Está en la página 1de 8

Lectura e interpretación

de los fenómenos grupales*

Un poco de historia

Nuestro enfoque ha recibido influencias de múltiples escuelas, perfi-


lándose, sin embargo, con características que le son propias: Foulkes,
Lewin y G. Mead, desde la corriente pichoniana, de quien fueron refe-
rentes privilegiados; W.R. Bion y M. Klein, que orientaron e! psicoaná-
lisis en la Argentina en las décadas de 1950 al '70; José Bleger, a cuyos
aportes no se ha hecho aún suficiente justicia. En los últimos años, La-
can y otros autores franceses, especialmente Pontalis, Anzieu y Kaés,
han contribuido también a nuestro pensamiento grupalista. Por supues-
to, Freud.
En lo que respecta a mi propia experiencia, comencé trabajando en
la década del '60 con un modelo bioniano. Grinberg, Langer y Rodri-
gué habían publicado ya su clásico libro Psicoterapia del grupo, que se
transformó en nuestro libro de cabecera. Alternar la práctica hospitala-
ria con la de! consultorio privado me permitió acceder a un espectro am-
plio de pacientes e indicaciones.
Mi trabajo, así como el de mis colegas, comenzó pronto a enfrentar
una serie de problemas que no conseguimos resolver con e! modelo que
utilizábamos. Se trataba de la deserción de pacientes, a veces repentina,
que no podía ser prevista en muchos casos, ni evitada en la mayoría. Se
nos impuso la posibilidad de una falencia de nuestro marco teórico, al
que pusimos en revisión. Otros problemas se agregaron: desde e! punto
de vista teórico, la hipótesis de un psiquismo grupal, consecuencia ine-
'itable -por lo menos entre nosotros en ese momento- de los desarro-
llos bionianos, chocaba con serios reparos teóricos. La formulación clá-
sica de la interpretación "a través de X el grupo me dice que ... " plantea-
ba incógnitas. ¿El grupo me dice?, ¿quién es e! grupo?; [qué es e! grupo?;

,. Presentado en el V Congreso Nacional de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica


Grupo (AMPAG). Cuernavaca, México, junio de 1993.
146 • Marcos Bernard

¿desde dónde dice?; ¿qué estatuto ontológico otorgarle a ese inconscien-


te grupal capaz de transferir?; ¿qué tipo de pulsiones podría movilizar,
en tanto carente de un cuerpo físico?; ¿cuál sería su historia infantil,
etc.? Más preguntas que respuestas, más problemas que soluciones.
Comenzamos a pensar entonces -utilizo el plural porque siempre tra-
bajé en el contexto de un equipol- que la relación que tomaba al grupo
como unidad de medida no contemplaba la situación de los sujetos con-
tenidos en ese conjunto, en lo que éstos tenían de subjetividad relativa-
mente autónoma. El matiz introducido por Ezriel de considerar la inser-
ción de cada uno en la fantasía común, tampoco daba cuenta de la sus-
tancia de esta fantasía, o de la forma en que esa articulación podría rea-
lizarse.
Modificamos nuestra técnica, tomando en consideración el aporte de
cada uno de los miembros del grupo. Apareció entonces el riesgo de co-
rremos al otro extremo: perder de vista el hecho de que realmente en un
conjunto organizado ocurren fenómenos de los que no es posible dar
cuenta desde la perspectiva de los sujetos que lo componen; es decir, que
hay un factor de combinación eficaz que determina relativamente la
conducta y fantasía de sus miembros, irreductible a las posibilidades
psíquicas de cada uno por separado.
El aporte de los estructuralistas, ampliamente difundido en la Argen-
tina en la década del '70 (me refiero no sólo a Lacan sino, especialmen-
te, a Lévi-Strauss) contribuyó entonces a permitirme elaborar una hipó-
tesis que intentara abarcar todas las consideraciones y problemas men-
cionados. El psiquismo del sujeto se constituye a partir de la incorpora-
ción de una estructura de roles intersubjetiva, en la que cada uno parti-
cipa desde su nacimiento, y en la que intervienen sus objetos más signi-
••
ficativos. Un universo de fantasías va así poblando el espacio intrapsí-
quico, fantasías que podemos considerar organizadas como grupos del
adentro, cuya complejidad irá incrementándose a medida que la madu-

ración del infans le permita establecer vínculos cada vez más discrimi-
nados y diversos con su medio, hasta llegar al encuentro con la proble-
mática edípica y su posterior superación. El psiquismo surge de los vín-
culos, se discrimina relativamente de ellos, y vuelve a ellos en busca de
••
apoyo y realización. Es difícil pensar a un sujeto aislado de sus vínculos
significativos, fuera de una pareja, una familia, una institución, o un
grupo. •
1. Durante más de 17 alias (1965-1982) integré un grupo de estudios, coordinado por la Dra.
janine Puget, sobre el tema de los grupos terapéuticos. Posteriormente coordiné varios grupos
de estudios y desde 1987 dirijo el Departamento de Grupos de la Asociación Argentina de Psi-
cología y Psicoterapia de Grupo.
El trabajo psicoanalitico con pequeños grupos • 147

