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ENSAYO DE TIPO REFLEXIVO

PRESENTADO POR:

TANIA ALEJANDRA MONTEALEGRE LAVAO

LUISA FERNANDA MEDINA RAMÍREZ

ANDREA ALDANA TRUJILLO

ERIKA TATIANA MANRIQUE SEPÚLVEDA

PRESENTADO A:

BLANCA ROCIO PINILLA

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS UNIMINUTO

LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL

SEMESTRE VIII

2019

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TABLA DE CONTENIDOS

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………PÁG.3

ENSAYO DE TIPO REFLEXIVO………………………………………..….…PÁG. 4,9

CONCLUSION……………………………………………………………………..PÁG.10

BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………………….PÁG.11

pág. 2
INTRODUCCIÓN

A través de este trabajo queremos mostrar el concepto cualifica a ciertas


personas que se entiende que carecen de algo que la mayoría de las personas,
las no discapacitadas, sí poseen: se las califica, así, como deficitarias, por tanto
imperfectas, en consecuencia, sujetas a una desviación respecto de cierta
“normalidad”.

En el presente texto trataremos de exponer las diversas variantes que adopta esa
cualificación en negativo para contraponerlas con una alternativa crítica que trata
de suprimir dicha cualificación. Ello nos lleva a considerar tres discursos sobre la
discapacidad: el del modelo médico-rehabilitador y el del modelo social-emancipa
torio, por un lado (ambos asumiendo la denominación en negativo), y del de la
“diversidad funcional” (que abandona dicha nominación).

Es decir, trataremos de mostrar que hay una limitación de fondo común a todos
ellos y que es necesario hacer explícita para lograr articular un discurso sobre la
discapacidad que pueda contribuir de hecho a la mejora de las condiciones de
existencia de las personas con discapacidad, suprimiendo las barreras, tanto
materiales como culturales, que hacen que su existencia a fecha actual venga
mayoritariamente regulada por prácticas excluyentes.

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ENSAYO REFLEXIBO:

DESDE LA DIS-CAPACIDAD HACIA LA DIVERSIDAD FUNCIONAL

Un ejercicio de Dis-Normalización

Cuando hablamos sociológicamente de discapacidad estamos hablando de


personas; dichas personas constituyen un colectivo que experimenta ciertas
condiciones de existencia relativamente homólogas, debido, fundamentalmente, a
las imposiciones de las que son objeto por los entornos en los que conviven. Es
decir, su constitución como colectivo no es consecuencia de una homogeneidad
intrínseca, sino fruto de una homologación impuesta; y en ella, juegan un papel
fundamental la catalogación médica de la que son objeto esas personas.
La discapacidad es concebida, en general y por la gran mayoría de las personas,
como la consecuencia de una deficiencia fisiología que padece, a título personal,
un “individuo”. La discapacidad, por tanto, remitiría a un substrato fisiológico y
expresaría una situación individual. Desde esta óptica, el modo adecuado de
abordar el “problema” de la discapacidad implica un tratamiento individualizado
enfocado hacia el déficit específico del que se trate en cada casa; será la ciencia
médica la encargada de dicho tratamiento puesto que ese déficit fisiológico va a
ser entendido como una enfermedad. La importancia de un diagnóstico médico
oportuno y a tiempo, es fundamental en la estimulación, y en muchos de los casos
en la recuperación total de dichas necesidades, ya se puede tratar a las personas
desde diferentes tratamientos, los cuales pueden ser, físicos, psicológicos,
cognitivos que conllevan en muchas ocasiones a mejorar su calidad de vida y la
de sus familias.
Sin embargo, en los años 60 surgió un discurso alternativo y crítico, gestado
dentro del propio colectivo de personas con discapacidad. Arranca en EEUU con
la promoción de la “Filosofía de la Vida Independiente”. Algunas personas con
discapacidad se rebelan frente a las imposiciones médicas, institucional-

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rehabilitadoras, y reivindican el derecho a decidir sobre sus propias vidas por ellos
mismos, en lugar de estar sistemáticamente sujetos a las directrices de los
expertos. Desde este movimiento se va a concebir que la discapacidad no resida
en un substrato fisiológico deficiente, sino en unas estructuras sociales que no
tienen en cuenta las auténticas necesidades de las personas con discapacidad y
las marginan y excluyen de la participación en la vida colectiva. Así, la
discapacidad se traslada desde el plano individual al colectivo, haciendo evidente
que, en gran medida, es el contexto social el que contribuye a la construcción de
un determinado sentido, y unas ciertas prácticas asociadas, de la discapacidad; un
contexto en el que los espacios físicos son inadecuados y los estereotipos
discriminatorios. En gran medida, es el contexto social el que contribuye a la
construcción de un determinado sentido, y unas ciertas prácticas asociadas, de la
discapacidad; un contexto en el que los espacios físicos son inadecuados y los
estereotipos discriminatorios. Este discurso crítico se trasladará al ámbito
académico con la denominación de “modelo social” de la discapacidad2 y
promoverá la idea de que la discapacidad es una cuestión de “opresión” (Abberley
1997; 1998; 2008)3 por parte de unas estructuras sociales que no la toma en
consideración.
De este modo se toma la discapacidad ya no como algo clínico si no político, lo
implica en que se involucre a las personas con alguna necesidad al contexto,
donde ellos también tengan unos derechos, donde se han vistos como personas
con habilidades y destrezas, para realizar ciertas habilidades. De esta forma es
que se da paso para hablar del concepto “diversidad funcional” surge en 2005
promovido a partir de la comunidad virtual que el movimiento por una Vida
Independiente español creó en Internet en 2001, el Foro de Vida Independiente
(FVI)5. El concepto pretende suprimir las nomenclaturas negativas que se han
aplicado tradicionalmente a las personas con discapacidad (siendo “Dis-
capacidad” un ejemplo de las mismas).

