… y ¿es una torpeza decir que no tengo ni la más remota idea de
a qué te refieres?
—Lo que quiero decir es que lo eres todo para él. Cuando te ve, mira a
aquella con quien ha ido al infierno y regresado, aquella que lo acompañaría
al infierno de nuevo, sin hacer preguntas.
Y cómo lo extrañaba.
No, pensó ella, no había vuelto a ser su viejo yo. Conocía al viejo Kashkari,
conocía su determinación, coraje y su aflicción. Nada de eso había
desaparecido, pero había algo diferente en él.
Su propio sueño fue libre de sueños, pero cuando despertó su cabeza estaba
repleta de recuerdos que habían sido suprimidos por años y años.
Recuerdos de sí misma como una niña de dos años, pasando sus dedos
sobre la rica seda aterciopelada de la túnica de esta mujer increíblemente
hermosa que fue su madre. Su madre.
Recuerdos como una niñita, deseando que este día cada dos años que podía
pasarlo con su maravillosa madre nunca, nunca terminara, que el reloj se
detuviera un minuto antes de la medianoche y no se moviera nunca más.
Recuerdos como una chica mayor, sus ojos amplios al enterarse de que su
padre no fue otro que el héroe de la Insurrección de Enero. Y dos años
después, ella y su madre llorando juntas por el repentino fallecimiento del
Barón Wintervale.
Ese sería el último año antes de que los problemas del Maestro Haywood
comenzaran. Antes de que ella comenzara a rogarle a su madre ayuda con
el hombre que le importaba, quien la amaba como un padre. Antes de que
recibiera la respuesta que la había enfriado hasta la médula: Él solamente
es la ayuda, querida; no tienes que preocuparte por él. Antes de no tener
elección más que comprender que este hombre que había sido leal con su
65
vida a su madre no significaba nada para ésta última. Él no era más que un
engranaje en la maquinaria que ella había construido para mantenerse a sí
misma y a su hija a salvo(1).
Iolanthe había estado furiosa con él, pero en el momento en que sus
recuerdos de su vida secreta habían retornado, toda su furia fue transferida
hacia Lady Callista. Cuando Lady Callista había vuelto por ella unos pocos
minutos después de la medianoche, Iolanthe gritó y despotricó. Iba a ir con
el Maestro Haywood en ese instante y contarle todo. A ella no le importaba
que su posesión de conocimiento pudiera amenazar la posición de Lady
Callista o su propia seguridad. Había áreas grises en su vida, pero esta no
era una de ellas. Lo que se le había hecho al Maestro Haywood era atroz, y
ella no permitiría que pasara otro momento sin que eso fuera rectificado.
Ese fue el final de ese encuentro. Los recuerdos de Lady Callista, viejos y
nuevos, habían regresado a la profunda bóveda de su mente, y Iolanthe
había despertado la mañana siguiente, dolorida y sintiéndose
descompuesta, y había pensado que se debía solamente a su desesperación
por el Maestro Haywood y su creciente angustia por su propio futuro.
Se dio cuenta que había estado mirando fijamente el techo de la cueva. Algo
sobre la situación con Lady Callista la molestaba, algo aparte del
tratamiento cruel de su madre con el Maestro Haywood. Pero no podía
precisar lo que era.
66
Se sentó.
La cueva, cuya apertura daba al oeste, estaba ahora llena con luz dorada.
Notó el cuaderno bidireccional en el regazo de Kashkari.
—Qué hay de la Sra. Hancock? ¿Algo de ella? —La Sra. Hancock, enviada
especial del Departamento de Administración de Ultramar de Atlantis
apostada en la casa de la Sra. Dawlish, había resultado ser una acérrima
enemiga del Bane y una aliada secreta.
Él cerró el cuaderno.
CAPÍTULO 6
Traducido por AnnaTheBrave, Simoriah y âmenoire (SOS)
Después de su llegada a Eton, a los trece años, se dispuso a crear una red
de este tipo por sí mismo. Comenzó con un paseo una tarde de domingo a
una estación de trenes en las cercanías de Windsor, y un billete comprado
para Londres. Cuando llegó a Londres, caminó sobre la estación de
Paddington y algunas de las calles de los alrededores, luego bajó al subsuelo
y se llevó a si mismo a Euston Station y King’s Cross, otras dos estaciones
de trenes.
Una vez que conoció todas las estaciones de tren más importantes de
Londres de memoria, se teleportaría de una a la otra después de que se
apagaran las luces y tomaría un tren de noche a algún lugar, teniendo
cuidado de no ir más allá de su rango de teleportación accidentalmente.
Pronto pudo materializarse directamente en estaciones de tren en Bristol,
Manchester, y Exeter, y tomar el tren que iba más lejos. No pasó mucho
tiempo antes de que se teleportara cómodamente a cualquier centro de
población importante en Gran Bretaña, además de un número de lugares
remotos.
Con Gran Bretaña bajo el brazo, él puso sus ojos en Francia, comenzando
con el cruce nocturno de Dover. Una vez que llegó a París, el centro
ferroviario más grande de Francia y realizable en un solo teleporte desde
casa de la Sra. Dawlish, el resto de Francia estuvo abierta a él.
69
Con los años amplió esta red a muchos rincones de Europa que eran de fácil
acceso por ferrocarril, y a algunos que no lo eran. Sin embargo, nunca había
penetrado el este de los Balcanes. Pero ahí fue donde Alectus le hizo un
favor.
Gracias a ese viaje, Titus era capaz de teleportarse, en dos segmentos, desde
Luxor a las inmediaciones de Giza, y luego al noroeste de Alejandría. Dos
teleportaciones más y estaba en Tobruk, que estaba al sur de la isla de
Creta.
Titus rara vez se metía a sí mismo en estos ensueños. Pero ahora se veía
caminando en la tienda de la Sra. Hinderstone y pidiendo una de esas cestas
de picnic. Podía ver todo el rostro de la mujer, sonriendo mientras anotaba
los detalles de su orden. Podía sentir el peso y la frescura de las monedas
que le entregaba. Y podía sentir las miradas curiosas de los otros clientes,
en presencia del Maestro del Dominio.
Había vivido tan poco. ¿Cuándo fue la última vez que dio un paseo por las
Montañas Laberínticas por placer? No, cuando tenía tiempo de sobra, había
corrido en esas implacables, para asegurarse de ser rápido y ágil, llegado el
momento.
Arrastró su mente de nuevo, jadeando por el esfuerzo. Había una razón por
la que sólo pensaba en ella en ese futuro mítico: cuando se incluía a sí
mismo, brotaba esta monstruosa codicia por la vida, dispuesta a destruir
todo a su paso por un día más, una hora más, una respiración más.
Pero era muy tarde para hacerse a un lado ahora, demasiado tarde para
abrazar la cobardía.
Tragó una dosis de ayuda para teleportación, cerró los ojos y se imaginó
Nápoles.
Fairfax.
Cuando pensó en el futuro esta vez, sólo estaba ella en la manta de picnic
en el césped del Conservatorio, con un libro sobre sus rodillas y un sándwich
a medio comer a un lado. Pero ella no permanecería sola. Un amigo vendría
y se sentaría y luego otro. Pronto un grupo de tamaño considerable se habría
reunido alrededor de la manta de picnic, y ella estaría rodeada de risas y
alegría de vivir.
Dos horas más tarde salió de Gare de l'Est en París y contrató a un coche
de caballos para llevarlo a la capital francesa. Farolas parpadeaban a lo
largo de las amplias avenidas de la ciudad. Se quedó en el coche hasta que
el tráfico se degeneró en un callejón sin salida que no se movía en ninguna
dirección, a continuación, se bajó y caminó el resto del camino, temblando
a pesar del abrigo.
—Bonsoir, monsieur.
—Sí, señor.
Su pesar.
—Ciertamente, señor.
—¿Visitó Eton?
—No, se fue antes de que Titus llegara. Y es una lástima que no tuvieras la
oportunidad de conocerlo, mientras aun estábamos en el desierto.
76
¿El timbre de su voz cambió? ¿Y era tristeza lo que una vez más oscureció
sus ojos? La llama de una lámpara parpadeó en su rostro y lanzó su sombra
en la pared, frente a un panel de calados arabescos.
—No son una pareja obvia, pero sí, sí creo que son buenos uno para el otro.
Él necesita a alguien lleno de vida para que lo aparte de su lugar de trabajo
de vez en cuando. Y él es una buena influencia para ella, ya que puede ser
precipitada a veces.
—¿Me perdonas?
Iolanthe se levantó.
Pero Titus y ella habían llevado a Atlantis a la puerta de los rebeles. ¿Cuál
era el punto de esperar más, cuando podía ser que no hubiera un mañana,
muchos menos una próxima semana?
—Lamento que no estuviera destinado a ser. Lamento todo el dolor que esto
te trajo. Y lamento que vaya a lastimar más antes de mejorar.
Y lo había sido.
78
Ella vaciló sobre si invocar una pequeña llama, decidió no hacerlo, y
murmuró unos pocos hechizos con Validus apuntando a la ventana. Las
coronas incrustadas de diamantes a lo largo de la varita espada eran apenas
visibles en la débil luz que llegaba de la otra habitación. Las facetas de las
gemas parecían…
Ella abrió más los ojos. ¿Las coronas brillaban más y luego más débilmente?
La segunda más abajo era ahora perceptiblemente más brillante que el
resto, ahora la tercera, subiendo en una procesión ordenada, luego
volviendo a bajar.
—Kashkari.
—¿Qué sucede?
—No lo sé. La varita pertenece a Titus. Me la dio anoche porque pensó que
podría darle mejor uso.
—Lo hice y no puedo notar la diferencia. —Titus estaba tan lejos que el
localizador había estado frío como el hielo por horas.
79
Kashkari se quedó en silencio por un rato.
Ella fue lenta para responder, sin querer decir en voz alta las palabras que
le carcomían los nervios.
Ella había sido un canario una vez, una de las experiencias más angustiosas
de su vida.
—Cualquier cosa que pueda arriesgar una entidad que vuela, o eso espero.
—Soltó varios más de esos pájaros.
Frente a él, unas pocas chispas de luz cobraron vida. Iolanthe estuvo
confundida por un momento hasta que se dio cuenta de que no eran trozos
vagabundos de fuego que ella no recordaba invocar, sino pequeñas
representaciones de los pájaros.
—¿Por qué?
—No lo sé. Pero es bastante seguro que tampoco pueden volar alto, al menos
no cerca.
—¿Porque hay una cosa encima? ¿Crees… crees que Atlantis sepa que
estamos aquí?
Sus palabras pendieron entre ellos. Su garganta ardió con la idea de tal
traición. ¿Cómo podía la varita de Titus, entre todas las cosas, volverse en
su contra?
El aire olí a carbón usado, pan y una leve subnota a excremento de burro.
La noche se había vuelto más fría, una briza desde el mar empujando el
calor residual del día. Kashkari los condujo cuidadosamente, moviéndolos
hacia adelante.
La cosa detrás de ellos era un carro blindado miniatura, una cápsula apenas
más grande que el escritorio en su habitación en casa de la Sra. Dawlish y
casi del mismo color sombrío que la noche. Un par de garras, adjuntas a
cables largos, salieron de la parte delantera de la cápsula, dirigidos
directamente hacia ella.
Más ropa colgada. ¿Era un burro lo que evitaron? Otra cápsula se dirigió
rápidamente hacia ellos. Kashkari jaló la alfombra hacia una puerta que
Iolanthe abrió para él. Olores extraños asaltaron sus fosas nasales, ¿se
habían abierto paso a través de una reunión de fumadores de hachís? Sus
rostros se giraron hacia ellos, desde divanes bajos alrededor de las paredes,
vistiendo expresiones de sorpresa vaga más que sorpresa alarmada.
Una cápsula cayó de la nada. Sus garras se lanzaron hacia Iolanthe con
velocidad terrorífica. Ella gritó mientras enviaba el agua de un pozo cercano
83
hacia las garras, como hielo, congelándolas así no podían cerrarse alrededor
de su persona.
Pensó salvajemente.
—Tenla lista.
Sacudió la tienda para abrirla y le dio la forma para que luciera toscamente
como dos delgados cilindros unidos. Amarraron la tienda a la alfombra.
Kashkari la encantó para que volara por un largo corredor hacía la puerta
abierta en el otro extremo.
—Ven conmigo.
84
La llevó hacia abajo hasta el nivel debajo del escenario, a un laberinto de
pasillos. Dieron y dieron vueltas, pareciendo estar girando en círculos, antes
de que Kashkari abriera una puerta hacia una oscura y estrecha bodega y
llamará luz por arte de magia.
Él maldijo.
—No lo veo.
—Sí. Cuando fui a Inglaterra al principio del Periodo de San Miguel, estaba
aquí. Siempre ha estado aquí.
—¿Escuchas eso?
—¡Por aquí!
Pero no había nada más en el escenario excepto por una cama, envuelta en
llamativas sedas y terciopelos. Se miraron el uno al otro, afligidos.
Kashkari exhaló.
CAPÍTULO 7
Traducido por Mari NC y âmenoire
Una de ellas era la amante del regente, el poder detrás del trono, y la otra la
mujer a cargo de defender el reino de las amenazas externas. Y, sin embargo,
Titus, el Maestro del Dominio, no había sabido nada de eso.
—No sé, señor. Le puedo decir que nunca me dijeron, pero escuché una
discusión entre las dos. La Comandante Rainstone estaba censurando a
Lady Callista por no tener ninguna comprensión del concepto de lealtad. Por
no entender por qué la Comandante Rainstone estaba tan perturbada por
haber sido despedida del servicio de Su Alteza. “Para ti el valor de cada
persona es sólo en lo que pueden hacer por ti” le dijo a Lady Callista. Y luego
agregó: “Ojalá nunca hubiera descubierto que éramos hermanas”.
Se hizo el silencio. Titus estudió al hombre que había sufrido tanto por su
devoción a Lady Callista. Podría culpar a Haywood por no haber atesorado
a Iolanthe tan bien como debió en esos últimos años de sus “problemas”, y
una versión más joven de sí mismo también podría muy bien haberlo hecho.
Pero, ¿cómo podría él, cuando le había hecho daño también? Tal vez más.
—No acabo de merecerlo, pero estoy más allá de agradecido de que sea así.
—Y creo que prefiere más haber crecido con usted que con Lady Cal…
La metálica mitad ovalada adentro apenas era más fría que la temperatura
ambiente.
—Qué demonios.
Qué demonios.
El olor de cal viva asaltó las fosas nasales de Iolanthe al momento en que
ella y Kashkari se materializaron en el abarrotado y oscuro cuarto de
escobas. Ella trató de teleportarse, con la mano de Kashkari en su codo. No
fueron a ninguna parte, la zona de no-teleportación seguía en su sitio.
Las ventanas se abrieron en las casas vecinas. Una voz que sonaba muy
parecida a la de Cooper sonó.
En El Cairo habían tenido la ventaja del paisaje urbano. Aquí era abierto y
plano, sin lugares donde esconderse, y ni siquiera oscuridad para ayudarles
a desaparecer.
Ya, a pesar del viento desde atrás que le había aplicado a la alfombra, las
cápsulas se acercaban. Ordenó al suelo debajo de un grupo de árboles que
se soltara, izando los árboles con hechizos de levitación, y los envió hacia
las cápsulas.
Invocó a las aguas del Támesis y erigió un muro de hielo. Un carro chocó
contra la pared, pero los demás se detuvieron a tiempo.
La mano de Kashkari ya la había agarró del brazo. Ella cerró los ojos y pensó
en el interior de la fábrica de cerveza. En el instante siguiente ella y Kashkari
91
estaban estrellándose en el suelo de la fábrica de cerveza, lanzados contra
una pila de barriles viejos por la velocidad residual de su alfombra.
La puerta del laboratorio estaba abierta, la luz se derramaba hacia fuera del
interior familiar, con su larga mesa de trabajo y paredes tras paredes de
estanterías y armarios. Ellos corrieron a su interior. Titus entró de último,
cerró la puerta y gritó:
—¡Extinguatur ostium!
—La Fortuna me proteja —dijo, con la voz ronca—. Por un momento pensé
que te tenían.
—Pensé que tenía que haber algo de magia de archivo que podía manejar.
Pero me quedé completamente en blanco. Estaba estúpidamente asustado.
—A menos que esté muy equivocado, Atlantis ahora tiene acceso a la varita
hija de Validus.
—La mayoría de las varitas espada vienen en pares, una varita madre y una
varita hija. La varita hija no es particularmente notable, no amplifica el
poder de un mago más que una varita ordinaria, pero le hace heredar las
propiedades de la varita madre si ésta es destruida.
93
»Cuando Hesperia la Magnífica tuvo a Validus, hizo modificaciones a su
varita hija, por lo que podría ser utilizada para rastrear a la varita madre.
Debido a esto, la varita hija de Validus se mantiene en un lugar secreto, que
no debe utilizarse a menos que la persona que empuña a Validus se
considere muerto o capturado.
—¿Puedes preguntarle a Dalbert para averiguar? —Fue por eso que los
había dejado en el primer lugar, para recuperar lo que el espionaje de
Dalbert podría haber reunido.
—Has eso —dijo Titus—. Voy a ir a buscar un poco de agua para el té.
—Hay una tremenda neblina afuera. Caminé junto a la bomba dos veces
antes de encontrarla.
¿Había una pista de lástima en los ojos de Titus mientras miraba hacia el
Maestro Haywood?
—Hay un poco más. Nada ha sido dicho al público todavía. Y mis súbditos
no tienen sospechas particulares por el momento, dado que típicamente no
hago apariciones en la capital. Todavía creen que estoy en mi refugio de la
montaña, estudiando como un buen princesito.
—Pero tienes razón. Había esperado algo más grande para ahora. Ahora me
pregunto si mi maestro espía estará en custodia.
—Arreglamos que todos tengan un lugar para dormir. El faro tiene un par
de habitación para los comisionados visitante y viajeros varados por el mal
95
clima. Parece que una de las habitaciones ya está tomada. Dado que la
señorita Seabourne todavía debería refrenarse de montar, tanto como sea
posible, recomiendo que la dejemos tomar el cuarto que queda. Los
caballeros se pueden quedar en el hostal en Durness, a veinte kilómetros de
distancia.
—Por supuesto —dijo ella—. Era uno de mis lugares favoritos en Delamer.
—Hay un letrero ahí que te encantaba, dejado de cuando el lugar era una
librería.
—Sí, ese. Siempre te reías de él. Siempre entendiste que era un chiste.
—¿Te gustaba ir ahí porque ahí fue donde conociste a Lady Callista?
Ella rio.
—Y también tendremos nuestra vieja casa de vuelta. Y será como si… como
si…
Se dio cuenta de cuán tonta debía sonar. ¿Cómo podían fingir como si nada
hubiera cambiado cuando ambos sabían ahora que el acuerdo que ella había
encontrado tan maravilloso, había sido la fuente de tanto dolor y confusión
para él?
—Sí, lo haremos, si es posible. Esos fueron algunos de los días más felices
de mi vida. Estaría encantado de regresar al Conservatorio, regresar a la
antigua casa, excepto que esta vez contigo crecida y asistiendo a mis clases.
No dijeron nada más por un rato. Se dio cuenta que el laboratorio se había
quedado en silencio, que tanto Titus como Kashkari los miraban fijamente,
el primero con melancolía, mientras que el segundo…
—Han sido unas largas veinticuatro horas y estoy agotado. ¿Es posible ir
pronto al hostal?
—Lo sé —murmuró.
El hostal era simple, casi crudo, pero era cálido por dentro y la comida
decente, Titus podía testificar por la calidad de la cocina, dado que había
comprado la sopa ocasional y el sándwich del lugar.
—No, gracias. Estoy bien. —Kashkari se giró hacia Titus—. ¿Puedo hablar
contigo?
—Antes que dejaras Luxor hoy, me preguntaste si había tenido algún sueño
profético sobre el que debieras saber.
En la débil luz proyectada por una linterna que colgaba sobre la puerta, los
rasgos de Kashkari entraban y salían de la niebla.
Los vapores penetraron a través de todas las capas de la ropa de Titus para
envolverlo en su amargo abrazo.
—Eso pensé.
—¿Cómo adivinaste?
—Esa muerte ha sido profetizada desde hace tiempo —dijo él—. Y la persona
en cuestión lo ha sabido por años.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy.
Por el tiempo más largo, las palabras de Kashkari se filtraron entre ellos, sin
tener ningún sentido en absoluto. Entonces de repente Titus tenía sus
manos sobre las solapas de Kashkari, casi levantándolo del suelo.
—¿Qué dijiste? ¿Qué quieres decir con que Fairfax no tiene la más ligera
idea? ¿Qué tiene que ver con los sueños proféticos sobre la muerte y morir?
—¿Dónde? ¿Dónde estaba ella? —Titus estaba gritando, pero solo podía
escucharse a sí mismo sobre el rugido en su cabeza.
Todo lo que quería era que ella pasara a través de todo ilesa, tuviera una
maravillosa vida, rodeada de amor y risas. Todo lo que quería era una sola
esperanza para iluminar su camino, cuando toda la ambición y coraje
hubieran fallado.
—¿Hay algo que pueda hacer? —preguntó Kashkari, su voz apenas audible.
El fuerte olor del mar quemaba sus pulmones con cada respiración. El
invisible Atlántico chocaba contra las puntas, ola tras ola incesantemente.
Sobre su cabeza, los rayos del faro cortaban fantasmales trazos a través del
101
espeso vapor, una severa advertencia para los navíos para mantenerse
alejados de los engañosos riscos.
Toda su vida él había sido dirigido hacia tales engañosos riscos. Pero de
alguna manera se las había arreglado para engañarse a sí mismo de que ella
evitara ese fatal choque, extendería sus alas a tiempo para salvarse y
elevarse por encima.