La formación del grupo interno


--_.,,, ..
---
Tomamos a la fantasía inconsciente como nuestra unidad de medida,
la materia prima de nuestro trabajo. El origen del psiquismo coincide
con el de las primeras fantasías. Podemos situar este comienzo en los
momentos que suceden al nacimiento, tomando éste no como un .acon-
recirniento puntual, sino como un proceso (desde el punto psicológico)
que avanza con la maduración del infans. Antes de este surgimiento, la
madre ha sido el complemento del niño- . En la simbiosis biológica pre-
natal, el morador de la madre no tiene -no necesita tener- percepción
de ella: es esta unión la que, al romperse, cederá su lugar a la nueva sim-
biosis, la psicológica. La prematuración del recién nacido, factor decisi-
vo de las características que asumirá su futuro desarrollo, necesita de es-
te protovínculo, en el que tendrán lugar las vicisitudes del nacimiento
psicológico.
La membrana -la piel- que envolvía al nonato ha sido reemplazada
por otra: la que constituye el vínculo con su madre. La sobrevida del ni-
ño sólo es posible dentro de la unidad-dual establecida con ella (o su
sustituto). El vínculo simbiótico restablece en ese primero y relativamen-
te fugaz momento la primitiva fusión prenatal.
Existe, a diferencia de la etapa de simbiosis biológica, un registro,
por parte del niño, de estos primeros momentos, el pictograma. Si, de
acuerdo con el modelo que intentamos exponer, denominamos a esta
proto-representación grupo interno, veremos que en ella un solo regis-
tro contiene lo que, desde la visión de un observador externo es una re-
lación de dos (niño/ madre). Bleger definió este estado como una sim-
biosis muda refiriéndose a su persistencia a lo largo del desarrollo como
un "punto de fijación", en determinadas patologías vinculares.
El registro intrapsíquico, coincidente con el comienzo del aparato
psíquico que lo contiene, implica un bosquejo de diferenciación aden-
tro-afuera. En la estructura de esta primera fantasía encontraremos -y
en esto sigo a R. Kaés (1984)-la marca de un doble apuntalamiento: en
el cuerpo del niño (la sexualidad se apuntala sobre la autoconservación)
y en el grupo (y su portavoz, la madre). Si hiciéramos un bosquejo de
esta fase, figurando las nuevas formaciones intrapsíquicas, la dibujaría-
mos como dos círculos que, de aparecer como concéntricos en la etapa
anterior del pictograma, se van corriendo uno respecto del otro, dejan-
do dos medialunas libres, que representarían lo que ha entrado en el

2. ]. Lacan (1960) ha descrito de una manera tan gráfica como poética a este proceso en una
intervención del Simposio de Bonneval de 1960.
148 • Marcos Bernard

campo de la discriminación, y un espacio todavía común, que queda en


la sombra de la indiscriminación.
Las brechas en la "piel" del vínculo han producido este efecto en la
representación interna del niño. El espacio central del bosquejo descri-
to es aquel donde el continuo madre-infans permanece. Ubicaremos
aquí al núcleo aglutinado descrito por J. Bleger como el objeto de la po-
sición glischrocárica que, en sus remanentes irreductibles, dará lugar a
la sociabilidad sincrética, o, mejor dicho, a su registro (o su no registro)
en el aparato psíquico de sus integrantes. Pienso que el fenómeno de va-
lencia descrito por Bion se produce a partir de la resonancia en un con-
texto grupal, de este aspecto del psiquisrno de los agrupantes.
El modelo que expongo, a pesar del énfasis puesto en la díada ma-
dre-niño es, en esencia, triangular. Veremos en la discriminación entre
sus términos (madre-niño) el efecto que produce el otro de la madre que
terceriza precozmente la relación entre ésta y el niño: es el lugar que
ocupa la función paterna. Si la he esquema tiza do de este modo es por-
que me interesa destacar ese espacio en blanco, en donde habitan el nar-
cisismo y la indiferenciación, las brechas en el contorno del propio self,
que marcarán de manera decisiva, no sólo el psiquismo del sujeto, sino
la organización que éste impondrá a sus vínculos futuros. Allí donde el
sujeto no ha completado su discriminación, permanece el núcleo de
identidad de percepción, y el psiquismo debe quedar apuntalado en el
vínculo concreto, dando lugar a la identidad de pertenencia. Pienso que
es éste el punto que produce la patología vincular, y, por lo tanto, nues-
tro objeto de trabajo como psicoanalistas grupales.

