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¡CÚLPALO!

Ella entró en la habitación y fue a colocarse frente al ventilador que


giraba a gran velocidad y atenuaba el aire caliente del ambiente. Se
quitó la blusa, el sostén y los tiró sobre la cama. El vaivén del aire
electrizó su piel y erizó sus pezones.
Recostado sobre la cama, él revisaba el periódico, chequeaba alguna
noticia que se le hubiera escapado en la mañana. La presencia de ella
lo distrajo, quiso continuar con su lectura, pero no podía concentrarse.
Cuando levantó la mirada y la observó, vio su espalda, la curvatura de
sus nalgas que se dibujaban a través de su falda, el perfil de sus
piernas, e imaginó sus pies.
De pronto, comenzó a sentir un hormigueo que invadía y recorría todo
su cuerpo, una hinchazón en la parte baja de su entrepierna,
movimientos constantes, le alertaban como si tuviera un reloj ahí, con el
minutero avanzando e insistiendo en colocarse en las doce.
No se contuvo, se deslizó hasta el filo de la cama y sin decir nada,
enlazándola con sus brazos por la cintura, presionó su cuerpo contra el
de ella, y le hizo sentir sus labios explorándola.
Jamás sospecharon que no estaban solos en la habitación; escondido,
cerca, un par de ojos los observa desde una esquina. Un mosquito
macho, excitado con los preámbulos de la pareja, buscaba con
desesperación una hembra con quien desahogarse. Con los ojos
inyectados de sangre y con su minúsculo sexo a punto de explotar, se
daba golpes contra la pared, se frotaba. Tratando de distraerse se
lamía todo, auto devorándose.
Los amantes seguían con sus caricias, agradecidos con los apagones
que habían descompuesto el acondicionador de aire. Él fascinado,
entreabrió las piernas de ella, dejando el sexo expuesto, libre, para
desesperación del mosquito que con aleteos y zumbidos de loco,
levantó el vuelo y llegó hasta ahí.
Se embriagó con su perfume, bebió de sus sabores, y con desmedido
entusiasmo se desahogó, justo en el momento en que el marido se
disponía a introducirse dentro de ella.
El mosquito violador abandono el lugar a tiempo y fue a refugiarse en
su rincón. Sus ojos se abrieron desmesurados al ver que su líquido
también era introducido dentro de ella, con cada uno de los impulsos y
vaivenes que el hombre realizaba*.

* La doctora Daniella Lacour, bióloga, química y psicóloga, en su conferencia


de Nantes del 30 de Febrero de 1.952, explicó con precisión el por qué y el
cómo de nacimientos de individuos con cerebro de mosquito. Sugirió no
alarmarse, puesto que estos individuos tenían asegurado el éxito en el campo
de la política.
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