La había dotado de toda la inmortalidad que deseaba poder poseer. Pero ella
sólo era carne y sangre. Podía demasiado fácilmente tropezarse y caer, sus
ojos en blanco, sus extremidades sin vida.
Y lo haría.
Una puerta se abrió en la base rectangular del faro, donde los huéspedes
estaban localizados. Luz se derramó hacia afuera, delineando una figura en
la puerta, echando un vistazo. Era ella, revisando su regreso,
preocupándose porque hubiera tomando tanto tiempo.
Algunas horas para él, ella y un futuro que incluía días soleados debajo de
un árbol de borrajas floreciendo, con amigos por llegar en cualquier
momento.
102
CAPÍTULO 8
Traducido por martinafab
—¿Qué dijo?
—He suprimido ese recuerdo por ahora. Volverá mañana, pero por el
momento no tengo idea de lo que dijo.
El único otro recuerdo que había suprimido alguna vez se refería a los
detalles de la profecía acerca de su muerte. Se sentía mareada, como si
estuviera de pie en el borde de un abismo, y sus profundidades sin fondo la
atrajeran hacia adelante.
103
Sus dedos se cerraron alrededor de su los de él, tan fría su mano. Ella ignoró
el clamor terrible en su cabeza y tiró de él por el pasillo hacia el baño.
Ella indicó el pijama que llevaba, incluso desde que habían comenzado a
prepararse para dejar de la escuela en un santiamén, el laboratorio se había
vuelto mucho mejor equipado con suministros tales como comida, ropa de
cama y ropa de repuesto.
—Lo siento —dijo él, mientras estaban de pie a cada lado de la puerta—.
Siento traer noticias terribles sin ser lo suficientemente valiente como para
decirte qué son.
Los estragos del desierto estaban todavía en él. Sus ojos estaban hundidos,
sus mejillas de igual manera. Su corazón se rompió.
—¿Recuerdas la razón por la que hice bajar mi primer rayo en Little Grind-
on-Woe?
—Dijiste que estabas tratando de corregir un lote de elixir de luz que había
sido arruinado.
—Me ofrecí para hacer el elixir de luz para una boda, y no por la bondad de
mi corazón, claro está. Los aldeanos se quejaban del Maestro Haywood,
porque no era un muy buen maestro de escuela para sus hijos. Y yo
esperaba que al hacer todo lo posible para la boda de Rosie Oakbluff, su
104
madre, que tenía el poder de despedir al Maestro Haywood, le permitiría
permanecer en el puesto hasta después de los exámenes de calificación para
las academias superiores.
»Llené a la Sra. Oakbluff con favores e incluso fui tan lejos como para hacer
descender un rayo para revivir el elixir de luz plateado para la boda de su
hija, todo por algo que era esencialmente desesperanzador desde el
principio. —Ella sonrió—. ¿Suena familiar?
—Un poco.
—Es lo mismo aquí. Lo más probable es que las profecías lleguen a suceder,
pero no voy a conceder nada hasta entonces. No voy a desesperar ahora
porque puede que una sombra caiga mañana. —Le tocó el cabello, también
húmedo de la niebla—. O tal vez ya he desesperado y he decidido que, si
bien la desesperación está bien como una indulgencia ocasional, no puede
ser servida tres veces al día.
Cuán trastornada había estado, creer que ella podría hacer la diferencia.
Que por sí sola podría salvarlo de la ruina. Y cada vez que habían engañado
a la muerte, cada vez que habían salido ilesos de una situación imposible,
su creencia se había hecho más fuerte. ¿Por qué debería haberle sido dado
el control de la chispa divina, si no era para desafiar a tal mala suerte
escrita?
—¿Qué es eso?
—No deberías desesperarte ahora porque puede que una sombra caiga
mañana.
—Le distraigo con toneladas de pétalos de rosa. A ella le encanta ese tipo de
basura sentimental.
Ella resopló. Los pétalos de rosa habían sido algo así como una broma entre
ellos desde el comienzo del Periodo de San Miguel, excepto que ella había
sido la que lo ridiculizaba a él por utilizarlos como una abreviatura para el
romance.
—¿Quieres ver algunas de las otras distracciones que había preparado, para
que no me hiriera?
Luego le dio fuegos artificiales, diminutas, pero aun así intrincadas llamas.
Después de eso, una pequeña y brillante semilla que se convirtió en un
brote, un retoño, y luego en un largo y maravilloso árbol, el susurro de sus
tiernas hojas verdes como la música, el vaivén de sus ramas liberando una
suave lluvia de diminutos pétalos de plata.
—Ahora me lo dices. Está bien entonces, será mejor que ordene que planten
uno, para que esté allí cuando seas una estudiante en el Conservatorio.
—¿Se parecerá a este? —Ella levantó el rostro para echar un último vistazo
al pabellón verde, que ya estaba desapareciendo.
Ella le devolvió la mirada. Hasta este momento, no se había dado cuenta del
pijama que llevaba. Lo había visto a medio vestir un par de veces, pero
nunca lo había visto vestido de manera informal. Sin importar qué tan
temprano llegara a su habitación para sus sesiones de entrenamiento por la
mañana en el Crisol, siempre estaba ya en su uniforme escolar.
Él devolvió a la luz del laboratorio su brillo normal, y ella vio que el pijama
era de franela de aspecto suave y de color azul oscuro, con el botón superior
de la camisa desabrochado. El corazón le dio un vuelco: no podía apartar la
mirada de la piel que un botón abierto exponía.
Y no quería.
108
—Bésame.
—Prueba uno.
—Se los robé todos a Lady Callista el verano pasado. ¿Quieres otro?
Ella colocó una pastilla iridiscente, casi como el cristal, en su lengua. Era
frío como el mármol y también sabía así. Ella abrió ese segundo botón de la
camisa del pijama y presionó la yema del dedo contra su piel.
Ella lo hizo de mala gana y vio que estaban de pie bajo un arco iris. Y el
tintineo suave de las campanas de viento aún vibraba en el aire, cada vez
más débil mientras el arco iris se desvanecía.
—¿Todavía piensas que los pétalos de rosa son una idea terrible?
Ella le rodeó la muñeca con sus dedos, su pulso era tan errático como el de
ella.
Ella medio rio, atrapada entre la naturaleza absurda sentimental del cuadro
y su sinceridad innata y descarada. Se rio de nuevo, sólo para encontrar sus
ojos una vez más escociendo de las lágrimas.
—La próxima vez —murmuró él—. ¿Puedo pasar la noche aquí, contigo?
—Por cierto, Su Alteza, mintió —dijo, mucho más tarde, con la cabeza en su
hombro.
—Sobre que había ocupantes en una de las salas del faro. No hay nadie
aquí, excepto nosotros.
110
—Un resultado más deseable. —Él levantó su mano y la besó en la parte
posterior de la misma—. ¿Estás segura de que no hay árboles en el gran
jardín del Conservatorio?
—Voy a necesitar pretender que algunos habían sido sembrados en los años
desde que te fuiste.
—No, sólo lo he visto en fotos. En general pasé muy poco tiempo en Delamer.
La mayor parte de mi infancia fue en las montañas.
—Está a varios metros por encima del nivel del patio del castillo. Mi madre
y yo solíamos estar de pie en la balaustrada y pretender que el jardín estaba
en el cielo, vagando, porque podíamos ver las montañas moverse. Le
encantaba ese jardín, y muchas veces me la encontraba sentada bajo una
pérgola cubierta de enredaderas. Esa vid daba pequeños racimos de flores
de oro, y los utilizaba para hacer aros de ellos para llevar como coronas.
—Lo hice. Tuvimos algunas horas maravillosas allí. —Él se pasó los dedos
por el cabello—. ¿Tuviste un jardín propio?
Él tomó su rostro.
Su corazón se encogió.
—¿Por qué hablas como si esta ya fuera nuestra última hora juntos?
Él la miró.
—¿En serio?
Ella rio hasta que apenas pudo respirar. Hasta que las lágrimas una vez
más amenazaron con caer. Lo atrajo de nuevo a sus brazos y lo apretó con
fuerza.
CAPÍTULO 9
Traducido por adaly
Su voz sonaba extraña a sus propios oídos, como si sus cuerdas vocales
hubieran sido gravemente rasguñadas.
—No —admitió Titus—. No podría decirle. Soy tan cobarde como tú.
Titus cerró la mano alrededor del cuello de su abrigo, estaba frío otra vez a
pesar de la calidez de la pequeña habitación.
—Sí.
Titus suspiró.
—Mi madre tampoco pudo decirme cara a cara, lo dejó a su diario el decidir
cuándo debería ser revelado.
—¿Fue por eso que me dijiste que la persona con la que soñaba ya sabía de
la muerte profetizada?
—Es la opinión predominante entre los reinos mágicos occidentales que uno
nunca debe alterar indebidamente lo que ya se ha visto. Pero como le dije a
Fairfax hace un tiempo, nosotros los de la herencia oriental no tenemos una
postura tan draconiana en el flujo del tiempo. Para nosotros, lo que soñé
ayer por la mañana sería considerado un tiro de advertencia, una
advertencia desde arriba.
—¿Contra qué?
—Pero tú mismo has dicho que el daño de tal curso de acción es gradual.
Titus suspiró.
Titus presionó dos dedos contra el espacio entre sus cejas, su cabeza
palpitando.
—Mi madre vio a dos jóvenes magos llegar tan lejos como el anillo exterior
del Palacio del Comandante. ¿Estamos dejando eso también?
—Traje algunos remedios para dormir. Dos pastillas están calibradas para
darme cuatro horas de sueño ininterrumpido. El efecto podría variar para
ti.
El Cuatro de Junio.
—Eso no es verdad. En el fondo lo tolero con pasión y doy gracias de que pasa
solo una vez al año.
—En cualquier caso, siempre lo disfrutas. Así que ahórrame la… espera aquí
viene Cooper. En cuyo caso, continúa con tu gemido melodramático, pero pon
un poco de majestuosidad en él. Sabes que vive para oírte juzgar todo como
indigno.
De hecho, ahí estaba Cooper, con los mismos ojos redondos y la cara ansiosa,
salvo que había adquirido una panza considerable. Sus pantalones, que no
habían sido adaptados para dar cabida a este peso adicional, ahora eran una
pulgada demasiado cortos.
Fue sólo cuando sus ojos se posaron en el otro ocupante de la cama que
todos los acontecimientos de la noche anterior se precipitaron de nuevo.
—Buenos días —dijo Fairfax, sonriendo un poco. Eran sólo las cinco y
cuarto, pero ella ya estaba vestida. Sentada contra un par de almohadas,
un libro abierto sobre sus rodillas—. ¿Cómo se siente, Su Alteza, después
de la noche más absolutamente maravillosa de su vida?
Por primera vez en su vida, deseaba tener el don de Kashkari. Así su sueño
se haría realidad, un sueño en el que su vida no terminaría en Atlantis, sino
que se extendería lo suficiente en el futuro para que Cooper, quien era
actualmente tan delgado como Titus, haya alimentado un vientre grande
con buena comida y una vida cómoda.
Ella pasó una página del libro en sus rodillas, que tardíamente reconoció
como el diario de su madre, en blanco, como de costumbre.
119
—Ya me lo imaginaba. Vamos a oírlo.
La cama había sido hecha durante su ausencia. Ahora ella estaba sentada
en la parte superior de la colcha, el diario vacío de su madre todavía abierto
delante de ella. Él trató de recomponerse. Pero, ¿cómo encontrar las
palabras adecuadas para algo como esto, aunque tuviera cien años y pilas
de diccionarios tan grandes como las pirámides?
Ella esperó y siguió girando el diario en blanco, una página tras otra.
Ella lo miró y cambió otra página. Pero esta vez, había escritura en la página,
la letra familiar y limpia de su madre.
—¡El diario!
Ella asintió. Se sentó junto a ella, le pasó el brazo por los hombros y la besó
en la sien.
31 de agosto, AD 1013
Él también reconoció la entrada del diario, una esencial que habían leído
juntos la noche de su Inquisición hace seis meses. No sabía por qué, pero el
vello en la parte posterior de su cuello se levantó.
2 de septiembre, AD 1013
123
Estaba casi media hora tarde para la cita. Pero esperó por mí.
Además, me trajo la tarta de manzanas de La Varita y el Sauce.
4 de septiembre, AD 1013
9 de septiembre, AD 1013
10 de septiembre, AD 1013
17 de diciembre, AD 1013
29 de enero, AD 1014
Titus se sacudió. Fuera lo que fuera que había esperado que el diario
revelara, no era esto.
Un golpeteo fuerte vino de la puerta frontal del faro. Ambos saltaron. Todavía
estaba oscuro afuera, por lo que no podía ser el guardián del faro tratando
de entrar, para apagar su máquina y registrar el nivel de aceite en el depósito
de combustible.
Se teleportó a un nivel superior del faro y miró por la ventana. Era, en efecto
Kashkari, y no estaba solo. Con él estaban Horatio Haywood y…
Titus tuvo que entrecerrar los ojos para asegurarse de que no estaba viendo
cosas. Sin embargo, de pie junto a Kashkari, envuelta en una capa gruesa,
estaba nadie más que la mujer de los sueños de Kashkari.
Amara.
125
CAPÍTULO 10
Traducido por Otravaga
—D
Casi con frialdad.
urga Devi, esto
impasiblemente.
es inesperado —dijo Titus
Sí, así era. No perdonaría a Amara por haber tenido esa idea y siempre
sospecharía que ella quisiera deshacerse de aquella que él amaba.
Y fulminó con la mirada a Titus para que se apartara del camino, lo cual
hizo a regañadientes.
—Disculpe que olvidamos decirle, Su Alteza, con todo lo demás que está
ocurriendo.
—Mohandas probablemente les dijo que una de nuestras bases satélite tiene
un dique seco que puede lanzar un barco en el Mediterráneo. Me llevaron
hasta la costa de Andalucía y volé el resto del camino.
Las alfombras voladoras, para todos sus maravillosos usos, no podían viajar
largas distancias sobre el agua. De España a Gran Bretaña, la única gran
masa de agua que ella tenía que cruzar habría sido el Canal Inglés, que era
lo suficientemente estrecho entre Calais y Dover para que una alfombra bien
hecha lo atravesara antes de que empezara a perder altura.
—¿Crees que el ataque fue una represalia directa contra ti, personalmente,
por la ayuda que nos diste? —preguntó Titus.
—Si al menos eso fuera todo. Los ancianos del asentamiento recibieron un
mensaje después de eso que decía: “Esta será Delamer en siete días, a
menos que...”
—¿A menos que qué? —preguntó Fairfax, su voz no más que un susurro.
Fairfax se levantó y quitó el hervidor del fuego. La habitación estaba una vez
más mortalmente silenciosa, hasta el punto de que podía oír cada ola
rompiendo contra los acantilados.
Ella miró el hervidor en su mano. Parecía que no había razón para hacer
nada más que verter el agua hirviendo. Así lo hizo, en la tetera… y sólo
entonces recordó que no había puesto ninguna hoja de té adentro.
—Lo escuché.
Ella contó cinco cucharadas de hojas de té, una para cada persona, volvió a
ubicar la tapa de la lata y luego puso de nuevo la tapa de la tetera.
—Siempre olvido calentar la olla primero —dijo ella—. Su Alteza hace una
taza de té mucho mejor.
»En ese momento mi sueño, como a veces hacen los sueños, cambia de plano
a un lugar diferente. Yo estaba en el aire otra vez, en una enorme terraza o
plataforma que flotaba hacia adelante, y estaba mirando hacia abajo a un
valle iluminado rodeado por una orilla dentada. Había anillos de defensas y
decenas de wyverns en el cielo.
—¿Viste mi rostro?
Kashkari asintió.
—¿Estás seguro?
Él asintió de nuevo.
—¿Excepto qué?
—Entonces no podría ser yo. No aceptaría joyería que me diera nadie excepto
mi guardián o el príncipe.
Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, se dio cuenta de lo
ingenua —incluso estúpida— que sonaba. Así era exactamente como cada
131
zopenco trataba a su manera de razonar su destino, aferrándose a algunos
detalles que podrían ser negados enérgicamente. Nunca volvería allí. Nunca
comería eso. ¿Por qué encontraría mi fin en la cima de una montaña cuando
ni siquiera me interesa subir escaleras?
El Maestro Haywood tomó su mano entre las suyas. Sus manos entrelazadas
temblaban, y ella no podía decir quien temblaba con más fuerza. Titus, al
otro lado de la habitación, parecía necesitar de toda su concentración para
permanecer erguido. Amara, junto a Kashkari, tenía la cabeza gacha, como
en oración.
Sin embargo, todo lo que él había visto en su vida había llegado a pasar. A
veces, el verdadero significado de sus sueños proféticos había sido mal
interpretado, pero lo que había soñado se había desarrollado exactamente
según lo previsto.
—Como le dije al príncipe antes, deberíamos ver esto como una advertencia:
en lugar de dirigirnos a Atlantis de inmediato, deberíamos…
—Así es, y nuestra decisión fue atacar el corazón del dominio del Bane, en
la cripta donde guarda su cuerpo original. —Kashkari extendió la mano y
sirvió té para todo el mundo: el té que Iolanthe había olvidado que se estaba
remojando en la olla—. Anoche le había sugerido al príncipe que deberíamos
esperar a un momento más oportuno para atacar. Pero la noticia que mi
cuñada trajo esta mañana cambia las cosas de nuevo.
Titus acercó una silla al lado de Iolanthe, se sentó y empujó una taza de té
en sus manos. Sus ojos reflejaban nada más que derrota… exactamente
como lo recordaba, cuando lo había sacado de la niebla la noche anterior.
Debería haber adivinado entonces que el sueño de Kashkari era respecto a
ella, no a él: hacía mucho tiempo había hecho las paces con su propia
muerte; era sólo la suya la que podría haberlo devastado a tal grado.
Ella sacudió la cabeza: esto iba contra la naturaleza de todo lo que le habían
enseñado acerca de las profecías.
—¿Pero que puede ser peor que seas llevada a la cripta del Bane y
sacrificada? Y lo que vi era la cripta del Bane; hasta ahí no puede haber
duda alguna.
A su lado el Maestro Haywood jadeó en voz baja, pero no dijo nada. Ella lo
miró, luego a Titus, que se sentaba con su cuello doblado, su respiración
inestable.
Ella sacudió la cabeza de nuevo. No podía pensar muy bien, pero aun así,
algo acerca de la visión de Kashkari no tenía sentido.
Ella tomó un sorbo de té. Estaba amargo… nunca conseguía hacer muy
buen té. Titus probó el suyo e hizo una mueca. Se levantó, salió de la
habitación y regresó medio minuto después con un pequeño plato de
terrones de azúcar. Ella dejó caer dos cubos en su taza; él tomó el resto.
—Pero tal vez estamos viendo mal todo esto. Tal vez mi muerte, en vez de
ser lo peor que puede pasar, era en cambio el paso necesario que les permitía
a ambos ir tan lejos como lo hicieron. Estaban en la cripta del Bane. Y
todavía estaban sanos y salvos. No había nada que les impidiera a ustedes
acabar con el Bane.
134
Nadie dijo nada. Ella bebió de su té de nuevo y se sorprendió por la
diferencia en el sabor. Lo que sea que haya conformado los cubos de azúcar
le daba al té no sólo dulzura sino sutiles pero deliciosos toques de frutas
cítricas y de hueso.
—No puedo creer que todo el mundo aquí tome el asunto de una visión tan
desdeñosamente —continuó ella—. Estoy a favor de hacer que una visión se
pruebe a sí misma, y ni siquiera yo discuto la validez de ésta. Mientras...
mientras que todos ustedes parecen tratarla como si no fuera diferente a un
simple rumor.
»Al crecer, sin embargo, estuve muy influenciada por mi abuela paterna,
quien emigró a Kalahari desde un reino nórdico y era una firme creyente de
que sólo los eventos que están tallados en piedra son transmitidos en
visiones. La totalidad del futuro todavía puede no estar escrita, pero nadie
puede negar que ciertas fuerzas y desarrollos son tan poderosos, que tratar
de evitarlos sería como una mosca interponiéndose en el camino de un carro
blindado.
»Pero ni siquiera yo, que me aferro firmemente a la idea de que nadie debe
intentar alterar un futuro que ha sido revelado, puedo encontrar nada malo
en particular en lo que Mohandas sugiere. Después de reunirnos de nuevo
esta mañana él confesó que había mentido acerca de haberte visto llegar a
Atlantis en tu propio poder y por tu propia voluntad. Dado eso, ¿hay
verdaderas visiones conocidas de ti entrando resueltamente en Atlantis?
Iolanthe dejó su taza vacía. Algo no encajaba: algo que uno de los magos en
la habitación dijo o indicó. Pero no parecía ser capaz de pensar. De hecho,
estaba inclinándose con fuerza hacia su izquierda.
135
Intentó aferrarse a Titus y falló. Pero el brazo de él la rodeó y evitó que cayera
de bruces.
Su visión se redujo. Lo último que vio fue los ojos de Titus, de los que toda
la luz y la esperanza había huido.
Ahora se hacía cada vez más imperativo que tuvieran éxito en derrocar al
Bane.
Sin Fairfax.
—¿Qué otras noticias tiene él? —La voz de Kashkari era tensa. Por la forma
en que iban las cosas, cualquier noticia casi inevitablemente sería una mala
noticia.
—No solicité más noticias. Le pregunté si había preparado algún medio para
que yo regrese al Dominio, sin la ayuda de nuestro translocador habitual.
—¿Y?
Titus exhaló.
—Lo hizo.
—Señor.
Que este fuera su último adiós. Que no volviera a verla de nuevo, nunca. Él
podía tolerar dejarla atrás, si debía hacerlo. No podía soportar caminar hacia
un futuro en el que ella hubiese sido asesinada por el Bane… el final de todo
lo que valía la pena, el principio de todas sus pesadillas.