Estructura y contenido de las fantasías

Es difícil pensar un modelo aplicable al psicoanálisis de los vínculos


sin considerar un elemento estructurante, ordenador. Había menciona-
do antes este fenómeno organizador de la interacción grupa!, que apa-
rece como externo a las determinaciones de cada uno de los miembros
considerados individualmente. La capacidad atributiva y distributiva de
las fantasías que circulan en el contexto grupal es 'función de este ele-
mento estructural que poseen.
Volvemos a consideraciones que ya he mencionado: en la constitu-
ción de su protogrupo interno el infans encuentra una serie de catego-
rías, que crea y que lo cseeniadentro-atuera, antes-después, lo mismo-
lo otro.
El trabajo psicoanalítico con pequeños grupos • 149

Postulo que todo ser humano, a partir de su nacimiento, se enfrenta


con idéntica problemática, resumida en esa serie de opuestos, motoriza-
da por otro: placer-displacer. Esto da a estas fantasías primitivas su uni-
versalidad.
Las experiencias que sobrevienen tempranamente en la historia de un
sujeto dan la sustancia de estas fantasías, proveyéndolas de un conteni-
do. Las categorías mencionadas, a su vez, formalizan estos contenidos:
estructura y contenido de las fantasías se instituyen recíprocamente, en
un mismo momento fundador! . La fantasía da cuenta, en su esencia, de
la posición del cuerpo propio en relación con el cuerpo del otro (proble-
mática que se remite al primer posicionamiento del infans con respecto
a su madre). Las categorías dentro-fuera remiten a los límites del self;
antes-después a la añoranza de un tiempo intrauterino, del que sólo se
tiene registro cuando se lo ha perdido, y lo mismo-lo otro a la posibili-
dad de reconocer al objeto en su alteridad.

La sucesión de fantasías

En el primer momento, cuando estructura y contenido se instituyen


recíprocamente, la estructura se impone relativamente sobre el conteni-
do de la vivencia, como si fuera un "contenido del contenido". Un ejem-
plo puede aclarar el punto: ciertos cuadros clínicos, que dan cuenta de
conflictos muy' primitivos, como la.claustrofobia o la agorafobia, nos
muestran fantasías subyacentes en las que el problema afuera-adentro
impone su marca. Idéntica problemática nos encontramos en otros fe-
nómenos regresivos: la ilusión grupal, en el énfasis que ponen los miem-
bros del grupo en el adentro grupal y los límites del conjunto; la pasión
amorosa con su negación del afuera de la pareja, etc.
A medida que aumenta la experiencia del sujeto con su medio, apun-
talada ésta, además, en el perfeccionamiento de sus capacidades percep-
tivas e instrumentales, el contenido de las nuevas experiencias compleji-
za las fantasías, perfecciona su forma, define los límites del self, figura
el de los objetos. La identidad de percepción, imperante en los primeros
estadios, va dejando espacio a la identidad de pensamiento. Podemos

3. Comparto la crítica que hace J. Laplanche (1987) a la hipótesis del origen filogenérico de
las fantasías originarias. Pienso, asimismo, que la descripción que hace este autor, junto a J.B.
Ponralis (1964, 1967) de la fantasía originaria es esencial para comprender la dinámica de los
procesos grupales, como lo destacaran numerosos autores de la escuela francesa de psicoaná-
lisis grupaL
150 • Marcos Bernard

figurar una secuencia en la que fantasías cada vez más complejas van
absorbiendo, subsumiendo aquellas de las que son la continuación. El
resultado final de esta secuencia, cuando se recorre exitosamente, es el
acceso al proceso secundario, o, más exactamente, a su predominio.

La estructura de roles
jl
Luego de este amplio rodeo, en el que intenté dar cuenta de la for-
mación grupal de las fantasías, contenido del psiquismo, expondré mi
idea del efecto del inconsciente en los grupos.
El grupo terapéutico es un grupo primario cuya tarea es la forma-
ción, revisión y ampliación de la identidad de sus miembros. Los inte-
grantes de este grupo concurren a él porque algo en su identidad produ-
ce un sufrimiento que los motiva a intentar una modificación de su in-
serción con e! mundo, que produzca el alivio que desean y esperan. Es-
te deseo implica una demanda dirigida al terapeuta, y la posibilidad de
utilizar un contexto -el grupal- como instrumento de comunicación, ex-
presión y cambio.
La tarea del grupo terapéutico -todo grupo la tiene, a nivel manifies-
to- está propuesta por la regla fundamental, enunciada en el comienzo,
ya sea de! grupo o de la inserción de un nuevo paciente (en el caso de
los grupos abiertos). Esta tarea, como toda tarea a que se aboca un gru-
po, determina una estructura de roles. En el caso de los grupos terapéu-
ticos, en tanto la consigna es amplia, los roles determinados ponen al al-
cance de los pacientes un espectro de interpretación de su lugar en el
conjunto que permite el despliegue de su inconsciente. Desde el modelo
de Bion; la estructura de roles centrada en la tarea manifiesta coincide
con los requerimientos del grupo de trabajo. Cada uno de los pacientes
utiliza su rol para hacer su aporte a la tarea de asociar libremente, par-
ticipar de un tema que el grupo se ha propuesto, desarrollarlo, discutir-
lo. El nivel de comunicación correspondiente a este nivel es el verbal:
predomina e! proceso secundario.
Todo encuentro vincular -y el grupo no es una excepción- promue-
ve una regresión en sus integrantes. El encuentro con lo desconocido
reaviva las emociones y experiencias de los primeros contactos del suje-
to con el mundo, y dispara el mismo contenido de fantasías. Ya lo ha-
bía observado Bion: un grupo -definía- es un conjunto de sujetos que
comparten e! mismo grado de regresión.
Esta regresión, como decía, re activa fantasías primarias. La secuen-
cia de fantasías es recorrida en sentido inverso al progresivo: retorna el
El trabajo psicoanalítico con pequeños grupos • 151

