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DEL MUSEO Y LOS ESCENARIOS A LAS AULAS

Por Andrés Leonardo Palomar Aya

El arte a través de la historia ha sido reflejo de lo sucedido en la misma, sus contextos y las
diferentes visiones acerca ella. En el primer capítulo de Las razones del Arte de Gerard Billard se
menciona que en los tiempos de La Ilustración el arte trataba de imitar, de la manera más fiel y
más perfecta posible, la realidad, la naturaleza. Se buscaba exponer lo bello de ésta,
esencialmente. Por esta razón, el hombre ilustrado debía ser capaz de apreciar la naturaleza y ver
más allá de ella con el valor de la belleza, que es el valor de la filosofía estética que, nos relata el
libro, fuese el pilar de la teoría del arte de Baumgarten. De acuerdo con Hegel, esto no daba para
“dar respuesta a las grandes preguntas acerca del sentido del mundo, no satisfacía las necesidades
más elevadas del espíritu”. Con la llegada del siglo XX se rompió con las concepciones que se
tenían del arte, ya el valor de la belleza no era el mismo y el concepto fue lo que atravesó las obras
en el arte nuevo. El problema era que este arte inspiraba más burlas y rechazo que admiración o
pasión en el público abierto. Se necesitaba de concepto artístico para entender estas nuevas
obras. Se hizo arte para los artistas, básicamente. La realidad se trasfiguraba a través del arte, ya
no se imitaría como en épocas de antaño. La llegada del “Arte por el Arte”.

Con la llegada del posmodernismo, se podría decir que nadie sabe a ciencia cierta qué es el arte o
cuál es su sentido. Como dijo Woody Allen en una ocasión “Después del primer single de The
Beatles, nadie sabe qué pasa en el mundo”. Un problema conceptual bastante amplio a decir
verdad. Atrevidamente, desde lo entredicho, se puede deducir que el concepto de arte va ligado a
su contexto y a su función histórica. Es decir, los valores cambian según cambia su filosofía estética
y, dado que ésta a su vez termina siendo de carácter subjetivo, se transforman constantemente.
Como se decía al principio de este texto, se trataba de imitar la belleza de la naturaleza; imitar la
realidad. Luego se transformó en “desrealizar la realidad y el arte”, esto supone trasfiguraciones
de la misma; en otro momento se expandió la noción de lo real, invirtiendo el simbolismo entre el
objeto y lo que se quiere decir de él, usando el objeto como forma de decir lo que se quiere decir
de él, por ejemplo, la Fountaine de Duchamp.

En la actualidad se ve cómo el arte también se mimetiza con la realidad; la refleja, no sólo la imita.
Como en el caso de las estéticas urbanas, grafitti, rap y movimientos culturales juveniles donde el
arte hace parte esencial en la forma de vivir de los integrantes de estas culturas, influyendo en la
forma de actuar de las personas, de expresarse. El símbolo ya no es sólo el medio del arte, sino la
vida misma.

Así pues, se puede ver que el símbolo como dinamizador de arte cambia con el contexto en que se
presenta. Es decir, el símbolo depende del contexto y se afirma que puede cambiar la concepción
del mismo según éste. Si bien es cierto que en principio lo simbólico del arte estaba definido en la
obra misma, en la actualidad se ve que trasciende a la obra. El símbolo, desde el posmodernismo,
puede ser el mismo objeto o puede ser lo que el artista piense de éste. El símbolo tiene posibilidad
transformarse, entonces, en un aula de clases y un docente en artista. Eso dependerá de su
capacidad de transformar y trascender una mera clase (o todo el curso) en una obra de arte. El
símbolo crea la estética del arte.

Lo dicho anteriormente puede verse en el ejemplo contundente que muestra el documental


Waste Land, de la favela al museo, donde el reconocido artista brasileño Vic Muniz se adentra en
la vida del más grande vertedero de basura, el de Jardín Gramacho. Allí conoce a fondo el contexto
de los habitantes del lugar, la problemática social, la lucha por el reconocimiento del gremio de los
recicladores y diferentes luchas individuales de los habitantes. Con ellos trabaja y crea obras
fotográficas usando basura y materiales de reciclaje, transformando estos mismos en símbolos. Se
puede apreciar que, en la obra, éste no es el único objetivo, sino que las historias individuales le
dan enfoque a cada pieza. Los habitantes también se convirtieron, entonces, en símbolo de la obra
que llego a ser avaluada en 50.000 USD, dinero que dejó en manos de Ti~ao Santos, presidente de
la Asociación de Coleccionistas del Relleno Sanitario Metropolitano de Jardín Gramacho, quien
viene luchando por la transformación del lugar y, gracias a esta ayuda, logra implementar nuevas
herramientas para este fin. Entonces, en este documental no es sólo el hecho de la fotografía
usando materiales reciclados lo que hace al arte, sino la potencialidad de transformación social. Si
bien el arte parte de lo estético, el impacto social también hace parte de este. El hecho propio de
documentar el proceso resultó en otra obra de arte, igual de impactante que la fotografía, el
mismo documental.

Esto me da para pensar que el arte es antropológico en la actualidad. Va más allá de la obra
artística, la obra se apoya en todo el contexto desarrollado en ella. Una clase puede ser una obra
de arte o parte de ella, si se llega a profundidad al contexto, se explora, se desarrolla y termina
cambiándose. Es la nueva meta del arte y como docentes se hace deber pensar en ello, en cómo
transformamos realidades y cómo llevamos el arte más allá del aula. No necesariamente debemos
tener mil piezas en museos o llenar estadios. El arte está con la gente, las personas comunes
también pueden generar valiosas piezas artísticas. Es cuestión de direccionamiento.

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