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Cuando hablamos de la discapacidad hacemos referencia a la deficiencia del ser
humano, la cual nos lleva a diversidad funcional se conoce comúnmente como
salud. La “salud” hace referencia a lo saludable o a lo que no es saludable, a lo
que es normal y a lo que no, universalmente como la sociedad lo estima como lo
bueno y lo deseable.

La tecnología bio - política nos enseña que todos los cuerpos es diferente cual
sea su discapacidad o dificultad, la cual la medicación depende del cuerpo, esta
vigilancia racional de los cuerpos singulares y colectivos por parte, en particular,
de la ciencia médica aplicada a la regulación política de las personas y las
poblaciones. Las normas fueron creadas para poder unificar la diversidad, para
absorber las diferencias de la sociedad generando un orden y la igualdad de las
personas en su entorno siendo diferentes las capacidades de los seres humanos,
dejando a un lado la figura o a imagen de la persona con diversidad funcional, no
estará representando aquello que detestamos, que tememos, que queremos
corregir, que no queremos ver, en una sociedad obsesionada por un ideal de salud
perfecta tan inexistente como imposible de conseguir.

Las tecnología del poder se dividen en disciplinas del cuerpo (anátomo-política) y


regulaciones de la población (bio-política): el poder estatal, para gobernar una
sociedad en fase de explosión demográfica e industrialización tuvo que, en primer
lugar, reconocer lo particular mediante una primera adaptación de los mecanismos
de poder, uno de los mecanismos utilizados por el poder estatal es la disciplina,
donde nos enseña que el ser humano debe ser disciplinado en sus actos frente a
las demás personas siendo cualquiera su diversidad, vigilancia por medio de las
normas y derechos de los seres humanos, adiestramiento es una de los últimos
mecanismos que utiliza el poder estatal siendo este la medicación de las personas
que lo necesiten. Estos mecanismos surgen entre el siglo XVII y XVIII, al principio
en instituciones como la escuela, el hospital, el cuartel o la fábrica, Nuevos
poderes laterales a la Justicia cristalizarían en instituciones de vigilancia como la

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policía y de corrección, psicológicas, psiquiátricas, criminológicas, médicas, y
pedagógicas dando paso así a la edad de la ortopedia social, con un tipo de poder
disciplinario que se opone al de sociedades anteriores penal (Foucault 2000). La
sociedad cambio desde el momento que se crearon las normas estatales donde
pusieron orden hacia las personas que veían de otra manera a las personas con
discapacidad, ya que el poder estatal nos muestra otra forma muy diferente de ver
a aquellas personas.

Dis-capacidad indicaría dos realidades diferenciadas. Una, primaria, que se asocia


con el sentido que el concepto conlleva en su uso común: supone la falta de
ciertas capacidades que la mayoría de las personas, se supone, poseen. Otra,
secundaria, en la que el concepto, pretendidamente, se aleja de ese uso y sentido
común, aludiendo a un fenómeno sobre el que ciertas instancias se ven en la
necesidad de producir discursos y prácticas (instancias que, como hemos
anticipado, construyen tecnologías bio-políticas).

La cuestión entraña una doble dificultad. En primer lugar, la de hacer explícito que
el sentido asumido de “capacidad” es arbitrario: no alude a la universalidad
presupuesta de las disposiciones del cuerpo humano, sino a las estructuras socio-
culturales y económicas, resultantes de la evolución histórica y que modelan las
funciones propias del cuerpo humano en el tipo de sociedades de las que somos
miembros.

La tarea previa, por tanto, es la de determinar los criterios normativos específicos


que determinan como capacidades (lo normal) ciertas funciones corporales y
como no capacidades (lo ha-normal) otras; para lo cual sería pertinente un estudio
histórico detallado de la evolución y variaciones de esas determinaciones. Es
decir, la construcción social de la Dis-capacidad es correlativa e indisociable de la
construcción social de la capacidad.

El discurso de la diversidad funcional ha de incorporar en su construcción


conceptual de la discapacidad, y entendido como la reclamación de un orden
normativo alternativo al vigente, la exigencia de una categorización de las

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capacidades, sociales, de los seres humanos, desmedicalizada e inscrita en las
demandas socialmente impuestas.

Por lo tanto, esta ruptura conceptual ha de enfocarse, específicamente, una vez


disociadas capacidad y salud y cuestionada su legitimidad normativa, a la
apropiación del sentido de la salud más allá de los dictámenes del discurso
ortodoxo de la ciencia médica: la salud debe ser asumida, ante todo, como una
experiencia humana del propio cuerpo. Se trata, a su vez, de poner en cuestión el
orden normativo vigente, según el cual la enfermedad y la patología se definen por
oposición a una norma médica. s. La idea de salud o normalidad es, por tanto,
relativista e individualista, consecuencia de una educación sensorial, activa y
emocional.

Para apreciar qué es lo normal y lo anormal sería, entonces, necesario mirar más
allá de un cuerpo. El astigmatismo o la miopía pueden ser normales en una
sociedad agrícola o pastoral, pero anormal en la marina o en la aviación.

DE LA DIS-CAPACIDAD A LA DIVERSIDAD FUNCIONAL: UNA TENTATIVA


CONCLUSIVA

Sobre esta doble articulación, la del concepto de normalidad (lo normal


normativamente impuesto) y la de la relatividad de su aplicación en el caso
específico de nuestra constitución orgánica y lo que ello implica para la definición
médica de salud, se ha de constituir conceptual y teóricamente la transición desde
la denominación Dis-capacidad a la de diversidad funcional.

El primero es el que regula la práctica y el sentido que todavía a fecha actual


tiene, para la mayoría de la gente, la discapacidad.

El segundo, emergiendo como alternativa crítica, señala una línea de apertura


poniendo en evidencia las condiciones sociales que conforman la experiencia de
la discapacidad.

El tercer discurso, el de la diversidad funcional, eludiendo la problemática de las


capacidades, conceptualiza el fenómeno en términos de una singularidad

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funcional, de desenvolvimiento, apunta a la riqueza de un universo social de lo
humano crecientemente caracterizado por la diversidad.

El cuerpo es el espacio de nuestra experiencia concreta, es el que nos permite


pensar el mundo estando en él, y pensarlo porque estamos en él, porque no
podemos dejar de estarlo. Nuestro pensamiento es cuerpo pensante, cuerpo
condicionado en su pensar por las imposiciones de que es objeto, cuerpo que,
pensándose, se constituye más allá de sí mismo... pero siempre desde sí mismo.
La discapacidad, la diversidad funcional, implica un cuerpo que existe y se piensa,
precisamente un cuerpo que pone en cuestión las lógicas normalizadoras que
sobre los cuerpos ejercen su poderosa capacidad de disciplinamiento y regulación;
la discapacidad, la diversidad funcional, implica, por definición, un cuerpo no
normalizable.

El cuerpo como expresión de esa imperfección congénita que nos constituye como
seres humanos y de esa finitud a la que nunca podremos escapar. Repensar la
discapacidad con pretensiones emancipadoras (dado que ese era, según se
apuntaba al inicio, el posicionamiento del que partíamos), y hacerlo a partir de un
discurso, el de la diversidad funcional, que pretende liberarse de las imposiciones
de las que tradicionalmente han sido objeto las personas con discapacidad,
implica repensar el sentido de ser humano que tenemos como “norma”: hablamos
de un ser humano, con cuerpo, DESDE LA DIS-CAPACIDAD HACIA LA
DIVERSIDAD FUNCIONAL • 307 RIS, VOL. 68. Nº 2, mayo-agosto, 289-309,
2010. ISSN: 0034-9712. Dio: 10.3989/ris.2008.05.22 que piensa, ciertamente, pero
que también se emociona, sufre y es incapaz de ir más allá de su singularidad
constitutiva.

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CONCLUSIÓN

 La situación de la discapacidad, afecta de manera determinante la totalidad de


dimensiones de la personas, de esta manera, además de la dimensión
corporal, se ven afectadas la esferas intelectuales, emociónales y
existenciales.

 La discapacidad no significa imposibilidad, las personas con discapacidad


también tienen capacidades, y en relación con ellas están posibilitados para
trabajar, por lo tanto deben tener acceso a un empleo digno y productivo, sin
discriminaciones debidas a sus circunstancias.

 El discurso de la diversidad funcional ha de asumir esta ardua tarea:


reconsiderar la condición humana, su condición hecha carne, cuerpo y
sentimiento, de la persona, con y sin discapacidad.

 La discapacidad, la diversidad funcional, implica un cuerpo que existe y se


piensa, precisamente un cuerpo que pone en cuestión las lógicas
normalizadoras que sobre los cuerpos ejercen su poderosa capacidad de
disciplinamiento y regulación; la discapacidad, la diversidad funcional, implica,
por definición, un cuerpo no normalizable.

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BIBLIOGRAFÍA

 file:///C:/Users/FAMILY/Downloads/lectura%202%20(1).pdf

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