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Habla Simmel del número de círculos como un sistema de coordenadas. Cuanto mayor sea
el número de círculos mayor la especificidad de las coordenadas. Y al mismo tiempo la
posibilidad de individualidad, en el sentido de que mientras en más círculos específicos se
sitúe un individuo, más difícil será que encuentre otro individuo con la misma combinación
de círculos. Ese sería un primer aspecto del por qué la multiplicidad de círculos reafirma al
yo.
Pero también existe otra razón muy interesante que está conectada a nivel pragmático
con la recién enunciada. Cito un pasaje largo de Simmel:
La personalidad moral resulta adornada con nuevas determinaciones, pero también colocada ante
problemas nuevos cuando, habiéndose desarrollado en un círculo solo, pasa a situarse en la
intersección de muchos. Por lo pronto, la precisión, la seguridad anterior cede el puesto a una
vacilación entre las diversas tendencias de la vida. En este sentido, dice un antiguo proverbio
inglés: «el que habla dos idiomas es un bribón». Pertenecer a varios círculos sociales provoca, en
efecto, conflictos de orden externo e interno, que amenazan al individuo con un dualismo
espiritual, y hasta con íntimos desgarrones. Pero ello no prueba que esa pertenencia a varios
círculos deje de tener efectos que fortalezcan y afirmen la unidad personal. Porque aquel dualismo
y esta unidad se compadecen muy bien.
Precisamente porque la personalidad es una unidad, puede verificarse en ella la escisión. Cuanto
más variados sean los círculos de intereses que en nosotros confluyen, más conciencia tendremos
de la unidad del yo.
Lo que quiere decir Simmel es que cuando ampliamos nuestros círculos encontramos
nuevas resistencias y conflictos y el “yo” para poder vivir en esa multiplicidad de círculos
debe buscar reafirmarse, lo que implica que se conozca mejor el yo y que tome una
postura de camino o de desarrollo para él mismo. Mientras más amplio sea el número de
mis círculos es mayor la necesidad de respuesta a la pregunta ¿Quién soy? Y también se
cuenta con coordenadas más precisas para responder tal pregunta.
4. Analice la siguiente afirmación de Goffman: “Existen, como es natural, muchas
precauciones para aprisionar a un hombre dentro de lo que es, como si viviéramos en
un perpetuo temor de que pudiera escaparse de ello, que pudiera desaparecer y
eludir súbitamente su condición.” (La presentación, p. 87)
Lo que hace es analizar uno de los rasgos más importantes de las actuaciones sociales.
La exigencia de que no sólo actuemos nuestros papeles en sociedad, sino que creamos el
papel, lo vivamos y lo introyectemos. La sociedad ocupa mucha energía para asegurarse
de que suceda esto, pues en gran medida se juega la legitimidad del orden social en que
adoptemos esa actitud que trasciende a actuar meras representaciones superficiales. En
un sentido muy importante esa actitud de lo social tiene una tendencia cosificadora, es
decir tiende a tomar un velo unidimensional. Sin embargo, Goffman habla de que el
hombre se rescata a partir de los varios roles que puede adoptar, no de superar en
principio la exigencia de vivir realmente los papeles o los roles, sino del abanico y la
amplitud de dichos roles.
Por último, Goffman menciona que hay una jerarquía en el celo de la sociedad en la
ejecución de papeles, aunque siempre se nos exige la autenticidad de la representación,
existen roles en los que es más vital dicha actitud.
5. Analice la noción de habitus y explique cómo está conectada con las nociones de
“gusto” y “estilo de vida”.
Creo que la noción que mejor explica lo que es el habitus es la noción de esquema. Un esquema es
un elemento cognitivo, pero sobre todo heurístico que nos ayuda a conducirnos o tomar
decisiones. Las mejores prescripciones morales son esquemáticas, me dicen con un buen grado de
generalidad cómo me debo conducir. Naturalmente no puede haber un análisis de caso por caso
de las situaciones relevantes. El habitus también es un tipo de esquema para la acción, ese tipo de
esquema está poderosamente influenciado por los círculos sociales donde se mueve el individuo,
en particular el de la clase social. Entonces estos esquemas le confieren un tipo de uniformidad a
la actuación de los integrantes de esos círculos. Dichos esquemas tienen consecuencias en dos
aspectos fundamentales de la vida social, el gusto y los estilos de vida. Pero no sólo es en esa
dirección sino también en sentido inverso pues como afirma Bourdieu: El habitus es el principio
generador de prácticas objetivamente enclasables y es también un sistema de enclasamiento. O lo
que es lo mismo: el habitus produce unas prácticas y unas obras enclasables y la capacidad de
diferencias y apreciar estas prácticas y estos productos y es esto último lo que constituye el gusto.
De una manera sorprendente y totalmente admirable Bourdieu hace un análisis estadístico de
cómo es verdad que el posicionamiento social, tanto en su vertiente económica como cultural
determinan el gusto de las personas, crea un mapa que predice lo que es de esperarse que
considere como valioso o deseable una determinada categoría de sujetos. Lo que quiere decir es
que el habitus genera realidades con una articulación interna y coherencia interna que justifican o
reafirman las coordenadas donde se sitúan los individuos en el entramado del capital cultural y el
capital económico.
De la misma forma los estilos de vida son productos del mismo habitus, aterrizan en una
esquematización o simbolización de prácticas o hábitos socialmente calificados como deseables o
no, como valiosos o no, usando etiquetas como distinguido o vulgar, etc.