—Que la Fortuna camine junto a ustedes dos por muchos años. Y cuando
ella despierte, dígale que no me arrepiento de mi decisión el día de hoy,
sólo… sólo que nunca compartiremos una canasta de picnic de la Sra.
Hinderstone.
139
CAPÍTULO 11
Traducido por flochi y AnnaTheBrave
E l laboratorio tenía una salida más que las entradas, y esa salida
llevaba a un granero destartalado en el sudeste de Inglaterra. Desde
allí, Titus teleportó a sus compañeros a Londres.
Era una hora temprana del día y finales del año; el museo no estaba lleno.
No tuvieron problema en despejar esa galería en particular con unos
hechizos de alejamiento. El ropero era lo bastante grande que ellos tres, y el
inmenso abrigo de Amara, no tuvieron problemas en caber dentro.
Pero una cosa era dirigir un barco en mar abierto, y otra completamente
distinta conseguir sacarlo de una caverna estrecha y reducida, con olas
chocando dentro y creando corrientes impredecibles que lanzaban el
balandro de este lado y al otro. Remaron. Empujaron con remos y varas. En
algún punto, Titus y Kashkari saltaron en el agua fría para destrabar el bote.
Si sólo…
Drogada.
Gimió y se incorporó, sus músculos tan débiles como los macarrones que se
servían en la casa de la Sra. Dawlish.
—Iola…
Ella alzó la mano. No quería discutir con él. Lo que sí quería hacer, era poner
sus manos alrededor de la garganta de Titus y estrangularlo hasta un hilillo
de vida. ¿Cómo se atrevió a tomar una decisión de tal magnitud por ella? ¿Y
cómo se atrevía a ponerla en acción de una manera tan cobarde? Ella podría
aceptar el consenso del grupo, si sentían absolutamente que no podían
tenerla junto a ellos, pero hasta después de que ella pudiera apelar la
decisión por sí misma.
Sólo mientras daba vuelta a los estantes y gabinetes notó unas pocas cosas
que habían sido dejadas sobre la mesa de trabajo. Los cuadernos
bidireccionales de Kashkari y Amara yacían lado a lado, con una nota de
Kashkari debajo.
Querida Fairfax,
M.K.
Amada,
Titus.
Apoyó los codos en la mesa de trabajo y enterró la cara en sus manos, estaba
igual de exhausta y furiosa. ¿Era todo? Después de todo lo que habían
pasado, ¿él esperaba que ella se sentara tranquilamente y esperara a
que El Observador de Delamer le dijera cuando la población de media ciudad
hubiera sido destruida por lluvia de la muerte? Y cuando su funeral tuviera
144
lugar, suponiendo que Atlantis se molestara incluso en regresar su cuerpo…
¿él esperaba que ella lo supiera por los periódicos también?
—Iola, querida…
—Por favor, déjame sola. —Odiaba ser grosera con el Maestro Haywood. Pero
él estaba contento de que ella no hubiera ido, y no podía enfrentar esa
alegría ahora.
—Estaré feliz de darte todo el espacio que desees. Pero por favor, recuerda
que debemos irnos en algún momento, aunque sólo sea a la posada. No
puedes quedarte aquí para siempre.
—Lo entiendo. ¿Te importaría dejarme por unos minutos? Puedes llevar el
periódico si quieres.
Se incorporó.
Pero, ¿qué puede ser peor que seas llevada a la cripta del Bane y sacrificada?
Había exigido Kashkari. Y el Maestro Haywood había jadeado. Ella,
naturalmente, lo había interpretado como un sonido de disgusto y angustia.
¿Y si se había equivocado?
—No vas a creer lo que acabo de leer: un anuncio fúnebre para tu amigo, el
joven Wintervale.
—Cuando tenía siete, hubo una cena para celebrar tu ascenso. —El último
ascenso que él recibiría del Conservatorio, o cualquier otro lugar—. Durante
la comida, alguien le preguntó a la Profesora Eventide sobre las fuentes
principales para su investigación. Ella declinó discutirlo en detalle, diciendo
que estaba prohibido. Pero después de que los invitados se marcharon,
ustedes dos se sentaron y hablaron por algo de tiempo. Y en cierto momento,
le preguntaste sobre esas fuentes principales, si era cierto que registros de
practicantes reales de Artes Oscuras habían sido permitidos sobrevivir.
—Pero algunas cosas nunca las olvidas realmente. Ahora recuerdo lo que te
dijo ella sobre la magia de sacrificio, cómo los magos por error equipararon
la magia de sangre con la magia de sacrificio porque un rito de magia de
sacrificio se inició con la extracción de una pequeña cantidad de sangre de
la víctima, para determinar cuán poderoso sería el sacrificio. También
recuerdo que llegó a decir cuán grotesca era la magia de sacrificio. Y cuán
sucia, ya que las mejores partes del cuerpo —ojos, cerebro, órganos y
médula— tienen que ser extraídas, mientras que el corazón de la víctima
aún lata.
—Mis amigos tienen conocimientos, pero son pocos los magos vivos que
saben algo en concreto acerca de la magia de sacrificio. Cuando supimos
que la magia de sacrificio era la razón por la que el Bane buscaba un mago
elemental, ninguno de nosotros tuvo tiempo para analizarlo, estábamos
demasiado ocupados preparándonos para salir de Eton de inmediato.
Él no dijo nada.
—¡Respóndeme!
Su garganta se movió.
148
—Sí, tienes razón. Los dejé creer que tu muerte sería causada por la magia
de sacrificio, a pesar de que la descripción del sueño de tu amigo sugería lo
contrario.
Ella se dejó caer en una silla, sus piernas ya no eran capaces de sostenerla.
—Sé eso. Lo he sabido desde el día en el que el príncipe me pidió por primera
vez que lo ayudara con esto. Por eso hui de él. Por eso tuvo que engañarme
para que hiciera un juramento de sangre para que me quedara. Pero en
algún lugar a lo largo del camino he cambiado de opinión. Entendí lo que
está en juego. Y me di cuenta de que a veces la pérdida de una vida, incluso
si esa vida es mía, no es un precio demasiado alto a pagar.
—No puedo permitir que eso ocurra. Eres todavía una niña. Eres demasiado
joven para tomar tales decisiones irrevocables.
—Puede que sea todavía menor de edad, pero no he sido una niña durante
un tiempo muy largo. Tú lo sabes. Y sé lo devastador que puede ser para ti,
dejarme elegir mi propio camino. Pero es lo mismo para mí, ¿no lo ves? Hay
una profecía sobre la muerte del príncipe. Él se reuniría con su fin en
Atlantis. ¿Crees que nunca se me ocurrió que tal vez debería dejar de seguir
este curso de acciones que lo llevaría a Atlantis? Pero no dije nada para
disuadirlo, y no me interpuse en su camino. Él ya ha elegido, y debo respetar
su elección.
¡El translocador 4 en Delamer del Este era para el que Titus tenía un destino
disruptor!
—Amara—dijo ella.
151
Esa no era.
—Durga Devi.
No.
—Vasudev.
Aun no era la correcta. Por supuesto, Vasudev Kashkari había venido a Eton
y había conocido a un par de personas en la casa de la Sra. Dawlish. Así
que no sería su nombre. ¿Era el de su hermana, entonces? ¿O los de sus
padres? No sabía cómo ninguno de ellos se llamaba.
—¡Vrischika!
Gruñó en voz alta cuando se probó que estaba equivocada. Ella estaba en el
camino equivocado aquí. Kashkari gastó parte de su año con los rebeldes,
por lo que querría algo que los rebeldes no pudiesen adivinar con facilidad,
bien, en caso de que alguien entrometido se topara con su cuaderno.
¿Podría Kashkari haberla tomado como su contraseña por lo que creía que
era su conexión profetizada con Wintervale?
La Sra. Hancock.
O si ya lo estaba.
—Si me puedes mostrar dónde está, me gustaría ver la noticia del funeral
de Wintervale.
—Quiero hacerlo.
—Mi querida niña, puedes criticarme por cualquier otra cosa, y Dios sabe
que he fallado en muchos frentes. Pero por casi diecisiete años mi vida no
ha tenido ningún otro propósito que mantenerte a salvo. Cuando destruí tu
elixir de luz, era un intento de mantenerte a salvo. Cuando no dije nada y
dejé que el príncipe y tus amigos se fueran, lo mismo. Y ahora voy contigo,
porque nada es más importante para mí que tu seguridad. Tal vez estoy
siendo imprudente, pero mi decisión también la hice hace mucho, mucho
tiempo.
Ella tragó.
Su voz se suavizó.
—Quiero lo mismo, pero no porque algo me fuese robado. Yo fui el que tiró
a la basura esos años en los que podríamos haber sido felices juntos. Quiero
hacer todo bien por ti, debemos de darnos otra oportunidad.
—¿Listo?
—Sé a qué te refieres. Nadie puede estar listo para lo que estamos a punto
de enfrentar.
Pero sabía que daba al norte y estaba en un piso superior. Y dio una
descripción bastante detallada a un criado, bajo otro hechizo que le hacía
155
creer que ella era una de las damas de compañía de la reina inglesa, para
saber exactamente de qué sala de estar estaba hablando.
Más tarde ese día, su voz resonó con claridad desde el interior de la
habitación.
—Toujours fier.
Lo que Lady Wintervale le había dicho que debía decir para convocar a la
mujer de la nobleza de su guarida en lo profundo del castillo.
Excepto que esta vez esas palabras solo convocaron a agentes de Atlantis,
al acecho.
156
CAPÍTULO 12
Traducido por Simoriah y Mari NC
Casi estaba oscuro antes que divisaran tierra, un montón de rocas que
pertenecían a las Islas Nereidas, uno de los archipiélagos periféricos del
Dominio. Titus, más o menos, llevó el bote a tierra. Tuvieron suerte que no
se volcara e hiriera a alguien.
Justo como lo había hecho con los países de Europa, Titus metódicamente
se había llevado a sí mismo a muchas partes de su propio reino. Le dio a
Kashkari y Amara una fuerte dosis de ayuda para teleportarse y los teleportó
a una isla más grande a ciento cuarenta y cuatro kilómetros de distancia.
Otro salto y estuvieron en una tercera isla, esta vez frente a un viejo templo
que había quedado en ruinas. En el interior del santuario del templo, Titus
apuntó su varita hacia el suelo.
—Aperito shemsham.
La cámara secreta debajo del santuario interno tenía un portal que llevaba
a una cámara secreta similar debajo de un templo similarmente dilapidado,
esta vez en las Montañas Laberínticas.
Habría sido más fácil que usara una alfombra y revisara el paisaje desde un
punto de vista más alto, pero no se atrevió a hacerse tan visible. Después
de su cuarta teleportación, finalmente se materializó cerca de la casa de
seguridad: reconoció el sonido del Arroyo Sonata.
De cerca, el Arroyo Sonata era otro arroyo de montaña, el tipo que se podía
encontrar en todas partes por estos lares, agua clara y fría, orillas rocosas,
hojas caídas rojas y doradas llevadas rápidamente por las corrientes.
Cuando fuera que su madre y él tomaban una larga caminata, ella siempre
se aseguraba de pasar por el Arroyo Sonata. Ésta había sido su montaña,
su jardín de juegos, su refugio seguro del déspota de su padre y de la
atención de Atlantis, siempre acercándose. Y ella había querido que él
158
sintiera su magia en sus huesos, que siempre tuviera en el corazón un
profundo pozo de reverencia y asombro.
Se permitió un minuto para escuchar. Ésta sería la última vez que se parara
en el margoso suelo de su infancia, la última vez que respirara el aroma del
hogar.
Era donde Fairfax se habría quedado durante el pasado verano, si las cosas
no se hubieran puesto mal entre ellos. Tenían grandes planes. Cada
momento que él pudiera haber robado del palacio lo habrían pasado juntos,
entrenándose y haciendo estrategias, pero también simplemente tomándose
de las manos y apoyándose uno en el otro, acumulando una reserva de
felicidad y esperanza que les bastara para atravesar los oscuros días por
venir.
—Hay un baño en la parte trasera, con agua caliente —le dijo a sus
acompañantes—. Vayan y úsenlo.
Se volvió.
—¿Sí?
Titus apenas podía dar crédito a lo que leía. Demolidos. Devueltos a servicio
para el comienzo del próximo año.
La cual era la razón por la que los translocadores del 1 al 4 de Delamer Este,
aunque se habían vuelto obsoletos, nunca habían sido reemplazados: era
una debilidad de seguridad en esa particular generación de translocadores
que el disruptor buscaba explotar.
¿Por qué Dalbert no había venido todavía a la casa segura? Antes de que
Titus abandonara el laboratorio, le había dejado saber a Dalbert que
esperara por él en las montañas. Sí había tenido otras pocas estaciones en
el camino, pero Dalbert debería haber comprendido que él se refería a la
casa segura. Y Titus habría esperado que Dalbert, siempre meticulosamente
organizado y preparado, hubiera llegado bastante adelantado.
—Estoy bastante bien, señor. Había esperado llegar más temprano y tener
todo listo en la casa segura para Su Alteza, una comida y un baño en
particular.
—Bien hecho, por supuesto. Pero, ¿cómo anticipaste que podría requerir
algo de ese tipo? —Titus nunca le había hablado a Dalbert de su misión: su
política siempre había sido el secreto. Y sin embargo ahí estaba,
descubriendo que Dalbert hacía mucho tiempo que había implementado
medidas de emergencia para beneficio de él.
Titus miró, atónito, a este hombre que había conocido toda su vida. No
mucho por lo que Dalbert había dicho, sino porque de repente vio la
influencia de Dalbert en él, algo de lo que no había sido consciente hasta
este momento
—Uno debe ser cuidadoso para permanecer vivo y libre. Pero el punto de
mantenerse con vida y libre el tiempo suficiente es para encargarse de la
gran tarea, y eso no puede ser logrado solo. Por eso estoy más que
agradecido de que Su Alteza haya encontrado una compañía con un
propósito en común.
»He sabido por muchos años que Su Alteza ha sido encomendado para
encontrar al gran mago elemental de nuestro tiempo. Como todos los demás,
no podía estar completamente seguro de si Su Alteza de hecho lo había
encontrado. Pero como Atlantis, después de los eventos del Cuatro de Junio,
también sospechaba que Lady Callista podría estar involucrada de alguna
manera.
—Oh, lo llevé desde casa. Pensé que nuestros altares eran exactamente los
mismos que los de nuestros vecinos no magos.
Dalbert asintió y luego sacó otra cosa: La copia del monasterio del Crisol.
Al menos a salvo. Él suponía que era todo lo que podía pedir, a pesar de que
quería mucho más.
—La Fortuna me proteja. Mi abuelo nos contó que la cuarta copia del Crisol
se había perdido. Pero nunca lo había estado.
Después que hubieran terminado con la logística, Amara deseó pasar algún
tiempo en oración y le pidió a Kashkari unirse a ella. Esto dejó solos a Titus
y Dalbert.
—¿Pero?
—¿Estás seguro que no entiende este tipo de cosas? Es Sihar, ¿cierto? ¿Es
posible que un hombre Sihar llegue a la mayoría de edad sin entender algo
de la complejidad y la crueldad del mundo?
»Por primera vez en todos los años que la había conocido, se echó a llorar.
Me dijo que algo terrible le sucedería a él y me rogó que le prometiera que
no sería por mi mano o instigación, dado que era el único a quien había
confiado su identidad, quien tenía los medios y el motivo para removerlo de
su vida.
—¿Mi madre guardaba alguna imagen de él? —¿Al menos tendría por fin un
vistazo de su padre? ¿Reconocería algo de sí mismo en la sonrisa que su
madre tanto había amado?
170
—Si lo hacía, no encontré ninguna entre sus pertenencias después de su
muerte.
—Dijiste que se esperaba que regresara antes del inicio del periodo de
primavera. ¿Era un estudiante?
La realización llegó.
—Sí, señor.
¿Con qué frecuencia había visto a su madre, acariciando el tallo o una hoja
de la vid? ¿Y cuándo estuvo su habitación sin una guirnalda de las pequeñas
flores de oro, cubriendo un espejo o un poste de la cama?
—Titus era su único hijo, y me temo que la pérdida fue demasiado. Vendió
su tienda y se trasladó a Upper Marin March. Murió unos años más tarde.
171
Y la Sra. Hinderstone había comprado el lugar y abierto su tienda de dulces,
adonde Fairfax amaba ir por helado de piña-melón, sin saber que estaba
sentada en el mismo lugar donde su destino fue escrito por primera vez. Y
donde sus padres se habían conocido y enamorado.
Titus pasó las palmas de sus manos sobre sus ojos mientras observaba la
salida del hombre que era lo más parecido que tenía a una figura paterna.
CAPÍTULO 13
Traducido por kwanghs
Pero usualmente uno podía esperar ver algún flujo de tráfico y peatones,
asistiendo a un concierto en los parques públicos o bajando a la playa por
un paseo a la luz de la luna. Esta noche la avenida estaba completamente
vacía y las razones, muchas de éstas, se cernían inmóviles por encima, cada
ave metálica dirigiendo una dura luz sobre la ciudad capital, que juntas se
mezclaban en un muy brillante techo que bloqueaba las estrellas.
Carros blindados.
Inhaló profundamente.
—A los magos de esta gran ciudad y este gran reino, les hablo mientras una
crisis se aproxima. Por meses han escuchado los rumores de inquietud lejos
y cerca. Pero ahora Atlantis ha declarado hostilidades sobre nosotros, sobre
todos los que no seguirán tolerando su opresión. Protéjanse a sí mismos,
salvaguarden a los que aman y protejan a esos que no pueden protegerse a
sí mismos. Mejor aún, peleen por ellos.
»No puedo defenderlos a cada uno de ustedes, pero defenderé este reino
hasta mi último aliento. —Que sería expulsado en otro lugar, porque nunca
volvería a ver de nuevo su propio país—. Recuerden siempre: La Fortuna
favorece al valiente.
Mientras la última silaba dejaba sus labios, una mano se cerró alrededor de
su brazo.
—¡Praesidium maximum!
El más fuerte escudo que pudo convocar apenas fue capaz de defenderlos
contra una lluvia de espadas y mazos. Maldijo. Las armas hechizadas de
esta cantidad —siempre y cuando alguien no hubiese estado editando las
historias— solo podían pertenecer a la Hechicera de la Torre del Cielo, quien
debería estar ocupada cercando el Reducto de Risgar.
Aun así, la enorme silueta delineada contra las colinas oeste de los prados
no era otra más que la de la Torre del Cielo, una fortaleza de aspecto
protuberante colocada encima de una enorme formación rocosa parecida a
la forma de un cono.
175
¿Qué demonios? El Reducto de Risgar estaba a unos buenos ciento sesenta
kilómetros de distancia. Y la Torre del Cielo, por todas sus otras
invulnerables virtudes, no viajaba terriblemente rápido. Para mantener a
Kashkari y Amara a salvo, los había guardado dentro del Crisol antes de
aproximarse a la Ciudadela, no hacía más de quince minutos. ¿Cómo se las
había arreglado la Torre del Cielo para cubrir tanta distancia en tan poco
tiempo?
—… irme contigo.
—¿Qué?
Ella tragó.
Tardíamente Titus recordó que una vez que las armas de la Hechicera se
desplegaban, solo se volvían más peligrosas. Sacudió su alfombra para
abrirla, empujó a Aramia en ella y saltó dentro, ganando solo la suficiente
altitud para evitar ser cortado en pedazos por una hilera de espadas
devastadoras.
Bajo circunstancias normales, sólo tendría que tomarla del brazo, decir el
código de salida, incapacitarla mientras estaban afuera y después regresar
dentro. Pero posiblemente no podría dejar el Crisol justo ahora, no cuando
debía estar rodeado por soldados Atlantes en el gran balcón.
—¿Y es eso mucho peor que pasar el resto de mi vida en una celda sin
ventanas en la Inquisición, sin nunca ver el cielo de nuevo?
—Sí.
—¿Dónde está ella? —preguntó Aramia, gritando para ser escuchada sobre
la ráfaga de aire—. ¿Dónde está la que es la verdadera hija de mi madre?
—¿Por qué no? ¿No es por eso que la han estado protegiendo todo este
tiempo?
—Ya nos advertiste contra eso antes de que entráramos al Crisol —dijo
Amara.
Varios portales habían sido instalados en el Crisol. Para ir desde la copia del
Crisol en el monasterio hacia la copia que ahora estaba en la gran biblioteca
en Royalis, debían pasar a través de un portal en el interior de Bastión
Negro, la fortaleza de Helgira la manipuladora de rayos y uno de los lugares
más peligrosos en el Crisol.
—Mi madre una vez vio a Fairfax en una visión, parada encima de Bastión
Negro. Después de eso cambió la ilustración de Helgira en todas las copias
del Crisol a las que tuvo acceso.
—¿Así que puedo ver cómo luce realmente, Iolanthe Seabourne? —murmuró
Aramia—. ¿Es tan hermosa como Madre?
—Tal vez no, pero nadie que sea así de egoísta nunca es realmente hermosa.
Kashkari, Durga Devi, comiencen a desacelerar.
Era más o menos la misma treta que había usado la ocasión anterior que
había atravesado, excepto con los cambios necesarios para acomodar a sus
tres acompañantes. La treta más o menos funcionó tan bien como lo había
hecho antes en lograr que el desconfiado capitán convocara a sus soldados
y los escoltara por la muralla hacia la fortaleza.
El gran salón estaba alegre y lleno de gente. Había música y baile. Helgira,
vestida toda en blanco, su largo cabello negro cayendo en cascada, sentada
en el centro de una larga mesa sobre un gran estrado, bebiendo de un cáliz
de oro.
Él debería saber mejor. Sabía mejor y aun así se paró en seco. Cuatro lanzas
se presionaron contra su espalda, y ya podía sentir una leve pulsación
donde Helgira había cortado su brazo. Aun así, no pudo dar un solo paso.
