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Los Jesuitas

La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son


comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica
fundada en 1534 por el español Ignacio de Loyola,23 junto con Francisco Javier,
Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão
Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma.
Fue aprobada por el papa Paulo III en 1540.4

Con 16 378 miembros en 2016 (de los cuales 11 785 eran sacerdotes
ordenados),5 es la mayor orden religiosa masculina católica hoy en día. Su
actividad se extiende a los campos educativo, social, intelectual, misionero y de
medios de comunicación católicos, además de atender 1.541 parroquias en todo
el mundo (a fecha de 2016).

Descripción de la orden

La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de carácter apostólico y


sacerdotal, aunque la conforman también “hermanos legos” o coadjutores, es
decir, religiosos no ordenados. Está ligada al papa por un “vínculo especial de
amor y servicio”, su finalidad, según la Fórmula del Instituto, documento
fundacional de la Orden (1540) es «la salvación y perfección de los prójimos». En
términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada por
la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho,
emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la “perfección
evangélica”.

La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años.


Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de
humanidades, filosofía y teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos
o tres años de docencia o «prácticas apostólicas» (período de “magisterio”) en
colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación,
etcétera). El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o
después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ,
durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo. La formación en
la SJ termina con la Tercera probación, que también se conoce como «Escuela
del Corazón (o de los afectos)».

San Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen


siempre preparados para ser enviados con la mayor celeridad allí donde fueran
requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso, los jesuitas profesan los tres votos
normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un
cuarto voto de obediencia al papa, «circa misiones».6 La Fórmula del Instituto
(confirmada por Julio III en 1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la
cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice,
Vicario de Cristo en la tierra».
Los jesuitas y su larga historia en el Paraguay

Los jesuitas llegaron al Paraguay antes del año 1600. Entonces, comenzaron a
realizar pequeñas incursiones, pero se asentaron en forma estable en el año
1607, cuando llegó el padre Diego de Torres, quien fue el primer provincial. Este
vino para iniciar la Provincia Jesuítica del Paraguay, que abarcaba por aquella
época, además de nuestro país, el sur de Bolivia, el norte argentino hasta
Córdoba, el sur de Brasil y Uruguay.

Según el padre Alberto Luna, se trataba de un territorio bastante extenso y allí se


inició dos años después, con la fundación de San Ignacio, en 1609, la experiencia
de las reducciones que duró prácticamente por 150 años.
En ese marco se construyeron innumerables pueblos formados por indígenas
guaraníes, quienes llegaron a constituirse en una república que estaba bajo la
autoridad de la Corona. Tenían cierta autonomía política y económica, que fue lo
que generó roces con los intereses de la colonia.

LAS REDUCCIONES

Una reducción era un pueblo formado a su vez por pueblos indígenas. Los
caciques llegaban con su gente y se instalaban para vivir allí. Ellos mantenían su
autoridad, eran miembros de los cabildos del pueblo. Era una organización
económica, religiosa y cultural.

En las reducciones se hablaba el idioma guaraní. También se propulsaba una vida


orientada hacia el bienestar de los indígenas. Allí no circulaba el dinero y por tanto
la economía era a base del trueque.

La producción estaba orientada a satisfacer las necesidades de la gente. Se


tenían grandes extensiones de cultivos, mientras que las estancias eran de
propiedad común, pero con la posibilidad de que cada familia tuviera su propia
tierra y producción para comerciar a través del trueque.

Estas reducciones estaban relacionadas entre ellas. Si una tenía buenos músicos
o escultores o estancieros se intercambiaban los bienes y conocimientos.

Básicamente estaban formadas por indios guaraníes. Los españoles no podían


comerciar con los indígenas. El comercio que se desarrollaba era básicamente
para pagar los tributos que como vasallos de la Corona tenían que pagar al rey.

Este sistema lo utilizaban los jesuitas para liberar a los indígenas de las
encomiendas. En las otras reducciones no pagaban tributos, entonces debían
servir a la Corona. Esta experiencia duró unos 150 años hasta que fueron
expulsados por Carlos III. De ahí en adelante va en decadencia esta forma de
vivir.

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