predominio relativo de la identidad de percepción como sistema de or-


ganización fantasmática, y la urgencia de afirmar y restablecer el posi-
cionamiento del cuerpo propio respecto del de los demás, del conjunto.
Están sentadas las bases para el despliegue transferencia!. Cada uno de
los integrantes transfiere (y recordemos que la transferencia es, estricta-
mente hablando, un fenómeno intrapsíquico) ya partir de allí propone
un nuevo patrón de organización a la estructura de roles en la que él
mismo está incluido, que refleje y sirva de soporte a la fantasía que la
situación ha desencadenado en él. La regresión superpone su grupo in-
terno (la estructura de su mundo fantasmático) con el grupo externo, lo
confunde, lo fusiona. El proceso secundario, que permitía la palabra, ce-
de lugar a la escenificación de una fantasía, prototipo de la dramática.
La distorsión de la estructura de roles que esta dramática promueve no
puede dejar de afectar a los otros del grupo, que intentan a su vez, des-
de su posición, conseguir una manipulación de la estructura manifiesta
que permita un apuntalamiento de su propio mundo fantasmático.
Quisiera subrayar que el sentido último, y más profundo de la fanta-
sía inconsciente remite a la posición del cuerpo propio respecto del
otro"; vale la pena repetirlo aquí, para explicar cómo el resultado de la
vigencia de este nivel de fantasías impone un posicionamiento de cada
uno -y una propuesta a los demás- en una escena desplegada espacial-
mente. A esto me refiero cuando hablo de dramática. La necesidad del
apoyo del otro y en el otro, lo elemental de los contenidos de estas fan-
tasías, su universalidad posibilita y canaliza el ajuste de cada uno con to-
dos. La fantasía dramatizada tiene una capacidad atributiva y distributi-
va de roles, monta escenas, convoca a sus protagonistas. Y con esto re-
torno a Bion una vez más, y al mismo tiempo me alejo de su propuesta:
lo compartido no es una fantasía -que siempre es intrapsiquicar y por lo
tanto intransferible como tal- sino una escena, modelada a partir de la
manipulación de la estructura de roles centrada en la tarea, que nunca es
totalmente dejada de lado, así como los restos diurnos de un sueño im-

4. La afirmación de Freud de que el yo es en esencia un yo corporal, podría tal vez comple-


mentarse con la idea que este cuerpo está siempre referido al cuerpo del otro.

5. Hemos encontrado siempre este problema cuando se extra pala un concepto de la teoría psi-
coanalitica, pensada como una hipótesis del psiquismo, a su aplicación en un contexto vincu-
lar. Fantasía, transferencia, proyección, erc. dan cuenta de fenómenos inrra psíquicos. La pro-
yección de un sujeto cualquiera en un objeto no da cuenta por sí sola de la asunción, por par-
te de éste, del rol en el que lo coloca el proyectanre. No basta para explicar una interacción
~ entre dos o más personas. Pienso que el estudio de este juego de ofertas y asunciones consti-
tuye la esencia de nuestro trabajo como psicoanalistas en un contexto vincular, cualquiera que
éste sea: pareja, familia, grupo, institución, cte.
152 • Marcos Bernard

ponen su marca a la fantasía inconsciente que contienen y canalizan y a


la que prestan su materia. La escena compartida, además, no es idénti-
ca para todos, ya que la experiencia vital nunca es la misma. Si bien la
estructura dentro-fuera, antes-después y lo mismo-lo otro es común pa-
ra todo ser humano, la experiencia concreta que se organizó a partir de
ellas está marcada por el sello de cada hijo, cada madre y cada circuns-
rancia, desde el inicio.

También podría gustarte