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**El arte flamenco tiene gran arraigo en Venezuela en donde muchas escuelas se
dedican a promoverlo
Una a una, van llegando las futuras bailaoras, acompañadas de sus padres,
quienes, además, les transportan sus cajones flamencos. Se abrazan, sonríen, y
se preparan para una nueva clase. Tienen edades comprendidas entre los 8 y los
11 años, aproximadamente, y se puede denotar en ellas el anhelo por seguir
aprendiendo el legendario arte flamenco.
"Para mí el Flamenco constituye una manera de ver y afrontar la vida. A través del
baile he aprendido a canalizar mis sentimientos", apunta Andreina Silva Mora,
fundadora y docente de la institución cultural.
Tras dar instrucciones a sus alumnas, recuerda con jovialidad, que desde niña
estuvo rodeada del mundo cultural español. “Mi padre estuvo vinculado con las
fiestas taurinas que se llevan a cabo en San Cristóbal, como parte de las Ferias y
Fiestas de San Sebastián. Por lo tanto, desde muy pequeña, la cultura y la música
española me han acompañado”, comenta con una sonrisa.
Además de las clases de baile como tal, explica, que en el pensum de estudio que
ponen a disposición de sus alumnas, promueven el estudio de los instrumentos
musicales propios del género del flamenco.
En cuanto al cajón flamenco, precisa, que es una caja rectangular con un orificio y
dentro de éste lleva cuerdas de guitarra. Según lo indica Andreina, es de origen
peruano, pero fue adoptado para el flamenco por el gran guitarrista y
compositor español del género Paco de Lucía, alrededor de los años setenta.
Actualmente, es uno de los instrumentos de percusión fundamentales en el
llamado flamenco moderno.
Asimismo, comenta que las castañuelas, de origen griego, forman parte de las
clases, pues de este modo, las bailaoras participan de manera activa en la fusión
de los movimientos corporales y el ritmo musical.
“El flamenco tiene una serie de ´palos´ o ramificaciones que son las puestas en
escena que corresponden a la expresión de los más profundos sentimientos
humanos como la alegría, el dolor, la incertidumbre, entre otros. Son las famosas
bulerías, sevillanas, alegrías, fandangos, seguiriyas, tangos, tientos, tarantos,
rumbas y soleares”, comenta Silva Mora.
“Hoy en día contamos con unas 80 alumnas, que con constancia y fervor, van
desarrollando habilidades y destrezas en el arte del flamenco, pero sobre todo,
asumiéndolo como una manera de vida, pues es un sentimiento que nosotras las
instructoras hemos vivido y queremos trasmitirles a ellas en cada una de nuestras
clases”, explica Andreina, rodeada por algunas de sus pequeñas bailaoras, que
sonríen sin cesar.
Foto 3: Las niñas practican en cada clase con sus cajones flamencos como parte
de las actividades de la academia.