Ella lo abofeteó tan fuerte que estaba seguro que su cuello crujió. Entonces
lo abofeteó de nuevo, con el revés de su mano, en su otra mejilla.
CAPÍTULO 14
Traducido por Shilo
Su humilde servidora,
Pleione Wintervale
Sus dudas tenían demasiado sentido. ¿Pero de qué otro cuartel podría pedir
ayuda? Iolanthe había recurrido al diario de la Princesa Ariadne, que le dio
nada. En desesperación, volvió a leer la carta de Lady Wintervale a Titus, a
la que solo le había dado un vistazo antes.
El detalle que le había llamado la atención era la ubicación del funeral del
Barón Wintervale, lo que afirmaba las sospechas del Maestro Haywood. Aún
si Lady Wintervale hubiera sido liberada de la custodia Atlante a tiempo
para planear los ritos funerarios de su hijo, no habría llevado a cabo su
funeral en una iglesia poco conocida de Londres, como estaba declarado en
la noticia en el Times, no cuando había puesto la pira de su esposo en medio
del castillo de la reina inglesa.
—¿Listo?
—Listo.
—¡Veo algo!
—Sí.
—Por Dios, ¿qué son esos? —gritó—. ¡Venga a ver, Señorita Franklin!
—No puede ser. Las águilas de Haast han estado extintas por siglos y nunca
habitaron islas tan al norte.
Ella apuntó su rifle —otro truco prestado de los rebeldes del Sahara— al
jinete a la cabeza, cuya montura ahora se cernía a solo tres metros de la
barquilla.
—Por dinero, ¿por qué más? —vociferó—. Hay un premio de mil libras para
el primer equipo que complete un viaje de mil millas sin tocar tierra antes
de fin de año. Y no estamos tan lejos de Inglaterra ahora. Por lo que si solo
se quitaran de nuestro…
El jinete wyvern líder movió una mano. Dos de sus insubordinados urgieron
a sus monturas a adelantarse, hasta que se cernieron justo debajo de la
barquilla. Levantándose de sus sillas, agarraron las cuerdas que se
envolvían alrededor de la barquilla y empezaron a subir.
—Aleje esa primitiva arma suya, si no desea su globo quemado hasta cenizas
—dijo fríamente el líder de los jinetes wyvern.
187
Los dos Atlantes dentro de la ahora abarrotada barquilla examinaron el
quemador, los balastos, los contenedores adicionales de combustible, que
habían sido parte inherente de la comisión del Barón Wintervale. También
miraron el baúl de ropa, la lata de galletas y carne en conserva y los
implementos para cocinar y comer; Iolanthe había saqueado la cocina, la
despensa y la lavandería en el Castillo Windsor, así como tomar unos
cuantos rifles prestados que pertenecían a la reina.
—Oh, por el amor de Dios —gritó Iolanthe—. Miren lo que le han hecho al
pobre hombre. No puedo operar este aparato yo sola de aquí a Inglaterra,
necesita atención todo el día. Cuidado de que no hagan algo imprudente con
el combustible, es altamente inflamable. Y ni siquiera piensen en tirar uno
de los balastos, ¡haría que mi globo subiera directamente a las garras de sus
dragones sobre nosotros!
—¿No saben nada? Es una máquina de escribir. Aquí tan alto, las plumas
fuente gotean, entonces usamos una máquina de escribir para nuestros
registros diarios.
188
Pero no había pensado en crear un diario de antemano. ¿Y si ellos pedían
verlo?
—De todas formas, ¿quiénes son ustedes? Esos dragones suyos, ¿les
importa si les tomo una fotografía? Esto va a sacudir al mundo científico,
hará que el monstruo del Lago Ness sea tan interesante como un lagarto en
un cubo. Dios mío, ¡podría vender el negativo al Times! ¿Dónde está mi
cámara?
También había tomado una de esas del castillo. El Atlante más cercano a
ella le arrancó el aparato de las manos.
Se había preocupado que llegando mientras había luz del día, estarían
demasiado visibles. Pero el clima cooperó. Una cubierta de lluvia envolvía el
cielo sobre la Isla Ondina, ciento veintiocho kilómetros al este del continente
del Dominio, y fueron capaces de aterrizar sin ser vistos, en la cima de una
montaña que se metía entre las nubes.
—Y tomamos té.
El té inglés de la reina estaba bastante bueno, así como estaban las galletas
mantecadas. Bajo sus pies, la cobertura de nubes se extendía por kilómetros
en todas direcciones, hecha de un cálido dorado por la luz de sol del oeste.
Ella sonrió un poco. Los magos elementales eran casi siempre violentos y
demasiado energéticos de niños, y ella no había sido la excepción. Uno de
los chicos mayores con el que competía había sufrido una contusión, y la
había evitado cuidadosamente después por meses, sin requerir el gruñido
sin el diente.
—Me pregunto si habría tiempo para nosotros de pasar por el campus del
Conservatorio —dijo su guardián.
Ella suspiró.
—Lo dudo.
Ella había deseado mucho caminar por Eton una última vez. Decir un adiós
apropiado a los chicos quienes todavía se debían estar preguntando qué
había pasado con sus cuatro amigos.
Miró a su guardián.
CAPÍTULO 15
Traducido por âmenoire (SOS)
Él debió haberse dado cuenta, cuando vio la Torre del Cielo en el prado ante
el castillo de la Bella Durmiente, de que el Crisol no había sido abierto
minutos atrás, sino al menos varias horas. Y Dalbert sabía, y no había dicho
nada.
—¿No? —Fairfax estrechó sus ojos, ojos tan despiadados como los de
Helgira—. Entonces tal vez debería haberte escoltado a mi calabozo. Es un
lugar más hospitalario para magos que dicen que no.
Él sacudió su cabeza.
Por favor quédate aquí. Por favor no vayas más lejos. Por favor no me hagas
verte morir.
Los soldados vendaron a Titus y a todos lo que había traído. La tira de tela
negra sobre sus ojos se apretó en una banda que no podía quitarse.
—¡No! —gritó con pánico, mientras alguien lo jalaba para ponerlo de pie y lo
empujaba hacia adelante—. No puedes enviarme al calabozo.
Los sonidos de pisadas estaban alrededor de él. No podía decir dónde estaba
Kashkari o Amara, aunque ocasionalmente Aramia sollozaba a pocos metros
a su derecha. Estaban siendo llevados por pasillo tras pasillo y subieron
varios grupos de escaleras, dirigiéndose hacia la cámara de Helgira, el nicho
de oración que servía como el portal real.
¿Qué podía hacer él? Las armas de los guardias estaban en su espalda de
nuevo y cuando caminaba demasiado lento sentía el frío de las afiladas
puntas de sus lanzas, lanzas que podían viajar más de una milla para
cazarlo.
—He cambiado de idea sobre la joven en la capa verde —dijo Fairfax—. Como
a cincuenta kilómetros al sur-suroeste de aquí está un castillo vacío rodeado
por arbustos espinosos y resguardado por dragones. Llévenla al prado oeste
del castillo y déjenla ahí.
—¡Por favor, por favor no! —lloró Aramia—. Mi madre —y la tuya— si el Bane
no cae, nunca dejará la Inquisición.
Entonces había averiguado que estaba lidiando no con Helgira, sino con
Fairfax.
—Sé que uno piensas en ella como tu madre, pero es mi madre y nunca ha
sido desagradable conmigo. Por favor déjame hacer lo que pueda para
ayudarla… y a ti. Soy mucho más útil de lo que parezco.
La sangre de él se enfrió. Había pensado que ella solo los había llevado a la
cámara de Helgira. Pero no, ya los había llevado a pasar a través del nicho
de oración dentro de la cámara, que servía como el portal real.
Ella asintió.
—Deben saber, sin embargo, que la señora en la fortaleza en esta copia del
Crisol no luce para nada como yo, pero afortunadamente, fui capaz de
convencerla que era una mensajera de su amado Rumis y que él estaba en
problemas. Así que Helgira está ausente temporalmente. Mejor será que nos
vayamos antes de que regrese.
Aramia miró a Fairfax, luego miró a Titus. Él le señaló que fuera hacia
Haywood como Fairfax había ordenado. Así lo hizo, arrastrando sus pies
mientras se iba.
—Un mago que muere por magia de sacrificio no luce tan bien y altamente
reconocible como el cuerpo que vio Kashkari.
Alivio se clavó a través de Titus hasta que se dio cuenta de que no morir por
magia de sacrificio no implicaba que ella viviría. Al venir con ellos, aun así
moriría.
—Así que has estado en el Crisol todo este tiempo, esperándonos —dijo
Kashkari.
—Porque Su Alteza aquí habría hecho todo en su poder para dejarme atrás
de nuevo, que no muera por magia de sacrificio no hace ninguna diferencia
para él. ¿Estoy en lo correcto, Su Alteza?
Era tan egoísta con ella como su abuelo lo había sido con el trono.
—Bueno, yo estoy contenta porque estés aquí —dijo Amara—. ¿Pero qué
debemos hacer con la chica? No confío en ella y tampoco los demás.
—El prado no siempre es un lugar seguro —dijo Titus por primera vez desde
que habían llegado a esta copia del Crisol—. Y mientras más tiempo
permanezca el Crisol siendo utilizado como un portal, más peligroso e
impredecible se hace. ¿Cuánto tiempo estuviste en la otra copia del Crisol?
—Estuvimos en Bastión Negro por cerca de dos horas y media antes de que
llegaran. —Ella sonó reacia, como si todavía no quisiera hablar con él.
Los labios de Fairfax se aplanaron. Se le ocurrió a Titus que esta debía haber
sido una historia que a ella le había encantado escuchar: su guardián,
devoto a ella desde el día uno. Pero había habido una niña diferente en sus
brazos, alguien más.
Amara exhaló.
—Aun así no me gusta. Pero supongo que cuando no hay una buena
solución, debemos aceptar la menos terrible.
Haywood esperó hasta que Aramia hubiera llegado a una pausa, luego se
excusó.
—Hay algo que no está bien respecto a todo esto. Pero no puedo pensar qué.
¿Puedes hacer esto en cambio, Maestro Haywood: esperar a que estemos en
el prado, listos para salir, luego usar un hechizo de traumatismo en ella?
—Sí —siseó ella—. Sigo siendo una optimista impertinente. Si lo veo como
que estoy a punto de morir, o tú lo estás, te perdonaré. Pero no hasta
entonces, bastardo.
—Sí.
—Lo siento mucho por mis métodos. Entré en pánico. Y cuando entré en
pánico, todo en lo que pude pensar fue en mí, cómo no podía irme sabiendo
que la hora de tu muerte ya había sido declarada. Perdóname.
¿Qué podía decir ante algo como eso? ¿Cómo podía permanecer enojada de
frente a su desesperación?
Que debía ser en poco tiempo, las torres del castillo de la Bella Durmiente
ya eran visibles a la distancia.
—En caso de que las condiciones sean adversas una vez que dejemos el
Crisol y no tenga esa última oportunidad, Fairfax… te amo.
Hubo una vez que habían discutido porque él no había querido que actuaran
según sus sentimientos del uno por el otro; él había pensado que el amor
interferiría con su tarea, que los volvería débiles e indecisos.
200
Ahora ella se preguntaba si no había estado en lo correcto después de todo.
Hasta este momento ella había sido llevada por la ira, que era un dictador
de una emoción: cuando la ira reinaba, reinaba sola; la mente estaba nula
de todo lo demás excepto enojo.
Pero ahora que él había desactivado su ira, ahora que había sacado el tema
del amor, el miedo regresó rápidamente: miedo a perder, miedo a morir,
miedo a fallar al final, después de todos los sacrificios que habían sido
hechos.
Ella no dijo nada. Pero esta vez, cuando él tomó su mano de nuevo, no lo
alejó.
201
CAPÍTULO 16
Traducido por âmenoire (SOS)
Fairfax y su guardián estaban de pie con sus manos juntas y sus cabezas
inclinadas entre ellos, hablando en voz demasiado baja para que Titus
escuchara. Probablemente estaban discutiendo la mejor manera de
deshacerse de Aramia sin causarle grave daño corporal, pero la visión de su
cercanía, su obvio afecto y confianza entre ellos, hacía que su corazón se
comprimiera.
Nadie contestó.
—Estaremos en Atlantis, ¿no es así?, una vez que salgamos. —Su voz
tembló.
—Tal vez, si se estuvieran dirigiendo a otro lugar. Pero aquí sería un error.
¿Qué saben de Atlantis?
202
Fairfax miró en dirección de Titus. Habían estudiado, tanto como habían
podido, todo sobre Atlantis que pudiera ser relevante para sus tareas, él más
que ella, ya que había estado ahí durante más tiempo. El problema era que
la información que tenían a menudo estaba desactualizada.
Titus había leído la mayor parte de los libros y artículos sobre Atlantis que
pudo desenterrar y estudió los mapas rudimentarios que los magos más
aventureros de la antigüedad habían hecho. De vez en cuando, Dalbert, en
su manera discreta, le presentaría un reporte a Titus. Pero incluso Dalbert
no podía hacer tanto.
Haywood hizo una mueca. Fairfax estrechó sus ojos hacia Aramia, quien
tragó. En el desierto del Sahara, Titus había llamado a Fairfax “la chica más
atemorizante del mundo.” Obviamente Aramia estaba de acuerdo con él.
—Es una pesadilla afuera. ¿Saben que Atlantis ha tenido un toque de queda
por décadas?
—Puede que lo sea. ¿Pero también saben que los pueblos y ciudades de
Atlantis están brillantemente iluminados de noche?
Miró alrededor. Esta vez, nadie le dijo que estaba repitiendo viejas noticias.
Cada palabra que decía eran malas noticias. No que Titus hubiera contando
con que llegar de noche sería una ventaja, también sabía del toque de queda
desde hacía mucho y entendía que los movimientos por la noche serían
potencialmente problemáticos. Pero la información que Aramia había
revelado solo revelaba cuán profundamente desinformado estaba en cuanto
a Atlantis como una sociedad, sería casi imposible para ellos estar en campo
abierto sin delatarse a sí mismos.
—¿Y crees que podamos hacer eso sin ser reportados inmediatamente? ¿La
mayoría de la gente no habrá arreglado ya el obtener esos pases nocturnos
antes de dejar sus casas durante la tarde?
—Mi madre sabe sobre los túneles debajo de la ciudad. Los caminos llevando
dentro y fuera de Lucidias tienen puntos de revisión. Si podemos entrar en
los túneles, entonces podemos evitar a todas las autoridades.
Al final de los tres kilómetros yendo corriente arriba, se giraron para dirigirse
hacia la casa de botes. La tripulación se sentó con sus espaldas hacia su
destino, así que Titus estaba mirando hacia el oeste. Por toda una semana,
había estado lluvioso. Pero ahora las nubes se apartaron y la luz del sol que
caía sobre él tenía un tono dorado rico y saturado que le quitaba la
respiración.
Y luego uno de los otros tres remeros en el bote, un chico llamado St. John
que también vivía en la casa de la Sra. Dawlish, su humor probablemente
alentado por el repentino flujo de luz, dijo:
—¡Macbeth! —gritó St. John—. Porque mató al más tonto. ¿Lo entienden?
¿Mató al más pollo?
Los otros dos remeros gruñeron. Titus casi sonrió: de hecho entendió el
chiste y lo encontró bastante chistoso.
Y tal vez, solo tal vez, incluso podría ignorar por algunos años las demandas
que su madre había puesto en él. Después de que hubiera disfrutado
completamente de sí mismo, el Bane todavía estaría ahí. ¿Cuál era el apuro?
¿Cuál era el daño en no pasar cada segundo libre preparándose?
25 de abril, AD 1021
No, no mi Titus.
Perdóname, mi hijo.
Perdóname.
Las últimas palabras que ella le había dicho, minutos antes de su ejecución,
habían sido: No todo estará perdido. Y siempre se había consolado a sí
mismo con la creencia de que había encontrado alguna medida de paz y
serenidad.
Titus se balanceó.
—¿Estás bien?
Él asintió.
—Recuerda eso.
—No parece ser así, a menos que la biblioteca en Royalis esté rodeada por
una ordinaria calle residencial. Estamos a varios pisos sobre el suelo, por
cierto.
Titus miró por la ventana por sí mismo. La calle debajo estaba encendida
como para un evento en la tarde, excepto que estaba ensordecedoramente
vacía. Alineados en las aceras había arbustos perfectamente esféricos
cortados a menos de sesenta centímetros de diámetro. Los edificios de
apartamentos opuestos, con menos pisos que en el que estaban, estaban
211
unidos en los bordes y la suave fachada. El jardín comunal en el techo era
lo suficientemente lindo, incluso en la severa luz que lo inundaba, pero
tampoco ofrecía rincones o recovecos donde un niño pudiera ocultarse,
mucho menos un mago adulto.
Luego se dio cuenta de que los edificios de enfrente no eran más pequeños,
sino que estaban situados más abajo, sobre un desnivel. Y tuvo una visión
clara de todo el camino hasta la costa y el mar más allá. El remolino de
Atlantis estaba a ochenta kilómetros de la costa y demasiado lejos para ser
visto, pero Lucidias era un lugar bastante notable por sí mismo, una gran
metrópolis en la cinta más delgada de tierra cultivable, una ciudad que era
nueva en gran medida y aparentemente perfectamente regulada.
—Shhh.
Titus exhaló.
212
—Aquí, miren esto —susurró Aramia, aun cuando tenían un circulo de
sonido colocado en el lugar.
—Creo que puedo adivinar qué sucedió —continuó Aramia—. El libro estaba
en la gran biblioteca. Pero incluso los libros en una gran biblioteca pueden
ser prestados, especialmente a aquellos con credenciales académicas. El
Profesor Pelion pidió prestado el Crisol y es por eso que estamos en su casa.
—¿No debería haber uno en este edificio? —preguntó Haywood—. ¿Solo para
asegurarse de que nadie se escape durante las horas del toque de queda?
La Sra. Hancock.
214
CAPÍTULO 17
Traducido por âmenoire (SOS) y kwanghs
—Está bien, pero permítanme cerrar el libro y volverlo a abrir, para que sea
más seguro en el interior.
Él había salido del Crisol con un broche que había recogido de la parte
superior del busto de Helgira con incrustaciones de marfil. Cuando el Crisol
era utilizado como un portal y algo era llevado fuera, entonces el libro no se
“cerraba” y se podía regresar rápidamente.
Pero el interior del Crisol se hacía cada vez más peligroso si era dejado
“abierto” durante demasiado tiempo.
Ante la vista de una banda de ogros, Titus rápidamente dejó caer el broche
al suelo y dijo, sosteniendo la mano de Fairfax:
Tres minutos más tarde, toda la compañía que había llegado a Atlantis
estaba una vez más en el prado, que lucía lo suficientemente tranquilo por
el momento.
Repentinamente recordó que hubo una vez que se había negado a dejarla
mirar a la Bella Durmiente en su copia del Crisol. En los días antes que
confiaran por completo el uno en el otro, él había modificado a la Bella
Durmiente en su copia del Crisol para lucir exactamente igual que ella, y no
había querido que supiera o adivinara por qué no le permitiría ascender a
la buhardilla del castillo donde la princesa dormía por años.
216
—Cuando lleguemos a la casa de la Sra. Hancock —dijo él—, echaré un
vistazo al texto de la historia de la Bella Durmiente y veré si puedo deshacer
el cambio.
Él supuso que era cierto que aparte de Fairfax y él, nadie más había sido
profetizado que muriera. Eso no significaba nada, sin embargo, cuando se
trataba de sus posibilidades de supervivencia. Pero no quería decirle que no
a ella, les quedaba tan poco tiempo.
—Espero que algunos de ustedes vivan para tomar ventaja de eso —dijo ella
hacia la compañía.
La Sra. Hancock vivía en una calle de pequeñas casas de dos pisos en hilera.
Las casas tenían su frente y su altura idénticas, su azotea combinada
encerrada por bajos parapetos decorativos.
Icarus Khalkedon, mientras todavía vivía, había sido el oráculo personal del
Bane, proporcionando respuestas a las preguntas más apremiantes del
Bane.
—Les dije que el Bane a menudo preguntaba acerca de los que presentaban
futuras amenazas a su gobierno. Una de las respuestas que Icarus le dio fue
el nombre Ligea Eos. La Sra. Eos estaba preocupada por la práctica del Bane
de entrevistar a sus altos funcionarios bajo el suero de la verdad sobre una
base regular, su marido era uno de los altos funcionarios del Bane. En el
momento en que su marido comenzó a cuestionar el régimen, supo que
estaba condenado, a menos que ella pudiera hacer algo.
»Señalé que según todas las apariencias, el Maestro del Dominio estaba
asistiendo a clases y deportes justo como los otros chicos. Por no mencionar
que se presentaba a tiempo para las comidas y las Ausencias. Y a pesar de
no ser particularmente cálido o servicial, no dio ningún problema hasta
donde podía verse.
»Así que ahí estaba yo, una vez más sentada en nuestro banco en ese jardín
bellamente cuidado pero sin vida y me llegó de la nada lo que el oráculo en
el libro del príncipe había querido decir cuando dijo: Y sí, lo has visto antes.
»En ese momento pensé que se había referido a la copia del Crisol en la
habitación del príncipe y dije que por supuesto que la había visto antes,
había estado allí durante años. Eso fue real y espectacularmente estúpido
de mi parte. Unos meses antes, el Inquisidor Interino había levantado una
copia de ese libro y preguntado si el príncipe lo había utilizado como un
portal, debí haberme dado cuenta entonces que existían varias copias de
este libro. Pero deben entender que el príncipe nunca había sido
221
remotamente mi prioridad, para mí era en gran parte incidental, alguien que
estaba involucrado únicamente porque yo necesitaba una excusa para estar
esperando en Eton cuando el Bane entrara, después de que el gran cometa
hubiera llegado y se hubiera ido.
»En aquel fatídico día, después de que los agentes de Atlantis salieran de la
habitación del príncipe con el Crisol, finalmente me di cuenta de que el
Inquisidor Interino no había estado diciendo cosas sin sentido, que el libro
realmente era un portal. Y fue mientras estaba sentada en el banco en el
jardín favorito de Icarus y mío que me di cuenta exactamente de dónde lo
había visto antes, en ese mismo banco, cerca del comienzo de nuestra
amistad.
»Y entonces recordé que Icarus había dicho que había pedido prestado el
libro en la biblioteca y tenía la intención de regresarlo más tarde esa tarde.
Mi yo de ahora saltó del banco y se precipitó hacia la biblioteca. Puesto que
la biblioteca es tan grande, la mayoría de los clientes realizan sus pedidos
en la mesa de ayuda. Pero, dado que era una antigua bibliotecaria, sabía
dónde estaba la sala del catálogo y me dirigí allí directamente.
—Entonces, ¿cómo hace el Bane el viaje entre las tierras altas y la ciudad
capital? —preguntó Kashkari, trayendo de vuelta la discusión sobre el tema.
—Ocho kilómetros de radio —dijo Titus—. Y fue una labor controvertida, por
cuánto tiempo y desembolso de tesorería consumió.
»El joven Delius Zephyrus no era exactamente un niño prodigio. Hasta los
quince años, fue casi completamente indistinguible, a excepción de su
buena apariencia juvenil. Pero entonces murió su querido bisabuelo y
mayormente se cree que su muerte impulsó al joven Delius para hacer algo
de sí mismo.
»A partir de ese punto, su ascenso fue notable. Esto fue hace más de
cincuenta años. Atlantis en el momento era gobernada por una colección de
señores de la guerra, cada uno controlando una parcela del reino y cada
uno tratando de ampliar su propio territorio a expensas de otro señor de la
guerra. Había constante malestar. Las cosechas eran terribles debido al
desplazamiento de los campesinos y las pesquerías estaban cerca de estar
agotadas de nuevo, porque los magos estaban luchando para alimentarse.
Todo el mundo temía que volcaríamos hacia otra hambruna generalizada y
fue entonces cuando el joven Delius tomó su varita y organizó a su propio
pueblo, que probablemente estaban mejor alimentados y mejor tratados que
cualquier otro grupo de campesinos en el país y los convenció para que los
siguieran en la batalla, ya que ninguna tribu jamás podría disfrutar de la
buena suerte por sí sola: si ellos, los magos más acomodados estaban
rodeados por la miseria, no hacían nada más que revolcarse en su propia
suerte superior, tarde o temprano la miseria penetraría las barreras que
pensaban que habían erigido contra eso.
»Lo conozco bien, este discurso. La primera vez que lo leí, lloré. Estaba tan
conmovida por su coraje y tan enormemente orgullosa de ser una Atlante
bajo su administración. En la escuela representábamos la escena cada año
y durante años solía conmoverme de nuevo.
224
Una luz melancólica apareció en los ojos de la Sra. Hancock. De repente,
Titus pudo verla como una jovencita, rebosante con orgullo y alegría ante el
remarcable renacimiento de su tierra natal.
—Y así este jovencito quien no tenía nada más que coraje y el favor de los
Ángeles marchó contra los señores de la guerra con su grupo dispar y
desharrapado de adeptos. Y ganaron victoria tras victoria, los oprimidos por
todos lados engrosaron sus filas porque vieron esperanza por primera vez.
Y estaban tan hambrientos por una mejor vida, por una sociedad
caracterizada por la paz, la prosperidad y la camaradería, que no les importó
dar sus vidas por esa noble meta.
»Entre más aprendía acerca del clan Zephyrus, mi atención más se centraba
en su fundador, un hombre con el nombre de Palaemon Zephyrus, quien
vivió hasta la edad de noventa y uno.
Los magos raramente vivían hasta los sesenta y cinco y casi nunca
sobrepasaban los setenta, era algo que por todas las maravillas de sus
poderes no podían cambiar. Hesperia la Magnífica, quien alcanzó los
ochenta, no solo era quien más había vivido de todos los herederos de la
Casa de Elberon por un largo margen, sino también era la tercer maga que
más vivió en toda la historia documentada del Dominio. El abuelo de Titus,
quien había muerto a los sesenta y dos, se consideraba que había estado en
la completa vejez.
225
Para un mago vivir hasta sus noventas era inaudito, una esperanza de vida
casi cincuenta por ciento mayor que la expectativa para los más
privilegiados y bien cuidados.
—¿Vivió hasta los noventa y uno por medios naturales? —preguntó Fairfax.
—Esa pregunta estuvo mucho en mi mente. También quería saber si ésa era
su verdadera edad o si había mentido cuando proclamó ser un hombre joven
cuando llegó a la costa oeste. Pero mi mayor pregunta era: “¿Qué evidencia
puedo encontrar de que realmente murió?”
»Un flujo de esas cartas vino cuando Palaemon Zephyrus estaba en sus
setentas, condolencias por la pérdida de su hijo e hija, sus únicos dos hijos.
También había un número de deseos de mejora para él mismo. Fui capaz de
localizar una copia de una circular del señorío de ese tiempo. Una circular
del señorío era un papel publicado por un hacendado para sus arrendatarios
para informarles de los sucesos en el área y algunas veces en otras partes
del reino y tal vez incluso en el extranjero. Era una práctica común de la
época, dado que el mago ordinario no tenía ningún otro acceso a las noticias.
También era usado para anunciar eventos significantes en el mismo estado.
»Se había casado tarde. Sus hijos estaban en sus treintas cuando
perecieron. Y esta nieta, nacida después de la muerte de su padre, tenía sólo
nueve años al momento de su muerte. La edición de ese mes de la circular
del señorío decía que fue barrida por una inundación. Ningún cuerpo fue
recuperado. También decía que Palaemon Zephyrus perdió un ojo en la
búsqueda por su nieta.
—Así que el refugio en las tierras altas existía incluso antes que Palaemon
Zephyrus estuviera oficialmente muerto —musitó Fairfax.
En los reinos que cayeron bajo los estandartes del Hueste Angelical, un
mago fallecido era quemado en la pira solo lo suficiente vestido por la
modestia. El rostro nunca era cubierto.
—En esos años, Atlantis como un todo estaba tan empobrecido que incluso
los adinerados no tenían piras propias para sus funerales. Nunca tuvimos
una gran cantidad de bosque en Atlantis, la mayoría del bosque original ya
había sido talado e importar madera para las piras estaba más allá del
alcance de todos, salvo unos pocos. Los cuerpos de los fallecidos eran
preservados para el día cuando pudieran ser propiamente cremados, sus
cenizas ofrecidas a los Ángeles. Hasta entonces, permanecieron bajo tierra,
fuertemente envueltos para que los Ángeles no pudieran ver su vergüenza
al haber sido enterrados.
—Sí.
—Por favor dígame que las atrocidades contra su propia familia terminaron
con su “muerte” —dijo Aramia, más pálida que la palidez.
—Esa era mi esperanza. Alas, unos pocos años después, un bebé recién
nacido en la familia, un biznieto de él, fue robado. Fue noticia incluso en
Lucidias, encontré las cartas de la época refiriéndose al secuestro. Hubo
algunas exorbitantes demandas de rescate, así que se creía que bandidos y
otros criminales debieron haber estado involucrados, quizás con ayuda de
algunos de los sirvientes. Hubo una enorme búsqueda, las demandas de
rescate dejaron de llegar después de unas pocas semanas y el bebé nunca
fue encontrado, aunque sus padres renunciaron a darse por vencidos
durante años y años.
—¿Recuerdas lo que dijiste acerca del mago elemental que creó el remolino
probablemente habiendo estado en la primera instancia de sacrificio del
Bane? Estabas exactamente en lo cierto. Y décadas después se trasladó a
través de la amplitud de Atlantis, para convertirse en Palaemon Zephyrus(2).
—No, no, por supuesto. Siempre ayuda saber con qué estamos lidiando —
respondió Kashkari—. Y mencionó que la zona de no-teleportación alrededor
del Palacio del Comandante es de ciento sesenta kilómetros de radio. ¿Los
Atlantes nunca tienen razón para ir dentro del área?
—Los mapas son para tenerlos en cualquier lado. Pero ninguno de ellos
tendrá la ubicación del Palacio del Comandante marcada. Pueden, sin
embargo, adivinar en cuanto a su área general. Sería el sector en el
cuadrante noroeste de la isla que está enteramente cubierta por terrenos
selváticos.
—Los túneles tienen sus usos, pero son apenas necesarios para ustedes: yo
todavía tengo libertad de movimiento. Mañana por la mañana tomaré el
Crisol, con todos ustedes dentro, para una excursión en el campo. Hay un
par de áreas naturales recreacionales designadas no lejos de aquí. Una vez
que estén ahí, pueden proceder con muchos menos ojos sobre ustedes. Y
compré algunas túnicas simples y capas para todos ustedes, así sus ropas
no destacarán.
—De alguna manera, pero tenemos una pequeña población de magos que
se mudaron a Atlantis desde reinos en el Océano Índico. Así que su
apariencia por sí misma no conseguirá arrastrarlos para ser interrogados.
—Se levantó—. Si alguno todavía está hambriento, tengo algunos huevos en
la cocina y puedo hacer tortillas. ¿Eso estaría bien?
—Eso suena bien —dijo Haywood—. No me molestaría para nada una tortilla
fresca. Gracias.
Titus estaba acostumbrado a largas noches y poco sueño. Pero había sido
un largo día, tanto físicamente demandante como emocionalmente agotador.
Y la idea de unas pocas horas de sueño ininterrumpido sonaban más
tentadoras de lo que quería admitir, para alguien quien realmente no
debería desperdiciar más tiempo durmiendo.
—No coman. No duerman. ¡Deben irse de esta casa ahora! Vayan a los
túneles, salgan de Lucidias en este momento.
Por supuesto. Si todo lo que ella quería era liberar a Lady Callista, sería
mucho más fácil ayudar al Bane que derrotar al Bane. Titus podía haberse
estrangulado a sí mismo. Aramia tenía el sorprendente talento de retratarse
a sí misma como una víctima, una chica demasiado débil para importar,
alguien quien jamás serviría intencionalmente como un accesorio para
asesinar.
—No sabía que era por eso que el Bane la quería —gimió Aramia—. No sabía
que era para usarla en magia de sacrificio.
—¿Así que estaba todo bien para ti cuando no sabías ese hecho específico?
—gruñó Titus—. ¿Qué pensaste que iba a suceder? ¿Que el Bane la invitaría
a un agradable té vespertino y la dejarían ir?
CAPÍTULO 18
Traducido por LizC
La Sra. Hancock los llevó aún más cerca de un muro de contención, encima
del cual estaba otra terraza como la que estaban atravesando, el parque
había sido excavado en una ladera. Y si Iolanthe escuchaba con atención,
casi podía oír el rugido del río haciendo referencia al nombre del parque.
—¿En serio hay lugares en Atlantis donde los magos están interesados en
las lenguas y culturas de otras tierras?
Un golpe. Iolanthe echó un vistazo cuando Titus la tomó del brazo. Una
fracción de segundo más tarde, dos guardias uniformados cayeron a los pies
de la Sra. Hancock. Ella dio un salto hacia atrás, su mano cerrándose sobre
su boca.
—Hay un tramo de escalones por delante. Vamos a mover a los guardias allí.
—Jamás podrías haberlo hecho, porque ella no era la que sostuviste durante
horas y horas. Era yo. No soy la hija de Lady Callista, soy la verdadera
Iolanthe Seabourne.
Él le devolvió el gesto.
—No lo hice. Pero nunca voy a olvidar que has dicho eso; hace que todo
valga la pena. Todo.
—Bueno…
239
Ella se quejó ante la fuerte presión de la mano de Titus sobre su hombro. Él
estaba mirando a la Sra. Hancock, que estaba… estaba…
—No creo que fuera sólo suero de la verdad lo que Atlantis le dio. Esto parece
el trabajo de un elixir guía.
—¡Lejos de eso!
“Eso” era una fortaleza flotante, cargando hacia ellos con la velocidad de un
carro blindado.
Peor aún, sus bordes se extendían hacia abajo. Iba a confinarlos físicamente
en un lugar donde no pudieran teleportarse, donde una vez acorralados, no
tendrían forma de salir.
240
Su corazón latía como los pistones de un motor de vapor que estaba a punto
de recalentarse. ¿Esto era todo? ¿Era este el principio del fin?
Su figura lejana empezó a brillar, muy similar a como la Sra. Hancock había
hecho.
Cuerdas de caza que conocían los aromas de sus presas, si hubieran sido
llevadas en un principio a la casa de la Sra. Hancock. Y viajar en alfombras
voladoras no disuadiría a las cuerdas de caza a perseguir sus olores.
Pero las cuerdas de caza, por suerte, tenían una imperfección: solo
funcionaban en tierra firme.
Nadie parecía muy contento por lo que ella proponía. Pero todos obedecieron
inmediatamente. Ella saltó en pos de ellos.
Hubiera sido mucho más fácil ir abajo, pero eso sólo los llevaría al mar.
Iolanthe redujo el tamaño de la burbuja de aire tanto como fue posible sin
sofocarlos a todos en el interior, mientras más agua pasara por encima de
ellos, menos probable es que los vieran. Kashkari coordinó sus movimientos.
Titus mantuvo un ojo en su velocidad, altitud, y el suministro de oxígeno —
recordándole con regularidad que ya era hora de traer un poco de aire
fresco— mientras ella luchaba con la burbuja de aire, empujándola hasta el
fondo del río, a razón de su progreso.
—Cerca de unos dos kilómetros y medio. Pero el curso del río giró un par de
veces. Así que, a vuelo de cuervo, estamos a sólo alrededor de cuatro quintas
partes de un kilómetro de donde empezamos.
—¿Todavía en Lucidias?
Sabía que estaba llorando, pero no se dio cuenta que estaba temblando
hasta que Titus envolvió sus brazos alrededor de ella y la sostuvo contra él.
—¿Por cuánto tiempo? No voy a dejar con vida Atlantis; todos lo sabemos.
245
—No podemos juzgar el efecto completo de ninguna acción en el período
inmediatamente posterior. Pero recuerda, no fue sólo a ti a quien él mantuvo
viva y libre, también al resto de nosotros.
Un lamento suave flotó a sus oídos. Por un momento pensó que lo había
imaginado, pero era Amara, cantando en voz baja.
—Es un canto a los que han llevado una vida digna —dijo Kashkari, con la
voz contenida—. Tu guardián y la Sra. Hancock no vivieron ni murieron en
vano.
Era muy posiblemente la canción más hermosa que Iolanthe había oído en
su vida, tan inquietante a medida que avanzaba.
—“¿Y qué soy yo, sino la Luz dada forma? ¿Qué soy yo, sino el comienzo de
la Eternidad?”
CAPÍTULO 19
Traducido por âmenoire (SOS)
Al final, una agotada Fairfax convocó una precisa y fuerte corriente de aire
para levantarlos más allá de la altura requerida, lo que les permitió
deslizarse más o menos hasta el sitio y colapsar en masa.
Tras él, la gran cascada bajaba ruidosamente, generando tanto rocío que
incluso a cuatrocientos metros de distancia algunas gotas perdida de vez en
cuando los alcanzaban. Se limpió una gota de agua muy pequeña de la
mejilla y deseó por diez milésima vez poder protegerla de lo que estaba por
venir.
—Espero que el Bane no decida mover su cuerpo real hacia otro lugar.
»Por otra parte, la idea de Fairfax viniendo hacia él debe ser muy
emocionante. Ha demostrado ser difícil de alcanzar en otros lugares y la caza
le ha costado a una y otra vez. Pero ahora está en su territorio. De la forma
en que lo ve, ella está cometiendo un gran error y tarde o temprano chocará
contra la impenetrabilidad de su defensa y será capturada. Lo único que
tiene que hacer es estar tranquilo y otro siglo de vida caerá en su regazo, si,
de hecho, todavía le queda regazo.
Amara.
—Déjala dormir más —le dijo Titus a Amara, un filo en su voz—. No era
necesario despertarla.
—Más o menos.
—Eso podría ser una ilusión. —Él esperaba que más problemas que nunca
les esperara a dónde se dirigían, y que era por eso que ella no sobreviviría.
250
Cuando regresaron a la cornisa, Kashkari ya estaba dormido, acostado. Ella
metió a Titus y observó mientras caía en un sueño intranquilo.
—¿Y si no?
—Insistió hasta que el día de su muerte que había sido el tercer hombre que
encontró después de su llegada, no el primero.
251
Iolanthe rio y distraídamente giró el resto de la esfera del agua que había
convocado.
—Dijiste que tus padres abandonaron el reino de Kalahari cuando eras muy
pequeña.
—No a mí, solo al siguiente potente mago elemental… eso fue probablemente
hace tanto tiempo que incluso los poderes del tío de Kashkari aún no se
habían manifestado.
Amara asintió.
—Tienes razón. Fue hace cuarenta años que la Inquisición fue construida.
Debe haber aprendido algo de todos nuestros oráculos, porque se apoderó
del Ponives justo a tiempo para que Akhilesh Parimu entrara en sus poderes.
—No, a los magos ordinarios todavía se les permitía consultarlos, pero con
mucha menos frecuencia. Y, por supuesto, todas las preguntas tenían que
ser aprobados por los acólitos, que eran ahora o Atlantes o aliados con
Atlantis, para evitar precisamente lo que la Sra. Hancock fue capaz de hacer:
usar el poder de un oráculo para preguntar cómo podía ser derrotado el
Bane.
En el más allá, ¿la Sra. Hancock ya estaba reunida con su hermana e Icarus
Khalkedon? ¿Y al Maestro Haywood? ¿Quién lo recibió en el otro lado? ¿Sus
padres? ¿Su hermana, que había muerto antes? Cuando llegara Iolanthe,
¿estaría feliz de verla o triste que solo hubiera sobrevivido unos cuantos días
más que él?
Trajo su mente de nuevo al presente: las formas y los medios del más allá
los conocería lo suficientemente pronto.
—El único oráculo que alguna vez he consultado es en el Crisol, no hay cola
de suplicantes en espera de respuestas. Pero un sitio oracular real debería
estar inundado con magos desesperados por respuestas. ¿Cómo eligen los
acólitos a qué suplicantes favorecerán?
253
—Se recorre toda la gama. Algunos deciden sobre el mérito relativo de las
preguntas de los suplicantes; algunos, obviamente, en los que puedan pagar
más y algunos cobran una tarifa nominal y dejan que el oráculo decida por
sí mismo.
—¿Así que los suplicantes solo lanzan sus preguntas al oráculo y ver si
consiguen una respuesta?
—¿Estabas enferma?
—¿Por qué?
254
—Ya lo verás.
—Muy bien —dijo Iolanthe. No vio cómo eso importaría de una u otra
manera, para una pregunta respondida hace al menos dos décadas sobre la
esperanza de vida de una niña—. Prometo solemnemente nunca
mencionarlo a nadie.
Esa era una exageración, pero no por mucho. Iolanthe estaba segura que
después de su madre, y tal vez Lady Callista cuando era un pequeño que no
conocía nada mejor, ella fue la única persona a la que él había tocado alguna
vez.
Iolanthe la miró durante algún tiempo, tal vez al fin viendo detrás de la
superficie perfecta. Había una determinación inflexible en Amara, pero al
mismo tiempo, una desolación que casi rivalizaba con la desolación de estas
montañas.
¿Y cuándo?
—He venido para ayudarles, por supuesto —dijo Amara, su voz tranquila y
sincera.
—¿Cómo?
—Ya lo verás.
Lo que sea que le había causado dejar todo atrás para unirse a ellos no
habían sido el asesinato en masa de sus parientes.
—Dime.
Kashkari dobló la alfombra voladora que había utilizado como sábana para
cubrirse.
—Eras tú, en tu pira. Y la pira ya estaba ardiendo. Por encima de las llamas
pude ver los contornos de una gran catedral, sus alas extendidas desde sus
tejados.
257
Sus oídos pitaron. Pero, al mismo tiempo, un rayo de esperanza atravesó su
corazón.
Capítulo 20
Traducido por adaly y Mari NC
A ntes de que se fueran, Amara pidió una vez más tiempo para orar.
Mientras ella y Kashkari oraban, Titus llevó a Fairfax a un lago del
cráter que había encontrado. El día se estaba haciendo tarde, y el agua del
lago estaba de un frío azul oscuro. Reflejos de las nubes que habían sido
teñidas por el sol poniente de una rica tonalidad color mango, flotaban en
su superficie. A lo largo de los bordes del lago, plantas y arbustos silvestres
crecían, algunos todavía floreciendo, adornando el interior de la caldera con
guirnaldas de color crema y amarillo.
—Probablemente no. —Año tras año, la Sra. Hancock había esperado a que
el Bane entrara en casa de la Sra. Dawlish, rara vez apartándose de la
residencia, y probablemente nunca fuera de los límites de la escuela.
—Me alegro que esta vez salí de Gran Bretaña en un globo aerostático, vi
más del país de lo que nunca había visto antes. Es una isla hermosa,
especialmente las costas, me recuerdan a las tierras salvajes del norte del
Dominio.
¿Ya estaba mirando en retrospectiva hacia todas las personas y todos los
lugares que había conocido y amado?
259
Como si escuchara sus pensamientos, se volvió hacia él.
—Para lo que vale, esto es felicidad para mí —le dijo a ella—. Esto es lo que
siempre he querido, que debemos estar juntos al final.
—¿De qué?
—Mi anterior desdén por los pétalos de rosa. En el gran esquema de las
cosas, realmente no son tan malvados después de todo.
—Si ese es todo tu arrepentimiento, entonces la tuya ha sido una vida bien
vivida.
Al otro lado de las montañas, la tierra yacía volcada y rota, como si alguien
hubiera reducido la Cordillera Costera a una fracción de su tamaño y luego
dispersado copias al azar por todos lados: el suelo rocoso estaba lleno de
cortes, tajos abiertos, y losas de piedra inclinándose en ángulos ebrios.
Su progreso fue rápido, pero no tan rápido. Amara dirigía la alfombra, ella y
Kashkari compartían y marcaban el ritmo para el grupo. Titus tenía la
sensación de que ella no quería precipitarse hacia el Palacio del Comandante
a una velocidad de vértigo.
¿Quién lo haría?
—La línea de falla parece extenderse tan lejos como puedo ver —dijo
Kashkari, examinando la extensión de los acantilados con la ayuda de un
261
hechizo de vista lejana—. Has tenido más experiencia con acantilados,
Durga Devi. ¿Qué recomiendas?
—Digo que volemos dos o tres kilómetros hacia el suroeste, los acantilados
en esa dirección parecen más bajos.
—Pasamos una saliente. Podría ser lo mejor que podemos hacer bajo las
circunstancias.
La saliente era apenas suficiente para ser el punto de apoyo de uno. Amara
sacó un trozo de cuerda de caza de su bolso. Todos contribuyeron con las
cuerdas y cables que llevaban. La cuerda de caza, tirando toda la longitud
de las cuerdas anudadas juntas, se disparó sobre el costado del acantilado
y desapareció sobre la cima.
Fue la primera vez que cualquiera de ellos había traído a colación su noche
juntos. Ella le dio una mirada. Pero entonces la cuerda de caza regresó y
Kashkari se preparó para su ascenso, así que tuvieron que situarse debajo
de él y prestar atención, en caso que cayera.
—Cuando dije eso, fue sólo para hacerte feliz antes de morir.
Él susurró de regreso.
262
—Estoy conmovido. Lo dijiste muy, muy fuerte. Debes haber estado muy
preocupada por mi felicidad.
Fairfax ya estaba viendo sus rodillas raspadas cuando Amara al fin logró
convocar de vuelta a la cuerda de caza. Vino y se paró junto a ellos, su
respiración tan irregular como la de ellos.
—Lo siento.
—Le dije que encontrara una serpiente —respondió Amara—. Tal vez había
una cerca. Las cuerdas de caza se aceleran cuando están cerca de una
presa.
Fairfax había terminado con sus cuidados. Guardó sus remedios y les hizo
un gesto para que todos le entregaran sus cantimploras y odres de agua
para llenarlos. Nadie se opuso a la prolongación de su parada, a pesar de
que sus recipientes debían estar prácticamente llenos; las condiciones no
eran del tipo que requirieran hidratación frecuente. Titus pensó con
nostalgia en el precipicio sobre la cañada. Lo que no daría por estar así de
lejos del Bane de nuevo.
Pero tan desalentador como encontró el terreno detrás de él, era el paisaje
todavía por delante lo que lo llenaba de pavor. Más o menos dieciséis
kilómetros al noroeste otro escarpe se alzaba, incluso más alto que el que
acababan de escalar. Gran parte de su superficie era tan suave como pasta
de azúcar en un pastel, pero más cerca de su base, los acantilados parecían
estar plagados de oscuros parches. ¿Eran cuevas de algún tipo? ¿Guaridas
de serpientes gigantes? El deseo de dar marcha atrás, de ocultarse para
siempre entre los barrancos de difícil excavación de la Cordillera Costera, se
hacía cada vez más potente.
264
Fairfax puso una mano en su codo y le entregó su odre. Permanecieron
juntos durante algún tiempo. Entonces, sin decir nada, se prepararon para
seguir.
Iban transportados por el aire apenas segundos antes que ella se inclinara
sobre el costado de la alfombra.
—¿Creen que hayan estado en una pila antes, aquellos huesos, y que esa
cuerda de caza los golpeara? —le preguntó Fairfax a Amara.
Amara tragó.
—Es posible.
Una pila de huesos. ¿Qué les había dicho la Sra. Hancock? A veces los
excursionistas se topan con pilas de huesos características de aquellas que
se quedan detrás por serpientes gigantes, usualmente como marcadores de
territorio.
—Oigo algo.
Era la primera vez que habían visto jinetes wyvern desde su llegada al propio
Atlantis. Sin embargo, otra señal de que estaban con toda seguridad
acercándose más al Palacio del Comandante.
Titus miró hacia Fairfax. Si ella estaba pensando en su cuerpo sin vida en
la cripta del Bane, no dio muestras de ello. Amara, junto a ella, mostraba
más tensión, sus dedos clavándose en la roca.
Pero ella tenía razón. Si todos ellos tenían que sacrificar todo para conseguir
que Kashkari entrara al Palacio del Comandante, entonces eso era lo que
debían hacer.
Después que subieron de nuevo a las alfombras, no habían ido mucho más
allá de tres kilómetros cuando Amara dijo:
¿Era eso lo que las serpientes gigantes comían entre los largos períodos de
inactividad? ¿Wyverns… y jinetes wyvern?
—¡Fairfax!
Titus apenas logró exprimir la palabra más allá de su garganta. Pero ella
había visto y entendido. Dos grandes piedras volaron desde la llanura y se
estrellaron contra las garras justo en sus “muñecas”, rompiéndolas por
completo.
—Síganme.
Los condujo a una de las aberturas en la cara del acantilado. Fácilmente era
el peor escondite posible, excepto que su única otra opción era permanecer
a plena vista, una opción inaceptable.
—Más que solo wyverns están llegando. Puedo escuchar bestias más
grandes.
Kashkari maldijo.
Apenas tuvieron tiempo suficiente para darse la vuelta, para evitar los
escombros provocados por el techo del pasaje cediendo. Estaban
arrinconados, sin escapatoria, ni siquiera un laberinto oscuro, peligroso y
totalmente desconocido.
Tenían como máximo un minuto o dos antes de que violaran sus defensas.
Una guirnalda de fuego entró en vigor, la luz del fuego iluminando los ojos
severos pero determinados de Fairfax.
—Parece que este es el final del camino para mí. Sé que Titus no se atreve a
matarme, y probablemente tampoco Kashkari. ¿Me harás un favor, Durga
Devi, y te asegurarás que no sea capturada?
¡No! ¡No! gritó una voz dentro de la cabeza de Titus. Pero sólo se quedó con
la mano cerrada inútilmente alrededor de su varita.
—Sí, te haré un favor —dijo Amara, su voz ronca, sin embargo, con una nota
de triunfo—. Simplemente no el que pides.
Y Amara había estado allí, sentada en silencio entre ellos. ¿Había sentido la
presión metálica del brazalete contra su piel? ¿El peso insoportable de un
futuro que se había fijado en piedra?
Kashkari sólo hizo pequeños sonidos sofocados, como si hubiera sido herido
de muerte. A quien él había visto muerta en su sueño no había sido a
Fairfax, sino Amara en forma de Fairfax.
—Pero…
—¿Te importaría si te aturdo? —le dijo a Amara, su voz temblando con miedo
y gratitud—. De esa manera puedo pretender que he estropeado una
maldición de ejecución… tendría sentido para el Bane que yo prefiriera
matarte que dejarlo que te tenga.
Amara asintió. Él sabía que era Amara. Sabía que la verdadera Fairfax
estaba a salvo por ahora, en el interior del Crisol. Pero eran los ojos de
Fairfax mirándolo, ojos abiertos por el miedo y aun así resueltos al mismo
tiempo.
—Así que he vivido lo suficiente para ser abrazada por el Maestro del
Dominio. Que la Fortuna le guarde a cada paso, Su Alteza.
CAPÍTULO 21
Traducido por Shilo y LizC
Iolanthe recordó ahora lo que Amara había dicho esa mañana en el faro,
acerca de su acérrima creencia de que los eventos que habían sido previstos
no eran tan inevitables como imparables.
La oración por coraje que había cantado, había sido un rezo para sí misma,
que debería ser lo suficientemente valiente, cuando el momento llegara.
He venido a ayudarte.
Iolanthe envolvió sus brazos alrededor de Kashkari y lloró también, por él,
por Amara, por el esposo que había sido dejado atrás.
—Soñé con ella por primera vez cuando tenía once —dijo, como para sí
mismo—. En mi sueño era de noche, había antorchas por todos lados, y ella
estaba bailando. Tenía puesta esta enagua verde esmeralda y sobre eso, un
chal plateado con tal cantidad de abalorios que sonaba como gotas de lluvia
cayendo cada vez que daba vueltas. Zigzagueó entre la multitud, sonriendo
y riéndose, abrazando a todas las mujeres y besando a todos los bebés,
nunca había visto a alguien tan feliz.
Alzó su varita, esperando hacer algo y sin saber qué. Solo ahí se dio cuenta
que no estaba sosteniendo una lisa varita de repuesto. Vagamente recordó
a Titus quitándosela y dándole su varita en su lugar.
Se había topado con esas palabras el día que había convocado el rayo por
primera vez. Y ahora estaban ahí de nuevo, cerca del mismísimo final.
No importaba ahora. Con o sin esperanza, todavía tenían trabajo que hacer.
Sus palabras eran fervientes, aunque vacías por toda su urgencia. Tal vez
en el momento de su sueño profético, el futuro no se había endurecido. Pero
ahora…
Él sonó tan vacío como ella había sonado, pero sus ojos quemaban,
desesperación con un borde de apremiante esperanza.
Tomó sus manos en las de ella y dijo —deseando con todo su corazón que
la contraseña para salir fuera cualquier cosa salvo—: “Y vivieron felices para
siempre.”
Temía que taparan sus oídos también, pero no parecía importarles que
todavía pudiera escuchar perfectamente bien.
—Está inconsciente, pero sus signos vitales son fuertes —reportó alguien—
. Estamos preparando el proyector astral, señor.
Amara llevaba un libro de oraciones con ella. Titus solo podía esperar que
los Atlantes creyeran sus respuestas.
277
—Reviértelo.
—Murieron en Lucidias.
Pero no, el olor del azufre había sido más fuerte en el desierto, donde había
enfrentado al batallón de wyverns. Si algún volcán dormitaba en las
cercanías, dormía profundamente de hecho.
Era espantoso recordar que el Bane era todavía humano: lo hacía solo más
monstruoso. ¿Qué había dicho la Sra. Hancock? Que había usado su primer
acto de magia de sacrificio para curarse de una enfermedad mortal. Por lo
que debía recordar su miedo y angustia ante esa muerte inminente. Y sin
embargo no le podía importar menos que repartía tal miedo y angustia en
una escala industrial.
¿Qué había dicho la Sra. Hancock? Nunca tuvimos una gran cantidad de
bosque en Atlantis, la mayoría del bosque original ya había sido talado e
importar madera para las piras estaba más allá del alcance de todos, salvo
unos pocos. Para el Bane, no era el mármol lo que simbolizaba lujo, era la
madera, una rareza costosa en su juventud.
Titus se olvidó de la madera cuando vio que no muy lejos de él, Fairfax yacía
desplomada en otra celda de contención.
Esa no es…
Por una fracción de segundo, Titus pensó que era West, el jugador de criquet
de Eton que había sido secuestrado por el Bane, el que estaba de pie frente
a él. Pero, aunque el hombre tenía una cercana semejanza con West, tenía
al menos el doble de la edad de West.
—La arrogancia de los jóvenes. Y pensar que podrías haber frustrado mis
planes y salirte con la tuya. —El Bane negó con la cabeza, su expresión casi
simpática—. ¿Y dónde están tus otros amigos, por cierto?
—Espero que mientras el más antiguo Lord Alto Comandante yace dormido
por la noche, sueñe con nada más que su propia muerte agonizante… una
y otra vez, sin cesar.
Titus había querido dar en el clavo. Pero el destello de ira en los ojos del
Bane le dio a entender que podría haber ido demasiado lejos, y sido
demasiado preciso. Titus podría haberse pateado a sí mismo. Cuanto más
tiempo mantuviera al Bane hablando con él, la atención del Bane
permanecería lejos de Fairfax.
—Revivisce omnino.
—Pensé que todo lo que necesitabas de ella era que su corazón permaneciera
latiendo.
—Es cierto, pero hace un sacrificio muchísimo más poderoso cuando está
completamente consciente de lo que sucede hasta el momento en que son
extraídos los contenidos de su cráneo, claro está. Tengo un muy buen
hechizo para mantener su corazón latiendo a lo largo de todo, hasta que
también es requerido en el último paso.
—La amas, ya veo. Entonces, debes estar allí para presenciar sus últimos
momentos en esta tierra. Es lo menos que puedes hacer por ella. Lo menos
que puedo hacer por un par de jóvenes amantes tan devotos.
—Ella va a derrotarte.
—Fulmen doloris.
Titus tembló. El dolor que lo había abrumado se había ido, pero su memoria
todavía ardía.
Titus vaciló.
—¿Ese fue el único caso en el que Icarus me mintió durante una sesión de
oráculo?
—Es el único que conozco. La señora Hancock dijo que él planeaba dar
varias respuestas correctas y luego suicidarse.
—Tal traición. Cosa que lo hace aún más alentador, te lo aseguro, cuando
es una de sus respuestas finales lo que me llevó a este cuerpo. —El Bane
hizo un gesto hacia sí mismo—. Un espécimen exquisito, ¿cierto?
»Obtuve este cuerpo hace casi dieciocho años en el Eje Interreino Sheikha
Manāt en los Reinos Unidos Beduinos. Estaba exactamente donde Icarus
dijo que estaría, esperando por un translocador de conexión.
La premonición hundió sus garras frías en Titus. Hace casi dieciocho años.
Un joven viajero. Una desaparición que nadie podía explicar.
El Bane sonrió.
Titus deseó que su puño pudiera conectar con la nariz del Bane y empujarlo
directamente a la parte posterior de su cráneo.
—Mi abuelo no era más que un instrumento que tú ejercías. Tú fuiste el que
mató a mi madre. Prenderé fuego a la Ciudadela antes que convertirme en
tu colaborador dispuesto. Y con mucho gusto seré el último heredero de la
Casa de Elberon si eso acelera la hora de tu deceso.
El Bane volvió a sonreír, pero esta vez con un borde más duro.
Así que fui al siguiente cuerpo, éste. Y con el ejemplo extremo de Wintervale
antes que él, consideré prudente profundizar un poco más en la mente de
éste. Parecía estar en un fondo bastante simple. Antes de que fuera traído
aquí, había sido un estudiante en la ciudad capital de tu gran reino, un
buen chico que disfrutaba al ayudar a los clientes en la librería de su padre.
Subía a las Colinas Serpenteantes y navegaba frente a la costa… un cliché,
prácticamente, si no tomabas en cuenta su ascendencia Sihar.
—¿Eso te suena familiar? Era tan ordinario e incoloro que estaba convencido
de que no había necesidad de prestar una mayor atención. Y luego, hace
unas cuarenta y ocho horas me dije a mí mismo que tal vez cometí un error
en la ejecución de la Princesa Ariadne. Tal vez si no hubiera pedido su vida,
no habría hecho tal enemigo implacable de su hijo.
»No fue fácil. Éste en realidad había pasado por cierto esfuerzo para
compartimentar sus recuerdos. No fue hasta hace horas que finalmente
rompí a través de ellos. Y qué secreto: una apasionada historia de amor con
nada menos que la Princesa Ariadne en sí. ¿Quién lo hubiera pensado?
Incluso me había preguntado sutilmente sobre la identidad de su padre, Su
Alteza, y lo que le había sucedido. Y pensar que creía que había visto algunas
travesuras con tu abuelo, cuando lo había tenido aquí todo el tiempo.
Realmente es una lástima no haberlo descubierto antes. Habrías negociado
a Fairfax por tu padre, ¿verdad?
Titus apenas pudo evitar envolver sus brazos alrededor de sus rodillas y
balancearse hacia adelante y atrás. ¿Dónde estaban Kashkari y la verdadera
Fairfax? ¿Cuándo iba a terminar esta pesadilla?
—¡Amaba la vid que le diste! —gritó Titus—. Ahora se eleva sobre una
pérgola en la terraza superior del castillo. Siempre podía encontrarla debajo
de ella, ¡era su lugar favorito!
El cuchillo se alzó.
—¿Hijo? —Llegó un susurro tentativo, sin una pizca de arrogancia del Bane.
—¿Te creíste eso? Oh, vaya por Dios. ¿En realidad creíste que un pobre
cabrón me podía vencer?
Las lágrimas corrían por el rostro de Titus. Era un niño de seis años otra
vez, observando las llamas subir alrededor de su madre, con nada más que
desesperación en su corazón.
Frente a él, Fairfax se quejó. Poco a poco empujándose hasta una posición
sentada, con una mano aferrando su cabeza. Entonces ella miró a su
alrededor ante un entorno desconocido.
Ella se estremeció.
287
CAPÍTULO 22
Traducido por Simoriah y âmenoire (SOS)
El ardid había funcionado como se esperaba. El Bane creía que ahora tenía
tanto al Maestro del Dominio y a la maga elemental a quien había estado
buscando desesperadamente durante tanto tiempo.
Iolanthe hizo una mueca. ¿Habían volado? No tenían idea de qué tan lejos
se extendía el acantilado en cada dirección. Ciertamente más allá del
alcance de sus hechizos de vista lejana.
—Lo siento —dijo Kashkari. El sonido se detuvo—. La última vez que todos
dejamos juntos el Crisol, Titus me dijo que tomara una pequeña roca del
prado, para mantener el libro “abierto”.
La piscina del oráculo capturaba la imagen de aquellos que habían sido los
últimos en mirar en ella. Así era cómo Titus había evitado el Encantamiento
Irrepetible, capturado la imagen de ella y puesto su rostro a la Bella
Durmiente. Ella no había sabido si darle una rápida patada o besarlo hasta
dejarlo tonto; se preocuparía por eso después, si iba a haber un después.
Ahora se ocupó de levantar la tienda en el medio de la cueva; una vez que
la tienda hubo sido sellada, la luz del interior no podía ser vista desde el
exterior.
Era posible sacar objetos del Crisol. De hecho, era necesario para mantener
el libro “abierto” e instantáneamente accesible. Pero hasta ahora, sólo
habían sacado artículos pequeños e inanimados: una joya que pertenecía a
Helgira o una roca de un prado frente al castillo de la Bella Durmiente.
—Lo he hecho tan fácil como es posible para nosotros —dijo Iolanthe—. Si
no podemos superar a esos wyverns, no merecemos montarlos.
Kashkari exhaló.
Ella cerró los ojos por un breve lapso. Por supuesto que había sentido dolor;
el Bane la había torturado en su esfuerzo por despertarla. Pero ella se había
obligado a permanecer perfectamente en silencio y quieta para ganar más
tiempo, dejando de lado la farsa sólo para salvar a Titus de una segura
mutilación.
290
—Hmm, no pareces tan encantada por nuestra reunión —dijo el Bane—.
Supongo que no puedo culparte realmente, considerado lo que está a punto
de suceder.
—Tanto como me encantaría que dijeras unas pocas palabras por propia
voluntad, te oiré pronto cuando comiences a gritar. Vamos, ¿entonces?
Ella hizo una mueca y se apoyó contra la pared del domo de contención.
—No para ti —dijo el Bane—. Tú vivirás, con tantas partes faltantes como
sea posible tener y todavía seguir con vida.
—Nos conocimos por una de las visiones de Madre. Ella había escrito que
yo vería una hazaña de tremenda magia elemental cuando despertara a las
dos y catorce una tarde. Así que hice que Dalbert me despertara
precisamente a esa hora cuando fuera que yo estuviera en el castillo. Hace
alrededor de siete meses, un día perfectamente claro y sin nubes, un rayo
apareció. Duró y duró hasta que la forma y brillo quedaron grabados en mis
retinas. Tomé mi peryton, me teleporté hacia donde había caído el rayo y así
fue como la vi por primera vez, la mitad de su cabello parado.
Pero por supuesto la sangre no revelaría nada de eso. Y tan pronto como
terminaran, el Bane descubriría la verdad.
—¿Estás seguro de que te quedan partes corporales que puedan ser usadas
para un sacrificio? —se burló Titus, incluso mientras sus palmas sudaban.
Detrás del sarcófago, con sólo la cabeza y hombros visibles, el Bane se ocupó
con sus infernales procedimientos.
—¿Alguna vez sueñas con tus hijos? —Titus hizo el último esfuerzo—.
¿Alguna vez ves sus ensangrentados restos? ¿Qué hay de tu pequeña nieta?
¿Alguna vez la ves rogándote que ya no la lastimes más?
El Bane sabía. Sabía que había sido engañado, que la que estaba de pie
frente a él no era la que él había movido cielo y tierra para encontrar.
—¿Quién eres?
—Sólo soy una más de tus enemigos jurados —dijo Amara, poniéndose de
pie, la voz clara y orgullosa—. No hay fin para nosotros. Cada vez que uno
caiga, otro tomará su lugar. Tus días están contados, viejo vil. De hecho, no
vivirás para ver otro…
La ligera distorsión en el aire que había marcado los contornos de los pies
de ella en su celda de contención desapareció. El Bane levantó la mano una
vez más, y la lanzó a seis metros contra una columna de apoyo.
Con las túnicas negras y medios cascos que Iolanthe había tomado
prestados de los disfraces siendo preparados para el elegante baile de la
Bella Durmiente, Kashkari y ella eran apenas distinguibles —al menos en
la oscuridad— de cualquier otro par de jinetes wyvern de Atlantis. A media
hora de vuelo, ella vio, como él lo había soñado, un ligero haz de luz en la
distancia.
294
Ella apenas respiraba, y su corazón se sentía como si toda la sangre la
hubiera abandonado horas atrás. Pero hacía mucho había pasado la
necesidad de coraje: la desesperación era mucho mejor impulso.
—Me gustaría que ese fuera el caso. Si hubiera magma en algún lugar
cercano lo habría sentido, no hay nada salvo roca solida debajo de éste. Lo
siento.
Kashkari sonrió.
—Vamos a bajar a los wyverns. Los jinetes wyvern parecen hacer eso
regularmente, no deberíamos atraer demasiada atención.
295
Aterrizaron en el oscuro vacío de una cresta cercana pero no en la parte
superior de la saliente, en la parte externa de la caldera, y llevaron a los
wyverns de vuelta al Crisol. El prado era otra vez un alboroto, con la Torre
del Cielo de nuevo en la orilla. Se fueron rápidamente, tomando una llave
de latón que alguien había dejado caer en la grama, para mantener el Crisol
“abierto.”
—¿Estás bien?
Era mucho más grande de lo que ella había anticipado. Incluso contra su
gran escenario natural, la fortaleza del palacio en su propia colina en el mero
centro de la caldera, dominaba por su completa agresividad. Había
imaginado que tendría cuatro esquinas como Bastión Negro, pero había algo
marítimo sobre la arquitectura del Palacio del Comandante. Sus paredes
parecían encontrarse en ángulos más agudos que noventa grados, sus
techos lucían como velas desplegadas y sus extremos tanto norte como sur
sobresalían como la proa de un barco.
Kashkari maldijo.
—¿La Torre del Cielo? ¿Estaba parado sobre la Torre del Cielo?
Lo que por mucho era una tarea más fácil que cualquier otra, dado que
ahora la Hechicera de la Torre del Cielo y su segundo al mando lucían
exactamente igual que Iolanthe y Kashkari, respectivamente, después de las
modificaciones que Iolanthe había hecho a la ilustración que acompañaba
la historia, fijando sus propias semejanzas, capturadas en la piscina del
Oráculo, en los rostros de los personajes.
Kashkari gritó. La Torre del Cielo derrapó hacia estribor, su enorme base
ahora raspando y marcando la pendiente en el interior de la caldera.
Ella jadeó.
El dolor retorció a Titus. Sus órganos internos fueron revueltos sobre carbón
ardiendo, sus tendones destruidos.
Titus no podía hablar. Ni siquiera podía gritar. El dolor se volvía más y más
fuerte. Estaba ciego con agonía.
—No lo sé. —Pero desde luego, no creía que esto fuera más allá de ella. ¿Qué
había hecho? ¿Causado un terremoto real?
299
El palacio entero se sacudió, una y otra vez, como si sus niveles estuvieran
siendo cortados por uno por uno. Las sacudidas fueron directamente al
estómago de Titus. Apretó los dientes contra las repetidas oleadas de
náuseas. Hubo otro golpe. El techo de la cripta se agrietó. Piedra y yeso
cayeron; decenas de tallas de madera cayeron estrepitosamente hacia el
suelo.
Los sonidos cambiaron, de aquellos del brutal impacto a algo casi como el
rasguño de una aguja, si la aguja fuera de la longitud de una calle. Titus
respiró profundamente. La Torre del Cielo. Su gran formación rocosa tenía
un extremo romo, pero uno de los secretos de la Torre del Cielo era que
podría extrudir un gran pico desde ese extremo romo. Y el timonel que
piloteaba la Torre del Cielo se decía que era un artista con ese pico y podría
tallar su nombre en un trozo de piedra no más grande que el asiento de una
silla.
Tenía que ser Fairfax. Había encontrado una manera, como siempre lo
hacía. Él estaba de pie, con su rostro presionado contra la pared de la celda
de contención, sus puños golpeando. Vamos, Fairfax. ¡Vamos!
Algo que parecía el aguijón de una avispa, si la avispa fuera del tamaño de
un monstruo fantasmal, atravesó el techo cerca de la pared sur de la cripta.
Él se quedó sin aliento. Detrás del techo desgarrado estaba el mismo cielo,
Fairfax y Kashkari habían logrado arrasar con el Palacio del Comandante.
En esa banda dentada del duramente iluminado cielo nocturno, las fuerzas
Atlantes estaban maniobrando con locura. Titus trató de recordar lo que
podía sobre la tripulación de la Torre del Cielo. ¿Tenían el suficiente poder
mago para mantenerse contra el batallón wyvern, los carros blindados
traídos por los basiliscos colosales y todos los demás soldados y máquinas
de guerra que el Bane tenía a su disposición?
Él miró hacia el Bane, esperando ver el rostro de este último retorcido con
rabia. En cambio, el Bane estaba sonriendo. Las esperanzas nacientes de
Titus se convirtieron en cenizas. ¿Por qué estaba encantado el Bane?
¿Cuáles eran sus planes?
CAPÍTULO 23
Traducido por âmenoire (SOS)
El Bane se rio.
Titus cayó hacia atrás contra la pared más lejana de su propio domo de
contención, sus manos sobre su rostro. Esto no. No este amargo final sin
sentido. No después de todo por lo que habían pasado, todos los sacrificios
que habían sido hechos y todas las vidas que se habían perdido
irrevocablemente.
—Su Alteza.
302
Titus solo pudo sacudir su cabeza, tratando de no derrumbarse y sollozar
abiertamente.
—Está aquí.
—¿Está…?
—No lo sé.
La celda se detuvo a unos dos metros del Bane. Al fin ella miró hacia el
monstruo mismo. No parecía asustada, solo agotada más allá de las
palabras.
El buen humor del Bane aparentemente no podía ser aminorado por unas
cuantas palabras hirientes.
—A punto de ser incluso más desagradable, incluso más viejo, gracias a ti.
—Eso pensé —dijo ella—. Párate detrás de mí, por favor, Kashkari.
Fairfax vaciló.
—No pienses. ¡Haz lo que digo! —gritó más fuerte, incluso mientras su voz
se volvía más ronca—. ¡Libérate!
—Sé una buena chica —dijo la voz melosa del Bane—, y él ya no sufrirá
más.
El Bane levantó su varita. Titus se preparó para lo peor. El Bane medio bajó
su varita, la levantó de nuevo y la deslizó hacia un lado. Titus parpadeó, tan
confundido y sorprendido que solo notó ligeramente que ya no tenía dolor.
No, no era el Bane. Era el padre de Titus y Titus estaba mirando en los
amables y hermosos ojos que su madre había amado.
—Padre. ¡Padre!
Fairfax y Kashkari levantaron sus varitas. Pero fue Kashkari quien completó
la petición del padre de Titus, Fairfax levantó un pedazo de piedra y lo envió
volando hacia…
Al cuerpo original del Bane podrían no quedarle dedos para agarrar una
varita o incluso una lengua para decir las palabras de un encantamiento,
pero su mente estaba perfectamente funcional. Y la mente era todo lo que
se necesitaba para alimentar las proezas de la magia elemental.
Mientras Kashkari y Titus gritaron por escudos, Iolanthe levantó sus manos
y contraatacó el fuego.
Titus gritó. Ella gritó también, temerosa de que él hubiera sido herido, solo
para ver que, con todos sus esfuerzos concentrados en mantenerlo a salvo,
el Bane había logrado lanzar una loza sobre el padre de Titus.
Con un corazón hundido ella levantó la loza. Más fuego salió, una
conflagración que engulló a toda la cripta. Ella llevó el fuego a retroceder
hacia arriba, de manera que aquellos que yacían en el suelo —Amara, West
y el padre de Titus— estarían a salvo de las llamas.
—Mientras más tiempo nos detenga, más probable es que los magos de la
Torre del Cielo sean superados y será rescatado —dijo Kashkari casi al
mismo tiempo.
Iolanthe apretó sus dientes y golpeó un carril a través del fuego. Titus y
Kashkari caminaron a cada lado de ella, aplicando sus escudos. Las piezas
de decoración se habían prendido en llamas y estaban humeando
copiosamente. El aire brillaba con el calor de las llamas. El sarcófago del
Bane parecía torcerse y retorcerse.
306
Más fuego. Más rocas voladoras. A pesar de los escudos, ella sentía la piel
de sus mejillas ampollarse, un dolor escaldado. Gruñendo por el esfuerzo,
volvió a levantar las llamas unos cuantos centímetros más alto, sin querer
que los que estaban en el suelo sufrieran.
—Puedes —dijo Kashkari—. Pero dudo que ayudará. Creo que el sarcófago
solo es decoración, este escudo interno es lo que verdaderamente lo protege.
Pero, ¿cómo romperían a través de este escudo, que el Bane debía haber
pasado décadas, si no es que siglos, perfeccionando?
Ella apuntó un rayo de luz directamente hacia el escudo, luego otro y otro
más, no para dañar el escudo, sino para mantener al Bane preocupado y
nervioso, enfocado solo en lo que hacía Iolanthe. Y mientras hacía eso,
pinchó a Titus en un costado y señaló hacia West con una inclinación de su
cabeza.
Iolanthe sabía que el cuerpo original del Bane tenía que estar
completamente mutilado. Aun así, sintió arcadas. No sabía cómo alguien
podía estar tan destruido y seguir estando vivo. El cuerpo no tenía nada
debajo de la cintura. Ambos brazos ya no estaban. Orejas, nariz, labios,
dientes, no quedaba ninguno. Solo un ojo la miraba, con odio, miedo y una
codicia que era cien veces más vil que cualquier desfiguración.
Ella miró hacia Titus, él lucía tan paralizado como ella se sentía.
Esperaron por un momento. Durante tanto tiempo cada paso del Bane había
hecho que todo el mundo mágico se estremeciera. Iolanthe medio esperaba
que el piso de la caldera colapsara en una catastrófica convulsión y los
enterrara debajo de millones de toneladas de roca volcánica. Pero excepto
por el chorro de sangre, la muerte del Bane fue tan ordinaria como la de
cualquier otro.
Las ruinas del Palacio del Comandante ardieron. La escena arriba era el
caos más grande que cualquiera que hubiera visto en el prado del castillo
309
de la Bella Durmiente: wyverns chillando, carros blindados que huían,
espadas y mazos desde la Torre del Cielo giraban hacia la fortaleza, un
tornado de armamento.
Pero, ¿estarían a salvo en el otro lado? La copia del Crisol del monasterio
muy seguramente había caído en las manos de los Atlantes. ¿Estaba en la
Inquisición, o peor, en Lucidias?
Era todo lo que ella quería. Sin embargo, una negra ansiedad corroía el
borde de su corazón. El sueño profético de Kashkari se había hecho realidad.
¿Qué pasaba con la visión de la princesa Ariadne sobre la muerte de su hijo?
—Difícil decirlo. El Crisol por sí mismo es peligroso, incluso sí… —Miró hacia
atrás y maldijo—. ¡Estamos siendo perseguidos!
Y su voz inestable.
Él solo dijo:
—Dame tu varita.
—Te amo —dijo él—. Y siempre serás la chica más aterradora que he
conocido.
—Cállate y pelea.
—El príncipe te llamó la chica más aterradora que ha conocido. ¿Eres una
chica?
—Puede que estemos dentro de los restos del Palacio del Comandante.
312
—O podemos haber sido incendiados deliberadamente —dijo gravemente—,
para terminar con nosotros.
Y ahí, por delante, estaba la silueta de Bastión Negro a través del humo que
fluía, mucho más cerca de lo que había pensado que estaría. La esperanza
de disparó a través de ella, un brote de felicidad. El futuro al que había
renunciado ahora estaba de vuelta a su alcance, lleno de risas y promesas.
Se volvió hacia su amado. Por primera vez desde la caída del Bane, quería
celebrar. Él también la miraba, con asombro en sus ojos. Habían hecho lo
que tenían que hacer y habían sobrevivido. Ahora ellos tendrían todo el
tiempo del mundo para ser jóvenes y frívolos. Jugarían; se sentarían
alrededor; pasarían días enteros sin hacer nada útil y sin prepararse para
cualquier gran tarea horrible.
313
Él sonrió, él que tan pocas veces tenía razones para sonreír. Ella sonrió de
oreja a oreja. Oh, cuán encantador era estar vivos, y juntos.
Titus cayó.
314
CAPÍTULO 24
Traducido por Shilo y LizC
Iolanthe conjuró una feroz corriente ascendente. Moriré por caída libre, le
había dicho Titus una vez. Por lo que se había preparado. Él no iba a morir
por caída libre, no mientras ella estuviera con él, no mientras ella fuera la
gran maga elemental de su tiempo.
Kashkari, ahora flotando junto a ella, trató hechizos propios. Nada, nada de
nada.
La sangre palpitaba en sus oídos. Debían hacer algo y debían hacerlo rápido.
El Crisol no mantenía a los muertos. Titus sería expulsado del Crisol si no
pensaban en algo.
315
¿Pero qué? ¿Qué?
—¡Vamos! ¡Vamos!
West tragó.
—No te sientes ahí —ordenó Kashkari—. ¡Dale algo de aire, maldita sea!
316
Claro. Claro. Abrió la mandíbula de Titus y forzó una corriente por su
tráquea. Él tosió y se sentó a medias, una mirada de completa confusión en
su rostro.
Las lágrimas llenaban sus ojos. Lo besó intensamente, pero muy, muy
brevemente.
—Vamos. ¡Vamos!
—¿Estás segura de que estoy en esta tierra todavía? ¿Estás segura de que
esto no es el Más Allá?
—Si alguna vez hay algo que la Casa de Elberon puede hacer por ti, házmelo
saber.
317
West tartamudeó un poco, antes de aclararse la garganta y decir:
—Superaremos esto.
Y ese hombre no era otro que uno de los más grandes aliados de Titus,
Dalbert.
Con máquinas de guerra más nuevas y mejores que habían sido escondidas
en otro lugar, mayormente en las Montañas Laberínticas, las fuerzas del
Dominio hicieron caer los carros blindados y se apoderaron de la
Inquisición. Esto último había pasado hace solo unas pocas horas, y todos
habían estado esperando, en una tensión de comerse las uñas, para ver cuál
sería la reacción de Atlantis.
Todas las tres copias del Crisol que Atlantis había confiscado habían sido
mantenidas en la Inquisición en Delamer; el Bane no había querido nada
que posiblemente pudiera servir como portal para sus enemigos en la misma
Atlantis, pero no había querido destruirlas en caso de que pudieran ser
útiles para él. Dalbert había convertido en prioridad recuperar las copias
después del saqueo de la Inquisición y las había llevado a una villa en una
loma de las Colinas Serpenteantes, donde los padres de Titus se habían
encontrado con frecuencia durante su cortejo clandestino.
Y por eso fue que Titus y sus amigos también se encontraron en el antiguo
nido de amor de sus padres, una casa pequeña y ventilada con paredes de
color crema cálida y decoración de los colores del mar. Dalbert tenía
remedios, baños y alimentos esperando por ellos, y mientras se refrescaban,
atendió la pierna de West.
Titus se restregó hasta limpiarse. Luego, en una túnica suave y azul que olía
a pino de las alturas y a musgo plateado, se sentó en el comedor, al lado de
una Fairfax ocupada comiendo.
319
—Hmm, ya ceñudo —dijo—. Veo que la alegría de estar vivo no dura mucho
tiempo contigo.
—Idiota. ¿Ya se te olvidó lo que era lidiar con el Bane? Gobierna tu maldito
reino y sé agradecido.
Se rio.
—El Bane desde hace mucho ha matado a cualquiera que pudiera emerger
como una amenaza para él. No hay nadie esperando para sucederlo en
Atlantis. Me parece que el Dominio debe involucrarse y jugar un papel
grande en el futuro cercano, tal vez gobernando a la misma Atlantis.
—Aquí viene la parte más difícil —dijo Titus—. El Bane tenía muchos
conservadores que se beneficiaban grandemente por su asociación con él. Y
hay Atlantes que se sentirán disgustados por la pérdida de poder y prestigio
de su reino. En la intersección de esos dos grupos podríamos esperar
encontrar magos que estarán determinados en ignorar la verdad, sin
importar lo bien que esté documentada. Y ellos desearán buscar venganza
por lo que consideran un asesinato.
»La Sra. Hancock ya no está; y no dejó atrás familia viva. Lady Wintervale
no tiene a nadie por quién preocuparse excepto ella misma. ¿Qué hay acerca
de ti, Kashkari, estás preparado para tomar el crédito de haber matado al
Bane?
321
Kashkari estuvo en silencio por un minuto.
—Sé que lo he hecho, y eso es suficiente para mí. No estoy dispuesto a poner
a mi familia en peligro por ser conocido públicamente como el que logró el
hecho. Afortunadamente, mi contribución en el asunto puede ser oscurecida
lo suficientemente fácil, pero Fairfax… —Se volvió hacia ella—. Tu papel no
puede ser cubierto.
Fairfax parpadeó.
Fairfax asintió.
—Me dijiste entonces que tuvo lugar ante la gran Catedral Angelical de
Delamer, donde solo los funerales de estado se llevan a cabo.
—Ya que mi cuñada falleció en la forma de Fairfax, ¿por qué no llevar a cabo
un funeral de estado por ella? Los conservadores del Bane no buscarán a
Fairfax si creen que ya está muerta.
322
—Esa es una idea ingeniosa —dijo Dalbert—. Nadie excepto aquellos en esta
habitación saben que la Señorita Seabourne regresó de Atlantis, y
mantendremos con mucho gusto el secreto.
—¿Estás seguro?
Sonrió un poco.
Kashkari se fue para escribirle a su hermano. Dalbert partió por sus muchas
tareas, a menudo misteriosas. Pero la Comandante Rainstone permaneció
en la mesa.
Fairfax jadeó.
»Decidí en ese momento que no dejaría que Callista hiciera esto. No robaría
la niña de alguien más. Revertí el cambio.
»Temía que Callista pudiera tratar a su propia hija como un simple señuelo.
Pero eso no pasó, ya que la mayoría del tiempo Callista mantuvo sus
recuerdos suprimidos y no pensaba en Aramia como la hija de alguien más,
aunque estaba decepcionada de que Aramia no fuera hermosa o
encantadora de nacimiento.
»Yo pasaba tiempo con mi sobrina cuando podía. Quería ser un tipo diferente
de influencia en su vida. Y en un inició probó ser una chica bastante
satisfactoria, brillante, inquisitiva, siempre atenta, y con modales hermosos.
Pero después vi que estaba obsesionada por ganar el amor de su madre, el
tipo de obsesión a la que no le importaba lo que aplastara bajo el zapato, o
que esta madre de ella estaba hecha de una monstruosa indiferencia para
todos excepto ella misma.
—No. De acuerdo con los que están en la Inquisición, Aramia les dijo que
fue el Príncipe Gaius quien le había mostrado el disruptor hace mucho
tiempo. —La Comandante Rainstone se volvió a Fairfax—. Señorita
Seabourne, permítame disculparme también con usted. Nunca debí haber
hablado de la varita hija de Validus con nadie, hubiera relación
consanguínea o no. Espero que me perdone por haber puesto su vida en
peligro.
—Todo lo contrario —dijo Fairfax—. Estoy muy agradecida con usted por no
dejarme crecer bajo la influencia de Lady Callista.
Titus asintió.
—Durante un tiempo estuve tan molesta con Horatio así como lo estaba con
Callista. Pero entonces, un año después de que Aramia naciera, pedí
reunirme con él. Dijo que estaba demasiado ocupado en ese momento. Un
año después, se puso en contacto conmigo. Pero cuando nos encontramos,
me di cuenta de que el único recuerdo que tenía de Callista era la primera
vez que la vio.
»Ese mismo día más tarde me enfrenté a Callista. Pero ella tampoco sabía
de lo que estaba hablando; sus propios recuerdos también habían sido
suprimidos. Me sentí completamente frustrada: No podía ayudarlo, ni podía
encontrar ayuda para él. Así que me aparté de Horatio, sintiendo que
nuestra amistad simplemente no era lo suficientemente fuerte como para
soportar lo que él había hecho y en quién se había convertido.
325
Fairfax deslizó sus dedos a lo largo del borde de la mesa.
—No, fuimos muy, muy buenos amigos, pero nunca más que amigos. La
única persona que amé…
—La única persona que amé fue a su Señora Alteza, señor, su madre(6).
***
Cuando despertó de nuevo, era de tarde y una lluvia constante caía afuera.
Se dirigió a la terraza cubierta y contuvo el aliento: el gran campanario del
Conservatorio, ¡estaba a menos de un kilómetro de distancia! Y los techos
rojos de las universidades se elevaban por encima de la línea de árboles. Y
si entornaba los ojos con esfuerzo, incluso podía convencerse de que estaba
viendo el flujo de sombrillas de colores en la University Avenue.
Se dio la vuelta.
—Oh, Maestro Dalbert, sé que no tiene tiempo de sobra. ¿Pero podría tener
algún lacayo que pueda enviarme una copia de la prueba de acceso a la
academia superior de mayo pasado?
326
Dalbert sonrió.
—¿Cuándo llegó?
Se dieron la mano.
—El honor es mío. Ha logrado lo que los magos han estado aspirando por
generaciones.
—Fui a verla justo ahora —dijo en voz baja—. Me dijeron que se parecía a
usted, pero aun así fue… fue un poco impresionante.
—Ya lo hice antes de que ella dejara el desierto. Me dijo exactamente lo que
pensaba hacer.
327
—¿Entonces sabía que era una mutable?
Él sonrió ligeramente.
Ella asintió.
Iolanthe había conocido a Shulini, que era una mujer joven de aspecto
agradable, pero apenas una belleza de la talla de Amara.
—Debe haber sido toda una historia. Desearía… desearía haber tenido la
oportunidad de conocerla mejor.
—¿Alguna vez… alguna vez le pediste no hacer esto? ¿No ir a una aventura
de la que no volvería?
—Ella era la maga más valiente que he conocido. Tú y ella tienen mi eterno
agradecimiento.
La historia de la muerte del Bane fue revelada esa misma noche. Iolanthe la
leyó en su ejemplar de El Observador de Delamer, fascinada a pesar de ya
saber todo. El artículo, que ocupaba casi la totalidad del periódico,
terminaba con:
Durante las siguientes cuarenta y ocho horas, toda la ciudad estaba loca
celebrando. Y entonces llegó el funeral de Estado. Dalbert había asegurado
a Iolanthe y West en una sala de recepción vacía en el Gran Museo
Conmemorativo Titus, junto a la catedral. Llegaron cuando el sol se ponía,
las ventanas de la catedral ardiendo bajo la luz moribunda del día. Una
enorme multitud de magos, tranquilos, sombríos, y todos vestidos de
blanco, llenaba la longitud de la Palace Avenue.
—Lo prometo.
—¿Te vas como un barco del puerto? ¿Regresas como la lluvia a la tierra?
¿Te guiaré en el más allá, si mantengo en alto la luz más brillante aquí en
la tierra?
330
Cinco féretros llegaron a la plaza frente a la catedral: Amara, Wintervale,
Titus Constantinos, la Sra. Hancock, y el Maestro Haywood… estos dos
últimos representados por estatuas de madera natural. El Maestro del
Dominio fue uno de los portadores del féretro de su padre, los hermanos
Kashkari del de Amara, Lady Wintervale para su hijo, y la Comandante
Rainstone para la Sra. Hancock. Iolanthe se conmovió al ver a Dalbert como
portador para el Maestro Haywood.
Uno por uno, encendieron las hogueras. Las llamas saltaron más y más alto,
azotando, crepitando. La voz de un niño, tan clara y brillante como el clarín
de los Ángeles, se alzó con las primeras notas del aria Diamantina:
—Cuídense mucho.
—Tú también, Fairfax —dijo Kashkari—. Y antes de irnos, esto es para ti.
—¿Para mí?
Kashkari asintió. Por primera vez en mucho tiempo, pareció haber un toque
de alegría en sus ojos.
Abrió la caja y se echó a reír. Al final del Periodo de Verano, para agradecer
a Kashkari por la ayuda que le había dado al príncipe y a ella misma en la
noche del Cuatro de Junio, ellos le habían comprado un conjunto de afeitar
monogramado muy fino.
Encontré esto. Pensé que te gustaría verlo. Por una vez, es una
buena noticia.
332
26 de abril, AD 1021
Leyó la entrada unas cuantas veces más, secándose las lágrimas en las
comisuras de sus ojos. Después de cerrar el diario, vio que había leído sólo
la mitad de la nota de Fairfax. La otra mitad decía:
Faroles colgaban de los árboles. Las luciérnagas brillaban entre las ramas
frondosas. Ella se sentaba en la balaustrada de piedra con vistas al lago,
mirando las estrellas. Él se subió a la balaustrada y se sentó junto a ella.
Puso su brazo alrededor de él y lo besó en la sien.
—¿Contento?
—Sí.
333
Su mano rozó el brazo de Titus.
Su pulso se aceleró.
—Mira alrededor.
Debe haber estado ciego, o sólo tenía ojos para ella. Ahora él notaba que
había pétalos de rosa por todas partes, a lo largo del camino, en el césped
delicadamente recortado, a cada lado de ellos en la balaustrada, e incluso
flotando en el lago de abajo.
Él rio.
EPÍLOGO
Traducido por âmenoire
Antes de que la Sra. Hinderstone se hubiera hecho cargo del local, el lugar
había sido una librería a cargo de nada menos que del abuelo paterno del
Maestro del Dominio, aunque nadie lo sabía entonces, ni siquiera el propio
príncipe. La Sra. Hinderstone había mantenido algunos de los libros, una
colección bastante grande para que sus clientes navegaran a través de ella
mientras esperaban por sus órdenes o bebían su té matutino. Y había
mantenido la mayoría de los letreros de la librería, incluido uno que decía
preferiría leer que comer. A Iolanthe de inmediato le había caído bien la Sra.
Hinderstone por su sentido del humor autocrítico.
—He estado esperando a que vengas para decirte esto. He tenido tantas
pociones y elixires para mi codo a lo largo de los años, pero esa prueba tuya,
¡es un milagro! No puedo agradecerte lo suficiente.
335
—¡Muy bien! —Iolanthe sonrió, disfrutaba tanto ser de utilidad—. Nada se
siente tan bien como que no te duela nada, ¿cierto?
—Un croissant de chocolate y una taza de café con leche para la Señorita
Hilland —dijo la Sra. Hinderstone a sus ayudantes detrás del mostrador. Se
volvió de nuevo hacia Iolanthe—. Siempre estás despierta tan temprano
durante los sábados. ¿No sales y te diviertes los viernes por la noche?
—Oh, lo hago. Ayer por la noche fui al partido de polo aéreo con mis amigos.
El equipo del Conservatorio ganó, así que celebramos cantando en el
cuadrilátero, en voz alta y por mucho tiempo, hasta las dos de la mañana.
—Pero apenas son las siete. —La tienda acababa de abrirse y estaba sin su
público habitual, ya que era muy temprano.
No tenía idea de por qué siempre se despertaba a la misma hora los sábados
de lo que lo hacía en los días escolares. Nunca ponía su alarma los viernes
por la noche, pero cada sábado por la mañana abría los ojos al salir el sol.
Ambas se rieron.
—¿Y adivina quien entró a mi tienda hace dos días? ¡Su Alteza!
—Sí, lo hizo y realizó un pedido para que una cesta para día de campo fuera
entregada hoy en la Ciudadela.
—Oh por Dios. —Esa fácilmente pudo haber sido una cesta para día de
campo ordenada por ella misma.
Había sido muy cortés con todos los presentes, a pesar de que Iolanthe pudo
sentir que no disfrutó de tales ocasiones que requerían que tuviera charlas
informales.
—No hemos tenido uno tan digno del título desde hace un tiempo —dijo la
Sra. Hinderstone decisivamente.
En el lado opuesto del gran jardín, que de otro modo estaba libre de
cualquier especie arbórea, se levantaba un magnífico árbol borraja, que el
príncipe había plantado en memoria de su compañera, la gran maga
elemental. En los suaves días soleados, Iolanthe a menudo extendía una
manta bajo la sombra del árbol, para estudiar o compartir una bola de
helado piña-melón con sus amigos.
Llegó a casa unos minutos antes de las ocho. Poco después de que había
llegado a Delamer desde el remoto Midsouth March, le habían dicho de una
oportunidad de cuidar de la casa de un profesor mientras éste hacía su
investigación en el extranjero. Había aplicado para el puesto, sin pensar que
llegaría a ella. Pero lo había hecho. Y para la vida de la encantadora casa,
todo lo que tenía que hacer era asegurarse de que se mantuviera limpia y
bien mantenida.
Casi un poco de demasiada suerte para una chica muy normal que venía
desde el medio de la nada.
Se detuvo en seco.
Y desear.
Estúpida. Era tan estúpida que era humillante. Chicas de todo el Dominio
estaban enamoradas del príncipe, y en el día del desfile anual del día de la
coronación se desmayaban a lo largo de la Palace Avenue. Bastante
comprensible, era un atractivo joven en una posición de gran poder y el
héroe de la Última Gran Rebelión, no menos. Pero eran adolescentes
idealistas y Iolanthe era una mujer de veintitrés años en el último año de su
trabajo de postgraduación. Enseñaba prácticas avanzadas a estudiantes de
primer y segundo año del Conservatorio. ¡Y por el amor de Dios, era lo
suficientemente sensible y disciplinada para calificar sus reportes de
laboratorio muy temprano en un sábado por la mañana!
Y aun así persistía, esta de alguna forma fijación poco saludable por el
príncipe. Ella no iba a desfiles del día de la coronación; no compraba objetos
de interés con su imagen; y nunca hizo el ridículo frente a la Ciudadela
agitando un letrero de ¿Quieres casarte conmigo?, ni siquiera se acercaba a
la Ciudadela, si podía evitarlo.
Esa noche ella se había sentado y escrito al príncipe una larga y apasionada
carta. Para su sorpresa, en cuestión de días había recibido una respuesta
de dos páginas de la propia mano de él. Cuando se habían conocido en la
gala de graduación, él inmediatamente había dicho: “Eres la que me envió
la hermosa carta, ¿cierto?”
Esa fue la primera y la última vez que lo había visto en persona. Otras
personas se encontraban con él, pero la vida parecía no tener planes para
reunirlos de nuevo. Solo podía ver desde lejos su paso hacia su gran destino.
En verdad era una locura, mirar a este distante ícono y creer que, si solo
pudieran reunirse, serían los amigos más cercanos. Él podría ser un hombre
excepcional, pero no era amistoso y ella estaba segura de que en privado
debía ser bastante difícil en muchos sentidos. De todos modos, día tras día,
año tras año, se mantenía en secreto en el trasfondo de su vida.
340
Se dio cuenta que había tomado el retrato instantáneo del gabinete y estaba
trazando su dedo a lo largo del borde de su capa gris carbón. Esta nueva
generación de retratos instantáneos capturaba la textura de las telas, así
ella sentía la elaborada cinta bordada que recortaba el borde, los suaves
hilos de seda uniformemente orientados debajo de su dedo.
Pero estaba inquieta. En lugar de leer los papeles, los dejó en la parte
superior de su escritorio y se acercó a la ventana. Había empezado a llover,
pero todavía podía ver la Ciudadela en la distancia.
Ella sacudió su cabeza. Debía dejar de obsesionarse con él. ¿Qué podía
esperar que sucediera incluso si se encontraba con él de nuevo? No más que
un par de minutos de su tiempo. Si hubiera querido conocerla mejor, podría
haberlo hecho hace dos años, conocía su nombre y su universidad; todo lo
demás podría haberlo descubierto, si hubiera querido hacerlo.
Que ella hubiera conjurado una versión sonriente de él tenía que ser la
prueba que se estaba volviendo loca, ¿cierto?
Ella no estaba alucinando. Realmente era él, el Maestro del Dominio, parado
a no más de diez pasos de distancia. ¿Y qué había querido decir conque otra
vez llegaba temprano? Otra vez temprano, ¿cuándo había estado temprano
antes?
¿Cómo sabía que había ido a un evento deportivo? ¿Y por qué la estaba
mirando de la manera que exactamente quería ella que lo hiciera, con
tremenda admiración y algo que se aproximaba a total avaricia?
—Yo también —dijo—, donde la Sra. Hinderstone. Mencionó que usted había
estado ahí en persona hace dos días.
Él vino hacia ella, hasta que apenas una astilla de aire los separaba. Tan
cerca que podía ver el diseño exacto en los botones decorativos de su túnica:
un escudo de armas diferente a cualquiera que hubiera visto antes, con un
dragón, un fénix, un grifo y un unicornio ocupando los cuadrantes.
Tan cerca que respiró su aroma a musgo plateado y pino nube. Tan cerca
que cuando lo miró a los ojos, vio cada detalle del patrón estelar de sus iris
de color gris azulado.
Y la besó.
Una vida secreta se desplegó ante ella. La diligente y bien educada candidata
para Maestra de Artes Mágicas y Ciencias, era de hecho, el poder junto al
trono. ¿Aquellos largos paseos que tomaba en la naturaleza de las Montañas
Laberínticas? Ese era el tiempo que pasaban juntos discutiendo, haciendo
estrategias, y a veces agonizando sobre decisiones difíciles. ¿Ese discurso
histórico que había dado cuando había anunciado su herencia Sihar y las
reformas que planeaba llevar a cabo para hacer a los Sihar sujetos plenos,
en lugar de simples invitados de la corona? Ella había preparado una gran
parte de eso, por no mencionar que lo convenció de dar el paso monumental
en primer lugar. Y un verano entero, así como una buena parte de un
periodo académico de su segundo año en el Conservatorio, en lugar de estar
de vuelta en la montaña cuidando de su anciana abuela, como ella y todos
los demás habían creído, había estado a su lado, disfrazada como un
ayudante de campo masculino, librando campañas contra los remanentes
de las fuerzas del Bane.
Por supuesto, había habido la Última Gran Rebelión, en la que había jugado
una parte instrumental. Pena corrió a través de ella cuando recordó a
aquellos que habían sido perdidos, Amara, Wintervale, la Sra. Hancock, el
padre de Titus y el Maestro Haywood. Experimentó un momento de
abrazador disgusto ante la idea de Lady Callista y Aramia, quienes ahora
estaban en Exilo, junto con el príncipe Alectus(8).
Él era con quien había pasado a través de la guerra y el infierno. Con quien
había cambiado el mundo. Con quien su destina estaría enlazado para
siempre.
—Titus.
Ella se rio.
—No peor que yo. Sabes cuán duro es tener que esperar una semana cada
vez antes de verte de nuevo. Algunas veces todavía pienso que cualquiera
con ojos podía haber visto a través de nuestro secreto el día de tu gala de
graduación, aun cuando di mi mejor esfuerzo por tratarte exactamente igual
que a todos los demás.
Al final había decidió darle una oportunidad, con muchos, muchos seguros
puestos y un juramento de sangre que le había exigido a Titus, que debía
convocarla a su lado cuando fuera absolutamente necesario(9).
Titus se quejó.
El giro más inesperado en toda la saga fue que Titus y Cooper se habían
convertido en corresponsales semi regulares, regular por parte de Cooper y
semi-regular por parte de Titus. Cooper nunca habría supuesto escribir para
Titus, pero sus cartas a Fairfax, enviadas a la dirección falsa en el Territorio
de Wyoming que Titus había arreglado, habían llegado a Titus en cambio. Y
en esos primeros años después de la muerte del Bane, cuando Lady
Wintervale casi había sido asesinada dos veces, Titus había considerado
demasiado peligroso para Fairfax, quien se suponía que estuviera muerta,
responder, incluso si se trataba de un no mago.
—Gracias a Dios por eso —dijo Cooper—. Ser el secretario privado para un
hombre muy importante va de acuerdo conmigo. Voy bien en mi camino
para convertirme en un vejestorio insufrible.
Cooper se puso del color de una remolacha. La remolacha más feliz del
mundo.
—Estoy muy contento de verlos a los dos. Ha sido demasiado tiempo. Y...
—Algo de la alegría se drenó de su rostro—. ¿Y no siempre tenemos
garantizado que nos encontremos con viejos amigos de nuevo después de
muchos años, ¿cierto?
West mantuvo una animada conversación con Fairfax. Luego él, Fairfax y
Titus hablaron juntos por un rato. Cuando se fue para unirse a una
conversación entre Sutherland y Birmingham, Fairfax susurró en el oído de
Titus que West y Birmingham estaban “juntos”.
Él susurró de vuelta:
Ella se rio, sonido que fue ahogado por un grito de alegría de Cooper.
—Míralos.
Vieron a la joven pareja, sus brazos alrededor del otro, pasando la villa y
desapareciendo más allá de una curva en el camino.
NOTAS
1. Redhull, Bernard
AD 967-1014. Vidente.
Conocido más por prolijidad que por importancia. Declaró nunca haber
tenido una sola visión de sí mismo, sino siempre de completos extraños.
Envió lotes de cartas todos los meses a aquellos a quienes concernían sus
visiones, cuando pudo descubrir sus identidades. Mejor recordado como
aquel cuya visión de una conversación entre Lady Callista Tiberius y un
amigo la impulsó a la acción, para duplicar todas las medidas enumeradas
en ese intercambio previsto. Ver Lady Callista Tiberius, Horatio Haywood,
Iolanthe Seabourne, Aramia Tiberius, Príncipe Titus VII.
Su Alteza,
Ahora y siempre,
6 de mayo, AD 1012
Se detiene ante dos cunas y mira a los bebés dentro por largo
tiempo. Luego, con una mirada a la ventana que da al pasillo,
cambia rápidamente los bebés.
19 de agosto, AD 1012
La visión vino de nuevo. Esta vez pude ver que hay fuegos
artificiales por la ventana, una ducha constante de vetas de oro.
A veces los informes hacen que parezca que mi ruptura con la Princesa
Ariadne fue permanente. Eso no era del todo el caso. Su Alteza hizo
despedirme, debido que leí su diario sin autorización y luego me negué a dar
una razón. Pero seis meses más tarde fui a verla.
Dejé en claro que nunca podría confesar por qué había espiado: Callista no
quería que nadie supiera que estábamos emparentadas, que su madre se
había permitido un romance con un jardinero durante su matrimonio. Pero
le pedí a Su Alteza que por favor comprendiera mi dilema, como una mujer
que también tenía secretos que no podía decirle al mundo.
Ella se quedó en silencio por un largo tiempo, pero luego asintió lentamente.
Tenía veinte años cuando me fui de casa hacia el Desierto del Sahara. Nunca
hubo ninguna duda de que yo quería ser parte de la resistencia, incluso si
mi tío no hubiera sido Akhilesh Parimu, todavía habría querido contribuir.
Nos pusimos a hablar. Al final resultó que su madre era del Ponives, el reino
nativo de mis abuelos. Así que hablamos más y más. Fuimos los dos últimos
en abandonar la cantina esa noche. A la mañana siguiente nos reunimos de
nuevo para el desayuno y hablé hasta que tuvo que irse.
Cuando ella se hubo ido yo caminé por ahí en una niebla por el resto del
día. Esa noche le escribí unas pocas líneas en mi cuaderno bidireccional.
Ella respondió inmediatamente y siguió escribiendo durante horas. Eso se
convirtió en un patrón: cada noche nos escribíamos el uno al otro, sobre lo
que pasó ese día y todo lo demás bajo el sol. [Sonríe] Yo tuve que conseguir
un nuevo cuaderno cada pocas semanas debido a lo mucho que
charlábamos.
Después de tres semanas le dije que tenía que verme cara a cara y decirme
todo antes de que pasara un mes. Discutimos de un lado al otro y finalmente
accedió a reunirse un día a seis meses en el futuro.
No podía hablar por mi sorpresa: los mutables son tan raros en la vida real
que la posibilidad nunca pasó por mi mente. Ella explicó que cuando viajaba
lejos de la base a menudo tomaba la apariencia de Shulini porque su propio
rostro hacía que la gente mirara fijamente. Pero tenía que dejar de hacerlo
porque se estaba volviendo demasiado mayor para transformarse a
voluntad, al menos no sin miedo a terminar luciendo permanentemente
como otra persona.
355
Me enfadé. Nos conocíamos el uno al otro por diez meses para entonces. En
cualquier momento ella me hubiera dicho. En cambio, eligió dejarme hervir
a fuego lento en mi propia ansiedad. Dijo que tenía miedo de perderme, ya
que nunca mostré el más mínimo interés en ella.
Durante unos días me presenté a Shulini alrededor de la base. Ella era una
chica agradable, pero no había ninguna chispa entre nosotros en absoluto,
lo que me puso aún más indignado. Amara me ignoró por completo.
Pero ella no se dio por vencida conmigo. Consiguió que nos asignaran al
turno nocturno de patrullaje juntos. En la oscuridad, cuando no podía ver
su rostro, sino sólo escuchar su voz… eso era por qué había hablado tan
poco conmigo desde que llegué a vivir a su base, porque todavía tenía la
misma voz. Y yo amaba su voz, el sonido de su risa, la precisión de sus
vocales, y sobre todo la forma en que a veces tarareaba un poco para sí
misma.
[Sonríe de nuevo.]
Entrevistador:
V. Kashkari:
Entrevistador:
V. Kashkari:
356
Todos los años buenos son cortos, como lo son todas las vidas plenas.
La mañana del funeral de Estado, fui informado de que los Atlantes habían
entregado a la Señorita Aramia Tiberius. Esa tarde, la hice traer junto con
junto Alectus y Lady Callista.
La miré fijamente hasta que ella se removió e hizo una reverencia de nuevo.
Las gotas de sangre, como dos pequeñas canicas, cayeron a lo largo del
fondo del vaso. Y entonces, como si fueran imanes, se movieron hacia la otra
hasta que se habían unido en un solo ovalo.
Sin decir una palabra, realicé otro análisis de sangre, esta vez utilizando
sangre de mí mismo y Alectus. Nuestras dos gotas de sangre también se
acercaron una a la otra, pero en lugar de combinarse, formaron algo
parecido a una pesa.
Antes había tenido en mente recomendar una pena especialmente dura para
la Señorita Tiberius. Pero ahora sabía que nada de lo que pudiera imponer
la castigaría tanto como la indiferencia de su madre —de hecho, repulsión—
ante la idea de estar relacionada con ella después de todo.
—Cada uno de ustedes puede ser acusado de traición. Yo, sin embargo,
recomendé al Consejo Superior un curso menos punitivo de acción. Al igual
que todos los colaboradores, tendrán la oportunidad de confesar y pedir
perdón. Detallen sus relaciones con Atlantis, y lo más probable es que
recibirán un perdón. Oculten cualquier cosa…
—Pero… pero… ¿qué vamos a hacer? ¿Dónde vamos a ir? —exclamó Alectus.
Alectus tembló.
[Pausa]
A veces miro las fotos en mis paredes de aquellos terribles años que pasé
como un estudiante en el Conservatorio, y deseo…
En realidad, creo que él lo sabe en el Más Allá. Sabe que todo lo que siempre
había querido para mí se ha hecho realidad.
SHERRY THOMAS
S herry Thomas es una de las autoras
románticas más aclamadas de hoy. Sus
libros reciben regularmente reseñas con
estrellas de publicaciones comerciales y se
encuentran con frecuencia en las listas de
mejores del año. También es ganadora en dos
ocasiones del prestigioso Premio RITA de
Escritores de Romance de Estados Unidos.
AGRADECIMIENTOS
Moderadoras
Âmenoire
Mari NC
Staff de traducción
adaly Mari NC
âmenoire martinafab
AnnaTheBrave Otravaga
flochi Selene
kwanghs Shilo
LizC Simoriah
Staff de corrección
âmenoire
Bella’
Mari NC
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