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Arturo Ambrogi
(San Salvador, 1878 - 1936) Escritor salvadoreño. El aprecio por las costumbres
de su país natal, El Salvador, y la atracción paralela que sintió por las culturas de
tierras lejanas marcaron de manera singular la obra creativa de Arturo Ambrogi. La
calidad de su obra y su estilo mordaz lo ubican entre los escritores más
importantes de su país.
Posteriormente fue nombrado cónsul, y como tal viajó por los Estados Unidos,
Europa, China y Japón, además de otros lugares exóticos. Las experiencias
vividas durante esos años fueron la fuente de varios libros de viajes,
como Marginales de la vida (1912), Sensaciones del Japón y la China (1915)
y Crónicas marchitas (1916), en los que el autor plasmó su agudo poder de
observación y su singular capacidad descriptiva.
Sería, no obstante, en el terreno narrativo donde Ambrogi hallaría mejor cauce de
expresión para su talento. Influido por el modernismo, que dominó sus colecciones
de relatos Bibelots (1893) y Cuentos y fantasías (1895), el autor evolucionó
después hacia una mayor preocupación por la realidad cotidiana del país.
Obras:
Bibelots (1893)
Cuentos y fantasías (1895)
El jetón (1936)
Muestrario (1955)
Francisco Antonio Gavidia Guandique
(San Miguel, 29 de diciembre 1863-1865 - San
Salvador, 22 de septiembre 1955), fue poeta,
cuentista, dramaturgo, historiador, musicólogo,
ensayista, pedagogo, filósofo, politólogo,
periodista, orador, crítico literario y traductor. Es
considerado como el fundamentado de la literatura
salvadoreña. Autodidacta inagotable, cuya obra
alcanza dimensiones enciclopédicas, ya que
abarca casi todos los aspectos del humanismo.
Practicó todos los géneros literarios, y en todos
aportó una visión enriquecedora de nuestra
realidad. Con Gavidia tenemos algunos de los
fundamentos para insistir en la búsqueda de lo
nuestro; él tiene cierta profundidad que no
encontramos en autores antes de él o contemporáneos suyos. Se le recuerda por
su amistad con Rubén Darío y por sus descubrimientos del alejandrino francés,
quien lo incorporó al verso escrito en español y lo llevó a sus últimas
consecuencias. Su espíritu buscador lo llevaba por todos los rumbos de la
literatura, por lo que algunos afirman que su obra es un tanto dispersa. Su
diversidad es de riquezas no de fragmentación: es un todo que muestra la
dedicación de un hombre preocupado por fundamentar una expresión cultural
salvadoreña. Para ello estudió el pasado prehispánico y colonial del país en su
contexto centroamericano, así como el de nuestra América. Aparte de su
labor poética, participó en actividades periodísticas-literarias y se preocupó por
la educación; publicó numerosos ensayos de aspecto educativo; en 1932 es
declarados "Salvadoreño Meritísimo" por la asamblea legislativa.
La obra de Gavidia alcanza proporciones enciclopédicas. Trabajó en la poesía,
teatro, historia, música, ensayo, pedagogía, filosofía, política, periodismo, crítica
literaria, y la traducción. Su vasto conocimiento se nutrió de la literatura clásica,
el siglo de oro español, la cultura francesa y su lengua, y la lectura de autores
alemanes, italianos y orientales.11Llegó a crear un nuevo idioma para ser
entendido universalmente, el cual tenía por nombre «Idioma Salvador Además, fue
precursor en el tratamiento de los temas indígenas, e ideólogo del unionismo
centroamericano.
En un país cuyo arte recibía una fuerte influencia europea, Gavidia honró la
identidad y valores étnicos salvadoreños, rompió con ese patrón y a partir de él,
otros escritores decidieron seguir esa línea literaria; se puede observar su
influencia en artistas Entre su dramaturgia se destaca Ursino, La torre de marfil y
Júpiter. El anhelo de identidad, de libertad y justicia también está plasmado en su
poesía, que en su momento muchos no lograron asimilar pues el anhelo de
universalizar la idiosincrasia salvadoreña era un hecho poco comprensible para su
época y para su coetáneos.13
Es también conocido por ser el orientador del poeta Rubén Darío, alumno que
compartió penas y alegrías con el maestro salvadoreño, 12y quien conoció el
experimento de Gavidia para adaptar el verso alejandrino a la métrica castellana, 14
que dio origen a la renovación modernista de la poesía hispanoamericana. Darío
escribió en su autobiografía:
Fue con Gavidia, la primera vez que estuve en aquella tierra salvadoreña, con
quien penetran en iniciación ferviente, en la armoniosa floresta de Víctor Hugo; y
de la lectura mutua de los alejandrinos del gran francés, que Gavidia, el primero
seguramente, ensayara en castellano a la manera francesa, surgió en mí la idea
de renovación métrica, que debía ampliar y realizar más tarde.
Ya en su obra Versos, se sirve de algunas de las principales
características léxicas, rítmicas y métricas que, poco tiempo después, habría de
codificar y consagrar magistralmente Rubén Darío. Posteriormente, Gavidia fue
evolucionando en la particular modulación de su propia voz poética, hasta llegar al
cultivo de una reflexión conceptual que alcanza su máximo esplendor en el
poemario titulado Sóteer o Tierra de preseas (1949), un moderno canto épico que,
en buena medida, constituye su obra maestra y su gran legado literario.
En efecto, también en su condición de dramaturgo supo Gavidia evolucionar
desde un romanticismo tardío (o un atisbo premodernista) presente en dramas
como Júpiter (1885) o Ursino (1889), hasta una épica conceptual manifiesta en el
poema dramático titulado La princesa Citalá (1944).
Algunas de sus obras son: