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Toda la papelería oficial que utiliza la Administración Pública Nacional llevará la leyenda alusiva a
la fecha.
A través del Decreto 177/2016, publicado hoy en el Boletín Oficial, el Poder Ejecutivo Nacional
declaró el año 2016 como el “Año del Bicentenario de la Declaración de la Independencia
Nacional”, proclamada en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816.
Además, establece que “el Poder Ejecutivo Nacional auspiciará actividades, seminarios,
conferencias y programas educativos que contribuyan a la difusión en el país de los hechos
alusivos a la Declaración de la Independencia de la República Argentina”.
La resolución lleva la firma del presidente de la Nación, Mauricio Macri, y el Jefe de Gabinete,
Marcos Peña.
Esta compleja trama está incorporada en el relato que propone la Casa de Tucumán, y está
también en la discusión que generamos. Organizamos el año pasado una jornada sobre
“Independencia, historia y memoria”. Nuestro objetivo es recordar que los museos históricos
cumplieron una función formadora en la construcción de la nacionalidad a fines del siglo XIX.
Pensemos: ¿cuándo se construyen los museos históricos nacionales, los museos como lugares de
recuperación de la memoria? En el momento en que está llegando la inmigración.
Ahora, a comienzos del siglo XXI, los museos históricos son lugares para guardar cosas viejas. Son
un repositorio de una historia que queda muy lejos, y lejos de los intereses económicos y de las
fuentes de recursos. Cuando pensamos en museos pensamos en bellas artes, en el Museo
Guggenheim. Todos quisieran tener uno aquí como en Bilbao, porque son grandes atractivos
turísticos, mientras que los museos históricos hemos quedado en la consideración general como
lugares donde están guardadas cosas viejas y que tienen también un relato viejo. Esto es algo que
discutimos mucho desde los museos históricos, y sobre todo con un gran problema como es la
enorme falta de recursos para introducir tecnología, innovaciones, y poder contar estas historias
en un discurso visual y tecnológico tal como está acostumbrada la sociedad. Nos interesa ir
incorporando las discusiones nuevas que propone la historia, las preguntas nuevas, introduciendo
nuevos actores en la medida que se pueda. El eje que vertebra muchas de nuestras acciones es
que somos personas que viven hoy y que cuentan historias, y por eso estudiamos mucho las
nuevas miradas sobre el pasado.
Trabajo hace casi 23 años en la Casa de Tucumán, y estoy a cargo de la dirección desde hace 10
años. Una de las cosas que se aprende en este lugar es que trabajar en la Casa Histórica es como
trabajar en la bandera, adentro de la bandera, no portando el mástil. La Casa es un monumento,
pero antes es un símbolo fuerte. Es un monumento con todo lo que legalmente implica eso, pero
además cuenta con un museo, que es nuestra herramienta de comunicación.
Como todos los museos, tenemos un patrimonio que conservar y que comunicar, pero además la
Casa de Tucumán tiene otra impronta muy fuerte que es estar en un monumento que es un
símbolo patrio.
Estoy convencida de que la historia es de los pueblos, no de los historiadores. Los pueblos siempre
están contando y construyendo sus historias. Por eso, el gran desafío es encontrar un punto de
conexión entre el trabajo científico de los historiadores y la comunidad. El trabajo de investigación
es muy arduo y a veces difícil de comunicar. La explicación es compleja y al trasladarla a un
lenguaje accesible se le puede quitar un poco la densidad, pero no se le debe quitar el mensaje
central a la comunidad. Y la comunidad son muchas comunidades. La comunidad es un universo
muy complejo, heterogéneo, diverso. Con distintas capacidades para comprender. Años atrás
conversé con una persona que había sido Secretario de Cultura de la Nación y me comentaba la
diversidad que había descubierto durante su gestión. Me quedé pasmada. Un funcionario en ese
rango y cargo tiene que comenzar su gestión desde la diversidad.